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PORTAi. M O:-..JE, M• R .: Normas doc111111:111t1fu J1Jbrr
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Vu¡11 tk 'iala111a11ra di1raT11e ftJJ sig/oJ XVI-XX
R ESEÑAS
SALAMANCA
Revista de Estudios
SALAMANCA
REVISTA DE ESTUDIOS
Número 39
EDICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE SALAMANCA
1997
CUBIERTA: Detalle de un grabado de Antonio Cabracán procedente
de la portada de la "Historia de la Ciudad de Salamanca"
de Bernardo Dorado (1863)
ISSN: 0211-9730
Depósito Legal: S. 156 - 1997
Consejo de Redacción
Dire<tor:
José Luis Martín Martín
Strrdario;
Jesús García Cesteros
ESTUDIOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1l
MARTfN HERNÁNDEZ, M ª P.: Contribución al estudio del poblamiento del///º y co111it11-
zo1 del //º Milenio a. de C. en ti noroeste salmantino: Materia/e¡ de superficie . . . . . 13
CORT8i SANTOS, J.
L. ; CUADRADO B ASAS, Á.; OLIVERA ARRANZ, M• del R.; HER-
NÁNDEZ VALV ERDE , M . V.: Una fortificación olvidada: e/ Castillo de Vilvt.Stre
(Salamanca) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
DE DIOS, S.: La d« trina sobre el poder del príncipe en el doctor )11an G11tilrrez . . . . . . . 133
WERUAGA PRIETO, A.: Oferta y demanda tri el neg«io del libro: Librerías en la Sa-
lamanca Tar®barroca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
PÉREZ P RIETO , M : La capilla de mlÍsica de la Parroquia de San Martfn de Salamanca
durante el período / 700- 1750 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
V AU.S TOIMI~ J. L.: Mál 1obrejuan Gonuiln de Dio1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 l
LóPEZ SERRANO, R.: Donde las dan las toman 11 otros ®s tt.stammtos de TorrtJ Villarrot.I . 237
SANZ H ERMIDA, J.: Fuentes HiJtoriográficas salmaminas: Las ediciones del Bernardo
Dorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 5
PERFECTO GARCÍA, M . A.; GARCÍA MARTfN, J.: Los rtformadort.s de la U11it1trsidad de
Salamanca en la transición al libtralismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
MARTlN R O DRIGO, R .: Delitos y faltas contra las personas m la Sierra de Francia en el
siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321
R UPÉREZ Al.MAJANO, M* N.; CASTRO SANTAMARfA, A.: El coltgio de Santa Cruz de
Cañizares. Asp« tos histórico-artísticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357
HER RERO GóMEZ, J.: Platería salmantina en la provincia de Soria . . . . . . . . . . . . . . 385
S..\NCHEZ, J. M., TOMÁS, C., y DE PABLO, F.: AruiliJis dimatoldgico de la temperatura y su-
mos as()(iados, en el ob1ervatorio de Matacán (Salamanca). Periodo 1945-1994 395
D OCUMENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443
PORTAL M ONJE, M 1 R.: Noticias d()(mnmtaltJ sobre fas obras en Santa María de la Sede
o Catedral Vieja de Salamanca durante los siglos XVI-XX . . . . . . . . . . . . . . . . . 445
MARTfN, LUIS P.: Textos y Documentos de la Masonerfa castellano-leonesa (siglos XIX
y XX) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459
REsEÑAS 509
Estudios
SALAMANCA, Revma de Estudios, 39. 1997. P'gs. 13-48
IS.SN: 0211-9730
l. Este trabajo consticuye un resumen de algunos capítulos de nuescra Memoria de Grado de Sala-
manca. Agradecemos la inestimable ayuda de su directora ()" Socorro Lópe-z Plaza, así como la colabora-
ción de los coleccioniscas D. Eduardo Martín y D. Jesús Santos quienes siempre nos atendieron amable y
desinteresadamente. El marerial arqueológico de Fuente Rebolla, Cerro de San Jorge, La Molinera, Airo
del Espía y Cortinas de la Iglesia se encuentra en poder de D. Eduardo Martín de Lumbrales. El conjunto
procedente de La Peña (la mayor parte recogido por D. Jesús Sancos) se halla deposic.do en c:I Museo Pro-
vincial de Salamanca y el Director del mismo, D. Manuel Sanconja, lo puso cordialmenre a nuescra dispo-
sición. Desde aquí agrodecemos su colaboración y buen ánimo, así como las facilidades ofrecidas en rodo
momenco para el acceso y concacro con el material.
blished rudimentary works which revea! che special inceresc of many sices.
Above ali, chrough che poccery trade we can clearly see a scrong conneccion
wich che Norch of Portugal, especially wich che villages discovered to che easc
of Tras-os-Monees.
l. MARCO GEOGRÁFICO
2. RESEÑA DE YACIMIENTOS
feridos por Benito del Rey y Manuel Alfageme2 y con materiales paralelizables con
los anteriores, se muestran en cursiva. Finalrneoce, aunque en general con menos
datos para su caracterización, completan la lista ouos yacimientos a los que hemos
accedido a través de la documenración existente en los fondos del Museo Provin-
cial de Salamanca.
ALDEADÁVILA DE LA RIBERA: l El Encinar
BARRUECOPARDO: 2 Mata Leonardo, 3 Valdemlejero, 4 Cabeza Gejo, 5 Espinazo Cabra, 6
lAs Cabritas. 7 Huerta Montes, 8 Va/depilo, 9 Pnías la N()ria, 10 Los Tres Mojones, l l
Cabeza La ]oy«a, 12 El Praobe.so, l 3 Va/dtjerreros
CABEZA DEL CABALLO: 14 La Cocorra, 15 Las Cocorrinas, 16 La Pizarra, 17 El Sie-
rro
CABEZA DE FRAMONTANOS: 18 Teso del Fenechal, 19 El Muriano, 20 Peña del Casero
CEREZAL DE PEÑAHORCADA: 21 Peña Picada, 22 Teso del Dinero, 23 Copa Pino,
24 Mata El Sierro, 25 E/ Sierrito, 26 Mata la Sierrita, 27 Teso dt Peñahorcada
CERRALBO: 28 Terroña Blanca, 29 LA MOLINERA, 30 CORTINAS DE LA IGLESIA, 31 Al.TO
DEL EsPfA, 32 Las Frieras, 33 Picón del Rey
ENCINASOL.A DE LOS COMENDADORES: 34 Las Eras, 35 Valle dt la Campana
GU.ADRAMlRO: 36 El Tejar, 37 Teso de San Cristóbal, 38 El Villar, 39 El Concejil
HINOJOSA DE DUERO: 40 FUENTE RESOLLA
LA PEÑA: 4 1 Las Carrasqueras, 42 LA PEÑA
MASUECO: 43 Teso del Castillo, 44 Los Humos
MIEZA: 45 Fuence del Valle de Sta. Cruz, 46 Cabezo, 47 Parte de Enmedio, 48 Valdele-
ras, 49 Valle Borracho
OLMEDO DE CAMACES: 50 CERRO DE SAN J ORGE
PEREÑA: 5 1 Cerro de El Cueco, 52 Virgen del Cascillo
POZOS DE HINOJO: 53 Los Castillos
SANCHÓN DE LA RIBERA: 54 Ermita del Cristo, 55 Teso de los Barreros, 56 San-
cbón de la Ribera
SARDÓN DE LOS FRAILES: 57 El Berrocal
VALSALABROSO: 58 Las Uces, 59 La Cabecina
VILLASBUENAS: 60 Moscosa, 61 Monte Nuevo, 62 Calzadita
2. Benico del Rey, Luis; Manuel Alfageme,Juan de. "Reseña de yacimientos eneolíticos en los tér-
minos mun icipales de Barruecopardo y Villasbucnas". En Salamanra, Rtvista Prwinrial tÚ Ei111dios, 18-19,
1985. Salamanca. Diputaci6n, pág. 157-165.
Manuel Alfageme, Juan de; Sánchez Sánchez, Isidro; Benito Del Rey, Luis. "Dos yacimiencos de b
Edad del Bronce en el término de Barruccopardo". En Zephyr11s, XU-XLll, 1976. Salamanca, Universidad,
pág. 299-320.
Manuel Al íagcmc, J uan de; Benito del Rey, Luis. "Un yacimiento del Bronce en el término de Vi-
llasbuenas". En Z'/Jh)NIJ, XXVID-XXJX, 1978. Salamanca. Universidad, pág.215-228.
Manuel Alfagcmc, Juan de; Benito del Rey, Luis. "Ca~z.a Gcjo, un yaci miento del Bronce Ini-
cial en Barruecopardo". En Salamanra, Revista Priwinrial de Es111tlio1, 8, 1983. Salamanca. Diputación,
pág. 105-128.
Manuel Alfageme, Juan de; Benito dcl Rey, Luis. "El yacimiento eneolítico de Valdejcrreros (Barrue-
copardo, Salamanca)". En S111dia Za11111m1Jia. 5, 1984. Zamora. U.N.E.D., pág. 457-470.
20
•
Aldadi\llla
44
11
" Sardón de los Frailes
•
43 57
00- 41
I? 14 01 55
H 56
Villar de Penlonso
31
30 •...
•Villgudino
.... 4 0
Lumbrales •
.... •! 53
3. CULTURA MATERIAL
Nos centramos en el análisis de los materiales inéd itos, que además constitu-
yen el conjunto más significativo hallado hasta el momento dentro del numeroso
núcleo de poblados que se ha inventariado en el Noroeste salmantino. Son hallaz-
gos superficiales, con las lógicas limitaciones que esto supone, pero el conjunto es
suficientemente significativo como para permitirnos realizar una propuesta de su
encuadre cronológico y constatar la posible identidad cultural de los yacimientos
dencro de la región, comparándolos con los del resto de la Meseca y los del ámbito
peninsular, teniendo muy en cuenca la cercanía y límice con regiones portuguesas
bien estudiados, como Tras-os-Monees y la Beira Alca.
La Pella Ftc. Rebolla C.$. J o'l!e La Molinera Alto Espía C. Iglesia Total
H acha tipo 1 17 - 3 10
H acha tipo 11
Hacha ?
22
18
4
5
4
1
-
3
3
'-
1
3
5
39
33
32
Azuela tipo 1 13 1 - - - l 15
Azuela tipo II 30 2 1 3 1 2 39
Azuela? 4 1 - - - 1 6
Gubia 2 - - l - - 3
Cincel 2 - - 1 - - 3
Lámina de Azada 1 - l - - - 2
Útil Filo Romo P. L L 2 - - 1 5
Total 110 14 9 14 7 23 177
3 . Para el cstudjo de csu~ upo de útiles hemos segwdo muy de cerca la tipología propuesta en: Fá-
brcgas Valcarce, Ramón; de la Fucmc Andrés, Félix. lt.proxim4Ció" a la n1/t11ra 1114Urial .U/ wugalitümo ga-
llego: la ¡,,dJIStrút lítira p11limmtaria y ti matmal rrrámiro. Colección Arqueohisr6rica , nº 2. Santiago de Com-
l"mcla, 1988.
•
.
.
FIGURA 2.
5
''
~ 8
Industria lítica pulimcnrada de La Peña. l. Hacha; 2, 3 y 5. Azuela; 4. Lámina de Azada;
6 y 7. Cincel
6. Benito del Rey. Luis. "El yacimiento eneolítico de 'Tierras Lineras' en Pozos de Mondar (Mara de
Ledesma, Salamanca)". En St11dia Zammvuia. VI, 1985. Zamora. U.N.E.D., pág. 183-221.
7 . Nota 3, pág. 25.
camente a las del cipo II que parecen más propias de esca zona geográfica, y en ge-
neral, de roda la Península Ibérica.
La Peña Fce. Rebolla C.S. Jocge la Molinera Aleo Espía C. Iglesia Toral
R%,dor 2 - - -- - - 2
Pe orador 6 - - - - 6
Buril 4 - - - - - 4
Raclctte
Muesca 8
1 -
-
-
-
-
-
-
-
-- 8
1
Denticulado 12 - - - - - 12
Truncadura 6 - - - - - 6
Raedera
Útil arisca diédrica 1
9 -
-
-
-
-
1
-
1
-
-
9
3
Microlito - - - l l - 2
Puncas de Flecha 90 3 40 - - - 133
Elementos de hoz
Percutor 13
- 2
s
-
l
-
2
-
3
-
-
2
24
Piedra Hoyo 3 6 - - - - 9
Núcleo 3 - - 4 - - 7
Lascas 280 4 3 l - l 289
láminas 33 2 l 3 2 l 42
Restos 36 - 1 - 4 2 43
Toral 507 22 46 12 11 4 602
En cuanto a la materia prima, dominan las locales, sobre codo cuarzo (45%) y
cuarcita (39%). El sílex está representado con un 9% sobre el total, y también se
documentan materiales minoritarios como cristal de roca y pizarra.
Los útiles líricos tallados se reúnen en tres grandes grupos:
8. Parad estudio de escos úciles seguimos la cipología de Forcea Ptrez, J. Lo1 compltjos muTOlamina-
rtJ y geomilriroJ dtl Epipaleolítico Mtdi1erránt0 Espafiol. Salamanca. Universidad, 1973. También usaremos la
adapcaci6n de la ancerior realizada por Arias González, Luis. El do/mm dt "El Tfm'tjón" (Villam1ayor, Sala-
manca): co111rib11rión al t1111dio del fmómtno tMgalftiro tn ti Or<idmtt de la mutla NDl'tt. Memoria de Licenciatura
(inédita). Universidad de Salamanca, 1986.
11
&cm.
FIGURA 3. Industria lítica callada de La Peña. 1 a 6. Punras de ílecha; 7. Raedera: 8 . Lámina retocada;
9. Perforador; 10. Buril; 11. Raspador
9. Oliveira jorge, Susana. P-do1 da prt-hi11oria recmu da rtgiao dt ChaveJ-V' P" tk Aguiar. l" ed.
Porco, Inscüuco de Arqueología da Faculdade de lecras do Porro, 1986. Pág. 263
10. Splinder; K.; Trindade, L. A pwoa eneollti<a do Pmtdo. Torro Vtdras. Accas das 1 Jornadas Ar-
queológicas. Lisboa, 1969. Pág. 71
11. Sanches, M' de J.; Dos Sancos Marcos, D. uo povoado pre-hiscorico do Cunho-Mogadouro". En
Arqueología (G.E.A.P.), 12, 1983. Grupo de Esrudos Arqueológicos do Porto. Porto, pág. 141-179. Fig. 3
nº l.
Sancbes, María de Jesus. Pre-hi1toria rnentt no Plana/to flfirantks ( úste dt Tras-os-Montes). 1• ed., Mo-
nografías arqueológicas, Grupo de Escudos Arqueológicos do Porco. Porco, 1992. Pág. 95.
12. Martínei Navarrece, M' Isabel. "El comienzo de la metalurgia en la provincia de Madrid: la
cueva y cerro de Juan Barbero. En Trabajos Je PrthiJtoria, 41, 1984. Madrid. C.S.I.C., pág. 17-119.
Pág. 22.
13. S6ler Díaz, J.A. "La induscria lícica del dolmen de la Veguilla (Salamanca)". En Bolttln tkl Se-
minario dt Arte y Arqueologla, 59, 1991. Valladolid. Universidad, pág. 9-52. Pág. 41.
Nota 8: Arias González, Luis: pág. 37.
14. Bueno Ramfrez, Primitiva. "Los dólmenes de Valencia de Alcántara". En Excavaciones Arqueoló-
gicas m España, 155, 1988. Madrid. M.E.C. Pág. 82.
l 5. Oliveira Jorge, Vícor. ·o megalicismo do Norce de Porrugal". En Artai da Pri~ira /\1esa Rt-
donda sobre o Neolítico to Calcolltico em Portugal. Porto, 1978. Pág. 122.
16. Cava, A.na. "La industria lírica en los dólmenes del País Vasco Meridional''. En Vtltia, 1, 1984.
Pág. 51-145. Pág. 87.
17. l.6pez Plaza, Socorro; Piñel, Carlos. "El poblado eneolícico de Foncanillas de Castro (Zamora);
primera aportación a su escudio". En Ztphyrus, XXXVIII-XXXIX, 1978. Salamanca. Universidad,
pág. 91-206. Pág. 192, fig. 1,8.
18. Jimeno Marcínez, Alfredo. "Los Tolmos de Caracena (Soria). Campañas del977-78-79. En Ex-
cavaciones Arqut0/ógicasm Esparia, 134, 1984. Madrid. M.E.C. Pág. 187.
Jimeno Martínn, Alfredo; Feroández Moreno, J .J. "Los Tolmos de Caracena (Soria)". Campañas de
1981-82. En Excavaciones Arqueológicai m España, 161, 1991. Madrid, M.E.C. Pág. 108.
Las raederas (figura 3.7) son útiles bastante frecuentes tanto en ámbicos cako-
líticos portugueses del Norte (Cunho, Barroca! Alto y Vinha de Soutilha) como en
la Extremadura portuguesa, sin olvidar la cuenca del Duero española.
Los útiteJ de arista diédrica (U.A.O.) aparecen con marcada profusión en con-
textos megalíticos salmantinos, zamoranos y de otras regiones peninsulares; ade-
más se hallan en lugares de hábitat, como Tierras Lineras 19 y Murganho 120.
Dentro de este mismo primer grupo cenemos cambién los elementos de tradi-
ción paleolítica-epipaleolítica: son las muescas, denticulados y truncaduras, con un to-
tal de 26 representantes.
Las mueJcas simpús o formando denticulados son muy frecuences en algunos con-
textos avanzados, que se encuadran ya en la Edad del Bronce, por ejemplo Los Tol-
mos de Caracena y al igual que los elementos citados anteriormeoce es fácil su
constatación en diversos yacimientos calcolíticos de habitación, por ejemplo Tie-
rras Lineras en territorio salmantino y en la zona lusa en El Buraco da Moura de
San Romao21• También suelen aparecer en dólmenes.
& 'l!'Asimismo podríamos destacar dos posibles microlitos procedentes de La
Molinera y El Alto del Espía: un criángulo escaleno y un peor definido trapecio
rectángulo (figuras 8.5 y 9.3). Estos elementos constiruyen claros indicios de an-
tigüedad. Dentro de los geométricos existentes en los megalitos de los dólmenes
salmantinos, los triángulos se incluyen entre los tipos de mayor antigüedad mien-
tras que los trapecios rectángulos deben aparecer en momentos más evolucionados,
coexistiendo con las puntas de flecha22.
& 3º Útiles más propios del calcolítico como elementos de hoz, puntas de fle-
cha y algunas láminas retocadas.
Los elementos de hoz son bastante escasos, se han documentado dos ejemplares
procedentes de Fuente Reholla (Figura 5.3 y 5.4). Se clasifican dentro del tipo Il
definido por López Plaza23. Estos útiles dentados podrían justificar una actividad
agrícola recolectora. Se documentan piezas semejantes en múlciples yacimientos
19. López Plaza, Socorro; Ari~s Gon:tález, Luis. "Aproximación al poblado calcolírico de 'Tierras Li-
neras', La Mara de Ledesma, Salamanca". En Z1phyr11s, XLI-XLII, 1988-89. Salamanca. Universidad,
p~g. 171-198. Fig. 5 nº 2
20. Valera, Antonio Carlos. "Divem1dade e rel~oes inter-regioruiis no povoamento Calcolítico da
Bacía do Medio e Alto Mondego". En Trabalhos tk Antropologla •Etnología, XXXIV, 1994. Porro. Socicdade
Porrnguesa de Ancropologaa e Ernología, pág. 153- 171 .
2 1. Valera, Anron10 Carlos. · A ocupa~ao cakolírica da 'sala 20' do Buraco da Moura de S. Romao·.
En Trahalhos da Art¡utologia da E.A.J\I.. 1, 1993. Lisboa. Associ~ para o esrudo arqucologico da bacía do
Mondego, pág. 37-H.
22. N ota 13.
23. L6pez Plaza, Socorro. "Hoces de piedra prehistóricas en la provincia de Zamora". En St11dia Za-
mormúa, 1, 1980. Zamora. U .N .E.D . pág. 23-34.
plenamente cakolícicos de la Meseta como Tierras Lineras 24, Las Pozas 25, El Can-
chal26, Peleas de Abajo, Foncanillas de Castro, Cerro del Ahorcado27 , y Muñoga-
lindo2B y en otros que ya se encuadran en la Edad del Bronce: Castillo de Carde-
ñosa29, pequeños asencamiencos sorianos3o, Cueva del Asno3 1 o Los Tolmos de
Caracena32.
El escaso número de estos elementos dentados puede ser debido a que algunas
de las láminas o lascas retocadas pudieron realizar la misma función (figura 3.8),
hecho sobre el que llama la atención S. Oliveirajorge para los yacimientos que es-
tudia en el Norte de Portugal, como Vinha da Soutilha, lo que parece ser un punto
de conexión entre dichos asentamientos y los que estamos estudiando33.
En cuanto a las puntas de flecha la distribución por tipos es como sigue:
FOUÁCEA 46 1 15 62
LOSÁNGICA 7 1 5 13
TRIANGULAR 1 1 - 2
BASE CÓNCAVA 3 - 1 4
PEDÚNC. CENTRAL SIMPLE 21 - 13 34
PEDÚNC. C. Y ALER. RUDIM. 7 - 5 12
PEDÚNC. CENTRAL Y ALER. 5 - 1 6
TOTAL 90 3 40 133
24. Nota 6, fig. 2 n" 1.
25. Martín Valls, Ricardo; Delibcs de Castro, Germán. "Hallazg os arqueológicos en la provincia de
Zamora (Il)". En Bole1f11 dtl Seminario de Arte y Arq11eologfa. XL-XLI, 1975. Valladolid. Universidad,
pág. 449-453. Fig. 5.
Del Val Recio, J esús. "El yacimiento calcolícico prccampaniforme de Las Pozas, en Casaseca de las
Chanas, Zamora". En Boletín del Seminario tk Arte y Arq11tologfa, 58, 1992. Valladolid. Universidad,
pág. 47-65. Fig. 5.
26. Martín Valls, Ricardo; Delibes de Castro, Germán. "Hallazgos arqueológicos en la provincia de
Z.amora (IX)". En Boletín ~I Seminario de Artt y Arq11t1Jlogfa, XLVIII , 1982. Valladolid. Universidad,
pág. 62-64.
27. Martín Valls, Ricardo; Delibes de Casero, Germán. "Hallazgos arqueológicos en la provincia de
Z.amora (111)". En Bole1f11 del Stmi110rio ~Arte y Arq11t1Jlogfa. XLJI, 1976. Valladolid. Uni versidad, pág. 422-
426. Fig. !2.
28. Lópe:t Plaza, Socorro. "Materiales de la Edad del Bronce hallados en Muñogalindo (Ávila)". En
Zephyr111, XXV, 1974. Salamanca. Universidad, pág. 121- 143. Fig. 12 y 13.
29. Naranjo Gonzále:t, Candelas. "El Castillo de Cardeñosa. Un yacimiento de los in icios de la Edad
del Bronce en la Sierra de Ávila". En Noticiario Arq11tológiro HiJpá11ico, 19, 1984. Madrid. M.E.C. pág. 37-
84. Fig. 9, nº 14, l5 y 16.
30. Jimcno Martínez, Alfredo, et alii. "Asentamientos de la Edad del Bronce m la provincia de
Soria: consideraciones sobre los contexcos cul turales del Bronce Antiguo". En Notiriario Arq11tológico His-
pánico. 30, 1988. Madrid. M.E.C., pág. 85- 118. Pág. 91.
31. Eiroa, Jorge Juan. " La Cueva del Asno. Los Rábanos (Soria). Campaña 76-77". En ExcavadontJ
Arq11eológiraJ m EJpa1/a, 30, l 979. Mad rid. M.E.C. Pág. 46.
32. Noca 18, pág. 187 y 110.
33. N ora 9. pág. 262.
3.3. l . Recipientes
En primer lugar vamos a ver la distribución de este conjunto material:
A 1-r -' I \
8 r-·1 \- J
e ' ¡• J ,- 1 -¡
1
o /~ ~~ ,-- .-----,
1 \
E (
'
En ocasiones se ha podido reconstruir el perfil y el diámetro de los recipientes
cerámicos:
A (esférico) - 7 6 l 14
B (hemisférico) 2 12 5 3 22
e (casquete esférico) - 3 3 1 7
D (globulares con cuello) 7 19 6 7 39
E (paredes alcas y rectas) 12 3 6 3 24
Total 21 44 26 15 106
A (esférico) - 6 6 1 13
B (hemisférico) 2 12 3 3 20
e (casquete esférico) - 1 2 1 4
D (globulares con cuello) 7 11 5 7 30
E (paredes altas y rectas) 12 l 3 3 19
Total 21 31 19 15 86
. .:..,..... ' ·
•
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FlGURh 4. Industria cer-.lmica de La Peña. l a 3. Pesas de celar; 4 a 10. Fragmentos cer:ímicos; 4. Cor-
dón en relieve; 5. Tri:íngulo inciso relleno de punteado; 6. Mamelón; 7. Cordón con digiraciones; 8. Im-
presión con punzón; 9. Asociación incisión-impresión; 10. Incisión a peine.
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FIGURA 6 . Materiales de El Cerro de San J orge. l. Útil con el filo romo p<>r puli mento; 2 a 7. Puntas
de Flecha; 8 y 9 . Puncas de mera!; 10. Fragmento metálico; l l. Hacha.
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FIGUR A 8. Materiales de La Molinera. l. Hacha: 2. Azuela: 3. Gubia; 4 . Cincel; 5. Posible triángulo es-
cal~no; 6 a 15. Fragmentos cerámico.~ decorados: 6. Arranque de Asa y Orejera perforada; 7 y 9. Acanala-
duras; 8 y 11. Asociación impresión-incisión; 10, 12. 13 y 15. Decoración impresa; 14. Mamelón.
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FIGURA 9. Materiales de El Alto del Espía. l. Hacho; 2. Azuela; 3. Posible mi croliro; 4 a 16. Fragm~o
tos cerámicos decorados; 4, 5, 7, S, 14 y 15: Impresiones; 6. Decoración de boquique; 9. Base plana; 10
y 11. Recícula incisa; 12 y 13. Mamelones
llevar el origen del yacimiento al Calcolítico (segunda mitad del 111º milenio). El
resto de las decoraciones cerámicas podrían apoyar la cronología propuesta ante-
riormente dentro del Bronce Antiguo e incluso Pleno.
Propusimos para La Peña también su plena vigencia en el Bronce, incluso
Pleno y por tanto habría sido coetáneo, al menos en parte, de este poblado de El
Cerro de San Jorge. Sin embargo, y a pesar de su supuesta contemporaneidad, en-
contramos algunas diferencias encre ellos. En La Peña eran muy abundantes los
cordones en relieve y los mamelones (lisos o decorados), mientras que en el Cerro
de San Jorge no faltan los mamelones y, aunque los cordones están presentes, no
son muy numerosos. Por otra parte, en el Cerro de San Jorge son muy profusos los
labios decorados, más de lo que lo eran en La Peña, y sobre todo dominan las in-
cisiones formando distintos motivos (24 fragmentos): líneas paralelas, líneas en
áng ulo, franjas en espiga...
Dichas diferencias pueden provenir de tradiciones cerámicas distintas. Al-
fredo Jimeno37 habla de dos costumbres en cuanto a la decoración cerámica exis-
tentes en el Eneoütico-Bronce Antiguo: la incisa y la de cordones y digico-ung u-
laciones. Según este autor dichas costumbres se ven reflejadas conjuntamente en
el Bronce Medio, como puede verse en el grupo cerámico procedente de Los Tol-
mos de Caracena.
Anee este dato podría ser que en los comienzos del Bronce de La Peña domi-
nara la tradición de cordones y dígico-ungulaciones, debido a la constancia de es-
tos elementos, y, sin embargo, en el Cerro de San Jorge dominara la tradición in-
cisa. Es bastante prematuro, con los datos actuales, aunque nos inclinamos a
sugerir esta posibilidad.
En definitiva: en el yacimiento de El Cerro de San Jorge algunos elementos ce-
rámicos insinúan un momento Calcolítico, pero al no ser abundantes nos indina-
mos a centrar su máxima vigencia en los comienzos del Bronce. Casi todo el ma-
terial cerámico decorado nos conduce a situar al yacimiento dentro de un Bronce
Antiguo, con probable subsistencia hasta el Bronce Medio, sin descartar, por su-
puesto, su origen o raíz Calcolítica.
3.3. l.4. La Molinera. (Fig uras 8 y 14).
Llama la atención la superioridad cuantitativa de la técnica impresa a punzón
(44 frag mentos) formando motivos muy simples y asociada a líneas incisas. Este
motivo decorativo remonta al Neolítico. Otros elementos que pueden indicar ras-
gos de arcaísmo para La Molinera son la presencia de ungulaciones y acanaladuras,
elementos que también tienen raíces Neolíticas.
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' 5 cm.
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Ovalada 4 9 - 13
Rectangular 13 2 - 15
Trapezoidal - - 1 l
lncompleca 16 3 l 20
Creciente l l? - 2
Fusayola - 4? - 4
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P iezas Decoradas 2 - l 3
ELEHE~TOS DE SUJEC I Ó~
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DECORACIÓN IMPRESA
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DECORACIÓN DE BOQUIQUE
ASOCIACIÓN
f lGURA 11. Cuadro-resumen de los mocivos y cécnicas dccoracivas de la «rámiaa del yacimienco ~
La Peña
DECORACIÓN EN RELIEVE
DECORACIÓN I~CI SA
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11111 11
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DECORAGIO~ IMPRESA
FIG URA 12. Cuadro-resumen de los motivos y cécnicas dccorauvas de la ccnlm1ca del yacimiento de
Fuente Reholla.
38. V:alera, Antonio Carlos; Al ves Es1evinha. Isabel. .. Castro de Santtago, Fornos de Algodin: uma
abordagcm preliminar da campanm 1(989r. En Trabalho1 tk /\rq11tolog1a da F..J\.M.. 1, 1993. Lisboa. /u-
soci:t~ao para o estudo arqu<'Ologico da b..cia do Mondego, pig. 23-28.
39. Díniz, Muiana. " Pesos de reare <ecdagen no Calcolítico cm Porcugal ". En Traballxn dt ll.mro-
po/ogta t Erno/ogfa. S.P./\.E.. XXXIII , fusc. 1-2, 1993. Porto, pág. 133-146.
ELEMENTOS DE SUJECION
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flGUJl.A 13. Cuadro-resumen de los motivos y ttknicas decorativas de la cerámica del yacimiento de
El ~rro de San Jorge.
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FIGURA 14. Cuadro-resumen de los motivos y técnicas decorativas de la ceramica del yacimiento de
La Molinera
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DECORACIÓN DE BOQUIQuE
F1CURA 15. Cuadro-resumen de los morivos y récnicas decorarivas de la cerám ica del yacimic:nco de
El Aleo del Espía.
DECORACIÓN EN RELIEVE
DECORACIÓN IMPRESA
ASOCIACIÓ N
FIGURA 16. Cuadro-resumen de los motivos y técnicas decorativas de la cerámica del yacimienco de
Cortinas de la Iglesia
de la Cuenca del Duero como el Alto del Quemado40 , y marca al m ismo tiempo
una diferencia con los del Norte de Portugal y La Beira donde no se documencan
dichas piezas.
Especial mención merecen las pesas decoradas. Dos de ellas poseen motivos a
los que se les asocia un valor simbólico. Una presenta caracteres solares y la otra
motivos de zig-zag o espiga. Ambas proceden de La Peña (figuras 4. l y 4.2) y de-
coraciones similares hemos visto en yacimientos de la Cuenca media del río Tajo,
en los yacimientos de El Polígono y Alpuébrega4 1 . De otro cipo es la tercera pesa
decorada, procedente del Cerro de San Jorge (figura 7): presenta una incisión trans-
versal al eje de las dos perforaciones, lo que podría darle el aspecto de un ídolo.
Mª J osé Almagro Gorbea42 clasifica las placas de barro como ídolos, dencro de lo
que ella denomina "variante F". Adjudica a estos grabados un valor cultual y reli-
gioso en contacco con ritos y creencias de carácter mágico-religioso y se documen-
tan en numerosas estaciones de España y Portugal.
40. Lópei Plaza, Socorro. .. El Aho del Quemado, poblado calcolfrico fortificado en el suroesre de la
Meseta Norte española ... En Trabalhos dt lt. rq11tologia da E.lt..M., 2 , 1994. Lisboa. Assoc:ia~ao para o escudo
arqueologico da bacia do Mondego, pág. 201-214. Pág. 206.
4 l. Muño.z, K; García. T; Izquierdo, D. · Aportaciones al estudio de la Edad del Cobre en la Cuenca
Media del Río Tajo-. En Bolttf,, dtl Stminiario dt i\rtt y lt.rqutologla. LXI, 1995. Valladolid. Universidad,
pág. 31-50.
42. Almagro Gorbea, M' José. "Los ídolos del Bronce 1 Hispano ... En Bibliottra Prathist6rica His-
pana, XII , 1973. Madrid, ~g. 181 -223. P:ig. 219
unión entre dos importantes focos de desarro llo de esta técnica: el norte de Portu-
gal y la zona suroccidencal meseceña española. Los contextos representativos de
esta decoración cerámica se centran en la segunda m itad del 111º milenio a. C. canco
en el N o rte de PorcugaJ como en el Sudoeste d e la M eseta y en la Beira Alca. So-
bre codo en el último tercio de dicho milenio es cuando adquiere mayor porcen-
taje. Todo esco podría situar a nuescros ejemplares en un momento avanzado del
Calcoütico, a finales d el IIIº milenio a.C.
Destacan también las d ecoraciones en relieve, en sus modalidades de m amelo-
nes y cordones, realces que a su vez pueden encontrarse decorados (dig icaciones,
ungulaciones e incisiones). Estos elementos pueden estar relacionados tanto con la
decoración como con la funcionalidad, pudiendo servir de elemento de sustenta-
ción al vaso. Como verdaderos elementos de suspensión del recipiente, sin descar-
tar su posible función ornamental, se encuentran las perforaciones, orejeras, man-
gos y asas. Los motivos decorativos en relieve propiamente dichos comienzan a
aparecer ya en el N eolítico teniendo gran pervivencia hasta bien entrada la Edad
del H ierro. Creemos que los aparecidos en escos yacimientos (la mayoría en La
Peña) se pueden relacionar con concexcos del Bronce Antiguo, con claros paralelos
en yacimientos del reborde oriental de la Meseta Norre: Parpantique, Torojón, Tu-
rronero, Alto d e la Cueva, Peña Dorada ... con fechas que los sitúan entre los siglos
XJX y XVII a. C. También pueden conectarse con un momento algo posterior al
indicado ya que son muy abundantes en yacimientos del Bronce Medio, del hori-
zonte Pre o Proco-Cogocas, al que apuntan también algunas incisiones en espiga
d e La Peña y del Cerro d e San J orge.
Otra circunstancia que nos lleva a relacionar los motivos en relieve con un m o-
m ento del Bro nce más que como una pervivencia del Neolítico, es un estudio de
M .O . Feroández-Posse43 sobre las diferencias tecnológicas, estilísticas y morfológi-
cas de los cordones en relieve. Dice que parecen corresponder a un ambiente neoü-
cico los cordones menos realzados, de buena ejecución y que lleven, con preferencia
a las ungulaciones y digitaciones, unas incisiones o muescas realizadas limpiamente
con un instrumento. En los cordones objeto d el presente estudio hemos podido ob-
servar codo lo contrario: son bascanre gruesos y realzados, a veces no muy bien cons-
truidos y casi siempre decorados d e forma tosca con incisiones, ungulaciones o di-
gitaciones. Esta misma característica es frecuente en los yacimientos paralelizables
ya aludid os del Castillo d e Cardeñosa y del reborde oriental de la Meseta.
Mucho m enos representativa es la aparición de algunos fragmentos decorados
con la técnica de boquique, de factura relativamente cuidada y bien realizada.
Nos parece difícil asignar a estos fragmentos con boquique un encuadre cul-
tural-cronológico. Sin descartar su posible conexión con el Bronce Pleno, como nos
43. Femández-Posse, M' D. "La cueva de Arevalillo de Cega (Scgovia)". En Notiriario Arqueológiro
Hispánico, 12, 1981. Madrid. M.E.C., pág. 43-84.
44. Vciga Ferreira, O. da. "Um esconderijo de fundidor no Casero de San Bernardo (Moura)". En O
Arq11t1Jlogo Por111g11es, V, 197 l. Lisboa. Muscu Nacional de Arqueología e Etnología, ~8· 139- 143. Lám. I,
nº 2.
5. CONCLUSIONES GENERALES
45. lógicamenre podrían haber sido ucilizados también en el crirurado de la belloca, hecho bien
conscacado en La Be ira Alca (Senna-Marcínez., Joao Carlos. The late prehistory ofCmtral Pmuga/: a first diacb-
ronií view. Inrernacional Monographs in Prehiscory. In Kacina T. Lilios. ful. The Origins of Complex So-
c icries in Lace Prehiscoric Iberia, 1995).
faenas agrícolas. Sin embargo, su escasa presencia nos lleva a pensar en la posibili-
dad de que esta zona haya estado algo más vinculada, en sus tareas económicas, a
la ganadería. Existirían algunas especies ya domesticadas dedicadas a la cría y al
pastoreo, con aprovechamiento de sus recursos (carne, leche y derivados, lana,
piel...). Al mismo tiempo debieron ser pueblos cazadores, circunstancia que parece
ampliamente sugerida por la elevada presencia de puncas de flecha encontradas en
los yacimientos. Por otra parce el hombre debió favorecer la acción del fuego, pre-
tendiendo propiciar los espacios abiertos, para crear pastaderos y facilitar su labor
de cacería, con un control progresivo de los rebaños. Para ayudarse en esta labor
deforestadora y en el trabajo de la madera, contaría con la ayuda de hachas, gubias
y cinceles.
Habría que ratificar a través de la excavación de algún yacimiento sobre codo
ciertos aspectos en relación con la cronología que hemos propuesto, así como la es-
trecha relación arqueológica que se insinúa fundamencalmence por las técnicas y
motivos decorativos de la cerámica, entre esta zona salmantina y el Norte de Por-
tugal en general, y más concretamence con el Este de Tras-os-Montes.
Por último hemos de mencionar las pinturas rupestres de La Palla Rubia en el
valle del río de las Uces, en el término municipal de Pereña. Es el único conjunto
rupestre que no se localiza en el Sur de la provincia y además el soporte sobre el
que están realizadas es granito, dos singularidades que diferencian a estas pinturas.
Convendría recordar aquí las reflexiones de Mª de J. Sanches46 al conectar el
momento de la cerámica a peine con "santuarios" rupestres cuya iconografía pre-
senta influencias meridionales. Habría que tener en cuenca la posible asociación de
diversos asencamiencos con decoración a peine (Penas Roías, Cachao de Rapa y
otros) a pinturas rupestres que muestran antropomorfos de brazos abiertos, en asa,
con penachos, de tipo barra, tectiformes y pectiniformes, constatados en la Palla
Rubia.
l. PRESENTACIÓN
2. MARCO GEOGRÁFICO
a las temperacuras destaca como una zona cálida, con puntos bajos de la comarca
en los q ue se rebasan los 16"C de media anual. En conjunto, y tomando escas dos
últimas variables, puede incluirse bioclimáticamente en el subtipo subhúmedo
templado (Garmendia, 1966).
H idrográficamente está comprendida en la Cuenca del Duero, el colector prin-
cipal y que precisamente identifica a Los Arribes. Asf los 60 Km. de recorrido de
este río por la provincia de Salamanca, desde su confluen cia con el Tormes en Vi-
llarino hasta el muelle de La Fregeneda, donde se interna en Portugal, discurren
encajados entre rocas hipogénicas y estratos cristalinos, con laderas que descienden
desde los 600 a los 200 m (Cabrero et alii, 1987). Esca condición, históricamente
ha impedido un aprovechamiento agrícola más allá del riego de las huertas ribere-
ñas y la construcción de bancales, y ha resuelto su uso en la generación hidroeléc-
trica a través de dos grandes presas, la de Saucelle -cuya cola pertenece al término
municipal de Vilvestre- y la de Aldeadávila.
La herencia licogénica de la zona condiciona el marcado carácter ácido de los
suelos desarrollados sobre los zócalos paleozoicos y la alta frecuencia de los aflora-
mientos rocosos (VV.AA., 1964). Presentan además las características de poca pro-
fundidad y pobreza en elementos nutritivos, resultando fácilmente erosionables y
con una baja retención hídrica (García Rodríguez, 1984); en defi nitiva, son poco
aptos para la agricultura. Tradicionalmente ésca se ha centrado en las riberas y en
sus laderas, mediante pequeñas parcelas en bancales -hoy prácticamente abando-
nadas- en las que se cultivaban olivos, almendros y vid (VV.AA., 1983).
3. MARCO HISTÓRICO
juez y notario; el señor participa en las rencas derivadas del ejercicio de la juris-
dicción, el conrrol de las transacciones y el abastecimiento, y cobra impuestos "en
reconocimiento de señorío".
Durante el siglo XV Yecla, H erguijuela y Vilvesrre pertenecían aún a San-
tiago, pero las rencas de la tercera -la que más rendía- eran arrendadas por diver-
sas sumas que, en 1453, suponían ya 2000 maravedís según el Registro de Bienes
y Rencas de la Mirra. En 1458 Enrique IV asignará a Vilvestre, Yeda, Palacios y
Aldehuela el pago de 10.470 maravedís para el pedido real (Monsalvo, 1988).
Los arzobispos compostelanos, cargo ostentado habitualmente por influyentes
personajes, se vieron envueltos en los conflictos de su época. Uno de los muchos
episodios fue el protagonizado por don Alfonso de Fonseca y que implicaba entre
otras posesiones, a Vilvestre.
En 1479 firmaban -una vez más- la paz los reyes de Castilla y Portugal. Poco
después el rey Fernando recordaba en un documento (A.G.S., R.G.S., Dic. 1479,
fol. 71) que se había comprometido a derribar las fortalezas levantadas tras la en-
trada de los portugueses en Castilla " desde ... Cibdad Rodrigo fasta ... Lepe". Se
puede deducir, pues, que la frontera al Norte de Ciudad Rodrigo no se consideraba
escratégicamence si, como aún hoy podemos ver, se tiene en cuenca lo inaccesible
del terreno, que no permitiría el paso cómodo de pertrechos bélicos. El corredor
más disputado es el ubicado al Sur del Duero, y de modo general la zona en liti-
gio es la ribera oriental del río Coa (Martín, 1984), que ya fuera incorporada a la
corona portuguesa con el Tratado de Akañices de 1297.
De modo que, una vez más, Vilvescre quedaba al margen de la historia lo que,
en este caso, evitaría la destrucción del castillo. En el aparcado final retomaremos
la incidencia que Ja guerra de Sucesión de la Corona de Castilla tuvo en esca zona,
confrontación en Ja que debe enmarcarse el origen de la construcción defensiva (o
al menos de una parte significada).
Seguimos pues, investigando la figura de don Alonso de Fonseca. Noble, ar-
zobispo y hombre de acción influyente, se vio envuelto en muchos enfrenta-
mientos tanto con otros nobles como con sus "vasallos". Entre éstos se contaban
los de Puebla del Deán, con quienes entabló pleito cuyo conocimienco nos es
útil. En efecto, en 1483 los Reyes Católicos intervendrán en el caso, y en el do-
cumento, conservado en el Archivo General de Simancas (A.G.S., R.G.S., Oct.
1483, fol. 293) se recoge la queja del arzobispo sobre los ataques de otros nobles
gallegos a sus propiedades y familiares. Les achacaba, además, reunirse para "le
derrocar sus casas de Lobera e Bilvestre e la Rrocha Blanca ... ".
