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Rosa Jové

La escuela más feliz

Ideas para descubrir


el don de cada niño
y estimular su educación.
La revolución secreta de las aulas

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Índice

Agradecimientos .............................................................. 13
Prólogo. Aviso para navegantes ....................................... 15

PRIMERA PARTE

LOS CIMIENTOS DEL CAMBIO

Capítulo 1.  TODOS TENEMOS UN DON................... 23


Descubriendo el don de cada uno.................................. 26
Desarrollando el don..................................................... 31
Ventajas de desarrollar el don de cada uno..................... 38
Del don a la vocación.................................................... 39
Anulando dones............................................................. 41

Capítulo 2.  IDEOLOGÍA ANTES QUE METODO-


 LOGÍA........................................................................ 45
Empezar la casa por el tejado......................................... 46
Educación basada en la evidencia................................... 51
Reflexiones para una ideología....................................... 64

Capítulo 3.  LA COMUNIDAD EDUCATIVA: TODOS


  SOMOS ESCUELA....................................................... 69
Los maestros.................................................................. 70
Los alumnos.................................................................. 81
Los padres...................................................................... 94
La sociedad.................................................................... 106

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SEGUNDA PARTE

IDEAS PRÁCTICAS PARA AULAS FELICES

Capítulo 4.  LA GESTIÓN DE LOS ESPACIOS.............. 117


Arquitectura para enseñar.............................................. 117
El patio del recreo.......................................................... 119
El comedor escolar......................................................... 125
Las taquillas................................................................... 130
Los aseos........................................................................ 131
Las aulas........................................................................ 132

Capítulo 5.  LA GESTIÓN DE LOS TIEMPOS............... 145


Perder tiempo o invertir tiempo..................................... 145
El tiempo de ocio y juego.............................................. 150
Las extraescolares........................................................... 156
Los deberes.................................................................... 161
El tiempo de adaptación a la escuela.............................. 167
Jornada partida o jornada continua................................ 171

Capítulo 6.  IDEAS PRÁCTICAS PARA AULAS


 FELICES..................................................................... 179
La felicidad entra en clase.............................................. 180
Las emociones también van a la escuela......................... 182
Cómo trabajar la creatividad.......................................... 194
La memoria................................................................... 200
Enseñar y aprender con ilusión...................................... 203
La evaluación................................................................. 221

Capítulo 7.  GESTIONANDO CONFLICTOS............... 237


Conocer a tus alumnos.................................................. 238
Actuar en positivo.......................................................... 242
Educar sin castigar......................................................... 247
Buscar ayuda.................................................................. 255
Bullying o acoso escolar.................................................. 257

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TERCERA PARTE

OTRAS VOCES

Capítulo 8.  PLURALIDAD ENRIQUECEDORA ........... 267

Capítulo 9.  LA EDUCACIÓN VIVA, por Miquel Àngel


 Alabart....................................................................... 269
Introducción.................................................................. 269
Las ideas principales....................................................... 271

Capítulo 10.  LAS BOSQUE-ESCUELAS, por Nitdia


Aznarez Aloy.............................................................. 279
Introducción.................................................................. 279
Las bosque-escuela......................................................... 280
Las sesiones en la bosque-escuela.................................... 286

Capítulo 11.  PEDADOGÍA BLANCA, por Azucena


Caballero y Mireia Long............................................. 291
Hábitats del desarrollo humano y etapas de aprendi-
zaje en la pedagogía blanca............................................. 291

Capítulo 12.  LA PEDAGOGÍA WALDORF:


EDUCACIÓN PARA LA VIDA, por Antonio Malagón
 Golderos.................................................................... 301
¿En qué se fundamenta esta pedagogía para que siga
vigente durante tanto tiempo, en países tan distintos
y con culturas y condiciones tan divesas?........................ 302

Capítulo 13.  HOMESCHOOLING (EDUCAR SIN


 ESCOLARIZAR), por Laura Mascaró........................... 311
311
Los pioneros.................................................................. 312
¿Una idea descabellada?.................................................. 314
¿Cómo se hace?.............................................................. 315

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Capítulo 14.  DISCIPLINA POSITIVA, por Marisa Moya. 319
¿Qué le pasa a la infancia? Educar con la mirada de
la Disciplina Positiva. Los previos.................................. 319
Las raíces....................................................................... 320
Me llamo Pablo............................................................. 322
Tiempos de evaluación para los educadores.................... 324
Súbete al tren................................................................. 327
Viendo a los niños a través de la lente de sus fortale-
zas. Disciplina Positiva en acción................................... 329
Una metodología para la mejora de la educación. Un
cambio de paradigma..................................................... 333

Capítulo 15.  EL MÉTODO MONTESSORI,


  por Beatriz M. Muñoz................................................ 337
¿Qué es Montessori?...................................................... 337
Períodos sensibles........................................................... 338
Respeto y autonomía..................................................... 340
Tendencias humanas y planos de desarrollo.................... 342
Resumiendo los principios del método.......................... 343
Montessori en el hogar................................................... 344
Montessori en la escuela................................................. 347

Capítulo 16.  LA EDUCACIÓN EN REGGIO EMILIA,


  por Jenny Silvente........................................................ 351
A modo de introducción................................................ 351
La escuela como laboratorio de investigación................. 353
El ambiente como tercer maestro................................... 356
Arte y creatividad........................................................... 358

Capítulo 17.  UN MODELO EDUCATIVO DESDE LA


 PEDAGOGÍA PIKLER, por Eduardo Rodríguez............. 363
Introducción.................................................................. 363
La pedagogía Pikler........................................................ 364

Bibliografía........................................................................ 371

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Prólogo

AVISO PARA NAVEGANTES

E s fácil empezar una discusión siempre que se habla sobre el


sistema educativo. Basta que uno tenga una idea: saldrán diez
que creerán que tienen una mejor. Y es que, como ya se sabe, cada
maestrillo tiene su librillo.
No se trata de discutir, sino de reflexionar. Siempre les co-
mento a padres y profesores que me escuchan en mis charlas: «No
hagáis caso a nadie». ¡Ni a mí! Una cosa es aportar ideas para re-
flexionar y otra es creer algo a ciegas.
Por eso he intentado aportar ideas, para que cada uno pueda
razonar, debatir con compañeros, buscar más información sobre el
tema, contrastarla y encontrar aquella forma de actuar que mejor
se adapte a su entorno educativo.
El segundo «problema» sobre el que reflexioné es el tipo
de educación de la cual iba a hablar. Está la educación formal, la
que se da fuera del sistema educativo, la educación oficial y
la oficiosa.
Yo entiendo la educación en su concepto más amplio; no solo
como escolarización, sino como educación y formación del ser
humano. Ese tipo de educación no puede darse solo en entornos
escolares, también es decisiva la educación que surge al margen del

