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Los microorganismos respiran continuamente y la tasa de respiración es un índice confiable de la

tasa de crecimiento. Los factores que afectan el crecimiento también influyen en la respiración
en el mismo grado (Carmona et al., 2006).

Las tasas de descomposición y liberación de los nutrientes están determinadas por la calidad de la
materia orgánica. La calidad del material vegetal es definida por los constituyentes orgánicos y los
contenidos de nutrientes. La calidad del carbono de un material orgánico depende de las
proporciones del carbón soluble, la celulosa (hemicelulosa) y la lignina; en este caso la calidad se
refiere a la energía disponible para los organismos descomponedores (Sánchez et al., 2008).

Durante las etapas iniciales de la descomposición de los materiales orgánicos recientemente


incorporados hay un rápido aumento en el número de organismos heterótrofos, acompañado por la
emisión de grandes cantidades de CO2 (Havlin et al., 1999).

El tratamiento más fresco, que no tuvo ningún proceso de descomposición anterior a la incubación,
fue el lupinus verde, el cual desprendió mayor cantidad de CO2 (649.44 mg de CO2 g-1), esto
coincide con los resultados obtenidos por Contreras et al., (2006) que incubaron diferentes
materiales y obtuvieron que la gallinaza y el estiércol de caprino muestran una mejor repuesta
inicial, en lo que a la activación de los microorganismos del suelo se refiere, mientras

el vermicompost presenta un comportamiento similar al del control. El C de la gallinaza se


mineraliza en un 34- 35%, en las primeras cuatro semanas de la incubación y, por su parte, el
vermicompost muestra una mineralización del C de apenas un 3-4%, independientemente del suelo
al cual se añade. Esto sugiere que del vermicompost podría hacerse un uso más extendido, en
cualquier tipo de suelo, dado que este abono suministra un aporte importante de carbono
orgánico humificado el cual contribuye al restablecimiento de la materia orgánica nativa del suelo
y causa mejoras en la calidad física del mismo, además de la disponibilidad lenta de los nutrientes
contenidos en él.

A medida que transcurre la incubación, los sistemas comienzan a entrar en la etapa de estabilidad
por cuanto el material, recientemente añadido de fácil degradación, comienza a agotarse y, por lo
tanto, el número de microorganismos disminuye al igual que el desprendimiento de CO2.

Esto se vincula a la degradación inmediata de las fracciones orgánicas lábiles presentes en el


material añadido, con la consecuente producción de energía para el crecimiento
de los microorganismos (Rivero y Hernández, 2001).
(Rivero y Hernández, 2001). Estos resultados coinciden con los obtenidos por Stott
et al. (1986), quienes indicaron que las diferencias significativas en la descomposición de residuos,
sólo son detectables como máximo hasta treinta días posteriores a la incorporación de los materiales
orgánicos (Rivero y Hernández, 2001).

Acumulación de CO2 de Diferentes Abonos


Orgánicos
La cantidad de C-CO2 acumulado desprendido por la actividad biológica de las mezclas de los
abonos orgánicos de lupinus incubadas durante un período de cuatro semanas muestra como la
aplicación del residuo fresco provoca un incremento de la respiración respecto
al compost y vermicompost (Figura 2). Durante los primeros 20 días de incubación, el
proceso de emisión de CO2 fue bastante intenso, aumentando más en los primeros 20 días (2538.95
mg de CO2 g-1 en compost, 3735.87 mg de CO2 g-1 vermicompost y 8177.71 mg de CO2 g-1 en lupinus
verde) (Figura 2).
Este incremento se puede atribuir al contenido de C orgánico presente en los materiales de partida,
los cuales suministraron el sustrato necesario para la proliferación de los microorganismos
responsables de la descomposición. La actividad de los microorganismos que intervienen al inicio
del proceso es máxima, como consecuencia de tener a su alcance gran cantidad de
compuestos fácilmente biodegradables procedentes de los materiales orgánicos de partida (Acosta
et al., 2006). Dos tratamientos con un proceso de descomposición (compost y vermicompost)
anterior a la incubación muestraron un menor incremento de la respiración, esto se debe a que estos
tratamientos contienen material de más difícil descomposición.

