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Pasaje a lo Masoch1

María Eugenia Escobar Argaña

Antecedentes

Hace algunos años, buscando entender el enigma del masoquismo —ese problema
“económico” como decía Freud— quise leer a Leopold von Sacher-Masoch y me
topé con la misma situación relatada por todos aquellos que buscaron encontrar al
verdadero Sacher-Masoch, en sus escritos, en su proyecto literario: la búsqueda fue
totalmente infructuosa. Más allá de La Venus de las pieles (1870) había muy poco,
por no decir casi nada, de su producción. Partí pues del libro de Gilles Deleuze
Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo cruel de 1967,2 quien sosteniendo a
la psicopatología como referencia, introducía la gran novedad: la separación del
sado-masoquismo que quedaban como reverso y anverso de una misma moneda.
Ya Lacan lo había advertido: son cuestiones diferentes.
Tenía algunas referencias del libro de Pascal Quignard L’être du balbutiement.
Essai sur Sacher-Masoch3 de 1969, el cual no ha sido traducido al español y, además,
estaba agotado en francés en el tiempo de mi búsqueda.
En 2001 se publicó el libro de Isabelle Mangou, Une école du balbutiement:
masochisme, lettre et repetition.4 Fue para mí una clave que, junto con la biografía
de Sacher-Masoch de Bernard Michel,5 me permitió hacer un abordaje diferente.
El seminario que en ese entonces impartía en Asunción titulado Masoch(ismo)

1
Trabajo presentado en el Coloquio Internacional Sacher-Masoch: entre la literatura y el
psicoanálisis, Universidad de Córdoba, mayo 3 y 4 de 2010. Tuvo como antecedente
el seminario a mi cargo en Asunción, 2000-2001.
2
Gilles Deleuze, Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo cruel, tr. Irene Agoff, Amorrortu,
Buenos Aires, 2001.
3
Pascal Quignard, L’Être du balbutiement: essai sur Sacher-Masoch, Mercure de France,
París, 1969.
4
Isabelle Mangou, Une école du balbutiement: masochisme, lettre et répétition, Cahiers de
l’Unebévue, L’Unebévue Éditeur, París, 2001.
5
Bernard Michel, Leopold Sacher-Masoch, tr. Mauricio Wacquez, Circe, Barcelona, 1992.

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—poniendo el “ismo” entre paréntesis— tuvo giros y corrientes renovadoras. Sobre


todo porque pude recortar lo que me interesaba: una lectura de la escritura, del
modo de escribir de Sacher-Masoch, de su estilo, dejando atrás toda la problemática
“clínica”, digamos, usando las comillas.
De hecho, aislar el nombre de [Leopold von Sacher]-Masoch del “ismo”6 era ya
una toma de posición y una forma de separar la literatura sacher-masochiana7
de la forma en que estaba atrapada en la psiquiatría y en el psicoanálisis, en la
antropología y en la filosofía… En fin, separar la obra de Sacher-Masoch de todo
el florecimiento y de todo el bollo onomástico hecho con su nombre, verdadera
epidemia clasificatoria propia del siglo XIX, locura de designación como diría
Foucault: todos los masoquismos habidos y por haber, además de fetichismo del
pie, algolagnia, urolagnia, fustigación, etc. Se trataba de leer a Sacher-Masoch de
otra manera, desde otro lugar.
Sin duda fueron Deleuze y Quignard los responsables de rescatar la obra de
Sacher-Masoch del olvido sintomático en el que fue arrinconada; de separar el nom-
bre de Sacher-Masoch de todas las telarañas que lo rodeaban, para darnos pistas
de lecturas invaluables. En su texto Crítica y Clínica de los años noventa,8 Deleuze
propone otra lectura de Sacher-Masoch ya tomando a Quignard como referencia.
Y aun cuando no termine de soltarse del todo de la psicopatología, es un Deleuze
diferente, es el del Antiedipo (1972), el que escribe sobre Kafka (1975), y más.

Propuesta de trabajo

La idea de retomar mi escrito varios años después, significa un paso más hacia la ela-
boración de un tema que para nada está cerrado sino que, por el contrario, se inscribe
en un devenir: es un trabajo en curso. Actualmente hay un “retorno a Sacher-Masoch”,
un interés profundo por su estilo9 y por las claves que su escritura ofrece para pensar
el “masoquismo” fuera de la psicopatológica de la perversión. Se trata más bien de
trabajar la estructura de un estilo. El interés que promueve esta forma de escribir,
nos da un instrumento más para volver a cuestiones fundamentales de lo que Freud

6
“ismo”: sufijo de sustantivos que significa: “doctrina, sistemas, escuelas o movimientos”.
7
“iana”: (del latín iano, anus) sufijo de adjetivos que significa: “procedencia, pertenencia
o adscripción”.
8
Gilles Deleuze, Crítica y clínica (1993), tr. Thomas Kauf, Anagrama, Barcelona, 1996.
Disponible en: http://bilboquet.es/documentos/critica_y_clinica.pdf
9
La Editorial El Cuenco de Plata, col. extraterritorial, Buenos Aires, ha editado obras clave
de Sacher-Masoch: Don Juan de Kolomea, El amor de Platón, La madre de Dios. Así mis-
mo, Epel ha publicado La Madone à la fourrure, tr. Vianney Piveteau, Postfacio de Jean
Allouch y Vianney Piveteau, París, 2011. Y, acompañando a este número, la Editorial me
cayó el veinte, publica en Textos de me cayó el veinte El derecho del más fuerte y
otros cuentos, presentación de Ana Grynbaum, México, verano de 2012.

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y Lacan dijeran acerca del mentado masoquismo. El discurso literario, a decir de Jean
Allouch, “da coraje para el acto teórico, para plantear cierta posición teórica”.10
El recorrido o corte de este texto será así entre la literatura y el psicoanálisis: una
serie de notas y algunas muescas sobre el sistema-Sacher-Masoch donde incluiré la
“vinculación” con eso que Kafka llamó la literatura menor; la cuestión de la repe-
tición tanto en Freud como en Lacan, huella e impronta; la noción del balbuceo y
la legibilidad del texto, rasgo específico en la escritura de Sacher-Masoch; y, final-
mente: un enganche con la cura psicoanalítica incluyendo “el pasaje a lo Masoch”.

Sacher-Masoch, entre literatura y psicoanálisis

Desde el inicio de su descubrimiento, Freud relacionó estrechamente el psicoanálisis


con la literatura. Lacan hizo lo mismo. Una de mis citas preferidas es aquella donde
Lacan, homenajeando a Marguerite Duras y a los poetas que siempre se adelantan
a los descubrimientos psicoanalíticos, dice que realizan con su escritura una “boda
taciturna entre la ‘vida vacía’ y el objeto indescriptible”.11
Se trata, como diría Badiou, de pensar en la literatura como genealogía del
psicoanálisis, ya que el interés que suscita se debe a que la literatura, con su gran
eficacia en su acción sobre el pensamiento, es antecesora de grandes descubri-
mientos psicoanalíticos. “La idea clave es siempre que la potencia intuitiva de la
creación artística va más allá del rumbo del concepto”.12 El escrito literario logra,
a través de una forma sensible en la lengua, acoger y organizar los esquemas del
sujeto, y ahí radica su fuerza.
En su libro Contra la eternidad: Ogawa, Mallarmé, Lacan, Jean Allouch se refiere
al empalme entre el discurso literario y el psicoanalítico, un cruce que comparte
un rasgo de método común, completamente común, dice, y articula el enlace en
el método de la asociación libre aclarando, a la vez, que ni el analizante se vuelve
escritor ni el escritor se analiza con su obra. Aclaración concisa y precisa.
Entiendo que ese rasgo común que precisamente florece en ambos discursos se
refiere a lalangue, es decir, a aquello de lo que está hecho el inconsciente, lo que
habla el inconsciente. Aquello a lo que alude Lacan cuando el 19 de abril de 1977,
en el seminario L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, dice precisamente
que el que lalangue sea un asunto común, es lo que sirve de garantía para hablar
de transmisión en psicoanálisis. Cito a Lacan:

10
Jean Allouch, Contra la eternidad: Ogawa, Mallarme, Lacan, tr. Silvio Mattoni, El Cuenco
de Plata, Buenos Aires, 2009, p. 13.
11
Jacques Lacan, Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein (1965), tr. Julieta
Sucre y Juan Luis Delmont, Manatial, Buenos Aires, 1988, p. 63.
12
Alain Badiou, Justicia, Filosofia y Literatura, tr. Silvana Carozzi, Homo Sapiens, Santa Fé,
Arg., 2007, p. 75.

