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tasa de crecimiento. Los factores que afectan el crecimiento también influyen en la respiración
en el mismo grado (Carmona et al., 2006).
Las tasas de descomposición y liberación de los nutrientes están determinadas por la calidad de la
materia orgánica. La calidad del material vegetal es definida por los constituyentes orgánicos y los
contenidos de nutrientes. La calidad del carbono de un material orgánico depende de las
proporciones del carbón soluble, la celulosa (hemicelulosa) y la lignina; en este caso la calidad se
refiere a la energía disponible para los organismos descomponedores (Sánchez et al., 2008).
El tratamiento más fresco, que no tuvo ningún proceso de descomposición anterior a la incubación,
fue el lupinus verde, el cual desprendió mayor cantidad de CO2 (649.44 mg de CO2 g-1), esto
coincide con los resultados obtenidos por Contreras et al., (2006) que incubaron diferentes
materiales y obtuvieron que la gallinaza y el estiércol de caprino muestran una mejor repuesta
inicial, en lo que a la activación de los microorganismos del suelo se refiere, mientras
A medida que transcurre la incubación, los sistemas comienzan a entrar en la etapa de estabilidad
por cuanto el material, recientemente añadido de fácil degradación, comienza a agotarse y, por lo
tanto, el número de microorganismos disminuye al igual que el desprendimiento de CO2.
Ayuso et al. (1996), indican que mientras más estable es la materia orgánica, la emisión de CO2 y la
Actividad microbiana son menores ya que existe menos material de fácil descomposición lo que
impide la degradación por parte de los microorganismos.
El carbono final en los compost contribuye a mantener fracciones más estables, ya que los de fácil
descomposición empiezan a agotarse, aumentando la relación C/N.
Esto evidencia el agotamiento del sustrato carbonado más lábil, los pequeños incrementos hacia el
final de la incubación obedecen a la descomposición del material recalcitrante. Además, se debe
considerar la dinámica del carbono unido a la biomasa microbiana misma: muerte de las
células y reutilización del sustrato
seguida de una segunda etapa en la que la actividad biológica es decreciente. En ella se quedan
los materiales recalcitrantes (Acosta, 2006).
En el presente estudio, aunque los compost tuvieron un incremento en la evolución del C-CO2 este
fue significativamente menor que en el tratamiento con lupinus fresco. Tal comportamiento podría
explicarse por una menor cantidad de carbono disponible para los microorganismos debido al
mayor grado de estabilidad que alcanzó el lupinus al ser compostado y vermicompostado contra el
lupinus fresco sin compostar, ya que durante el proceso de compostaje, los microorganismos
rompen la materia orgánica y producen CO2, agua, humus, el producto orgánico final más estable
y calor
Los mejoradores orgánicos estables mantuvieron e incrementaron el contenido de materia orgánica
al permitir una menor perdida de C orgánico en forma de CO2.
Residuos de cultivos
Los restos o residuos del cultivo incluyen pequeñas ramas, hojas, raíces,
paja y otras partes de las plantas que permanecen tras la cosecha.
Contienen aproximadamente un 45% de carbono y son los principales
precursores de materia orgánica (Jarecki y Lal 2003, Porta et al. 2003).
Además de aportar numerosos beneficios al suelo, es una de las prácticas
más idóneas para fijar carbono. La cantidad de carbono que puede
almacenar el suelo, sin embargo, dependerá de la cantidad añadida y del
ratio de descomposición, por lo que los valores varían mucho según el tipo
de cultivo
Cubierta vegetal
La cubierta vegetal favorece la fijación de carbono al aumentar la entrada de residuos y permitir
que el suelo esté cubierto por vegetación en periodos críticos (Jarecki y Lal 2003). Al igual que al
añadir restos de cultivos, la cantidad de carbono que puede quedar almacenada depende de la
cantidad y el tipo de resto vegetal. La cubierta presenta la ventaja de que todo el CO 2 que es fijado
por la fotosíntesis puede ser almacenado en el suelo, ya que no se retira nada en la cosecha.
La entrada total de carbono al suelo, incluyendo biomasa aérea, raíces y exudados radiculares, en
los dos manejos estudiados se muestra en las Tablas 4 y 5.
Suelo arado
El incremento en el contenido de la humedad del suelo podría permitir un aumento en la resistencia del
suelo a la difusión de gases inhibiendo el desplazamiento del CO2 del suelo hacia la atmósfera (Cavalier &
Goldstein 1989, Cavalier 1990).
