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DE LOS
MOVIMIENTOS
SOCIALES
Érik Neveu
SOCIOLOGÍA
DE LOS
MOVIMIENTOS
SOCIALES
Segunda edición
corregida y aumentada
Abya-Yala
2000
Sociología de los movimientos sociales
Érik Neveu
Título original: Sociologie des mouvements sociaux, Collection Repères. Ed. La
Decouverte. París, 1996. ISBN-2-7071-2646-2. Con las debidas licencias.
Traducido por Ma. Teresa Jiménez
2da. Edición:
agosto del 2000
Corregida y aumentada a partir de la 2da. edición francesa (2000).
Impresión Docutech
Quito - Ecuador
ISBN: 9978-04-588-0
ÍNDICE
Introducción ................................................................................... 13
PREFACIO
A LA EDICION ECUATORIANA
CAPÍTULO I
¿QUÉ ES UN MOVIMIENTO SOCIAL?
¿Acaso hay que considerar que los movimientos sociales son, por
esencia, las armas de los débiles reducidos, en cierta manera, a manifes-
tarse y a hacer huelga a falta de poder hacerse oír mediante vías más
institucionales? Una visión así puede terminar en simplismos, lo mis-
mo que una concepción esencialista de la “dominación”. Existirían, en-
tonces, grupos y clases asignados permanentemente al triste papel de
dominados y a la obediencia desde el punto de vista del poder. La di-
versidad de las formas de dominación es un hecho ilustrado y explica-
do conjuntamente por la experiencia y la herencia sociológica a partir
de Marx y Weber. Otro hecho objetable consiste, en que algunos gru-
pos (de obreros, poblaciones colonizadas, etc.) sufran en momentos
históricos concretos, una forma de acumulación de situaciones de do-
minación económica, cultural y política. Pero si bien, las formas de do-
minación son plurales, tampoco existen más que relacionalmente. Ha-
blar de las formas de dominación desde una perspectiva sociológica su-
pone reintroducir a sus protagonistas dentro de las redes estructuradas
de interdependencias. Un grupo de negociantes de la zona portuaria de
una ciudad puede ser “dominante” en el espacio local, pero su número
es reducido y por eso “dominado” dentro de un contexto nacional o in-
ternacional. Algunos agricultores mayores pueden estar dominados y
superados en su universo profesional y a la vez encontrarse en el cen-
tro de la red de sociabilidad y de poder durante las elecciones munici-
pales. La noción de dominación que aquí sostenemos es relacional, no
prejuzgada por formas plurales de esa relación de fuerza.
Otra simplificación, que Michel Offerlé subraya [1994] consisti-
ría en construir una dicotomía rígida entre el universo (sospechoso) de
los movimientos sociales y aquel (más presentable) de los grupos de
32 ¿Qué es un movimiento social?
La cuestión de la organización
ma simbólica (efigies, pantomimas y objetos rituales). Ejemplos: campañas obreras por la jornada laboral de ocho horas
Ejemplos: colgar espantapájaros, o “la masacre de gatos” que Darn- diarias, logotipos, consignas nacionales, plataformas (electorales).
ton describe [1985].
6. Congregación en los lugares mismos de la injusticia, en las moradas 6. Acción in situ en los lugares más capaces de llamar la atención pú-
de sus autores en contraste con las sedes del poder público. blica. Ejemplos : organización de grandes manifestaciones en Pa-
Ejemplos: griterío, saqueos de casas privadas y de residencias aris- rís, movilizaciones con presencia de los medios de comunicación
tocráticas masiva.
Piven y Cloward:
¿Una sociología sobre la espontaneidad
de los movimientos sociales de los “pobres”?
mento en que la amenaza cede, olvidan sus promesas e, incluso, a los in-
terlocutores.