Ayuso et al. (1996), indican que mientras más estable es la materia orgánica, la emisión de CO2 y la
Actividad microbiana son menores ya que existe menos material de fácil descomposición lo que
impide la degradación por parte de los microorganismos.

pone de manifiesto, que en el proceso global de la mineralización de carbono


se definen secuencialmente y alternativamente dos etapas fundamentales. La primera etapa
corresponde al incremento en la actividad biológica y a la degradación por parte de los
microorganismos de sustancias fácilmente biodegradables tales como azúcares, lípidos,
fenoles, ácidos orgánicos,

los cuales estimulan tanto el crecimiento como la respiración de un gran número de


microorganismos, ya que son fuente de carbono y energía, de rápida utilización y de bajo costo. La
segunda etapa definida, está descrita por la disminución en el desprendimiento de C-CO2, la cual
define también un decrecimiento en la actividad biológica, como consecuencia de la disminución de
las sustancias fácilmente biodegradables, provocando así su estabilización al final del proceso

Las altas intensidades iniciales de emisión de CO2, reflejarían la presencia de carbono de


disponibilidad inmediata en los sustratos orgánicos provenientes de compuestos fácilmente
degradables (Santibáñez et al., 2006).

El carbono final en los compost contribuye a mantener fracciones más estables, ya que los de fácil
descomposición empiezan a agotarse, aumentando la relación C/N.
Esto evidencia el agotamiento del sustrato carbonado más lábil, los pequeños incrementos hacia el
final de la incubación obedecen a la descomposición del material recalcitrante. Además, se debe
considerar la dinámica del carbono unido a la biomasa microbiana misma: muerte de las
células y reutilización del sustrato

La mineralización se puede determinar por medio de la tasa de liberación de CO2. Partiendo de


materia orgánica fresca se presenta una etapa muy activa, que corresponde a la liberación de
materiales orgánicos lábiles (azúcares, amino-azúcares, aminoácidos y ácidos

seguida de una segunda etapa en la que la actividad biológica es decreciente. En ella se quedan
los materiales recalcitrantes (Acosta, 2006).

En el presente estudio, aunque los compost tuvieron un incremento en la evolución del C-CO2 este
fue significativamente menor que en el tratamiento con lupinus fresco. Tal comportamiento podría
explicarse por una menor cantidad de carbono disponible para los microorganismos debido al
mayor grado de estabilidad que alcanzó el lupinus al ser compostado y vermicompostado contra el
lupinus fresco sin compostar, ya que durante el proceso de compostaje, los microorganismos
rompen la materia orgánica y producen CO2, agua, humus, el producto orgánico final más estable
y calor
Los mejoradores orgánicos estables mantuvieron e incrementaron el contenido de materia orgánica
al permitir una menor perdida de C orgánico en forma de CO2.

minimizar la alteración y erosión del suelo,


aumentar los residuos de cultivos retenidos en el suelo,
maximizar el uso eficiente de agua y nutrientes por el sistema de producción del cultivo

Residuos de cultivos

Los restos o residuos del cultivo incluyen pequeñas ramas, hojas, raíces,
paja y otras partes de las plantas que permanecen tras la cosecha.
Contienen aproximadamente un 45% de carbono y son los principales
precursores de materia orgánica (Jarecki y Lal 2003, Porta et al. 2003).
Además de aportar numerosos beneficios al suelo, es una de las prácticas
más idóneas para fijar carbono. La cantidad de carbono que puede
almacenar el suelo, sin embargo, dependerá de la cantidad añadida y del
ratio de descomposición, por lo que los valores varían mucho según el tipo
de cultivo
Cubierta vegetal
La cubierta vegetal favorece la fijación de carbono al aumentar la entrada de residuos y permitir
que el suelo esté cubierto por vegetación en periodos críticos (Jarecki y Lal 2003). Al igual que al
añadir restos de cultivos, la cantidad de carbono que puede quedar almacenada depende de la
cantidad y el tipo de resto vegetal. La cubierta presenta la ventaja de que todo el CO 2 que es fijado
por la fotosíntesis puede ser almacenado en el suelo, ya que no se retira nada en la cosecha.

La entrada total de carbono al suelo, incluyendo biomasa aérea, raíces y exudados radiculares, en
los dos manejos estudiados se muestra en las Tablas 4 y 5.