A lo largo del siglo XVI hallamos documentación dispersa con la que recons-
truir someramente la vida en la localidad. El arzobispo era quien nombraba al es-
cribano, que en 1501 era J uan de Dios, contra quien el concejo entabló un pleito
por usar mal de su oficio (A.R.C. Ejecutorias, Caja 519-10). En el entorno de la
población, como en otros lugares de la Corona, los Reyes Católicos ot0rgaron el
monopolio de Ja minería a Cristóbal Suárez, a cambio de un porcentaje; el docu-
mento, de 1514 (A.G.S. Cámara de Castilla Diversos, Leg. 8-14), indica que al-
gunos vecinos habían explotado ya ilegalmente yacimientos de plata y plomo.
De principios de la centuria contamos con dos documentos muy valiosos para
conocer las características y estado del castillo; el primero es un dibujo portugués,
efectuado por Duarce Darmas, pintor de la corte de Manuel 1, y el segundo una vi-
sita que en 1526 realizan los arquitectos Juan de Álava y Juan Gil de Hontañón
para evaluar las reparaciones necesarias (documento del que amablemente nos in-
formó Javier de Castro). Sobre ambos volveremos más adelante.
En 15 34 "Vilbestre" era, de entre los lugares de arzobispado de Santiago, el
que contaba con más vecinos pecheros (298) según el vecindario realizado por Luis
Vázquez. La pertenencia a la mitra compostelana no eximía ya a la villa de la jus-
ticia real, como se ve en el pleito contra unos carniceros acusados de vender oveja
a precio de carnero: el teniente del corregidor -cargo designado por los reyes- fue
quien planteó la acusación en 1545 (A.R.C. Pleitos Criminales, Caja 142-1).
A finales del siglo se produjo un cambio importante: la villa, que en el re-
cuento de "pilas" de la diócesis salmantina, realizado en 1587, se citaba como
perteneciente al arzobispado de Santiago, aparece en el Censo de 1591 entre los
"lugares de la obispalía" de Salamanca. Además en este nuevo recuento se anota-
ban 345 pecheros, lo que indica un sustancial aumento de la población.
4. EL YACIMIENTO
X y z
690.786 4.553 .036 648
llo, para desde aquí tomar el cam ino que bordea el cementerio y alcanzar la plata-
forma artificial creada inmediatamente al Sur de la construcción.
Aunque desde el Este el ascenso es suave y el desnivel absoluto desde su base
supera escasamente los 60 m. (Figs.-2, 3,16), la ladera conc~ia está marcada por
el descenso hasta el curso inmediato del río D uero (Fig.- 26). Este discurre por de-
bajo de la coca de los 200 m ., lo que supone una caída de casi 450 m. respecto del
vértice del cerro y una pend iente media del 22%.
Se erige así un emplazamiento muy destacado con una amplísima incervisual
en prácticamence los 360°, con un campo expedito de unos 6 Km. de media y que
puntualmente alcanza el horizonte. Especialmence significado es el control de un
largo tramo de la frontera portuguesa con centro en la localidad de Freixo de Es-
pada a Cinca (Fig.- 4).
No resulta casual el emparejamiento histórico de los núcleos de población en
ambas márgenes de la frontera, correspondiendo para el caso de Vtlvestre esca locali-
dad, distante en línea recta unos 7 Km. y que cuenca con una ant igua corre, vestigio
de una fortificación medieval, perfeccamence visible desde el cerro de El Castillo. Por
el contrario el propio cerro sirve también de resguardo a la población, no sólo de los
vientos dominantes del Oeste, sino de la perspectiva desde suelo portugués.
Es precisamente el vallejo formado por el arroyo de Los Lagares la vía d e co-
municación más directa encre Las dos poblaciones, con un paso practicable del
Duero, efectuado hasta hace unas décadas mediante una barcaza2 -anees obvia-
mence de La construcción del embalse de Saucelle-. El vallejo asciende con una pen-
diente moderada hasta alcanzar el casco urbano contorneando por el Sur el cerro
del Castillo; así desde éste se puede vigilar un recorrido importante, poseyendo un
control total mediante un segundo enclave en la ladera contraria -esca última hi-
pótesis se basa en las referencias orales sobre la existencia de unos encalles en un
afloramiento de esa vercience, similares a los que en el yacimiento señalan el em-
plazamiento de una batería de fuego-.
La parte alca del cerro aparece como una plataforma de unos 100 m. por 75,
en sus ejes NE.-SO. y NO.-SE. respeccivamence, bien delimitada por La brusca ca-
ída de los afloramiencos rocosos -de hasta 8 m. de altura- que únicamente dejan
practicable la ladera meridional, aquella precisamente en la que se han centrado las
excavaciones y en la que se ha localizado un largo lienzo.
El actual acceso es de muy reciente creación, ya que desde la explanada de la
ermita hasta la mencionada plataforma sólo discurría un estrecho carril flanqueado
por las paredes de las cortinas. Con la ampliación del cementerio y la creación de
un mirador sobre el Duero en el año 1990 se trazó un nuevo camino apeo para ve-
2 . De la existencia de otros J>llSOS sobre el Duero a través de barcazas cenemos conmincia en algún
documenco medieV11l. Es el caso del recogido por A. de la Torre y L. Su,m: (1958-1963) referido a la obli-
gación que el Obispo de Ciudad Rodrigo impuso a los vecinos de Lumbral~ de utilizar sus barcas.
hícuios. De cualquier manera suponemos que no era ésce el acceso original al re-
cinco, o al menos el único, sino que ésce discurriría por la vercience oriental si-
guiendo un carril -acondicionado durante la presence intervención- que sube di-
reccamence desde el cenero del núcleo urbano y bordea buena parte del flanco Este
de la construcción. Careciendo de dacos exaccos que avalen tal hipótesis única-
mente aporcamos el indicio que supone la existencia de una rampa natural que
salva en la parte final la barrera de los cantiles del cerro y da paso directo al frente
de la fortificación.
estos dibujos (cuya fotocopia hemos obtenido g racias a Leonardo Villena), autén-
tica joya bibliográfica, apostilla Guitare, merece una mínima disgresión.
En continuada tradición el rey portugués Manuel I, "El Afortunado" (1495-
1521), pretende la reforcificación de la frontera con España. Para ello necesita co-
nocer mínimamente las características y estado de las defensas. Encarga en 1509 a
su pintor de Coree, Duarce Darmas, que recorra codo el límice, reflejando los cas-
tillos y fortalezas en dibujos. Éste realiza al menos un plano y dos visiones de cada
uno de ellos; muy esquemáticos pero precisos, los dibujos destacan los elementos
principales. Su realismo, y el incerés c:n cuanto a la defensa tiene, le lleva a repre-
sentar en las viseas las fortalezas y castillos que se enfrentan en el lado español. Así
ocurre, por ejemplo, con Valen\ a do Minho y Tuy (L. Villena, 1984), y, afortuna-
damente, con la vista del castillo de Freixo da Espada á Cinca (Fig.-5).
En primer plano representa la población de Freixo (identificada por la cartela:
"Freixo do Espada acynca t irado al naturall do parce do Sul ... ") flanqueada por una
gran fortaleza. Cuenta ésta con un amplio recinto del que emerge la torre mayor
(con anotación "homenagem" a su derecha) y una segunda de grandes d imensiones
y planta octogonal. Un antemural o barrera protege el frente, incluyendo un cubo
con troneras de "cruz y mundo" y alambor. De toda la obra en la actualidad úni-
camente subsiste la torre poligonal (perfecta.menee representada) y el contorno del
FIGURA S. Libro das Fortalezas. Dibujo de Duarte Darmas del castillo y población de Freixo. Al fondo
a la dertcha el castillo de Vilves1rc.
•..
Hasta el desmonte efectuado el año 1990 durante unas obras, buena parte de
las estruccuras más relevantes de la fortificación aparecían completamente sepulta-
das (Fig.-18) y el rastro de su memoria se había desvanecido entre la población.
Puede aseverarse que era desconocida su presencia incluso para los vecinos de ma-
yor edad, que a su vez se remitían al testimonio de sus padres. Por ello resulta sor-
prendente que en los años 20, cuando Gómez Moreno realiza el Catálogo, pudie-
ran mantenerse en pie vestigios suficientemente claros. Al contrario, pensamos que
lo q ue detectó fueron los restos camuflados en las paredes de los bancales del perí-
metro del cerro, uniendo el dato a otras evidencias arqueológicas. Es el caso de la
existencia de una zona aproximadamente llana inmediatamente por encima de La
ladera meridional, y que aparece delimitada por una banda muy regular y rectilí-
nea donde la vegetación crece ralamente y hay algunos acúmulos de piedras; a lo
que añadir la presencia de algunos restos de materiales constructivos cerámicos
dispersos en las fincas colindantes.
Complementándolo obviamente hay otros factores manifiestos. Puede comen-
zarse por la propia ubicación estratégica del cerro y su vinculación con una pobla-
ción, repitiendo un esquema muy prodigado en los núcleos medievales. Un se-
gundo dato es el de la toponimia, recuerdo aquí sí de la antigua función, en lo que
se refiere en la denominación genérica del cerro como de "El Castillo", como en su
asociación y pervivencia para el caso de la ermita, y como en el de un elemento pe-
culiar, y ya veremos q ue muy acertadamente, para la de "El Muro". Enlazando con
escas tradiciones relataremos la pervivencia de un romance popular (Docor, 1979)
en el que se le alude:
"Asómate al castillo de la H inojosa,
verás el de Vilvestre cara de rosa"
5. PLANEAMIENTO Y METODOLOGÍA
5. 1. Situación previa
Como se ha mencionado, la aparición de los restos del cascillo fue resulcado de
las labores de desmonce efectuadas en la ladera meridional del cerro, en las que se
exhumaron los rescos de una corre y parce del lienzo de una muralla. En su base los
sedimentos acumulados alcanzaban una altura de más de dos metros, ocultando las
construcciones completam ente en su restante desarrollo. El frente así abierto tiene
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74 SALAMANCA, Revisra de Esrudios, 39, 1997
UNA FORTIFICACIÓN OLVIDADA: EL CASTILLO DE VILVESTRE (SALAMANCA)
formada por los clichés fotográficos, los planos individualizados de los concornos
de límite y superficie de las unidades estratigráficas -incluidos en cada fi cha-, los
planos compuestos de fases de período, las secciones acumulativas y el desarrollo
de los perfiles. Como complemento sintético la posición secuencial se representa
en los organigramas o matrices de cada unidad, áreas de excavación (como p.e. la
Fig.-9) y general del yacimiento.
Con posterioridad, las UU.EE. se integran en categorías de mayor eocidad, do-
tadas de un significado cultural propio: períodos ocupacionales, de sedimentación,
etc. Escas categorías se establecen una vez que han sido valoradas en conjunto to-
das las UU.EE que afectan a la composición y estructuración del período o fase, así
como el estudio de los materiales arqueológicos que aportan y las relaciones estra-
tigráficas que se establecen.
Además, este registro arqueológico tradicional se ha conjugado con la lectura
estratigráfica de los paramentos. Al igual que el contexto arqueológico subterrá-
neo, los muros están definidos por una superficie, un contorno, un volumen, una
posición estratigráfica y una cronología absoluta. Datos que pueden ser describi-
bles y registrables mediante una representación gráfica, incluyendo aspectos geo-
métricos, constructivos, espaciales y funcionales. Este estudio específico recoge
más concrecamence las diferentes etapas, sistemas constructivos (técnicas y apare-
jos), composición de los paramencos, nivel técn ico (ejecución y acabados) y tecno-
lógico, sistemas metrológicos empleados, etc. Como paso previo especialmente
importante se efectuó el análisis de los diferentes tipos de adosamiento: simples,
con encastres simples o complejos, coetáneos, etc, q ue ayudan a un primer estudio
evolutivo. Las unidades más amplias o de referencia son los cuerpos de fábrica
(Brogiolo, 1988), subdivididos en ámbitos y entidades paramentales, e indivi-
dualmente en unidades estratigráficas.
6. RESULTADOS DE LA EXCAVACIÓN/CONCLUSIONES
Área 1
La excavación liberó la cara externa de la muralla, derruyendo además las es-
tructuras parcelarias que impedían su visión global. Se realizó una ampliación que
se extendía por encima de sus restos para tratar de documentar su entidad y sis-
tema constructivo. Planimétricamente se extiende por las cuadrículas A-0/ de -9
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Vaciado Mecánico Actual
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Área 2
Se evacuaron todos los derrubios que ocultaban la cara externa de la muralla,
despejando hasta la base de la estratigrafía, que coincide con la superficie del aflo-
ramiento rocoso. Esta zona completaba la excavación del área 1, permitiendo así la
visión continua de las construcciones de este flanco del castillo.
El área comprendía todo el espacio siruado al Este de la torre cenera! o de flan-
queo, que ya había exhumado el vaciado mecánico del año 1990, hasta alcanzar los
cantiles naturales de caída de la plataforma superior del cerro. En el eje transver-
sal abarcaba desde el camino de acceso hasta la cara externa de la muralla. Plani-
métricamente se extendía por las cuadrículas A-0/ 24 a 53, de lo que resulta unos
ejes máximos de 15 x 29 m, N.-S, y E.-0, respectivamente. Necesidades en la do-
cumentación obligaron a la realización de una ampliación hacia el interior del re-
cinto, que se verificó en el extremo oriental, sobre las cuadrículas Z-A/49-53.
Se identificaron un cocal de 3 5 unidades estratigráficas, de las cuales 4 corres-
ponden a estructuras, 9 a derrubios o depósitos (uno de origen natural) y 22 a in-
terfases negativas verticales. Marcan un conjunto de 9 fases que se desarrollaron
encre el bajomedievo y la actualidad.
Área 3
Se tracaba del único sondeo planreado inicialmente en el interior del recinto
fortificado.
Planimécricamente se extendía por las cuadrículas A-F/20-25, aunque poste-
riormente se amplió mínimamente hacia el Sur, sobre los cuadros G-H/23-24.
Se han individualizado un total de 21 unidades estratigráficas, de las cuales 8
corresponden a estructuras conscruccivas, 10 a depósitos o derrubios, y 3 a interfa-
ses negativas verticales o de destrucción. Señalan un conjunto de 10 acciones o fa-
ses encuadrables en tres períodos que abarcan desde el bajomedievo hasta la actua-
lidad (Fig.-9).
Evaluando la intervención consideramos que desde la perspectiva arqueológica
e historiográfica el resultado más decisivo es el haber documentado una doble ocu-
pación defensiva no continuada, que justifica ciertas superposiciones en las estruc-
turas e identifica cada elemento en su contexto.
Buena parte de las construcciones mejor conservadas pertenecen al período
más moderno, como parece obvio, pero el reaprovechamienco de algunos cuerpos
de fábrica antiguos generaba cierta confusión.
la planea del primero. También puede considerarse como inacabado ya que las pa-
redes tienen escasa profundidad y el fondo no se ha regularizado, estando surcado
por las vetas de la roca. Al Este, corcando también al anterior, se realiza un tercer
hoyo (U.E.-25), este sí perfectamente terminado. Quizás esca seriación es el resul-
tado de la búsqueda de zonas fáciles de excavar por la presencia de lisos o vetas en
el afloramiento; pero además demuestra un método de ensayo y error, y evidencia
una búsqueda selectiva y unos requerimientos exigentes, que deben responder a su
función.
Inicialmente supusimos que podrían tratarse de hoyos de posee de una cons-
trucción tardía adosada exteriormente a la muralla, pues dos de ellos se ubicaban
en el eje de su teórico cierre occidental, pudiendo haber servido como soporte de
un pie derecho u otro elemento portante. La existencia de un con junco mucho más
nutrido a cierta distancia invalidaba tal explicación.
Cierta disposición, aparentemente repetida, de los hoyos entre sí y respecto a
los lienzos de las murallas, nos llevó a teorizar sobre su remota vinculación. Po-
drían tratarse de las huellas del sistema de andamiaje utilizado en la construcción,
con apoyo además de puntales en disposición oblicua a la vertical de los muros, y
"frenos" conscicuídos por troncos o vigas encastrados en los rebajes rectangulares
(unidades 30 y 3 1). Y parece lógico suponer que para el alzado fue necesario el con-
curso de algún medio para ascender las piedras y colocarlas. Si en la cara interna,
la menor altura relativa, puede que lo hiciera innecesario, al exterior la pendiente
exige cal concurrencia. Además podemos aseverar que el material se trajo de algún
punto externo al recinto, en cuyo interior no se observan vestigios de extracción de
piedra. Si esta técnica auxiliar fue la empleada, podrían haber quedado huellas en
las paredes, cal como mechinales -aun luego caponados-, que finalmente no han
sido detectados. El aleatorio emplazamiento de alguno de los hoyos, que rompía
cal esquema, y en general la excesiva distancia respecto de los lienzos, convierten
en inviable esa iocerprecación.
Una tercera hipótesis versaba sobre una supuesta barrera de la muralla o em-
palizada adelantada, pero igualmente algunos de los hoyos quedaban fuera de esa
hipotética línea, más aún los localizados en los afloramientos meridionales del
cerro.
Si algunos de los rebajes que L. Benito del Rey utiliza para afirmar el carácter
de gran santuario prehistórico del cerro creemos que corresponden a otro tipo de
actividades no cultuales, y además de cronología histórica (ver capítulo V), para los
ahora documentados no encontramos una explicación funcional, ni conocemos su
contexto cronocul tural.
En conclusión, no contamos con datos que avalen la presumible existencia -o
antigua existencia- de un yacimiento neolítico en la parce alca del cerro.
• La primera fortificación
Bajo los paramentos de la muralla del recinto "principal" se localizaron los res-
tos de estructuras murarias (la U.E.-5 del área l. Figs.- 8, 10, 21), parece que in-
cencionalmence desmochadas, de difícil explicación dinámica en un emplaza-
miento defensivo más allá de su reaprovechamiento parcial. Podrían interpretarse
como un zócalo o refuerzo de la cimentación para solventar las diferencias d e nivel
de la ladera del afloramiento, a la vez que actuaba como defensa antimina. Desde
el punto de vista de la arquitectura militar tal zarpa es difícilmente justificable,
pues facilita el acercamiento a la parte alca de la muralla.
Pero redundando en esa "imperfección" habría que mencionar que los planos
de esa cimentación y la muralla no son paralelos, resultando de esa ligera d iver-
gencia que los extremos de la primera quedaban ocultos bajo el paramento supe-
rior (Figs.- 8, 21).
En el área 2 se repiten las evidencias de una primera ocupación; lo forman la
base de un lienzo y el arranque de una estructura (la U.E.-18. Fig.- 8) en el ex-
t remo oriental. El primero, signado como U.E.-15 (Fig.- 23), ofrece una traza li-
geramente curva, sirviendo igualmente de cimentación a la muralla moderna, en
canto que sus extremos quedaban subsumidos.
En el caso de la torre cuadrangular ya exhumada se apreciaba la superposición
de la muralla exterior a través de un encuentro simple o adosamiento hasta cierta
altura y la sobreposición en la parte al ta (Fig.- 25). En el interior se constataba un
cambio de técnica constructiva y de planos sobre lo que parecía una misma mura-
lla (formada por dos hojas externas, la U.E.-6, y un relleno de pequeñas lajas, la
U.E.-3. Figs.- 11 , 26, 27), y que no era sino el resultado de la reconstrucción per-
fectamente t rabada de un viejo lienzo.
En la dependencia anexa al interior de la corre (área 3) se localizó un muro (la
U .E.-11. Figs.- 8, 11, 29), cortado y parcialmenee derribado en su alzado, que
interfería en el ordenamiento del espacio al no ajustarse a la compartimentación
general.
Igualmente era contradictorio que las cabeceras de los canales de d renaje do-
cumentados al exterior del recinto (Área- 1. U.E.-12. Figs.- 8, 21) quedaran inte-
rrumpidas por la muralla, impidiendo así el avenamiento del recinto.
Aunque desde la cara externa no pueda apreciarse la conexión física entre los
restos de los dos lienzos reaprovechados (la U.E.-5 del área 1 y la U.E.-15 del
área 2), sus trazados convergen sobre la corre central (Fig.- 8). Para el primer caso
la dirección del muro permite afirmar que formaría un ángulo casi recro con la co-
rre, por más que ésce se encuentre tras el revestimiento de la muralla más reciente
(U.E.-6. Fig.- 8). En el lado contrario cierta incurvación de ese "zócalo" nos hace
intuir que conectaría con los restos (U.U.E.E. 3 y 6) de la vieja muralla documen-
tados en el área interior. Aunque la distancia sea mayor, unos 8 m., consideramos
que el arranque de la estructura más oriental (U.E.-l8) y el lienzo U.E.-15 del
área 2, son un mismo cuerpo de fábrica, debiendo unificarse, aún como elementos
correlativos. La referida escrucrura se ha incerpretado como el arranque de una
conscrucción avanzada y hueca, una corre, que accuaría como esquina del cierre su-
roriencal de la plataforma superior.
El aparejo, módulo y técnica constructiva de esca última escructura y de los dos
paños ubicados a ambos lados de la torre son similares; dato que incrementa la ve-
racidad de su identificación como una misma fábrica.
Conjuntando estos inconexos elementos se perfila una gran construcción con-
tinua que cierra de lado a lado el flanco meri<lional del cerro. De la planea así de-
finida puede deducirse, y como seda lógico si se pretendía cerrar íntegramente la
ladera, que la construcción debía enlazar los cantiles naturales, por lo que la dis-
tancia original debía acercarse a los 63 m.
Es pues una construcción formada por un largo lienzo correado, o expuesto de
otra manera, de paños entre torres de flanqueo (Figs.- 8 y 12).
Toda la obra está asentada directamente en la superficie del afloramiento ro-
coso, aunque puncualmence se nivela con una pequeña capa de barro para ajustar
la primera hilada. Sólo en el revestimiento (A/3. U.E.-20) de la corre de flanqueo
central se aprecia un pequeño rebaje a modo de caía o zanja de cimentación.
Tampoco en la parte exterior, como es lógico, ya que es cara visea, se puede dis-
ting uir la cimentación del resco del alzado (Figs.- 33, 34). De nuevo la diferencia
se presenta en el muro (U.E.-6) del área 3, ya que se traca de la cara interna. Aquí
de los 2 m. de alzado conservados el inferior se encuentra lígeramence avanzado
respecto a la vertical, emplea bloques más grandes y las hiladas son menos regu-
lares (Fig.- 30).
En la fábrica, salvo el revestimiento de la corre, se emplea mampostería ordi-
naria de bloques esquistosos y cuarcíticos, junco a alguna laía de pizarra. Son pie-
zas de medianas dimensiones que se eraban con barro (paredes de "barro y pi~a
rra" en la terminología de Hontañón). Se noca un intento por buscar siempre el
mejor lado de las piezas para formar la cara vista, ordenándose en hiladas aproxi-
madamente regulares en las que se mata la junta; a la vez muchos mampuestos se
disponen a tizón para afirmar mejor la obra (Figs.- 20, 21, 22).
De entre este panorama homogéneo nítidamente destaca la mencionada corre
central. Recordemos que la actual cara (A/3. U.E.-20) es un revescimienco que ro-
dea a una primera corre (A/3. U.E.-19). Del análisis secuencial hemos concluido
que únicamente ese trasdosamienco puede cifrarse durante la primera ocupación,
pero lo que no podemos determinar es si desde sus orígenes se diseñó así o es el re-
sultado de un reforzamiento o una refacción. Por única vez se emplean grandes pie-
zas de granito bien escuadradas, definiendo así las ariscas y cajones rellenos de
mampostería de cuarcitas y esquistos (Fig.- 25). Cabe preguntarse si esa diferen-
ciación es la que apreció Honcañón al hablar de que la "pared del valuarte codo a
la redonda ... (es) de piedra seca y pi~arra''. Algunas piezas son material reaprove-
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FIGURA 10. Área l. Sección transversal en la línea de 6 m. A la derecha los sucesivos muros del recinto en época Moderna y bajo ellos los restos del
muro bajomedieval (U.E.-5). E.: Gráfica.
UNA FORTIFICAOÓN OLVIDADA: EL CASTIUO DE VLLVESTRE (SALAMANCA)
chado, como uno de los bloques del ángulo SO. en el que se aprecia un rebaje o ca-
nalillo que discurre por el eje central de una de Las caras.
No hemos cenido posibilidad de certificar la anchura rocal de los paños, que
Hontañón cifrara en ocho pies (224 cm.), puesto que escán parcialmente ocultos
bajo la nueva muralla. El espesor parcial constatado oscila entre los 90 cm . del oc-
cidental y el 1,25 m . del oriental (Fig.- 8). Igualmente no podemos establecer si
estaban realizados a una o dos caras viseas.
Estos datos sí son conocidos para alg unos de los muros documentados en el
área 3, tras la torre de flanqueo central. El de mayor entidad, y que inicialmente
catalogamos como parte de la muralla, está formado por dos hojas con relleno
(Figs.- 26, 27), de Las cuales La exterior no se documentó complecamence. La inte-
rior tiene una anchura de 2 m. y el relleno 3 m . (Fig.- 11). De mantenerse esca pro-
porcionalidad y hasca alcanzar el plano que une los ángulos de la corre, el muro po-
dría alcan:zar 7 m . de espesor. Tal sobredirnensionamiento y la divergencia de su
orientación respecto a Las caras de la torre y de los lienzos son quizás indicativos de
que corresponde a otro cuerpo de fábrica. La secuencia conscrucciva, como es nor-
mal , sigue el orden de comenzar alzando las hojas para a continuación rellenar. No
deja de sorprender que las caras que posteriormente quedarían ocultas con el re-
lleno sean muy regulares (Fig.- 27), trazadas siguiendo un tendel.
El segundo de los muros documentados en esca área es de menor entidad
(U .E.-1 l. Figs.- 11, 29). Dispuesto en paralelo al perfil Norce de la excavación,
ciene continuidad hacia el Esce en canco está cortado en su otro extremo. Reali:zado
a dos caras viseas, tiene una anchura uniforme de 40 cm.
El tercer elemento conocido es el revestimiento de la corre de flanqueo (U .E.-20.
Figs.- 8, 32), obviamente realizado a una cara visea. La anchura media es de 80 cm.,
ampliando así La planea de la corre a la que rodea, cal como un forro o chapado.
La construcción se adapca a las líneas del relieve, buscando mantener una coca
aproximada en su base, por lo que la planta es mixcilínea (Figs.- 8 y 12), combi-
nando tramos rectos con otros levemente curvos -algo que la distingue nítida-
mente de la muralla moderna, perfectamente recta-. A pesar de esa nivelación al-
cimécrica en la cimentación sería inverosímil que la cumbrera se mantuviera
hori:zoncal, por cuanto entre un extremo y ocro hay una diferencia cercana a los 6
m. de altura, lo que sumado a la propia edificación supondría que la corre occi-
dental y el paño tendrían que superar los 9 m. como mínimo. Obviamence el sis-
tema empleado fue otro, con un descenso paulatino, bien a t ravés de un plano in-
clinado continuo, o, como es más habitual, mediante eramos escalonados. Escos
eramos seguramente escaban señalados por las corres como puede verse en el dibujo
de Duarce Darmas (Fig.- 6).
Debido a su arruinamiento, y fundamentalmente a su derribo parcial, la alcura
conservada de los paramentos es reducida, con un máximo de 51 cm. para el paño
Oeste y 2,6 m. para el oriental. Solo el reaprovechamienco tardío de la corre per-
mitió que se respetase en coda La altura que había conservado, 2,1 m. (Fig.- 25).
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F1c,1 ltA 11. Ár~ 3 (interior del recinto d~fensi110). Plano de la muralla y muros de companimencaci6n interna. E.: Gráfica
UNA FORTIFICACIÓN OLVIDADA. El CASTUJ.O DE VILVESTRE (S.Al.AMANCA)
En función de este dato podemos deducir que la altura mínima estaba compren-
dida entre 2,2 y 5,5 m. Está úJtima cifra se obtiene de una sencilla operación: si
trasladamos la altura (x) conservada en la torre central al punco más alto del ex-
tremo oriental, que corresponde a la superficie del afloramienco sobre el que se
apoyaba la construcción, se obtiene un plano que corresponde a la altura mínima
en esca zona. Trasladado el plano sobre los restos de la corre central se obtiene una
d iferencia de altura (y) que sumada a la conservada (x) nos dará la altura mínima
cocal de este tramo y de las dos corres que lo definen (que como ya hemos men-
cionado debía ser horizontal en su cumbrera). Repitiendo la misma operación en
el paño occidental el resultado es de unos 4 m.
Tomando el dibujo de Duarce Darmas (Fig.- 6) podemos apreciar el remate
con merlatura tanto de los paños como de las torres de flanqueo. Posiblemente,
ya que en la descripción de Hontañón no se precisa canco, y como ocurre en el cas-
tillo de Freixo, se trace de merlones prismáticos sin remate. Su presencia implica
la existencia de un adarve o camino de ronda que circunvalara paños y corres, y a
su vez la existencia de escaleras, quizás de fábrica, adosadas por el interior de los
lienzos (más extrañamente en el interior de las torres). Salvo que cada tramo ubi-
cado a diferente nivel fuera un compartimento estanco, debería existir una co-
municación entre paños a través de las torres. Recordando, como se ha documen-
tado en la excavación, que las corres se adosan al exterior de un muro, es fácil
imaginar que existiera un camino d e ronda a media altura y por detrás de las mis-
mas, desde el que se podría acceder además a su terraza superior. Menos factible
nos parece que las torres fueran cuerpos huecos, a partir de cierto nivel, o que es-
tuvieran perforadas por un pasadizo que comunicara cada tramo del adarve. Re-
dundando en esta idea hemos de mencionar como en el d ibujo las torres no tie-
nen ningún vano. Tampoco en los paños se representan vanos en altura -ya sean
aspilleras, saeteras o troneras-. Quizás, de interpretar correcramence el texco de la
visita de 1526, la única excepción fuera la torre en la que se abría el acceso al re-
cinto. Los arquiceccos mencionan además del "enmaderamiento del tejado" unan-
dén de madera por el que se accede a una puerta. Es posible, por canco, que con-
tara con un cuerpo de paso alto a través de su interior.
Tampoco aparecen representados elementos estrictamente concebidos para el
control vertical: alambores para el tiro por reboce, balcones amatacanados, ladro-
neras, cadalsos, etc.
Significativa es también la carencia de elementos adaptados a la incidencia de la
artillería pirobalíscica (como el cubo del castillo portugués de Freixo, dotado de tro-
neras); cuanto más si consideramos que la fortaleza se erigió en una fecha en La que
la artillería había alcanzado una amplia d ifusión, e incluso se trataba de una plaza ar-
tillada (como se desprende del reconocimiento de los materiales arqueológicos).
Improductivo sería intentar dilucidar si la localización de Las corres responde
exclusivamente a un rígido diseño previo, determinado por la ingeniería militar, o
a una adaptación a las condiciones del relieve, o a una combinación de ambas.
Para el tramo oriental (área 2) se puede certificar que al menos en los L7 pri-
meros metros a parcir de la torre central no hubo ninguna otra estructura avanzada,
quedando un ínterin de 8 m ., hasta alcanzar la torre de esquina. Distancia que con-
sideramos insuficiente o muy reducida como para que se hubiera construido otra
corre intermedia. Por canto aquí el módulo entre corres se establece en unos 25 m.
En el tramo occidental (área L) cenemos constancia de que en los primeros 21
metros a parcir de la corre central no hay huellas de otra (Figs.- 21, 22). Hasca el
cantil occidental que obligadamente suponía un cambio de planos quedan 4 m.
Por tanto la d istancia rotal repite el módulo de 25 m. En este punto encontramos
los restos de la cimentación de una estructura avanzada (la U.E.-18) que debe co-
rresponderse con una tercera corre (Figs.- 8, 12, 22), aunque bien esca sea del re-
cinto más moderno, y por canco, quizás suplante a otra anterior.
Lo descrito hasta ahora no es más que una parte de la fortificación. El trazado
se completaría con el cierre de coda la plataforma superior del cerro (el "~erc uyco"
del que hablara Hontañón), bordeada por los cantiles naturales. (Fig .- L7). Prácti-
camente la totalidad de las grietas naturales que comunican con esta terraza están
cerradas por muretes de mamposcería, y muchos de ellos escán reaprovechando o
recreciendo muros anteriores. En el flanco oriental la conscrucción pertenece cla-
ramente al recinto defensivo, sin lugar a equívoco respecto a los cierres de parce-
las, conservándose una estructura de planea redondeada (Fig .- 17), que avanza la
zona útil.
Queda así definido un recinto de plano aproximadamente oval, truncado en su
Lado meridional por un cierre recto, cuyos ejes máximos alcanzan 100 x 75 m.,
NE.-SO. y NO. -SE., respectivamente, con una superficie de algo más de media
hectárea.
Puede definirse como un castillo roquedo, ya que al menos en eres de sus la-
dos la caída es vertical a través de paredes de piedra, en canco el flanco meridional
aunque más suave, terminaba también cayendo abruptamence, por más que la pla-
taforma artificial (el mirador) haya desvirtuado el relieve. Al menos aquí se detecta
un incremento de La pendiente, hasta hacerse casi vertical en algunos eramos, ya en
el límite entre la p lataforma y el afloramiento. Quizás fuera innecesario reforzar
mediante un foso la defensa, pero tampoco es improbable que se incrementara la
profundidad artificialmente; de cualquier manera no hay comprobación pues el
área se encuentra sepultada por los escombros vertidos en el año 1990.
En el interior la pendiente asciende de Sur a Norte, enlazando a través del aflo-
ramiento la plataforma que bordea la muralla correada con la parcela instalada en
la zona más alca.
No contamos con ningún dato arqueológico para ubicar el acceso o accesos al
interior del recinto, y más aún de salidas alternativas (difíciles en un castillo cuasi
roquedo). Para la zona excavada podemos descartar que existiera una puerca prin-
cipal y aún incluso un pequeño portillo. Parece lógico suponer que no se abriera
en la zona naturalmente más desprotegida, la ladera meridional, en la que, por la
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Problblc
Croquis planimétrico de los rcsros de cada uno de los recintos sobrepuesros al conjunco del área de excavación. Arriba: recinro bajomedie-
1
2:
abajo. Dilucidar cual era el propósito es entrar en el campo de las hipótesis. Quizá
se destinaba al riego de las parcelas, pero es significativo que se oriente hacia un
área en la que existen indicios de que hubo anteriormente edificaciones pertene-
cientes al barrio altomedieval de Vilvestre.
Los resultados que se pueden inferir de la excavación respecto a la distribución
y compartimentación interna son mínimos (recordemos que ésce no era el objetivo
de la intervención). Sólo una de las áreas, la 3, arroja algún dato, ya que en la l la
ampliación hacia el interior documentó únicamente los restos de la potente mura-
lla de Época Moderna, y el pavimento localizado en el interior del recinto en la am-
pliación NE. del área 2 corresponde también a ese período.
En el espacio ubicado sobre la corre central se localizó un pocentísimo muro (la
U.E.-6), que, como ya referimos, con sus dos hojas y relleno alcanza los 7 m . de
anchura. También indicamos nuescras dudas en su identificación como parce del
lienzo, pues además de su sobredimensionamiento -que debe responder a las nece-
sidades de una gran construcción-, su orientación divergía respecto del teórico
plano que debía unir los ángulos formados con la corre. Ya apuntábamos que qui-
zás pertenezca a otro cuerpo edilicio, que sólo en uno de sus ángulos cocaba con la
caca interna de la muralla.
El segundo muro perteneciente a esca fase (A/3. U.E.- 11 . Fig.- 11, 28, 29) se
localiza unos 2 m . ladera arriba desde la cara interior de esa construcción. En este
estadio de la investigación no podemos pasar de las hipótesis respecto a su función.
Quizá sea el cierre meridional de alguna construcción de planta regular, que se ex-
tendería más hacia el Norte. Si tiene algún nexo con la U.E.-6, podríamos supo-
ner que delimita alguna dependencia adosada, cuyo fondo formaría este último
muro. Extrañamente dibujaría una planta casi triangular, pues hacia el Oeste am-
bos muros se encontrarían. Una segunda, aunque más remota, posibilidad, es que
el murete U .E. -11, sea parte de una escalera de fábrica. Conocemos algunos para-
lelos, como el de la estructura inscrita en el ángulo NO. del recinto A del castillo
de Fuenteungrillo (Sáez, 1986).
De cualquier manera, y aún siendo inexistences los niveles intermedios entre
ambas escruccuras -ya que fueron exhumados con la reocupación de la fortaleza-,
podemos anotar que la coca de uso o circulación es la misma paca esce ámbito. Así
se desprende de la coincidencia entre la altura a parcir de la cual finaliza la cimen-
tación del muro principal y la base del murece U.E.-11 (Fig.- 11), asentado más
arriba en el afloramiento.
En el dibujo de Duarte Darmas se representa en el interior del recinto una gran
corre mayor. Es de planta cuadrangular se remata con merlatura, y en cada uno de
sus lados se abre una pequeña ventana en alcura. Por la descripción de la visita de
15 26 sabemos que su acceso estaba protegido mediante un "valuarce", posible-
mente un pequeño recinto o barbacana, y que al menos tenía dos plantas y tejado.
Su orientación parece coincidir con el flanco meridional del recinto, o al menos su
cara Sur guarda cierto paralelismo. Sería una hipótesis sugerente relacionar los res-
cos del imponente muro del área 3 con esca corre del homenaje; pero según el di-
bujo parece que se encontraba más hacia el Oeste, asentando además en un plano
superior de la ladera.
Dos elementos más aparecen en la relación documental: una bodega, que "se
sirvia de la pared de la fortaleza", y un campanario de sillería. Este elemento, abre
el campo a una sugerente hipótesis; si bien es el sistema de señales y avisos más ha-
bitual -constatemos su presencia en el castillo de Freixo- también está relacionado
con lugares de señorío eclesiástico, marcando el momento del pago del diezmo. En
refuerzo de esca suposición hacemos notar el hecho de que las cargas de las repara-
ciones que proponen los arquitectos se reparten entre eres d ig nidades de la Ig lesia.
En ninguna zona d e la excavación se han localizado niveles relacionables con
la fundación u ocupación del recinto. Ello es debido, en parce, a la superposición
de las estructuras correspondientes a la refortificación de Época Moderna y a las
profundas remociones que esce hecho acarreó.
Se plantea así la duda sobre la cronología de esce período constructivo. La se-
cuencia indica una anterioridad relativa de estos restos en relación con la fortifica-
ción de Época Moderna avanzada, sin ninguna fase o período intermedio. Igual-
mente no hay datos que permitan concluir que hubo un asentamiento anterior a
éste, que por tanto surge ex-novo.
Los materiales arqueológicos recuperados en el exterior de los recintos, son es-
casos, incompletos, fragmentarios y, muchos de ellos, presentan huellas de una
prolongada exposición a la intemperie. Su carácter residual parece obvio, más aún
si consideramos la naturaleza de derrumbes y derrubios de ladera que tienen la
práctica totalidad de las unidades estratigráficas.
Pero incluso esta situación se repite en el área sondeada al interior, donde los
materiales arqueológicos son mucho más abundantes. Además de derrumbes, los
depósitos están formados por capas de nivelación y preparado, en cuya composi-
ción entran tierras extraídas en las proximidades y del mismo punto en que la obra
de Época Moderna avanzada se estaba realizando. Por tanto la carga de materiales
puede haber sido intencionalmente arrojada, pero en una proporción importante
delatan una redeposición involuntaria. Incluso en las unidades que forman la su-
perficie de ocupación de un ámbito habicacional (U.U.E.E.-9, 10 y 12) puede ase-
verarse que no hay ninguna pieza in situ (sobre este hecho pueden extraerse algu-
nas conclusiones que abordaremos al estudiar el siguiente período del castillo, en
el que deben encuadrarse).
En definitiva debe estimarse que la totalidad de los materiales se encuentran
en posición secundaria, redepositados. Son, por tanto, un elemento anterior, des-
concextualizado, respecto al momento de formación de la unidad que los contiene,
otorgando, tan sólo para los más modernos, una fecha a partir de la cual pudo ha-
berse formado.
Del análisis de los materiales se extrae la conclusión de que están polarizados
entre dos focos cronoculcurales; el más reciente puede cifrarse con seguridad en
término que H . Larrén (1989. Pág. 276) precisa también para las piezas bitronco-
cónicas localizadas en el relleno del foso del primer recinco amurallado de Zamora
(Fernández, 1984) y que relaciona cambién con el prototipo "Duque de la Vic-
toria".
En definitiva, puede ofrecerse un amplio elenco de producciones muy simila-
res a la pieza recuperada en nuestra intervención, y que remiten siempre a un con-
texto bajomedieval.
El grupo de los grandes contenedores es menos preciso en su cronología por
falca de una seriación cronológica fiable; pero intuimos que alguno de los frag-
mentos de las grandes tinajas (el tipo abrumadoramence mayoritario) puede asi-
milarse a esca fase (p.e. Fig.- 14.5). También son usuales las piezas para el trans-
porte y contención de líquidos, como los cámaros y cántaras.
En una proporción significativa pueden reconocerse las piezas destinadas al
servicio de cocina, compuesto en su mayoría por orzas y ollas. Únicamence quere-
mos reseñar, por lo inhabitual, la presencia de lo que interpretamos como un mor-
tero (Fig.-14.4). De algo más de 7 cm. de altura y 19 cm. de diámetro en el borde,
morfológicamente se compone de un fondo plano, de considerable espesor (2,2
cm.), del que parte la pared, exvasada y convexa, que sin solución de continuidad
enlaza con un borde simple. El labio es plano, suavemente moldurado al interior.
No cuenta con tratamiento original de sus superficies, aunque el uso ha generado
el desgaste del interior.
Los morteros cerámicos han sido hasta la accualidad una pieza poco frecuente,
remedo de los fabricados en metal. Su producción, como cercifica P. González
(1989. Pág. 297), era esporádica o por encargo.
La forma está bien seriada para la alfarería árabe o mudéjar, en tanto que en los
reinos cristianos, donde hemos de suponer que fuera al menos tan frecuente, está
menos estudiada. Roselló incluyó el almirez entre las cerámicas árabes mallorqui-
nas (1978. Págs. 74-75), advirtiendo ya de su larga pervivencia formal. Publica un
tipo bastante sencillo, anotando cómo muchos de los ejemplares están vidriados,
especialmente los de pequeño tamaño, para impermeabilizar y proteger la cerá-
mica. Es lo que constata también M. Mesquida para los talleres de Paterna ( 1987.
Págs. 552-554).
Los morteros se modifican mínimamente en época bajomedieval, manteniendo
la forma tipo, con variantes en función no sólo de la cubierta sino de la presencia
de asas y refuerzos más o menos decorativos. Los ejemplares valencianos más sim-
ples, como el publicado por Pascual y Marcí (1989. Pág. 608. Lám. 11, nº 12) tie-
nen cierto parecido a la pieza estudiada, situación que se repite con los barcelone-
ses recuperados en las bóvedas de la Catedral (Bassegoda, 1978), y que se fechan
en pleno s. XIV (Coll, 1989. Pág. 367. Fig.-2. Nº 9). De nuevo en el XV convi-
ven ejemplares sin vidriar, como los recuperados en Paterna (Amigues y Mesquida,
1987), con otros decorados en Verde y Manganeso, como los Turolenses (Alvaro,
1987), cuya producción se mantuvo varios siglos.
No podían fa ltar las tan comunes fichas cerámicas, cuyo uso sigue d iscucién-
dose: unjdades de cuenta, piezas de juegos, tapaderas circunstanciales. Si destaca-
mos la procedente de esca excavación es por haberse dececcado una serie de inci-
siones en una de sus caras. Está realizada sobre la pared de una pieza común de
cocción oxidante. Bastante regular en su recorte circular, puede incluirse entre las
de tamaño medio con sus 6,2 cm. de diámetro. En el anverso muestra el trazado
de una retícula incisa , en la que claramente se diferencia un "casillero" formado
por el corte transversal de cinco corras líneas (Fig.-14.2).