Estos dos sociólogos mismos fueron organizadores de primera línea
de los movimientos por los derechos del bienestar, en los años ‘60. Su te-
sis, inseparablemente militante y sociológica, no constituye entonces una
negativa al principio de la organización. Sugiere más bien una organiza-
ción a dos niveles. En el plano local, estructuras flexibles y descentraliza-
das que utilicen métodos de acción ofensivos y hasta ilegales para mante-
ner una movilización pública, al desarrollar una acción continua marcada
por resultados tangibles en torno a interlocutores directos (servicios públi-
cos). La fuerza acordada a un ilegalismo de masas es aquí esencial. En un
segundo nivel, una “organización de organizadores” (p. 284) hecha de tra-
bajadores sociales, religiosos y estudiantes tendría la labor de coordinar y
de elaborar de una estrategia nacional. Esta semiprofesionalización de la
estructura coordinadora pretende prevenir la pérdida de energía militante
de la base en luchas de poder internas, en un cabildeo cuidadoso de su res-
petabilidad (y por ello, no favorable a las acciones ilegales) para hacerse
reconocer por parte de las autoridades. Una mayoría de los dirigentes del
movimiento considera este segundo nivel potencialmente manipulador y
lo recusará en beneficio de una organización centralizada clásica que pro-
duzca los efectos denunciados por Piven y Cloward, lo cual impedirá que
éstos sometan su tesis a una verificación práctica.
Servicios Autoayuda
Organizaciones Asociaciones de mutualidad,
de apoyo círculos de sociabilidad
Ninguna
Participación
participación
directa
directa de los
de los afiliados
afiliados
Representación Movilización
política política
Partidos, grupos Organizaciones
de interés del movimiento social
Trayectorias
El modelo de Kriesi reintroduce una definición extensa del
movimiento social, recordando que éste también vive como red
o universo social a veces autárquico. El “movimiento obrero” de
los años ‘50 puede identificarse con sus “organizaciones de mo-
vimiento social”, con los sindicatos y las huelgas. Pero, la noción
adquiere toda su extensión al reintroducir en ella el espacio de
los partidos comunistas como relevos políticos de los lugares de
sociabilidad (colonias vacacionales, clubes de jóvenes y de es-
parcimiento, bailes, bibliotecas) organizados mediante una red
institucional de alcaldías, asociaciones y comités de empresa y el
papel de las organizaciones logísticas (escuelas de formación, ca-
sas editoriales). Más aún, el cuadro así construido puede utilizar-
se para concebir trayectorias o evoluciones: La institucionaliza-
ción convierte al movimiento social en un grupo de presión y ha-
ce que se deslice hacia la parte inferior izquierda del esquema. La
comercialización desvía el movimiento social hacia el polo supe-
rior izquierdo del cuadro y lo transforma en un simple prestata-
rio de servicios comerciales. ¿Cuántos maestros franceses afilia-
dos a la CAMIF (cooperativa de venta por correspondencia) co-
nocen su historia militante? ¿Cuántos le asocian una connota-
ción política? En el escenario de la convivencia, el movimiento
social se cierra sobre sí mismo y se vuelve un espacio de sociabi-
lidad donde el calor del estar juntos acaba por subordinar a los
empeños de movilización pública. Se podría evocar al respecto la
Liga Primrose, creada en el siglo pasado por los conservadores
ingleses para reunir en torno a las fiestas y las diversiones un cír-
culo exterior de simpatizantes, así como las organizaciones que
más tarde se convirtieron en clubes de antiguos combatientes de
lo social (en 1966 aún se celebran banquetes de antiguos miem-
bros del partido MRP, creado en 1945 y desaparecido en 1966).
Dentro del modelo de la radicalización, el movimiento social
permanece centrado en su diseño militante y su dimensión con-
flictiva y refuerza su enfrentamiento con los adversarios.
CAPÍTULO II
LOS OBSTÁCULOS DEL ANÁLISIS
garlas. Piedras colocadas con toda intención en las piezas móviles estropean
las segadoras. Hasta ocurre que un potentado local, particularmente detes-
tado, tenga problemas en encontrar un equipo de asalariados cuando sus
máquinas ya no puedan penetrar un arrozal inundado.