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sistema oficial, la que transmite la familia, la sociedad, los amigos
y el entorno natural.
He intentado hablar de todas ellas a lo largo de este manuscri-
to, aunque quizás haya pecado de priorizar la educación formal;
pero tiene una explicación: es la mayoritaria y, créanme, en este
momento es la que necesita más ayuda.
Dentro de esa educación más formal, daré prioridad a la etapa
de escolarización obligatoria (de 6 a 16 años), aunque también
vamos a incluir la de 3 a 6 años, porque aunque no sea obligatoria
en nuestro país (al menos de momento) es mayoritaria, junto con
la primaria.
El tercer «problema» con que me encontré fue la diversi-
dad de nombres en el territorio nacional para un mismo con-
cepto.
Como ya se sabe, las diferentes autonomías tienen traspasadas
las competencias en materia de educación y, por tanto, aplican si-
glas y palabras diferentes. Por ejemplo, los equipos de orientación
que dependen de los diferentes organismos autonómicos reciben
diferentes nombres: EAP (Equipo de Atención Psicopedagógica)
en Cataluña, EOE (Equipo de Orientación Específica) en Galicia,
EOEP (Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica) en
la Comunidad de Madrid y Aragón… Lo mismo sucede con las
adaptaciones curriculares, también llamadas «planes individuales»
en Cataluña, etcétera.
En este libro hablaremos de genéricos. Muchos profesionales
de la enseñanza y padres están acostumbrados a nombrar las cosas
según su comunidad, y quizás en algún momento les cueste enten-
der de qué hablamos.
Hace poco en una conferencia que impartí en un pueblo de
mi provincia, alguien me comentó que en su escuela no había
equipo de orientación para evaluar a su hija. Yo le contesté que
las escuelas contaban con la inestimable colaboración de los equi-
pos de orientación de la Generalitat. «Esos no vienen a nuestra
escuela», me dijo la madre. A lo que otra le respondió: «Son los

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del EAP, Carmen». «¡Ah! Los del EAP», dijo la señora cayendo en
la cuenta. No había relacionado que EAP y Equipo de Orienta-
ción Psicopedagógico pudieran ser lo mismo, porque siempre se
habían referido a ellos de una sola forma.
Por todo ello intentaremos ser lo más claros posibles y especi-
ficar de qué hablamos para que cada uno pueda adaptar el vocabu-
lario al que normalmente utiliza.
Este aviso para navegantes no solo quiere explicar cómo hemos
enfocado y resuelto los tres apartados anteriores, sino también la
estructura del libro.
Hemos partido de tres partes fundamentales para afrontar el
reto de aportar ideas y soluciones a la educación actual. Nadie pue-
de saber cómo será la escuela ni la sociedad del futuro, por eso dar
ideas muy centradas en el aquí y el ahora iba a dar lugar a que, en
pocos años, este compendio pudiera quedar obsoleto; pero no dar
ideas actuales para debatir no iba a aportar las soluciones prácticas
que muchos de los lectores me habían pedido.
Por eso el primer bloque se encarga de explicar los pilares
básicos. Esas ideas que van a servir tanto para el presente como
para el futuro. Una de las más valiosas está en el capítulo 2, en el
que animamos a padres y docentes a pensar en la ideología que
quieren para sus escuelas antes que en la metodología que van a
aplicar.
Los tres pilares básicos de los que habla este primer bloque
son:

• El descubrimiento y desarrollo del don que cada uno lleva


dentro. Todos tenemos un don, algo que nadie más hace
como nosotros, y no podemos perderlo a costa de aprender
a hacer lo mismo que todo el mundo.
• La importancia de la ideología para establecer las bases. Se
trata de implementar una metodología después de haber
pensado qué ideología queremos. Pero no una ideología
cualquiera, ya que la educación debe basarse en evidencias

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científicas; por ello se aboga por una educación basada en
las evidencias y no en las creencias.
• La comunidad escolar: todos somos escuela. Padres, profe-
sores, alumnos, sociedad… Todos podemos ser educadores.
Eso genera riqueza.

El segunda parte versa sobre aquellas ideas más prácticas para


aplicar en la actualidad: cómo resolver problemas de compor-
tamiento y conflictos en el aula; cómo motivar a los niños para
aprender; cómo deberían ser los espacios educativos; cómo po-
tenciar el aprendizaje óptimo de cada alumno; cómo conseguir
motivar a los alumnos y que aprender deje de ser una actividad
pesada para muchos niños… En definitiva, cómo conseguir aulas
más felices.
Y en la tercera parte he querido ampliar los horizontes de los
lectores (y los míos también) pidiendo a diversos expertos que nos
expliquen otras formas de actuar que, por su carácter todavía mino-
ritario, no disponen de mucha difusión. Quise dar voz a esas ideas
y proyectos porque saber más siempre es enriquecedor.
A la mayoría les pueden sonar conceptos como método Mon-
tessori, Waldorf… Pero también tenemos las bosque-escuelas, la
pedagogía blanca, la educación viva, la Disciplina Positiva, el enfo-
que Reggio Emilia, la pedagogía Pikler, la escolarización en casa…
Si alguien no los conoce, vale la pena adentrarse en estas páginas; y
si alguien ya los conoce, que no deje de leer el magnífico resumen
que han hecho sus autores de las principales ideas.
Este libro pretende solamente que todas aquellas personas a las
que les importa la educación puedan reflexionar sobre diferentes
aspectos y encontrar su camino.
No se trata de convencer a nadie, ni de decirle a nadie: «Tú no
lo haces bien porque no lo haces como yo digo», sino de repensar
actitudes y formas de actuar. Estamos en pleno siglo XXI, desde
el anterior, la sociedad ha experimentado una transformación, las
escuelas han modificado su estructura, los niños también han cam-

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biado. ¿Por qué las formas de actuar van a seguir siendo las mismas
año tras año? No se trata de cambiar a lo loco: valoremos y conser-
vemos aquello que nos sirve, adaptemos lo que es bueno pero ha
resultado obsoleto, y cambiemos lo que no funciona. ¿El objetivo?
Escuelas más felices.