La labranza tradicional (LT) consiste comúnmente en el paso de arado y rastra sobre el suelo
con el propósito de facilitar las labores agrícolas. El método de LT implica la inversión de la
capa superficial del suelo y la quema de rastrojos no deseados del cultivo anterior (Acevedo y
Silva, 2003). Estas prácticas tienen como consecuencia, entre otras, el aumento de C liberado
como CO2 hacia la atmósfera. Ello debido, a que al realizarse la labranza existe una mayor
oxidación de la materia orgánica del suelo (MOS) producto de la alta actividad de
microorganismos estimulados por el mayor nivel de oxígeno causado por la inversión de la
capa de suelo (Acevedo y Silva, 2003), además de la quema de rastrojos. Otra consecuencia de
estas prácticas es una mayor exposición del suelo a los principales agentes erosivos (viento y
agua). Se estima que la labranza intensiva ha sido responsable de pérdidas de entre 30 y 50%
de C orgánico desde la incorporación de nuevos suelos a los sistemas de cultivos tradicionales
(Acevedo y Silva, 2003). Según un estudio realizado por Reicosky (1997), distintas intensidades
de labranza generaran flujos de C a la atmósfera en distinto grado al momento de realizarse
una labranza. Así, el sistema de labranza más invasivo en su estudio registra, en las 5 horas
posteriores a la labranza, un flujo de 81 g CO2 m-2. Luego, los sistemas menos invasivos
registraron una media de 21 g CO2 m-2, y por último, la cero labranza (CL) 6 g CO2 m-2. Por otra
parte, se calcula que las práctica de la LT en Chile ha provocado mermas de suelo por erosión
hídrica y eólica, encontrándose actualmente unas 11,5 millones de hectáreas con grado de
erosión grave y muy grave (CONAMA, 1994).
bosque
La respiración del suelo (RS) en ecosistemas boscosos se considera como el segundo flujo de carbono (C)
más importante que se establece entre la biosfera y la atmósfera, jugando un papel crítico en la dinámica
del ciclo global del C: representa el 70% del metabolismo en bosques templados y alcanza un 37% del total
del C terrestre en bosque tropicales (Raich & Schlesinger 1992, Dixon et al. 1994, Law et al. 2002). La RS
integra la respiración radicular, la actividad heterótrofa de los edafobiontes que reciclan el carbono
procedente de la caída de hojarasca, y en menor proporción, la oxidación química de los compuestos de C
contenidos en el horizonte orgánico del suelo (Lloyd & Taylor 1994,
la biomasa radicular, la actividad microbiana, las propiedades químicas del suelo y la calidad de la hojarasca,
por lo tanto afectan directa e indirectamente la respiración del suelo.
Este enriquecimiento diferencial de nitrógeno edáfico en el matorral podría explicarse con base en los
aportes de hojarasca y las bajas tasas de retención de nitrógeno foliar
En bosques tropicales, el factor que mayor influencia tiene sobre la variación temporal de la tasas de
respiración del suelo no es tanto la temperatura edáfica sino el contenido de agua o la precipitación debido
a que la temperatura del suelo es relativamente constante (Kursar 1989, Davidson et al. 2000).
El incremento en el contenido de la humedad del suelo podría permitir un aumento en la resistencia del
suelo a la difusión de gases inhibiendo el desplazamiento del CO2 del suelo hacia la atmósfera (Cavalier &
Goldstein 1989, Cavalier 1990).
CAVELIER, J. & G. GOLDSTEIN. 1989. Mist and fog interception in tropical elfin cloud forests. J. Trop. Ecol. 5: 309-
322
MORA-OSEJO, L.E. 2004. Respuestas adaptativas de plantas del páramo de bioforma contrastante, frente a las
fluctuaciones acentuadas del clima y del foto período. Simposio: Ecología y fisiología de plantas tropicales de
alta montaña, pp. 102-114. VIII Congreso latinoamericano y II Colombiano de Botánica.
En los primero cinco días de la incubación se observaron mayores variaciones, producto de los
microorganismos ante la presencia de un material reciente y rico en sustancias fácilmente
degradables como proteínas y azúcares que varían con el tipo de material (Lerch et al., 1992).
Con respecto al menor valor de materia org·nica en el tratamiento PA se conoce el efecto de los
·rboles sobre la rata de descomposiciÛn de materia org·nica. La sombra de las copas y la cobertura
de la litera reducen la temperatura del suelo y disminuyen la actividad microbiana (Young, 1997).
Este efecto puede reducirse en los tratamientos P y aquellos ambientes con arbustos, en el primer
caso por la simplificaciÛn del sistema que presenta incrementos de temperatura, y en los dem·s
con la presencia de materia org·nica de descomposiciÛn r·pida, proveniente de los arbustos.