Scott recalca que hay un gran riesgo de novelar estas formas de resis-
tencia. Las relaciones de fuerza no se ven radicalmente afectadas por dar al
propietario terrateniente un apodo grotesco y ridiculizante. El robo de un sa-
co de paddy (arroz no pilado) no adquiere automáticamente una carga sub-
versiva. Estas pequeñas resistencias pueden incluso ser los equivalentes to-
lerados de una ‘propina’ consentida por los dominadores. Pero Scott invita
a no sustituir la condescendencia con la celebración. ¿Es que los grupos so-
metidos a pesadas restricciones de sobrevivencia económica, y obligados a
resistir bajo las apariencias de la sumisión para no desencadenar la repre-
sión, tienen otras estrategias posibles? Cuando esas microrresistencias son
parte de una complicidad explícita, y legitimadas por una cultura, ¿no crean
un espacio para movilizaciones más abiertas? Si el campesino malayo no ins-
cribe a la reforma agraria dentro del horizonte de lo posible y de lo explica-
ble (en todo caso, no más que su homólogo francés de 1788), su animosidad
por los propietarios terratenientes y usureros se mostrará con todo vigor
cuando otra estructura de oportunidades políticas y de empresarios de la mo-
vilización venga a modificar el equilibrio de poderes de la aldea. Scott invita
a pensar por lo tanto el continuum complejo de las situaciones y comporta-
mientos “entre” estos polos del tríptico de Hirschman.
Fuente: Scott, 1985.
Morfología social
y capacidades de movilización pública en Marx
«Los campesinos de las parcelas son una enorme masa cuyos miem-
bros viven todos en la misma situación, pero sin estar unidos entre sí por
vínculos diversos. Su modo de producción los aisla mutuamente en lugar
de llevarlos a tener relaciones de reciprocidad. Este aislamiento se hace
aún más grave por el mal estado de los medios de comunicación en Fran-
cia y la pobreza de los campesinos. Cada familia rural se basta a sí misma
casi completamente. Ella misma produce directamente la mayor parte de lo
que consume y procura sus medios de subsistencia mediante un intercam-
bio con la naturaleza, mucho más que con la sociedad. (La parcela de tie-
rra, el campesino y su familia; al lado, otra parcela, otro campesino y otra
familia). Así, pues, la gran masa de la nación francesa está constituida por
una simple adición de dimensiones del mismo nombre, casi como un saco
lleno de manzanas forma un saco de manzanas. En la medida en que mi-
llones de familias campesinas viven en condiciones económicas que las se-
paran entre sí, y oponen su género de vida, sus intereses y su cultura a los
de las otras clases sociales, constituyen una clase propia. Pero no lo hacen
en la medida en que sólo existe un vínculo local entre los campesinos de
las parcelas, y en que la similitud de sus intereses no crea ninguna comu-
nidad entre ellos, ni relación nacional ni organización política alguna. Por
eso son incapaces de defender sus intereses de clase en su propio nombre.
No pueden representarse a sí mismos. Deben ser representados.»
K. MARX, El 18 Brumario de Louis Bonaparte, 1852
CAPÍTULO III
LAS FRUSTRACIONES Y LOS CÁLCULOS
Con este título (Why Men Rebel?), Ted Gurr desarrolla, en 1970,
un marco analítico que será, al mismo tiempo, uno de los manifiestos
más elaborados y la última de las obras de collective behaviour. Este es
un enfoque sicosociológico. Gurr parte de la noción de frustración re-
lativa. Ésta designa un estado de tensión, una satisfacción esperada y
rechazada, generadora de un potencial de descontento y de violencia.