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Primera parte

LOS CIMIENTOS DEL CAMBIO

La escuela que hemos creado es un producto en el que se juntan


ideología y metodología. No podemos pretender una revolución
metodológica si no hay una revolución ideológica.
LA AUTORA

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Capítulo 1

TODOS TENEMOS UN DON

Recuerda siempre que eres absolutamente único,


al igual que todos los demás.
MARGARET MEAD

J esús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo pasar
adelante a sus discípulos para preparar la cena. Él, inclinado
siempre al bien y a la caridad, se internó por las calles hasta la pla-
za del mercado. Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas
que contemplaban algo en el suelo, y se acercó para ver qué cosa
podía llamarles tanto la atención.
Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había
servido para arrastrarlo por el lodo. Jamás cosa más vil, más re-
pugnante, más impura se había ofrecido a los ojos de los hombres.
Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con
desagrado.
—Esto contamina el aire —dijo uno de los presentes.
—Este animal putrefacto estorbará en la vía por mucho tiem-
po —dijo otro.
—Miren su piel —dijo un tercero—. No hay un solo fragmen-
to que pueda aprovecharse para cortar unas sandalias.
—Y sus orejas —exclamó un cuarto— son asquerosas y están
llenas de sangre.
—Habrá sido ahorcado por un ladrón —añadió otro.
Jesús los escuchó, y, dirigiendo una mirada de compasión al
animal, dijo:

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—¡Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas!1
Todos tenemos algo bueno, algo digno de ser valorado, aun-
que a veces la primera impresión es ver solo un perro muerto. Lo
mismo sucede con los alumnos.
Sé por experiencia que hay alumnos dotados de grandes dones
y sé que también hay casos en que cuesta ver esos dientes blancos;
pero ahí están, sin duda. Aún no ha llegado el día en que no haya
encontrado en un alumno algo magnífico y especial, aunque a veces
haya tenido que rebuscar bastante.
Esa idea es lo que te hace entrar en el aula con una cara o con
otra: si solo ves la putrefacción, es muy difícil no arrugar la nariz o
intentar terminar con esa visión cuanto antes; pero si ves perlas…,
¡te encantará estar rodeado de ellas!
César Bona2 llegó en el año 2007 al colegio Fernando el
Católico, uno de los más desfavorecidos de Zaragoza. Con una
mayoría de alumnos de etnia gitana y extranjeros, muchos de los
cuales no sabían leer, y con un absentismo elevado, sus compa-
ñeros le dijeron algo así como: «Te ha tocado la peor clase». Pero,
lejos de ver un perro muerto, buscó lo que aquellos alumnos le
podían enseñar a él. Así fue como, entre otras cosas, aprendió a
tocar el cajón flamenco.
La palabra «educar» viene de dos términos con etimologías
distintas: educere, que significa «conducir», «guiar»; y educare, que
significa «formar» e «instruir».
Hasta hace poco (y para algunos también en la actualidad) so-
lamente se utilizaba el segundo significado de la palabra, y educar
se había convertido en un acto unidireccional en el que el maestro
instruía a sus alumnos.
1
  Tolstoi, L., «El perro muerto». Texto tomado de Cuentos de Tolstoi. Cuentos
célebres. Antología, M. A. Porrúa, México, 2013, págs. 67-68.
2
  Profesor. Saltó a los medios de comunicación por ser el primer candidato
español al Global Teacher Prize. Este galardón se considera el Nobel de la educa-
ción, y solo optan a él aquellos maestros que a nivel mundial han sobresalido por
la calidad de su trabajo.

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Pero educar es algo más, es acompañar, conducir y guiar en el
proceso de aprendizaje. En este caso, el acto de educar se convierte
en bidireccional, y toda la comunidad educativa (alumnos, profe-
sores y padres) aprenden unos de otros. Esto hace de la educación
un proceso más enriquecedor.
Para ello se necesitan unas premisas, como creer que todos po-
demos aprender de alguien, incluso de los niños (¿han escuchado
alguna vez lo mucho que saben sus hijos de dinosaurios o de orde-
nadores?), o que no hay un adulto (padre o profesor) que lo sepa
todo. En este sentido, me explicaba un director de una escuela que
los alumnos, hijos de padres emigrantes, eran quienes enseñaban
nuestra lengua en sus casas y que los mismos niños eran los traduc-
tores de los padres ante el profesor o ante el médico de cabecera.
Pero el sistema actual no permite que los niños desarrollen
aquellas potencialidades que tienen (a no ser que esas potencia-
lidades sean de tipo académico). Si un alumno es buenísimo en
papiroflexia, o cocinando (¿han visto cómo cocinan los niños de
MasterChef?) o en pimpón, ninguno de esos dones se va a trabajar
en la escuela.
Actualmente se intenta que todos consigan lo mismo y, créan-
me, nadie es igual. Nos perdemos en la mediocridad, en que todos
consigan unos mínimos, y no se intenta descubrir el don que algu-
nos tienen y potenciarlo. Debería haber una asignatura de nombre
«Descubriendo mis cualidades» en donde los niños pudieran hacer
y practicar aquello que se les diera mejor: hacer construcciones,
cocinar, cantar, pintar, bailar, jugar al ajedrez, patinar, etcétera. Les
subiría la autoestima, les otorgaría entidad propia y, si de mayores
se quisieran dedicar a eso, seguramente estarían más preparados y
serían mejores arquitectos, cocineros, bailarines, pintores… Porque
lo habrán practicado y perfeccionado más.
Fíjense en que, desde que diversos equipos y clubes deportivos
van a la caza de talentos en las escuelas y les dan una escolarización
acorde con ese don que tienen, nuestro país ha mejorado mucho
en el ránking mundial de deportistas.

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Hoy en día, el currículum académico y los deberes escolares
restan tiempo y esfuerzo a los niños para que puedan dedicarse a
promocionar sus habilidades, esas facultades que prácticamente
nadie más tiene.
¡Cuántos talentos perdidos por no desarrollar aquello que nin-
gún otro tiene, porque deben dedicarse a lo que todos hacen!
En el año 1996, la Comisión Internacional sobre la Educación
para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, elaboró un estudio
para la Unesco titulado «La educación encierra un tesoro»3 en don-
de se anima a los diferentes países a:

… no dejar sin explorar ninguno de los talentos que, como te-


soros, están enterrados en el fondo de cada persona. Citemos, sin ser
exhaustivos, la memoria, el raciocinio, la imaginación, las aptitudes
físicas, el sentido de la estética, la facilidad para comunicar con los
demás, el carisma natural del dirigente, etc…

Uno de los principales retos de la educación del siglo XXI es que


cada alumno alcance su desarrollo óptimo y felicidad, no solo con las
asignaturas que se imparten en el aula, sino con los dones y aptitudes
que ellos poseen.