Significativa es la muescra de elementos vinculados al armamento, algo nor-
mal dado el carácter militar del emplazamiento. Así, contamos con una panoplia
de restos de armas de defensa personal de la infantería. Es el caso de la hoja de una
partesana (Fig.-15. l), del regatón de una pica y de una puma de una ballesta
(Fig.-15.6). Pero también, con lo que de hecho trascendente tiene no sólo para di-
lucidar la cronología sino el tipo y uso de la fortificación, con piezas relacionadas
con las armas de fuego y la artillería pirobalística, como un molde de fundición
de balas (Fig.-15.3) y un bolaño.
Por numerosas descripciones, cuadros e incluso relieves como los tableros de la
conquista de Oran de la Catedral de Toledo, sabemos que el armamento ofensivo
de la infantería de los ejércitos de finales del s. XV (marco cronológico que pro-
ponemos) se componía de espadas, dagas, puñales, ballestas, espingardas, etc, y
varios cipos de lanzas. De mayor a menor longitud éstas eran la pica, la lanzas de
armas, la lanza de mano, venablo, dardo o azagaya, la alabarda y la partesana (Vi-
gón, 1968. Pág.-216). La pane metálica de escas dos últimas medía hasta 30 cm.,
y en el caso de la partesana la hoja era simétrica (los cabos de veleta son iguales).
Es el caso del ejemplar recuperado en Vilvescre. Realizada en hierro forjado, es
triangular con una nervadura central (fig.-15 .1).
El regatón se recuperó casi completo. D e hierro forjado, escá formado por una
lámina curvada y ofrece una sección córnea, maciza en su extremo basal, con una
perforación en la parce superior destinada seguramente al enmangue. Escas piezas
eran el remate inferior de las llamadas lanzas de armas, y especialmente de las pi-
cas. Arma de la infantería, la pica con sus más de l l palmos de longicud (entre
5,25 y 5,75 m.), se clavaba en el suelo enfrentándose al pecho de la caballería aca-
cance (Vigón, 1968. Pág.-216).
La punta de ballesta es de cabeza piramidal maciza y enmangue cilíndrico, con
una longitud rotal de 5 5 mm.(Fig.- 15 .6). Conserva restos de madera en el incerior
de éste. El marco cronológico de la primera fase de ocupación nos reitera en la ads-
cripción funcional planteada, pues ya desde finales del s. XIV el arco había sido
paulatinamente sustituido por las ballestas de corno o de plancha, manteniéndose
como residuo para las mesnadas concejiles, peor dotadas de armamento, o como
elemento de significación -caso del ejército inglés (Vigón, 1968)-. Desde media-
dos de la centuria siguiente la competencia de las armas de fuego iría relegando a
las ballestas, que se mantenían en canco que poco evolucionadas las primeras. Men-
cionemos como anécdota que un buen ballestero podía disparar unas cuatro veces
por minuto, y hacer blanco a 250 m. de cliscancia con un poder de penetración de
3 ó 4 cm.
Único en coda la intervención es el bolaño o bala de cañón recuperado. Labrado
a cincel sobre granito es prácticamente esférico ( 15 cm. de diámetro) y tiene un
peso de 3'940 Kg. Si suponemos que pertenece a la primera fase de ocupación de-
fensiva del cerro debemos relacionarlo con la artillería bajomedieval (algo lógico
pues paulatinamente fueron suplidos por las balas de hierro). El diámetro del pro-
yectil implica que serviría a una pieza d e mediano calibre, cal como un Pasavo-
lante. Este "cañón" de tiro recto (Vigón , 1968. Pág.-232) es una pieza ligera que
puede emplazarse sobre un soporte de madera con objeto de basculado y cener una
amplia cobertura, algo lógico para la defensa de un emplazamiento. Las piezas de
calibre inmediatamente superior son fijas sobre un caballete, caso de las can fre-
cuentes bombardas o lombardas (de 20 a 40 cm. de calibre), o los ribadoquines o
búzaros, empleados especialmence en el cerco a plazas fuerces. Las de ciro curvo
como las lombardas crabuqueras, y los morteros son de mayor diámetro. Por el
peso del bolaño también debemos descartar otras piezas de mediano calibre como
los cañones serpentinos o los pedreros • ya que arrojaban proyectiles de entre 40 y
80 libras, los primeros, y de hasta 110 (unos 50 Kg.) los segundos (Arántegui,
1987).
De un molde bivalvo de fundición de balas conservamos una de las parces
(Fig.-15.3). Elaborado sobre una piedra metamórfica (de 89 mm. de longitud por
54 de anchura máxima), la cara útil es plana y aparece finamente pulimentada; en
su eje central existen cuatro rebajes hemiesféricos ( 12 mm. de diámetro) unidos
entre sí por un canalillo; en el excremo de ese eje aparece el cono de vertido tam-
bién retallado. En uno de los lados largos una muesca quizá debía servir para pa-
sar el cabo que uniera las dos parces.
El diámetro de las balas, seguramente de plomo, no permite descifrar a qué
tipo de arma serviría este balero o bodoque, pues canco mosqueces como arcabuces
y arcabucillos, escopetas-revólveres y pistolas tienen un calibre que oscila entre los
11 y los 13 mm . Si aceptáramos que la pieza procede del contexto más antiguo,
podíamos limitar la lista a mosquetes y arcabuces, ampliamente difundidos desde
el s. XV en su versión de llave de serpentín (Marco Rodríguez, 1980. Pág. 17). Un
claro secundario que quizá permita reforzar esa adscripción de la pieza a la ocupa-
ción es el hecho de estar realizada en piedra, pues desde el s. XVII se populariza la
turquesa o molde de tenaza en hierro o bronce.
Anecdótica podemos considerar la presencia de vidrio, destacando una pe-
queña e informe parce de la pared de un vaso aparencemence globular y decorado
con costillas, realizado con un vidrio soplado -son visibles algunas burbujas- de co-
lor verde azulado.
Por el contrario son abundantes los fragmentos de molinos. El alto g rado de
desgaste de su superfi cie útil determinó que fueran desechados, sirviendo posee-
riormeme como material de construcción en la nueva muralla. Todos ellos son del
mismo cipo: de mediano tamaño, rotación manual, circulares y realizados sobre
g ranito.
Una primera conclusión puede extraerse de la gama de materiales existentes en
el yacimiento: que se trata de un establecimiento que pretende ser autosuficience.
Podemos detectar actividades relacionadas con la transformación de cereales (los
molinos), el almacenamiento de víveres (la vasta colección de tinajas), y la elabo-
ración y consumo de alimentos (con una imporcance muestra de piezas de cocina).
Pero también una actividad "metalúrgica", o al menos la de un taller de pequeña
fundición y forja, delatado por las escorias y el molde para balas, dedicado segura-
mente más al mancenimienco o reparación de los útiles. Ese intento por abarcar
múltiples actividades -y recordemos, no es un núcleo de población o un lugar des-
tinado a una producción específica- es una seña de identidad de un emplazamiento
militar, que debía estar preparado para actuar en un territorio hostil -si tenía un
sentido de ocupación- o ser capaz de soportar asedios.
De este breve repaso a los materiales asimilables a la primera ocupación de-
fensiva hemos dejado para el úlcimo lugar la única pieza monetal localizada en la
excavación. Y ello no sólo por el aleo valor para la concexcualización cronológica
que se supone para las monedas, sino por su origen, lo que enlazará con una dis-
gresión sobre el porqué del castillo. Se trata de una unidad de cuenca menor, una
moneda de vellón (algunos autores lo catalogan como una aleación de cobre sin re-
calar en el plateado de sus superficies), un ceitín porcugués3. Está acuñada a nom-
bre de Alfonso V "El Africano", rey de Portugal entre 1432 y 1481. Éste contrajo
segundas nupcias con su sobrina Juana "La Beltraneja", lo que ocasionó la inter-
vención directa del reino en la g uerra de Sucesión de la corona de Castilla, entre
los años de 1475 y 1476. Confrontación que como veremos puede tener g ran im-
porcancia para la interpretación de la primera obra de fort ificación del cerro.
Éste se adelanca algo más de 2 m. respecto a la cara externa d el paño, en un áng ulo
de casi 150°.
La altura máxima conservada del conjunto es de 2, l m. Pero lo sorprendente
es la anchura y la técnica de construcción. Oscila entre 4,5 y 5 m. y está formada
por la adición de 3 muros ·(U.U .E.E.- 6, 9 y 1 1. Figs.- 8, 10 , 20, 21) levantados
sucesivamente desde el interior. Esce dato se infiere del hecho de que salvo el pri-
mero, todos están realizados a una cara vista, pudiendo desmontarse pan e de uno
exterior encontrando ínteg ra la cara del inmediatamente anterior. Aunque apa-
rentemente sean paralelos hay cierta convergencia por la que en el punto de unión
se conviercen en una única fábrica, ind icio inequívoco de su sincronía.
El más externo, identificado como U .E.-6 (Figs.- 8, 2 1, 22), tiene continuidad
hacia el Este, fuera ya del área de intervención, sobreponiéndose a los restos de la
corre de flanqueo, en canco que en su otro extremo remata al encontrar el lateral
del cubo, perteneciente al siguiente muro (U .E.-9). Actúa pues como cara visea de
la muralla uniendo dos escruccuras ya existentes, una perteneciente a la ocupación
anterior, y otra encuadrable en este momento, pero previa en la secuencia cons-
tructiva. En buena parce de su recorrido se apoya sobre los restos de la muralla an-
terior (U.E.-5).
En el área 2 encontramos la continuación de la muralla (U .E.-16. Figs.- 8, 33),
q ue enlazará la corre central con los cantiles nacurales de la zona Esce, a lo largo de
un recorrido, incompleto, de 31 m.
Finalmente, en el área 3 además de un muro de compartimentación interna (la
U.E.-8, que describiremos al relatar la d istribución interior del recinto}, comamos
con la prolongación (U .E.-2 1) hacia el Este del and g uo muro U.E.-6. La repara-
ción supone prolongar éste hasta enlazar con la muralla externa (Fig.- 11).
En suma, se d ibuja así u n g ran lienzo de al menos 62 m. (Figs.- 8 y 12), que
cierra completamente la ladera meridional del cerro. Cuenca, al menos, con dos co-
rres, La cuadrangular procedente de la fortificación medieval, en la parce cenera!, y
un cubo emplazado en el extremo occidental -posiblemente donde anees se alzó
ocra de las corres bajomedievales-.
En el extremo contrario, el SE., se asientan los restos del arranque de una co-
rre (A/2. U .E.- 18. Fig.- 8). Hasta ahora, y salvo error en la interpretación de la se-
cuencia arquitectónica, hemos supuesto que es parce de un cuerpo cuadrang ular
del primer recinto, pero no podemos descartar rocundamence que no se trace de
parce de otro cubo (como la curvatura parecía indicar). Si la asignación es correcta,
creemos que para esca fase nunca hubo construcción alguna. Además de lo redu-
cido del espacio que quedaría libre desde el punto en que desaparece la muralla
hasta los cantiles (5 m.), se conservan unos pocos mampuescos en un hueco de la
roca, que se encuentran perfectamente alineados (cuad rícula C/54).
Los muros y el cubo asientan bien direccamence sobre el afloramiento rocoso o
apoyan sobre los restos anteriores, sin que se hayan documentado cajas o zanjas de
cimentación.
sitos que fueron removidos, o de aporres de cierras extraídos de otros puncos pró-
ximos del interior del recinto, y que obviamente contenían algunos maceriales;
pero no podemos descartar que intencionalmente se vertieran fragmentos cerámi-
cos, especialmente pertenecientes a g randes tinajas, quizá con la intención de oror-
gar compacidad a la capa, pero también estanqueidad frente a la humedad por ca-
pilaridad.
Con la nueva compartimencación algunos viejos elementos no sólo son inúti-
les sino que entorpecen. Es el caso de un viejo muro (U .E.-1 1. Figs.- l 1, 28) que
es cortado en uno de sus extremos para encajar el muro U.E.-8 y rebajado hasta
unos pocos centímetros por debajo de la nueva cota de uso.
Sobre esta capa de nivelación se emplaza un pavimento de cierra apisonada (la
U.E.-9. Fig.- 29), que a su vez cuenca con un área de fuego, la U.E.- 10. La caren-
cia de un contorno definido de la unidad y de estruccuras aéreas asociadas, nos im-
piden clasificarlo como un hogar, fogón o chimenea. Pero su carácter no aleatorio
y cierta pervivencia queda demostrada por la potencia del área de carbones y ceni-
zas, y por la existencia de una subestructura, una cama de lajas de pizarra (U.E.-
14 Figs.- 11, 29).
Anees de quedar sepultado por el derrumbe el suelo de este espacio sufre una
refacción, no sabemos si motivada por el desgaste o por la realización de alguna
obra. El resultado es que se completa en los puntos perdidos por una nueva capa
(la U .E.- 12).
El ámbito, de función desconocida, avanza fuera del área de excavación, tanto
hacia el interior (al Norte) como en paralelo de la muralla (hacia el Este). Las di-
mensiones mínimas documentadas son de 4 x 2,6 m . de media, de lo que resulta
una superficie, reiteramos que parcial, de unos 10 m.2.
El murete transversal (U.E.-8) seguramente accúa como medianera, tabiquería
o compartimentación del interior inmediato a la muralla, lo que presupone la exis-
tencia de otro ámbito como el descrito en el lado contrario. El sistema multipli-
cado daría por resultado la probable existencia de una batería de dependencias ado-
sadas perpendicularmente a la muralla, con funciones diferenciadas: almacenes,
establos, talleres, zonas de habitación, etc.
En definitiva estos son los limitados resultados de la limitada excavación del
interior del recinto, del que no podemos presuponer que contara con otros cuer-
pos edificados. Es el caso, p.e., de la torre del homenaje bajomedieval (de la que
en la accualidad no hay evidencias en superficie), para la cual en esca fase no hay
datos - ni a favor ni en contra- que signifiquen que subsistiera.
Trataremos ahora de ofrecer un marco cronocultural para la reconstrucción del
castillo.
Como para el período anterior mencionamos, ningún material se ha localizado
"in situ"; por el contrario se traca siempre de restos fragmentados e incompletos
en posición secundaria, y no sólo, como parece obvio, en los diferentes derrumbes
sino también en los depósitos del interior. Por canto únicamente pueden ofrecer
una fecha a parcir de la cual se formó la unidad que los contiene.
Desechando los de raigambre medieval, se destaca un polo alternativo y único:
Época Moderna avanzada.
Entre el material cerámico podemos mencionar como más significativos para
una correcta adscripción algunos fragmentos correspondientes al servicio de mesa.
Entre los platos contamos con producciones talaveranas, y otros procedentes de "al-
fares populares", como los de ala ancha . Ejemplo de las primeras es la pieza deco-
rada en azul y naranja. El tipo cerámico nos remite a las series tricolores de Época
Moderna originalmente producidas en Talavera, y que con carácter más popular se
imitaron en Puente del Arzobispo y Sevilla (Seseña, 1975. Pág. 143). La serie se
inicia en la segunda mitad del s. XVI, prolongándose a lo largo de codo el s. XVII
(López Fernández, 1982. Pág. 31), siendo especialmente frecuentes la realización
de platos con la zona central cóncava y ala suavemente convexa, sin arista exterior
(Marcínez Caviró, 1984. Pág. 22). Los segundos pertenecen a una forma concreta
de plato frecuente a parcir de las últimas décadas del s. XVII. La simplicidad y la
falta de decoración permiten integrarlo en el grupo de las llamadas "lozas popula-
res", trasunto en muchos casos de producciones talaveranas. Un claro ejemplo de
esca imitación la encontramos en los alfares vallisoletanos de la C/Sanca María, con
abundaoces platos muy similares a ésce (Moracinos, 1990).
También en la tradición de Talavera debemos encuadrar el pequeño fragmento
de un jarro decorado en azul. La aplicación del óxido de cobalto es característica de
las producciones talavecanas y de Puente del Arzobispo durante la segunda mirad
del S. XVII (Martínez Caviró, 1984. Págs.-23-24), con réplicas algo más tardías
en otros ceneros. El origen de tal serie es la imitación de la loza holandesa, que a
su vez repetía esquemas de la porcelana de la dinastía Ming 0368-1643). Muy
abundantes fueron los encargos de piezas para·monasterios, de cuyo repertorio des-
tacamos los jarros de dos asas o "jarros borrachos" por pertenecer el fragmento es-
tudiado a una de escas piezas. Las cartelas con el nombre del monasterio, de los car-
gos o de sus miembros, permiten ajustar al máximo la cronología. Es el caso de
alguno de los jarros procedentes de las Descalzas Reales de Madrid que publica
Marcínez Caviró (1984. Lám. 23 B). Incluso vemos representadas piezas análogas
en obras pictóricas de la Época, como en el cuadro de Zurbarán "San Hugo en el
refectorio".
Los cuencos también están presentes a través de un ejemplar de orejeras (Fig.-
14.3) y otro con asa moldurada (Fig.- 14.1). La combinación de cal asa sobre cuen-
·cos y escudillas semiesféricas define un cipo bien fechado en su inicio para la Me-
seta Norte en la segunda mitad del s. XVI, con algunos ejemplares publicados. Es
el caso del recuperado en las excavaciones de la "Casa Galdo" de Valladolid, como
parce del material de la colmatación de un silo. Es un fragmento del borde de un
cuenco semiesférico de "borde sin señalar" (Moreda ec alii, 1991. Págs. 253-258 .
Fig.-13.6). La asociación con otras piezas cerámicas, permite a los autores adscri-
bir el conjunto a la segunda mitad del XVI. Una pieza semejante fue locaüzada en
el interior de la Torre Mayor del Castillo de Corullón (León), en una unidad for-
mada por el derrumbe de los pisos, y que fue fechada en las dos últimas décadas
del s. XVI (Cortés, 1991. Pág . 53 y 54. Fig.-10. 9 1/25). Esta suspensión parece
derivar, mediante seriación o repetición, de una forma más sencilla como son las
asas replegadas de pequeño tamaño o apéndices aplicados. Ejemplares de tal ante-
cedente se hao documentado en contextos bajomedievales de Zamora (Turina,
1994. Págs. 84-85. Fig.-25.9) y Valladolid (Moreda et alii, 1991. Pág. 280. Fig.-
25. N º 3, 4), el cual nos remite a su vez a ciertas producciones del azul arcaico le-
vantino.
Con especial detenimiento debemos analizar el pequeño fragmento de borde
decorado (Fig.- 14.7) de una producción ciertamente peculiar, como es la cerámica
bucarina de tipo orfebre -según la catalogación recientemente propuesta por Fer-
nández Nandares (1995)-.
Conservamos una mínima parte de lo que debió ser uo plato, fuente o frutero
muy abierto, de unos 16 cm . de diámetro en el borde. Está elaborado con una pasta
muy bien decantada, en la que los desgrasantes, muy tamizados y de oacuraleza
cuarcítica, pasan casi desapercibidos. Bien corneado, consiguiendo paredes bas-
tante finas (menos de medio centímetro), está cocido en una atmósfera oxidante,
arrojando una coloración anaranjada intensa. No cuenta con tratamiento de sus su-
perficies. Morfológicamente parece cracarse de un borde simple, exvasado y con-
vexo, rematado con un labio redondeado. El elemento singular es la decoración
plástica emplazada sobre el borde. Se trata de una figuración zoomorfa, una cabeza
de un animal fantástico. El modelado manual ha remarcado los ojos, aplicados, y
la lengua, que saca en actitud burlona, señalándose el hocico mediante incisiones
acanaladas.
Inicialmente y basándose en la naturaleza de los barros y en la utilización de
unas técnicas decorativas de inspiración clásica esce cipo cerámico fue catalogado
sucesivamente como producto romano (Virgilio, 1978) y como imitación tardía o
"pseudosigillaca" (Rodríguez, 1980). Más acertadamente se ha explicado la deri-
vación filológica a partir de documentos medievales en los que se identifica a cier-
tas piezas pa.ra beber agua como "Púcaros" (Vasconcellos, 1921). Ya en época mo-
derna por extensión de la acepción pasará a denominarse a toda una serie de
producciones que tienen en común un determinado tipo de arcilla ("barro buca-
rioo").
En general son piezas de adorno, ricamente decoradas, y cuya arcilla, especial-
mente tratada adquiría ciertas cualidades: excelente olor y capacidad de refrescar
el ambiente, buen sabor para el agua, e incluso ciertas propiedades profiláctico-
medicinales. Hasta tal punto se hizo una cerámica apreciada que comenzaron a po-
seer un carácter valioso, considerándose como elementos de lujo y ostentación. Tal
es así que habitualmente se incluían en los bienes testados. Es el caso p.e. del de
como ocurrió con el asencamiento medieval, un lapso muy breve que señala fun-
damentalmente la fase de construcción y adecuación de la forc.aleza, pero que, a
falta de otros elementos, marca también los límites de su ocupación. Recordemos
que la temporalidad esta mínimamente sugerida por acciones como la refacción del
piso interior (A/3. U .E.-12).
La ausencia de materiales "in sicu" puede interpretarse como el resultado de
una abandono premeditado, y no el resultado de un hecho accidental o violento.
En conclusión, la utilización de esta reforcificación del cerro es breve, deter-
minada seguro.menee por condicionantes de índole geopolítica que obligaron a su
desalojo o que hicieron innecesario su mantenimiento. Surge así la pregunta, que
también nos hiciéramos para el castillo medieval, de porqué el impoccance esfuerzo
que supone la construcción de un recinto militar se desaprovecha con una breví-
sima ocupación. Obviamente la explicación la encontraremos en los sucesos histó-
ricos, rebasando el marco local e incluso nacional, pues de una zona fronteriza se
traca.
Repasemos sucintamente el marco hisc6rico de las relaciones con Portugal en
Época Moderna.
En 1580 Felipe II (nieto de Manuel I por vía materna) es proclamado Rey de
Portugal. El pretendiente, Amonio Prior de Craro, huye anee la entrada del Ejér-
cito del Duque de Alba y la amenaza de la escuadra del Marqués de Sanca Cruz,
garantizando así la incorporación a la corona española; hecho que ratificarán las
Corees de Tomar al año siguiente.
Las tendencias independentistas se acrecientan con la política de castellaniza-
ción de Felipe III, culminando con el fin de la mínima autonomía que impone la
política centralista del Conde-Duque de Olivares. Desde los motines de Oporto de
1628 y durante 32 años se extenderá la inestabi lidad y diversas revueltas que cul-
minarán con el levantamiento general del año 1640. El Duque de Braganza es pro-
clamado Rey de Portugal con el nombre de Juan IV (Chanca, 1960), iniciándose
la guerra de restauración o independencia portuguesa, que durará hasta el año
1668.
Durante los primeros años del conflicto, y gracias al apoyo de Inglaterra y
Francia, los portug ueses log ran resistir el embace del ejército español, propiciando
una serie de victorias como la de la bataJJa de Moncijo (1644).
Con la Paz de Westfalia las principales potencias europeas reconocen la inde-
pendencia de Portugal. En 1659 con la Paz de los Pirineos, España obtiene la re-
tirada del apoyo francés, lo que impulsa una escalada en la confroncación . Ya bajo
el reinado de Alfonso VI la alianza portuguesa con Inglaterra permite cambiar el
rumbo de la guerra en la que se sucederán victorias frente a las tropas españolas.
Así ese mismo año vencen en Elvás; en 1663 en Ameixal derrocan a J uan de Aus-
tria, incorporando toda la zona de Évora; al año siguiente el Duque de Osuna es
vencido en Ciudad Rodrigo; y en 1665 el Marqués de Marialva vence al Marqués
de Caracena en Montesclaros.
char las viejas estructuras, con lo que se ganaba velocidad en la terminación, o por
considerar, como hemos mencionado, que el ataque artillero era una amenaza le-
jana. Sea como fuere se tomaron ciertas precauciones y se suplió ese defecto con una
ingeniosa técnica. Además de la desorbitada anchura se utilizó una batería adosada
de muros que, de hecho, funcionan de manera independiente en su dinámica. Se
trataría de varios "muros falsos", si así puede denominarse, que en el caso de su-
cumbir uno de ellos dejaba intacto al siguiente, evitando el desmoronamiento de
todo el lienzo.
Por las respuestas del (acasero del Marqués de la Ensenada (1752) sabemos que
el castillo todavía podía reconocerse, aunque ya como una ruina. El proceso no
puede considerarse com o un hito cerrado, y evidentemente continuará hasta que
en la siguiente fase se pierda completamente la noción de su identidad e incluso
de su existencia.
tarlo se habilitó una subida escalonada en el espacio existence encre el cubo origi-
nal y la medianera con la siguience parcela.
Finalmence, las áreas de excavación interior fueron rellenadas con la tierra eva-
cuada, compactándose y regularizando su perfil respecco a la ladera.
No queremos terminar sin mencionar la repercusión favorable con la que co-
dos los trabajos realizados fueron acogidos por los vecinos de Vilvescre, e incluso
el eco que tuvieron en la prensa, como una parce más de un proyecto de revitali-
zación patrimonial asumido por la represencación del pueblo, cual es su Ayunta-
m ienco.
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FIGURA 18. Área l. EsDdo previo. A la izquierda, en primer plano, parce del dcsmonce del año 1990.
fK;URA 19. Áru l. Derrumbe (U.E.-3) cubriendo las csuucruras mumias (U:U:E:E. 5, 6 y 9)
del ~tillo.
flGlJRA 2 1. Área l. Restos de los muros adosados del recinto moderno. A la derecha el canal de avena-
miento (A/ 1. U.E.-12) y a l fondo la torre de flanqueo
F IGURA 23. Árc-d 2. S«ci6n de la cobercera vegetal y derrumbes que oculcaban los rescos de los dos re-
cintos. El muro bajo corresponde al paño de la fortificaci6n bajomcdicval.
FIGURA 2:>. Frence de la romo de flanqueo central correspondieme al recinco medieval y reaprovechada
en Época Moderna.
FIGURA 27. Área 3. Sección de la muraJJa. Se observa su hoja inrerior (U. E.-6) y el relleno de lajas
(U. E.-3).
FIGU RA 29. Área 3. Dependencia interna en la que se observan los rescos del muro de comparcimenca·
ción (U .E.-8). el pavimenco de rierra apisonada (U. E.-9), su capa de preparaci6n y nivelado (U .E.- 13),
y un muro bajomed1eval parcial mente derribado con In reforc ific:aci6n de ~poca Moderna.
FIGURA 30. Área 3. Dependencia interna tras su excavaci6n. Se aprecia el cambio de técnica en la cara
interna de la muralla.
FIGURA 31. Área 3. Decalle de la obra de encauzamicnco y arar1ca ab1erG1 en el muro moderno.
FIGURA 32. Zona de encuentro encrc la muralla moderna (en primer t~rmino) y la corre de ílanquto 1>2-
jomedicval. En 6ca se aprecia el "chape:wlo" o forro txcerno.
flGUllA 33. Área 2. Escado final eras las labores de adecuación y la. rei ntegración volumétrica.
. SALUSTIANO DE OJOS
RESUMEN: El doctor )W:O Gutiérrez fue uno de los juristas más relevan-
tes del tn0.1 italiílls cardfo en Castilla a fines del siglo XVI y com ienzos del XVII.
y
Aunque no fue muy innovador en materia del poder del príncipe sigui6 las
pautas usuales de su tiempo en defensa del orden social de privilegios.
SUMMARY: The doctor Juan Gutiérrn was one of che most relevant ju-
rists of the late mos italiC111 in ·Castile at the end of the sixteenth cenrury and the
begioning of the sevemeenth. However, he did not innovate too much, and in
che matter of the prince's power, followed che main rules of chis rime in defense
of the social privileged order.
l. INTRODUCOÓN
lidad de los juristas castellanos, entiéndase desde Moncalvo hasta el segundo de-
cenio del siglo XVII, hacen del doccor Gut iérrez un guía indispensable para el
conocimiento de la jurisprudencia en los reinos de Castilla y León durante más
de una centuria.
No obstante, debemos asimismo decirlo de antemano, no es Guciérrez un
jurista especialmente innovador, pues se inserta en el seno de la corriente ma-
yoritaria del pensamiento jurídico castellano, que es la del mos ita/icus tardío y
la de la plena ortodoxia de la iglesia romana, entonces tridentina. Ello no sig-
nifica tampoco falta de personalidad, anees, por el contrario, en numerosísimas
ocasiones se manifiesta el autor discrepante de otras opiniones de jurisconsul-
tos, por afamadas que fueran, razonando su propia postura. Una cosa no empece
la otra.
Por lo que se refiere a su doctrina sobre el poder del príncipe, nuestro cerna es-
pecífico de estudio, hemos de decir que no se enfrenta de forma expresa con la
cuestión de la soberanía o el poder absoluco del monarca, ni en él encontramos un
tratado más o menos monográfico sobre la potestad del rey o del papa, e incluso
en ocasiones se muestra deliberadamente evasivo en sus pronunciamientos. Pero
dicho esco, debemos señalar que el poder del príncipe está omnipresente en su
obra, en todos sus escritos, a propósito de los más variados asuntos, aunque apa-
rece sobre todo en los relativos a dispensas, licencias, legitimaciones, beneficios,
exenciones o privilegios, de decisiva incidencia en una sociedad como la señorial
que venía caracterizada por la desigualdad anee el derecho de escamemos, corpora-
ciones y territorios.
Los planteamientos de J uan Gutiérrez en torno al poder del príncipe se sit úan,
como luego verem os, en los términos clásicos de qué puede y qué no puede hacer
el príncipe, o de las relaciones entre potestad y voluntad, con predominio en su
caso de los criterios limitativos, en defensa de los derechos adquiridos o de terce-
ros. La distinción de naturaleza entre derechos y la doctrina de la causa son p iezas
claves en su argumentación al respecto, como lo venían siendo ya para la mayor
parte de juristas.
Adelantado el objeto, con algunos de sus caracteres más .llamativos, voy a alu-
dir al esquema expositivo del trabajo. Es bien simple, pues para una mejor com-
prensión del autor se comenzará por unas cuantas palabras sobre su biografía, a
continuación haré referencia a la obra juríd ica, método y características de la
misma, y ya eras esto me centraré en el análisis de su doctrina acerca del poder del
príncipe. De inmediato vamos a relatar lo que se sabe de su vida.
2. NOTAS BIOGRÁFICAS
Todavía quedan muchas lagunas por cubrir acerca de la vida de J uan Gucié-
rrez, para comenzar no sabemos las fechas precisas de su nacimiento y de su
muerte, aunque ocros daros sí los conocemos mejor 1• N ace en la ciudad de Plasen-
cia, al parecer entre 1535 y 1540, en el seno de una familia perteneciente a la hi-
dalguía urbana y alü realiza estudios de G ramática y Humanidades2. De su patria
nativa siemp re se sintió muy orgulloso, en las portadas de sus obras y en las licen-
cias para imprim ir aparece como abogado p lacenrino, y q uizá por ello le dolió más
la falca de comprensión hacia su obra de un conciudadano suyo, el también céle-
bre jurista Alonso de Azevedo, cuando él canco citaba3.
Fue legista y canonista. Por lo que se refiere a su formación de civilista, pro-
funda y p rolongada, la recibió en la Universidad de Salamanca durante los años de
15 54 a 1566, llegando a grad uarse en ella d e bachiller y licenciado en Leyes eras
seguir los cursos y exámenes de rigor4. Entre los maescros de la academia salman-
tina sintió g ran admiración por Antonio de Padilla y Meneses, a quien dedica uno
de sus libros) y alaba en diversos momencos6.
Menor cerceza tenemos respecto a los estudios de derecho canónico de Juan
Guciérrez. Sabemos que fue bachiller, licenciado y doctor en cánones, pero no hay
constancia de la Universidad donde se graduó y sig uió los preceptivos cursos.
Hasta es posible q ue simultaneara en la Universidad de Salamanca las enseñanazas
de leyes y cánones pero que se g raduara en derecho canónico en otra Universidad,
cosa nada infrecuente en su época, por los costes que acarreaba obtener los grados
en Salamanca, principalmente el título de doctor' .
Si estos fueron sus estudios y g rados, a semejanza de otros muchos que sobre-
salieron en el mundo del derecho, q ue también tuvieron La condición de civiliscas
l. No he hecho ninguna invescigación de archivo sobre la vida del aucor, por lo que cuanro sobre
ella d iga está basado en fuences impresas, en especial en el trabajo de ). García Sánchez: «Juan Guciérrez:
J urisconsulto español del siglo XVI , intérprcce del derecho romano en materia financiera~, en /111 Comm11nt,
XIV (1987), pp. 57-99. He de apunca1 cambi~n que continúa siendo muy útil, a pesar de sus errores, lo
que sobre la vita ti 1rrip1is del autor escribiera Antonio N assarre y Perriz como p reliminar al primer volu-
men de la Opera Omnia. Civilia, Canonira ti Crimina/ia, In XIV Tom1s comprehensa, D. Joannis Gucierre:t,
). C. H ispe.ni, Ginebra (Colonia Allobroguum), 1731. En cambio, tiene menor inm~s N . Antonio, Bi-
bliotbtxa Hupana Nova, 1, Reimp., Turín, 1963, pp. 708-709, cuya biografía de Juan Guciérrez se incor-
pora igualmente en los preliminares del vol. 1 de las mencionadas obras complecas.
2. García Sáncha, •J uan Guciérrcz•, pp. 58- 59.
3. De Aievedo, conciudadano suyo, como le llama, se queja de que no le ci te a propósito de una
cuestión, si los estatutos de una ciudad o vi lla necesitan confirma.ción regia. Puede verse en Prar1icar11m
Q111U1tion11m Civi/i11m. S11per Libro Sato ti S1p1imq Stntntl.u PartiJ ti aliis legib11s prtadm1ib111 Libror11m, Nwae
Co//tl(lionis Rtgis Hispaniae. Li/Jcr IV, Amberes, 1618, Quaescio 53, n. 1.
4. Lo expone documencadamence Gascía Sánchez, •Juan Gucifrrcz•, pp. 60-73.
5. A su maestro Anconjo de Padilla Meneses, presidente del Consejo de las Ordenes, con sus más
enceodjdos elogios, como que sus méritos y vi rtudes eran conocidos no sólo en España sino en coda Eu-
ropa. le dedica Trarta/1111.-iparti1111. De iJ1ramtn10 confirmatorio, ti aliu in l11rt varii1 rtJolJ1tiontb111, Amberes.
1618, pero con primera edición en Plasencia, 1H3.
6. Mtrito dixir dominus '"'us don llnron, argumenta para defender la tesis de la necesidad de entregar
precio a cambio de la expropiación por el rey de un bien a algu no. En Rtpdititiones Stx 11 A//1ga1iont1 IJ1riJ, sivt
Comi/ia P/11.-a, Amberes, 1618. En concreco, Repccicio Solemnis L Nemo pocesc, ff. de lcgacis primo, n. 73.
7. Como hipótesis planee.a la cuestión García Sánchez, •Juan Guciérrez•, p. 59.
15. Aprobando rl libro, sm.ala el Consejo cri sus hojas prdimin~ que es •muy docto y digno de
auror ran conocido por sus grandes letras en estos Reynos, como estimado en los exrraños ... Cito por C11-
m. ya
mmií4Nlm Q111usti111111m, Lib. mencionado.
16. u incervenci6n del jurisra placentino se produce a petici6n·del Señorío de Vizcaya, que lleg6 a
quc:rclluw contra Juan García de Suvedra, fiscal a Ja sazón en la Chancilkría dr Valladolid, porque rn una
obra suya sobre la nobleza de Espaila había escrito en perjuicio de la antigüedad y nobleza i:lel Señorío, ·SC'-
gún d«ía su procurador. El rey Felipe 11 y su Consejo Real aceptarían la tesis sostenida por el Señorío y
defendida por Juan Gutifon, hasta rl punto de que en una provisión drl Consejo, fechada en 31 de Enero
~ 159 1, se manda expurgar de la obra de Garda de Saavedn las rorrespoodientes páginas. Estas nocicias
y su .dicramen, en forma de lrlldahll sobre la nobleza de Vi:r.a.ya, se encuentran recogidos en Prlldi'4rltm
QllMStiotut•, Lib. 111 y IV, Quacst. 17.
17. El dictamen está fechado en Madrid en 1591 y 1.o incluyó en Dt GahtlliJ, Quaestio 92, que am·
püa con ooricias biográficas, así como del servicio de millooes, sobre el que llegaría aw:orizaci6n por Breve
del papa Urbano-VD pan que contribuyeran los eclesiásticos mediante demminadas aisas. Con anteriori-
dad al libro se había publicado el dict~n eo forma exenta.'
18. Me voy- a referir a un JOlo e.so, por no alargarnos, y es en punto a una cunri6n de gran tras-
crndencia para la ·n obleza, la legirimacióo por el papa de los hijos incestuosos con efectos suct30rios de ma-
yorazgo. Mú en concreto, la consulta a Gutiürn se produjo respecta a dos nobles sevillanos constituidos
en segundo grado de consanguinidad, habidos los hijos c-on promeia de d ispensa papal del matrimonio, y
fue resuelta por el papa ~n 1615, con dispensan r#ict del matrimonio. Dio motivo a un exhaustivo cra-
tamirnto docrrinal de la cuestión por parce del autor, como puede verse en C1111tmi'1lrü,,, Q111W1iem111r1, Lib.
111, cap. 74.
19. Mencionamos a estos autores ~n la nota l .
3. OBRA Y Ml!TODO
20. Una rclací6n de sus obras se encuencra canco en Nicolás Anconio como en Bias Anconi o de Nas-
sarre y Ferri2. La de ésre último es m~ decallada, pues cica varias ediciones de las obr~ complecas y
ariende- con numerosas imperfecciones- a la fecha de aparición de cada una de las obras, según puede com-
probarse en el vol.1 de la Opwa Om11i11 edmada en Ginebra en 1731. Aunque deouo de preocupacioOt'S de
ámbito madrileño, y dado que muchas de sus obras las edita Gucifrrez en Madrid, inceresa C. Pfrez Pas-
tor: Bibliografl11 Nu1drileiia o Desrripción tÚ las obraJ imJWtllls m M11drid (Sig/JJ XVI). Madrid, 1891; 81blio-
grll{Ú1 Madrtltila o DtsrriP<ión tÚ laJ obr111 improa1 m Madrid, P11rt1 Seg11nda ( 1601 111 1620), Madrid, 1906;
Bibliograf/11 Madrileña o Deirripci6n tÚ lllJ obras impresas m Madrid, Parte Ttrnra (1621al1625), Madrid,
L907. Por lo mismo, pero ahora en relación con Salamanca, es de gr.m interés L. Ruiz Fidalgo, La imprenta
m Salamanra (1501-1600), Madrid, 1994, en donde observumos que las dos primeras obras del autor: Rt-
pttition11m alltga1ion11""111t <ommmtariim1 y TranalltS tk i11ramtnto ronji""11ltono son del periodo placentino y
llevan las fechas de 1570 y 1574 (vol. JI, pp. 683-684 y 774-775, respectivamentt'). También, y a pesar de
las deficiencias, no deja de ser útil. sobre codo para las ediciones de fuera de España, A. Palau y Dulcer,
/11an1111/ dtl Lilwtro Hisp#11011rnai<J1no, VJ, G-H, Barcelona, 1953. Igualmente, y pese asimismo a sus caren-
cias, puede consultarse una obra en ciernes: Catálogo rolt1t1ivo tk obrllJ impresas m 101 siglos XVI 111 XVIII,
M.E.C., D.G.A.B., Sección 1, Siglo XVI, letra G, Madrid, 1974. En fin, no podemos olvidar las referen-
cias del único esrudioso de la obra del auror: García Sánchc2, «Juan Gutiérrez•, pp. 74-77.
21. A pesar de lo dicho, cambién urilizamos la edición de sus Oper11 Omnia de Ginebra, 1731, aun-
que sólo su vol. 1, por los preliminares, así como el vol. VI , el úlcimo, en razón de su magnífico índice ge·
ncral de materias.
rada, y luego en el cuerpo del texto se engloba como un todo el libro III-IV, que
en realidad es el III. En segundo lugar incluye Practicar111n Quaestionum Civilium.
Super Libro Sexto et Septimo Secundae Partís et aliis legib11s praecedentibus Librorum, No-
vae Collectionis Regiae Hispaniae. Liber N. In quibus LXXIII Quaestiones admodttm uti-
les in praxi continentur, que ahora sí es el libro IV.
En el tercer volumen encontramos esce equívoco rótulo: Canonicarum Questio-
num, utriusque fori, tam exterioris quam interioris animae. Libri duo. Cum eiusdem Repeti-
tionum, Allegationttm, et Consilior11m. Volumine Uno. In q11ib11s m11/tae q11aestiones in praxi
admodum utiles continentur. Equívoco porque sólo se hallan en este volumen los dos
primeros libros de sus cuestiones canónicas y no las repeticiones, alegaciones y con-
sultas. Las cuestiones canónicas tienen su continuación en el volumen cuarto, que
es más monográfico: Canonicarum Q11estion11m 11triusque fori, tam exterioris quam inte-
rioriJ animae. Liber Tertius. Qtli totus circa sponsalia de futuro et matrimonia versatur22.
El quinto volumen, misceláneo, se cicula: Repetitiones Sex, et A/tegationes lllris,
sive Consilia plura, a lo que se añaden escas palabras, signo de su reelaboración y re-
edición: post secundam editionem hispanicam iam prima in Germania edita, recognita et
auctore reddita, que no son Las únicas precisiones, pues se recogen otras: Omnium iu-
riJ cons11/tor11m, tam Theoricorum quam Practicorum commodo, et bomno prostant23. El vo-
lumen sexro es un tratado: Tractatus tripartitus. De iuramento confirmatorio, et aliis in
Jure variis resolutionibus24. También contiene un tratado el séptimo: Practicarum
Quaestionum circa Leges Regias Hispaniae Secundae Partís Novae Co/tectionis Regiae.
Tractatus de Gabe//is25. Por fin, el octavo es un nuevo tratado: Tractat11s nov11s. De
Tute/is et Curis minorum, deque officio et obligatione Tutor11m et Curatorum, ipsor11mq11e
mercede26. Al margen de la edición de Amberes de 1618 sólo quedó una obra pós-
tuma: Praxis Crimina/is Civilis et Canonica in Libr11m octavum novae Recopilationis Re-
giae, sive, Practicarum Quaestionum Criminatium, Tra.ctatio nova. Omnibus iurisconsultis
t11m in Scholis versantibus apprime utilis et nece.ssaria27.
22. Tan monográfico es que la paginación viene encabezada por esre r6culo: Tractt:ttus ~matrimonio.
23. Pero campoco son las únicas adven:encias que debemos hacer en relación con este volumen, ya
que aparece como obr:a separ:ada, no obstante el cículo incial, su Consiliorum si11t rtsponsorurn volumen unu111,
con esca adición: In quo mu!tt:tt, aequat gravissimae Quae.rriones in praxi pasim obviat, non accurate min11s, q11am
solide disso/v11ntur. Onmia nunc demo hoc postrema editione recognita. necnon imegris d11odecim ComiliiJ loc11ple1ata.
La edición separada está justificada, porque originariamente eran dos libros distintos.
24. A. lo que sigue esca leyenda: Universam mattriam, satis amplam 11 difmsan quidam, nunquam tamm
ita rongt.rtam, arta quadam mt1hodo, miro ordim rontexem. Omnibus iurisronsultis, tum in foro. tum in Scholis Vtr-
J4ntihUJ apprinu uti/is ti neassariUJ.
25. A. lo que sigue la conocida recomendación: Universam mattriam, satis amp/am ti diffUJam quidnn,
nunq11am lamm ita (Qngestam. certa quaáam ffUtho<ÍfJ, miro ordint (()JlftxnlJ. Omnibus lurisronsultiJ, tum in foro, lum
in Scholis VtrSantibus appriTM urilis ti m«tsarius.