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Asociar libremente, ¿qué es lo quiere decir esto? ¿Es una garantía que el sujeto que
enuncia va a decir cosas que tengan un poco más de valor? […] ¿Qué tiene que ver
el enunciado con una proposición más verdadera? Habría que tratar de ver, como
lo enuncia Freud, sobre qué está fundado ese algo que no funciona sino para la usu-
ra, cuya verdad está supuesta. Habría que abrirse a la dimensión de la verdad como
variable, de lo que llamaré la varidad [varité] con la e de variedad tragada [varieté].13

Así condensa “verité”-“verdad”, con “varieté”-“variedad”, dada la dimensión de


la verdad como variable. Luego, llevando más lejos la cuestión de la transmisibili­
dad del psicoanálisis, se pregunta si el psicoanálisis no es un autismo de a dos, a
lo que responde:

Hay una cosa que permite forzar ese autismo —esto es, que lalengua es un asunto
común. Es ahí justamente donde soy capaz de hacerme entender por todo el mundo
aquí. Es esto la garantía —por eso puse a la orden del día la transmisión del psicoa-
nálisis— la garantía de que el psicoanálisis no se encaje irreductiblemente en ese
autismo de a dos.14

Entonces, en lo que se enuncia tanto en una sesión analítica como en un discurso


literario, hay un rasgo de método completamente común: se trata de la asociación
de ideas, del palabrerío. ¿Qué nos muestran o demuestran —en sentido topológico—
escritos como los de Sacher-Masoch (a los que podemos sumar los de Kafka, Melville,
Lewis Carrol,15 Becket o Mallarmé…)? Muestran ese rasgo común que finalmente
tiene que ver con ese centro vacío (excluido) del sujeto, que permite que cada uno
hable su propia lalangue en una lógica cercana a la poesía. Lógica que nace del gran
vacío que, sostenido por la pulsión de muerte, da la posibilidad de articular algo
“propio” desde el silencio. ¿Qué mayor oxímoron que esta nada-silencio que habla?
De esta manera se puede entre-tocar, entre-leer ese “asunto común” que leemos
o escuchamos cuando alguien expresa algo. Remarco el entre para recordar que
el verbo “devenir” es un concepto que en Deleuze remite a ese entre, in-between:
devenir no es alcanzar una forma (idéntica, mimesis), sino encontrar una zona de
vecindad indiscernible o de indiferenciación tal que: entre los sexos, entre los géne-
ros, entre los reinos algo pasa16 y ese algo —esa casi nada— tiene que ver con ese

13
Jacques Lacan, L’insu que sait de lune-bévue s’aile à mourre (1976-1977), sesión del
19 de abril de 1977, tr. Susana Sherar y Ricardo Rodríguez Ponte, Escuela Freudiana
de Buenos Aires (en adelante: EFBA), Buenos Aires, p. 53.
14
Idem.
15
Cfr. María Eugenia Escobar Argaña, “Una lectura sobre la escritura de Lewis Carroll”,
Revista Conceptual. Estudios de Psicoanálisis, Año 10, Nº 11, La Plata, Arg., noviembre
de 2010. Hago ahí en ese artículo un desarrollo basándome en el mismo razonamiento.
16
Cfr. Gilles Deleuze y Felix Guattari, Kafka. Por una literatura menor (1975), tr. Jorge
Aguilar Mora, Era, México, 1978.

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asunto común que es lalangue. El entre también habla de la tensión, del estiramiento
entre los sexos,17 entre las clases, entre los países… El entre es el litoral, hecho de
literal, ese algo oscuro, turbio y marginal que nos caracteriza a los humanos, a los
parlêtres. Y hay escritores que saben qué hacer con ese algo.
Sacher-Masoch, como veremos, es un maestro en ese sentido, sabe cómo hablar
de un objeto que no existe y lo hace ciñéndolo, bordeándolo, hasta hacerlo surgir
como un suspiro o un balbuceo. Su escritura está ubicada dentro de lo que se co-
noce como literatura menor, o “literatura pequeña”, es decir, de enclave.18 Escribe,
justamente, desde ese territorio incluido y a la vez excluido de otro, con diferentes
características políticas, ideológicas y administrativas, étnicas y geográficas.19
Deleuze se refiere a la llamada literatura menor de la siguiente manera: “Una
literatura menor no es una literatura de un idioma menor, sino la literatura que
una minoría hace dentro de una lengua mayor”.20
La primera característica es que este idioma se ve afectado por un fuerte coefi-
ciente de des-territorialización. En este sentido Kaflka define la situación de los
judíos que, al verse impedidos de escribir en alemán, entran en un callejón sin
salida: su literatura se vuelve imposible, lo que a su vez paraliza una lucha por una
conciencia nacional, esa lucha que sólo puede darse a través de la literatura. “Las
luchas literarias adquieren una justificación real en el nivel más amplio posible”.21
Y la imposibilidad de escribir en alemán constituye la des-territorialización de
la población alemana misma, minoría opresora que habla un idioma ajeno a las
masas. Así, el alemán en Praga es una lengua des-territorializada, adecuada para
extraños usos menores.
La segunda característica de las literaturas menores es que en ellas todo es
político. La politización pasa por el esfuerzo de romper con la formalidad de la
lengua culta y clásica de la novela mayor.
La tercera característica es el dispositivo colectivo de enunciación, es decir,
cuando la expresión sobrepasa y se adelanta a los contenidos, cuando el ejercicio
de la literatura se vuelve una “máquina colectiva de expresión” y permite salirse del
vocabulario rígido y culto, haciendo que el discurso vibre en intensidad. Por eso
puede decirse que se trata de una literatura marginal y popular.

17
Lacan también utiliza el “entre” al referirse a no hay relación sexual: “el Otro es entonces
un entre, el ‘entre’ del que se tratará en la relación sexual, pero desplazado y justamente
por Otro-plantearse […] este Otro no concierne más que a la mujer”. Cfr. Jacques Lacan,
...Ou pire (1971-1972), sesión del 8 de marzo de 1972, tr. Ricardo Rodríguez Ponte, EFBA,
Buenos Aires.
18
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, op. cit., p. 97.
19
Cfr. Yuri Andrujovich, El último territorio, tr. Iury Lech, Acantilado, Barcelona, 2006.
20
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, op.cit., p. 29.
21
Franz Kafka, “Carta a Brod, junio de 1921”, en: Gilles Deleuze y Félix Guattari, ibidem,
p. 28.

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En definitiva, se trata de tomar la literatura no como un discurso o cuestión


de maestros, sino como una cosa del pueblo tal como lo concebía Kafka.22 Si bien
el tema es complejo y de suma relevancia, no lo desarrollaré aquí. Subrayo, sí, el
concepto de des-territorialización, de outlandish23 o líneas de fuga, que considero
central para avanzar en el sistema de la escritura de Sacher-Masoch.
Se puede usar este procedimiento para plantear que, asimismo, el idioma oficial
del yo [je] (lenguaje mayor) es atravesado, trabajado, roto por el “idioma” de la-
langue que l’elangue (lo estira). El inconsciente habla lalengua (lengua minoritaria,
particular, que no se rige por la ley edípica que en todo caso oficializa y norma-
tiviza). Es más: en sentido contrario, se des-territorializa en relación al territorio
oficial del lenguaje llamado mayor o establecido. Lalengua sería entonces una
des-territorialización del lenguaje, out-landish, una rareza; por algo Lacan dice:
l’une-bévue, un tropiezo, una equivocación que salta todo sentido.
En la literatura menor también “se trata de encontrar su propio punto de sub-
desarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, en fin, su propio desierto”.24
Así serán hechas las obras de Sacher-Masoch. Son la historia de esta repetición
atada, anudada a su historia biográfica y a los libros de historia. Léase la bio-
grafía de Sacher-Masoch escrita por Bernard Michel donde se detalla el contexto
histórico de las comunidades y estepas, de sectas religiosas y de comunidades en
minorías del Imperio austro-húngaro: la extraña ubicación geográfica en la que
crece Sacher-Masoch.25
Veamos algunos datos significativos de esa biografía:

§ Es un ser fronterizo: nació en Galicia (1835- 1895) —Polonia anexionada por


Austria, entre el mundo ruso (que anuncia el Oriente) y el mundo germánico
(mirando el Occidente)— en el seno de una familia de ascendencia española,
alemana y eslava.
§ Metido dentro de la monarquía de los Habsburgos del siglo XIX y cruzado
por el mundo alemán, fue marcado por los mundos eslavo, ruteno, polaco,
checo, con sus lenguas, sus costumbres, sus leyendas y sus ritos sociales. En

22
“La literatura no es tanto un asunto de la historia literaria como un asunto del pueblo”.
Cfr. Franz Kafka, “Diario, 25 de diciembre de 1911”, en: Gilles Deleuze y Félix Guattari,
ibidem, p. 30.
23
Outlandish: extravagante, estrafalario.
24
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, op. cit., p. 31.
25
Bernard Michel señala que tanto la obra de Kafka como la de Sacher-Masoch son impul-
sadas por el problema de las minorías austro-húngaras. Comenta, además, la influencia
de Sacher-Masoch en la obra de Kafka. Por ejemplo, el nombre mismo del personaje
central de La metamorfosis, Gregorio Samsa, es probablemente un homenaje que Kafka
le hiciera a Sacher-Masoch. Gregorio es el seudónimo que adopta el héroe de La Venus
de las pieles, y Samsa parece efectivamente ser un diminutivo o anagrama parcial de
Sacher-Masoch. Cfr. Bernard Michel, Leopold Sacher-Masoch, op. cit., p. 378.

