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UNIDAD N°2

PROCESOS DE HOMINIZACIÓN Y HUMANIZACIÓN

Introducción

Saber cómo el ser humano ha llegado a ser lo que es hoy, partiendo de sus más lejanos ancestros, ha
despertado durante siglos la curiosidad de filósofos y científicos. En este trabajo no intentaremos
dibujar un cuadro acabado del proceso de humanización porque ni siquiera la ciencia lo ha logrado a
cabalidad. Se trabaja duro en ello, pero lograrlo es una tarea ardua. Simplemente intentaremos
sintetizar y reflexionar sobre algunas de las teorías e hipótesis que existen respecto de este tema. Y lo
hacemos, por una razón: el convencimiento de que, si deseamos entender los mecanismos que se
ponen en movimiento para explicar por qué las personas hacen lo que hacen, debemos buscarlos en
su naturaleza básica. Y dónde buscar esa naturaleza si no es, justamente, en el origen mismo de lo que
somos. Muchos piensan que ha sido en el propio proceso de humanizarnos donde podemos encontrar
las claves para interpretar nuestra conducta.
En concreto, los objetivos que pretendemos es responder -o más bien proponer respuestas- a las
siguientes interrogantes. Insistimos en lo de proponer respuestas porque la complejidad del tema y lo
polémico que ha sido siempre su tratamiento, nos obliga a ser cuidadosos. En este tema, más que en
otros, conviene recordar una de las ideas centrales sobre el conocimiento: la verdad absoluta no existe.
Así, las definiciones, las clasificaciones y los conceptos que entregaremos son sólo una alternativa
entre muchas. Pero como alguien decía, para avanzar en el conocimiento es más importante plantearse
las preguntas correctas que las respuestas. Veamos, entonces, nuestras preguntas.
Cuáles han sido y cómo han operado los distintos procesos biológicos y sicosociales que han conducido
al estado actual de desarrollo del ser humano.
Cuáles son los mecanismos más importantes que han hecho posible estos procesos.
Qué factores son los que distinguen al ser humano de otros seres vivos, qué papel juegan en la
determinación de nuestras conductas, y qué posibilidades le abren.

Esta unidad estará dividida en tres grandes bloques:


- Algunas consideraciones sobre las teorías sobre el origen y variabilidad de las especies
- El proceso de hominización
- El proceso de humanización

PRIMER BLOQUE

Ideas antiguas sobre el origen de las especies

Al observar la diversidad de la vida, los estudiosos se han preguntado desde siempre por qué existen
tantas especies de seres vivos diferentes y cómo se han formado.
El fijismo es la teoría que propone que las especies no cambian, sino que se mantienen invariables a lo
largo del tiempo desde que fueron creadas por Dios (creacionismo). Cada especie animal o vegetal es
inmutable, y no es posible ningún cambio en ellas. Los seres vivos son distintos porque han sido
creados distintos, y entre ellos no existen relaciones de parentesco. Esta idea ha predominado durante
siglos, principalmente porque se apoyaba en la interpretación literal del Génesis u otros libros
sagrados. Grandes naturalistas, como el botánico sueco Karl von Linneo (s.XVIII), a quien se debe la
nomenclatura binomial de las especies hoy vigente, aceptaban sin dudar este modelo.
A medida que las observaciones mejoran y los científicos se liberan del corsé religioso, las ideas
cambian. Un problema al que habían de enfrentarse los estudiosos era el de los fósiles y su origen.
George Cuvier (s.XVIII-XIX) interpretó que los fósiles eran los restos de organismos que habían
existido y elaboró la teoría del catastrofismo. Según él, a lo largo de la historia de la Tierra sucedieron

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varias grandes catástrofes que acabaron con la flora y la fauna existentes (habían vivido seres vivos
muy diferentes de los actuales) y dieron lugar a la aparición de otras especies de animales y plantas.
Un ejemplo de esto fue el Diluvio Universal que se narra en la Biblia, y también desde esta teoría se
explicarían hechos como la extinción de los dinosaurios. Aunque hoy día el fijismo casi se ha
descartado, grandes científicos defendieron esta concepción, algunos por prejuicios religiosos, otros
porque no se conocía ningún mecanismo que explicara la evolución.

Primeros evolucionistas

Las teorías evolucionistas intentan explicar los procesos mediante los que se produce la evolución, es
decir, la transformación de unas especies en otras a lo largo del tiempo. Desde siempre han existido
hipótesis de este tipo pero hasta el XIX no empiezan a tratarse científicamente.
El primero en sostener el transformismo fue Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (s.XVIII) y en su
tesis afirmó que los fósiles procedían de especies extinguidas y que estas no eran eternas ni fijas, sino
que habían sufrido transformaciones. No entendía que las especies complejas procediesen de otras
más simples, sino que los distintos seres naturales eran formas degeneradas, es decir, que procedían
de otros más perfectos.
A pesar de que Buffon fue el primero en sugerir seriamente las ideas evolucionistas de su época, nunca
propuso una explicación concreta, como hizo Lamarck. Podemos hablar de una teoría lamarckiana
sobre la evolución, pero no podemos decir lo mismo acerca de Buffon, quien tampoco llegó a encarar
el dilema que se establece entre la creación especial o divina y los cambios evolutivos que ocurren en
las especies (fue juzgado por la Iglesia y tuvo que retractarse de su teoría). Su respuesta a este
problema fue adherirse a la posición que defiende la generación espontánea de la vida, que existió
también desde siempre, y que supone que los organismos pueden surgir directamente de diferentes
tipos de materia inanimada tales como el lodo, la basura o la ropa vieja.

 La evolución según Lamarck

Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (s.XVII-XIX), fue el primero que


se opuso a la inmutabilidad de las especies. El lamarckismo afirma que los seres
vivos tienen un impulso interno hacia la perfección y la complejidad, y se
adaptan a los cambios del ambiente provocando la aparición de órganos nuevos
que pasan a sus descendientes. Sostenía que todas las especies evolucionan de
forma gradual y continua a lo largo de su existencia. Esta evolución partía desde
los organismos más pequeños hasta los animales y plantas más complejos y, por
tanto, hasta el ser humano. Según Lamarck, hay 2 leyes que guían el proceso de
adaptación al medio:
Primera ley: La función crea el órgano. El uso frecuente de un órgano lo fortifica poco a poco mientras
el desuso lo hace desaparecer. “En todo animal que no ha traspasado el término de sus desarrollos, el
uso frecuente y sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia
proporcionada a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano le debilita y
hasta lo hace desaparecer.”
Segunda ley: Herencia de los caracteres adquiridos. “Todo lo que la Naturaleza hizo adquirir o perder
a los individuos por la influencia de las circunstancias en que su raza se ha encontrado colocada
durante largo tiempo, y consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o
por la de su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos individuos, con tal de
que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos, o a los que han producido estos nuevos
individuos”.
Uno de los ejemplos más conocidos y que en general se usa para explicar el proceso es el de cómo
explicaría Lamarck por qué las jirafas tienen el cuello y las patas tan largos:

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Una población de jirafas de cuello y patas de longitud normal, acuciada por la falta de forraje por culpa
de la sequía, intentó cambiar su dieta por hojas de acacia, que abundaban en las copas de los árboles.
Los esfuerzos de estos animales se dirigieron a alargar sus cuellos y sus patas para poder alcanzar las
hojas verdes de las acacias. A medida que pasaba el tiempo las hojas accesibles se agotaban y solo
quedaban las que estaban a mayor altura. Los cuellos y las patas pudieron crecer algún centímetro en
esos animales por el principio de adaptación al medio. Como sus descendientes en la siguiente
generación ya nacían con el cuello y las patas un poco más largos, según el principio de herencia de los
caracteres adquiridos, estarían mejor adaptados y podrían seguir esforzándose en estirar sus
miembros. A medida que pasaba el tiempo y se sucedían las generaciones, estos animales se iban
pareciendo más a las jirafas actuales.

 Teoría de la evolución de Darwin y Wallace.

Charles Darwin y Alfred Russell Wallace son los padres de la teoría evolutiva
que se acepta actualmente. Ambos científicos llegaron a las mismas
conclusiones por separado.
En 1831, el británico Charles Darwin (s.XIX), cuando solo tenía veintidós
años, formó parte como naturalista de la expedición científica a bordo del
bergantín de la armada británica Beagle, que realizó una expedición de cinco
años (1831-1836), dando la vuelta al mundo con la finalidad principal de
cartografiar las costas de América del Sur. Darwin tuvo ocasión de estudiar y
recoger numerosos datos, y coleccionó e investigó numerosos seres vivos
nunca vistos por él. Luego, convenientemente preparados, los enviaba a
Londres para su posterior estudio, al que se dedicó el resto de su vida.
Darwin conocía la teoría de Lamarck, pero no encontró en sus observaciones pruebas de la misma. En
las islas Galápagos encontró numerosas especies de pinzones que se diferencian unas de otras por
pequeñas variaciones de un rasgo común, el pico.
También dedicó mucho tiempo a observar las tortugas gigantes. Descubrió que en cada isla vivía una
especie distinta de tortuga. Todas estas especies se diferenciaban entre sí principalmente por la forma
del caparazón.
Darwin pensaba que todos los pinzones de las islas descendían de un antepasado común y que, con el
tiempo, se habían ido formando las especies actuales. Lo mismo debería haber sucedido con las
tortugas. Las pequeñas diferencias entre unas y otras especies de tortugas y pinzones habrían
aparecido muy lentamente, a lo largo de cientos o miles de años.
Darwin sabía que su teoría evolutiva resultaría muy polémica, por lo que pasó muchos años
recopilando datos y elaborando su libro, en el que la expuso con detalle.
Alfred Russell Wallace, también británico y más joven que Darwin, viajó por todo el mundo en busca
de aves y mariposas para museos y colecciones privadas. Estuvo en la Amazonia, el Sureste Asiático y
Australia, y fue allí donde empezó a intuir el proceso que producía la evolución.
Cuando tuvo claro el proceso de la selección natural, escribió una carta a un naturalista prestigioso,
¡nada menos que Charles Darwin! Al recibir esta carta, Darwin adelantó la presentación de sus propias
conclusiones, para hacerlo conjuntamente con Wallace.

La teoría de la evolución por selección natural


Darwin y Wallace compartieron sus descubrimientos y los presentaron a la Sociedad Linneana de
Londres en 1858. Un año más tarde, Darwin publicó su obra “El origen de las especies por selección
natural”, en la que explicaba su teoría apoyándola en numerosas observaciones de la naturaleza. En
ella no habla del ser humano.
La explicación de Darwin de cómo evolucionaron los organismos le surgió después de leer “Un Ensayo
del Principio de la Población” (1798), del economista británico Thomas Robert Malthus, en el que

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explicaba cómo las poblaciones humanas mantenían el equilibrio. Malthus argumentaba que ningún
incremento en la disponibilidad de la comida para la supervivencia humana básica podría compensar
el ritmo geométrico del crecimiento de la población. El equilibrio tenía que ser conseguido por las
limitaciones naturales como el hambre y la enfermedad, o por acciones humanas como la guerra.
Luego, las guerras, el hambre u otras calamidades, limitan la población.
Rápidamente, Darwin y Wallace se dieron cuenta de que eso mismo debía ocurrir en la naturaleza. Los
seres vivos producen más descendientes de los que llegan a adultos. Así pues, es posible que los
supervivientes tengan alguna característica que favorezca su supervivencia. Darwin aplicó
inmediatamente el razonamiento de Malthus a los animales y a las plantas, y hacia 1838 había
elaborado ya un bosquejo de la teoría de la evolución a través de la selección natural. Durante las dos
décadas siguientes trabajó en su teoría y otros proyectos de historia natural.
La teoría de Darwin-Wallace se basa en tres principios:
• La elevada capacidad reproductora de los seres vivos. Observaron que era muy común que las
especies produjeran muchos más descendientes de los que presumiblemente llegarán al estado adulto.
• La variabilidad de la descendencia. Los descendientes de una pareja no son idénticos. Muchas de las
diferencias no tendrían gran importancia, pero otras podrían ser cruciales. La mayor parte se produce
al azar y hoy sabemos que es fruto de la combinación de los genes de los progenitores.
• La actuación del proceso de selección natural. Entre los miembros de una especie se establece una
lucha por la supervivencia, sobre todo si los recursos son escasos por la superpoblación. Solo los mejor
adaptados consiguen sobrevivir y reproducirse, y, por tanto, transmiten sus caracteres a la
descendencia.

