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Guillermo Deloya Cobián

Primera edición: 2018

D.R. © 2018, Guillermo Deloya Cobián


D.R. © 2018, Piso 15 Editorial, S.A. de C.V.
Calle 14 Oriente 2827 Humboldt, Puebla, Pue. CP. 72370
piso15contacto@gmail.com

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
Palabras del autor 7

Capítulo 1.
Crónica de un colapso anunciado 11
1.1 Primero de julio o la liquidación del régimen
pluripartidista de la transición democrática 11
1.2 En búsqueda de responsables 18
1.3 Un monumental desacierto 22
1.4 La pregunta que muchos niegan hacer:
¿qué hacemos respecto al señor presidente saliente? 25
1.5 Condenar los excesos 29
1.6 La tan invocada y necesaria autocrítica 33
1.7 La historia de algunas de nuestras derrotas 38
1.8 La gran diferencia respecto a la actualidad 45
1.9 ¿Es este un problema exclusivo del pri? 48

Capítulo 2.
Riesgos Inminentes 55
2.1 La crisis de representatividad 55
2.2 ¿Es viable que el pri se mantenga como partido político
competitivo? 59
2.3 ¿Llegamos al fin del pri y de la cultura priista? 66
2.4 Y después de la tragedia ¿qué sigue? 70
2.5 Cambios de fondo… ¡re-evolución! 75
2.6 Entre los priistas se sabe 78
2.7 Nada es permanente 80
2.8 Una especie en peligro de extinción 83
2.9 ¿Pérdida de registro en la elección intermedia? 86
2.10 El plan trianual 88

Capítulo 3.
Estrategias frente a la sociedad 95
3.1 Un nuevo paradigma 95
3.2 Diálogo incluyente 102
3.3 Fortalecer liderazgos locales 105
3.4 Verdaderos líderes en nuestros tiempos 108

5
3.5 Conservar la base social 112
3.6 Prescindir del corporativismo 115
3.7 Votos reales, no militantes alicaídos 119
3.8 Cambiar dirigentes no es la respuesta 123
3.9 El partido de México ¡Pero en serio! 128

Capítulo 4.
Estrategia frente al nuevo régimen 133
4.1 El regreso del poder personal 133
4.2 El corto plazo 139
4.3 Lealtad a la nación 143
4.4 Lealtad a la estructura 146
4.5 El bastión legislativo 149
4.6 Construir exigiendo 153
4.7 El sano ejercicio del poder público 156
4.8 Defender al federalismo 158
4.9 Hacia un nuevo sistema 164

Capítulo 5.
Más allá del PRI 175
5.1 Vigorizar nuestra joven democracia 175
5.2 Un partido para las nuevas generaciones 180
5.3 En búsqueda de oportunidades 183
5.4 ¿Dejar atrás las siglas? 186
5.5 ¿Movimiento o partido? 189
5.6 Un partido revolucionado como respuesta 191
5.7 El pri en la era de las redes sociales 195
5.8 Un partido con credibilidad: la verdadera
democracia interna 198
5.9 Un futuro posible 202
5.10 Un futuro esperado. La re-evolución del
Partido de la Revolución 205

Conclusiones 209

Bibliografía 215
Palabras del autor

Fui candidato del Partido Revolucionario Institucional para la Pre-


sidencia Municipal de Puebla, de la ciudad que siempre he llamado
la Puebla de mis amores. Lo fui y, a pesar de tener la satisfacción del
deber cumplido, perdí dolorosa y abrumadoramente.
Muchos compañeros y compañeras nos partimos el alma en un
cometido que se antojaba complicado. Sin embargo, juzgamos que,
con ahínco, dedicación, profesionalismo y trabajo comprometido de
24 horas, podríamos convencer al elector de que seríamos una op-
ción viable, para que, convertidos en gobierno o legislatura, cambiá-
semos las condiciones de deterioro que añejamente han prevalecido
en varios puntos de nuestro lastimado México.
Nos equivocamos; además del notorio abandono del partido a
las campañas locales, ese 1 de julio de 2018, los mexicanos salieron a
castigar a un régimen político que los había llevado hasta el hartazgo.
Con asombro, vimos cómo candidatos —sobre todo de Morena—,
que prácticamente no habían salido un solo día a hacer campaña,
ganaban con holgura y desenfado ante profesionales de las ciencias
sociales, la administración pública y la política en general. Ese día,
se concretó la peor derrota en la historia del instituto político al que
pertenezco, pero también se abrió en pleno la conciencia de que es-
tábamos pagando todos por el cúmulo de pecados, simulaciones y
excesos que con desparpajo se cometieron, al amparo del poder que
daba un partido hasta entonces encumbrado.
Lejos de que estas páginas se conviertan en ácida catarsis o en
un torrente de acusaciones y señalamientos estériles, pretendo apor-
tar a la honesta reflexión sobre los motivos de un estrepitoso fraca-
so electoral. Más aún, proyecto darle una oportunidad al reconoci-
miento honesto de todo aquello que, como integrantes de un partido,
hemos negado soterradamente, hasta el grado del autoengaño.

7
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Se dice con enorme acierto que el principio de aliviar una pa-


tología parte de reconocer plenamente su existencia. Por igual, hoy
como nunca, el Partido Revolucionario Institucional se encuentra
enfermo a grado semi-terminal y parecería que aún hay quienes no
sólo no asimilaron la lección, sino que se aferran a cometer los mis-
mos errores que nos llevaron al infortunio colectivo.
Seguimos inmersos en un imperio de decisiones que se toman
sobre mesas a las que muy pocos están convidados a unirse. Estamos
en un escenario donde el valor decisorio de militantes, seccionales,
jefes de manzana, así como de cualquier simpatizante de la causa
priista, está nulificado por la estulticia y la soberbia de quienes conti-
núan en la cumbre de un trono apoyado en muy endebles cimientos.
Es lamentable que el discurso siga siendo de unión, de recuperación
y empoderamiento de nuestros militantes. En realidad, con lo que
menos se pregona es con el ejemplo decidido y honorable, para, ver-
daderamente, cambiar esas formas de política aborrecida que nos
llevaron a la miseria.
No se trata de abolir la inclusión de quienes ya han sido figuras
y beneficiarios del acontecer histórico partidista. Se busca más bien
el generar conciencia sobre una dinámica que no puede continuar
en el mismo trayecto. Si verdaderamente está en los objetivos el re-
surgimiento del pri, que hoy jadea por oxígeno, no es tiempo ni de
callar en la autocomplacencia, ni de engañarnos en la ceguera, ni de
pecar en la inacción.
Muchas voces he escuchado en el camino, particularmente las
de aquellos jóvenes que propusieron una verdadera re-evolución del
instituto. Siempre les dije y lo reitero: sus causas son mis causas; hoy,
lo refrendamos. Mi gratitud particular a Elsy Vargas, quien sugirió
el título de la obra. Para todos ellos, mi respeto y consideración más
elevados.
El pri es mucho más que lo fortuito de sus dirigencias, es mu-
cho más que los estilos insulsos de sus dirigentes, es mucho más que
el reciclaje endiosado del poder que se da en pocas manos. Llegó
la hora de demostrar si este cataclismo ha dejado en el mapa una
ruta de recomposición con humildad y convicción o si estamos sólo
ante la conservación de las prebendas de un poder político que se

8
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

extingue, cuando se ejerce entre los mismos que nos hicieron pagar
a todos los que creímos en un México posible.

Guillermo Deloya Cobián


Puebla, Puebla a 16 de noviembre de 2018.

9
Capítulo 1.
Crónica de un colapso
anunciado

“Toda historia no es otra cosa que una infinita


catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible”
Italo Calvino

1.1 Primero de julio o la liquidación del régimen


pluripartidista de la transición democrática
Corría el año de 1977, luego de las elecciones presidenciales más po-
lémicas que se habían visto en la historia del México de siglo xx: el
Partido Revolucionario Institucional (pri), el Partido Popular Socia-
lista (pps) y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (parm)
postularon como candidato a José López Portillo y Pacheco. Estos
eran los únicos partidos políticos nacionales con registro.
La candidatura de Valentín Campa Salazar, apoyado por el Par-
tido Comunista Mexicano, así como la de Mariana González del Boy,
del Partido Femenino, eran nulos. El Partido Acción Nacional no
presentó candidatura, pues sus estatutos obligaban a que, para com-
petir por la Presidencia de la República, 80 % de la militancia tendría
que votar por un mismo candidato. Pablo Emilio Madero sólo alcan-
zó 73 % de los votos.
Dos años antes, el 25 de septiembre de 1975, durante la V Con-
vención Nacional Ordinaria del PRI, cerca de doscientas  mil per-
sonas representantes de los tres sectores del partido, configurados

11
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

desde 1946 como pilares fundamentales,1 escucharon su discurso de


aceptación, cuyo lema de campaña fue “La solución somos todos”.
Aproximadamente, veintiséis millones de personas acudieron a
las urnas el domingo 4 de julio de 1976. Cerca de diecisiete millones
de electores votaron por López Portillo, como única opción contra la
adversa situación económica de transición que sufrió el país.
Esta etapa, conocida como el “desarrollo compartido”, fue re-
sultado de un plan del gobierno anterior, de Luis Echeverría (1970-
1976) en el cual se buscó fortalecer a las empresas de participación
estatal, fomentando la inversión privada. El Gobierno federal adqui-
rió y creó numerosas empresas enfocadas principalmente a la inver-
sión en el campo, distribución de mercancías, fideicomisos y apoyo
al sector primario.
Todo fue ejecutado a través del gasto público, apoyado en el en-
deudamiento externo. El resultado: el embargo petrolero dictado en
octubre de 1973 por la Organización de los Países Exportadores de
Petróleo (opep) en contra de los países que apoyaron a Israel en la
guerra del Yon Kippur contra Siria y Egipto. La economía nacional
se contrajo de manera alarmante.
Repentinamente, se suspendieron las compras de mercancías
mexicanas en el exterior, lo cual tumbó el avance paulatino de la
actividad industrial. Además, los inversionistas llevaron su capital a
otros países. El 1 de septiembre de 1976, se agotaron las reservas y el
peso tuvo que devaluarse, de 12.50 pesos por dólar a 24.75.
Si bien el candidato del partido oficialista pudo no haber sido
la primera opción para los mexicanos, no hubo otra opción. Con la
victoria de López Portillo, llegó un número irreal de objetivos econó-
micos y políticas públicas no planeadas. Se separó a la Secretaría de
Hacienda de la de Programación y Presupuesto. Asimismo, el petró-
leo alcanzó precios muy altos, petrolizando la economía nacional y

1
La Confederación Nacional Campesina, representó al campo mexicano; la Confederación
de Trabajadores Mexicanos, al sector obrero; y la Confederación Nacional de Organizaciones
Populares aglutinó al sector popular. Éstos fueron los sobrevivientes de la reforma partidista
impulsada por Lázaro Cárdenas en 1938, cuando el partido fundado por impulso de Plutarco
Elías Calles corporativizó a la sociedad.

12
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

volviéndola cada vez más dependiente del comercio con los Estados
Unidos.
Así, cuatro meses después de la elección presidencial, el 1 de
abril de 1977, durante el Segundo Informe de Gobierno del entonces
gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, el secretario de Goberna-
ción, Jesús Reyes Heroles, marcó el inicio de la transición mexicana,
con un discurso que sentenció el futuro del sistema político nacional:

El país se enfrenta a una situación económica difícil. El go-


bierno no ha tratado de encubrir este hecho ni las medidas a
que él obliga; con esfuerzos constantes, con racionalización
de acciones públicas, sociales y privadas y con decisiones
oportunas, saldremos de esta crisis, dado que contamos con
recursos naturales y, sobre todo, con recursos institucionales
que lo garantizan.
Partiendo de esta situación difícil, hay quienes pretenden
un endurecimiento del gobierno, que lo conduciría a la rigi-
dez. Tal rigidez impediría la adaptación de nuestro sistema
político a nuevas tendencias y a nuevas realidades: supondría
ignorarlas y desdeñarlas. El sistema, encerrado en sí mismo,
prescindiría de lo que está afuera en el cuadro social y re-
duciría su ámbito de acción al empleo de medidas coactivas,
sin ton ni son, canalizando al fortalecimiento de la autori-
dad material del Estado recursos que demandan necesidades
económicas y sociales. Es la prédica de un autoritarismo sin
freno, ni barreras.
Endurecernos y caer en la rigidez es exponernos al fácil
rompimiento del orden estatal y del orden político nacional.
Frente a esta pretensión, el presidente López Portillo está
empeñado en que el Estado ensanche las posibilidades de la
representación política, de tal manera que se pueda captar en
los órganos de representación el complicado mosaico ideo-
lógico nacional de una corriente mayoritaria, y pequeñas co-
rrientes que, difiriendo en mucho de la mayoritaria, forman
parte de la nación.

13
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La unidad democrática supone que la mayoría prescinda


de medios encaminados a constreñir a las minorías e impedir-
les que puedan convertirse en mayorías; pero también supone
el acatamiento de las minorías a la voluntad mayoritaria y su
renuncia a medios violentos, trastrocadores del derecho.
Quiere esto decir que el gobierno de México sabrá intro-
ducir reformas políticas que faciliten la unidad democrática
del pueblo, abarcando la pluralidad de ideas e intereses que
lo configuran. Mayorías y minorías constituyen el todo na-
cional, y el respeto entre ellas, su convivencia pacífica dentro
de la ley es base firme del desarrollo, del imperio de las liber-
tades y de las posibilidades de progreso social.
Cuando no se tolera, se incita a no ser tolerado y se abona
el campo de la fratricida intolerancia absoluta, de todos con-
tra todos. La intolerancia sería el camino seguro para volver
al México bronco y violento (Reyes Heroles, 1977).

Así comenzó lo que Mauricio Merino reconoció como “una tran-


sición democrática votada”. No hubo un pacto fundacional ni una
señal clara de que se daría un giro de 180 grados.
Con un ciclo de audiencias públicas organizadas por la Comi-
sión Federal Electoral, dependiente de la Secretaría de Gobernación,
inició el gradual proceso de pequeñas negociaciones limitadas al te-
rreno electoral. Éstas resultaron en la introducción del sistema de
representación proporcional en el Poder Legislativo, para “dar voz” a
las expresiones de oposición.
El cambio, en realidad, no se trató de un cisma que derrum-
bara los pilares fundacionales del institucionalismo partidista que
se había experimentado durante casi medio siglo. En realidad, los
liderazgos políticos habituales comenzaron a convivir con las diri-
gencias recientes. El pri pasó de ser el partido hegemónico al partido
mayoritario.
La Cámara de Diputados aumentó de 300 a 400 curules. Se
ordenó la integración del sistema mixto en las cámaras de los esta-
dos —se impulsó que la figura de los diputados de partido llegara
también a nivel estatal— y se permitió la elección de regidores por

14
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

representación proporcional a nivel municipal. En resumen, se había


abierto la pluralidad a la periferia.
La reforma política de José López Portillo no mermó de manera
inmediata el poder y la presencia del pri a nivel nacional, estatal y
municipal. Sin embargo, hizo posible que los partidos políticos re-
gresaran al terreno de la representación política para competir por
votos que, aunque no dieran triunfo directo, garantizarían espacios
de participación en la esfera de discusión y toma de decisiones.
En 1979, los partidos políticos ya contaban con algunas prerro-
gativas, a pesar de que la competencia aún no era lo suficientemente
pareja: de los 300 distritos, el pri se quedó con 291. Para la elec-
ción de 1982, seis años después del ridículo candidato único en la
boleta electoral de presidente de la república, se presentaron siete
contendientes.
La elección tan competida por la gubernatura de Chihuahua en
1986 hizo creer a más de uno que sería el primer estado que el pri
perdería. Aunque al final no pasó, según José Woldenberg, dejó claro
que todavía había “la necesidad de construir elecciones libres, justas
y equitativas” (Woldenberg, 2012).
Tras los cuestionados comicios de 1988, en los que el triunfador
resultó el priista Carlos Salinas de Gortari, gracias a una dudosa caí-
da del sistema de cómputo de sufragios, se inició la transformación
de las instituciones electorales. El Instituto Federal Electoral (ife)
fungió como un organismo autónomo, así como el Tribunal Federal
Electoral (Trife). Este último respaldó la idea de una transición casi
consolidada en su inicio por el triunfo de Ernesto Ruffo Appel, del
pan, como gobernador de Baja California ese mismo año.
Las elecciones presidenciales de 1994 mostraron que, si bien los
avances parecían sólidos, la falta de equidad en la contienda aún ale-
jaba demasiado el objetivo de plena democratización.
Para 1996, los recursos y las prerrogativas de los partidos polí-
ticos se equilibraron. El financiamiento público se privilegió sobre
el privado y el acceso a medios se distribuyó, en 30 %, de manera
igualitaria y, en 70 %, conforme a los votos obtenidos en la última
contienda.

15
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Así, con las elecciones intermedias de 1997, contaminadas por


el levantamiento social del ezln; la aprobación del Tratado de Li-
bre Comercio con América del Norte, y la “sana distancia” que el
presidente Ernesto Zedillo decretó con el pri, llegó finalmente la
transición democrática al corazón de la ciudad: la sede de los pode-
res federales. El Departamento del Distrito Federal pasó a ser una
entidad federativa con gobierno autónomo elegido en comicios, que
resultaron ganados por el prd y el dos veces candidato presidencial
de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Para los comicios de principios del nuevo siglo, en el año 2000,
México ya había pasado por al menos veinte experiencias de gobier-
no dividido a nivel estatal, en el cual el Ejecutivo y la mayoría legis-
lativa son de partidos políticos distintos. Éste fue el año en que el pri
perdió la Presidencia de la República. Dice Jacqueline Peschard que
“al concluir la transición, la pluralidad se había instalado y ninguna
fuerza política o fracción parlamentaria podía imponer su voluntad”
(Peschard, 2013).
Con esta pluralidad, llegó el auge de partidos políticos, encum-
brados como la opción institucionalizada para insertar demandas y
preocupaciones sociales en la arena de discusión política.
De 1991 a 2018, 22 partidos políticos contendieron en eleccio-
nes presidenciales y perdieron su registro.2 Junto con los actualmen-
te existentes, suman 28 partidos políticos con registro nacional en
tan solo 17 años. Efectivamente, transitamos de un sistema de parti-
do “casi único”, como alguna vez lo llamó Carlos Salinas de Gortari,
a un sistema tan plural que podría rayar en el exceso.
Woldenberg insinúa que, gracias a ello, se pasó de una presiden-
cia omnipotente a una acotada; de un Congreso subordinado a uno
que tiene vida propia, e incluso a una Corte que en materia política

2
Partido Demócrata Mexicano, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Partido del Tra-
bajo; y Partido Ecologista de México en 1991; Partido Popular Socialista, Partido Auténtico de
la Revolución Mexicana y Partido Demócrata Mexicano en 1994; Partido Cardenista, Partido
Popular Socialista y Partido Demócrata Mexicano en 1997; Partido de Centro Democrático,
Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y Partido Democracia Social en 2000; Partido
de la Sociedad Nacionalista, Partido Alianza Social, Partido Liberal Mexicano y Fuerza Ciuda-
dana en 2003; Partido Socialdemócrata en 2009; Partido Humanista en 2016; Partido Nueva
Alianza y Partido Encuentro Social en 2018.

16
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

no tenía relevancia a ser hoy un auténtico poder que ve por los con-
flictos que se suceden entre diferentes poderes constitucionales.
Efectivamente, pareciera que para 2018 los más de treinta años
de proceso habrían resultado en una sociedad altamente interesa-
da en el quehacer político y en el pleno ejercicio de sus derechos
político-electorales.
La reforma constitucional de 2014, impulsada por el gobierno
de Enrique Peña Nieto para permitir, entre otras, la consulta ciuda-
dana como mecanismo de participación democrática directa surgió
como respuesta a la inquietud de la incipiente y dinámica sociedad
del nuevo siglo.
La historia del siglo xx sentenciaba una serie de errores y acier-
tos que no pareciera útil repetir, pues los grandes logros alcanzados
en el sistema sólo pueden atender al proceso democratizador que los
nuevos tiempos exigen. Pero, en 2011, alrededor de un líder carismá-
tico que había contendido a la elección presidencial de 2006, surgió
una asociación civil “dedicada a impulsar la democracia y la defensa
de la soberanía de México”.
El Movimiento de Regeneración Nacional, exoesqueleto de An-
drés Manuel López Obrador —quien perdiera la elección presiden-
cial en 2006 ante el panista Felipe Calderón Hinojosa por un cuestio-
nable margen menor al punto porcentual de diferencia— obtuvo su
registro como partido político nacional ante el reformado Instituto
Nacional Electoral, el 9 de julio de 2014.
Sin un fundamento ideológico legítimamente enraizado en
un sector social determinado; sin mecanismos institucionales para
insertar las demandas ciudadanas en el diálogo político y con una
estructura interna vertical, dependiente directamente de su cabeza,
Morena pareció repetir todos los vicios del Partido Nacional Revolu-
cionario, del Partido de la Revolución Mexicana y del Partido Revo-
lucionario Institucional.
Con el fin de ampliar su base electoral, Morena se dedicó a acep-
tar actores políticos y militantes de diversas ideologías que no habían
encontrado espacios de participación en sus respectivos institutos.
Para ganar elecciones, Morena se comprometió con los grupos de

17
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

presión social más extremistas del país.3 El impulso o veto de candi-


datos era totalmente dependiente del círculo más cercano del líder,
Andrés Manuel López Obrador. Así, la cúpula partidista estaba con-
formada por históricos colaboradores y sus hijos.
Con un discurso de corte claramente populista, Morena se pre-
sentó desde 2015 como la oposición sistemática a cualquier asunto
impulsado o promovido por las otras fuerzas políticas. A través de
la denostación del discurso del adversario y de la polarización de
posturas, crearon en el sistema gobernante un poderoso enemigo
que ganó cada vez más animadversiones. Al presentarse más como
un movimiento que como un partido político, legitimó su postura a
través del dominio del desencanto y enfado contra la mala situación
económica, política y social nacional e internacional.
En 2018, con un actor que había crecido al mismo ritmo que los
escándalos de corrupción, amiguismo, clientelismo e impunidad del
partido gobernante, los mexicanos eligieron en sentido contrario:
con más de 50 % de los votos válidos emitidos y la mayoría absoluta
en el Congreso de la Unión, así como en los Congresos de los Esta-
dos, Morena se volvió el nuevo partido hegemónico de México.
El otrora partido de las causas sociales y las grandes estructu-
ras se sumergió en la profunda y fangosa laguna de la confusión y
la penosa conservación de los privilegios políticos de pocos. Ahí es
donde, por estulticia, el pri añade clavos a su garigoleado y naciona-
lista ataúd.

1.2 En búsqueda de responsables


La aplastante derrota que el Partido Revolucionario Institucional su-
frió en las urnas el 1 de julio de 2018 es más el resultado de un largo
proceso que un suceso aislado. El largo camino de 18 años, que inició

3
El más claro ejemplo es el de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(cnte), que agrupa maestros normalistas sindicalizados de las zonas de Oaxaca y Guerrero.
Éstos se manifestaron violentamente contra la reforma educativa promovida por el Gobierno
del presidente Enrique Peña Nieto, en 2013. A cambio de la promesa de derogar lo que erró-
neamente se calificó como una “reforma punitiva”, la violenta cnte entregó su apoyo y estruc-
tura para defender el voto de Morena a lo largo del país en los comicios de 2018.

18
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

con la entrega de la banda presidencial a un candidato no priista, lle-


gó a su fin en un escenario muy similar al que enfrentó Francisco
Labastida Ochoa, cuando marcó historia por ser el primer candidato
de este partido que perdió una elección presidencial.
Era el año 2000 y Labastida aparecía como el candidato natu-
ral no sólo del presidente Ernesto Zedillo, sino de antecesores como
Miguel de la Madrid y Luis Echeverría. Vicente Fox Quezada, candi-
dato del pan —emanado de la iniciativa privada y con lo que la cú-
pula política del siglo pasado podría haber calificado como severas
limitaciones discursivas y propositivas— estaba destinado a ponerse
el pie a sí mismo.
La estrategia de Labastida partió de mantener un bajo perfil
para dejar que las múltiples pifias de su contrincante evidenciaran
su incapacidad para gobernar ante la opinión pública. Pero llegó el
día de la elección y los resultados fueron desastrosos. Fox, candi-
dato devenido en fenómeno mediático, arrasó en los comicios y se
encumbró como el primer presidente de la república de un partido
que no era el pri.
Muchas coincidencias se pueden encontrar con el pasado pro-
ceso electoral. José Antonio Meade, hombre de probadísima expe-
riencia en el sector público al haber ocupado distintas secretarías
de Estado a lo largo de dos sexenios, aparecía en una vitrina de ven-
ta como el candidato más preparado. En apariencia, era quien más
certidumbre y confianza daba a los mercados internacionales, según
insistía afanosamente el grupo político que lo apoyaba.
Andrés Manuel López Obrador, por otro lado, había perdido la
elección presidencial en dos ocasiones anteriores (2006, contra Feli-
pe Calderón y 2012, contra Enrique Peña Nieto) y era dueño de un
estilo mediático y contradictorio, visceral, que siempre había mer-
mado sus campañas.
Uno de los responsables de la estrategia priista, Aurelio Nuño
Mayer, buscó capitalizar los históricos errores de López Obrador y
revivir la campaña que en 2006 logró quitarle el triunfo: “es un peli-
gro para México”. A través de la exaltación de frases y actitudes rea-
lizadas para congraciarse con sectores conflictivos de la sociedad, en
el cuarto de campaña del candidato del pri, esperaron que el efecto

19
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

se repitiera. Pero el 1 de julio de 2018, la ciudadanía votó y no lo hizo


apelando a su más alto raciocinio. No se votó por una plataforma
ideológica ni por un sistema estructurado. Se votó como castigo, se
votó con auténtico rencor ante los fallos y excesos antidemocráticos.
No obstante, es cierto que el proceso electoral es sólo la cola
de un largo dinosaurio que llevaba mucho tiempo habitando en el
cuarto. El deterioro de la imagen del pri es algo ya antiguo y su causa
principal tiene que ver con una multiplicidad de factores. En gran
parte, ello se debió a implacables campañas, mediáticas y de redes
sociales, respecto al ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, y su cír-
culo cercano.
Las políticas de gobierno fueron insuficientes e insensibles en
temas trascendentales como el combate a la corrupción, pobreza,
marginación y discriminación. A pesar de la constante exigencia de
la sociedad para corregirlo, nada sucedió más allá de una superficie
borrosa y del discurso oficial y partidista.
En materia de comunicación social, el mensaje de presidencia
nunca fue claro; las reformas estructurales jamás se difundieron de
manera contundente y permeable a la sociedad. Sólo se asimilaba en
la gente el conflicto a corto plazo que trajeron las modificaciones en
materia de telecomunicaciones, energía y educación.
La desaprobación presidencial, que para el momento de la elec-
ción ya rondaba cerca de 80 %, sólo era comparable con la pésima
imagen de los gobernadores tricolor. Resultados de la revisión de la
cuenta pública de la Auditoría Superior de la Federación mostra-
ron que, entre los 22 gobernadores priistas, se desviaron alrededor
de 258 829 millones 185 000 pesos de los recursos públicos. En 2017,
cinco de ellos ya estaban encarcelados: Mario Villanueva Madrid,
de Quintana Roo; Andrés Granier, de Tabasco; Jesús Reyna, de Mi-
choacán, y Flavino Ríos, de Veracruz; así como el panista Guillermo
Padrés, de Sonora.
Finalmente, el secuestro del partido por parte de un círculo
muy cercano a Enrique Peña Nieto terminó de liquidar la unidad
priista en pos de la operación política a favor del grupo tricolor del
Estado de México. Y, cuando muchos pensamos que la renuncia de

20
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Manlio Fabio Beltrones era un mal augurio y una mala decisión, no


teníamos idea de lo que se avecinaba.
La llegada de Enrique Ochoa Reza como presidente del Comité
Ejecutivo Nacional puso a la cabeza del priismo a un ciudadano de
perfil tecnócrata y con nula experiencia en el quehacer político de la
institución. Esta fue una decisión lineal, forzada y penosa que, fiel
a la naturaleza institucional, se acató aun cuando rumiábamos en
voces ahogadas la inconveniencia de este perfil para dirigir nuestro
partido.
Las respuestas reaccionarias a los embates políticos fueron pri-
vilegiadas ante la previsión y la estrategia territorial permanente.
La actitud defensiva se volvió el día a día del pri. Desde la llegada
de Ochoa Reza a la dirigencia, se notó la clara línea del centro en
los estados y municipios para la elección de candidatos. El priismo
militante vio con impotencia cómo se menospreciaba el trabajo de
campo y las simpatías generadas a lo largo de los años para repetir
los nombres de siempre en las boletas. Pero, además, la operación
política era nula. Las decisiones partidistas ascendieron al mandato
supremo a personajes como Arturo Zamora, quien mimetizó cerra-
zón y recelos con el dirigente. Esto se los aseguro, pues quien escribe
estas líneas fue receptor de tan “generosas” actitudes.
La ruptura interna del pri fue quizás la causa más grave y me-
nos considerada de la derrota del 1 de julio de 2018. A pesar de que,
días antes de la elección, el dirigente nacional, René Juárez Cisneros
—hombre de gran compromiso partidista y esfuerzos talentosos—,
aseguraba tener un voto duro garantizado de cerca de ocho millones,
para el día de la elección, sólo seis millones votaron por el candidato
presidencial del pri, José Antonio Meade.
En algunos estados marcados por la corrupción priista, varias
estructuras operaron abiertamente a favor de Morena. Candidatos
con gran capital social se arroparon en el partido de Andrés Manuel
López Obrador, ante la imposibilidad de participar bajo las siglas del
tricolor.4

4
Ejemplos abundan, pero podemos evocar el de Miguel Ángel Chico Herrera, senador priista
que buscó la candidatura a la gubernatura de Guanajuato, pero no fue considerado por la

21
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Pero el error más grave no fue haber llegado a la elección del


1 de julio con tantos frentes abiertos. El mayor conflicto vino días
después. Ante una derrota tan mayúscula, toda organización bien
estructurada debe buscar cómo reponerse. Priistas de todo el país
comenzaron una cacería de brujas. Buscaron justificar la derrota. Se
llegó a afirmar que todo había sido resultado de una venganza contra
las decisiones cupulares. En muchas ocasiones, los dedos flamígeros
sólo se apuntaban como un distractor de quienes en realidad tenían
auténticas responsabilidades en la derrota.
¿Fueron la cúpula y el titular del Ejecutivo Federal los culpa-
bles reales? Es cierto que en un sistema vertical la responsabilidad
siempre radica en la cabeza. También es oportuno entender que la
decisión cupular irremediablemente afectará al resto de la estructura.
Pero nos atrevemos a aventurar que fue el desdén de los priistas ha-
cia el priismo tradicional lo que en verdad terminó de lapidar cual-
quier posibilidad de ser competitivos. La cerrazón y la complicidad
añeja hablaron y nos pusieron en la ruta del atropello y, de ahí, entre
jadeos por absorber oxígeno, viene la lastimosa pregunta: ¿y ahora
qué hacemos?

1.3 Un monumental desacierto


Cuando Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia de la República,
el 1 de diciembre de 2012, heredó del gobierno de Felipe Calderón
una fortísima crisis de seguridad provocado por la llamada “guerra
frontal” contra el narcotráfico. Desde 2006, cuando Felipe Calderón
asumió la Presidencia de la República, la visión de seguridad tuvo
como objetivo principal el combate contra el narcotráfico y sus di-
versas actividades. El problema central llegó desde la incapacidad
de definir de manera clara la diferencia entre seguridad pública y
seguridad nacional.

dirigencia nacional. Chico se afilió a Morena y llegó a la Cámara de Diputados con una amplia
victoria, debido a que su imagen era muy bien conocida y aceptada en el estado. Algunos ase-
guran que, de haber sido el candidato, habría ganado la gubernatura.

22
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Las instituciones creadas para la defensa de la soberanía y el


territorio mexicano (seguridad nacional), como el Ejército y la Ma-
rina, entraron a las calles a realizar actividades de vigilancia y pre-
vención (seguridad pública), ante la incapacidad técnica, humana y
material de las fuerzas policiales para enfrentarse a la delincuencia
organizada.
El discurso oficial del priista fue una reforma integral en materia
de seguridad pública y seguridad nacional, que transformaría el en-
foque combativo de las fuerzas armadas y cuerpos policiales en uno
preventivo y de reacción, eficiente, eficaz y plenamente funcional.
El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 contempló un pro-
grama para la seguridad nacional creado a partir de las aportaciones
de académicos, analistas especializados y autoridades de las instan-
cias de Seguridad Nacional que formaban parte de la Administra-
ción Pública Federal, todo bajo la coordinación de un Secretariado
Técnico del Consejo Nacional de Seguridad.
El conflicto en materia de seguridad escaló ante la opinión pú-
blica cuando, después de haber tomado rienda plena de las institucio-
nes, el Gobierno luchaba insolventemente por modificar, de manera
inmediata, la precaria situación. La primera gran reforma —desapa-
recer la Secretaría de Seguridad Pública para adscribir todas las ta-
reas de inteligencia y seguridad a la Secretaría de Gobernación— fue
un proceso paulatino, obstaculizado por grandes intereses políticos
y de enormes trabas legislativas opositoras.
Ante esta situación, en estados como Michoacán, Oaxaca y
Guerrero, comenzaron a surgir grupos civiles armados, denomi-
nados “autodefensas”, que terminaban altamente infiltrados por el
crimen organizado. Enrique Peña Nieto optó por buscar elementos
adicionales para fortalecer la débil estructura de seguridad y desig-
nó a uno de sus más cercanos, Alfredo Castillo Cervantes, como el
comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral en el Estado
de Michoacán. Su objetivo era pacificar y controlar la situación que
el estado de Michoacán afrontaba por los grupos armados existentes.
Ello evidenció la incapacidad del Gobierno Federal de responder de
manera eficiente a la problemática.

23
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Otra de las críticas más grandes hacia el Gobierno federal fue


el ánimo por regresar a un sistema centralista. Como eje de coordi-
nación en materia de seguridad, se propuso el Mando Único Policial.
El objetivo era coordinar las acciones en la materia desde el centro, a
través de 32 mandos estatales que dirigirían a todos los cuerpos po-
liciales, tanto estatales como municipales. La idea tenía fundamento,
pero, de nueva cuenta, se tenía enfrente a férreos opositores. El re-
chazo de gobernadores y alcaldes impidió que avanzara el modelo de
manera eficiente hasta el Poder Legislativo.
Pero fue en el segundo semestre de 2014 cuando cayó sobre el
señor presidente la más grande condena. Entre el 26 y 27 de septiem-
bre, una serie de violentos sucesos en el municipio de Iguala, Gue-
rrero culminó en el supuesto enfrentamiento entre la policía estatal
y municipal contra estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayot-
zinapa. Dicho enfrentamiento dejó decenas de heridos, al menos 9
personas fallecidas y 43 estudiantes desaparecidos, con tan solo un
par de detenidos.
El titular de la Procuraduría General de la República, Jesús
Murillo Karam, anunció en conferencia de prensa transmitida en
cadena nacional el día 7 de noviembre de 2014 que “las personas
detenidas dijeron que los estudiantes fueron asesinados después de
que policías de los municipios de Iguala y Cocula los entregaran al
grupo criminal ‘Guerreros Unidos’. Sus cadáveres fueron quemados,
después se depositaron los restos en bolsas y fueron arrojados en un
río cercano”.5
La respuesta fue clara. Los padres de familia, defensores de de-
rechos humanos y gente cercana a las víctimas, rechazaron la versión
de la autoridad federal y alegaron a un conflicto de desaparición for-
zada.6 El rechazo hacia la imagen presidencial fue mayúsculo cuando,

5
Conferencia de Prensa transmitida en Cadena Nacional. Consultada en el canal oficial de la
Presidencia de Enrique Peña Nieto de YouTube, en https://www.youtube.com/watch?v=QNc-
fdHUiP8c
6
La Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida
por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas define al delito como la
privación de la libertad en cualquier forma a una persona, seguida de la abstención o negativa
a reconocer dicha privación de libertad o a proporcionar la información sobre la misma, su
suerte, destino o paradero.

24
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

ante la complejidad del tema, el titular del Ejecutivo Federal se pre-


paraba para viajar a China y Australia, como parte de sus compro-
misos internacionales.
Lo cierto es que el gobierno de Enrique Peña Nieto se inauguró
con un inflado —aunque documentado— optimismo, al haber pre-
sentado un plan de trabajo consensuado con otras fuerzas políticas
llamado Pacto por México. El conflicto de la desaparición de los
normalistas fue la gota que derramó el vaso del malestar acumula-
do durante décadas ante la cotidianeidad del crimen que nunca es
esclarecido.
El Gobierno falló, pues no se dio cuenta de que el problema de
inseguridad no era una cuestión administrativa. Separar funciones
y desaparecer secretarías no iba a resultar suficiente de no imple-
mentar una correcta coordinación en todos los niveles de gobierno.
México contabiliza en su territorio a más de 2400 municipios y la
mayoría de ellos no cuentan con las capacidades institucionales si-
quiera para atender servicios básicos; mucho menos para enfrentar
temas de la envergadura del crimen organizado.
Quedaron muy cortas las acciones; hizo falta una gran reforma
en seguridad pública e impartición de justicia, que, más allá de crear
leyes inoperantes, dotara a los estados y municipios de elementos
suficientes para coordinar las labores de seguridad, inteligencia y
diagnóstico. Mal en el partido y notablemente mal en el gobierno.
Estos factores fueron los vientos que empezaron a formar el huracán
perfecto. Lo peor estaba por venir.

1.4 La pregunta que muchos niegan hacer: ¿qué


hacemos respecto al señor presidente saliente?
Para finales de 1994, luego de una elección presidencial dominada por
el miedo y el fantasma de los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y
José Francisco Ruíz Massieu, con una fortísima crisis económica que
tuvo repercusiones a nivel internacional con el denominado “Efecto
Tequila” y el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Libera-
ción Nacional (ezln), la vida política mexicana pendía de un hilo.

25
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Quizás por eso el argumento de Rosa María Mirón y Karla Val-


verde (1995) con respecto a que el régimen vigente, que había sido
considerado clave para el desarrollo del país, se volvió el freno para
la democratización nacional.
La presidencia de Ernesto Zedillo Ponce de León fue más un
asunto coyuntural que resultado de la planificación característica del
sistema “del tapado” que durante décadas permeó la sucesión priista.
Así, tuvo que iniciar su periodo con un golpe de timón que pudiera
modificar esta percepción.
El 10 de septiembre de 1994, durante la reunión plenaria de la
Comisión Nacional de Ideología del pri, el presidente electo, Ernesto
Zedillo, propuso reformar el sistema y fortalecer la democratización
nacional:

Afirmé que creo firmemente en que la democracia exige


una sana distancia entre el partido y el gobierno […] De ahí
que un elemento clave de la reforma del pri será redefinir
las relaciones entre el presidente de la república y el partido.
Ello no implica y no implicará una ruptura, sino una sana y
clara distancia que permita al pri fortalecer sus tareas y su
capacidad como interlocutor legítimo de la sociedad ante el
gobierno.7

La intención era clara: Zedillo atendería la promesa que realizó ape-


nas unos días pasada la elección; se convertiría en un miembro más
del pri que no intervendría en su vida interna. El pri, por su lado,
pagó el desprecio con un candado en los estatutos para que los “tec-
nócratas” no accedieran tan fácilmente al poder a través de sus filas.
Eduardo de la Torre Jaramillo recuerda:

En la XVII Asamblea Nacional del PRI (1996) se implemen-


taron los candados para los famosos tecnócratas, reformando
estatutos para ser candidato a un puesto de elección popular

7
Extracto publicado en el diario La Jornada el 11 de septiembre de 1994 y consultado en Mirón
(1995).

26
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

en el Poder Ejecutivo federal y estatal, particularmente en el


artículo 144, inciso X, que a la letra dice “Para los casos de
Presidente de la República y gobernador se requerirá acredi-
tar la calidad de cuadro, dirigentes que haber tenido puesto
de elección popular a través del partido, así como diez años
de militancia partidista (sic)” (2015).

Esta ruptura provocó un cisma en el sistema político, pues la históri-


ca relación influía en ambos sentidos: el partido influía en el gobier-
no, pero el gobierno influía y controlaba al partido. Mirón y Valverde
(1995) ubican específicamente tres ámbitos: a) favores que los minis-
tros y autoridades electorales hacen a los partidos; b) instrumenta-
ción y aprobación de política pública y; c) selección de miembros o
nominaciones.
Sin esto, llegó una dura crisis de gobernabilidad que resultó en
el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas para la Jefatura de Gobierno del
Distrito Federal, además de la pérdida de la mayoría en la Cámara
de Diputados. Esta pugna representó, además, el fin del presidencia-
lismo priista, pues la elección del año 2000 fue un rotundo triunfo
para el pan.
Veinte años después del disruptivo mensaje, la esperanza del
priismo renació gracias a un presidente que históricamente militó
en el partido y que además ganó las elecciones con un amplio mar-
gen, apoyado por una poderosa estrategia mediática y una gestión
suficientemente notoria como gobernador del Estado de México.
Enrique Peña Nieto, heredero político de dinastías históricas
como los Hank, Montiel y Del Mazo, asistió al 85 aniversario del
partido. En el Comité Ejecutivo Nacional, refrendó su convicción
como militante del pri y su orgullo por ser priista.
Frente a la dirigencia nacional, gobernadores, legisladores, diri-
gentes de sectores y organizaciones e integrantes del gabinete, Peña
Nieto inauguró la época de la sana cercanía, de la que tanto se bene-
fició el partido desde sus orígenes, en 1929, como Partido Nacional
Revolucionario.
Dice Carlos Ramírez (2016) al respecto: “el pri apunta a la res-
tauración del viejo régimen, aunque ese viejo régimen carezca de

27
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

aquella sociedad del pasado dominada por el pensamiento histórico


como hegemonía cultural de que el pri representaba la historia”.
La nueva relación se condujo con talento y experiencia bajo la
batuta de otro mexiquense de venas priistas al frente del partido:
César Camacho Quiroz, quien, junto con un equipo fuertemente
comprometido en el cen, vio cómo desmoronaban avances y logros
en años posteriores. El priismo llegaba al sótano y se tropezó con
una de sus más grandes zancadillas durante la dirigencia de Enrique
Ochoa Reza.
De naturaleza tecnócrata —justo esa que quisieron expulsar en
el sexenio de Ernesto Zedillo—, Ochoa dirigió en 2017 la reforma a
los estatutos para eliminar el candado histórico y permitir el acceso a
las candidaturas de ciertos personajes afines al grupo del presidente,
sin contar con la probada experiencia y trabajo partidista.
Después del lamentable resultado de la elección del 1 de julio
de 2018, pareció bastante obvio el error: la “sana cercanía” se tradujo
en el secuestro de las instancias de decisión y operación partidista.
La designación de candidatos recayó en una cúpula aprobada por el
presidente y sus cercanos consejeros. Los tres secretarios de Estado
“superpoderosos”8 controlaron gran parte de la estructura partidista,
aun cuando sólo Osorio Chong tenía la probada militancia, así como
la capacidad real y manifiesta en su encargo.
Los priistas, a lo largo y ancho del país, alegaron sentirse en la
orfandad política. Los aplausos ya no llegaban. Las ovaciones deja-
ron de ser estruendosas. El presidente dejó de ser nombrado en las
asambleas estatales. Los militantes históricos, ofendidos por haber
caído en el olvido, migraron a otros institutos políticos, junto con
sus activos y apoyos. Así, el presidente lapidó el gran bono político y
social que obtuvo en la elección de 2012.
Tras el fatídico 1 de julio, el fantasma de la ruptura entre el Ejecu-
tivo Federal y el Comité Ejecutivo Nacional tricolor volvió a rondar los
sueños del priismo. Pero, en esta ocasión, el origen era inverso.

8
Miguel Ángel Osorio Chong al frente de Secretaría de Gobernación; Aurelio Nuño Mayer al
frente de Secretaría de Educación Pública; y Luis Videgaray Caso, quien inició como secretario
de Hacienda y concluyó el sexenio al frente de Relaciones Exteriores.

28
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Militantes disidentes, como los miembros de la “corriente de-


mocrática” del pri, dirigidos por los oaxaqueños, Ulises Ruíz y César
Augusto Santiago, tomaron posturas radicales para culpar directa-
mente a Enrique Peña Nieto de la grave derrota. De tal modo, exigie-
ron la renuncia de toda la dirigencia partidista afín al grupo mexi-
quense que el presidente representaba.
Otros, como el ex senador de Jalisco Jesús Casillas, culparon
únicamente a Enrique Ochoa Reza, quien enfrentó una campaña de
rechazo cuando, antes de tomar protesta como diputado en la LXIV
Legislatura, surgió una ola de reclamos para que cediera el lugar, plu-
rinominal, que se le había garantizado por operar siempre bajo las
instrucciones presidenciales.
Aunque sin un rumbo homogéneo, la respuesta del priismo en
todos los niveles era similar: alejarse de la imagen presidencial, que
sólo trajo efectos negativos para las campañas. Asimismo, intentar
reagruparse en torno a una difuminada estructura ideológica con
base en desconocidos esquemas, emanados de olvidados principios.
Aún con esa acción, en ocasiones ingrata, estábamos muy cortos de
vista para observar con objetividad el gran problema.

1.5 Condenar los excesos


A los graves problemas de la patria había aún que sumar el tema
más incómodo para muchos: los excesos que marcaron la pauta de
ataques en lo que sería un sexenio constantemente bombardeado. El
más memorable podría ser el de “La Casa Blanca”.
Justo en medio de la crisis provocada por el caso de Ayotzinapa,
a principios de noviembre de 2014, se dio a conocer un reportaje
extenso acerca de una residencia valuada en 7.5 millones de dóla-
res, a nombre de la primera dama, Angélica Rivera. La propiedad,
construida por Grupo Higa, parecía ser la muestra clara de enrique-
cimiento ilícito. En un acto que sembró sentimientos encontrados
entre los mexicanos, Angélica Rivera dio la cara y explicó la prove-
niencia de los fondos que compraron esa propiedad.
Por este acontecimiento, renació la Secretaría de la Función Pú-
blica, pues el Gobierno necesitó demostrar que se contaba con los

29
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

mecanismos para realizar la investigación conducente y determinar


si existía conflicto de interés o acto de corrupción. Pero, si el renaci-
miento de esta dependencia podría ser considerado un acierto, no lo
fue el nombramiento de su titular. Virgilio Andrade Caballero, ami-
go cercano del presidente y el grupo priista mexiquense, fue el encar-
gado de conducir las investigaciones que terminaron exonerando de
cualquier conflicto a la familia presidencial.
El 10 de noviembre de 2014, año de la crisis de Ayotzinapa y la
Casa Blanca, el señor presidente viajó a China para participar en el
Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (apec), así como a
Australia, a la Cumbre de los Líderes del Grupo de los 20, en medio
de la percepción colectiva de corrupción e impunidad.
El 1 de marzo de 2016, viajó por tres días a Gran Bretaña, con el
objetivo de buscar una serie de acuerdos comerciales, turísticos, de
salud, seguridad y educación. Para ello, fue acompañado no sólo de
una gran comitiva y su esposa, sino de su hermana, su cuñada y los
seis hijos del matrimonio. En total, según algunos estimados, Peña
Nieto viajó a Londres con 400 personas, 200 de las cuales abordaron
el avión presidencial.
El 11 de julio de 2016, por mencionar un suceso más, el presi-
dente inició una gira de trabajo en Francia, durante la cual firmaría
más de 60 acuerdos bilaterales y reforzaría la invitación que la na-
ción europea hizo a México para participar en el Día Nacional del
país galo. Poco antes de aterrizar, el equipo presidencial recibió la
noticia de la fuga del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán,
considerado objetivo prioritario. Ante esto, Enrique Peña Nieto se
quedó en Francia y sólo su secretario de Gobernación regresó a aten-
der la emergencia.
Si los contrincantes y críticos del sistema consideraron que los
viajes estuvieron plagados de excesos, también lo hicieron sobre las
adquisiciones “en pro de la seguridad presidencial”. A principios de
febrero de 2016, aterrizó en el hangar presidencial el avión “José Ma-
ría Morelos y Pavón”, una aeronave Boeing considerada como la más
cara de entre todos los mandatarios en el mundo.
Al costo final, calculado en 7500 millones de dólares, se añadie-
ron otros 600 000 pesos para ampliar y modernizar el hangar y las

30
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

instalaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.


La Secretaría de Hacienda reportó que para cubrir su costo, se pagan
cuotas por arrendamiento de 500 millones de pesos anuales, com-
prometidas hasta 2027.
Aunque la figura presidencial fue altamente criticada por las ac-
ciones personales de su titular, al descontento hubo que agregar el
cúmulo de personajes incómodos que dañaban al propio presidente
con su actuar público.

Emilio Lozoya Austin


Enrique Peña Nieto colocó a uno de sus más cercanos colaborado-
res para la dirigencia de Petróleos Mexicanos: Emilio Lozoya Austin,
quien trabajó como encargado de asuntos internacionales durante la
campaña electoral de 2012 y en el equipo de transición.
El economista del itam, con maestría en Harvard, fue señalado
como corrupto luego de que se dieran a conocer en 2015 audios don-
de el presidente del Consejo de ohl México le solicitó contactos para
ganar una licitación. Pero el caso más escandaloso es el de la empresa
brasileña Odebrecht.
En un caso sin precedentes a nivel mundial, funcionarios de
esta compañía aceptaron haber entregado sobornos a distintos pre-
sidentes e integrantes de las Administraciones Públicas Federales, a
cambio de contratos y beneficios en diversos países.
En supuestas declaraciones conocidas por tribunales interna-
cionales, Emilio Lozoya fue señalado como uno de los eslabones
de la red en México, quien recibió sobornos a cambio de contratos.
Mientras en otras naciones los presidentes eran juzgados por co-
rrupción, en México, nunca se realizó acción alguna contra Lozoya,
y mucho menos contra Peña Nieto.

David Korenfield
Quien fuera el titular de la Secretaría de Agua y Obra Pública, du-
rante el paso de Enrique Peña Nieto como gobernador del Estado de

31
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

México, recibió el encargo de dirigir la Comisión Nacional del Agua


desde el 1 de diciembre de 2012.
En 2015, David Korenfield tuvo que renunciar a su cargo luego
de que un diario de circulación nacional exhibiera que utilizó un he-
licóptero oficial para traslados personales durante los tres años desde
que inició la Administración, con gastos millonarios a cargo del erario.

