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El Credo de un Maestro

¿Anónimo?

Yo creo ser apóstol de aquel que en el Calvario,


muriera como un mártir de vil ingratitud,
sintiéndome otro Cristo, prosigo solitario,
sembrando por doquiera la ciencia y la virtud.

Yo creo en ese niño, que alegre y presuroso,


llega hasta mis manos ansioso de aprender
creo que le estoy forjando un porvenir dichoso,
para que en un mañana tenga un futuro hermoso
y a sus padres queridos sepa corresponder.

Yo creo en esos padres, que con afán sincero


entregan cual tesoro, al hijo de su amor,
para que yo lo eduque con pulcritud y esmero,
y sean como ellos,… y como yo quiero
no una punzante espina, sino una fragante flor.

Yo creo en mis colegas, alegres y gentiles,


que por ser tan jovencitos me hacen recordar,
los tiempos que se fueron, mis años juveniles,
cuando recién iniciaba mis primeros abriles
de esta mi carrera, que ya va ha terminar.

Yo creo en los maestros de plateada cabeza,


que dieron a su patria cuanto se puede dar
y a cambio recibieron, olvidos y tristezas,
ingratitudes, rezagos, injusticias, vilezas,
monedas con que el pueblo nos suele jubilar.

Yo creo en mis superiores, los creo mis hermanos,


ya que juntos nos vamos a una recta final,
yo quiero que ellos sean comprensibles y humanos
y que en lo venidero como buenos peruanos,
demos a nuestra patria un porvenir triunfal.

Yo creo en mi amada patria, aunque la veo con pena,


una ley que a lo largo, nos va ha perjudicar,
pero no desmayemos, sigamos la faena,
con la mirada altiva, con la frente serena,
ya que nuestros clamores se tienen que escuchar.

Yo creo que hay un cielo, como final ansiado


para aquellos que forjamos la nueva humanidad
y allí, los MAESTROS, teniendo a Dios al lado,
tras fatigante lucha, habremos alcanzado
un premio que en la tierra, no se nos quiso dar.

MAESTRITO DE PUEBLO (ABRAHAM RIVERA SÁNCHEZ)

¡Que ya te dije que no!

Y tus caprichos no acepto.

No importa que me dejes de hablar,

no me importa que te pongas molesto,

aunque me cuelgues la cara,


aunque me hagas sentimiento,

mi permiso no he de darte,

antes…antes, te lleno de cueros.

Tanto dinero gastado,

tanto esfuerzo, tanto estudiar:

La primaria, la secundaria, la preparatoria,

que cursos aquí, que cursos allá.

Tanta hablada de tu parte,

tantos sueños construyendo:

Que ibas para médico, que no,

que mejor licenciado,

que ibas para político

o tal vez para ingeniero.

Y ahora que estás como chiflado,

o loco te estás volviendo,

me sales de babosote, con la idea de ser maestro.

¿Qué no te va a dar vergüenza de rebajarte tan feo?

¿No te va a dar pena de bajar a tal empleo?.

Maestrito…¡Que gran cosa!

Uy... qué dignidad, que porvenir,

que importancia…que abolengo.

Mira nomás. Maestrito de escuela.

Un torpe. Un bueno para nada.

Haragán, Irresponsable. Vago. Majadero.

Un flojo al que solamente le gusta el dinero.

Maestrito….¡mitotero!

A ver. ¿Qué les vas a enseñar a los niños?

. Si ni siquiera sabes cantar.

Mucho menos contar un cuento.


Maestrito,

si así como vistes, solamente vas para cirquero.

¡Que normal ni que ocho cuentos!.

Definitivamente no.

No quiero que seas maestro.

Antes, te llevo al campo, para que seas jornalero,

pa que el sol te de bien fuerte

y te hagas fuerte y prieto.

Sí…así me dijo mi padre.

Y yo, que mucho lo quiero,

bajé la frente y salí de casa diciendo:

---Está bien padre. Estoy de acuerdo.

Haré lo que usted diga.

De verdad, se lo prometo,

pero ya no esté enojado,

no sea que le vaya a hacer daño.

Ya no se enoje, haré lo que usted diga…

Seré licenciado o ingeniero.

vagué por las calles, por las huertas,

por el jardín, por la placita, por la iglesia,

pasé por una escuela y miré a muchos niños sin maestros.

También miré a los peones descalzos,

sudorosos, sin aliento,

poniendo sobre un papel, solamente la huella de su dedo.

También vi a las mujeres sin huaraches,

cargando la leña del cerro,

y esos niños…

esos niños hurgando entre los basureros.

Recogí entre mi alma,


a esa gente de mi pueblo,

a esa gente sin fortuna, sin redención,

sin consuelo y los metí,

los metí aquí dentro, en mi corazón,

en mis entrañas, en mi cerebro.

