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EL SOCIOGRAMA DE LA VIOLENCIA

POSMODERNA EN LOS BESOS EN EL PAN


DE ALMUDENA GRANDES

Cecilia Beatriz Rodas


Universidad Nacional de San Juan
cbrodas@yahoo.com.ar

Resumen
En el contexto multidisciplinar de los primeros años del siglo XXI, reconocemos
un horizonte de incertidumbre fundado en los rápidos cambios tecnológicos, la
dinámica desigual de la globalización, la creciente transnacionalización del cono-
cimiento. A esto se suma la progresiva marginación y pobreza de nuestra pobla-
ción.

Los escritores españoles no han permanecido ajenos a esta situación, en particular


porque España se ve acosada por la desocupación endémica, la delincuencia cre-
ciente, la crisis fiscal del Estado, el ingreso masivo de inmigrantes, especialmente
norteafricanos, las drogas, entre otros tantos problemas.

Entre los autores que construyen sus relatos dentro de la llamada literatura de la
Crisis, hemos seleccionado a la madrileña Almudena Grandes, quien en su novela
Los besos en el pan (2015) narra las historias de un conjunto de gente que habita
un barrio del centro de Madrid. Esta novela coral pinta un año en la vida de dichas
personas quienes se reparten en tres generaciones, ofreciendo así el contraste del
tiempo. Los personajes encarnan situaciones típicas del nuestro presente: despi-
dos, indigencia, desempleo, hambre infantil, migraciones.

Pretendemos llevar a cabo una lectura sociocrítica del texto seleccionado, consi-
derando que las circunstancias que pone de relieve la autora encarnan diferentes
tipos de violencia. Sostenemos que la violencia es acto y forma que enajena la
existencia y a la vez la potencializa. En este sentido, se vuelve un modo de identi-
dad cultural y parte constitutiva y paralela de un devenir histórico y social deter-
minado.

Para lograr nuestro objetivo recurriremos a los conceptos de violencia simbólica


(Bourdieu) y violencia objetiva (Zizek), entre otros, a fin de descubrir de qué ma-
nera el sociograma de la violencia ingresa al texto literario ya tematizado, repre-
sentado, interpretado, semiotizado en los discursos, lenguajes, símbolos y formas
culturales (Angenot y Robin, 1991).

Palabras clave: novela española, posmodernidad, sociocrítica, violencia.

La realidad que se ha impuesto en los comienzos del nuevo siglo se caracteriza


por los vertiginosos avances tecnológicos, la dinámica desigual de la globalización,
la progresiva transnacionalización del conocimiento. Además es necesario destacar
la marginación y pobreza que sufre gran parte de la población mundial.

La globalización derivó de la planetarización promovida por la hegemonía capi-


talista consolidada a partir de 1989. En ese entorno, el papel del Estado nacional
ha sufrido cambios trascendentales. La actual sociedad mundial remite a un “mun-
do nuevo”, una especie de continente no investigado que se abre a una tierra de
nadie transnacional, a un espacio intermedio entre lo nacional y lo local. En este
contexto posmoderno los antiguos polos de atracción constituidos por los Esta-
dos-naciones, los partidos, las profesiones, las instituciones y las tradiciones histó-
ricas se encaminan por derroteros nuevos hacia su paulatino debilitamiento o
transformación.

Esta descomposición de los grandes Relatos provoca la disolución del lazo social y
el paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos
individuales lanzados a un absurdo movimiento browniano. Muchas de las rela-
ciones trasnacionales resultan perniciosas, en particular cuando tienen como figu-
ras principales a las empresas multinacionales, cuyas decisiones debilitan las
economías desarrolladas y, a través de ellas, a amplios sectores de la población,
acrecentando el desempleo.