“Dado que se producen más individuos que los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso
una lucha por la existencia, ya sea de un individuo con otro de su misma especie o con individuos de
especies distintas, ya sea con las condiciones físicas de la vida. Viendo que indudablemente se han
presentado variaciones útiles al hombre, ¿puede acaso dudarse de que de la misma manera aparezcan
otras que sean útiles a los organismos mismos en su grande y compleja batalla por la vida, en el
transcurso de las generaciones? Si esto ocurre, ¿podemos dudar recordando que nacen muchos más
individuos de los que acaso pueden sobrevivir y que los individuos que tienen ventaja, por ligera que
sea, sobre otros, tendrán más probabilidades de sobrevivir y reproducir su especie? Y al contrario,
podemos estar seguros de que toda variación perjudicial por poco que lo sea, será rigurosamente
eliminada. Esta conservación de las diferencias y variaciones favorables de los individuos y la
destrucción de las que son perjudiciales es lo que yo he llamado selección natural”

¿Cómo explicarían Darwin y Wallace por qué las jirafas tienen el cuello y las patas tan largos? En un
principio existiría una población de antílopes de cuello y patas de longitud normal. Algunos de ellos,
que por azar tenían el cuello y las patas algo más largos, podrían alimentarse de hojas de acacia, lo que
les ayudaría a sobrevivir mejor en las épocas de sequía. Actuó la selección natural, que permitió a los
mejor adaptados, los más altos, reproducirse. Entre los descendientes abundarían más los individuos
altos y, de nuevo, la selección natural seleccionaría a los más altos de entre ellos, pues era más probable
que los más bajos murieran de hambre antes de llegar a adultos. De este modo, como en cada
generación se reproducían los animales más altos, cada vez los descendientes eran más altos. Al cabo
de unos millones de años, la totalidad de los animales eran altos, como las jirafas actuales.

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Las pruebas de la evolución

Hoy en día no se puede entender la ciencia de la biología sin tener en cuenta la teoría de la evolución.
Los científicos aceptan la evolución como un hecho porque existen numerosas pruebas que
demuestran que se ha producido y, sin duda, sigue aún actuando.
Es difícil, casi imposible, observar directamente cómo actúa la evolución. Sin embargo, estudiando los
seres vivos, se observan hechos que apuntan, con toda claridad, a la evolución como única causa
razonable. Estos hechos se conocen como pruebas de la evolución y se recogen en estos grupos
principales:
 Pruebas taxonómicas
La taxonomía es la clasificación de los seres vivos a partir de sus características. Cada especie de
seres vivos se agrupa con otras parecidas en grupos. A su vez, los grupos se unen con otros
parecidos, dando lugar a agrupaciones de mayor tamaño, hasta llegar al reino. Este tipo de
clasificación surgió antes de que se desarrollara la teoría de evolución; sin embargo, se aprecia
claramente que las especies se relacionan unas con otras, como si guardaran entre sí parentesco y
compartieran antepasados comunes.
 Pruebas paleontológicas
Al estudiar los fósiles se observa que los seres vivos que han habitado la Tierra han cambiado y que
unas especies han sido sustituidas por otras.
Es difícil encontrar una cadena de fósiles que expliquen perfectamente el proceso evolutivo que
lleva hasta una determinada especie actual, pues el registro fósil no es perfecto; sin embargo,
disponemos de algunas series continuas que permiten seguir la evolución de alguna especie. Un
ejemplo clásico es el registro fósil del caballo, que permite seguir los cambios
anatómicos sufridos desde un animal del tamaño de un perro con cuatro dedos
en sus patas, hasta el actual, de gran estatura y con un solo dedo en cada pata.
Otras veces se encuentran fósiles de formas intermedias entre dos grupos de
seres vivos. El Archaeopteryx es un ave cuyas plumas son perfectamente visibles,
pero con dientes en su pico y garras de reptil en sus alas.

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 Pruebas biogeográficas
Los monos y simios existen en América, Asia y África, pero no en Australia.
La fauna y la flora de dos regiones son más parecidas cuanto más cercanas están. Esta relación no
tendría por qué cumplirse si cada especie se hubiera creado de forma aislada. En cambio, se explica
si las especies están relacionadas. Tendrán antepasados comunes y serán parecidas las especies de
zonas próximas. Las faunas de América del Sur y de África son diferentes, aunque están
relacionadas. Por ejemplo, existen monos en ambos continentes. Se debe a que estos se separaron
hace millones de años, por lo que las faunas actuales han evolucionado a partir de esos antepasados
comunes.
En cambio, Australia tiene una fauna radicalmente diferente; se debe a que se separó mucho antes,
por lo que los antepasados comunes con Sudamérica y África son muy lejanos. En los archipiélagos
alejados de los continentes es frecuente encontrar especies de animales propias de cada isla, pero
muy relacionadas entre sí. Se debe a que dichas islas fueron colonizadas por una especie inicial que
se repartió por todas las islas y que en cada una de ellas dio lugar a una especie diferente.
 Pruebas embriológicas
Al estudiar el desarrollo embrionario de los animales se descubre que
en las fases iniciales existen muchas semejanzas, y más cuanto más
próximos son los animales. Por ejemplo, todos los embriones de
vertebrados poseen cola y arcos branquiales en las primeras fases del
desarrollo embrionario. Más tarde, a medida que avanza el desarrollo,
algunos animales conservan estas estructuras mientras que otros las
pierden. Parece evidente que los embriones que presentan
características similares tienen un antecesor común.
 Pruebas bioquímicas
Cuanto más parecidos son dos organismos, más coincidencias existen entre las moléculas que lo
forman. Las moléculas que se suelen estudiar son las proteínas y el ADN. Basándose en ellas, se han
podido confeccionar árboles filogenéticos entre especies. Estos árboles, en general, confirman las
clasificaciones taxonómicas clásicas, aunque también deparan sorpresas. En el caso de la especie
humana, se ha comprobado que el animal con el que tenemos más coincidencias es el chimpancé.
Esto no quiere decir que descendamos de este animal, sino que las personas y los chimpancés
tenemos un antepasado común

El neodarwinismo.

La teoría de la evolución por selección natural, aunque fue muy polémica, conquistó adeptos
rápidamente entre los científicos de los tiempos de Darwin. No obstante, tenía sus puntos flacos. Su
solución dará lugar al llamado neodarwinismo.

 El problema de los caracteres heredables


La base de la teoría de la evolución es que los organismos heredan de sus progenitores determinadas
características y las transmiten a su descendencia. Los organismos con diferentes caracteres tienen
distinta probabilidad de supervivencia y reproducción. Por tanto, aquellos organismos que, por sus

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características, están mejor adaptados a su medio, dejarán más descendientes, que portarán, a su vez,
dichos caracteres favorables.
El problema es que no se sabía qué eran esas características diferentes. Durante bastante tiempo no se
avanzó en ese camino, por lo que la teoría de la evolución quedó estancada. Cuando, ya en el siglo XX,
se redescubrieron las leyes de la herencia, propuestas por Mendel en 1865 (3 años antes de la
publicación del libro de Darwin), se unieron estos descubrimientos con la teoría de la evolución. Se
identificaron los caracteres heredables de Darwin con los genes. Así surgió el neodarwinismo, también
conocido como teoría sintética.

 Las bases del neodarwinismo


El neodarwinismo se basa, además de en la teoría de Darwin y Wallace, en varios descubrimientos
relacionados con el campo de la genética. Así, el holandés Hugo de Vries (1848-1935) introdujo la
noción de mutación. Una mutación es la aparición repentina y azarosa de una variante aleatoria de un
gen particular o de un grupo de genes en algunos individuos de una especie. La mutación cambia la
base genética del individuo, es por tanto, hereditaria y puede dar lugar a la aparición de nuevas
especies.
A partir de la idea de mutación y de la idea de la selección natural, la Teoría Sintética de la Evolución
es la explicación de la evolución que la ciencia acepta actualmente. Se llama “sintética” porque no
recurre a un solo mecanismo para explicar la evolución biológica de las especies, sino que recurre a
una síntesis o conjunción de varios mecanismos: la selección natural, las mutaciones y la genética de
poblaciones. Y también porque se basa en las aportaciones de varias ciencias.
Las mutaciones son cambios al azar que se producen en la composición genética de un individuo. Se
originan en los cromosomas, por lo que se pueden transmitir a la descendencia durante la
reproducción. Consisten generalmente en que un gen sufre alguna modificación y de ese modo se
forma otro gen diferente. Muchas de las mutaciones son perjudiciales, por lo que la selección natural
las eliminará. Otras, en cambio, por azar, pueden proporcionar alguna ventaja a sus portadores. En
este caso, los individuos con esa mutación dejarán más descendientes que el resto.
Según la teoría sintética, la evolución se produce por dos causas fundamentales:
 Variabilidad genética. Dentro de una población existe un gran número de genotipos diferentes.
Esta variabilidad se produce al azar, mediante mutaciones y recombinación genética.
 Selección natural. Las combinaciones genéticas peor adaptadas al medio se eliminan, mientras
que las mejor adaptadas serán más abundantes, porque sus portadores se reproducirán más
eficientemente, las transmitirán a su descendencia y aumentará su proporción en la población.
Hay que tener en cuenta que el medio es cambiante y la selección natural no siempre actúa del
mismo modo. Por tanto, se entiende que lo que hace la selección natural es variar las
proporciones de los genes de las poblaciones, y son las poblaciones las que evolucionan.
Aunque la selección natural ejerce su acción sobre los individuos, lo que evoluciona es la
población en su conjunto, al variar su composición genética. Los cambios genéticos se
producen lentamente pero de forma continua, y sus efectos se hacen visibles al cabo de largos
períodos de tiempo.

En definitiva, las mutaciones genéticas espontáneas o azarosas y la posterior recombinación genética


es la causa de la variabilidad hereditaria en una población. Sobre las mutaciones actúa el mecanismo
de la selección natural. El medio ambiente selecciona para la supervivencia a aquellos individuos
portadores de mutaciones genéticas que proporcionan alguna ventaja adaptativa frente a otros
individuos que terminarán por extinguirse ya que unos se reproducen y otros no.
Cuando una mutación se extiende a una población puede dar origen a un cambio evolutivo, pues lo
importante para la evolución biológica no es la variación genética que se da en un solo individuo, sino
los cambios que se extienden a una población de individuos y que puede dar origen a una especie
distinta de la originaria (por eso los mecanismos que permiten los cambios en la base genética de una
población no son sólo las mutaciones sino otros referidos a la genética de poblaciones como son: la
recombinación de genes, la deriva génica y el aislamiento geográfico).