Gerardo Ruíz Esparza


La relevancia de la reforma en telecomunicaciones para el sexenio de
Peña Nieto lo llevó a colocar a uno de sus más cercanos mentores en
el grupo Atlacomulco al frente de la Secretaría de Comunicaciones y
Transportes, Gerardo Ruíz Esparza.
Intocable e inamovible, al secretario le cuestionaron por su-
puestos escándalos en materia de corrupción a lo largo del sexenio,
sin que recibiera siquiera un llamado de atención.
En 2015, grabaciones que salieron a la luz lo evidenciaron acep-
tando el pago de vacaciones a cambio de información privilegiada
para participar en licitaciones. Su Secretaría se encargó del reparto
de televisores digitales gratuitos para abonar a la transición digital en
el país, acto que estuvo lleno de irregularidades y fue usado abierta-
mente de manera clientelar.
El tren México-Toluca tuvo un sobrecosto de casi 400 % y no
logró terminarse en el sexenio. Por mencionar una más, en 2017, un
socavón acabó con la vida de dos personas que conducían sobre la
recientemente inaugurada obra del Paso Exprés hacia Cuernavaca.

Luis Videgaray
El personaje más escandaloso y al que la prensa nacional calificó
como el alter ego del presidente, Luis Videgaray, inició el sexenio
como titular de la poderosa Secretaría de Hacienda y Crédito Públi-
co. Desde ahí, se gestó la reforma fiscal que ha sido señalada por pro-
pios y extraños como depredadora y altamente recaudatoria, pues ha
puesto trabas al emprendedurismo y la creación de nuevas micro y
pequeñas empresas.

32
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Luis Videgaray fue ubicado como uno de los tres cerebros del
Gobierno federal. Su poder llegó más allá de Hacienda y llegó a tener
tanta influencia en Enrique Peña Nieto que incluso tuvo margen de
actuación dentro de la vida interna del pri. Después del escándalo de
la Casa Blanca, se supo que el mismo grupo constructor “vendió” tam-
bién a Videgaray una casa de elevado costo en el pueblo de Malinalco.
Por iniciativa de él, el Gobierno de la República invitó al enton-
ces candidato a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump,
rompiendo la tersa relación con el aún presidente Barack Obama y
colocando a México en el ojo del huracán. La opinión pública conde-
nó esto como un ofrecimiento burdo de la soberanía nacional hacia
un candidato que basó su campaña en insultar y denostar. Ello hizo
que Luis Videgaray renunciara a su cargo en Hacienda.
Sin embargo, personaje tan imprescindible para el presidente,
Videgaray fue colocado después al mando de la Secretaría de Rela-
ciones Exteriores, donde, según él mismo, “llegó a aprender”.
Intentamos mostrar, con unos pocos ejemplos, que el gobierno
tuvo un rumbo erróneo, plagado de excesos y personajes incómodos.
A los casos aquí mencionados podemos sumar muchos otros, como
el de la hija del entonces titular de la Profeco, Humberto Benítez
Treviño; o el de Alfredo Castillo, al frente de la Conade cuando, en
2016, México tuvo uno de los peores desempeños en juegos olímpi-
cos, mientras él se paseaba por Río de Janeiro.
Con esto, raro hubiera sido que la estructura partidista se man-
tuviera enteramente leal y comprometida. Los excesos eran notorios.
La condena fue inminente. El resultado, evidente.

1.6 La tan invocada y necesaria autocrítica


Corría el año de 1984, recién celebrado el 55 Aniversario del Partido
Revolucionario Institucional. Miguel de la Madrid, presidente electo
en 1982, prometió como resultado de la transición democrática que
iniciara en 1976, un proceso de democratización no sólo nacional,
sino de la vida partidaria en general.
En la Plaza de la República del entonces Distrito Federal, Adolfo
Lugo Verduzco, director del pri en ese momento, ante el presidente

33
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

de la república y cerca de 75 000 priistas, anunció una consulta po-


pular sin precedentes para instaurar proceso de democracia interna:

En algunos casos la integración de cuadros dirigentes, así


como la selección de candidatos, se han realizado median-
te procedimientos que no reflejan la voluntad de las bases.
Hagamos un reconocimiento autocrítico de las fallas en que
a veces incurrimos, por seleccionar a quienes no están com-
prometidos cabalmente con nuestra ideología y con nuestro
programa de acción Las consecuencias de este proceder se
manifiestan en el distanciamiento entre militantes y dirigen-
tes, en la impopularidad de los candidatos, en la irritación
del electorado y el descrédito del partido (1984).9

A quince meses de iniciado el sexenio, las voces que clamaban pro-


cesos más abiertos de participación y entrada en el sistema político
iban más allá de las que emanaban los partidos de oposición. Mili-
tantes priistas de todo el país decidieron unir voces para expresarse
en contra del “dedazo” en la designación de candidatos a presidentes
municipales.
Efraín Zúñiga, diputado representante de la cnc, exigía la de-
mocratización. Arturo Romo, senador emanado de las filas de la
ctm, condenó la presencia de “empresarios” que dominaban las es-
tructuras internas del pri. La presión fue tal que el secretario general,
Mario Vargas Saldaña, renunció.
La reunión de representantes no se hizo esperar. El Comité Eje-
cutivo Nacional sufrió sustituciones importantes. El primer paso es-
taba dado. Pero más tardó alcanzar un consenso que lo que logró
durar. El pri regresó a sus métodos de decisión cupular y estructuras
altamente verticales, lo cual canceló por completo cualquier intento
de reorganización interna. De tal modo, quedó mucho más alejado
un reacomodo nacional.

9
“El pri anuncia su democratización y cambia funcionarios con viejos métodos”. En Proceso
10 de marzo de 1984.

34
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Cuando, en 1988, Carlos Salinas de Gortari asumió la Presiden-


cia de la República, habló con insistencia sobre la democratización
del pri y la necesidad de separarlo del Gobierno. La consulta sobre
la que se construyó este proceso, con Luis Donaldo Colosio como
presidente del Partido, fue meramente estética, pues no rozó la de-
signación de candidaturas a diputados, senadores, gobernadores y
mucho menos al Ejecutivo Federal.
La gran transformación, suscitada en 1992, resultó en la mo-
dificación ideológica del pri, que sustituyó al nacionalismo revolu-
cionario que había marcado al partido desde sus orígenes en 1929,
por el liberalismo social. Esto tuvo como fin permitir el acceso a los
empresarios de manera formal, así como un acercamiento real con
la jerarquía eclesiástica, para, en la práctica, volverlo un operador
electoral del presidente en turno.
La autocrítica llegó de la mano de Luis Donaldo Colosio, primer
candidato presidencial con experiencia real en la política electoral.
Quien fuera dirigente nacional del pri, sentenció en Lomas Taurinas
el 6 de marzo de 1994:

Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se en-


cuentra en una excesiva concentración del poder. Concen-
tración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al
monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Refor-
mar el poder significa un presidencialismo sujeto estricta-
mente a los límites constitucionales de su origen republicano
y democrático.
Reformar el poder significa fortalecer y respetar las atri-
buciones del Congreso Federal. Reformar el poder significa
hacer del sistema de impartición de justicia, una instancia
independiente de la máxima respetabilidad y certidumbre
entre las instituciones de la República. Reformar el poder
significa llevar el gobierno a las comunidades, a través de
un nuevo federalismo. Significa también nuevos métodos de
administración para que cada ciudadano obtenga respues-
tas eficientes y oportunas cuando requiere servicios, cuando

35
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

plantea sus problemas, o cuando sueña con horizontes más


cercanos a las manos de sus hijos (Rentería, 2017).10

Desafortunadamente, el cambio nunca llegó. Como se verá más ade-


lante, su suplente, Ernesto Zedillo Ponce de León, operó política-
mente para, más allá de transformar al Partido en una institución
adecuada para el fin del siglo xx, acotarlo al máximo y alejarlo del
poder público. Y, así, en 2000, el pri sufrió su más grande derrota,
cuando Vicente Fox Quezada logró llevar al pan a la Presidencia de
la República.
Durante las elecciones de julio del 2006, el Partido Revolucio-
nario Institucional sufrió su segunda derrota en una contienda por
la Presidencia. Por ello, en medio de profundas divisiones internas,
tuvo que ajustar sus mecanismos internos de toma de decisiones,
bajo la presión que su nueva derrota les trajo.
La autocrítica resultó en el surgimiento de un nuevo coto de po-
der priista. Los gobernadores se alinearon, durante el proceso electo-
ral 2005-2006, en distintos grupos para apoyar a tal o cual candidato.
Después de la derrota de Roberto Madrazo, quienes estuvieran supe-
ditados a las decisiones del cen adquirieron poder particular en su
territorio, volviéndose la fuerza decisoria de facto.
Fue tal el impacto del evento que Enrique Peña Nieto, triun-
fador de la elección en 2012 con un amplio margen de ventaja, fue
antes gobernador del Estado de México. Lo cierto es que el triun-
fo electoral de 2012 llevó al poder a un grupo de priistas que fue-
ron completamente omisos a cualquier fallo, justificando todos sus
errores en presiones internacionales e inestabilidad natural para los
tiempos de cambio.
El pri se volvió ciego y sordo ante los reclamos y exigencias
de una militancia que, confiada en que el triunfo de 2012 devolve-
ría a su gran esplendor al partido, se dio cuenta de que los espacios
de participación se habían cerrado todavía más que en la década de

10
Último discurso de Luis Donaldo Colosio declamado en Lomas Taurinas, Tijuana, el 6
de marzo de 1994. Consultado en http://codiceenlinea.com/2017/03/23/veo-mexico-ham-
bre-sed-justicia-discurso-colosio-a-23-anos-asesinato/

36
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

1980. Los priistas de las entidades federativas se sintieron en la orfan-


dad. Las decisiones del cen eran y operaban única y exclusivamente
para beneplácito de algunos.
El 4 de septiembre de 2016, Javier Guerrero, priista de amplia
trayectoria y entonces diputado federal por la LXIII Legislatura en el
estado de Coahuila, afirmaba que el pri necesitaba recuperar el dis-
curso de autocrítica que lo caracterizaba, para reconocer las fallas de
los gobiernos y admitir los problemas que aquejan a la ciudadanía.11
Priistas de muchas batallas, como la entonces también diputa-
da de Yucatán, Ivonne Ortega, clamaban por una revisión de las es-
tructuras internas y métodos de elección de candidatos, así como los
procesos para determinar las demandas ciudadanas. Un año antes de
la gran derrota electoral de 2018, ambos, junto con muchos otros, ya
se habían distanciado ante la cerrazón y el desencanto.
Aproximadamente a la mitad de la campaña electoral de 2018,
el pri aceptó, finalmente, que algo no iba bien. El 3 de mayo de 2018,
Enrique Ochoa Reza, quien dirigió al Partido con nula experiencia
electoral, pero fungió como pieza clave del círculo cercano de Enri-
que Peña Nieto, asumió que el partido necesitaba un golpe de timón.
La campaña presidencial de José Antonio Meade no tenía el im-
pacto esperado y el voto duro tricolor no se hacía presente. Luego de
especular sobre quién ocuparía el lugar, en el cual se mencionaba a
experimentados priistas —como el entonces coordinador de los Se-
nadores, Emilio Gamboa, o al mismo Miguel Ángel Osorio Chong—,
llegó al cen el experimentado René Juárez Cisneros, quien fue go-
bernador de Guerrero en el periodo de 1999 a 2005. Además, ocupó
un escaño en el Senado de la República de 2012 a octubre de 2016,
cuando fue nombrado subsecretario de Gobierno de la Secretaría de
Gobernación.
A pesar de un enorme esfuerzo, el camino no se pudo corregir y
llegó la derrota más significativa del pri en una elección presidencial.
René Juárez convocó a una reflexión profunda, para “construir un

Cfr. “El pri debe ser autocrítico”. En El Siglo de Torreón. https://www.elsiglodetorreon.com.


11

mx/noticia/1259354.el-pri-debe-ser-autocritico.html

37
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

nuevo partido más democrático, en el que se respete a la militancia


y los líderes y candidatos”.
Como resultado de esta inquietud, por instrucción de Claudia
Ruíz Massieu —quien sucedió a Juárez Cisneros en el cargo—, se
creó la Comisión de Diagnóstico, integrada por militantes de todo el
país, para analizar las causas de la derrota.
El camino parecía ser el correcto. El resultado, depende única y
exclusivamente de la disposición que muestre la cúpula partidista a
una transformación real. No obstante, con los perfiles que pasaron
a ocupar delegaciones y secretaría general del cen, ésta se avizora
muy lejana.

1.7 La historia de algunas de nuestras derrotas


Hay que decirlo: hasta finales de la década de 1970, las elecciones
en México se celebraban de manera regular y periódica no como un
mecanismo para la alternancia o la participación democrática, sino
como una mascarada para cubrir la negociación de espacios en el
poder público y las prebendas entre grupos de poder.
La época electoral representó durante muchas décadas el anun-
cio del grupo de funcionarios en ejercicio cuyo tiempo en el aparato
burocrático estaba por terminar. Con el nuevo presidente, siempre
emanado de las filas del pri, llegaba también un nuevo equipo.
En los estados de la república, la situación era sumamente simi-
lar. Los gobernadores circulaban de manera sistemática del cacicaz-
go efectivo al ejercicio del poder público y, después, a cualquier otra
posición que les permitiera mantener un nivel y estilo cómodo de
vida, sin mayor preocupación.
Según Francisco Reveles, el problema del pri es que más que
un partido político, el Revolucionario Institucional fue un pilar del
régimen; desde la posrevolución tuvo tintes de autoritarismo, en-
cumbrado en un sistema electoral no competitivo y un sistema de
partidos dominado por uno hegemónico. Al nacer como partido del
poder y en el poder, su principal objetivo siempre fue mantenerlo
(2003).

38
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

1988
Para el año de 1986, una década después del legendario discurso de
Jesús Reyes Heroles sobre la necesidad de apertura hacia un sistema
democrático y competitivo, el pri vivía una crisis más, por la desig-
nación de candidatos y el acceso al poder público.
Abundaba la efervescencia política como producto de una fuer-
te crisis económica y el cuestionable actuar del presidente Miguel de
la Madrid, luego del sismo que destruyó gran parte de la capital del
país, el 19 de septiembre de 1985.
En 1987, un año antes de la elección, en uno de sus muchos in-
tentos de autocrítica, el Revolucionario Institucional propuso nuevos
esquemas para la designación de candidaturas. Esto fue resultado de
la legislación electoral aprobada un año antes y que, supuestamen-
te, significaría un importante avance hacia el proceso de apertura y
democratización.
La Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos
Electorales, elaborada por la Secretaría de Gobernación que dirigía
Manuel Bartlett bajo un supuesto consenso entre partidos políticos
nacionales, asociaciones, organizaciones, instituciones y ciudadanos,
incrementó la representación proporcional en la Cámara de Diputa-
dos en 100 legisladores más, además del establecimiento de un míni-
mo de 1.5 % de la votación válida emitida para acceder a ésta.
El 12 de febrero de 1987, se expidió de manera complementaria
el nuevo Código Federal Electoral, el cual estableció el principio de
financiamiento público a partidos políticos, con base en la cantidad
de votos y escaños alcanzados. Éste facilitó la conformación de coa-
liciones y cambió la conformación de la  Comisión Federal Electo-
ral (cfe). Ésta seguiría integrada por el secretario de Gobernación
—que además fungía como su presidente— y representantes del Con-
greso de la Unión, así como representantes de partidos políticos.
Los puestos correspondientes a cada partido, por lo tanto, eran
más y variados, incluyendo aquellos que permitían alcanzar una cu-
rul o escaño sin realizar campaña.
Por su parte, las políticas económicas calificadas como neo-
liberales, que impulsó el gobierno del presidente De la Madrid,

39
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

provocaron el descontento de miles de militantes que no fueron omi-


sos a la altísima inflación y los reclamos ciudadanos por un cambio
en el manejo de la economía.
El problema principal es que la democratización tan anhelada
dentro del pri nunca llegó. La corriente de izquierda, liderada por
notables como Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio
Muñoz Ledo, vio bloqueadas sus esperanzas en el escenario de la
designación de nuevo candidato.
Se aludió a una supuesta falta de consenso en esta designación,
lo cual provocó que Cuauhtémoc Cárdenas, junto con su corriente
democrática, fuera expulsado del partido y encumbrado como la fi-
gura idónea para cohesionar a todas las expresiones políticas afines
con la izquierda.
El 12 de enero de 1988, con el apoyo del exdirigente nacional
priista, Porfirio Muñoz Ledo, Cárdenas anunciaba la conformación
del Frente Democrático Nacional, plataforma común de izquierda
que devino en un instrumento político histórico electoral, a nivel
nacional y regional, para definir alianzas y convergencias básicas.
Las elecciones, llevadas a cabo el 6 de julio, se dieron en una
jornada llena de señalamientos por irregularidades. El sistema de
conteo de votos electrónico sufrió una “caída” que impidió adelantar
los resultados, como tradicionalmente se había realizado.
A pesar de que la percepción social generalizada era una com-
petencia extremadamente cerrada entre Cárdenas y Salinas, con lige-
ra ventaja del primero, los resultados finales fueron diametralmente
opuestos. El pri obtuvo 48.7 % de la votación emitida, contra 29.9 %
de Cuauhtémoc Cárdenas (1989).12 En el Senado de la República, ob-
tuvo 60 de los 64 escaños y, en Cámara de Diputados, ganó 260 de
las 500 curules.
El sexto informe de gobierno de Miguel de la Madrid se de-
sarrolló en medio de múltiples actos de protesta de gran cantidad
de legisladores de oposición. Carlos Salinas de Gortari fue investido
presidente en una ceremonia durante la cual los legisladores de la

12
Proceso Electoral Federal, Comisión Federal Electoral, Secretaría Técnica, 1989, pp. 118 y
119

40
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

oposición declararon que ello carecía de legitimidad porque era con-


secuencia de una sucesión de actos ilegales. En ambas ocasiones, la
mayor parte de la bancada parlamentaria de los partidos que postu-
laron a Cuauhtémoc Cárdenas se retiró del recinto.
Lo cierto es que el nunca antes vivido número de derrotas de
candidatos priistas en distritos uninominales dañó la maquinaria
electoral del pri, al descubrir que también podía ser derrotado. Se
acrecentó el fantasma de una derrota que los alejara del poder pú-
blico, cuando en su discurso de victoria, Carlos Salinas de Gortari
celebró el fin de la época del Partido Único. La suerte estaba echada.

1997
Cuando Ernesto Zedillo ganó la elección de 1994, no fue exactamen-
te resultado de la poderosa maquinaria electoral del pri ni mucho
menos de la orientación ideológica o el compromiso de la base mili-
tante con un programa de gobierno y un plan de acción determinado.
El domingo 21 de agosto de 1994, el triunfo del Revoluciona-
rio Institucional en la elección Presidencial también vivió severos
cuestionamientos y anomalías que comenzaron con el asesinato del
primer candidato presidencial del pri, Luis Donaldo Colosio.
Luego de que Zedillo surgiera como “bateador emergente”, el
12 de mayo del mismo año, con Cuauhtémoc Cárdenas representan-
do al recientemente creador y Diego Fernández de Cevallos, como
abanderado del histórico opositor pan, se llevó a cabo un debate pre-
sidencial en el que este último arrasó a sus contrincantes y se perfiló
como el eventual triunfador. Aún sin explicación, el panista se reple-
gó y desapareció prácticamente por completo de la escena pública,
allanando el camino para el priista.
El surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(ezln) —el 1 de enero de 1994—, como resultado de la búsqueda
de la defensa de derechos colectivos e individuales para los pueblos
indígenas y la resistencia al neoliberalismo globalizador, marcó el
año con una declaración formal de guerra y el reconocimiento de
la suma de todos los movimientos guerrilleros que se gestaron en
México, desde la década de 1970.

41
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Así, entre irregularidades, descontento generalizado, crisis eco-


nómica, la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte y una sociedad civil más propicia a la participación y la
oposición, el miedo y la violencia fueron quizás los determinantes
más relevantes que llevaron al pri a la Presidencia, una vez más.
Durante 9 años, desde la elección de Carlos Salinas, México vi-
vió una transformación acelerada que resultó en el desprendimiento
de grupos sociales y dirigentes del partido, así como una revolución
socioeconómica impulsada por la globalización que se tradujo en la
configuración de nuevos actores políticos y partidos.
La creciente competencia electoral y el neoliberalismo de cua-
dernillo que México aplicó dictado por las instituciones financieras
internacionales para resolver la crisis de 1994, así como el descon-
tento con el Fobaproa, enmarcaron la ruptura definitiva que Zedillo
hizo con el partido en el discurso donde propugnó por la “sana dis-
tancia entre el presidente y el partido”.
Así, 1997, año de elecciones intermedias, fue también un año
lleno de sorpresas para el pri. Divisiones internas —resultado de la
verticalidad en la toma de decisiones—; las cláusulas para escindir
a los tecnócratas del círculo cercano de Zedillo a las candidaturas y
órganos de dirigencia del partido; y la aparición por primera vez de
candidatos en los medios de comunicación resultaron en una par-
ticipación política sin precedente. Asimismo, condujeron a una de
las derrotas más significativas del pri, que anunciaba lo que vendría
para el año 2000.
Con el propósito de ser más competitivo electoralmente, el pri
estableció mecanismos abiertos de selección de candidatos en aque-
llos lugares y distritos donde la presencia de partidos opositores era
mayor. Para la elección en el Distrito Federal —que gracias a una
reforma política elegiría por primera vez a su jefe de Gobierno—, se
realizó un proceso de contienda interna en el cual resultó triunfador
Alfredo del Mazo. Se hizo lo mismo para los estados de Colima, Que-
rétaro, Nuevo León y Sonora.
La campaña del pri se centró en ofrecer la apertura de espacios
a la ciudadanía, para hacer material la reforma política, con las ban-
deras de impulso al federalismo, salud y combate a la pobreza.

42
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La presión de la creciente oposición era tal que el mismo Zedi-


llo, creador de la sana distancia, volvió a intervenir para darle mar-
gen de oportunidad al partido, asumiendo como discurso del Ejecu-
tivo Federal la lucha contra los partidos de oposición y reafirmando
el compromiso por buscar mayorías en el Congreso: “No me privaré
de mi derecho a todos los partidos políticos, sin excepción, que es
su responsabilidad decirle al pueblo con toda claridad las propuestas
y los medios para lograr lo que prometen, decirles qué, pero tam-
bién decirles cómo”, expresó en lo que claramente parecía un acto
de campaña.
Pero, si el presidente de la república tomó parte en la contienda
electoral, el papel fundamental lo jugó Humberto Roque Villanueva,
dirigente nacional del pri. Tras declarar la guerra, tanto a la derecha
como a la izquierda, Roque centró su operación política en criticar
duramente a los partidos de oposición y denostar sus propuestas.
Roque alegaba que el pri estaba hecho para permanecer en el
poder, se rodeó de cálculos para indicar que ni las gubernaturas, ni
las alcaldías ni las curules peligraban. Nada más lejano de las crasas
derrotas que sufrió un partido distante de la militancia y omiso a los
errores. Perdió así las gubernaturas en Nuevo León, Distrito Federal
y Querétaro.

La crisis del nuevo siglo


Tres años después de la gran derrota del pri en las elecciones inter-
medias, donde perdió la mayoría en el Congreso de la Unión, el país
seguía sufriendo la crisis económica de 1994, así como las medidas
de austeridad implementadas para responder a ellas.
La dirigente nacional, Dulce María Sauri Riancho, reconoció
que “El pri resintió los daños y nunca hubo compensación política.
La impopularidad de las medidas entre la población, en especial en-
tre la clase media urbana”. A la pregunta de por qué perdió el pri, se
pueden dar varias respuestas.
El desempeño de los candidatos fue muy por debajo de lo que se
esperaba para unas elecciones altamente competitivas, con presencia
cada vez más fuerte de partidos políticos de oposición. Francisco

43
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Labastida, candidato presidencial del pri, prefirió dejar que Vicente


Fox se ahorcara con sus propias declaraciones que realizar una cam-
paña activa, alegando que la ciudadanía terminaría por darse cuenta
de que su contendiente no era un candidato competente.
El candidato tricolor representaba además la continuidad de la
política económica dictada por los organismos internacionales pero
ejercida desde un punto de vista proteccionista, digno de la década de
1970. Fox, por su parte, recurrió a un lenguaje “bravucón y desenfa-
dado” y se convirtió en el personaje más atractivo de la arena política.
La suma de esfuerzos que condujo a Cárdenas a la candidatura
presidencial en 1988 se materializó en 2000, cuando todos aquellos
descontentos con el pri se unieron bajo la sombra del candidato pa-
nista. Pero el error más grande fue consecuencia de lo que en 1997
llevó a perder gubernaturas y mayorías legislativas: la famosísima
falta de unidad.

2006
La última gran crisis, antes de la de 2018, ocurrió seis años después
de la alternancia en la Presidencia de la República. La elección rea-
lizada el domingo 2 de julio de 2006 le dio al candidato presidencial
priista, Roberto Madrazo Pintado, la menor votación efectiva jamás
recibida por un candidato del pri: 22.03 % de los votos válidos emi-
tidos. Esto a pesar de haber ido en alianza con el Partido Verde Eco-
logista de México.
En el Senado, la coalición logró sólo 39 de los 128 escaños y, en
la Cámara de Diputados, 121 de las 500 curules, de los cuales 103
fueron del pri y 18 del Verde Ecologista. Nuevamente, la escisión
interna provocó un gran caos que impidió homogeneidad en los pro-
cesos y la operación política. Por ello, el resultado fue eco de lo que
se había gestado desde 1994.
Para la elección de candidato, se vivió un proceso de pugna in-
terna sin igual. El entonces presidente del Partido, Roberto Madrazo
Pintado, operó desde esa posición abiertamente, para conseguir la
candidatura presidencial. Así, dispuso de la estructura, apoyos y re-
cursos sin contrapeso.

44
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Por otro lado, el grupo conocido como unidad democráti-


ca, formado por exgobernadores y militantes de gran base social,
como Arturo Montiel Rojas,  Tomás Yarrington,  Enrique Martínez
y Martínez,  Enrique Jackson,  Manuel Ángel Núñez Soto,  Eduardo
Bours, Miguel Alemán Velasco y José Natividad González Parás, se
manifestaron abiertamente en contra del “secuestro” de la estructura
priista. Con Montiel a la cabeza, buscaron participar como una alter-
nativa para la elección de candidatos.
A eso habría que sumar la diferencia que Madrazo tuvo con
quien fuera su secretaria general, Elba Esther Gordillo. Ello resultó
en la separación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Edu-
cación del pri para formar un nuevo partido (Nueva Alianza), que
utilizó todo su capital político y recursos humanos para trabajar en
favor del candidato panista, Felipe Calderón Hinojosa.
Así, un día después de la elección, Mariano Palacios Alcocer, en-
tonces dirigente nacional, aceptó la derrota y asumió estar al frente
de un partido que estaba hecho pedazos.

1.8 La gran diferencia respecto a la actualidad


Si bien la elección de 2018 ha sido la más grave que ha sufrido el
Partido Revolucionario Institucional, a lo largo de su extensa histo-
ria, no es la única. Los años 2000 y 2006 son experiencias que vale la
pena recordar.
Como ya comentamos, hay muchas similitudes que bien po-
drían resumirse como una falta grave de unidad interna y la pésima
elección del candidato presidencial. No obstante, sostenemos que,
aunque el resultado es el mismo, el quid es completamente distinto.
La elección de 2018 estuvo plagada de nuevos factores. Quizás
fue producto de una sociedad cada vez más dinámica y la apertura
democrática. Sin embargo, esta última ha resultado en un multipar-
tidismo que puede rayar en lo absurdo, con pocas fuerzas políticas
válidas y un cúmulo de instituciones políticas que orbitan a su alre-
dedor, en espera de adquirir apoyos.
2018 fue el año en que la crisis de los partidos políticos se acen-
tuó a tal grado que el discurso antisistémico y antipartidista ganó

45
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

fuerza sin precedentes, aunque su mayor auge fue en el año 2015.


México vivió el surgimiento de un movimiento devenido en partido,
en torno a la imagen carismática de un líder todopoderoso y con
tintes mesiánicos. De discurso y estructura populista, éste cooptó la
discordia generalizada contra la imagen presidencial, la “mafia del
poder” y el pri en conjunto.
La fidelidad de la estructura del votante se difuminó y el fenó-
meno del voto útil, impulsado por un falso sentido de pragmatismo
político, resultó en una multiplicidad de frentes que representaron
peligro para la continuidad del pri en la Presidencia.
El auge de las redes sociales implicó un nuevo modelo de co-
municación y difusión de mensaje que el pri no pudo aprovechar.
Mientras las estructuras opositoras operaban de manera inmediata y
reaccionaban con imágenes, frases y publicaciones lo suficientemen-
te viralizadas como para surtir golpes certeros, la estrategia digital
tricolor, así como la del gobierno, apenas empezaba a diseñar pro-
puestas para posicionar positivamente sus causas.
Lo anterior es directamente proporcional a la participación po-
lítica de las nuevas generaciones. Del total de la población en la lista
nominal para 2018, aproximadamente 30  % votó por primera vez.
Esto resultó todo un reto para los candidatos y partidos que conten-
dieron en la elección, pues los jóvenes de esa generación se negaron
a ser clasificados. Por tanto, agrupar sus intereses y gustos fue prác-
ticamente imposible.
Los jóvenes ya no participaban en la elección impulsados por fi-
liación partidista o lealtad política, sino por causas específicas. Aline
Zunzunegui, coordinadora de incidencia política en Ollín, Jóvenes
en Movimiento A.C. señaló que las causas sociales son las que moti-
van a los más jóvenes.
El Índice Nacional de Participación Juvenil, elaborado por esta
asociación, señaló que, en 2018, la libertad de expresión fue vital
para los menores de 29 años, pues se asumieron plenamente en un
entorno digital que significaba acceso libre y mucho más fácil a todo
tipo de información.
Rodolfo Soriano, sociólogo de la Universidad Autónoma Metro-
politana, aseguró que, durante las campañas de 2018, fue necesario

46
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

enfocarse en la forma de exponer el mensaje hacia este sector. El pri,


lejos de modificar su discurso para adaptarlo a los intereses y exigen-
cias de los aproximadamente 14 millones de nuevos electores, buscó
cooptarlos a través de sus estructuras tradicionales.
El histórico Frente Juvenil Revolucionario, que recientemente se
había transformado en la Red Jóvenes X México, era la opción bajo
la cual el pri apostaba para apelar a la juventud mexicana, aunado a
la cancelación y exterminio que Enrique Ochoa hizo de proyectos de
formación de cuadros juveniles. Con el dinamismo social tantas ve-
ces citado y la necesidad de un discurso específico, el desempeño de
la Red fue proporcionalmente igual de decepcionante que el del Par-
tido a nivel nacional, en un importante sector de mexicanos jóvenes.
Pero el conflicto más grande que vivió el Revolucionario Insti-
tucional fue la traición interna. Aunque en la superficie podría ser
similar al vivido en 2006, las características del disgusto priista no
fueron hacia un candidato o por un método de selección inequitati-
vo. Nos atrevemos a aventurar que el problema más grande que los
priistas tuvieron con el pri de 2018 fue el mismo partido.
Militantes de todas las entidades federativas acusaron al Comité
Ejecutivo Nacional de un abandono sin precedente. El grupo cupular
del partido, ocupado por profesionistas jóvenes, mayormente egre-
sados del itam y miembros del famoso Grupo Atlacomulco —here-
dero de Carlos Hank González—, orientaron el trabajo y los activos
de la estructura partidista a territorios muy específicos.
Mientras el presupuesto, estructura y capital humano del pri se
orientó a municipios como Toluca, Atlacomulco, Metepec y Malinal-
co, todos del Estado de México, dirigentes municipales y seccionales
de estados al norte y sur de la república se quejaban de la poca capa-
cidad financiera y la pérdida de operadores electorales.
El Grupo Atlacomulco cerró los espacios de elección y decisión,
de modo que sólo unos pocos establecieron las reglas del juego inter-
no, con obvia tendencia a beneficiar a sus afines.
La vida interna del partido ya no era la de un organismo de inte-
rés público enfocado al fortalecimiento de la vida democrática, sino
de una estructura paralela a la Presidencia de la República. Priistas

47
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

ocupaban puestos clave en la Administración Pública Federal y, al


mismo tiempo, detentaban el poder dentro de la estructura interna.
La mirada a futuro se orientó tanto a un fin único que impidió
valorar la problemática nacional en torno al desencanto con los par-
tidos políticos y el fortalecimiento de Morena.
Los militantes históricos y los fieles a la ideología y estructura
tricolor perdieron la fe en un instituto que los había olvidado. Los
candidatos que no eran favorecidos por Atlacomulco, pero habían
logrado alcanzar espacios gracias a su trabajo en campo, fueron
abandonados a su suerte. Muchos rogábamos día a día que “se nos
favoreciera” con la gracia del apoyo e interés.
En municipios donde la cúpula advirtió que sería poco compe-
titivo, en lugar de fortalecer la presencia partidista para recuperar
territorio y estructura, simplemente se dejó perder lo poco o mucho
que existía de priismo. Se priorizó la competencia por lista nacional
y candidatura plurinominal, más que el triunfo seccional.
Durante la campaña, gran parte de la estrategia electoral se dic-
tó desde Los Pinos, omitiendo por completo cualquier sugerencia u
opinión de los militantes. La gente experimentada vio con tristeza
cómo su consejo era ignorado por favorecer planes de cuaderno y es-
critorio, que no tenían más sustento que la teoría. Y, así, el pri llegó a
la elección sin identidad propia; sin estructura a favor; sin ideología
y sin oportunidad.

1.9 ¿Es este un problema exclusivo del PRI?


Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en re-
gímenes democráticos. Para 2010, la organización Freedom House
aseguraba que 96 naciones se decían inscritas en un régimen demo-
crático y sólo 22 en el autoritarismo.13
Las democracias modernas no tienen un camino rectilíneo. Al
contrario, su evolución y adopción ha sido mucho más compleja de

13
Cfr. Global Erosion of Freedom. Freedom House Org. Consultado en https://freedomhouse.
org/report/freedom-world/freedom-world-2010

48
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

lo que parecería, resultado de la exigencia social de mayor participa-


ción, libertades políticas y demandas sociales que los sistemas auto-
ritarios no podían satisfacer.
En este entendido, el sistema democrático actual puede diferen-
ciarse de la democracia puramente teórica, a través de dos grandes
aspectos: por un lado, las autoridades públicas o representantes son
elegidas con procedimientos, límites y alcances previamente defini-
dos, mediante procesos electorales; y, por otro, sus miembros o in-
tegrantes se relacionan a través de instituciones que no pueden ser
modificadas de manera unilateral.
De estas especificidades, nace la codependencia de la ciudada-
nía con los partidos políticos. El problema con los partidos es, pues,
un problema con la democracia misma.
Norberto Bobbio expuso en El futuro de la democracia (1986)
que la regla fundamental de un sistema democrático es la de la ma-
yoría. Por lo tanto, se atrevió a definirla como una máquina de pro-
mesas, que, atendiendo al principio de proporcionalidad, es juzgado
directamente por quienes la adoptan, con base en los resultados y
promesas que no alcanzó a cumplir.
El problema entonces viene de un principio básico de la econo-
mía. El dilema de Pareto14 explica que no existe recurso suficiente
que alcance para cubrir las demandas de todos al mismo tiempo. La
eficiencia depende del uso pleno de lo que hay disponible, atendien-
do prioridades, pero dejando fuera a determinados sectores que, en
el reparto inicial, no se consideran primordiales.
Entonces, en un sistema democrático, del que dependen los
partidos políticos, siempre existirán inconformes. El problema, que
de entrada radica en la democracia misma, se traslada a las institu-
ciones que lo representan. Pero Bobbio profundiza más aún y enun-
cia otras “promesas incumplidas”, que terminan afectando la imagen
de lo que un partido político representa.

14
La eficiencia de Pareto, también conocido como óptimo de Pareto u optimalidad de Pareto,
es un concepto de la economía que tiene aplicaciones en ingeniería y diferentes ciencias so-
ciales. Una asignación se define como pareto-eficiente o pareto-óptima, cuando no pueden
lograrse nuevas mejoras de Pareto.

49
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

El politólogo italiano afirma que una de las promesas incum-


plidas de la democracia es que el representante debe velar por los
intereses de la comunidad. En la actualidad, el Gobierno funge como
mediador entre las partes, en un entorno dominado por los grandes
capitales. Por ello, los representantes no son más que una parte del
escalafón.
Adicionalmente, Bobbio asegura que una de las falacias a partir
de la adopción de la democracia como régimen de vida es que ésta
significa la destitución del poder oligárquico. Lo cierto es que, si en
una democracia representativa los ciudadanos tienen la facultad de
emitir su voto por quien creen mejor para su gobierno, ello no sig-
nifica que los cotos de poder se disuelvan, sino que lucharán entre sí
por conseguir el poder público.
Quizás la falacia que más representa nuestra inquietud es que
los partidos tienen un firme compromiso con la educación de la ciu-
dadanía en la vida política y democrática. En realidad, en las demo-
cracias más avanzadas, la apatía política y el desencanto hacia las
instituciones es cada vez más generalizado.
En efecto, los partidos políticos en México tienen la obligación
constitucional de fomentar la vida democrática de la ciudadanía. Los
institutos y fundaciones especialmente creados en su seno, a pesar
de realizar las funciones mínimas que la autoridad electoral exige,
no han logrado conectar con la ciudadanía en un esfuerzo real por
coaligar los esfuerzos y demandas para insertarlas en la arena de lo
público.
Las crisis que viven los partidos políticos están directamente
relacionadas con el desencanto que la gente siente por el sistema de
representación. Es una idea generalizada, muy específica del siglo
xxi, que votar por un partido significa dar el voto de continuidad a
la desigualdad y al régimen decepcionante.
Citando a Alain Touraine, el problema es que no hay democra-
cia que no sea representativa (1994). Y, si la representación es una
característica del régimen democrático, y éste arrastra una serie de
desencantos, también le corresponden a ella su buena parte.
Los partidos políticos han perdido, pues, su elemento cohesio-
nador. En teoría, son una proyección representativa de la sociedad

50
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

civil; es decir, organizaciones intermediarias que agrupan demandas


ciudadanas para convertirlas en política pública.
Es urgente pugnar por un acercamiento de los partidos hacia la
ciudadanía, además de impulsar la profesionalización de estas aso-
ciaciones intermediarias. De tal modo, se deben atender las diver-
sas demandas, a través de mecanismos integradores, horizontales y
plenamente abiertos. La falta de ello resulta, indiscutiblemente, en
el acercamiento de la ciudadanía expectante a los discursos antisis-
témicos, los cuales prometen destrozar las instituciones actuales que
sostienen a la democracia representativa y prometen una imposible
democracia directa.
Peter Mair dice que “la era de la democracia de los partidos ha
pasado”. El autor español afirma que, aunque las instituciones per-
manecen, su función ha dejado de ser por la cual se originaron. Ya
no representan a la sociedad en general; ya no pueden insertar las
demandas y preocupaciones ciudadanas en la agenda pública; ya no
generan confianza o lealtad hacia sus votantes (2015).
Para empezar, desde finales del siglo xx, la participación en
elecciones democráticas donde se presentan exclusivamente parti-
dos políticos ha disminuido drásticamente a nivel global. Asimismo,
existe una poderosa volatilidad electoral, resultado de las nuevas ge-
neraciones y la viralización de la información, a través de las tecno-
logías de la información y la comunicación.
Por otro lado, las militancias partidistas y sus cuadros se han
contraído de manera importante, formando cada vez más cerradas
oligarquías que evocan el genético desprecio hacia las monarquías.
Nosotros estamos convencidos de que la urgencia y prioridad debe
ser modificar el discurso. No debemos centrar nuestros esfuerzos en
debatir si un partido político debe existir o no. Más allá, es necesario
considerar sus mecanismos internos y su funcionamiento en el con-
texto democrático nacional.
Recordemos que hemos experimentado movimientos sociales
inéditos en su amplitud, con reivindicaciones recayendo tanto en de-
mandas sociales “clásicas” (políticas públicas focalizadas), como en
la aparición de temáticas nuevas (matrimonio homosexual, aborto,

51
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

cuestiones ambientales, entre otras), que se han desvinculado de los


partidos políticos.
Esta pérdida de vínculo es, pues, el tema nodal. ¿Es entonces
un problema exclusivo del pri? Datos de participación y percepción
ciudadana arrojan que el desencanto por los partidos políticos en
México es generalizado. Los partidos se encuentran entre las institu-
ciones que menos confianza generan a los mexicanos.
Adicionalmente, pocos conservan alguna lealtad ideológica y se
ha llegado a impulsar la desaparición de los partidos, alegando el
gasto al erario que representan, sin considerar que, en realidad, el
recurso destinado a la operación política de dichas instituciones no
rebasa los dos puntos del pib.
Es fácil caer en provocaciones antisistémicas y asombrarse con
los discursos populistas. Lo complicado es tomar una decisión ple-
namente consciente sobre los impactos y alcances que puede tener la
desaparición del partido político moderno.
No, no considero que sea un problema exclusivo del pri. Como
lo mencionamos anteriormente, es un problema con nuestra demo-
cracia, pero no sólo con sus instituciones, sino también con sus ciu-
dadanos. Nos hemos acostumbrado a esperar sin dar algo a cambio;
a recibir sólo porque sí; a demandar y condenar sin tomar en cuenta
que los males que endémicamente se han atribuido a los partidos
políticos necesitan al menos un ejecutado y un ejecutor.
La política nacional no puede basarse en ocurrencias. La com-
petencia democrática por el poder público no puede ser desorienta-
da y desorganizada. Dar cabida a este tipo de participación permite
que entren a la contienda capitales desconocidos e ideologías sin
sustento.
Tampoco creemos que todo lo negativo sea de un solo partido.
Si el sistema electoral y político mexicano ha tenido deficiencias, es
resultado del mal entramado de la dinámica de los actores, no de las
características de uno de ellos.
Si el pri no es el problema, Morena tampoco es la solución.
Como no lo es el pan, prd, pt, pes, pvem o mc. El problema está en
nosotros. La solución también. En la medida en que las dirigencias
y estructuras partidistas entiendan esto, podrán coordinar esfuerzos

52
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

para adaptarse y transformarse. Así, podrán buscar un cambio más


de fondo que de forma, que responda de la manera más adecuada a
lo que la sociedad del siglo xxi espera; bajarse del ladrillo que tanto
los marea, ser empáticos con México, nada más.

53
Capítulo 2.
Riesgos Inminentes

“Combate mejor y con más


ahínco quien más arriesga.”
Thomas mann

2.1 La crisis de representatividad


En la actualidad, la palabra democracia se entiende como el sistema
político participativo y representativo para la obtención del poder
público. Muchos la entienden como igualdad, como libertad, como
participación, o, incluso, como Estado de derecho.
La representación política está estrechamente relacionada con
este concepto. Como bien comenta Miguel Ángel Garita Alonso:

Las constituciones modernas han organizado sus Estados en


la forma representativa de gobierno y tanto se ha valorizado
el concepto de representación que ha pasado a ser la forma
generalizada de participación popular. Así es que práctica-
mente se ha reducido la garantía de participación de la cosa
pública a la garantía de estar representado (Garita, 2011).

Hoy en día, contamos con suficientes elementos para asegurar que la


democracia mexicana pasó de estar dominada por un partido polí-
tico hegemónico a ser un sistema electoral pluripartidista. Se carac-
teriza por una permanente competencia electoral a nivel municipal,
estatal y federal, y por un amplio catálogo de canales para buscar ser
representados.

55
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La pluralidad encontró en la apertura de opciones ideológicas


su más grande activo, aunque tuvo como consecuencia principal la
atomización de promesas y la radicalización de posturas ante un es-
pectro socio-económico abierto al cambio.
El teórico italiano Giovanni Sartori aseguró en 1976 que los
partidos políticos son grupos políticos que se presentan a elecciones
para colocar mediante ellas a sus candidatos en cargos públicos (Sar-
tori, 2003). Con base en esto, otros, como Ángelo Panebianco, ex-
ponen que los partidos son más que la simple maquinaria electoral,
pues fungen también como actores legalmente instituidos que inte-
ractúan entre el Estado y la sociedad. Por ello, son medios legítimos
para la expresión y el procesamiento de las demandas ciudadanas
(Panebianco, 1990).
Sin embargo, la tercera ola democratizadora iniciada en el últi-
mo cuarto del siglo xx trajo consigo una transformación profunda
al interior y exterior de los partidos políticos. Más de un estudioso
de las instituciones partidarias coincide en que el distanciamiento
entre la ciudadanía y los partidos políticos, resultado de la baja efi-
ciencia para colocar las demandas sociales en la arena de lo político,
es irremediable. Por ello, los partidos políticos han perdido legiti-
midad; han sido desplazados por otro tipo de prácticas y organiza-
ciones o movimientos que buscan abanderar exigencias específicas:
los partidos parecen cada vez más obsoletos. La población perdió la
confianza en los partidos y éstos dejaron de ser la forma predomi-
nante de participación de las masas, dando paso a otros modelos de
representación.
Las causas parecen ser muy variadas. Por una parte, pareciera
que las líneas que dividen la ideología de izquierda de la de derecha
son cada vez más difusas. Los partidos carecen de una ideología ro-
busta digna de orientar con acierto las demandas ciudadanas. Por
otra parte, y como consecuencia directa de esta suposición, podría-
mos aventurar que la pérdida de un sustento ideológico deformó a
las instituciones políticas en maquinarias orientadas a la mera ob-
tención del voto. Finalmente, la cerrazón en los espacios participati-
vos al interior de los partidos políticos para privilegiar élites escindió

56
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

la estructura social sobre la que se basan los tomadores de decisiones.


Esto creó militancias artificiales y apoyos imaginarios.
Lo cierto es que, en México, al igual que en gran parte de Amé-
rica Latina, los partidos políticos son cuestionados de manera muy
severa: “los ciudadanos que depositan en ellos su voto y el mandato
de la representación política [los consideran] corruptos, ineficientes
y [los acusan de] endogamia, favoritismo, amiguismo, verticalismo
y opacidad” (Alcántara, 2002). Como muestra, los datos publicados
por el Latinobarómetro indican que, para 2016, tan sólo 48 % de los
mexicanos apoyaba plenamente la democracia.
A lo anteriormente señalado, autores como Scott Mainwaring
sugieren otros factores que han contribuido a dañar el papel y la
imagen de los partidos políticos modernos:

a) La expansión de la burocracia estatal y del poder ejecutivo,


que engrosa al gasto corriente y evidencia la priorización de
la obtención de cargos públicos antes que la política
b) El surgimiento de fórmulas alternativas de representación1
c) Un electorado cada vez más independiente y pensante
d) El impacto de los medios de comunicación sobre los patro-
nes de competencia electoral

¿Cuál fue la consecuencia? La democracia representativa ha sufrido


los embates de la democracia participativa. Es decir, existe en la ac-
tualidad la exigencia de abrir un espacio más amplio para todo tipo
de organizaciones, en virtud de que las instituciones partidistas no
han solucionado las preocupaciones ciudadanas.
¿Cómo afecta todo ello a los partidos políticos nacionales? La
encuesta de Ánimo Post Electoral realizada por Demotecnia - De las

1
Y es así como el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) pareciera ser el mejor
ejemplo. Originado como resultado de la histórica lucha de su máximo líder, Andrés Manuel
López Obrador, por llegar a la presidencia de la república, la agrupación, que es reconocida en
la legislación nacional como partido político nacional (cuenta con recursos públicos, puede
participar en elecciones federales y locales, y goza de prerrogativas), evitó que se le reconociera
como tal, con base en el creciente descontento contra los partidos y apoyado en el discurso de
rechazo hacia la política tradicional, principalmente la emanada de las instituciones represen-
tativas de la democracia nacional.

57
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Heras, arroja que más de 80 % de los encuestados no se sienten com-


pletamente representados por alguno de los nueve partidos políticos
nacionales que concurrieron en la elección. Adicionalmente, señala
que 41 % de los encuestados aseguran que, después de la elección del
1 de julio, Morena será el partido con mayor fuerza en el país.
Pero el dato más provocativo surge de la pregunta sobre el po-
sible futuro del pri. De los encuestados, 52 % cree que, a futuro, el
partido tricolor seguirá perdiendo fuerza hasta eventualmente des-
aparecer. La Encuesta Nacional realizada por la misma consultoría
revela que tan sólo 15 % de los participantes se identifica con el pri,
mientras que 32 % afirma que al país le iría peor si volviera a ganar
una elección presidencial.
La Ley General de Partidos Políticos, publicada en el Diario Ofi-
cial de la Federación el 23 de mayo de 2014, señala en su artículo 94,
numeral 1, inciso b, que es causa de pérdida de registro no obtener al
menos 3 % de la votación válida emitida en alguna de las elecciones
para diputados, senadores o presidente.
Luego de un vertiginoso incremento en el número de opciones
partidistas en los comicios intermedios de 2015, la elección del 1 de
julio representó la pérdida de registro de dos de ellos: Partido Nueva
Alianza y Partido Encuentro Social. Pareciera que su liquidación era
la crónica de una catástrofe anunciada, pues su naturaleza como par-
tidos satélite alrededor de los tomadores de decisiones no les permi-
tió siquiera posicionarse como un pivote para la negociación política
a nivel legislativo.
Llama la atención, sin embargo, que en la elección presiden-
cial el candidato del pri, José Antonio Meade, fue en alianza con el
Partido Verde y Nueva Alianza y aún con ellos dos obtuvo apenas
16.4 % de la votación. De más de 45 millones y medios de votos, el
candidato del otrora gran partido político pudo obtener en coalición
poco más de siete millones; es decir, apenas superó el umbral de los
seis millones de votos, según datos del Programa de Resultados Elec-
torales Preliminares del Instituto Nacional Electoral.
Las elecciones para el Senado de la República y la Cámara de
Diputados tampoco son alentadoras. De las 32 entidades federativas,
la coalición encabezada por el pri sólo logró un escaño, de Yucatán.

58
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Tan sólo 2 de los 300 distritos uninominales fueron ganados por un


priista.
¿Qué nos arrojan estos datos? Es uno de los objetivos princi-
pales de este ensayo afirmar que el camino tomado por la dirigencia
nacional priista fue el erróneo. El riesgo de desaparecer es real, par-
tiendo de la percepción ciudadana sobre lo que podría pasar con
Morena. Entendiendo que el pri es el partido con más alto índice de
rechazo. Aún no tocamos fondo.
La crisis de representatividad no es exclusiva del partido trico-
lor. Es cierto. Pero definitivamente es uno de los más propensos al
daño. ¿La razón? Tantos años en el gobierno y una estructura tan
grande lo han colocado al centro de las críticas y difuminado sus
límites, por lo que los ataques desde el interior y el exterior son alta-
mente probables.
El partido perdió la confianza de la gente, pero sobre todo de su
base militante. El presidente nacional del partido, en la última etapa
de la campaña presidencial, René Juárez Cisneros, afirmaba confiado
que el voto duro fácilmente alcanzaba los ocho millones. ¿Dónde
quedaron esos ciudadanos convencidos por el partido?
Una dirigencia displicente, los casos de cuestionada selección
de candidatos, el abandono de los ideales sociales, la ignorancia de
los documentos básicos y principios ideológicos del instituto, entre
otros factores, resultaron en la fuga de valiosos activos. Esto último
nos llevó a campañas endebles y entelequias de triunfo.
El pri está ante una coyuntura histórica: renovarse o morir. Aquí
exploraremos distintas propuestas y opciones, pues estamos conven-
cidos de que el corazón militante es tierra fértil para el ejercicio de la
vida política nacional. Lo primero es reconocer que es momento de
darle paso a la re-evolución.