Los escritores españoles no han permanecido ajenos a este escenario, en particular


porque en los primeros años del siglo XXI se ha generado una crisis financiera que
ha castigado a una buena parte de la población y la ha puesto en situación casi
marginal. Tal tema adquiere protagonismo, sobre todo en la narrativa, y puede
ser tratado desde una perspectiva social y comprometida. Este tipo de novelas
responde a una nueva denominación: novela de la Crisis, que mira de frente a la
catástrofe y ha decidido intervenir en la realidad, aunque esa intervención, como
todas las causas artísticas de nuestro tiempo, esté destinada al fracaso (Veredas,
2004). Hemos seleccionado a Almudena Grandes, quien en su novela Los besos
en el pan (2015) relata las historias de un grupo de vecinos que habitan un barrio
madrileño. La narración tematiza situaciones tales como despidos, indigencia, de-
sempleo, hambre infantil, migraciones, que permiten ubicar este texto dentro de
la llamada literatura de la Crisis.

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Se estructura en tres partes: “Antes”, “Ahora” y “Después”. En “Antes”, un narra-
dor en primera persona plural nos ubica en el espacio, describe a sus habitantes
y, fundamentalmente, marca las diferentes actitudes ante la adversidad entre la
generación que vivió la guerra civil y la que actualmente sufre la crisis. “Ahora” es
la parte más extensa donde se desarrolla el relato de los hechos; predomina la
narración en tercera persona y el diálogo. Finalmente, en la última parte vuelve
el mismo narrador de la primera para invitarnos a “despedirlos” a la vez que relata
brevemente los últimos sucesos ocurridos a los personajes principales. En palabras
de Sanz Villanueva (2015):

Los besos en el pan se inscribe en uno de los más genuinos cometidos


del género novelesco, pulsar la historia y servir de testimonio de los
grandes movimientos sociales. Más en concreto, pertenece a la litera-
tura de la Crisis, con la mayúscula que merece el término al no referirlo
solo a una situación económica mala y compleja sino a los cambios tras-
cendentales que vive en estas fechas nuestro país. (s/p.)

Las circunstancias que pone de relieve la autora representan diferentes tipos de


violencia a las que accederemos a partir de una lectura sociocrítica. Intentaremos
descubrir el modo en que el sociograma de la violencia ingresa al texto literario.

Claude Duchet define el sociograma como "un conjunto fluido, inestable, conflic-
tivo, de representaciones parciales centradas en torno a un núcleo, en interacción
unas con otras" (Angenot y Robin, 1991, p. 55). Borroso, porque atrae elementos
aleatorios, está dotado de incertidumbre, contiene fronteras con otras concrecio-
nes temáticas que no son ni pueden ser herméticas. Inestable, porque no deja de
transformarse y agrega, fagocita elementos prestados; en otro caso el sociograma
tiende a solidificarse, a fosilizarse, en un eslogan, un lugar común estable. Con-
flictivo, porque los elementos yuxtapuestos son portadores de apuestas, de de-
bates, de intereses sociales. De representaciones parciales, porque arrancadas cada
una de discursos específicos con sus regularidades, entran en el texto literario
como lo heterogéneo, interactuando como un todo. Duchet lo considera un ele-
mento constitutivo del sociotexto, es decir, del texto habitado por el discurso so-
cial; el sociograma es la amplia zona en la que dialogan el discurso social y el texto.

En Los besos en el pan los personajes encarnan situaciones típicas de nuestro pre-
sente, marcadas por la violencia. Recorreremos el entramado escritural para dis-
tinguir las diferentes manifestaciones de violencia semiotizadas en esta novela.

El paro, por ejemplo, se ha convertido en una condición casi permanente en la Es-


paña de las últimas décadas. Grandes representa este conflicto en diferentes ám-

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bitos laborales. Así nos encontramos con Marisa, periodista talentosa a cargo de
un exitoso programa informativo de Telemadrid durante treinta años:

Hasta que el gobierno de España se propuso convencer a los ciudada-


nos de que los funcionarios son unos vagos que se pasan la vida to-
mando café. Hasta que el gobierno autonómico empezó a alegar que
la cadena era deficitaria, como si una televisión pública tuviera que dar
beneficios. Hasta que un ERE1 le pasó por encima como las orugas de
un carro blindado, y le tocó una indemnización de veinte días por año
trabajado… (Grandes, 2015, p. 53)

O con Sebastián, cuyo estudio de arquitectura ha quebrado como consecuencia


de la burbuja inmobiliaria2 y termina aceptando un empleo de portero en la misma
empresa de inmuebles con la que no pudo competir y logró endeudarlo hasta la
bancarrota.