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 Tendencias dominantes en la evolución

Los científicos han establecido ciertas tendencias dominantes en la filogénesis general de las especies
(aunque les llamemos leyes, son en realidad tendencias ya que todavía queda mucho por conocer
respecto a la evolución de las especies).
 Ley de la diversificación. El número de especies tiende a aumentar con el paso del tiempo.
 Ley de la irreversibilidad. En el proceso evolutivo no hay vuelta atrás. La evolución de las
especies es irreversible. Cualquier característica que se pierde, cualquier especie que se
extingue es irrecuperable.
 Ley de la ortogénesis. La evolución filogenética indica que la vida asciende gradualmente a
niveles superiores de complejidad y eficacia funcional frente al medio. Cada vez aparecen
organismos más adaptados y destrezas más especializadas.
 Ley de la cerebración creciente. La filogénesis tiende al progresivo perfeccionamiento del
sistema nervioso y a un aumento del volumen de la masa encefálica.
 Ley de la subjetivación. La creciente cerebración, la complejidad estructural y la eficacia
adaptativa determinan una mayor diferenciación entre los individuos de una misma especie,
una superior autonomía funcional y un mejor control del medio. El resultado es la emergencia
de la consciencia, el pensamiento, el lenguaje y la cultura.

La vida surgió en la Tierra hace 3.800 millones de años. En aquellos tiempos las condiciones del planeta
eran muy distintas de las actuales. Después de una larga evolución química, inicia la evolución
biológica con la aparición de los primeros organismos que llamamos procariontes y que presentaban
características muy primitivas, tal como una estructura unicelular
Muchos de estos organismos se extinguieron, otros se adaptaron al ambiente. Algunos procariontes
produjeron oxígeno, y con esto se formó la capa de ozono en la atmósfera. Esta nueva condición
ambiental obligó a algunos procariontes para que adquirieran la capacidad de respirar oxígeno. El
siguiente paso en la evolución consistió en la aparición de nuevos tipos celulares, más grandes y
complejos, llamados eucariontes, los que evolucionaron hasta conformar la enorme diversidad
biológica que actualmente habita la Tierra.
Los individuos de una especie se hallan separados reproductivamente; es decir, no pueden
reproducirse ni intercambiar información hereditaria con individuos de otras especies y, por tanto,
evolucionan de manera independiente. El proceso de formación de nuevas especies se denomina
especiación y se origina cuando existe una barrera biológica que impide el intercambio genético entre
individuos de la misma especie. Son ejemplo de estas barreras:
 el aislamiento geográfico, cuando los miembros de una especie son separados en dos
poblaciones debido a la presencia de una barrera física, de manera que los nuevos ambientes
al ejercer distintas presiones dan lugar a diversas adaptaciones, las cuales no son compartidas
por las dos poblaciones que al pasar el tiempo ya no pueden reproducirse entre ellas
(especiación alopátrica)
 el aislamiento ecológico, donde dos poblaciones de una misma especie que ocupan el mismo
territorio, viven en hábitats distintos y no tienen contacto una con otra, de manera que los
nuevos ambientes al ejercer distintas presiones dan lugar a diversas adaptaciones, las cuales
no son compartidas por las dos poblaciones que al pasar el tiempo ya no pueden reproducirse
entre ellas (especiación simpátrica). Se pueden distinguir dos diferentes niveles de evolución
de las especies:
a. Microevolución, permite la creación de nuevas especies que se diversifican colonizando
nuevas áreas.
b. Macroevolución, todo cambio evolutivo en gran escala, como la formación de grupos
taxonómicos.

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La controversia filosófica sobre el carácter azaroso o causal de la evolución
La evolución de la vida sobre el planeta no es un tema cerrado sino que todavía sigue sujeto a la controversia
entre la comunidad científica. En el ámbito de la religión por supuesto que sigue siendo un tema discutido y
en cuanto a la filosofía quizá el problema de mayor alcance es el del carácter teleológico (finalidad interna)
o azaroso (ausencia de una dirección determinada) de la filogénesis.
Algunos científicos sostienen que sí podemos observar una finalidad en el proceso evolutivo, en la aparición
de la vida y de formas cada vez más complejas de vida. Esta teoría se apoya en la aparición y sucesión de los
distintos niveles de organización de la materia (físico-químico, biológico, neurológico, psicológico,
cognitivo, etc.) y en la dirección de la filogénesis hacia formas cada vez más complejas (leyes de la
ortogénesis, cerebración creciente y subjetivación).
Otros científicos, sin embargo, piensan lo contrario: la filogénesis es un proceso completamente azaroso, de
tal modo que lo mismo que han surgido en la Tierra determinadas especies, entre ellas el ser humano, podrían
igualmente haber aparecido otras formas de vida diferentes o simplemente no haber surgido ninguna. La vida
es el resultado de un conjunto de circunstancias excepcionales y la mera desaparición o variación de alguna
de ellas habría sido suficiente para que la filogénesis no hubiera sido viable. Esta teoría se apoya, sobre todo,
en las exigentes condiciones necesarias para la aparición de la vida y en el carácter azaroso de las mutaciones,
que no son respuestas biológicas a las necesidades adaptativas del individuo ante el medio ambiente sino un
producto del azar. Una muestra de la fuerte carga emocional e ideológica que conlleva el problema de la
evolución y en relación con la naturaleza finalista o azarosa de la filogénesis es la controversia sobre la
hipótesis del diseño inteligente. En la línea de los que afirman la existencia de una finalidad en la filogénesis,
esta hipótesis sostiene que el origen del Universo, la vida y el ser humano son el resultado de la acción
deliberada de un ser inteligente. Sus promotores afirman que el universo está demasiado bien organizado y
nuestro planeta demasiado bien adaptado para los seres vivos como para que sea así por puro azar.
Esta idea, en realidad, representa una nueva versión del creacionismo. Cuando el Tribunal Supremo de EEUU
anuló en 1987 la obligación de enseñar el creacionismo en las escuelas, los manuales que mantenían las ideas
creacionistas sustituyeron las expresiones “creación” y “creador” por “diseño inteligente” y “diseñador
inteligente”. La idea se ha propagado entre grupos religiosos fundamentalistas que afirman que considerar al
ser humano y sus grandes capacidades racionales un producto casual y azaroso de la evolución es irracional
e incluso añaden que la evolución no ha sido demostrada científicamente. En el año 2005 en el estado de
Pensilvania en EEUU se declaró anticonstitucional la enseñanza de la hipótesis del diseño inteligente en las
escuelas por tratarse de un argumento religioso, reformulación del creacionismo y no una teoría científica.
Sin embargo en 2008 algunos candidatos del Partido Republicano de la nación más poderosa del mundo
afirmaron públicamente no creer en la evolución. En ese país las encuestas muestran que el 45% de las
personas cree que Dios creó a los humanos y que el ser humano no comparte ningún ancestro común con los
simios. El 65% propone que el creacionismo se enseñe en las escuelas a la vez que el evolucionismo.

SEGUNDO BLOQUE

El Proceso de Hominización
Los antepasados del ser humano.

Una frase que se suele escuchar, en relación con la


teoría evolutiva, es que “el hombre desciende del
mono”. Eso no es cierto: no descendemos de ninguna
especie de primate que exista hoy, aunque nuestro
pariente vivo más cercano es el chimpancé. Nuestra
especie, Homo sapiens, surgió hace solo 100.000 años.
Pero los antepasados más remotos de la especie
humana vivieron hace unos cuatro millones de años.
La historia de nuestra especie es muy corta,
comparada con la de la Tierra. Para comprender este
hecho, podemos suponer que la historia de la Tierra se
concentra en 24 horas.

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Si se formase la Tierra a las 0:00, las primeras evidencias de vida aparecerían a las 5:15. A las 21:30,
el mar estaría lleno de vida. A las 23:00, aparecerían los dinosaurios, que se extinguirían a las 23:42. A
las 23:59, surgirían los primeros antepasados de la especie humana, y 1,7 segundos antes de las 24:00,
aparecería nuestra especie.
En la actualidad, la familia de los homínidos engloba a la especie humana y a los simios como el
chimpancé, el gorila y el orangután. Pero, en el pasado, han existido otros homínidos y los conocemos
solamente por los restos fósiles que hemos encontrado. Los fósiles nos indican cuándo aparecieron y
cuándo se extinguieron las especies anteriores parecidas a la nuestra.

El proceso de hominización

El proceso de hominización es el proceso biológico que ha dado lugar a la aparición de la especie


humana. El ser humano es un ser vivo que pertenece al reino animal, al tipo de los cordados (con espina
dorsal), a la clase de los mamíferos, al orden de los primates (como todos los monos), a la superfamilia
de los hominoideos que incluye dos familias, los grandes simios (chimpancés, gorilas, orangutanes) y
la familia de los homínidos.
Dentro de la familia de los homínidos, a su vez, se han dado dos géneros: los australopitecos y el
género homo, al que pertenece el ser humano. En el género homo se han dado (según los datos de los
que disponemos actualmente) seis especies: el Homo habilis, Homo ergaster, el Homo erectus, el Homo
antecessor, Homo sapiens y Homo sapiens sapiens, nuestra especie.
La evolución del ser humano no ha sido lineal, parece ser una historia muy complicada con multitud
de ramificaciones. Dada la escasez de restos fósiles es muy difícil reconstruir nuestro pasado evolutivo,
cada nuevo hallazgo fósil arroja nuevos datos y pone en duda las hipótesis previas. La investigación
actual demuestra que el ser humano no desciende de ningún organismo actualmente vivo sino que
comparte con los simios un antepasado común hoy desconocido. Las técnicas modernas para detectar
la proximidad evolutiva de distintas especies aplicadas a los primates muestran un estrecho
parentesco entre el ser humano y los grandes monos africanos, lo que confirma la existencia de un
antecesor común reciente entre estas especies. Al comparar el cariotipo (conjunto de genes) humano
(46 cromosomas) con el del chimpancé (48 cromosomas) se observa una identidad perfecta en 13
cromosomas. Algunos investigadores, dada la escasa distancia genética que nos separa de los
chimpancés proponen considerarlos también homínidos.
La antropogénesis, línea de la filogénesis que conduce a la aparición de la especie humana, incluye
tanto el proceso de hominización, de carácter biológico, como el proceso de humanización, de carácter
cultural. En el análisis que hacemos a continuación de las etapas de la evolución de la especie humana
nos referimos tanto a los rasgos biológicos como a los culturales.

 Los australopitecos. Surgieron en África hace unos 4 millones de años. Fueron


los primeros homínidos que adoptaron la postura erecta y la marcha erguida
(parece que la marcha erguida precedió en un millón de años a la expansión del
cerebro). De aspecto simiesco, tenían una capacidad craneal de unos 400 cm
cúbicos y su inteligencia tal vez fue similar a la de los chimpancés actuales.
Ligados a ambientes forestales, la crisis climática que acabó con estos ecosistemas
en África posiblemente acabó también con ellos. Omnívoros, no conocían ningún
tipo de técnica.

 El Homo habilis. El género homo se asocia con la capacidad de fabricar


herramientas y con la conducta social. Su antigüedad es de unos 2,5 millones de
años. Su capacidad craneal de unos 700 cm cúbicos. Fue capaz de producir
toscas herramientas de piedra. De acuerdo a los datos disponibles, estas
primeras herramientas eran muy simples y se ubican dentro de la industria
lítica conocida como olduvayense. Las más antiguas proceden de la región de

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Afar (Etiopía) y su antigüedad se estima en unos 2,6 millones de años, pero no
existen fósiles de homínidos asociados a esos artefactos. Se protegía en cuevas,
se alimentaba de semillas y frutos, ocasionalmente de carne.

 Homo ergaster. Apareció hace unos 1,8 millones de años. Presenta


una capacidad craneal de unos 850 cm cúbicos.
Se supone que fue el primero de nuestros antepasados en abandonar
África en un primer gran movimiento migratorio, tal como sugieren las
evidencias recuperadas en Dmanisi, actual Georgia. Esta primera
migración humana condujo a la diferenciación de dos linajes
descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Asia y Homo
antecessor / Homo cepranensis en Europa. De modo interesante los
Homo ergaster que permanecieron en
África inventaron un modo nuevo de tallar
la piedra, más elaborado, denominado Achelense, hace 1,6 o 1,7
millones de años, que los diferenció del tipo de talla olduvayense que
mantuvieron Homo erectus y Homo antecessor. Por lo tanto, puede
afirmarse que el homo ergaster caza y consume carne habitualmente.

