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Maita Capac apenas si se atrevió á profanar esa imponente quebrada con gran
comitiva de sacerdotes, ñustas del sol y soldados aguerridos, el cuarto Inca del
Perú venido desde el Cuzco por ser ese el paso obligado al Cerro legendario y
fabuloso en cuyo asiento se fundó más de un siglo después la Imperial Villa y
hoy republicana ciudad de Potosí.
Gran obra fué para el Inca Maita, abrir sendero entre la peña viva y el torrente.
Más tarde Huayna ensancha aun más ese camino de machos cabríos y luego
Huáscar y después Atahualpa, colocaron cuatro puentes incas en el extremo de
las más estrechas curvas que exijen pasar de un murallón á otro, ambos rudos,
inmensos, amenazantes, por entre los cuales se descubre una faja de cielo azul
en la altura inabarcable para la mirada. Allá refulgen los relámpagos hasta cegar;
retumban los truenos con un horrible estruendo y es peligroso el paso durante
las tormentas, por que el agua llena la quebrada, sube como en un dique y
arrastra como plumas los enormes bloques de granito y los pedrones de colosal
dimensión que se ven en el cauce. Pues en el centro de aquella maravillosa grieta
que los profanos creen obra de la naturaleza, en uno de sus más amplios recodos
abre su boca negra con picos como dientes, una caverna oscura, misteriosa,
objeto durante muchos siglos de las leyendas más curiosas. Esa es la Cueva del
Diablo, allí arrastró consigo Umphurruna á la bella Sapállay, según los indigenas,
que por tal travesura naturalista lo bautizaron con el nombre de Chutillo ó sea
genio que daña y huye. Muchos años despues fundada ya la Imperial Villa y
creciendo á diario la erección de capillas, iglesias, ermitas y toda suerte de
precauciones contra el demonio que atormentaba á las personas, se pensó
seriamente en secuestrar al diablo en su propia morada y para ello se construyó
un nicho cerca de la cueva y se empotró en él, la Santa Cruz bendita llevada en
procesión solemne desde Potosi. Pues el demonio se escurría por debajo de la
peña y corría á la Villa para llenarla de guerras, alborotos, raptos y matanzas,
cerraba las dos peñas de la quebrada y aplastaba delegaciones de españoles,
mineros e indigenas que morian en caravanas junto con sus mulos y caballos,
caian piedras de lo alto mientras ambas puertas del infierno iban cerrandose
como una mortal prensa asesina. Entonces se convino en invocar el auxilio de los
santos Bartolomé y Lucía y se erigió una especie de altar con barandilla y nichos,
colocándose en ellos á esos los bienaventurados, llevados el primero San
Bartolome de la Iglesia parroquial de San Lorenzo y la segunda Santa Lucia de la
Iglesia parroquial de un pueblo llamado Santa Lucía, á legua y media de la
dichosa cueva, al dejar en el lugar a los santos, salio un ruido tenebroso de dicha
cueva y de repente el diablo salio escapando con alboroto infernal, rayos
chocaron con las peñas y viendo el diablo a ambos santos, entro a su cueva
chocando los muros con fuerza y esta se derrumbo dejando una marca
verdegrisasea en el lugar en que habia golpeado los muros, cuenta la leyenda
que quedo aprisionado y nunca mas salio del interior donde se encuentra
esperando. Allí están sus mercedes hasta hoy día, ambos santos vigilantes y
todos los años los visitan el 24 de Agosto, las legiones de indigenas cabalgados
sobre sendos mulos y caballos, que ponen al escape y carreras, para asustar y
ahuyentar al travieso Chutillo que tuvo por carcel su propia cueva".