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CRÍTICA DE LIBROS

de las promesas de las actuales prácticas e ideolo- del bien», «Communitarionism», en W. Kymlicka,
gías —como teme Hobermas—. Una cultura que Qnlemporary Political Philosophy, Oxford, Claren-
promueve la autodeteiminación exige una mezcla don Ptcss, 1990, pp. 222-223.
tonto de exposición y conexión hacia las prácticas 11. Cfr. M. Walzer, Sphens cfJustice. A Defen-
existentes como también distancia y disenso hacia se cf Pluralism and Equality, Nueva Yoric, Basic
las mismas. Así que ambos portes necesitan oiieoer- Books, 1983.
nos una comparación más ponderada de los peUgros 12. Cfr. Philip Allot, Eunomia —New Orderfor
y oportunidades existentes en los ámbitos y procedi- a New World, Oxford, Oxford Univetsity Press,
mientos estatales y no estatales pora la evaluación 1990.

LA METAMORFOSIS LITERARIA

Patxi Lanceros
Univeisidad de Deusto, Bilbao

JOSÉ M . GONZÁLEZ GARCÍA, A partir de la tradición que aquí se


La máquina burocrática, inaugura, se puede valorar en su justa
Madrid, Visor, 1989, 224 pp.; medida el gesto displicente y heterodoxo
Las huellas de Fausto, de Goethe cuando titula su autobiografía
Madrid, Tecnos, 1992, 212 pp. —una de sus mayores creaciones— Dich-
tung und Wahrheit, exfxesión que se erige
en denuncia y que invoca un territorio
Asegura la Academia y reitera el Liceo extraño en el que los contrarios se hallan
que «los poetas mienten mucho». Se trata mutua y necesariamente unidos; título
de un tópico más viejo incluso que los mucho más profundo, evidentemente, que
dos grandes maestros del pensamiento oc- el de los ensayos de Dilthey reunidos en
cidental, una especie de lugar común só- Das Erlebnis und die Dichtung. A la vista
lidamente establecido ya en la Grecia de la tradición que nos informa, la con-
clásica y cuyo eco llega hasta nosotros. A junción en Dilthey consiente una redun-
su través se expresa la (presunta) incom- dancia; en Goethe, una crítica. Y el carác-
patibilidad entre el artificio literario y la ter del título se continúa en el texto: el
racional sobriedad del texto científico: de Dilthey es mansamente retórico; el de
cuando de la verdad se trata, sólo la cien- Goethe, fumemente polémico. Pues si se
cia sabe, sólo la ciencia puede. Pero in- sospechaba desde antiguo que la poesía
cluso fuera del ámbito epistémico, la lite- (la literatura) está relacionada con la vi-
ratura es nociva; no sólo confunde, tam- vencia, se sabía, sin embargo, que está
bién corrompe: «Todavía, afirma Platón imposibilitada para el acceso a la verdad.
(República X, 605 c), no hemos formula- Por las mismas razones que nos indu-
do la mayor acusación contra la poesía; cen a destacar la autobiografía de Goethe,
pues lo más terrible es su capacidad de creemos que los textos de J.M. González
dañar incluso a los hombres de bien, con deben ser leídos como una notable excep-
excepción de unos pocos». ción y una agradable noticia. Se explora