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la época en la que Sacher-Masoch escribió, en esa región se hablaban cuatro


lenguas: alemán, idish, ruso-ucraniano y polaco, además de los idiomas im-
puestos por la educación en su casa, inglés y francés.
§ Sacher-Masoch escribió en alemán, pero describe una realidad eslava total-
mente ajena a la literatura germana. Por lo mismo es acusado y criticado de
“antinacionalista”. El alemán muy puro de Sacher-Masoch se ve afectado por
un ligero temblor, dice Wanda,26 y Deleuze señala que dicho tartamudeo es
parte del proceso creador, carácter de la lengua, en función de leyendas y
contenidos que la alimentan.27
§ Situado al margen de los escritores de su época, rompe con la cronología
y la corriente intelectual de su tiempo (racionalista y liberal). Su obra bordea
la ironía y el humor negro.
§ Nervioso y exaltado, le gustaba lo extraño, lo extravagante; apasionado por los
mártires cristianos y por el catolicismo barroco, pero firmemente anticlerical.
§ Defensor de minorías, orgulloso de sus antepasados, maniático del código
de honor. Doctorado en filosofía e historia a los 20 años.
§ En un texto citado por Bernard Michel, Experiencias personales, Sacher-Masoch
describe muchos de los hechos reales a partir de los cuales elaboró sus fic-
ciones (utilizando la transposición) que son parte de esto que llamamos su
idioma o dialecto personal, su propia jerga.
§ Su padre fue jefe de policía y director de prisión. De niño, Sacher-Masoch
frecuentaba a los prisioneros.
§ Su hermana Rosa murió a los quince años, teniendo Sacher-Masoch dieciséis:

Obcecado en mi dolor, quería ver cómo bajaba a su tumba, no sé por qué pero lo
quería absolutamente. […] Más allá de aquella verde colina, la sombría tierra abierta
esperaba a su víctima, una virgen muerta, recién núbil, mitad niña, mitad mujer. […]
Lo que me trasportaba fuera de mí era el recuerdo de la muerte que había mirado de
frente. El recuerdo del cementerio, de la tumba, de las sombras huidizas.28

§ Toda su vida fue un apasionado del teatro que le ofrecía una realidad superior,
deformada y sublime. Su imaginación y su pasión barroca por lo extraño, su
atracción por los vestidos y el transformismo le impulsaban a imaginar el
cuerpo femenino con extravagantes ropas, atuendos, disfraces, pieles y velos.
Fascinación por el pie.

26
Angelika Aurora Rümelin, que cambió su nombre por Wanda (como el personaje en La
Venus de las pieles), fue esposa de Sacher-Masoch. [N. del E].
27
Gilles Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 78.
28
Bernard Michel, Leopold Sacher-Masoch, op. cit., p. 140.

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Pasaje a lo Masoch

∞∞∞

Hay, pues, un fondo fantasmal, personal y ritual muy arraigado en sus obras que
tiene que ver definitivamente con leyendas, fábulas y cuentos infantiles (se señala la
importancia de su nana Handscha, que le contaba los cuentos populares rutenos).29
Pura memoria de comunidades en minoría.
Voy a detenerme un poco más en este procedimiento de des-territorialización
de la lengua, porque nos permite captar mejor el estilo de Sacher-Masoch. Estas
líneas de fuga que atraviesan el lenguaje comprensible, permiten llevar una materia
viva expresiva que habla por si misma y que no tiene necesidad de estar formada.
Ese lenguaje arrancado del sentido ya no encuentra su dirección sino en el acento
de la palabra, una inflexión, una atonalidad: los ruidos y silencios, la musicalidad de
la estepa, el canto de los campesinos, o los sonidos sordos de los látigos; son un
recurso muy usado por Sacher-Masoch. Acerca de esta operación o procedimiento,
dice Deleuze: “uso intensivo a-significante de la lengua, hacer vibrar secuencias,
abrir la palabra hacia intensidades interiores inauditas, ya no hay sujeto de la
enunciación ni del enunciado”,30 sino un circuito de estados… demoledores, que
lleva a que el uso de la metáfora prácticamente desaparezca. Y por lo mismo, queda
abolida cualquier función paterna.
Permanentemente, Sacher-Masoch hace tender su literatura hacia el límite, hacia
un más allá irreversible, es decir se des-territorializa en forma absoluta. El lenguaje
deja de ser representativo para tender hacia sus extremos o límites. Estas líneas de
fuga siempre terminan así: el silencio y la muerte.
Es el límite de lo representable: es el límite del sentido. Presente en Freud y
formalizado por Lacan, es el litoral entre el lenguaje y la pulsión: el campo de la
lengua con sus efectos de significación y comprensión; y la pulsión, verdadero “re-
presentante” del real del cuerpo, frontera que separa y une (bisagra entre palabra
y goce). Cito a Deleuze:

Rico o pobre, cualquier lenguaje implica una des-territorialización de la boca, de la


lengua y de los dientes. La boca, la lengua y los dientes encuentran su territorialidad
primitiva en los alimentos. Al consagrarse a la articulación de los sonidos, la boca la
lengua y los dientes se des-territorializan… hablar y sobre todo escribir es ayunar.31

29
Ibidem, p. 33.
30
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, op. cit., p. 37. (Deleuze
está citando a su vez a Vidal Sephiha en: “Introduction à létude de lintensif”, Langa-
ges, Revista trimestral, Año 5, Nº 18: L’ethnolinguistique, Didier/Larousse, París, 1970,
pp. 104-120; de donde toma el concepto).
31
Ibidem, p. 33.

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María Eugenia Escobar

El sistema y el estilo de Sacher-Masoch

Leer a Sacher-Masoch es una experiencia fuerte. Se siente “el estilo rápido, en-
trecortado, típico de su obra: actos simples, sensaciones puras”.32 Su escritura
es clara, lisa, cruel y violenta. Frases breves, nerviosas, sin transiciones inútiles,
increíble agilidad en los diálogos. Nada que remita a una psicologización de los
personajes, ni un intento de adivinarles intenciones; menos aún intentos de in-
terpretación. Su literatura es marginal, exótica y erótica. Describe un yo extraño
y desconocido. Como ningún escritor, otorga un lugar a las máscaras, a los tra-
vestidos, a las falsas identidades. Las cartas (con seudónimos) hacen descubrir
personajes imprevisibles.
Sacher-Masoch logra con su escritura poner de relieve la sustancia “literal y
patética” del lenguaje, eso que Quignard llama balbuceo, ya que al “balbucear”33 se
está expulsando a la palabra y se está llamando al silencio. Deleuze lo dice también:
“cuando la lengua está tan tensada que se pone a balbucir, o a susurrar, farfullar,
todo el lenguaje alcanza el límite que dibuja su exterior y se confronta el silencio”.34
Balbuceando se convoca o se suscitan los hiatos, los agujeros, y por lo mismo
se abre el camino del horror y de la muerte. “Como si el lenguaje se volviera ani-
mal, Sacher-Masoch hace ‘balbucear la lengua’”.35 Balbucear es una suspensión…
Es un estilo.
Así, el punto del suspenso abierto por el balbucir que lleva al silencio, termina
siempre en la nada. En la desaparición de la palabra y por lo tanto de todo sentido
posible.
A través de imágenes como la súplica, la genuflexión al pie de la déspota, Sacher-
Masoch logra contener algo en lo visible, aunque ese contorno se deshace por un
desplazamiento de lo decible y visible hacia el silencio. De ahí que para Quignard
la percepción se juegue en una escena y en un texto sin eco al que califica como
“puro objeto. Texto sin eco, puro legible”.36
Precisamente, otro de los problemas que plantea el texto de Sacher-Masoch es
que muchas de sus imágenes fueron tomadas como prototipos o metáforas (des-
tinos, modelos, comparación, índice semiológico). Y se trataría de trascenderlas
—o lavarlas como decía Quignard— proponiendo así un “establecimiento de texto”
para poder recortar las imágenes que golpean y se relacionan con el tiempo y con
la muerte.

