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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

DEPARTAMENTO DE HISTORIA
MATERIA: HISTORIA DE COLOMBIA III
VANESSA LARA CAICEDO

Narrativa histórica y crítica de la identidad obrera (1910-1945)


Reseña: Mauricio Archila, Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945.

"Cultura e identidad obrera, Colombia (1910-1945)" es una obra de Mauricio Archila


Neira, Profesor titular de la Universidad Nacional, sede Bogotá, a la vez es investigador
asociado del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), sus estudios Universitarios
en historia culminaron en la Javeriana, en la misma Universidad hizo una maestría, empezó su
Doctorado de historia en 1981 en la Universidad Estatal de Nueva York Stony Brook y finalizó
el mismo en 1991 con esta destacada obra (publicada en 1992), que además en 2004 obtuvo el
premio Nacional en Ciencias Sociales. Sus obras posteriores van encaminadas bajo la misma
línea de reflejar la realidad social colombiana, como la obra “25 años de luchas sociales en
Colombia” (2002), Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio (2006), Una
historia inconclusa, izquierdas políticas y sociales (2009) y Violencia contra el sindicalismo en
Colombia (2012).
El objetivo central de esta obra es relatar críticamente cómo se formó la clase obrera en
Colombia en el periodo de 1910 a 1945, dando un amplio bosquejo del problema de la identidad
de la clase obrera. Este libro es una producción historiográfica narrada de manera cronológica
que se toma tópicos sociales, económicos y políticos; además, el autor es explícito en la
definición dinámica de la clase obrera como alejada del conglomerado uniforme en el que suele
encasillarse frecuentemente. Para entender la realidad de esta época, el autor se basa en fuentes
estadísticas de la época, en documentación de correspondencia oficial, artículos, historia oral
(sin dejar de lado la crítica y la comparación del relato individual, viendo como en muchas
ocasiones se contradecían en sus puntos de vista frente al trabajo que desempeñaban), también
se usaron novelas.
El autor divide la narrativa en 8 capítulos que reflejan el avance social que han tenido
las clases obreras, teniendo en cuenta sus antecedentes hasta la constitución de la identidad
obrera en el país que tiene lugar debidamente en los años 40. A lo largo del texto también
podemos ver los temas más generales en los que está dividida la obra, el primer capítulo es una
descripción socio-económica desde 1910 hasta 1945, los tres siguientes capítulos nos acercan
a la narrativa obrera de la época con sus experiencias personales, y, finalmente, los últimos tres
capítulos nos ofrecen un gálibo de las etapas de la clase obrera en Colombia y la construcción
de la misma.
El primer capítulo inicia con la provocativa frase “Colombia dio un salto de la mula al
avión” (p. 45) burlando el inicio de la modernidad en Colombia en el mediocre proceso de
industrialización comparado con el resto del mundo. Siendo uno de los mayores obstáculos los
gobiernos de Concha y Suárez ya que su conservatismo y proteccionismo no permitían que el
país avanzara con las ideas de la modernidad que le perseguían; además de eso, en la primera
presidencia liberal en los años 30 Olaya Herrera heredó la depresión y el conflicto limítrofe
con Perú, no obstante, las importaciones comenzaron a aumentar y la creación de grandes
industrias fomentó la migración de los campos a las ciudades principales (a lo largo de la lectura
se enfocan en Barrancabermeja, Barranquilla, Medellín y Cali).
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El segundo capítulo narra el origen de los obreros en 1920 “los años del ruido” se acuñó
con ese nombre debido al incesante sonido de muchos instrumentos de las fábricas e industrias
(como bocinas, pitos y vitrolas). El capítulo también describe cómo en un inicio los artesanos
y la clase obrera eran aliados y en muchos casos crearon grupos de estudios y clubes culturales,
en estos mismos círculos empezaron a surgir las primeras escuelas racionalistas que difundían
el pensamiento socialista y anarquista, y, a pesar de todo el proceso de proletarización, que no
fue extendido ni lineal, por a cuestiones económicas, sociales y culturales, se generó una
resistencia en virtud de que no se estaban cubriendo las necesidades básicas con el salario que
se estaba ganando en la época, por tanto, muchos tenían en mente independizarse.
El tercer capítulo tiene como objetivo describir las experiencias de vida en el trabajo y
cuáles eran esos requisitos para entrar. En la narrativa común de los entrevistados se deja entre
ver un aspecto común y es que no se pedían demasiados requisitos para poder entrar, más bien
funcionaba como una especie de “rosca” y “enganche”. Además, el ambiente laboral era
distinto de empresa a empresa, por ejemplo, lo que exponen los entrevistados de Bavaria es
que era un lugar con un entorno “familiar” y sus salarios además eran un poco más altos porque
había estudios para esa época que demostraban la baja calidad de vida que se correlacionaba
con trabajar allí. El caso del resto de las multinacionales en las narrativas era bastante curioso,
ya que se contradecía muchas veces por el efecto “años dorados”. Más adelante, el cuarto
capítulo también nos expone muchas de las experiencias de estos trabajadores, sin embargo, se
centra mucho más en lo que hacen en su tiempo libre, contrastando la opinión Estatal sobre las
horas en las que muchos obreros deberían trabajar, para la época “tiempo libre” era un término
designado a las élites que podían tener actividades para emplear su tiempo, los obreros mientras
tanto solían pasar su tiempo libre en tabernas y bares, problema que deseaba combatir Uribe
Uribe ya que el alcoholismo sumía a la clase en unas dinámicas muy acotadas y les dejaba en
una completa alienación.
El quinto capítulo comienza con un macabro hecho, y es la masacre de Marzo de 1919
que se gestó debido a una Marcha del sector asalariado para exigir mejores condiciones de
trabajo, no es extraño, que en 1926 la Internacional Comunista y el Partido Socialista
Revolucionario (PSR) tomaran bases campesinas para sus caudillos con ideas para desbancar
la hegemonía conservadora imperante de la época. El papel del socialismo para este entonces
había dado paso a significativas maneras de accionar de la naciente clase obrera, a pesar de que
el liberalismo fuese el beneficiado de aquellos conflictos.
El gobierno de López Pumarejo manifiesta las primeras bases del reformismo liberal
abogando por la creación de sindicatos que actuaran bajo la ley (una de las más importantes
fue la CTC creada en 1936), procesos de resolución de conflictos de manera más bien judicial,
sin embargo, muchos movimientos conservadores mostraban una reticencia muy marcada a la
entrada de estos modelos, siendo tachados peyorativamente de “comunistas y socialistas”, esta
marca del gobierno de López es intachable dentro de la coyuntura polarizada de las dos clases
Colombianas. Mientras tanto, la aproximación de la Internacional Comunista y el PSR al
pueblo en los sectores agrarios y urbanos sobre todo para organizarlos como sindicatos.
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El séptimo capítulo comienza con el gobierno de Eduardo Santos que pretende