En ambos casos (como en tantos otros narrados en la novela), descubrimos la pre-


sencia de la violencia objetiva. El filósofo esloveno Slavoj Zizek considera que hay
dos formas de violencia: la subjetiva y la objetiva. Violencia subjetiva es aquella
puesta de manifiesto de forma directa, agresiva: los actos de crimen y terror, dis-
turbios civiles, conflictos internacionales. La violencia objetiva tiene dos caras. Una,
la violencia simbólica, encarnada en el lenguaje y sus formas; la otra es la deno-
minada sistémica, que comprende las consecuencias a menudo catastróficas del
funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas económico y político.

Según Zizek (2009), anatemizar la violencia subjetiva es una operación ideológica


por excelencia, una mistificación que colabora con la invisibilización de las formas
fundamentales de la violencia social. Las sociedades occidentales, al mismo tiempo
que manifiestan su compasión por las víctimas de atentados terroristas, generan
mecanismos destinados a hacernos insensibles a las razones de base que dan ori-
1
En la legislación española, un expediente de regulación de empleo, abreviado y también conocido
popularmente como ERE, es un procedimiento mediante el cual una empresa en una mala situación
económica busca obtener autorización para suspender o despedir trabajadores. Tiene como fina-
lidad obtener de la autoridad laboral competente un permiso para suspender o extinguir las rela-
ciones laborales en un marco en el cual se garantizan ciertos derechos de los trabajadores.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Expediente_de_regulaci%C3%B3n_de_empleo)
2
La expresión burbuja inmobiliaria en España hace referencia a la existencia de una burbuja espe-
culativa en el mercado de bienes inmuebles en España. El principal síntoma de la burbuja inmobi-
liaria fue el incremento anormal de los precios muy por encima del IPC (Índice de Precio al
Consumidor) y de las rentas, incrementos que se explican principalmente recurriendo a factores
externos, como la falta de suelo edificable, los beneficios fiscales concedidos a la adquisición de vi-
viendas, la inmigración, la especulación y la recalificación de suelos, así como el exceso de crédito.
(https://es.wikipedia.org/wiki/Burbuja_inmobiliaria_en_Espa%C3%B1a)

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gen a esas reacciones violentas. La violencia objetiva representa el sistema capita-
lista: una violencia que no puede ser atribuida a individuos concretos y a sus “mal-
vadas” intenciones, sino que es puramente objetiva, sistémica, anónima (p. 244).

Es esta clase de violencia la que se ha adueñado del mundo, imponiendo sus reglas
en todos los sectores sociales. Por eso, en el discurso social posmoderno es más
importante el rendimiento económico que la producción cultural; por eso la es-
peculación financiera destruye a la pequeña empresa que está en manos de pro-
fesionales idóneos pero con un mínimo capital. Por eso

[Sebastián] procura no recordar, porque la memoria le duele. Sin em-


bargo (…) es un privilegiado y lo sabe. Le resulta imposible calcular
cuántos arquitectos técnicos de más de cuarenta años darían lo que
fuese por hallarse en su lugar casi un año después de haberse agotado
la subvención por desempleo, pero intuye que son muchos. La mayoría.
(Grandes, 2015, p. 73)

Otra problemática actual inscripta en Los besos en el pan es el desalojo: familias


enteras, de diferentes etnias, oficios o procedencias, pero homogeneizadas por
la inestabilidad económica, deben abandonar sus viviendas de un día para otro.
Es el caso de Marta quien, luego de marcharse de su hogar junto con su hijo Felipe,
huyendo de un marido golpeador, se instala en un bloque de viviendas sociales
recién construido sobre un viejo edificio en pésimo estado. Años después, la Em-
presa Municipal de la Vivienda le comunica que ha puesto fin a su contrato de al-
quiler:

—El Ayuntamiento de Madrid le ha vendido esta casa a un fondo buitre,


una empresa inmobiliaria que pretende echarme y alquilársela a otro
inquilino a precio de mercado. Dicen que la casa es suya, y que la pro-
piedad es un derecho superior al que me otorga mi contrato de alqui-
ler. Y no soy la única, ni mucho menos (…). En este bloque les han
llegado esas cartas a todos los vecinos que viven aquí desde hace más
de cinco años, pero no vamos a marcharnos. (Grandes, 2015, p. 83)

