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PIONEROS - Historias de la frontera interior

La frontera sur entre 1810 y 1829


Elias Emanuel Markin
1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Círculo Azul 2019
210 p. ; 21 x 15 cm

ISBN 978-987-46038-8-3

Ilustración de tapa: El rapto de las indianas, de Johann Moritz Rugendas

Coordinación editorial: Rodolfo Distel (@rdistel)

Círculo Azul
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Impreso por LA IMPRENTA YA SRL MAYO 2019

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permiso escrito del editor.
Índice

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INTRODUCCIÓN
Los antiguos pobladores 13
La conquista del pastizal 15
El choque de las culturas 19
Exploradores y colonos de las costas del Sur 30
La sed de la Sal 46
Las alianzas de las pampas 49
En los últimos días del dominio español 55

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El punto de partida para una nueva nación 59
Relevamiento de la Frontera y
expedición a las Salinas Grandes 61
El deterioro de la línea de Frontera 66
Medidas para el adelanto de la Frontera 71
Episodios nacionales entre 1810 y 1819 75
El mundo entre 1810 y 1819 90

A ԛ
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De las cenizas de la anarquía 101
Martín Rodríguez asume el gobierno de Buenos Aires 107
Primera campaña 112
Segunda campaña 115
Tercera Campaña 122
La obra de gobierno de Martín Rodríguez 128
Episodios nacionales entre 1820 y 1823 130
El mundo entre 1820 y 1823 133
A ԛ
MALONES, PARLAMENTOS Y
S  ԛԙ
Malones 139
Parlamentos 143
Toldos Viejos 146
Primera campaña Rauch 149
Segunda campaña de Rauch 150
Episodios nacionales entre 1824 y 1827 152
El mundo entre 1824 y 1827 160

A ԛ
    ԛԙ
Dorrego adelanta la Frontera 163
Lavalle desata la violencia en la campaña 173
Episodios nacionales entre 1828 y 1829 184
El mundo entre 1828 y 1829 187

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A mis amadas Claudia y Verónica
A MODO DE PRÓLOGO

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sucesos que hicieron posible la total integración de las diferentes
regiones del país en nuestro actual territorio, enfocando ese proce-
so desde la perspectiva y análisis de lo que por siglos constituyó un
obstáculo para su logro: el problema del indio.
Obra de largo aliento, en este primer volumen queda historiado
cómo se desarrolló la lucha contra los salvajes en el lapso que va
desde el descubrimiento de estas tierras por los españoles, pasan-
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etapas hasta consolidarse en la organización virreinal y concluyen-
do con las primeras expediciones militares organizadas en la se-
gunda década del siglo XIX. Enmarcando cada uno de esos momen-
tos en el contexto del mundo de entonces, es decir lo que también
acontecía en otras latitudes.
‹…Š‘‡•–‘ǡ”‡ϐ‹”ƒ‘•ƒŠ‘”ƒ‡Žƒ’‘”–‡“—‡•‹‰‹ϐ‹…ƒŽƒƒ’ƒ”‹…‹×
de un trabajo de tales características.
Primero y principal, pone en valor un tema que en los últimos
años recuperó vigencia en razón de las noticias, más o menos co-
–‹†‹ƒƒ•ǡ“—‡—‡•–”ƒ•‹–—ƒ…‹‘‡•…‘ϐŽ‹…–‹˜ƒ•‡‡Žƒ”…‘‹†‡‘Ž‘-
gizado de un indigenismo”‡…”‡ƒ†‘’‘ŽÀ–‹…ƒ‡–‡…‘ϐ‹‡•†‡•—›‘
espurios y en ningún caso inocentes. Porque utilizando, literalmen-
te, como punta de lanza el reclamo de comunidades autóctonas que
subsisten esgrime reivindicaciones que exceden, con mucho, lo to-
Ž‡”ƒ„Ž‡‡—‡•–ƒ†‘…‘•–‹–—‹†‘›ƒϐ‹ƒœƒ†‘Ǥ —•–ƒ‡–‡Žƒ…”‘‘-
logía de sucesos contenidos en estas páginas da un mentís a tanto
desatino. Porque no poca sangre costó la lenta y trabajosa coloni-
zación de la Argentina en el contexto de lo que bien llamó Vicente
Sierra sentido misional de la conquista de América, que eso fue en
•—•–ƒ…‹ƒŽ‘“—‡ƒ“—À•‡˜‡”‹ϐ‹…×ǢƒŽ“—‡Ž‡’‡•‡ƒ“—‹‡‡••‡‘„•–‹-
nan en negar la obra redentora de la Cruz y la Espada.
8 ELIAS EMANUEL MARKIN