2.2 ¿Es viable que el pri se mantenga como


partido político competitivo?
En 1946, cuando el presidente Manuel Ávila Camacho impulsó la ter-
cera transformación del Partido de la Revolución, tenía en sus manos

59
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

un aparato político fuerte y estructurado: el Partido de la Revolución


Mexicana (prm), que organizó a la multiplicidad de la sociedad mexi-
cana del primer cuarto de siglo en cuatro grandes sectores.2
La arenga de Plutarco Elías Calles en 1928 para dejar atrás al
caudillismo había alcanzado quizás su punto más refinado: el par-
tido de Estado, la institución de instituciones, operaba a plenitud
llevando a la nación de la mano hacia un vertiginoso proceso de
estabilidad política, social, económica e ideológica.
La sociedad modernizada, no obstante, no pudo ni quiso en-
marcarse en una estructura vertical, de partido hegemónico domi-
nado por una cúpula aristócrata, que durante décadas oprimió cual-
quier intento real de oposición ideológica o práctica para detentar
el control y dominio sobre las individualidades. Quizás esta fue una
de las principales razones por las cuales el pri se transformó: una
revolución estructural que culminó, en 1977, con la apertura hacia
el libre desarrollo de las opciones políticas y alternativas partidistas
concurrentes a las elecciones nacionales.
José Woldenberg identifica en esta etapa cinco columnas que
sostuvieron la plataforma de la transición:

1. Se reconoce la personalidad jurídica de los partidos (en plu-


ral) y son declarados como entidades de interés público.
2. Se permite el “registro condicionado” a las fuerzas políticas
más significativas para convertirse en partidos políticos.
3. Se introduce la figura del diputado plurinominal, con el que
se forzó el pluralismo en la Cámara de Diputados.
4. Los partidos adquirieron prerrogativas en los medios de co-
municación y en dinero por parte del Estado.

2
La organización del prm respondió a las cuatro grandes exigencias sociales hacia la represen-
tación política de inicios de siglo xx. De ese modo, los cuatro sectores del país, organizados
en instituciones que respondían al régimen, fueron: a) El agrario, referido a la Confederación
Nacional Campesina (cnc); b) El obrero, agrupado en la Confederación de Trabajadores de
México (ctm); c) El militar, luego de que durante la década de 1930 se refrendara la absoluta
lealtad de las fuerzas castrenses al presidente de la república, en ese entonces también líder
moral del partido; y d) La popular, que a través de la Confederación Nacional de Organizacio-
nes Populares (cnop) buscó aglutinar cualquier expresión legítima de interés político que no
tuviera cabida en las anteriores.

60
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

5. El registro permitió a los partidos asistir a las elecciones en


los niveles estatal y municipal (Woldenberg, 2009).
El partido tuvo entonces, por primera vez desde su origen en
1929 como Partido Nacional Revolucionario (pnr), la com-
plicada tarea de adaptarse a la competencia efectiva. No sólo
el Partido Acción Nacional (pan), surgido en 1939 como una
opción liberal demócrata, existía para oponerse. La histórica
lucha de la izquierda mexicana, enraizada en los principios
socialistas y comunistas, había obtenido las herramientas para
cohesionarse y competir no sólo por las preferencias de un
electorado cada vez más exigente y una ciudadanía más en-
terada, sino por los recursos siempre limitados de los que el
Estado disponía.

Decenas de partidos políticos se formaron y compitieron


al amparo de la nueva legalidad, protagonizaron elecciones
competitivas, exigieron reformas electorales, escenificaron
largos debates que preparaban nuevos cambios, un ciclo que
en su machacona repetición (en su “mecánica”) disolvió el
autoritarismo del antiguo pri y desembocó en una nueva
realidad política (rijosa, a ratos vulgar o hemipléjica) pero
abierta, libre, competida […] simplemente democrática (Be-
cerra, 2010).

La nueva realidad hizo que el sistema electoral mexicano cayera den-


tro de lo que Giovanni Sartori reconoció como un sistema de parti-
dos competitivo. El pri se mantuvo como partido predominante que
impidió una alternancia real durante más de dos décadas después
de la apertura democrática. Sin embargo, la existencia de los anta-
gonistas independientes abrió la puerta a la duda ciudadana sobre la
rectitud y probidad de las elecciones.
En 1988, la victoria de Carlos Salinas de Gortari sobre Cuauhté-
moc Cárdenas, justificada por la caída del sistema de cómputo de los
votos, marcó al pri con el estigma del supuesto y proclamado fraude.

61
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Así es como, ante los cuestionamientos, surge la primera gran ins-


titución estandarte de la democracia mexicana: el Instituto Federal
Electoral (ife). Se le dotó de autonomía constitucional y su principal
labor fue conducir al universo partidista dentro del complejo siste-
ma político y electoral nacional.
El partido del presidente Salinas vio con dificultad mantener la
estrecha relación que había caracterizado al instituto durante tantas
décadas. En 1994, el fantasma de la violencia se hizo presente con el
asesinato del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio y
el estallido de la revolución Zapatista en el sur del país. Esto dio paso
a la llegada de Ernesto Zedillo Ponce de León como titular del Eje-
cutivo Federal. Presionado por fuertes crisis económicas y sociales,
Zedillo revolucionó la vida partidaria cuando decretó la necesidad
de una “sana distancia” entre el presidente y el partido.
Sin más, la figura que había fungido históricamente como líder
del pri se alejaba. La estructura se debilitó y perdió rumbo. Las elec-
ciones intermedias de 1997 fueron devastadoras: además de perder
la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, se perdió la jefatura
de gobierno de la capital de la ciudad ante el partido creado por pri-
istas inconformes y tribus de izquierda: el Partido de la Revolución
Democrática (prd).
Un escenario tan complicado, sumado a la orfandad política del
pri, junto con el enfrentamiento contra un candidato panista deve-
nido fenómeno mediático, resultó en la pérdida de la presidencia de
la república y del poder negociador del partido tricolor en el año
2000. Justo como Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan aventura-
ron, de la fractura social resultado de la desconfianza hacia el pri
en 1988, que se fue acrecentando con los desaciertos del sexenio de
Ernesto Zedillo y el complicado entorno económico e internacional,
la sociedad mexicana se dividió en dos grandes fracciones: a favor
del pri y en contra de él (Lipset y Rokkan, 1967).
¿Cómo ser un partido competitivo ante una sociedad polariza-
da por las meras siglas del partido?

Al perder la presidencia, el tricolor hubo de repensarse fue-


ra del terreno primigenio de operación. Desde las entidades

62
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

federativas y el Congreso de la Unión, el pri encontró en


sus gobernadores y legisladores nuevos bastiones de prota-
gonismo político nacional, decididos a recuperar lo perdido,
comportándose como una oposición con suficiente peso y
manejo táctico para incidir en la agenda y en la toma de de-
cisiones (Mirón, 2012).

En 2003 llegó un primer intento de reorganización que propuso


transitar hacia la socialdemocracia. Se entendió esta última como
la búsqueda de la transformación social a través de la democracia
parlamentaria y no de una revolución. La gran experiencia al frente
del país dio armas y conocimiento implícito de los procesos guber-
namentales pertenecientes a la caja negra del sistema político que el
partido gobernante no entendía.
A pesar de ello, la elección de 2006 volvió a relegar al pri hasta
el tercer lugar en las preferencias nacionales, resultado de una pési-
ma organización interna que tuvo como consecuencia la escisión de
gran parte de la base militante y una elección errónea de candidato
presidencial. Roberto Madrazo, entonces presidente del partido, uti-
lizó la estructura tricolor y su posición al frente del instituto para
colocarse como el candidato.
Bien lo sentenció Robert Michels a principios de siglo xx: “Nin-
gún partido u organización es democrática porque la organización
implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea un
partido político, de gremio profesional u otra asociación de ese tipo,
se manifiesta la tendencia aristocrática con toda claridad” (Michels,
2008).
A la tan presente división social entre quienes apoyaban al par-
tido y quienes apoyaban todo aquello que representara oponérsele,
se adicionaba poco a poco el constante descontento de la militancia
ignorada por la cúpula que decidía candidatos, procesos y formas.
Pero si la estructura nacional carecía de la suficiente cohesión para
sobreponerse al panorama adverso de una mala elección de candi-
dato, el priismo encontró a nivel local su bastión para reorganizarse
y buscar una vez más el control nacional.

63
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

En 2005, Enrique Peña Nieto fue elegido como gobernador del


Estado de México, la entidad federativa con mayor número de vo-
tantes en la lista nominal. Ganó con un cómodo margen. Apoya-
do en una imagen carismática y en un discurso basado en la firma
de compromisos de campaña ante notario, sumado a una inmensa
cobertura mediática y distintas herramientas, actos, gestos y guiños
orientados a cautivar audiencias más que electores, el gobernador
del Estado de México ascendió de manera vertiginosa.
Woldenberg asegura que nuestra transición democrática se de-
sarrolló de la periferia hacia el centro y de abajo hacia arriba. Si el pri
inició perdiendo municipios y estados antes que la presidencia, aten-
diendo al principio de olas dictado por Samuel Huntington, regresó
al poder de la misma manera: ganando en municipios y entidades
federativas con victorias significativamente cómodas. Con un bono
electoral tremendo al término de su gestión en 2011, Enrique Peña
Nieto fue el candidato presidencial natural para el pri. La victoria
fue ineludible. 2012 parecía sentenciar el regreso del partido emana-
do de la Revolución mexicana al gobierno de la nación.
Distintos errores sobre los cuales ya se ha abundado, sumados a
la inexorable ley de hierro de la oligarquía partidista y a la tendencia
autodestructiva a la repetición, destrozaron la endeble base sobre la
cual el pri intentó construir su nueva estructura. En 2018, esto re-
sultó en la derrota más grande jamás sufrida en elecciones federales.
Por eso nos preguntamos una y otra vez: ¿Es posible mante-
nerse como partido político competitivo luego de tan significativas
derrotas? ¿Vale la pena mantener viva la esperanza, si la tendencia
histórica ha sido repetición y error? Primero, es oportuno enten-
der que los partidos políticos, en su carácter de organizaciones son
instrumentos para la realización de fines específicos. Dentro de los
distintos modelos de comportamiento, el noruego Kaare Strom reco-
noce tres principales: a) Los que buscan el voto; b) Los que buscan el
cargo público; c) Los que buscan la política (Strom, 2013).
El modelo del partido que busca el voto es un equipo de hom-
bres que busca maximizar su apoyo electoral con el propósito de
controlar el gobierno. Su gran conflicto es que no consideran que
el votante es dinámico y define sus lealtades con base en coyunturas,

64
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

y no en ideologías. Por lo tanto, suelen ser partidos tendientes a la


derrota eventual.
Los partidos que buscan cargos públicos, al contrario, no pre-
tenden maximizar sus votos, sino su control sobre algún puesto gu-
bernamental. En el espectro de la multiplicidad partidaria, podemos
ubicar en esta categoría aquellos que más allá de preocuparse por sus
estructuras internas y por los comicios, orientan su quehacer hacia
la formación de coaliciones para incrementar los votos. Asimismo,
buscan fallas en los adversarios que permitan las impugnaciones y
por tanto los triunfos en tribunales.
Un partido que busca la política, finalmente, es aquel que busca
maximizarse a través del cumplimiento de sus propuestas de política
pública. En lugar de buscar coaliciones como meros instrumentos
electorales, parten de la suposición de que unir fuerzas con institutos
afines puede resultar en bloques legislativos que otorguen suficiente
influencia política para instrumentar sus proposiciones en la agenda
gubernamental.
El pri ya transitó por cada una de las elecciones racionales de
comportamiento competitivo sugeridas por Kros. Demostró que
buscar el voto por sí tiene un alto costo político, pues cuando las
condiciones para obtener ventaja en las urnas tienen como colateral
la pérdida de la confianza de la ciudadanía, el partido se condena al
eventual fracaso.
También operó como un partido centrado en las coaliciones por
el simple motivo de ganar una elección. Los comicios de 2017, para
renovar gobernador del Estado de México, son la muestra más clara.
Alfredo del Mazo y Maza, priista que resultó ganador, venció a su
oponente más clara, la maestra Delfina Gómez Álvarez de Morena,
sólo porque se coaligó con el Partido Verde Ecologista de México
(pvem) y el Partido Nueva Alianza (na). De haber contendido sólo
como pri, habría sido derrotado.
Esta sentencia se hizo realidad en las elecciones de 2018, cuan-
do, a pesar de ser la entidad federativa de la que emanó quien en ese
entonces fuera presidente de la república, junto con gran parte de su
gabinete y círculo cercano, el pri fue incapaz de triunfar en la mayo-
ría de los distritos electorales.

65
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Pero igualmente tuvo su experiencia como un partido que bus-


có la política. Como oposición, en el sexenio 2006-2012 el presidente
panista Felipe Calderón Hinojosa requirió del diálogo y los acuerdos
con el pri, que supo operar desde el Congreso de la Unión diversas
alianzas y bloques opositores, para instrumentar sus reformas.
Podría entonces parecer que la opción para que el partido siga
siendo competitivo es voltear al pasado para ver los aciertos: reorga-
nizarse y buscar ser una oposición responsable (a pesar de lo sobre
usado del término), que en búsqueda de lo mejor para la nación apo-
ye las reformas propuestas por el nuevo gobierno, siempre y cuando
se justifique a plenitud el beneficio colectivo, pero que por igual sepa
defender aquello que su electorado considera como prioritario.
Sin embargo, nosotros proponemos un modelo más ambicioso.
¿Qué tal si en lugar de enfocar el quehacer partidista en uno de los
tres esquemas, se orienta hacia el dinamismo conductual? La bús-
queda de voto trae beneficios a corto plazo. La búsqueda de política
deviene en resultados a largo plazo. La maximización de votos resul-
ta en indiscutible legitimidad en los triunfos.
Ningún otro partido político en la escena nacional contempo-
ránea cuenta con tanta experiencia en la materia. Ni uno sólo ha
atravesado el amplio espectro de acciones en el sistema y sobrevivido
para poner en práctica otra. El pri sí. Así que, en efecto, es posible
que sobreviva.

2.3 ¿Llegamos al fin del pri y de la cultura priista?


Ya lo hemos puntualizado claramente: los comicios del 1 de julio de
2018 representaron la peor derrota en la historia moderna del pri.
El candidato presidencial, José Antonio Meade Kuribeña, quedó a
poco más 36 puntos porcentuales del ganador. Fue el resultado más
desastroso para el priismo, incluso peor que en 2006, cuando Rober-
to Madrazo Pintado quedó a 13 puntos del ganador, Felipe Calderón
Hinojosa.
El pri ganó 2 de los 300 distritos electorales del país. En la vota-
ción por diputados federales, en estados como la Ciudad de México,
Tabasco, Baja California y Baja California Sur obtuvo menos de 10 %

66
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

de la votación válida emitida. Para senadores, el panorama tampoco


fue alentador: con porcentajes similares a los obtenidos en la elec-
ción de diputados, sólo se ganó en uno de los 32 estados: Yucatán.
Por primera vez en su historia, el Revolucionario Institucional
gobierna a menos de la mitad de las entidades federativas y de los po-
sibles electores: desde 2015 han perdido diez gubernaturas y se han
recuperado tan sólo cuatro, con lo que, a inicios de 2018, gobernaba
sólo quince de los 32 estados.
En 2000, cuando se dio la primera alternancia en la presidencia,
el pri gobernaba 21 entidades; en 2006, cuando obtuvo su peor re-
sultado en la historia, era gobierno en 17 entidades; en 2012, cuando
recuperó la presidencia, tenía 19 gobernadores. El panorama ya no
es igual.
A principios de siglo xxi, ante un candidato mediático como
Vicente Fox, el pri encabezaba casi todas las encuestas de preferen-
cia electoral. En 2006, a pesar de la ruptura de Elba Esther Gordillo
con Roberto Madrazo, éste aparecía como el sólido segundo lugar
en las preferencias ciudadanas. El 2012 fue una bocanada de aire
fresco, pues la imagen de Enrique Peña Nieto siempre se mantuvo a
la cabeza, aún sobre Andrés Manuel López Obrador, que realizaba su
tercera campaña presidencial.
El año 2018 fue insalvable. El candidato José Antonio Meade
nunca pudo subir del tercer puesto. Las diversas encuestas claramen-
te promovidas por la dirigencia partidista para inflar la imagen de su
candidato, lejos de incrustar en la opinión pública la percepción de
un candidato competitivo, elevaron las dudas de medios comprados
y encuestas promovidas.3
Lo cierto es que la campaña estuvo plagada de errores. El candi-
dato que desde un principio se asumió como “no priista” y rechazó
los colores del partido, nunca logró conectar con la base militante. El

3
Al respecto, se pueden consultar encuestas en sitios web de periodistas como Joaquín López
Dóriga, Ricardo Alemán o Rafael Cardona, así como algunas publicadas por diarios como
New York Times, en las que José Antonio Meade aparecía como primer lugar o a menos de tres
puntos porcentuales del candidato puntero, Andrés Manuel López Obrador, colocándolo en
un inexistente empate técnico.

67
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

partido arrastró los fantasmas de corrupción con los que señalaron


al presidente de la república y miembros de su gabinete.
Dice Diego Fonseca, en su columna “Periscopio Electoral”:
“Con Meade como candidato ocurre un brutal signo de fin de época
imperial: las huestes saquean las arcas mientras el emperador em-
puja a un candidato extraño a tomar el hierro caliente de la debacle”.
Adicionalmente, continúa, “La impopularidad del presidente Peña
Nieto, el recrudecimiento de la violencia del crimen organizado y la
corrupción han lastrado todo esfuerzo posible. Durante su gobier-
no, veintidós gobernadores del pri han sido investigados por desvíos
de fondos federales. Siete, entre ellos el obsceno Javier Duarte, están
presos” (Fonseca, 2018).
Así, en 2018 fue superado en votos nacionales por partidos
como pt o incluso el pes, a pesar de que este último hubiera per-
dido su registro como partido político nacional. De ser la primera
minoría en el Senado y la fuerza preponderante en el Congreso de la
Unión, pasó a ser una muy disminuida cuarta fuerza, pues más aún,
el pvem rompió su coalición.
Pero de la mano del partido está también la historia de una so-
ciedad que creció dependiente del partido de la Revolución. Sobre
ello, José Luis Reyna dice que “Es innegable que la historia política
contemporánea de México no puede entenderse sin el pri y sus ante-
cesores, el pnr y el prm. Esta institución política hilvanó 11 victorias
presidenciales seguidas (1934-2000)” (Reyna, 2017).
Justo por eso es que algunos se atreven a afirmar que los males
que señalamos como endémicos del pri son también de la sociedad.
Continúa Reyna:

El pri no ha sido capaz de superar sus viejos rasgos; por el


contrario, los ha acentuado: la corrupción, la impunidad, la
simulación, la falta de transparencia, la verticalidad autorita-
ria, el cuatismo, el despilfarro de las finanzas públicas, todos
ellos ingredientes que han contribuido a edificar una singu-
lar cultura política. Éste es su verdadero legado. Esa cultura
es el eje del sistema político. Todos, no solo el pri, la practi-
can (Reyna, 2017).

68
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

En esta cultura tan arraigada en nuestro quehacer diario, al-


gunos como Rubén Cortés (2017) identifican características muy
específicas:

El partido del que emana el presidente de la república pasa a


ser una oficina más del Ejecutivo Federal. Según Cortés, “el
Presidente nombra a la cabeza del Partido y éste hace lo que
se le ordena”.
Los militantes del partido del presidente se forman “para re-
cibir línea”. Continúa Cortés: “Nunca actúan por su cuenta.
Siempre esperan que el dirigente, en una cascada de niveles
de dirección, les diga lo que les toca hacer. El sujetarse a las
ordenes se ve como un valor propio de todo militante y del
partido”.
Nunca hay que disentir. Para el exvocero presidencial en el
sexenio de Vicente Fox, la unidad es el valor supremo de la
cultura legada por el pri, pues en el imaginario colectivo y la
opinión pública, el desacuerdo es sinónimo de fractura.

La llegada de Morena a la presidencia de la república y su mayoría


parlamentaria bajo el argumento de una “cuarta transformación” del
país, con un discurso que condena todo acto que pueda considerarse
como corrupción, asegura que con el ejemplo revolucionará a las
instituciones. Esto parece ser un llamado firme contra la que aquí
entendemos como cultura priista.
Pero aún sin tomar posesión, el presidente electo Andrés Ma-
nuel López Obrador mostró desde un inicio que las prácticas que
tanto condenó son el estilo de vida que sus militantes conocen. Quie-
nes integran a Morena son en gran parte antiguos simpatizantes,
cuadros y militantes de partidos como pri o prd e incluso pan o
mc. La mayoría parlamentaria atropelló cualquier intento de acuer-
do con el primer ejercicio de aprobación de una legislación en la
Cámara de Diputados.4

4
El jueves 13 de septiembre de 2018 el presidente de la Cámara de Diputados, del grupo par-
lamentario de Morena, Porfirio Muñoz Ledo, sometió a votación de la Asamblea una minuta

69
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Habría que recordar también el caso del gobernador con licen-


cia (senador-gobernador interino de Chiapas), Manuel Velasco Coe-
llo, del Partido Verde, quien forjó una alianza con Andrés Manuel
López Obrador y modificó su constitución local para dejar el poder
ejecutivo estatal, tomar protesta en la cámara alta y solicitar licencia
para regresar a terminar su mandato al estado.
Pero ante toda la connotación negativa que puede dársele al pri-
ismo, no se puede negar que existen valores como la férrea disciplina,
la institucionalidad y la base social que, si bien fue tergiversada en
una terrible sombra de corrupción y clientelismo, ayudó a la inci-
piente sociedad civil a ser lo que hoy es.
¿Estamos ante el fin del partido? Lo dudamos. Sólo rendirse se-
ría llegar al final. ¿Es acaso el fin de la cultura priista? Tampoco lo
creemos. Políticamente, la sociedad, funcionarios y servidores públi-
cos han vivido, sí, con los defectos, pero también los valores que el
histórico partido ayudó a forjar.

2.4 Y después de la tragedia ¿qué sigue?


Parecería que la evidencia apunta a que los partidos políticos tra-
dicionales son una suerte de especie en extinción. La democracia
representativa, aquella tan dependiente de los partidos como traduc-
tores de las demandas sociales ante el poder público, se basaba en
una demografía sólida y rigurosa, de estructuras heredadas desde
principios del siglo xx.
Hoy en día, con la presencia de las redes sociales y la inconfor-
midad contra la verticalidad del sistema mexicano, se evoca la socie-
dad líquida que Zygmunt Bauman describió: “una sociedad fluida
y volátil, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre

aprobada en 2011 en la Cámara de Senadores para expedir la Ley Federal de Remuneraciones


de los Servidores Públicos. El nuevo ordenamiento, propuesto más de un lustro atrás, contenía
disposiciones caducas y no contemplaba organismos de más reciente creación, como el toral
Sistema Nacional Anticorrupción. A pesar de reconocer las fallas y aceptar que eventualmente
tendrían que proponer una reforma adicional para adecuar el texto aprobado a la realidad
nacional, la mayoría parlamentaria de Morena, junto con sus aliados pt y pes, impusieron sus
ideas y la minuta fue aprobada sin modificaciones.

70
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos


humanos. Lo que antes eran nexos potentes, ahora se han convertido
en lazos provisionales y frágiles” (Bauman, 2006).
Por ello, nos aventuramos a afirmar que el descrédito y la pér-
dida de relevancia de los partidos políticos es manifestación de una
crisis social mucho más profunda. En palabras del filósofo español
Daniel Innerarity, se acabó la era de “los contenedores sociales”. La
volatilidad ideológica de la sociedad ha impulsado a que los parti-
dos políticos se comprometan cada vez menos con su base. La crisis
de los partidos sólo se superará cuando haya mejores partidos. De
ellos depende innovar: buscar formatos y modelos atractivos que se
adapten a la vida líquida baumaniana sin vender al mejor postor su
ideología.
Lo cierto es que la institucionalidad tradicional ha dependido
en gran medida de una base temporal sólida. Antes, la presencia a
lo largo del tiempo representaba una credencial de confiabilidad. No
era menor hablar del pri como el partido que durante poco más de
siete décadas, y con tres transformaciones, acompañó la formación,
transformación y evolución del Estado mexicano posrevolucionario.
No obstante, actualmente hablar de un partido tan longevo pa-
rece anacronismo. El tiempo, según el uruguayo Juan Pablo Luna,
parece haberse comprimido. Las encuestas y la medición permanen-
te de la popularidad de actores políticos ligados a las instituciones
terminan mermando la imagen de estas últimas: “los políticos deben
marcar bien en las encuestas y sostener su popularidad con frecuen-
cia semanal” (Luna, 2016).
Pero al conflicto de temporalidad también hay que sumar la
creciente desigualdad que tanto ha caracterizado a la sociedad mexi-
cana, junto con una segmentación territorial extrema de la que ema-
nan municipios con una concentración de riqueza tan grande que es
directamente inversa a la pobreza extrema, analfabetismo y hambru-
na que existe en algunos otros.
¿Qué se puede decir de un partido político que busca captar vo-
tantes con insumos básicos y mínimos en una zona mientras que en
otra los bienes y discurso presentados son mucho más elevados? En
una época en que las redes sociales permiten que la información se

71
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

viralice en instantes, es posible entender la decepción de la ciudada-


nía ante instituciones que aparentemente, en lugar de proponer en la
agenda pública la igualdad, fomentan la distinción de clases.
Esta grave segmentación exhibida y evidenciada como prácti-
ca común entre los partidos políticos ha terminado de difuminar la
identidad partidaria emanada de un mensaje claro y una postura ins-
titucional rigurosa tanto dentro como hacia el exterior del partido.
La crisis se agudiza aún más cuando se analiza el impacto que
la atomización del sistema de partidos ha tenido en el surgimiento
de opciones políticas con una agenda monotemática. En 2018, con-
currieron en la elección presidencial nueve partidos políticos, de los
cuales al menos cuatro surgieron como opción política para defen-
der un solo postulado: el Partido Verde, de agenda ambientalista;
Encuentro Social, de base cristiana; Nueva Alianza, con enfoque en
la educación; y el Partido del Trabajo, de corte laboralista.
Esta miopía ideológica fue quizás una de las causas por la que
dos de ellos perdieron su registro como partido político nacional en
los comicios más recientes. Como consecuencia más grave, direc-
tamente relacionada con este fenómeno, estuvo el surgimiento de
movimientos que, resultado del cleavage de Lipset y Rokkan, se en-
focan en el “no” sistemático y basan su quehacer político en buscar
posicionarse como oposición radical al oficialismo sin importar su
ideología o postulados.
Sobre esto, Luna afirma que “los ciudadanos monotemáticos,
desde la superioridad moral que genera toda preferencia absoluta,
someten a juicio al gobierno, a los actores políticos y a sus pares en
las redes sociales. Dichos juicios son generalmente negativos, por-
que por definición no pueden ser otra cosa” (Luna, 2016).
Entonces nos podemos preguntar, ¿cómo construir plataformas
ideológicas, políticas, programáticas y sociales medianamente acep-
tables ante una sociedad tan dinámica y crítica? Hoy en día, partido
político parece ser sinónimo de corrupción e ineficiencia.
¿Y qué se puede hacer por el PRI? La primera opción que viene
a la mente puede ser la de reformarse. En su sentido más básico, evo-
car este término implica buscar un nuevo enfoque para enmendar el
camino erróneo, sin modificar de manera profunda el sistema o la

72
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

base. Reformas ha habido muchas. Desde modificaciones a los do-


cumentos básicos hasta la forma en que se presentan y estudian los
perfiles para competir por cargos públicos, hasta cambios de nom-
bres y formas han sido la constante en un partido político surgido
hace casi nueve décadas.
En nuestra experiencia, reformar al Revolucionario Institucio-
nal ha sido oportuno y útil sólo en la medida en que la sociedad
mexicana estaba dispuesta a seguir depositando su confianza en el
partido que acompañó la formación de México como nación inde-
pendiente. La modernidad a la que hoy nos enfrentamos difícilmen-
te aceptará a un pri reformado, pues las siglas denotan todo lo ne-
gativo que parece querer ser sacudido del sistema político nacional.
Entonces podríamos proponer una renovación. Ese término, se-
gún los diccionarios más básicos, implica “hacer como de algo nuevo,
o volverlo a su primer estado”; sugeriría, en primer término, regresar
a la raíz. ¿Qué juego tendría en el sistema político nacional un par-
tido de caudillos como lo fue el Partido Nacional Revolucionario de
Plutarco Elías Calles? ¿Qué validez tendría un partido corporativista
que, atentando contra cualquier expresión de libertad individual, se
basa en estructuras verticales de apoyos programáticos como lo fue
el Partido de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas?
No. Creemos firmemente que esta no es la solución. ¿Qué tal si
proponemos reconstruir al partido? Repararlo, pues está dañado, de-
teriorado. Reconstruirlo podría parecer algo viable. Pero además de
ser una labor titánica, es poco práctica. Encontrar cómo reconstruir
algo dañado tan profundamente se vuelve mucho más laborioso
cuando consideramos que el pri, como el partido con más historia y
posiblemente más militantes inscritos en su padrón, implica fronte-
ras tan amplias que los frentes abiertos y dañados son muchos más
que los 32 estados que conforman la república o los 300 distritos
uninominales, compuestos por las casi 68 000 secciones electorales.
Gente inconforme. Militantes traicionados. Candidatos abando-
nados. Dirigencia ajena a su estructura. Definitivamente, reconstruir
no es opción, pues estos elementos no pueden caer en la omisión.
Reinventar al partido podría ser una alternativa. Pero a estas alturas
no hay algo nuevo bajo el sol. ¿Qué podemos volver a inventar, si la

73
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

vida institucional de los partidos políticos parece estar sentenciada


al agotamiento? Una institución que busca encontrar nuevamente
el hilo negro se está sentenciando a cometer los mismos errores del
pasado, pues no está partiendo del aprendizaje sino de la necesidad
de crear de nuevo a partir del fracaso.
¿Qué tal si reevolucionamos? Revisemos la marcha del partido.
Señalemos sus aciertos y aceptemos los errores. Evitemos caer en
profundas reflexiones sobre lo que falló si ello no nos deja una ver-
dadera enseñanza. Hagamos volver al partido a sus principios funda-
cionales, adaptándolos a los nuevos tiempos.
Propiciemos un proceso de gestación pura y orgánica del cam-
bio en adaptación a las nuevas exigencias del entorno. Reevolucionar
se refiere a mejorar desde la genética hacia un nuevo estado donde
se es más fuerte, más adaptado y con mayores probabilidades de su-
pervivencia en ambientes adversos. Confiamos en que el pri no es
un partido coyuntural. No es un movimiento creado a partir de un
líder carismático. Tampoco es la institucionalización de la negación
sistemática. No es una institución creada a partir de un punto en la
agenda nacional y tampoco es la unión de las voces inconformes por
no encontrar respuesta a sus demandas.
El pri es el partido que se originó para acompañar la transfor-
mación del Estado. De la mano de las instituciones, fue testigo de
la evolución de México de ser un país en plena revolución a uno
de estructuras. De su seno emanaron los más grandes ideólogos del
siglo anterior.
Es cierto que los vicios que lo aquejan hoy son muchos más
que los aciertos que se puedan presumir. No hacemos caso omiso
a la gran estela de corrupción e impunidad que ciertos grupos han
proyectado sobre el tricolor. Pero, así como la vida líquida se nos va
de las manos, también lo hace la inmediatez de la inconformidad.
Al final, es innegable que a pesar de parecer ser sujeto reductible, el
tiempo es también inexorable.
Si algo le sobra al pri es base temporal. Ha demostrado que a lo
largo de las décadas se pudo transformar en lo que la sociedad nece-
sitaba de un organismo político de representación. Ahora es tiempo
de recuperar la confianza y la certidumbre que el quehacer político

74
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

exige, adaptándose a la creciente necesidad de participar de manera


directa que ha surgido en la sociedad. Estamos convencidos de que
un partido así es posible.

2.5 Cambios de fondo… ¡re-evolución!


Es claro que la imagen del priismo nacional está deteriorada hasta
la ignominia. Muestra clara es la expresión del historiador Enrique
Krauze al recordar a viejos priistas que han dicho que el pri sea tan
resistente como la Iglesia católica:

Más que a la Iglesia, el pri se parece al Estado corporativo


novohispano, ibérico, “a ese mundo de prebendas, de corte,
de los virreyes, los alcaldes, los gobernadores, todos hacien-
do negocios y además negocios de manera lícita eran ilícitos
a nuestros ojos, pero era bien visto que hicieran sus nego-
cios, que dieran puestos y que concedieran mercedes y tie-
rras, una visión patrimonialista de la política: usar el dinero
para mantener el poder, usar el poder para tener más dinero”
(Jáquez, 1999).

Contra ese pri precisamente fue que los mexicanos votaron: para
desterrar estos excesos. Es un fuerte e inexorable llamado a convertir
a los partidos políticos en la expresión de la suma de voluntades, no
en mecanismos para enriquecerse.
Para que el pri sobreviva, como lo anticipamos, es necesario un
cambio profundo y trascendente. Pero más allá del tipo de proceso al
que se someta, lo fundamental es que éste deberá ser de fondo y no
sólo de formas. ¿De qué sirve cambiar el nombre si no cambiamos
los apellidos?
Adecuaciones al contexto político y social nacional ha habido.
Gracias a ellas, el pri sobrevive a pesar de los conflictos. Pero si la
adaptación es símbolo de la capacidad institucional para responder a
la inmediatez de la exigencia social, también es la señal velada de que
los mecanismos cambian, pero los fines y las prácticas para llegar a
ellos siguen siendo las mismas.

75
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Empecemos por desterrar la idea atribuida al ideólogo del pri,


Jesús Reyes Heroles, quien sentenció que “la forma es fondo”. Con
ella quiso decir, a principios del último cuarto del siglo pasado, que
los modos, gestos, actitudes, comportamientos, o palabras, es decir,
todo lo externo, es la materia o sustancia que puede influir en de-
cisiones trascendentales en la carrera de un político o funcionario
público.
Pero en pleno siglo xxi, es necesario entender que esta frase fue
dictada para un régimen político determinado con características
tan específicas que difícilmente puede ser aplicado en la actualidad.
Liébano Sáenz asegura que “el país cambió de manera radical. Los
gobiernos de la primera alternancia no pudieron acreditar una nue-
va forma de hacer la política. En parte, por las dificultades propias
de la transición, pero también por la falta de oficio y sentido de la
responsabilidad política y del concepto de Estado” (Sáenz, 2014).
La división ideológica dentro de los partidos también se hizo
presente. En el pri, la pugna comenzó entre aquellos que respetando
la ideología de Reyes Heroles querían mantener la política de los
signos y simbolismos contra el grupo pragmático que dejó de preo-
cuparse por el fondo y se enfocó sólo en sus formas.
Para la nueva generación de priistas, muchos de ellos domina-
dos por la tecnocracia, el mayor valor fue la eficacia. La praxis po-
lítica enfocada en resultados pareció convencer las demandas de la
siempre cambiante y dinámica sociedad. Entonces llegó el último
gran cambio de formas que tuvo el partido antes de la elección de
2018. Con Enrique Peña Nieto como candidato, se dejaron atrás las
viejas actitudes del priismo tradicional para dar paso a una aparente
apertura a la pluralidad y el disenso.
Sáenz (2014) recuerda que durante la campaña presidencial,
mientras que el equipo priista de Peña Nieto descalificó la protes-
ta en la Universidad Iberoamericana que dio origen al movimiento
#YoSoy132, acusándola de haber sido provocada por infiltrados ad-
versarios, el entonces candidato de inmediato la consideró válida y
auténtica: una proporción importante de los universitarios de clase
media en el Distrito Federal rechazaban al partido, a la candidatura
y a la política misma.

76
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Las formas dejaron de ser camisas de fuerza para convertirse en


trajes a la medida. La forma de hacer, actuar y pensar como priistas
y desde el partido se tuvo que adaptar a lo que bajo la batuta del pre-
sidente se entendió como lo políticamente aceptable.
El cisma llegó cuando la cúpula aplicó esta nueva política sin
consultarla o siquiera proponerla a la base. La militancia histórica
del pri seguía buscando símbolos y señas, guiños e indicaciones, ges-
tos y frases indirectas. No fueron pocos los que, ante la apertura tan
notable hacia la oposición, esperaron el contragolpe que encumbra-
ra al partido como el indiscutible rey del sistema electoral.
Pero el acto intencionado nunca llegó. La visión cortoplacista
de la oligarquía partidista, difuminada hasta la confusión con los
funcionarios del Ejecutivo Federal y los grandes amigos e integran-
tes del presidente, buscó sólo actuar para resolver la inmediatez. El
partido tuvo que adecuarse. La adaptación in extremis, con siete di-
rigencias nacionales en tan sólo un sexenio.5
Sí, quizás las formas cambiaron. Se modificaron para complacer
a un Ejecutivo Federal que requirió del partido para sacar adelan-
te reformas estructurales que no contaban con el apoyo ciudadano.
Que exigió un partido cabizbajo y disciplinado digno de mediados
de los años sesenta, pero enfrentándolo a una sociedad displicente
con el sistema de partidos e inconforme con los resultados que jamás
llegaron.
Esto sólo deja en claro que las formas pudieron haber cambia-
do, pero no el fondo. Al final, la intención de recuperar el esquema
de presidencialismo exacerbado existió. El intento de servirse del
partido como instrumento político para complacer los designios del
Ejecutivo fue real.

5
Ocho, si se cuenta desde el momento de la expedición del bando presidencial. Los dirigentes
fueron Pedro Joaquín Coldwell (de noviembre de 2011 a noviembre de 2012); María Cristina
Díaz Salazar (de noviembre a diciembre de 2012); César Camacho Quiroz (de diciembre de
2012 a agosto de 2015); Manlio Fabio Beltrones Rivera (de agosto de 2015 a junio de 2016);
Carolina Monroy Del Mazo (de junio a julio de 2016); Enrique Ochoa Reza (de julio de 2016 a
mayo de 2018); René Juárez Cisneros (de mayo a julio de 2018), y Claudia Ruiz Massieu (quien
tomó protesta en julio de 2018).

77
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La cultura “del tapado”, con la nominación al último minuto del


candidato presidencial, secreto que sólo conocía el círculo más ínti-
mo de Enrique Peña Nieto y que nunca fue consensuado con la base
militante, resultó en la elección más desastrosa que el pri ha vivido.
La sumisión total a la multicitada cúpula de hierro oligárquica sigue
presente. También existe ese desprecio hacia la oposición que sólo
se puede simular con hipocresía; ese que por pasiones personales
impide los acuerdos y bloquea las alianzas.
Y ahí va de nueva cuenta la pregunta: ¿Qué hacer? La historia
reciente del Revolucionario Institucional es prueba de que cambiar
las formas no es suficiente cuando el fondo no se transforma tam-
bién. Proponemos entonces una modificación toral en el lenguaje: se
puede dejar atrás la adaptación. Esa característica tan asociada con
el oportunismo político debe ser superada.
Se puede hacer del pri un partido resiliente: un instituto que
ante un desafío equilibre el modelo de protección con uno compen-
satorio; es decir, enfrentar al riesgo cara a cara, sin buscar alternati-
vas fáciles o culpas impensables.
Un partido político debe entender que la sociedad ha cambia-
do y que los flujos de la opinión pública son tan dinámicos que las
lealtades partidistas dejaron de existir. Se debe comprender que las
siglas y los colores no importan tanto como el significado que se le
puede dar al mensaje que la comunidad quiera insertar en la arena
de lo público.
Reevolucionar de manera honesta, frontal y generosa, confor-
me con la dinámica de un México exigente y despierto, es como un
cambio podría llegar. Pero su efectividad depende única y exclusiva-
mente de la voluntad de quienes se sienten dueños: el partido es para
los priistas, no de ellos.

2.6 Entre los priistas se sabe


Pareciera evidente que la dirigencia del pri tiene miedo al cambio.
Desde su fundación como pnr en 1929, el Partido de la Revolución
ha tenido sólo dos cambios de gran magnitud: cuando en 1938 se
transformó en prm para ejercer el corporativismo y la sectorización

78
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

de la sociedad; y en 1946, cuando, pri al fin, se vuelve en catalizador


para permitir que los civiles accedan al poder público.
Ambas transformaciones e incluso su fundación fueron im-
pulsadas por los dirigentes: Plutarco Elías Calles, jefe máximo de
la Revolución mexicana, llamó al fin del caudillismo a través de la
institución. Lázaro Cárdenas impulsó al corporativismo a través del
modelo de partido único teorizado por el rumano Mihail Manoi-
lescu en 1919. El civil Manuel Ávila Camacho se impuso al militar
Maximino Ávila Camacho, alter ego y modelo de continuidad cas-
trense al frente del país, para expulsar al sector militar del partido y
transformarlo en el pri.
Hoy la situación es desoladora. Aquel gran partido que enraizó
a la revolución institucionalizada en el imaginario colectivo mexi-
cano desde hace décadas quedó muy superado por las demandas de
apertura ideológica, pluralismo y participación directa de la ciuda-
danía en la toma de decisiones. La animadversión de los mexicanos
hacia el partido, sus dirigentes, sus funcionarios públicos y todo lo
que ellos puedan representar es tan sólo una pequeña prueba del
hartazgo mayúsculo hacia la impunidad, la corrupción, la injusticia,
el nepotismo, el amiguismo, el despotismo y la desbocada violencia
que se vive hoy en día.
Aunque la miopía de una cúpula es evidente, el priista de tra-
dición lo entiende. Se siente en el aire enrarecido dentro del partido.
El cambio no es necesario. Es urgente. No es una opción. La re-evo-
lución es el único camino. Carolina Monroy, exdirigente del partido,
reconoció que la gravísima crisis del pri exige un cambio profundo:
“se requiere renovar los procesos, pero, sobre todo, dijo, se necesita
volver a escuchar a la base, si se limitan a un diálogo entre liderazgos
no va a servir de nada y no va a salir del sitio en el que se encuentra”.6
René Juárez Cisneros, quien dirigiera al partido en la recta final
de la desastrosa campaña presidencial de José Antonio Meade, tras
reconocer que los resultados electorales del 1 de julio no los favore-
cían, convocó de inmediato a una reflexión profunda para impulsar el

6
Entrevista ofrecida al Diario Evolución el 22 de agosto de 2018.

79
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

cambio del partido e iniciar su recuperación: “es fundamental que du-


rante este proceso exista orden y se jerarquicen las tareas que habrán
de emprenderse en el futuro, a corto y mediano plazo” (Butrón, 2018).
Su sucesora, Claudia Ruiz Massieu, aceptó que el partido podría
necesitar incluso un cambio de nombre. “Hay que reconstruirnos y
reflexionar sobre lo que no hicimos bien. La reforma del pri tiene
que ser profunda y verdadera. Hay que cambiar de forma, pero tam-
bién de fondo”, indicó Ruiz Massieu en entrevista poco después de
haber asumido la dirigencia nacional.
Otros, como el exgobernador de Oaxaca, Ulises Ruíz, abierta-
mente culparon al presidente Enrique Peña Nieto y al rechazo hacia
su persona, su círculo y sus prácticas la crasa derrota: “los que co-
metieron los errores de estrategia, los que cometieron los errores de
selección interna y obviamente lo que influyó determinantemente es
el rechazo que tiene el presidente y las políticas federales que se refle-
jan y se las cobran al pri el 1 de julio” (Díaz, 2018). Esto lo afirmaba
un par de semanas después de los comicios del 1 de julio.
Algunos, los menos quizás, comenzaron de inmediato con la
tarea de reconstrucción. El también exdirigente nacional, Manlio
Fabio Beltrones, quien liderara la bancada del pri en la Cámara de
Diputados durante la LXII Legislatura (2012-2015), formó una aso-
ciación civil con sus antiguos compañeros: 212 en total. Buscaban
emprender una estrategia de defensa de las reformas estructurales
del saliente gobierno de Enrique Peña Nieto, distrito por distrito, re-
cuperando la práctica del “trabajo de tierra”.
La evidencia parecería indiscutible. El priismo lo sabe. El cam-
bio tiene que llegar, nos está tocando fuertemente la puerta.

2.7 Nada es permanente


“Nada es permanente, excepto el cambio”, sentenció hace más de dos
milenios el filósofo Heráclito de Efeso. Las doctrinas más antiguas
del mundo se rigen por este principio. El monje budista Khenpo
Tenzin lo predicaba en 2014: la impermanencia “significa que todo
cambia. Está frente a nuestros ojos todo el tiempo […] nada es igual
todo el tiempo. Nada es concreto”.

80
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

El monje nacido en India asegura que el cambio es algo inevi-


table, a pesar de que la gente le tenga miedo. El miedo al cambio, al
que la psicología social suele definir como el conjunto de estrategias
que tienen por finalidad disminuir o eliminar la ansiedad que todo
proceso de cambio puede generar, puede ser uno de los principales
impedimentos para adaptarse a la siempre cambiante realidad.
Ejemplo puede ser el dado por Alfonso Ramírez de Arellano,
psicólogo español, quien afirma que el miedo, cuando se expresa de
manera agresiva, deviene autoritarismo.

La dinámica emocional de las organizaciones autoritarias se


basa en la gestión del miedo y la ira. Hacia adentro su pater-
nalismo contiene el miedo y ofrece seguridad; hacia afuera
se proyecta la ira contra los que se consideran diferentes. Eso
puede conducir a opciones políticas extremistas (Ramírez de
Arellano, 2013).

¿Por qué caer en errores históricos en lugar de buscar la respuesta


más óptima al nuevo panorama?
Basta recordar la década trágica y socialmente efervescente que
resultó de la opresión del presidente Gustavo Díaz Ordaz tras el mo-
vimiento estudiantil de 1968, que se tradujo en una década de 1970
con permanentes amenazas de estallido de guerrilla urbana y una
imagen demacrada y detestada de la institución presidencial, que
resultó en un complicado sexenio para Luis Echeverría y concluyó
como crisis económica nacional con José López Portillo.
Definitivamente, paternalizar la crisis para orientar al miedo
hacia la creencia de una respuesta todopoderosa no es la solución.
No son pocos los que aseguran que el triunfo del pri en 1994 tuvo
más que ver con la cultura del terror que con el candidato presiden-
cial o su campaña.
Tras los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz
Massieu, se fundió en el imaginario colectivo que sólo el partido que
garantizaba la continuidad era la opción, pues además de saber go-
bernar podía controlar las variables sociales de las que se desprende
la violencia. Este grave error llevó, en 1997, a perder el gobierno del

81
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Distrito Federal y el control total en el Congreso Federal. No, el mie-


do no es la opción.
Los cambios son producto de la dinámica del continuo que es el
tiempo. Siempre en movimiento, aunque a veces poco comprendido,
el día de hoy, por más similitudes que encontremos, estamos en un
lugar muy distinto al que vivimos en 1968, en 1988, en 1997, en 2000,
en 2006 o en el 1 de julio de 2018.
La cambiante realidad de la sociedad, sumado a una comunidad
cada vez más politizada e interesada por participar activamente en
la toma de decisiones a través de mecanismos directos, así como la
globalización que trae consigo las noticias de países en los que con-
formarse ya no es una opción, colocan a México en una situación
poco comprendida pero diametralmente opuesta a la que se vivió
durante el siglo xx.
Quizás el más grande error del pri en 2012 no fue la cesión
absoluta de los derechos y vida partidista al titular del Ejecutivo Fe-
deral. La falta más grande se tuvo en creer que la holgada victoria de
Enrique Peña Nieto sobre su contrincante más próximo era símbolo
inequívoco de la restauración del viejo régimen priista, aquel que
por más de 70 años gobernó a la nación.
El avasallador triunfo de Enrique Peña Nieto, cobijado por el
Pacto por México, que permitió la aprobación y operación de gran
parte de sus reformas estructurales, al amparo de los dos principales
partidos de oposición (pan y prd), evocó aquellos años a finales de
la década de 1980 en que a pesar de tener un sistema pluripartidista,
el pri seguía siendo el mandamás todopoderoso, que daba algo de
juego a sus adversarios sólo para legitimar el poder absoluto del par-
tido hegemónico.
Pero a la elación proveniente de los comicios del 2012 le corres-
pondió un trago de realidad directamente proporcional al tamaño
de las expectativas. Los acuerdos políticos cupulares ya no represen-
taban a la ciudadanía. Los inconformes, provenientes en gran parte
de las nuevas generaciones que crecieron escuchando del pri sólo
su predominio durante más de siete décadas, no sólo buscaron un
cambio. Querían participar. Decidir, actuar… castigar.

82
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Fueron seis años muy complicados. La reforma hacendaria


incrementó la recaudación a costa de dificultar más el emprendi-
miento; la reforma energética nunca pudo aterrizar sus promesas de
combustibles más baratos; la reforma educativa se casó con un sec-
tor de la sociedad completamente adverso; la reforma en materia de
seguridad concentró toda la expectativa en un súper secretario que
hizo su mayor esfuerzo, a pesar de los desánimos de la tecnocracia
cercana al presidente Peña.
La derrota fue evidente. Durante el sexenio, la pugna por las
gubernaturas demostró que, si a nivel federal el pri había llegado
con un amplio margen de aceptación, a nivel estatal se complicaban
las cosas. Los escándalos de corrupción e impunidad mermaron la
imagen del partido, que nunca entendió las señales y creyó duran-
te todo ese periodo que la sintomatología era de una sociedad civil
saludable que podría ser acallada con la operación política de los
programas sociales.
Al final, llegó la elección y con ella el derrumbe de todas las es-
peranzas. En efecto, la victoria no fue permanente. Pero de esa expe-
riencia se pueden sacar diversas cosas positivas. El pasado debe ser el
punto de inflexión a través del cual entendamos que nuestro futuro
es única y exclusivamente resultado de las acciones y decisiones que
tomamos. Esto quiere decir que siempre es posible volver a levantar-
se. Creemos firmemente que el partido puede hacerlo. La victoria no
es permanente, pero tampoco la derrota. Ponerse de pie. Modificar
lo que está mal. Enfatizar todo lo bueno. Maximizar los aciertos. Un
nuevo partido sí es posible.