La frustración puede definirse como un saldo negativo entre los “valo-
res” (término que puede designar un nivel de ingresos o una posición
jerárquica, como también elementos inmateriales, como el reconoci-
miento o el prestigio) que un individuo mantiene en un momento da-
do y aquellos que se consideran como parte de las aspiraciones a las que
se tiene derecho por su condición y situación social. Si bien la frustra-
ción se manifiesta con emociones de despecho, cólera e insatisfacción,
aquí, es un hecho social, es relativa, porque depende de una lógica de la
comparación. Nace de normas sociales, de sistemas de expectativas re-
lacionados con lo que en una sociedad dada parece ser la distribución
legítima de los recursos sociales en varios grupos de referencia. Para
ponerlo claro, los miembros de un grupo social privilegiado, pero cuyo
estatus o recursos declinan (los aristócratas de ayer, los médicos gene-
rales de hoy), pueden sentir una frustración más intensa que los miem-
bros de un grupo objetivamente menos dotado, pero cuyos recursos y
estatus corresponden a lo que sus miembros habían podido prever e in-
teriorizar sobre su papel social.
fuerte
FRUSTRACIÓN
Satisfacción de
las expectativas
fuerte
Nivel de esperanza
de “valores”
Nivel de valores
FRUSTRACIÓN
fuerte
Nivel de valores
Nivel de esperanza
de “valores”
FRUSTRACIÓN
Satisfacción de
las expectativas
La paradoja de Olson
Ganancia real
respecto de –300 –100
100 300 500 700 900 1.100 1.300 1.500
los costos Zona de pérdida
Ganancia de
un “polizón” 200 400 600 800 1.000 1.200 1.400 1.600 1.800
La filiación olsoniana
LA TIPOLOGÍA DE OBERSCHALL
dentro del sindicato nacional de los maestros de escuela y una gran fuer-
za de movilización.
La crisis del sindicalismo de estos maestros alcanza su apogeo en los
años ‘80, y puede interpretarse, en parte, como el contragolpe de una ero-
sión del catnet. El funcionamiento de las escuelas normales (que pierden
el monopolio del reclutamiento) tiende a aproximarse al de los segmentos
ordinarios del mundo universitario. La devaluación del estatus del maestro
de escuela produce un debilitamiento de la identidad profesional, que se
acentúa en la entrada a las escuelas normales de estudiantes que ingresan
en ellas por una opción negativa (imposibilidad de acceder a su verdadera
opción) antes del fin del primer ciclo y, posteriormente, de los titulares del
segundo y el tercer ciclo, que encuentran allí un concurso-refugio. La am-
pliación de la gama de reclutamiento social y el crecimiento del porcenta-
je de maestras de escuela casadas con extraños del mundo de la enseñan-
za o del sector público igualmente reducirán el catnet. Todos estos facto-
res contribuyen a la baja de la sindicalización, a que se presenten relacio-
nes con un aspecto más consumista en las asociaciones de este medio, y
al surgimiento de modos inéditos de movilización como son las coordina-
ciones; también, van contra el SNI, que simboliza el estado anterior de ese
medio.
FUENTE: GEAY [1991]
Estrategias
Otro aporte importante de Tilly tiene que ver con las aclaraciones
que proporciona acerca de la dinámica de los enfrentamientos dentro
de los movimientos sociales. A continuación nos detenemos en tres de
dichos aportes.
Tilly subraya, en primer lugar, el hecho de que la forma en la cual
los agentes sociales determinan una estrategia no es el efecto de una
disposición hereditaria al cálculo racional. El autor reconstruye la gé-
nesis de estas actitudes a través de los progresos de las lógicas del mer-
cado, de la burocracia y del contrato y sus efectos sobre las culturas y
las mentalidades; y ésto ayuda a comprender cómo pudieron evolucio-
nar concretamente disposiciones que pueden identificarse con las del
Homo œconomicus. Tilly también recalca que los agentes en moviliza-
ción no se sujetan nunca a un solo tipo de racionalidad. El modelo ol-
soniano de los agentes que no tienen la intención de gastar más recur-
sos de las ganancias que esperan es para ese autor un simple caso sim-
bólico. De hecho, hay una gama de estrategias provenientes de los mo-
delos culturales que pesan en lo que los jugadores de una movilización
Sociología de los movimientos sociales 81
cambian según los siglos, una observación parecida sirve para la natu-
raleza misma de las interacciones conflictivas, lo que Tilly llama sus re-
gistros. Hasta comienzos del siglo XVII domina el registro competitivo.