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en ellos la relación entre el lenguaje apa- vos propósitos. El autor acredita un escru-
rentemente gratuito de la literatura y la puloso conocimiento de los universos dis-
verdad de la ciencia. La problemática se cursivos en los que se interna y hace gala
plantea en tomo a tres figuras máximas de una apoyatura bibliográfica exhaustiva,
—^Weber, Goethe y Kafka— y los térmi- sin omisiones ni resquicios. Partiendo de
nos de la misma están constituidos por el tales premisas, el resultado es sólido e
relato literario y el discurso sociológico. irrefutable. Ahora bien, creo que los tex-
No quiero ofrecer una explicación rei- tos de J.M. González —ambos— tienen
terativa de los puntos en los que el trabajo un valor suplementario que no radica ya
de J.M. González se muestra extraordina- en los autores y temas tratados sino en la
riamente convincente, basta con mencio- problemática general que se presiente en-
narlos. La máquina burocrática prueba la tre sus líneas, y que no es sino el viejo
contigüidad y continuidad entre el esque- problema de fix)nteras y competencias en-
ma weberiano y el paisaje kaikiano: soli- tre el lenguaje literario y el que —por co-
cita la ayuda de la historia para defmir las modidad— denominaremos científico.
lineas de un entorno sociopolítico común, Tal problemática fue replanteada, una
especifica los puntos de contacto entre la vez más, por W. Lépenles en una obra
idea de burocracia en los escritos de We- significativa que no vamos a escrutar en
ber' y la proyección imaginaria del ejerci- detalle.* Se trataba allí de buscar aval y
cio burocrático en la literatura de Kafka, fundamento para una int«esante hipóte-
profundiza incluso hasta encontrar en las sis, según la cual la sociología se situaría
figuras creadas por el literato checo una como una especie de tertium quid o ins-
suerte de lugar de encuentro para los dos tancia mediadora entre la literatura y la
ámbitos —el de la descripción y el de la ciencia. A pesar de los notables esfuerzos
valoración— que Weber había separado de Lépenles la hipótesis se resiste sin em-
(tal vez con excesiva e injustificable con- bargo a ser probada.' La pretensión inicial
tundencia). de la sociología —^ya en Weber— y su
El segundo de los ensayos, Las huellas evolución posterior, ponen de manifiesto
de Fausto, vuelve a colocar a Weber en el su preferencia científica (e incluso cienti-
centro del debate. Pero aquí los términos fista). Tal preferencia inhabilita al discur-
se invierten. Si en el anterior el sociólogo so sociológico para erigirse en espacio
surtía de materiales al literato (se pueden de mediación. Y es que tal vez el sufíjo
detectar analogías e irifluenciá), en el pre- -logia aparece siempre como expresión y
sente es la literatura la que reclama una cauce de la ya mencionada rivalidad an-
cierta primacía: en Weber, y aun más allá, cestral entre el discurso científico y el len-
suena la voz (nunca apagada) de Goethe. guaje literario.
El concepto de «afinidades electivas» y el El planteamiento de J.M. González en-
contexto en el que se constituye,^ el deba- saya implícitamente otra vía en la que la
te entre ética y estética que formula el ci- filosofía se sugiere como lugar común,
clo de Wilheím Meister,^ la cuestión del como ámbito de encuentro entre la litera-
destino tal y como se plantea y resuelve tura y la ciencia. Efectivamente, los textos
en Faust, aparecen como lugares teóricos que aquí consideramos no son ni literarios
que la sociología weberiana tiene siempre ni sociológicos (la más distraída de las
ante sí. lecturas es capaz de percibirlo) sino filo-
Ambos textos son incontestables en sóficos, y la filosofía se muestra en ellos
cuanto a la consecución de sus respecti- como discurso implicante, tal vez el único

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adecuado para acoger equilibradamente el lidad que la categorización científica. No