Segundo y no menos importante, la criteriosa propuesta de ini-


ciar la zaga a completarse en futuros trabajos eligiendo dentro de
las fronteras interiores la del Sur. Porque por siglos ella fue sinóni-
mo de espacio a ganar para la civilización, buscando dejase de ser el
desierto o, lo que era lo mismo, tierra de indios, vedada a cualquier
atisbo de progreso. Y que en su tiempo ese infatigable viajero que
fue Félix de Azara recorrió, describiendo impresionado que desde
el Río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes no hay árboles y
ni aun se encuentra un arbusto, porque realmente son muy raros en
tales parajes. Mientras que en punto a los ahora denominados pue-
blos originarios, casi con énfasis, prevenía que por entonces cada
tribu se consideraba formando una misma y sola nación, que tienen
el mismo ingenio e inteligencia, las mismas formas, las mismas cos-
tumbres y la misma lengua. Caracterizados por ciertos y peculiares
hábitos, porque nadie entre ellos se pinta ni se corta los cabellos… no
cultivan la tierra ni trabajan, ignoran el arte de cocer y el de tejer;
no conocen religión ni culto, ni sumisión, ni leyes, ni obligaciones, ni
recompensas, ni castigos, ni instrumentos de música, ni bailes, pero se
embriagan con frecuencia.
A la larga, el choque de culturas fue inevitable cuando tales ‘na-
ciones’ terminaron por convertirse en bazas a conquistar si se que-
ría al materializar el proyecto colectivo de dar vida a una única y
verdadera Nación, quedando registrado en su génesis las diferentes
instancias por el que el mismo atravesó. Pues pasada una bonanza
inicial en la convivencia con el blanco, que seguía llegando en suce-
•‹˜ƒ•‘Ž‡ƒ†ƒ•ǡ•‡’Žƒ–‡×‡Ž…‘ϐŽ‹…–‘›‡–‘…‡•Šƒ„Žƒ”‘Ž‘•‘•-
“—‡–‡•”‡•’‘†‹‡†‘ƒŽƒŽŽ—˜‹ƒ†‡ϐŽ‡…Šƒ•Ǥ‡•’—±•ˆ—‡–‹‡’‘†‡
„—•…ƒ”‰ƒƒ”Ž‘•’ƒ…Àϐ‹…ƒ‡–‡ǡ…‘Žƒ–”ƒ•‹•‹×†‡Ž‡•ƒŒ‡‡˜ƒ-
gélico que una multitud de misioneros católicos difundió a través
de reducciones y capillas. Avanzadas sobre las que se alzaron los
primeros fortines, centinelas en la soledad inmensa, a cuya sombra
se aquerenciaron justamente los pioneros.
Como sea, hasta promediar el siglo XVIII no existía en jurisdic-
…‹×†‡Žƒ•
‘„‡”ƒ…‹‘‡•˜‹‰‡–‡•—ƒŽÀ‡ƒ†‡ϐ‹‹†ƒ“—‡ƒ”…ƒ•‡
divisoria entre indios y cristianos. Recién cuando la sumatoria de
 ǧHISTORIAS DE LA FRONTERA INTERIOR 9