 Homo erectus. Apareció hace aproximadamente 1’6 millones de años. Su


capacidad craneal es de unos 900 cm cúbicos. Talló piedras, fabricó hachas y
otros utensilios y armas. Fueron cazadores expertos lo que les permitió una
dieta carnívora. Dominó el fuego. Se especula con que fue el Homo erectus
quien inició la transición de los lenguajes naturales, inarticulados, basados en
voces y gritos, a los primitivos lenguajes simbólicos y articulados. Este paso
se debió de producir por la imposibilidad de los lenguajes naturales de
adecuarse a la acumulación cuantitativa de las nuevas necesidades culturales;
por ejemplo, la planificación de una actividad tan compleja como la caza
organizada.

 Homo antecessor. Fue descubierto por paleoantropólogos españoles


(1976-1994) en los yacimientos de Atapuerca, donde aparecieron restos de
los homínidos más antiguos de Europa. Con una antigüedad de unos 1,2
millones de años, el Homo antecessor se situaría en un momento anterior a
la separación de las dos líneas humanas que vinieron después: por un lado
los neandertales, y por otro, los cromañones.
Tenía una mezcla de rasgos arcaicos y modernos. Cejas abultadas con doble
arco; fosa canina; capacidad craneana de 1000 cc.; 1,70 m de estatura;
mandíbula delgada; dientes pequeños, en particular el último molar; grandes
incisivos con forma de pala; y poca cavidad pulpar en las raíces de los dientes.
Su patrón de desarrollo sería similar al nuestro, con niñez y adolescencia
prolongadas. Entre las herramientas que utilizaban, no aparecen las hachas
bifaces, siendo más bien sus utensilios del tipo que se ha denominado Modo Técnico I, o Pre-
Achelense. Muchos de los restos fósiles muestran evidencias, dice Arsuaga, de haber sido
descarnados y troceados por otros humanos, prueba evidente de usos antropofágicos dentro de
esta especie.

 El Homo sapiens. Es el llamado hombre de Neandertal. Vivió en


algunos lugares de Asia y sobre todo en Europa. Apareció hace unos
230.000 años. Esto significa que coexistió con el hombre de
Cromagnon, el Homo sapiens sapiens, nuestra especie. Se calcula
que su capacidad craneal era de unos 1.500 cm cúbicos. El hombre
de Neandertal dominó una amplia industria lítica, hachas bifaces,
cuchillos muy perfeccionados y raederas. Vivían en refugios
naturales que acondicionaron y reconstruyeron con un cierto
sentido de la distribución del espacio mediante estancias separadas
con funciones distintas. Los paleontólogos han identificado en los yacimientos manifestaciones

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rituales de carácter funerario, como enterrar los cadáveres boca arriba, lo que implica la existencia
de rasgos culturales avanzados. Las causas de su desaparición son un misterio.
Coincidieron con el hombre de Cromagnon y se sabe, por los restos antropológicos, que en
ocasiones fueron expulsados o exterminados. En otras parece ser que convivieron pacíficamente y
aprendieron técnicas del Homo sapiens sapiens. Lo cierto es que no se tiene conocimiento de una
nueva especie, resultante del cruce de ambas.
Los neandertales tenían la pigmentación de la piel blanca, mientras que los cromañones la tenían
más morena, dado que éstos procedían de África mientras que los primeros se habían aclimatado
al entorno europeo, un ámbito menos cálido.
Su peso corporal era superior al hombre moderno, pudiéndose considerar que los individuos
masculinos pesarían alrededor de 80 kg. Si se tienen en cuenta los restos de neandertales
encontrados en Atapuerca (Sima de los Huesos), se puede deducir, dada la fortaleza de los fémures
encontrados, que la estatura de los individuos masculinos pudo ser entre 170 y 180 cm., por lo que
no es exagerado atribuir un peso de no menos de 90 kg.
Su organización social era muy reducida, prácticamente no pasaron de la familia extensa, vivieron
en una época de glaciación dura y exigente. Tuvieron que luchar por la supervivencia con el hombre
actual, un competidor formidable, tanto que la naturaleza, finalmente, seleccionó a éste para la
supervivencia y a aquel para su extinción.

 Homo sapiens sapiens. Es el llamado hombre de Cromagnon y es


igual al hombre actual. Surgió hace unos 160.000 años coincidiendo con
los último neandertales, tiene, por tanto nuestras mismas
características físicas y una capacidad craneal de unos 1.800 cm
cúbicos. Posee una industria lítica muy avanzada, fabrica útiles y
herramientas de hueso, como agujas para coser vestidos, e
instrumentos compuestos con mangos de madera y hojas de piedra.
Descubrieron los metales. Iniciaron la roturación de la tierra mediante
técnicas agrícolas. Sus formas de organización social, familias, tribus,
clanes, son mucho ás complejas que las de sus predecesores, los
neandertales. El Homo sapiens sapiens cuenta con numerosas
manifestaciones culturales, artísticas y religiosas, como las pinturas
rupestres de Altamira y Lascaux.

ALGUNAS CONCLUSIONES HASTA EL MOMENTO…


 el grado erectus se inició en África del este, alrededor de 1,8 y 1,9 millones de años, momento en que aparecen
unos nuevos seres con cambios anatómicos de la bóveda craneal y un aumento importante de tamaño;
 estos primeros erectus mantienen al inicio la cultura olduvaiense de los habilis, pero las irán cambiando hacia
el tipo de herramientas denominadas achelenses (bifaces, que no se hallan casi en Asia, y que en Europa
aparecerán sólo en época muy posterior);
 la salida de África se produce pronto, orientándose hacia Asia y Europa, no sabiéndose todavía si el lugar de
salida fue sólo Egipto o también Gibraltar, o Sicilia;
 la evolución de los diferentes tipos de homo erectus se daría en cada lugar de acomodo. Así, el homo erectus
en sentido estricto se dio en Asia; en Europa occidental surgió el homo antecessor, al que sucedería el homo
heidelbergensis;
 en el paso al Paleolítico superior se dan diferentes transformaciones en cada continente: en Asia permaneció el
homo erectus; en Europa, el homo antecessor daría lugar al homo heidelbergensis y luego al hombre de
Neanderthal; y en África, el homo antecessor, o el equivalente a esta especie, daría lugar al homo sapiens.

¿Pero dónde apareció el ser humano?

 La hipótesis del origen africano: esta hipótesis propone que la especie homo sapiens apareció por
primera vez en el continente mencionado en algún momento entre los años 200 000 y 140 000
antes del presente, sobre la base de un conjunto amplio de evidencias. Esta hipótesis fue
formulada por primera vez por el investigador James Prichard y posteriormente fue respaldada
por otros estudiosos como Rebecca Cann. Como se dijo, las líneas de evidencia que respaldarían
esta hipótesis, entre las cuales podemos mencionar: a) evidencias paleontológicas (por ejemplo,

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el hallazgo de fósiles bastante antiguos en el valle del río Omo en África oriental, fechados en 195
000 años); b) evidencias arqueológicas (hallazgo de artefactos bastante antiguos como puntas de
proyectil y artefactos de hueso en varios puntos del continente africano, asociadas a restos de
Homo sapiens); c) evidencias lingüísticas (que sugieren que las lenguas del viejo Mundo tendrían
su origen en una especie de lengua protosapiens africana); d) evidencias genéticas (que
establecen la existencia de una gran migración desde el África hacia el resto del viejo Mundo, que
habría quedado en evidencia en las distancias genéticas de las poblaciones humanas actuales,
particularmente en el ADN mitocondrial, el cromosoma y, partes del cromosoma X y en muchas
regiones autosomales).
 La hipótesis del origen multirregional: esta hipótesis se fundamenta en los trabajos de Franz
Weidenreich, David Frayer, Alan Thorne y Milford Wolpoff, entre otros. Esta hipótesis propone
que hay bastantes similitudes en las características genéticas de las diversas especies de homo
sapiens que se han descubierto y que, por lo tanto, no hay pruebas suficientes para plantear la
existencia de un origen único en África, sino, más bien, que habrían existido varios focos desde
donde habrían evolucionado los individuos de la especie señalada. Pese a ello, las otras líneas de
evidencia que avalan la hipótesis del origen africano (como por ejemplo, las evidencias
paleontológicas, arqueológicas y lingüísticas) parecen dejar sin piso esta formulación.
 La hipótesis del origen mixto: esta hipótesis plantea una postura intermedia, que acepta la
existencia de migraciones de Homo sapiens desde el continente africano hacia el resto del viejo
Mundo, pero a diferencia de la hipótesis del origen en África, sostiene que los miembros de tales
oleadas migratorias llegaron a mezclarse con otros Homo sapiens oriundos de los nuevos
territorios a los que aquellos habían llegado, fuera del continente mencionado.

Características específicas del ser humano.

La hominización es la adquisición
progresiva de las características
morfológicas y culturales de la
especie humana que la diferencian
del resto de los primates, que
comienza con la bipedestación y
termina con el desarrollo del
psiquismo superior.
El psiquismo superior del ser
humano está formado por un
conjunto de capacidades que posee el
cerebro para el procesamiento de la

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información que nos llega del medio ambiente y para la elaboración de respuestas adecuadas para la
adaptación. Son las siguientes: percepción, aprendizaje, memoria, pensamiento, inteligencia y
lenguaje.
Las características específicas y únicas que nuestra especie ha ido adquiriendo a lo largo del
proceso de hominización fueron las siguientes:

 La bipedestación: Si bien otros primates como el


chimpancé y el gorila también pueden andar sobre
sus piernas si lo necesitan, sólo el ser humano hace
de la bipedestación su forma habitual de
locomoción en la naturaleza. La bipedestación
supuso una modificación de todo nuestro esqueleto.
Algunos ejemplos: especialización de los pies en la
función sustentadora y locomotora, estructura de
plataforma, pulgar no oponible, dedos laterales no
curvados; las extremidades inferiores se alargan y
especializan en la sustentación del cuerpo y la
marcha; aumento del ángulo de las rodillas;
acortamiento y ensanchamiento de la pelvis como
soporte del peso del cuerpo; resistencia y
flexibilidad de la columna vertebral que se curva
ligeramente en forma de doble S y cuya misión
consiste en la distribución equilibrada del peso del
cuerpo y del cráneo; el cráneo se mantiene
verticalmente acortándose la cara, se reduce el tamaño de la mandíbula que pierde su prominencia
hacia fuera o prognatismo, se reducen los arcos superciliares, el arco dentario se redondea
perdiendo la acusada forma de U que tiene en los prehomínidos, los dientes
quedan alineados y disminuyen de tamaño
permitiendo una mayor movilidad de la lengua que,
junto con otros factores, posibilitará la emisión de
sonidos; el agujero occipital se sitúa en un plano
horizontal respecto a la base del cerebro y no oblicuo
como en los simios.
Consecuencia muy importante de la bipedestación fue un considerable aumento del campo visual;
de hecho, el sentido de la vista es en nuestra especie el sistema de información más utilizado. Pero
la primera y principal consecuencia de la bipedestación fue la liberación de la mano.
 La liberación de la mano de su anterior función locomotora, la existencia
de un dedo pulgar oponible y su capacidad de extensión y flexión, hicieron
de este órgano un preciso instrumento de prensión y manipulación que,
en estrecha asociación con el sistema nervioso central, facilitó la
irrupción de la inteligencia práctica o instrumental y permitió la
adquisición de técnicas y el desarrollo cultural.
 La inmadurez biológica (o neotenia) La adquisición del bipedismo y la
posición erecta dificultaron el parto de las hembras porque la nueva
estructura de la pelvis estrechó el canal del parto, lo que puso en peligro
la supervivencia de la especie; las mutaciones genéticas que
posibilitaron la expulsión del feto antes de su maduración definitiva
resolvieron el problema. El ser humano es, por tanto, una especie que
nace inmadura. Su indefensión y su dependencia infantil duran mucho
más tiempo que en el resto de las especies, su desarrollo es