2.8 Una especie en peligro de extinción


Como ya lo comentamos, la democracia mexicana ha transitado len-
ta pero constantemente de una dominada por un partido hegemó-
nico a un sistema de representatividad pluripartidista. La evolución,
que abarca un periodo de aproximadamente treinta años,7 a comien-

7
Considerando que teóricos como José Woldenberg ubican el inicio de la transición demo-
crática mexicana con la reforma promovida en 1977 por Jesús Reyes Heroles, que permitió la

83
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

zos del siglo xxi dio un paso más gracias a una sociedad cada vez
más inquisidora contra la clase política.
Los ciudadanos ya no estaban dispuestos a esperar sentados a
que las decisiones se tomaran en su nombre, pero sin considerarlos.
Las instancias de expresión y proyección de demandas de la pobla-
ción, que tradicionalmente habían sido configuradas gracias al par-
tido político, estaban agotadas.
El surgimiento de organizaciones de la sociedad civil, movi-
mientos y asambleas cuyo único objetivo fue insertar el discurso de
un grupo determinado en la arena de lo político fue el paso deter-
minante para iniciar la lapidación del esquema de partido político
como único mecanismo para hacer política.
La reforma política impulsada en 2012 abrió además la puerta
para la expresión directa de inquietudes a través de la consulta popu-
lar. Es por eso quizás que más de uno se ha aventurado a afirmar que
los partidos políticos son entidades en extinción.
Pero un instituto político no existe nada más por y para su di-
rigencia y estructura interna. El don de la representatividad le debe
garantizar su existencia en la medida en que continúe como avatar
de algún grupo o sector de la vasta pluralidad social.
El pri, durante muchos años, se caracterizó por el extenso pa-
drón de afiliados simpatizantes, militantes, cuadros y dirigentes con
el que contaba. El tan famoso voto duro (que se terminó de defi-
nir en la década de 1990 como aquel porcentaje de votantes que sin
importar el candidato o el tipo de elección siempre elegirían al pri
como su primera opción) garantizaba un amplio margen de votantes
a través del cual el partido podría seguir existiendo.
La importancia de mantener este número se volvía prioridad
al considerar que del número de votos obtenidos en cada elección
federal se desprenden las prerrogativas constitucionales que gustosa-
mente reciben los partidos políticos. Por ello, mal común entre prác-
ticamente todos los participantes en el sistema de partidos mexicano,
es que el clientelismo y la distracción de programas sociales en los

apertura hacia la oposición y la existencia de partidos legítimos con una bandera distinta a la
priista adicionales al histórico pan.

84
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

estados y municipios donde son gobierno para atraer y comprar voto


se hizo un mal casi endémico.
Quid pro quo se volvió el lema común. Una cosa a cambio de
otra. Voto por ayuda económica, despensa, empadronamiento en
programas sociales y demás. Uno de los problemas más grandes del
priismo en las últimas décadas fue priorizar este tipo de relación an-
tes que la defensa de sus principios o el fortalecimiento de su pla-
taforma ideológica. ¿De qué le sirvió ser el único instituto político
con un área diseñada exclusivamente para la enseñanza y educación
de sus cuadros militantes si éstos no fueron atendidos de manera
adecuada?
El voto duro, de esa manera, comenzó a difuminarse. Hacia me-
diados de la década de los 2000, el ciudadano que sin importar la co-
yuntura política, económica o social votaba y defendía al pri se hizo
cada vez más escaso. La operación de programas sociales locales en
favor de partidos distintos fortaleció la idea de que el pri había dejado
de ser un gestor adecuado de las demandas y necesidades comunes.
La situación empeoró en 2012, cuando parte de la cúpula partidista
olvidó las formas y el fondo del priismo tradicional para dar paso a
una visión en exceso pragmática que terminó de liquidar al voto fiel.
Esta es la otra razón del fracaso. La cerrazón de las viejas cú-
pulas por permitir la transición generacional al interior del partido.
Mientras que a nivel municipal y estatal e incluso federal, nuevos
perfiles con alto grado de preparación académica y social buscaban
acercarse al pri para ofrecer su capital político e intelectual, priistas
históricos que en 1977 habían representado a la juventud tricolor
siguieron aferrándose al poder.
Frases como “los jóvenes tendrán su momento de participar,
pero en lo que maduran deben acercarse a nosotros los experimen-
tados para aprender y ver de cerca cómo es que se hace la política en
realidad”8 eran la gran muralla que impidió el paso a los que creían
poder aportar algo nuevo al partido.

8
Uno de los intentos más encomiables para reforzar a las bases priistas se dio a través del
Instituto de Capacitación y Desarrollo Político (Icadep) que, durante la dirigencia de César
Camacho Quiroz (2012-2015) lanzó el programa “Escuela Nacional de Cuadros”. En un ambi-

85
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Darle la espalda al amplio sector social que defendía al pri ante


cualquier embate de otra expresión política, de la mano con ignorar
el bono político que la juventud preparada otorgó, pavimentó el ca-
mino hacia la gran crisis de 2018. El Partido de la Revolución, que
durante más de siete décadas gobernó la nación, de repente entró en
peligro de extinción.
Ya no sólo se enfrentó a la crisis de los partidos políticos en
general, sino también a un grave cisma originado en su seno. Por
primera vez en veinte años,9 muchos reconocieron que el pri podría
llegar a su final. Entre desencantos, rencores, desilusiones e impoten-
cia combinados todos con enojo y desdén, muchos coincidieron en
que el final podría estar cerca.

2.9 ¿Pérdida de registro en la elección intermedia?


La Ley General de Partidos Políticos publicada en el Diario Oficial
de la Federación el 23 de mayo de 2014 señala en su artículo 94 que
es causa de pérdida de registro como partido político nacional no
obtener por lo menos 3 % de la votación válida emitida en alguna de
las elecciones para diputados, senadores o presidente de la república.
Para los comicios de 2018, el Padrón Electoral del Instituto Na-
cional Electoral, con corte al 8 de septiembre del año, contaba con
90 719 675 ciudadanos. La participación ciudadana en elección de
presidente de la república ronda 60  % en promedio, mientras que
para elecciones intermedias de 2003 en adelante no ha superado
48 % de la lista nominal. Esto quiere decir que el máximo estimado

cioso intento de combinar la instrucción académica a distancia junto con conferencias presen-
ciales impartidas por grandes figuras del priismo, la enc tuvo la encomienda de preparar a los
nuevos futuros candidatos en los distintos niveles de gobierno. Una de las participaciones más
memorables fue la del entonces senador Emilio Gamboa Patrón, quien ante la primera gene-
ración de cuadros en formación expresó esa frase ante la pregunta expresa de cuándo sería la
oportunidad de los entonces estudiantes de participar políticamente con el pri.
9
Después de la crisis política de 1988 en la que Carlos Salinas de Gortari resultó presidente
electo a costa de la salida de un grupo importante de ideas centro-izquierda (que posterior-
mente formarían al prd), el pri sufrió una grave crisis por el desprecio y rechazo que generaba
la idea de un evidente fraude electoral. El problema escaló durante el sexenio de Salinas, quien
propuso incluso cambiar el nombre de Partido Revolucionario Institucional a Partido Nacio-
nal de la Solidaridad.

86
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

de votos emitidos para la elección intermedia de 2021 podría ser de


aproximadamente 45 millones.
La elección de 2018 tuvo un aproximado de 2 % de votos nulos,
resultado de errores en el llenado de la boleta, voto en blanco, voto
por más de un candidato de distinta coalición o partido, y voto por
candidatos no registrados. Consideremos que la ley es clara en es-
tablecer que el criterio de votación para conservar el registro habla
sobre votación válida emitida; es decir, la votación total menos los
casos arriba mencionados. Una votación total de 45 millones menos
2  % representa un total de 44 millones de votos. El mínimo para
conservar el registro, es de 1.32 millones de votos obtenidos (3 %).
La Ley General de Partidos Políticos señala que el mínimo de
votación requerida también aplica en elección de gobernadores en
las entidades federativas, así como de congresos locales. En 2021 se
renovará, además de la Cámara de Diputados, la gubernatura de 15
entidades federativas, 8 de las cuales son gobernadas por el pri. En-
tonces existe, además de en el ámbito federal, el riesgo no sólo de
dejar de gobernar dichos estados, sino de perder el registro en ellos.
¿Quién diría que el alguna vez denominado “partidazo” estaría
en riesgo no sólo de perder una elección, sino también su registro
en los estados y en el país? Al gran descontento y rechazo que la
ciudadanía mostró en contra del pri en las urnas el 1 de julio de
2018 se debe sumar además un fenómeno que ha tomado fuerza en
los últimos años. Las candidaturas independientes o sin partido han
monopolizado el discurso antisistema. Expresiones como “ya esta-
mos hartos de los políticos” o “los partidos políticos sólo te quitan tu
dinero” son comunes en campaña y han logrado atraer a un número
importante de votantes.
En el estado de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón ganó la
gubernatura en 2015 con 48.8 % de la votación válida emitida, poco
más del doble que su contendiente más cercana, la priista Ivonne
Álvarez (que obtuvo 23.8 %). Rodríguez, quien hasta antes de la elec-
ción militó en el pri y decidió contender por la gubernatura a través
de la vía independiente ante la cerrazón del partido de otorgarle un
lugar para competir por la diputación federal, fue el primer indicio

87
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

de que el fenómeno del discurso en contra de los partidos políticos y


la praxis tradicional estaban agotados.
Aquellos que prefieren hacer oídos sordos a las tan claras ad-
vertencias podrían creer que obtener menos de 3 % de la votación
en alguna entidad federativa o distrito electoral federal es irreal. Lo
cierto es que la fuerza del partido se ha visto mermada poco a poco,
pero de manera constante desde hace veinte años. Sumemos que el
aliado histórico del pri desde 2009, el pvem, anunció la ruptura del
acuerdo entre partidos para ofertarse como la propuesta política
ideal para alcanzar mayorías en el Poder Legislativo.
La pérdida del registro como partido político nacional merodea
al pri. ¿Es tiempo de bajar el telón?

2.10 El plan trianual


“La peor lucha es la que no se hace”, dijo Karl Marx en La Primera
Internacional a finales de siglo xix. La derrota sólo llega cuando se
deja de intentar. Creemos que definitivamente dejar morir al partido
que forjó la nación como hoy la conocemos no es la respuesta. Pero
la sentencia no sólo es por acción, sino también por omisión.
Trabajar para que el pri llegue a su fin es casi tan equívoco como
esperar que el mundo se vuelva a adaptar a lo que el partido es y puede
ofrecer. A lo largo del capítulo hemos revisado los diversos factores de
la multiplicidad sociedad que ha llevado al Partido de la Revolución a
ser una especie en peligro de extinción. Todos ellos, estamos seguros,
son características endémicas de una sociedad que ya no está dispues-
ta a adaptarse a un molde, sino que exige que estos se modifiquen a la
marcha, pues de no hacerlo corren el riesgo de desbordarse.
John Aldrich aseguró en 1995 que la crisis partidista es un pro-
ceso de adaptación y fortalecimiento; es necesario sustituir el prefijo
“de” (declive, decaimiento) por “re” (revitalización, resurgimiento).
El pri debe aprovechar el boom democrático. Debe reorganizarse
y debe transformarse. Evolucionar. José Woldenberg afirma que el

88
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

partido triunfador en una elección es aquel que llega más unido a


una elección.10
La unidad no se logra a través de la imposición. La conjunción
de esfuerzos debe operarse con voluntades, no con imposiciones. El
trabajo de las bases debe conducirse, no obligarse. Los resultados de
la ideología deben emanar de la capacidad de responder a las exi-
gencias dinámicas, no del creerse los todopoderosos dueños de la
verdad social y las respuestas a todo cuestionamiento surgido en el
seno de la opinión pública.
La elección de 2018 dejó en claro que la inconformidad hacia
los partidos políticos tradicionales era general. pan, prd, pt, mc,
pvem, pes, na y pri, todos ellos, agotaron sus modelos.
El partido monotemático agotó su imagen como el único capaz
de expresar las inquietudes específicas de temas determinados en la
arena de lo público. Los partidos de élites ya no encontraron perfiles
notables que quisieran pertenecer a sus filas para representar a la
sociedad que los admira. Los partidos de masas perdieron su orga-
nización y dejaron de ver resultados en la politización de programas
sociales. Incluso algunos partidos electoralistas perdieron su regis-
tro a pesar de haber buscado las coaliciones más benéficas posibles.11
Todos ellos perdieron ante la imagen de un partido político que
se asumió como movimiento. Alaine Touraine definió al movimien-
to social como “la conducta colectiva organizada de un actor de clase
luchando contra su adversario de clase por la dirección social de la
historicidad en una colectividad concreta” (Touraine, 2009).
Movimiento Regeneración Nacional (Morena), organización
política centrada en un líder carismático que monopolizó el discurso
antisistémico y el legítimo puesto de oposición al régimen, fue más
un partido “atrapatodo” que un movimiento social. El alemán Otto

10
El expresidente del Instituto Federal Electoral (ife), a quien correspondió la transición de la
presidencia de Ernesto Zedillo hacia Vicente Fox, actualmente da cátedra de Partidos Políticos
en México y Sistema Electoral Mexicano en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la
Universidad Nacional Autónoma de México. La frase aquí referida ha sido repetida a lo largo
de sus conferencias y clases desde hace ya más de un lustro.
11
Esta es, a grandes rasgos, una categorización tomada del análisis que Richard Gunther y
Larry Diamond presentaran en 2001.

89
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Kirchheimer definió en 1939 a los Allerweltspartei (partidos atrapa


todo o catch all) como el resultado de una crisis de la política (cam-
bio social, cultural, electoral, partidista y crisis de representatividad).
Estos factores se encuentran entramados hasta tal punto que para la
supervivencia de un partido parece ser necesario cumplir con tres
características específicas:

Reducir su bagaje ideológico al mínimo, de modo que no


provoque filias o fobias concretas con su discurso.
Pérdida del énfasis en clases sociales o sectores ciudadanos
determinados para reclutar simpatías entre todos los niveles
de la sociedad.
Garantizar el acceso y la conexión con diversos grupos de
interés y organizaciones sociales.

Este tipo de partidos suele concretar sus esfuerzos en un discurso


general sobre temas que preocupan a gran parte de la ciudadanía
para generar amplios consensos.
Morena se presentó en 2018 como la opción válida contra la co-
rrupción y la impunidad que tanto daño hizo al pri; como el partido
que aceptó a los más pobres a diferencia del pan; como el que no uti-
lizaría los programas sociales para coaccionar el voto, como el prd:
aquel de envergadura suficiente como para insertar las demandas
sociales a diferencia de los partidos minoritarios, como pes, pt o mc.
Consecuencia de crisis económicas y del debilitamiento de ins-
tituciones democráticas fundamentales para el país, Morena se con-
virtió en el traductor del descontento ciudadano frente a los pode-
res públicos. A través de un líder carismático que, con diagnósticos
extremos sobre la situación nacional, propuso medidas refundacio-
nales y estigmatizó a grupos determinados de la estructura social
mexicana, el populismo aparentemente entró en el país.
Es definitivo. Polarizar a la nación para sistematizar el descon-
tento y devenir en conflicto no es la solución. El mecanismo no debe
ser un instituto sin ideología que derrumbe las instituciones que du-
rante prácticamente un siglo se edificaron en la nación. Porque si el

90
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

cambio es el camino a la evolución, aseguramos que es el fondo el


que tiene que modificarse, y no sólo el exterior.
Transformar a las instituciones en enemigos; asumir posturas
radicales contra discursos específicos; enemistar a la sociedad entre
ella; errar en reconocer que la corrupción, impunidad e inseguridad
no son problemas unilaterales, sino que los distintos estratos socia-
les tienen su grado de participación: todas estas características han
sido repetidas ya. No por los partidos políticos mexicanos. No por
el Partido de la Revolución. Son parte del discurso de líderes totali-
tarios históricos, como Benito Mussolinni, Francisco Franco, Daniel
Ortega y Adolf Hitler.
Repetimos: el cambio debe ser de fondo.
Considero que el Revolucionario Institucional puede volver a
ser punta de lanza en el sistema de partidos mexicano. Así como
cuando en 1929 sistematizó el acceso al poder público. Justo como
cuando en 1938 organizó la diversidad de exigencias. Tal cual lo hizo
en 1946, cuando permitió que un civil llegara a la presidencia. Al
igual que cuando en 1977 reconoció que la sociedad exigía más alter-
nativas para exponer sus preocupaciones e impulsó la reforma que
permitió la existencia de legisladores plurinominales.
Ahora, en 2018, es momento de cambiar una vez más. Pero todo
cambio que se haga para bien tiene que ser hacia adelante, no hacia
los lados o hacia atrás. Proponemos aquí como primer esbozo el pla-
zo trianual. ¿Cómo asegurarnos que no caerá el pri en la categoría
de partido atrapatodo? ¿Cuál será la forma de garantizar que la di-
rigencia y las bases se encuentran en sintonía? ¿Dónde encontrar la
armonía suficiente para generar política desde un escenario adverso?
¿Quién o quiénes deben participar como cabezas visibles de los prin-
cipios del histórico partido?
Como lo revisamos con anterioridad, han surgido diversas pro-
puestas para transformar al partido. Desde una reflexión profunda
hasta la decapitación de su cúpula, pasando por los distintos esbo-
zos de nuevo nombre y logotipo. La modificación estética no basta.
Sea cual sea el nombre del instituto, seguirá presentando la misma
imagen ante la sociedad a menos que demuestre que puede hacer las
cosas distintas.

91
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Iniciar desde cero la construcción de sus documentos básicos


tampoco es la respuesta. La declaración de principios, plan de acción
y estatutos se han adaptado a las necesidades de la dirigencia en tur-
no, pero no han hecho más que amainar al partido12 sin resultados
positivos.
Tampoco es oportuno ignorar la poderosa estructura y maqui-
naria partidista que se ha diseñado a lo largo de décadas, con meca-
nismos eficaces para atender demandas ciudadanas y responder a las
inquietudes distrito por distrito y sección por sección. Todo esto es
lo que ha permitido que el partido sobreviva. Erradicarlo es sinóni-
mo de aniquilación.
Por eso el plazo de tres años para evaluar sin dejar un solo día
sin actuar con contundencia. Que las asambleas generales del parti-
do no sean mascaradas para atender a las necesidades de un líder ale-
jado de su estructura. Que el centralismo no se apodere del diseño
de todos y cada uno de los actos de su militancia. Que las voces que
disienten no sean acalladas o ignoradas.
Proponemos la realización de amplias consultas a las bases, es-
cuchando desde el nivel seccional y escalando hasta el nacional para
ajustar el rumbo y dirección del pri. Que la dirigencia esté perma-
nentemente sometida a evaluación de la militancia. Que exista la po-
sibilidad de removerlos. Que se hagan responsables de sus decisiones.
Que la cúpula que tiene hoy un cargo, ya sea de elección popular
o en la administración pública, no tenga pase asegurado a la dirigen-
cia partidista, para impedir que los intereses del uno se mezclen con
el otro. Se debe abrir a las bases la capacidad de tomar decisiones y
fortalecer a los comités municipales y estatales. Todo revisado cada
tres años. Asimismo, hay que convocar a un proceso profundo de
revisión (no eliminación o sustitución) de los estatutos para abrir
los candados que han tenido secuestrado al Partido durante tanto
tiempo.

12
Podemos mencionar aquí la reforma estatutaria que se realizó en 2017 para permitir darle a
un ciudadano no militante una candidatura. La modificación, a petición del titular del Ejecu-
tivo Federal y su círculo cercano, se realizó con la intención de abrir la puerta a la candidatura
presidencial a dos candidatos: José Antonio Meade y Aurelio Nuño Mayer. Este fue el inicio
del declive electoral que el pri sufrió en 2018.

92
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Que nuevamente sea una opción para la ciudadanía. Que sea


capaz de traducir las exigencias de las nuevas generaciones, que ig-
noran un posicionamiento de diez cuartillas para priorizar una frase
de 180 caracteres. Que atienda a quienes han creído en él toda su
vida. Que fortalezca su ideología en lugar de perderla. Que acepte
las derrotas como punto de partida para mejorar y aprender, en lugar
de ignorarlas.
Un nuevo partido sí es posible.

93
Capítulo 3.
Estrategias frente
a la sociedad

“La estrategia es una mercancía,


la ejecución, un arte”
Peter Drucker

3.1 Un nuevo paradigma


Como se vio con anterioridad, la crisis que el Partido Revolucionario
Institucional enfrentó el 1 de julio de 2018 no fue un suceso aislado,
sino un proceso que bien podría ubicar su origen desde 1977. En
aquel entonces, la apertura democrática que propuso Jesús Reyes
Heroles dañó gravemente la vida institucional de un partido político
que nunca aprendió a competir en elecciones. Éste creció junto con
la nación, seguro de que, por sí mismo, generaba una dependencia
simbiótica con la sociedad y las instituciones del poder público.
Lo cierto es que, durante poco más de un siglo, la historia del
Partido de la Revolución, como lo llamó Luis Xavier Garrido, fue
la historia de México. Así, fueron perfectamente intercambiables las
instituciones emanadas del Partido y las prácticas políticas adecua-
das al funcionamiento y necesidades del país.
El jefe del partido y el jefe del Ejecutivo Federal compartían una
relación tan estrecha que bien parecía que el primero servía al se-
gundo, y que el pri era la herramienta política de aquello que, por
proceso y norma, no podía ejecutarse de manera oficial.
Los colores de la bandera se inscribieron en los colores del par-
tido. Pensar en uno era evocar al otro. El pri era la patria. El pri

95
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

la formó. Gracias al pri, se alcanzó el Estado moderno, o esa era


la percepción. El ente heterogéneo y siempre pragmático, capaz de
transformar su vocación y orientar sus esfuerzos a las necesidades
determinadas de etapas específicas de la historia nacional y universal,
adoptó muchas formas y principios que no siempre mantenían la
congruencia que se esperaría de un partido político tradicional.
Del mismo modo que el partido fungió como asamblea de ca-
ciques y líderes revolucionarios durante su origen, tomó los funda-
mentos del partido único europeo por excelencia, representante de
los sistemas más verticales y tradicionalistas. Así como se adaptó
para ser el parangón de los esfuerzos socialistas en la época de Láza-
ro Cárdenas, fue también el representante del liberalismo económi-
co y la inclusión de políticos empresarios en la arena de lo público.
Justo como adquirió tintes totalitarios y represores en la etapa
en la que Díaz Ordaz y Echeverría gobernaban a la nación, se pos-
tuló también como el partido del liberal socialismo. Proteccionista a
veces, a favor del paternalismo, pero también defensor de la globali-
zación y la apertura de los mercados.
El Partido Revolucionario Institucional fue mucho más que
un simple instituto político. Pero, si su camaleónica habilidad para
adaptarse a las necesidades de un México siempre cambiante fue dig-
na de estudio y ejemplo en diversas partes del mundo, su habilidad
para hacer lo mismo en pequeña escala, con los ciudadanos, se vio
ampliamente rebasada.
Coincidimos con quienes dicen que es mucha la tentación que
genera el poder. Estar en la cima muchas veces impide mirar hacia
abajo y ver con claridad lo que está pasando. La grandeza se traduce en
acrofobia y, de repente, lo único que puede mantenerte vivo es el mie-
do a caer. Para evitarlo, es preferible hacer caso omiso a lo que sucede.
De tal forma, vivir en una ilusión puede ser muy cómodo. Acep-
tar como verdad absoluta la que dicta el círculo más cercano es qui-
zás lo más práctico. Pero, del tamaño de la mentira es el golpe de
verdad. Así, el pri se dio cuenta después de muchas advertencias.
En 1976, el partido no logró entender que las elecciones federa-
les eran consideradas una pantomima, una burla a la ciudadanía, con
un candidato único que se mofaba de la precaria situación. En 1988,

96
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

ignoró que la transición democrática necesitaba, justamente, ceder


el paso a lo que la sociedad clamaba. En 1994, confundió el miedo
con la preferencia. En 2000, optó más por buscar culpables que co-
rregir errores. En 2006, ignoró que la estructura partidista va mucho
más allá que una estructura de votantes. En 2018, hizo oídos sordos
a las muchas voces que estaban inconformes: desastre a la vista.

Partido cercano a la gente, ¿de verdad?


Lo primero que el Revolucionario Institucional debe recuperar es
su cercanía con la gente. La principal función de un partido político
es servir al régimen democrático como el intérprete válido entre la
sociedad civil y el poder público. A pesar de que en teoría suena
claro, lo cierto es que, en la práctica, es mucho más difícil de llevar a
cabo. La representación debe ser cabal. Las exigencias insertadas en
la arena de lo público no pueden ser las que se cree que existen, sino
las que son expresadas.
Además, las demandas de la gente son siempre dinámicas. No
podemos basar nuestro actuar político como partido desde el su-
puesto de que una sociedad monolítica está perfectamente estratifi-
cada y cada sector va a esperar siempre el mismo resultado, a través
de los mismos procesos.
Pero tampoco podemos creer que todo es intentar salir del apu-
ro. El actuar de un partido cercano a la gente debe estar sometido
permanentemente a una verdadera autocrítica, que implique la co-
rrección periódica del rumbo, si es que éste se ha alejado demasiado
de los resultados que se esperan. El actuar de un partido debe ser
lo suficientemente abierto a las bases ciudadanas y militantes, para
entender cuáles son las inconformidades y qué se espera del actuar
partidista. Necesita hacer gala de mecanismos y herramientas que
conecten de la manera más pura y efectiva las demandas, solicitudes
y exigencias.
Un partido no es un gestor social; es una entidad de interés pú-
blico que debe operar mucho más allá del simple trámite burocrático.
La cercanía a la sociedad no es un conjunto de prebendas itinerantes

97
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

y efímeras; es la construcción de puentes y lazos firmes que permitan


fortalecer los pilares que lo mantienen.
El pri nunca debió ser un partido de élites. No se originó por
una cúpula que creyó tener la verdad absoluta o los remedios incues-
tionables a las problemáticas sociales. El pri siempre fue diseñado
para ser un partido de la gente. Debe serlo, para la gente.
La cercanía tiene que ir más allá de lo que hasta ahora se ha he-
cho. Estamos hablando del partido más grande del país, con el mayor
número de militantes y presencia en prácticamente las más de 2500
secciones electorales, divididas en los 300 distritos uninominales
que se ubican en los 32 estados de la república.
Es menester aprender a aprovechar al máximo esa estructura,
para fortalecer la relación con la sociedad. No basta con tener pre-
sencia, es urgente hacerla valer. Si cada comité seccional o distrital, e
incluso municipal, se vuelve el receptáculo de todas las inquietudes
que agobian a los mexicanos, se podrán expresar de manera siste-
mática y ordenada ante los comités estatales, que a su vez podrán
exponerlo ante el Comité Ejecutivo Nacional de manera que las de-
cisiones se tomen con la mayor cantidad de información posible y el
más grande grado de certeza posible. Sólo así se puede recuperar el
camino perdido.

Comunicación honesta para lograr confianza


Como hemos comentado con anterioridad, la legislación mexicana
considera a los partidos políticos como entidades de interés público
que tienen como fin promover la participación de los ciudadanos en
la vida democrática. Asimismo, han de contribuir a la integración
de la representación nacional y, como organizaciones de ciudadanos,
hacer posible su acceso al ejercicio del poder público. Todo ello, debe
realizarse de acuerdo con los programas, principios e ideas que pos-
tulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.
Esto quiere decir que la labor principal de los partidos no es
participar en las elecciones, y mucho menos ganarlas, sino promover
la participación para el sano ejercicio de una vida democrática. Las
elecciones competitivas no son sino consecuencia de este objetivo.

98
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

El problema principal —y quizá la causa más grave del desen-


canto hacia los partidos políticos, en general— comienza cuando el
canal de comunicación se ha roto o se encuentra severamente daña-
do. Esto es producto de los cuestionamientos hacia un actuar muy
distinto al que comandan los principales interesados en la existencia
de los partidos, es decir, la sociedad en general.
Por ello, el objetivo prioritario del pri debe ser rehacer y re-
forzar sus canales de comunicación con sus electores. Después de
2012, cuando Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia de la Repú-
blica, comenzó una estrategia agresiva de aprobación de reformas
estructurales en el Poder Legislativo. De tal forma, el pri, junto con
el pan y el prd, alcanzó consensos suficientes como para aprobar e
implementar gran parte de las exigencias mínimas que el presidente
asentó para llevar a buen término su gobierno.
Así, ante la opinión pública —por encima de su construcción
ideológica y de sus estructuras más leales—, se priorizó el pragma-
tismo institucional, para llevar de la mano los cambios a gran escala,
a pesar de que no fueran del todo aceptados. Ejemplos claros son la
reforma educativa, que fue uno de los más grandes lastres para el
gobierno de Peña Nieto.
Asimismo, la reforma fiscal, a la cual la oposición catalogó
como tóxica. Ésta resultó en un sistema recaudatorio depredador
que eliminó las posibilidades reales de supervivencia de las micro,
pequeñas y medianas empresas más allá de los primeros dos años,
sin que ello solucionara los problemas fiscales que aquejaban al país.
Entonces, el desencanto y enfado no sólo es debido a las ac-
ciones realizadas y las decisiones tomadas, sino por la incapacidad
sistemática para comunicarle a la base el cómo y por qué de éstas. Si
el pri desea un cambio de forma y fondo, debe comenzar por dise-
ñar mecanismos abiertos de participación y atención no sólo para su
base militante, sino para la ciudadanía en general. Debe mostrarse
como un partido cercano que está dispuesto a trabajar por México y
sus ciudadanos, no para enriquecer a unos pocos y proteger a la tan
cuestionada burocracia.
El éxito de Morena con Andrés Manuel López Obrador a
la cabeza fue justamente resultado de algo similar a lo que aquí

99
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

proponemos: su cercanía con el pueblo, enmarcada en permanentes


giras por la república y en una estructura que, si bien no era suficien-
te, bastaba para parecer cercana y representativa. Todo ello resultó
en un “presidente del pueblo”. Ésta será la única forma en que el Re-
volucionario Institucional pueda recuperar la confianza: apego, em-
patía y solidaridad con un México que ahora nos rechaza. Aguantar
los embates, ni modo.
En México, los partidos políticos se encuentran dentro de las
instituciones que menos confianza generan en la ciudadanía. Pero
esto es resultado de una anquilosada práctica tradicionalista y verti-
cal. Abrir los canales de participación y renovar los mecanismos de
práctica política resultaría inminentemente en una transformación
a fondo del instituto. A su vez, ello representaría una modificación
general de la percepción nacional.

Renovación generacional real


Si los canales de comunicación y participación en el interior de la
estructura partidaria son fundamentales para ejercer una correcta
articulación de las demandas ciudadanas, la dirigencia tiene que es-
tar adaptada a esta transformación. Ya mencionamos aquí el papel
relevante que la ley de hierro de la oligarquía ha jugado en la estig-
matización de las dirigencias partidistas como emanadas del totalita-
rismo y todo aquello por lo cual se desprecia a los partidos políticos.
Si bien es cierto que la dinámica misma de las instituciones
—que resulta un modelo a corta escala de lo que sucede en la so-
ciedad— requiere de la toma de decisiones concentrada y certera,
pues emana de la democracia representativa y no de la democracia
directa, también es verdad que las viejas estructuras encarnadas en
líderes sempiternos ya no pueden recuperar la confianza de las nue-
vas generaciones.
Por ello, proponemos una transformación de fondo: dejar atrás
el pernicioso imperio de los mismos. Proponemos una modifica-
ción de las dirigencias eternas que sólo brincan de un puesto a otro,
buscando mantenerse vigentes en una sociedad efímera. Ésta ha
perdido la capacidad de sorprenderse y, gracias a las tecnologías de

100
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

la información y la comunicación, la noticia es mucho más rápida,


mientras la reacción y el promedio de vida política están directa-
mente relacionados con la perfectibilidad del actuar público.
Ya no debe haber más dirigentes perpetuos. No más volver a ver
los mismos rostros de siempre ocupando diferentes posiciones. Si el
pri quiere cambiar, debe hacerlo desde dentro. Aun cuando en los
recientes años se dilapidó lo ganado en la materia, el Revolucionario
Institucional es el único partido político nacional que cuenta con un
instituto especialmente creado para la instrucción, adiestramiento
y desarrollo de nuevos cuadros. La iniciativa que propone formar
jóvenes capaces que dominen la mayoría de los temas coyunturales
que ocupan la agenda pública se ha visto perdida ante la inercia de
las élites.
Es urgente que quienes han vivido tantas décadas del partido
acepten que es momento de ceder la estafeta a las nuevas generacio-
nes, pues, gracias a todo lo que los rodea en la actualidad, llegan más
preparados y capacitados, con ideas innovadoras y una percepción
de la política muy distinta a la tradicional.

Revisión objetiva del desempeño


La gran crisis que el pri vivió en el sexenio 2012-2018 no fue resul-
tado de su acción directa. Si bien su desempeño desde el Congreso
de la Unión estuvo directamente ligado a los deseos y propuestas del
presidente Enrique Peña Nieto, siempre se dirigió con responsabi-
lidad. En los comicios, el Revolucionario Institucional se presentó
como un participante más en la fiesta democrática, acatando y cum-
pliendo con lo instruido en la legislación nacional.
Pero el triste y condenable desempeño de sus gobernadores y
funcionarios lapidó el destino del partido. Personajes como Javier
Duarte en Veracruz; los Moreira en Coahuila, e incluso el mismo
círculo más cercano al presidente de la república, lograron tachar al
pri con la lamentable sombra de la corrupción y la impunidad.
Por lo tanto, la herramienta principal del partido para man-
tener un rumbo adecuado debe ser la autoevaluación, no sólo ha-
cia dentro del instituto, sino como exigencia hacia los dirigentes y

101
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

representantes de él emanados. La nueva cultura partidista debe


dejar en claro que, si se quiere participar en elecciones bajo el es-
tandarte priista, es porque se asume plenamente el compromiso de
hacer valer y vigilar sus documentos básicos. No podemos seguir
soportando el peso de la letra muerta que no se aplica.
Debido a que la tentación del poder podría rebasar la realiza-
ción de lo anterior, es incuestionable la necesidad de crear mecanis-
mos en el interior del partido para evaluar, exigir e incluso sancio-
nar a aquellos que carguen con la bandera del pri en sus hombros y
tengan un puesto de toma de decisiones. Sólo de ese modo podre-
mos exigir y garantizar que quienes lleguen sean los mejores, pero se
mantengan como tal durante todo el ejercicio de su encargo.

3.2 Diálogo incluyente


El desarrollo sostenible no es un fin que se pueda alcanzar a través de
un modelo determinado, ni siguiendo procesos específicos extraídos
de un libro de texto. Para llegar a un estado de estabilidad incremen-
tal, es necesario entrar en una dinámica de perpetua negociación y
planificación, a través de diálogo y la discusión colectiva.
El diálogo en sí es un proceso incluyente. Para lograr un cambio
sostenible, las personas deben desarrollar un sentido de apropiación
común del proceso y convertirse en partes interesadas en la iden-
tificación de nuevos enfoques para abordar retos comunes. Es una
herramienta que, además, implica un constante aprendizaje, pues
va más allá de la simple conversación. El diálogo requiere autorre-
flexión, indagación y apertura hacia las ideas que los demás exponen.
Además, hablar de diálogo implica asumir perspectivas a largo
plazo. Es, entonces, un elemento poderosísimo no sólo para inter-
cambiar ideas y para fomentar el aprendizaje y enriquecimiento de
todos aquellos que lo entablan, sino también una efectiva herra-
mienta para recuperarse de crisis o para evitar conflictos.
Recordemos cuántas veces, a lo largo y ancho del mundo, se ha
convocado a diálogos de paz, que han resultado en el alivio de ten-
siones graves y el desarrollo de opciones y alternativas para conflic-
tos que parecen ineludibles. Por lo tanto, dialogar implica aprender

102
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

a manejar las expectativas creadas y asumidas, pero también ser


flexibles y adaptables, así como completamente conscientes sobre los
participantes y los diferentes puntos de vista.
El proceso de enriquecimiento del que emana el diálogo es el
mecanismo preferido para las sociedades estructuradas, ordenadas
y pacíficas, para mejorar o modificar algo con base en experiencias y
argumentos sólidos y válidos. Como interacción entre gobernantes
y gobernados para generar oportunidades y solucionar conflictos, el
diálogo también puede generar resultados tangibles, como progra-
mas, proyectos y pactos sociales.
El Cuarto Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda, ce-
lebrado entre noviembre y diciembre de 2011 en Busan, Corea del
Sur, reconoció que el diálogo contribuye además al desarrollo sos-
tenible con tres principios fundamentales que sustentan y justifican
su utilidad.
Para empezar, el diálogo fomenta la inclusión, pues es un pro-
ceso en el cual las partes interesadas en un conflicto o punto de in-
flexión buscan soluciones conjuntas a problemas comunes. En algu-
nas ocasiones, es la única forma de abordar los problemas de acción
colectiva, entendidos como aquellos que no se pueden resolver con
los programas tradicionales, por la incapacidad de los interesados
para actuar conjuntamente.
Por otro lado, el diálogo abona a la apropiación democrática,
tan necesaria para la existencia del sistema político y sistema de
partidos. A través de sus procesos inherentes, facilita compartir las
diferentes posturas en torno al actuar de cada uno de los elementos
del sistema, modificando la naturaleza de los input, para democrati-
zarlos y mejorar su perspectiva.
Finalmente, dialogar implica también rendir cuentas y el diá-
logo es la principal herramienta para la cooperación. Es una de las
pocas herramientas completamente probadas que abonan al mejora-
miento de una problemática integral y multimodal. La teoría que cir-
cunscribe a estos elementos sale a consideración si aceptamos que es
una necesidad prioritaria aplicarlos a los partidos políticos actuales.
El diálogo se debe concebir como verdadera herramienta de re-
construcción nacional a partir de un programa incluyente de toma

103
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

de decisiones informadas. Asimismo, se debe basar en opiniones y


puntos de vista diversos, para reconocer errores y aceptar críticas,
con el único fin de fomentar la cultura de la democracia.
Los partidos políticos nacionales de la actualidad deben resis-
tir la hecatombe que representó la elección del 1 de julio de 2018,
donde el único instituto que nunca aceptó asumirse abiertamente
como partido político arrasó a nivel local, estatal y federal. La crisis
de representatividad y el desencanto hacia los partidos sólo puede
solucionarse si se consideran soluciones integrales surgidas de pro-
puestas amplias y consensuadas.
El pri fue el primer partido político de la historia posrevolu-
cionaria. Fue el primero en crear y ejecutar prácticas de inclusión
y gestión social. También fue el primero en reconocer y aceptar la
competencia sana dentro de un sistema abiertamente democrático.
Es su oportunidad de volver a ser el primero, esta vez, en dialogar.
Porque, mientras la mayoría de Morena en los Congresos se sigue
comportando como oposición, manifestándose y gritando en los
recintos legislativos, violentando procesos y faltando al respeto a
funcionarios aún en el cargo, el pri debe buscar alternativas para
reagruparse y organizarse una vez más.
Recordemos lo fundamental que es para un partido político
mantenerse unido. El diálogo, entonces, debe ser interno y externo,
al mismo tiempo. Se deben reconciliar todas las fuerzas en el interior,
pues las pugnas que evidencian la debilidad institucional sólo vulne-
ran y violentan la fortaleza del partido al exterior.
Así, también se debe consensuar con el exterior, para colocarse
como un partido responsable y una oposición constructiva, pues la
nación no depende de sólo aprobar proyectos legislativos del Eje-
cutivo, sino de discutirlos y mejorarlos con base en las opiniones
y propuestas que la ciudadanía propone, solicita y exige, a través
de sus instituciones de representación. Como tal, debe estar plena-
mente abierto a la multiplicidad de expresiones y cuestionamientos
que puedan surgir; aceptar que la crítica es resultado inevitable de
una derrota anunciada; reconocer que hubo fallos y agradecer que
existe gente que aún quiere señalarlos, pues es la única manera de
mejorarlos.

104
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

El diálogo no se debe dar sólo con los históricos sectores. Es


válido escuchar a los campesinos y su histórica protesta sobre la re-
forma agraria, que no ha logrado materializarse por completo, pero
también lo es aceptar las exigencias obreras y la condena hacia la fal-
ta de ratificación de convenios y acuerdos internacionales en materia
de protección de sus derechos.
Asimismo, valen los cuestionamientos sobre la seguridad social
y la participación ciudadana. Pero también la lucha inconclusa de
los pueblos indígenas por lograr ser reconocidos como sujetos de
derecho público, y la de los ambientalistas, por lograr espacios pro-
tegidos y garantizados, o la de aquellos que condenan los excesos
gubernamentales y castrenses contra los derechos humanos. Y, así,
de toda la sociedad.
Para proponer soluciones, primero, es necesario conocer los
problemas. Y conocerlos sólo puede hacerse a través de un ejercicio
retórico completo, en el cual tanto el emisor como el receptor com-
partan e intercambien posiciones, empatías y apatías.

3.3 Fortalecer liderazgos locales


Después de la Revolución, la nación se encontró en un caos caracte-
rizado por la falta de rumbo y la desarticulación de un federalismo
que no lograba ejecutarse de manera adecuada. En la práctica, los
estados y territorios estaban escindidos del eje, que seguía tomando
las decisiones macro desde una óptica localista, con acciones que no
abarcaban más allá del centro y el bajío.
La falta de coordinación y cooperación culminó en el fortaleci-
miento de líderes locales y personalidades herederas de las estructu-
ras caciquiles, cuya principal finalidad era fungir como intermedia-
rios entre la sociedad local o grupo con las autoridades formales y
prácticas del poder público.
Personalidades como la de Maximino Ávila Camacho, Saturni-
no Cedillo, Ángel Flores o Ramón F. Iturbide atendían perfectamen-
te al estereotipo del pequeño tirano; líder fuerte y autocrático; con
dominio sobre los procesos políticos y locales; estructura uniper-
sonal, informal y arbitraria, ejercida mediante un núcleo central de

105
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

familiares, amigos y el uso de la fuerza violenta. Tal como lo definió


Lorenzo Meyer (2000), eran intermediarios entre la sociedad local y
las autoridades formales y superiores del sistema de poder.
Por las condiciones históricas en que se gestó la figura del caci-
que posrevolucionario, podemos suponer que la ilegalidad y la ma-
nipulación de las autoridades locales formales, así como el control
de los recursos estratégicos, se encontraban frecuentemente en los
procesos de política nacional local.
Luego de que la hecatombe revolucionaria se apaciguara, la ge-
neración caciquil heredera de la práctica coercitiva violenta llenó los
vacíos que la falta de instituciones dejó en el país. Sin embargo, en
una nación lógicamente vulnerable por el desgaste que implicó una
guerra de revolución, la falta de unidad era sinónimo de una invita-
ción a naciones con tendencias expansionistas o conquistadoras.
El Grupo Sonora, encabezado por Álvaro Obregón, y posterior-
mente Plutarco Elías Calles, tenía muy clara la necesidad de fortale-
cer a la nación, aunque aparentemente pretendieron seguir el mode-
lo del centro hacia afuera. Cuando Elías Calles, en 1929, clamó por
el fin del caudillismo y caciquismo para dar paso a la época de las
instituciones, lo hizo porque el dominio localista y gansteril iba a
impedir de manera puntual cualquier intento por crear y fortalecer
la idea de soberanía nacional.
De ese modo, el Partido Nacional Revolucionario se fundó con
la intención de agrupar a los caciques y caudillos que pululaban en
el territorio bajo una misma bandera, para pacificar los procesos de
elección y proyectar una imagen de unidad, orden y disciplina hacia
el exterior.
Así, el origen del partido fue directamente ligado al origen de la
nación mexicana como un país de instituciones y procedimientos or-
denados, para desarrollar y ejecutar plenamente el federalismo, aten-
diendo a la poderosísima herramienta de la presencia y liderazgo local.
Dicen que el más grande problema de los que habitan las zonas
centrales del país es que tienden a hacer caso omiso de la presencia
y fortaleza de las estructuras en los estados. Tanto los partidos como
los ciudadanos y las mismas estructuras del poder público olvidaron
el principal motivo por el cual la sociedad posrevolucionaria tuvo

106
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

éxito: el federalismo es una pantomima. Pero, si los esquemas re-


caudatorios y el ejercicio práctico de las atribuciones del Ejecutivo
Federal son medianamente condonadas por la representatividad que
se crea en el Poder Legislativo, a nivel institucional, no hay forma de
justificar la escisión.
El Partido Revolucionario Institucional cuenta con una amplia
estructura territorial y tiene presencia, como lo hemos comentado
con anterioridad, en las más de 2,500 secciones electorales, distribui-
das en los 300 distritos uninominales correspondientes a las 32 en-
tidades federativas. ¿De qué sirve esto si las decisiones son dictadas
desde el Comité Ejecutivo Nacional, controlado por una pequeña
cúpula que, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, estuvo al ser-
vicio del titular del Ejecutivo?
El gran valor del pnr que Plutarco Elías Calles propuso fue jus-
tamente el de dar en su justa medida el acceso de los liderazgos loca-
les al poder público de manera ordenada y sistemática. El pri actual
parece haber perdido esa esencia. Es necesario entender que la natu-
raleza de toda sociedad se basa en vínculos de grupos cerrados, que,
en el momento en que escalan a una amplitud masiva, pierden sus
características definitorias, para dar paso a masas inconexas, conglo-
meradas sólo de nombre.
Sabemos que en pleno siglo xxi sugerir siquiera una figura ca-
ciquil o caudillista es una entelequia y es inalcanzable, no por sus
características sino porque no es socialmente aceptable. Pero, lo que
aquí proponemos es el fortalecimiento de los liderazgos locales, tan
diversos y únicos como la ciudadanía misma, agrupados por estruc-
turas propias que no necesariamente responden o corresponden al
partido.
En este aspecto, merece nuestra atención gente preparada, capaz
y con amplia penetración en la base local, personas que heredaron
las mejores características de los viejos caudillos, como su carisma y
atención prioritaria a los territorios que representan, sin las herra-
mientas y prácticas violentas y menoscabadoras del orden público,
tan comunes en la posguerra.
Si miramos hacia el amplísimo territorio nacional, nos encon-
traremos con profesionistas y gente capaz, querida en sus colonias y

107
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

municipios. Personalidades generadoras de confianza y certidumbre,


que son capaces de recuperar lo que el partido perdió en el camino.
Ya es momento de parar la fuga de talento ante la cerrazón y el des-
potismo de pocos.

3.4 Verdaderos líderes en nuestros tiempos


Es común la idea de que los tiempos han cambiado. Mientras unos
condenan a la modernidad por la vertiginosa velocidad con la que
las tendencias, pasiones y fobias se mueven, hay otros que se atre-
ven a asegurar que la “descomposición social” es producto inevitable
de la pérdida de un Estado fuerte, paternalista y protector, caracte-
rizado por un presidente casi omnipresente, devenido en gobierno
todopoderoso.
Los cambios en la dinámica política responden a muchas con-
secuencias que hemos comentado con anterioridad: la construcción
pluralista de un sistema de partidos; el fortalecimiento de la inicia-
tiva privada como evolución obligatoria de una economía estatista a
un modelo neoliberalista; la globalización que difumina las fronte-
ras culturales, sociales e ideológicas de las naciones; las crisis econó-
micas cíclicas; la presencia ahora permanente de las organizaciones
de la sociedad civil y organismos supraestatales como vigilantes de
las políticas nacionales; entre muchas otras.
En realidad, las relaciones políticas trastornadas son proyección
del cambio de paradigma del poder. Hoy en día, parece mucho más
fácil conquistar y acceder al poder, pero más complicado utilizarlo
y, sobre todo, conservarlo. El poder público ahora enfrenta innume-
rables contrapesos que condicionan su ejercicio y lo hacen perder
eficacia. Esto afecta directamente al liderazgo tradicional, pues, ine-
vitablemente, éste requiere del uso del poder para influir en los pen-
samientos y acciones de otras personas. Pero el poder en las manos
de una persona supone riesgos para todos.
Primero, se corre —o corría— el riesgo de suponer que poder es
la capacidad o habilidad de obtener resultados inmediatos. Segundo,
el poder como facultad es altamente vulnerable a caer en la ilegalidad,

108
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

por la ceguera de quien lo ejerce, al creer que su alternativa es la única


viable. Finalmente, el poder parecería invocar más poder.
Nos atrevemos a hablar en tiempo pasado porque las estruc-
turas programáticas del imaginario colectivo han evolucionado vio-
lentamente. Ya no hablamos de estructuras de poder como Parsons,
o siquiera de redes como Foucault. Estamos convencidos de que la
aproximación más cercana a lo que podemos entender hoy en día
por poder es la que sugiere el filósofo francés Gilles Deleuze. El aco-
tamiento del ejercicio y facultades de lo que antes era un estatus hoy
se ha vuelto tan solo el efecto que una acción tiene sobre otra acción.
Si consideramos que, a pesar del cambio en su naturaleza y
características, el poder sigue trayendo los mismos riesgos que se
comentaron, es evidente que, en la actualidad, necesitamos un lide-
razgo capaz de entender tanto la nueva definición de poder como de
los males que pueden aquejar al concepto.
A un líder fuerte no lo define su voluntad de serlo, sino el re-
sultado de lo que hace, porque el liderazgo es una conexión espe-
cial entre el discurso político y la aspiración conjunta que expresa
la identidad y los deseos mayoritarios de un país. Así, el liderazgo
consiste en contar con un proyecto y conectar con el sentimiento, la
voluntad, la aspiración y el interés colectivos.
El expresidente español, Felipe González, dice que la posición
de un líder en la democracia moderna debe ser la de un convencido
de que se pueden cambiar las cosas; alguien capaz de coordinar vo-
luntades y dirigir pasiones con base en un optimismo objetivo. Ci-
tando al canciller Otto Von Bismarck: ser más estadista, que piensa
en la próxima generación, y no un político, que tiene su objetivo
colocado en la siguiente elección.
Sin embargo, parece que aún no lo entendemos. Las encues-
tas realizadas por Monitor de Liderazgo y Comunicación (Ketchum
Leadership Communication Monitor), con más de 3700 entrevistas
entre ciudadanos de España, Francia, Alemania, Reino Unido, Po-
lonia, Estados Unidos, China, Emiratos Árabes Unidos, India, Sud-
áfrica, Brasil y Singapur, revelan que hay en el mundo una falta de
liderazgo. “El mundo padece una crisis de liderazgo que no excluye
a ningún país, ni a ningún sector social o económico. La crisis es

109
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

de confianza, va más allá de la economía y afecta a la credibilidad y


confianza en las personas que dirigen y lideran gobiernos, adminis-
traciones, empresas, etcétera (Ketchum Leadership Communication
Monitor, 2012)”.
Estamos ante un problema global. En general, las expectativas
ciudadanas son muy altas, lo cual trae como consecuencia una de-
cepción mayúscula. Afirmamos que el líder no nace, se hace, pero no
podemos suponer que el liderazgo se construye detrás de un escrito-
rio y tampoco que surja de la impaciencia e inmediatez. Hablamos
de una presencia fuerte, decidida y con una personalidad capaz de
anular a otros intentos de liderazgo. Alguien capaz de dominar la
comunicación con los medios de información. Pero, sobre todo, al-
guien que crea en lo que hace y que esté profundamente comprome-
tido con ello, pues sólo así podría generar la credibilidad necesaria
para construir su red de apoyo.
¿Estamos realmente generando estas figuras desde la debilidad
de un priismo desinteresado? La organización no gubernamental
internacional Aiesec, fundada en 1948 por un grupo que aglutinó
estudiantes de ciencias económicas y comerciales en siete países de
Europa y que actualmente se ubica en 126 países con la finalidad de
ubicar y desarrollar el potencial de liderazgo de los jóvenes, define
adicionalmente tres características en una sociedad globalizada:

Ciudadano global: alguien que cree en su capacidad de hacer


la diferencia y provocar cambios, interesado en problemáti-
cas nacionales e internacionales y que acepte la responsabili-
dad del rol.
Consciente: entiende y vive bajo un riguroso esquema de va-
lores, con la capacidad de enfocarse en las fortalezas más que
condenar las debilidades y apasionado de lo que hace.
Orientado a resultados: capaz de adaptarse y mejorar ante
los retos, que transmita positividad y sepa navegar ante la
incertidumbre; que asuma riesgos cuando valen las conse-
cuencias para dar soluciones.
Capaz de empoderar: comunicación efectiva en entornos
diversos, que desarrollo y empodere las personalidades a

110
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

su alrededor y que sepa cooperar para buscar el bien mayor


(Aiesec, 2015).