otro peligro - representado por la expansión lusitana sobre los te-


rritorios americanos de España - llevó a que la metrópoli dispusiera
la creación del Virreinato de Buenos Aires, integrando en el mismo
porciones hasta entonces dependientes del de Lima y de la Capita-
nía General de Chile, se organizó una embrionaria línea de Frontera
apenas representada por baluartes y pequeñas fortalezas construi-
das solo con carácter defensivo.
Es que estratégicamente no se pensaba, ni los medios lo permi-
tían, en avanzar sobre las vastedades donde imperaban las tribus,
antes bien aquella línea solo procuró ser una contención para los
feroces malones que, de tanto en tanto, asolaban caseríos y rudi-
mentarias ‘chácaras’ construidos por empeñosos colonos deseosos
†‡–”ƒ„ƒŒƒ”Žƒ–‹‡””ƒ›ƒϐ‹…ƒ”Š‘‰ƒ”‡•Ǥ—›‰”žϐ‹…ƒ‡–‡”‡ϐ‹‡”‡‡Ž
coronel Juan Beverina que, respondiendo a su instinto brutal, el
ataque indio destruía en un momento la obra surgida tras tesonera
perseverancia, obligando a un retroceso de la zona de colonización,
la cual era de nuevo adelantada no bien un período de tranquilidad
permitía abrigar esperanzas de que no se repitieran los anteriores
desmanes. Y ese status quo, con alguna variante, se mantendrá hasta
ͳͺʹͻƒÓ‘“—‡ƒ”…ƒ‡Žϐ‹†‡Žƒ”‡Žƒ…‹×“—‡ŽÀƒ•Ǥƒ”‹†‡•…”‹-
be con empeño minucioso, previniendo que conquistar la vastedad
y árida belleza de aquella –‹‡””ƒ†‡‹ϔ‹‡Ž‡• se mostrará como una
asignatura pendiente en los diferentes diseños geopolíticos articu-
lados por los gobiernos que se fueron sucediendo con el adveni-
miento de los Tiempos Patrios.
Porque ganarle territorio al indio no fue tarea para nada fá-
cil, habida cuenta que cuarenta años después de aquella fecha al
cumplimentarse lo dispuesto por la ley Nº 260 sancionada el 25
de septiembre de 1868, que ordenaba la realización de un Censo
Nacional postergado desde hacía un lustro, el mismo arrojó como
resultados que el 28 % de la población estaba radicada en la pro-
vincia de Buenos Aires y, en orden decreciente, seguían las regiones
Central (22,8 %), Litoral (20,2 %), Andina (14,7 %) y Norte (13,8
ΨȌǢŒ—•–‹ϐ‹…ž†‘•‡Žƒƒ›‘”†‡•‹†ƒ††‡Žƒ•–”‡•’”‹‡”ƒ•’‘”“—‡
poseían tierras naturalmente aptas para la actividad agropecuaria
10 ELIAS EMANUEL MARKIN

“—‡‘”‡“—‡”Àƒ†‡”‹‡‰‘ƒ”–‹ϐ‹…‹ƒŽǤ‘‘„•–ƒ–‡‡ŽͳʹΨ†‡Žƒ’‘-
blación censada (210.190 habitantes), mayormente extranjeros de
procedencia europea, se había radicado en zonas urbanas para de-
dicarse al comercio, tareas de intermediación o al cuentapropismo
degradando el proyecto inmigratorio que, convertido en política de
estado, quería direccionarlos hacia el poblamiento interior y de-
sarrollo de explotaciones regionales. Esa realidad que el censo tan
descarnadamente mostraba exponiendo el tremendo potencial te-
””‹–‘”‹ƒŽ†‡•ƒ’”‘˜‡…Šƒ†‘ǡ…—ƒ–‹ϐ‹…ƒ†‘‡—‹ŽŽ×†‡‹Ž×‡–”‘•
cuadrados, también explicaba la causa: todavía el mismo estaba en
poder del indio.
De todo eso y más nos ilustra esta obra que, como valor agregado,
suma el criterio didáctico con que fue pensada y escrita. Tarea no
menor cundo se busca facilitar la comprensión en un tema arduo, e
incluso que la información brindada pueda ser tenida como indicia-
ria para la profundización en algún aspecto, episodio o personaje,
referenciado siempre con un estilo donde la síntesis predomina y
el eje temporal se marcan nítidamente, acompañados por el dato
multiplicado en numerosas notas. No incurre por tanto el autor en
el yerro al uso de querer culturalizar desde perspectivas sesgadas y
anacrónicas, que no trepidan incluso en ocultar fuentes o adulterar
hechos, buscando presentarlas como enfoques novedosos cuando
en realidad solo implican un forzamiento que distorsiona la verdad.
De esos falsos historiadores supo decir clarividente el ya citado
Vicente Sierra confunden restaurar con rehacer. Pues rehacer el pa-
sado es un absurdo que escapa a todo sentido de la realidad histórica;
mientras restaurar – esto es retener los testimonios – es posible cuan-
do salido un Pueblo de su propio destino torna de nuevo a él. Suscri-
biendo esa enseñanza que nos legara nuestro maestro de juventud,
entendemos que estas hojas que prologamos y que abordan un
asunto aun controversial se encuadran en un marco de probidad
intelectual.
Dr. Ismael R. Pozzi Albornoz
Magister en Historia de la Guerra
PRESENTACIÓN