DESCUBRIENDO EL DON DE CADA UNO

Todo el mundo nace como original; la mayoría muere como copia.


CARL JUNG

3
  Unesco, «La educación encierra un tesoro», Ediciones Unesco, Santillana,
1996.

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Que no veamos algo no significa que no esté ahí. A veces la
ceguera hacia los otros nos impide ver lo valiosos que son. Porque,
créanme, todos tenemos un don.
Hay gente que lo llama tener algo especial, o un talento (¡cuán-
tos talents shows en la tele actualmente!) o tener una habilidad, una
gracia especial, una destreza en algo. Podemos llamarlo también
cualidad, facultad o potencial. Puestos a elegir, me quedé con «don»
por ser la palabra más corta y la que creo que engloba todas las de-
más, aunque a lo largo del texto podemos usar algunos sinónimos.
Paulo Coelho tiene una hermosa frase que me acabó de convencer
para utilizar este término: «Cada ser humano tiene dentro de sí algo
mucho más grande que él mismo: su DON».
Cuando yo era estudiante de primaria, en mi clase había una
compañera que dibujaba muy bien. A nivel escolar iba trampean-
do, pero todo el mundo (profesores incluidos) le valorábamos ese
don. Si había que hacer un mural, se le pedía que hiciera el dibujo
central. Cuando un profesor debía dibujar algo en la pizarra, se le
pedía si podía salir a hacer el dibujo mientras el profesor explicaba.
Ella era feliz, y me hizo feliz a mí durante los cursos en que com-
partimos pupitre: me enseñó a dibujar mejor y me regaló dibujos
increíbles que hoy aún guardo. Con la perspectiva que te da el
tiempo, los he vuelto a contemplar, y la creatividad que se despren-
de de aquellas láminas es sublime. No sé, si ahora volviéramos a ser
estudiantes, si se valoraría ese don en la escuela.
En el libro El elemento,4 de sir Ken Robinson, se explica la
siguiente anécdota: el gimnasta Bart Conner no era un alumno
destacado de su clase, pero se pasaba el día haciendo cabriolas ante
sus familiares y en el colegio también. A los 6 años descubrió que
tenía la capacidad de bajar las escaleras andando sobre las manos
con la misma facilidad que con los pies. Aquello no parecía tener
una aplicación práctica, hasta que un día un profesor vio en él un

4
  Robinson, K., El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo, Grijalbo, Bar-
celona, 2009.

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gran potencial y lo invitó a visitar un gimnasio. El resto de su vida
es una historia de éxitos.

Ese don que todos tenemos puede hacer que nos planteemos ir a la
escuela de otra forma. No se entra de la misma manera cada mañana en
una escuela que no valora lo que soy, sino solo lo que sé reproducir de
lo que me enseñan, que en una escuela que se va a convertir en el lugar
en donde no solo aprendo, sino que, además, se me valora por aquello
que soy.

Uno de los retos de la educación de hoy en día es encontrar


ese don, ese algo especial en cada alumno. A veces es muy fá-
cil: solo hace falta observar al niño en estado puro y ver lo que
hace cuando se le da rienda suelta. Otras veces cuesta más. ¿Por
qué? Pues porque hay niños que, de tanto decirles que su don
no vale nada, lo eliminan de su repertorio y ya no podemos ob-
servarlo. De ahí la necesidad de dejar que los niños se expresen
libremente.
Si usted no sabe verlo, pruebe a hacer dos cosas: la primera,
pídales a los padres, a los compañeros de clase y al propio alumno
que se lo digan. Se sorprenderá de lo que le cuentan. En segundo
lugar, puede organizar en el colegio un concurso en donde cada uno
pueda presentarse con la habilidad que quiera, y verá la de cosas que
descubre. Este tipo de actividades provocará dos cosas importantes:
los otros compañeros no solo se lo pasarán bien con las demostra-
ciones de los otros, sino que van a aprender a ver (y a valorar) otros
dones de sus colegas de los que igual no se habían percatado. Eso
mejora la autoestima del alumno valorado y fomenta su integración.
En otros casos, el don está muy escondido. He trabajado mu-
chos años con alumnos discapacitados y a veces uno está tentado
a creer que no tienen dones: nada más lejos de la realidad. Todos
ellos aportaron algo importante a mi vida.

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Pero imaginemos por un momento que tenemos un alumno
sin ningún don: no es especialmente bueno académicamente, no
sobresale en ninguna actividad física ni parece ser candidato a
míster «Buen comportamiento». Todo ello sin mencionar su falta
de creatividad, de empatía y habilidades sociales. Hablando con
él no parece tener ningún interés por nada, no hay nada que le
guste hacer ni que se le dé bien (ni siquiera ver la tele o jugar a un
videojuego). En fin, que se mire por donde se mire, parece que
no hay nada, como el perro muerto que inauguraba este capítulo.
¿Qué hacemos? En primer lugar, reírse del ejemplo, porque seguro
que no va a encontrar a nadie así; pero de existir un alumno así,
lo que hay que hacer es algo muy fácil: le vamos a otorgar un don.
Por un día, usted puede sentirse el genio de la lámpara maravillosa
y conceder deseos: dígale que le va a encargar repartir los folios
porque no hay nadie que lo haga tan eficazmente como él, o que
será el encargado de pasar la lista porque ha descubierto que tiene
una voz ideal para pasar lista… Si usted cree que aquel alumno
puede hacer bien aquella tarea, estadísticamente tiene muchas pro-
babilidades de que acabe haciéndola bien y que se anime a probar
otras cosas.
A este mecanismo, casi mágico, en psicología se le llama «pro-
fecía autocumplida».5 El sociólogo Robert Merton, en 1948, acuñó
el concepto de profecía autocumplida o autorrealizada, y lo definió
como:

la profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición


«falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que
hace que esa falsa concepción se vuelva «verdadera».6

5
  Recibe otros nombres, como «expectativas cumplidas» o «profecía autorreali-
zada», según los autores.
6
  Merton, R., Social Theory and Social Structure, Free Press, Nueva York, 1949.
Existe una versión ampliada del año 1968 en la misma editorial.