Nosotros estamos convencidos de que las características indiscuti-


bles para un líder deben ser muy específicas y plenamente desarro-
lladas. De la plétora requerida, al menos unas cuántas son comple-
tamente imprescindibles. Así, por ejemplo, el líder debe presentar
entusiasmo sincero por su programa o proyecto, pues es la única
forma de organizar apoyos legítimos, sin importar las distancias.
Además, un sentimiento de esa naturaleza es extremadamente con-
tagioso y le permite a quien lo posee identificar problemas clave.
Un líder necesita integridad, ya sea para dar el justo crédito a
quien se lo merece, reconocer errores o sobreponer el interés social
al interés personal. La integridad es además la única forma de ganar
la confianza y la lealtad de una sociedad civil, cada vez más descon-
tenta y escéptica.
Por otra parte, un líder debe poseer una excelente habilidad
para comunicarse, pues debe motivar, instruir y ordenar cuando es
necesario. Además, debe tener la capacidad de entablar diálogos con
sociedades enteras, a través de los medios de comunicación. Debe
dominar el nuevo modelo de emisión y recepción de mensaje, so-
bre todo ante las infinitas posibilidades que las nuevas tecnologías
de información representan: emitir sin conocer a quien recibirá su
mensaje, y actuar del modo que los receptores esperan.
Otra característica fundamental es la lealtad, pues aquella que
es sincera y legítima es también recíproca. Especialmente, en la po-
lítica, un líder debe verse a sí mismo en una posición de servicio, no
de estatura. Así, debe ser congruente para emitir sus decisiones, pues
un líder no está empoderado para tomarlas simplemente por la po-
sición en la que se encuentra. El puesto requiere compromiso con el
peso de cada una de las elecciones, con sus bonos y sus riesgos.
Sin duda, el líder debe ser alguien carismático. Entender que en
la sociedad actual la afinidad con los demás sigue siendo tan funda-
mental como lo ha sido desde hace siglos. Pero lo más fundamental
es que debe ser alguien que entienda que el poder no se tiene y no
se ejerce. El poder es por sí. El liderazgo es sólo encauzamiento de

111
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

voluntades. De no hacerlo, se corre el riesgo de caer en el populismo,


aquella personificación del narcisismo caudillista, del autoritario
carismático.
Imaginemos qué pasaría si un líder único representara a todo el
pueblo. ¿Qué necesidad hay de oposición o balance de poderes? El
líder iluminado, lleno de gracia, se apodera de la palabra, asume per-
sonalmente características redentoras y su acercamiento al pueblo lo
impone por encima de las instituciones y las leyes.
La consolidación de un liderazgo populista contribuiría a pro-
fundizar la crisis de los partidos preexistente, pues su discurso fo-
menta el descrédito de éstos. A menudo, sus políticas están dirigidas
a socavar los mecanismos de la representación, erosionando sus ba-
ses y reduciendo el papel de las instituciones.
Si este no es el México que queremos, aún estamos a tiempo de
entenderlo.

3.5 Conservar la base social


Hacia principios de la década de 1930, la institucionalización con
tendencias corporativistas del partido se había exacerbado hasta
el grado de convertirlo en el gestor político nacional. Ser parte del
Partido Nacional Revolucionario era sinónimo de existir en la vida
política nacional. Estar en su contra era rivalizar con la Revolución.
El pnr tuvo la ventaja de ser un aparato del Estado mismo. Cre-
cer junto con una sociedad que recién emergía después de una dura
guerra civil —en lo que había terminado la Revolución— le había
permitido modelar al país, al mismo tiempo que se consolidaba. De
tal modo, cuando la institución se enfrentó a sus primeras elecciones,
toda la arena política existía dentro de él, por y para él.
El partido como tal no fue enteramente responsable del éxito
de sus redes clientelares, sino que, más bien, se convirtió en la orga-
nización centralizadora de redes regionales independientes. Sin em-
bargo, el que la vida política nacional a nivel institucional funcionara
en torno al partido no significaba que la realidad social estuviera al
mismo paso.

112
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La multiplicidad de grupos de presión que existían en todo el


país, representados principalmente por los agraristas y los obreros,
había mantenido tenso el actuar de la cúpula política partidista. La
exigencia tras la expulsión de Plutarco Elías Calles del país, en 1936,
ya no sólo era la representación y gestión de las demandas, sino la
atención específica de situaciones determinadas.
Después de la Revolución, fueron los obreros y sus organizacio-
nes sindicales los que impulsaron el desarrollo formal de la sociedad
mexicana. Su organización para apoyar candidatos presidenciales o
proyectos particulares para el país fue fundamental.
La fusión de los diversos movimientos y confederaciones labo-
ristas en la gran Confederación de Trabajadores de México (ctm)
el 24 de febrero de 1936, con el propósito de elevar las condiciones
económicas y culturales de sus miembros al luchar por un salario
mínimo vital; la celebración de contratos colectivos de trabajo que
estandarizaran las condiciones de trabajo, y la igualdad de oportuni-
dades para hombres y mujeres, fue el primer gran apoyo del que se
valió el Partido de la Revolución, en su etapa de crisálida, el Partido
de la Revolución Mexicana (prm).
Luis Xavier Garrido dijo que la constitución de la ctm tuvo, sin
duda, una influencia determinante en la evolución del partido, pues
constituyó el pilar fundamental de la política de masas presidencial.
Pero, si existió un grupo de más importancia que el obrero fue el
campesino. La unificación de las diversas ligas agrarias en la Confe-
deración Nacional Campesina (cnc) representó el éxito de la política
organizativa y corporativizadora del Partido de la Revolución.
La evolución de un partido de caciques, como lo fue el pnr, a un
partido de masas y bases estructuradas, como el prm, se basó en cua-
tro grandes sectores que fundamentaron el actuar político y social.
Así, el sector obrero estuvo representado por la ctm, la Confe-
deración Regional de Obreros de México (crom) y el sindicato Mi-
nero-Metalúrgico. Tras las negociaciones de rigor, se agregaron la
Confederación General de Trabajadores (cgt) y el Sindicato Mexi-
cano de Electricistas (sme). Este sector estuvo representado por 96
delegados en equitativa proporción, según las reglas que a su tiempo
fijó el cen, más un representante de la dirección de cada organización.

113
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

El sector campesino estuvo representado por los tres secreta-


rios en funciones de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos
Campesinos de cada entidad federativa. En los estados donde no se
había constituido la liga antes del 20 de marzo, la dirección de la
Confederación Campesina Mexicana (ccm), en colaboración con el
cen, debía vigilar la elección de los tres delegados respectivos.
El sector popular incluía a los miembros actuales del Partido
Nacional Revolucionario que no estuvieran incorporados a alguno
de los otros sectores enumerados. Asimismo, comprendía todas las
agrupaciones femeninas, juveniles, de profesionistas, comercian-
tes en pequeño y obreras que no pertenecían a las centrales que se
mencionaron.
El sector militar estuvo representado por los delegados de las
distintas corporaciones militares y de las dependencias superiores
de la Secretaría de Guerra. Cabe aclarar que todo integrante de este
sector que deseara participar en la política nacional debía hacerlo a
título personal, pidiendo licencia a su cargo castrense antes de mani-
festarse. Este sector desapareció formalmente con la refundación en
pri, pues los tiempos después de la Segunda Guerra Mundial clama-
ron por la desmilitarización de la política a nivel internacional.
Justamente, fueron todas estas instituciones y bases sociales las
que apoyaron y aportaron al crecimiento, mantenimiento y ejercicio
del Partido en el poder durante lo que restó del siglo xx.
Pero, si a nivel nacional se presentó una imagen de unidad ho-
mogeneizadora emanada de un gran pacto nacional entre sectores y
organizaciones, a nivel local, ello no se logró replicar con el mismo
éxito. Parte fundamental del corporativismo radica en la afiliación
masiva y en el voto en bloque por el acuerdo y gracia de los dirigen-
tes de las organizaciones.
Sin embargo, las dirigencias nacionales que siempre han estado
acostumbradas a la negociación con la cúpula oligárquica del par-
tido adolecen de aquello que se critica dentro del Revolucionario
Institucional. Esto es, la falta de comunicación y sensibilidad res-
pecto a las exigencias de las bases hacia las dirigencias, así como el
olvido de las estructuras municipales y locales. Esto resultó en un
desacuerdo y una desorganización importante que, en la práctica,

114
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

impidió la conjunción de operaciones y esfuerzos que aparentaba a


nivel nacional.
En algunas entidades federativas, sectores del partido que ha-
bían alegado fidelidad y lealtad a nivel nacional desaparecían o se
alineaban a otros objetivos de institutos y movimientos ajenos al
Revolucionario Institucional. En otras, miembros de un sector de-
terminado eran tan reducidos que no lograban conformarse como
células locales de los grandes sectores nacionales.
El pri, más allá de remediar esta situación, puso el ejemplo de
lo que el olvido hacia las bases puede provocar. Los grandes líderes y
miembros de la élite política partidista celebraban acuerdos y conve-
nios a gran escala, compartiendo fotografía con los líderes sindicales,
campesinos y populares, mientras sus operadores en tierra no logra-
ban hacerse notar.
Parte fundamental de nuestra propuesta es recuperar eso que
Lázaro Cárdenas implementó tan bien durante su sexenio. Así, se
busca recuperar la articulación clara y limpia de las bases y organiza-
ciones sociales como coadyuvantes del partido en la popularización
de la política, sobre bases de sólido y honesto liderazgo.
En una sociedad pensante y dinámica como la actual, las rela-
ciones e interacciones políticas son virales. Unas fomentan a otras en
una cadena interminable de reacciones y acciones vinculadas única
y exclusivamente por el actuar y quehacer social.
Si somos herederos de esas poderosas estructuras, es nuestro
deber aprovecharlas y fortalecerlas, pues, gracias a ellas, estamos
aquí. El pri llegó a tantos años de vida y estuvo tantos años al frente
del Gobierno por ellas, no viceversa. Por ello, es necesario no
dejarlas en el olvido; no permitir que desaparezcan; no con-
servar sólo nombres o inmuebles, cuando el capital humano
es el trascendental. De este modo, será posible apuntar a lo
fundamental y no a lo accesorio.

3.6 Prescindir del corporativismo


El corporativismo es un concepto sumamente polisémico. Mien-
tras algunos usan el vocablo para referirse despectivamente a las

115
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

interacciones entre un Estado y sus organizaciones sociales, otros lo


reconocen como un sistema de representación de intereses y masas.
Frederick Pike, por ejemplo, consideró al corporativismo como
una forma de dominación estatal a través de organizaciones e insti-
tuciones. Esto parte de la idea de un Estado fuertemente vinculado
con los intereses del orden capitalista, comprometido con su mante-
nimiento y reproducción y con los fundamentos de la acumulación
de capital (1974).
Sin embargo, antes de definir concretamente una idea de cor-
porativismo, quizás es necesario señalar que Mihail Manoilescu, el
teórico rumano y autor de obras como El siglo del corporativismo y
El Partido Único, ya desde 1934, hacía una diferencia vital entre cor-
porativismo de asociación y corporativismo de Estado. El primero
—de asociación— implica el surgimiento autónomo de organizacio-
nes que buscan concertar con el poder público. El segundo —de Es-
tado— se refiere, efectivamente, a un control autoritario del Estado
sobre las organizaciones, para dominarlas (Manoilescu, 1995).
Entonces, es conveniente señalar que con estas dos condicio-
nantes en mente, Philippe C. Schmitter consideró al México posre-
volucionario como un ejemplo útil para construir su definición de
corporativismo:

Sistema de representación de intereses en el cual, las partes


constitutivas están organizadas dentro de un número limi-
tado de categorías singulares, obligatorias, jerárquicamente
ordenadas y funcionalmente diferenciadas, reconocidas o
autorizadas (si no creadas) por el Estado, a las que les con-
cede un deliberado monopolio de representación, dentro de
sus respectivas categorías, a cambio de seguir ciertos contro-
les en su selección de líderes y articulación de demandas y
apoyos (Schmitter, s. a.).

Mihail Manoilescu (1995), además, reconocía en el corporativismo


la necesidad de un Estado fuerte, nacionalista y reformista, pero en
la práctica autoritario. Este Estado fuerte, propio del corporativismo,
debe tener como pilares a la recreación del liberalismo sobre bases

116
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

planificadas, que permitan modernizar tanto a la economía como a


la sociedad. Asimismo, debe sostenerse de la agricultura y la indus-
trialización como bases económicas.
Pero, para que el corporativismo tuviera la validez y la efectivi-
dad que el teórico rumano exigía, se le tenía que vincular con la idea
de una nueva figura que, políticamente, pudiera sostener al pilar so-
cioeconómico que el corporativismo representaría. Este esbozo qui-
zás nos permita determinar el actuar que durante muchas décadas
rigió al Partido de la Revolución.
Concretamente, al aterrizar como Estado corporativista el que
existió cuando Lázaro Cárdenas fue presidente, teóricos del pri,
como Luis Javier Garrido, reconocieron que, mientras el régimen
presidencial maniobraba en los límites de lo que las facultades pre-
cisas le permitían, el partido actuó en los márgenes exteriores para
organizar a la colectividad y encauzarla dentro de los principios del
régimen.
La operación del partido, entonces, resultó en la creación de ór-
ganos de gestión que asesoraron a las masas y consumieron todas las
atribuciones que al Poder Ejecutivo no le era correcto adquirir. De
tal modo, estos órganos establecieron una relación simbiótica; junto
con el Gobierno, corrieron de manera paralela en el diseño, opera-
ción y ejecución de una planeación institucional que marcaría a la
nación durante el resto del siglo xx.
El corporativismo, pues, es uno de los muchos elementos que
fundó al Estado mexicano tal cual lo conocimos. Pero, así como sir-
vió a la idea de un país y a la construcción de la soberanía nacional
—a través de la gestión institucionalizada de las carencias y exigen-
cias ciudadanas—, perdió eventualmente su validez y legitimidad
cuando la apertura democrática y el sistema de partidos dieron paso
a cada vez más representantes y jugadores en la arena de lo público.
El conflicto que hemos esbozado a lo largo de estas líneas es
el mismo, sin importar qué arista se tome. El pri no se transformó
junto con la sociedad, por ello, se vio rebasado rápidamente una vez
que el progreso tomó el ritmo desenfrenado que lo caracteriza en la
actualidad.

117
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La gestión y trámite de programas sociales, apoyos y prebendas


para legitimar estructuras y garantizar soporte dejó de servir en el
momento en que el hartazgo por la poca pluralidad superó los bene-
ficios de un instituto todopoderoso. El desencanto por el paternalis-
mo económico y social fue directamente proporcional al que se su-
frió con el paternalismo político de un partido que no logró aceptar
la pérdida paulatina y constante de representatividad y penetración
en las estructuras sociales más básicas.
El corporativismo diseñado por Manoilescu, e implementado
por Cárdenas en la década de 1930, estaba obsoleto. Su vigencia se
lapidó en el momento en que el Estado mexicano dejó de depender
del pri para avanzar. La partición de caminos representó el fin total
de su utilidad, ejecutado como acción alternativa del Poder Ejecutivo.
Hemos manifestado con anterioridad que el partido necesita
una transformación profunda. Creemos firmemente que ésta no de-
pende de la modificación o abandono de sus principios básicos ni de
sus estatutos. Pero estamos seguros de que es necesario dejar atrás la
plétora de lastres que se arrastran desde hace tantos años. Sin duda,
uno de ellos es la mala imagen del corporativismo como crítica y
no utilidad. La corporativización, que durante mucho tiempo se vio
como consecuencia y característica imprescindible del partido único,
se tiene que dejar atrás.
La promoción social e ideológica del Estado a través de un ins-
tituto político ya no es necesaria. La promoción de los cambios ad-
ministrativos ha dejado de ser facultad exclusiva del poder político,
pues la democracia representativa ha evolucionado lentamente a una
democracia participativa.
Las decisiones que afectan a la soberanía nacional ya no se acep-
tan si no se consultan con las bases. Si el consenso no es lo suficien-
temente amplio como para demostrar que la participación es plena y
válida, se corre el riesgo de caer en imposiciones criticables y refor-
mas no solicitadas.
El ejemplo más claro está nuevamente en la reforma fiscal de
2013, impulsada por Enrique Peña Nieto bajo el cobijo de la amplia
mayoría que el Partido Revolucionario Institucional tuvo en el Poder
Legislativo. Atropellando a la oposición, la mayoría tricolor aprobó

118
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

uno de los cambios más impopulares del sexenio. Ello resultó en pro-
fundas heridas, tanto en la oposición como en la ciudadanía en gene-
ral, que, a la larga, terminaron por afectar severamente la imagen del
pri ante la opinión pública.
Por lo anterior, manifestamos la necesidad de prescindir de las
estructuras corporativistas que parecen ser tan importantes para la
cultura priista. Pero, como el hueco operativo debe ser llenado de
la manera más satisfactoria posible, sugerimos no dejar el partido
a la deriva, sino generar propuestas para conquistar el voto libre e
informado.
Atendamos la exigencia histórica y legal de participar de manera
activa en la promoción de la cultura democrática. Demostremos que
se cuenta con la capacidad para informar abiertamente a cualquier
ciudadano, sin importar su preferencia o ideología, pues debemos
confiar en que el buen juicio siempre va a triunfar.
La derrota de 2018 no fue provocada por otra cosa que el en-
fado. Pero, como todo enojo, tarde o temprano, cederá. El objetivo
actual debe ser reforzar las estructuras y facilitar la participación;
garantizar paz, tranquilidad, seguridad y certeza, antes que conflicto
y desencuentro; finalmente, demostrar que del desacuerdo surge el
consenso y que el partido no busca dominar, sino abonar y aportar
a un mejor país. El voto libre es la vía. El corporativismo dejó de ser
la respuesta.

3.7 Votos reales, no militantes alicaídos


El origen de los partidos políticos modernos está íntimamente rela-
cionado con el desarrollo de la democracia representativa, pues son
ellos los principales articuladores y aglutinadores de los intereses
sociales. Los partidos políticos son, evidentemente, resultado del
rompimiento de la sociedad tradicional o feudal, de características
totalitaristas y tendencias verticales, con la modernidad emanada de
la revolución industrial y el surgimiento de organizaciones sociales
y civiles que buscaban imponer sus necesidades y exigencias en la
agenda de lo público.

119
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La sociedad libre y soberana requería de canales organizativos


para incidir en la agenda del poder público. Por ello, la instituciona-
lización de sus demandas, agrupadas por ideología o posturas ante
decisiones segmentadas, provocó que el parlamentarismo se encum-
brara como el mecanismo de dos vías. Así, a través de éste, se logró
controlar la efervescencia civil y, al mismo tiempo, se permitió una
participación activa.
La modernidad que conocimos en el siglo xx provocó un aná-
lisis suficientemente robusto sobre el actuar de estos partidos y su
relación con los Estados, como para poder identificar distintos fines,
objetivos, causas y características. No obstante, la llegada del nuevo
siglo trajo consigo la necesidad de modificar los esquemas de clasi-
ficación. Si los partidos no son instituciones monolíticas, se trans-
forman a un ritmo mucho más lento que la sociedad, expuesta a los
nuevos medios de comunicación e información.
Las estructuras sociales se modifican y difuminan, se vuelven
entes heterogéneos, capaces de adoptar formas, causas y acciones,
dependiendo de la situación de su nación. Por su parte, los partidos
se casaron con la idea de fungir como únicos representantes y vec-
tores válidos de la participación ciudadana en el ejercicio del poder
público.
La primera evidencia de este fallo surge indudablemente con
el triunfo de las candidaturas ciudadanas. Legislaciones a lo largo y
ancho del orbe abrieron los sistemas políticos para permitir la par-
ticipación en elecciones competitivas de ciudadanos. Al menos en
México, la respuesta hacia esta nueva modalidad de pluralidad polí-
tica tuvo un impacto inusitado. El discurso antisistémico y anti par-
tidos políticos fue el estandarte principal y causante de las victorias
de candidatos que se presentaron bajo este esquema.
Para la opinión pública, hablar de partidos políticos no sólo im-
plica estructuras de voto, sino una serie de adjetivos negativos como
clientelismo y corrupción. Pero, al final, quedó en evidencia que el
ejercicio de las estructuras militantes para colocar a sus afines en
puestos de poder está desgastado y es poco útil. Por su parte, los
movimientos sociales, las organizaciones no gubernamentales y las

120
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

asociaciones civiles se han transformado en las nuevas fórmulas de


participación ciudadana ante el poder público del siglo xxi.
Los partidos políticos, que tradicionalmente habían adminis-
trado las pasiones y afinidades de los miembros de una nación, se
volvieron estructuras elitistas, conformadas por miembros de una
clase social abstraída de la dinámica nacional. De este modo, un
político se volvió un noble de sangre azul, intocable por su fuero
constitucional y distinguido no por su representatividad, sino por
sus excesos.
Pero, si el derrumbe de la imagen de la clase política tuvo una
consecuencia de ese tamaño, mucho tuvo que ver con el olvido de las
estructuras que sostienen a los partidos políticos. Como institucio-
nes estructuradas y maquinarias funcionales, los partidos dependen
de personas afines a sus ideologías y sus principios. No basta con que
los defiendan ante los contrarios, sino que, con sus aportaciones vo-
luntarias, puedan financiar la operación de un organismo tan vasto.
Los llamados militantes entraron en una categoría clasificatoria
particular, pues, sin ser enteramente reconocidos como de la oligar-
quía política, parecían ceder el ejercicio pleno de sus derechos ciu-
dadanos a cambio de una defensa dogmática de principios, cada vez
más difusos.
La dinámica social provocó alianzas entre partidos que histó-
ricamente presentaban ideas y posturas encontradas. Esto, más la
elección de cúpulas y grupos gobernantes que nunca atendieron las
preocupaciones de la sociedad en general, resultó en un terrible des-
encanto hacia la figura del militante, pues implica grandes sacrificios
y muy poca retribución.
Quizás fue por eso que la inmensa militancia de más de ocho
millones que se presumía dentro del pri para la elección de 2018
nunca apareció. Probablemente, ésa es la razón por la cual perre-
distas y panistas votaron por un candidato común, aun cuando se
ubicaban en extremos completamente opuestos del espectro políti-
co ideológico. Tal vez sea ésa la razón por la cual personajes de ul-
traderecha obtuvieron votos de grandes socialdemócratas, y líderes
cristianos conservadores ganaron un lugar en el poder legislativo al
abanderar a una coalición de amplio corte liberal.

121
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

En efecto, es de nuestro interés sugerir que la figura del mili-


tante ya ha sido rebasada. Un partido que enfoque sus esfuerzos ex-
clusivamente en la promoción de sus causas y principios a grupos
particulares está condenado al fracaso. Querer insertar principios y
postulados en la agenda pública con base en propuestas ideológicas
rígidas ya no funciona. El compromiso casi fanático de los grupos
sociales ya no responde a estructuras, sino a causas.
Entender eso es comprender la naturaleza de la elección del 1
de julio de 2018. La Coalición Juntos Haremos Historia, conformada
por Morena, pt y pes, partidos de muy diverso e incluso contrario
espectro ideológico, triunfó por su gran apertura en estructuras y
posiciones. Atendiendo a una de las clasificaciones más básicas, fun-
cionaron como un partido atrapa todo. A través de la sustitución
de ideologías particulares por una visión amplia y comprensiva con
postulados simplistas y generales, agruparon el enojo ciudadano —
provocado por las diversas causas antes mencionadas— para unir
millones de votantes bajo una causa específica: sacar al pri del poder.
Los partidos que llevaron a Andrés Manuel López Obrador a la
presidencia no lo hicieron por la lealtad de quienes en ellos milita-
ban, sino por propuestas ante situaciones específicas. La nueva labor
política ya no es fortalecer posturas ante temas determinados, sino
convencer de que se cuenta con los mejores perfiles para enfrentar-
los. Por tanto, el partido debe dejar de buscar promesas e intenciones
para obtener recursos específicos y apoyos probados.
La figura del militante tiene que ser la base ideológica y estruc-
tural del partido, pero no debe considerarse como garantía en una
elección. La labor territorial es la única que puede funcionar, ir paso
a paso, colonia por colonia, en todos los municipios y estados, para
convencer. Sólo así es posible captar la atención de quienes están
desencantados con las estructuras inservibles que son los partidos
en la actualidad. Asimismo, se ofrecen alternativas políticas y res-
puestas inmediatas, al tiempo que se Garantizan canales de comu-
nicación directa y efectiva de los ciudadanos con los gobernantes y
representantes.
Por lo anterior, resulta necesario dejar de buscar estructuras
amplísimas y registros electorales dignos de asombrarse, para ofertar

122
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

soluciones y respuestas que generen certeza y ganen afinidades. El


partido debe aprender a olvidar, dejar atrás lo que ya no funciona;
no buscar engrosar su figura cuasi burocrática, sino adoptar la posi-
bilidad de innovar para ganar.

3.8 Cambiar dirigentes no es la respuesta


Más de uno sugiere que la vida interna de un partido político es un sis-
tema político en miniatura por sí mismo. Ésta posee estructuras jerár-
quicas y organizativas; metodologías para elegir dirigentes, así como
procesos electorales específicos, y cuenta con instancias u organismos
especialmente diseñados para resolver sus conflictos internos.
Aunque autores como Robert Michels o Maurice Duverger afir-
man que todas estas características se sintetizan en la tendencia oli-
gárquica en el interior de los institutos políticos, hablar del pri es
hablar de una entidad incapaz de ser tipificada dentro de las estruc-
turas teóricas tradicionales. El Partido de la Revolución, democráti-
camente autoritario, desde sus orígenes en 1929, estuvo sometido a
procesos autocráticos de renovación de dirigencias, dictados por el
presidente de la república en turno. Así, fue el partido de Estado, el
partido del Gobierno, el partido en el poder.
Lo cierto es que, si hablamos de un entorno supuestamente de-
mocrático —atendiendo al postulado con el cual comenzamos esta
sección—, como partido político, es menester contar con la panto-
mima democrática. En el Revolucionario Institucional, ésta se mati-
za con la convención de delegados o la aclamación popular.
A pesar de que se cuente con “elecciones limpias”, los requisitos
y procesos de voto suelen ser lo suficientemente manipulados —si no
orientados o sofocados— para que el candidato preferido, por quien
detenta el poder práctico, sea el triunfador. Recordando a Duverger,
no hablamos de una elección, sino de una “aprobación plebiscitaria”.
El sistema político mexicano, dependiente y a su vez sostén del
Partido Revolucionario Institucional, vivió desde su génesis bajo dos
categorías de dirigentes, como nos recuerda Gabriel Corona Armen-
ta: jefes aparentes, elegidos, y jefes reales, designados.

123
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La historia del México moderno, que muchas veces puede de-


finirse como la historia del pri, nos ha demostrado que cualquiera
que posea un poco de autoridad se esforzará siempre por tenerla. Así,
el Grupo Sonora, de Álvaro Obregón, pecó hasta el límite del maxi-
mato, tal como el Grupo del Estado de México, representado por la
camarilla de Atlacomulco, monopolizó al pri.
La realidad es que los líderes del pri han vivido periodos su-
mamente efímeros y dependientes del Ejecutivo federal. Salvo con
Adolfo López Mateos, de 1958 a 1964, y Miguel de la Madrid, de
1982 a 1988, cuando Alfonso Corona del Rosal y Adolfo Lugo Ver-
duzco dirigieron al partido respectivamente, ningún líder nacional
duró todo un sexenio. Y todos y cada uno de ellos fueron selecciona-
dos por el mismo presidente de la república.
No fue sino hasta 1988 que la dinámica nacional, cada vez más
exigente hacia el sistema, provocó que los militantes del pri exigie-
ran nuevos procesos mucho más abiertos para seleccionar a su diri-
gencia. Gabriel Corona Armenta ubica una serie de procesos distin-
tos de designación de dirigencia, con once cambios en total, de 1988
a 2000.
En 1988, bajo el cobijo de Carlos Salinas de Gortari, Luis Do-
naldo Colosio quedó al frente del Revolucionario Institucional. La
figura presidencial dio todo su apoyo a la personalidad que más po-
día operar a favor de las exigencias del sexenio, con la planeación del
Programa Nacional Solidaridad y una sonada crisis de representati-
vidad y confianza de frente.
Como respuesta al esfuerzo propagandístico que se realizó en
diversos puntos de la nación, en 1992, Genaro Borrego Estrada rea-
lizó una gira proselitista para conocer los problemas del partido y
participar en un proceso de consulta interna. A pesar de cumplir con
ciertos estándares esperados en procesos democráticos, esta consul-
ta no pudo abandonar los tintes autocráticos, tan característicos del
partido hegemónico. El 11 de mayo de ese año, Borrego fue declara-
do candidato único a la dirigencia nacional del pri.
Poco menos de un año después, en marzo de 1993, el partido
regresó a las viejas formas. Borrego Estrada dejó de ser útil como
operador político y fue incluido en el gabinete presidencial como

124
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

dirigente del Instituto Mexicano del Seguro Social. Crónicas perio-


dísticas del momento trascendieron que Borrego en realidad fue
removido del cargo por intentar orientar al partido hacia una auto-
nomía aparente con el Gobierno federal. Así, a un día de anunciar
su renuncia al frente del cen, Fernando Ortiz Arana ya había sido
propuesto —y posteriormente aclamado— como reemplazo para co-
mandar al Revolucionario.
A la injerencia del presidente de la república en el partido, so-
brevino la elección coyuntural. Igualmente, a un año del encargo,
Ortiz Arana dejó el cen, el 13 de mayo de 1994, para buscar la can-
didatura a gobernador de Querétaro. Ignacio Pichardo Pagaza fue el
remplazo inmediato, con la comanda de dirigir el proceso electoral
que concluiría en la toma de protesta de Ernesto Zedillo Ponce de
León como presidente de México.
Pichardo, quien había sido hasta ese entonces el secretario gene-
ral del partido, fue “destapado” por el dirigente de la Confederación
Nacional Campesina, Hugo Andrés Araujo, con el propósito real de
congraciarse con el poderoso grupo Atlacomulco, liderado por el
profesor Carlos Hank González.
Poco después de la toma de protesta de Zedillo, Ignacio Pichar-
do fue nombrado embajador de México en España y, posteriormente,
secretario de Energía. Con ello, se dio la llegada, también coyuntural,
de María de los Ángeles Moreno, el 3 de diciembre de 1994.
Moreno tuvo que asumir los problemas del Ejecutivo como si
hubieran sido del partido, enmarcados en el epítome de la crisis eco-
nómica del fin de siglo y el levantamiento zapatista, duró muy poco
en el encargo.
El partido se encontraba sumamente dañado ante la opinión
pública, por lo cual requirió, una vez más, del rescate presidencial.
El jefe de la Oficina de Presidencia y posteriormente secretario del
Trabajo de Ernesto Zedillo, Santiago Oñate, fue la elección enviada
por el presidente para coordinar esfuerzos y labores.
Sin embargo, el partido y el presidente ya se encontraban en
franca ruptura. Las estructuras tricolores se encontraban en abierta
pugna por los lugares que la tecnocracia neoliberal adquiría en el
Gobierno y los puestos de representación. Así, medio año antes de

125
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

la elección intermedia de 1997, Oñate dejó el cargo para dar lugar al


hasta ese entonces diputado federal, Humberto Roque Villanueva.
Roque tuvo la venia presidencial para presentar una imagen dis-
tinta a la militancia, con el fin de triunfar en la elección y, a partir de
ahí, podemos reconocer en la elección de dirigencia nacional el falli-
do modelo que ha perdurado hasta la actualidad: el manejo de crisis.
Roque Villanueva tuvo que dejar el cargo en septiembre de 1997,
tras la derrota histórica más importante que el pri había sufrido hasta
ese entonces: perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y
la Jefatura de Gobierno del recientemente “autónomo” Distrito Federal.
Mariano Palacios Alcocer, de 1997 a 1999, y José Antonio Gon-
zález Fernández, ambos miembros del gabinete zedillista, fueron co-
locados como alfiles cuyo único objetivo fue provocar una transfor-
mación de facto en la forma de votar de los priistas. Queda en duda
si lo lograron, suponiendo que la intención de Ernesto Zedillo fue
operar en contra del pri. Lo cierto es que fue a Dulce María Sauri
Riancho, en ese entonces coordinadora de la Comisión Nacional de
la Mujer, a quien tocó el encargo de dirigir la elección de 2000.
Cuando por primera vez en su historia el pri perdió la Presi-
dencia de la República, Sauri renunció a su dirigencia nacional, lo
cual no fue aceptado sino hasta 2002. Aunque hay muchas razones
oficiales, nos atrevemos a asegurar que la hecatombe fue tal que las
estructuras reales y oficiales del partido necesitaron de más de veinte
meses para reorganizarse, aceptar la derrota y comenzar a planear,
rumbo a la elección intermedia de 2003.
Por su parte, Roberto Madrazo asumió en 2002 y tuvo relativa-
mente buenos resultados en la elección de 2003. Utilizó la estructu-
ra partidista para imponerse como candidato presidencial en 2006,
dejando como legado una dura pugna y escisión con el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación y su lideresa, Elba Esther
Gordillo. Ello culminó en su eventual derrota en la elección, con un
lamentable tercer lugar.
Para poder competir, tras dejar todo listo para los comicios,
Madrazo dio el puesto nuevamente a Mariano Palacios, quien sólo
tuvo la batuta el tiempo suficiente para terminar la organización in-
terna, vivir la derrota, aceptarla y renunciar.

126
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La plétora de dirigentes en este periodo específico pareció des-


conocer que el partido no era un bono personal y que de las crisis
hay que reconstruirse, no huir.
El año 2007 trajo a Beatriz Paredes Rangel —exgobernadora de
Tlaxcala, cuatro veces diputada federal, una vez senadora y embaja-
dora de México en Cuba— a la dirigencia nacional.
Paredes, con un nuevo objetivo y el conocimiento pleno del
poder que los gobernadores priistas tenían ante un gobierno de
oposición, duró cuatro años en el cargo con la única intención de
reorganizar al pri en un aparato político fuerte, útil y de oposición,
responsable con el régimen panista.
Fue su operación política la que llevó al entonces gobernador,
Enrique Peña Nieto, a ser la imagen deseable de lo que el pri espe-
raba: joven, hábil, políticamente agradable y públicamente aceptado,
con altos índices de compenetración en los hogares mexicanos.
La sucesión llegó con el exgobernador de Coahuila, Humberto
Moreira, quien parecía ser la mancuerna perfecta al frente del parti-
do para llevar a Enrique Peña Nieto a la Presidencia. Asumido diri-
gente nacional a principios de 2011, Moreira no duró más de nueve
meses, pues la Secretaría de Hacienda reveló que, durante su manda-
to, el estado adquirió deuda pública por 34 000 millones de pesos. El
escándalo sobre el manejo financiero de Moreira como gobernador
comenzó a afectar la imagen de Peña Nieto como aspirante.
El sacrificio del dirigente, como manejo de crisis, regresó a su
máximo esplendor. A partir de la llegada de Enrique Peña Nieto a
la Presidencia de la República, el 1 de diciembre de 2012, el partido
nuevamente volvió a ser el aparato de operación política guberna-
mental por excelencia. O eso se esperó.
El presidente tuvo un enorme acierto político cuando optó por
encumbrar en la dirigencia nacional a un distinguido miembro del
Grupo Atlacomulco: César Camacho Quiroz. La posición, vista tam-
bién como señuelo perfecto para alianzas con otras castas tricolor,
pasó por manos del sonorense Manlio Fabio Beltrones, legítimo he-
redero del potencial de Álvaro Obregón, aceptado y querido por una
gran parte del priismo nacional.

127
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Sin embargo, Enrique Ochoa, René Juárez, e incluso Claudia


Ruíz Masseiu, quienes le siguieron, fueron la muestra clara de que
la dirigencia priista nunca dejó de estar en las manos del presidente.
Con esta general cronología, queremos demostrar que la renovación
de dirigentes no es la respuesta a una crisis mucho más profunda,
que tiene sangre de corte institucional.
El partido ya no funciona sobre esos cimientos en los nuevos
tiempos. No es cuestión de quién esté en la cabeza, sino de cómo
se opera con sus bases. La militancia en los estados ha sido olvida-
da. Las dirigencias locales son opacadas por antiguos apellidos de
abolengo y personalidades que carecen de bono democrático, pero
cuentan con los recursos o las posiciones como para vender caro su
apoyo.
Efectivamente, un nuevo comité ejecutivo nacional no es la res-
puesta. No nos servirá renovar a esa oligarquía que ha estado des-
de los inicios. No importan los nombres, sino las posiciones. El pri
no puede sacar algo positivo de más simulación. Por eso, sugerimos
cambios de fondo, no sólo de forma.
El secuestro presidencial de las estructuras partidistas dejó de
ser posible con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Pero
así lo pareció con la llegada del pan al poder y lo cierto es que, en la
primera oportunidad, todo regresó. La tentación del poder es mucha.
La provocación de simular es muy alta. ¿Vale la pena dar el tiro de
gracia?

3.9 El partido de México ¡Pero en serio!


Como se ha dicho y repetido con anterioridad, “hablar del pri es
hablar de México”. Se concede que su historia es parte fundamental
de la historia de la nación y la una no se entiende sin la otra. Los
protagonistas del Estado lo fueron para el partido y gran cantidad de
funcionarios públicos emanó de las filas del instituto.
Al ser un partido de carácter estatal que maniobra en el cora-
zón de un régimen oficialmente pluralista, pero fundamentalmente
autocrático, vertical y hegemónico, el pri basó su actuar en facul-
tades y acciones metalegales, razones y pasiones no escritas. Éstas

128
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

cimentaron las bases de sus principios y postulados como las del


mismo país. Justo éste es el origen del Estado mexicano contempo-
ráneo: el del partido mismo. Por ello, no podemos pretender una
escisión de tajo que implique la pérdida del motivo fundacional.
El pri, como muchos otros, es ahora un actor más dentro del
plural sistema mexicano de partidos políticos. Pero, por la gran car-
ga ideológica, social y política que lo encumbró durante más de me-
dio siglo, debe ser también el gran responsable de dirigir al sistema
conforme la nación lo demande, asumir con justificación un papel
que hemos pregonado.
Los principios revolucionarios plasmados en sus documentos
básicos, así como el plan de acción y la atención a las exigencias
constitucionales hacia los partidos políticos siempre han ido de la
mano, con la idea de que hablar del partido tricolor es hablar del
ejemplo. ¿Pero, realmente lo estamos cumpliendo?
Es fundamental sacudir la mala imagen que han creado falsos
priistas y militantes desencantados, quienes creyeron que el instituto
era el trampolín para acceder a un cargo público, a través del cual
pudieran enriquecerse. Es imprescindible comenzar desde la base,
pues el centralismo es el mal endémico del país, y la única forma de
erradicarlo de manera sistemática es sacarlo por completo de uno de
sus integrantes principales.
De este modo, Morena no se puede explicar sin el pri. Simpati-
zantes y militantes desencantados con la cerrazón y la oligarquía parti-
dista; ciudadanos que confiaron en un discurso de populismo antisis-
tema; procedimientos y estructuras recicladas en un atrapa todo.
Por eso, más que nunca, es necesario sobresalir; demostrar que
aquellos que se quedaron son los mejores; que la confianza y la base
ideológica no son el todo, pero tampoco son intrascendentes. Así, se
ha de crear y fomentar una nueva cultura política basada en los pro-
cesos democráticos que la modernidad exige. Por tanto, la primera
tarea del Revolucionario Institucional es crear espacios de análisis y
reflexión, con el fin de diseñar estrategias que nos permitan retomar
el rumbo como partido ciudadano, cercano a sus representados.
Sin embargo, también estamos convencidos de que la moderni-
dad democrática se encuentra actualmente en un bucle del que le es

129
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

muy difícil salir, tanto en México como en el resto del mundo. Como
hemos fundamentado con anterioridad, las organizaciones e instan-
cias de representación política tradicional han perdido espacios de
participación y voz ante movimientos coyunturales que se enmarcan
en una bandera casuística, mas no ideológica.
La dispersión del ciudadano hacia distintas causas, que defien-
den de manera particular los núcleos organizados sólo en torno a
ciertos eventos, es el primer paso para la atomización de las insti-
tuciones. Evidentemente, ello resulta en la pérdida de cohesión y
rumbo. Peor aún es el acaparamiento de actores con discursos in-
definidos y generales, que pretenden congraciarse con las diversas
expresiones sociales, sólo con el fin de obtener su voto.
Pero, de lo malo, es necesario aprender una lección. Como lo re-
conocimos antes, es fundamental dejar atrás la idea del militante que
se desvive por su partido, para entender que las nuevas generaciones
buscan la participación directamente proporcional a la representa-
ción de sus intereses.
Entender a los ciudadanos como votantes será la primera ac-
ción para llevar a buen rumbo a nuestro partido. Proponer y crear no
para perdurar, sino para actuar.
La gran estructura física y humana con la que se ha hecho el
Revolucionario Institucional a lo largo de tantas décadas tiene que
ser debidamente aplicada, pues sólo a través de ella se podrán crear
puentes con los ciudadanos que se encuentran sin rumbo, o indecisos
ante una plétora de posibilidades que no termina de representarlos.
Lo anterior significa hacer de los comités directivos municipa-
les, e incluso seccionales, verdaderos centros de diálogo, discusión y
gestión de las necesidades populares; convertirlos en mecanismos e
instancias traductoras de lo que preocupa al mexicano a diario, ha-
cia propuestas específicas que puedan emanar del seno del partido
como un instituto fuerte y debidamente cohesionado. Finalmente,
esto es ponernos del lado de cada mexicano, con empatía genuina
por sus preocupaciones.
Las reuniones y asambleas no se deben limitar a problemas o
emergencias, sino volverlos verdaderos ejercicios democráticos,

130
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

donde, a través de los representantes, se expresen debidamente todos


y cada uno de los problemas que han sido previamente manifestados.
También, es necesario hacer valer la comisión de diagnóstico,
que ésta no sea un paliativo inservible ni un foro de inútil catarsis.
El organismo, creado por acuerdo nacional, publicado el 6 de agosto
de 2018 —poco más de un mes después de las elecciones— tiene
como objetivo principal favorecer la oportunidad de analizar y rea-
lizar ejercicios de reflexión del partido y sus militantes en torno al
proceso electoral 2017-2018 y sus resultados.
El ejercicio de reflexión y la autocrítica deben dejar de ser pan-
tomima. No nos sirve ubicar cuáles son los conflictos principales que
aquejan al pri en su interior o de su actuar ante la sociedad si no se
llevan a cabo modificaciones de forma y de fondo, es decir, si no se
actúa con energía en consecuencia.
Apertura, participación, democratización y cercanía, tenemos
todo para aprovechar la difícil coyuntura. Sólo hace falta voluntad.
Impulsar un cambio es posible. Necesitamos echarlo a andar. De-
bemos procurar un partido de y para la sociedad, que demuestre
que el poder es para ejercerlo en favor de quienes han depositado su
confianza en el instituto político y su gente, y no viceversa. Todavía
existe una oportunidad.

131
Capítulo 4.
Estrategia frente
al nuevo régimen

“Adáptate al género de vida


que te ha tocado en suerte”
Marco Aurelio

4.1 El regreso del poder personal


La historia del poder en México es también la del caciquismo y el
caudillismo revolucionario. El centralismo ha sido el fantasma de
una nación que se dice republicana y federal desde hace más de
un siglo. El poder otorgado tácitamente a una sola persona ubica-
da usualmente en el centro, capaz de controlar a toda la nación, es
casi tan antigua como la historia misma de los pueblos antes de la
Conquista.
Cabe recordar a los grandes tlatoani mexicas, surgidos de la tri-
bu guerrera que arrasó con pobladores de varias partes de la zona
centro del territorio para instaurar una dinastía que vivió lo suficien-
te como para enfrentarse (y mezclarse) con la sangre española que
llegó por los años 1500.
Qué decir del virrey, aquel representante de la Corona española
en la llamada Nueva España. Tenía un poder supremo sólo debajo
del representante de Dios en la Tierra, representado por un título y
no una persona. Ese encargado de hacer valer la palabra del sobera-
no europeo, radicado en el centro del país, era amo y señor de toda
la tierra y lo que de ella emanara, hombres incluidos.

133
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Aún después de la guerra de Independencia, la tentación del po-


der unipersonal no pudo ser expulsada de nuestros genes: Agustín
de Iturbide, el gran libertador devenido primer emperador mexica-
no; Antonio López de Santa Anna, ese misterioso ser que provocó
adicción entre los liberales y los conservadores y usó la figura presi-
dencial a su antojo; Maximiliano de Habsburgo, noble europeo traí-
do desde el viejo continente sólo para satisfacer la necesidad de tener
un líder todopoderoso; el mismo Benito Juárez, quien al respaldo
de las Leyes de Reforma se ubicó en la dinámica del poder que no
quiere ser soltado; y Porfirio Díaz, con más de tres décadas al frente
del progreso nacional.
Pero si la guerra de Revolución trajo consigo un cisma en las
instituciones existentes para establecer un nuevo régimen, de nom-
bre democrático y con la bandera de la no reelección como propues-
ta central, no pudo desterrar del alma mexica la tentación del poder
unipersonal.
La seducción fue tan amplia que pudo encontrar hábitat ya no
en el personaje, sino en el seno de un grupo. Así, Venustiano Ca-
rranza sólo abandonó la carrera al ser asesinado. Álvaro Obregón
dejó como herencia al grupo Sonora, de donde emanó el profesor
Plutarco Elías Calles, jefe máximo que puso y dispuso a titulares del
Ejecutivo durante los seis años posteriores a su presidencia.
Lázaro Cárdenas, a quien hemos dedicado ya con anterioridad
algunas páginas, aceptó no encumbrarse en el poder, pero trajo a
México al problemático y antidemocrático sistema corporativista.
Frederick Pike definió esa forma de dominación estatal como el con-
trol a través de organizaciones e instituciones, partiendo de la idea
de un Estado fuertemente vinculado con los intereses capitalistas.
Tal y como lo propusimos antes, debemos diferenciar entre cor-
porativismo de asociación, que implica el surgimiento autónomo de
organizaciones que buscan concertar con el poder público, y corpo-
rativismo de Estado, que se refiere, efectivamente, a un control auto-
ritario del Estado sobre las organizaciones para dominarlas.
El nuestro fue un corporativismo de Estado: un legítimo sis-
tema de representación de intereses en el cual las partes constituti-
vas están organizadas dentro de un número limitado de categorías

134
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

singulares, obligatorias, jerárquicamente ordenadas y funcional-


mente diferenciadas, reconocidas o autorizadas (si no creadas) por
el Estado. A estas se les concede un deliberado monopolio de repre-
sentación, dentro de sus respectivas categorías, a cambio de seguir
ciertos controles en su selección de líderes y articulación de deman-
das y apoyos. Es cierto, quizás, que después de 1940 el poder ya no
dependía de una persona, pero sí de un sistema vertical con tintes y
aires unipersonales.
Pero para que el corporativismo tuviera la validez y la efecti-
vidad que el teórico rumano exigía, se le tenía que vincular con la
idea de una nueva figura que pudiera políticamente sostener al pilar
socioeconómico que el corporativismo representaría. Así es como
nace la idea del partido único, definido por la teoría política rumana
como la institución o aparato político que posee por hecho o derecho
la libertad de acción política en un país y que, por lo tanto, constitu-
ye una institución fundamental del régimen. La sociedad que ya no
dependió de una sola persona necesitó de un pilar partidista como
instrumento político capaz de llevar de facto la unidad y el mando.
Después de 1934, año en que Cárdenas es elegido como presi-
dente de la república, el gobierno fue el producto de la Revolución
que se encargaría de abrir los cauces sociales y económicos. No obs-
tante, el partido sería el aparato político necesario para encauzar y
sustentar el pilar que el gobierno intentaba edificar. Así, para la Se-
gunda Guerra Mundial, en la década de 1940, ya contábamos plena-
mente con un gobierno basado en un sistema presidencialista, en el
que el titular del Ejecutivo Federal, emanado del partido del Estado,
detentaba prácticamente todo el poder político y legal atribuido en
la Constitución Política. El partido mismo, sin embargo, se volvía el
axioma de la realpolitik tan necesario para no dejar atrás los postula-
dos de unipersonalidad.
La historia de la política mexicana del siglo xx es la historia
del presidencialismo exacerbado, de excesos y decisiones únicas que
marcaron el rumbo de la transformación y la evolución nacional. Así
como en 1946 Manuel Ávila Camacho bloqueó toda participación
de los militares activos en la vida política de México, o como Mi-
guel Alemán Valdés trajo la modernidad con instrumentos como las

135
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

unidades habitacionales o la manufactura e importación de automó-


viles en 1950, también Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría aten-
taron contra la estabilidad social en 1968 y 1971, sólo por decisión
personal.
Es justo esa armadura institucional, legal y metalegal, la que
permitió a Miguel de la Madrid rechazar el apoyo internacional
después del sismo de 1985, que devastó la capital del país. Fue la
misma que permitió a Carlos Salinas de Gortari, a principios de la
década de 1990, firmar el Tratado de Libre Comercio con América
del Norte. Pero el inicio de la transición democrática, ubicado apro-
ximadamente a finales de la década de 1970, trajo consigo también
un severo deterioro a la figura presidencial y a las facultades que con
ella se ejercían.
Para el año 2000, inicio de siglo y de transición del poder, año
en que el abanderado del Partido Acción Nacional, Vicente Fox
Quezada, llegó a la presidencia de la república, la figura personalí-
sima del titular del Ejecutivo Federal estaba ya severamente dañada.
Y qué decir del corporativismo que tanto trabajó Lázaro Cárdenas
para fundar. En 1938, cuando decide transformar al Partido Nacio-
nal Revolucionario de Plutarco Elías Calles, institución de caciques y
líderes regionales, en el Partido de la Revolución Mexicana, de cor-
poraciones e instituciones, Cárdenas se apoyó en importantes refor-
mas agrarias y obreras para consolidar apoyos de sectores enteros a
sus decisiones.
El régimen cardenista y priista en general fundamentó sus ac-
ciones a lo largo del siglo xx con base en la decisión y apoyo de
organismos encargados de sistematizar y conjuntar toda expresión
política o social: La Confederación Nacional Campesina (cnc) en
el campo; la Confederación de Trabajadores de México (ctm) en el
obrero; y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares
(cnop) para el sector popular.
La figura de la confederación, entendida como la unión o aso-
ciación entre personas o grupos sociales para lograr fines comunes,
es decir, asociación de asociaciones, fue fundamental para lo que el
corporativismo de Estado mexicano necesitó: miembros sin voz ni
voto que se decían representados por consejeros nacionales, que al

136
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

final expresaban sus intereses (y los de sus agremiados) a un líder


nacional, que traducía todo en un sí o no para lo que el Ejecutivo
dictaba. Esto era el apoyo fundamental de sindicatos enteros y orga-
nizaciones campesinas en su totalidad sólo a través de una persona.
El bizarro ejercicio pseudodemocrático legitimaba una débil
democracia en un Estado fortísimo. Pero la pluralidad y la revolu-
ción silenciosa que comenzó en tiempos de la guerra de Vietnam
y resultó en movimientos guerrilleros armados (principalmente en
Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas) en los 1970 cimbró tam-
bién la estructura de esas grandes instituciones verticales que se de-
cían representar a personas que apenas sabían de su existencia.
El régimen totalitario sólo es sostenible cuando se asume como
tal. El centralismo requiere de un ejercicio cauteloso y específico del
poder público, pues puede salirse de control. Querer mantener esas
tendencias bajo la máscara federal es sinónimo de fracaso. Por eso
el nuevo siglo trajo consigo un nuevo Estado y un nuevo modelo de
gobierno. Después del 2000, se antojó difícil volver a permitir que
un líder sindical o confederado hablara por millones de ciudadanos.
Fue impensable suponer que el presidente podría hacer o deshacer
a placer.
La recién alcanzada modernidad democrática dictó imposible
cualquier intento de control centralista. Los gobernadores devenidos
nuevos caciques antojaban impensable cualquier ejercicio de perso-
nalización del poder. Pero llegó en 2018 un fenómeno que muchos
vimos crecer, pero nadie atendió. Durante más de 15 años, Andrés
Manuel López Obrador abordó el discurso antisistémico y populista
surgido del desencanto con la democracia.
El populismo no es una forma de democracia, aunque de ahí
provenga; sino un movimiento político contra ella. Es una forma de
gobierno distinta en sus fundamentos, valores y fines, más semejan-
te al fascismo y al anarquismo. Mientras que algunos pudimos en-
tender que todo fenómeno social y político que ponga en duda a la
democracia, que socave su arraigo o perfeccionamiento, necesita ser
explorado, muchos otros aceptaron recurrir a señalar sus retrocesos
y tendencias negativas, montados en las pasiones y opiniones más
que en valores y principios.