Nos proponemos volver la atención sobre los sucesos que hi-


cieron posible la integración del territorio nacional mediante su
ocupación efectiva; proceso que llevó un largo desarrollo y por eso
hemos decidido tratarlo en varias etapas.
Elegimos el título de PIONEROS en referencia a aquellos hombres,
mujeres y familias con sus niños pequeños, que cargaron lo mucho
o poco que tenían en embarcaciones o carretas, iniciaron la explora-
ción de nuevas tierras buscando para si un futuro mejor y dieron los
primeros pasos para poblar de manera estable nuestro extenso país.
Nos referimos a HISTORIAS y no historia, porque entendemos
que este aporte no agota por completo el amplio espectro de he-
chos y personajes que intervinieron en esta época, sino que nos
avocamos a algunos; por lo tanto quedan muchos otros por contar.
Por último, como el título indica, nos ocupamos en estas páginas
de acontecimientos que se relacionan con la FRONTERA INTERIOR,
entendiendo por tal el entonces denominado Desierto1. Muy dife-
rente del límite natural o convencional entre los Estados, esta fron-
tera constituía una realidad dinámica, con avances y retrocesos,
que demandaron a esos pioneros adaptarse a un entorno nuevo,
una vida austera, dominar la naturaleza muchas veces adversa y en-
tablar relación con los antiguos pobladores de esas tierras, empre-
•ƒ“—‡‘‡•–—˜‘ƒŒ‡ƒƒŽ‘•…‘ϐŽ‹…–‘•›Žƒ˜‹‘Ž‡…‹ƒǡ’‡”‘‡Žƒ“—‡
también abundaron gestos de respeto, solidaridad e integración.
Dentro de los episodios que coadyuvaron a la construcción de la
nacionalidad argentina -sin duda en una permanente elaboración
y reelaboración-, la cuestión de la frontera interior ha merecido un
1 Coincidimos con lo expresado por Orlando M. Punzi en que corresponde el uso del
YRFDEORGHVLHUWRSXHVWRTXHVLJQL¿FDGHVSREODGRVRORLQKDELWDGR\OXJDUSDUDMHR
VLWLR GHVSREODGR GH HGL¿FLRV \ JHQWHV \ HV QRWRULR TXH ODV FRPXQLGDGHV LQGtJHQDV
JHQHUDOPHQWH QyPDGHV RFXSDEDQ HQ JHQHUDO FLHUWRV \ PX\ OLPLWDGRV HVSDFLRV JHR-
JUi¿FRV (Cfr. +LVWRULDGHOD&RQTXLVWDGHO&KDFR, Buenos Aires, Editorial Vinciguerra
S.R.L., 1997, p. 20).
12 ELIAS EMANUEL MARKIN

relegamiento frente a otros, no menos importantes, como los movi-


mientos políticos sucedidos a partir de mayo de 1810, o las épicas
batallas por la independencia.
A ello se agrega también que nuevas miradas ideológicas hacen
una lectura y reescritura distorsionada y anacrónica de los con-
ϐŽ‹…–‘• †‡”‹˜ƒ†‘• †‡ Žƒ ‡ˆ‡…–‹˜ƒ ‘…—’ƒ…‹× †‡Ž –‡””‹–‘”‹‘ ƒ…‹‘ƒŽ
›ƒϐ‹”ƒ…‹×†‡Žƒ •‘„‡”ƒÀƒ †‡Ž•–ƒ†‘ƒ”‰‡–‹‘Ǥ•–ƒ ˜‹•‹×†‡
los hechos ha logrado imponer el criterio de que resulta hasta ver-
gonzoso recordar las luchas de las autoridades de la nación contra
indios hostiles no pocas veces asociados a exiliados extranjeros, de-
sertores y prófugos de la justicia.
Es por ello que consideramos oportuno y conveniente ocuparnos
†‡ ‡•–‡ –‡ƒ › ƒϐ‹”ƒ‘• …ƒ–‡‰×”‹…ƒ‡–‡ “—‡ la expansión de la
frontera interna está relacionada con el tema de la identidad nacional
en tanto compromete la organización territorial, social y económica2
del país. Tenemos la convicción que el presente trabajo ayudará a re-
pensar la cuestión y asumir como parte de nuestra Historia el tiempo
en que, con las armas, pero también con el trabajo y la industria, per-
mitieron el crecimiento de la joven nación argentina.
En este primer libro se hace una breve introducción que con-
–‡’Žƒ‡•–ƒ…—‡•–‹×Šƒ•–ƒ‡Žϐ‹ƒŽ†‡Ž‹””‡‹ƒ–‘ǡ–”ƒ–ƒ†‘ƒ’ƒ”–‹”
de allí la situación en la frontera interior desde la Revolución de
Mayo de 1810, hasta la llegada al gobierno bonaerense de Juan Ma-
nuel de Rosas. Nuestro proyecto contempla trabajar los periodos
posteriores, encontrándonos ya abocados al que abarcará desde el
año 1830 al de 1852. Acotaremos el espectro a los episodios desa-
rrollados en el sur de la provincia de Buenos Aires, la Pampa y la
Patagonia, dejando para un futuro ocuparnos de otras regiones.
Complementamos este aporte con una sucinta referencia a la
situación de Argentina y del mundo durante esos años, para facili-
tarle al lector una visión del contexto en el cual transcurrieron los
hechos que motivan el estudio principal de la obra.
Buenos Aires, 26 de noviembre de 2018