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Es decir, el hecho de tener una creencia respecto a algo o a
alguien acaba provocando que esa creencia se cumpla. Y lo más
gracioso es que esto puede suceder, aunque se parta de una situa-
ción sin fundamento o falsa (como sería el caso de nuestro alumno
sin ningún don al que le otorgamos el título de mejor repartidor
de folios, sin serlo).
Lo importante para que se obre esa magia es lo que creamos
nosotros. Así, la pregunta del millón es: ¿crees en tus alumnos?
Para empezar, debes estar convencido de que ese alumno «sin
don» es realmente el que tiene mejor voz o el que reparte mejor los
folios. Debes creer que es poseedor de algo y valorarlo. Solo así se
obra el milagro.
En el año 1968, el psicólogo Robert Rosenthal llevó a cabo el
siguiente experimento.
Se pasó a unos alumnos un test de inteligencia y se dividieron
en dos grupos procurando que no hubiera diferencia entre la in-
teligencia de uno y otro grupo. A los profesores se les dijo que los
estudiantes del grupo A, habían sacado resultados «normalitos» en
el test de inteligencia, mientras que los del grupo B estaban por
encima de la media y podían hacer grandes progresos.
El resultado fue que los alumnos del segundo grupo acabaron
sacando mejores notas y demostrando más rendimiento que los del
primero, a pesar de ser los dos grupos iguales.
¿Qué había pasado? La diferencia era que los profesores habían
creído que un grupo era mejor que el otro, y eso se convirtió, de
forma inconsciente, en comportamientos como que se encontra-
ban más a gusto con ellos, los elogiaban más y los animaban. Les
sonreían con más frecuencia, los miraban más a los ojos…, todo
lo cual hizo sentirse mejor a los alumnos, que mejoraron su ren-
dimiento y confirmaron la profecía de que eran mejor grupo que
el otro.

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Si tratamos a una persona como lo que es, seguirá siendo lo que es;
pero si la tratamos como lo que podría ser, entonces se convertirá en todo
lo que puede llegar a ser.
J. W. GOETHE

Debemos aprender a ver en nuestras aulas «niños» en lugar de


«alumnos».7 La idea de «alumno» es de alguien incompleto, al que
le falta algo que debemos darle, y a veces aquí está el primer error.
En cambio, si ves «niños», ya están completos. No les falta nada,
son niños. Tan solo hay que creer en ellos y acompañarlos en su
desarrollo, tanto físico como intelectual y emocional.
Como dijo Descartes, «la verdadera inteligencia consiste en
descubrir la inteligencia ajena».

DESARROLLANDO EL DON

Como mejor se desarrollan niños y niñas


es en un ambiente de muchos recursos
y de muchas personas adultas
que puedan pensar bien acerca de ellos y ellas.
ESTÍBALIZ VEGAS

Todos los dones son importantes y merecen ser desarrollados.


¡No tenemos tantos talentos como para dejarlos perder!
Evidentemente hay unos conocimientos estándar que la edu-
cación obligatoria se encarga de que los niños obtengan. Gracias a

7
  Se trata de la forma en que les vemos, no que no podamos usar la palabra
«alumno». A lo largo del libro me referiré a los niños con ambas palabras (y algunas
más) pero mi concepción de los infantes, use la palabra que use, es la de un sujeto
pleno.

31

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ello ya no tenemos analfabetos, y esa educación nos da a todos las
mismas armas para enfrentarnos al mundo.
Confucio decía: «Donde hay educación, no hay distinción
de clases». Y eso es lo que ha posibilitado que en la actualidad
puedan llegar a la universidad alumnos de cualquier procedencia,
cuando, antiguamente, la educación era solo para las clases más
elitistas.
A partir de aquí, cada país hace más hincapié en unos temas o
en otros, pero la mayoría de los niños de países avanzados presenta
niveles comunes de competencia en referencia a esos aprendizajes
estándares. ¿Cómo, si no, se elaboraría el informe PISA,8 si los
niños de los distintos países no tuvieran esos puntos en común?
Pero, cuando hablamos de desarrollar el don que poseemos,
no solo nos referimos a esas competencias básicas (que también
hay que desarrollarlas), sino a esas otras que normalmente no se
trabajan en la escuela.
Si un niño es bueno en matemáticas, lengua o cualquier asig-
natura curricular, es decir, que su don es ese, es fácil que sus pro-
fesores o compañeros lo hayan descubierto en los primeros cursos
de la primaria. Y seguramente tendrá miles de oportunidades, a lo
largo de su escolarización, de practicar ese don y de ser valorado
por sus compañeros y profesores por esos logros. Pero si ese niño,
aparte de adquirir los contenidos curriculares propios de su edad,
es buenísimo cocinando, igual sus profesores y compañeros ni se
percatan. Si descubrimos a ese niño, cuyo don es cocinar, y lo
fomentamos desde la escuela, seguramente vamos a obtener varias
cosas: un niño más motivado para ir a la escuela, un niño con más
autoestima y, si algún día quiere dedicarse al mundo de la cocina,

8
  PISA (Programme for International Student Assessment). El Programa de Eva-
luación Internacional de los Estudiantes es un estudio que lleva a cabo la OCDE
a nivel mundial y que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemá-
ticas, ciencia y lectura, a partir de unos exámenes que se realizan cada tres años en
varios países.

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seguramente estará más preparado que otro que, teniendo su mis-
mo don, no se le ha fomentado. De las ventajas de desarrollar ese
talento individual, y casi único, de los niños hablaremos en el si-
guiente apartado. Ahora me centraré en cómo podemos desarrollar
ese don desde la escuela.
Cada mañana lectiva, todos los niños del mundo acuden con
su pequeño don a la escuela. En muchos es fácil reconocerlo, y en el
resto hay que esforzarse para encontrarlo, siguiendo las sugerencias
del apartado anterior.
A partir de aquí, el profesorado tiene un papel crucial que se
resume en tres pasos:

1.  Conocer el don y reconocerlo.


2.  Ayudar y alentar.
3.  Retar sin presionar.

1.  Conocer el don y valorarlo

El profesor (y los padres) no solo debe haber identificado ese


don y haberle dicho al niño que sabe que es valioso en aquel aspec-
to, sino que debe ser proactivo y demostrarle que le valora por eso.
No consiste solo en decir: «Me he enterado, o me he dado cuenta,
de que eres muy bueno saltando a la comba», sino cuán importante
es saltar a la comba para el desarrollo físico, lo importante que fue
para nosotros cuando éramos niños el saber saltar a la comba o
cómo nos gustaría saber saltar a la comba como lo hace él.
Se trata de hacerle sentir orgulloso de lo que sabe hacer.