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enormemente pausado de forma que no madura biológicamente hasta los 12-13 años. Un tiempo
insólito entre las especies afines. El nacimiento inmaduro de las crías del ser humano posibilita una
larga crianza que se realiza a la par que madura el sistema nervioso, lo que facilita enormemente el
aprendizaje y la socialización, decisiva en esta etapa.
 El desarrollo del cerebro. La proporción en la especie humana entre el peso corporal y el volumen
de la masa encefálica es única entre los mamíferos y las especies más próximas en la escala
evolutiva, estamos dotados de un cerebro excepcionalmente grande. El tamaño del cerebro y su
complejidad anatómica y funcional son los elementos clave de la evolución del ser humano ya que
se trata de un órgano especializado en el procesamiento de la información: recoge información de
los estímulos internos y externos, y elabora respuestas adecuadas a los mismos. El desarrollo del
cerebro, además, posibilitó:
a- La inhibición de los impulsos primitivos de agresividad y sexualidad que posibilitan la
construcción de grupos sociales.
b- La aparición del lenguaje como instrumento de comunicación.
c- La precisión y control de los movimientos corporales, especialmente la mano, que permitirá
la construcción y uso de herramientas.
d- La aparición de los procesos cognitivos superiores: inteligencia, pensamiento y lenguaje
 Un aparato fonador único. Para la aparición del sofisticado
lenguaje humano no sólo se precisa el desarrollo cerebral sino
también un aparato fonador adecuado. Parece que ambas
condiciones ya están en el género homo, lo cual permitió la
fabricación de utensilios y su conducta social. Por
contraposición al lenguaje animal (natural, mimético, innato,
inarticulado y limitado), el lenguaje humano es convencional,
arbitrario, aprendido, articulado y creativo.
Algunas características del aparato fonador: incluye los
labios, los dientes, la lengua, el velo del paladar, las cuerdas
vocales, la glotis, la faringe, la laringe y los pulmones. Los sonidos se producen en la laringe con las
cuerdas vocales y se modulan en la faringe, en la cavidad nasal y oral. La laringe de los chimpancés,
con quienes compartimos el 99% de nuestro acervo genético, se encuentra en la parte alta del cuello
dejando poco espacio para la faringe que no puede modular los sonidos, por eso sólo pueden emitir
gruñidos y aullidos. Por el contrario, la gran faringe humana, junto con una laringe baja, permite
articular gran cantidad de sonidos.
 La falta de especialización anatómica. La naturaleza es el reino de los especialistas. Cada especie
mantiene un programa vital de adaptación al medio estrechamente dependiente de su especial
constitución anatómica. Sin embargo, el ser humano no es un auténtico especialista de la naturaleza.
Su anatomía no le permite competir con los auténticos expertos del reino animal. No es el mejor
saltador, ni el más veloz, ni el más fuerte. Tampoco es el más resistente, ni el que tiene una vista
más aguda o el olfato más sensible. Esta falta de especialización anatómica determinó
evolutivamente el debilitamiento de los instintos, que fueron sustituidos por una gran capacidad de
aprendizaje y por la inteligencia. Gracias a esto el ser humano pudo adaptarse a medios muy
distintos siguiendo distintos programas y estrategias adaptativas, al margen de las rígidas y
estereotipadas pautas de conducta instintivas. Esos programas y estrategias adaptativas que el ser
humano crea constituyen la cultura

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TERCER BLOQUE

El Proceso de Humanización
Sonia Sescovich Rojas

El ser humano como producto de un proceso de transformaciones

El proceso de humanización puede ser analizada desde dos perspectivas. La primera se refiere a la
transformación y evolución de los caracteres morfológicos fundamentales del ser humano, o, dicho de
otra manera, se refiere al proceso a través del cual el cuerpo humano ha llegado a ser como es hoy. A
este proceso lo denominaremos hominización. Desde esta perspectiva, lo que interesa
fundamentalmente son los datos que entrega la paleontología en relación a las leyes que rigen la
evolución biológica. La segunda se relaciona con la transformación psíquica, es decir, con la aparición
de la inteligencia, del pensamiento abstracto y de la conciencia humana con las manifestaciones
psicológicas y culturales que de ésta derivan. A este proceso que conduce al surgimiento y desarrollo
de la conciencia lo denominaremos humanización.
Aclararemos, en primer lugar, que hay dos perspectivas básicas para entender este tema. Por un lado,
la filosofía y la religión, desde que nacieron, han tratado este tema con la máxima profundidad. Este es
un enfoque posible cuando pretendemos entender estos fenómenos. La otra perspectiva es la científica
y desde allí, las ciencias que más aportes han realizado son la paleontología, la biología y la
antropología. Desde estas disciplinas se ha logrado trazar, con cierta rigurosidad científica, el largo
camino que el Ser Humano -su actual sistema nervioso y psicológico, las sociedades que ha configurado
y las culturas que ha generado- han recorrido para llegar a lo que hoy todos conocemos.
Pero, antes de entrar en materia, sería conveniente realizar una aclaración que nos parece esencial.
Cuando hablamos de hominización -en tanto proceso que lleva a la configuración del Hombre como lo
conocemos hoy biológicamente- y, de humanización -como proceso que permite la transformación del
Hombre en Ser Humano- podemos adoptar muchas perspectivas.
La que aquí plantearemos, por opción personal, es la perspectiva que nos permita entender el proceso
que conduce al surgimiento del Fenómeno Humano. ¿Qué queremos significar con esto? Simplemente
que queremos entregar información que nos permita considerar el proceso de hominización no sólo
desde una perspectiva científica u “objetiva” que de cuenta de sus procesos de transformación
morfológica o biológica. Nos interesa también -y de manera especial- considerar cómo se fueron
estructurando sus manifestaciones intelectuales, afectivas, sociales y éticas. Se trata de acercarnos a la
perspectiva que en su tiempo mantuvo el padre Teilhard de Chardin -de estrecha unión entre la
perspectiva metafísica y la científica- o que hoy sostienen biólogos como Humberto Maturana y
Francisco Varela, que no sólo se preocupan por responder a las exigencias de rigor científico que les
impone la biología sino que intentan integrar sus aportes en el marco más amplio de la reflexión
filosófica.
Desde esta perspectiva, lo primero que cabe acotar es que la evolución morfológica no se puede
separar de la evolución del sistema nervioso y de la evolución de lo psicológico y lo social. Si lo
separamos es sólo con fines analíticos. Pero es importante hacerlo. Queremos insistir en la idea básica
de que no es conveniente confundir hominización y humanización.
Un primer salto cualitativo, en el proceso que nos trajo hasta lo que somos hoy, es el origen de los
primeros homínida -lo que algunos consideran género Homo y otros prehumanos- como producto de
una serie de transformaciones morfológicas que luego veremos. Ciertamente, la aparición de los
homínidos abrió un gran foso entre este género y el resto de los seres vivos. Pero lo que es
verdaderamente interesante de considerar es lo siguiente: el foso que separa a esos homínidos de su
sucesor, el homo sapiens, es aún más grande que aquel que lo separa de sus antecesores. Cuando
surgen los homínidas decimos que nos hemos hominizado pero aún no humanizado.
Luego se produce el segundo salto con el surgimiento del Homo Sapiens. Y en este punto se produce
algo que consideramos de la mayor significación. Desde su aparición, el homo sapiens poseyó un
conjunto de características biológicas esenciales que desde entonces no han sufrido ningún cambio
fundamental. Sin embargo, y ello es lo significativo, la humanidad siguió evolucionando a tal punto que,
mentalmente, los seres humanos de hoy están más lejos de ese primer homo sapiens de lo lejos que
estaba ese homo sapiens de su antecesor homínida.

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En otras palabras, los progresos psicológicos de los homínidos se dieron de manera correlativa con la
evolución orgánica. En cambio la evolución mental del homo sapiens se da en forma independiente de
la evolución orgánica del sistema nervioso. De hecho, el sistema nervioso alcanzó, en el origen del
homo sapiens, un nivel de desarrollo hasta hoy no superado. Es decir, las limitaciones biológicas que
restringieron las posibilidades de desarrollo de los homínidos, ya no restringen más la evolución. La
gran aventura del pensamiento comienza. Desde entonces, la evolución está más relacionada con las
formas y sistemas de vida que se dan los seres humanos que con lo propiamente orgánico. Mediante el
pensamiento abstracto, el lenguaje y la vida social, el Hombre se elevó por encima del plano de la
simple evolución orgánica. Sin embargo, sus posibilidades en esos dominios están limitadas, de todas
maneras, por su estructura orgánica. Por ello no podemos dejarla de lado y es conveniente partir por
conocer esta dimensión del proceso evolutivo.

El proceso de humanización

En algún momento, a lo largo de estas transformaciones morfológicas que hemos descrito en el


capítulo anterior, surgen varios fenómenos que, en su conjunto, pueden considerarse como parte de lo
que llamamos conciencia humana. Lo que deseamos significar con este término es ese conjunto de
procesos mentales que nos hicieron dar un salto en el proceso evolutivo y distanciarnos -o elevarnos,
sostienen algunos- más allá de los otros seres vivos con los cuales hemos compartido la historia
biológica de vida. Pero, como es de suponer, en este tema empieza a ser más difícil encontrar
consensos, tanto entre los científicos como entre los filósofos. Por lo tanto, lo que haremos, será
presentar distintos ángulos de análisis o distintas visiones del fenómeno. En cada caso significa poner
énfasis en procesos distintos a partir de los cuales se puede explicar lo que hemos denominado
conciencia humana.

 Conciencia e inteligencia

Muchos estudiosos del tema sostienen que es la actividad del cerebro lo que, ante todo, distingue al
Hombre del resto de los seres vivos. A continuación, analizaremos el fenómeno de la conciencia
humana con la mirada o desde la perspectiva de quienes opinan así.
Si bien la mano y los órganos sensoriales juegan un papel importante en el proceso de humanización,
también es cierto que, al menos los órganos sensoriales -y en algunos casos incluso la mano- son
órganos que poseen otras especies. ¿Dónde radica entonces la diferencia? Una respuesta posible es
que radica en la extensión y en la complejidad de las representaciones de estos órganos en el cerebro
humano, o más exactamente en la corteza cerebral. El cerebro humano se distingue de aquel de los
primates no solamente por su volumen sino, y sobre todo, por su complejidad. En un momento de la
evolución, se expande la región frontal del cerebro y esa expansión va asociada a la frente amplia y
despejada que constituye uno de los rasgos característicos de los humanos. Es importante, entonces,
detenerse en aquello que se aloja en esa zona. La corteza cerebral pre-frontal no es indispensable para
la motricidad ni para la sensibilidad. Tampoco es indispensable para la inteligencia puesto que ésta es
función de toda la corteza cerebral. Esta afirmación la prueban los innumerables casos en que se ha
debido extirpar esta zona, sin que dichas funciones sufrieran mayor daño. Sin embargo, en esos
mismos casos, han quedado en evidencia importantes alteraciones de personalidad. Sabemos que la
personalidad regula el equilibrio entre lo instintivo y lo racional. Las alteraciones de las que hablamos,
en el caso de extirpación del lóbulo frontal, tienen que ver, justamente, con un desequilibrio entre
afectividad, por un lado, e inteligencia reflexiva, por otro y, además, con cierta incapacidad de
la persona para proyectarse adecuadamente en el futuro. Ello hace suponer que es en la corteza pre-
frontal, que caracteriza sólo a los humanos, donde se realizan las funciones mentales que permiten
equilibrar lo afectivo y lo racional y que hacen posible el accionar en función de una visión de futuro,
valor distintivo del pensamiento humano.
A estas alturas, es difícil poner en duda que la inteligencia del Hombre es, en buena medida, la
expresión o la traducción al plano funcional de la complejidad neuronal que caracteriza a la corteza
cerebral en su conjunto y, más específicamente, a la corteza pre-frontal. Esta complejidad neuronal
sirve de base a muchos procesos. Recordemos que los organismos vivos tienen circuitos externos
donde se asientan las actividades que permiten la relación y el equilibrio entre el ser vivo y su medio.
Todos los organismos vivos tienen ese circuito externo. Sólo que aquel que poseen algunos es más
complejo que el de otros. Y, justamente, la complejidad de dichos circuitos externos depende del nivel