26. Que no deja de recoger tampoco la consabida coletilla: Universam materiam, satis amp/am ti dif-
fUJam quidnn, num¡uam tamm ita ronge.rtam. Omnibus lurisconsultis, tum in foro. tum in Srholis versantibus apprin~
urili1 ti neassarius.
27. En esca ocasión seguiré la edición de Lyón de 1660.
28. Quico sí se enf~ca de funna directa con el método fue un coetáneo suyo, Gttgorio L6prz Ma-
dera, en Íllvor de pcl'lUl'aS rrnovadoras, aunque luego se quede m una vía media e~ d - illJiau y d
humanismo. A ace aucor le he dedicado un pequeño atudio: •U doctrina sobre el poder del ptincipe m
Grrgorio Lópcz Madera•, a aparecer en H-je ,J Prfl/t1iw F.-llMiS<'O TMllÚ y V,Jiatú, AHDE, 67 (1997).
29. C•#(}"ic'r11., Q11«11i..... Libri D1111, en su ¡wcliminar A.ti /Kt.,_.
3-0. Y las autoridades del momento alaban tlll actirud, según se ~ja en aprob.ciones de su obra.
En panicular, y respecto de sus Ca~_..,,,, Q111UJtio,,11m. Lib. 111, en la aprobación dd obispo de Ciudad
Rodrigo se dice que •por ser materia qw: canto se pcact ica será de mucha utilidad y provecho•. El Con-
sejo Real , por su parce, en la aprobación de la m isma obra. tras ponderar lo admirable de la muma, la ca-
lifica de necesaria para los tribunales cclcsiúcic~.
posiciones contradictorias en corno a los mismos, por una de las cuales debe comar
partido en derecho el jurisperito, de acuerdo con la dialéctica escolástica31 . E in-
cluso los tractatus tienen vocación práctica, en buena medida están destinados a
ilustrar a jueces y abogados sobre una materia determinada, que tiene su origen en
casos concretos, en no pocos de los cuales Gutiérrez ha intervenido como abogado
o consulente. En fin, que en la obra del autor está muy presente una orientación
práctica se constata por los propios títulos de sus libros, varios de ellos rotulados
practicarum quaestionum, además de los subtítulos de casi todos, donde se advierte
cuán útiles son para la práctica. Y si de las portadas de los escritos pasamos a su
interior, comprobaremos las frecuentes alusiones del autor a lo que acontecía en las
Chancillerías, los Consejos, la Curia o la Roca Romana, cuyas sentencias y decisio-
nes son objeto de comentario32.
Su método, en consecuencia, era inductivo y casuístico, a partir de supuestos
de la práctica, aun en los tractat111. Esto es propio de la corriente doctrinal donde
él se inscribe, como propio del mo1 italicus tardío era el recurso escolástico a las ci-
tas de autoridad y a la communis opinio en el curso de las argumentaciones. Los li-
bros de Juan Gutiérrez son en este punto extraordinariamente generosos, pues en
ellos encontramos referencias a multitud de juristas, castellanos y foráneos, casi
siempre de cultivadores del mo1 italicus, como también es ordinaria la alusión a la
común opinión33.
La ortodoxia católica de su doctrina, entonces conforme a Trenca, es otra ca-
racterística de su obra, común, por lo demás, a los juristas de su entorno, lejos de
cualquier veleidad o disputa en este ámbito, lo que de por sí ya podía coartar pre-
tensiones novedosas. El sometimiento a la autoridad de la iglesia aparece en explí-
citas confesiones suyas34, por si no fueran suficientes las aprobaciones de sus libros
31. El propio Juan Guriérrez cree conveniente justificar en las Ca11011icar11m Q11amion11m.Li/Jri duo,
en su advertencia Ad ltctorem, su preferencia por las q11at.1tifJnt1, género que había utili:iado en las Practica-
rum Q11aation11m Ci11ili11m después de los primeros comentarios sobre rtpetitionu, a/Jegationu y consilia. En
síntesis podemos decir que a él le convence el estilo de la disputación, de exponer en controversia lo ver-
dadero y lo falso, porque disputando se encuentra más fácilmente la verdad, al tiempo que tambíen con
mayor facilidad se pone al descubierto el talento del escritor, dado que del sabio es ordenar y no proceder
desordenada y confusamenre.
32. Tam importantes se juzgaban sus comentarios a la decisiones de la Rora Romana que, en la edi-
ción de sus obras completas efectuada en Ginebra en 1731, en su como XV, vol. VI, se publican unas Sa-
crat Romanae DedsiontJ novúsimat tt rtctntisJimat. Nullo in alío Libro 11sq11t nun imprtsSllt, relativas a supuestos
del sig lo XVIII, aunque los comenrarios se mantuvieran dentro del espíritu doctrinal de Juan Gutiérrez.
33. Aunque el autor muestra su preferencia en algun momenro por unos juriscas determinados. Me
refiero a su mencionada advertencia lid l«tortm, de sus Canonicarum Q11aution11m. Libri 0110, donde pone
como ejemplos del estilo de disputa que propugna, por una parre a Accursio, el Specularor, Juan Andrés,
Bártolo, Angelo, Jas6n y Felines, y de otra- de nuestros cohispanos, según dice- a Rodrigo Suárez, Grego-
rio López, Covarrubias, Antonio Gómez, Pedro Peralta, Amonio de Padilla y Luis de Malina.
34 . Salvo censura de la Sanca Madre Iglesia, y de la Sede Apostólica, a la que en codo me sujeto, o
no obstante esto, y salvada la censura y corrección de la Iglesia, a la que me somero, son frases que encon-
tramos, por ejemplo, en sus Cantmicarum Q11aestion11m, Lib. 111, cap. 74, núm. 10, 19 y 32.
35. Por recu rrir de nuevo a sus Ca11011icar11111 Questiommi, Lib. III, véanse las aprobaciones que de la
obra hacen en 1616 el obispo de Ciudad Rodrigo y el Consejo Real, y en particular los juicios de éscos so-
bre la adecuación de la obra a la Fe, los Sagrados Cánones y la doccrina moral. Pero lo mismo sucede en las
edjciones de sus obras complecas, en Amberes, Lyón o Ginebra.
36. Y su Tractat11s nov11s. De t11telis et mris minor11111, según el mismo <lice en una advertencia al lec-
cor, versa sobre las leyes regias del cit. 16 de la Parrida 6.
37. Pra<ticarum Quaes1ion11m, Lib. 1, Quaesc. 88, n.1. Pero de forma semejanre: Cuando cenemos de-
cerminación del escaruco no se ha de investigar más allá , o es inane la disputación cu.ando cenemos decer-
minación del estacuto, según se recoge en Prar1icar11m Q11aestio1111111, Lib. 111 .ec IV, Quaest. 17, n. 40.
38. He aquí algunos de estos pronunciamientos: El derecho regio es común en escos reinos, de
donde falcando el derecho canónico en el foro eclesiástico se ha de acudir al derecho regio, puesto que es
derecho común en esros reinos, y no el derecho civil de los romanos, con citas concordames de Palacios Ru-
bios, Salredo, Diego Pérez y Marcínez de Olano (Practirar11m Q11aestionum, Lib. IV, Quaesc. 29, n.3); Fal-
cando el derecho regio, que es común en escos reinos, se ha de acudir más bien al derecho canónico que a l
civil de los emperadores o de los jurisconsultos. Palacios Rubios lo prueba porque el derecho canónico es
inherence al derecho divino, pero el derecho de los emperadores no está vigence en codos los lugares, y prin-
cipalmente en la Corre regia, donde el derecho civil no se alega como autoridad sino sólo como razón, y
prueba que faltando el derecho común las leyes no rechazan imicar a los sagrados cánones (Practicar11m Q11a-
estion11m, Lib. IV, Quaesc. 67, n. 3); En España las leyes de los emperadores romanos no cienen fuerza de
leyes, a no ser en cuanto se apoyan en la razón nacural (Ca11onicar11m Q1111estio11um, Lib. HI, cap. 108, núm.
11-12); Falcando el derecho canónico se ha de recurrir a1 derecho común c.ivil, y en nuestro reinos al de-
recho regio, que es derecho común enrre nosotros, no sin embargo a l d erecho civil antiguo de los romanos;
aquel derecho regio cota!meme en las decisiones de las causas falcando el derecho canónico se ha de obser-
var, como bien prueba Diego Pérez (Canoni(l:lrum Q11aation11m, Lib. IU, cap. 9L, n. 17); Falcando el dere-
cho regio se ha de acudir más bien al derecho canónico que al imperial. Los derechos recopilados por los
tinuar la postura mantenida por diversos juristas castellanos, comenzando por Pa-
lacios Rubios, aunque tal posición escaba lejos de ser unánime39, aparte del valor
en sí de los dichos de sabios, de los aforismos y sentencias, que con valor de cópi-
cos o de axiomas consticuían un elemento fundamental en la argumentación esco-
lástica y desde luego fue un recurso muy utilizado por Guciérrez.
Las características descritas, más bien restrictivas, no son sin embargo sinóni-
mas de falta de originalidad y calidad intelectual. Cometeríamos un grave error si
así pensásemos. Juan Gut iérrez tiene una notoria personalidad y es capaz de soste-
ner sus tesis frente a los juristas más afamados, se llamen éstos Martín de Azpil-
cueta, Decio, Covarrubias o Menochio4o. Esto sucede a pesar de alguna declaración
de humildad, que podemos considerar como coherente táctica de estudioso, sabe-
dor de que sus escritos serían sometidos a crítica ciéncifica, e incluso política, si
atañían al poder del príncipe4 •. Otros testimonios lo confirman42.
Por otra parce, la finalidad práctica de sus escritos no está reñida con la cali-
dad y el rigor en el tratamiento de los problemas. Su argumentación es poderosa,
domina muy bien las cécoicas de la lógica escoláscica y es un jurista muy culto, cita
con la misma solvencia a civilistas y a canonistas, a españoles y a foráneos. Al mar-
gen de que si sus obras están d estinadas a ser úciles para el mundo del foro, no por
eso dejan de ser recomendadas para los estudiosos, para los teóricos y escolares, se-
emperadores romanos no se coosideNn entre nosotros como derechos sino como dichos de sabios, pero pue-
den aleg~ y seguirse en juicio en cuanto se aprehenden por la ru.ón y confirman el derecho regio ( De
i1mrmm10 mifinnatwio, P•m 1, cap. 73, n. 2 y Pan. 3, cap . 14, n . 5 y cap. 17. n. 8).
39. El propio J uan Guci~rrez se hace eco en algún pasaje de ocras accicudcs más maciudas, te6ricas
y prácticas. En efecto, si es verdad que el aucor d ice que en España las leyes de los emperadores romanos
no esrán vigentes, a no ser en cuanto reflejan la razón nacural, luego señala que de o rdinario no cienen
fueria de leyes. Más aún, advierte que ese enunciado general fallaría desde el momento en que por cos-
cumbre de este reino eran recibidas como leyes, según ocurrfa cada día en la práctica en los tribunales re-
gios, en los cuales se alegaban como leyes y los jueces dictaban sentencia conforme a ellas c~ndo expresa-
mente decidi:fo un caso y no había derecho regio en contrario, por lo que no corregían el derecho regio. De
ello ampliamente trataban, concluye, Burgos ck Paz, Pinel, Cifuences, Antonio Góma, Molina el ce61ogo,
Tomás Sánchez y Diego Pérez. Esce pasaje lo contemplamos en Canonirar111tr Quamionxm, Lib. 111, cap. 108,
núm. 11y12.
40. Como ocurre en Canonirar11m Q11aes1ion11m, Lib. 11, cap. 15, núm. 49-50.
4 1. He aquí el inicio del cexco, en su liceralidad latina: Ego proftno minim111 srripuwum sub «nsura me-
li11J ar r-«1i111 m 11itnti11m. mm vidtam difflrilim11m i11dirart, qua/is/11tm in1t111io Prinripis in gratia ab to ronassa.
Era una materia verdaderamente de entidad, según confiesa también : HaK 11n11. qllAt in 111bsta111ia pro 111ra-
q11at partt in bar dif/id/1 ti sumnu nt«rJaria Ca11onira Q11aettiont srripta invtnio. Y no exageraba la importan-
cia del asunto, he aquí su enunciado: Dt falsitalt, 111/mptiom ti obrrptiont r1111.s11tt jiMliJ a impulsfrat in prni-
bm Prinripi /a<lis rommisa du¡ut vtritau in tisdmr tarita. Puede verse en Canonirarum Q11au1ion11m, Lib. 11, cap.
15, enunciado y o. 4 1.
42. VéaR si no como él mismo aprecia su obra, según observamos en la advertencia al leccor de
su Tracta/111 nov11s. De 11111/is tt <11ril minor11m. En ella cuenca la motivación del escrito, lo ha llevado a
cabo porque se lo ha pedido una persona muy amiga, así como el trabajo que le ha conado, más de
cinco años, pero cambién su valor profesional: lo considera muy útil para codos los esrudiosos y peri-
cos de derecho.
gún se dice en las mismas porradas de los libros43 y según también afirma el pro-
pio autor44. El casuismo y el mécodo inductivo, típicos del mos italícUI, no le im-
piden hacer formu laciones doctrinales y recrearse en el análisis de las distintas po-
siciones, en realidad en cada cuestión que se plantea.
Además, ese sentido práctico, esa atención a los casos debatidos en los tribu-
nales, no significa tampoco alejamiento de las fuentes clásicas del derecho. J uan
Guciérrez había gozado de una solvente formación académica en Salamanca, y en
esca Universidad, como método de estudio, se utilizaban directamente las fuentes,
de la compilación de J ustiniano y de la canoníscica clásica, además de las leyes re-
gias. Del conocimiento de estas fuentes dan testimonio todos sus libros, y parti-
cularmente las Repetitiones, género escolástico que se desarrollaba tomando como
cabecera de la repetitio una ley romana o un texto canónico, en torno a los cuales gi-
raba el comentario del aucor.
En fin, y para acabar estos apuntes sobre los caracteres de la obra del doctor
Gutiérrez, cabe preguntarse por la influencia del humanismo jurídico en él. En mi
opinión, no es muy grande, a pesar de que cite a Akiato, Charles du Moulin, Arias
Pinel, o Covarrubias, y pese también a la directa utilización de las fuentes clásicas
del derecho. Sus preocupaciones no son de orden filológico, histórico o de método,
sino que, de modo distinto, están volcadas fundamentalmente hacia la práctica45.
Las características reseñadas con anterioridad inclinan a considerar al canónigo de
Ciudad Rodrigo como un buen exponente del mos italicus tardío, a semejanza de
otros muchos que habían estudiado en las Facultades de Leyes y Cánones de la U ni-
versidad de Salamanca, donde ciertamente no habían dejado de conocerse las ten-
dencias humanistas46.
43. Remíto al leccor a la relací6n que anres hicímos de sus obras, y en pa.rtícular a (05 subtítulos de
sus Rtptti1iones ti A.lltga1i~nes, así como de su Praxis Crimi11t1/i1.
44. En concreco, en la advertencia a1 lector de su Tractalm tÚ 1111JiJ ti '14rÍJ minonnn, mencíonada en
nora 42.
45. Que escas no sean las preocupaciones que priman en Guríérrez no quiere decir que en algún m<>-
menco el aucor no recurra a la historia para confirmar sus tesis, como sucede en su Dt GabtlliJ, Quaest. 2,
núm. 4-11, o que no haga cierras referencias de orden metodológico, como descubrimos en algunas adver-
tencias Ad lectorem.
46. Más cercano a1 humanismo jur(dico sitúa García Sánchez al canónigo mirobrigense: •Juan Gu-
tiérrez,., pp. 83-99.
quiera descubrimos en sus libros una cuestión o capítulo cuyo rótulo esté desti-
nado a exponer deliberadamente su opinión acerca de la soberanía y el poder abso-
luto del príncipe, entendiendo por príncipe el emperador, el papa o el rey. Eso no
significa, como ya anticipamos en la introducción, q ue el placentino no aborde el
poder del príncipe, ya que sí lo hace, de forma continuada, además, al hilo de sus
comeocarios sobre distintos supuestos surgidos en la práctica, o en codo caso de va-
lor pa.ra la práctica, las más de las veces referidos a gracias, dispensas y privilegios.
¿ Eri qué terminos concibe Guciérrez el poder del príncipe? El autor se mani-
fiesta de forma encontrada al respecto, bien de acuerdo con la dialéctica escolástica,
pues si por una pane exalta la potestad del príncipe, no es menos cierto que por
otro lado insiste en sus límites. Así no es raro que en el estudio de una cuestión dé
a conocer primero los argumentos favorables al poder del príncipe y a continuación
los que lo restringen47. Por lo mismo nos encontramos con afi rmaciones aparence-
mente contradictorias, como son l~ de afirmar que el rey, o el papa, disponen de
plenitud de potestad48, o que de su potestad no se puede dudar49, pero también,
con formulación bien distinta, que la plenitud de potestad se dice odiosa50, o que
el rey o el papa no pueden usar libremente de su plenitud de potestad en deter-
minados supuestos y condiciones5• . No es infrecuente tampoco que declaraciones
que aseveran el g ran poder del príncipe sean matizadas a renglón seguido5 2 • Aun-
que algunas veces se muestra receloso el autor a la hora de postular límites al po-
der regio, o del papa, como si no se atreviera a pronunciarse en contra de la pree-
47. Como se observa en Ctmonirar11m Q1tau1ion11m, Lib. III, cap: 74, o en De GabtlliJ, Quaest. 92.
48. Algunas referencias can s6lo, y muy laudatorias de la pocesrad del príncipe: para el rey, Prarti-
rantm QlilllSti11n11m , Lib. IV, Quaesc.7, n. 17; pata el papa, Canoniran1111 Q114ation11111, Lib. 111, cap. 74, núm.
6 y 7.
49. Praairarum Qlilllltionum, Lib. IV, Quaest. 7, n. 17. En el índice, aun con el mismo sentido, tiene
expresión distinta: Potesta1 PrinripiJ in dubi11m rn;oranda non u1.
50. Canonirarum QMatJtionum, Lib. 1, cap. 2, n. 8 . Y antes, en o. 6, nos había recordado que en la
duda no se presume que el príncipe usa de la plenitud de potestad. En ambos casos coa apoyo de distintos
juristas.
51 . Así en Pranúarum QuatStionum, Lib. IV, Quaest. 11, n . 12, o en Rtpttitiona Sa, Rep. L. Nemo
Potcsr, núm. 81-83. En la primera cica se traca de que sin causa pública, aunque sea de plenitud de po-
testad, de ningún modo puede el príncipe derogar el derecho de los llamados a la sucesión, con referencias
en este sentido a Paolo di Castro, Covarrubias, Menchaca, Burgos de P:u, Mol ina, Simancas, Antonio G6-
mez, Sarmiento y Pclkz. En la segunda, en un orden de marerias semejante, ahora con alusión a Covarru-
biu, se dice que sin causa no puede el príncipe de plenitud de potestad qui car a los hombres la facultad de
tes car.
52. Como ocurre con el valor de la chiusula non "'11111n11, que sólo puede utilizar el príncipe. Ea Re-
pttili- Sex, Rep. L. Nemo Potest, núm. 157-178. También lo descubrimos en Otro pasaje, pues después
de la afirmación de que a las palabras y dcclarac16n del sumo pontífice plena fe se les ha de dar cuancas ve-
ces su gracia e intención se funda sobrt aqu~llas, lo que es extensivo al emperador o rey que no reconoce
superior, añadir.{ los Hmites. Y 6tos son que no procede lo dicho cuando se trata de grave perjuicio de otro.
En Praai<arum Quautionum, Lib. IV, Quacst. 11, núm. 19-2 l .
minencia del príncipe53. Aparte de que siempre parece encontrar una justificación,
una causa, que deje a salvo la potestad del príncipe54.
El príncipe no lo puede todo, en cualquier caso. Los propios índices de sus li-
bros lo reflejan. Si examinamos algunas de sus voces, así las de papa, princeps o rex,
comprobaremos cómo están redactadas en términos de qué puede y qué no puede
hacer el príncipe55. Según era habicual en los libros de otros juristas, por lo demás,
que en esto tampoco supone novedad.
Pero Gutiérrez precisa algo más, porque nos djce que la validez de los privile-
gios del príncipe, como de cualquier otro acto, se mide por dos elementos, volun-
tad y potestad56. O expresado por él de otro modo: tanto se extiende la voluntad
del príncipe cuanto su potestad tiene lugar57 • En suma, el rey, o el papa, no pue-
den hacer todo lo que quieren, ni todo lo deben de querer58.
Si la validez de los actos del príncipe depende de la voluntad y potestad, de
aquí se explica que el autor estudie, y lo hace con alguna sistemática y compleji-
dad, los vicios de voluntad del príncipe, que impiden el debido conocimiento de
causa y pueden originar la nulidad de los rescriptos. Los vicios de voluntad deri-
van sobre todo de las preces de los demandantes, mediando obrepción y subrep-
ción, a pesar de las cláusulas recogidas en las concesiones, a al menos presumidas.
La cláusula presumida es la de si preces veritate nitantur, mientras las que suelen ex-
53. Me limitaré a dos supuestos. Lo dicho ocurre, por ejemplo, en una cuestión relativa al modo
como debe encenderse la facultad regia de conceder a caballeros armados inmunidad, Libertad y exención
de contribuciones y moneda forera, y más en particular, al hacer referencia a una opinión de Soco en rela-
ción a la venta de honras por parce del rey, que al entender del teólogo debería tener dos condiciones: que
no llevara aparejada función de justicia y que no fuera en perjuicio de otro. Pero él, habla Guciérrez de sí
mismo, no sabe si esto en la práctica se admite, como por elJo se ve derogar la libre potestad concedida al
rey por el derecho. En Prafticarum QuaeJtionum, Lib. IV, Quaesc. l, n. 11. El segundo caso, de más clara eva-
sión, lo como de una imporcante cuestión, acere.a de si el papa puede dispensar i11 radice el matrimonio írrito
contraído, de modo que la dispensación se retrotraiga y se legitime a la prole anees habida en cuanto a lo
temporal y lo espiritual. En esca ocasión, por coda respuesta dice Guciérrez que de esto erara ampliamente
Tomás Sánchez y que a él se puede acudir cuantas veces fuera preciso. Se encuentra en Canonicarum Quaes-
tio1111m, Lib. III, cap. 74, n. 33.
54. Valga como prueba esca afirmación: La legitimación de los hijos o La dispensa del papa no se ha
de entender en perjuicio de tercero, ni de los sucesores, a no ser que expresamente es ro lo dispusiera el prín-
cipe de plenitud de potestad. Se recoge en Canoniramm Quaestio111m1, Lib. IJI, Quaesc. 74, núm. 26 y 32-
35. Pero rambién vale esta orca: El príncipe no puede quitar aquellas cosas que son de derecho de gentes a
no ser con causa legítima. Lo expone en RepetitioneJ Sex, Repet. L. Nemo Pocesr, n. 71. Véanse rambién al
respecto los supuestos citados en nota 51 .
55. Para su comprobación véanse las citadas voces en el índice de cosas y materias de la edición en
Ginebra de su Opera 011111ia, vol VI, c. XVI. Pero lo mismo ocurre en los índices de sus obras particulares.
56. Practicamm Quaestion11m, Lib. IV, Quaesc. 33, n. 4.
57. Practicarum Quamio1111111, Lib. IV, Quaest. 7, n. 17.
58. Así, en defensa del macrimonio, dirá Gutiérrez que aunque la dispensa acerca de los impedi-
mentos del matrimonio depende de la voluntad del príncipe, puesto que se traca de una cosa graciosa, se
ha de presumir sin embargo difícil e imposible, por mucho también que suele acostumbrarse a conceder
por el papa, parcicularmence en terce ro y cuarto grado de consanguinidad y afinidad. En Canonicarum Qua-
eJtionum, Lib. II, cap. 15, núm. 108-109.
presarse como signo de la voluntad del príncipe son las de motu proprio y ex cerra
scientia. Por otro lado, dentro de este mismo orden de cosas, ha de preguncarse Gu-
ciérrez en la concesión de las gracias si éstas se perfeccionan por la mera voluntad
del príncipe o si, por el contrario, es precisa la escritura y otros requisitos de forma.
De lo dicho, igualmente se enciende que se detenga el doccor Guciérrez en la
potestad o poder del príncipe, bien que de forma dispersa y casuística, a lo largo
de sus distintas obras, como vamos a comprobar proncamence. Del poder del prín-
cipe valora su condición de supremo, de no reconocer superior en su reino, de la
que emanan sus facultades de jurisdicción, de dar leyes y de otorgar gracias y dis-
pensas. También aprecia el autor la plenitud de potestad del príncipe, en virtud de
la cual el príncipe estaría desligado del derecho positivo, ya que no de los derechos
divino, natural y de gentes, que escapan a su control. Escas últimas distinciones
vienen provocadas por la defensa de los derechos de terceros, de los derechos ad-
quiridos, o de los privilegios, a decir verdad, sobre los que se sustenta la sociedad
señorial y que por consiguiente constituyen los auténticos límites para la actividad
del príncipe. En defensa de estos mismos derechos también se emplea como obs-
táculo al libre ejercicio del poder regio la doctrina de la causa, de la causa pública
y legítima. No obstante, en el supuesto de la causa no deja de ucilizarse su doc-
trina como escapatoria para el propio poder del príncipe, ya que por urgente nece-
sidad, o por causa pública o común, el príncipe puede actuar incluso contra el de-
recho natural y de gentes e interpretar el derecho divino.
59. De nuevo me remito a Gregorio L6~t Madera, en quien se observan influencias de Boclin al
respecco. Cicé al jurisca madrileño en noca 28.
60. Para un estudio más amplio sobre el pensamiento de los juriscas castellanos sobre el poder del
príncipe, puede verse mi crabajo: · El absolutismo regio en Cascilla durante el siglo XVI .. , !tu Fugir, 5,
1996.
61. En dos pasajes sucesivos, ambos en castellano: «Quando se perdio Espanna y la ocuparon los
Moros, que como hemos dicho fue en el an. 714, hallose la provincia de Vi:zcaya libre, soberana y sin Sen-
nor»; «Y en este mesmo anno( 850, cuando los vizcaínos habrían derrotado a Ordoño, hijo del rey Alfonso)
los Vizcaynos levantaron por su Sennor, o caudillo a don Zuria nieto del rey de Escocia, y le dieron ciculo
de sennor no absoluto ni soberano, sino con c iertas capitulaciones y condici.ones... En Praaicarum Quaestio-
num, Lib. IIJ y IV, Quaest. 17, núm. 23 y 25 respectivamente.
62. En su discurso habla de la nación vizcaína, situada en el centro de otras eres muy nobles, leales
y muy fuerces naciones, como son las de los Montañeses de Castilla la Vieja, Alaveses y Guipuzcoanos, en
Praaicarum Quaestionum, Lib. 111 y IV, Quaest. 17, núm. 36 y 37, y anees, nu. 14 y 15, siguiendo a Este-
ban de Gacibay, en su obra Compendio Historial de España, referirá que Cantabria es provincia septen-
crional de España, en la que a su vez hay diversas provincias, cuatro las más notables: Guipúzcoa, Vizcaya,
Alava y la Moncaña. Por otro lado, dencro de la misma cuestión, núm. 26-34, pero romándolo ahora de
Andrés Poza, de su libelo sobre el antiguo lenguaje de España, señala las capitulaciones y condiciones, hasta
el número de diez, con las cuales los vizcaínos se adhiriernn a Castilla. Este punto era vital en su dictamen
para la defensa de la nobleza originaria de los vizcaínos, no adquitida por privilegio gracioso del rey, ya que
si hubiera sido así quedaba somecida a revocación regia.
63. Que luego perdería su soberanía al adherirse voluncariamence a Castilla. Desde luego, el respeto
por parce de los reyes de Castilla de las condiciones con que los vizcaínos los acepcaron por señores , y que
continuaba con el rey Felipe 11, que al decir del autor los tenía «muy honrados y regalados y favorecidos•..,
no iba en menoscabo del poder regio, según cabe deducir de las palabras de Juan Guciérrez inmediatas a
la descripción de las diez capitulaciones. En ellas aparece el tópico imperial, en sus cierras ni can sólo un
punto pierde de vista al sol, y se recogen unos versos en extremo laudatorios para el rey, que comienzan
así: 11.d Philippum semndum, attatum ac sae;-11ltn'1Jm Regum maximum. En Praaic-arum Q11aestion11m, Lib. lli y IV,
Quaesc. 17, n. 35.
64. Practicarum Quaestionum, Lib. III y IV, Quaesc. 16, n. 90.
65. .-Sólo el príncipe supremo puede dar plena y universal nobleza-, «sólo e l príncipe soberano
puede dar la plena, cumplida y universal nobleza,,, dice en casrellano, en un libro escrito en latín. Puede
verse en Practicamm Quaestionum, Lib. III et IV, Quaesc. 16, n. 110.
66. Canonicarum Quamionum, Lib. II, Quaesc. 27, n. l.
tará que el príncipe supremo de plenitud de potestad puede legitimar a las hi-
jos naturales, espurios, incestuosos y adulterinos para suceder en feidecomisos y
feudos con exdusi6n de los sustitutos, aunque para esto se requiere expresa in-
cención del papa, único que puede hacerlo, dado que en la duda no se presume
que en las concesiones graciosas se quiera perjudicar a un terccro67. Lo mismo
parece sugerir otro aserto de Gutiérrez, que es supremo el rey y en virtud de su
plenitud de potestad puede conceder la gracia de la segunda suplicación; sin
abandonar la g racia pero adentrándose ahora en el ámbito de la superior juris-
dicción68. No es distinto en otro supuesto, donde se mezclan en el príncipe fun-
ciones de justicia y de legislador. Se traca en particular de hacec curador de bie-
nes a un aduleo contra su voluntad por parte del príncipe. Según la doctrina del
autor, no se puede dar curador de bienes en contra de la voluntad de éste, a no
ser de mandato y precepto especial del príncipe supremo, al cual codos los súb-
ditos están obligados a obedecer. Aunque sí le cabe al mandado tutor dirigirse
al príncipe para que lo exonere, ya que el príncipe que es vigor de la justicia, y
la misma justicia, y ley animada, no soporta que se le cargue por encima de sus
fuerzas, concluye Juan Gutiérrez69.
De la condición suprema del rey hablará en otras ocasiones. Sin apartatse del
cerceno de la justicia, dirá el aucor que la jurisdicción suprema del rey de hacer jus-
ticia eo defecto de otros sefiores, la mayoría de justicia, no puede prescribir70. Con-
tinúa en la misma línea cuando recoge la afirmación de que la suprema jurisdic-
ción y lo que afecta a la regia dignidad se enciende exceptuado en lannajenaciones
que haga el rey de alguna ciudad o forcaleza7•. No abandona este campo la admo-
nición de que el príncipe de ningún modo puede conceder su suprema jurisdicción
ni donar las llaves del imperio o reino, ni desentrañar el corazón del imperio, pues
entonces sería homicida de su dignidad72.
Pero quizá se muestre más enérgico en defensa de la supremacía regia a la hora
de negar a los súbditos capacidad de interpretar las leyes, con motivo de las leyes
de tasas de granos, momento en que vemos reiterada la palabra legislador con re-
ferencia al príncipe. En opinión de Gutiérrez, sólo corresponde interpretar a quie n
pertenece dar las leyes y no a los súbditos de las mismas. El súbdito no puede in-
terpretar las leyes ni la voluntad del legislador, ¡ino que debe observar las palabras
de la ley, especialmente porque el príncipe, consultado sobre ello, suele proveer de
73. Pracricarum Q11an1ion11m, Lib. IV, Quaesc. 61, núm. 14-18 y 23.
74. Practicamm Quaes1ion11m, Lib. IV, Quaest. 7, núm. 22.
vilegios que los han concedido como verdaderos proceccores de ella 7 ~. Pero hay más
ejemplos de este uso como título de la dignidad regia76.
Aún queda ocro empleo del nombre de majestad, que es el relacionado con la
especial procecci6n procesal de que gozan la persona del príncipe y sus actos. Me
refiero al crimen de lesa majestad, de vieja raigambre romanista. He aquí sus for-
mulaciones en Guciérrez, manifestadas en materia de salvaguardas y salvoconduc-
tos concedidos por el rey, que sólo puede otorgar él: El que infringe la tregua es
alevoso y cae en pena de lesa mejescad; comete crimen de lesa majestad el que
ofende al que tiene seguridad del emperador, papa o príncipe que no reconoce su-
perior; si la ofensa es en desdoro del príncipe y se hace con ánimo de injuriarlo, en
esce caso incurre en pena de lesa majescad77.
Pero si codas escas denominaciones, de soberano, supremo y m ejescad, como
expresiones de la soberanía del príncipe, de su independecencia y superioridad, es-
taban ya consolidadas en la doctrina, no menos clásica es otra representación, he-
redera de los glosadores y comentaristas medievales, y ya bien asentada en la obra
arribuida a Alfonso X . Se traca de la equiparación entre la persona del rey y la del
emperador, de pleno reconocimiento en el canónigo civitatense. Esca equivalencia
no era superflua, precisamente, porque atribuía al rey la condición política de em-
perador, de no reconocer superior en su imperio, de la que se derivaban unos atri-
butos, las llamadas regalías. Aunque en Castilla más que con palabras de regalía se
expresaba con vocablos de señorío.
En efecto, según Guciérrez, los reyes tienen la misma potestad en el reino que
los emperadores en su imperio7s, que no reconocen superior79. Y, por descontado, el
rey de España se llama emperador80 y no reconoce superior en las cosas cemporalesª'·
75. Más aún, llega a afirmar con lnocencio que los príncipes tempora les no pueden proceder a la re-
vocación, porque la derogación o revocación máximamence redundaría en disminución de la libercad ecle-
siáscica. En dt Gakllis, Quaesc. 92, núm. 57-59.
76. Así: Esta información de derecho se dio por la Coogregaci6n de las Iglesias de Cascilla y Lron,
y de las islas a ellas adyacences, con su memorial a su Majesrad del rey don Felipe 11; o cambifo: de lo cual
se agravió el Es cado edesiistico anee su Magesrad; o de modo semejance: fue cambién en esca congregación
eclesiástica suplicado a la Real Majestad. En De Gakl/iJ, Quaesr. 92, núm. 6~-67.
77. Praxis <rimi11ali1, Quaesc. 112, núm. 7, 8 y 16. También habla del crimen de lesa majestad a
propósito de las diferencias exisrences encre los mayorazgos de tercio y quinto, consricuidos por autoridad
de las leyes, y los que se hacían por fuculrad regia, que exceden de ese valor. En estos últ imos, p roducién-
dose los supuestos de crimen de herejía, lesa majestad y concra natura, podían ser confiscados los bienes.
De ello erara en Prani<ar11m Q114tstion11m, Lib. 11, Quaesr. 66, núm. 2 y 3.
78. Prartirar11m Qll4tstionxm, Lib. IV, Q uaesc. t t , n. 17.
79. A las palabras y declaración del Sumo Ponrffice plena fe se le ha de dar, y esco cambién sucede
en el emperador o rey que no recon<>«n superior, dice en Prarticar11m QMat11ion11m, Lib. IV, Quaest. 11,
n. 19. También, con genérica alusión al príncipe o rey que no reconoce superior, váse Pramrar11m Q11aa-
1ionJ1t11, Lib. IV, Quaesr. 34, núm . l y 2.
80. Practirar11m Q11aation11m, Lib. IV, Quaesr. 11, n. 18.
81. A nuestro rey, que en las cosas temporales no reconoce superior, y así es legislador, pertenece
conceder las honras, privilegios y exenciones según su libre voluntad, en virtud de su plenitud de potes-
tad. Lo afirma en Prartirar11m Q11amion11m, Lib. IV, Quacst . 7, n. 17.
4. 3. Manifestaciones de la soberanía
Si antes dijimos que el"canónigo mirobrigense no se planteaba de forma ex-
presa el tema de la ;soberanía, otro ta~to debemos decir ahora de .sus manifestacio-
· ries, llamadas de 'órdinario reg'alías por la doccrina85. Gutiér:rez no cansagra un li-
bro o uo capítulo específico a describir cuáles eran las expresiones del . poder
soberano- o supremo- del príncipe, sino que será con ocasión de supuestos concre-
tos cuando se pronuncie en sus escritos sobre las regalías del príncipe. El problema
para eJ estudioso consiste en intentar exponer con alguna sistemática una materia
tratada por el autor de forma casuística, aunque las dificultades no eximen de la
tarea, cienamente.
A la hora de dar cuerfra de las facultades del príncipe, según la obra de Jtian
Gutiérrez, es preciso. comenzar por la de jurisdicción, entendida por el autor como
suprema, sin asomos de duda. Se debe em~zar por- ella porque es la fuente de toda ·
la potestad del príncipe, hasta el punto de que en la doctrina y en la práctica se
identificaban con frecuencia jurisdicción regia y'potesrad regia86. Aunque por ju-
risdicción también cabe entender otra· acepci6n más estricta., y progresivamente
más utilizada~ que es la que ahora paniculartnenre interesa, referida al·ejercicic» de
l~ justicia, de jueces y tribunales, por ·afectar a intereses contrapuesros ·de partes,
distinta de las actividades de gobierrto· y de la gracia. Sin embargo, y esto quizá
pueda sorprender, el jurista placentino no habla mucho 'de jutisdlcció.ñ, al colicra-
rio de lo que suc;ede con la ley, entre otras· c6SaS porque en·sus qutUitiones sobre la
Nueva Rei:opilación comentaba las leyes del reino, pero pr~babletnente también
por el valor que atribuía a la condición de legislador del príncipe87 .
En efecto, es poco lo que dice el doctor Gutiérrez de la ·furiSdi~ción regia, pero
a pesar de ello será contundente. En el autor' la jurisdjcción del príncipe aparece
caracterizada como suprema, inhereºncé ~i'ia'nro a l~ 'pote5tad reai, a Ia dignidad'
regiass, y como tal no puede ser objetó de prescÍpción89 .n'i de. enaj~nación?o.: Pe~
por lo inismo es superiot a la de los señores, de Q'ÍOdo que el. tey pu.ede' ejercer jus- .
86. El propio Gutiérrcz suscribirá este aserto: Stall/Ja. '11111/en al'i11riJdiaieniJ. En Canoniitm1m Qru-
estitmum, Lib. 11, cap. 4, n. 7. Pero que en sentido amplio hay identidad entre potestad y jurisdicci6n se ob:
serva en otra ile sus afirmaciones, referida en eSte caso al rey menoc de !!dad: Ra'mi11o'1 vert tituú"'' tYgni, ti
Regiam iuriuiictionm1 habtl, non tamm att11alem administrationt1fl, neque exn-riii11m i11riuliaio11is. En De tute/is ti
euris.• cap. 18, n. 6.
87. Es bien indicativo de lo dicho el índice de sus obras complecas de 17 31, pues mientras ·a la voz
iuriulietio no le dedica más que la página 174, a la voz /ex {e coñsagra las páginas 185 a ·200. ·
88. El príncipe, que es_vigor de la justicia, y la misma justicia; y' ley aniinada, no· soporta que se le
cargue por encima de las fuerzas del que es hecho ettrador coorra. su voluntad. por mandato especial del
príncipe, dirá en De tuJe/is ti C11ris, ~att. 1, cap. 19, n. ·16. J:>t.moclo semejante,~ con relaci6o a la de-
fensa de la nobleza en propiedad de los vizcaínos aborig~nes. apela· al rey Felipe II, de quien dice que no
consiente se haga ·a nad.ie agravio, y mucho mmos a una nobkr:a tan notoria y antigua como la dd Seño-
río de Vizcaya. En Practicarum Q1UWtionum, Lib: III y IV, Quust. l7, n. 310.
89. Iurisdiaio s11pmna Regís facimdi iustititiam, in lkftJC11111f a/iUrt1m d<Min<>r11111, Ó«.eJt '4 rtUIJOf''Í4, pra-
eicribi non poteit, escribe literalmente. En su apoyo acude a Nueva Recopilaci6n, ICY, l, t ít. 15. lib. 4, con l.a
apostilla de que cuando la ley lo dice no hay que dudar más. En Prwiuzn1111 Q111Wtion11m, Lib. l , Quaest.
88, n. l . Sin embargo, sí admite la prescripción inmemorial contra d príncipe de la jurisdicci6n civil y cri-
minal no suprema. Y respecto a si se necesita ¡»ra ello la ciencia- d conocimiento- del príncipe o de sus
oficiales, se inclina porque basca que lo supieran los oficiales del rey, pese a ~r este 61timo punto un tema
controvenido, según revelarían las opiniones encontradas de Covarrubias, Diego Pércz, Antonio de Padi-
lla, Juan Bautista de Villalobos, Ignacio de Salzedo, Avend.año y Palacios Rubios. En Practfr.rrum QutUJfio-
num, Lib. 1, Quaest. 85 y 86, o . 2.
90. Con expresas alusiones a la dignidad regia, en De Gabe/li1, Quust. 4, parriculannence núm. 2,
12 y 21. También, con referencia no sólo a la dignidad regia, sino al juramento regio de la tor002ción, De
iuranunto confirmat<wio, Part. 1, cap. 53, n. 7. No obstante, y en materia de enajenac.i6n de los derechos de
alcabalas y otros impuestos, Gutiérre:r: se pronuncia de ~rdo con Soto y con lo que su.c edía en la prác-
tica, en el sentido de que de ningún modo se puede rescringir a reyes y príncipes la potestad y faculrad que
cienen de derecho para conceder privilegios de impuestos en favor de particulares y universidades pot ra-
zón de méritos, servicios o precio, con justa causa. En sentido negativo se pronunciaban El Abad, Palacios
Rubios, Covarrubias, Menchaca y Azevedo. Puede verse en De GabtJJiJ, Qwestio 4, núm. 2, 4 y 22.
cicia en defecco de ellos, que es lo que se conocía como mayoría de justicia91• Por
lo m ismo, igualmente, en las cierras de los magnaces y señores podía apelarse al rey
y a la chancillería regia omisso medio, omitiendo la instancia del señor9 2 . En fin, la
misma valoración de suprema debe merecer el hecho de que el rey se reserve la po-
sibilidad de conceder una tercera instancia judicial en la Coree, la segunda supli-
cación93.
El rey es soberano, supremo, no reconoce superior, y como tal es el juez su-
premo en los reinos, pero también es supremo legislador. Las afirmaciones del au-
tor tampoco dejan lugar para la duda en esca oportunidad. En efecto, para Gutié-
rrez el rey tiene fundada intención para crear leyes94, es Legislador95. Más aún, es
ley viva o animada, de él depende el derecho positivo o humano, siguiendo los di-
chos de los juristas96.
No sólo el rey crea leyes, sino que por su condición de legislador las puede in-
terpretar, extender, limitar, corregir y abrogar97. La interpretación de las leyes es
atendida con detalle por el autor, que la hizo objeto de una quaestio específica, ade-
más de tratar de ella en otros instantes. La cuestión se refería a la interpretación de
las leyes de tasas de g ranos y vinculaba directamente la interpretación de las leyes
con la suprema potestad del príncipe, como ya hicimos ver en un momento ante-
rior. Si el súbdito cuviera facultad para interpretar las leyes se igualaría a la condi-
ción superior del príncipe, lo cual, ser inferior y superior a la vez, sería una mani-
fiesta contradicción, argumenta. En la duda lo único que cabe al súbdito es acudir
al rey, que es quien tiene poder para alterarla, mudarla e incerpretarla98,
La dispensa de las leyes es otra vertiente de la condición de legislador del prín-
cipe, y por ende de su poder soberano. Aunque en este caso, por su naturaleza de
d isposición contra ius, de relajamiento del derecho, es igualmente una manifesta-
ción del poder absoluto, o de la plenitud de potestad del príncipe, quien no estaba
atado al derecho positivo, fuera civil o canónico. La dispensa tenía una extraordi-
naria importancia en el derecho canónico, de manera singular en torno a los im-
pedimentos del matrimonio y la legitimación de los hijos, y es justamente en re-
lación con el papa y estos temas como Gutiérrez desarrolla por extenso la doctrina
sobre la dispensa99. También traca Gutiérrez de la legitimación por el príncipe se-
cular de los hijos no naturales o espurios, pero sólo en cuanto a los efectos tempo-
rales, de sucesión 100.