El cambio de manejo a cultivo ecológico incrementó significativamente la cantidad de carbono que


se añadía al suelo, indicando una mayor retirada de CO 2 atmosférico por parte de la vegetación
(olivar y cubierta) y su depósito en el suelo. Los resultados obtenidos en este trabajo indicaron que
el uso de cubierta vegetal no solo aporta gran cantidad de carbono por parte de la biomasa aérea,
sino que el principal aporte se realiza en profundidad por parte del sistema radicular del olivo y de
la vegetación adventicia. La mayor adición total de carbono al suelo de la finca de El Tobazo dio
lugar a una mayor concentración final de CO; sin embargo, no se registraron diferencias
significativas entre las dos localizaciones.

No existen referencias en la bibliografía sobre la entrada de carbono al suelo en cultivos de olivar.


Sin embargo, en sistemas de sabana en Kenia, ecosistemas con un estrato arbóreo similar a una
cubierta ecológica y árboles salpicados, Jenkinson et al. (1999) estimaron un input entre 3,73 y
4,24 Mg C ha-1 año-1. Los valores obtenidos en este trabajo fueron significativamente más altos que
los registrados en la bibliografía. Este hecho se debe en primer lugar a la presencia de los olivos
que favorecen la fijación de carbono a través de su sistema radical. Además, todo el carbono fijado
por la vegetación adventicia a lo largo del año se devuelve al suelo, por lo que los altos valores
obtenidos indicaron la alta productividad del olivar ecológico.

la microbiota responsable de los procesos de descomposición de los substratos


orgánicos (fracción lábil) y de la resíntesis de sustancias que dan origen a otros
productos metabólicos como mucílagos, gomas, ácidos, enzimas, polisacáridos
extracelulares y por supuesto CO2. De tal manera que la medición del dióxido de
carbono respirado es una estimación de la actividad y, por lo tanto, de la presencia
microbiana; tal actividad varía en función de diferentes factores, como el uso del suelo,
mineralogía, cobertura vegetal, prácticas de manejo, calidad de los residuos que
entran al sistema (Mora, 2006). Las prácticas de cultivos ejercen numerosos efectos
biológicos directos e indirectos sobre las poblaciones microbianas del suelo. La
influencia del arado es muy intensa sobre las poblaciones de bacterias inmediatamente
después de la ruptura del suelo, el número de microorganismos aumenta 20 ó 30
veces. Esto debido a la modificación de las condiciones de porosidad y por lo tanto del
flujo de gases y agua a través de los espacios vacíos (Mora, 2006).
En el estudio realizado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC, 1993), donde
se evaluó la distribución de las poblaciones de hongos, actinomicetos y bacterias, bajo
diferentes usos de la tierra, se llegó a la conclusión de que los suelos bajo bosque
presentan el más alto índice de diversidad y de riqueza biológica, como también la tasa
más alta de producción de CO2

Suelo arado
El incremento en el contenido de la humedad del suelo podría permitir un aumento en la resistencia del
suelo a la difusión de gases inhibiendo el desplazamiento del CO2 del suelo hacia la atmósfera (Cavalier &
Goldstein 1989, Cavalier 1990).

La labranza tradicional (LT) consiste comúnmente en el paso de arado y rastra sobre el suelo
con el propósito de facilitar las labores agrícolas. El método de LT implica la inversión de la
capa superficial del suelo y la quema de rastrojos no deseados del cultivo anterior (Acevedo y
Silva, 2003). Estas prácticas tienen como consecuencia, entre otras, el aumento de C liberado
como CO2 hacia la atmósfera. Ello debido, a que al realizarse la labranza existe una mayor
oxidación de la materia orgánica del suelo (MOS) producto de la alta actividad de
microorganismos estimulados por el mayor nivel de oxígeno causado por la inversión de la
capa de suelo (Acevedo y Silva, 2003), además de la quema de rastrojos. Otra consecuencia de
estas prácticas es una mayor exposición del suelo a los principales agentes erosivos (viento y
agua). Se estima que la labranza intensiva ha sido responsable de pérdidas de entre 30 y 50%
de C orgánico desde la incorporación de nuevos suelos a los sistemas de cultivos tradicionales
(Acevedo y Silva, 2003). Según un estudio realizado por Reicosky (1997), distintas intensidades
de labranza generaran flujos de C a la atmósfera en distinto grado al momento de realizarse
una labranza. Así, el sistema de labranza más invasivo en su estudio registra, en las 5 horas
posteriores a la labranza, un flujo de 81 g CO2 m-2. Luego, los sistemas menos invasivos
registraron una media de 21 g CO2 m-2, y por último, la cero labranza (CL) 6 g CO2 m-2. Por otra
parte, se calcula que las práctica de la LT en Chile ha provocado mermas de suelo por erosión
hídrica y eólica, encontrándose actualmente unas 11,5 millones de hectáreas con grado de
erosión grave y muy grave (CONAMA, 1994).