137
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La tentación del discurso personalísimo devenido del no siste-


mático de una persona que buscó tanto tiempo el poder se basó en la
denuncia a la élite política anterior y al conjunto de los partidos tra-
dicionales como traidores a los intereses populares, para proyectar a
los nuevos gobernantes como verdaderos representantes. El ataque
a la supuesta oligarquía condujo casi inevitablemente a cuestionar a
las instituciones políticas, a los partidos, mediante la creación de una
nueva institucionalidad a la medida de un régimen a modo.
Morena, el partido político no asumido como tal, que se fundó en
torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador, propuso una con-
traposición maniquea entre pueblo y élites, construyendo una realidad
social ficticia de enfrentamiento, en la que los emanados del nuevo
partido definen al pueblo como los ciudadanos oprimidos y domina-
dos, contra la corrupción y explotación de la clase gobernante.
Fuimos testigos, sin poder hacer algo al respecto, de la creación
de un enemigo externo, el imperialismo devenido “mafia del poder”,
sinónimo de la amenaza mortífera contra el pueblo, instrumentada
por las élites. Se hizo creer en la necesidad de un salvador que em-
prenda de inmediato una acción decisiva, que establezca un cambio
radical a fin de salvar al pueblo de sus enemigos; una función auto-
proclamada y que el líder se reserva para sí.
El mesías, detentor único de la verdad absoluta, regresó como
a principios del siglo xx, como el único capaz de contrarrestar los
efectos nocivos de un sistema, a través de una Revolución, esta vez
supuestamente pacífica. Los grandes liderazgos que no alcanzaban
la talla del dirigente se aglutinaron a su alrededor y justificaron la
existencia de un sistema corporativista enmarcado y adaptado al si-
glo xxi: el neocorporativismo.
El corporativismo liberal (que implica una estructura política
en un sistema capitalista avanzado que integra grupos socio-eco-
nómicos organizados de productores a través de un sistema de re-
presentación y de recíproca interacción y colaboración a nivel del
vértice y de control social a nivel de masa) se tradujo en asumir que
las organizaciones sindicales y empresarias concierten con los po-
deres públicos para tomar decisiones; es decir, la injerencia de par-
ticulares en las causas públicas con tal de recibir los apoyos que ellas

138
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

representan es perfectamente válido. El neocorporativismo se volvió,


pues, un modo entre otros para gestionar el capitalismo avanzado
para facilitar la acumulación de capital y la legitimación por vía del
consenso público.
Así, a casi un siglo después de su introducción en México, pa-
rece ser que nos acercamos nuevamente a un mecanismo de repre-
sentación de intereses establecidos mediante contactos informales,
organizaciones sociales representativas de colectivos empresariales,
profesionales y de trabajadores, para la toma de decisiones políticas
y económicas. ¿Es esta nuestra cuarta transformación?

4.2 El corto plazo


Si existe un peligro a corto plazo después de la elección de 2018, es
el fantasma del totalitarismo. Con ello, nos referimos a un régimen
político no democrático, caracterizado por la preeminencia del Es-
tado (o sus representantes) en cualquier aspecto de la vida pública
o privada. La restricción de la libertad enmarcada en una coyuntura
donde un mando único ejerce todo el poder sin divisiones reales ni
contrapesos o prohibiciones (basada también en gran parte en un
culto a la personalidad y la supremacía de lo colectivo) es el verda-
dero enemigo.
El primer paso necesario es asumir que, efectivamente, fuimos
derrotados. No es mentira que el pri tuvo el peor desempeño en un
ejercicio electoral en toda su historia como partido político. Pero
tampoco lo es el que la tan dinámica y cambiante sociedad civil se
siente cada vez menos a gusto con una sola corriente ideológica o
una forma homogénea de pensar y actuar.
Nuestro electorado ya no es el que se caracterizó por el com-
promiso con las ideas y los principios. La militancia ha cedido paso
a los simpatizantes. Los postulados categóricos han evolucionado en
causas específicas. Los planes de acción se han vuelto tiros de preci-
sión. Ante todo esto, lo peor que se puede hacer es dar la espalda y
hacer caso omiso.
Como hemos repetido, estamos seguros de que gran parte del
triunfo que tuvo Morena a lo largo y ancho de la república mexicana

139
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

tuvo que ver con su habilidad de congregar liderazgos coyuntura-


les con un amplio espectro ideológico, plasmado en propuestas y
postulados generales que contentaron a gran parte de la ciudadanía
mexicana.
También hemos analizado cómo los errores y omisiones del go-
bierno ejerciente mermaron duramente la capacidad competitiva del
Revolucionario Institucional en el sistema electoral democrático na-
cional. La sombra del rechazo a las siglas y a los colores del partido se
sumó a la accidentada elección de candidato, que si bien contó con
una altísima preparación académica y gran trayectoria burocrática,
no fue el perfil idóneo para expresar a la sociedad y a los electores lo
que el pri buscaba ofrecer como plan de nación.
¿Qué procede? La preocupación de la inmediatez puede verse
ensombrecida por el pesimismo y la retórica oportunistamente cícli-
ca de reflexión y autocrítica hipócrita, que resulta en cambios inter-
nos de poco impacto y amplitud. Sin embargo, estamos convencidos
de que es necesario comenzar con el proceso de reorganización y
reestructuración lo más pronto posible, pues la nación depende no
sólo de quienes eligieron, sino de quiénes los pueden balancear en el
ejercicio del poder público.
La sociedad democrática depende en un principio de elecciones
libres y secretas para elegir a sus representantes. Pero la división de
poderes requiere además de la distribución de competencias en el
ejercicio de las atribuciones soberanas, la presencia de pesos y con-
trapesos que vigilen y acoten el actuar de quienes se encuentran en
puestos clave.
Lo peor que puede suceder a un Estado moderno es otorgar el
poder pleno a una sola ideología o un solo partido. Después de la
apertura democrática comenzada a finales de la década de 1970, los
mexicanos tuvieron claro que a través del diálogo y del fruto del di-
senso se pueden alcanzar amplios consensos en los temas más rele-
vantes para la nación.
Hoy en día es impensable una reforma estructural de amplio
calado que se orqueste exclusivamente en el seno del Poder Ejecu-
tivo. Es ilógico suponer que una propuesta legislativa que afecte a
un gran espectro de los actores privados pueda ejercerse de manera

140
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

adecuada sin la suficiente retroalimentación para enriquecer al pro-


yecto, de modo que sea no sólo operante, sino útil para México.
Del mismo modo, es dañino suponer que una sola expresión
política puede tener todo el conocimiento y experiencia para diseñar
propuestas que representen a todos sus gobernados. La oposición
es fundamental en la discusión y construcción de grandes acuer-
dos nacionales. Si bien es cierto que la segunda fuerza política en
el Congreso de la Unión es el histórico opositor, el Partido Acción
Nacional, nos atrevemos a sugerir que es un lugar que requiere de-
masiada responsabilidad y experiencia como para ser relegado a un
solo instituto.
El pri es el partido más experimentado en el quehacer guber-
namental. Es el que conoce desde las entrañas a las instituciones que
han fundamentado al Estado mexicano. Es el que ha acompañado
a la joven nación en su desarrollo independiente y democrático.
Como tal, es el más adecuado para ejercer una postura firme y cons-
tructiva ante los designios de un partido que se antoja igual de único
y hegemónico como lo fue el Partido de la Revolución Mexicana de
Lázaro Cárdenas en 1938.
El principal compromiso del pri debe ser con los mexicanos, ya
no con sus militantes o simpatizantes. La acción de un partido en la
oposición es primordial en la generación de acuerdos que proyecten
todo lo positivo de nuestro país. Debemos dejar bien en claro que
no se trata de un partido coyuntural y tampoco es una expresión
política de ocasión. Hablamos de una institución histórica y con el
conocimiento suficiente como para aportar en la construcción de un
proyecto de nación incluyente.
El pri aún representa a un gran margen de la población mexica-
na. Cumpliendo a cabalidad sus funciones legales y constitucionales,
es el traductor de las exigencias de sus electores hacia la arena de la
discusión pública. Como tal, debe colocarse en una posición estra-
tégica en el Congreso de la Unión y los congresos estatales. Debe re-
chazar categóricamente el “no” sistemático que caracterizó al partido
que hoy se encuentra en el gobierno, para darle paso a una postura
de defensa de los más grandes intereses nacionales sobre las ocu-
rrencias e ideas de discursos populistas.

141
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Es menester defender la estabilidad económica nacional e in-


ternacional. Mantener el orden constitucional y legal para establecer
más y mejores relaciones entre los gobernados. Defender los dere-
chos de propiedad privada para el correcto ejercicio del mercado.
Proponer acciones y modificaciones que tengan en mente sólo el úl-
timo mejoramiento de la sociedad.
A corto plazo, el pri necesita posicionarse como ese contrapeso
que, si bien no cuenta con mayoría o los números suficientes para
hacerse valer por sí solo, está abierto a dialogar e incluir a toda aque-
lla expresión opositora al régimen controlado por el Ejecutivo Fede-
ral y acompañado sin cuestionamientos por su partido político.
A nivel estatal, la situación tampoco es menor y no difiere en
gran medida de lo propuesto para el Federal. El pri pierde cada vez
más gubernaturas. Peor aún, Morena cuenta con la mayoría en más
de la mitad de los congresos locales. Eso pesa ante cualquier modifi-
cación a nuestra Carta Magna, propuesta por el Ejecutivo Federal o
desde su partido en el Congreso de la Unión. No podemos permitir
que el sistema se abra al totalitarismo. El populismo y el fascismo es-
tán separados sólo por una delgada línea. Hay experiencias interna-
cionales que demuestran que definitivamente esta no es la solución.
Además, estamos seguros de que la confianza es algo que fácil-
mente se pierde, exige un trabajo arduo y sin descanso para recupe-
rarla. Es por ello que el pri a nivel estatal debe regresar a su trabajo
responsable. Desechar y abolir los excesos en las entidades que fue-
ron gobernadas por él.
Debemos retornar a un estadio en el que la representación legí-
tima de los intereses ciudadanos era la prioridad, y colocarnos como
la fuerza de contrapeso para las decisiones de los nuevos goberna-
dores, así como para impulsar las necesidades y proyectos que más
oportunidad y beneficios traigan para la entidad.
Es vital reconocer que la postura de líder de oposición es ig-
ual de relevante que la del partido en el gobierno. Esto es el
principio básico para una correcta negociación en época pre-
supuestal.

142
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

No podemos permitir que las figuras creadas por Andrés Ma-


nuel López Obrador atenten contra la soberanía y el federalismo.
Desde los congresos estatales es urgente posicionarse en contra de
los delegados federales de la Secretaría del Bienestar (antes Desarro-
llo Social). Ellos, en su papel de reales vicegobernadores, ponen a
prueba el federalismo mexicano en conjunto.
También debemos pugnar por la justa distribución de los ingre-
sos federales y estatales. Construir. No destruir. Crear, no oponerse.
Dialogar, no cerrarse. Proponer, no distraer. La oposición requiere
mucha responsabilidad. El pri tiene los tamaños para operarla.

4.3 Lealtad a la nación


Es tesis central de estas páginas dejar bien claro que el éxito de Méxi-
co como nación independiente y democrática está fuertemente sus-
tentado en la creación de instituciones y sistemas que no sólo han
dado forma y materia ante la dinámica mundial, sino que han pro-
vocado un desempeño ordenado de la vida diaria de los mexicanos.
Las instituciones fueron el mecanismo preferido para transitar
de la época del caudillismo, que después de la Revolución estuvo
caracterizado por la imposibilidad de desarrollar pacíficamente los
procesos electorales democráticos, a la del orden y paz en la tran-
sición del poder político. Fueron las instituciones las que lograron
ordenar a la atomizada sociedad en grupos y sectores que funda-
mentaron el actuar no sólo del partido emanado de la Revolución,
sino de los órdenes del Poder Público.
En este punto es importante recalcar que cuando hablamos de
instituciones al servicio de la nación, no nos referimos a las multici-
tadas que soportaron la creación y operación del Partido Revolucio-
nario Institucional y sus dos personas anteriores. La ctm, la cnc, la
cnop y todas las que ellas derivaron dieron su más grande aporte a
la democracia al facilitar la existencia y la operación de un partido
que cargó con la responsabilidad de soportar los embates de toda
sociedad en transición.
Este es el momento de hablar de las instituciones fundamenta-
les del Estado mexicano, que responden al pacto federal y al sistema

143
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

democrático como modo de vida; aquellas que día a día crean e im-
pulsan las mejores prácticas de vida para los ciudadanos. Hablamos,
en primer término, del Ejército y las Fuerzas Armadas. Una de las ac-
ciones fundamentales que el Estado debe conservar es la de la coer-
ción física y legítima como mecanismo de orden, seguridad y defen-
sa. Si bien las policías y demás de orden civil son vitales para el libre
y ordenado desarrollo de la vida nacional, es la institución castrense
en sus amplias modalidades la que debe ser más salvaguardada.
Después del asesinato de Venustiano Carranza y la llegada al
poder de Álvaro Obregón, la tradición militar al frente del país bus-
có consolidarse como la única capaz de mantener vigilada la vida
democrática nacional. Toda vez que el nuevo sistema político emanó
de una lucha armada y violenta, era de suponerse que los grupos
triunfadores serían los que se colocaran a la cabeza del movimiento.
Esto permitió que se diseñaran mecanismos para proteger la so-
beranía nacional hacia el exterior. La tentación de invadir u ocupar
al territorio mexicano, joven, endeble y desgastado después de la Re-
volución mexicana, se acabó de portazo con el establecimiento de un
Ejército, Marina y Fuerzas Armadas lo suficientemente poderosas y
legítimas.
El Ejército tuvo tal relevancia que incluso fue determinante para
la instauración del régimen corporativista cardenista. La base mili-
tante de las fuerzas armadas no era despreciable para el joven par-
tido de la Revolución. Cuando en 1946 el presidente Manuel Ávila
Camacho impidió su participación directa en la política a través del
partido, dejó claro que se trataría de una institución al servicio de
México y bajo el mando supremo del presidente de la república. Este
es un elemento imprescindible para la república mexicana como país
ante el exterior.
La libertad, la paz y la seguridad dependen de una institución
que se ha mantenido leal al gobierno en turno, sin importar su color
o su afiliación. La prueba más ejemplar se encuentra en el sexenio de
Felipe Calderón. La guerra frontal contra el narcotráfico y el crimen
organizado se tradujo en la introducción de los cuerpos castrenses a
las labores de seguridad pública, aun cuando no estaban capacitados
para ello y no contaban con un marco legal adecuado.

144
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Lejos de agradecer o reconocer siquiera su trabajo, la opinión


pública generalizada se enfocó en las diversas violaciones a los de-
rechos humanos que cometían militares durante sus operativos, sin
entender que la instrucción que ellos reciben dista mucho de lo coti-
diano para la sociedad.
Cuando durante el gobierno de Enrique Peña Nieto se propuso
la Ley de Seguridad Interior, ahora desechada por la Suprema Corte
de Justicia, como mecanismo para dar un marco legal mínimo al
actuar del Ejército, Marina y Fuerzas Armadas en operativos de se-
guridad pública, Andrés Manuel López Obrador, quien resultó pre-
sidente electo en 2018, condenó las acciones y tomó como bandera
de campaña la abrogación de esa ley. Aún peor, el presidente electo
se declaró constantemente en su contra, y más problemático aún, el
sistema de Guardia Nacional que Andrés Manuel López Obrador ha
propuesto. Pero este es sólo uno de muchos ejemplos.
La autonomía constitucional que tanto costó a los organismos
reconocidos en nuestra Carta Magna como tales fue duramente
cuestionada. El Banco de México es autónomo, pues se trata de un
organismo que debe manejar la política monetaria de acuerdo con
estándares y estimaciones nacionales e internacionales, totalmente
apartidistas y objetivas.
Cuestionar su actuar es sinónimo de dar motivos para que la
inversión extranjera y los mercados internacionales desconfíen de
la estabilidad del país. Querer concentrar en las dependencias del
Poder Ejecutivo a los organismos desconcentrados es otro disparate.
A nivel energético, la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión
Nacional de Hidrocarburos y la Agencia de Seguridad, Energía y
Ambiente, emanadas de la Reforma Energética de 2013, han operado
como facilitadores y vigías de una compleja propuesta de descentra-
lización, desregulación y apertura en la materia.
Históricamente, Pemex y la cfe operaron como monopolios
naturales al servicio del Estado. Su apertura no significó, como lo
objetó el presidente electo desde que sucedió, la privatización o el
otorgamiento de los recursos soberanos del país a manos extranjeras.
Fue un proceso de apertura a terceros para entregar más y mejo-
res opciones a precios más competitivos. Nunca se entendió que un

145
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

proceso de este calado difícilmente puede dar beneficios o resultados


en un plazo menor a veinte o treinta años. Querer sujetarlas a las de-
cisiones de Secretaría de Energía es sinónimo de buscar el control y
mando de las opciones facilitadoras para la inversión extranjera; un
retorno descarado al estatismo.
Las instituciones, como hemos apuntado, son fundamentales
para México. Su operación no sólo responde a fines prácticos, sino a
una necesidad estructural de mecanismos verticales, horizontales y
transversales en el ejercicio del poder. La correcta implementación
de políticas públicas eficientes está fuertemente ligada al correcto
desempeño institucional y al perfeccionamiento del entramado es-
tructural del Poder Público.
Por eso, el pri requiere ser una oposición responsable, com-
prometida y leal con los más fundamentales principios de nuestra
nación. El compromiso hacia las instituciones que nos representan
no es un pacto con la estructura burocrática obesa. Tampoco es una
ofrenda para las viejas y anquilosadas prácticas estatistas.
Ser leal a las instituciones, como partido político, significa un
compromiso con los ejes rectores del país. Se traduce en la defensa
irrestricta de los más altos estándares del ejercicio del poder público.
En el combate a la intransigencia y al gobierno de ocurrencias. En el
sostenimiento del aparato estructural que da forma y vida a nuestro
México.
Ser leal a las instituciones es ser leal al país. Es lo que el país
necesita. Lo que nuestra soberanía demanda.

4.4 Lealtad a la estructura


En el apartado anterior hablábamos de la necesidad impostergable
de actuar con lealtad y compromiso hacia las instituciones que rigen
el actuar del Poder Público en el Estado mexicano.
Pero ese mismo compromiso no debe ser exclusivo a esa mate-
ria. Es menester fundamentar el actuar del Partido Revolucionario
Institucional como oposición en un bastión para el sistema de par-
tidos y el sistema electoral mexicano, la base mínima necesaria para

146
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

el correcto ejercicio de la vida republicana y democrática en la que


nos basamos.
Recordemos a Giovanni Sartori en su certero estudio sobre los
partidos políticos. El teórico italiano aseguró que un sistema es no
competitivo cuando no se permiten elecciones disputadas; es decir,
no hay igualdad de circunstancias debido a que el control sobre las
instituciones de calificación se encuentra parcializado o prevalece un
esquema sistemático de represión y de coacción sobre la oposición.
De esta definición básica parte la diferenciación entre sistemas
de partido único. En China o Cuba, por ejemplo, el partido contro-
la todos y cada uno de los puestos políticos y tiene la batuta plena
sobre las instituciones y procedimientos electorales. En los sistemas
de partido hegemónico, no se permite competencia real, pero sí la
existencia de otros que, se subordinen o no, son incapaces de triun-
far en los comicios.
Los sistemas hegemónicos, a su vez, se dividen en los hegemó-
nicos ideológicos, en donde la oposición política se concentra en
grupos que no comparten el poder y orbitan alrededor del instituto
central; y el hegemónico pragmático, donde los partidos periféricos
no son en todos los casos subordinados, sino que puede existir una
oposición débilmente institucionalizada y secundaria.
Para que este último sea una realidad, es fundamental que exis-
ta cierto grado de flexibilidad para aceptar el disenso y establecer
cambios mínimos derivados de la aprobación de la institucionaliza-
ción emanada del partido central, así como la constante “absorción”
de grupos políticos e ideológicos diversos y dispersos en el partido
hegemónico, para la constante renovación y ampliación de su base
militante.
Si bien el pri cumplió a cabalidad todas estas características
hasta probablemente 1988, es ahora Morena el que se posiciona
como el partido político con tendencias hegemónicas pragmáticas
en el México del siglo xxi.
Entendamos que cuando nace una organización, sus caracte-
rísticas históricas generalmente permean la relación continua entre
los miembros de ésta y la forma en que se desplaza en la sociedad.

147
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Adicionalmente, el carisma del líder funciona como el centro de


atracción inevitable y dominante.
El pluralismo mexicano se caracterizó a finales del siglo xx
por enfocarse en el surgimiento de partidos que no lucharon contra
ideologías, sino contra el régimen. El sistema electoral se volvió mul-
tipolar. El pri se colocó como el extremo enemigo.
Sin embargo, en 2018 el Revolucionario Institucional quedó
ampliamente disminuido. La composición del Congreso de la Unión
cambió dramáticamente. Morena se volvió primera fuerza tanto en
el Senado como en la Cámara de Diputados, donde cuenta con más
de la mitad de las curules.
Su primera acción como ideología dominante, más allá de ofrecer
un mensaje de unidad y una imagen de fortaleza institucional, consis-
tió en mermar a la oposición y minimizar las expresiones disidentes.
¿Nos enfrentamos entonces ante una hegemonía partidista reforzada?
Tal como afirmamos antes, la lealtad hacia las instituciones es
básica para mantener a flote a la nación mexicana; también estamos
convencidos de que la estructura sistemática necesita de fieles defen-
sores. Nuestro país descansa en el sistema democrático representati-
vo y federal, caracterizado por elecciones periódicas, libres y secretas,
para la elección de representantes en los distintos niveles del Poder
Legislativo, siempre bajo el más estricto respeto al pacto federal y la
soberanía de las entidades federativas que conforman a la nación.
Para que el sistema democrático se articule de manera eficiente,
dependemos además de un sistema de partidos que recientemente se
consolidó como pluralista. En él, la competencia sana y estructurada
entre institutos e ideologías converge en la arena de la opinión pú-
blica. El sistema plural de partidos representa no sólo el más grande
logro de una nación democrática, sino también el más robusto ejem-
plo de lo que el sistema de opciones y elecciones racionales basadas
en la libertad individual significa.
La pluralidad ejercida a través de distintas opciones políticas
que ofrecen traducir las demandas ciudadanas al lenguaje del poder
público tiene como fin entablar una discusión y un debate firme pero
informado sobre aquello que aqueja a la ciudadanía. La oposición
se vuelve igual o más importante que la cabeza del régimen, pues a

148
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

través de ella se puede alcanzar el perfeccionamiento de las propues-


tas y los postulados del Ejecutivo.
Sin embargo, de entrada pareceríamos estar ante una propuesta
de verticalización y dominación de las ideologías. Morena, si bien
no cuenta con una base ideológica sólida, sí representa a una am-
plia gama de intereses y causas particulares que no encuentran la
correcta definición ni orden para ejercer su facultad democrática.
Los grandes proyectos nacionales son únicamente los propuestos y
dictados por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. De
ese modo, el Poder Legislativo queda completamente a merced de
los designios del Ejecutivo. La institución del equilibrio de poderes
se merma a tal grado que las Cámaras se vuelven sólo testimonio.
Por eso el pri debe ser leal al Poder Legislativo. Leal al sistema
de partidos. Es fundamental defender el entramado legal y las reglas
que emanan de nuestro sistema para mantener vivos y fuertes los
contrapesos institucionales al Poder Ejecutivo y al partido mayori-
tario. Debemos pelear por la autonomía constitucional de los orga-
nismos que la han alcanzado, así como las facultades y el ejercicio
de acciones que combatan cualquier intento de imposición vertical.
También debemos construir una postura homogénea, consensuada
y aceptada ampliamente por los ciudadanos que no votaron por el
partido en el gobierno y se sienten abandonados.
Es cierto que Andrés Manuel López Obrador ganó con una am-
plia mayoría las elecciones del 1 de julio de 2018. También es verdad
que la representación de Morena en el Congreso de la Unión es un
fuerte mensaje en contra del sistema tradicional. Pero es imprescin-
dible entender que, en un sistema de democracia representativa de
primera vuelta, las elecciones no se ganan con cincuenta por ciento
de los votos, sino con una mayoría simple.
A eso sumemos que los índices de participación ciudadana en
los comicios no supera 70  %. Entonces, si bien la coalición enca-
bezada por Morena ganó con un amplio margen del total de vo-
tos, esto no representan ni siquiera a la mitad de la población total
del país. ¿Es justificación para olvidar a aquellos que no se sienten
representados?

149
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

La tiranía de la mayoría implica tomar decisiones en pos de un


amplio consenso, afectando, si es necesario, a aquellos que no lo-
graron insertar sus decisiones y exigencias por haber apoyado a una
opción política minoritaria. Que no hayan votado por Morena o los
partidos coaligados no significa que sus posturas sean insignifican-
tes. Tampoco debe ser sinónimo de abandono de causas. Es funda-
mental que el pri se coloque como el líder de todas esas voces que
claman ser escuchadas.
Es el momento de que el Revolucionario Institucional gane tras
la derrota. Ser gobierno no siempre es sencillo. Ser oposición mucho
menos, pues requiere ser responsable. Nuestro partido tiene la capa-
cidad, el conocimiento, la experiencia y la sensibilidad. Es urgente
encauzarla. Reafirmar el compromiso con el país, con sus institucio-
nes y con su sistema. Promover las mejores prácticas parlamentarias
y políticas. Hacer de México un país mejor. Aprovechar la posición.
Salir a dar el todo, todos los días, por todos los mexicanos.

4.5 El bastión legislativo


Una vez que se asuma la urgente necesidad de colocarse al frente de
la oposición como la opción más viable y razonable para traducir las
exigencias y necesidades de los cerca de sesenta millones de mexi-
canos que no votaron por la coalición de Morena - pt - pes, la tarea
fundamental para el Revolucionario Institucional es posicionarse
como la cabeza de un frente amplio que incluya a toda la disidencia
en contra de las ocurrencias presidenciales.
La situación parece poco alentadora. La LXIV Legislatura del
Congreso de la Unión fue muestra clara del hartazgo de la ciudada-
nía hacia la forma tradicional de hacer política y hacia los partidos
políticos. De 500 diputados, Morena por sí solo cuenta con 256, nú-
mero que se ha incrementado con la adhesión de militantes de otras
corrientes políticas que no encuentran suficiente espacio de partici-
pación en sus bancadas. Con el Partido del Trabajo, de 28 legislado-
res, y el Partido Encuentro Social, que tiene 30, la coalición Juntos
Haremos Historia tiene 314 legisladores.

150
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La aplastante mayoría absoluta, que le permite procesar leyes


secundarias sin necesidad de consenso, se vuelve mucho más peli-
grosa al notar que se encuentran tan sólo 20 legisladores de los 334
necesarios para promover reformas constitucionales, que deben ser
aprobadas por las dos terceras partes del pleno.
Esto se identifica como riesgo, pues hay partidos de poca re-
presentación e ideología pragmática que han ofrecido sus votos a la
mayoría a cambio del apoyo de algunas propuestas específicas. Mo-
vimiento Ciudadano, con 17 legisladores, por ejemplo, afirma apoyar
a Morena siempre y cuando sea discutido el llamado “gasolinazo”. El
Partido Verde Ecologista de México, que históricamente ha acompa-
ñado al partido mayoritario, tiene cuatro legisladores fundamentales
en la matemática parlamentaria.
En el Senado, el panorama tampoco parece positivo. Regene-
ración Nacional tiene 59 de los 128 senadores, mientras que el pt
tiene 6 y el pes 5, para un total de 70 representantes en la Cámara
Alta, a los que bien podría sumarse por lo antes mencionado los 6
senadores del pvem. La mayoría absoluta se vuelve el fantasma de
una mayoría calificada, para procesar reformas constitucionales sin
mayor oposición, pues sólo son necesarios 10 senadores más para
alcanzar las dos terceras partes con 86 legisladores.
Al igual que en San Lázaro, en la Cámara Alta se corre el riesgo
de que partidos pragmáticos movilicen su voto a cambio de preben-
das mínimas. Peor podría parecer considerar que de las 32 entidades
federativas, el control absoluto es para Morena en al menos 19. Esto
implica que los candados procedimentales para modificar nuestra
Carta Magna son un mero trámite ante lo que Andrés Manuel López
Obrador exija.
Ante datos innegables, hasta el más confiado podría dudar. El
pri debe obligadamente tomar la batuta, pues si algo peor puede
pasarle al país después de la ruptura de candados institucionales y
procedimentales para reformas estructurales unipersonales, es que
la oposición se derrumbe. Recordemos las históricas luchas que se
ganaron contra el pri autoritario y hegemónico de mediados de siglo
xx: la pugna por la apertura y transición democrática de la déca-
da de 1970, el descontento social con las elecciones de 1988 (que

151
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

significaron el nacimiento de un partido político sustentado en la co-


rriente política de izquierda), y la transición de 2000, que implicó la
llegada de un nuevo partido político a la presidencia de la república.
Es la oposición la que hace valer a un régimen, no su cabeza. Es
gracias a la oposición que surge el disenso, factor fundamental para
la consolidación de las mejores propuestas para la sociedad. Tras la
derrota de Roberto Madrazo Pintado en la elección presidencial de
2006, el pri se encontró terriblemente relegado en la representación
Legislativa. La LX Legislatura, que corrió de 2006 a 2009, representó
para el tricolor tan sólo 33 senadores liderados por Manlio Fabio
Beltrones y 106 diputados coordinados por Emilio Gamboa Patrón.
La muestra más clara de que el pri supo ser una oposición res-
ponsable está en las grandes reformas que se aprobaron en ese pe-
riodo. En 2007, atendiendo a la creciente crisis de los sistemas de
pensión, se reformó la Ley del Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales de los Trabajadores del Estado (issste) para elevar la edad
de jubilación y la creación de la Afore pública para administrar los
fondos de pensión de los trabajadores con el fin de buscar el sanea-
miento de las finanzas del Instituto.
A propuesta del coordinador del senador Beltrones, se aprobó
por unanimidad en ambas Cámaras la Ley para la Reforma del Es-
tado, de la cual surgieron propuestas fundamentales para el país tal
cual lo conocemos en materia de federalismo, reformas al poder ju-
dicial, democracia y sistema electoral. Tal trabajo sólo pudo lograrse
a través de la institucionalización de la imagen opositora como un
factor nodal para la construcción de acuerdos nacionales.
Fue tal, que, en 2009, año de renovación en la Cámara de Dipu-
tados, el pri logró superar al doble de legisladores que tuvo una legis-
latura antes. Para la LXI, el tricolor tuvo 242 diputados. Esto es sólo
una muestra de que lo que menos debe asustarnos son los números.
Lo que vale son las ideas y propuestas. La capacidad legítima y cabal
de representar a los ciudadanos.
Para la LXIV Legislatura, el pri tiene 47 diputados y 14 senado-
res. Un número mucho menor que el de 2006, cierto; pero también
con más y mejores perfiles que el partido de la mayoría. Personalida-
des como la de René Juárez Cisneros en San Lázaro o Miguel Ángel

152
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Osorio Chong en el Senado, con la amplia experiencia, militancia y


capacidad que los caracteriza, son sólo la cabeza de una estructura
compacta pero altamente capaz de hacer frente a la avasalladora ma-
quinaria partidista que se ha conformado alrededor de Morena.
Más y mejores propuestas deben de emanar del pri para cons-
truir y para abonar al país. Demostrar a panistas, perredistas, eme-
cistas y demás legisladores que los números no deben impactar. Que
la construcción más amplia de acuerdos y consensos depende de la
habilidad de exponer y negociar. Que la capacidad es del tamaño que
uno quiera proyectar.
El pri lo ha hecho. El pri puede. Sabe ser gobierno, pero tam-
bién sabe ser oposición. Sabe promover. Sabe construir. Sabe legislar.
Sólo falta demostrarlo.

4. 6 Construir exigiendo
Posicionarse como la cabeza de la oposición tiene que ir mucho más
allá del Poder Legislativo. Si bien es cierto que gran parte del entra-
mado institucional y legal emana directamente de las Cámaras del
Congreso de la Unión, es innegable que la intervención guberna-
mental en la vida diaria de los ciudadanos puede ocupar herramien-
tas que poco tienen que ver con diputados o senadores.
Ya sea regulación, intervención o política pública, el nuevo go-
bierno cuenta con una plétora de mecanismos que pueden justificar
su actuar y orientar la dinámica social nacional hacia donde el titular
del Ejecutivo Federal pueda imaginar.
El caso más emblemático ocurrió recientemente. Aún sin tomar
posesión del gobierno, el partido mayoritario operó un sistema de
consulta ciudadana para decidir la continuación o cancelación del
Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, iniciado
durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, a pesar de que ya tenía
más de una tercera parte de avance general. El conflicto, más allá de
la legalidad, metalegalidad, supralegalidad o ilegalidad de la consul-
ta, radica en que de manera unilateral colocó la atención discursiva
sobre el punto que a él interesaba en la agenda pública, sin mayor
esfuerzo.

153
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Esto atropelló no sólo a las instituciones de representación y or-


ganización electoral y ciudadana, sino a la legitimidad misma de la
sociedad (y del gobierno que aún no finalizaba). Además envió un
dudoso mensaje hacia los inversionistas nacionales e internacionales.
Por eso es que lo primero que debe hacer el pri fuera del gobier-
no y en otro campo ajeno al legislativo es exigir el irrestricto respeto
a las instituciones. Con ello no sólo nos referimos a las organizacio-
nes, como lo pueden ser el Instituto Nacional Electoral o la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, sino a las prácticas fundamentales de
nuestro quehacer cotidiano, que justifican y sustentan la dinámica
nacional.
Con instituciones nos referimos a los procesos de participación
emanados de la Constitución. Hablamos de la democracia represen-
tativa, que con todas sus fallas y carencias ha logrado consolidar a
México como una república democrática. Parte imprescindible de
la postura que el pri debe tomar ante el nuevo gobierno es la de de-
fender la estabilidad macroeconómica que el país ha alcanzado a lo
largo de décadas de esfuerzos y medidas que han diseñado el sistema
económico, monetario y fiscal moderno.
Debemos pugnar por un sistema financiero capaz de asignar
eficientemente los recursos disponibles de modo que se puedan ma-
nejar de la manera más adecuada los riesgos financieros provenien-
tes del exterior. Es menester tener en mente que la estabilidad finan-
ciera se considera uno de los factores principales que contribuyen
al crecimiento económico, ya que actualmente la mayor parte de las
transacciones importantes de la economía se hacen con su auxilio.
Lejos de regresar a la postura nacionalista de producción y de-
pendencia del petróleo crudo mexicano, debemos pugnar por la
apertura y la continuidad de la reforma energética, que ofrece más y
mejores opciones para la inversión y el consumo, además de buscar
concluir con el financiamiento casi exclusivo basado en el combus-
tible fósil.
Si bien la producción nacional debe explotarse mucho más para
alcanzar el potencial óptimo de México como nación multidiversa,
es también urgente exigir que el nuevo gobierno no dé la espalda a
los logros en materia de comercio internacional que se han logrado

154
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

desde hace ya varios años. Estados Unidos de América no puede


ser nuestro único socio comercial y tampoco podemos permitir que
nuestra economía dependa de la volubilidad de actores políticos de
otros estados.
Para ello, debemos pugnar por dejar atrás las propuestas po-
pulistas que ponen en duda la continuidad de grandes proyectos de
inversión, pues de éste dependen otras variables fundamentales para
la estabilidad tales como la tasa de desempleo, la inflación y el nivel
general de precios.
Aquí es oportuno señalar que, si bien es cierto que nuestro ré-
gimen político y económico se enmarca en el modelo democrático
neoliberal de occidente, tenemos que abanderar como partido la
defensa de la justicia social y los derechos humanos como los ejes
fundacionales de las políticas para remediar las fallas de mercado
o las fallas de gobierno. Para ello, debemos entronar a la economía
social como factor vital del empoderamiento de la sociedad definida,
como un modo de hacer economía, organizando de manera asocia-
da y cooperativa la producción, distribución, circulación y consumo
de bienes y servicios.
De esta manera se puede lograr la más eficiente movilidad
económica.
El fin último del Estado debe ser el mejoramiento social. Para
ello, debemos luchar por una mayor movilidad social, traducida en
la capacidad de las nuevas generaciones de colocarse en los quintiles
poblacionales superiores a los que pertenecen sus padres. La igual-
dad de oportunidades y la defensa de los derechos de las minorías,
así como las acciones afirmativas que proyecten un piso parejo en-
tre los distintos integrantes de nuestro mercado nacional son sólo el
primer paso.
Necesitamos entender la urgencia por respetar a la república y
las instituciones que de ella emanen. Hay que aprovecha al máximo
el federalismo como una herramienta garante de la soberanía de los
representados, sin que ello represente la justificación para la exis-
tencia de un aparato burocrático y gubernamental obeso y oneroso.
El Estado de derecho debe ser nuestra razón fundamental (ya lo he
tratado en un libro por separado).

155
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Todo esto implica un amplio pacto social que un gobierno autorita-


rio o unilateral no va a alcanzar. Entendamos que su elección no fue
la mejor, sino la mejor colocada.
En todo sistema plural de elección a través de votación, la úni-
ca manera de expresar al cien por ciento la voluntad del votante es
cuando existe un dictador o un único emisor de sufragio. Todo lo
demás, es resultado del orden en el que el sistema electoral presenta
las opciones. No queremos con esto desestimar a los más de treinta
millones de mexicanos que votaron por Andrés Manuel López Obra-
dor. Simplemente queremos recordar lo anteriormente señalado: to-
davía existe un muy amplio (y superior) número de ciudadanos que
decidieron no votar por él.
Por lo tanto, las herramientas surgidas del disenso y la discusión
ordenada y sistemática de propuestas es el primer paso para trans-
formar la gobernabilidad monolítica que caracterizó a la etapa del
partido hegemónico en una verdadera gobernanza, entendida como
las interacciones y acuerdos entre gobernantes y gobernados, para
generar oportunidades y solucionar los problemas de los ciudadanos,
y para construir las instituciones y normas necesarias para generar
esos cambios.
Demos pie, desde el Revolucionario Institucional, a que las per-
sonas participen en las decisiones que les aseguran una vida digna a
través de la defensa de la libertad de expresión y asociación, así como
el fortalecimiento de los derechos humanos y la plena garantía de
que serán tomados en cuenta.

4.7 El sano ejercicio del poder público


Casi un siglo antes de la guerra de Revolución, cuando recién Méxi-
co nacía como nación independiente, se estableció claramente que la
base de su organización política y su estructura gubernamental sería
el principio de la división de poderes.
Este principio básico se basa en que las distintas tareas asigna-
das al ejercicio del poder público se repartan en órganos distintos e
independientes entre sí. La idea puede ubicarse desde los escritos de
Aristóteles, pero es hasta John Locke y Montesquieu que la división

156
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

que hoy en día conocemos y vivimos se aplica. El poder y las deci-


siones no debían concentrarse para evitar la tiranía. Así pues, debían
existir órganos de poder distintos que se controlarían unos a otros,
todo articulado en un sistema de equilibrios y contrapesos.
La división de poderes se convirtió en un puntal básico de las
revoluciones liberales porque atacaba de lleno una de los pilares de
la monarquía absoluta, que es la concentración de los poderes en una
institución o persona. Dado que en el origen teórico del concepto el
Poder Legislativo fue el ponderado, se estableció también el bicame-
ralismo como consecuencia lógica de la estructura federal, pues la
representación política del ciudadano en la Cámara Baja debía com-
pensarse y equilibrarse con la representación de los miembros de la
Federación en tanto entidades.
Así, el pueblo mexicano desde su origen como independiente
buscó ejercer su soberanía por medio de los Poderes de la Unión,
que no sólo se plasmaron en el ámbito federal sino también en las
entidades integrantes de la Federación. Pero en la actualidad exis-
ten graves riesgos de concentración de poder. El protagonismo y la
primacía del Poder Ejecutivo frente al Legislativo es el fantasma que
ronda la división de funciones. Cuando se dan grandes mayorías los
parlamentos quedan relegados frente al poder Ejecutivo.
Esto es bastante grave, considerando que la función fundamen-
tal del Poder Legislativo es la de controlar al Ejecutivo. ¿Qué pode-
mos esperar de un Congreso ampliamente dominado por legislado-
res que aceptan abiertamente estar a las órdenes del presidente?
El Poder Judicial exige también nuestra atención. Dentro de
su autonomía, es el encargado de impartir justicia en una sociedad,
mediante la aplicación de normas y principios en la resolución de
conflictos. Según la teoría clásica de Montesquieu, mientras que el
Legislativo crea la base legal y el Ejecutivo la aplica, el Judicial es el
encargado de velar por su más irrestricto cumplimiento.
Tal nivel de responsabilidad requiere de una estructura enorme,
que sea capaz de llevar la justicia a todos los núcleos poblacionales.
Al frente de ellos deben colocarse personas ampliamente capacitadas
y conocedoras del derecho y las doctrinas fundamentales que exige
una nación para su sano desenvolvimiento.

157
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Preocupa suponer que la autonomía o el presupuesto que le han


permitido operar con la libertad que lo ha caracterizado puedan ver-
se comprometidos. Una nación con un Poder Judicial dependiente
del presidente de la república se vuelve una burla monárquica, pues
se le otorga al todopoderoso la facultad de ser juez y parte.
El poder público es quizás la más grande tentación de todos los
tiempos. La división de poderes es la garantía que tenemos como
ciudadanos de que será manejado de la más adecuada forma posible.
Recordemos que, para ser miembros de un Estado, los individuos,
por libre albedrío, tenemos que ceder parte de nuestra soberanía al
monopolio legítimo de la coerción física, con el fin de tener un cuer-
po superior garante de los derechos de seguridad, necesarios para
seguir con vida y propiedad privada, para el correcto desarrollo de
los mercados.
Ceder capacidad de decisión y prometer sumisión no es con el
fin de ser reprimidos ni por la aparentemente genética necesidad de
un líder carismático, caudillo o cacique al frente de los núcleos socia-
les. Es más bien un amplio consenso de que las decisiones públicas y
el bienestar social siempre serán productivos.
Perder esta noción es olvidar a quienes llevaron a los que están
en el poder a ese lugar. Pero dejar que los gobernantes lo olviden
es responsabilidad y culpa de la oposición. Nuevamente, afirmamos
que es el pri el más adecuado para defender ese bastión. La sobera-
nía reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder públi-
co dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo
tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la
forma de su gobierno. Lo dice cualquier principio doctrinario básico.
Está plasmado en nuestra Constitución. Seamos responsables. Asu-
mamos el rol. No permitamos que quienes hoy gobiernan lo olviden.

4.8 Defender al federalismo


La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala
que es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república
representativa, democrática, laica y federal, compuesta por estados

158
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y


por la Ciudad de México, unidos en una federación.
Determina además que el pueblo ejerce su soberanía por medio
de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y
por los de los estados y la Ciudad de México, en lo que toca a sus re-
gímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por
la presente Constitución Federal y las particulares de cada estado y
de la Ciudad de México, las que en ningún caso podrán contravenir
las estipulaciones del Pacto Federal.
El artículo 124 de la Ley Fundamental señala claramente que
toda facultad que no esté expresamente otorgada a los funcionarios
federales corresponde a las entidades federativas, las cuales cuentan
con una estructura y división de poderes en base idéntica a la de
la Federación. Esto implica que el federalismo supone el reconoci-
miento y existencia de fuerzas distintas del poder central que, como
se señaló, tienen campo propio de acción jurídico política; esto se
traduce, entre otras cosas, en la posibilidad de organizar política y
racionalmente los espacios geográficos en paridad de circunstancias.
Entonces, podemos definir que las características principales de
esta forma de gobierno son las siguientes: una constitución escri-
ta para regular los principios básicos sobre los cuales descansará el
gobierno; la división territorial por la cual las unidades de gobier-
no locales adquieren la capacidad de tomar decisiones con respecto
a ciertos asuntos de su régimen interior; y una Suprema Corte de
Justicia que pueda dirimir los posibles conflictos surgidos entre los
integrantes.
Estamos hablando, en suma, de un solo Estado compuesto por
varias unidades descentralizadas, cada una con funciones del poder
público homólogas a las del Federal, integradas por un pacto irrom-
pible plasmado en la Constitución, a través del cual se fundamentan
dos o más ordenamientos jurídicos subordinados, que resultan en
un abanico de competencias exclusivas, compartidas y concurrentes
de la federación y sus estados.
De éste emana también, como ya lo mencionamos, la esencia
misma de nuestro parlamentarismo: una Cámara de Diputados para
representar a los ciudadanos a través de la unidad territorial más

159
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

básica, que es la sección electoral (aún menor al municipio, que es


desde 1917 la unidad fundamental del orden de gobierno); y un Se-
nado que se integra por 3 representantes de cada entidad federativa
más los 32 de representación proporcional.
Este modelo diseñó al Estado mexicano como uno en el que las
autoridades públicas o representantes son elegidos mediante proce-
dimientos específicos con límites y alcances previamente definidos
en normas jurídicas expresas. Sus interrelaciones fueron expresa-
mente reguladas y acotadas por la celebración de procesos electo-
rales periódicos, con lo que se garantizaba el mínimo democrático
para evitar el coto de poder unilateral.
El federalismo es entonces un pacto establecido por voluntades,
hecho por participantes que tienen capacidad y libertad de ejecutar-
lo. Entonces, quienes lo pacten son autónomos y la Federación es la
conexión de entidades autónomas; sin esta característica, no puede
darse un sentido firme al pacto que los lleve a la forma de Federación.
En teoría, México, como Estado democrático, está hoy someti-
do a normas jurídicas y a la división de poderes, donde cada órgano
emite mandatos vinculantes que se controlan mutuamente. El Esta-
do democrático es garante de la autonomía de los individuos y de
que las personas sean iguales en libertad, por lo que la democracia
es de suyo un espacio de convivencia.
La modernidad, sin embargo, ha cuestionado estos fundamen-
tos hasta el punto en que distintas voces han propuesto que todos los
individuos sujetos a reglas, leyes y reglamentos deberían participar
en la redacción de éstas y todos deberían tener una opinión en cómo
se organiza y ejerce el poder.
Una de las críticas fundamentales al sistema federal viene del
sistema recaudatorio. La delimitación de facultades en materia fis-
cal, desde la Constitución, en un Estado federal, se ha convertido en
una tarea sumamente compleja; es difícil satisfacer los intereses de la
Federación y, al mismo tiempo, el de las entidades federativas, si se
tiene en mente sobre todo determinar qué facultades necesita cada
orden de gobierno para que ejerza mejor el gasto público.
La Constitución, en su artículo 31, establece como obligación
de todos los mexicanos contribuir con los gastos de los tres órdenes

160
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

de gobierno. Esto implica que en México existen más de 2500 au-


toridades fiscales, considerando a los órganos constitucionalmente
autónomos, que en algún momento pueden coaccionar para el cum-
plimiento de las obligaciones en la materia.
Para el correcto cumplimiento de esta distribución, las parti-
cipaciones federales a las entidades federativas se representan en el
Presupuesto de Egresos de la Federación como recursos económicos
asignados a las entidades y municipios a través de ramos etiquetados
(recursos específicos para programas aprobados y definidos).
Sin embargo, los estados, que participan en la recaudación fede-
ral, suelen recibir mucho menos de lo que causaron. Existen estados
que registran una deuda superior al monto de sus participaciones.
El promedio nacional del grado de dependencia de la deuda de los
gobiernos subnacionales con sus participaciones aumentó de 56.1 %
en 2007 a 81.5 % en 2013: 25.4 puntos porcentuales, en tan sólo seis
años, lo que sojuzga aún más los ingresos.
Esto implica que si no se atiende el problema de la baja recau-
dación fiscal local en el mediano plazo, los Gobiernos estatales no
tendrán la suficiente capacidad financiera para sufragar sus respon-
sabilidades en materia de gasto y, por consiguiente, no tendrían la
autonomía fiscal para decidir el destino de los recursos, sojuzgándo-
se rotundamente al actuar de la Federación.
Por ello han surgido voces que exigen el reordenamiento de las
contribuciones plasmadas en la Ley de Coordinación Fiscal, lo que
podría llevar a un desequilibrio catastrófico en las cuentas de los go-
biernos. Ante tal preocupación, el gobierno entrante ha propuesto
medidas que más allá de abonar a la solución del problema ofrece
una pantomima peligrosa: Andrés Manuel López Obrador es un fir-
me defensor del centralismo presupuestario.
Como tal, ordenó modificar la Ley Orgánica de la Administra-
ción Pública Federal para que, con la justificación de acortar la pe-
sada burocracia federal, se eliminen los delegados federales de las
distintas dependencias del Ejecutivo Federal y la ejecución de pro-
gramas presupuestales en las entidades federativas sea coordinada (y
aprobada) por un delegado de la propuesta Secretaría del Bienestar
(antes Secretaría de Desarrollo Social).