Otro campo dentro de las atribuciones regias estaba constituido por la facul-
tad de privilegiar, de conceder g racias, beneficios, privilegios y exenciones o in-
munidades'º', e incluso dispensas y licencias o faculrades 102, que ocupa un lugar
central en la doctrina del doctor Gutiérrez sobre el poder del príncipe, como no
podía ser de otra manera, habida cuenta de su trascendencia en una sociedad de
privilegio, de desigualdad jurídica. En varios momentos dirá el autor que el rey de
España tiene potestad, plenitud de potestad, para conceder privilegios a particula-
res o universidadesl03.
98. Como se sabe, se trata de Pra<tirar11m Quaestionum, Lib. IV, Quaest. 61.
99. Canonirarum Quaesti1Jnum: Lib. I, Clip. 15; 11, cap. 15, núm. 98-1 36; 111, cap. 74.
100. Pra<titarum Quatstionum, Lib. IV, Quaest. 73, núm. 21-23 y Rtpttitio Sex, L. Nemo Potest,
núm. 69 y 75. El auror precisa que en estos casos de hijos no narurales más q ue de legitimación se debe
hablar de dispensación.
1O1. Es muy normal que se empleen varios térmi nos acumulativamente. Así en las palabras de con-
cesión de hidalguía, que reproduce el autor, se hablaba de «gracias, honras, franquezas, libertades, pree-
minencias y beneficios». En Pra<tirarum Quaestion111n, Lib . IV, Quaesr. 7, n . 17. Aunque algunos juristas,
como Baldo, introducían diferencias enrre gracia y privilegio, seg ún refiere Gutiérrez, ya q ue la concesión
del príncipe que sigue derecho no se diría privilegio sino gracia o beneficio. En Pra<tirarum Quaes1ion11m,
Lib. 111 y IV, Quaest. 28, n. 8.
102. No obstante, tampoco la terminología era aquí muy precisa, como podemos juzgar en el caso
de las licencias o facultades dadas por el rey para enajenar bienes de mayorazgo, que el propio Guciérrez
las llama g racias y dispensaciones. En Practirarum Q11aestion11m, Li b . U, Quaest. 74, núm . 1-2.
l 03. Así, en Pra<ticarum Quaesliqnum, Lib. IV, Quaest. 7, n. 17 y De Gabt/liJ, Quaest. 4, n. 22.
104. El rema dt' la interprttación de los privilegios y beneficios lo craca reiteradamente en sus Prac-
lirarum Qu«Jtiom1t11: Li b. U, Quaesc. 74; Lib. 111 y IV, Quaest. 22; Lib. IV, Quaesc. l, 2, 7, 8 , 9 , 10, 11 y
56. También en Cammic11ru111 Quamion1"11:•Lib. 11, cap. 17 y 2 1; 111, cap. 74. Asimismo, en Allegatioms, Ter-
cia allegacio, o en Dt G11btllis, Quaesc. 4.
105. Pranicar1m1 Q11<1Uti()11um, Lib. IJJ y JV, Quaesc. 14, n. 32 y especialmente Quaest. 17, núm. 38-
7 1 y 120.
106. ~ compruebca en Prartirarum Quaestiomnn, Lib. lJ1 y IV, Quaesc. 14 y 16, dentro de un con-
jumo más amplio ded icado a la nobleza de España o hidalguía, que comprende las cuestiones 13 a 17. Pero
que la nobleza proc«lt del príncipe, o que ti príncipe p uede hacer noblt a un plebeyo, aparece en otros pa-
sajes, como ocurre en Prartirar111n Quaestionw111, Lib. l V, Quaesc. 2, n úm. 2-3. Quaesc. 7, n. 1, o Quaesc. 8 ,
n. 10, decmo a su vez de otro conjunto más amplio de cuestiones destinado a la nobleza, que abarcaría prin-
cipal menee las cuestiones 1, 2, 7 y 8 del citado libro.
107. Practirarum QN«stion11m, Lib. JV, Qt-st. 7.
mejor se expresa la capacidad del príncipe para privilegiar, en ambos casos en fa-
vor de la nobleza. Aunque en el supuesto de las licencias para enajenar bienes de
mayorazgo tanto se pueden considerar gracias com o dispensas, pues si dependen
del príncipe como gracias suyas, concedidas por quien tiene potestad de conceder-
las, según se dice, no dejan de ser dispensas en cuanto disposiciones contra el de-
recho, por ir contra la voluntad de los restadores que prohibían la enajenación lOB.
No es cuestión de seguir persiguiendo las manifestaciones de la soberanía del
príncipe, de las materias a él reservadas, dada la naturaleza de los escritos del au-
tor. A varias de ellas hemos hecho ya referencia, como la de conceder curador de
bienes contra su voluntad 109, o salvaguardias y salvoconductos en circunstancias
varias 11 o, o monopolios de molino y hornol 11. Pero podíamos relatar otros supues-
tos en materia de gracias y dispensas del príncipe, como por ejemplo hacer que la
viuda que pase a segundas nupcias retenga la tutela de sus hijos, contra lo dis-
puesto en las leyes 11 2 , o conceder cartas de naturaleza a extraños al reino pa.ra ob-
tener beneficios eclesiásticos, no obstante las leyes que lo prohibían 11 3. En muchas
de estas ocasiones el poder soberano aparece también como absoluto, desligado del
derecho positivo.
108. Sobre ello, Prartirar11m Q11atJtion11m, Lib. 11, Quaesc. 74. También para la facultad regia de
conscicución y enajenación de mayorazgos, Canonicar11m Q11atJtion11m, Lib. Il, cap. 14 y asimismo cap. 15,
núm. 94-96.
109. De t11telis el c11ris, Pare. l , cap. 19, n. 16.
110. Concedidos a los vasallos concra sus señores por razón de licigios, o en favor del delincuente,
unos y ocros reservados al príncipe que no reconoce superior. En PraxiJ CrinJinaiiJ, Quaesc. l 12 y 11 3, res-
peccivamence.
111. Prac1icar11m Q11atJtiomm1, Lib. IV, Quaesc. 32, n. 11 y Quaesc. 34, num l-2.
11 2. De t111elis tll'11ris, Pare. l, cap. 9, n. 18
113. Prarticar11m Q11atJtion11m, Lib. IV, Quaesc. 17, n. 17.
114. Para su comprobación me remiro a un trabajo mío, ya citado, cEI absolutismo regio en Casti-
lla,., aunque escá lejos de hacer una encuesta exhausciva.
115. Practicar11m Q11amiomm1, Lib. IIl y IV, Quaesc. 17, núm. 39-40, 47 y 69-71.
116. Canonicart1111 Q11a~tion11m, cap. 74, núm. 27-28 y 32.
l 17. Prarticar11111Q11amio1111m, Lib. rv, Q\!aest. ll, n. 12.
118. Practicar11m Q11at11ior111m, Lib. rv, Quaesc. 11, núm. 14-15, con c ica de Molina.
119. De tute/is et mril, Pare. J, cap. 18, n. 6.
120. Practirarum Q11a1.11ion11m, Lib. 111 y rv, Quaest. 38, n. 25.
121 . Practicar11m Q11aestio111m1, Lib. rv, Quaesc. 7, n . 17 .
122. Reperitiones Sex, L. Nemo Pocesc, núm. 81- 83.
No falcan tampoco reglas acerca del empleo que debía hacerse por el príncipe
de la plenitud de pocescad, bien contradictorias, por cierto, con afirmaciones y res-
triciones de manera consecutiva, siguiendo los axiomas de los juristas, que res-
pondían fielmente al papel que debía jugar el príncipe en una sociedad de privile-
gio. He aquí estos dichos: el príncipe, en la duda, no se presume que usa de la
plenitud de potestad; esto falla, no obstante, cuando de otra manera, sin plenitud
de potestad, el acto no tuviese validez; y sin embargo la plenitud de potestad se
dice cosa odiosa 12 3.
Pero no sólo nos remite al poder absoluto del príncipe, a su desvinculación del
derecho, el uso de la cláusula de plenitud de pocescad o de potescad absoluta, ya
que existe otra cláusula quizá aún más concluyence, la cláusula non ohstante lege, o
11011 obstantibus, que afecta directameoce al contenido del poder absoluto y solía em-
plearse en todo tipo de dispensas y de rescriptos contra i11J. Se trata de una cláusula
reservada exclusivamente al príncipe, pues como recuerda Guciérrez no es lícito
usarla a cualquiera en sus disposiciones, sino sólo al príncipe, a quien únicamente
esta facultad se concede, porque como todos los demás a las leyes están sometidos
no las pueden derogar1 24. El príncipe, pues, no estaba sometido a las leyes y las po-
día derogar, o relajar su cumplimieoco, aunque como bien se encarga de precisar a
renglón seguido el placentino la utilización de esca cláusula por pane del rey, o del
papa, estaba sujeta a mil cautelas y limitaciones•n. Muy restrictivo se muestra
desde luego con las dispensas, por su condición de disposiciones contra iUJ, contra
el derecho común, y específicamente en materia de dispensas para contraer matri-
monio. Las d ispensas son odiosas y de estricta interpretación, dirá, de modo que
no caben extenderse de un caso a otro, ni siquiera vale en ellas el argumento de
mayor a menor• 26. O como igualmente apuntará con un viejo aforismo de la cano-
nística clasica, la dispensa que se hace sin causa no se dice dispensación sino disi-
pación• 21.
cipe, sea rey o papa, no está sometido al derecho positivo, civil o canónico, pero en
cambio está sujeto al derecho divino, al natural y al de gentes. En defensa de la re-
ligión y de los clérigos, de la familia y el matrimonio, de la dignidad monárquica,
del reino y demás corporaciones territoriales, de la nobleza, de la propiedad y de
codos los derechos adquiridos, de modo que el príncipe pudiera reproducir el or-
den de privilegio pero no pudiera abolirlo.
La distinción en la naturaleza de los derechos, de los ordenamientos, aparece
de forma nítida en la cuestión de si el príncipe puede conceder hábitos y enco-
miendas a nobles de privilegio. Para Guriérrez no hay duda de que lo puede hacer.
Este es uno de sus argumentos: si el príncipe dijera a alguno que se tuviera como
ciudadanol29, todavía gozará de todas las honras y privilegios de los que gozarían
aquellos que son nobles de sangre, puesto que en estos privilegios y honras que
descienden de la ley positiva, o de las costumbres y usos humanos, nada hace que
se diga que alguien sea noble o por noble se tenga, pues la naturaleza a todos los
hombres los hizo libres e iguales. Las honras, sin embargo, la nobleza y los privi-
legios que competen a algunos, por costumbres, leyes positivas o por el principe
fueron introducidos, de donde nada hay que admirar si por los mismos príncipes
y por las leyes de este modo pueden ser concedidos a los plebeyos las honras y pri-
vilegios.
Hay otros argumentos en la misma cuestión y de mayor fuerza. En particular,
tomando una nueva semejanza: la de quienes obtienen carcas de naturaleza para
prebendas y beneficios eclesiásticos, no obstante las leyes que prohiben conferir a
los extranjeros tales dignidades, con la consecuencia de que se les admitiría como
a los originarios de los reinos. A él le parece verdadera esta resolución, y procede
de derecho, puesto que a nuestro rey, que en las cosas temporales no reconoce su-
perior, y así es legislador, pertenece conceder las dichas honras, privilegios y exen-
ciones, pro /ibit11 Juo ex plenit11dine potestatÍJ, ya que dichas honras y privilegios fue-
ran introducidos por costumbres y leyes positivas, y él es ley viva 130.
En cambio, también sostendrá en la misma cuestión, si la razón puede abolir
los derecho civiles, no lo puede respecto a los derechos nacurales 131 . Más aún, el rey
no puede suplir los defectos naturales ni quitar los derechos de sangre, pues aun-
que el príncipe sea cabeza del derecho civil, está sin embargo bajo los pies del de-
recho nacural, conforme decía Baldo, bien que sí puede conceder los efectos, los
cuales son concedidos por derecho civil a la nobleza y cabe extenderlos a los no na-
129. Dencro del tema enunciado, como argumento para reforzar su opinión, somete a crítica esta
afirmación: El que no nació ciudadano, si para codas las cosas es hecho ciudadano, puede ser prior o con-
sul de la ciudad o del colegio de doctores, así como si fuera ciudadano originario, especialmente cuando di-
jera el estatuto que fuera como los originarios. En Practicarum Q11autio1111m, Lib. IV, Quaest., Lib. IV, Qua-
est. 7, n. 14.
130. lbükm, n. 17.
l31. lbidem, n. 20.
pedimentos fueran establecidos por leyes emanadas del papa y no se debieran a le-
yes naturales y divinas. Caso de que emanen del papa, éste puede revocarlas con co-
dos sus efectos, hasta el punto de que se consideran revocadas no sólo desde ahora,
ex nunc, sino desde el tiempo en que fueron hechas, ex t11ncl38.
En otros muchos pasajes del autor queda reforzada esta doctrina de la desvincula-
ción del príncipe respecto del derecho positivo y del simúltaneo sometimiento a los
derechos divino, natural y de gentes. Así ocurre cuando habla de la tutela del rey me-
nor y rechaza opiniones de Bánolo, Baldo y El Abad, quienes distinguían en relación
con la capacidad del rey puber entre accos de simple jurisdicción y otros que afectaban
a la administración del reino, cuando para él, siguiendo a Charles du Moulin, también
en la administración de simple jurisdicción y en el juzgar se requieren ciencia y ma-
durez de menee y consejo, pero no sólo por derecho positivo, al cual en cuanto tal no
están sometidos los reyes, sino asimismo por derecho natural y divinol39.
De nuevo observamos estas ideas cuando trata del alcance de la intervención
del príncipe en los testamentos, donde con una táctica netamente escolática pri-
mero expone los argumencos más favorables al poder del príncipe y luego los que
lo restringen, utilizando en uno y ocro caso los mismos instrumentos, pero mien-
tras en un caso se amplía el ambito del derecho civil, en el otro se cercena, excen-
diendo por el contrario el campo del derecho natural y de gentes. En este sentido,
referirá el aucor la opinión de que el príncipe puede hacer que ni por adición se ad-
quiera la herencia, o que los herederos no representen al difunto, como también
puede quitar todos los defectos del testamento, puesto que todas estas cosas se in-
ducen del derecho civil140. De forma semejante relata el parecer, entre otros de
Paolo di Castro, y Currio Junior que la llama común, según la cual puede el prín-
cipe legitimar al espurio en perjuicio de los que vienen ab intestato, dado que la su-
cesión y la adquisición de la herencia son de derecho civil141. Más aún, esto ocu-
rriría no sólo delata la herencia, sino también adita, e incluso possesione aprehensa,
conforme sostiene Decio, porque esce dominio es de derecho civil y el príncipe lo
puede quitar ya que está sobre todo derecho positivol42.
Para Guciérrez, sin embargo, es falso que el príncipe pueda quitar la herencia
después de aprehensa, puesto que aunque el modo de adquirir sea de derecho civil
según la común opinion, el dominio ya adquirido es de derecho de gentes. Y lo
mismo se ha de decir respecto de la herencia ya adita, concra Jasón, puesto que con
Ja adición de la herencia el dominio de la herencia se nos ha transferido y el prín-
cipe no puede quitar aquellas cosas que son de derecho de gentes, a no ser con causa
legítima, conforme entre otros sostienen Bernardo Díaz de Lugo y Martín de Az-
pilcueta l43. Pero aun enconces, cesando la causa por la que el príncipe quita a uno
su cosa debe hacerse restitución de la mismat44, y desde luego cuando el príncipe
quita a uno un bien debe encenderse entregando precio a cambio, según defendían
Arias Pinel y su maestro Antonio de Padilla, como también decían Arias Pinel,
Juan de Orozco y Gregorio López que esto ocurría incluso cuando la causa por la
que el príncipe quita a uno una cosa fuera justísima 1 4~.
Por otro lado, el príncipe no puede legitimar a un espurio en perjuicio de los
que vienen ab intestato si la herencia ya ha sido adquirida, ha.ereditate iam quaesita,
a no ser también por causa legítima y dando un bien a cambio, y no puede porque
por la adición se han convertido en señores de ella, de modo que una vez adquirida
es ya de derecho de gencest46. La herencia, después de adita, no se dice más heren-
cia sino patrimonio del heredero y de ninguna manera puede quitarla el príncipe
en perjucio del derecho y del dominio adquirido por el heredero, salvo por causa
pública, según el autor•41.
No obstan a estas tesis los problemas derivados de la falta de las solemnidades
requeridas por el derecho, que para algunos probarían que el testamento es de de-
recho civil. En esca línea, Baldo pensaba que del testamento menos solemne no se
origina obligación civil ni natural, puesto que el testamento pende del derecho ci-
vil en su forma y origen. Otra opinión sostenía, en cambio, que si la facultad de
testar es de derecho civil en relación con la forma y solemnidad, en cuanto al ori-
gen y sustancia es de derecho de gentes y natural. Bárcolo y Fortún García, desde
luego, hacían hincapié en la condición de derecho de gentes y natural del testa-
mento. A Guciérrez le parece más correcta esca segunda postura, de modo que del
testamento menos solemne de derecho civil, pero perfecto de derecho de gentes o
natural, se deriva obligación natural, partiendo de la distinción anees apuntada, se-
gún la cual en cuanto a la forma y solemnidad el testamento es de derecho civil,
mientras que atendiendo a su origen y sustancia es de derecho natural. En este con-
texto Guciérrez no deja de traer a colación el parecer de Covarrubias, que decía que
el príncipe sin causa no podía quitar a los hombres la facultad de testar, puesto que
les compete por derecho de gentest4s.
Los contratos son otra muestra magnífica, como el propio dominio o propie-
dad y los testamentos. En varios momentos se refiere a la cuestión, pero donde más
explicitamence lo trata es a propósito del privilegio de recaudar alcabalas conce-
dido por el rey, que para el autor no puede ser revocado puesto que pasó a fuerza
de pacto y convención. El príncipe, precisa, a no ser con justa causa no puede qui-
tar el derecho adquirido por contrato, incluso en expectativa, ius quaesitum ex con-
tractu, etiam in spe, de forma muy distinta a lo que ocurre con los privileg ios gra-
ciosos, que sí los puede revocar, incluso sin causa. Pero si el príncipe puede revo-
car los privilegios graciosos y no los privilegios que pasaron a fuerza de contrato y
convención, por causa onerosa o por servicios prestados, se debe a que no puede el
príncipe quitar aquellas cosas que son de derecho de gentes, corno son los contra-
tos, salvo con causa legítima y aún entonces entregando un precio o bien a cam-
bio. Más todavía, el privilegio concedido por el príncipe que pasó a fuerza de con-
trato, mediante precio o prestación de servicios, no puede derogarse por la cláusula
general non obstantibus, lo cual es muy verdadero y conforme con el derecho natu-
ral, según concluyet49.
Muchos otros ejemplos hay en la obra de Gutiérrez que aseveran esta limita-
ción del poder del príncipe derivada de su sometimiento a los derechos divino, na-
tural y de gentes. Así ocurre con la citación de la parce en juicio concradictorio, en
el proceso, pues como sea defensión se considera de derecho natural, si no es que
no tiene su origen en la divinidad, y el príncipe no la puede quitar, de modo que
ni él mismo puede conocer y juzgar sin citar a la parce. Si bien Loazes decía que el
príncipe podía quitar la defensión y la citación con justa causa 150. Esta limitación
del príncipe se movía dentro de un tenor más amplio de raciocinio, según el cual
el príncipe ha de administrar justicia por razón natural, ya que de otra manera, si
no diera su derecho a cada uno, sería un tirano, de acuerdo entre otros con Diego
Pérez y Antonio Gómez 151.
Todavía expondré un nuevo supuesto, el de la legítima, o competentes ali-
mentos en su defecto, que de derecho natural se debían dejar a los herederos, y no
podían quitarse in totum por rescripto del príncipe. Cosa distinta ocurría con su
cuota o cuantía, que era de derecho civil o positivo y podía disminuirse o mode-
rarse. Tanto era esto así, que según Gutiérrez no valía la facultad regia para fundar
mayorazgo de todos los bienes si no se dejaban congruos alimentos a los demás hi-
jos, o la legítima, atendiendo para su cuantía a la cualidad de las personas y al va-
lor de los bienes. Su postura, que era mayoritaria, venía avalada por muchos nom-
bres: Tiraquello, Menochio, Paolo d i Castro, Alciato, Arias Pinel, Palacios Rubios,
Gregorio López, Antonio Gómez, Molina, Rodrigo Suárez, Mieres, Montalvo, Ro-
jas, Cifuences, Bernardo Díaz de Lugo o Covarrubiasl52.
149. De Gabellis, Quaesc. 4, núm. 6-9. remiciéndose a sus Rtpetititfonts Sex, Rep. L. Nemo pocesc,
núm. 71, 73 y 175. Véase asimismo: De iurammto confirmatorio, Part. 1, cap. 5, n. 34 y Praftirarum Quau-
1ion11m, Lib. II, Quaesr. 75, n. 6.
150. Pratticarum Quautionum, Lib. lII y IV, Quaesr. 17, n. 230 y Canonicar11m Q11aution11m, Lib. U,
cap. 16, núm. 4-7.
15 l. Canonicarum Q11aes1ion11m, Lib. Il, cap. 16, n. 5.
152. Sobre todo ello, Pratticarum Q11aestion11m, Lib. V, Quaesr. 82, núm. 9-16, y ya más específica-
mente para el mayorazgo, Canonicarum Q11atstion11m, Lib. 11, cap. 14, núm. 1, 29 y 37-43.
En fin, de los límites del poder del príncipe derivados de la distinta naturaleza
de los órdenes normativos nos habla una afirmación más general del doctor Gu-
tiérrez, de conformidad con la cual el rey o príncipe no puede disponer algo acerca
del matrimonio o de otras cosas espirituales porque el inferior no puede desatar la
ley del superior 15?. De forma semejante, por cierto, según se recordará, a como el
propio autor negaba a los inferiores y súbditos capacidad de interpretación de las
leyes del príncipe, pues a su entender iba contra el derecho natural y divino, ade-
más de la contradicción que llevaba consigo ser a la vez inferior y superior• 54. Bien
que al príncipe no se le dejará sin escapatorias, lo veremos a propósito de la doc-
trina de la causa, ya que con causa, de condición pública, el príncipe podía actuar
contra el derecho natural y de gentes, y también lo observarnos con relación al de-
recho divino, porque al decir de Gutiérrez, en tesis muy compartida por los juris-
tas, aunque el príncipe no puede disponer contra la ley divina, sin embargo sí la
puede distinguir, interpretar y declarar 1ss. O dicho de otro modo, aunque el dere-
cho civil no puede quitar el derecho divino, puede no obstante distinguirlo y de-
clararlol56. E incluso más, puesto que con causa, con causa racional, con apea causa,
puede el papa dispensar acerca del derecho divioom.
De esce modo, nos encontramos en Gutiérrez con el d icho de que la gracia he-
cha por el príncipe, que a sólo el príncipe perjudica, en perjuicio del concedente
se ha de incerprecar amplísimamencel59. Con el mismo sig nificado se expone otras
veces de forma positiva: Los privilegios se deben interpretar amplia y favorable-
mente cuando no dañan el derecho de tercero ni de alguno hacen perjuicio 160. O
con una expresión más sencilla: El beneficio del príncipe o privilegio se ha de in-
terpretar latísimamencel61. En cambio, de manera discinca, dirá también que los
beneficios del príncipe se han de interpretar estrictamente para que no perjudi-
qúen a cercero162. Si bien es quizá más habitual que el placentino utilice una for-
mulación algo más compleja, donde junco al aspecto positivo en favor de la facul-
tad de privilegiar del rey, se recojan también Las cautelas en defensa de los derechos
de terceros. Suena así: Los beneficios del emperador o del p ríncipe se han de in-
cerprecar lacísimamence, principalm ente cuando se traca de un privilegio que va en
solo perjucio del concedente, y se limita cuando va en perjuicio de tercero 163. No
falca en Gutiérrez tampoco una presunción general en favor de los derechos ad-
quiridos, de los derechos de terceros: En la duda no se juzga que el p ríncipe quiera
perjudicar el derecho adquirido por ocro 164. Pero también es general orca presun-
ción: La ficción no procede en perjuicio de cercero 1 6~.
Esca doctrina la expresa Gutiérrez en muchos supuestos. La observamos hasca
la saciedad en una cuest ión que coma su mocivo de si los privilegios de nobleza, de
inmunidad, concedidos por el emperador Carlos, como em perador, a sus súbditos
y originarios de sus reinos, se encendían, o no, solamente concedidos en las cierras
del imperio; por lo que pudieran perjudicar a los derechos adquiridos de los reinos
de Castilla, que Guciérrez interpreta, y p retende probar, que no es el caso166. En
esca cuesci6n encontramos el aserto de que en la duda no se juzga que el príncipe
quiera perjudicar el derecho adquirido por ocro 167. También se recoge la afirma-
ción de que el príncipe no puede derogar el derecho de ocro adqu irido de gences 168,
y ni siquiera el dominio adquirido de derecho civil, salvo con causa169. Asimismo
170. Ibídem, n. 12, con citas de Paolo di Castro, Covarrubias, Menchaca, Burgos de Paz, Molina, Si-
mancas, Amonio Gómez, Sarmiento y Peláez.
17 l. lbid~t, n. 13.
172. lbükm, núm. 19-2 1, y 22-24, donde se defiende el í111 qlkUJí111m de rerceros, al que no pueden
perjudicar las declaraciones del príncipe.
173. Ibídem, núm. 35 y 36.
174. lbídm1, núm. 37-38.
n.
1 Canonicar11m Q11aurion11m, Lib. 111, cap. 74.
176. lbidtm, núm. 8-10, 26-27 y 32.
177. Rtpttirionu Sex, Repec. L. Nemo potcst, núm. 69, ny 76.
178. Dt Gabt/lis, Quaesr. 4, n. 7. O como también dirá: Los contratos, aunque inicialmcnre son vo-
luntarios, despu~ de hechos son necesarios, y no es lícito aparra~ del conrrato una vez que de él se ha de-
rivado dt>r«ho adquirido para otro, a q110 sttntl illJ tSI quaai111m alttr'i. En Praairan1m Q11aur111n11m, Lib. IV,
Quant. 73, n. 3. Por otro lado, que los privilegios graciosos pucdt> de ordinario, rrg11'4riltr, quitarlos ti
príncipt" sin causa, de.- conformidad con la opinión de Moüna, Covarrubias y Azevtdo, lo afirma en Praai-
canm Q11aes1ion11m, Lib. IV, Quaesr. 11, n. 30 .
179. Prar1tcar11m Q11atStion11m, Lib. 111 y IV, Quaesr. 14, n. 70. Luego, en números 70-79, lo repite
con diversas cxpresiont"S: La coscumbrc inmemorial tiene fuerza de asentimiento y privilegio dt>l rey; ciene
fuer.i:a de ley y tiene fuera de título y concesión; se cient" por verdadero y solemne privilegio; tient" fuerza
de conct-sión expresa por aquel qut> puede darla.
180. D1 Gabtlli1, Quacst. ~. n. 2.
se requiere cierta ciencia del príncipe 18t, o que goza de presunción en contrario,
incluso contra disposición com únl82.
En varios momentos Gutiérrez traca de la costumbre inmemorial, como ocu-
rre en el caso de las regalías, y especialmente respecto a la percepción de alcabalas,
si prescribe o no contra el rey, que él sostiene que not83. También toca el tema con
ocasión de la nobleza inmemorial de los vizcaínos, pero esta vez se muestra muy
favorable, ya que no sólo no ha sido impugnada por el príncipe, sino que además
ha sido confirmada por él, según expone 184. Pero aún más, el aucor resalta la anti-
güedad de los privilegios de la nobleza vizcaína como un supuesto especial dentro
de la defensa de los derechos de terceros que corresponde al rey. En palabras de Gu-
tiérrez, el rey -Felipe II- no consiente se haga agravio a ninguno, y menos a una
nobleza can notoria y antigua como la vizcaína185. El poder soberano y absoluto del
rey, parece obvio a la luz de escas plabras, no era incompatible con la existencia de
fueros y privilegios, por muy inmemoriales que fueran, que no sólo no abolía sino
que confirmaba el monarca, y con cláusulas de plenitud de potestad o de potestad
absoluta, según ya expusimos.
181. PractiC1Zr11m Q1111t.1tion11111, Lib. 111 y IV, Q uacsc. 14, n. 71. Cosa que dice en relación con la pres-
cripción inmemorial, en Practican1111 Q1111t.11io1111m, Lib III y IV, Quacst . 85-86, núm. 1-2.
182. PrattÍC1Zr11m Q11at.11ion11m, Lib. lll y IV, Quaest. 14, n. 77.
183. De Gabúlis, Quaesc. '.> .
184. Praairannn QlúUStion11m, Lib. 111 y IV, Quaest. l 7, n. 120.
l85. Practicar11n1 Q11aesrion11m, Llb. 111 y IV, Quaest. 17, n. 310.
186. Para lo dicho sob~ la docrrina de la causa impulsiva y final, Ca1t0nican1m Q111UStion111n, Lib. 11,
Quacst. 1 '.5, principalmente núm. 1-41 y 104, y para la cláusula Ji Jwtns iwitatt mtant11r, oúm. '.52, 110·
l 13, 122, 126 y 130. También sobre las mismas causas, en materia de dispensa de matrimonio entre con-
sangufneos o afines, Camm1rar11m Q11,m1ion11m, Lib. 1, Quaest. 15, núm. 12-23. Para el valor de las clásu-
las nro111 proprio y ex cma Jfimtia, véase, por ejemplo, Pr(J(tirar11m Q11atJtion11m, Lib. 111 y IV, Quaest. 17,
n. 40 y SS.
187. Se trata de l:i dispensa por el papa del matrimonio rato y no consumado, y dice que en este
caso no procede la cu:ada regla porque el inferior no debe violar el cstaruro del superior sin apta caUS:I. En
Canomcan1m Q11at11ion11m, lib. 1, cap. 17, n. 43.
188. A mi entender, es muy concluyente al CC$pccto un pQS&je del autor donde se cuestiona si el rey
puede de derecho apartar de sí, de la regia dignidad, las alcabelas y demás dertehos reales. GuriérttZ ~ ma-
nifiesta limi tativo, pero no obscame nos dice que de ningún modo ~ sigue de eJlo resrringir a los reyes y
príncipes la pocescad y facultad que de derecho tienen de conceder por jusca causa privilegios de impues-
tos a particulares y universidades por m~ritos, servicios, o prttio, o d e otra manera. La ci ta se encuentra en
DtGabtllis, Quaest. 4, núm. 21-22.
189. Aunque sin causa pod ía el rey hacer simple hidalgo a uno que no era de linaje, pero sin liber-
tad e inmun idad de tributos, dado que esta aftttaba a interereses de terceros. Por eso considera que es más
pleno el privilegio de nobleza que el privilegio de m ilicia armada. En PrtUticanlfn Q11atsti01111m, Lib. rv,
Qua6t. l , núm. 9-11.
190. Dt Gabtllis, Quaesc. 4, núm . 11 - 12. V~ también nota 187.
191. Pra<Ticarum Q11aestion11m, Lib. fV, Quaest. 61, n. 19.
192. Canonicar111'1 Q11a1S1io1111m, Lib. 11, Quaesr. 27, n. l.
193. Pra<TÍC4rum Quaarionum, Lib. U, Quaest. 74, n. 1.
194. Según probaría Loucs, dice Gutiérrei: Canonicar'"" Q11aa1ion11m, Lib. 11, cap. 16, o. 6.
19). Ca11onicar11111 Q11aestionum, Lib. U, cap. 20, núm. 26-28.
cional puede dispensar acerca del derecho divino 196. Con causa, regularmente
puede dispensar contra el derecho común, siempre que la causa sea legítima, apro-
bada por el derechol97. También el papa puede dispensar en el voto solemne de cas-
tidad o de religión para con el religioso con gran causa, júzguese por razón de la
conversión del reino o de la paz, de modo que pueda tomar esposa198 .
Con expresión negativa, en cambio, habla de que no vale la habilitación de las
mujeres para la sucesión de un feudo, ni siquiera de potestad absoluta, a no ser que
fuera concedida por el príncipe por causa públical99. Asimismo refiere que nadie,
salvo el papa, puede alterar la voluntad de los testadores, y para eso de plenitud de
potestad, ya que no ordinaria, y con justa y necesaria causa, por ser la facultad de
testar de derecho de gentes200. Tampoco puede el papa sin causa dispensar el ma-
trimonio rato y no consumado, ni aun de potestad absoluta y voluntad de ambos
cónyuges 2 1• º
La cláusula general non obstantibus, dirá en otro pasaje, no quita los privilegios
del príncipe que pasan a fuerza de contrato, precio mediante o por servicios, o para
pías causas, pues aquéllos sin justa causa el príncipe no puede derogar202. De ello,
al igual, se infiere una práctica singular, prosigue, como es que si el rey o príncipe
revoca todos los privilegios, gracias y concesiones hechas de todos los oficios de re-
gidurías o escribanías, incluso con la cláusula non obstantibus, por esta revocación y
empleo de tal cláusula no se juzga que derogue los privilegios y gracias de estos
oficios en los que intervino algún precio, o fueron concedidos por servicios, puesto
que aquellos privilegios pasaron a contrato. Esto se prueba por el título de conce-
sión del oficio, donde suele ponerse y declararse, asegura203. Más aún, perfila su
opinión, el rey sin justa causa no puede quitar estos oficios y la revocación de los
privilegios y oficios del príncipe o rey antedichos sólo se ha de referir a aquellos
privilegios que gracuitamente fueron concedidos y con nombre de privilegio sola-
mente permanecieron, pero no a aquellos que pasaron a fuerza de contrato o para
pías causas. En concreto, y es un ejemplo de la práctica, respecto a los oficios de
nuevo creados por Enrique IV, no se debe entender la derogación si intervino al-
gún precio o fueron otorgados por servicios, puesto que semejantes privilegios pa-
saron a contraco204.
Aunque todavía vuelve sobre la cuestión del contrato en otro episodio de su
obra, remachando estas ideas. En concreto, según defiende Gutiérrez, el privilegio
de recolectar alcabalas concedido por el príncipe no puede ser revocado puesto que
pasó a fuerza de pacto y convención205, y más aún, el derecho adquirido por con-
trato, incluso en expectativa, no puede quitarse por el príncipe sin justa causa, al
contrario de lo que sucede con los privilegios graciosos 206. Desde luego, opina Gu-
tiérrez, a lo dicho acerca de que el príncipe no puede revocar el privilegio de re-
caudar alcabalas concedido por el príncipe, no obsta que se sostengan otras cosas,
como que el príncipe puede moderar, quitar y revocar el privilegio por él conce-
dido207, pues esto procede en los privilegios graciosos, que puede revocar, pero no
en los privilegios que pasaron a fuerza de comraco y convención, por causa onerosa
o por servicios prestados, ya que éstos no pueden ser revocados, porque no puede
el príncipe quitar aquellas cosas que son de derecho de gentes, en cuanto que son
contratos, sin causa legítima, y entregando entonces un precio o bien a cambio.
Además de que el privilegio concedido por el príncipe que pasó a fuerza de con-
trato, mediante precio o prestación de servicios, no puede ser derogado por el prín-
cipe por la cláusula general non obstantibus, sentencia verísima y conforme al dere-
cho natural, concluye2os.
No son éstos los únicos supuestos en que anda de por medio la exigencia de
justa causa en el obrar del príncipe, pues también hay otros con carácter de prohi-
biciones, pero ahora más reforzadas. Así, en Gutiérrez nos encontramos con la afir-
mación de que ni de plenitud de potestad puede el príncipe derogar el derecho de
los llamados a la sucesión del mayorazgo, incluso si no tienen ius delatum, salvo con
causa pública y dando un bien a cambio209. Otro aserto es que el príncipe no puede
legitimar a un espurio en perjuicio de los que vienen ab intestato, adquirida ya la
herencia, a no ser por causa legítima y dando un bien a cambio, puesto que al ser
ya derecho adquirido, al ser señores de ella, al ser dominio, es derecho de gentes 21 º.
Asimismo apunta Gutiérrez que sin causa pública no puede el príncipe derogar el
derecho, incluso todavía no adquirido sino quaerendo, de los llamados a la sucesión
del mayorazgo una vez que ha aceptado el primer llamado, puesto que parece he-
cha en nombre de toda la fami lia. Y si es capaz el heredero no debe rescindirse el
testamento hecho de derecho por la autoridad del rescripto regio, salvo por causa
pública y con un bien a cambio211. En fin, con un carácter más general, referido a
la expropiación, no deja de advertir Gutiérrez que el príncipe no puede quitar
aquellas cosas que son de derecho de gentes, o no puede quitar a uno su cosa, a no
ser por causa y entregando precio, incluso si la causa es justísima2l2.
Los privilegios de los nobles han sido establecidos por razones de utilidad pú-
blica y otro tanto dice Gutiérrez de su forma privilegiada de sucesión y dominio,
el mayorazgo. Porque si es verdad, señala Gucierrez, que los derechos nunca indu-
cen y obligan a hacer mayorazgo o mejora, sino solamente lo permiten, esto lo es
por el bien público y por pública ucilida<;i¡26. De este modo, si la facultad regia
para instituir mayorazgo se concede con ~quella condición, que se dejen conve-
nientes alimentos a los demás hijos, aquella facultad será justísima. La causa pú-
blica que se observa en las instituciones de mayorazgo, continúa, es suficiente para
justificar estas facultades y no se requiere otra causa extraña22 7. En cambio, las li-
cencias regias para enajenar mayorazgos son odiosas, porque van contra la volun-
tad de los testadores, que prohiben la enajenación, dado que parece que por ella se
disuelve el mayorazgo, cuya conservación goza de favor público22 ª.
¿ En qué consiste esta utilidad pública del mayorazgo ? Para Gutiérrez la pri-
mogenitura encuentra su fundamento tanto en el derecho divino como en el natu-
ral, de gences y civil, regio y consuetudinario, y canónico, y sería introducida para
la conservación de la fami lia229. En opinión de Gutiérrez, en la institución de ma-
yorazgo la nobleza y dignidad de la familia se sostiene, lo que interesa máxima-
mente a la república, y en particular sirve para que el nombre y memoria de los
nobles se conserve, o el nombre y armas de los fundadores230. E incluso vincula el
autor la suerte del mayorazgo a la suerte del reino, pues de él derivaría, como su
cabeza, y cuantas veces hubiera duda en la sucesión del mayorazgo la interpreta-
ción se ha de recibir de la sucesión del reino231.
En fin, como bien público también considera la inmunidad de la iglesia y de
los. eclesiásticos. Porque para Gutiérrez, hasta los privilegios y exenciones que no
tienen origen de derecho divino concedidos por reyes y emperadores a los clérigos
no conviene derogar, porque como cristianísimos reyes siempre suelen mirar al
bien de las iglesias y de los clérigos y aumentar los privilegios que les han conce-
dido como verdaderos protectores de ellas. Más todavía, según sentencia de todos
los doctores, de acuerdo con Gutiérrez, la derogación y revocación de escas excep-
ciones redundaría de manera máxima en disminución de la libertad eclesiástica,
que no puede disolverse por los príncipes temporales232. La suene de la monarquía
estaba igualmente ligada a la suerte de los privilegios de la ig lesia, de los que era
su protector el rey.
233. Pradicar11m Q11atstion11m, Lib. IV, Quaest. 9, núm. 1, 3 y 6 y Quaesc. 10, n. 10.
2}4. Consili11m , Consilium 9, n.6.
235. lilltgationtS, Tertia Allegatio, núm. 6-20.
5. A MODO DE CONCLUSIÓN
No siguió una carrera típica de terrado Juan Guciérrez. Por fortuna, ya que eso
le permitió dedicarse con ahinco en su larga vida al estudio del derecho, o mejor
de ambos derechos, civil y canónico, pues en uno y otro se graduó y a los dos de-
dicó sus desvelos doctrinales y de consulenre, compaginando ceoría y práctica, aun-
que en él primó la preocupación práccica. Sus libros fueron muchos, son un au-
téntico compendio del saber jurídico de su tiempo, y le dieron gran prestigio, que
se extendió fuera de España, donde se editaron sus obras todavía en el siglo XVIll.
No es injusta su fama, porque podemos considerar al canónigo de Ciudad Rodrigo
como uno de los juristas más notables del mos italicus tardío en los reinos de Cas-
tilla, que además, por sus numerosas citas, nos sirve de excelente orientación para
conocer las corrientes doctrinales del ius commune en este territorio durante más de
cien años, desde 1480 hasta 1620.
En Gutiérrez no se encuentra un estudio específico sobre el poder del príncipe,
sea el papa o el rey, aunque el tema está presente de continuo a lo largo de sus es-
critos. Surge ante codo a propósito de la gracia y el privilegio, de las dispensas,
exenciones, beneficios y licencias, inscrumencos fundamentales en manos del prín-
cipe para la reproducción de la desigualdad jurídica sobre la que reposaba la so-
ciedad señorial y corporativa de la llamada Edad Moderna. Piénsese en su exclu-
siva facultad de crear nobles a parcir de gentes de condición plebeya, pero también
en las legicimaciones, perdones, cartas de naturaleza y licencias para fundar mayo-
razgos o enajenar bienes de los mismos, por mencionar algunos de los supuestos
más llamativos.
¿Es soberano el príncipe? Pese a no enfrentarse directamente con la cuestión,
en Guciérrez hay sobrados elementos de juicio para decir que así lo consideraba.
De hecho el placentino habla en ocasiones de soberano, pero en su obra hay más
referencias a la condición de supremo y majestad, que podemos considerar térmi-
nos equivalences e indicativos de la superioridad e independencia del príncipe.
Como en él hay alusiones a la exención del imperio y a la equiparación entre el rey
de Castilla y el emperador, por su no reconocimiento de superior en las cosas tem-
porales. Incluso no falca en sus libros alguna mención de la translatio imperii, desde
el pueblo hasta el rey, que reforzaría esa idea de independencia y superioridad. Este
poder soberano y supremo tenía ocasión de manifestarse en los derechos reales o re-
galías, de entre los cuales destaca Guciérrez las facultades de legislar y de privile-
giar, atendiendo menos a la jurisdicción, pese a que en un sentido amplio abarcaba
a las anteriores.
¿Es absoluto el príncipe? Tampoco lo afirma de forma expresa, mas como en la
situación anterior encontramos en sus volúmenes materiales suficientes para poder
soscener que así lo creía el aucor. De hecho, en varios momentos señala que el prín-
cipe no escá sometido a las leyes, o que escá sobre el derecho. A la misma conclu-
sión llegamos por el empleo reiterado que hace Guciérrez de determinadas cláusu-
las, indicativas del poder absoluto del príncipe. Al margen de las de mo111 proprio y
ex rerta srientia, tocantes más bien a la voluntad del príncipe, hallamos las de ex ple-
nitudine potestatis, o de potestate absoluta, contrapuestas a la potestad ordinaria, y asi-
m ismo la cláusula non obstantibus, que como Gutiérrez señala estaba reservada al
príncipe y se incluía en los rescriptos con la significación de que las disposiciones
en ellos recogidas eran contra ius, contra el derecho, que para ese caso quedaba de-
rogado. G racias a este poder por encima del derecho el rey podía privilegia.e y dis-
pensar contra lo dispuesto por las leyes.
Absoluto era el príncipe en la doctrina de Juan G utiérrez, pero también li-
mitado, sim u ltáneamence y sin más contradicciones que de pura apariencia.
