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Resumen
En el contexto multidisciplinar de los primeros años del siglo XXI, reconocemos
un horizonte de incertidumbre fundado en los rápidos cambios tecnológicos, la
dinámica desigual de la globalización, la creciente transnacionalización del cono-
cimiento. A esto se suma la progresiva marginación y pobreza de nuestra pobla-
ción.
Entre los autores que construyen sus relatos dentro de la llamada literatura de la
Crisis, hemos seleccionado a la madrileña Almudena Grandes, quien en su novela
Los besos en el pan (2015) narra las historias de un conjunto de gente que habita
un barrio del centro de Madrid. Esta novela coral pinta un año en la vida de dichas
personas quienes se reparten en tres generaciones, ofreciendo así el contraste del
tiempo. Los personajes encarnan situaciones típicas del nuestro presente: despi-
dos, indigencia, desempleo, hambre infantil, migraciones.
Pretendemos llevar a cabo una lectura sociocrítica del texto seleccionado, consi-
derando que las circunstancias que pone de relieve la autora encarnan diferentes
tipos de violencia. Sostenemos que la violencia es acto y forma que enajena la
existencia y a la vez la potencializa. En este sentido, se vuelve un modo de identi-
dad cultural y parte constitutiva y paralela de un devenir histórico y social deter-
minado.
Esta descomposición de los grandes Relatos provoca la disolución del lazo social y
el paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos
individuales lanzados a un absurdo movimiento browniano. Muchas de las rela-
ciones trasnacionales resultan perniciosas, en particular cuando tienen como figu-
ras principales a las empresas multinacionales, cuyas decisiones debilitan las
economías desarrolladas y, a través de ellas, a amplios sectores de la población,
acrecentando el desempleo.
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Se estructura en tres partes: “Antes”, “Ahora” y “Después”. En “Antes”, un narra-
dor en primera persona plural nos ubica en el espacio, describe a sus habitantes
y, fundamentalmente, marca las diferentes actitudes ante la adversidad entre la
generación que vivió la guerra civil y la que actualmente sufre la crisis. “Ahora” es
la parte más extensa donde se desarrolla el relato de los hechos; predomina la
narración en tercera persona y el diálogo. Finalmente, en la última parte vuelve
el mismo narrador de la primera para invitarnos a “despedirlos” a la vez que relata
brevemente los últimos sucesos ocurridos a los personajes principales. En palabras
de Sanz Villanueva (2015):
Claude Duchet define el sociograma como "un conjunto fluido, inestable, conflic-
tivo, de representaciones parciales centradas en torno a un núcleo, en interacción
unas con otras" (Angenot y Robin, 1991, p. 55). Borroso, porque atrae elementos
aleatorios, está dotado de incertidumbre, contiene fronteras con otras concrecio-
nes temáticas que no son ni pueden ser herméticas. Inestable, porque no deja de
transformarse y agrega, fagocita elementos prestados; en otro caso el sociograma
tiende a solidificarse, a fosilizarse, en un eslogan, un lugar común estable. Con-
flictivo, porque los elementos yuxtapuestos son portadores de apuestas, de de-
bates, de intereses sociales. De representaciones parciales, porque arrancadas cada
una de discursos específicos con sus regularidades, entran en el texto literario
como lo heterogéneo, interactuando como un todo. Duchet lo considera un ele-
mento constitutivo del sociotexto, es decir, del texto habitado por el discurso so-
cial; el sociograma es la amplia zona en la que dialogan el discurso social y el texto.
En Los besos en el pan los personajes encarnan situaciones típicas de nuestro pre-
sente, marcadas por la violencia. Recorreremos el entramado escritural para dis-
tinguir las diferentes manifestaciones de violencia semiotizadas en esta novela.
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bitos laborales. Así nos encontramos con Marisa, periodista talentosa a cargo de
un exitoso programa informativo de Telemadrid durante treinta años:
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gen a esas reacciones violentas. La violencia objetiva representa el sistema capita-
lista: una violencia que no puede ser atribuida a individuos concretos y a sus “mal-
vadas” intenciones, sino que es puramente objetiva, sistémica, anónima (p. 244).
Es esta clase de violencia la que se ha adueñado del mundo, imponiendo sus reglas
en todos los sectores sociales. Por eso, en el discurso social posmoderno es más
importante el rendimiento económico que la producción cultural; por eso la es-
peculación financiera destruye a la pequeña empresa que está en manos de pro-
fesionales idóneos pero con un mínimo capital. Por eso
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La situación de los inmigrantes norteafricanos ejemplifica, de manera desgarra-
dora, la hipocresía capitalista. Tras la máscara humanitaria de ayuda a las naciones
más empobrecidas, los países desarrollados ocultan el rostro de la explotación eco-
nómica, propiciada por ellos mismos, que los convierte en cómplices y correspon-
sables de la miserable situación de aquellos.