2 9ൺඇඇං%අൾඇ඀ංඇඈ, /D]DQMDGHOD3DWDJRQLD, 1ª edición en español, Buenos Aires,


Fondo de Cultura Económica Argentina S.A., 2005, p. 31.
INTRODUCCIÓN

“América tiene una raíz, que es todo lo que se nutre de su


propio suelo, todo lo indígena, no solo lo prehistórico indíge-
na, sino lo indígena actual, …después el tronco, que es espa-
ñol, lo que nos ha dado estructura jurídica, lengua con que
podemos hablar al mundo y lengua que nos liga a las grandes
tradiciones de las culturas clásicas…”
(América de Ricardo Rojas)

Los antiguos pobladores


ƒ•–‡‘”Àƒ•ž•ƒ…‡’–ƒ†ƒ•ƒϐ‹”ƒ“—‡Žƒ‡•’‡…‹‡Š—ƒƒ–—˜‘
sus orígenes en el continente africano hace tres millones de años.
Indican también que hasta hace unos treinta mil años América no
tenía población humana, la que recién por esa época habría llegado
desde Asia, en oleadas sucesivas, persiguiendo a sus presas a tra-
vés del estrecho de Bëring3 (en ese entonces transitable por estar
congelado). De acuerdo a los estudios arqueológicos, los primeros
hombres habrían llegado al actual territorio argentino hace aproxi-
madamente doce mil años.
ƒœ‘ƒ‰‡‘‰”žϐ‹…ƒ“—‡‘•‘…—’ƒȋ—‡‘•‹”‡•Šƒ…‹ƒƒŽ•—”Ȍǡ
estaba poblada, al momento de arribar los primeros europeos, por
las tribus pampas (guanaken) y los patagones (penken y aoniken),
en conjunto denominados por los indios araucanos como tehuel-
ches (gente brava). Eran cazadores recolectores, siendo sus presas
principales el guanaco, el venado y el ñandú, consumiendo también
los huevos de éste último. Su sistema de caza consistía en la perse-

3 El estrecho de Bëring es un brazo de mar que comunica el extremo oriental de Siberia


(Asia) con Alaska (América del Norte). En su parte más estrecha mide unos 82 km,
entre el cabo Dezhnev (península de Chukchi) y el cabo Príncipe de Gales (península
de Seward). Entre ambos cabos se encuentran las islas Diómedes Mayor (Rusia) y
Diómedes Menor (EE. UU.). Su nombre recuerda al explorador danés Vitus J. Bëring.
14 ELIAS EMANUEL MARKIN

cución pedestre del animal hasta agotarlo; y conservaban la carne


secándola al sol y salándola.
Los animales que cazaban les proveían el alimento, la vestimen-
ta (el manto patagón, confeccionado con varias pieles de guanaco
o zorro, con el pelo hacia adentro) y la vivienda (un paravientos o
–‘Ž†‘‡†‹ϐ‹…ƒ†‘…‘—ƒ•‡”‹‡†‡‡•–ƒ…ƒ••‘„”‡Žƒ•“—‡•‡…‘Ž‘…ƒ„ƒ
las pieles). Llevaban una vida nómada y por lo general se asentaban
en la cercanía de ríos, arroyos, lagos o lagunas.
En cuanto a su organización social, conformaban grupos de fa-
milias de no más de un centenar de personas, lideradas por un caci-
que que organizaba las cacerías y dirigía las marchas. Las comuni-
dades tehuelches se relacionaban entre sí por el comercio o por la
guerra, y sus redes contactaban incluso con las tribus del otro lado
de la cordillera y del noroeste.
En la zona del actual Neuquén se encontraban los pehuenches
(en araucano gente de los pinares), emparentados con la etnia
huarpe, que luego se mestizaron con los tehuelches.
Los más australes fueron los onas y haus, de etnia tehuelche, que
habitaban la isla de Tierra del Fuego. No tenían caballos, por los
que sus desplazamientos dentro de la isla eran a pie. Los onas (tam-
bién denominados shelknam), habitaban el norte e interior de la
isla, mientras los haus se ubicaban entre la bahía Thetis y Bahía del
Buen Suceso (península Mitre). Sus armas principales eran el arco
›ŽƒϐŽ‡…Šƒǡ›…ƒ”‡…Àƒ†‡…ƒ…‹“—‡•Ǥ‹˜‹ƒ†‡Žƒ…ƒœƒ†‡Ž‰—ƒƒ…‘›
especies menores, aves y peces de las costas.
Los yahganes o yámanas, se ubicaban en Ushuaia, Lapataia, la
costa sur de Tierra del Fuego e islas circundantes, y las del canal
de Beagle, hasta el Cabo de Hornos. Utilizaban canoas construidas
con cortezas de hayas, en las que encendían un fuego en el centro
para darse calor. Su medio de vida era el mar. Cazaban, en general
en grupo, ballenas heridas, focas y lobos marinos, y recolectaban
moluscos, mejillones y crustáceos de la costa. No tenían caciques,
pero sí médicos brujos.
 ǧHISTORIAS DE LA FRONTERA INTERIOR 15