Limitado estaba, para empezar, por los ordenamiencos superiores al derecho po-
sitivo, fuera civil o canónico. El rey, o el papa, no podían d ictar leyes y d isposi-
ciones particulares contra el derecho d ivino, el natural y el de gentes, que ampa-
raban el derecho de la iglesia y de los clérigos, del reino y la d ignidad regia, de
la nobleza, de la fam ilia, de la propiedad, de la sucesión y de los contraeos. Con
una peculiaridad, que para salvaguardar estos elementos esenciales para la con-
servación de la sociedad señorial se ampliaba el campo de los ordenamientos no
positivos al t iempo que se estrechaba el á m bito del derecho posit ivo, civil y ca-
nónico. Juan Guciérrez es de los q ue extiende el espacio del derecho natural y de
gences frence al civil.
Los derechos adquiridos o de terceros, los iura quaesita y hasta quaere11da o i11
spe, donde se concreta el contenido de los ordenamientos no positivos, const ituyen
otra formulación utilizada para obstaculizar el desarrollo del poder absoluto del
príncipe. La defensa de los derechos adquiridos, de los derechos de terceros, apa-
rece en Gutiérrez con obst inación, a través de diversos aforismos o axiomas, posi-
t ivos o negativos, pero igualmente en el cuerpo de sus arg umentaciones. Llegará
a sustentar como uno de estos dichos que en la duda no se presume q ue el pr íncipe
quiera perjudicar el derecho adquirido por otro. Por orra parte, se ha de destacar
que en la defensa de estos derechos se valora su antigüedad, La costumbre o privi-
legio inmemorial, como ocurre con los privilegios y libertades de los vizcaínos ori-
ginarios, que son objeto de confirmación por los reyes de Castilla.
La doctrina de la causa, de la causa justa o de utilidad pública, es en Juan Gu-
riérrez, como en orcos juristas, la verdadera vara de m edir el alcance de la potestad
del príncipe, de su poder absoluto. Sin embargo, debemos apuntar que esca doc-
trina se torna ambivalente, pues si por un lado se dice por el autor que sin justa
causa el príncipe no puede actuar en contra de los derechos adquiridos, por orro se
señala con reiteración que con causa justa le cabe al príncipe dictar d isposiciones
cont ra esos derechos adquiridos, no obstante que deriven de ordenamientos supe-
riores al civil y al canónico. El príncipe en este sencido puede hasta distinguir, in-
terpretar y declarar el derecho divino, si no dispensar en el caso del papa, conforme
recoge en sus escritos Guriérrez. Al príncipe no se le quieren cerrar las puertas en
su función de garante y reproductor del privilegio.
243. Según sotiene Gutiérrez el rey puede conceder encomiendas y hábitos de órdenes militares a
nobles dativos, hechos por privilegio, mientras no sean sarracenos o judío.s, o descendientes de ellos. En
Practicarum QUMJtion11m, Lib. [V, Quaest. 7, núm. 10 y 21.
244. Po r mucho que se pretenda encubrir, como ocurriría con la norma de la licencia marital para
que puedan contraer las mujeres, que habría s ido incroducida no en favor del marido sino de la mujer, por
la imbecilidad o fragilidad de ésta, a fin de que no sea engañada con faci lidad. Reza así en su lireralidd la-
tina: S1a111111m de praesta11da licmtia a viro 11111/ieri ad contrahendum, 11ed11m e.st i11trod11ct11m fawre mariti, std et
ipsi111 11xorir propter ipsi11.s imb«ilitatem, tt 11e fadlitate tkcipia111r. En De i11ramm110 .-011ftmuztorio, Pare. I, cap. l,
n. 49. Pero en ocras ocasiones no llega a encubrirse, como si fuera obvia La preferencia de la naturaleza por
el varón frence a la mujer, dada la mayor perfección del primero. He aquí su cexco: Natura potius indi11at11r
ad id quod perftcti111 tSI, tt sic ad nuzsr11/or11m procreationem quam fom1inar11111. Y eso a pesar de que los médicos
no podrían determinar anees del parco si el nacido sería varón o mujer: A11amm impossihili1 e.sr stc1md11n111a-
t11ram, ttiam ex Mtdirorum judirio, a11 par111s vm1ri1, ant«¡11a1t1 in l11ctm prrxleat, lit masc11/111 ve/ foemi11a. Lo re-
coge en Praaicarum Q11at1tio1111m, Lib. 2,Quaesc. 87, núm. 2-3.
245. Compárese el distinto traro que da a nobles y labradores en sus respectivos privilegios de no
ser presos por deudas civiles. Si en el caso de los nobles ve este privilegio como irrenunciable y justificado
por causa de utilidad pública, que no privada, en el supuesto de los labradores, y sólo para el tiempo de co-
secha y semencera, de julio a diciembre, afi rma que debe ser interpretado estriccamemce, para que no se
perjudique el derecho de terceros acreedores. Para los labradores, Practicar11111 Q11aesrio11u111, Lib. IV, Quaest.
56, n. 4. Para los nobles, De i11rame11to conftm14torio, Parr.I, cap. 16. n. 57. Por otro lado, cambién considera
que si los nobles desempeñan oficios viles no deben gozar de los privilegios nobi liarios, por público decoro
de la propia dignidad. En Practicar11m Q11ae.stion11m, Lib. l, Quaesr. 137, núm. 21 -22.
246. Practicar11m Q11aestion11m, Lib. [, Quaest. 21, n. 2.
247. Practicarum Q11ae.stio1111m, Lib. rv, Quest. 16, n. 5. Y de los doctores pasarían a los licenciados,
pues según ocro decir, sustcnrado por Palacios Rubios, el licenciado se equipara en las cosas favorables al
docror y así goza del privilegio concedido a los doctores. En De i11rame1110, cap. 6, n. 7.
248. Aunque él, atendiendo a la costumbre y pránica del reino, es parcidario de restringir la exen-
cion a los graduados de esas Universidades que in act11 leyeran y enseñaran o desempeñaran un oficio de
juez y de abogado. En Practicamm Q11aes1ion11m, Lib. I, Quaesc. 21 y 22.
249. Practicarum Q11aestio1111m, Lib. lII y IV, Quaest. 9, n. 3.
A. WERUAGA PRIETO
SUMMJ\.RY: The research abouc book and bookshops in the clasic Sala-
manca is someching to do, so chis article tries co give a short idea abouc the eco-
nomic and culcural relacions chat could be becween che booksellers and cheir
cuscomers by che scudy of che bibliographical stocks of six Salamanca's book-
shops from 1650 to 1725. In spice of the differences in che size and che com-
posicion of each shop, chey are enough representacives of che cultu ral world of
thac age. The comparisoo berween che read ings chac were offered in rhe shops
and chose ones thac were in che privare libraries of Salamanca, cakes us co che
conclusion thac che presence of che famous Universicy caused a wide demand of
scholar books, when ac che same cime che booksellers supplfod a very varied
raoge of works, wichouc refleccioo in che prívate libraries, as a way of drawing
cheir cuscomers.
1. TORR ES VlllARROEL, Diego de. Vida aKmdmria, narimimto, rrürnu y ewtnt11raJ tkl dtxtor don
Diego tÚ Toms Vtllarrotl, catedrátiro de pruna de Matemáticas de la U11i11rr1i"4d de SalaP1anra. mrit11 por i/ P1ismo.
Parre l. Madrid, l 743.
2. Para evitar confusiones, uti lizaremos los nombres de - libreros• e •impresores• en su acepción
accual.
3. /..4 1111prt111a 111 Salanumra. "'"'"" 111 utudio dt la t1J16gra/la salmantina ( 1480-1944). Salamanca,
L960 (publicado en 1981 ).
4. BERG ER. Libro J l«t11ra m la V11únri11 ~I rtnarimitnto. 2 vol. Valencia: Edicions Alfons el Magni-
nim, 1987; P~UGRY. Les difficultés de l'edicion cascillane au XVlle s. a cravers un documenc de l'épo-
que. En • /lltlanga dt la Casa dt Vtltiu¡un•. Vol. XIII , 1977, pp. 257-284. Es increíble que este impor-
rancísi mo artículo aún no haya sido craducido al cascellano.
5. RUÍZ FIDALGO, Lorenzo. La impm11amS11kmanc<1 1501 - 1600. 3 vols. Madrid: Arco Libros, 1994.
6. Por forruna parece ser que esca situación se ha remediado algo con la labor de la joven investi-
gadora salmancina Marca de la Mano, quien ha basado su tesis de doccorado sobre el estudio de varioo li-
breros de lll ciudad en la Edad Moderna.
Intentar rellenar esta laguna, aunque sea someramente, es algo que ni nos he-
mos planteado al redactar estas líneas, pero sí aproximarnos al mundo de los li-
breros de la Salamanca tardobarroca, intentando desentrañar cuál era la relación
entre ellos y sus clientes, es decir, cómo se desarrollaba el juego de la oferta y la
demanda en un negocio que, desde fuera, parece que cuviera can poco que ver con
las vilezas del dinero. Porque, como d ice Álvarez Santaló, este hecho cultural «nos
pone crudamente al descubierto una realidad económica: lo que allí se inventaría
está para ser vendido» 7.
Esto es evidente, ¿pero hasta qué punto es cierto? No codos los fondos biblio-
gráficos de una librería se podían vender, aunque estuvieran allí para ello. Porque
en una ciudad universitaria, como Salamanca, los libreros estaban también al servi-
cio de la institución docente, y la variedad de su mercancía era consecuencia de una
demanda de literatura de calidad, pero que no implicaba una compra masiva de di-
chos fondos. Como veremos, cuando comparamos los títulos que existen en las li-
brerías y los que aparecen en las bibliotecas particularesª, los porcentajes ni se ase-
mejan, y sin embargo es lógico pensar que el librero poseía libros para venderlos y
no para que cogieran polvo. Una posible explicación es que la variedad y calidad de
los fondos de un determinado librero podían servir para atraer clientes, aunque
luego éscos se decidieran normalmente por übros más comunes, al estilo de los que
se usaban como manuales universitarios. Pero tampoco podemos descartar la espe-
cialización temática o clientelar de estos negocios, aunque aun así nos surgen di-
vergencias notables (en cuanto a tít ulos y cernas) entre las librerías y las bibliotecas.
Roben Mandrou y Álvarez Santaló9 consideraron a las librerías como una
«maqueta de lec curas populares», lo que quizá debamos macizar. No es sólo que
una librería nunca puede ser algo popular cuando únicamente lee un 10 o un 15 %
de la población, sino que ni siquiera en los fondos de estos negocios predominaban
los libros que podemos considerar más leídos. Al menos ésta es la impresión que
nos da el analizar seis inventarios de librerías - muy diferentes unos de otros-,
una cifra bastante más representativa que las de otras investigaciones. A pesar de
ello, el tema que nos ocupa obliga siempre a excremar la prudencia y a evitar ge-
neralizaciones y rorundidades.
7. ÁLVAREZSA?\TA LÓ, úón Carlos. Librerías y bibliocecas en la Sevilla del siglo XVIII. En ·la
donnnmra<idn notarral y 111 hmoria•. Vol. JI . Santiago de Compostela, 1984, p. 169. Un ejemplo que nos re-
cuerda, con humor, la impon:anc ia de lo económico en el anual un iverso culruraJ es la obra de Gabriel
ZAID. Las tkmasíados lilmH. Barcelona: Anagrama, 1996.
8. Las referencias que hagamos a los niveles cuamirativos y cualiracivos de la lectura en Salamanca
están basados en nu~tra obra LibrOJ y lertura t11 Salamanra. Del Barroro a la ll111traáó11 ( 1650-J725). Sala-
manca: Junta de Castilla y León, 1993. 11sca se basa en el análisis de los fondos notariales salmantinos.
9. ÁLVAREZSANTAlÓ, noca 7.
que éstos poseían. Bibliotecas privadas que podían ir de uno hasta mil volúmenes,
pero que son las que verdaderamente reflejan lo que se leía (o al menos lo que se
poseía) y, por tanto, lo que se compraba. Únicamente los pliegos de cordel, escam-
pas y almanaques no se aprecian con claridad en los inventarios de las bibliotecas,
pero sí en los de las librerías, y éstos nos muestran una importancia dentro del ne-
gocio mucho menor de lo que hasta ahora sabíamos.
Por ejemplo, en 1712 el librero salmantino Francisco Diego de Torres hacía un
inventario y casa de sus bienes (es decir, una escritura de capital) al pasar a segun-
das nupcias con una tal Jerónima de Ávila Martfn de LacereraLO. Sólo el 15,4 %
del valor de la librería correspondía a este tipo de fondos. Sin embargo, el negocio
de D. Lucas Martín de Hermosilla (el caso sevillano que estudia Álvarez Santal6)
de 1720 se basaba en un 40 % en las posibles ventas de pliegos de cordel, come-
dias, coplas y demás papeles 11. ¿Significa esto que en Salamanca se leía menos de
esta literatura popular? No, en absoluto. El hecho de que, por ejemplo, las pre-
dicciones de Torres Villarroel alcanzaran un gran éxito al ser publicadas apunta a
que el consumo de este género durante el siglo XVIII no había decaído lo más mí-
nimo en la ciudad del Tormes. Lo que sí significa es que la presencia de la pobla-
ción universitaria provocaba la demanda de una oferta distinta, en la que no falta-
ban estos impresos ni la literatura religiosa más tradicional y popular
(hagiografías, libros de horas, devocionarios ...), pero que se nutría principalmente
de libros «cultos». Al menos ésta es la conclusión a la que llegamos después de
examinar esos seis inventarios, de los cuales sólo en uno de ellos los volúmenes de
Literatura y espiritualidad son mayoría (más de un 60 %), mientras que en el resto
no llegan ni a un veinte por ciento del total.
CUADRO 1
1 2 3 4 5 6 7
TEO LOGÍA - 16.1 7.3 24.1 28.1 6.2 1.8
RELIGIÓN 23.2 o 28.9 14.l 4.8 8. 1 0.9
DERECHO 40.2 58.9 5.5 33.8 32.9 2.4 o
POLÍTICA 0.7 o o 0.6 0.4 o o
CIENCIAS 3.5 o 0.3 1.64 5.1 2.4 93.7
Narurales 0.2 o o 0.6 0.4 0.5 o
Medicina 1.8 o o 0.7 4.4 1.6 93.7
Matem./Astronom. 1.3 o 0.3 0.3 0.1 0.3 o
T écnica 0.2 o o 0.04 0.2 o o
HUMANIDADES 14.5 25 45.4 14.44 7.7 10.4 0.9
Clásicos 5.7 17.9 2.4 3.9 0.8 2.1 o
Historia 3.7 o 0.2 2.2 0.9 0.5 o
Filosofía 1.5 5.3 0.2 0.6 2.9 l.l o
Ortografía 1.7 1.8 7 2.5 0.9 1.9 0.9
Literatura 1.6 o 34.9 5.2 2.2 4.8 o
EMPRESAS 0.3 o 0.7 0.04 o o o
OTROS 1.3 o l.4 0.4 0.3 0.3 o
SIN IDENTIFICAR 16.6 o 11.2 10.9 20.6 70.2 2.7
12. En el índice general salmancino no hemos dividido la Teología y la Religión, más o menos un
S y un 15% respeccivameoce.
vemos, excepto la Práctica de Salcedo, que era «criminal» (penal), el resto son obras
de lo que hoy llamaríamos «Derecho civil». Los «cánones» permanecen aquí en des-
ventaja frente a las «leyes», que realmente e.ran las subordinadas en los planes de es-
tudio de la Universidad basca la reforma ilustrada de Carlos III.
Una parte importante de los libros de doña Barbota la constituían los de los
autores clásicos, entre los que destacan Esopo, Valerio Máximo y Virgilio (las Églo-
gas), puesto que sus círulos se repiten. Sin embargo, permanecen solicarios Cicerón
(De orationes), Tácito, César y Sueconio, aunque no quepa duda de que los dos pri-
meros gozaban de mayor predicamento en la cultura tradicional del Barroco: Ci-
cerón por la elegancia de su lacín y sus reflexiones filosóficas y Tácito por las en-
señanzas para la poütica que de su lectura se derivaban. Esopo resulcaba también
apreciado por su moralismo, muy afín a una sociedad donde la moralización cons-
tituía una actitud constante, aunque su presencia en las bibliotecas salmantinas
fuera más bien escasa.
El siguiente bloque temático era el de la Teología: los Commentaria allegorica et
moralia de Christo figurato in Veteri Testamenti y Commentaria mora/ia in tt1angelicam
hiJtoriam del jesuita Diego de Baeza, unas Contrwersiae sobre la Biblia del bene-
dictino Juan Alfonso Curiel, varias obras de Domingo de Soco (entre ellas el De na-
tura et gratia), una «Suma de predicadores», un De predicadores de Sarmiento (que
quizá sea el Promptuarium conceptu11m ad formandaJ conciones totius anni del cister-
ciense así apellidado) o un tomo «de letra antigua» de (¿Francisco?) Suárez.
Quizá no podamos hablar de los libros de la viuda de Juan Comán como de
una verdadera librería y sí de los restos de una. Pero podemos pensar que ella con-
tinuó al frente del negocio, ya que aunque cincuenta y seis volúmenes sean pocos
para una tienda, son demasiados para conservarlos sin intentar siquiera su venta, y
más desde los años que debieron de transcurrir tras la muerte de Comán. Esce ca-
ráccer de negocio-en-liquidación es el que provoca que las obras sean can dispares
y que sólo del Derecho - lo que más abunda- haya de codo un poco, desde los
corpus legales hasta sus comencarios.
Esta situación no nos volverá a aparecer. Por ejemplo, las existencias del librero
e impresor José Gómez de los Cubos abultan sólo casi seiscientos volúmenes y
cerca de dos folios del legajo notarial correspondiente 1~, pero son mucho más com-
pletos y responden a un negocio en activo. Los títulos vienen enumerados por jue-
gos o por varios comos, no como en el caso anterior, donde a lo máximo se llegaba
a los cuatro volúmenes de las Partidas de López.
Esca librería gozaba de un carácter bastante popular, en el sentido de que los
libros religiosos y Ja Literatura (incluidas las comedias y las sueltas) eran mayoría,
casi un 64 %. Había desde obras del prolífico jesuita Juan Eusebio Nieremberg
hasta las leidísimas obras del espiricual y pragmático (fue virrey de Nueva España
y fiscal del Consejo de Indias) Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla de los
Ángeles (México) y Osuna; de Sea. Rosa de Lima (tres comos) y de Cristóbal de Lo-
zano (Soledades de la vida, un juego del David perseg11id<J), de Sta. Teresa (un com-
pendio) y de fray Luis de Granada (el Libro de la oración y unos «ejercicios»),. .. Tí-
tulos como Corte Santa, Peregrinaciones del Hijo de Dios, Maravillas de Dios, Diferencia
entre lo temporal y lo eterno, Crisol de desengaños, De bien morir, El perfecto cristiano o ser-
monarios y libros de oración y de la doctrina (cuatro docenas de estos catecismos)
poblaban las escamerías de la tienda. De las obras propiamente teológicas, Gómez
de los Cubos no ofrecía las grandes sumas, sino que se detenía más en las de los
confesores, a medio camino encre el Derecho canónico y la Moral (Busembaum,
Bellarmino, Villalobos). De codas formas, los mayores fondos pertenecían al apar-
tado puramente literario: seis juegos de las Epístolas familiares de Amonio de Gue-
vara (que también se pueden incluir en el aparcado 'clásicos' por ser una obra que
se inscribe en los cánones del humanismo más típico), el Día y noche de Madrid de
Francisco Santos, la tercera parte de El criticón, dos juegos de obras de Quevedo 16,
un libro de romances y la variopinta oferta de la literacura de cordel (comedias,
treinta y cinco manos de romances y más de trece resmas de coplas varias).
Por último, diccionarios de codo· tipo, una antigua obra de Pichardo, otra de
Menda, de Vinnius y Covarrubias (¿y Leyva?), la Aritmética de Moya, «estilos» de
cartas y Cicerón y Esopo completan este rápido panorama.
Debemos insistir orca vez en el carácter «popular» de esca librería, aunque, en
realidad, lo popular entonces era no saber leer. No hay obras teológicas o filosóficas
de alto tono, y el predominio de los libros religiosos, literarios y clásicos, además de
la firme presencia de esa efímera literatura de cordel, nos reafirman en esta creen-
cia. Qué volumen del negocio suponían los romances, coplas, escampas y mapas es
difícil de precisar, ya que no comamos con la tasa de todo ello, aunque posiblemente
fuera algo menor del ya citado 15 % de Francisco Diego de Torres: éste contaba con
unos 372 volúmenes, mientras que los fondos de Gómez de los Cubos superaban los
seiscientos, y la cantidad de impresos menores era similar en uno y otro librero.
Francisco Comán debía de ser pariente de Juan Comán y, por canco, de Barbola
Núñez, sin embargo su negocio no se le parecía demasiado. Con sus aproximada-
mente 2.314 volúmenes es, sin dudarlo, la mayor librería que hemos enconcradol7.
16. No hay que olvida.r el fuerce componente filosófico y político de gran parte de las obras de Que-
vedo; a pesar de ello las hemos considerado en general como literarias.
l 7. AHPSA, leg. 3.783, fol. 407v.-432r. Por otro lado, solamente hay una biblioreca en este perío-
do que supere este ramaño: la del obispo de Salamanca, D. Francisco Antonio Díez de Cabrera (tI662),
con 2.439 volúmenes. Existía otra biblioteca privada que sobrepasaba los mil ejemplares, pero era menor
que la de nuestro librero. Se traca de la del presbítero José de Plasencia <t l 670), con l .200 volúmenes y
valorada en 5.000 reales.
Sin embargo, era la crastieoda la que encontramos con los muebles propios del
local comercial :
«En La trastienda de la dicha casa, donde está gran cantidad de librería, se
alló un bufetre de pino forrado en baqueta colorada; vnas escaleras de mano; vna
papelera de pino con su rapa, cerradura y llabe, con libros de diferentes (sic), que
a su ttienpo se pondrán los que son; un bufette de pino; más una mesa de pino;
una saca llena de Lana; vn banquillos (sic) raso de pino; vn aparador de castaño
entrepañado grande; yten, rhodos los estanttes de madera de pino donde escá Ja
librería que escá en dicha trastienda, que a su rhienpo se pondrán por menor; seis
almohadas de cabritilla; vn par de alforjas de lana basta listada vlanca y negra.» 19
Pese a esta diferencia no parece que los libros difiriesen mucho en uno y otro
lugar, aunque en la trascienda nos encontramos con libros sin encuadernar desti-
nados a papel viejo2o.
El elenco de tículos que ofrecía Comán a sus clientes era bastante amplio, pero
orientado especialmente hacia un público universitario y culto: un 33,8 % de li-
El tamaño del negocio de Francisco Comán permitía que éste pudiera ofrecer
de todo un poco. Por ello, nos encontramos con unos dieciséis volúmenes medici-
nales, de entre los que brilla con luz propia el Ortus medicinae del flamenco J an Bap-
tista Van Helmont, una obra clave en la historia de la Medicina.
En la Literatura Quevedo, extrañamente, resulta ausente, aunque hay una obra
de Lope de Vega (su San Isidro) o la adaptación de la Gerusa/emme liberata de Tasso
en la Sevilla restaurada de Juan Antonio de Vera y Figueroa, una obra dedicada, en-
tre otras cosas, a la gloria de Olivares.
No podríamos terminar este breve repaso a los fondos que acumulaban polvo
en las estanterías del local sin señalar la existencia de dos gramáticas y un diccio-
nario portugueses, así como de un manual de oración en francés. Algo, esto último,
realmente insólito en el panorama cultural salmantino, puesto que no hemos en-
contrado ningún libro galo en las bibliotecas salmantinas privadas, aunque sí al-
g unos portugueses e italianos.
Pese al tamaño del negocio, no suele haber muchos ejemplares de un mismo
título. Únicamente las obras más utilizadas como manuales universitarios --es de-
cir, libros de Derecho y Teología- son las que se cuentan por juegos o por doce-
nas. Del resto generalmente hay uno, dos o tres volúmenes.
ticensis se hacía presente con treinta y cuatro volúmenes, posiblemente por tratarse
de una producción local, aunque con una proyección que superaba ampliamente
los estrechos límites de la ciudad. Las obras de Busembaum aparecían en diez vo-
lúmenes, las de Leandro en veintinueve o las de Cabassut en ocho tomos, por ci-
tar algunos ejemplos.
Las obras médicas eran bastante variadas: Richard Morton, Bernardo Gordo-
nio, Martín Arredondo, Luis Oviedo, Jerónimo de la Fuente Piérola, Juan Calvo,
Dionisio Daza Chacón, Girolamo Fabrizio y Gaspar Bravo Ramírez de Sobre-
monte, •el divino»23, son algunos de los autores más representados.
En el campo de la hagiografía y de las obras espirituales hay que destacar es-
pecialmente los crece volúmenes del De imitatione Christi de Tomás de Quempis,
quien dos siglos después de su muerce aún seguía teniendo una g ran demanda (o
al menos una gran oferta). La mística concepcionista María de Jesús de Ágreda des-
tacaba también con nueve volúmenes, aunque de la Leyenda dorada de ]acopo da
Varagine nos enconcramos coo eres juegos.
La Literatura no es muy abundante. Es más, oi siquiera consta en el inventa-
rio la existencia de comedias o de coplas. A cambio, González de Feáns ofrecía en
su local la posibilidad de comprar la obra cumbre de Cervantes (dos tomos), e in-
cluso sus NovelaJ ejemplares. Quevedo sólo se hacía presente con eres comos, pero
también nos encontramos al Guzmán de Alfarache, de Maceo Alemán, las Novela.r
amarosa.r y ejemplares de la escritora y poetisa María de Zayas y Sotomayor, y el ejer-
cicio manierista de una novela sin vocales (aquéllas que se escribían con palabras
que carecieran de una determinada vocal).
Encre los libros más o menos curiosos se acumulaban, entre otros, el De revo-
l11tionib11s orbi11m c<Ele.sti11m de Copérnico, las Metaphysicae disputatione.s de Francisco
Suárez, las Regla1 de los cinco órdene.s de la arquitectura de Vignola, los Ejercicios de Sao
Ignacio y un Tesoro de la lengua ca.rtellana, que se trata, sin duda, de la obra de Co-
varrubias. El libro de Copérnico no era desconocido en Salamanca, aunque se uti-
lizaba más por sus tablas que por una adhesión firme a sus postulados científicos.
En cuanto a la Metafísica de Suárez, pese a su altura incelectual, no era un libro
muy difundido entre las bibliotecas salmantinas. Seguramente se prefería el Suá-
rez teólogo en vez del filósofo.
Las dos librerías que nos quedan por examinar proceden de escrituras de los
bienes que se aportan al matrimonio: una escritura de capital para el caso de Fran-
cisco Diego de Torres, un viudo que se casa en segundas nupcias con Jerónima de
Ávila Martín 24 ; y una carca de dote a IY Mariana Rodríguez de Valdés, que se des-
23. Podría tratarse tambi!ln de Juan Bravo, un médico del s. XVI, aunque nos hemos inclinado por
el primer autor debido a su enorme prestigio en todos los círculos médicos hispanos. Al menos, el nombre
de Bravo es el que más nos aparece en el inventario: cuatro juegos y nueve comos suelcos.
24. V. 111Jwa, noca 10.
posa con el también viudo y librero Antonio Rico 25: un caso típico de endogamia
profesional26. A diferencia de las bibliotecas privadas, en las que este tipo de es-
crituras nos las desvelan aún en formación, sin fosilizarse por la muerte del pro-
pietario, las librerías así inventariadas se pueden estudiar perfectamente, puesto
que su composición deriva fundamencalmence de los gustos del público, no de los
del propietario. En las bibliot·ecas privadas es mejor su estudio una vez muerto su
dueño, ya que entonces su tamaño suele ser mayor y se nos muestran mejor las ten-
dencias de un arco cronológico también mayor. De todas formas, la comparación
del inventario de una escritura de capital y del de uno post-mortem puede ser muy
interesante para analizar la evolución de la biblioteca, aunque hasta el momento
no ha aparecido ningún caso similar.
Retornando al examen de los fondos librarios, al menos un 47 ,5 % de los que
poseía De Torres eran libros usados, de los que no se nos aclara ni tema ni autor. Son,
en cambio, los libros nuevos los que sí se nos detallan, indicando además del precio
(recordemos que era una tasa) si el libro es un infolio, es en cuartilla, en octavo o en
dieciseisavo. Así, los infolios son únicamente misales, evangelios o breviarios. Por su-
puesto, son los que más dinero cuestan, ascendiendo el total a 665 ,5 reales. A desta-
car los 300 reales en que se valoraban dos misales, o los 100 que costaba otro.
Entre los libros de cuartina («de Madrid», especificaba el escribano) la varie-
dad era mucho mayor. Desde la Teología de Busembaum hasta la Aritmética de
Moya, pasando por los Pandectas, una vida de S. Nicolás de Bario de S. Vicente Fe-
rrer, un catecismo romano, las obras de Quevedo y de Gracián o las novelas de Ma-
ría de Zayas y la Medicina de Ayala y otros.
El tamaño en octavo era mucho más popular, por lo cual la relación está po-
blada de libros espirituales (dos «gritos del Purgatorio» y otros dos del infierno,
un Centinela contra judíos o El Pastor de Nochebuena de Juan de Palafox), clásicos
(Virgílio, Ovidio, Cicerón,), literarios (Día y noche de Madrid de Francisco Sancos,
una «Galattea», eres «Carlomagno», un romancero de Ortiz, la novela caballeresca
de los doce pares de Francia o unos entremeses), educativos (cinco catones, dos es-
tilos de cartas) o «populares» (un par de lunarios). Sin embargo, los libros en 16°,
los más pequeños, son fundamentalmente espirituales.
La mayor parte del peso económico del negocio de Francisco de Torres
(v. CUADRO 2) recaía en el conjunto de los libros, que ascendían a 2.141,5 rs.:
un 72,9 % del total del valor de la tienda. De ellos, el 65 % correspondían a los
libros nuevos y el 35 % restante a los usados. La literatura de cordel -ya lo he-
mos dicho-- se valoraba en un 15,4 % (454 rs.) y el papel y el pergamino para en-
cuadernar ascendían a 202 rs. (un 6,9 %). El resto correspondía a las herramientas
y a la madera -los estantes- del local.
CUADRO 2
TASA DE LA LIBRERÍA DE FRANCISCO DIEGO DE TORRES
Reales %
LIBROS 2141.5 72.9
Nuevos 1401.5 47.7
Usados 740 25 .2
LIT. CORDEL 454 15.4
PAPEUPERGAM. 202 6.9
HERRAMIENTAS 100 3.4
MADERA 40 1.4
TOTAL 2937 .5 100
27. «Fue mi padre hombre muy gracioso, de agradable trato y de conversación entretenida y varia-
mente docta. No salía de su tienda comprado o vendido libro alguno, antiguo o moderno, que no lo leyese
anees con cuidado e inteligencia. En la historia fue famoso y puncualísimo, y en las Íllcultades escolásticas en-
tend ía más que lo que regularmente se presume de un lego, con atención a otros cuidados». Véase Noca l.
plo, no sólo guardaba la obra de Galeno (cinco comos valorados en 60 rs.), sino
también la de Avicena (un tomo por 24 rs.), la de uno de los dos Mesué, la de Abe-
rroes o la de Hipócrates, por citar a los autores más antiguos. Otros, como Gian
Michele Savonarola (no confundir con el reformador, Girolamo), Guy de Chauliac,
Mateo Silvático o Tadeo eran autores medievales que -pese a estar desfasados en
muchos puntos de la teoría y la práctica- seguían siendo consultados asidua-
mente por los profesionales del ramo. El caso de Tadeo, un médico italiano del si-
glo XIII es, por otra parte, sintomático: fue el fundador de la escolástica grequi-
zance, que sustituyó al empirismo en Medicina por la Lógica y la Dialéccica28•
El resto de las obras nos ofrecen apellidos más o menos coetáneos: Gallego de
la Serna, Gómez Pereira, Gordonio, Manardo, Mercado, Vallés de Covarrubias o
Vigo. Sin duda alguna, sobresale de entre ellos el De humani corporis fabrica de Ve-
salio, que es el libro más caro (90 reales), pero que no supone ninguna novedad al
comienzo del siglo XVIII. Por supuesto, al lado de coda esca mercancía no podía
falcar un diccionario bilingüe, como era la Cornucopiae de Ambrogio Calepino, una
obra que se hallaba en toda biblioteca que se preciara.
¿A dónde hemos llegado después de este largo análisis? En primer lugar, po-
demos concluir que los negociios del libro en Salamanca estaban ampliamente de-
terminados por la presencia de la Universidad: gran número de librerías centraban
su oferta en lecturas claramente universitarias. Sin embargo, no todo el panorama
era éste, y los títulos de obras religiosas o literarias ocupaban amplios espacios en
los estantes de algunas tiendas. Y los ocupaban en mayor medida de lo que lo ha-
cían en las bibliotecas privadas; al menos en lo que concierne a la Literatura.
En segundo lugar, teniendo en cuenta todo ello, debemos recelar de la afirma-
ción de que los fondos de una librería nos proporcionan una visión real de las lec-
turas populares de esta época. El análisis de éstas se basa primordialmente en los
resultados que arrojan los inventarios de las bibliotecas privadas, mientras que los
negocios son únicamente un complemento de esta visión. Por otro lado, resulta
casi imposible establecer una relación directa entre los títulos de uno y otro lugar
sólo por el examen de los fondos29.
28. No en vano, durante codo el siglo XVI, el XVII y buena parte del XVIII, las clases de la facul-
tad de Medicina se basaban en la explicación de cexcos de Avicena, Hipócrates, Galeno, Mesué y Guy de
Chauliac. No fue hasra la reforma iluscrada de 1771 cuando el plan de escudios se acomodó a los avances
científicos realizados: v. RODRÍGUEZ CRUZ, Ág ueda. Régimen docente. En AAVY. La Universidad de
Salamanca. 11. Docencia en imJeJtigación. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1990, pp. 456-
458. Y otra prueba de la simonía de ideas de la medicina oficial española con los presupuestos de Tadeo
son las conclusiones a las que llega Anastasio ROJO VEGA tras el estudio de las bibliotecas privadas de
los médicos vallisoletanos durante los siglos XVI y XVII: bibliotecas más filosóficas que médicas; v. Cien-
cia y <u/tura en Valladolid. Estudio de las bibliot«as pri11adaJ de los siglos XVI y XVII. Valladolid: Ediciones
Universidad de Valladolid, 1985.
29. Que es lo que ha hecho Santaló afirmando que las buenas bibliotecas «no parecen surtirse• de
las librerías. Desde luego, conocemos de la existencia de otras vías de abastecimiento, como podían ser las
suscripciones o el envío del material por libreros radicados en ciudades con una producción editorial ma-
Aunque una librería es en primer lugar un ente económico, no creemos que to-
dos sus fondos supusieran un buen negocio. La existencia de Libros raros, libros que
prácticamente no se dan en la bibliotecas privadas, y esa ofena -a veces desme-
surada para lo que conocemos ac.erca de su consumo en la Salamanca de esros
años- nos llevan a pensar que muchas obras posiblemente pudiesen actuar en rea-
lidad como reclamos de venta, más que como objetos de venta en sí mismos (pese
que a priori se pensaran como cales): una técnica de marketing. Lo que sí parece claro
es que la literatura de cordel era un aspecto del negocio que no comportaba un
gran valor económico, aunqut: tampoco se pueda desdeñar. Y un librero no sólo
vendía libros: también los encuadernaba30.
Por último, los libreros no debían de incentivar demasiado las conductas cul-
turales, sino que más bien respondían a ellas31• Pero el incentivar no tiene por qué
suponer renovar o progresar. El estudio de las ediciones salmantinas tendría que
centrar pane de sus esfuerzos en ello, en investigar el papel que desempeñaron los
libreros dentro del mundillo culcural de la ciudad, especialmente como editores de
obras de codo cipo32.
yor, como era el caso de Madrid. Un uso muy exrendido en el siglo XVIII y que sólo se da en ciertas gran-
des bibliorecas. Pero hacer esra afirmación sólo porque los círulos no son los mismos es un canto arriesgado,
y más si consideramos que el universo intelecrual sevillano no se nurría de una única librería: v. SAN-
TALÓ, nota 7, p. 181.
30. ~sra ero labor de los libreros, y pocas veces de los impresores, a menos que fueran títulos im-
portados. Así, en los inventarios de Francisco Comán (v. JNJwa. nota 18) y Cristóbal de la Plau (AHPSA,
leg. 3.786, ful. 23lr., año 1683), ambos libreros, se detallan diversos aparejos destinados a la encuaderna-
ción, un aspecto de sus negocios muy lucrattvo:
• Ytem, en la tienda de librería se alió vna prensa de corrar con su yngenio. Y orrr-as dos prensas de
enlomar¡ y unas rigeras grandes y vn ma~o de barir de yerro.
Yrem, vn telar en que se cosen libros.•
Pero también un impresor (al menos así viene definido por el escribano de turno) tiene estos enseres.
Además de •la ynprentca con trodos sus marteriales con dos prensas•, José Gómez de los Cubos (ya lo he-
mos visto) poseía en la librería orras cuarro prensas, que segurameme utilizaba para encuadernar, ya que a
ellas se les unen dos ingenios viejos, un celar y un cazo de cobre para •la cola•, entre otras cosas.
31 . •El an1Uisis de la librería me parece confirmar la hipótesis de que el control ideológico, el me-
canismo de autocensura y los inrercses económicos hacen que la librería simplemente responda a las con-
ductas culrurales en vez de incent ivarlas•. SANTALÓ, nota 7.
32. Un imprt$0r o un librero podían participar como editores y los primeros, en ocasiones, vendían
directamente los producros salidos de sus talleres. Pese a la oncrosidad de los gastos eran muchos los par-
riculares que, solos o asociados remporalmenre, financiaban por su cuenta la publicación de una obra. En
numerosas ocasiones los gasros corrían a cosra de los propios autores, como en el caso del caredrático de
prima de Teología, D. Juan Cano. tsre dejó al morir en 1705 la suma de 160.502 reales de vellón (cerca
de 14.600 ducados) en libros sin encuadernar que cenía almacenados en el Colegio Mayor del Arzobispo
Fonseca, y de los cuales él mismo era autor. Eran algo menos de seis mil seiscienros volúmenes de obras fi-
losóficas, de los que casi un tercio resultaban inservibles para la venca y se dcsrinaron a papel viejo. Esto
prueba que el fallecido había corrido con rodos los gasros de la edición, por lo cual poseía cierra canridad
de las ediciones (no sabemos si eran completas). ¿Cómo las vendía? Posiblemente enrregara a los libreros
de la ciudad algunos ejemplares, o quizá se vendieran en el Colegio mayor, valiéndose de su auroridad aca-
démica y de que el recror de aquél era 50brino suyo. Par.A lo referente a las funciones profesionales de los
libreros, editores e impresores, vfase la obra citada de Philippe Berger (nota 4).
l. HISTORIA
476 (rs)
2.936 (rs)
Que importa todo tres mil y quinientos y nobenta reales, los que se repar-
ten por mesadas a los músicos en cada un año como consta de sus recibos que
cada mayordomo guarda. "3
3.590 (rs)
3. Libro de bienes y reocas de la capilla de música de la Parroquia de San Manín (LBC), ff. 48r-57r.
2.1 . EMPLEOS
En la capilla de San Martín, durante el período 1700-50, los empleos eran en ca-
lidad de músicos asalariados. Los de maestro, compositor y organista, eran desempe-
ñados por una misma persona desde 1722; anees de esa fecha no hay constancia del
empleo de composiror, sí del de maestro, que podía serlo el organista o el arpista. El
resto de los empleos los ocupaban los músicos de voz e instrumentos. Había también
plazas de mozo de coro y contrataciones eventuales de organero y afinador.
4. Archivo de la Universidad de Salamanca (AUS) 189, ff. 22v-23r. Ver también: PÉREZ PR1ETO,
Mariano. "La capilla de música de la Universidad de Salamanca durante el perfoclo 1700-1750: hiscoria y
estructura". Salamanca, Revista de Estudios, 37, 1996, pp. 159-173.
5. ADS. Libro de cuentas de fábrica de la Parroquia de San Martín (LCFP) (1716-40), ff. 432v-433r,
459r. LCFP 1740-68, 15v-16r.
2.2. CANTORES
De 1722 a 1730, los cantores de la capilla de San Martín eran los mismos que
había al servicio de la Universidad. En 1730 hubo una voz de tiple menos en San
Martín.
A parcir de marzo de 1738, fecha en la que se rompe el acuerdo entre las dos
instituciones, la Parroquia de San Martín fue dotando poco a poco su plantilla
hasta alcanzar, en 1740, el número de cuatro cantores; no sabemos nada sobre sus
tesituras, ya que las fuentes no lo especifican.
-ÓRGANO
En la iglesia de San Martín se construyó un órgano nuevo entre agosto de 17 14
y octubre de 17 15. El mecanismo lo hizo J oseph Hernández y la caja Joaquín de
Churrig uera. El coste total fue de l 0.3 19 reales de vellón: 7 .303 por el órgano pro-
piamente dicho y 3.016 por la caja6. En 1728 fue afinado por el franci scano Simón
Fontana7.
-OTROS INSTRUMENTOS
En el gráfico sig uiente presentamos la aparición y presencia de los instrumen-
tos que componían la capilla d e música de San Martín; entre corchetes señalamos
el período de cofinanciación de la capilla con la Universidad (1 722-1738).
1702 ·20 ·22 '22 '26 '38 '38 '40 '45 '50
(San Martín-Univers.}
1Chüimt ----~---
BaJ6n
11 -------------------------
---------------------------
11 ------------------------------.
----------------------------------1
-----
Universidad-San Martín
1722 2 1 2 o o o l l
1726 2 l 2 l o o 1 2
1738 l l o o o l l o
1740 l 2 2 o l 2 l l
1745 l (l) (2) o l 2 l 1
1749 2 (1) 2 o 1 2 l l
8. Ver Nota 2.
9. LBC, f. 39v.
3. ÁMBITO DE EJERCICIO
"Consta por el libro de las cuencas de fábrica de esca Yglesia de Sr. San Mar-
tín y de las que dio Diego de Sopuerca, su maiordomo, de los años de seiscien-
tos y noventa y seis asca el de setecientos, aver fundado en esca Yglesia de San
Manín y en la capilla de Nra. Sra. de las Angustias la pía memoria y jubileo de
las quarenca oras que se celebra los tres días de Carnestolendas de cada año, ce-
cuancco pasa por la yglesia están cannando el "Miserere"; el Viernes sanco, a los
ofizios, y lo mismo el sábado sanco.
Idem, zelevrar los ccres días de Pascua de Resurreczión y la del Espíritu
Sancto con la dezenzia que fuere correspondiente, y en la misma conformidad
los días de Nra. Sra. y Sancos Apóstcoles, y a sus vísperas.
ldem, zelebrar con su asisccencia las dos misas con villanzicos que en los
días de Sancta Cruz de mayo y San Juan Baptista se dizen en dicha capilla por
los fundadores.
A ccodas las dichas fesccibidades han de asisctir, prezisamencre, ccodos los
q ue componen la capilla de música, boces e ynstrumenccos.
Los domingos y demás fiestas de encere el año ande concurrir a zelebrarlas
los músicos de vozes, y de los ynsrrumencos, sólo el bajón y obue, asiscriendo
así mismo ttambién a sus vísperas.
Los dichos músicos de vajón y obue, en cumplimiento a la fundazióo, de-
ben asistir a rcodas las salidas de Nuestro Señor en público, y de lo conccrario
les ympone La multca de un real por cada bez que falten, y que se la quiere de
su salario.
..