El balance entre los procesos de aporte de materia orgánica al suelo y mineralización esta·
determinado, en gran parte, por la interacción de la temperatura y la humedad. Así, pequeñas
diferencias pueden ser explicadas por variaciones en las tasas de incorporación y desintegración
de la materia orgánica debido a la mayor actividad microbiana en altas temperaturas y humedad
adecuada para la actividad microbiana, que caracterizan estos suelos
Cubierta vegetal
La cubierta vegetal favorece la fijación de carbono al aumentar la entrada de residuos y permitir
que el suelo esté cubierto por vegetación en periodos críticos (Jarecki y Lal 2003). Al igual que al
añadir restos de cultivos, la cantidad de carbono que puede quedar almacenada depende de la
cantidad y el tipo de resto vegetal. La cubierta presenta la ventaja de que todo el CO 2 que es fijado
por la fotosíntesis puede ser almacenado en el suelo, ya que no se retira nada en la cosecha.
Residuos de cultivos
Los restos o residuos del cultivo incluyen pequeñas ramas, hojas, raíces, paja y otras partes de las
plantas que permanecen tras la cosecha. Contienen aproximadamente un 45% de carbono y son
los principales precursores de materia orgánica (Jarecki y Lal 2003, Porta et al. 2003). Además de
aportar numerosos beneficios al suelo, es una de las prácticas más idóneas para fijar carbono. La
cantidad de carbono que puede almacenar el suelo, sin embargo, dependerá de la cantidad
añadida y del ratio de descomposición, por lo que los valores varían mucho según el tipo de cultivo.
En general, los resultados obtenidos muestran como el empleo de un manejo del suelo que
favorezca la entrada de residuos vegetales incrementa la concentración de CO y su fijación por el
suelo en cantidades muy elevadas. Los altos valores registrados se deben, en primer lugar, a que
han sido estimados para el primer año tras el cambio de manejo. Como puede observarse en la
Figura 2, el incremento de CO disminuye con el tiempo conforme el suelo se aproxima a un nuevo
estado de equilibrio. Por otro lado, autores como Vleeshouwers y Verhagen (2002) ya han
señalado que en España, las tasas de mineralización son menores que en otros lugares de Europa
debido a las características climáticas propias de esta zona, por lo que la capacidad de fijación de
CO2 atmosférico es mayor
La cantidad de C-CO2 desprendido por la actividad biológica de los diferentes abonos orgánicos
incubados durante 30 días provocó un incremento de la respiración en el tratamiento de lupinus
verde respecto al compost y vermicompost y fue estadísticamente superior
(P = 0.05).
Contreras et al., (2006) que
incubaron diferentes materiales y obtuvieron que
la gallinaza y el estiércol de caprino muestran una mejor
repuesta inicial, en lo que a la activación de
los microorganismos del suelo se refiere, mientras
el vermicompost presenta un comportamiento similar al
del control. El C de la gallinaza se mineraliza en un 34-
35%, en las primeras cuatro semanas de la incubación
y, por su parte, el vermicompost muestra una
mineralización del C de apenas un 3-4%,
independientemente del suelo al cual se añade. Esto
sugiere que del vermicompost podría hacerse un uso
más extendido, en cualquier tipo de suelo, dado que este
abono suministra un aporte importante de carbono
orgánico humificado el cual contribuye al
restablecimiento de la materia orgánica nativa del suelo
y causa mejoras en la calidad física del mismo, además
de la disponibilidad lenta de los nutrientes contenidos en
él.
A medida que transcurre la incubación, los sistemas comienzan a entrar en la etapa de estabilidad
por cuanto el material, recientemente añadido de fácil degradación, comienza a agotarse y, por lo
tanto, el número de microorganismos disminuye al igual que el desprendimiento de CO2.
En los primeros días de las incubaciones se observaron las mayores variaciones, producto de la
Actividad de los microorganismos ante la presencia de un material reciente y rico en sustancias
fácilmente degradables como proteínas y azúcares que varían con el tipo de material (Lerch et al.,
1992). Los incrementos registrados se concentraron básicamente en los primeros 10 días posteriores
a la incorporación. Esto se vincula a la degradación inmediata de las fracciones orgánicas
lábiles presentes en el material añadido, con la consecuente producción de energía para el
crecimiento de los microorganismos (Rivero y Hernández, 2001). Estos resultados coinciden con
los obtenidos por Stott et al. (1986), quienes indicaron que las diferencias significativas en la
descomposición de residuos, sólo son detectables como máximo hasta treinta días posteriores
a la incorporación de los materiales orgánicos (Rivero y Hernández, 2001).