161
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Esto implica treinta y dos coordinadores de programas presu-


puestales que responden única y exclusivamente al titular de la Secre-
taría y, por lo tanto, al Ejecutivo Federal, con la autonomía de gestión
suficiente como para imponerse al pacto federal y a las decisiones de
los gobernadores. ¿De qué sirve entonces tener un costoso esquema
electoral que permita las elecciones periódicas de funcionarios es-
tatales y municipales si su autonomía de gestión y ejecución se verá
limitada por coordinadores dependientes del Ejecutivo Federal?
Recordemos las características principales de un régimen po-
pulista: además de la permanente violación y reforma sistemática al
gusto de la Constitución Política, conscientemente se mezclan los
conceptos de Estado, gobierno, partido y líder, lo que lleva a la viola-
ción flagrante de la división de poderes y la cooptación de los siste-
mas de impartición y deliberación de justicia.
Esto vulnera de manera descarada los cimientos de la demo-
cracia y del federalismo mismo, que se propuso como la forma más
adecuada de gobierno en 1824 con la Constitución emanada de los
Sentimientos de la Nación y se ratificó en 1857 para después quedar
fundamentada en 1917.
Como lo advertimos antes, nos enfrentamos a una corriente
recóndita en la política democrática, que parece asomarse en perío-
dos de agudo descontento social; bien porque las personas fueron
desplazadas en el campo laboral, porque se quedaron atrás en la re-
volución tecnológica o porque perciben quedar en desventaja ante la
creciente desigualdad.
Hablamos de un populismo personalista que se entronó jus-
tificándose en un proceso electoral; un movimiento que apeló a la
regeneración, pero no se basó en los sectores más pobres, sino en el
discurso del descontento. La solución a los problemas de la federa-
ción no se resuelve regresando al centralismo. Los problemas recau-
datorios y fiscales de la nación no son consecuencia de la división de
poderes ni de la estructura nacional en el ejercicio de las funciones
públicas y territoriales.
Estamos ante una de las fallas sistémicas de la democracia ame-
ricana. Pero la respuesta no viene de un cisma profundo, sino del

162
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

perfeccionamiento de las mejores prácticas de la libertad y el respeto


a los derechos humanos y de propiedad.
El Partido Revolucionario Institucional debe ser sensible a esta
problemática. Más allá del bastión legislativo, debe aprovechar su
presencia y estructura en las 32 entidades federativas y todos los mu-
nicipios que existen en el país.
El federalismo no sólo debe ser político o de gobierno, también
puede ser partidario. Así como el pacto federal propone la cesión de
poderes y funciones del gobierno a cotos locales por su organización
territorial, el Comité Ejecutivo Nacional debe aceptar delegar cier-
tas funciones fundamentales para el acercamiento efectivo del poder
con la población.
Debemos sacudirnos la imagen de un partido centralista que
todo define desde sus oficinas en la capital del país. Debemos dar
mucha mayor relevancia a los comités directivos estatales como la
instancia de mayor decisión en la entidad, fundamentada en la suma
de la colectividad de los comités directivos municipales y seccionales.
Empoderar a la nación y a la militancia va mucho más allá del
discurso o de sumar algunas percepciones de lo que aqueja a la so-
ciedad en un plan de acción o programa general. Implica aceptar,
reconocer y sumar a todas las voces que quieren participar y hacer
un cambio, pero no encuentran el espacio político adecuado.
Significa reconocer que, si bien no todos pueden acceder a la
posición para participar en los procesos electorales, llegar a los pues-
tos públicos no es la única manera de hacerse escuchar; romper con
la tradición que hace suponer que ser un representante popular es si-
nónimo de riqueza sin consecuencia; fortalecer nuestro federalismo
partidario significa fortalecer a la Federación; reconocer en todos
los mexicanos que quieren aportar a su nación a un guerrero de la
democracia, que está dispuesto a dar todos los días el todo por el
mejoramiento de su sistema político y de su nación.
Los mexicanos que queremos una gran nación somos muchos
más. Nosotros no estamos dispuestos a esperar sentados las órdenes
del líder y ver cómo se derrumban lentamente nuestras institucio-
nes y nuestros sistemas. Queremos ser el motor de cambio. Para ello,
necesitamos que nos escuchen. Que se termine la simulación y la

163
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

tradición centralista, caciquil y oligárquica que parece que tanto nos


aqueja. Que se nos permita participar. Que se nos escuche. Que de
nosotros emanen las verdaderas propuestas que abanderará el pri.
Nuestro partido, como lo hemos reconocido anteriormente, es
el más grande en estructura y el que más experiencia y tradición car-
ga. Es un honor y una gran responsabilidad, no un regalo de genera-
ciones anteriores para sus herederos. Llevar los colores y la esencia
del partido como estandarte en la justa de la política nacional debe
comenzar en lo local. Porque estamos seguros de que los grandes
cambios no se hacen por decreto ni por inercia. Para que la gran
transformación llegue, todos y cada uno de nosotros debemos estar
convencidos de que no hay mejor respuesta que hacerlo uno mismo.
Si uno es capaz de modificar esa tradición heredada para en-
tender que las decisiones relevantes emanan de la base y permean
al centro, lograremos indudablemente que quienes están a nuestro
alrededor cambie. Y cuando lo hagamos, viralizaremos la revolución.
Defendamos no sólo a nuestra nación, sus principios y sus ins-
tituciones; pugnemos por hacer valer nuestros derechos, por hacer
oír nuestra voz, por nuestro país, por nuestro Estado, por nuestra
nación.

4.9 Hacia un nuevo sistema


Asumimos la bandera. Entendimos que desde la oposición debemos
y podemos ser el factor fundamental del gran cambio nacional. Nos
vimos en la posición adecuada para exigir por todos aquellos que no
votaron por la propuesta ganadora, pero no encontraron forma de
trascender sus exigencias y necesidades al nuevo régimen.
¿Qué sigue? Creemos que más allá de la defensa de la sobera-
nía federalista y del aprovechamiento del Legislativo como el último
bastión de defensa de los intereses nacionales, junto con la necesidad
de mantener la autonomía fundamental del equilibrio de poderes,
necesitamos, como oposición, ser factor de cambio para crear un
nuevo sistema político.
Empecemos entendiéndolo como la interacción del conjunto de
instituciones, organizaciones y procesos políticos que dan paso a las

164
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

decisiones, en comunicación e influencia recíprocas con la sociedad


civil. Hablar de sistema político es hacer alusión a los valores que
orientan y definen la acción política, así como del sistema normativo
que rige la interacción entre los actores y grupos políticos que coha-
bitan nuestra ecúmene.
Gracias al sistema político, tenemos a nuestra disposición rela-
ciones por medio de las cuales podemos procesar de la manera más
adecuada las decisiones que afectarán a la colectividad, de modo que
adquieran la suficiente legitimidad para ser aceptadas y adoptadas
por todos los miembros del sistema.
Entonces, hablar de sistema político no es reducir a reglas au-
toimpuestas ni a principios ideológicos que orientan nuestro actuar.
Nos referimos al resultado de todo un conjunto de procesos y suce-
sos históricos y coyunturales, que han adquirido la riqueza caracte-
rística de cualquier elemento que ha trascendido tiempo y espacio:
paradojas, contradicciones y sucesiones limitadas de aspiraciones,
dificultades y superación.

Semiparlamentarismo
Como lo hemos comentado ya en varias ocasiones, el nuestro es un
sistema político representativo, democrático y federal que emanó del
ideal aprendido y aprehendido de los padres fundadores estadouni-
denses. El experimento federalista de la joven nación independien-
te mexicana tuvo como base la Constitución Política de los Estados
Unidos de América, con sus propuestas y proyectos de representa-
ción política tomadas de Inglaterra y Francia del siglo xviii: el pacto
fundamental fundamentado en la noción del derecho natural y el
contrato social que sentaron las bases de libertad, voluntad general
y soberanía.
Desde estos dos modelos de liberalismo democrático parte la
construcción de prácticamente todas las democracias modernas: el
parlamentarismo francés contra el presidencialismo estadouniden-
se. Ambos surgieron como respuesta a la lógica política e histórica
particular, basados en supuestos culturales y estructurales poblacio-
nal e ideológicamente distintos, con variantes y modos de funcionar

165
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

diversos, pero ambos surgidos de las estructuras de oposición al to-


talitarismo y absolutismo monárquico del que emanaron.
Hablar de presidencialismo implica la supremacía del Poder
Ejecutivo sobre el Legislativo. Facultades legales y metalegales que
otorgan al presidente derecho de veto sobre las decisiones de la
Asamblea, junto con la facultad unilateral para nombrar y remover a
los miembros integrantes de su gabinete.
El parlamentarismo, por otro lado, tradicionalmente dividió
la facultad del Ejecutivo en la figura del jefe de Estado y la del jefe
de Gobierno, con una predominancia del Legislativo sobre éste, así
como un control mucho más estricto sobre los nombramientos y las
proposiciones o decisiones, del encargado de la función presidencial.
En México, como lo comentamos, adoptamos el sistema pre-
sidencialista que surge del modelo norteamericano, adaptado a las
particularidades ideológicas, territoriales y poblacionales de la na-
ción posindependista. Nuestra sangre y tradición caciquil y caudi-
llista predominó y perduró durante todo el siglo xix aun sobre el de-
bate entre federalismo y centralismo. Lo único que siempre tuvimos
claro es que la respuesta correcta sería la de mantener a un Ejecutivo
con el control de la nación.
Personajes como Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez y
Porfirio Díaz marcaron la tendencia que se apersonaría en los gran-
des héroes revolucionarios del siglo xx: el máximo jefe al frente del
Estado con poderes accesorios, pero jamás contradictorios. Nuestro
presidencialismo, ubicado internacionalmente como uno exacerba-
do, otorgó, después de la Revolución, suficientes facultades a quien
llevara el cargo como para colocarse muy por encima de cualquier
otra estructura del país. El presidente, con derecho de veto sobre
las propuestas del Legislativo, se fortaleció aún más con un partido
político que actuó de facto como su brazo político y el accesorio final
para el control total.
Presidencialismo a la mexicana, si no mexicano, que resultó en
el hartazgo de la estructura social, cuando en 1964 la democracia se
burló de los ciudadanos con un candidato presidencial único. Pero la
teoría del imperio implica que toda estructura caerá. Así como en Mé-
xico el descontento devino transición democrática, en otros puntos

166
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

del orbe la tercera ola democrática trajo consigo un tercer modelo. El


modelo mixto compartió características tanto del presidencialismo
como del parlamentarismo, con el objetivo de construir un diseño
institucional y organizar y moderar el poder democráticamente.
Para entender al sistema mixto primero sería oportuno explicar
que tradicionalmente el parlamentarismo y el presidencialismo son
mutuamente excluyentes, con diferencias derivadas del diseño insti-
tucional: los sistemas electorales y los sistemas de partido. El sistema
mixto avanza en una dirección distinta. En este modelo, la división
de poderes es mucho más compleja, pues el Ejecutivo y el Legislativo
están divididos pero íntimamente relacionados.
El presidente es autónomo, pero comparte el poder con un pri-
mer ministro que emana del Parlamento y debe conseguir su apoyo.
Así, el Ejecutivo se divide en jefe de Estado (el presidente) y jefe de
Gobierno o primer ministro, que suele ser nombrado por aquel pero
ratificado por la Asamblea. El jefe de Estado tiene como función pri-
mordial garantizar el funcionamiento de las instituciones, así como
la dirección de la política exterior, la diplomacia y la defensa. El jefe
de Gobierno, en cambio, está comprometido con la lucha política
cotidiana y los asuntos del interior del país.
El Parlamento, por otro lado, se organiza en dos cámaras, am-
bas surgidas del sufragio universal e independientes del jefe de Es-
tado. Sin embargo, el cuerpo de Gobierno que acompaña al primer
ministro suele surgir de la Asamblea, aunque esta puede ser disuelta
por el presidente.
En términos teóricos, Giovanni Sartori asegura que un sistema
político es semipresidencial si tiene estas características:

a) el jefe de Estado (el presidente) es electo por el voto popular


—ya sea directa o indirectamente— para un periodo prede-
terminado en el cargo;
b) el jefe de Estado comparte el Poder Ejecutivo con un primer
ministro, con lo que se establece una estructura de autoridad
dual cuyos tres criterios definitorios son:
1) el presidente es independiente del Parlamento, pero
no se le permite gobernar solo o directamente, y en

167
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

consecuencia su voluntad debe ser canalizada y proce-


sada por medio de su gobierno;
2) de la otra parte, el primer ministro y su gabinete son in-
dependientes del presidente porque dependen del Parla-
mento; están sujetos al voto de confianza y/o al voto de
censura, y en ambos casos requieren del apoyo de una
mayoría parlamentaria, y
3) la estructura de autoridad dual del semipresidencialis-
mo permite diferentes balances de poder, así como pre-
dominios de poder variables dentro del Ejecutivo, bajo
la rigurosa condición de que el ‘potencial de autonomía’
de cada unidad componente del Ejecutivo subsista (Sar-
tori, 2003).

Pero a la estructura tradicional clásica del gobierno mixto se puede


sumar además otro tipo de propuestas, como la que Diego Valadés
propuso en 2007 tras las complicadas elecciones en las que Felipe
Calderón resultó ganador: la institución de un gobierno de gabinete
como medio de control del Ejecutivo.
En un régimen parlamentario se trata del equipo de gobierno,
surgido del propio Poder Legislativo, para realizar las labores del Po-
der Ejecutivo, bajo su control (porque surge de él mismo), y es, por
lo tanto, responsable ante el parlamento. Para el régimen de México
esto significa que el presidente someta a consideración del Legislati-
vo los nombramientos que de él dependen.
Creemos que, en tiempos de una aplastante mayoría, la pro-
puesta del gobierno semipresidencialista es mucho más que funcio-
nal. En éste, la sociedad dejaría de preocuparse por el hombre que
gobierne por seis años para enfocar su atención en la conformación
de fuerzas políticas capaces de celebrar pactos para la gobernabili-
dad, así como conformar las autoridades e instituciones públicas ne-
cesarias para la conducción del país.
Esta sería una forma de favorecer la estrategia y los acuerdos en
el Congreso para fortalecer la existencia de pesos y contrapesos ba-
sados en el voto de confianza, que se utilizaría a favor de una figura

168
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

de jefe de Gobierno que conduzca las relaciones entre los represen-


tados y los poderes públicos.

Nuevo sistema de partidos


Los partidos políticos en México requieren, según sus leyes funda-
mentales, un mínimo de votación nacional en cualquiera de las elec-
ciones federales para mantener su registro como tales. Esto les otorga
el derecho al financiamiento público de sus actividades, estructura,
sueldos y salarios, independientemente de las demás prerrogativas
otorgadas, tales como franquicias postales o uso de tiempos oficiales
en radio y televisión.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es-
tablece que el financiamiento público para el sostenimiento de sus
actividades ordinarias permanentes se fijará anualmente, multipli-
cando el número total de ciudadanos inscritos en el padrón electoral
por sesenta y cinco por ciento del valor diario de la Unidad de Me-
dida y Actualización. El treinta por ciento de la cantidad que resulte
de acuerdo con lo señalado anteriormente se distribuirá entre los
partidos políticos en forma igualitaria y setenta por ciento de acuer-
do con el porcentaje de votos que hubieren obtenido en la elección
de diputados inmediata anterior.
Adicionalmente, el financiamiento público para las actividades
tendientes a la obtención del voto durante el año en que se elijan pre-
sidente de la república, senadores y diputados federales, equivaldrá a
cincuenta por ciento del financiamiento público que le corresponda
a cada partido político por actividades ordinarias en ese mismo año.
Cuando sólo se elijan diputados federales, equivaldrá a treinta por
ciento de dicho financiamiento por actividades ordinarias.
Este punto se vuelve especialmente sensible en la actualidad.
Ante la plétora de desastres naturales y acciones en búsqueda de la
justicia social y la protección de los derechos humanos, estamos ante
un dispendio mayúsculo de presupuesto para el sostenimiento de
actividades de partidos que nos han dejado de representar.
Esto sólo fomenta el engordamiento de las carteras y estructu-
ras partidarias simulatorias. Pero, peor aún, si bien es cierto que la

169
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

apertura democrática implica la facilidad para participar en eleccio-


nes libres y democráticas, estamos ante una grosera situación de ato-
mización de opciones políticas que más que representar buscan sólo
vivir del presupuesto.
Es oportuno en este momento debatir qué tan válido es mantener
ese esquema. Bien valdría la pena pensar que pueden existir otras op-
ciones. En Estados Unidos, por ejemplo, el financiamiento de las acti-
vidades proselitistas se basa exclusivamente el capital privado captado
a través de Comités de Acción, lo cual implica un compromiso mucho
más fuerte de los representantes hacia sus votantes, pues no sólo nece-
sitan su sufragio, sino también de su apoyo económico.
Pero más allá del dinero público para los partidos políticos,
también hay fuertes razones para sugerir que el modelo de represen-
tación proporcional ha sido rebasado e implica un fuerte gasto para
la Federación.
Hablar de legisladores plurinominales es considerar a 200 di-
putados y 32 senadores que sólo por quedar inscritos en una lista
tienen garantizada una curul o un escaño, con todo el presupuesto
que esto implica, sin que representen a la ciudadanía o a su entidad
federativa, sino a su partido político.
Cuando esta figura fue introducida en el sistema político mexica-
no, nos encontrábamos ante un esquema de partido único devenido
hegemónico, con poca oposición política y nula oportunidad real de
participar en la toma de decisiones. El siglo xxi es una historia distin-
ta. Si bien la sociedad castigó fuertemente en las elecciones de 2018 a
los partidos políticos tradicionales, es ella misma la que más critica y
contraviene las decisiones unilaterales y poco populares o prácticas.
Estamos convencidos de que eliminar estos puestos de repre-
sentación partidista no implicaría un golpe a la democracia hoy en
día, pues la cada vez más conectada e informada sociedad civil sim-
plemente no lo permitiría. Sin embargo, si esta opción puede parecer
regresiva, sugerimos la redistritación para conformar 180 distritos
uninominales y una representación proporcional de 120 diputados,
que no podrán ser del partido mayoritario en caso de que este obten-
ga más de 85 % de la representación por mayoría relativa, de modo
que la oposición tenga espacio de representación sin que signifique

170
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

un gasto oneroso. En el Senado de la República, no obstante, esta-


mos firmes en la necesidad de modificar el esquema pues las entida-
des no requieren representación proporcional.

Segunda vuelta y gobierno de coalición


Las democracias maduras se distinguen por contar con los mecanis-
mos necesarios para que la voluntad ciudadana se vea materializada
en representantes populares electos bajo los más estrictos estándares
de legalidad y transparencia, a través de leyes, instituciones y proce-
dimientos que permitan que, a los cargos de legislador, integrantes
de ayuntamientos, gobernador y hasta jefe de Estado, accedan los
candidatos que generen mayor afinidad entre los electores.
Sin embargo, la madurez democrática también supone una
población cada vez más informada y participativa, que al mismo
tiempo que formula críticas al gobierno y a los partidos políticos, se
manifiesta y se organiza para influir en la vida pública, ya sea expre-
sándose en las redes sociales, generando nuevas corrientes ideológi-
cas y hasta integrando nuevas organizaciones políticas.
Todo esto ha contribuido a la polarización ideológica que ha
resultado, en México, en que los últimos cinco presidentes de la re-
pública (desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto),
así como el actual presidente electo Andrés Manuel López Obrador,
han sido electos a pesar de que la mayoría ciudadana no votó por
ellos, con el rechazo social que ello supone.
Esto cobra especial relevancia si se considera que, de confor-
midad con el “Índice mundial de gobernabilidad 2015” del Banco
Mundial, México no acredita cuatro de los seis rubros evaluados
(voz y rendición de cuentas, estabilidad política y ausencia de violen-
cia, estado de Derecho, y control de la corrupción). México acredita
apenas los rubros de eficiencia gubernamental y calidad regulatoria.
Por eso aseguramos que la democracia mexicana está lista para
dar un paso más hacia su consolidación a través de mecanismos que
garanticen que el presidente de la república sea electo por más de
la mitad de los votos, de tal suerte que, en principio, sus decisio-
nes sean respaldadas por una mayor parte de la población y pueda

171
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

desempeñar un gobierno eficiente y legitimado por un margen más


amplio de ciudadanos, así como una relación entre el Poder Ejecu-
tivo y el Poder Legislativo federales que, sin perjuicio de la división
de poderes y el diseño constitucional de pesos y contrapesos, vaya
acompañada de una colaboración interinstitucional que reditúe en
mejores acuerdos políticos.
Para ello proponemos a la segunda vuelta como la posibilidad
de realizar un proceso electoral en dos etapas, en caso de que ningún
candidato tuviese la cantidad predeterminada de votos en la prime-
ra ronda. El propósito básico es que en la segunda vuelta electoral
forzosamente alguno de los candidatos obtenga más de la mitad de
los votos emitidos y, en consecuencia, tenga una mayor legitimidad.
Esta legitimidad se da no sólo a nivel social, derivado de la manifes-
tación de la preferencia por parte de una mayoría ciudadana, sino
también en el ámbito político, pues generalmente los candidatos que
contienden en una segunda vuelta electoral se ven obligados a con-
formar alianzas con otras fuerzas políticas, a fin de lograr las mayo-
rías que se requieren.
Pero además proponemos la implementación del gobierno de
coalición como alternativa supletoria al semipresidencialismo, de
modo que exista una configuración institucional entre Poder Ejecu-
tivo y Legislativo que resulte en el apoyo de los grupos parlamenta-
rios con representación hacia las decisiones presidenciales a través
de su participación en el nombramiento y cese del gabinete; es decir,
construir institucional y legalmente un canal de interacción entre el
Ejecutivo Federal y el Congreso de la Unión que busque la verdadera
gobernabilidad, plasmado en un convenio y programa de gobierno.

Candidaturas independientes
La expresión de los ciudadanos a través de opciones que faciliten la
participación política sin que dependan de una estructura partidis-
ta es el último elemento necesario para nuestra propuesta de nuevo
sistema político. Creemos que tenemos la suficiente madurez de-
mocrática para otorgar la confianza a quienes lo merecen. Estamos
convencidos de que la apertura a la participación de ciudadanos que

172
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

cuentan con todo el apoyo de su comunidad es una valiosa aporta-


ción a la democracia y al parlamentarismo.
Pero también creemos que las experiencias anteriores no de-
ben repetirse en cuanto a errores. La pasada campaña presidencial
de 2018 tuvo la participación de dos candidatos independientes que
aparecieron en las boletas: Jaime Rodríguez Calderón y Margarita
Zavala del Campo. Ambas llenas de irregularidades y poca confiabi-
lidad, que no fue mayormente penada o sancionada.
Esto no se puede repetir. La confianza ciudadana debe ser de-
mostrada a cabalidad. Representar a alguien es una responsabilidad,
no un premio. Gente más preparada para asumir el cargo debe ser
la que llegue a ello. No proponemos endurecer los mecanismos de
control. Simplemente ejercerlos. Nuestras autoridades electorales ca-
recían de la suficiente experiencia para operar un suceso mayúsculo.
En 2021 ya no existe pretexto.
Aprovechemos la infraestructura tecnológica con la que conta-
mos hoy en día. Las tecnologías de la información y la comunicación
son una poderosa herramienta para lograrlo. La máxima transparen-
cia y publicidad de los procedimientos de independientes es el único
mínimo necesario.
Necesitamos, en suma, un nuevo sistema político. Desde la
apertura democrática, hemos tenido la tradición de reformar cada
trienio las leyes electorales para buscar parchar los errores que sur-
gieron del proceso electoral inmediato anterior.
Debemos abandonar las actitudes reactivas para asumir postu-
ras propositivas. El cambio no es fácil y requiere de un amplio pacto
social y un gran acuerdo nacional. Habrá más de uno que se opon-
ga. Pero esto no debe atender intereses particulares, sino el bienestar
marginal social.
Un nuevo modelo es posible.

173
Capítulo 5.
Más allá del pri

“Un optimista ve una oportunidad en cada calamidad,


un pesimista ve una calamidad en cada oportunidad”
Winston Churchill

5.1 Vigorizar nuestra joven democracia


La democracia, históricamente, es un estilo de gobierno y de vida
en sociedad aún muy joven, pues no tiene más de dos siglos. La evo-
lución de las monolíticas sociedades monárquicas hacia un Estado
socialdemócrata requirió de un muy largo proceso. Éste comenzó en
la Edad Media, con la idea netamente religiosa de la igualdad natural
de las personas.
El siglo xviii fue un parteaguas fundacional con la Revolución
Industrial, en Inglaterra, y la Revolución francesa. Ambas introdu-
jeron a la arena política a la representación política, las decisiones
por asamblea y la sociedad civil como voces mandantes, en un Esta-
do que sólo sabía ser unipersonal. De tal forma lo había sentencia-
do Luis XIV, con su célebre “L’État c’est moi”, de 1655, que amenazó
con lo evidente: ninguna otra decisión importaba si no era la del
soberano.
Pero lo cierto es que la democracia no tiene una historia rec-
tilínea. Hablamos más bien de un ondulante camino que Samuel
Huntington ubica como “olas” que van de los picos democráticos
a movimientos contrarios de manera itinerante (1993). La prime-
ra ola nace de la fundación americana y la Revolución francesa. La
fundación de las actuales instituciones democráticas son producto

175
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

del siglo xix,1 donde se desarrollaron gradualmente las instituciones


pilares. Su contra ola vino tras la Primera Guerra Mundial, con la
derrota de la frágil democracia italiana.
La segunda ola democratizadora coincidió con la Segunda Gue-
rra Mundial, con la ocupación aliada que generó a Alemania Occi-
dental y a otros países europeos. Esta ola coincidió con la de Amé-
rica Latina, a finales de los años cincuenta, aunque en otros países
de la región se instauraban dictaduras. Su contra ola respectiva de-
vino con los gobiernos autoritarios en la región latinoamericana, así
como la descolonización de África, que produjo regímenes militares
y dictatoriales.
En la tercera ola que explica Huntington, en Europa, los regí-
menes autoritarios fueron desplazados por sistemas democráticos,
seguidos por un desmantelamiento de las dictaduras en la región
latinoamericana. En esta “tercera ola de democratización”, donde la
democracia representativa que se extendió a América Latina, el Pa-
cífico Asiático y el bloque del Este, se hizo dominante la idea de que
el Estado-nación es el contenedor natural de la democracia. Con el
tiempo, se supone que “el pueblo” en democracia se corresponde fe-
lizmente con la ciudadanía de cada Estado-nación (1993).
Lo cierto es que, a pesar de ello, no existe una definición uni-
versal de democracia. La mayoría hace énfasis todavía en procesos
electorales confiables y en sus procedimientos específicos para tomar
decisiones colectivas o aplicables para toda una sociedad; de manera
más puntual, es un modo de gobernar. En general, se puede seña-
lar que una democracia es un sistema político con instituciones que

1
Para el politólogo francés Alexis de Tocqueville en su clásica obra La democracia en América,
escrita en 1835: “El estado social de los norteamericanos es eminentemente democrático: ha
tenido este carácter desde el nacimiento de las colonias y lo tiene aún más en nuestros días”.
Para él, Estados Unidos representaba el ejemplo de democracia y de cultura igualitaria. Seña-
lando las diferencias entre Europa y Estados Unidos, afirmaba que la desigualdad reinante en
el Viejo Continente hacía a los europeos más proclives a sufrir revoluciones políticas. Por el
contrario, el igualitarismo propio de la vida estadounidense se convertía en un factor positivo
para la instauración y la defensa de la democracia. No obstante, prevenía de los riesgos que
conllevaba el gobierno de la mayoría, que podía degenerar en regímenes despóticos. Así, La
democracia en América no sólo supuso la presentación en Europa de las instituciones políticas
estadounidenses, sino una reflexión sobre el valor de la democracia en la historia política de
Occidente (1990).

176
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

permiten a los ciudadanos expresar sus preferencias, contiene limi-


taciones sobre los poderes y una garantía para las libertades civiles.
Quizás hoy podríamos hablar de la historia de la democracia
mexicana, si comenzamos con el fugaz régimen de Francisco I. Ma-
dero que entró en pausa hasta 1929, con el nacimiento del Partido
de la Revolución y la participación en las elecciones del intelectual
José Vasconcelos.
El país tuvo que esperar poco más de diez años para volver a
intentar la democracia, tras el régimen del Maximato, que implicó
el dominio total de los titulares del Ejecutivo por el jefe máximo de
la Revolución, Plutarco Elías Calles. Con el nacimiento del Partido
Acción Nacional en 1939 como la oposición institucionalizada, el ge-
neral, Juan Andrew Almazán, apoyado entre otras fuerzas por el pan,
despertó las esperanzas de la clase media urbana. Su adversario fue
el candidato oficial, Manuel Ávila Camacho. A punta de metralleta,
los priistas robaron urnas y asesinaron votantes. Consumado el frau-
de, el general salió al exilio.
Dicen algunos, como el historiador Enrique Krauze, que entre
1940 y 1968 la palabra democracia casi desapareció del diccionario
de México. Fueron los años dorados del sistema político mexicano. El
sistema mexicano ofrecía estabilidad económica y paz con base en la
hegemonía del partido, y sólo el pan se posicionaba como la opción
medianamente congruente para oponerse a la fáctica monarquía.
El sistema, para guardar apariencias, concedía algunas migajas
a los panistas. La rebelión estudiantil de 1968 acabó con el sueño:
en muchos sentidos, fue el siguiente capítulo de la democracia en
México, un capítulo plebiscitario, libertario, nacido originalmente
en ámbitos de izquierda y cuyo trágico desenlace —la matanza de
Tlatelolco— vulneró para siempre la legitimidad del sistema.
En 1978, un intelectual liberal, reformador del sistema —Jesús
Reyes Heroles— propició el cambio legislativo que abrió la Cámara
de Diputados a la oposición de izquierda. Pero las convicciones de-
mocráticas tardaron —aún lo hacen— en arraigar. A principios de
los ochenta, la izquierda reanimó sus ímpetus revolucionarios con
la guerrilla centroamericana —en aquellos años, el subcomandante
Marcos, un joven de 25 años, ingresa a la sierra de Chiapas—.

177
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

A partir de los años ochenta, el ascenso democrático fue pau-


sado, pero constante. Los fraudes atribuidos al pri provocaron es-
cándalos en el país y llegaron a las primeras planas internacionales.
En 1987, Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del presidente más popular
y querido de México, se atrevió a dejar la institución que fundó su
padre, y a contender por la presidencia, representando a un amplio
frente de izquierda. Una sospechosa “caída del sistema” de cómputo
apuntala la victoria de Carlos Salinas de Gortari. En vez de convocar
a una revolución, Cárdenas fundó el prd, la institución de izquierda
más seria del siglo xx en México.
En 1995, Ernesto Zedillo reconoció lo que Salinas quiso admi-
nistrar. La democracia mexicana ya no podía contenerse con tenden-
cias monárquicas. Entonces, Zedillo fortaleció al Instituto Federal
Electoral y abrió la puerta a la libertad de expresión. El camino se
pavimentó para la transición.
En realidad, como la de las demás democracias modernas, la de
México tuvo muchos conflictos. El voto en un principio fue derecho
exclusivo de los hombres mayores. La mujer pudo sufragar aproxima-
damente a mitad del siglo xx y siempre acotada por el paterfamilias.
Pero, hoy en día, la democracia ya no solamente se entiende
desde esa perspectiva mínima procedimental; su significado, difu-
sión y aceptación incluye también una expectativa de cumplimiento
de fines u objetivos de desarrollo humano, que, teóricamente, la ha-
cen mejor o preferible a otras formas de gobernar.
Recordemos la definición de Norberto Bobbio: la democracia
es sólo una máquina de promesas y sus regímenes son juzgados por
promesas incumplidas. Pero justo por eso la promesa democrática
fue concebida para sociedades más pequeñas y menos organizadas
que las actuales.
En la actualidad, la sociedad civil se ha vuelto una fuente in-
agotable de demandas al Gobierno, pero ningún sistema político es
capaz de adecuarse a ellas, por más eficiente que sea. Esto es debido
a que la rapidez con la cual los ciudadanos presentan estas demandas
contrasta con la lentitud de los procedimientos del sistema político
democrático. De ahí la coincidencia con varios autores, al aventurar
que la democracia mexicana es aún joven.

178
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La democracia en México adolece de todas las fallas comunes


en los sistemas y regímenes democráticos, pero ha sido incapaz de
encontrar mecanismos que le permitan superarlas para el mejora-
miento continuo de su sociedad y sus procesos políticos, electorales
y gubernamentales. Peor aún, en lugar de fortalecer sus instituciones
y sus proyectos, cedió a la tentación del discurso populista. Tal falla
en el sistema resulta en el surgimiento de líderes y movimientos que
representan todo lo contrario a lo que la libertad política, económica
e ideológica busca encumbrar.
El 1 de julio de 2018, más allá de participar con responsabilidad
en los comicios en los que se renovaron el Congreso de la Unión y el
Poder Ejecutivo, la ciudadanía votó con enojo y hartazgo, decidien-
do otorgar al presidente electo un poder que no se había visto desde
la década de 1970.
En la primera mitad de su sexenio, Andrés Manuel López Obra-
dor contará con la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y
en el Senado de la República, además de estar a pocos votos de la
mayoría calificada para emitir reformas constitucionales y tener el
dominio en más de la mitad de los congresos de los estados.
Una de las características fundamentales de la democracia es,
además de la votación libre, periódica y sistemática, la inviolabili-
dad y rigidez de la Ley Fundamental. Con el régimen que está por
iniciar, todas y cada una de esas cuestiones se ponen en duda. Ya no
hablamos del mantenimiento del sistema de partidos o del sistema
electoral.
Tampoco ponemos en duda los papeles que las distintas opcio-
nes políticas deberían o podrían tomar desde el Poder Legislativo. No
cuestionamos el respeto a las instituciones. Esto va mucho más allá del
pri. La discusión no debe ser por la existencia del partido, sino de los
pilares fundacionales del Estado mexicano tal cual lo conocemos. La
democracia es, a pesar de sus defectos, la mejor forma de vida.
No podemos permitir, no sólo como partidos o militantes, sino
como sociedad, regresar a la monarquía, al absolutismo. A las deci-
siones centrales y unilaterales. Al falso consenso. A la represión. A la
opresión. Nuestra labor es primordial: ser aquellos que defiendan a
la democracia no como statu quo, sino como estilo de vida.

179
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Debemos considerar a la democracia como la mejor opción


que tenemos, como sistema, como institución, como relación entre
Gobierno y ciudadanos. Asimismo, hemos de tratar la democracia
como nuestro día a día; el futuro de las nuevas generaciones; home-
naje a nuestros antepasados; regalo a nuestro México, a su historia,
sus símbolos, sus procesos y sus sucesos.

5.2 Un partido para las nuevas generaciones


Las nuevas generaciones, apegadas a las redes sociales y preocupadas
cada vez más por la participación y su entorno, han dificultado la
labor de definir y especificar metas y acciones políticas con rumbo
determinado. El nivel de desilusión es altísimo. La política formal,
contractual, exigente, vertical e institucional ya no penetra en la so-
ciedad. Según algunas estimaciones, más de la mitad de los jóvenes
a nivel mundial ya no se siente representada por su Gobierno y evita
participar en los procesos electorales.
Estamos entonces ante una generación políticamente indecisa
e independiente. No sólo han dejado de creer en los partidos políti-
cos, sino que los consideran parte del problema y no la solución. Al
mismo tiempo, usan las herramientas otorgadas por las tecnologías
de la información y la comunicación como vía de escape y como
mecanismo para mantenerse informados al momento, y organizarse
si es necesario.
No es secreto que, desde hace aproximadamente una década,
las transformaciones sociales, tecnológicas, económicas y políticas
han sido producto del hartazgo y deterioro del sistema neoliberal en
todo el mundo. Asimismo, estos cambios provienen de la forma en
que los ciudadanos, sobre todo de las nuevas generaciones, perciben
su entorno y la realidad. Ejemplo de ello son fenómenos como la Pri-
mavera Árabe, el movimiento global de los ocupas y movimientos
políticos como Yo Soy 132 y Podemos —el cual logró su constitución
como partido político en España, transformando el espectro del po-
der en la península ibérica—.
En México enfrentamos, adicionalmente, a la política clientelar
que sigue dominando los distintos escenarios electorales. Por ello, es

180
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

extremadamente necesario que las asociaciones civiles, perfiles polí-


ticos, think tanks, activistas y representantes de las nuevas generacio-
nes estén dispuestos a participar en el diseño de un proyecto único.
Este intento de reorganizar a la política en las nuevas sociedades
debe también ir de la mano de los partidos políticos tradicionales.
Debemos mostrar que estamos dispuestos a cambiar para seguir re-
presentando a la sociedad, y no abstraerse como entes independien-
tes y sin respaldo.
El llamado es obvio. Es fundamental que los partidos políticos
actualicen sus prácticas, consoliden sus procesos democráticos, re-
piensen sus funciones sociales y adopten su papel en la nueva socie-
dad democrática. Asumamos que los partidos son necesarios para
la vida democrática. Pero el otro elemento fundamental es el de la
representación. Si el Partido Revolucionario Institucional ha perdi-
do la capacidad de traducir las exigencias ciudadanas en políticas
adecuadas es porque los sectores poblacionales han avanzado, no así
sus legisladores y funcionarios.
Simplemente, recordemos la integración de la Cámara de Dipu-
tados en la LXIII Legislatura del Congreso de la Unión. La edad me-
dia de los integrantes de la Cámara Baja era de 48 años. Del partido
más joven, el Verde Ecologista, rondaban los 43 años, mientras el pri
tenía una edad promedio de 49.
En la LXIV Legislatura, el umbral sigue siendo muy amplio.
Ponderar la experiencia sobre la juventud y la capacidad de repre-
sentación implica que lleguen al poder personas como Carlos Aceves
del Olmo, sempiterno líder sindical con más de 77 años de edad. Y
remarco que a nadie se le exilia para participar en política por la
mera condición biológica de la edad.
Es un error el que los políticos más experimentados y longe-
vos afirmen que su atención está en las necesidades de los jóvenes.
Tampoco sirve encumbrarlos en la retórica política. Es fundamental
incluirlos. A veces, parecería que los candidatos intentan confundir
a la juventud con el único fin de conseguir sus votos. Cuando los
jóvenes han expresado sus deseos de participar, se encuentran de
frente con la pared impuesta por la tradición y la negación de los
experimentados a ser desplazados por las nuevas generaciones.

181
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Es encomiable, pero poco útil, establecer medidas afirmativas si


no se llevan a cabo y, peor aún, aprovechar los resquicios legales para
utilizar los mínimos obligatorios para afianzar el nepotismo.
El Revolucionario Institucional cuenta con una cuota de re-
presentación juvenil y un organismo en la Red Jóvenes X México
que abre las puertas a la democracia partidista para la juventud. Sin
embargo, en más de una ocasión hemos visto cómo son los jóvenes
con grandes apellidos quienes aprovechan el lugar, para formarse
políticamente, preparándose para recibir la herencia implícita que el
apellido y el partido significan.
Antes que los demás, debemos reconocer que la juventud es una
de las respuestas. Debemos afianzarnos entre los jóvenes como un
instituto político que representa muchas de las cosas positivas que
ellos disfrutan del Estado mexicano. Asimismo, asumir la respon-
sabilidad que implica haber sido un gobierno tan fuertemente cri-
ticado, pero resaltar todos los bonos que tenemos para ofrecer a la
sociedad y a la juventud en especial.
Ante tanta complejidad emanada de las buenas intenciones y
los deseos no fundamentados, parecemos olvidar que lo principal
que buscan los jóvenes mexicanos es participar. Permitamos que se
expresen a través del partido. Fortalezcamos a la democracia con la
apertura hacia un sector poblacional nuevo e inexperto. Tendamos
puentes y guiémoslos hacia su máximo desarrollo. Fomentemos la
experiencia de nuevos soldados de la democracia. Demostremos que
es el mejor modo de vida. Que depende no sólo de elecciones libres,
secretas y periódicas, sino de todo un entramado institucional.
Heredemos ese sentimiento que parece haberse perdido. Ese
orgullo por un país de instituciones y de valores, por las tradiciones
que nos han llevado a ser de los más altos en estándares de política y
democracia. Juventud no debe estar peleada con las demás caracte-
rísticas deseables en una democracia y sus representantes. Muy por
el contrario, debe ser un bono qué aprovechar.
No permitamos que se encumbren mecanismos que llevan a
una curul por azar, como las tómbolas y la insaculación. Demos-
tremos la valía de prepararse, de desarrollar todas sus capacidades
políticas, sociales e intelectuales, pues es lo que el país necesita.

182
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Debemos recuperar con nuevos bríos y altos valores la forma-


ción política en el pri, actividad que se diluyó en interés y calidad
ante la inexperiencia y egolatría de quien actualmente dirige el Ins-
tituto Reyes Heroles, antes Icadep. Queremos jóvenes cooperando
y construyendo, educándose e instruyendo; ciudadanos preparados;
demócratas consolidados.

5.3 En búsqueda de oportunidades


A partir del 1 de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador
está al frente de la nación. El presidente número 65 de México, desde
que existe como nación independiente. A su vez, fue el más votado
en la historia, con más de 50 % de los sufragios emitidos.
Pero debemos entender las elecciones del 1 de julio de 2018
como un proceso, no como un suceso. Varios fueron los factores. Si
bien el candidato del pri nunca logró conectar con la ciudadanía en
las campañas y la cuestionable alianza pan-prd-mc difuminó toda
ideología partidaria en aras de un perfil joven, pero demasiado alta-
nero, la verdadera razón es mucho más profunda.
Así, uno de los motivos fue el hartazgo de millones de mexica-
nos por vivir en un ambiente con altos índices de corrupción e inse-
guridad, que se traducía en más de 230 000 muertos en los últimos
dos sexenios como consecuencia de la delincuencia, así como el 2017
que fue el año más violento en la historia del México posrevolucio-
nario, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública.
A nivel económico y financiero, las constantes alzas al precio de
la gasolina y la fortísima depreciación del peso ante el dólar en el se-
xenio. Julio de 2012 inició en 12 y 13 pesos por dólar y cerró en cerca
de 19 pesos. A todo ello, se suma la tibia postura presidencial ante
los embates del premier norteamericano, Donald Trump. El mensaje
principal fue el desprecio a la impunidad y a la corrupción. Pero
también mucho tuvo que ver el discurso de conciliación abanderado
por López Obrador.
Luego de muchos intentos por enfrentar abiertamente todo
aquello que entendemos como negativo en nuestra sociedad, se acer-
có por primera vez un candidato que abrió los brazos —aún ante el

183
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

disgusto de una buena parte de la población— a grupos tradicional-


mente olvidados, rechazados e ignorados.
El ejemplo más claro es el de la cuestionable consulta ciudadana
sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. En un ejercicio
que a todas luces carecía de legalidad, pésimamente organizado y
con grandes deficiencias, tanto en su génesis como en su ejecución,
se preguntó a cerca de un millón de ciudadanos qué opción preferi-
ría entre dos puntos diametralmente opuestos.
Si bien el resultado y las acciones son exclusivamente depen-
dientes de la titularidad del Ejecutivo Federal, lo relevante del ejer-
cicio fue que, por primera vez en la historia de México, un gobierno
que estaba por entrar preguntó a través de la participación directa
qué es lo que se quería para el país.
Aunque condenamos ampliamente el poner en juego la estabi-
lidad financiera y económica nacional, hemos de reconocer que el
ejercicio garantizó la legitimidad del discurso de cercanía y coordi-
nación que los presidentes priistas y los dos panistas nunca pudieron
consolidar.
Si comparamos el porcentaje de secciones de cada estado donde
ganó cada uno de los candidatos a la presidencia, resulta obvio que la
victoria de Andrés Manuel no fue un fenómeno aislado regionalmen-
te. López Obrador ganó en al menos más de la mitad de las secciones
de todos los estados del país con excepción de Guanajuato, donde
Anaya venció en 63  %. El segundo “peor” estado para AMLO fue
Nuevo León, donde ganó en tan solo 59 % de las secciones electora-
les. En el otro extremo, están Tabasco, Baja California Sur y Tlaxcala,
sus mejores estados, donde ganó en 99 % de las secciones electorales.
El triunfo de López Obrador se dio prácticamente en todo el
territorio nacional. Pero, ¿qué municipios en específico le ayudaron
a sumar el mayor número de votos para su triunfo? Desde su ges-
tión como jefe de Gobierno, la Ciudad de México ha sido uno de los
principales bastiones del lopezobradorismo. Esta elección no fue la
excepción.
Si nos quedamos con los veinte municipios o alcaldías donde
obtuvo una mayor ventaja de votos frente al segundo lugar, siete de
ellos fueron alcaldías de la Ciudad de México: Iztapalapa, Gustavo A.

184
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Madero, Álvaro Obregón, Cuauhtémoc, Tlalpan, Tláhuac y Xochimil-


co. En Iztapalapa, por ejemplo, Andrés Manuel tuvo una distancia de
más de 373 000 votos frente al segundo lugar, que fue Ricardo Anaya.
Aunque nos es imposible identificar quiénes eran los individuos
que votaron a cada uno de los candidatos, con base en los resultados
por casilla, podemos deducir mucha información sobre el perfil de los
votantes promedio. Por Andrés Manuel López Obrador votó la pobla-
ción que en promedio tenía nueve años de educación, es decir, secun-
daria terminada. Esto podría indicar también el nivel de ingreso del
votante promedio. Los quintiles poblacionales en los que se ubican las
personas con secundaria terminada suelen ser los últimos dos.
En materia de preferencias religiosas, a mayor porcentaje de
la población que se declara atea, mayor el porcentaje de votos por
Andrés Manuel.  En materia de derecho a los sistemas de salud, la
relación indica que la población que votó por Morena, en su mayoría,
carecía de los servicios básicos. En suma, Morena capturó 46 % de
las secciones que había ganado el pan, en 2015; 65 % de las que había
ganado el pri, y 78 % de las que había ganado el prd. 
La coalición de Morena ganó además en 66 % de las secciones
que habían votado primero por el pan y luego por el pri en las tres
elecciones siguientes; en 84 % de las que habían votado prd en 2006
y pri en las tres siguientes, y en 55 % de las que siempre habían vota-
do por el pri. También retuvo casi a 98 % de las secciones que había
ganado en las elecciones para diputados en 2015, primera vez que
Morena compitió oficialmente como partido.
De los datos recuperados del mismo prep, podemos suponer
que, en 2018, se dibujó un nuevo mapa electoral en el que el voto por
López Obrador no se limitó a ciertas áreas geográficas, sino que fue
prácticamente generalizado. ¿Qué podemos saber de los votantes de
López Obrador? Que tradicionalmente viene de secciones mayori-
tariamente urbanas, educadas, de clase media, con más conexión a
internet que automóvil.
Pero también se infiere que, en esta ocasión, Morena recibió el
voto de los más pobres, de quienes no cuentan con derechohabiencia
a servicios de salud; contó con un voto rural que tradicionalmen-
te había sido para el pri y, en esta última elección, pudo también

185
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

arrebatar el voto de algunas secciones de las clases más altas, que


tradicionalmente habían votado por el pan.
Los votantes de López Obrador que lo han seguido en las úl-
timas dos contiendas probaron ser extremadamente leales en esta
ocasión. Son además leales a él, pues logró atraer el voto de personas
que no apoyaron a su coalición para las elecciones de la Cámara de
Diputados y el Senado. 
De este modo, la atípica elección no parece tan extraña si se
reconocen todas las carencias y dificultades que el electorado lo-
pezobradorista enfrentó. Esta es la oportunidad idónea para que
el Revolucionario Institucional reevolucione. Debemos entender y
asumir que los reclamos y las exigencias van mucho más allá del
presupuesto y la economía.
Es menester dejar de creer que un buen programa de acción y
estatutos sólidos son traducidos en victorias sin más. Estamos ante
una sociedad que ya no puede con la desigualdad. Que ha sido de-
cepcionada una y otra vez por un sistema de promesas que nunca se
cumplen.
Estamos ante una oportunidad histórica de reenfocar la visión
y de transformar nuestro camino. Reorientar el rumbo y decidir, de
una vez por todas, hacer algo mucho mejor. Atendamos todas esas
exigencias. Ubiquemos las necesidades y las causas más sentidas de
la población. Entendamos la frustración. Vivamos el dolor. Acepte-
mos la bandera. Tomemos la causa. Seamos uno con el pueblo. Un
nuevo partido.

5.4 ¿Dejar atrás las siglas?


Dice el gran teórico del partido, Luis Javier Garrido, que hablar del
pri implica también reconocer al pnr de Plutarco Elías Calles y al
prm de Lázaro Cárdenas, todos ellos bajo un denominador común:
El Partido de la Revolución.
Cuando, en 1929, el jefe máximo de la Revolución mexicana
decidió institucionalizar los procesos de sucesión para mantener el
orden en los violentos comicios que se daban periódicamente, bau-
tizó al aparato como Partido Nacional Revolucionario. Esto, bajo

186
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

el entendido de que se trataba de un único instituto, sin compe-


tencia real, y que estaba altamente legitimado para mantenerse en
el gobierno, pues en él se verterían todos los esfuerzos e ímpetus
revolucionarios.
Lázaro Cárdenas, con el nacionalismo paternalista exacerbado,
más allá de pensar en nación como concepto, abrazó la idea de un
partido que representara a la Revolución mexicana misma, por eso
su nombre.
Cuando, en 1946, Manuel Ávila Camacho lo transformó, una
vez más, ya fue bajo el claro entendido de que lo que necesitaba
México del partido no era la Revolución, en su connotación de le-
vantamiento armado, sino un ideal que dirigiera la tan anhelada
institucionalización.
Fue así como nació el Partido Revolucionario Institucional:
instituto político que ya no era el único en la arena partidista na-
cional, pero sí se asumía como el legítimo heredero de las luchas
iniciadas en 1910 y como el único capaz de hacer llegar al estadio de
institucionalidad.
Desde 1946, hablar del partido es casi alusión a nuestra nación
misma. Los colores de la bandera están tatuados en su emblema. Sus
siglas son las de la tradición política, ideológica y social de la se-
gunda mitad del siglo xx. Pero también carga consigo una fuerte
pesadumbre, adquirida quizás en las luchas civiles y guerrilleras de
la década de 1970. Así, es también sinónimo de falsa democracia, esa
que se encumbró cuando sólo se presentó un candidato en la boleta
presidencial.
Hacia la actualidad, parece que mencionar al pri es buscar un
sinónimo para la corrupción y la impunidad. El pri es asumido
como el partido del gobierno de Enrique Peña Nieto, por lo cual
carga con todas sus críticas y debilidades, sin poder tener al menos
una de sus fortalezas.
El cambio de nombre es algo que ha rondado al partido des-
de la década de 1990. Tras la fuerte crisis de legitimidad que vivió
Carlos Salinas de Gortari, por su cuestionada elección, se intentó
modificar el nombre a Partido de la Solidaridad Nacional, usando

187
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

como escudo el Programa Nacional Solidaridad (Pronasol) que fue


tan aplaudido en el sexenio.
Sin embargo, la crisis económica, el levantamiento zapatista y el
asesinato de Luis Donaldo Colosio impidieron que esto se materia-
lizara. Más de uno llegó a afirmar que Peña Nieto intentó modificar
el nombre, para empatar con los grandes revolucionarios. Tras su
derrota, sin haber logrado su cometido antes, incluso condenó que
el partido tenía un estigma de desgaste y reproche, por lo que sería
conveniente cambiar de nombre y de esencia. Conservar los apelli-
dos significa no cortar el problema de raíz, según insinuó.
La dirigente, Claudia Ruiz Massieu, mencionó que todas las op-
ciones serían puestas sobre la mesa en la etapa de profunda reflexión,
tras la crasa derrota. Se incluye la posibilidad de cambiar de nombre
al partido, que llegó a las elecciones con la carga de los casos de co-
rrupción vinculados a quienes fueron sus gobernadores en estados
como Veracruz, Chihuahua y Nuevo León.
Cambiar de siglas podría ser benéfico, pero no completamente
si no se entiende que es fundamental modificar los mecanismos de
participación para la militancia. Sin embargo, la propuesta no ha pa-
sado desapercibida. Se ha generado polémica entre los priistas. Unos
se han pronunciado a favor porque esto implicaría una nueva iden-
tidad que se acompañe por causas y principios que conecten a la
ciudadanía. Otros consideran que no es necesario cambiar las siglas,
sino revisar los estatutos y reestructurar al partido.
Nosotros creemos que la refundación, evolución y revolución del
partido tiene que ser de forma y de fondo. Estamos convencidos de
que las siglas y los colores son lo de menos, pues implican el apego a
una identidad partidaria que ya no tiene arraigo en la sociedad. El Par-
tido de la Revolución, como ente fundamental de la historia mexicana,
tiene suficiente margen de actuación, siempre y cuando esté dispuesto
a adaptarse a las necesidades y exigencias de la nueva ciudadanía.
¿Qué importa si ya no es pri? ¿Qué importa si le impiden usar
los colores de la bandera? Entendamos que la falsa idea de la ilusión
emblemática es síntoma inequívoco del afecto hacia una idea que ya
no es más. Perdamos el miedo al cambio. Abracemos la transforma-
ción. Pugnemos por un verdadero cambio. Hagamos la revolución.