(. )
Prebiene que las falcas que yziesen por ellas, yo, Félix García de la Fuenrce,
comisario de música, les he de ympooer la muleta que me pareziese por lo que
reoca a las fuleras que biziesen en la Yg lesia según los capirrulos de arriba, y por
lo que reoca a Las que crubiesen en las pruebas, desde luego se les ympone la de
un real de cada una, y éstas quedan al cuidado de Anccooio Gómez, arpista, el
apuntarlas y dar memoria de ellas al señor maiordomo, para que se las des-
cuencce de sus salarios, y escas queden con la aplicación de vez para los gasrcos
de las pruebas y de ccodo lo aquí conctenido, son norciziosos y están combeni-
dos de su obserbanzia y cumplimienco." 13
4.1. FlNANClACIÓN
tos de cinco casas construidas por ellos en el Corrillo, cuyo capital era de unos
2.936 reales al año, y parte de los 120 reales anuales que los mismos benefactores
donaron para los gastos de la celebración de la festividad de las Cuarenta Horas 15.
Como ya hemos visco, la Parroquia de San Martín no contribuía directamente
a la financiación de la capilla; en su presupuesto de gastos generales había una can-
tidad que pagaba al organista de la iglesia, que lo era también de la capilla, y otra
para el día de la fiesta de San Martín, para la cual llamaban, hasta 1722, a la capi-
lla de la Catedral.
Aunque la capilla de San Martín tenía un presupuesco de unos 3.056 reales ve-
llón al año, la cantidad gastada durante el período 1720-21 en realidad fue dife-
rente:
Sin embargo, la Parroquia de San Martín a partir de 1729 aportaría sólo 3.150
reales al año, lo que explicaría la diferencia de una o dos voces menos en la planti-
lla a su servicio. En 1732 esta cantidad sube a 3.440 anuales, pero en vez de asis-
tir todos los cantores que asistían en la Universidad, se contrató a tres mozos de
coro 17. Posiblemente, la insuficiente aportación económica de la Parroquia, y el no
contar con alguno de los músicos de los que actuaban en la Universidad, fue la base
de los problemas que acabaron en 1738 con el proyecto común.
A partir de ese año, la Parroquia de San Martín, sin separar ya el capital de la
fundación y el de la fábrica, inició los trámites para crear una capilla de música
propia. Quedaría consolidada durante el ejercicio 1743-44 como prueban las can-
tidades gastadas en música a partir de ese año, las cuales estaban muy cerca de la
cantidad de 3.590 reales anuales, inicialmente presupuestada en 172218.
20. Archivo de la Universidad de Salamanca (AUS) 188, Libro de Claustros (LC) ( 1720-21).
ff. 27 r-30r.
21. ADS 423/44. LPFR, f. 294v.
APÉNDICE 1
- 1702-04:
- organista: Esteban García.
- cantor: Polinaro de Silva.
- cantor: Andrés Estévez.
- arpista y chirimía: Benito García.
- chirimía: Isidro Ma.r tín.
- músico: Francisco Arellano.
- músico. Francisco Bamba.
- músico: ).E. L6pez de Cárdenas, presbítero.
- músico: Martín de Ochoa.
- 1710-11:
- organista.
- cantor: Andrés Estévez.
- arpista y maestro: Juan Amonio Martín Orig üela
- chirimía: Isidro de Coca
- músico: Francisco Arellano.
- músico: Jacinto Gabriel Robleda
- músico: J.Alvárez Gudino
- músico: Francisco Martín del Corral.
27. Las "siesras" eran "conciercos ucros en los que comaban parte los can cores y min iscrilcs, bien
juncos o bien alcernánd~. durante la octava del Corpus, en que se cen ia el Sancísimo Sacramenco expucsco
durance codo el d ía". LOPEZ C ALO, J. HiJtO'l'ia de la mlÍsiCll tSpaíiola. Siglo XVII. Madrid: Alianza Mús ica,
1988, pág. 120.
28. AOS 423/44. LFPR, f. 294 rv. LBC, ff. 97r-98v.
29. ADS 423/44. LFPR, f. 294 rv.
- 1720-21.
- músico cantor: Andrés Estévez.
- chirimía: Isidro de Coca
- bajón: Antonio García.
- músico: Matías Oses
- músico: Mig uel de Abarca.
- abril-octubre de 1722 hasta 1729: durante esos años las plantillas de la capi-
lla de la Universidad y la de San Martín coinciden30. La principal y casi única di-
ferencia es que, durante el período de cofinanciación (1722-1738), los maestros de
capilla eran distintos: en la Universidad el catedrático de música y en San Martín,
el organista.
- 1729-1738. A partir de 1729 posiblemente hubo algunas pequeñas dife-
rencias entre las plantillas que actuaban en la Universidad y en San Marcín31• En
los documentos de la Universidad no tenemos una descripción completa d e la
plantilla que sirvió allí durante esos años, sin embargo, en el Libro de Bíenes de la
Capilla de Música de San Martín hay listados de los músicos que actuaron en lapa-
rroquia durante el mismo período.
-1729-32:
- organista, arpista y maescro: Francisco Alfayate.
- contralto: Benito Abango
- contralto: Gaspar de Villalobos.
- tenor: N icolás González.
- violín 1º: Juan de Corominas.
- violín 2º: Francisco de Corominas.
- bajón y chirimía: Isidro de Coca.
- bajón: Atilano Rodríguez.
- 1732:
- organista, arpista y maestro: Francisco Alfayate.
- contralto: Benito Abango.
- contralto: Gaspar de Villalobos.
- tenor: Nicolás González.
-1743-44:
- organista y maestro: J uan de Sotomayor.
- cantor: Roque Vicente.
- cantor: Francisco Martín.
- cantor: Nicolás Agustín.
- cantor: Ig nacio García.
- arpista: Antonio Gómez.
- violín l 0 : Juan Antonio Díez.
- violín 2°: Lucas Alvárez.
- clarín, oboe y chiri mía: Manuel Marín.
- bajón, chirimía y clarín: Bias Gómez.
- 1749-50:
- organista, compositor y maestro: Juan de Socomayor.
- cantor: Francisco Martín .
- cantor: Ignacio García.
APÉNDICE 2
1705-171 3.
- Nicolás Agustín: músico de voz; 174 1-46.
Ochoa, Martín de: músico; 1702-05.
Oses, Marías de: músico; 1718-22.
Panero, Francisco: clarín, oboe y otros inscrumenros; 1744-50.
Piedra, Julián de la: tiple; 1705-10.
Pérez, Antonio: músico; 1713-16.
Rodríguez, J erónimo: organista; 1742-44.
Rodríguez, J oseph: músico; 1718-19.
Sabio,Joseph: músico de voz; 174 1-43.
Sánc;hez, Juan Antonio: organista, 1717- 19.
San Miguel, Antonio: arpista; 17 14.
Sancos, Manuel: cantor; 1722.
Silva, Polinaro de: cantor; 1702-06.
- Sotomayor, Juan de: músico de voz e inscrumencos, organista y com-
positor; 1738-50.
- Vicente, Roque: músico de voz; 1741-49.
- Abango, Benito.
- Alfayate, Francisco.
- Aragués, Juan Antonio.
- Billán Diego, Francisco.
- Corominas, Francisco (Tomás] de.
- Corominas, Juan Francisco de.
- Díez, Francisco.
- Fernández, Ignacio.
32. Ver: P~R EZ PR IETO, Mariano. "Función y organi:cación económica y social de la capilla de
música de la Universidad de Salamanca durante el período 1700-1750". Salamanca. Rl!lliJta dt Es111dios, 38,
1997.
- Fernández, Manuel.
- García Robleda, Jacinto.
- González, Nicolás.
- Piedra y Coca, Isidro de la.
- Prieto, Juan.
- Rodríguez, Atilano.
- Villalobos, Gaspar de.
1. INTRODUCCIÓN
1. J osé Luis VAU.S T OJMI L, • Juan G onz.ález de Dios, maescro de Torres Villarroel y catedrático de la
Universidad de Salamanca.. , Salamanca (RtviJta tú EJruáios), 35-36, 1995, págs. 123-148. (En adelante,
}GD.)
contrando nuevos datos sobre él, algunos de verdadero interés no sólo -como es
de suponer- para ampliar nuestros conocimientos sobre De Dios, sino también
sobre la vida universitaria salmantina en el siglo XVIII . Paso ahora a presentar
tales datos.
En el primer apartado de mi artícuJo2, ya resaltaba que este catedrático era per-
sona muy estimada por sus compañeros, aprecio que perdura después de su muerte;
la prueba de esa estima es patente en los tres testimonios que aporto ahora. Así, los
miembros del Colegio de Humanidades de la Universidad, en el plan de estudios
que redactan en 1773, recomiendan una de las obras de nuesrro latinista con estas
palabras: «( ...] si al maestro pareciere, podrá explicárselas (las reglas) por el mé-
todo de oraciones que escribió el célebre don Juan de Dios, uno de nuestros vene-
rados antecesores (. ..)» 3.
Por otra parte, escribe Miguel Antonio Salgado4(en este caso, es una alabanza
colectiva): «No necesita mis elogios el Seminario Trilingüe, que, con chiste, lla-
maban los muchos eruditos que entonces tenía este pueblo el Colegio de la Sa-
piencia»; y, en nota, añade: «Chafreon, Borrull, Miranda, Cid, Losada, Ribera, Bo-
tello, Bayer, Dios, Villarroel, Robles, con otros muchos varones consumados en
erudición y bellas letras vivían a un mismo tiempo en esta Universidad por aque-
llos años, que no faltará quien los llame de ignorancia».
Todavía en el siglo XlX la fama de nuestro maestro persistía; así, La Fuente\
refiriéndose a De Dios, consigna: «Los catedráticos ancianos de Salamanca, a quie-
nes trataba yo como amigos y compañeros en 1852, en especial el Decano de Filo-
sofía, Sr. Ortiz, hablaban siempre de él con encomio por lo que habían oído a sus
padres acerca del mismo».
lado de nariz, con un lunar debajo de el ojo izquierdo, poblado de cejas, pasa há-
bil a oír ciencia en 20 de diciembre de 1698; eJt not11s»6. Matriculado el mismo día
en primero de Artes, ya sabemos7 que cursa esta carrera y que aparece, por lo me-
nos dos veces, en las listas de la facultad de Cánones; el hecho es que sólo termina
Artesª, estudios que realiza en el convento de San Francisco de Alba de Tormes9.
11 . AUSA, 183, fols. 92v".-93r". En los esrarutos, se decallan el funcionamiento de la capilla de San
Jerónimo y las obligaciones de sus ocho capellanes; el salario anual -sin duda, el estímulo principal para los
pretendientes- era de 6.000 maraved ís desde 1561 y de 10.000 a partir de 1594. Por su parte, el Hospital
del Estudio tenía tres capellanes: uno de ellos, que vivía en el Hospital, era, en realidad , el administrador;
los otros dos se alternaban semanalmente para decir mjsa, a las ocho en verano y a las nueve en invierno, y
se les daba de limosna un real por cada misa (ni siquiera llegaban a los 1.000 maravedrs al año). En 1720,
se les daban cm males por mi.sa. V. Ei1a1111os h«hos por la Uniimidad tk Salama!1<4. Rtnpilados n11n:a1t1mte.
Año tk 1625, Estudio y edición facsimilar de Luis Enrique RooRICUEZ-SAN PEORO BEZARES, Salamanca,
Ed. de la Universidad, 1990. tirulos 52 y H. cspecialmenrc el esmuto 14. (En adelante, RKOpilarión.)
12. AUSA, 188, fols. 22v".-23r".
13. AUSA, 188, fol. 23r".-v".
14. AUSA, 188, fol. 42v".
15. AUSA, 189, fols. 141 v". y 148v".
16. }GD, págs. 131 - 132.
provisión, se entabla un pleito entre los opositores porque uno de ellos no cum-
plía, al parecer, los requisitos necesarios. El Consejo Real, anee el que se eleva el li-
tigio, ordena en 1719 que se suspenda, de momento, la oposición17. Siete años
después, en el claustro pleno de 9 de marzo de 1726, se lee una carta orden en la
que se manda, entre otras cosas, que se pongan edictos a las cátedras raras vacan-
tes. Sobre la de Humanidad, el Consejo afirma que no hay litigio, pues uno que
quiso ser opositor no tenía el requisito esencial: ser bachiller en Arces, .-.y haber
muchos días que desertó de esca ciudad »; por canco, nada impide que se pongan
edictosl8, El 26 de marzo, en claustro pleno, se lee otra carta orden en la que se
obliga a la Universidad a fijar edictos a la cátedra de Prima de Humanidad; y así
se hace, con término de treinta días naturales. Es el momento en que Juan de Dios
(el 8 de abril) y los otros pretendientes se oponen a la cátedra.
5. ACTIVIDAD ACADÉMICA
17. Asf se asegura en informe de la Universidad al Consejo, págs. 4-5. Cosido al final del libro de
claustros CAUSA, 187). el informe lleva Í«ha de 30 de junio de 1719.
18. AUSA , 194. fols. 191'°.-v°. y 21v°.
19. JGD, pdg. 132.
20. Por canco, los nombramientos son del 19 de occubre de 1729. 1732. 1735, 1738, 1741, 1744,
1747, l 750, 1753, 1756 y, excepcionalmente, 1760. Era segundo visitador cuando muri6, en agosto de 176 l.
21. AUSA, 218, fol. 80r".
22. JGD, págs. 132-134.
Pero no es sólo de honras reales de lo que se ocupa Juan G onzález de Dios. Así,
en el claustro de diputados de 14 de mayo de 1737, el secretar io informa de que
De Dios le ha pedido testimonio del estatuto 29 del título 63 -el que prohíbe en-
señar latín a preceptores particulares- y de algunos acuerdos sobre la misma cues-
tión para enviárselo al cacedrácico de Latinidad de Alcalá, el cual se los ha solici-
tado a su compañero epistolarmence; la Universidad ordena que se dé el
mayor que había sido este próximo año, era muy inteligente y estaba muy actuado
en este encargo, y se había reconocido mucho beneficio a favor de la Universidad
en lo gaseado en obras, por lo que fuera conveniente el que dicho señor continuase
en la obrería mayor si el señor maestro don Manuel Sánchez, a quien tocaba por
turno de g rado mayor, conviniese en ello(... ]»; y convino4t. Al año siguiente, to-
davía algunos pretenden que se le reelija por su buen quehacer, pero se sigue el
curno y se nombra a Sánchez42.
En su condición de examinador para proveer t res becas del Trilingüe, el 6 de
noviembre de 1750, en claustro de cabezas, examina -junto con fray Manuel Vi-
da!- a Vicente García de la Huerta, «natural de Zafra, de edad de 16 años cumpli-
dos ... Corresponde leer Justino, libro 16, en el capítulo que empieza «Post Casan-
dri Regis... »; la beca -de retórica o griego- la gana García de la Huerca con 20
votos, frente a 4 y 2 de los otros precendientes43.
Tuvo González de Dios una participación destacada en la renovación y nueva
redacción de las inscripciones que ennoblecen el claustro de La Universidad. El 18
de marzo de 1755, en claustro de diputados, después de cierta información del
obrero mayor, se toman diversos acuerdos, entre ellos el siguiente: •Que se re-
nueven Los rótulos que están en las paredes del patio de Escuelas Mayores, y fi-
guras, y con especial idad el del señor rey de León don Alfonso, fundador de esta
Universidad, que está junco al general mayor de Cánones, poniéndoles en pizarras
embutidas en las paredes que hagan correspondencia con la que está junco a la
puerca de la capilla de San Jerónimo, puesta a pedimento del señor maestro don
Pedro Samaniego, asistiendo a la ejecución de esta última obra y asiento el señor
maestro don Juan González de Dios, para que vaya con codo acierto y sin defecto
alguno,,44. Las nuevas leyendas y las enmiendas a las ant iguas las escribió Juan de
Dios, las cuales fueron recogidas en libro, impreso, sin fecha, por Antonio J osé
Villargordo y Akaraz45.
Poco hay que agregar a lo que ya dij imos enconces)4, pero al menos se puede
añadir algún detalle. Pese a tener Torres poca afición al estudio, Juan de Dios lo-
gró que su discípulo aprendiera la gramática. En esa labor, el maestro se sirvió, sin
duda, del método expuesto en el memorial de 1703)): según se deduce de lo es-
crito por Torres, anees de entrar él en el pupilaje de González de D ios, pasó dos
años (entre 1704 y 1706) en las aulas de las Escuelas M ínimas)6. Por fuerza, tuvo
que aprender los rudimentos del latín con De Dios, entonces maestro de primera
clase, quien estaba obligado a aplicar el método aprobado por la Universidad. Y es
presumible que, salvando las diferencias, lo seguiría en su pupilaje. Por otra parte,
tampoco hay que olvidar que Torres Villarroel entra con una beca en el Trilingüe
en 1708, donde permanece hasta 1713, y que la relación entre este Colegio y las
Escuelas Mínimas es indiscutible.
9. ESCRITOS
Aunque no es mucho lo que hay de nuevo con respecto a las obras de Gonzá-
lez de Dios, sí es cierto que se pueden añadir a su bibliografía algunos escricos de
ocasión y, lo que es más imporcante, se puede dar como suyo algún título que an-
ees sólo cabía atribuirle.
Decíamos en nuestro artículo57 que en el comico58 en el que se reúnen varias
obras de Juan de Dios había otras sin nombre de autor que, muy probablemente,
eran suyas; ahora hay datos nuevos que parecen corroborarlo. Así, según se lee en
el manuscrito 41 de la Biblioteca Universitaria, entre los libros regalados por sus
autores a la librería de la Universidad, figuran «sus obras (las de González de Dios)
en 16º.»59.
Por si fuera poco, en el método60 de 1773, ya mencionado a otro propósito, los
autores del plan recomiendan una de las obras de nuestro catedrático para los
alumnos de la primera clase; esta es la cita completa: <<Explicará el maestro las ora-
ciones según se vayan ofreciendo, y, de esca suerte, se evita el que se carguen de re-
glas, como hasta aquí; aunque, si al maestro pareciere, podrá explicárselas por el
método de oraciones que escribió el célebre don Juan de Dios, uno de nuestros ve-
nerados antecesores continuadamente, porque en ellas se encuentran codos los mo-
dos de oraciones de que usan los autores latinos, y con esca luz entran los jóvenes
con más gusto en ellos,,6 1 • Esca obra no puede ser otra que la Noticia breve de modos
y tiempos, explicación compendiosa de las uraciones, principales r11dimentos de la gramática.
Según el uso y método de los Estudios del Colegio Trilingiie de la Universidad de Sala-
manca. ATiádense unas advertencias muy útile.r y importantes para la cabal inteligencia de
esta explicación. Dase a la luz pública para la común utilidad, Salamanca, Antonio José
Villargordo, 17 31. Si aceptamos que esca obra es de Juan de Dios, no queda razón
alguna para no admitir q ue también lo sea Rudimenta, quas Ot'atione.r vocant, heroicis
carminibus reddita, et in breviorem methodum redacta, Salamanca, Nicolás José Villar-
gordo, s. a.
H ay que incluir, pues, estos dos títulos encre los nueve q ue ya poníamos a
nombre de González de Dios62, con lo que la relación de obras queda así:
l . Explicación y commto breve de la sintaxis... , s. a., pero escrita entre 1710 y
1714, tiempo durante el cual desempeñó la precepcoría de m edianos o se-
g unda clase63.
2. Manual de ortografía casteltana ... , 1724.
3. Tratado del ace1110 latino.. ., 1725.
4. Tratado breve del acento latino, s. a., pero posterior al número 2.
5. Noticia breve de modos y tiempos ... , 1731.
6. Diatriba. Epistolarum fasciculus ... , 1737.
7 . Las Notae a la Satyra de Francisco Bocello de Moraes, 1737.
8. Las Notae a las Satyrae tquitis ... de Francisco Botello de Moraes, 1738.
9. Rudimenta, qUaJ oratione.r vocant ... , s. a. No es posible saber el año de com-
posición, pues no hay indicio alguno que permita determinarlo. Sin em-
bargo, la fecha de publicación puede establecerse aproximadamente. N i-
colás J osé Villargordo y Alcaraz, casado por cierto con Catalina, sobrina
de González de Dios64, comienza su actividad de impresor en Salamanca
en 1738 y la acaba, al menos, en 1780. Entre 1744 y 176 1 (obsérvese que
este último año es el de la muerte de Juan de Dios), hay un vacío en su
trabajo65. Por canco, los Rudimenta... tuvieron que ser publicados entre
17 38 y 1744 (recordemos que el autor regaló sus obras a la librería uni-
versitaria en 1756).
10. Compendio dt la ortografía castellana .. ., 1754.
11. lndex contractus iconem .. ., s. a. Probablemente, de 1755; en todo caso,
nunca anterior a este año66.
Por otra parce, cabe agregar una poesía latina y una aprobación a sus escriros
de encargo:
-Epig rama latino («Vt castis Apibus solercia prima virencem ... »), en los preli-
minares a La obra de Juan de Ja Cruz, Sermón panegfrico gratulatorio en la solemnefiesta
que dedicó el Colegio de S. Elías de Salamanca a la Translación de la Milagrosa Imagen
de Nuestra Señora de Atocha. {.. .}, Salamanca, Eugenio Amonio García, 171269.
-Aprobación, en la obra de José Antonio de la Bandera Reyero, Anuncio feliz de
el Nacimiemo de un Príncipe deseado en el de una Princesa aplaudida. Sermón gratulato-
rio a la Princesa de el Cielo Marfa {... ), Salamanca, Amonio Villargordo, 17467°.
71. Por falra de documentación, no se puede saber el salario real de González de Dios mientras fue
precepcor de Escuelas Mínimas, pero no es probable que difiriese mucho del que se consigna arriba. Sus re-
tribuciones como catedr:ícico de Prima de Humanidad son exactas para los años que van de 1758 a 1761
(se conservan los libros de salarios) y aproximadas paro el período de 1727 a 175 7 (sólo se dispone de los
libros de multas y rencas).
72. Las siguiences cancidades son el resulcado aproximado de añadir a los salarios estatutarios (los
37.500, 44.000 y 50.000 maravedís que corresponden a cada una de las clases) los incrementos aprobados
en 1700 y rarificados en 1703 (15.000, 18.750 y 22.500 maravedís, respectivamente).
73. A parcir de su jubilación, se le descuentan 4.000 maravedís para el sustiruco. Por canto, hay que
sumárselos a las cantidades de urriba para obtener el tocal de la renta.
74. Las cantidades de los cuatro últimos cursos son las que realmente cobró.
75. En la última cantidad, van incluidos 7.480 maravedís por haber sido 2º. visi tador de Escuelas
Mínimas.
ABSTRACT: This arride studies rwo sacirical licerary wills, bocb of which
were signed by Torres Villaroel. He is che actual author of one of them, bue che
other was wricren by che Jesuit Facher Luis de Losada in order to sharply criti-
cize Torres. After an analysis of che reasons behind chis emnity che specific cau-
ses of che writing of chis will by che Jesuit are examined and che dares of com-
position are changed with juscificacion. Both wills are chen analyzed ro see
which aspeccs are ridiculed and what relationship chere may be berween che rwo.
It was concluded that Losada wrote one will and "made" Torres sign it during a
bouc of insanicy. Torres Jacer wroce his own will clarifying chat he accepred aur-
horship of che former one, which he then revoked based on ics being che produce
of his cemporary insanicy. H e rhen replaced it with a new one which in tu.rn ar-
cacked his enemies. In ics cotality, che arride aims ac clarifying these little
known pages wrircen by Torres -chose of his licerary will- and also sorne of che
somecimes bloody skirmishes chac occupied che leisure hours ofSalamanca's cleri
cal and universiry life in che 18th cencury, which experienced in this way che
implantacion of che ideas of the Enlighcenmenc in Spain. Whac underlay che
anecdotal badgering ac T hese rwo figures was accually che scruggle berween che
spirit of che Baroque e.ra and che renewal of the EnJighcenment.
En mi libro Los tes/amentos d~ Torres Villarroell creo haber exhumado coda la pro-
ducción cestamentaria legal del escritor salmantino además de otros documentos
integrantes del corpus testamentario corresano. A los siete testamentos reales que
otorgó añadí como apéndice otro testamento, éste literario2 en el que bajo la es-
tructura de tal documento legal, D. Diego ponía en solfa una vez más a sus ene-
migos, se jactaba de sus méritos humanos y literarios y alardeaba de sus log ros.
Nada que no hubiese repetido a lo largo de las numerosísimas páginas de sus obras.
En el texto no se hace referencia -ni figuradamente- a la fecha en que se "otorgó",
aunque sí se hace de la circunstancia motivadora: una enfermedad que le tenía pri-
vado de juicio, tal como le ocurriría realmente en 1_745, cuando otorgó su primer
testamento real. Anee la lectura de este cescamento literario cabría pensar que
D. Diego, burlándose una vez más de sí mismo y riéndose de la enfermedad que le
cuvo a las puertas de la muerte, uciliza la autoburla para reirse de sus enemigos y
defenderse de sus ataques, adoptando la fórmula testamentaria, una de las muchas
formas literarias que utilizó en su dilatada obra.
Hace poco, leyendo el libro El siglo XVIII en la Pre-ilttstración salmantina. Vida
y pensamiento de Lttis de Losada (1681-1748) 3, encontré referencias y fragmencos de
ocro testamento, aparentemente firmado por Torres, en el que se le atacaba con las
mismas armas literarias. Conseg~í el texto completo4 y la hipótesis inicial de que
l. López Serrano~ Ricardo: Les testamentos ~ Torres Villanwl. Salamanca, Diputación Provincial,
1994. 227 p. Serie Humanidades, 16.
2. Vid. ibid. ps.215-220. Este cescamento ocupa las páginas 279 a 292 del como XI de las Obras
Completas de Torres, 2' edición, publicadas en 15 tomos en Madrid, entre 1774 y 1779. En mi libro se
deslizó una errara y aparece la fecha de edición como 1974-79. Discúlpese.
3. Cortina lceta, Juan Luis: El siglo XVIII m la Pr1-ilustraci6n st1lmantin11. Vida y ptmamimto ~ L1ús
de Losada ( 1681-1748). Mad rid, Consejo Superior de lnvescigaciones Científicas, Inscituco Enrique Flores,
1981. Monografías de Historia Eclesiástica, 11. XXIII + 77 pgs.
4. Este testamento fue impreso en la Real Chancillería de Valladolid, sin año, y en la imprenta de
Diego López de Haro, de Sevilla, sin año también. Francisco Aguílar Piñal en su exhaustiva obra: Bihlio-
grafla de autores españoles del siglo XVII/ (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto
entre ambos testamentos no mediaba más que una relación de coincidencia (un
toma y daca de ataques bajo similar disfraz testamentario), soscenida por el citado
jesuita padre Cortina y por otros escudiosos, dio paso a la evidencia de que entre
los dos testamentos existía una relación muy estrecha: la de ser uno respuesta al
otro, pudiéndose aventurar incluso cuál de ambos textos pudo abrir las hostilida-
des testamentarias. Por ahora baste decir que, testamentos mediante, alguien las
dio primero y las recibió -y cumplidas- después.
de Filología, 1989) ofrece dos entradas bibliográficas sobre esre rescamenro (romo V, ~gina 240), ~gún las
cuales de la edición sevillana quedan 3 ejemplares (2 en la Universidad de Sevilla y orro en la Biblioreca Na-
cional de Madrid) y OCIO$ 3 de la edición de Valladolid (1 en el archivo de la Compañía de J esús en el Co-
legio de Loyola y 2 en la Biblioccca Nacional). Uno de escos dos úlrimos ejemplares es el que he manejado.
5. Uriarcc, José Eugenio de: Catálogo razonado tÚ obraJ an6nimas y pu11d6n;,nas tÚ a111orn tÚ la Compa-
ñia tk}tslÍJ ptrttntritnta a la an1ig1111 Asisttnria d1 EJpat7a. Con un apéndice de 01ras de los mismos, dignas
de especial estudio bibliográfico (28 de sepriembre de 1540- 16 de agosro de 1773). Madrid, /s. cd J, 1904-
1916. AJ rescamenro se refiere la entrada 2148 , 1omo 11.
6. Manuel María Pérez Lópa en 5u edición de la Vida de Torres dest:aat el -despiadado ensaña-
m ienco (del P. Losada) contra Torres, conrra quien lanzó -e$CC>ndiendo la mano y hurtando el rosrro- sáti-
ras cruelmence insulcanies" (Cfr. Diego de Torres Villarroel: Vida. Madrid, Espasa-Calpe, 1989, p. 25).
Por su parre, Anronio García Boiza, en su arcículo: Dacos paro el esrudio de la personalidad del P. Luis
de Losada (Bolerín Teresiano 2 ( 1945), pgs. 272-282 y 307-317), habla de la veintena de pseud6nimos que
us6 el jesuita solo o compartiéndolos con orros escricores. Se le atribuyen, enrre orros, los de "Recua de Juan
Arriero", '"Buenaventura del Fresno", " Renaco Balduino Gallo", "joS«!p de la Mar"', "Gonzalo de Atalaya" y
'"Luis L6pcz, cura de Morille··, quizá el alias más conocido. Con el P. Isla compartió las atribuciones de "Jorge
Pitillas" y "Hugo Herrera de J asped6s". Como vemos, un buen arsenal de máscaras y refugios.
7. En Salamanca csraba cuando, en 1698, pide su ingreso en la Compañía. Vuelve a la ciudad en-
cre los años 1704 y 1708 para csrudiar Teología y ordenarse de sacerdote. Finalmente, es destinado en Sa-
lamanca en 1717 y permanece en ella hasta su mUttte.
8. Yebra, Jacinto: Bmv Mttria de la vida, pmulm y virtuda tkl P. /,.11i1 tÚ losm/a, tÚ la Compañia tÚ
}tslÍ.S. Salamanca, 1748, pp.9-10.
9 . Cfr. Yebra, Jacinco: Op. cit., p. 11.
10. Cfr. Ycbra,Jacinto: Op. c it., p 25.
cía que le sería más tolerable padecer escas molestias por un mes que la tortura de
aquel dolor rabioso por una noche"t t. Para buscar alivio a esca dolencia viajó a Ta-
mames (Salamanca) en 1728 para tomar sus afamadas aguas. Poco tiempo anees, en
1726 ó 1727 y quizá por motivos de salud o por deseo de retiro para sus estudios
o ya cansado de la tenaz lucha que había sostenido con la pluma -pues no hubo
asunto que concerniese a la Compañía en que no participase-, dejó la ciudad y se
retiró a la dehesa de Miguel Muñoz, que los jesuitas poseían muy cerca de Sala-
manca. En ella permanece, aunque sin abandonar sus obligaciones en la ciudad,
hasta su muerte, ocurrida el 27 de febrero de 1748 y causada por su dolencia gás-
trica: "Excicáronsele los dolores de estómago... con cal tenacidad que... no se llegó
a deponer la causa. Volvían a atormentarle de nuevo y con cal mordacidad que...
(pedía) constancia y fortaleza para no desmayar en tal cormento" l2.
La valetudinaria salud del jesuita no le impidió trabajar arduamente ense-
ñando, predicando, ejerciendo su ministerio y escribiendo, pero quizá le afectó al
carácter, ya de por sí propenso a la severidad, incrementada sin duda por el rigor
de la formación jesuítica. En este sentido acierta Torres Villarroel cuando, pese a
sus enconadas luchas mutuas, dice beoévolamence de él: "Vivía afligido este in-
signe Padre de una melancolía hipocondríaca desesperada, de las que capitulaban
los médicos de íncurables... " 13 .
Todos los datos de la vida de Losada los hemos obtenido de las obras citadas de
Cortina y de Yebra. De todos es sabido el gran "compañerismo" de los miembros
de la Compañía entre sí•4. Creemos innegables la inteligencia, la laboriosidad, el
tesón, el ascetismo y otras buenas cualidades del P. Losada, pero también, pese a
las edulcoraciones fraternas, su ferocidad para con los que consideraba enemigos,
no tanto suyos como de la Compañía, pues no cejó como polemista en su defensa.
El P. Cortina lo afirma claramente: "... Losada fue un batallador nato. La lucha fue
una constante de su trayectoria vital. Sintió en su carne las acusaciones de que fue
víctima la Compañía de J esús, más que si hubiesen sido dirigidas a su misma per-
sona, según propio testimonio muchas veces repecido" 1S.
No obstante, los datos sobre el carácter del P. Losada son tan sospechosos que
el P. Cortina se siente en la obligación de referirse a él directamente. Los superio-
16. Otro Informe Privado dice que es "austero y adusto". No son palabras de un Informe Privado,
pero puede decirnos algo del caracter de Losada Jo que afirma el P. Francisco José de Isla, autor del Fray Ge-
rundio de Campazas y compañero del amerior, con el que colaboró en alguna obra y con el que, como ya
hemos dicho, compartió algún pseudónimo. Dice el P. Isla: " ... soy de Jos pocos que entraban rarísima vez
en su aposeoro, porque frecuentarle ninguno Je frecuentaba, siendo un castillo roquero, impenetrable a coda
conversación que no fuese absolutamente necesaria y, aun para lograr ésrn era menester mucha estrechez, in-
religencia , presunción anterior y contraseña" . (Apcl. Cortina lceta, Juan Luis: Op. cic., p. 76. Claro que,
para el bondadoso P. Yebra, esto no era más que otro rasgo del ascetismo de Losada que "...siendo de genio
afable, entretenido, inclinado a la sociedad ... comó la determinación de cohibir y anular esca tendencia al
craco con los prójimos... condenando su genio a la privación del comercio que naruralmente aperecía y su
persona a la cárcel y reclusión casi perperua de su aposemo". Apcl. Yebra, Jacinro: Op. cit., pp. 23-24.
17. Cfr. Cortina lcera,Juan Luis: Op. cic., pp. 64-65.
mado por "un apasionado de la verdad", que se le atribuye23 . Recibe una respuesta
anónima donde ya comienzan a perderse las buenas formas y menudean los ata-
ques. Catorce órdenes religiosas solicitan del Rey que no intervenga su influyente
confesor. Responde el P. Losada con una "Carta de un profesor de Salamanca... " que
firma con el pseudónimo de "Rafael Escudero" y que se considera suya sin error 24.
Nuevos anónimos virulentos en respuesta. Pero Felipe V, en 1718, da la razón a los
jesuitas, que ganan pero que no se dan por satisfechos con su largamente soñada
viccoria (ni las otras órdenes con la derrota). Se envían, por ello, varios memoriales
al Rey para revocar la dccisi6n real. Surge en este momento otro escrito inequívoco
de Losada, que se regodea de la victoria en la obrita en prosa y verso de "La alter-
nativa resucitada. Conversación-diálogo entre Perico y Marica " 2 ~. Perico es un mo-
zalbete projesuita bajo el que se esconde Losada. que ataca con nombres y apelli-
dos, y en décimas y exasílabos asonantados, a veintiún personaje de la vida
universitaria y religiosa salmantina, entre ellos a Torres. Con el escrico se reaviva
la polémica y se reanudan las hostilidades.
Sobre la intervención de Torres en la lucha de la alternativa de cátedras, que le
supuso ya algún ataque de Losada, nos habla él mismo en su Vida26. Al parecer,
intervino más bien como víctima, aunque ya sabemos que no se puede uno fiar del
todo de lo que Torres diga. Inicia su versión destacando las alceraciones y distur-
bios que el conflicto ocasionó, pues implicó a profesores, maestros y escolares e
incluso a personas ajenas a la Universidad. Pocos pudieron permanecer al margen
del problema. Como dice Torres: "Padecieron muchos el rencor particular de sus
valedores, y con él, atraso de sus conveniencias, y otros daños desgraciadamente
molestos a la quietud y a la reputación" (p. 137). El fue uno de los que se vieron
involucrados, quizá" ... por más desvalido, por más mozo o por más inquieto'', y pa-
deció seis meses de prisión, entre marzo y agosto de 1717, dos de ellos muy duros
en la cárcel y cuatro en el convento de S. Esceban, donde los dominicos se porca-
ron bien con él, que defendió siempre las posiciones de estos en sus conflictos con
los jesuitas. La causa de la sentencia, según Torres fue " ... la necia y mentirosa voz
(sin poderse descubrir la voraz boca por donde había salido) que me acusaba aucor
de unas sátiras que se extendieron en varias coplas y su argumento era herir a los
que votaron en favor de la dicha alternativa" (p.138). Ya conocemos el relativismo
de las afirmaciones de Torres, pero en este caso debe de ser sincero, pues fue ab-
suelto "libre y sin cargas" de la autoría del panfleto y compensado con el nombra-
miento de vicerrector accidental de la Universidad (o rector en funciones), cargo
que ejerció durante el mes de noviembre del mismo año "con gusto de pocos y es-
pecial congoja y resentimiento de muchos "(p. 138). En la Vida prefiere dar el
tema por zanjado "porque viven hoy infinitos interesados a quienes puede produ-
cir algún enojo la dilatada relación del suceso" (p. 138).
En la relación de las obras de D. Diego no se encuenrra -si es que existió- la
sátira que se le atribuyó. Quizá lo injusto de la acusación hizo que Torres, zaherido
por los efectos de su participación en la polémica de la alternativa y por su breve
gestión rectoral, estime que hubo una verdadera y "caudalosa conjuración" contra
su persona y decidió responder a la persecución con la insolencia y la burla, ha-
ciéndose "por segunda vez, insolente, libre y desvergonzado... ", dando en la "ex-
trema locura de fiar de mí y de aburrir a ésta y a toda especie de personas. Volvíme
loco rematado y festivo, pero nada perjudicial..." (p. 138). Aunque no fuese real-
mente perjudicial, mala forma de reaccionar fue esa para aplacar los ánimos de sus
enemigos y, en concreco, de los g raves jesuitas.
En conjunto, pues, quizá haya que pensar que la primera andanada de los je-
suitas contra Torres no tuvo más base que la maledicencia, pero sí alguna conse-
cuencia, como pudo ser el exilio voluntario de Torres en Madrid, efecto cambién
-no hay que engañarse- de las enemistades que Torres concicó con su provocada
reacción y su "segunda insolencia". Desde luego Torres debió poner las bases para
lo que, según algunos estudiosos, fue la grao tragedia de su vida: el no conseguir
ser respetado ni aceptado por la mayoría de sus colegas universicarios, especial-
mente los jesuitas. Dámaso Chicharro destaca claramente "... la inquina que codo
el claustro universitario, y en panicular los jesuitas, tuvieron siempre a Torres".27
Entre 1720 y 1725 se enzarza Losada en otro cruce de libelos contra quienes
atacan a la Compañía, persistiendo el cerna de la alternativa de cátedras y otros
anrijesuíticos. Pocos de los escritos de esta nueva polémica ofrecen ponderación y
mesura, ya que son sangrientos ataques literarios los que se cruzan. Losada entra
en liza ahora con ocra "Carca al P. General de la Merced" que firma en esca oca-
sión como "un apasionado suyo sevillano, Antonio de Robles" y fecha en 1720, ca-
lentando más el ardiente cotarro28 .
Aparece una furibunda respuesta donde Losada aparece casi nominalmente y
hay nuevas réplicas del jesuita que ya contradicen ampliamente la caridad cristiana
y el decoro.
La primera es una "Carca de corrección fraterna al Rvdo. P. Fr. Juan de Sando-
val, del Gremio y Claustro de la Universidad de Salamanca, catedrático de Vísperas
en infusión"29 , del 14 de abril de 1722, que Conina Iceta atribuye a Losada, aun-
que éste había jurado solemnemente -anee la polvareda levantada- que no era suya30.
27. Torres Villanocl , Die&'<>: Vida. Edici6n crítica de DámasoChicharro. Madrid, Cátedra, 1894, p. 23.
28. Archi vo de l.oyola Sociccaiis l~u. Scc. M iscelánea, t . I, pp.83-99.
29. Archivo de Loyola Socieram r~u. Scc. Real Colegio de Salamanca.
30. El P. Corcina piensa que Losada no perjuró porque el juramento de que no era el autor de la
carca fue proferido bajo la sutileza moral de la restricción mental.
31. Archivo de Loyola Societatis Icsu. Papeles Varios del P. Manuel Luengo, F. XX, pp.315-317.
32. Peculiarísima persona, pero no dada a polémicas. Torres en su Vida (cfr. la cdici6n de la Vida de
Manuel María Pér~ Lopez que venimos citando, p. 104) nos habla del famoso personaje, D. Pedro José
García de Samaniego de La Serna, profesor suyo de Retórica. lncompecencísimo y poco cumplidor, no sa-
bemos por qué merece este ataque de Losada, salvo porque no simpatizaba con los jesuitas, cosa que era pe-
cado grave para Losada.
33. La Fuente, Vicente de: His1oria de las Universidades, colegios y demás mablerimien1os de mset1anza en
España. Madrid, 1869, t . 111, p. 246,
34. Uriarte, José Eugenio de: Op. cit., c.III, p. 104.
35. Archivo de la Universidad de Salamanca. Sec. Papeles Varios, nº 46, pp. 235-269.
y declaración ... ", a no ser que se le atribuyese cualquier escrito ancijesuítico, cosa
no excraña, pues Torres no ocultaba su postura en concra de la Compañía.
Desde 1722 se viene arrastrando un problema interno de la Compañía en re-
lación con el Colegio de los Irlandeses, regido por ella, pero que aviva los ataques
a los jesuitas no sólo por dar pie a sus avisados enemigos sino porque incluye el
asumo del derecho a la exención de diezmos anee el obispado salmantino. De
nuevo surge la polémica y Losada tiene que salir a la palestra. Antes no lo había
hecho por tratarse, como hemos dicho, de un problema interno de la Compañía.
Ahora insiste con eres escritos breves que comparten cículo: "Carta de uno de la
cerrulia de Burgos a uno de las alcobas de Salamanca''36 en los que Losada va su-
biendo el cono de ataque desde la primera carca, más mesurada, o la segunda, con
un humor caústico y grosero37, hasta la tercera que uciliza la descalificación de los
adversarios como forma apologética. Sus fechas de aparición, muy cercanas, son: el
3 de enero, el 12 de enero y el 2 de febrero de 1723.
A partir de este momento, el problema se interioriza en la propia Compañia y
Losada, que sige interviniendo en él, no publica ningún ocro escrito al respecto.
Pero en 1725, por si los ánimos escaban ya calmados, aparece de nuevo Losada con
otro escrito de defensa de los jesuitas, más mesurado y genérico, con el título de
"Papel de capa y espada, donde la fuerza de la razón defiende a la sagrada religión
de la Compañía de Jesús, escrito por don José Antonio Rodilla y Chacón, del há-
bito de S. Juan, caballero aragonés. En Cosmópoli, año de 1725"38.
En la utilización ancijesuícica del asunto del Colegio de los Irlandeses no pa-
rece haber intervenido Torres para nada, pese a que nos enconcramos en fechas muy
cercanas a la aparición del tescamenco que nos ocupa. ¿Cabe pensar, pues, que en
sus racos líbres, Losada aguzaba su pluma satírica con ejercicios de escilo ancico-
rresanos?
Pero surge otra gran polémica en la que canco Torres como Losada intervienen,
cruzándose, naturalmente, escricos y puyas, pero la creemos posterior a los cesca-
mencos que nos ocupan. El asumo nos parece ahora irrelevante, pero levantó una
enorme polvareda. Los jesuicas de Amberes, bajo la dirección del padre Bolland (y
por eso llamados bolandistas), acometieron la ciclópea carea de revisar, siguiendo
el calendario, el santoral general de la Iglesia para expurgarlo de micos, leyendas,
fábulas, imprecisiones y falsedades y mantener sólo lo hiscóricamence comprobado
de las biografías de los sancos. La carea es cocalmence encomiable, pero, por venir
de los jesuitas y pensar sus opuescos que lo que pretendían era menoscabar a otras
36. Archivo de Loyola Societacis le$u. Sec. Miscelánea, c. 1, pp. 16 1- 164, 199-206 y 209-231.
37. Un ejemplo: Paniendo de que el signatario de un documento que defendía los derechos del obis-
pido a los diezmos, el Dr. Orduña, debía de padecer algún defecto ocular, Losada, al modo del Quevedo más
cscato16gico, Uega a decir que su ojo es tan penoso que más que órgano de la visión es un ojo del culo.