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ĒĊĉĎĉĆĘʹͷĝʹͺĈĒȋͳȌ
La conquista del pastizal
Los primeros ganados traídos al Río de la Plata fueron los ca-
ballos, llegados con Pedro de Mendoza4 en 1536, y de los que algu-
nos ejemplares quedaron al abandonarse esta primera población
de Buenos Aires en el 15415; cuya descendencia formó el ganado
cimarrón o bagual de la llanura pampeana.

4 Don Pedro de Mendoza ( 1499, Gaudix + 23/06/1537, en el Océano, cerca de las


islas Canarias), había participado en el Saco de Roma, fue designado por el Rey
Carlos V, adelantado del río de la Plata, partiendo de Sanlúcar en septiembre de
ͳͷ͵ͷ…‘ͳͶƒ˜À‘•›ž•†‡†‘•‹ŽŠ‘„”‡•ǤŽƒŽ‹”ƒ–‡†‡ŽƒϐŽ‘–ƒ‡”ƒ‹‡‰‘†‡
‡†‘œƒǡ•—Š‡”ƒ‘Ǥƒƒ›‘”Àƒ†‡ŽƒϐŽ‘–ƒ•‡‡…‘–”ƒ„ƒ‡‡Ž”À‘†‡ŽƒŽƒ–ƒ‡
Año Nuevo de 1536. El 22 de febrero Mendoza fundó el Puerto de Nuestra Señora
del Buen Ayre. El Adelantado, designación que provenía de la guerra de Reconquis-
ta española, era un funcionario del Rey, que ejercía la autoridad en su nombre en
los territorios recientemente conquistados.
5 Al poco tiempo de su fundación los pobladores del nuevo asentamiento tuvieron
…‘ϐŽ‹…–‘…‘Ž‘•‹†‹‘•’ƒ’ƒ•ǡ“—‡‡‡•–ƒ”‡‰‹×ˆ—‡”‘ŽŽƒƒ†‘•Querandíes,
por encontrarse ubicados en zonas de palmeras (la voz querandí •‹‰‹ϐ‹…ƒ’ƒŽ‡-
ra). En uno de esos primeros enfrentamientos fue muerto don Diego de Mendoza.
16 ELIAS EMANUEL MARKIN

Los indios de las pampas rápidamente los hicieron suyos y los do-
mesticaron utilizando una técnica propia, mimética y simbiótica que
vinculaba al indio con el caballo, al que consideraban sagrado, y lo
usaron como transporte, para la guerra y también como alimento6.
Con el paso del tiempo, se fue conformando un animal casi sin com-
’‡–‹†‘”‡•ǡ’‘…‘‡‘•“—‡‹†‡•–”—…–‹„Ž‡ǡ“—‡•‡ƒ†ƒ’–׏ƒ‰Àϔ‹…ƒ-
mente a la vida en libertad pero sufriendo un entrecruzamiento cons-
tante cuyo resultado fue la aparición de morfologías muy diversas7.
ƒ‹…‘”’‘”ƒ…‹×†‡Ž…ƒ„ƒŽŽ‘•‹‰‹ϐ‹…×—ƒ…‘’Ž‡–ƒ–”ƒ•ˆ‘”ƒ-
ción cultural para el indio; ampliando las extensiones que recorría,
mejorando sus técnicas de caza (utilización del fuego y el rodeo de
animales), conformando grupos más numerosos, llegando a alcan-
zar hasta los quinientos integrantes, mientras que en el plano béli-
co implementaron la lanza, las boleadoras y una protección confec-
cionada a modo de camisa hecha con cuero de caballo.
Para la repoblación de Buenos Aires, en el 1580, Juan de Garay8
trajo desde Asunción unos quinientos vacunos, mil caballos y al-
gunos ovinos; el clima favorable y la abundancia de buenos pastos
naturales permitieron una fácil multiplicación de estos ganados.
El vacuno cimarrón, formado a partir de ejemplares que se es-
caparon de las poblaciones hacia el campo, pudo multiplicarse sin
obstáculos en los pastizales, ya que los indios disponían de las caba-
lladas salvajes y no prestaron demasiada atención a estos animales.

