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Continuidad y discontinuidad del condicionamiento cultural

Situación dramática: por un lado, el niño, por otro lado, el hombre o la mujer adultos.
En cuanto a lo fisiológico, entre los dos roles es muy grande el contraste: el individuo
primero depende de otros para EXISTIR (cuando es niño), y luego debe proporcionar a
otros ese soporte (cuando pasa a ser padre). Esta discontinuidad en el ciclo vital es un
hecho natural e ineludible.
El antropólogo debe destacar la presencia de un término intermedio entre
“naturaleza” y “comportamiento humano”. Es un hecho natural que el niño se vuelva
hombre, pero la forma en que se realiza esta transición varia de una sociedad a otra.
Ninguno de estos puentes culturales particulares debe considerarse como el camino
“natural” hacia la madurez. Nuestra cultura (occidental) acentúa muchísimo las
diferencias entre el niño y el adulto (discontinuidad). Sin embargo, existen ciertos
aspectos en los cuales no existe tal discontinuidad, por ejemplo: Para nosotros es
común que un niño alcance el modelo adulto en cuanto al horario de alimentación.
En cuanto al tema del pudor ocurre lo mismo: lo vestimos de toque, apenas nace. En
otras sociedades los pibes andan en bolas hasta que se les entrega un taparrabo en la
adolescencia (como parte de un ritual).
Benedict usa los términos “adiestramiento” y “docilidad”.
LA DISCONTINUIDAD MAYOR EN EL CICLO VITAL CONSISTE EN QUE EL NIÑO (QUE ES
HIJO) DEBE CONVERTIRSE LUEGO EN PADRE. Un buen hijo es dócil y no asume las
responsabilidades del adulto. Un buen padre sostiene a sus hijos y no debe permitir
que se desprecie su autoridad. Hay discontinuidad porque el individuo que desempeña
uno de los roles debe replantear su comportamiento en todos los sentidos al asumir el
otro rol.
A continuación se explican tres contrastes de nuestra cultura entre el rol de individuo
como niño y el rol de individuo como padre.
Rol de “Status” responsable/no responsable”.
En otras sociedades el niño es condicionado de continuo desde la infancia para la
participación social responsable (con tareas adecuadas a su capacidad). En nuestra
sociedad, en cambio, el contraste es muy grande. El niño no aprende ninguna norma a
partir de la cual medir sus realizaciones.
Dominación/sumisión.
En nuestra cultura, un tipo de comportamiento estimula la respuesta contraria.
El problema aparece, entonces, cuando un individuo condicionado en su infancia para
una determinada forma de comportamiento, debe adoptar la forma opuesta a ese
comportamiento cuando se “convierte” en adulto.
En las sociedades que se basan en el condicionamiento continuo, no existe tal salto. La
relación que se da entre el niño y el adulto es recíproca, casi idéntica.
En las sociedades de condicionamiento continuo no existe el dogma del respeto a los
mayores. En lo referente a la relación de abuelo/nieto, existe una reciprocidad
absoluta. Las bromas del abuelo son devueltas por el nieto en la misma moneda.
Este tipo de relaciones gozan de reciprocidad. Comparten privilegios y obligaciones
reciprocas que en nuestra sociedad solo pueden desarrollarse entre individuos de la
misma edad.
Este tipo de convenciones de parentesco le permiten al niño poner en práctica desde
la infancia las mismas formas de comportamiento que le servirán de base como adulto.
El comportamiento no está polarizado entre la sumisión (por parte del niño) y la
dominación (por parte del adulto). Incluso en algunas tribus un niño dócil es entendido
como un futuro adulto dócil (algo totalmente negativo).
En nuestra cultura hay una muy fuerte tendencia a percibir una relacion de
dominio/sumisión en todas las situaciones de la vida social. Suponemos que en toda
situacion debe haber una persona que domina a otra.
En algunas culturas se dan situaciones de liderazgo, pero sin embargo estas no son
entendidas como relaciones de dominación/sumisión.
Diferencias en el rol sexual.
La continuidad en el condicionamiento del niño para que asuma responsabilidad y para
que a la vez no sea más sumiso que los adultos es muy posible desde el punto de vista
fisiológico.
Sin embargo, no ocurre lo mismo en el ámbito de lo sexual. Debido al tardío desarrollo
de los órganos de reproducción del niño, la continuidad del condicionamiento en la
experiencia sexual plantea un difícil problema: las relaciones antes de la pubertad
serán universalmente estériles mientras que las posteriores a la maduración serán las
fértiles.
Las sociedades que manifiestan un condicionamiento continuo no esperan que los
niños se interesen en la experiencia sexual mientras no hayan madurado físicamente;
de ninguna manera estimulan la actividad sexual de los niños. En este tipo de sistemas
no hay discontinuidad, ya que al niño no se le ensena nada que luego deba
desaprender para poder entonces aprender lo sexual durante la maduración.
Según Benedict, lo que hay que tener en cuenta para comprender las costumbres que
rigen la sexualidad de los niños y los adultos de una misma cultura es el HECHO
FISIOLOGICO (o sea, que las uniones entre niños son estériles mientras que las uniones
entre adultos son fértiles).
LA CONTINUIDAD EN LA EXPRESION SEXUAL SIGNIFICA QUE AL NIÑO NO SE LE ENSEÑA
NADA QUE LUEGO DEBE DESECHAR.

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