También Ahmed y su familia, inmigrantes marroquíes, son desalojados. Embau-


cados por un banco, que se aprovecha del desconocimiento de las leyes y forma-
lidades españolas por parte de los extranjeros, firman una hipoteca para acceder
a una vivienda. Más tarde, cuando el padre de Ahmed pierde su trabajo y no pue-
den seguir pagando, el juzgado embarga su piso obligándolos a vivir desperdiga-
dos en casas de conocidos.

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La situación de los inmigrantes norteafricanos ejemplifica, de manera desgarra-
dora, la hipocresía capitalista. Tras la máscara humanitaria de ayuda a las naciones
más empobrecidas, los países desarrollados ocultan el rostro de la explotación eco-
nómica, propiciada por ellos mismos, que los convierte en cómplices y correspon-
sables de la miserable situación de aquellos.

Otro grupo de inmigrantes evidencia también este tipo de explotación en la no-


vela analizada: los chinos. Enfrente de la peluquería de Amalia, un grupo de ocho
jóvenes chinas montan un nuevo centro de estética: se ocupan de pintar y decorar
el lugar, armar el mobiliario y, finalmente, atender a la clientela. Nuevamente se
patentiza la violencia sistémica en esa competencia desleal que sufre Amalia, pues
las chinas ofrecen precios mucho más bajos y trabajan catorce horas diarias. Ahora
son capitales extranjeros los que hunden a los pequeños comerciantes españoles.

Sin embargo, no son las muchachas chinas las que resultan beneficiadas. Poco des-
pués Amalia se entera de que solo descansan tres días al año, reciben un sueldo
miserable, viven en diminutas habitaciones que les alquila el dueño de la peluque-
ría. Nos encontramos, entonces, con lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu
denomina violencia simbólica, concepto utilizado para describir una relación social
donde el "dominador" ejerce un modo de violencia indirecta sobre los "domina-
dos", los cuales no la evidencian o son inconscientes de dichas prácticas en su con-
tra, por lo cual son cómplices de la dominación a la que están sometidos.

Es así como Grandes denuncia estos esquemas asimétricos de poder entre grandes
empresarios inescrupulosos y sus empleados, donde la coerción se instituye me-
diante una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante, pues
solo dispone para pensar dicha relación de instrumentos de conocimiento que
comparte con él y que, al ser la forma incorporada de la estructura de la relación
de dominación, hacen que esta se presente como natural (Bourdieu, 1999, pp.
224-225).

Otra forma de violencia simbólica se manifiesta a través de una tópica que atra-
viesa el discurso social a nivel mundial: la pobreza. Son muchos los personajes de
Los besos en el pan que sufren este flagelo pero nos centraremos en un caso que
nos conmueve particularmente como es el hambre infantil. Sofía es maestra jar-
dinera y descubre que muchos niños no llevan merienda a la escuela. Se ocupa
entonces de suministrarles algún alimento y, de esta manera, vislumbra el drama
de cada casa:

Padres parados, padres desahuciados, padres enfermos sin derecho a


cobrar ninguna subvención, abuelos que exprimen su pensión para re-

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partirla entre dos, tres, cuatro hijos parados, desahuciados, enfermos,
y así hasta el infinito. (Grandes, 2015, p. 262)

Entre estos niños se destaca Luna, quien acepta con avidez la merienda que le
ofrece Sofía pero cuando esta le comenta a la abuela de la pequeña la situación,
la mujer niega totalmente cualquier problema socioeconómico. Inclusive, ante la
insistencia de la maestra, responde: “Mire, a lo mejor usted se cree que porque
traemos a la niña a un colegio público somos unos muertos de hambre, como
todos esos extranjeros que abundan por aquí” (Grandes, 2015, p. 265). Tiempo
después otra maestra le cuenta a Sofía que vio a Luna con su abuela en una larga
cola, esperando recibir comida de una asociación de extrema derecha en cuya fa-
chada “hay un cartel muy grande con un lema, SI ERES ESPAÑOL, PODEMOS AYU-
DARTE” (Grandes, 2015, p. 271, mayúsculas en el original).