32
Bernard Michel, Leopold Sacher-Masoch, op. cit., p. 99.
33
Cfr. Pascal Quignard, L’Être du balbutiement: essai sur Sacher-Masoch, op. cit.
34
Gilles Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 158.
35
Ibidem, p. 81.
36
Isabelle Mangou, Une école du balbutiement: masochisme, lettre et répétition, op. cit.,
p. 35. La traducción es mía aquí y en las citas subsecuentes de esta obra.

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Pasaje a lo Masoch

La utilización de ruidos, gritos, aullidos, golpes de látigo, clamores ahogados,


muestran un resquebrajamiento del lenguaje que es utilizado como lo irreductible.
La muerte surge ahí donde los signos “boquean” [béent]:

Milena le oyó gemir. (Lo tomó de los cabellos y los brazos y lo arrastró hacia la fosa).
—Ahora me perteneces.
Se escupió en las manos y empezó a llenar la fosa. Mientras las paladas de tierra
caían pesadamente con sonido sordo, volvió a cantar su horrible canción:
—Te saludo silencioso visitante
Aquí hallarás la paz eterna
¿Oyes cómo graznan los cuervos?
Tienes que apurarte azada mía
Por eso cava hondo, cava siempre.

Oyó que él resollaba con el sonido propio de los moribundos, después reinó otra vez
el silencio. Todavía faltaban algunos golpes de azada para terminar el trabajo. Milena
bebió otro trago de aguardiente y empezó a cavar la tercera fosa. Siniestramente
sonaba la azada en la noche, acompañada por aquel terrible canto.
Por el oriente apareció la primera señal de la aurora, pálida y fría como el rostro
de un muerto.37

Notable: No hay rostro, ni mirada; finalmente, tampoco voz. Y menos aún eco.
El puro cadáver, el puro objeto.
Los golpes (de palas, azadas, fuetes, látigos) que surgen muy seguido en la escri-
tura de Sacher-Masoch están ligados, dice Quignard, a la expectación, al suspenso
que ahoga la repetición y que coloca a la palabra sin eco. Cada final de cuento
en Sacher-Masoch trasmite eso: un final rotundo. Brutalidad y fuerza que golpea.
¿Se podría decir que la lectura de Sacher-Masoch convoca o evoca, o hasta suscita
ese vacío que opera como un intervalo, una figura del objeto a? En el sentido en que
su manera de escribir coloca la palabra en el límite. Ese “resollar del moribundo” es
una escritura que más que hacer borde y designar, vacía y descarna.
Para hacer contrapunto y mostrar la diferencia entre la gran literatura y la lite-
ratura menor, recuerdo aquí a Shakespeare, quien decía en Sueño de una noche de
verano, que hay que darle a la nada aérea de la imaginación una habitación local y un
nombre. Sacher-Masoch, al revés, trabaja a la intemperie y detrás de lo que envuelve
ese vacío insoportable, hay una fuga o pérdida permanente que lleva a la nada.38

37
Leopold von Sacher-Masoch, “La hija del sepulturero”, El derecho del más fuerte y otros
cuentos, op. cit. p. 45. Historias de amor y sangre, traducción, prólogo y edición de José
Luis Sampedro, Editorial La Máscara, col. Malditos heterodoxos, Valencia, 2000, p. 78.
38
“El sentido huye como el agua del tanque perforado”, decía Lacan. Cfr. Jean Allouch,
Contra la eternidad: Ogawa, Mallarme, Lacan, op. cit., p. 50.

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María Eugenia Escobar

La literalidad pura expulsa a la metáfora, tal como decíamos párrafos antes.


Nótese que una de las características más importantes en la obra de Kafka —quizás
el mayor exponente de la literatura menor— es el odio que le tenía a las metáforas y
la manera en que las destruía.39
Juego de imágenes, juego literal, donde no hay un detrás. Y tampoco un después.
Casi todos los cuentos terminan en un silencio, en una desaparición total. Esto de
la desaparición, que llamaría también una nadificación, nos permitirá acercar un
poco más a Sacher-Masoch y Kafka.
Se nos plantea una cuestión muy interesante: ¿es esta nadificación una utili­
zación de la figura de la metamorfosis? Allouch permite hacer pensar que si, ya que
cuando habla de los “objetos del desaparecer” en relación a la obra de Mallarmé
leída por Bersani, dice:

Si hay que establecer una relación entre ellos [se refiere a la dispersión de estos
objetos que van desde la muerte del yo, del pensador, del si mismo; muerte de la
persona, del poeta, etc.] ésta no podría ser del orden de una sustitución metafórica,
sino que más bien derivaría de la metamorfosis. ¿Qué modo de desaparición es invo-
cada y efectuada por la metamorfosis? Esta es una pregunta nunca antes planteada
en el psicoanálisis. 40

Párrafos antes Allouch resalta que la forma en que Bersani lee “la muerte per-
fecta” de Mallarmé, deja intuir una modalidad inédita de subjetivación.
La metamorfosis es lo contrario de la metáfora, “ya no hay sentido propio ni sentido
figurado, sino distribución de estados en el abanico de la palabra”.41 En las intensi-
dades que Sacher-Masoch hace jugar a los sonidos entrecortados de los latigazos y
los murmullos no se trata de ningún juego de palabras, sino del juego continuo de
intensidades y flujos que llevan al desbordamiento de un límite, caída de la palabra.
Un ejemplo en Sacher-Masoch de dicha caída:

39
“Las metáforas son una de las muchas cosas que me hacen desesperar en mi actividad
literaria”, en: Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor, op. cit.,
p. 37. Kafka elimina deliberadamente cualquier metáfora, simbolismo, significación o
designación.
40
Jean Allouch, Contra la eternidad: Ogawa, Mallarme, Lacan, op. cit., p. 49.
41
Gilles Deleuze y Félix Gauttari, Kafka. Para una literatura menor, op. cit., p. 37. El de-
venir animal en la literatura kafkiana implica esa des-territorialización que constituye
una salida, una línea de fuga. A lo inhumano responde lo subhumano de un devenir
animal. Devenir cucaracha, devenir perro, devenir mono, no tiene que ver con ningún
arquetipo ni sustituto paterno. Los animales de Kafka nunca remiten a una mitología,
corresponden exclusivamente a “gradientes superadas”, a zonas de intensidades liberadas
en donde los contenidos se deshacen de sus formas, así como también las expresiones
se deshacen del significante que las formalizaba. El animal no habla “como” un hombre,
sino que “extrae del lenguaje tonalidades sin significación”.

91
Pasaje a lo Masoch

Ella le tendió la sentencia y, mientras la leía, le hundió el puñal en el pecho. Él cayó a


sus pies sin un grito. Un instante después, se levantó y quiso llamar. No exhaló so-
nido alguno, pero se le escapó un borbotón de sangre.42

Notamos ese puro juego de imágenes donde lo sonoro juega un papel preponde-
rante, ya que reenvía a lo “espectral”: ladridos, chasquidos, tiros de fusil, aullidos
de lobos, silbidos del viento, fuetazos: una sonoridad rítmica y ritual.

Los obligaba a subir a un árbol y a gritar como pájaros para bajarlos a tiros sin mi-
sericordia. […] Sonó un disparo inaudible en la tormenta. […] A lo lejos las campanas
del trineo sonaban como el último suspiro de un moribundo.43

Sobre la repetición

Otra de las características del estilo tan notable en los cuentos e historias de Sacher-
Masoch, son los núcleos que se repiten: lo que organiza la repetición, ese machacar
una y otra vez, es la noción de suspenso que funciona como combustible que
posibilita tal repetición.
Para explicar dicha cuestión, Quignard utiliza el término “expectación” de San
Agustín.44 Expectación quiere decir atención, curiosidad, impaciencia. “La expec-
tativa, dice Mangou, no es una falta, ni un deseo, ni un retener un pasado que se
esquiva, o una tensión concerniente a un futuro incierto”. Tampoco es algo movido
o borroso o indefinido. “Es eso que se inscribe en el ‘ver’ de una manera privilegiada.
Ni visible, ni horizonte, ni eco... es eso que salta a la mirada.”45
Cuando se lee, la expectación que sostiene el acto de leer coloca al lector en
una posición de estar como aislado en un invisible y silencioso acecho de un vacío.
Hay como un tiempo anticipado que sostiene el leer un tiempo de expectación que
atraviesa la mirada del lector y vuelve al libro no especularizable, casi no visible,
pero sí legible. Y esta composición secreta, que es lo que no se ve, ese artífice que
implica la escritura, como dice Quignard, da a la lectura una experiencia autónoma,
única, fantasmal. Esta expectación es la dimensión misma de lo fantasmático que
produce el espacio de lo legible y en ese ejercicio del palabreo ya no hay rostro ni
voz ni mirada. La expectación se sostiene en los ruidos que bordean los silencios o

42
Leopold von Sacher-Masoch, “Warwara Pagadine”, El derecho del más fuerte y otros
cuentos, op. cit., p. 123.
43
Leopold von Sacher-Masoch, “Los osos de la princesa Lubomirska”, ibidem, p. 131.
44
Para San Agustín —Las confesiones— es impropio hablar de tres tiempos: pasado, pre-
sente y futuro. Precisa que lo correcto es decir: presente del pasado (memoria), presente
del presente (visión directa) y presente del futuro (es la atención: expectatio).
45
Isabelle Mangou, Une école du balbutiement: masochisme, lettre et répétition, op. cit., p. 29.