bosque
La respiración del suelo (RS) en ecosistemas boscosos se considera como el segundo flujo de carbono (C)
más importante que se establece entre la biosfera y la atmósfera, jugando un papel crítico en la dinámica
del ciclo global del C: representa el 70% del metabolismo en bosques templados y alcanza un 37% del total
del C terrestre en bosque tropicales (Raich & Schlesinger 1992, Dixon et al. 1994, Law et al. 2002). La RS
integra la respiración radicular, la actividad heterótrofa de los edafobiontes que reciclan el carbono
procedente de la caída de hojarasca, y en menor proporción, la oxidación química de los compuestos de C
contenidos en el horizonte orgánico del suelo (Lloyd & Taylor 1994,

la biomasa radicular, la actividad microbiana, las propiedades químicas del suelo y la calidad de la hojarasca,
por lo tanto afectan directa e indirectamente la respiración del suelo.

Este enriquecimiento diferencial de nitrógeno edáfico en el matorral podría explicarse con base en los
aportes de hojarasca y las bajas tasas de retención de nitrógeno foliar

Las leguminosas presentan un beneficio adicional como mejoradoras del suelo


desde el punto de vista de la fertilidad, ya que tienen la propiedad de fijar el
nitrógeno atmosférico en los nódulos radiculares. La fijación de nitrógeno que
se realiza en estos nódulos es aportado al suelo una vez han envejecido o
muerto las raíces, siendo fácilmente aprovechado por otras plantas tales como
las gramíneas con las que crecen asociadas. La cantidad de nitrógeno fijado
por las leguminosas puede variar de 20 a 560 kg anuales por hectárea,
dependiendo del tipo de suelo y de la humedad disponible. Esta particularidad
de fijar nitrógeno le otorga a las leguminosas la facultad de habitar en suelos
de fertilidad pobre, sin que esto afecte significativamente su producción y
calidad de biomasa (11).

En bosques tropicales, el factor que mayor influencia tiene sobre la variación temporal de la tasas de
respiración del suelo no es tanto la temperatura edáfica sino el contenido de agua o la precipitación debido
a que la temperatura del suelo es relativamente constante (Kursar 1989, Davidson et al. 2000).

El incremento en el contenido de la humedad del suelo podría permitir un aumento en la resistencia del
suelo a la difusión de gases inhibiendo el desplazamiento del CO2 del suelo hacia la atmósfera (Cavalier &
Goldstein 1989, Cavalier 1990).

CAVELIER, J. & G. GOLDSTEIN. 1989. Mist and fog interception in tropical elfin cloud forests. J. Trop. Ecol. 5: 309-
322

MORA-OSEJO, L.E. 2004. Respuestas adaptativas de plantas del páramo de bioforma contrastante, frente a las
fluctuaciones acentuadas del clima y del foto período. Simposio: Ecología y fisiología de plantas tropicales de
alta montaña, pp. 102-114. VIII Congreso latinoamericano y II Colombiano de Botánica.

En los primero cinco días de la incubación se observaron mayores variaciones, producto de los
microorganismos ante la presencia de un material reciente y rico en sustancias fácilmente
degradables como proteínas y azúcares que varían con el tipo de material (Lerch et al., 1992).
Con respecto al menor valor de materia org·nica en el tratamiento PA se conoce el efecto de los
·rboles sobre la rata de descomposiciÛn de materia org·nica. La sombra de las copas y la cobertura
de la litera reducen la temperatura del suelo y disminuyen la actividad microbiana (Young, 1997).
Este efecto puede reducirse en los tratamientos P y aquellos ambientes con arbustos, en el primer
caso por la simplificaciÛn del sistema que presenta incrementos de temperatura, y en los dem·s
con la presencia de materia org·nica de descomposiciÛn r·pida, proveniente de los arbustos.