2.  Ayudar y alentar

Podemos facilitarle contactos. Es importante que se rodee


de otros chicos con dones parecidos, porque a veces muchos se

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sienten «raros» o «diferentes», o que contacte con profesionales
que puedan ayudarle a desarrollar su don, si nosotros no sabemos.
En mi caso, si hubiera un alumno mío que fuera muy bueno sal-
tando a la comba, lo derivaría al profesor de educación física de la
escuela o a un gimnasio de mi ciudad, porque, lamentablemente,
yo no podría enseñarle nada de técnica deportiva. Asimismo, es
importante el hecho de que él puede enseñarme algo a mí: a lo
mejor mejoro mi forma de saltar a la comba si un día en la hora
del patio nos ponemos los dos juntos a jugar. ¡Eso sube la auto-
estima de los alumnos que no veas!, y mejora las habilidades de
los profesores y los padres.
También puede enseñarlo a los otros compañeros.
Hay que alentarle para que practique, para que lo enseñe y
mejore y, en la medida de lo posible, ofrecerle nuestra ayuda.

3.  Retar sin presionar

Para conseguir la excelencia en algo, a veces hace falta salir de


nuestra zona de confort y probar retos nuevos. Hay que intentar
fijar metas para que el niño vaya progresando, pero sin forzar ni
presionar. Fíjense en la diferencia entre decir: «¡Qué bien saltas a
la comba! ¿No te gustaría probar a saltar con dos cuerdas a la vez?
Si quieres un día probamos a ver qué tal…», en lugar de: «Ahora
que saltas bien a la cuerda debes saltar con dos, porque la gente que
sabe lo hace así y no solo con una, como tú».
Se trata de animar a mejorar, pero sin presionar demasiado,
porque a veces lo que conseguimos es el efecto contrario: que vean
el objetivo inalcanzable, que se bloqueen por no cumplir nuestras
expectativas, que maldigan el don que tienen…
Para que podamos llevar a cabo estos tres pasos en la escuela,
hace falta cambiar la mentalidad. Hay centros educativos que ya lo
hacen, pero si usted aún trabaja en alguna de esas escuelas en que
no es así, debería pensar en inculcar las tres ideas siguientes en sus

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alumnos (al menos en ellos; en sus compañeros de trabajo quizá es
más difícil, pero le animamos a que lo intente también).

a) Convicción de que todas las asignaturas, o todo lo que se hace en


la escuela, son igual de importantes

Cuando yo estudiaba, en el colegio había asignaturas «muy im-


portantes», que normalmente eran las mates y las lenguas; asignaturas
«importantes», como naturales y sociales; y las «marías», que eran un
grupo de asignaturas a las que nadie daba una importancia vital. Las
marías estaban constituidas por la gimnasia, la música, la religión…
Si les pidiésemos ahora a nuestros alumnos una clasificación, no
creo que variara de la que hacíamos hace más de cuarenta años. Y eso
me parece una injusticia: explíquele a Rafa Nadal que la educación
física no es tan importante como las matemáticas, o a Bill Gates
que la historia es más importante que la informática o a Madonna que
más le hubiera valido estudiar derecho en lugar de cantar…
Pero no solo me parece una injusticia de cara a los dones que
tienen los alumnos, porque además estamos fomentando clases:
habrá niños con dones de primera clase (los que son buenos en
mates, en lengua o química) y los que tienen dones de segunda
(explíquele a Rafa Nadal que tiene un don de segunda clase, y verá
cómo se ríe); sino que lo considero injusto hacia los profesores,
porque también les transmitimos que hay asignaturas de primera
clase y de segunda. Comentarios como «Mejor que vayan a ver la
exposición el viernes, que solo se pierden gimnasia, porque si van
el jueves se pierden mates» no creo que ayuden a que el profesor
de gimnasia se sienta valorado en su trabajo.
Ken Robinson explica en una entrevista9 que la escuela no
enseña a bailar igual que enseña matemáticas, o que no apuesta

9
  El País Semanal (versión digital) del 13 de julio de 2016. Pueden leerlo en este
enlace: http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/ken-robinson/

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por la música porque no lo ve como algo de utilidad para un
trabajo…

Creo que la gente que piensa que bailar no es importante, pro-


bablemente ni baila ni nunca lo ha intentado. Y lo digo en serio.
Los humanos tenemos un cuerpo, no somos programas, y nues-
tra relación con él es fundamental para nuestro bienestar. Muchos
problemas del mundo civilizado tienen que ver con la obesidad, la
diabetes o la depresión. En Estados Unidos hay una generación de
jóvenes que, por primera vez, puede que vivan menos que sus pa-
dres debido a enfermedades cardiacas y otras dolencias vinculadas a
una dieta pobre y poco ejercicio. El sistema educativo trata la vida
humana como si solo importase lo que existe entre las dos orejas.

Mientras creamos que solo los aprendizajes académicos y me-


morísticos son lo único o más importante en la escuela, muchos
de los talentos no se descubrirán nunca, pero además está en juego
la autoestima de profesores y alumnos.
Partamos del convencimiento de que todo lo que se hace en la
escuela puede ser importante.

b)  Trabajar de forma transversal

Tendemos a hacer compartimentos estancos de las asignaturas.


Y así es muy difícil que un don entre en alguna de ellas. Saltar a la
comba puedes incluirlo en educación física, pero… ¿en qué asig-
natura metemos la cocina?, ¿y el hacer el cubo de Rubik?
Pero si trabajamos transversalmente podemos enseñar las ma-
temáticas con las recetas (¡anda que no habré hecho yo reglas de
tres pasando una receta para cuatro personas a hacerla para nueve!),
porque aprender los gramos, miligramos y kilos es mucho más di-
vertido si se hace con azúcar y harina. No es lo mismo memorizar
los grados centígrados que ver cuántos son necesarios para hacer