El ejemplo anterior manifiesta, desde nuestro punto de vista, dos tipos de violen-
cia. En primer término, la abuela de Luna hace propia una regularidad dóxica3
que atraviesa el vasto rumor social posmoderno: los inmigrantes que “invaden”
Europa huyen de la miseria y la hambruna de sus países de origen; por lo tanto
buscan paliar esa dramática condición buscando asilo en el Viejo continente. En
nada se parecen a los españoles empobrecidos por el desempleo, la crisis finan-
ciera o la explotación neoliberal. Así se patentiza una vez más esa violencia sim-
bólica que configura las diferencias sociales sobre el modelo de la polaridad
dominantes/dominados, aunque se mantenga invisible, soterrada, implícita.

Por otra parte, pero entrelazada con los conceptos anteriores, vislumbramos una
violencia objetiva sistémica que domina tanto a los grupos sociales españoles, su-
midos en la pobreza y la carencia de lo esencial, como a los marroquíes, sudame-
ricanos o eslavos que llegan a la península Ibérica en busca de sobrevivir más
dignamente que en sus territorios originarios.

Frente a los dramáticos conflictos planteados a lo largo de la narración, la autora


revaloriza el barrio como lugar de pertenencia. Un suceso puntual pone en evi-
dencia esta idea. El gobierno quiere cerrar el Centro de Salud comunal con la ex-
cusa de que no es rentable, el plan de trabajo del personal es deficiente, etc. La
realidad para uno de los fisioterapeutas que trabaja allí es otra: “¿Pues qué van a
querer, si son unos sinvergüenzas? Tirar el edificio, hacer pisos de lujo y forrarse,
lo de siempre…” (Grandes, 2015, p. 193).
3
Para la Sociocrítica, la doxa expresa una forma de saber empírico que, emanada de configuracio-
nes hegemónicas, modela el imaginario social. Angenot (2010) designa con este término los pre-
supuestos colectivos de los discursos argumentativos y narrativos. Engloba implícitos y postulados
propios de una determinada época y sociedad. Funciona como postulado o lugar común, como
proposición inicial evidente que se sobreentiende en toda una sociedad.

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Los trabajadores deciden organizar una concentración para defender su fuente
laboral y la policía se hace presente como medida de seguridad. Pero también se
presentan a brindar su apoyo los jóvenes estudiantes de la zona, los familiares,
los pacientes, los comerciantes, las chinas del centro de estética, la familia de
Ahmed. Los ánimos se caldean y la concentración termina en una batalla campal
entre manifestantes y policías, con algunos heridos leves. Pero el objetivo se logra,
por lo menos a medias: un juez dicta las medidas cautelares que dejan sin efecto
el decreto que ordenaba el cierre del Centro de Salud.

De este modo el barrio se metaforiza como lugar de arraigo donde los vecinos
viven incidentes duros, violentos, pero también momentos de solidaridad y es-
fuerzo compartido. Aunque la realidad los desestabiliza y no están preparados
para enfrentar semejante crisis, aprenden a luchar con sus propias armas, cada
uno a su manera.

Almudena Grandes compara las reacciones de los españoles en la actualidad con


las de sus padres o abuelos, que ahora no tienen miedo a esta crisis, porque

(…) hacen memoria de su juventud y lo recuerdan todo, el frío, los mu-


tilados que pedían limosna por la calle, los silencios, el nerviosismo que
se apoderaba de sus padres si se cruzaban en la acera con un policía,
y una vieja costumbre ya olvidada, que no supieron o no quisieron
transmitir a sus hijos. Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adul-
tos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devol-
verlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos
años. (Grandes, 2015, p. 16)

Los vecinos de cualquier barrio madrileño no pueden frenar el avance del capita-
lismo y sus nefastas consecuencias. Pero pueden recurrir a la memoria para recu-
perar la dignidad con que sus mayores hicieron frente al hambre y la miseria, el
miedo y la desesperación. Pueden intentar seguir resistiendo porque esa crisis que
amenazó con volver todo del revés aún no lo ha conseguido.

Bibliografía

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