El balance entre los procesos de aporte de materia orgánica al suelo y mineralización esta·
determinado, en gran parte, por la interacción de la temperatura y la humedad. Así, pequeñas
diferencias pueden ser explicadas por variaciones en las tasas de incorporación y desintegración
de la materia orgánica debido a la mayor actividad microbiana en altas temperaturas y humedad
adecuada para la actividad microbiana, que caracterizan estos suelos

Cubierta vegetal
La cubierta vegetal favorece la fijación de carbono al aumentar la entrada de residuos y permitir
que el suelo esté cubierto por vegetación en periodos críticos (Jarecki y Lal 2003). Al igual que al
añadir restos de cultivos, la cantidad de carbono que puede quedar almacenada depende de la
cantidad y el tipo de resto vegetal. La cubierta presenta la ventaja de que todo el CO 2 que es fijado
por la fotosíntesis puede ser almacenado en el suelo, ya que no se retira nada en la cosecha.

Residuos de cultivos
Los restos o residuos del cultivo incluyen pequeñas ramas, hojas, raíces, paja y otras partes de las
plantas que permanecen tras la cosecha. Contienen aproximadamente un 45% de carbono y son
los principales precursores de materia orgánica (Jarecki y Lal 2003, Porta et al. 2003). Además de
aportar numerosos beneficios al suelo, es una de las prácticas más idóneas para fijar carbono. La
cantidad de carbono que puede almacenar el suelo, sin embargo, dependerá de la cantidad
añadida y del ratio de descomposición, por lo que los valores varían mucho según el tipo de cultivo.

En general, los resultados obtenidos muestran como el empleo de un manejo del suelo que
favorezca la entrada de residuos vegetales incrementa la concentración de CO y su fijación por el
suelo en cantidades muy elevadas. Los altos valores registrados se deben, en primer lugar, a que
han sido estimados para el primer año tras el cambio de manejo. Como puede observarse en la
Figura 2, el incremento de CO disminuye con el tiempo conforme el suelo se aproxima a un nuevo
estado de equilibrio. Por otro lado, autores como Vleeshouwers y Verhagen (2002) ya han
señalado que en España, las tasas de mineralización son menores que en otros lugares de Europa
debido a las características climáticas propias de esta zona, por lo que la capacidad de fijación de
CO2 atmosférico es mayor

La cantidad de C-CO2 desprendido por la actividad biológica de los diferentes abonos orgánicos
incubados durante 30 días provocó un incremento de la respiración en el tratamiento de lupinus
verde respecto al compost y vermicompost y fue estadísticamente superior
(P = 0.05).
Contreras et al., (2006) que
incubaron diferentes materiales y obtuvieron que
la gallinaza y el estiércol de caprino muestran una mejor
repuesta inicial, en lo que a la activación de
los microorganismos del suelo se refiere, mientras
el vermicompost presenta un comportamiento similar al
del control. El C de la gallinaza se mineraliza en un 34-
35%, en las primeras cuatro semanas de la incubación
y, por su parte, el vermicompost muestra una
mineralización del C de apenas un 3-4%,
independientemente del suelo al cual se añade. Esto
sugiere que del vermicompost podría hacerse un uso
más extendido, en cualquier tipo de suelo, dado que este
abono suministra un aporte importante de carbono
orgánico humificado el cual contribuye al
restablecimiento de la materia orgánica nativa del suelo
y causa mejoras en la calidad física del mismo, además
de la disponibilidad lenta de los nutrientes contenidos en
él.

A medida que transcurre la incubación, los sistemas comienzan a entrar en la etapa de estabilidad
por cuanto el material, recientemente añadido de fácil degradación, comienza a agotarse y, por lo
tanto, el número de microorganismos disminuye al igual que el desprendimiento de CO2.

En los primeros días de las incubaciones se observaron las mayores variaciones, producto de la
Actividad de los microorganismos ante la presencia de un material reciente y rico en sustancias
fácilmente degradables como proteínas y azúcares que varían con el tipo de material (Lerch et al.,
1992). Los incrementos registrados se concentraron básicamente en los primeros 10 días posteriores
a la incorporación. Esto se vincula a la degradación inmediata de las fracciones orgánicas
lábiles presentes en el material añadido, con la consecuente producción de energía para el
crecimiento de los microorganismos (Rivero y Hernández, 2001). Estos resultados coinciden con
los obtenidos por Stott et al. (1986), quienes indicaron que las diferencias significativas en la
descomposición de residuos, sólo son detectables como máximo hasta treinta días posteriores
a la incorporación de los materiales orgánicos (Rivero y Hernández, 2001).

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