Les di parte de mi conciencia y me confundí con ellos.

Allí, frente a esos niños enfermos,

pensé que eran unos angelitos

despreciados del cielo.

Miré que no tenían alas,

los miré casi sin cuerpo.

Angelitos sin hogar, sin virgen,

sin padre nuestro.

Y entonces pensé: Si me aferro a ser licenciado,

médico, contador o ingeniero,

¿Cómo iba a despertar la conciencia de mi pueblo?...

¿En qué los voy a ayudar siendo licenciado?

Tal vez no podría darles amor,

justicia o palabras de consuelo.

No podría yo ofrecerles gran cosa, para calmar su tormento.

Entonces volví a mi hogar.

Todo lo tenía resuelto. Llamé a mi padre y le dije:

--Padre, yo a usted mucho lo respeto.

Comprendo sus ansias, sacrificios y sus sueños.

Pero hoy, quiero que me escuche,

por favor, solo un momento.

Si quiere que yo sea feliz,

si quiere de verdad que sirva a mi pueblo,

si usted quiere que colabore para mejorar a mi México,


si usted quiere que dedique mi vida en lo que más quiero,

por favor, papá, se lo suplico.

Deje que sea feliz con mis niños en la escuela,

deje que mi vocación se torne en mis clases y recreo.

Yo quiero ser lección de amor,

quiero que mis palabras sean versos,

que sea yo lucero con mis palabras del alfabeto.

Deje que sea manantial, para saciar la sed de mi pueblo.

Déjeme sufrir, déjeme luchar.

Déjeme vivir con el pueblo para educarlos,

para construir un colegio.

Deje padre que luche, déme su permiso,

se lo ruego.

Quiero sembrar esperanzas,

quiero construir anhelos,

quiero formar una escuela,

una escuela a los cuatro vientos.

Una escuela de libertad, donde haya luz y cantos nuevos.

Déme permiso papá, que sea un maestrito de pueblo.

Quiero marcar programas justos,

quiero trazar caminos nuevos,

deje que siembre la mies,

deje que propicie el vuelo,

el vuelo de esa águila que parece no tener alas, ni aliento.

Usted ya ve, mi hermano es doctor,

el mayor es ingeniero,

ellos, han formado en su ingratitud,

un mundo diferente, de explotación,

de egoísmo, de lujos y de dinero.


A ver ¿Dónde están ellos?

Si de usted ya se han olvidado,

si ya no vienen al pueblo,

su mentalidad burguesa ha cambiado

¿Por qué no han venido a verlo cuando se pone enfermo?

Por favor papá, se lo suplico, déjeme que sea maestro.

Mi padre se quedó pensando.

Y después de un gran silencio, me abrazó y me dijo:

---Sí muchacho, te comprendo.

Me has abierto los ojos.

Anda, ve a luchar hijo mío,

que aquí estaré esperando tu regreso.

Sé que traerás, muchas cosas logradas

con fe y con empeño.

Cuando vuelvas hijo mío,

vamos a estar muy contentos,

y tal vez se llenará esta casa,

con tu amor y los gritos de tus pequeños.

Si aquí no me encuentras ya,

yo sé que tendrán ese consuelo,

de volver a esta tu casa,

y de volver a tu pueblo.

Sé que vendrás a verme,

sé que vendrás por este viejo

y querrás con toda tu alma, enseñarme el alfabeto.

Si aquí no me encuentras ya,

ve a buscarme al cementerio.

Y allí, solitos los dos,

encerrados en el silencio,
me contarás de tus afanes,

de tus sueños logrados,

de tus sencillas tareas,

de tus éxitos, de tus progresos.

No me traigas flores hijo mío,

sé que no me las merezco,

ni cruz, ni nada. Solamente quiero tu recuerdo.

Anda hijo mío. Vete ya.

México espera tu esfuerzo.

Te espera el hombre ignorante,

te esperan los niños macilentos,

yo aquí me quedo esperando, con orgullo verdadero.

Anda hijo mío, vete ya.

Que si de momento muero,

voy a gritar con orgullo,

voy a gritar a los cuatro vientos:

¡MI HIJO!…¡MI HIJO!

¡ES UN MAESTRITO DE PUEBLO!

Maestro... ¿Dónde, dónde está el monumento que el pueblo y el gobierno en tu honor han
levantado?... ¿Dónde... dónde está el monumento?.

Si fueras coronel y trajeras tu fusil colgado al hombro, te pondrían cien medallas por cada ser
humano asesinado... Serías un héroe nacional. Harían tu efigie en mármol, bronce u oro y un
escrito que a la letra así dijera: “Salve... Oh mártir, que cubriste con decoro las armas nacionales
en todas las trincheras”...