Luego de la partida de su fundador, los habitantes fueron atacados en varias opor-


tunidades, llegando incluso los indios a quemar el asentamiento. Todo ello llevó
a decidir su abandono, trasladándose los sobrevivientes a la ciudad de Asunción.
6 ėđĆēĉĔǤ ĆđĈĔ, El resero, la historia de una estatua, 2ª edición corregida y
aumentada, Buenos Aires, Editorial El Escriba, 2010, p. 33.
7 ĆđĈĔ, p. 31.
8 Juan de Garay (1528, España + 20-03-1583, Río de la Plata) el teniente de gober-
ƒ†‘”—ž”‡œ†‡‘Ž‡†‘Ž‡…‘ϐ‹×Žƒ‹•‹×†‡‡•–ƒ„Ž‡…‡”—ƒ’‘„Žƒ…‹×ƒ‘”‹ŽŽƒ•†‡Ž
”À‘ƒ”ƒž“—‡’‡”‹–‹‡”ƒ–‡‡”—…ƒ‹‘ϐŽ—˜‹ƒŽ›ƒ”À–‹‘†‡•†‡•—…‹×†‡Ž
Paraguay hacia España, fundando en consecuencia Santa Fe en 1568. Participó en la
fundación de San Salvador sobre el río Uruguay en 1574, y fue nombrado ese mismo
año como gobernador y capitán general del Río de la Plata. El 11 de junio de 1580
fundó la ciudad de Buenos Aires. Murió en 1583 en una emboscada de los indios.
 ǧHISTORIAS DE LA FRONTERA INTERIOR 17

Desde el primer cuarto del siglo XVII la profesión de hacendado


resultó práctica y útil, sumamente lucrativa para los criollos. Los
estancieros porteños conformaron con el tiempo una clase rica que
pudo costear comisionados en España, en la Audiencia de Charcas,
aportar a los gastos de guerra de España y fomentar mejoras en la
economía del Estado Provincial.

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peana y sin contar con cercados, el estanciero elegía un campo alto,
con algo de declive para evitar estancamiento de aguas, y provisto de
aguada natural. La única mejora era un poste de ñandubay clavado
en medio del campo (el rascadero), poderoso atractivo para el vacu-
no que lo utilizaba para rascarse frotándose contra él. Gente de a
caballo recogía el ganado a la entrada del sol, rondaba toda la noche
y a la aurora lo dejaba ir a la aguada; el resto del día lo pastoreaba
bajo vigilancia constante. Para aquerenciar la hacienda –vale decir,
18 ELIAS EMANUEL MARKIN

acostumbrarla a permanecer en un mismo sitio– se requerían por lo


general 3 o 4 meses… Una vez aquerenciado, el vacuno tiende a volver
a su querencia toda vez que se aparte de ella. La vigilancia la ejercían
unos pocos hombres… se limitaban a uno por cada mil vacunos… Cas-
tración y marcada constituían los únicos trabajos. La yerra no se li-
mitaba a los terneros que seguían a las madres de marca propia; se
hacía a todos los orejanos grandes y chicos encontrados en el campo;
realizada la marcación, el Cabildo garantizaba la propiedad9.

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En general, esos hacendados locales vivían en la ciudad de Bue-


nos Aires, iban poco a sus estancias, y muchos de ellos ni siquiera
conocían sus tierras, verdaderamente extensas, tanto o más gran-
des que algunos estados europeos (v.gr. Bélgica, Dinamarca u Ho-
landa). En esos extensos establecimientos pastaban miles de cabe-
zas de ganado.
Contaba con los servicios del mayordomo y los capataces, que di-
rigían la peonada, más o menos sedentaria, y contrataban gauchos