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un pastel sin que se queme y durante cuánto tiempo. Podemos
trabajar la suma con el tique de compra; la multiplicación, a base
de calcular el precio por el número de productos comprados; hacer
una redacción con las sensaciones que nos ha despertado el pastel,
leer el magnífico fragmento de Marcel Proust y las magdalenas,10
buscar referencias históricas, o simplemente aprenderse las comu-
nidades autónomas por su nombre y su gastronomía. Lo mismo
sucede con el cubo de Rubik: calcular cuántos cuadrados hay, las
posibilidades de que salga una cara bien en tres movimientos…
Evidentemente se trata de un ejemplo claro de un polígono (un
cubo), ver las aristas, las caras…
Y la comba se puede utilizar para medir la longitud, y, ya para
los más avanzados, la velocidad, la fuerza… Estos tres ejemplos
(cocina, cubo de Rubik o la comba) pueden servir para trabajar
todas las asignaturas y entrelazarlas entre ellas. Actualmente esto
ya se utiliza en muchas escuelas que funcionan por proyectos. Es
más fácil trabajar temas colaterales mediante una metodología por
proyectos que hacerlo compartimentado en asignaturas.

c)  Tutorizar a los alumnos

Y, en último lugar, pero no menos importante, está la tutori-


zación del alumno por parte de un adulto. Fíjense en que he dicho
adulto, no su tutor, ni tan solo un profesor, aunque todos ellos
pueden actuar como tales. Se trata de una especie de guía personal
que, a lo largo de su vida educativa, lo conozca bien, que empaticen
uno con el otro, y le aporte —como adulto— esa guía que va a
necesitar en ciertos momentos. Hay escuelas y comunidades edu-

10
  Marcel Proust a principios del siglo XX escribió ocho tomos enmarcados en el
título En busca del tiempo perdido. En el primer tomo, Por el camino de Swann, evoca
al comer un pastel, el sabor de las madalenas de su infancia. El tiempo ha logrado
que el nombre de Proust y el de las magdalenas, se evoquen juntos.

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cativas en las que ya tienen estos roles establecidos y, entre padres
y profesionales del centro, tutorizan a cada alumno. ¡Qué mejor
tutor para un alumno al que le encanta la cocina que la madre de su
amigo Jaimito, que tiene un restaurante! Mientras estas bondades
no llegan a nuestro país, nos toca a los profesionales realizar este
enriquecedor trabajo.

VENTAJAS DE DESARROLLAR EL DON DE CADA UNO

Una persona, al descubrir que es amada por ser como es,


no por lo que pretende ser, sentirá que merece respeto y amor.
CARL ROGERS

Buscar el don de cada alumno es una experiencia bidireccio-


nal, que tiene ventajas tanto para alumnos como para maestros.
Incluso sería tridireccional, porque también conlleva beneficios
para los padres. Veamos:

1. Por un lado, los profesores disfrutan más de su trabajo. Ya


no es una tarea tan pesada, puesto que estamos rodeados
de seres maravillosos que nos van a sorprender cada día.
2. Podemos aprender algo de nuestros alumnos. Aprender algo
nuevo siempre es enriquecedor.
3. Por otro lado, los alumnos que son valorados mejoran su
autoestima.
4. También mejoran su rendimiento escolar. ¿Se acuerdan del
mecanismo de la profecía autocumplida que explicábamos
en el apartado «Descubriendo el don de cada uno»?
5. Y esos alumnos se fidelizan más a esos profesores que los va-
loran. Los tienen en mejor concepto, lo cual revierte tanto
en el trabajo del profesor como en el del alumno.

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6. Todo ello conlleva menor absentismo escolar y menos fra-
caso escolar, como explica el sociólogo Luis Mena: «Los
alumnos que acaban abandonando se sienten poco vincu-
lados a las escuelas, están desenganchados. Es el resultado
de un proceso bastante largo, viene desde primaria, no de
la ESO, y se produce por acumulación de problemas».11
7. Hasta los padres están mejor, pues ven cómo muchos de los
problemas de sus hijos a nivel escolar se acaban.
8. Y, por lo tanto, esos padres tienen una mejor concepción de
la escuela. Van a creer más en esos profesores, y esto siempre
revierte en la mejora de la comunicación padres-escuela.
9. Pero quizás lo más importante es que conseguimos que cada
alumno desarrolle la mejor versión de sí mismo. No solo
nos dará sus mejores resultados memorizando o estudiando,
o en habilidades académicas, sino que, al conseguir un desa-
rrollo global de todas sus capacidades (no solo las escolares),
estamos logrando que ese sujeto desarrolle la mejor versión
que pueda darse de él: «Cada ser humano tiene una com-
binación única de inteligencia. Este es el desafío educativo
fundamental» (H. Gardner).

DEL DON A LA VOCACIÓN

La gran suerte que uno puede tener es hacer lo que le gusta.


Dar con eso es la esencia de todo. 
PEP GUARDIOLA

Si bien es cierto que muchas personas acaban haciendo de sus


dones su forma de vivir y su vocación (de ahí la importancia de
que se fomenten en la escuela), las hay que no.
11
  Luis Mena, sociólogo, en una entrevista al periódico La Vanguardia del 9 de
septiembre de 2010.

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Muchos alumnos puede que tengan un don, pero que no quie-
ran desarrollarlo plenamente porque su vocación es otra. Eso pasa.
El ser humano es extraordinario y tiene contradicciones tan mara-
villosas como esta.
Tengo una amiga que cocina muy bien (maravillosamente,
diría yo), pero no le gusta trabajar de cocinera ni tener un restau-
rante: ella es jardinera porque le gusta serlo, y a eso se dedica. Yo
no sé si es mejor cocinera o jardinera, pero, aunque fuera mejor
cocinera, la vocación es la vocación.
Yo misma soy buena organizando cosas, en mi familia me
piden ayuda para organizar las cosas más variopintas: desde una
fiesta a una mudanza, pero mi vocación es ser psicóloga, no quie-
ro ser organizadora de eventos. Pero a mí siempre se me ha valo-
rado por mi capacidad de organización, tanto en mi familia como
en la escuela adonde iba de niña: no había evento del colegio en
el que no se nos llamaran a unas pocas para ayudar en la orga-
nización. Eso me hacía sentir bien, valorada, y seguramente soy
mejor organizadora en la actualidad gracias a ello. Al menos me
gusta pensarlo así. Valoraron mi don y aprendí a desarrollarlo en
la escuela y en la familia; en cambio, nadie pudo adivinar (¡ni
yo misma por aquel entonces!) que me dedicaría a la psicología.
Cuando decidí ser psicóloga, con toda seguridad era mejor orga-
nizando, porque de psicología aún no sabía nada, pero es lo que
tienen las vocaciones…
Cuando yo estudiaba, se nos pasaban unas pruebas para saber
más o menos nuestra mejor profesión y encaminarnos hacia un tipo
de estudio o a otro (en mi época básicamente eran ciencias o letras).
A mi hermana le salió algo muy diferente de lo que ella quería.
Si mal no recuerdo, era alguna carrera en que debía trabajar con
público, algo así como maestra, abogado, relaciones públicas…, y
la verdad es que muy mal no podían estar hechas aquellas pruebas,
porque, para eso, mi hermana tenía grandes dotes (siempre se le
ha dado muy bien la comunicación). Pero mi hermana quería ser
economista, era su vocación. ¿Qué hicieron mis padres? Obviaron