Pondrían tu nombre a calles y parques y jardines, y con toques de trompetas y clarines, harían que
fuera el pueblo tu féretro a besar... Y en vez de cirios... Estarían cuatro cadetes del heroico Colegio
Militar.

Es risible, maestro, pero es la realidad... Tú, que luchas a diario por los campos, por las sierras, por
la veredas y hoyancos, donde fuiste regando con tu sangre los caminos... Donde con paciencia
hiciste gente, a tantos campesinos, enseñándoles que entre el lápiz y el abismo, hay una gran
distancia, y esa distancia se llama... analfabetismo.

Con tu sudor se construyeron las aulas de tu escuela, con tu sabiduría hiciste de cada niño... ¡un
pájaro que vuela!... Con tus sonrisas formaste un jardín lleno de rosas y con tus cantos nacieron,
sin querer las mariposas...
Maestro... Tú que libras a diario, batalla tras batalla, sin ruidos de fusiles, sin fuego de metralla...
tienes que esperar medio siglo a que pongan en tu escuálida mano, la famosa medalla Altamirano.

Una sola... Maestro, una sola... No mereces más; pues tu espada es de grafito, de gis y de
pizarra... Es papel que no chorrea sangre... Es arcilla que no hiere, es arcilla que no mata, es
escoria que no sirve en los campos de batalla, es ceniza que se esparce, es ceniza que no marca
huellas... Es río que perdió para siempre su cauce.

Tus esfuerzos no sirven, maestro... tus desvelos a nadie le importan, a nadie le interesan... Porque
el honor y la gloria solo se ganan en combate... Y tú, no te ensañas con los niños que salen a tu
encuentro, no te ríes a carcajadas del dolor que llevan dentro y nunca la espalda les das si te
piden, Maestro... tu consejo.

Jamás dañas, jamás hieres, jamás matas... Tu labor no es destruir vidas. Tu misión es hacer
hombres que sepan construir sus propias vidas. Cambiar al mundo te pusiste como meta, sin
importarte caer en las garras del desprecio de las gentes que solo ven en ti... un mendigo que se
arrastra como una marioneta en el trapecio.

Cambiaste estrellas y barras por espinas, dejaste casa, padres, hermanos... por una sola dicha:
Hacer del niño un pavorreal de mil colores. Cambiaste lujos, alfombras y cortinas... Por una choza
humilde de cartones... Dejaste mesas con platillos y manteles, para irte a pasar hambres con las
gentes que sueñan con castillos y oropeles.

¿Y ese sacrificio... en cuenta quién lo toma?... Te humillan cuando pides aumento de salario, se
mofan cuando exiges respeto a tus derechos, se burlan y se ríen, te miran con desprecio... Y en
cambio, sí... te exigen que cumplas el programa, que rindas pleitesía a aquél que te difama... que
aplaudas sus conquistas, sus logros y su fama... que no hables mal de nadie, porque eso... es ser
antirrevolucionario.

Si dices la verdad... Cometes sacrilegio. Si exiges lo que es tuyo... Eres un necio. Si expresas lo
que sientes... no sirves a la causa. Si tomas la bandera defendiendo al campesino... A la cárcel irás
muriendo a pausas... y no habrá organismos ni padrinos que tomen por su cuenta tu defensa.

En cambio... Si ven brillar el sol entre tus manos... Serás el amigo, el compadre del alma... y
tendrán la desvergüenza, de tratarte en las calles como hermano.

¡Qué triste Maestro.. qué triste!... Se consume tu cuerpo y te resistes a morir en un lecho cuajado
de delicias. Cambias todo por un solo puñado de sonrisas, que vengan a apagar tu dolor si estás
enfermo y llevarte grabadas sus caritas... en tu viaje hacia el eterno.

¡Con eso te conformas!... ¡Con eso te consuelas!... y no quieres minutos de silencio, ni zarzuelas
de espadas, fusiles o metrallas.... te humillan los honores con todo y sus medallas. Te ofenden las
limosnas que te ofrecen como aumentos... Degradan tu sapiencia las miles de reformas... poniendo
en duda, Maestro... Tu gran conocimiento.

¡Y tú!... sigues con tu pecho erguido... sin darte cuenta que eres hombre, en una sociedad
perdida... Tu barca en vez de ser una reina de los mares... Es canoa de ingratitudes y pesares... Y
el campo en que laboras... ¡Un desierto! Donde anidan serpientes ponzoñosas que se arrastran
con cautela tenebrosas, esperando que caigas en sus fauces... Y por todas esas cosas...
Maestro... ¿Dónde... Dónde está el monumento?.

PROF. LEOBARDO RICARDO PRUDENCIO.


Primer profesor bilingüe de la Comunidad Indígena de Zacualpan, Estado de Colima.

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