lenguaje literario y el científico. es intrascendente que podamos seguir ha-
El interés -sófico es esencialmente más blando de quijotismo, que épocas o inicia-
amplio que el -lógico. No le conciemen tivas queden perfectamente definidas con
tan sólo cuestiones de coherencia formal, la palabra/diufico, que sea contundente y
adecuación metodológica y verdad objeti- preciso hablar de procesos y organizacio-
va. Tampoco concibe el objeto únicamen- nes kaflcianos, que un paisaje o espectácu-
te bajo la especie de lo empírico, del lo se nos aparezca como dantesco.
agregado mensurable de hechos y las re- Las mencionadas categorías —entre
laciones que los unen formando organis- otras— basan su universalidad precisa-
mo, estructura o sistema. A la filosofía mente en el hecho de no reflejar la coyun-
—aun en sus formas más escépticas— le tura tal cual es, de renunciar a priori a la
inquieta el ámbito meta-físico, siquiera en objetividad de la descripción. Operan, por
cuanto proyección, no desdeña la cuestión el contrario, un desplazamiento herme-
del valor; tampoco se inhibe ante el pro- néutico que sortea el carácter contingente
blema estético. o circunstancial para alcanzar la nervadu-
Y en el terreno de lo social se pone es- ra arquetípica de la situación que les sirve
pecialmente de manifiesto que la filosofía de soporte. Tiene razón J.M. González
no acepta la restricción -lógica cada vez cuando descubre la condición prototípica
más orientada al cómputo y la medición, del «guardián de la ley» kafkiano. Creo
sino que incorpora reflexiones de diversa que se equivoca, sin embargo, al hallar en
índole entre las cuales destaca la intromi- la presunta literalidad de Kafka el funda-
sión literaria. mento que hace que sus personajes y es-
En el fondo de la disposición filosófica cenas se conviertan en prototipos. «Uno
a acoger el elemento literario late una tri- de los mecanismos literarios de Kafka
ple sospecha: la de que hay una objetivi- —afirma el autor— consiste en tomar al
dad no sinónima de la mera empiría; la de pie de la letra determinadas expresiones,
que hay una verdad más amplia que la imágenes, metáforas o situaciones. En el
objetiva; la de que incluso la verdad —en caso de "En la colonia penitenciaria", lle-
el supuesto de que se avenga a compare- va a sus últimas consecuencias la idea de
cer— deja intacto el ámbito del sentido.* la burocracia como aparato, convertido
Esta triple sospecha obliga a la filosofía ahora en una maquinaria de exterminio
a dirigir su mirada también a la literatura, [...]. El aparato burocrático [...] si^re una
depósito inagotable de saber e ignorancia, metamorfosis literaria y se transforma en
verdad y error, añoranza y anhelo. Y lo el aparato singular concebido por un anti-
que descubre allí no es un fárrago insen- guo comandante de una colonia peniten-
sato sino las ruinas y cicatrices que con- ciaria para llevar a cabo las frecuentes
forman la memoria colectiva (una memo- ejecuciones.»'
ria colectiva que —por supuesto— no La operación típicamente kafkiana con-
acepta de buen grado límites convencio- siste en «llevar hasta sus últimas conse-
nales como los de nación, estado, etc.). cuencias», a través de la mencionada me-
Se aprecia —en primer lugar— que la tamorfosis literaria, hechos y situaciones
categorización que procede de la literatu- que, por lo tanto, no son tomados al pie
ra, a pesar de no someterse a estrictas di- de la letra. La máquina que inscribe la
rectrices metodológicas y precisamente sentencia en el cuerpo del condenado has-
por ello, tiene mayor vigencia y universa- ta el límite de la muerte y aun más allá.

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los caminos que conducen y extravían en De esta forma hay que entender lo que
el acceso al castillo, los vericuetos entre antes señalábamos al respecto de que las
los que se demora hasta el inñnito una figuras literarias —cuando llevan el len-
carta, la ingente dimensión sociopolítica guaje al extremo— son más reales cuanto
de la muralla, no se adecúan a ninguna menos verídicas. La realidad producida
situación empírica, y sin embargo la con- entra en relación tensional con la verdad
tienen. Paradójicamente, son paisajes más de la ciencia, que se pretende, jurídica-
reales cuanto menos verídicos. mente hablando, toda la verdad; sólo la
La metamorfosis literaria se produce verdad, parece decir el literato cuando se
en la colisión de lo objetivo y lo subjeti- encamina hacia la hipérbole, cuando a tra-
vo; y el producto del choque es metáfora vés de la sinécdoque reduce la compleji-
o hipérbole, construcción, en cualquier dad visible a su núcleo fundamental,
caso, que lleva al límite —a las últimas cuando a través de una metáfora desplaza
consecuencias— la idea o el dato aportan- el punto de vista mostrando al entorno, no
do sentido a la «verdad» percibida. Kafka ya su fiel fotografía o reflejo especular,
y Goethe son exponentes máximos de sino su caricatura, ese otro reflejo perver-
este ejercicio, extraordinariamente difícil so al que aludía Valle-Inclán al definir el
(y cuyo valor se pone de manifiesto en esperpento.
los ensayos que aquí comentamos). Lo específico de la metamorfosis litera-
En ambos casos la litraatura rehusa ser ria —que de esta forma introduce la le-
mero reflejo fiel (mimesis) del entorno. yenda en la historia— radica en que el es-
También rechaza convertirse en mera ex- critor no se relaciona con la realidad obje-
presión subjetiva. En el espacio en que tiva, sea natural, sea socialmente consti-
objetividad y subjetividad coinciden, qui- tuida, a partir de la pura y mera conscien-
zá para anularse mutuamente, surgen las cia; pero tampoco en la más absoluta or-
figuras plet(kicas de sentido de Fausto o fandad con respecto a ella. Frente a las
de la colonia penitenciaría: allí las preocu- posturas extremas de Valéry (écrire en
paciones íntimas del escrítcn- y el esquema toute conscience et darts une entiére luci-
de la realidad objetiva desaparecen como dité) y Shelley {the mind in creation is a
tales para quedar fijados en un entramado fading coal), cabe una tercera, que intro-
que supera ambas contingencias. Por eso, duce la imaginación como soporte de la
las huellas de Fausto son perceptibles des- creatividad literaria.
pués de Goethe y, sin duda, antes. Por eso La imaginación está en la base del re-
cabe hablar de afinidades electivas entre lato (literario); y no consiste en el simple
Weber y Kafka, pero también entre Kafka desvanecimiento de la consciencia sino en
y HoUies, y tal vez Maquiavelo, y tal vez la complicidad con lo inconsciente (el
Platón. La categoría generada en la meta- magical accident de Dylan Thomas) que
morfosis literaria no es tan minuciosa- posibilita una relación diferente (no en
mente descriptiva como la conseguida a términos de oposición) entre lo propio y
través del trabajo científico, no se adecúa lo ajeno, entre lo objetivo y lo subjetivo.
a la circunstancia en todas y cada una de De ello resulta que, cuando el lengua-
sus manifestaciones; tiene la primera, por je literario llega al extremo, la imagina-
el contrario, mayor profundidad y ampli- ción produce figuras autónomas con res-
tud, mayor potencialidad hermenéutica, pecto al sujeto y al entorno, figuras que
puesto que su sentido no depende de la acogen simultáneamente lo propio enaje-
inmediatez del entorno.' nado y lo ajeno imaginariamente apro-