92
María Eugenia Escobar

los alborotos: el dominio de la escritura requiere una palabra absuelta de sentido,


una palabra que incite la lectura sin construir un apropiamiento de un saber.
Y ese resto que queda de lo que se escribe, es lo legible, que se define como
la huella vacía, una cierta manera en que “la vida” o “la muerte” se enredan en la
obra que sólo subsiste como la impresión de una forma vacía que aparece como
vida fantasmal.
Para hacernos sensibles a la palabra de Sacher-Masoch, Quignard inventa una
geometría fantástica: un triangulo de dos lados y una base de “nulle part” de ningu­
na cosa. El primer lado es aquello que escapa al decir: gritos, aullidos de lobos,
graznidos. Ruidos de golpes, fuetazos, escopetazos, tiros de fusil, latigazos. El
segundo lado del triángulo es aquello que escapa al entendimiento: el murmullo
ininteligible, triste y monótono, la voz ahogada, el miedo, la errancia, dolorosas
llamadas, expiración sin encontrar respuesta, palabras rituales, palabras que ha-
blan sin decir nada, palabras retenidas, presencias mudas… Y el tercero, la base,
la nulle part, se refiere a eso que machaca, que repite siempre. La ausencia de un
resonar. “Esta trinidad produce la repetición de un acto de derrota (o fracasado),
donde no hay eco, y la palabra se pierde”.46

El contrato en Sacher-Masoch

La invención del contrato es quizás una de las particularidades del sistema Sacher-
Masoch que más se conoce; es la pieza clave de sus tentativas para innovar totalmente
las relaciones entre el hombre y la mujer.
Quignard hace notar dos cuestiones relevantes en el contrato inventado por
Sacher-Masoch: una tiene que ver con la paradoja que implica “hacer un contrato
de esclavitud”, y la segunda con el hecho de que en tal contrato las reglas del juego
están explicitadas desde el comienzo, por lo tanto no hay trasgresión alguna. El
“esclavo” ya está perdido.
Es interesante comentar la diferencia que se planteó entre Deleuze y Quignard
en relación al contrato en Sacher-Masoch. Para Deleuze, en sus escritos de 1967,
el contrato masoquista expresa no sólo el consentimiento de la víctima, sino la
persuasión pedagógica y jurídica mediante la cual la víctima adiestra a su verdu-
go. Para Quignard, por el contrario, en el contrato de Sacher-Masoch no existe lo
contractual que generaría una ley.47
En 1993 Deleuze responde a Quignard, sin renunciar a su posición: “la comple-
mentariedad contrato/suspenso infinito, desempeña en Sacher-Masoch un papel
análogo al del tribunal y el ‘aplazamiento ilimitado’ en Kafka: un destino diferido,

46
Ibidem, p. 31.
47
Ibidem, p. 33.

93
Pasaje a lo Masoch

una jurisdicción, una jurisdicción extrema, una justicia que en ningún modo se
confunde con la ley”.48
Quignard y Deleuze, los dos que más hicieron por salvar la obra Sacher-Masoch
del olvido, se reconocen y dialogan desde sus posiciones diferenciadas.
Respecto al contrato que debe efectuarse, es muy conocido, por ejemplo, el
acordado entre Fanny von Pistor y Leopold von Sacher-Masoch,49 donde el señor
Sacher-Masoch acepta ser esclavo de la Señora von Pistor y obedecer incondicio-
nalmente todos sus deseos y órdenes durante seis meses.

Por su parte la Señora von Pistor no debe exigirle nada degradante, nada que pueda
comprometerlo como hombre y como ciudadano. También debe dejarle disponer de
seis horas diarias para que trabaje y no pedirá estar al tanto ni de su correspondencia
ni de sus escritos. Por cada infracción, desmayo o crimen de lesa majestad, el amo,
(Fanny Pistor) tiene derecho a infligir a su esclavo (Sacher-Masoch) el castigo que
juzgue apropiado. En resumen, que el tal Gregor debe servir a su amo con sumisión
de esclavo, recibir los favores que ella tenga a bien concederle como una gracia mi-
lagrosa, sin que espere de ella ningún tipo de amor y no pudiendo formular ninguna
exigencia como amante. En cambio Fanny Pistor promete vestirse de pieles lo más a
menudo posible, pero sobre todo cuando demuestre crueldad.
Cuando expiren los 6 meses, los dos suscritos podrán considerar que este con-
trato entre amo y esclavo ha quedado nulo comprometiéndose a no aludir jamás
a él. Olvidarán todo lo que el contrato les ha impuesto y reanudarán sus antiguas
relaciones amorosas.
Este periodo de 6 meses puede tener interrupciones, puede comenzar y terminar
a voluntad del amo.

Dando fe de lo cual, firmamos el 8 de diciembre de 1869.

Fanny von Pistor Bogdanoff


Leopold, caballero von Sacher-Masoch50

Otro contrato: Carta que Wanda Sacher envía a Sacher-Masoch.

Querido maestro:
Si me amáis como decís, debéis firmar el texto adjunto, anotando algunas palabras
que confirmen que aceptáis todas mis condiciones y dais vuestra palabra de honor de
ser mi esclavo hasta vuestro último suspiro. Probad que tenéis el valor de convertiros
en mi marido, mi amante y mi perro. ¡Mi esclavo!

48
Gilles Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 79.
49
Estos contratos fueron incluidos en la Psychopathia sexualis del Dr. Krafft-Ebing en 1890.
50
Bernard Michel, Leopold Sacher-Masoch, op. cit., p. 197.

94
María Eugenia Escobar

Las condiciones bajo las cuales os acepto como esclavo y os soporto a mi lado
son las siguientes:
Renuncia total a vuestro yo.
Con excepción de la mía no tenéis voluntad.
Sois en mis manos un instrumento ciego, que lleva a cabo todas mis órdenes sin
discutirlas. En el caso en que olvidéis que sois esclavo y en que no me obedezcáis
absolutamente en todo tendré derecho a castigaros y corregiros según me plazca,
sin que podáis quejaros.
Todo lo que os concederé de agradable y feliz será una gracia de mi parte, y
por tanto la acogeréis agradeciéndomela. Respecto a vos actuaré siempre sin falta y
no tendré ningún deber.
No seréis ni un hijo, ni un hermano ni un amigo; no seréis más que un esclavo
yaciente en el polvo.
Al igual que vuestro cuerpo vuestra alma también me pertenece, y aun cuando sufráis
mucho, deberéis someter a mi autoridad vuestras sensaciones y vuestros sentimientos.
Me está permitida la mayor crueldad, y si os mutilo, lo deberéis soportar sin queja-
ros. Debéis trabajar para mi como un esclavo y si yo nado en lo superfluo dejándoos
en las privaciones y pisándoos con los pies, tendréis que besar sin murmurar el pie
que os habrá pisado.
Podré alejaros de mí en cualquier momento, pero no tendréis derecho a abandonar-
me en contra de mi voluntad y si os ocurriera huir, reconoceréis el poder y el derecho
que tengo de torturaros hasta la muerte mediante todos los tormentos imaginables.
No tenéis a nadie más que a mí; para vos, lo soy todo, vuestra vida, vuestro futuro,
vuestra desgracia, vuestro tormento y vuestra alegría.
Debéis realizar todo lo que os pida, tanto si está bien como si está mal y si exijo
que cometáis un crimen, deberéis convertiros en criminal para acatar mi voluntad.
Vuestra felicidad me pertenece, al igual que vuestra sangre, vuestro espíritu
y vuestra capacidad de trabajo. Yo soy vuestra soberana, dueña de vuestra vida y
de vuestra muerte.51

Estos contratos están basados en una ritualidad donde hay un cierto juego que
es repetido al interior del mismo a partir del terror, en una forma cerrada, totali-
zante.52 Se trata de una figura erótica fuerte, estremecedora.
Esto nos recuerda a Foucault y su noción de “intensificación del placer” (equi-
parable al plus de gozar, como lo demuestra Allouch).53

51
Ibidem, cap. VII. Es muy ilustrativa la manera en que Sacher-Masoch, según su diario,
crea el personaje Wanda (asumido por Aurora Rümelin) al cual luego se somete: caso
límite entre el novelista y sus personajes.
52
Isabelle Mangou, Une école du balbutiement: masochisme, lettre et répétition, op. cit., p. 34.
53
Jean Allouch, El sexo del amo. El erotismo desde Lacan, tr. Silvio Mattoni, Ediciones Li-
terales, Córdoba, Arg., 2001, p. 197.