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evolutivo del ser vivo. En el caso del homo sapiens, se observa que, aparte de los sentidos, el sistema
nervioso superior tiene un papel cada vez más preponderante en el sistema externo que hace posible
la adaptación al medio. Es decir, las funciones cerebrales se acrecientan, se vuelven más complejas al
aumentar la corteza cerebral y de esta manera el cerebro se transforma en asiento de los estímulos
que provienen del medio y en el organismo que, por excelencia, los procesa. A partir del aumento en
el volumen y complejidad del cerebro, y en especial del lóbulo frontal, se observa un proceso
ininterrumpido de perfeccionamiento de las funciones mentales.
En general, la biología y la psicología concuerdan en atribuir a la capacidad de pensamiento reflexivo,
a la inteligencia, un lugar privilegiado en el proceso de humanización. Quienes ponen a la inteligencia
en el centro de la conciencia humana sostienen que tanto en el dominio emocional y afectivo como en
el plano de las percepciones sensoriales, de las relaciones motrices y de la adquisición de hábitos, la
fosa que separa a los seres humanos de los no humanos es mucho menos profunda. Quien ama a los
animales y ha tenido larga experiencia junto a ellos, entenderá mejor esta postura. En cambio, cuando
penetramos el dominio de la actividad cerebral, la fosa entre humanos y no humanos se hace casi
infranqueable. Tratemos de aportar algunas precisiones a estas nociones generales.
La conducta de los animales, observados en su medio, puede ser calificada de inteligente si
entendemos la inteligencia como la capacidad de adaptación a situaciones externas y de dar respuesta
eficiente a los problemas de sobrevida que plantea el medio al ser vivo. En la medida una especie ha
logrado permanecer, no se ha extinguido, es justamente porque sus miembros han logrado dar una
respuesta efectiva a esas situaciones y problemas. Esta capacidad de resolución de problemas, de
respuesta y adaptación al medio es común a muchos seres vivos y algunos científicos la denominan
inteligencia específica. Este tipo de inteligencia daría cuenta de aquellos rasgos adaptativos de
comportamiento que están muy ligados a lo orgánico, que son transmitidos por herencia y que no se
modifican sino muy lentamente en la historia genética de una especie. De allí la denominación de
específica que algunos autores le dan.
Pero la inteligencia humana actúa en un plano diferente. Pierde sus características orgánicas, se aleja
del comportamiento instintivo para convertirse en lo que algunos denominan inteligencia individual.
Porque en la especie humana es el individuo quien se adapta y no la especie. Aprende, ciertamente, de
y con su especie. Pero cada individuo aprende en función de su biografía. Sus respuestas son
individuales, su comportamiento es personal, su capacidad de adaptación se desarrolla según su
propia biografía y no según la historia de la humanidad. Esta le da la materia prima; quien la procesa
es cada ser humano. Es decir, la inteligencia humana es la que ha permitido que dos Hombres no sean
intercambiables, por así decirlo. Al mismo tiempo, ese rasgo de la inteligencia humana hace que cada
uno sea responsable de su proceso adaptativo. La inteligencia individual ha permitido, en otras
palabras, que el Hombre se transforme en Persona, con su valor propio e irreemplazable. En otras
palabras, la inteligencia ha permitido al ser humano pasar de los genérico a lo individual. Lo ha
individualizado. De allí su nombre. Es verdad que la inteligencia individual, así entendida, no es
privativa del Hombre. Aparece también en algunos de los mamíferos más evolucionados. Sin embargo
la inteligencia no alcanza, entre ellos, el nivel que alcanza en el ser humano; ni presenta su amplitud y
fecundidad. En otras palabras, a la inteligencia individual de los seres vivos no humanos le falta algún
punto de apoyo fundamental. Ese punto es, para algunos, el lenguaje, para otros lo social y, para otros,
ambos porque están indisolublemente ligados. Pero sobre esto hablaremos luego.
Sostienen algunos que el desarrollo de la inteligencia individual ha significado, en el ser humano, el
correlativo debilitamiento de la inteligencia específica o instintiva, sin entrar a calificar si eso ha sido
positivo o negativo para el Hombre. Sostienen, además, que ese desarrollo aparece, en la historia
evolutiva orgánica, estrechamente unido a la aparición de un centro se asociación denominado
neopallium. Este centro sería el que permite que la conducta de cada individuo se coordine en función
de sus experiencias pasadas, almacenadas en su memoria, las que puede proyectar hacia el futuro.
Hecho este que, como veremos más adelante, marca un salto esencial en la historia de la
humanización. Es decir, con la existencia de este centro asociativo, al ser humano le es posible
formarse una idea de su acción, del objetivo que persigue y de los medios necesarios para alcanzarlo.
Desde el momento que esto es posible, el Hombre tiene una visión de futuro. En otras palabras, el
neopallium permite al ser humano sustraerse al dominio de la respuesta automática e inmediata y del
instinto como único fundamento de la conducta.
Hasta aquí, hemos realizado un examen muy general de lo que representa la inteligencia en el
desarrollo humano. Ahora intentaremos explorar niveles más finos de información que nos permitan
definirla mejor y conocer cómo se originó.

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 La relación entre el ser humano y el medio

Sabemos ya, a esta altura del análisis, que la vida no se asienta sólo en la célula como estructura sino
en la relación que se da entre esa célula y su medio extracelular. Recordando a Varela y Maturana, es
importante considerar que el organismo vivo y su medio tienen, cada uno, su propia estructura y
organización. La perspectiva que nos interesa, en este punto del análisis, es la complejidad de ambas
estructuras y cómo esa complejidad afecta su mutua relación.
En la medida que el ser vivo se hace más complejo en su estructura -es decir que se individualiza- la
heterogeneidad del medio se transforma en un elemento que potencializa su evolución. Veamos una
descripción más detallada de esta formulación. Se sabe que un medio ambiente homogéneo asegura la
estabilidad de los intercambios bio-físicos que se dan entre dicho medio y los seres vivos que se
desarrollan en él. Pero, al mismo tiempo, el exceso de homogeneidad estanca el nivel de desarrollo de
las funciones del ser vivo. Por el contrario, un hábitat heterogéneo, con elementos que presentan
fuertes diferencias de estructuras y funciones, hace más difícil la estabilidad de los intercambios bio-
físicos puesto que exige reacomodos permanentes de los mecanismos adaptativos. Y esa precariedad
que surge en los intercambios entre organismo y medio sólo puede ser neutralizada con un cambio de
funciones dentro de la estructura misma del ser vivo; en ese momento, la estructura obligadamente se
vuelve más compleja. Ello explica cómo se fue complejizando la estructura del Hombre, proceso que
llevó consigo un cambio radical en su relación con el medio. El ser humano, a diferencia de los otros
seres vivos, tiene pensamiento reflexivo. Ello le permite variar su conducta para adaptarse a cualquier
complejidad o cambio del medio; no necesita cambiar su organismo. Simplemente acomoda su
conducta y con ello no pone en riesgo la existencia de la especie. Y mientras más heterogéneo es el
medio, más importante se vuelve la función del pensamiento reflexivo, como mecanismo adaptativo y
como fuente de evolución del ser humano. Dicho de otra manera, el proceso de adaptación al medio
no opera en el ser humano de la misma forma que opera en el resto de los seres vivos. Por el hecho de
poseer pensamiento reflexivo -y esto lo veremos en detalle más adelante- el ser humano es capaz de
dominar muchas de sus propias variaciones y, al hacerlo así, se vuelve autónomo respecto de las
variaciones del medio. Esta es una característica propia de la adaptación específicamente humana. Lo
anterior nos permite afirmar que entre el ser humano y el medio nace un nuevo tipo de relaciones:
cognoscitivas o de conocimiento.
Veamos ahora qué tiene de particular esta nueva relación que se da entre el ser humano y el medio.
Cuando decimos que el ser humano se vuelve autónomo respecto del medio, lo que estamos afirmando,
en el fondo, es que ante cada situación que el medio le impone, el individuo tiene varios campos de
acción, tiene varias opciones de conducta posibles. Ya no es necesario que responda instintiva o
automáticamente. Ahora es capaz de generar tiempo y espacio entre el estímulo y la respuesta, tiempo
y espacio que es ocupado por la actividad reflexiva. De esta manera su conducta se transforma en
voluntaria, opcional, liberándose del determinismo que rige las relaciones directas entre organismo
vivo y medio. El ser humano opera con relaciones de autonomía respecto del medio porque dichas
relaciones están mediadas por el pensamiento reflexivo. Tal autonomía se acrecienta con la
complejización de las funciones mentales. Todo ocurre de manera tal que, a medida que los sentidos,
en tanto reguladores de la relación con el medio, pierden importancia y su función reguladora es
reemplazada por la actividad del sistema nervioso superior, y principalmente de la corteza cerebral, el
organismo gana en independencia respecto al medio. Se llega sí a una comprobación cuyos alcances se
detienen sólo en el pensamiento. A partir de este momento, en el proceso de evolución que conduce a
la humanización, la adaptación ya no se produce prioritariamente frente a situaciones naturales, por
llamarlas de algún modo, sino frente a situaciones creadas, situaciones que son producto de la
actividad intencionada del ser vivo. En otras palabras, desde la perspectiva del ser humano, el medio
se transforma, al mismo tiempo, en una consecuencia de su actividad y en causa de la misma. De esta
manera, el surgimiento del pensamiento abstracto ha generado un nuevo orden de cosas.
En primer lugar, y ya lo decíamos, el pensamiento abstracto da origen a un grado de autonomía del
individuo respecto de su medio, cualitativamente diferente al de cualquiera otra especie. Desde el
punto de vista estrictamente biológico -de la continuidad de los fenómenos vitales- esta autonomía no
representa una clara ventaja para el ser vivo pues lo pone ante una decisión que cae, en sus
consecuencias, dentro de lo probable o improbable y no de la certeza.
El hecho de poder decidir la conducta introduce, por así decirlo, un elemento aleatorio en la respuesta
adaptativa. Es decir, la respuesta puede ser eficaz y conducir a la adaptación o puede desembocar en
situaciones de desequilibrio que dañen su estructura. El ser vivo poco evolucionado reacciona
instintivamente y esa reacción se orienta, de manera genética, a su supervivencia. No se arriesga. Pero