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piado. Resulta evidente que Don Quijote ideales de Weber a los prototipos, que yo
no es Cervantes y que La Mancha no es llamaría reales, de Kafka es un ejemplo
una región geográficamente cincunscri- de lo anteriormente dicho. Si los primeros
bible. Don Quijote, como Fausto, como se adecúan al análisis y a la descripción
Hamlet, como la colonia penitenciaria o del conjunto social (típico), los segundos
Macondo, pertenecen al régimen imagi- se elevan sobre cualquier coyuntura, in-
nario, transpersonal y extraterritorial, quietando a todas ellas desde su extraterri-
desde el que dialogan tanto con sujetos torialidad imaginaria. Se presentan, no
individualmente considerados como con como operador analítico sino como molde
descripciones y teorías que pretenden hermenéutico.
«decir la verdad» con referencia a he- Este desnivel entre la literatura y la
chos y situaciones dados. ciencia no hace imposible el diálogo entre
Y si es cierto que las ciencias, por re- ellas, no detiene el intercambio. J.M.
ducir la realidad a objetividad y ésta a González prueba sufícientemente en sus
empiría, pueden prescindir del espacio textos que tal diálogo se produce de he-
imaginario (de cuya existencia hay infini- cho y que es fecundo tanto para la cons-
dad de pruebas), la filosofía, en rigor, no trucción científica como para la creación
puede. literaria. Por otra parte, entre la literatura
En el espacio imaginario se acumulan y la ciencia se hdla la filosofía (que to-
constelaciones de sentido que, dada su au- lera, además, zonas de intersección con
tonomía, se sobreponen a cualquier cir- ambas).
cunstancia. Se trata, por lo tanto, de un La filosofía —^siempre crepuscular, tal
espacio móvil, en constante transforma- y como la caracterizó Hegel con la bella
ción e incremento, y tan real como el imagen del buho de Minerva— se sitúa
mundo objetivo. Tal vez a esa realidad entre el día de la claridad analítico-des-
alude Shakespeare cuando habla de «la criptiva y la noche onírica y confusa.
materia de los sueños». Ocupa el espacio intermedio y mediador
Lo cierto es que la filosofía, en cuyo entre la luz y la sombra; interroga tanto a
fondo late la pregunta por el valor de las la ciencia como a la literatura. Concernida
verdades y el sentido de los valores, no por ambas, se insinúa desde siempre
necesita sólo instrumentos analíticos sino como lugar de transición, nunca ocupado
también posibilidades hermenéuticas. Y si del todo, siempre presto a incorporar una
los primeros los ofrece la ciencia, las se- nueva posibilidad. Lugar hermenéutico,
gundas se gestan en el espacio imaginario, en una palabra, que requiere imágenes y
del que la literatura es adecuada manifes- conceptos, figuras y esquemas, para con-
tación. El desplazamiento que la meta- jugar, siquiera de forma tenue y efímera,
morfosis literaria produce de los tipos el lenguaje del sentido.

