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Ideas de Pallasmaa:

El ojo hegemónico,
El ojo narcicista
“La arquitectura nihilista

El libro de Pallasmaa se estructura en dos partes: la primera parte es una critica a la cultura
ocularcentrista, en la segunda parte reune una serie de citas de autores y sus propias reflexiones
sobre una arquitectura para todos los sentidos.

El autor parte de la distinción dos tipos de visión: La visión enfocada de la visión desenfocada, en
aquella, el objeto, sea la arquitectura, sea una obra de arte, trata de llamar la atención;en ésta, el
objeto no llama la atención, sino que se integra al espectador en la obra.
La visión enfocada es hegemónica, porque trata de dominar todos los campos de la cultura “y
parece debilitar nuestra capacidad para la empatía, la compasión y la participación en el mundo”
(pag.21); es narcicista, pues “ve la arquitectura sólo como un medio de autoexpresión” y como un
juego mental y artístico separado de las conexiones mentales y sociales fundamentales “(pág.21).
Y es nihilista, porque “separa y aisla el cuerpo y la experiencia” (pág.21), “ adelanta la distancia …
mental, sensorial y de alienación”.
En la visión desenfocada más bien el objeto artístico es empático, no es autista, e integra toda
nuestra experiencia en la obra de arte.

Para Pallasmaa la actual producción de imaginería indutrial tiende a distanciar nuestra participación
en el mundo y a centrar la atención en un sólo sentido: la vista, olvidándose de los demás sentidos.
Esto convierte a la arquitectura en un objeto que carece de lo tectónico y de la expresión material.
Para Pallasmaa la vista nos separa del mundo, mientras que el resto de los sentidos nos une a él.
Para llegar a esta tesis se basa en los trabajos de Ong, para quien existió un giro del lenguaje oral al
escrito, este autor sostiene que el sentido del oído ha cedido al de la vista, por lo que existió un
cambio de una cultural oral a una escrita, y este cambio “parece irreversible” (pag.22)
Pallasmaa defiende la arquitectura tradicional, pues en ella domina la experiencia corporal (osea a
todos nuestros sentidos), mientras que la arquitectura contemporánea domina visual y
conceptualmente.
Para este autor la vista forma parte central de la teoría de la arquitectura occidental: desde los
griegos, quienes tenían un sistema de correcciones ópticas de las columnas (el famoso éntasis de la
columna dórica), pasando por León Bautista Alberti, quien “ha tratado fundamentalmente de temas
de percepción visual, armonía y proporción”, hasta los teóricos de la categoría de Le Corbusier,
para quien la arquitectura es “cosa plástica. La plástica es aquello que se ve y se mide con los ojos”.
(Le Corbusier, p.175)
Incluso, sostiene este autor, el paradigma visual es dominante en la proyección de las ciudades,
como en la ciudad de Lima Virreinal y de Trujillo, hasta la ciudad contemporánea , la cual está
“separada del cuerpo mediante rápidos movimientos motorizados o mediante su comprensión global
aérea desde el avión”.
Para Pallasmaa la arquitectura se ha convertido en un “arte de la imagen impresa”, la arquitectura
sólo es aquello que nos muestra la cámara fotográfica y nos es esquiva en cuanto a su plasticidad “y
sus lazos con el lenguajes y la sabiduría del cuerpo”.
Pallasmaa critica mucho los procesos de construcción actuales, en efecto, ahora la madera no es
madera, sino un enchape que parece madera, predomina más el uso del vidrio que el efecto masivo
propio de un muro ciego hecho de piedra, más bien el vidrio “duplica el mundo”, por su reflejancia,
y da como efecto en Pallasmaa algo como enigmático y aterrador.
Esto, por supuesto, no gusta a nuestro autor, para quien el vidrio y los materiales actuales tienden a
perder el efecto que da la pátina del material a la arquitectura, el edificio se presenta como “siempre
joven”, y no añaden al edificio la “enriquecedera experiencia del tiempo”.
Pallasmaa apuesta por “desenfocar el ojo”, hacer que pierda su dominio y dar lugar a una “mirada
participativa y empática”. Sugiere que se busque otras experiencia con todo nuestro cuerpo, si las
nuevas tecnologías han fortalecido la hegemonía del ojo, del mismo modo podrían apostar a re-
equilibrar los “ámbitos” de los demás sentidos.

En la segunda parte de la obra, el autor trae ,como ejemplo, las impresiones que podría tener un
espacio arquitectónico que no solo está orientado a impresionar , por la vista, al espectador.

El sonido de los pasos sobre la hierba, el eco que produce nuestros pasos en una iglesia, la sombra
que predomina en una fachada barroca sobre la luz , por traer un ejemplo, en oposición a la luz que
predomina en un cartel de anuncio o al brillo de un enchape cerámico en una construcción moderna,
o al ruido escatológico que acompaña una visita a un centro comercial.

Pallasmaa propone una arquitectura del silencio, casi un espacio para meditar. A la par propone una
arquitectura que traiga recuerdos estimulados por un aroma de un nardo ,por “el olor de las uvas que
se secan sobre el zarzo”, o por el aroma de una madera en viejo taller. La textura de esta madera,
junto a su olor, es un extensión de lo que vemos (p.58). La sensación de textura, de peso, de
densidad y de temperatura de la materia , “la superficie de un objeto viejo ...seduce a la caricia de la
mano”(p.58), y todo ello formará parte de nuestra memoria.

El autor apela a la memoria, el espacio arquitectónico no es solo un espacio físico, sino un espacio
vivido: “La experiencia del hogar está estructurada por actividades definidas-comer, descansar,
actividades íntimas- , no por elementos visuales”.(p.64).

La memoria , para Pallasmaa , hará que cada ciudadano se identifique con un lugar, lo aprehenda y
se funda en su conciencia, y así, la arquitectura formará parte de esa dialéctica entre un mundo en
constante cambio junto con objetos que aún permanecen.

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