Se trata de reivindicar o de defender recursos en competencia con
otros, dentro de la comunidad o respecto de una comunidad vecina
(una aldea o pueblo). En esta “economía moral”, la comunidad consi-
dera que tiene derechos sobre su producción y su riqueza. Un ejemplo
de esto es la gritería que ocasionan a menudo los jóvenes que van a
echar pullas o a multar a un viudo o un habitante del pueblo vecino
que contrae matrimonio con una joven de la aldea, con lo cual se que-
da con un posible “partido” de la joven generación local [Thompson,
1993]. El siglo XVII, con el progreso de la centralización estatal y el si-
glo XVIII, con las primicias de la Revolución Industrial, desplazarán el
registro dominante de los movimientos sociales hacia lo reactivo. Esta
vez, se trata de una lucha defensiva contra la intrusión de fuerzas socia-
les más lejanas y externas a la comunidad: agentes estatales, grandes
propietarios y negociantes. Podemos integrar a este registro las resis-
tencias a la conscripción y las luchas contra el nuevo cuestionamiento
de los derechos de pastizales en las tierras comunales y el rechazo al
hecho de que las cosechas locales (granos) se destinen a los mercados
urbanos.
El siglo XIX ve surgir finalmente al registro proactivo que luego se
impondrá. Esta vez se trata de reclamar derechos que jamás habían
existido ni habían sido reconocidos. El movimiento obrero y la con-
quista de los derechos sociales son un ejemplo de ello. Este último re-
gistro puede explicarse, en parte, por la fuerza que adquiere una clase
obrera espacialmente concentrada, por las facilidades de coordinación
que aportan los medios de comunicación masiva y por el papel de las
elecciones como espacio y escuela de elaboración de programas reivin-
dicativos.
La textura de lo “nuevo”
La doble dinámica
de las movilizaciones modernizadoras
Freedom Summer
Los determinantes
de un compromiso militante exigente
El efecto “sobrerregenerador”
«He decidido que no la llevarán a cabo solos, sin que yo esté allí (...) ha-
cía falta que yo formara parte de esa lucha. Supongo que era un egoís-
mo puro y simple». Hirschman concluye que «el beneficio individual
de la acción colectiva no es la diferencia entre el resultado que espera el
militante y el esfuerzo que aporta, sino la suma de estas dos magnitu-
des».
Esta hipótesis permite explicar así mismo la aparente huida hacia
adelante del activismo, que se asemeja al ritmo normal de funciona-
miento de ciertos grupos militantes intensivos. Como dice Gaxie: «Una
organización de masas que se apoya en el militantismo sólo puede sub-
sistir si funciona de manera continua a un ritmo bastante cercano del
que es necesario alcanzar en las grandes coyunturas. Aceptar que el mi-
litantismo vaya más lento es interrumpir las satisfacciones que se ob-
tienen de él y arriesgarse a perder afiliados en el tiempo» (p. 49). El sen-
tido práctico de los organizadores no está desprovisto de la intuición de
estos fenómenos. El perfil del “oficio” de militante y organizador con-
siste en mantener este activismo y sus satisfacciones y en crear interac-
ciones que “comprometan” a los agentes en movilización, hagan primar
el imperativo de solidaridad en los cálculos individuales y presionen así
hacia el funcionamiento “sobrerregenerador” de los nuevos contingen-
tes de militantes.
