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Escuela de Historia
Historia y Archivística
Filosofía de la Historia
Diego Alejandro Naranjo Pinzón
La primera edición de este libro fue publicada por el autor en 1958. Este trabajo sale a la luz
en el momento que en Inglaterra está en boga la discusión por la existencia y aceptación de
la filosofía de la historia. Dada la tradición filosófica inglesa que se inclinaba hacia la
concepción de las Ciencias Naturales como únicas depositarias de conocimiento y por ser
eminentemente metafísica, no tuvo allí especial aceptación la filosofía de la Historia.
Tal concepción persistió a pesar de que la Filosofía de la Historia había sido reconocida como
materia independiente en el periodo que comenzó con la publicación de Ideas para la
filosofía de la historia de la humanidad de Herder en 1774 y terminó en 1837 con la obra
póstuma de Hegel Lecciones sobre la filosofía de la historia. Era pues, una materia en la que
primaba la especulación metafísica; su fin era comprender el curso de la historia en su
conjunto, demostrar que, aunque hubiera anomalías era posible ver la historia como una
unidad que encarnaba un plan general, que en caso de ser captado un día, podría iluminar el
curso de la historia. Para sustentarla, sus expositores desplegaron todas sus capacidades
(imaginación, fertilidad de hipótesis e interés por la unidad sin temor a la arbitrariedad), con
el fin de ofrecer –así lo pretendían- una visión mucho más profunda de la historia que aquella
que alcanzaban los historiadores que se basaban en testimonios históricos para escribirla. Sus
consideraciones eran meramente filosóficas
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3. Objetividad: Hay pretensiones de objetividad e imparcialidad, pero subsisten
diferentes interpretaciones del pasado, que obedecen al punto desde el cual es
observado, por lo que es imposible una historia absoluta, lo que sin embargo no niega
la posibilidad de que un día se llegue a tal punto. A raíz de esto, plantea que el
concepto de objetividad en historia es diferente al de la objetividad científica.
4. Explicación en historia: Esta se da a partir de la ubicación de conexiones entre los
acontecimientos históricos, que subyacen o pueden ser parte de los procesos
estudiados. Se recurre a proposiciones generales sin tener que explicitarlas.
Aquí, Walsh señala que no existe un consenso sobre si son o no verdaderos problemas; lo
cierto es que muchos filósofos podrán señalar que lo únicos problemas que interesan son los
de la Filosofía Analítica. Sin embargo, aclara que hay fuerte tendencia a plantear cuestiones
sobre el curso de la historia, así como de la naturaleza del pensamiento filosófico. Distingue
dos problemas aquí:
Así pues, concluye el autor diciendo que el filósofo desde luego puede tener un interés
específico por la historia, pero este debe ser por la totalidad de ese curso, es decir, por el
sentido de todo proceso histórico.
El autor trae a colación un debate de la posibilidad y pertinencia de la Filosofía de la
Historia, que por lo visto se había cerrado en Inglaterra e incluso posiblemente en otros
lugares. Esto bajo la concepción de ubicarse en el seno de la metafísica y a partir de la
especulación, lo que desde luego no se puede negar en cierta medida, tal como lo plantea
Walsh; hay una profunda diferencia entre cerrarse de plano a la posibilidad de una
filosofía de la Historia por especulativa y problematizar su contenido, profundizando en
elementos concretos de la disciplina tal como lo hace el autor, lo que desde luego
demuestra no sólo la pertinencia de una filosofía de la historia, sino su necesidad al
momento de plantear discusiones que exceden el plano de la disciplina, como es el caso
de la verdad y la objetividad, incluso de la posibilidad de la Historia en sí misma. De
modo, que es muy valioso el aporte que hace el autor, cuando trasciende la concepción
de una filosofía especulativa, a una filosofía crítica de la historia, que permita
problematizar sobre sí misma.