NOTAS

1. Junto a la anunciada presencia de Max, es re- 4. W. Lepenies, Die drei Kulturen, Munich, Han-
señable la adecuada mención en el texto del «segun- ser Veriag, 1985.
do» de los Weber, Alfred, y particularmente de su 5. Y eso teniendo en cuenta que la mencionada
artículo «Der Beomte». obra toma conx) objeto de análisis la sociología en
2. Las huellas..., p. 49 ss. su evolución hasta la segunda guerra mundial, perio-
3. IbüL, pp. 100 ss. do de nacimiento y primeros desairollos. La sociolo-

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gfa actual, piedominantemente científica, haiía aún sica del sentido, Bilbao, Universidad de Deusto,
más improbable la hipótesis de Lepenies. 1989.
6. Valga al respecto la frase de G.K. Chester- 7. La máquina..., pp. 213-214. (Los subrayados
ton: «Ha caído sobre nosotros algo que pocas ve- son míos.)
ces cae sobfB los hombres y que es acaso lo peor 8. Véanse ad hoc: J. Campbell, Las máscaras de
que les puede caer encima. [...] Hemos descubierto Dios, vol. IV, Mitología creativa, Madrid, Alianza,
la verdad y la vendad no tiene sentido». Véase al 1992; C. Durond, De la mitocrítica al mitoanálisis,
respecto de esta problemática A. Ortiz-Osés, Metcfi- Barcelona, Anthropos, 1993.

LA DEMOCRACIA COMO CONQUISTA P O L m C A Y COMO LOGRO


EVOLUTIVO IMPROBABLE

Ángel Rivera Rodríguez


Universidad Autónoma de Madrid

NiKLAS LuHMANN, Teoría política últimos, en la obra del autor que comenta-
en el Estado de Bienestar mos hay un rechazo de las pretensiones
(pról. y trad. de Femando Vallespín), epistemológicas contenidas en la metáfora
Madrid, Alianza, 1993,170 pp. del «espejo de la naturaleza», se abando-
na la idea de fundamentación, de puntos
arquimédicos externos a la propia obser-
Niklas Luhmann es autor poco conocido vación y se hace sitio a la paradoja dentro
y traducido en España. Su nombre resulta de la teoría. Es más, la reflexión de Luh-
algo faniiliar como contertulio polémico mann está dirigida de manera sarcástica e
de Jürgen Habermas' pero poco por los irreverente, precisamente, contra estos re-
méritos de su ya impresionante obra. Hay tazos del pensamiento ilustrado. Para él,
por ello motivos para congratularse de la la Ilustración, como forma de pensamien-
aparición de estos textos políticos del so- to, es cosa del pasado arrumbada en la
ciólogo teórico alemán.^ Las razones, a mi obsolescencia por la complejidad de la so-
parecer, que explican esta ausencia radi- ciedad contemporánea. Su trabajo, en su
carían, en parte, en las características pe- autocomprensión, será precisamente un
culiares del esfuerzo teórico desplegado ejercicio de ilustración de la Ilustración,
por Luhmann: la construcción de una de desacralización iconoclasta de ese, ya,
original teoría general de la sociedad. viejo pensamiento europeo. Media, por
En efecto, parece que a estas alturas de tanto, una gran diferencia entre la, no obs-
la modernidad, o de la posmodemidad, tante, exagerada ambición teórica del so-
esa modernidad resentida de las grandes ciólogo alemán y los grandes relatos del
teorías, tales esfuerzos parecen abocados pasado, no quizás en el alcance que se
al fracaso y la indiferencia. Y sin embar- otorga a la teoría pero sí profundamente
go, la obra de Luhmann refleja un carác- en el estatuto de ésta. Como nos dice F.
ter bien distinto del que tenían los grande Vallespín en su introducción al libro:
relatos que intentaron vertebrar nuestro «Observador y observado forman parte
pasado inmediato. A diferencia de estos del mismo objeto descrito, y lo quiera o

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