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Qué hacer con las (des)calificadoras


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por COLUMNA INVITADA | Dr. Guillermo Díaz


11 de Marzo de 2019, 22:21 -

Al ser cuestionado por las bajas predicciones de crecimiento del PIB mexicano para 2019 -
estimadas por diversas corredurías, el FMI, el Banco Mundial e incluso el Banco de México–
, varias veces el presidente las ha descalificado afirmando que en su periodo se llegará a
crecer a una tasa de 4 por ciento anual (no sabemos si se refiere a una tasa promedio anual
durante su gobierno o a algún año durante el mismo). Además de estas bajas proyecciones,
algunas calificadoras de inversión extranjeras han cuestionado el desempeño futuro de
nuestra economía, aunque sin rebajar todavía el grado de inversión para el país. Llaman en
especial la atención tres calificadoras de riesgo crediticio o de inversión: Ficht, Moody’s y
Standard and Poor’s.

Fitch, al bajar la calificación de Pemex, no satisfecha al parecer por la propuesta del


gobierno para rescatarla de la destrucción a que ha sido sometida deliberadamente desde
mediados de los 80 del siglo 20 (una especie de Pemexidio, parafraseando a un gran
antropólogo mexicano, llevado a cabo con franca premeditación, alevosía y ventaja por las
élites políticas y económicas mexicanas). Cabe preguntarse si estas calificadoras no estaban
enteradas desde hace años de la tragedia –corrupción, privatización, endeudamiento,
sangría fiscal– a que ha sido sometida Pemex: tragedia inducida, promovida, planeada,
orquestada y consumada desde arriba, como sostenemos.
Los otros casos, Moody’s y Standard and Poor’s, son similares. Todo parece indicar lo que
para muchos es más o menos evidente: México y su gobierno tienen un escaso margen de
maniobra frente a los grandes intereses financieros y económicos transnacionales. En
lenguaje popular, “o te aclimatas o te aclichingas”. Es decir, o firmas las condiciones
deplorables impuestas por el supuesto libre mercado o te conviertes en víctima de chantaje,
extorsión y bloqueo transnacional de créditos e inversiones.

Frente a las posturas de las (des)calificadoras, apenas unos días atrás el senador de Morena
Salomón Jara declaró que pretendía presentar una iniciativa de ley para que la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores revoque el permiso de operación de calificadoras en México
que descalifiquen a un país cuya economía se está fortaleciendo. De acuerdo con él, las
calificadoras deben actuar con independencia, objetividad, rigurosidad, autenticidad,
veracidad, integridad, y transparencia. Se trata de una especie de amago, dado que apenas
un día después el líder morenista en el Senado, Ricardo Monreal, declinó la posibilidad de
admitir esta iniciativa.

El laberinto de AMLO es muy complicado, pero no debe ser imposible de dilucidar: ¿o será
que la corrupción, la pobreza y las desigualdades sociales, la privatización de los bienes
comunes y de la vida misma son la única salida posible?

Economistas heterodoxos y críticos del capitalismo en su versión neoliberal, como el


catedrático de Harvard Dani Rodrik (cercano a asesores económicos de AMLO como
Santiago Levy, Gerardo Esquivel y Rogelio Ramírez), Ha-Joon Chang, investigador de
Cambridge, o Joseph Stiglitz, ex economista en jefe del Banco Mundial y Nobel de Economía
en 2001, proponen otras vías de salida al laberinto capitalista neoliberal actual.

El famoso y rabioso indicador, el canon de todos los cánones, el padre-madre de todas las
batallas económicas, es decir, el crecimiento del PIB como máximo símbolo de desarrollo,
debe morir. Porque debemos crecer en lo necesario, en lo que sustenta la vida de la especie
humana y del planeta, y decrecer en todo aquello que va contra ella, de su dignidad, de su
equidad y su armonía, es el gran reto mexicano y global. Ello supone una verdadera
metamorfosis civilizatoria.

Muchos esperamos que, ante el capitalismo voraz y rapaz que vivimos, representado por
las (des)calificadoras en este momento mexicano, sea posible regularlas. ¿Quién califica a
las calificadoras? Las experiencias ocurridas en el pasado permiten cuestionarlas.
Recordemos sus calificaciones indulgentes en la crisis de 2008 con las hipotecas subprime
y las severas de países como España, Grecia y Portugal en 2010. Todo indica que se trata de
calificaciones a modo, interesadas, parciales.
Como señala Edgar Morin, la pregunta de fondo no es si debemos crecer o decrecer, sino si
seremos capaces de salir de este laberinto capitalista neoliberal. Añado: habrá que
preguntarnos si el desarrollo como se concibe significa realmente bienestar, florecimiento
humano y vida para todos o sólo para unos cuantos. Plantear la necesidad del
postdesarrollo, biodesarrollo o buen vivir es imperativo.

jguillermo@iteso.mx | Académico del ITESO

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