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El primer y más grande mandamiento

Marcos 12:30
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente
y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.

Cuando era niña escuché estas palabras de Jesús, las cuales también aparecen en Deuteronomio
6:5 y Lucas 10:27, exceptuando la frase “con toda tu mente”. Estando aún en la etapa de
pensamiento concreto, no lograba entender cómo podría amar a Dios con la mente o cuánta
fuerza debía ejercer con los músculos de mi rostro para enviarle el mensaje de que realmente lo
amaba. Pensé que debía ser difícil dejarle saber a Dios que lo amaba, aunque sabía con certeza
que lo amaba. Una mirada a la oración de David en el Salmo 139 podría ayudarnos a comprender
cómo se ama a Dios con todo nuestro ser.

Salmos 139:23-24 Reina-Valera 1960 (RVR1960)


Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos;
Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.

Generalmente no tenemos dificultad en entender el uso del término “corazón” para referirnos a
los sentimientos; es una metáfora a la que nos habitúan desde pequeños. Amamos a Dios con
todo nuestro corazón cuando nuestros sentimientos están alineados con la forma en que Él nos
ama. 1 Juan 4:19 (RV 1960) dice que “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. La
versión Nueva Traducción Viviente nos permite mirar al texto desde la perspectiva del contexto
en que se encuentra: “Nos amamos unos a otros, porque él nos amó primero”. El versículo 20 de
ese capítulo dice: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues
el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
Podríamos decir que llegar a ser capaces de perdonar, sentir compasión y expresar amor hacia el
prójimo son formas de mostrar que amamos a Dios con todo nuestro corazón. Con frecuencia
necesitamos la asistencia del Espíritu Santo para lograrlo.

La frase “conoce mis pensamientos” en el Salmo 139:23 nos trae luz sobre cómo podemos amar
a Dios con toda nuestra mente. Pensar es formarse una idea mental, formular un juicio, tener una
intención o crear o re-crear en nuestra mente la imagen de algo que no estamos viendo
físicamente. Dado que Dios es omnisciente y conoce todos nuestros pensamientos, podemos
inferir que le demostramos amarlo con toda nuestra mente teniendo pensamientos que Él
apruebe, que le produzcan alegría. A veces es necesario trascender los esquemas de pensamiento
desarrollados a través de nuestras vivencias o los que promueve nuestro entorno y perseguir con
ahínco los retadores esquemas del Reino de Dios que Jesucristo enseñó. Filipenses 4:8 nos hace
una invitación: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto
pensad”. El Espíritu de Dios y Su Palabra pueden transformar nuestra manera de ver las
situaciones de la vida y ayudarnos a descubrir la forma de pensar que agrada a Dios. “Dejen que
Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán
a conocer la voluntad de Dios para ustedes”, exhorta Romanos 12:2 (NTV).

El alma está relacionada con la vida, en particular con la vida que trasciende el cuerpo mortal.
Las fuerzas son la energía que nos permite movernos y actuar en forma libre y consciente.
Ambas están conectadas. No podemos tener energía y movernos si no tenemos vida, aunque
podemos estar vivos y no tener fuerzas para movilizarnos. Génesis 2:7 explica que “Dios formó
al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser
viviente”. Isaías 40:29 (Reina-Valera 1960) declara que “Él (Dios) da esfuerzo al cansado, y
multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”. Dios da tanto la vida como las fuerzas para que
esa vida sea activa.

Romanos 12:2 (NTV) nos insta: “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más
bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar”.
Buscar la perspectiva de Dios sobre la vida humana, es permitir que nuestro pensamiento no se
amolde a nuestras pre-concepciones y expectativas o a las ideologías de nuestro entorno, sino al
diseño del Dios que nos creó. Vivir en la “buena, agradable y perfecta” voluntad de Dios es
elegir la visión de Dios al pensar, sentir, movilizarnos y actuar. Esa elección ofrece paz con Él y
satisfacción profunda y duradera, aunque sabemos que tanto nosotros como nuestro entorno y los
que nos rodean siempre distaremos de ser perfectos.

Amar a Dios con toda nuestra alma y nuestras fuerzas se traduciría entonces en usar las fuerzas
que nos permiten movilizarnos mientras estamos vivos para hacer cosas que agraden a Dios.
Esas cosas incluyen el servicio al prójimo. Mateo 25:40 señala “en cuanto lo hicisteis a uno de
estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”, reiterando que el amor a Dios se demuestra
en acciones de amor al prójimo.

En resumen, en la medida en que mi forma de sentir hacia los que me rodean es amorosa y
compasiva, mis pensamientos son agradables delante de Dios, mi estilo de vida sigue con
integridad los valores del Reino de los cielos (ver Éxodo 20:1-17 y Mateo 5-7) y mis fuerzas son
usadas para hacer el bien y para servir a otros, en esa medida cumplo el mayor de los
mandamientos.

¡Que así me ayude Dios!

Y. Dávila, 13 de julio de 2019

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