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tampoco construye. El ser humano crea y, al crear, se arriesga. Pero también al crear, acelera
enormemente su propio proceso de desarrollo como especie.
En segundo lugar, la autonomía que proporciona el pensamiento traslada el proceso de adaptación al
medio ambiente desde el dominio de la especie al dominio del individuo. La adaptación ya no consiste
en un conjunto de procesos físico-químicos que permiten un intercambio equilibrado entre ser vivo y
medio. Se ha dado un salto cualitativo. Ahora, la experiencia del individuo suplanta a la experiencia de
la especie, la cual pasa a ser una referencia pero sobre la cual hay opción, voluntad de escoger. El papel
del individuo se acrecienta y sobre la enorme gama de posibilidades generales de su especie, se
destacan sus capacidades particulares. Con ello ha surgido el fenómeno, tan absoluta y esencialmente
humano: el de la responsabilidad individual, el de la posibilidad de auto-responsabilizarse por la
propia supervivencia. El cerebro regula la relación del individuo con el medio; le permite adaptarse al
medio con flexibilidad. Para lograrlo, la función del pensamiento procesa los distintos estímulos que
provienen del medio y para ello se sirve del enorme reservorio que constituye la memoria, sea ésta
biológica o no. Tiene una base sólida para la acción. Pero debe decidir, optar. Y la opción es sólo suya.
Él es responsable de sus consecuencias.
Volvamos a la base biológica que posibilita todo esto. El sistema nervioso superior, y el cerebro en
particular, se constituyen en un elemento regulador que posee, biológicamente, múltiples
interconexiones que se estructuran a partir de la red de neuronas. En esa red se asienta, físicamente,
la capacidad del pensamiento reflexivo y, con ello, de la autonomía respecto al medio que posee el ser
humano. De esta manera el ser humano, al autoconstruirse como especie, construye y luego fortalece
un organismo regulador del proceso de adaptación al medio, el sistema nervioso, tanto el simpático
como el cerebro-espinal. Este sistema controla y dirige la actividad de los otros órganos que
constituyen al ser humano y, por supuesto, de aquellos que lo relacionan con el medio. Se puede decir
que el sistema nervioso está predeterminado biológicamente por la especificidad del género humano.
Sólo este, como especie, tiene un cerebro que permite la autonomía de la relación con el medio. Otras
especies no lo lograron. A su vez, el propio sistema nervioso se convierte en autónomo cuando empieza
a operar su propia funcionalidad. Porque en ese momento esa funcionalidad es transformada en
pensamiento. Este, a su vez, sobre la base de sus estructuras y de su fisiología, resulta ser empírico en
el sentido de que varía en función de los cambios que se operan en el medio. Es decir, el pensamiento
cambia, cuando cambia el medio; o al menos tiene la posibilidad de hacerlo. Y como el cambio a nivel
del pensamiento no entraña cambios orgánicos, el ser humano ha conquistado un mecanismo
adaptativo especialmente eficiente y rápido. Los cambios que otras especies deben realizar durante
cientos de generaciones para dar una respuesta adaptativa a algún cambio en el medio, el ser humano
puede realizarlos en un suspiro. De esa manera, el ser humano se aleja definitivamente de las demás
especies, al liberar su relación, y con ello su dependencia, del medio ambiente.
Por primera vez en la evolución de las especies, la función de asegurar la supervivencia se traslada a
la propia actividad del ser vivo, con un alto grado de independencia respecto de lo que suceda en el
medio.

 El rol del trabajo

Ahora que ya hemos examinado los cambios que en el dominio de lo orgánico han hecho posible la
humanización, es hora de plantearnos las preguntas sobre el origen del Hombre en otro dominio. La
estructura biológica de los seres vivos condiciona el tipo de actividades o de acciones que puede
desplegar en su medio. Se podría decir que la biología se expresa en el accionar. Entonces, es
importante preguntarse qué tipo de actividades pueden ser específicamente humanas. Cuáles son las
que potencian la capacidad de humanización. Y la respuesta que se ha dado con mayor frecuencia es:
el trabajo. Para muchos, el trabajo ha sido el elemento que permitió, en definitiva, la humanización.
Entendido este como toda actividad transformadora del medio externo que se hace recurriendo a la
utilización de instrumentos fabricados para ese fin. Primer elemento que nos interesa, entonces, es el
proceso que lleva al homo sapiens primitivo a fabricar instrumentos. Los hombres fueron, desde muy
temprano, fabricantes de utensilios e instrumentos. Como sostiene Bergson, desde su origen el ser
humano fue homo faber. El instrumento fue, en sus comienzos, una prolongación de los órganos. El
palo, como arma, una prolongación de la mano. Lo mismo el vaso. O la ropa una manera de espesar la
piel para protegerse del frío. Visto desde la perspectiva del proceso de evolución, la fabricación de
instrumentos aparece como un procedimiento acelerado que sustituye al lento proceso evolutivo de
formación de nuevos órganos como medio adaptativo de una especie.

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Obviamente, en sus orígenes, la inteligencia aplicada al uso de instrumentos aparece como bastante
primitiva. Procede por tanteos, por el método de ensayo y error. Los grandes primates, por ejemplo, a
veces utilizan instrumentos. O, más concretamente, objetos que hacen el papel de instrumentos. Pero
hay diferencias substanciales entre estas capacidades de los primates y lo que sucede con el ser
humano. En primer lugar, los primates utilizan instrumentos pero no los fabrican; simplemente toman
objetos y les dan un uso instrumental. En segundo lugar, los primates demuestran una gran impericia
de su mano para el uso de los instrumentos. Y, en tercer lugar, los primates hacen uso muy limitado de
esos instrumentos; esto, que es esencial, se debe a su incapacidad para pensar series de
acontecimientos sucesivos y, por ello, su incapacidad para prever el futuro. En definitiva, la inteligencia
del primate es tan rudimentaria que, al no permitir su fabricación, le impide transformar el uso de
instrumentos en un fenómeno social; no le permite socializar esta actividad. Es decir, no en la forma
en que logra hacerlo la especie humana. Porque es cierto que se han hecho algunos experimentos en
los cuales los primates han aprendido a usar instrumento y luego han transmitido ese aprendizaje a
otros miembros del grupo. Pero el alcance es limitado.
Cuando la inteligencia individual se fortalece en el ser humano, entonces -y sólo entonces sostienen
muchos- la fabricación de instrumentos se puede socializar de manera permanente y masiva, dando
origen a una actividad que sería esencial en la definición del ser humano: el Trabajo. En otras palabras,
la inteligencia individual es la que genera la posibilidad de compartir las actividades de transformación
de la naturaleza, organizarlas hasta darles el carácter de producción social y, finalmente, darles sentido
de futuro.
Es interesante destacar que son justamente los instrumentos que el ser humano ha fabricado los que
nos han permitido conocer, en cierta medida, el proceso de conformación y desarrollo de su
inteligencia. Los primeros homo sapiens son conocidos por sus restos óseos pero, sobre todo, por sus
manufacturas, por los utensilios de los cuales se servían para satisfacer sus necesidades.
Durante la mayor parte del período cuaternario, los hombres primitivos se dedican a tallar la piedra,
cada vez con técnicas más avanzadas. Es el período que denominamos Paleolítico. Hacia el final de este
período empiezan a tallar el hueso y la madera. Después del paleolítico, la superficie terrestre cambia
drásticamente: se retiran los últimos glaciares y se dulcifica el clima, con lo cual mejoran las
condiciones de vida de los hombres. En ese momento se inician actividades que darán otro giro al
desarrollo de la humanidad. Se fabrican vasijas de barro cocido -ya hay control del fuego- se
domestican animales y se cultiva el suelo. Este período se denomina Neolítico, y corresponde a la
consolidación, por así decirlo, del período de humanización. Todos los datos que se han reunido de
este período presentan un cuadro de un ser humano con un sistema nervioso, con un cerebro cuyas
bases son las mismas que tiene hoy.
A partir del neolítico, lo que hace el ser humano es desarrollar permanentemente una estructura y una
potencialidad que ya había quedado definida a principios del período. El desarrollo humano ya no tiene
naturaleza orgánica; es un desarrollo psicológico, social y cultural. Es importante enfatizar este hecho:
para construir instrumentos necesita unir la acción de la mano con la sensación senso-motriz y con la
capacidad reflexiva. Sólo así puede diseñar, puede crear y proyectarse más allá de la acción inmediata.
Y eso sólo puede lograrlo en la medida que se une en su acción a los demás. En todo caso, es entre el
paleolítico y el neolítico que el Homo sapiens se transforma en constructor de instrumentos. Y este
hecho es el que marca la diferencia. Cuando juzgamos a través de los elementos artísticos y de las
ceremonias de inhumación del Paleolítico, comprendemos que el homo sapiens ya era capaz de
concepciones abstractas. El arte de las cavernas brinda la evidencia de que en el paleolítico superior el
Hombre ya había desarrollado enormemente la imaginación, la observación y captaba las similitudes.
Pero es con el desarrollo y auge de la agricultura -que según pruebas encontradas recientemente, se
produce en Palestina unos 8.000 años A.C. y en Inglaterra unos 3.500 años A.C.- que entramos
directamente en el Neolítico, etapa en que desaparece definitivamente el último homínido y empieza
a reinar el homo sapiens. En suma, desde la perspectiva de muchos antropólogos, la construcción de
instrumentos es la actividad que proporciona la base para la transformación de la capacidad del
cerebro. No falta quien ha sostenido que el utensilio es el mejor criterio de lo humano. Porque para
fabricarlo fue necesaria su inteligencia y, de algún modo, la refleja. Los arqueólogos y antropólogos
han intentado leer en los instrumentos del pasado la historia del Hombre. Y, hay que reconocerlo, han
hecho grandes aportes, algunos de los cuales hemos resumido recién.
Hasta aquí hemos descrito un proceso. Preguntémonos, ahora, cómo surgió biológicamente la
posibilidad de fabricar esos instrumentos. Hay una respuesta que concita bastante consenso. El ser
humano fabrica instrumentos porque posee, en propiedad, dos factores nuevos como especie. En
primer lugar, el pensamiento reflexivo que le permite saber que sabe. Es decir, tener conciencia de

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que hay una relación de conocimiento entre él y su entorno. En segundo lugar una mano cuya
estructura polifuncional le permite construir instrumentos y utilizarlos en toda variedad de funciones.
En efecto, el proceso evolutivo orgánico permitió que en la mano, una vez liberada por la posición
vertical del cuerpo, se concentraran enormes capacidades de acción para explorar el medio. Pero la
mano no sólo explora, también cambia ese medio. Por su parte, la actividad manual, con todas las
capacidades senso-motrices que implica, acrecentó -desde un punto de vista sistémico- las
capacidades del cerebro. El hacer con las manos, el transformar y construir empleando instrumentos,
no sólo produjo cambios en el medio ambiente sino que comenzó a generar actividades sociales y
culturales. Además, extendió el hábitat del ser humano a cualquier zona climática. De tal manera que
el hacer con las manos es otro elemento que permite al ser humano independizarse de su medio. Sin
el pensamiento reflexivo no habría podido hacerlo. Pero sin un quehacer transformador, tampoco lo
habría logrado.
Poseyendo un cerebro más desarrollado, el ser humano pudo aprender a conservar los instrumentos,
usarlos para fines variables y, más importante aún, construirlos. Porque el cerebro le permitía
bosquejar acciones, fundamentadas en hechos, en experiencias del pasado y diseñadas como
posibilidad del futuro. En suma, el trabajo y la fabricación de instrumentos que implica, están
estrechamente ligados al desarrollo de la inteligencia y del pensamiento reflexivo. Pero aún falta algo.
En algún momento dijimos que aislado, solo, el ser humano no habría logrado este espectacular
desarrollo. Esta afirmación nos lleva de lleno al dominio de lo social. En este trabajo no analizaremos
en profundidad el fenómeno social. Pero lo que sí haremos es centrar nuestra preocupación en otro
fenómeno que se relaciona intrínsecamente con ese dominio, que tienen sustento biológico y que
también se encuentra en la base misma del proceso de humanización. Nos referimos al lenguaje.