reconstruir el consenso de las élites y fortificar los lazos con Estados Unidos, de todas formas,
él no tenía intenciones de hacer una reforma, además el proyecto de salario mínimo que se tenía
pensado en 1938 se hundió. El gobierno de Santos presentó al congreso tres propuestas
laborales: consagración legal del contrato colectivo, establecimiento de una Caja de Seguridad
Social y una reglamentación de la fase de negociación. Sin embargo, de las tres propuestas
solamente se cumplió la última debido a que, con esta, el control del sector obrero sería mucho
más fácil. Como se mencionó en la primera parte Santos tenía una tendencia un poco más al
capitalismo y la conservación de las élites, esto acompañaba cierto anti-socialismo y una
reticencia a la presencia de comunistas en sindicatos como la CTC. En 1938 se notó un
descenso en la sindicalización y sus afiliados a nivel nacional en un informe de el Diario se
señalaba cómo “11 organizaciones dejaron de existir (…) y 7 de ellas sin personería jurídica”
(p. 334). Las huelgas en el periodo de Santos no se hicieron esperar, de hecho, la despedida de
su gobierno se dio con dos huelgas a principios de junio debido a un conflicto de Textiles
Monserrate de Bogotá, la CTC estuvo muy pendiente de esto de manera solidaria convocando
a marchas, en este punto Santos intervino e incluso dio varios puntos favorables a los
huelguistas.
En la lucha obrera y en el pueblo se notaba un apoyo mucho más favorable a López por
lo que su candidatura y reelección era bastante esperada, la élite colombiana no estaba tan de
acuerdo con esta candidatura, sus reclamos no se hicieron esperar. Aunque su administración
dejó poco a los sectores populares, pero estuvo más centrado en la institucionalidad, una vez
López renunció la entrada de Lleras no fue muy acogida por los sectores sindicales, después
de ilegitimar la huelga de Fenalco por caracterizarla como un intento de “Revolución
comunista”. El periódico el Siglo describió como el lenguaje de Lleras hacia la CTC como “un
lenguaje que no se escuchaba en los últimos quince años”.
El capítulo final de la identidad obrera condensa todas las ideas que se han venido
presentando a lo largo del libro para sintetizar al fin la definición la esencia de los trabajadores
en la época de 1910 a 1945. Desde las vejaciones a las que fueron sometidos a principios de
siglo, hasta la referencia a sí mismos como “seres físicamente iguales a los demás (…) dignos
de respeto” (p. 395), a pesar de que la hegemonía conservadora seguía oprimiendo muchas de
las demandas obreras, los sindicatos y los partidos indexados socialista y comunista le dieron
fuerza a este sector que simpatizaban con sus derechos.
Ya en 1945 el político Gaitán ofrecía una nueva identidad a la clase trabajadora
colombiana, que estaba sumida en la ignorancia, Gaitán estaba sumamente enfocado en la
necesidad de educar, sus ideas apuntaban a una relación necesaria entre el caudillo y el pueblo,
también proponía otras maneras organizativas al gobierno; no obstante, Gaitán aún tenía
algunas ideas racistas que no fueron aceptadas por sectores comunistas y otros sindicatos como
la CTC quienes lo acusaban de “fascista y títere de la reacción” (p. 424). Finalmente, su
populismo no reforzó las identidades de clase, más bien, las integró al movimiento del
“pueblo”.
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La obra del Profesor Archila está organizada de una forma muy digerible, en la cual te
presenta unos tópicos socioeconómicos que desarrolla de forma cronológica, los eventos
expuestos están profundamente entrelazados con la identidad del obrero Colombiano que se
consolida en la polarización de los partidos de derecha e izquierda (acá el autor hace una ruptura
en la nueva polarización nacional, que se distancia de los viejos bandos “liberal” y
“conservador”). También, un punto muy importante es la manera en la que describe las
diferencias entre los partidos y sindicatos que crean corrientes ideológicas como el comunismo,
el socialismo y el anarquismo.
Es necesario mencionar que a pesar de que el objetivo del libro fue cumplido a
cabalidad, algunos puntos como la ampliación de historias individuales del obrero no fueron
profundizadas, la caracterización de los movimientos y sindicatos se hizo con demasiado
detalle y pudo ser una razón por la cual se dejó de lado esta descripción más individualizada
del obrero Colombiano.

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