95
Pasaje a lo Masoch

El poder no es el mal. El poder consiste en juegos estratégicos. ¡Es bien sabido que el
poder no es el mal! Pongamos por ejemplo las relaciones sexuales o amorosas: ejercer po-
der sobre el otro en una especie de juego estratégico abierto, en el que las cosas se
podrían invertir, esto no es el mal, forma parte del amor, de la pasión, del placer sexual.54

En Foucault la intensificación del placer tiene que ver con el juego estratégico
que implica desajustes de poder y resistencia. Transformaciones de contextos y
de posiciones, donde también puede leerse el diseño de nuevas formas de placer.
En las novelas y en los cuentos de Sacher-Masoch el juego incluye a la muerte.
Y la mujer que es contratada, la mujer frente a la que se somete, adquiere la
­dimensión de madre que conjura la sumisión con total potestad. Por ejemplo, este
fragmento de La pescadora de almas:

—¿Quién hará de lobo?, pregunta Henryka.


—M. Jadewsky, naturalmente, responde Annita.
—¿Y ustedes señoritas?, pregunta desenfundando la espada.
—Nosotras seremos los perros y cazaremos al lobo.
—¿Y qué le espera al lobo estando preso?
—Tendremos el derecho de hacer de él lo que queramos, grita Annita, le daremos diez
minutos para esconderse y después comienza la caza. Podrá emplear todos los trucos
para escapar, pero no podrá salir del jardín.55

Es interesante hacer notar que efectivamente no hay ninguna transgresión, ya


que todo está dicho y el sujeto está perdido desde el comienzo.
Más bien se trata de una paradoja sin salida. “Contratar a un esclavo” son dos
términos, como señalábamos anteriormente, que no se concilian; sin embargo son
efectuados por Sacher-Masoch. El contrato implica una pérdida que es pactada a
través de una firma. Este contrato donde el sometimiento a la muerte es tratado
con una violencia reconocida, tiene necesidad de una escena cerrada y privada para
ejecutarse. Las cuevas o recámaras sombrías son muy comunes en sus historias.
Quignard señala, en relación a esta potestad (Mujer estatua, Venus fría, Madre
de Dios), que todo el edificio de la obra de Sacher-Masoch necesita esta condi-
ción de “filiación” de la muerte.56 La madre “filializa” la muerte a base de golpes,
ejecuciones, contratos.57

54
Michel Foucault, “La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad”, Estética, ética y
hermenéutica, Obras esenciales, tr. Ángel Gabilondo, Paidós, Barcelona, 1999, t. III, p. 413.
55
Leopold von Sacher-Masoch, La pescadora de almas, citado por Isabelle Mangou en: Une
école du balbutiement: masochisme, lettre et répétition, op. cit., p. 34.
56
Pascal Quignard, L’Être du balbutiement: essai sur Sacher-Masoch, op. cit., citado por
Isabelle Mangou en: idem.
57
Cfr. Leopold von Sacher-Masoch, La madre de Dios (1883), tr. José Amicola, El Cuenco
de Plata, Buenos Aires, 2010.

96
María Eugenia Escobar

—¿Qué quieres?, preguntó él asombrado.


—Olvidas, Johannes, que eres de mi propiedad. Te he salvado del mar, por lo que
tengo derecho a devolverte a las olas, ¡prepárate!
—Mujer, ¿quieres matarme?
Ella inclinó la cabeza y se arrojó sobre él. Aquel hombre débil nada pudo hacer
contra el vigor demoníaco de Lisabet, fuerte y decidida. Después de una corta lucha
en silencio, ella lo ató y le tapó la boca. Como si fuera una criatura, lo llevó en sus
brazos hasta la playa, lo puso en un bote, tomó los remos y condujo la embarcación
mar afuera. A cierta distancia de la isla, soltó el pañuelo que le había puesto en la
boca y le ordenó que rezara. […] ella lo levantó con sus poderosos brazos y dejó que
cayera en las aguas. Después, tranquilamente, usando los remos, llevó el bote hasta
la isla. Tenía en el rostro la expresión de una vestal severa, pero justa.58

Amor, ¡abandono total! Un lugar donde las palabras no caben, donde todo pasa
por la desaparición de lo decible y la atracción del silencio. El camino hacia la
muerte, eso que Lacan llama el goce.

La cuestión de la repetición en Freud y en Lacan

Tal como venimos reiterando, la escritura de Sacher-Masoch despliega y expone


una y otra vez esta situación de pérdida que remite a la condición de sumisión total
frente a la potestad de una “madre de Dios”. Anticipa, con este estilo, algo que el
psicoanálisis planteó después. Y no nos referimos a las clasificaciones semiológi-
cas59 que tanto ruido han hecho, sino a cuestiones mucho más enigmáticas como
las preguntas que se hicieran tanto Freud como Lacan en relación a esta cuestión.
Trataremos de ver qué aporta o anticipa el arte de Sacher-Masoch a posiciones
teóricas fundamentales del psicoanálisis.
Somos conscientes de lo arriesgado que es intentar resumir temas que, tanto
en Freud como en Lacan, implicaron muchos años de estudio, muchos vericuetos
y trabajos teóricos que inclusive quedaron como alusiones incompletas. No pre-
tendemos hacer ningún itinerario de los mismos, sino señalar algunas cuestiones
que encontramos recortadas en el estilo sacher-masochiano que se adelantan, de
hecho, a tales planteamientos sacados de la experiencia clínica tanto de Freud
como de Lacan.

58
Leopold von Sacher-Masoch, “Una tragedia de Helgoland”, Historias de amor y sangre,
tr., prólogo y edición de José Luis Sampedro, Editorial La Máscara, col. Malditos hetero-
doxos, Valencia, 2000, p. 64.
59
Finalmente, como señala Deleuze, “Sacher-Masoch no es siquiera un personaje particu-
larmente relevante del masoquismo. Lo que hay que considerar en Sacher-Masoch son
sus aportaciones al arte de la novela”. Cfr. Gilles Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 78.

97
Pasaje a lo Masoch

Freud, en 1924, replantea su posición en relación al masoquismo, y esto se debe


al giro introducido por la formulación de la pulsión de muerte en 1920 que lo lleva
a plantear la pregunta sobre la enigmática economía del masoquismo. Es decir,
cuando liga el principio del placer con un principio más elemental y poderoso:
la compulsión a la repetición, enuncia lo que llama el “masoquismo primordial”
indicándonos así de lo que se trata: el masoquismo primordial está en la base,
podríamos decir que es fundante, estructural.60
Desde Lacan, lo que se repite es del orden del significante; y la noción de
masoquismo primordial está relacionada con la marca que tortura al sujeto y
lo “somete”. Apoyándose en el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895)
de Freud, Lacan plantea que la diferencia entre lo que se busca (repetir la expe-
riencia de la gratificación gozante) y lo que se encuentra, implica necesariamente
una pérdida de goce. A la vez, es esta pérdida la que mueve o impulsa a repetir
y repetir incesantemente el encuentro imposible. La repetición es pues siempre
pérdida. Coloca el “einziger Zug” (rasgo unario aislado por Freud) como la primera
marca que inscribe y simboliza la primera percepción del infans.
El “camino” que va del sujeto que surge como resto —vía matema de la división
fundante en el Otro—61 a aquel donde este sujeto/resto62 adopta una posición de
pérdida, de desecho, representada por el petit a en el plus-de-gozar, conduce a Lacan
a una posición, digamos, más radicalizada de su lectura de Más allá del principio
del placer de Freud, en la que la repetición generada por el rasgo unario implica
una alineación/sometimiento al Otro, primaria y fundante. El alcance que cobra
la dimensión de la marca en tanto significante es radical. Así, en el seminario El
reverso del psicoanálisis (1969-1970), Lacan señala que el texto de Freud que gira
en torno al masoquismo está concebido solamente en esta dimensión de búsqueda
de aquel goce ruinoso y, llevando la cuestión más lejos, señala que la cuestión ma-
soquista no tiene que ver solamente con el fracaso típico de la repetición, ni con el
hecho de que el goce conduce al organismo a su propia muerte, sino también con
la permanencia de las huellas en el cuerpo de las primeras inscripciones del trazo
unario que es convocado en la modalidad de la flagelación:

60
Cfr. Sigmund Freud, “Más allá del principio del placer” (1920), Obras completas, tr. José
Luis Etcheverry, t. XVIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979, p. 1; § y, Sigmund
Freud, “El problema económico del masoquismo” (1924), Obras completas, op. cit., t.
XIX, p. 161.
61
Jacques Lacan, La angustia (1962-1963), sesión del 6 de marzo de 1963, tr. Irene Agoff,
versión inédita de la EFBA, Buenos Aires.
62
“[…] el sujeto juega con la proporción que se sustrae, aproximándose al goce por la vía
del plus-de-goce”. Cfr. Jaques Lacan, De un Otro al otro (1968-1969), sesión del 22 de
enero de 1969, tr. Ana María Gómez y Sergio Rochietti, versión inédita para circulación
del grupo Verbum y de la EFBA, Buenos Aires.