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absolutamente lo que la escuela proponía y la animaron a estudiar
económicas. Y ahí la tenemos, rodeada de números a todas horas
y feliz.
A veces don y vocación no van de la mano. ¿Qué hacemos? Por
mi experiencia, los dones se manifiestan antes que las vocaciones.
Es más fácil descubrir el don que tiene un chico de 10 años que su
verdadera vocación en la vida. Por tanto, el don siempre hay que
valorarlo y fomentarlo. Cuando llegue la vocación, evidentemente
hay que alentarla también. Una cosa no quita la otra.
Cuando hablamos de descubrir y desarrollar el don de un niño,
no implica necesariamente que vaya a dedicarse a ello profesional-
mente. Hablamos de valorar lo que sabe, lo que es o lo que tiene
de especial, y de ayudarle a llevarlo a cabo para que se sienta más
feliz y más realizado.
Se trata de que, a parte de su progreso académico, la escuela
pueda ayudarle a fomentar otras cualidades que de otra forma se
perderían. Así conseguimos un sujeto plenamente desarrollado.
Pero, implícitamente, en todo ello está lo más importante, el men-
saje que le transmitimos al niño: te acepto y valoro tal cual eres.

ANULANDO DONES

No concibo mi vida más que como un encadenamiento


de muertes sucesivas.
Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilustraciones,
de todas mis vocaciones perdidas.
JULIO RAMÓN RIBEYRO

Cuando yo era pequeña, si un niño era muy movido les decían


a sus padres: «Este os va a sacar de pobres: fíjate qué bien le da al
balón, ¡este niño va para futbolista!» o «¡Cómo trepa tu hijo! Segu-
ro que de mayor se hace alpinista y lo vemos en las revistas». Y los

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padres, contentos, porque igual tenían en la familia un futbolista
o un alpinista en potencia.
Por el contrario, si el niño en cuestión era más bien retraído y
estudioso, decían: «Este llegará lejos: ¡seguro que te saca notarías!»
o «¡Qué suerte que sea tan estudioso y no se distraiga con juegue-
citos!», y todos felices porque a lo mejor estábamos ante un notario
o un Einstein en potencia.
Pero ahora no. Actualmente, al que es movido se le recomenda-
rá que haga yoga o relajación, y al que es más retraído se le animará
a que deje la lectura y se apunte a un deporte de grupo, como el
fútbol. ¿Qué va a suceder? Pues que el primero igual acaba odiando
el yoga y nunca llegará a ser el magnífico atleta que podría haber
sido si se le hubiera fomentado ese don por el fútbol o por la es-
calada. El otro niño seguramente acabará siendo el más patoso de
su equipo de futbol, sin poder desarrollar todo su potencial lector,
que de bien seguro le aportaría una gran cultura.
Y este es en gran parte el problema en nuestra sociedad, de
la que es reflejo el sistema educativo: queremos niños iguales que
hagan lo mismo, sin valorar lo que hay de excepcional en un niño
diferente. Cuando un niño es más travieso o más tranquilo que la
media estadística, ya tenemos un problema; y el éxito radica en
hacer que se comporte como la mayoría, en lugar de ver la poten-
cialidad de ese comportamiento (¡quizás tenemos un aventurero o
un gran profesor de meditación entre nosotros!). ¡Pero no se puede
permitir! Como ya hemos dicho, al travieso se le pondrán límites a
su creatividad y al reflexivo se le animará a «pensar» menos y hacer
más deporte.
Queremos niños grises, no valoramos el blanco y el negro, o el
resto de la gama de colores. ¡Cuántos dones se pierden intentando
que los niños hagan lo mismo que todos los demás, en lugar de
permitir que hagan aquello que solo ellos saben hacer!
Hoy en día el éxito educativo se mide por la mediocridad que
logramos en los niños: si todos hacen lo mismo, señal de que vamos
bien. Y no es eso.

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PARA SABER MÁS

NARANJO, C., Cambiar la educación para cambiar el mundo, La llave,


Vitoria, 2007.
ROBINSON, K., El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo, Grijalbo,
Barcelona, 2009.
—, Escuelas Creativas, Grijalbo, Barcelona, 2009.

43

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RESUMEN
• Todos tenemos un don, algo bueno, algo digno de ser valorado, aun-
que a veces no se aprecie a primera vista. El primer reto para docentes
y padres es buscarlo.
• Una vez encontrado, lo fomentamos mediante:
✓ Conocer el don y reconocerlo: lograr que el niño se sienta orgu-
lloso de lo que sabe hacer.
✓ Ayudar y alentar: hay que alentarlo para que practique, para
que lo enseñe y mejore y, en la medida de lo posible, ofrecerle
nuestra ayuda.
✓ Retar sin presionar: hay que intentar poner retos para que el niño
vaya progresando, pero sin forzar ni presionar. Porque a veces lo
que conseguimos es justo lo contrario: que vean el objetivo inal-
canzable, que se bloqueen por no cumplir nuestras expectativas,
que maldigan el don que tienen…
• Para poder realizar los pasos anteriores es recomendable que en la
escuela (al menos el docente y los alumnos) crean que:
✓ Todas las asignaturas o todo lo que se hace en la escuela es igual
de importante.
✓  Se puede trabajar de forma transversal.
✓ La tutorización de los alumnos es importante.
• Buscar el don de cada alumno es una experiencia que tiene ventajas
tanto para alumnos como para maestros y familias. Fomenta la au-
toestima en los niños, mejora su rendimiento académico y reduce el
absentismo escolar. Fideliza y vincula a los padres y a los niños con
la escuela.
• Si bien es cierto que muchas personas acaban haciendo de sus dones su
forma de vivir y su vocación, las hay que no. Cuando hablamos de descu-
brir y desarrollar el don de un niño, no implica necesariamente que vaya
a dedicarse a ello profesionalmente. Hablamos de valorar lo que sabe, lo
que es o lo que tiene de especial, y de ayudarle a llevarlo a cabo para que
se sienta más feliz y más realizado.

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