188
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

5.5 ¿Movimiento o partido?


Durante las últimas décadas, los movimientos sociales en América
Latina se han convertido en actores políticos muy importantes. Bus-
can el cambio lejos de los actores políticos tradicionales, mantenien-
do su autonomía y priorizando como estrategia de acción colectiva
la de la movilización masiva. Asimismo, pueden acercarse a algunos
actores políticos —tales como los partidos—, participando dentro
del sistema político por la vía institucional electoral.
Por su naturaleza, los movimientos políticos se organizan través
de un solo asunto, conjunto de asuntos, o conjunto de preocupacio-
nes que comparte un grupo social. En contraste con un partido polí-
tico, un movimiento político no se organiza para elegir a miembros
del movimiento e insertarlo en instituciones de poder político, o eso
es lo que aparentan.
Es claro que ante el descrédito y la desconfianza que generan los
partidos políticos, los movimientos sociales y sus organizaciones se
han convertido en medios de expresión y canalización de demandas
de ciertos grupos o sectores de la sociedad. Aunque los movimientos
sociales sólo representan una parte de la sociedad civil, no se puede
desconocer que éstos pueden ser generadores de nuevas identidades
que den lugar a nuevas formas de representación política.
Por su naturaleza, los modos de participación política no con-
vencional o de protesta que generalmente utilizan los movimien-
tos sociales son disruptivos del  statu quo  y van en contra del mo-
delo tradicional de intermediación de intereses de las democracias
contemporáneas.
Recordemos que vivimos en medio de una dura crisis de re-
presentatividad. Por eso,  las expresiones desinstitucionalizadas de
hacer política —que en ocasiones llegan a convertirse en propuestas
“antipolíticas”— se vuelven muy atractivas para los ciudadanos. De
ahí, podemos definir a los partidos-movimiento como aquellos que
aglutinan a personas que, en vez de expresar sus demandas como
haría un partido político, lo hacen por vías disruptivas y extrainsti-
tucionales para colocar su agenda.

189
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Fue el politólogo estadounidense Herbert Kitschelt quien por


primera vez definió al partido-movimiento. Tradicionalmente, en
ciencia política, se distingue a tres grupos relevantes de actores: par-
tidos, grupos de interés y movimientos sociales.
Aunque no siempre son distinguibles, normalmente, se clasifi-
can en función de dos parámetros. Por un lado, su relación con lo
institucional. Si participan en elecciones competitivas y con candi-
datos, entonces, hablamos de un partido. Si se encargan de influir,
informar, persuadir o contribuir a las políticas desde fuera, pero en
el marco de la legalidad, entonces hablamos de grupos de interés.
Ahora bien, si hablamos de política a nivel de calle con estra-
tegias de protesta o disrupción para perseguir un objetivo, fuera o
contra los canales institucionalizados, entonces hablamos de movi-
mientos sociales.
Un movimiento social es evanescente, disperso entre diferentes
agentes y casi siempre reactivo, desde los movimientos antiglobaliza-
ción hasta las marchas por la paz. En el caso de los partidos y grupos
de presión, en cambio, existe una profesionalización, una cadena de
mando y un sistema de reclutamiento estandarizado. 
Los movimientos sociales y grupos de interés los reducen me-
diante el acomodo de actuación en un solo tema. Todos perseguimos
una misma política y ya está. Sin embargo, los partidos requieren ins-
titucionalizarse porque proponen un programa mucho más amplio.
Entonces, el partido-movimiento es un ser híbrido que no suele
tener un sistema institucionalizado de administración de preferencias.
Esta carencia explica por qué estos partidos suelen oscilar entre dos
polos. A un lado, el del líder carismático; alguien con autoridad moral
y fuerza informal para ejercer de interlocutor, pero que se resiste a la
rendición de cuentas o integrar diferentes sensibilidades. Al otro lado,
un liderazgo horizontal, con asambleas de activistas; Un modelo apa-
rentemente más abierto, aunque también más inconsistente a lo largo
del tiempo y con riesgo de captura por minorías movilizadas. 
Entendamos que la sociedad civil moderna y occidental es ex-
tremadamente volátil. Ante la disolución de las tradicionales lealta-
des partidistas, los gobernadores y políticos se han enfocado en ha-
cer política de resultados inmediatos y a corto plazo. Esto ha llevado

190
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

al éxito a los partidos que se deshacen de su base ideológica para


actuar por frentes o fines específicos, en forma de movimiento, con
el único objetivo de imponer una idea o buscar un resultado, chanta-
jeando con su base electoral.
Por ejemplo, Héctor Aguilar Camín dice que, en el caso de Mo-
rena, la noción de movimiento tiene un eco más largo que la de par-
tido. Es más flexible, también, a compromisos públicos cuya intensi-
dad escoge cada quién, pero que ofrece a todos la opción de ser parte
de un colectivo más grande, menos desprestigiado y menos exigente
que un partido: un movimiento.
Entonces, la respuesta es clara. Nosotros no podemos permitir
la denigración del pri. No podemos sugerir siquiera que se asuma
como movimiento. No podemos ni debemos vivir de la inmediatez
ni en la búsqueda de resultados únicos a corto plazo. Nuestra evolu-
ción, que se dio paso a paso y de la mano con la institucionalización
y democratización de la nación mexicana, mucho tuvo que ver con la
capacidad para responder a las demandas y exigencias de la sociedad.
Ésta no debe ser la excepción.
Entendemos el desdén hacia los sistemas tradicionales. Sabe-
mos que la gente está inconforme. Comprendemos el porqué del
disgusto. Pero no debemos arriesgarnos a perder nuestra estructura
y la sólida base ideológica que nos ha caracterizado. Refundarse y
revolucionar; cambiar de forma y fondo no significa perder lo bueno
que tenemos por querer ganar elecciones o hacer empatías.
Un movimiento siempre será atractivo, pero no por eso es la res-
puesta. Un partido-movimiento carece de estructura, pies y cabeza.
No podemos reducirnos a eso. Fortalezcamos al pri. Hagámoslo el
partido que México necesita.

5.6 Un partido revolucionado como respuesta


Aspirar a ser un movimiento no es la respuesta. Tampoco lo es el
deshacerse de la más vital base ideológica con el fin de atrapar a un
gran y muy disperso electorado. Estamos convencidos de que perder
las estructuras y la institucionalidad son los primeros pasos para la
eventual falla del partido. El Partido de la Revolución se caracteriza

191
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

por su larga historia, que ha ido de la mano con la de México. Pero


también por sus procesos y la forma en que con el paso del tiempo se
ha logrado adaptar a lo que la sociedad necesita.
La Revolución mexicana es el más grande de los fundamen-
tos del Estado mexicano contemporáneo. Como ideal, representa
la no reelección y el cisma entre las viejas estructuras dictatoriales
y centralistas hacia la democratización de la nación. También es la
representación más básica de lo que queremos para nuestro futuro:
un país libre, soberano, democrático, productivo y dependiente del
esfuerzo de sus ciudadanos, no de personalidades todo poderosas
que se sienten dueños del país. Todo esto está inscrito en el código
genético del Partido de la Revolución.
La ley de hierro de la oligarquía es inexorable. No cuestionamos
las conflictivas etapas que se han vivido dentro del Partido en cada
una de sus etapas. No negamos que existe una cerrazón importante
a la participación y la entrada de cuadros jóvenes, más y mejor ca-
pacitados, a los puestos de dirección. Pero tampoco nos atrevemos
a condenar esto como una práctica común y una forma de vida. Lo
que el pri comenzó a vivir en 2015, con la salida de César Camacho
e Ivonne Ortega de la dirigencia nacional, fue un secuestro, no su
verdadera forma de ser.
La estructura impuesta por Enrique Ochoa y dictada desde los
círculos más ligados a Los Pinos no reflejó lo que nuestro partido
representa. La ceguera temporal no fue sino producto de una serie
de errores que anunciaban desde años atrás lo que se confirmó el 1
de julio de 2018. La derrota era inminente.
El pri es mucho más que eso. Mientras el histórico opositor, Ac-
ción Nacional, enterró su ideología y sus principios para hacer una
coalición aberrante con el partido del espectro opuesto de las prefe-
rencias políticas, el prd, y los partidos satélite se conformaban con
acercarse a los grandes actores nacionales para obtener un poco de
su bono democrático, el pri se mantuvo firme siempre a lo que enar-
bolaba su sistema de creencias.
Si bien criticamos abiertamente la dirigencia de los últimos me-
ses previos a la derrota de 2018, no negamos que es el estricto apego

192
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

y confianza a la base militante y a los sectores del partido lo que lo


diferenció ampliamente de las demás opciones del espectro político.
Con la rigurosidad siempre característica y profundas fallas en
la democracia interna, pero toda acción se realizó sólo mediante pre-
via aprobación del consejo político y la debida modificación a los
documentos básicos. Ello refleja el fuerte compromiso que se tiene
con los postulados que sustentan la ideología y el actuar del partido.
Aún con oposición en el interior, el partido siempre se ha man-
tenido unido y con una estructura de poder que, si bien a veces
puede pecar de vertical e inaccesible, nunca deja de cohesionar al
priismo nacional, estatal y municipal. Nosotros no debemos compo-
nernos de tribus que a la menor provocación buscan poner el pie a
los correligionarios.
No debemos ser un grupo conformado por movimientos socia-
les y organizaciones de la sociedad civil que sólo buscan introducir
demandas específicas a la agenda pública. No nos debemos caracte-
rizar por ideas radicales que dictan nuestro actuar ante la sociedad
y la competencia. Pero tampoco queremos ser el partido autoritario
y hegemónico que, haciendo gala de su amplia mayoría legislativa,
arrasa al disenso.
Ya no somos el pri de los años setenta, que funcionaba como
el brazo político del Ejecutivo Federal, tapando todas sus fallas y
enmendando sus errores, aun cuando en esta muy reciente etapa el
grupo reinante buscó el regreso de esa práctica.
Debemos ser un partido de avanzada, uno que, dentro del estu-
por de la derrota, lejos de sentarse en sus laureles, ha buscado, con
distintos niveles de éxito, reorganizarse y revolucionar para seguir
adelante. ¿El pri sabe cómo hacerlo? ¡Pues a demostrarlo! Podría
hacerlo ahora. Porque, al final, el verdadero triunfo electoral no se
limita a colocar representantes en los poderes públicos. Un partido
victorioso es aquel que logra terminar un proceso electoral con alto
grado de cohesión y congruencia.
La división interna, producto de las pésimas decisiones de la
cúpula partidista, son el reto por superar. Debemos entender que, al
final, la renovación cupular es necesaria por ser sana. Porque todo
tiene un ciclo y lo que bien inicia así debe terminar. Hemos de hacer

193
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

saber que las decisiones de las altas esferas y las imposiciones direc-
tas de presidencia no nos hacen bien como partido, pero tampoco lo
hace la simulación de aquellos que condenan estos actos a espaldas,
mientras de frente se congratulan de su existencia.
La unidad se puede alcanzar con una verdadera transformación,
y no hablamos de nombre, siglas o colores, tampoco de principios.
Estamos convencidos de que el país necesita del pri tanto como el
partido necesita de los ciudadanos mexicanos. Es momento de to-
mar la batuta de oposición.
Debemos demostrar que, fuera de las paredes que amurallan la
vida interna del partido, somos más que militantes, ciudadanos de a
pie, que vivimos día a día la situación nacional. Somos ciudadanos
que nos inconformamos por las decisiones unipersonales y ocurren-
tes de los nuevos líderes, no por nuestra afiliación política, sino por
nuestro estatus como mexicanos.
Debemos demostrar que somos gente organizada y comprome-
tida, de altos valores y principios, y que nos afiliamos al instituto
del cual —estamos convencidos— podemos sacar lo mejor para la
nación. Tenemos que despertar a los militantes que siguen postra-
dos en el terror. Este no es un grito de guerra, sino una súplica, un
clamor.
El partido debe reubicarse. ¿En qué momento dejamos de creer
en él? Perder la confianza es mucho más fácil que ganarla o recupe-
rarla. Pero, si seguimos con los colores encima es porque muy en el
fondo queremos creer. Demos un paso más. Actuemos.

5.7 El pri en la era de las redes sociales


La sociedad ya no es la que tradicionalmente apoyó al partido a lo
largo del siglo xx. Hoy en día, aproximadamente nueve de cada diez
ciudadanos aceptó haber utilizado las redes sociales como su princi-
pal fuente de información sobre los candidatos y las diversas opcio-
nes políticas.
Recordemos el ejemplo del diputado independiente del Con-
greso de Jalisco, Pedro Kumamoto, quien a través de las redes so-
ciales hizo su campaña tan exitosa que, sin financiamiento público

194
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

o apoyo de instituto alguno, llegó a ocupar un lugar privilegiado en


el legislativo estatal, con amplio margen de aceptación. Entendamos
que es indispensable que una campaña política trabaje las redes so-
ciales, de lo contrario se estaría amputando un elemento central de
la vida cotidiana de las personas. Ya es impensable dejar a las redes
sociales fuera de la estrategia de marketing político.
Pensemos a las redes en el contexto de la comunicación políti-
ca. Para los partidos políticos, los gobiernos y otras organizaciones
de campaña que son inherentemente políticas o que tienen agendas
políticas, la comunicación política estratégica se refiere a la gestión
útil de la información y la comunicación con el fin de alcanzar los
objetivos políticos que dichas organizaciones han establecido para
sí mismas.
En este sentido, cabe señalar que una buena parte de la gestión
estratégica de la comunicación política en las democracias moder-
nas ocurre durante las campañas electorales, a las que podemos defi-
nir como un conjunto organizado de decisiones estratégicas, tácticas
y operaciones de comunicación que realizan partidos y candidatos
para informar, persuadir y movilizar al electorado con el propósito
de maximizar votos.
En la medida en que los ciudadanos se informan y se intere-
san más por los eventos de las campañas, es más probable que voten
el día de la elección. En ocasiones, las comunicaciones de campaña
también pueden persuadir a los electores de cambiar sus actitudes y
preferencias políticas, así como la orientación de su voto.
En la actualidad, las campañas se han modificado por el cam-
bio tecnológico, específicamente por la revolución de las tecnologías
de la información y la comunicación (las computadoras personales,
internet, la televisión por cable y vía satélite), las cuales han multipli-
cado los canales y formatos a través de los cuales los partidos y can-
didatos se comunican con los votantes (vistos como consumidores).
Por ello, las campañas ahora están centradas en la imagen de los
candidatos y no en las etiquetas de los partidos, ni en sus posiciones
ideológicas. Se basan en una extrema segmentación del votante a tra-
vés de un rango más amplio de técnicas de investigación, de opinión

195
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

y de mercados. Lo cierto es que, en México, durante la mayor parte


del siglo xx, las campañas electorales mexicanas se caracterizaron
por su orientación local y los eventos basados en el contacto directo
entre candidatos y electores, con el mitin como epítome del proceso
electoral.
La comunicación en esta etapa se limitaba a un candidato que
emitía un mensaje ante un público receptor. No fue sino hasta 1997
que los medios masivos de comunicación se convirtieron en el inter-
mediario idóneo entre candidatos y ciudadanos; en 2006, la comu-
nicación a través del internet se fortaleció a tal grado que se volvió
primordial en cualquier campaña.
Sin embargo, es de reconocer que aún ahora el uso de las redes
electorales no había sido escalado al nivel de sustituir a los medios
de comunicación tradicionales ni a la emisión de mensaje directo. A
pesar de ello, los partidos políticos reconocen la relevancia de parti-
cipar en la arena tecnológica. El Partido Revolucionario Institucio-
nal gastó, en el primer semestre de 2017, 725 000 pesos en publicidad
para redes sociales utilizadas como herramienta de comunicación y
difusión de contenidos a través de su sitio web, así como de cuentas
oficiales propias o de militantes y simpatizantes. Por el mismo con-
cepto, en 2016, erogó 1 827 000 pesos, según datos obtenidos por la
vía de transparencia.
Entendamos entonces a las redes como el mecanismo más bási-
co para acercarse a las nuevas generaciones de votantes y para pene-
trar en prácticamente cualquier sector que cuente con una conexión
estable a internet. Aceptemos que los mensajes recibidos a través de
las redes sociales son diferentes a los recibidos a través de los medios
convencionales, porque son más fragmentarios, más plurales, más
contradictorios, más breves, más discontinuos, más fugaces, más
personalizados y más emocionales.
Así, desde un punto de vista muy específico, las redes sociales e
internet han demostrado su eficiencia en la movilización del electo-
rado duro, pues a través de líneas argumentativas específicas y con-
solidadas puede generar motivación suficiente para la organización.
No obstante, trabajar las redes sociales no implica dejar de lado
otros aspectos de la campaña (la web, el mail, la campaña territorial,

196
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

la televisión, la radio, la vía pública, los impresos). No se trata de


sustituir, sino de integrar. No se trata de optar, sino de complemen-
tar. Al final, con las redes sociales no se ganan elecciones. Tampoco
se ganan sólo con la campaña territorial, ni sólo con la televisión, ni
sólo con el marketing político, ni sólo con nada. Entonces las redes
sociales influyen, pero no ganan por sí solas. Son necesarias, pero no
suficientes.
La poderosa relación con las nuevas tecnologías implica que a
medida que la utilización de las redes sociales se intensifique, mayo-
res serán las posibilidades de los partidos para llegar a públicos más
amplios con menos recursos. No solamente pueden comunicar su
propia plataforma electoral, sino que pueden recoger las demandas
de posibles votantes que de otro modo difícilmente se acercarían a
los partidos.
Entendamos, sin embargo, las externalidades que pueden deve-
nir negativas en una campaña. La información viral e inmediata pue-
de ser presa fácil de las noticias falsas. Las campañas promovidas por
bots y cuentas infladas pueden dar una falsa percepción de triunfo
o derrota. El acercamiento con el electorado depende ampliamente
del número de seguidores con los que se cuente en las redes socia-
les y siempre habrá de estar dispuestos a encontrarse con posiciones
contrarias u ofensivas. La libertad de internet es tal que puede con-
vertirse en negativa.
Hablamos de una metacomunicación. Las vías y canales tradi-
cionales se han visto rebasados; pero, como mencionamos, no pue-
den ser olvidados. No podemos arriesgarnos a convertirnos en un
partido de redes sociales, pues perderíamos parte de la esencia y el
trabajo que se ha realizado durante tantos años para consolidarnos
como un instituto político serio y cercano.
Tampoco podemos ignorar que las redes sociales son cada vez
más relevantes y que el electorado dinámico y poco leal a las ideo-
logías partidarias busca más que un modo de vida o un estilo de
política, un mensaje o una propuesta que los enganche y conven-
za. Asumamos lo que implica participar en redes sociales, que es la
máxima exaltación de la libertad de expresión, respetando siempre a
todo aquel que cohabite el ecosistema digital.

197
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Fundamentemos nuestro actuar en una estrategia comunicativa


de cohesión. Reconciliemos a la tecnología con los medios tradicio-
nales. Explotemos nuestros bonos y acerquémonos al electorado jo-
ven con los mecanismos que ya conocen. Pero no dejemos atrás a la
fiel militancia, que sigue adicta a las grandes multitudes con el líder
en el centro. Nuestra sociedad es extremadamente volátil. Lo que
complace a algunos puede ofender a otros y viceversa. No caigamos
en el error de polarizar y ubicarnos en uno de los dos extremos dia-
metrales del quehacer político.
Parte de la política práctica efectiva implica entender y asumir
estos paradigmas como reto. No hagamos de la comunicación del
partido hacia el exterior una paradoja. Aceptemos la responsabilidad
que implica poder dirigir los mensajes y diversificarlos.
Ocupemos lo que por ley y derecho tenemos disponible. De-
mostremos que no necesitamos de un mecanismo en específico, sino
que sabemos y podemos aprovechar todo lo que se nos ponga en-
frente. Demostremos que el Partido de la Revolución es el mejor, sin
importar la etapa o época, o si es a través de una radio, televisión o
celular inteligente la forma en que se comunica. Modernizar es tam-
bién transformar. Sólo nos falta aceptarlo.

5.8 Un partido con credibilidad: la


verdadera democracia interna
Cuando Robert Michels dictó la ley de hierro de la oligarquía en los
partidos políticos, señaló que un partido nunca sería democrático
porque en la propia organización estaba el germen de la oligarquía.
Esta descripción sobre las organizaciones partidistas europeas, rea-
lizada hace casi ya un siglo, podría extrapolarse hoy fácilmente a la
mayoría de los partidos políticos.
Prácticamente todos los partidos son organizaciones oligárqui-
cas donde se adoptan decisiones de manera excluyente, con liturgias
cesaristas, sin tener en cuenta las opiniones de los militantes y donde
éstos sólo son consultados para legitimar políticas y resoluciones ya
tomadas en círculos pequeños.

198
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

Aquí, las élites controlan de manera férrea el poder, no facilitan


la participación de todos los grupos en las definiciones programáti-
cas o en la elección de los candidatos, y las bases militantes carecen
de mecanismos para premiar o castigar a sus líderes si estos no cum-
plen con sus promesas electorales, sus programas de gobierno o sus
compromisos internos.
La crisis de representación, la pérdida de confianza de los parti-
dos ante la opinión pública y la condenable gestión de algunos acto-
res políticos en contextos de crisis son sin duda causa fundamental
de la creencia en que es necesario reformar la vida interna de los
partidos y asegurar su democratización como respuesta ineludible
para la gobernabilidad.
Estamos convencidos de que, sin partidos transparentes, inclu-
yentes y responsables ante sus miembros (y sobre todo ante la so-
ciedad), la distancia entre organizaciones partidistas y ciudadanos
se incrementa. Por ello, un reto indispensable para mejorar el ren-
dimiento de los sistemas democráticos está en mejorar el funciona-
miento interno de los partidos y su manera de vincularse con las
instituciones y los ciudadanos.
Con democracia interna nos referimos a la presencia de los
principios del sistema democrático dentro de las organizaciones po-
líticas, teniendo en cuenta los factores sociales que intervienen (par-
tidos políticos, órganos del partido, militantes y no militantes) y sus
relaciones, así como el apoyo del pueblo a través del voto. Al mismo
tiempo, hablamos de todo aquel conjunto de fundamentos jurídi-
co-políticos, disposiciones normativas y medidas políticas tendentes
a garantizar las elecciones de cargos del partido y cargos públicos, la
decisión de contenido y la rendición de cuentas democrática.
Con la democracia interna, debemos garantizar disposiciones
que permitan la elección libre y secreta de los dirigentes internos; la
designación de los representantes a puestos de elección popular; la
plataforma política como resultado de la mayoría; la representación
de todos los sectores excluidos; y la tutela de los derechos políticos y
democráticos de los militantes al mismo grado que si se hablara de
la ciudadanía ante un organismo electoral.

199
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

En la práctica, puede haber organizaciones más o menos de-


mocráticas. Habrá más democracia interna sólo cuando haya una
buena dosis de cada uno de los elementos mencionados. Lo que no
está suficientemente claro aún, según Flavia Friedenberg, es cuánto
de cada uno de estos elementos son necesarios para que un partido
sea más democrático.
Podemos, sin embargo, colocar un estándar mínimo al que
como partido debemos aspirar: que los líderes y candidatos se eli-
jan por los miembros, a través de mecanismos competitivos; que las
decisiones sean inclusivas y sean tomadas con la participación vo-
luntaria de sus miembros; que aquellos que piensen distinto puedan
expresar sus preferencias sin temor a ser castigados; los candidatos,
cargos públicos y autoridades rinden cuentas de sus actos a través de
mecanismos de control efectivo y respeten los derechos y responsa-
bilidades que garantizan la igualdad de los miembros en cualquier
proceso de toma de decisiones.
Entendemos que el tipo ideal, desde que fue propuesto por We-
ber, es inalcanzable. No obstante, creemos que mantener esto como
aspiración ideológica y de principios es el paso fundamental para
aceptar y reconocer que como partido debemos cambiar. Para ello,
proponemos algunas medidas que podrían tomarse en cuenta en el
proceso de transformación.
En primer lugar, necesitamos elecciones internas que preserven
la organización del entorno y hagan que el partido sea el que tome
sus decisiones. Este mecanismo implica una mayor participación de
los militantes; ayuda a que el partido se movilice y se preocupe por
intereses sociales hasta el momento no representados; permite diri-
mir conflictos entre múltiples liderazgos o entre facciones internas y,
finalmente, mejora el nivel de legitimación de la organización ante
la opinión pública.
Segundo, las listas de candidatos a cargos de elección popular
deben ser integradas desde la base hasta la cúpula y no decididas por
las élites.
Tercero, las acciones afirmativas e incluyentes deben ser verda-
deras. No basta establecer un mínimo de representación femenina o
juvenil, sino consolidarla y llevarla a un estadio en el que ya no sea

200
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

necesario mandatarlo por estatuto, sino que sea parte de la cultura


democrática del priismo.
Cuarto, necesitamos medidas para ejercer control interno, pues
es menester poder exigir y castigar a militantes que incumplan con
nuestros documentos básicos o que violen los principios que nos ri-
gen como partido. Además necesitamos un verdadero órgano garan-
te de la salvaguarda de nuestros derechos políticos.
Quinto, es fundamental modernizar los procesos de participa-
ción y elección para evitar que las decisiones se tomen por un con-
sejo o asamblea que en su composición ya se encuentra viciada. Sólo
así podremos garantizar la renovación periódica y democrática de la
dirigencia y eliminaremos el paternalismo y nepotismo o amiguismo
y compadrazgo que tanto ha caracterizado al movimiento cupular.
Finalmente, se requiere la capacitación intensiva y permanente
de los militantes y simpatizantes para adentrarlos en la democracia
como la mejor forma de vida en sociedad. Se debe asumir, asimismo,
que ésta se debe replicar dentro y fuera del partido.
Debemos exigir como militantes la máxima transparencia y pu-
blicidad interna, pues es nuestro deber, además de nuestro derecho,
conocer, vigilar y auditar el ejercicio del gasto público en las acti-
vidades que nos competen. Estas medidas pueden encontrarse con
férreos opositores. Muchas veces el partido se ha visto dominado
por familias o grupos que creen que el priismo es suyo por derecho.
Hemos sido testigos de apellidos que se repiten a lo largo y ancho de
los cargos partidistas.
Ellos, obviamente, no dejarán su posición. Por eso proponemos
también mecanismos para contrarrestar a la élite monolítica. En pri-
mer lugar, que los procesos de democracia interna sean dirigidos y
procesados por el Instituto Nacional Electoral. Después de su conso-
lidación como nacional, el máximo órgano electoral se facultó para
organizar elecciones internas en los partidos políticos. Esto nos ga-
rantizaría la mayor imparcialidad y orden en los procesos electivos,
consolidando el ejercicio como legítimo y verídico.
Después, debemos impulsar desde el Poder Legislativo reformas
que obliguen a la apertura democrática de los institutos. En un pa-
norama en el que Morena pinta para volverse el partido hegemónico

201
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

por excelencia, más que nunca urge promover la transparencia y


rendición de cuentas para evitar que se vuelva el brazo político del
presidente.
Finalmente, es necesario entender que el futuro de los partidos
políticos posiblemente esté asociado a una mayor transparencia de
sus gestiones, profesionalización de los políticos y fortalecimiento
de los mecanismos de fiscalización de sus actividades. Efectivamente,
esto reduciría el margen de actuación de la casta política tradicional.
Pero si el priismo goza de grandes familias y grupos que con-
solidan la estructura del partido, bien valdría la pena demostrar que
no dependemos de ellos para salir adelante. Demostremos que so-
mos un partido valioso por sus militantes y sus estructuras, no por
sus líderes inamovibles. Comencemos con el ejemplo. Fiscalización,
transparencia, democratización. Seamos también en esto punta de
lanza. Que no nos gane la pesadumbre. Enseñemos de qué somos
capaces. Recuperemos la credibilidad.

5.9 Un futuro posible


Estamos en el año 2024. Pronto vendrán nuevas elecciones. La Cá-
mara de Diputados está completamente atomizada. El Senado de la
República ha visto degradar la homogeneidad de su cuestionable
grupo mayoritario desde hace poco más de cuatro años.
La calificación crediticia de nuestro país va de mal en peor. Los
inversionistas internacionales han perdido la confianza. El tren maya
se encuentra apenas a 35 % y ha representado un gasto anual prome-
dio de 20 000 millones de pesos etiquetados. El corredor transístmi-
co que competiría con el Canal de Panamá no ha podido concretarse.
Hace casi tres años comenzamos una dura guerra fría comercial
con Estados Unidos. La reelección de Donald Trump, basada en los
altos índices de popularidad que atrajo la implementación del muro
fronterizo y la mano dura contra las mareas migrantes, dañó severa-
mente la relación binacional.
Aunque el Tratado México-Estados Unidos-Canadá sigue es-
tando vigente, la relación fáctica se rompió pues sólo las grandes po-
tencias orientales siguen confiadas en invertir en la nación. Los mega

202
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

proyectos de infraestructura sólo han podido realizarse gracias a la


inversión de China y de Arabia Saudita. Para el descontento de Es-
tados Unidos, no nos ha quedado otra opción más que aceptar cada
una de sus propuestas.
La cercanía con países de la otan nos ha alejado de la inversión
natural que se tenía en el Mercosur. La crisis de extremo nacionalis-
mo brasileño, junto con la permanente devaluación argentina y la
falta de liquidez colombiana no han hecho sino acrecentar nuestras
carencias como nación bisagra.
Los grandes organismos financieros internacionales como el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han perdido la
fe en nuestras finanzas. La rotación de secretarios de Hacienda ha
sido vertiginosa, luego de la caída de la moneda mexicana, que fue
denominada el Efecto Tequila 2.0 o Efecto Mezcal. Nosotros hemos
sido señalados como los culpables de la debilidad de los Estados de
Sudamérica.
Los índices de violencia siguen disparados. La intervención de
las fuerzas armadas en materia de seguridad pública ha disminuido
proporcionalmente al aumento de grupos delictivos más capacitados
y con altísimo poder de fuego. Nuestra moneda está severamente
devaluada. Ahora recordamos con nostalgia cuando el dólar ameri-
cano se cotizaba en 23 pesos. Hoy es el doble.
La igualdad y la equidad social se ha vuelto una pantomima que
ya ni el gobierno federal puede defender. La existencia de delegados
estatales ha provocado que la aplicación de programas de bienestar,
como ahora son conocidos, sea sesgada y sumamente dirigida, prin-
cipalmente a un electorado vulnerable pero políticamente redituable.
La alta tasa de desempleo sólo ha desequilibrado al mercado.
Lejos de quedarse en el estancamiento, nos ha provocado una dura
inflación. El periodo de “estanflación” ha requerido medidas deses-
peradas. Quien fuera candidato presidencial del pri hace 6 años, José
Antonio Meade, fue convocado para integrarse a la Junta de Gobier-
no del Banco de México, en un intento de recuperar el rumbo tecno-
crático en la política financiera y monetaria nacional.
La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México
tuvo muchas más consecuencias de las deseables. El desplazamiento

203
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

de las fuerzas militares de la Base de Santa Lucía dejó abierto un


flanco en la defensa de la capital nacional.
Los ataques terroristas enfocados en las embajadas ubicadas
en la Ciudad de México se acrecentaron tras la pérdida del bastión.
Gente que no encuentra trabajo delinque como un nuevo modo de
vida. Las fallidas refinerías que recientemente entraron en operación
se toparon con pared al descubrir que el crudo mexicano es demasia-
do espeso para ser refinado como gasolina. Sólo sirve como aditivo.
Hemos perdido ventajas comparativas al intentar producir nuestro
propio combustible y ahora estamos condenados a importar mucho
más que hace seis o diez años.
La canasta básica es cara, a pesar de que vemos al campo rebo-
sante. La industria automotriz, que fue vendida en la negociación del
t-mec, se ha debilitado tanto que los pocos municipios que aún son
usados como fuerza de trabajo están repletos de personas buscando
una oportunidad de ocuparse, pues por el mismo convenio es ahí
donde mejores salarios se emiten.
La burocracia dejó de ser obesa, pero sigue siendo onerosa. Pa-
rece ser que nunca entendieron que lo necesario no era más dinero,
sino más recursos humanos, materiales e intelectuales. La estatización
de muchas de las ramas productivas de la nación ha dejado en des-
contento a todo el empresariado, que ya no está dispuesto a cooperar.
Después de las elecciones intermedias en 2021, la ilusión se rompió.
Vimos estupefactos y con tristeza cómo la oposición política al
unipartidismo de Morena nunca pudo organizarse y se tradujo en
la falta de postura y fortaleza para hacer frente al aparato de Estado
operando por un partido. La gente, aunque cada vez más desconfia-
da e incrédula, decidió refrendar su voto de confianza hacia el parti-
do del presidente.
Vimos pasar proyectos legislativos sin pies ni cabeza e imple-
mentarse políticas públicas sin sustento alguno, todas aplaudidas por
un público expectante de una buena noticia o un guiño de su líder
máximo. Encontramos en la renovación de la Cámara de Diputa-
dos una mayoría todavía más aplastante de Morena, que defendió la
bandera de la continuidad para concretar todo lo que su presidente
había prometido.

204
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

La oposición se perdió. Los liderazgos ajenos al partido ya no


existen. El pri estuvo cerca de perder su registro nacional, al igual
que el pan. El prd sólo lo conservó a nivel local, al igual que Movi-
miento Ciudadano que encontró en Jalisco su único coto de poder.
Los gobernadores perdieron toda la disciplina. La discusión
presupuestaria es obscena, pelean a gritos en el recinto parlamen-
tario por un poco más de recurso. La salud del presidente se ha de-
teriorado, pero no tanto como la de sus colaboradores. El reciente
nombramiento del candidato presidencial del partido mayoritario
mermó con el espíritu de los pocos que se sentían listos para seguir
el proyecto de nación que se prometió en 2018.
Nuestro país ya no es lo que era antes. No regresamos a la época
del cacicazgo descarado. Tampoco volvimos al partido hegemónico.
Estamos más bien en un nacionalismo ultra, más afín al fascismo o
nazismo. Pocos programas sociales pudieron sobrevivir al duro cas-
tigo presupuestario.
Y aún así, parece que no tenemos de otra. La opción para di-
sentir es el silencio. Sólo eso. Conformarse y callar, pues no tenemos
más. Este es el futuro que permitimos regalar a nuestros hijos. Este
fue el camino que decidimos tomar. No nos queda más que aceptar.
Y la pregunta obligada: ¿el pri reevolucionado está listo en ese
momento para recomponer al país con patriotismo? ¿Nos prepara-
mos con honestidad, profesionalismo y entereza para llegar a ese
momento?

5.10 Un futuro esperado. La re-evolución


del Partido de la Revolución
No queremos un futuro autoritario. Ni en la más bizarra ficción
orwelliana podríamos permitir que lo antes propuesto se hiciera rea-
lidad. La kafkiana realidad se vuelve opción aparente ante un gobier-
no inclemente. La oposición es la solución.
Pensemos en lo que esperamos. En lo que podemos. En lo que
queremos. En lo que necesitamos. En 2021 el pri se ha reorganizado.
Sus procesos internos son punta de lanza no sólo en el país, sino en el

205
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

continente. Se ha vuelto un instituto político altamente democrático.


Ha dejado de ser monolítico.
Adolece de la oligarquía definitoria, pero esta no está tatuada
en el gen del priismo como lo hacen el logo o las siglas. Se somete a
evaluación y renovación. La militancia por fin puede participar di-
rectamente en la toma de decisiones y definición de rumbo de las
políticas implementadas.
Nuestro plan de acción es ampliamente incluyente. Los estatu-
tos están apegados ya no a principios originados a inicios del siglo
pasado, sino a tendencias de avanzada.
Hemos recuperado la representación de la sociedad civil,
pues logramos demostrar que las causas únicas que represen-
tan los partidos monotemáticos y que los métodos antisistémicos
que caracterizan a los movimientos sólo pueden traer desorden y
desinstitucionalización.
Somos la opción más viable para lidiar con la oposición. Cree-
mos firmemente en lo que decimos y actuamos tal cual merece la
sociedad que confía en nosotros. Ya no nos valemos de padrones de
militantes inflados o con números imaginarios. No creemos en el
militante fiel y devoto, sino en el votante crítico e informado, que a
través de las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación se informan y participan en lo que podemos ofre-
cer como partido a la sociedad.
Dejamos atrás esa adicción a ser relacionados con la historia
mexicana. Adaptamos, entendemos y honramos el papel que juga-
mos en el siglo xx como institución fundamental del Estado mexi-
cano. Pero somos conscientes de que eso ha quedado en el pasado.
Lejos de sentirnos necesarios, actuamos con todo para ser fun-
damentales. Nos hemos convertido en la opción indispensable para
el juego político. Señalamos con responsabilidad todas y cada una
de las fallas graves del gobierno de Andrés Manuel López Obrador,
pero también abonamos al diálogo democrático al construir y apro-
bar todo aquello que sea benéfico para la nación.
Hemos adquirido el liderazgo natural y legítimo en el Congreso
de la Unión y en los Congresos de los Estados, no por las posiciones

206
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

en comisiones y órganos directivos del Congreso, sino por la calidad


y el tamaño de nuestros representantes.
Sabemos que en nuestras bancadas existen personajes poco de-
seables, pero hemos logrado poner distancia con la errónea idea de
que somos todo lo malo que se le atribuyó al pasado presidente, por
lo que esos que aún lo representan son los menos y son considerados
ciudadanos más.
Pugnamos por el irrestricto respeto a los derechos humanos y a
nuestra Constitución, Ley Fundamental. Abonamos con propuestas
de avanzada que respondan a las exigencias de la sociedad, no a los
intereses partidarios. Logramos aprobar asuntos de gran relevancia
nacional, como la eliminación del fuero a los servidores públicos
para evitar que se salvaguarden con él de la responsabilidad penal.
Nos colocamos en el espectro de la socialdemocracia como la
solución y el combate al discurso populista. Condenamos enérgica-
mente todas y cada una de las acciones del gobierno que durante
estos tres años ha batallado para mantener sus promesas.
Actuamos con el ejemplo para imponernos como los más viables.
Militantes y simpatizantes de las otras opciones políticas reconocen
en nuestro actuar lo que les gustaría ser y hacer. Nuestras bancadas
se han vuelto más numerosas. A unos meses de las elecciones inter-
medias, recobramos inusitada fuerza. Ser capaces de puntualizar los
errores de Morena y resaltar que las grandes reformas que propusi-
mos, impulsamos y modelamos desde el sexenio anterior son las que
más beneficios traen a la nación, finalmente entrega dividendos.
Por fin los precios de los energéticos se lograron ajustar a la
dinámica de los mercados internacionales. Las telecomunicaciones
están en boga y todos y cada uno de los ciudadanos tiene acceso a
internet gratuito.
Somos el Partido de la Revolución. El de la Nación Revolucio-
naria. El de la Revolución Mexicana. El de la Revolución Institucio-
nal. El partido de México. El partido para México. Nos reinventamos.
Revivimos. Reconstruimos. Evolucionamos. Reevolucionamos. So-
mos para y por nuestro país. Una promesa democrática que sí logró
cumplirse. Un fin que logró alcanzarse. Una meta no impuesta, sino
deseada, fomentada.

207
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Somos un renovado México. Pero también, honestos y humil-


des, muchos priístas seguimos estando aquí, con la convicción de
estar a la altura de los retos de nuestro país.

208
Conclusiones

México es hoy un país distinto. Sería subjetivo tildarlo de mejor o


peor. Simplemente cataloguémoslo de diferente. Nuestras institucio-
nes han cambiado. Los procesos políticos evolucionado. La sociedad
civil cada vez se organiza y preocupa más por lo que acontece en su
comunidad. La globalización y la mundialización como fenómenos
de integración económica, social y cultural del orbe han permeado
nuestra forma de vivir y de pensar.
La democracia, como el modo de vida tradicional occidental
también ha cambiado. De una puramente de adorno, basada en la
sátira de la participación y la justificación de la hegemonía con muy
cuestionables comicios; a una que comienza a justificar la discrecio-
nalidad de las decisiones con erráticos ejercicios de participación di-
recta, lo cierto es que hoy parece muy lejano aquel discurso que en
1977 se clamaba como el inicio de la transición.
Las funciones y órdenes del poder público también entraron
en el continuum de la transformación. Nuestro Poder Legislativo
pasó de ser estrictamente cerrado y testimonial a escenario de jus-
tas discursivas dignas de recordarse, para volver, lamentablemente,
al aparentemente inevitable origen de mero trámite de la política
presidencial.
Distintas funciones del Ejecutivo federal alcanzaron la autono-
mía constitucional de gestión y presupuestaria para ejercer una efi-
ciente y objetiva regulación de los activos e insumos necesarios para
llevar a la modernidad a nuestra nación. Empezando por el Instituto
Nacional Electoral, que pasó de ser un organismo dependiente de
la Secretaría de Gobernación a un Instituto autónomo de carácter
exclusivamente federal y ahora con atribución e injerencia en toda
la república; aquellos relacionados con la regulación energética, de
telecomunicaciones e incluso de transparencia; hasta los pilares del

209
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

perfil internacional como el Banco de México o la Comisión Nacio-


nal de los Derechos Humanos.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, fiel a la balanza entre
el Ejecutivo y el Legislativo, ha logrado mantener la estable indepen-
dencia de las otras funciones del poder público de manera eficiente,
para garantizar el irrestricto respeto a la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos y los derechos que de ella emanen.
Y qué decir del Ejecutivo, esa súper institución devenida secre-
tarías de Estado, comisiones, institutos y demás que sólo responden
al mando y querencia de su cabeza, aquel a quien la historia del Mé-
xico independiente y posrrevolucionario parecía clamar como el
Übermensch de Nietzsche: aquel capaz de generar su propio sistema
de valores e identificar como bueno y correcto todo aquello que pro-
cediera de su voluntad.
No. Nuestro México ya no es igual. Hoy somos testigos del plu-
ripartidismo y la oposición. Vivimos la conclusión de la transición
democrática en el año 2000, cuando Vicente Fox Quezada, presi-
dente emanado del pan, tomó protesta como titular del Ejecutivo
Federal.
Presenciamos el surgimiento y declive de distintas opciones po-
líticas en la arena electoral. Vimos nacer al prd como uno de los
grandes bastiones de la izquierda mexicana, poco cohesionada pero
altamente combativa. Partidos satélite que seducían al poder y eran
seducidos por ellos, como el Verde Ecologista, formaron parte de la
ecúmene partidista.
El pan osciló entre la leal oposición y el gobierno de ocurren-
cias. Morena surgió como el partido-movimiento resultado de la ne-
gación sistemática del esquema de valores tradicionales del sistema
de partidos. Y el pri también se transformó. Aquel Partido de la Re-
volución, como lo llamó Luis Javier Garrido, que a través de sus tres
personas (pnr, prm y pri) diseñó, modeló, esquematizó, institucio-
nalizó y formó al sistema político mexicano, dejó de ser el ejemplo
más real de la hegemonía tiránica para convertirse en uno más de los
muchos participantes en la arena política.
Si sus características e historia lo hacían sobresalir de en-
tre todos los demás, también lo hicieron sus personas: militantes,

210
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

simpatizantes y cuadros gozaron de las herramientas que permitían


diferenciarse de los otros participantes en la política nacional.
¿En qué momento perdimos el rumbo? ¿Cómo nos convertimos
en el partido que acumula el mayor rechazo social? No aprendimos
estar a la altura de los tiempos y el destino nos alcanzó. Nos cambia-
ron por no cambiar.
El 1 de julio de 2018 se vivió una derrota sin precedentes. Como
nunca, la militancia y los cuadros abandonaron no sólo al candidato,
sino al proyecto, a la estructura, a las instituciones y al partido mis-
mo. Morena se alimentó de la animadversión generalizada y penetró
en las más recónditas ideologías. Despertó pasiones y asumió fun-
ciones que no debía. Vampirizó a su oposición. Y ganó.
Pero si se formó por panistas, perredistas y principalmente pri-
istas, la responsabilidad no es de alguien más sino del partido mismo.
Hoy el pri vive la tiranía de los mismos. Hoy el pri es ese partido
ejemplo de todo lo que puede salir mal. La oligarquía anunciada por
Michels parece mofarse de todos los que tenemos tatuado en el códi-
go genético el amor por la democracia y las instituciones.
Vemos apellidos conocidos ir y venir. Dirigencias partidistas
renovarse en una sátira de lo que debería ser la democracia y la aper-
tura. Espacios de decisión secuestrados por cúpulas territoriales que
sólo favorecen a sus amigos y cercanos.
Nos plagamos de gente que creyó que el partido era la respuesta
para llenar sus arcas personales. Nos dejamos seducir por rostros
e ideas que parecían reformadoras pero que en su centro no eran
sino farsantes que esperaban enriquecerse y utilizar a los millones
de priistas que aún creemos en el país como ejército de seguidores,
militantes devenidos fanáticos, dando selfies en lugar de resultados.
Hoy, vemos a los mismos y no es condena para quienes tienen
un encargo partidista. La falta de nuevas puertas de entrada deja a la
vista a un puñado de familias que creen que el partido les correspon-
de por derecho, como si la democracia encarnada les hubiera susu-
rrado al oído su destino. Los monarcas habían regresado. Aquellos
que se asumían dueños de un Estado entero. Esos que afirmaban que
el Poder Legislativo no funcionaría sin ellos. Esos que aseguraban ser
el pilar del Gobierno Federal.

211
GUILLERMO DELOYA COBIÁN

Y mientras, muchos fuimos olvidados. Nos hicieron súbditos.


Pero ser priista es tener un compromiso latente, como lo hemos di-
cho antes, no con el partido sino con la nación. Es respetable la de-
cisión de aquellos que abdicaron. Que vieron frustrada de manera
permanente su intención por servir a México. Que encontraron en
otra opción política cobijo suficiente para alejarse de su idea.
Pero estamos convencidos de que es mucho más admirable ser
de ese selecto grupo que a pesar de todo cree que la situación puede
ser mejor. Que está consciente de que no necesitamos un cambio
estético, sino una transformación. No una lucha violenta para de-
rrumbar instituciones internas. Una re-evolución.
Hoy somos quizás no tantos como antes. Pero los que quedamos
somos los mejores. Los que estamos dispuestos a partir nuestra alma
en todos los pedazos que sea necesario para hacer de nuestro partido
una verdadera opción. Tal vez el camino no esté tan claro aún. Pero
la meta es una. Todos la compartimos. Debemos derrumbar mitos.
Destronar tiranos. Hacernos oír. Tomar las riendas de nuestro par-
tido. Asumirnos como los que sabemos y podemos hacerlo. No por
nosotros. No por el pri. Por México.
El despertar de la conciencia de un México lastimado ya viene.
Se siente. Se escucha. El aire vibra con los tambores de guerra de
todos los que no nos vamos a dejar pisotear. No es violencia lo que
viene. Es redescubrimiento. No es una guerra. Es transformación.
Estamos ante la puerta de entrada que nos permite ensanchar
nuestra visión y desterrarla de la cortedad de ser meros adoctrinados
y dogmáticos de un partido político. Hoy como nunca las causas de
este país tienen que encontrar liderazgos honestos y cristalinos, que
estén a la altura de los tiempos, que dejen atrás la podredumbre de la
política que tanto hemos repudiado colectivamente.
Este cambio radical no nos va a esperar a que concluyamos las
simuladas discusiones sobre el qué nos pasó. No se van a detener los
tiempos para satisfacer un ejercicio ocioso que justifique las nuevas
decisiones de muy pocos sobre cuestiones que afectan a muchos.
Este libro ha pretendido aportar un modesto mapa de nave-
gación para las turbulentas aguas de los tiempos que se avecinan.
Como nunca, estoy convencido de que la valentía y la claridad en

212
EL IMPERIO DE LOS MISMOS

nuestros planteamientos son necesarias; por eso, se ha desarrollado


en la más franca creencia personal de que no podemos permanecer
en el mismo estado de cosas.
Puedo intuir la respuesta obligada de algunos círculos que, en-
quistados en el priísmo, buscarán el descrédito de estas líneas y del
autor. Para todo debate estoy listo; para todo planteamiento argu-
mentado le daré la bienvenida con mis propias cavilaciones y argu-
mentos. A los señalamientos mezquinos siempre corresponderá mi
silencio, sean de la cúpula o de cualquiera de sus escuderos.
No estoy a la búsqueda de nada más que de raspar la llaga puru-
lenta que nos infectó a todos. Ni puestos ni canonjías, me interesa
elevar nuestra conciencia como mexicanos, buscar la apertura en la
discusión de los nuevos caminos… que nos den una oportunidad
como la gran patria que lejos de los signos rancios de la política to-
dos anhelamos honrar.

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de Guillermo Deloya Cobián se terminó de imprimir en
septiembre de 2018, en los talleres de Piso 15 Editores, S.A.
de C.V. ubicado en 14 Oriente 2827 Humboldt, CP 72370,
Puebla, Pue.

El tiraje consta de mil ejemplares

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