98
María Eugenia Escobar

Si algo nos enseña la experiencia analítica, es lo que se refiere al mundo de la fan­


tasía. Realmente si no parece que haya sido abordado antes del análisis, es porque
no sabían cómo desembarazarse de él, salvo recurriendo a las cosas raras, a las ano-
malías de donde parten estos términos que atrapan con nombres propios, que nos
hacen llamar masoquismo a esto, sadismo a lo otro. Cuando ponemos estos ismos,
nos situamos a nivel de la zoología. Pero hay a pesar de todo algo completamente
radical, la asociación en la base, en la misma raíz de la fantasía, de esta gloria, si pue-
do expresarme así, de la marca. Me refiero a la marca sobre la piel, donde se inspira,
en esta fantasía, algo que no es más que un sujeto que se identifica como objeto del
goce. En la práctica erótica a la que me refiero que es la flagelación por llamarla por
su nombre, por si hay aquí un archisordo, el gozar adquiere esa ambigüedad que
resulta de que en ella, y sólo en ella, es palpable la equivalencia del gesto que marca
y el cuerpo, objeto del goce.63

El sujeto está marcado a fuego por el rasgo unario, y por eso la relación del
sujeto al goce es intrínsecamente masoquista. ¿Y la del amor?
Cuando Lacan define finalmente el masoquismo como “goce del real”, dicha
definición toca de lleno la estructuración del sujeto constituido alrededor del vacío
o agujero, efecto del simbólico.

El goce sólo se caracteriza, sólo se indica en este efecto de entropía, en esta mengua. Por
eso lo introduje en un principio con el término mehr-Lust, plus de gozar. Precisamente
porque se capta en la dimensión de la pérdida; algo que tiene que compensar, digamos
lo que de entrada es un número negativo; ese no sé qué que golpea, que resuena en
las paredes de la campana, produce goce y goce a repetir.64

Para Lacan, la “ejemplaridad” de la posición masoquiana tiene que ver con esa
manera de manejarse (de saber hacer) con la pérdida de goce constituida por el
agravamiento de la hiancia entre el cuerpo y el goce. A nivel del plus-de gozar,
el sujeto toma de manera específica esta posición de pérdida, de desecho, que está
representada por el petit a.

La cuestión de lo legible

Lo legible se funda en el suspenso, en la expectatione. El surgimiento de la expec-


tación va a aparecer en la obra de Sacher-Masoch como en un espectáculo, una

63
Jacques Lacan, El reverso del psicoanálisis (1969-1970), sesión del 14 de enero de 1970,
tr. Enric Berenguer y Miguel Bassols, Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 52.
64
Ibidem, p. 53.

99
Pasaje a lo Masoch

fotografía, un cuadro (recordemos a Wanda, la Venus de las pieles, surgiendo desde


los velos con armiños y fustas, en una pose suspendida como cuadro viviente).
La expectación, el suspenso, aparece como un requisito fundamental, central,
porque circunscribe la angustia en su apertura a la muerte (la muerte siendo el
eco sin eco en el fondo de cada palabra). En el centro mismo de la repetición y la
monotonía se suceden los asesinatos violentos, los disfraces, los travestidos, los
juegos y contratos frenéticos, los ruidos y latigazos. Son estas escenas las que
nutren las producciones de Sacher-Masoch.
Digamos pues que es el suspenso lo que funda lo legible, y que no aparece más
que en esa puesta en juego del juego de la muerte. Es a través del suspenso que
la muerte es colocada en el corazón del lenguaje. Y ese es precisamente el punto
donde se produce el balbuceo en la lengua.
Así termina La domadora:

El príncipe pugnó por abrir la puerta pero en vano.


—Por Dios Irma, ¿qué es esto?, dijo con voz sollozante.
—Estoy celebrando mis bodas contigo, y mis leones son mis invitados.
—¿Has perdido el juicio?, balbuceó.
—Al contrario, estoy plenamente consciente de lo que hago. Me has traicionado, así
que te condeno a muerte. ¡A él amigos!
Con el látigo se puso a despertar a las dormidas fieras, mientras el príncipe gritaba
frenéticamente socorro. Enloquecidos por los gritos y los golpes de Irma, los felinos
saltaron sobre el desgraciado. Pronto corrió su sangre. Imploró y luchó desesperada-
mente mientras ella, apoyada en los barrotes, se regocijaba con su agonía.
Los leones tardaron en cumplir su cruel tarea. Cuando el príncipe hubo muerto
y su cadáver fue desgarrado, los leones se alejaron temerosos y se pusieron a lamer
sus patas sanguinolentas.
Esa misma noche, la bella domadora desapareció de Bucarest y nadie volvió a
saber de ella.65

Sobre el balbuceo [le balbutiement]

Aquí estamos en el corazón del libro de Quignard, L’Être du balbutiement: essai


sur Sacher-Masoch [El ser del balbuceo. Ensayo sobre Sacher-Masoch].
El verbo bléser significa defecto de articulación, defecto de pronunciación (z por
g, o z por c: ceceo). Balbutio quiere decir balbucear y también articular mal, hablar
mal, hablar oscuramente o bien hablar como un bebé. Esta palabra deriva de balbus,
que quiere decir bégue, cuyas equivalencias serían: chocar los dientes, temblar de

65
Leopold von Sacher-Masoch, “La domadora”, Historias de amor y sangre, op. cit., p. 159.

100
María Eugenia Escobar

miedo y espanto. Begayer es también bárbaros, hablar de manera incomprensible,


bárbara. Los términos begayer y balbutier son etimológicamente muy cercanos.
Begayer con su reiteración en tanto que impide u obstaculiza articular, difiere de
balbutier que es, según Quignard, la entrada final de la articulación en la palabra.
El balbuceo en la lengua es ese punto donde la palabra y el silencio, al tocar-
se, pierden aquello que los hace irreductibles. Ese punto será el de la desnudez
absoluta en tanto que tentativa de expulsión de la palabra y de la capacidad del
silencio, que ahí se opondrá.
Hace falta que la palabra calle para que el silencio hable. Y la figura donde el
silencio y la palabra se tocan, produce un desnudamiento del texto y un estallido
de la repetición en la lengua.
Anudando cuentos, ritos y contrato de esclavitud, la obra de Sacher-Masoch hace
surgir “el ser del balbuceo”. El balbuceo de Sacher-Masoch se sitúa ahí donde se
produce una no-domesticación del sentido y del discurso; es decir, ahí donde hay
“una pérdida”. Esta pérdida, dada como pura pérdida, sacrifica la lengua y altera
las palabras totalizantes.

Lucía no desperdició palabras. Antes que el desdichado pudiera darse cuenta de lo que
le esperaba, lo agarró por el pelo con una mano y con la otra le cortó la oreja izquierda.66

El sistema Sacher-Masoch: un estilo balbuceante

Como decíamos al comienzo, debemos a Deleuze y a Quignard que la obra de Sacher-


Masoch haya sido rescatada y esté circulando nuevamente. Y si bien es cierto que
entre ambos autores existen diferencias que no fueron saldadas, hay sin embargo un
punto central en el que se ponen de acuerdo los dos: tanto Quignard como Deleuze
coinciden en que el arte del suspenso que sostiene Sacher-Masoch como proceso
creador es lo que determina su estilo de escritor. El arte de Sacher-Masoch es el de la
novela-pura, sin voz ni mirada, que se funda en un movimiento de muerte y de imagen.
Dice Deleuze:

Cada vez que la lengua se ve sometida a tratos creadores semejantes, todo el lenguaje
en su conjunto es llevado a su límite, música o silencio. Esto es lo que Quignard
muestra; Sacher-Masoch hace que la lengua balbucee, y empuja así al lenguaje has-
ta su punto de suspensión, susurro, grito, silencio, canto de los bosques, grito de la
aldea, silencio de la estepa. […] El suspenso del cuerpo y el balbuceo de la lengua
constituyen el cuerpo-lenguaje, o la obra de Sacher-Masoch.67

66
Leopold von Sacher-Masoch, “Bandidos sicilianos”, ibidem, p. 41.
67
Gilles Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 81.