 Conciencia y Lenguaje

A pesar del aumento del volumen y de la complejidad del cerebro, que da al Hombre un potencial
intelectual que no tiene ninguna otra especie, este no hubiera podido alcanzar la condición humana si
se hubiera encontrado aislado. En realidad, algunos van más lejos y señalan que si hubiera vivido
aislado, orgánicamente no habría podido evolucionar como lo hizo, en la medida que no habría podido
emprender la transformación de su medio mediante el trabajo. En todo caso, sin importar la
dirección que asuma la relación, lo concreto es que el ser humano es lo que es hoy porque vive en
sociedad. La prueba nos la ofrecen, afortunadamente, los pocos pero sugestivos casos de los “niños-
lobos” criados por animales. Como se sabe, son seres que no logran nunca aprender a hablar; ni
siquiera cuando se les integra a la sociedad. Algunos, incluso, no logran jamás aprender a caminar en
las dos piernas. Este test excepcional ilumina suficientemente la potencia del medio social sobre el
desarrollo de nuestra mentalidad hasta la generación de la conciencia.
Conviene, antes de avanzar, que aclaremos someramente lo que estamos entendiendo por sociedad.
Partimos de la base que todo tipo de sociedad -sea esta animal, que también las hay, o humana-
corresponde a una nueva etapa evolutiva que tiene su asiento en el proceso de evolución biológica. ”El
reino social -escribía Durkheim, considerado el padre de la sociología- es un reino natural que no
difiere de otros más que por su mayor complejidad”. Nosotros pensamos, ciertamente, que sin la
evolución biológica de los primeros seres vivos, no habríamos conocido el fenómeno social. Pero
también pensamos que la diferencia es más importante que una mera diferencia de grado. Hagamos
una analogía -entendiendo que como tal tiene limitaciones- entre lo que sucede en el dominio biológico
y en el dominio psico-social.
Sabemos que las macromoléculas se asocian en células, éstas en tejidos y los tejidos en órganos. Ahora
bien, nadie podría sostener que una célula es, en esencia, lo mismo que el órgano. Sus funciones, su
forma de operar, todo es distinto. El principio es claro: el todo no es igual a la suma de sus partes.
Cambia la funcionalidad, la estructura y la organización. Lo mismo pasa con el ser humano considerado
individualmente. La sociedad no es la suma de los individuos que la componen. Más bien representa la
unión sinérgica de muchos individuos. Cuando las personas se juntan dan origen a fenómenos que no
pueden explicarse a partir de mecanismos individuales, sino que tienen sus propios modos de operar,
sus propias regularidades.
Así, las relaciones que unen entre sí a los individuos para formar la sociedad no se establecen en el
plano orgánico sino a nivel de lo psicológico. A su vez, dos individuos al relacionarse, generan algo que
individualmente no podrían generar. Consideremos ahora el fenómeno de las sociedades animales
como las que forman las abejas, las hormigas y los pájaros. No cabe duda de que estas presentan rasgos
parecidos a las sociedades humanas: el fenómeno de la jerarquía, del liderazgo, de la defensa del

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territorio, etc. Sin embargo, no son capaces de originar un verdadero fenómeno social, con esencia y
calidad de tal. ¿Por qué? Para muchos esto sucede por la ausencia del lenguaje.
En otras palabras, para muchos científicos -y filósofos- la base orgánica que permite el desarrollo de
la reflexión no habría servido de mucho si, junto a la inteligencia, no se hubiera desarrollado el lenguaje
tal como se presenta en la especie humana; y ello porque es el lenguaje el que posibilita el surgimiento
del fenómeno social.
Retomando algunas ideas, podremos apreciar la fosa que separa a los primeros homo sapiens del ser
humano de hoy. Como dijimos, una fosa más grande que aquella que separa al homo sapiens de su
antecesor homínida. Pero el ser humano saltó esa fosa. En un primer estadio de desarrollo, podemos
observar a un homínido cuya inteligencia es esencialmente sensomotriz, similar a la señalada por
Piaget como atributo de las primeras etapas del niño. Pero la similitud no es semejanza. El niño
desarrolla la sensomotricidad en un mundo de adultos, donde existen todos los elementos para que él
aprenda a desarrollar su pensamiento reflexivo, abstracto. Existe conocimiento acumulado por la
humanidad, existen pautas estandarizadas de conducta frente a cada situación, existe la familia y
muchas otras instituciones donde el niño se socializa. El homínida, por el contrario, no es un niño-
adulto como el “buen salvaje” que describían los románticos. Es un ser que debe consolidar, recién, las
estructuras neurofuncionales necesarias para su desarrollo mental y, paralelamente, debe generar los
desarrollos psicológicos que le hagan posible el pensamiento abstracto. Es aquí donde entra en juego
el lenguaje. Veamos cuáles son los elementos que se van desarrollando y que lo hacen posible.
En primer lugar el signo. En psicología se le define como una señal que relaciona un objeto con
la persona y a la cual esta le otorga significado. En el signo hay, así, una intención de quien lo posee o
utiliza de asociar un significado a una señal que proviene del medio. El signo representa, de esta
manera, un primer nivel de abstracción en relación a las sensaciones. Entre realidad y signo existe una
relación, y esa relación se organiza bajo la forma de estímulo. Este estímulo, en el caso de los animales
permanece a nivel de señal que sirve para desencadenar alguna conducta; puede tratarse de una
respuesta instintiva o de un reflejo condicionado. Se produce una situación y algo en ella desencadena
una conducta en el animal. Ese algo se ha transformado en señal. Pero no podemos afirmar que el
animal ha interpretado el signo; simplemente ha reaccionado instintivamente ante él. En el caso del
Hombre, la relación entre estímulo y respuesta se hace mucho más compleja. Y aquí entra en juego un
elemento que, como ya hemos señalado, es esencial para la posibilidad del pensamiento reflexivo: la
memoria. El cerebro cualitativamente más complejo que posee el ser humano le permite desarrollar
la función de la memoria. Y esta permite que, a partir de una señal, él pueda reconocer el pasado y
proyectar imágenes hacia el futuro. Se hace posible, en definitiva, interpretar, dar un significado a la
señal que proviene del medio y transformarla, así, en signo.
Luego, pasamos a otro nivel de abstracción; el significado puede adquirir una proyección social en la
medida que sea compartido, que el significado sea colectivo. Si continuamos avanzando en los niveles
de abstracción, una vez surgido el signo, se hace posible el símbolo. A diferencia del signo, que designa
una cosa conocida y la recuerda, el símbolo reemplaza a la cosa. No la expresa sino que la representa,
la revela, la descubre. La función principal del símbolo es capturar la sensibilidad de las cosas,
reemplazar hechos; esto es lo que le permite convertirse en expresión de todo aquello que no es
expresable verbalmente por el individuo. Las pictografías de la época paleolítica indican que los
símbolos nacieron antes que la palabra. Más aún, existen indicios claros de que en esa época, a pesar
de que el hombre ya tenía las condiciones orgánicas para ello, no existió todavía el lenguaje. Pero sí los
símbolos.
Tenemos, entonces, signos y símbolos. Dos niveles de abstracción que se franquean a partir del
fundamento que proporcionan las sensaciones. A partir de estos dos niveles, y siempre sobre las
posibilidades que otorga la memoria, se generan lo que podríamos denominar estados de conciencia
respecto del medio. El ser humano ahora puede interpretar la realidad que vive, las situaciones en las
que está inmerso, otorgarles significado; en definitiva, procesarlas mentalmente. Y esta capacidad de
procesar la realidad mentalmente le abre una posibilidad inédita en la historia de la evolución: la de
elegir la acción que va a acometer; y esta elección da un dinamismo organizador continuo a ese estado
de conciencia. Nos encontramos con la génesis del lenguaje. Y con la génesis de lo intelectual, del
pensamiento abstracto
Para hablar, es necesario que el Hombre se escape del espacio concreto, de la sensación y de la
percepción, y que diseñe una nueva estructura de la realidad, una estructura que es obra de él, que es
imaginaria. Es decir, para hablar, el ser humano debe tener la capacidad y la posibilidad de actuar en
un espacio abstracto. Hablar es, de alguna manera, detallar en instantes sucesivos, lo que puede ser
concebido de una vez y en conjunto. El hablar, podemos decir, revela un universo mental que, si bien

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surgió del medio, ya se independizó de él y ahora posee significados propios. Esos significados, por las
habilidades motrices del ser humano, se expresan en palabras. Y esas palabras configuran universos
mentales que sacan al ser humano de espacio y del tiempo inmediato para llevarlo al pasado y al futuro.
Pero esos universos mentales no se nutren solos. Justamente, su construcción se hace posible porque
el ser humano no está solo. Podríamos decir que la aptitud para hablar está en la especie, pero la
necesidad de comunicar se encuentra en la sociabilidad. El homosapiens no tuvo, necesariamente, que
desembocar en el lenguaje. De hecho, el hombre de Neanderthal teniendo las aptitudes para hablar, no
lo hizo. Pero la sociedad sapiens no pudo haber existido sin el lenguaje. La percepción que elabora las
sensaciones, pertenece, en lo esencial, al equipo natural del que está dotado el humano. El lenguaje,
que elabora la percepción, está implícito en lo social. Llegamos a un punto donde la polémica está lejos
de haber sido resuelta: la relación entre sociedad, conciencia y lenguaje. Para adentrarse en el tema es
útil recurrir, una vez más, a los aportes de Maturana y Varela.
Examinemos un texto de estos autores: “en el dominio del acoplamiento social y la comunicación… la
coherencia y estabilización de la sociedad humana como unidad… se producirá esta vez mediante los
mecanismos surgidos… a partir del… operar en el lenguaje. Esta nueva dimensión da coherencia
operacional a lo que experimentamos como conciencia y como “nuestra” mente… las características
únicas de la vida social humana… permiten generar un fenómeno nuevo: nuestra mente, nuestra
conciencia, entendida como una continua concatenación de reflexiones que asociamos, además, a
nuestra identidad”.
Lo que se está planteando, en definitiva, es que sociedad, conciencia y lenguaje constituyen una
indisoluble trinidad. Sería ocioso querer atribuir a uno de ellos el valor de factor original o
predominante. La visión sistémica de los fenómenos nos ahorra ese vano esfuerzo. Es así como la
aparición del lenguaje en el hombre, genera el inédito fenómeno de lo mental y de la conciencia de sí
como la experiencia más íntima de lo humano.
Ciertamente, sin la evolución histórica de las estructuras biológicas adecuadas, no es posible entrar
en este dominio de la conciencia, de lo humano. Pero eso no es suficiente. Como fenómeno que forma
parte de una red de relaciones sociales y lingüísticas, lo mental no es algo que esté dentro de mi cráneo,
no es un fluido de mi cerebro. La conciencia y lo mental pertenecen al dominio de lo social y es allí
donde se da su dinámica. Como Robinson Crusoe entendió muy bien al mantener un calendario y leer
a diario la Biblia, la conciencia de ser humano sólo es posible en la medida que uno se conduce con
otros o como si hubiesen otros: es la red de interacciones sociales y lingüísticas la que nos hace lo que
somos. Ya sea que actuemos en esa red o que nos refiramos a ella al actuar.
La estructura obliga. Los humanos como humanos somos inseparables de la trama de relaciones tejida
por medio del lenguaje. El lenguaje no fue inventado por un sujeto solo. Eso no habría sido posible.
Tampoco la conciencia hubiera podido nacer en la soledad de un individuo. Como señalan estos
autores, no es que el lenguaje nos permita decir lo que somos: humanos. Somos en el lenguaje. Somos
humanos por y en el lenguaje. Nos encontramos a nosotros mismos en la mutua relación que sólo el
lenguaje posibilita. Nos transformamos permanentemente en el seno del mundo social que con el
lenguaje construimos con los otros seres humanos.
Y todo ello nos permite un cambio cualitativo en relación a las demás especies con las cuales
compartimos nuestro mundo: nos hace responsables de nuestras acciones porque nos permite optar
y decidir, basados en nuestra historia, personal o social, y en función del futuro.

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