Sin embargo, no son las muchachas chinas las que resultan beneficiadas. Poco des-
pués Amalia se entera de que solo descansan tres días al año, reciben un sueldo
miserable, viven en diminutas habitaciones que les alquila el dueño de la peluque-
ría. Nos encontramos, entonces, con lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu
denomina violencia simbólica, concepto utilizado para describir una relación social
donde el "dominador" ejerce un modo de violencia indirecta sobre los "domina-
dos", los cuales no la evidencian o son inconscientes de dichas prácticas en su con-
tra, por lo cual son cómplices de la dominación a la que están sometidos.
Es así como Grandes denuncia estos esquemas asimétricos de poder entre grandes
empresarios inescrupulosos y sus empleados, donde la coerción se instituye me-
diante una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante, pues
solo dispone para pensar dicha relación de instrumentos de conocimiento que
comparte con él y que, al ser la forma incorporada de la estructura de la relación
de dominación, hacen que esta se presente como natural (Bourdieu, 1999, pp.
224-225).
Otra forma de violencia simbólica se manifiesta a través de una tópica que atra-
viesa el discurso social a nivel mundial: la pobreza. Son muchos los personajes de
Los besos en el pan que sufren este flagelo pero nos centraremos en un caso que
nos conmueve particularmente como es el hambre infantil. Sofía es maestra jar-
dinera y descubre que muchos niños no llevan merienda a la escuela. Se ocupa
entonces de suministrarles algún alimento y, de esta manera, vislumbra el drama
de cada casa:
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partirla entre dos, tres, cuatro hijos parados, desahuciados, enfermos,
y así hasta el infinito. (Grandes, 2015, p. 262)
Entre estos niños se destaca Luna, quien acepta con avidez la merienda que le
ofrece Sofía pero cuando esta le comenta a la abuela de la pequeña la situación,
la mujer niega totalmente cualquier problema socioeconómico. Inclusive, ante la
insistencia de la maestra, responde: “Mire, a lo mejor usted se cree que porque
traemos a la niña a un colegio público somos unos muertos de hambre, como
todos esos extranjeros que abundan por aquí” (Grandes, 2015, p. 265). Tiempo
después otra maestra le cuenta a Sofía que vio a Luna con su abuela en una larga
cola, esperando recibir comida de una asociación de extrema derecha en cuya fa-
chada “hay un cartel muy grande con un lema, SI ERES ESPAÑOL, PODEMOS AYU-
DARTE” (Grandes, 2015, p. 271, mayúsculas en el original).
El ejemplo anterior manifiesta, desde nuestro punto de vista, dos tipos de violen-
cia. En primer término, la abuela de Luna hace propia una regularidad dóxica3
que atraviesa el vasto rumor social posmoderno: los inmigrantes que “invaden”
Europa huyen de la miseria y la hambruna de sus países de origen; por lo tanto
buscan paliar esa dramática condición buscando asilo en el Viejo continente. En
nada se parecen a los españoles empobrecidos por el desempleo, la crisis finan-
ciera o la explotación neoliberal. Así se patentiza una vez más esa violencia sim-
bólica que configura las diferencias sociales sobre el modelo de la polaridad
dominantes/dominados, aunque se mantenga invisible, soterrada, implícita.
Por otra parte, pero entrelazada con los conceptos anteriores, vislumbramos una
violencia objetiva sistémica que domina tanto a los grupos sociales españoles, su-
midos en la pobreza y la carencia de lo esencial, como a los marroquíes, sudame-
ricanos o eslavos que llegan a la península Ibérica en busca de sobrevivir más
dignamente que en sus territorios originarios.
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Los trabajadores deciden organizar una concentración para defender su fuente
laboral y la policía se hace presente como medida de seguridad. Pero también se
presentan a brindar su apoyo los jóvenes estudiantes de la zona, los familiares,
los pacientes, los comerciantes, las chinas del centro de estética, la familia de
Ahmed. Los ánimos se caldean y la concentración termina en una batalla campal
entre manifestantes y policías, con algunos heridos leves. Pero el objetivo se logra,
por lo menos a medias: un juez dicta las medidas cautelares que dejan sin efecto
el decreto que ordenaba el cierre del Centro de Salud.
De este modo el barrio se metaforiza como lugar de arraigo donde los vecinos
viven incidentes duros, violentos, pero también momentos de solidaridad y es-
fuerzo compartido. Aunque la realidad los desestabiliza y no están preparados
para enfrentar semejante crisis, aprenden a luchar con sus propias armas, cada
uno a su manera.
Los vecinos de cualquier barrio madrileño no pueden frenar el avance del capita-
lismo y sus nefastas consecuencias. Pero pueden recurrir a la memoria para recu-
perar la dignidad con que sus mayores hicieron frente al hambre y la miseria, el
miedo y la desesperación. Pueden intentar seguir resistiendo porque esa crisis que
amenazó con volver todo del revés aún no lo ha conseguido.
Bibliografía
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Fernández, J. M. (2005). La noción de violencia simbólica en la obra de P. Bour-
dieu: una aproximación crítica. Cuadernos de Trabajo Social. 18. pp. 7-31.
Zizek, S. (2009). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Buenos Aires, Ar-
gentina: Paidós.
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