101
Pasaje a lo Masoch

Como si la lengua, al balbucear, suspendiera todo sentido y a la vez repitiera


una bifurcación, una desviación entre el cuerpo y el lenguaje marcando así la in-
adecuación entre el real del cuerpo y el pensamiento. La inadecuación del pensa-
miento al sexo y a la muerte (enunciado ya por Freud) se expresa a través de este
estilo-método de Sacher-Masoch, L’Être du balbuetiement, aislado por Quignard.
Digamos pues, que el estilo Sacher-Masoch hace saltar la soldadura imaginaria
entre hombre y mujer, entre vida y muerte, entre cuerpo y lenguaje. Sacher-Masoch
sabía algo sobre el “no hay relación sexual” de Lacan.
En su Autobiografía (1879)68 Sacher-Masoch habla de cómo escribió su primera
gran obra literaria: Don Juan de Kolomea.69 El tema del libro surge de una pelea
con Ana Kottowitz, su pareja.

De repente me di cuenta que sólo éramos dos locos abandonados por la naturaleza.
Cuando en el momento del éxtasis, el hombre y la mujer parece que formaran un
solo ser, la naturaleza no piensa en ellos. No se preocupa por su dicha; sólo piensa
en la conservación de la especie. Vivo ante un abismo abierto entre el hombre y la
naturaleza y comprendo que los hijos son la carne que suelda uno y otro, el padre
y la madre, como condenados del infierno de Dante y al mismo tiempo son el agua
fuerte que disuelve las afinidades electivas.
Fue como un relámpago que conmovió mi alma y tal como el rayo fertiliza la
tierra, según los campesinos, ese relámpago depositó en mi espíritu la semilla de
la cual germinó la historia de Don Juan de Kolomea que trata de la incompatibilidad
entre el hombre y la mujer.70

Así se expresa en ese texto, formulando que la naturaleza impone un sufrimiento


más grande que la vida: el amor.

Sí, el amor es un puro sufrimiento; el placer es la redención. Pero es también la vio-


lencia que uno de los dos ejerce sobre el otro, es el certamen de lograr ser sometido
al otro. El amor es esclavitud y uno se vuelve esclavo cuando ama. […] Uno se lanza
como un suicida a la inmensidad de la naturaleza del otro y entonces se produce
el espasmo del miedo a perderse. Se experimenta como un odio contra la violencia

68
Referida por Bernard Michel en: Leopold Sacher-Masoch, op. cit., p. 174. [Hay una edición
reciente en francés de esta autobiografía (publicada en alemán en la Revista Deutsche
Monatsblätter en junio de 1879), véase: Leopold von Sacher-Masoch, Écrits autobiogra-
phiques et autres textes. Sacher-Masoch inédit, tr. del alemán y Prefacio por Michel-Fran-
cois Demet, Éditions Léo Scheer, París, 2004].
69
Leopold von Sacher-Masoch, Don Juan de Kolomea, tr. José Amicola, El Cuenco de Plata,
Buenos Aires, 2007.
70
Leopold von Sacher-Masoch, citado por Bernard Michel en: Leopold Sacher-Masoch, op.
cit., p. 174.

102
María Eugenia Escobar

del otro. Uno se cree muerto. Uno quiere rebelarse para volver a encontrarse con
uno mismo.71

La felicidad es pues imposible,72 la muerte, la única perspectiva.


La palabra se apaga, empieza el balbuceo en una apertura, en un desgarramiento
del lenguaje: para que esto funcione hace falta el sistema Sacher-Masoch: hace falta
que la muerte sea “sitiada”, que la madre filialice la muerte a golpes de azotes, de
ejecuciones, de crucifixiones.73

Pasaje a lo Masoch

El pasaje a lo Masoch es ese pasaje hacia el fin de las palabras que produce a este
“ser del balbuceo”.
Sacher-Masoch, que con su estilo hace que los signos boqueen, remite al resto
que queda de lo escrito, ese resto, desecho que Quignard llama “lo legible”. Se toma
la palabra y al mismo momento se la pierde. Esto remite a una instrumentalización
de una expresión, de una expectación que se abre a la muerte. Es a esta profundidad
que puede ser tomado Sacher-Masoch en tanto que palabra balbuceante.
Podríamos decir que la “maniobra masoquista”, o la situación masoquista (que
aparece bien recortada en La Gradiva… de Freud),74 es una condición necesaria
que organizaría la cura analítica. Lacan marca: “uno no es sujeto del amor, uno es
ordinariamente, uno es normalmente su víctima”.75

71
Leopold von Sacher-Masoch, Don Juan de Kolomea, op. cit., pp. 180-181.
72
Sacher-Masoch se refiere a su concepto de “felicidad como ideal” en La Madone à la
fourrure, op. cit., supra n. 9.
73
Cfr. Sacher-Masoch, La madre de Dios (1883), op. cit. Mardona, la madre de Dios, debe
ser adorada como representante de Dios en la tierra según los relatos de la secta de los
dukhobors. Se trata de un grupo que rechaza todo clero, sea regular o secular y adopta
como guía de oración a un miembro de dicha comunidad habitado por el espíritu santo.
Mardona, pese a ser analfabeta, dirige, juzga y condena todos los asuntos de la comuna.
Son repetidas las frases como: “¡Humíllate! Arrodíllate ante mí y adora en mí a Dios”,
frente a lo que Sabadil (joven campesino de una aldea vecina que se integra a la comuna
por amor a Mardona) sólo podía balbucear: “dime que no me desprecias”. Finalmente
termina crucificado y muere en la cruz por orden de Mardona. Posiblemente sea la
más terrible de todas las mujeres soberanas creadas por Sacher-Masoch. Su voluntad
de dominio exige la mutilación y la muerte de las víctimas. Su crueldad contrasta con la
tranquilidad de la naturaleza y la apacible imagen de la comunidad campesina próspera
y feliz.
74
Cfr. Sigmund Freud, “El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen” (1907 [1906]),
Obras completas, op. cit., t. IX, p. 1.
75
Jacques Lacan, La identificación (1961-1962), sesión del 21 de febrero de 1962, versión
inédita de la EFBA, no se especifica el traductor, Buenos Aires.

103
Pasaje a lo Masoch

Al final de un amor, de la vida misma, de un análisis, ese es el pasaje que fun-


ciona. Lo que se aprende finalmente es que nadie puede saber y que las palabras
se acaban. Porque es cierto que un psicoanálisis termina, se cierra, tiene su fin, y
como al final ya no hay palabras porque se trata justamente de eso, ¿quién puede
decir algo? “Para esta tarea, dice Allouch, la literatura, aporta su valioso auxilio”.76
Por eso mismo nos preguntamos: ¿ese pasaje a lo Masoch, no sería una de las
figuras en las que la literatura —y específicamente la escritura de Sacher-Masoch—
nos muestra lo que en la cura analítica llamamos la efectuación del amor de trans-
ferencia, es decir, su disolución? ¿No hay en esa desaparición brutal que presenta
la ficción dura de Sacher-Masoch una muestra de la desaparición que se produce
al final de un análisis?
Allouch señala que en el matema de la transferencia (Proposición del 9 de octubre
de 1967),77 el problema de la intersubjetividad queda discretamente descartado.
Y se pregunta: ¿Qué clase de objeto-amado debería ser el analista para soportar el
des-ser, ser “golpeado por el des-ser” en un análisis que se cierra?
Allouch nombra el analista como objeto muerto-amado:

Y si admitimos con Lacan que el discurso psicoanalítico aloja la muerte en el amor,


esa pregunta se torna: ¿en qué clase de muerto amado debe constituirse entonces el
psicoanalista para terminar ofreciéndole al analizante la única cosa capaz de sacarlo
de su enredo, es decir, su destitución subjetiva?78

¿Cómo puede alcanzarse entonces en el análisis ese punto de quiebre en que se


reparten, se separan, la destitución subjetiva por el lado del analizante y el des-ser
por el lado del psicoanalista?
¿Qué es más fuerte que la muerte? La segunda muerte. ¿Qué figura del amor
podría no tener en cuenta esa segunda muerte? ¿Cómo se presenta el amado cuando
el amor ya no es para siempre? Y si un psicoanálisis se termina, se cierra, ya que,
como señalábamos tiene un principio y un fin, ¿qué pasa con el amor de transfe-
rencia? ¿Puede la experiencia del amor en la situación analítica aportar alguna luz
allí donde el amor se exime del análisis? La literatura aporta, para responder, una
excelente contribución: el estilo de Sacher-Masoch es, efectivamente, un aporte valioso.

76
Jean Allouch, Contra la eternidad: Ogawa, Mallarme, Lacan, op. cit., p. 15.
77
Jacques Lacan, “Proposición del 9 de octubre de 1967”, tr. Irene Agoff, Ornicar? – Publi-
cación periódica del Champ Freudien, Nº 1: El saber del psicoanálisis, Petrel, Barcelona,
1981, p. 11.
78
Jean Allouch, Contra la eternidad: Ogawa, Mallarme, Lacan, op. cit., p. 82.

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