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conquista-de-america/

La influencia de las Novelas de Caballerías en la conquista de América


9 MARZO, 2014
ALEJANDRA FLORES

Por muy sorprendente que pueda parecer a los lectores de este espacio, las Novelas de
Caballerías ejercieron una gran influencia en toda la ideología de la conquista de
América. Éstas, que fueron un género literario que se extiende a partir de 1508, con el
éxito fulgurante del Amadís de Gaula según la reformulación de Garci Rodríguez de
Montalvo, hasta bien entrado el siglo XVII, al menos hasta la década de los años 30,
gozaron de una popularidad enorme. Su influencia puede apreciarse en los romances,
la lírica, el teatro – siendo un ejemplo excelente las «comedias novelescas» que
reunían todas las características del género caballeresco-, e incluso, en las costumbres.
A un nivel popular, las gentes querían emular en lo posible las hazañas de los
caballeros, y la extraordinaria afición a tales libros hizo que se dieran en la realidad
casos análogos a la locura de Don Quijote.

Ilustración 1- Portada Amadís de Gaula, Zaragoza, 1508.

Las influencia de las novelas de caballerías fue mucho mayor en las tierras de América,
por reproducir la conquista del Nuevo Mundo las maravillas del mundo andantesco. De
hecho, la relación de las novelas de caballerías con América es múltiple y diversa, por
ejemplo, Feliciano de Silva, autor de un par de tomos tardíos del Amadís, fue padre del
conquistador Diego de Silva y Guzmán. El Plinio del Nuevo Mundo, Gonzalo Fernández
de Oviedo, importante personaje relacionado con América también escribiría al menos
una novela de caballería, el Don Claribalte(1519), una de las pocas obras que
alcanzaron a tener una reedición durante la vida del notable cronista. Asimismo, las
gestas caballerescas empujaron a los mozos de aquella España, lanzada ya a la gesta de
la conquista de un nuevo continente. Una conquista que aparece como una gesta
caballeresca, hallándose multitud de puntos de semejanza, tanto una como otra solía
tener como protagonista un «caballero» que se enfrentaba a los peligros más
increíbles, desafiando al mundo entero, con la sola ayuda de su esfuerzo y su virtud.
Tanto el caballero de las novelas como el conquistador se lanzaban a un mundo
desconocido, todavía mágico y lleno de misterio. Si el primero se enfrentaba a
gigantes, dragones y encantadores maleficios, el segundo andaba por desconocidas y
hostiles regiones americanas y acometía una labor similar al de aquel por sus
dimensiones sobrehumanas y por la valoración hiperbólica que él mismo hacía de su
conducta. Detrás de ambos, además, había un ideal, una misión, si bien la del caballero
era la de impartir justicia, la del colonizador español era la de enfrentarse a la
naturaleza virgen y a los poderosos imperios de América porque había sido llamado
por el reino España con el fin de civilizar a los indígenas y de cristianizar el nuevo
mundo.

Ilustración 2- Portada Palmerín de Oliva, Salamanca, 1511.

El ideal caballeresco de la colonización americana española, que llegó incluso a


exportarse a otros países como Inglaterra con las figuras de Walter Raleigh y John
Smith, tuvo además su representación visual. Si usamos como ejemplo la alegoría de
Magallanes realizada por artista flamenco Jan Van de Straet (Johannes Stradanus) del
siglo XVI, podemos apreciar que el capitán portugués es representado como un
caballero totalmente armado que traza los cielos en una esfera militar.

La influencia llegó a ser tal que muchos historiadores y cronistas de aquella época se
mostraron preocupados porque las hazañas conquistadoras se confundieran con las
gestas caballerescas, restándoles, por tanto, credibilidad por la mezcla de la realidad
con la ficción. Además, también se tomó por costumbre el nombrar a los nuevos
lugares recién descubiertos con términos tomados de los libros de caballerías, como es
el caso de California o el de los gigantes patagones que muy bien explica Javier
Roberto González (ver bibliografía).

El «bautismo» de las tribus de la Patagonia se debió, según la teoría presentada en un


principio por María Rosa Lida y defendida por el autor anteriormente mencionado, a la
novela de caballería titulada Primaleón (Libro segundo del emperador Palmerín) de
primeros del siglo XVI y que tenía por antagonista un gigante de nombre Patagón cuya
descripción es la siguiente:
«Y este Patagón dizen que lo engendró un animal que ay en aquellas montañas, qu’es
el más dessemejado que ay en el mundo, salvo que tiene mucho entedimiento y es
muy amigo de las mugeres […]. y esto teniéndolo muy cierto según salió desemejado,
que tiene la cabeça como de can y las orejas tan grandes que le llegan fasta los
hombros, y los dientes muy agudos y grandes le salen fuera de la boca retuertos, y los
pies de manera de ciervo y corre tan liego que no ay quien lo pueda alcançar […]. Y
algunos que lo han visto dizen d’el maravillas». (Primaleón, Cap. CXXXIII. p. 321)

Ilustración 3- Alegoría de Magallanes. Ferdinandes Magalanes Lusitanus en Americae


Retectio. Johannes Stradanus, 1580.
González, quien realiza un estudio exhaustivo sobre ello, identifica una serie de puntos
que tenían en común tanto el personaje de ficción como los gigantes de la Patagonia:
Apartamento, tamaño, fealdad, velocidad, armas, dieta, ferocidad, especial conducta
hacia las mujeres, salvajismo y reducción al orden civilizado. Son estos últimos, lo que
en su opinión, contribuyeron a que Magallanes asemejara a los Tehuelches con el Gran
Patagón. Con esta identificación, el marino portugués pareció querer dejar claro que
vinculaba a los patagones – que como veremos más adelante eran nómadas, comían
carne cruda, vestían con pocos ropajes, etc.- con el salvajismo. Es posible que éste no
los considerara malos en esencia y que viera la ferocidad de los patagones como una
consecuencia natural del predominio de lo animal sobre lo humano, pero que era
fácilmente corregible siempre y cuando se les pudiera reducir al orden civilizado -un
tema que se había alcanzado gran popularidad tras el descubrimiento-. Según
González, esa pareció ser la intención de Magallanes quien deseaba emular las
aventuras caballerescas, en la que el ser gigantesco se sometía a las órdenes de la
civilización. El marinero portugués no llegó a cumplir con esa misión, pues el único
gigante que pudo «secuestrar» murió durante el viaje.
Bibliografía:

Gallud Jardiel, Enrique: «La difusión de las novelas de caballerías» en Criado de Val,
Manuel (Ed.) Literatura hispánica. Reyes Católicos y descubrimiento. Actas del
congreso internacional sobre literatura hispánica en la época de los Reyes Católicos y
el descubrimiento, Barcelona, PPU, 1989, pp. 223-229.
González, Javier Roberto, «Realidad y deseo detrás de un bautismo: Magallanes y los
Patagones», en Unidad y diversidad en América Latina: conflictos y coincidencias.
Actas de las Terceras Jornadas de Historia Argentina y Americana, Buenos Aires, Centro
de Graduados en Historia de la Universidad Católica Argentina, 2000, 1, pp. 55-69.

Patrucco, Sandro A., «Gigantes y caballeros en las páginas de la novela caballeresca


española», en Antelo, Jesús H. (Ed.), Gigantes en la mitología, el arte, la ciencia y la
historia, , A Coruña, 2000, p.

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