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conquista-de-america/
Por muy sorprendente que pueda parecer a los lectores de este espacio, las Novelas de
Caballerías ejercieron una gran influencia en toda la ideología de la conquista de
América. Éstas, que fueron un género literario que se extiende a partir de 1508, con el
éxito fulgurante del Amadís de Gaula según la reformulación de Garci Rodríguez de
Montalvo, hasta bien entrado el siglo XVII, al menos hasta la década de los años 30,
gozaron de una popularidad enorme. Su influencia puede apreciarse en los romances,
la lírica, el teatro – siendo un ejemplo excelente las «comedias novelescas» que
reunían todas las características del género caballeresco-, e incluso, en las costumbres.
A un nivel popular, las gentes querían emular en lo posible las hazañas de los
caballeros, y la extraordinaria afición a tales libros hizo que se dieran en la realidad
casos análogos a la locura de Don Quijote.
Las influencia de las novelas de caballerías fue mucho mayor en las tierras de América,
por reproducir la conquista del Nuevo Mundo las maravillas del mundo andantesco. De
hecho, la relación de las novelas de caballerías con América es múltiple y diversa, por
ejemplo, Feliciano de Silva, autor de un par de tomos tardíos del Amadís, fue padre del
conquistador Diego de Silva y Guzmán. El Plinio del Nuevo Mundo, Gonzalo Fernández
de Oviedo, importante personaje relacionado con América también escribiría al menos
una novela de caballería, el Don Claribalte(1519), una de las pocas obras que
alcanzaron a tener una reedición durante la vida del notable cronista. Asimismo, las
gestas caballerescas empujaron a los mozos de aquella España, lanzada ya a la gesta de
la conquista de un nuevo continente. Una conquista que aparece como una gesta
caballeresca, hallándose multitud de puntos de semejanza, tanto una como otra solía
tener como protagonista un «caballero» que se enfrentaba a los peligros más
increíbles, desafiando al mundo entero, con la sola ayuda de su esfuerzo y su virtud.
Tanto el caballero de las novelas como el conquistador se lanzaban a un mundo
desconocido, todavía mágico y lleno de misterio. Si el primero se enfrentaba a
gigantes, dragones y encantadores maleficios, el segundo andaba por desconocidas y
hostiles regiones americanas y acometía una labor similar al de aquel por sus
dimensiones sobrehumanas y por la valoración hiperbólica que él mismo hacía de su
conducta. Detrás de ambos, además, había un ideal, una misión, si bien la del caballero
era la de impartir justicia, la del colonizador español era la de enfrentarse a la
naturaleza virgen y a los poderosos imperios de América porque había sido llamado
por el reino España con el fin de civilizar a los indígenas y de cristianizar el nuevo
mundo.
La influencia llegó a ser tal que muchos historiadores y cronistas de aquella época se
mostraron preocupados porque las hazañas conquistadoras se confundieran con las
gestas caballerescas, restándoles, por tanto, credibilidad por la mezcla de la realidad
con la ficción. Además, también se tomó por costumbre el nombrar a los nuevos
lugares recién descubiertos con términos tomados de los libros de caballerías, como es
el caso de California o el de los gigantes patagones que muy bien explica Javier
Roberto González (ver bibliografía).
Gallud Jardiel, Enrique: «La difusión de las novelas de caballerías» en Criado de Val,
Manuel (Ed.) Literatura hispánica. Reyes Católicos y descubrimiento. Actas del
congreso internacional sobre literatura hispánica en la época de los Reyes Católicos y
el descubrimiento, Barcelona, PPU, 1989, pp. 223-229.
González, Javier Roberto, «Realidad y deseo detrás de un bautismo: Magallanes y los
Patagones», en Unidad y diversidad en América Latina: conflictos y coincidencias.
Actas de las Terceras Jornadas de Historia Argentina y Americana, Buenos Aires, Centro
de Graduados en Historia de la Universidad Católica Argentina, 2000, 1, pp. 55-69.