El efecto “sobrerregenerador” no puede aplicarse sin más a todos
los movimientos sociales. Se observa especialmente en las organizacio-
nes que presentan parecidos con el modelo de la “institución total” de
Goffman [1968], es decir, que exigen de sus miembros una forma de
orientación global de las prácticas en todos los momentos de la vida
pública y privada y proponen un ideal de militancia limitante. Las or-
ganizaciones revolucionarias son su terreno privilegiado, pero se pre-
senta igualmente dentro de las sectas religiosas y de los movimientos
milenaristas. Las situaciones de movilización intensa, que causan así
mismo un desplazamiento de las fronteras de la vida pública y la vida
privada, y una estructuración provisional de cualquier experiencia vi-
vida en torno a un conflicto (se pueden imaginar situaciones de ocu-
paciones de empresas o de movimientos prolongados), permiten ob-
servar, a corto plazo, situaciones idénticas. Tal régimen de militancia
apenas puede existir en organizaciones donde la afiliación se aproxima
a la simple búsqueda de una prestación de servicio y no estructura de
forma significativa la identidad de los miembros.
Sociología de los movimientos sociales 101
Nosotros / yo
Uno de los retos centrales del frame analysis tiene que ver con su
capacidad de relacionar las representaciones de los grupos en moviliza-
ción y las de los medios de comunicación masiva, con mayor rigor que
el de las referencias a las ideologías y discursos dominantes, a menudo
difusas y denunciadoras. Los trabajos de Gamson [1992] desarrollan
una comparación sistemática y cuantificada de los contenidos de los
medios de comunicación masiva y de las representaciones observables
en diversos medios sobre un conjunto de temas intensamente movili-
zadores. Aunque los medios de comunicación masiva se consideran un
recurso cognitivo de primera línea, Gamson demuestra que los diver-
sos públicos raramente son receptores acríticos de estos medios. De
manera más original, pone en evidencia dos características del discur-
sos periodístico que son desfavorables para los movimientos sociales:
en ellos, los problemas y desafíos se problematizan muy raramente
118 La construcción simbólica de los movimientos sociales
tajes “en los andenes”, con un contenido informativo repetido. Los repor-
tajes sobre los huelguistas eran con frecuencia muy superficiales y se limi-
taban a algunas frases de los interlocutores reunidos en torno a un fotogé-
nico brasero. La organización de los debates tenía muy en cuenta a los pro-
fesionales del comentario habituados a los canales de televisión, pero
raramente permitía que los interlocutores poco familiarizados con los ri-
tuales de los estudios televisivos presentaran testimonios y análisis con un
tiempo mínimo necesario para expresar sus experiencias y explicitar sus
dificultades.
El comportamiento de los presentadores y animadores de los deba-
tes muestra asímismo que, aunque a menudo conozcan superficialmente
los asuntos sociales, quieren conservar el control de los temas que tratan
y se oponen a la irrupción de problemáticas no programadas. Se sitúan en
una posición desplomadora, que obliga a que los participantes en el movi-
miento tengan que justificarse por las molestias que causan y los daños in-
flingidos a la economía nacional. El comportamiento de los periodistas
también manifiesta un tratamiento diferenciado (marcas de deferencia,
tiempo para hablar, interrupciones a los locutores, ...) según sea el estatus
de los invitados. La representación de un debate aparentemente democrá-
tico (por funcionar con el cara a cara de los protagonistas), acaba por ha-
cer que se beneficien de una ventaja estructural quienes, por formación o
por práctica, son profesionales de la palabra y de los registros de expre-
sión eruditos, simplistas o emocionales que los medios de comunicación
masiva privilegian.
Para más información sobre este tema, consultar la polémica que
P. Bourdieu y D. Schneidermann sostuvieron en Le Monde diplomatique de
abril y mayo de 1996.
El registro terapéutico
La fuerza de lo instituido
Modalidad de acogida
Estructura de los outputs de las demandas políticas
(capacidad para dirigir (inputs)
políticas públicas)
Abierto Cerrado
El eslabón perdido
Constan con el signo * las obras que pueden ser consideradas como
clásicas y las lecturas fundamentales sobre el análisis de los movimientos
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Constan con el signo # las obras que presentan estudios de casos
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