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AUTOBIOGRAFIA

Nací en Huancané, provincia del departamento de Puno, en el Perú, el 24 de septiembre


de 1944, soy el tercer hermano de una familia de nueve hijos. Mi infancia transcurrió en
haciendas y escuelas rurales, donde conocí la más cruel explotación de campesinos
quechuas y aimaras. Los niños aimaras me veían como un "misti" (mestizo explotador)
y los niños mestizos me motejaban de "indio".
Una tarde vi como a mi padre un capitán y varios soldados del cuartel de Huancané, lo
tomaron preso y mi casa quedó sumida en la más honda soledad y desamparo. Estar
comprometido con ideas vanguardistas en política y en el Perú, es sin duda un delito y
por eso a mí también me segregaban en la escuela. Hasta que años después entendí que
en América, es peligroso tener un corazón lleno de esperanzas y peor aún si se es
inteligente.
Las primeras letras las aprendí en la hacienda Trapiche de propiedad de la familia
Irigoyen, vinculada a los Peña Prado, quienes a su vez explotaban oro en La Rinconada,
en San Antonio de Poto. Tanto los Irigoyen como los Peña Prado, de acuerdo a
documentos y últimas investigaciones, recibieron esos terrenos y minas en razón de
haber "prestado al fisco peruano, dinero para financiar en parte la guerra con Chile".
Los pastores y mineros eran absolutamente pobres y sus hijos harapientos. Había un
cura que iba a Trapiche de Putina y en Corpus Cristhi, decía a los pastores, en sus
sermones en quechua: "Los pecados de los indios han matado a Cristo. Los flojos no
quieren que resucite porque no trabajan. Pero hablaré con Dios para que al año, si
trabajan mejor, resucitará". Cuando regresaba repetía que no habían trabajado con
honradez y en consecuencia, seguían en pecado mortal y Cristo seguía muerto sólo por
culpa de ellos.
Los pastores lloraban amargamente y trabajan para "borrar sus pecados". Con mi padre,
mi madre y mis hermanos, viví en las haciendas Chaxana y La Libertad. Jamás imaginé
que casi 25 años después sería testigo del proceso de Reforma Agraria y esas tierras,
como otras tantas haciendas, se entregarían a los campesinos, que en un principio no
quisieron recibirlas porque tenían miedo a que los dueños regresaran, "con tropas del
señor gobierno, para recuperarlas y encarcelar a las recibieran".
Estudié primaria en Huancané, en la comunidad campesina de Jacha Xaa y en el mágico
pueblo de Moho. Secundaria en el Colegio Nacional Mixto de Huancané, San Carlos y
San Ambrosio. Es así como mi familia se trasladó a vivir a Puno en 1960. Ese año fue
determinante para mi vocación literaria, pues en el tercer año de secundaria, un grupo de
alumnos leímos a Mariátegui, Vallejo, González Prada y sobre todo a poetas chilenos
como Neruda, Undurraga, Pablo de Roka y Huidobro.

Pero Carlos Oquendo de Amat fue un descubrimiento deslumbrante, en 1965 conocí a


Omar Aramayo, Gloria Mendoza Borda y Gerardo García Rosales, después
conformamos en Puno, la "Promoción Intelectual Carlos Oquendo de Amat".
Publicamos la revista "Sur Intenso" y de hecho adquirimos un compromiso de carácter
inmanente con la vanguardia política y literaria.

Llegué por primera vez a Lima en 1968 y conocí a escritores como Emilio Romero,
Emilio Armaza, Ernesto More, Ricardo Arbulú Vargas, Esteban Pavletich, al pintor
Víctor Humareda y sobre todo a Rodolfo Hinostroza, Mirko Lauer, Julio Ortega, Carlos
Henderson, que son poetas de mi generación.
En 1963, no tuve otra alternativa que ingresar a la Escuela Normal Superior "San Juan
Bosco" de Puno y en 1966, egresé como profesor de primaria, trabajé en Puno. Fue
terrible comprobar que el docente en el Perú, está obligado a renunciar a su dignidad
intelectual y debe ser siempre mediocre y sumiso. En 1968 recibí un diploma por haber
concluido estudios de perfeccionamiento como profesor en Literatura en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
Fui docente secundario y la situación fue peor, el colegio a los alumnos los castra y
mata sus aspiraciones sociales y su futuro. Por eso es que preferí convertirme en
director de la Biblioteca Municipal Pública de Puno en 1968; en 1970 viajé a París y
viví allí hasta 1975. A mi regreso, traje a mi familia a Lima y me hice cargo de la
Oficina de Relaciones Públicas del Tribunal Agrario, hasta que en 1990 pasé a trabajar
en la Dirección de Relaciones Públicas del Jurado Nacional de Elecciones.
De modo que he sido testigo de la existencia de haciendas y del hecho histórico que el
gobierno de Juan Velasco Alvarado haya hecho por fin justicia a la gran mayoría de
campesinos peruanos. Hay quienes piensan que la Reforma Agraria fue un fracaso, eso
no es verdad. Lo que sucede es que no conocieron cómo funcionaba una hacienda y el
grado de expoliación de pastores y agricultores.
Vivo en Lima desde 1975 y desde entonces he publicado una veintena de libros. Escribo
porque es una necesidad biológica y no conozco otra forma excelsa de justificar la vida.
En mi libro "Carlos Oquendo de Amat", he desarrollado parte de mi autobiografía.
Punto.

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