9
ĎćĊėęĎǡ ĔėĆĈĎĔǤǤ, Historia económica de la ganadería argentina, Buenos Ai-
res, Hyspamérica Ediciones Argentina S.A., 1986, p. 52.
 ǧHISTORIAS DE LA FRONTERA INTERIOR 19

para la época de las grandes faenas o la yerra. El gaucho, criollo


hijo de estas tierras, síntesis de la cultura india y española, se vin-
culó alternativamente con el indio y el estanciero. Aliado al primero
le proporciona valiosa ayuda para dirigir el malón hacia los lugares
más adecuados y en momento oportuno; como peón de estancia era
insustituible por su baquía y baratura10.
Las estancias bonaerenses fueron un importante factor de po-
blación del territorio. Para el año 1767 se da cuenta de unas diez
estancias entre los ríos Samborombón y Salado. En el año 1786 el
alcalde de Santa Hermandad11 don Marcos Miguens informó unas
66 estancias en la zona de Magdalena, ubicadas sobre la costa de
la Ensenada, márgenes del arroyo El Pato, la Cañada del Pescado,
camino de las Invernadas, laguna de Barragán, Cañada Arregui, la
costa del Río de la Plata, frente al mar, arroyo Solís y arroyo de Las
Flores. El mismo Miguens, en 1789 consignó 11 estancias en la zona
la Guardia de Chascomús, ubicadas en las costas de Vitel, laguna de
Chascomús, laguna de Yalca, Río Samborombón y el arroyo Dulce.
El choque de las culturas
El vínculo entre los habitantes de la incipiente ciudad de Bue-
nos Aires y los indios asentados en los alrededores no fue del todo
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comiendas12 con los querandíes, pero estos se resistieron fugando
tierra adentro, ya que no estaban habituados a una forma de vida
sedentaria ni al trabajo de la tierra13.
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gados con Garay desde Asunción, es interesante señalar que en su
mayoría eran españoles americanos, hijos y nietos de inmigrantes,
nacidos en estas tierras, y que por lo tanto tenían otra adaptación

10
ĎćĊėęĎ, op. cit., p. 51.
11 Funcionario designado por el Cabildo, ejercía funciones judiciales en la Campaña.
12 Sistema por el que se asignaba un número de indios a un encomendero, para
quien eran obligados a trabajar, mientras este debía instruirlos en la fe cristiana.
13 En otras regiones de américa los indígenas llevaban un modo de vida seden-
tario, lo que facilitó la implementación del sistema de encomiendas, realidad muy
diferente a la de nuestras pampas.
20 ELIAS EMANUEL MARKIN

al medio, en particular en lo relativo a trato con los indígenas y el


manejo del ganado.
Ante la necesidad de proveer de mano de obra local y el fracaso
del sistema de encomiendas intentado, hay registro de expedicio-
nes de españoles que partían principalmente desde Chile, se inter-
naban en la Pampa y capturaban indios que luego vendían como
esclavos. Esta escandalosa violación de sus derechos motivó que el
Papa Urbano VIII14 emitiera, en el año 1639, la Bula15 Comissum No-
bis, por la que condenaba con la excomunión a quien privara a los
indios de sus bienes o su libertad, los retuviera contra su voluntad
o los esclavizara.
Según los relatos de la época, los indios se encontraban bastante
hacia el interior, en las sierras de Tandil16, y la gran mayoría en las
márgenes de los ríos Colorado y Negro, desde donde salían en bus-
ca de caballada.
Las grandes vaquerías17 produjeron una importante disminu-
ción del ganado cimarrón; y en paralelo comenzaron a incremen-
tarse los rodeos de estancia. Mientras hubo grandes cimarronadas,
cristianos e indios poco combatieron, pero al reducirse esa riqueza
natural sobrevienen fuertes choques de intereses. Los indios estrecha-
ron el cerco sobre Buenos Aires… y aumentaron su agresividad18.

14 Maffeo Barberini (abril de 1568, Florencia + 29/07/1644, Roma), ocupó la


cátedra de Pedro entre 1623 y 1644 bajo el nombre de Urbano VIII, siendo el Papa
n°235 de la Iglesia Católica.
15 De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, la Bula es un docu-
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privilegios o asuntos judiciales o administrativos, expedido por la Cancillería Apostó-
lica y autorizado por el sello de su nombre u otro parecido estampado con tinta roja.
16 El sistema de las sierras de Tandil está ubicado en la provincia de Buenos Aires,
abarca unos 300 kilómetros de longitud, extendiéndose desde las Sierras Bayas (próxi-
mas a la ciudad de Olavarría) hasta el Cabo Corrientes (Mar del Plata).
17 Las vaquerías eran incursiones hacia el campo con el objetivo de cazar ganado
salvaje que deambulaba por las llanuras en grandes manadas. Eran perseguidos a
caballo y cazados mediante el uso de lanzas, desjarretadoras, boleadoras y lazos.
Se utilizaba únicamente el cuero, el cebo y algo de su carne.
18 *ංൻൾඋඍං, op. cit., p. 49.

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