38 . Archivo de Loyola Sociemis Jesu. Sec. Miscelánea, c. 1, pp. 115-155.
39. En Salamanca fue can incensa y furibunda como la de la alcernaciva de las cácedras. No obscance,
la polémica fue ecuménica, como el santoral que los bolandistas querían limpiar. La obra, los .. Acta Sane·
torum", prosiguió hasta alcanzar en 1770 los 49 volúmenes, eres de los cuales se publicaron en España eras
la expulsión de los jcsuiras en 1767.
40. La polémica conocida como la de los bolandistas transcurrió desde 1738 a 1744, aunque coleó
hasta 1760. Ya en 1695 la lnqujsición prohibió 14 comos de las • Acta Sanctorum", que fueron autorizados
de nuevo con ligeros retoques en 1716. Entre las órdenes religiosas, las más belicosas fueron los carmelitas,
los dominicos y los cistercienses. Los primeros porque seguían defendiendo su origen directo en el profeta
Elías, los segundos porque se dudaba de la extirpe noble de Sto. Domingo de Guzmán y los terceros porque
se dudaba de la historicidad de unas tórridas centaciones vencidas por S. Bernardo de Claraval.
41 . Una de las réplicas de Losada fue prohibida por la Inquisición en junio de 1741. El en recurso
que el jesuica eleva, emplea una vez más, si es que no miente, la restricción mental. La Inqujsición parece
que no arredró al polemista, que no baja el cono de sus escritos, debiendo ser amonescado por sus propios
superiores y por un compañero, Miguel de Sagardoy, que en un escrito a favor de los bolandistas defiende
las tesis de Losada pero le censura por su descemplanza.
42. Se traca de "Soplo a la justicia, alentado por el general escándalo y panicular miedo producido
por los excusadas disputaS e impercinences d ispuradores de la innegable e indeleble noble-m del Excmo. y
Smo. Padre Domingo de Guzmán·. Salamanca, 1738.
43. Se rraca del escrito. firmado bajo el pseudórumo de ..el sacriscán de Canarias.., personaje que re-
plica al cura de Morille, que se titula: .. Honra de los muertos, luz de los vivos y entierro de la Carca Fa-
miliar del cura de Morille en favor del glorioso sanco Domingo de Guzmán y sus ilustres parientes... Sala-
manca, quizá en 1738.
bemos engañarnos, pues Torres lanzaba fuego graneado a veces, aunque el calibre
de su munición siempre fue menor que el de Losada. Enemigo pequeño Torres
contra la poderosa Compañía, Losada no participa en la lucha tanto como artillero
de los jesuitas cuanto como enemigo personal. Téngase en cuenta que esca ene-
mistad no se basa, por ejemplo, en rivalidades profesionales directas, pues Losada
no perteneció nunca a la Universidad, aunque defendió continuamente los intere-
ses de los jesuitas en ella.
Tampoco creemos que la inquina sea la visceralizacion de posturas científicas
antagónicas, en un siglo en el que las diferentes actitudes científicas devenían rá-
pidamente en apologética cuando no en simple disputa. No lo es porque, pese a
todo, las posturas científicas de Losada y Torres no fueron tan diametralmente an-
tagónicas, aunque hay un factor "científico" que pudo encender desde el principio
la mecha del odio de Losada. Recien llegado a Salamanca, se encuentra con que un
joven de 23 años, con fama de alocado, comienza a publicar algo tan anticientífico
como los almanaques. A un Losada ya maduro -37 años- y educado en el rigor un
tanto esclerotizado de la Escolástica, esto debió escandalizarle e indignarle corno a
otros muchos (por no decir a todo el claustro universitario) que atacaron a Torres
por ello durante toda su vida, sin darse cuenca de la sutil ambigüedad que tales
pronósticos encerraban y de que seguramente el propio autor no creía en ellos aun-
que de ellos medrase. Menudearon desde entonces las polémicas encre D. Diego y
contrincantes tan poderosos como Feijoo, Martín Martínez, Mañer, el padre Isla,
etc ... Los almanaques, que acarrearon a Torres riqueza y desprestigio intelectual,
quizá también sembraron la semilla de la inquina de Losada, indignado por la
osada superchería -él tan ahormado en el rigor jesuítico- de las adivinaciones de un
joven tan irreverente con la ciencia.
Pero, como hemos dicho, las posturas científicas de Losada y de Torres no eran
tan absolutamente contrarias, pues ambos tienen clara la decadencia de la ciencia
española y la necesidad de cambiarla desde la raíz de sus supuestos filosóficos y
científicos. En este sentido, ambos conectan con los llamados "novatores". Losada
desde sus condicionamientos jesuíticos, siendo en palabras de Manuel María Pérez
López uno de los pocos "defensores no asilvestrados" de la Escolástica, y Torres pro-
moviendo, aunque visceral y desordenadamente, la crítica contra una Universidad
hueca y anquilosada y contra una ciencia inane, limitada a defender con uñas y
diences su exoesqueleto. Losada apuntalando en su Curso Filosófico lo que cree sal-
vable de la Escolástica. Torres, sin pizca de nostalgia por el pasado y sin abrir ca-
minos científicos, denunciando per fax et nefax que los anteriores no llevaban a
ninguna pane y divulgando, corno luego los ilustrados, por lo menos los rudi-
mentos de algunos aspectos de lo que intuye que debe ser la ciencia renovada49 .
49. Para lo referido a la acticud inceleccual de Torres, vid.: Torres Villaroel, Diego de: Vida. Edición
de Manuel María Pérez López. Madrid, Espasa Calpe, 1990. Pp. 9-29.
Fecha del te.rtamento: Cortina Iceta y, tras él, otros estudiosos de Torres piensan
que el testamento de Losada tiene que ser posterior a agosto de 1745 y lo basan en
que el jesuita aprovecha la gravísima enfermedad que D . Diego padeció por esas f~
chas y que inició la serie de los testamentos reales del salmantino. Enumera el
P. Cortina, siguiendo las páginas de la Vida de Torres, una serie de circunstancias
adversas5° que no sólo provocaron en éste una profunda desolación espiritual (efecto
50. Escas circuoscancias adversas fueron la orden de recogida y expurgo por parte de la Inquisición
(l 743). seguramente por insrigaci6n de los jesuitas, de su libro Vida Natural y Católica pese a haber sido
publicado, como hemos dicho, carorce años ames. Ese mismo año mucre su amigo y proceccor Juan de Sa·
lazar, con el que Torres sufrió descierro en Francia. A finales del mismo año muere cambi~n el cardenal
Diego de Molina, uno de sus protectores más ilustres, y en 1744 enferma casi mortalmente D. J osé de Car-
vajal y Lancaster, un noble también amigo y protector de D. Diego.
51. Cfr. Torres ViUarroel, Diego: Vida. Edic. de Manuel María Pérez Lópe2 cit., p. 243.
en 1750, D . Diego alude a "las exequias que me hizo en unas coplas el año pasado
un poeta macarrónico, can hambriento que no encontró para comer él otra inven-
ción que la de matarme a mí". Pérez López aventura que estas palabras pueden re-
ferirse aJ P. Losada o si no a este testamento. No lo creemos, porque el testamento
no está en verso ni puede ser de 1749. Torres afirma, además, que este panfleto ver-
sificado, "en las historias de los novelescos y ociosos que viven atisbando mi vida,
ésta es mi cuarta muerte". Alude naturalmenee aJ testamento de Losada, pero ¿qué
muerte cuenta el testamento? La cuarta, no.
H ay un aspecto ajeno al testamento, pero que creemos interesante. En 1745
Losada cuenca ya con 64 años y está muy quebrantado de salud. No es verosímil
que a esas alturas de su vida y en tan doliente estado, el jesuita se dedique, por
mucho odio que profese a Torres, a estos juegos ofensivos, y más si tenemos en
cuenca que la ú ltima polémica en la que ambos terciaron, la de la nobleza de es-
tirpe de Seo. Domingo de Guzmán o de los bolandistas, se da ya por liquidada un
año antes.
Pero hay datos en el mismo testamento que nos hacen anticipar la fecha. To-
rres aparece como catedrático de Astrología de la Universidad de Salamanca. Aun-
que D . Diego no enrra realmente en posesión de la cátedra hasca 1732, ya era ca-
tedrático desde 172552 • En el testamento se d ice que al otorgante se le olvidan en
él algunas menudencias "con el afán de la cátedra", lo que parece indicar que el es-
fuerzo de la oposición a la misma debía ser aún reciente como para no haberse To-
rres recuperado de su cansancio.
A Torres se le llama también reverendo, pero este tratamiento no tiene por qué
limitarse a los presbíteros. D . Diego es ordenado diácono y sacerdote en 1745, pero
ya en 1715 había recibido las órdenes menores y el subdiaconado y era, por tanto,
reverendo desde ese año.
Algunos de los ataques de Losada en el testamento se centran en los libros pu-
blicados por D . D iego. Todos los citados o aludidos en él son de 1726 o anterio-
res. Y no es que Torres colgase la pluma por ese tiempo, pues la siguió usando con
canea o mayor asiduidad, o que a Losada los libros posteriores de Torres le parecie-
sen bien. Los libros citados son, pues, sólo los editados antes de 1727, fecha del
testamento: Viaje fantástico (1724)53, Cátedra de morir ( 1726), El ermitaño y Torres
(1726) y S11ma medicina o Piedra filosofal del ermitaño (1726). También se ataca,
52. Esro se debió a dos razones. Torres no cumplió los requisitos académicos para la ~ión hasta
aquella Í«ha. Estos requisitos eran ser licenciado y maestro en artes. Otra razón es el propio sistema de
provisión de las plazas de profesor universitario, según el cual una cltcdra se cubría a la jubilación del pro-
pietario, pero no se posesionaba plenamcn1c el sucesor basca la muerte del primero. En d caso de Torres,
el P. Navarro, que fallece en 1732. Esto se hacía para no cener que dividir los escasos emolumencos de las
cácedras universicarias.
53. Esra obro la refundió Torres en l 738 bajo el título de A11ntomfn de todo lo 11iJible t it11JiJible. Lo-
sada no alude para nada a este hecho ni a este nuevo t ítulo, que le podrían haber dado pie a mayores ata-
ques.
como no podía ser menos, a Torres por astrólogo y tanto por sus pronósticos y al-
manaques, que comenzó a publicar en 1718, como por alguna obra sobre el cerna
a la que parece aludirse en el testamento, como es el Entierro del juicio final y Vivi-
ficación de la Astrología (1726), respuesta a una polémica entre científicos, sobre
todo entre Torres y Martín Martínez.
Por otra parte, Losada no aprovecha el filón de ataques que le hubiese propor-
cionado la Vida de Torres, cuyos cuatro primeros trozos hubiesen estado a su dis-
posición si el cescamenco fuese de 1745, pues se publicaron en 1743; ni la prohi-
bición por la Inquisición, en 1744, del libro de D . Diego, ya citado, Vida natural
y católica. Hemos de pensar, pues, desde lo que estos datos sugieren, que el testa-
mento de Losada fue escrito en 1727 y no en los últimos meses, pues, aunque se
ataca a D . Diego por sus largas estancias en Madrid, no se alude a un título d e To-
rres que se refiere a la vida madrileña: Visiones y visitas~ Torres con D . Francisco de
Quevedo en la Corte", edicado en el mismo año.
En el testamento parece decirse que la "enfermedad " que ocasiona el cesta-
menco que Losada hace otorgar a D . Diego ocurre en Madrid, pues las cantáridas
que le prescribieron los médicos se las remiten desde Salamanca; el escribano Justo
Vero de la Ventosa, que Losada crea, lo es de Madrid; los sufragios encargados para
el alma del restante pueden ser establecidos a "voluntad de los cortesanos"; Torres,
en conjunto, reconoce que se ha dedicado úlcimamence "a mentir por minutos y
por instantes a esca Coree"; encre los excluidos del tescamenco figuran "codos los
médicos de esta Coree", ecc ... Es, pues, evidente que Losada hace enfermar y testar
a Torres en Madrid y ocurre que éste, desde los años 1718 ó 19 hasta 1724 6 25
vivió canto o más tiempo en Madrid que en Salamanca, lo que no ocurre con pos-
cerioridad a estas fechas y, sobre codo, en corno al año 1745.
En estas estancias en Madrid D. D iego se procura muy úciles relaciones con la
nobleza, se siente atraído por la Medicina y la estudia basca considerarse capaz de
ejercerla mejor que los médicos oficiales, se enzarza en agrias polémicas y se hace
famoso por el ensalmo con que conjura a los fantasmas -ahora se diría presuntos
fantasmas- del palacio de la condesa de Arcos. De codos estos cernas echa mano Lo-
sada para fustigar a Torres. Si el testamento fuese de 1745, el jesuita hubiese re-
currido a ocros asuntos que, a buen seguro, el vitalísimo D . Diego le habría pro-
porcionado. Si se limita a estos es porque debían de ser los más recientes.
Losada ataca a Torres en el cescamenco por ser un parásito de la nobleza. Así
encomienda su alma a Dios "como he hecho siemp re con las encomiendas de mis
amigos y conocidos, que debiendo tener encera confianza del que nos da codas las
cosas, h icieron muy mal en encomendármelas a mí... ". Más tarde se arrepiente de
haber vivido "engolondrinado en los estrados de este suelo mortal". Luego, al pe-
dir sufragios dice que no se debe espantar nadie porque pide una vez más "quien
ha pedido tantos". Torres es para Losada un sablista servil de la nobleza y un ta-
caño para sus iguales. Cuando más se arrima a los nobles es precisamente durante
las escancias en Madrid antes de 1727.
54. Fue además cacednitico de Anacomía, Médico de Omara y uno de los componences del tribu-
nal que ocorgó a Torres la licencia para ejercer de médico. Hombre abierto y roleranre, muchos esrudiosos
lo cuencan encre los º'novarores" o iluscrados del momenco, en este caso entre los ··novacores.. sevillanos,
pues perteneció a la Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias de Sevilla.
55. Torres afirma que la polémica se enfrió cuando amenazó al doccor Marcínez con publicar cada
semana los pacientes que se le morían. El doctor se asustó, pidió perdón y Uegó a ser amigo del salman-
tino, si hemos de creer a éste. Desde luego, si esca amiscad fue cierra y el cescamenco es de L745, no cen-
dría objeto que Losada utilizase al doctor Martínez contra Torres en el cesramento.
tración que ocasiona el testamento, y "es una lástima que un mozo, como yo, de
can buenas esperanzas, se vea así maltratado ... ". Si el cescamemo es de 1745, To-
rres ya tiene 51 años y no es tan mozo, pero si se escribió en 1727, Torres lo es más,
pues ciene 33 años.
En resumen, creemos seguro que el testamento lo escribió Losada en la primera
mitad de 1727, el mismo año en que se publicó, como hemos dicho, La}uventud
triunfante.... ¿Por qué este año en que no había ninguna polémica abierta entre am-
bos contendientes? Quizá porque Losada entretenía sus ocios en fustigar a Torres.
Otras razones son difíciles de aventurar.
56. Quizá por esto destaca Torres en su Vida que uno de los pecados que no comeci6 fue el de lu-
juria, pues sobre el origen de la grave enfermedad que sufrió en 1745 afirma rotundamente que no es de
origen venéreo "ni en herencia, ni en hurto, ni en cambio, ni en empréstito había recibido semejantes mue-
bles" (p.224).
elegir sus patronos a este personaje que, pese a ser judío, es "más cristiano que ge-
neroso".
Otro defecto del que se le acusa es de vanidad, que condiciona las disposicio-
nes sobre el destino de sus restos que, si gozan de la incorruptibilidad que Torres
cree lógica, han de exponerse a la admiración popular, aunque menos frecuente-
mente que en su vida. Pero apostilla que, si la incorrupción no se logra, ni los pro-
pios gusanos han de querer sus carnes, amargadas por los ataques que sufrió en la
ya aludida polemica de 1726.
Mentiroso también es y por ello Las misas que se le apliquen deberán estar más
llenas que de ordinario de verdades, para contrarrestar las pocas que D. Diego dijo
en vida. Acostumbrado a pedir siempre y de todo, pide también sufragios, pero
más almuerzos y meriendas, porque estos, más que las oraciones, son los que sacan
a su alma de penas. Gorronería y gula también, por lo visto, le caracterizan.
El testamento también dice de él que es valiente, discreto y galán, pero con el
mismo sentido con el que se dicen estas palabras en jácaras, sainetes y coplas de
ciego de los ahorcados)7.
Respecto a su vida intelectual, sobre mentiroso, mal poeta y mal escritor (se
citan, como se dijo, títulos concretos de obras de Torres). se Le acusa sobre codo por
su dedicación a la Astrología y por la redacción de almanaques. Esca es la acusa-
ción principal que entrevera de principio a fin el testamento de un lunático por
loco y por astrólogo. Tan mal escritor es que, para salir pronto del Purgatorio, no
tendrá más que escribir, por no aguantar las ánimas "el mal olor de mis postdatas".
Lo de astrólogo se califica por sí mismo por ser profesión de locos y mentirosos, y
lo de pronosticador, aunque acierte aparencemence, es baladí porque los animales
también pronostican el tiempo, aunque no publican sus pronósticos por conside-
rarlos "de menos valer".
Creemos que los disparos no son meras salvas y ya hemos citado algunos frag-
mentos de la Vida de Torres en que se defiende de estos o de otros ataques similares.
Algunas alusiones hay a personajes reales o inventados, tales como la Dama
Curiosa, que no hemos identificado, Paracelso y el doctor Martínez. Los eres po-
drán, según el tesramenco decir mejor que el propio Torres quién es. El doctor
Martínez ya ha aparecido en estas páginas como el principal contrincante de
D . Diego en la citada polémica de 1726. Teofrasto fue un filósofo y naturalista ale-
mán, muerto en el siglo XVI, perseguido por sus ideas y más por su práctica de la
Medicina. Evidencemence Torres no estaba muy de acuerdo con sus ideas, como pa-
recen indicar los dos testamentos que estudiamos. Se cita como beneficiario de una
57. A esra acusación quiz;I se refiere D. Diego en la Vida (p.199). Si ello es así, el salmancino de-
bió senrirse herido por el resramenro de Losada y no lo olvida, put:s dice que .. un tropel de ingenios ham-
brones, presumidos y desesperados ..... malmetieron .. mis cosrumbres con las de Pedro Ponce, el hermano
Juan y orros embusteros y foragidos de esta casta". Ambos personajes eran bandidos popularizados en ro-
mances y coplas de ciego.
Primeramente, como cristiano temeroso de Dios, encomiendo esta pícara alma en las ma-
nos del Criadqr, como he hecho siempre con las encomiendas de mis amigos y conocidos, que
debiendo tener entera confianza del que nos da todas las cosas, hicieron muy mal de en-
comendároielas a mi, que me precio máJ de cristiano que de generoso. Por tanto, Señqr, atento
que siempre he vivido todo entregado a las cosas del Cielo y no, como médico, en lo máJ ca-
duco de la tierra, segunda vez os encomiendo mi alma; y supuesto, Señqr, que lo mismo será
dejar mi alma las prisiones terrenas de este cuerpo que irse retozando a los trigos, os suplico
que, como buen Pastqr, la tireis piedras de gloria con la honda de vuestra piedad para que
se vaya derechamente al peso de san Miguel, pese lo que pesare, que yo sé que lo máJ que ten-
drá de falta será un escrúpulo. Y por el instante físico en que con notable riesgo me hallo,
hago propósito firoie, si de este accidente convalezco, mudar de vida con toda verdad de co-
razón conforme a la doctrina que di a España en mi Cátedra de Morir, ofreciendo para este
fin vender la esfera, el compás, los anteojos y el candil y comprar un saco, un cilicio y unas
disciplinas que domen este cuerpo traid.or, tan engolondrinado en los estrados de este suelo
mortal, Para este fin quiero y deseo que sean mis intercesores san Pedro Regalado y san Pas-
cual Bailón, a quienes siempre he sido muy devoto; pero si esto no conviniere, mando todo mi
cuerpo a la tierra, hasta los ojos azules, y quiero que primero lteven el menudo y después la
canal, preparada en lugar de bálsamo con aceite de los Ursinas para que no se les alborote
la madre a las afligidas damas que sobre este malogrado Narciso viniesen a desatar las co-
rrientes aljofaradas de sus ojos.
ltem, si falleciese en crecientes de luna, es mi voluntad que guardando respetos a los do-
cumentos matemáticos, se dilate mi entierro hasta el menguante, a fin de /.a conservación, no
siendo justo que dil todo perezca el que ha dado con su pluma vidas y 1nuertes a todas las
plantas en el concierto de sus estaciones y desconcierto de mi juicio, residenciando los podero-
sos del tribunal de mi chanza. Por tanto, libre mi cuerpo de la común corrupción, con la di-
cha providencia se podrá manifestar al pueblo y a los c11riosos devotos de los peregrinos, no a
todo trapo, como ahora me doy a ver, sino en días señalados; es a saber: los días en que des-
mayanda pálidas las esferas, se eclipse el sol u otro astro, sea de hambre el eclipse o de dar-
mir al sereno, y todos los días o noches que granizase o padeciesen alguna sediciosa altera-
ción los cuatro elementos, que a 11ista de mi esqueleto sosegarán atentos sus indignadas
cóleras. Y si as{ no se lograse mi incorrupción, es mi placer que juntamente con mi cuerpo se
les deje de comer a los gusanos, porque no han de querer comer mis carnes, tan envenenadas
con las repetidas pesadumbres que me han dado de va/de los críticos del año 11eintiseis sin
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que yo pudiese ni prevenirlo ni saberlo, pues no quisieron decínneio los astros o yo no supe en-
tender sus bellaquerías.
ltem es mi voluntad que mi cuerpo sea enterrado en iglesia, que se camen minuetos y re-
citados y haya violines y violones y que lleven mi cuerpo entre seis maestros de danzar. Quiero
también que la caja en que ha de ir mi cuerpo sea adamada con las insignias de mi arte,
por lo que irá pintada, como trasera de coche, de signos y planetas y las nueve musas, excepto
el signo de virgo, que éste irá pintado en la delantera.
ltem es mi voluntad que la piedra de mi sepulcro se corte de los montes de la luna y sea
endeble porque aun el papel me es pesado en el sistema presente. No quiero que en ella se es-
criban epitafios epicenos, que vienen bien a todo pícaro, C()TJlO es: Aquí yace, aq11í descansa,
aq11í duerme, detente peregrino, o ttí cualquiera, ni séate la tierra liviana, que bien liviana
ha sido para mí, sino que se ha de poner: Aquí calla y ya no da malas respuestas. Hic ia-
cet et nihil mali respondet. Y al pie de estas tristes sílabas, como al Tostado en la iglesia
may()Y de Avila se le puso: Orate pro anima eius, por cuanto yo no escribí tanto como el Tos-
tado, se me pondrá solamente a secas: Orate. Y si replicase algún médico graduado en epita-
fios cómo se compone el callar y el Orate, se le responda de parte del Calaverismo, que callar
cuando se debe hablar es caracter de los orates.
ltem es mi voluntad que por mi alma se diga cuanto fuere voluntad de los cortesanos, a
quienes en esta parte dejo a todos por mis albaceas. Y respecto a las misas, debo decir que,
como mi pobre alma espere todas sus penas por haberme probado el tiempo tantas mentiras en
mi cara, es preciso que las misas que por mi alma se dijeren sean todas de las que traen mu-
chas profecías, como las de la vigilia de Pentecostés y las del Sábado Santo. Y con licencia
del Papa se ingerirá en ellas todo lo que escribieron los cuatro evangelistas, porque, si yo he
de salir de penas, ha de ser a fuerza de muchas verdades. Y es preciso que sepan cuantos son
llamados a esta última disposición que, si mi alma viniese a pedir sufragios, primeramente
ni se ericen ni se espanten de ello, que esto de pedir lo tengo por costumbre, como consta de mis
poesías, y aJÍ no debe espantar que venga una vez a pedir quien ha pedido tantas. A más de
eJto, no Je me ha de decir "de parte de Dios te pido", que yo no daré de parte ninguna, y en
lugar de pedirme a mí Jerá máJ razón pedir a DioJ. A más, no se me diga "de parte de Dios
te pido que me digas quién eres", porque a más de ser llaneza yo no sé quién soy, pero podrán
preguntárselo a Paracelso, al doctor Martínez y a la Dama Curiosa, Ji no Je ha casado.
AJimismo será muy del caso Jaber que si pido sufragios no me den sino almuerzoJ y merien-
das, que solamente con éstas sale todoJ los días mi alma de pena. Y el que así me Jepa en-
tender nunca irá al templo sino a pedir dinero a censo y a sacar niñoJ de pila. De cabo de
año no dejo cosa alguna dispuesta, porque yo no pienso cumplir el año entero en el Purgato-
rio, porque Jengo grandes obras en mi descargo, y si éstas, bien pesadas, no me bastan, escri-
biré papeles conlra todas las ánimas del Purgatorio y con esto me echarán de él por no poder
aguantar el mal olor de mis poJtdatas.
Item, p()Y cuanto está empeñada la fama en celebrar mis escritos por las cuatro plagas
del mundo, con las dulces armonías de su clarín, y 110 puedo consentir en la hora presente ins-
trumento de tanto júbilo, es mi voluntad que en lugar de clarín inspire su robusto aliento
tristes sordinas, a fin de que Jepan todos que la haza1ia mayor de este Esférico A/cides fue
hacerse sordo a todos los ingeniosos rectos de cortesanos papelistaJ. Y aunque cede en gloria
mía haber desafiado a 11n médico, no tengo q11e desvanecerme sino acepto, porque mayor ha-
zaña eJ mirar de hito en hito u11 orinal, c()Tno se miran dos tiernos amantes y las águilas al
sol, que responder a cuatro entimemas de un licenciado vestido de negro en Salamanca. P()Y
ser así verdad, serán mis aplausos cobardes respiraciones de rma sordina y no festivos alien-
tos del clarín. Mas si quisieren creer a un hombre como yo, en hora tan desengañada, sobra
para holgar mi alma y crecer mis aplausos que canten los ciegos en una jácara mis valien-
tes adelantamientos con las tres partidas de los ahorcados en jácara: galán, valiente y dis-
creto.
ltem, por cuanto sé que después de muerto yo han de alabar mis prendas y han de pre-
dicar mis honras, conociendo que no soy digno de tanta memoria en la muerte, pido que me
digan en vida, bueno o malo, lo que hay prevenido para mis exequias, menos lo de gran pro-
nosticador, porque todos los animales saben lo mismo, como saben los filósofos del delfín, de
la golondrina, del gallo, de la rana, y hasta el buey pronostica lluvia levantando el hocico
y oliendo el aire. Y si ellos no escriben sm pronósticos es porque tienen este ejercicio por menos
valer.
ltem mando que mi retrato, que está en el retablo de la primera hoja de mi pronóslico,
por señas: que tiene unas tijeras en la mano con las cuales, remendf5n de los cielos, corto de
la piel del firmamento truenos y relámpagos para la tierra y quito la vida en cifra a qrtien
se me antoja, se lleve juntamente con mi estatua a una estación del vía crucis y sirva para
un sayón de los que están midiendo a palmos la santa cruz. Otrosí repugnasen mis amigos
porque p11ede mover a risa al devoto pueblo, es mi voluntad que se acomode de suerte que so-
lamente sirva sacando por un lado a medio perfil la nariz, que es propiamente de sayón; y
quitarla del Calvario es quitarle el galio a la Pasión. Y en caso que el wsodicho retrato
no haya Pasión que le quiera por estar ya cumplidas todas sus malas visiones, es mi volun-
tad que se clave en una pared de taberna para que a todos le brinden y sirva de templanza,
acordándoles a todos el compás que deben usar en el gasto y tirar las líneas rectas tomando
la lección del mundo de rayas hechas para que otro pague otro día. Pero si, irritado todo
borracho de las malas cosechas de vino que tengo pronosticadas desde que propuse mentir por
oficio en todos los campos que dan fruto con la bendición del Señor, quisiese ultrajar mi ver-
dadera imagen, es mi voluntad q11e de allí se traslade, acompañada de otras tantas hachas
como ardieron desde Coimbra a Alcobafa en el entierro de doña Inés de Castro cuello de
garza, en casa de las cortesanas y se coloque a las cabeceras de las camas, donde tendrá su
lugar propio por ser sitio donde siempre se está alzando figura a rojo y be/loso, a diestro y
siniestro, conforme al tenor de mis alzaduras astrológicas. Y quiero que asimismo se ejemte
para que quede estampada mi fama para modelo de todas las raras figuras y misteriosos fan-
tasmas que sobrevinieren a mentir por minutos y por instantes a esta Corte donde se compra
en letra el juicio ajeno y se guarda el propio para pedir prestado.
Item mando que todas mis deudas, habidas y por haber hasta que mi alma vaya de saco
o contrarresto al otro mundo, sean pagadas. Y es mi voluntad que todas las dichas deudas,
que dejo apuntadas en mi esfera a la plaga meridional junto al cáncer a seis grados de virgo
en letra gótica, se paguen en dos términos: el uno será víspera de Nuestra Señora de la Es-
pectación, y el otro el día de los difuntos por la mañana, para que se puedan encontrar mis
herederos y albaceas en ésta. Para cuyo fin dejo a mayor satisfacción dos libranzas: la una
en el hortelano del Huerto de Getsemaní y la otra en el angel que guarda con la espada de
fuego la entrada del Paraíso. Y .ri no alcanzasen éstas<> hubiesen fallecido estos, que puede
ser que no hayan tenido estos aún las viruelas, dejo otra libranza en Saturno que, si le pi-
den fuera de la conjunción con Venus, pagará más punt11al que el sol. Mas en el ínterin de
la conjunción, estará emperrado el cielo y no habrá blanca, salvo si hubiere alguacil que sepa
Astrología, que éste podrá embargar hasta los cuatro cuartos de la luna. Mas advierto que
se excluyen de mi obligación toda deuda femenil, pues todas quedan pagadas con mil exm-
sabarajas de sonetos, rimas, redondillas, endechas, ecos, esdrújrtlos, etc... , que me han cos-
tado muchas velas de sebo y panillas de aceite. Solamente debo de esta cuenta el papel en una
tienda de al lado de mi casa y la tinta a un sombrerero.
ltem, por cuanto la memoria es frágil y con el afán de la cátedra, que Dios tome a pulso
en descuento de mis culpas, se me olvidaban algunas menudencias, es mi voluntad se ingie-
ran en las demás partidas. Es a saber: una bula del año diecinueve, más un puente para una
vihuela, un bocado para mi Rocinante, más veinte reales de hojaldres, más dos pares de pies
de puerco, más un parche para las caderas de mi ama, más un braguero algo usado, más de
echar unos gavilanes a una espada de mi bisabuelo.
ltem quiero y nombro por mis albaceas y tutores a don José Minayo, al doctor Aquenza
y a don Isidro López, los cuales mirarán por mi alma con el mismo celo que han mirado
hasta de aquí mi cuerpo y todas mis cosas. Y porque ya siento helados todos mis extremos,
passo brevemente a ordenar mis bienes: Ante todas las cosas, es mi voluntad de todo mi cora-
zón perdonar a todos mis enemigos, por cuanto ha sido pública la enemistad. Y en fe de ser
así verdad, para mayor testimonio, dejo al doctor Martínez cien ducados de anua pensión,
que se le han de pagar el día del Corpus y, si cayese d-Os veces en el año, doscientos. Mando
también al autor de la Carta a Paracelso una silla que fue de mi Rocinante con sus estri-
bos cerrados, que siendo tan verdadera química, la puede convertir en un coleto para abri-
garse, y para este fin, le dejo todo .el importe de carbón, estropajos, soplos y paciencia que
puede gastar, con rodillas y tenazas. A la Dama Curiosa le dejo sesenta ducados para que
entre en religión, que habiendo sid-0 tan públicas nuestras quimeras ya no ha de hallar quien
la lleve al templo sino una misión.
ltem, por cuanto siempre he apetecido libertad ( ójala no hubiera sido tanta) no quiero
para mis bienes herederos forzosos ni prohibidos por la Ley, sino todos libres por naturaleza,
habidos adrede como pecados mortales, ordenando estas y todas mis disposiciones conforme a
la ley de las estrellas, y no segr;n las civiles. ltem, excluyo de esta y cualquiera otra volun-
tad mía expresamente, fuera de los mencionados arriba, a todos los mldicos de esta Corte y
demás físicos, pues por sus malditas respuestas me hallo en este estado tan miserable, siendo
lástima q11e un mozo como yo, de tan buenas esperanzas, se vea así maltratado con las plu-
mas como otro mártir san Casiano. Solamente libro de esta exclusión al doctor Aquenza, por
ser físico que, si mate, antes lo mira muy bien y es muy puesto en razón en el coste, conforme
a los aranceles del Monte Santo.
ltem, es mi voluntad que entre todos mis herederos se partan mis satisfacciones haciendo
partes iguales, de suerte que, para que se sepa si alguno ha llevado mayor porción, se han de
juntar todos y, si alguno se arrojase a escribir con más inconsideración que otro, a éste se le
quite y se le dé a otro que se halle tan cobarde que no se atreva a decir una mentira ni en
verde ni en seco ni un disparate impreso; y en estando todos iguales, se conocerá que son le-
gítimos herederos míos, en que, si escriben algunos papelillos y les contradicen, no dan sino
contriciones por respuestas, como si fueran Cristos de Miserere los apologistas.
También es mi voluntad que hereden toda la redondez del mundo, los cuatro elementos
y todos los vacíos del cielo para que en ellos hagan leña para abrasar el mundo a cometas,
rayos y relámpagos y para sembrar más estrellas y aumentar las cosechas de pataratas y
agiieros. Item, les mando las cuatro palabras de arrancar espfrit/JJ de reJistencia de los cuer-
pos miserables, son a saber: mi alma, mi vida, mi bien y mi dueño, que son de mucha efica-
cia diciéndolas con un suspiro antes y un tierno mirar tÚ ojos después, para conseguir roa/-
quiera fineza que se pide, y están probadas. Las saqué del Parnaso de mano tÚ mi Talía,
que dijo haberlas hallado en unos calzones viejos de Apolo que estaba remendando. También
les dejo infinitos caudales de paciencia para sufrir las persec11ciones de los críticos enristra-
dos, y por todo les suplico que no me olviden ingratos, pues yo les doy y daré/as ocasiones de
acordarse tÚ mí. Y porque sé que toda la Corte ha de llorar amargamente mi fallecimiento,
careciendo tÚ quien le diga las 11erdades tan desnudas, que por mejor las desuello, dejo al co-
mún, en pago tÚ lágrimas tan leales, dos papelillos rancios, es a saber: La Piedra Filosofa/
y El Ermitaño, para limpiarse los ojos, si no hay ningún Herodes que me los pase a cuchi-
llo. Pasó ante mf, don}usto Vero de la Ventosa, que le firmé y sellé con mi sello, siendo a
todo lo dicho testigos los doce Pares de Francia, que dijeron no podían fim1ar por estar de
mano armada y juraron defender a lanzadas lo mandado en esta última voluntad. Y luego
inmediatamente pidió la santa unción y, no encontrándola, se espera que algún piadoso se la
administre de caridad al reverendo don Diego. Goce tÚ Dios su alma sobre los cuernos de la
luna, rogando por los que tanto bien le han hecho en este mundo.
Testamento de Torres:
La respuesta de Torres no se hizo esperar. Cuando hablamos en nuestro libro ya
citado de este testamento lo situábamos emre 1727 y 1730. Ahora, eras conocer el
de Losada precisamos que ambos debieron escribirse en 172758.
Como Torres en su cescamenco intenta contrarrestar el de Losada, no se limita
a escribir otro cestamenco, sino que lo envuelve entre frases que lo enmarcan en las
circunstancias de su otorgamiento, de modo que anule el del jesuita. Parte de no
negar su "paternidad" en el de Losada porque sería inútil dentro de la convencio-
nalidad que impone su caracter literario. Lo que hace es asumirlo y anularlo revo-
cándolo en éste como efecto de su enfermedad, es decir, de la inconsciencia o "ahíto
filosófico y moral" que le llevó al letargo. De esca forma admite que lo "escribió"
en su "primer delirio", pero que lo anula, al cobrar la razón, por dos motivos: por-
que nadie creería que tales despropósitos habían salido de D. Diego y porque lo
injurioso del testamento (lo autoinjurioso, claro, en la ficción) podría perdurar. El
retorno al uso de la razón le da ocasión para anular "la herencia fingida o deli-
rante", auténtico "atentado" contra su cordura, y la revoca.
Es, pues, muy ingenioso el modo en que Torres desbarata el texto de Losada:
Es suyo, pero como otorgado cuando "las locuras del delirio usurpaban el uso ra-
cional a las potencias", de lo que dice no es responsable el Torres cuerdo, que es-
58. Hay en este testamento un dato que por sí solo determina que ambos testamentos tíenen que
~r anteriores a 1734. Torres declara en ~I que deja escritos calendarios hasta 1734, lo que supone que el
testamento es anterior, seguramente en algunos años.
tando en su sano juicio dicta el único cextamemo que debe considerarse, también
en la ficción, como único auténtico.
No se limira a esro. Para evirar en el futuro que Losada u orros vuelvan a im-
putarle otros testamentos literarios como suyos, acaba el propio revocando "otros
cualesquiera testamentos anteriores o posteriores, los que desde luego doy por nu-
los y de ningún valor y efecto". Pero el ingenio de D. Diego no cesa. Para que no
le acusen de haber entrado al trapo del juego de los testamentos fingidos, en las lí-
neas finales de las que rodean el testamento hace decir a los discípulos que le aten-
dieron en la enfermedad que. fueron ellos los que decidieron darlo a la luz "porque
su verdadero contenido fuera destierro de imaginados errores". A Losada se le cie-
rra, por tanto, la puerta para poner en boca de Torres nuevos testamentos, porque
los dos que hay "son" de Torres y el definitivo invalida cualquier otro. Son además
los discípulos de éste, no él mismo, los que le dieron publicidad.
Lógicamente el testamento de Torres sigue muy de cerca las claúsulas del an-
terior y en él no aparece Losada casi ni aludido (al fin y al cabo su testamento no
es suyo sino de Torres), aunque hay una fuerte andanada contra "los renacuajos pig-
meos que, con broqueles de malas hojas y escoques de paja, capándose los hocicos,
quisieron hacerme la guerra, cuando dormido... ". A estos les obliga a ir en su en-
cierro "a cara descubierta" y sin miedo porque ya está muerto. Conociendo la afi-
ción del P. Losada a los panfletos pseudónimos o anónimos, la alusión es clara.
Torres no se refiere en su testamento a los ataques a su físico judío (aunque lo
hará en su Vida, pues hay cosas que mejor ni tocarlas en una época nuevamente an-
ti judaica -excusatio non petira... -, pero sí al destino de sus restos, que ni cree in-
corruptibles (como le hace decir Losada) ni quiere que se exhiban, porque los con-
sidera "herencia del pobre" y propiedad de la tierra. En cuanto al entierro, no
quiere que le trasporten bailarines entre músicas de baile (Losada) sino Paracelso y
otros personajes seguramente fingidos. Sufragios no pide (pese a su afán pedigüeño
en el otro testamento) porque le bastan los de la Iglesia.
En la caja no quiere pinturas alegóricas (como en el otro testamento) sino ver-
sos que incitan a los asistentes a reírse de todo, como se rió el yacente, hasta que
les llegue su hora. Cambia también su epitafio (lo más lesivo del otro testamento)
y propone como tal u n soneto en el que defiende su actividad de geómetra y de as-
trólogo, su relevancia intelectual, la inmortalidad de su fama y su deseo de tran-
quilidad, amenazando con responder, incluso muerto, a los que escriban contra él.
Hace luego profesión inequívoca de su fe de carbonero y de perdón a sus enemi-
gos, que realmente no lo fueron porque jamás le quitaron el sueño, quizá porque,
utilizando polisémicamente la palabra crédito, afirma que "nada me deben los que
se hicieron cargo de mis créditos, pues nadie me la hizo que no la pagase". La arro-
gancia como arma de combate.
No estaba, sin embargo, D. Diego tan tranquilo ante sus enemigos. Al co-
mienzo del quinto trozo de su vida, resume el cuarto (que abarca de sus treinta a
sus cuarenta años, precisamente la época en que ocurre lo de estos testamentos) con
una serie de metáforas mortuorias que pueden aludir a los testamentos o a los otros
textos exequiales, hasta cuatro, con las que le macaron sus enemigos: "Después que
encerré el cuarto trozo de m i vida y que encerré los huesos de mis cuarenta años en
Madrid, donde los atrap6 la guadaña del tiempo... y después que escucharon mis
zangarrones en la tumba del nulla est redempcio el último requiescat de mi olvido
(p. 207). Irónicamente o no, D . Diego al escribir su Vida t iene presentes estos tex-
tos funerales. Recuérdese lo dicho en escas páginas sobre dichos textos en que sus
enemigos le mataron cuatro veces.
Respecto a su economía, se excusa de dispendioso, pero también de tacaño,
como le tildaba Losada, y se declara autosuficiente por el fruto de sus trabajos, es
decir, de sus calendarios.
En la p rimera parte del t estamento, más bien autoexculpatoria, casi no ataca
más que d e pasada a sus enemigos haciéndoles comparsas de su encierro, pero lo
hace directamente en la segunda, al dictar las mandas y donaciones. Como en el
testamento de Losada, aparecen personajes reales y de fi ccción. Fingidos pueden
ser, salvo que respondan a un mote que no hemos podido ident ificar, el doctor Zo-
quete, el doctor Virote y el licenciado Brandalagas, aunque quizá sean pseudóni-
mos de enemigos de Torres, como inequívocamente lo son Benecerta (el que lucha
bien), D. J erónimo el de las Monjas y el Gacetero. Si los primeros son pseudóni-
mos, lo fueron de enemigos muy significados del otorgante, pues han de portar el
féretro jutamente con Paracelso (personaje histórico ya aparecido en el testamenco
del jesuita) y su hi jo. Los otros personajes sólo habrán de ir en el encierro a cara
descubierta, ahora ya sin m iedo a Torres.
También deben ir en el encierro, como plañideros, la ya conocida Dama Cu-
riosa y el benedictino P. Benito Feijoo, uno de los intelectuales españoles más va-
liosos de su sig lo, enfrentado con Torres en varias polémicas. Como se ve, encre
unas cosas y otras, sus enemigos más señalados han de ir en el cortejo fúnebre de
Torres.
Pero cuando el salmancino extrema su mordacidad es a la hora de las mandas
y las donaciones. El primer beneficiado es Juan de Corominas, tampoco identifi-
cado, que debió de ser un detestable músico salmantino. El doctor Zoquete, otro
ilustre no idencificado, debe ser un antagonista de Torres en saberes astrológicos y
un huero escolástico. También heredan Paracelso y su hijo. Todos ellos reciben
mandas muy intencionadas y acordes con sus merecimientos, pues afirma D. Diego
que es cosa "bien acordada dar a cada uno lo que le coca". Alguna de sus perte-
nencias, en cambio, no las lega, sino que las manda destruir por peligrosas, como
ocurre con los tres tomos del Teatro Critico Universal del P. Feijoo.
Que este testamenco es evidente respuesta al de Losada lo hace indudable el
que al doctor Marcínez se le revoque la manda asignada en el cestamenco del je-
suita, 100 ducados, y se cambie por ocras bien alusivas. D ice de Marcínez que está
escribiendo un tratadito concra la Astrología, que evidencemence no puede ser el
Juicio Final rk la A1trologfa, obra con la que terció en la polémica de 1726 a la que
ltem mando, porque no puede alcanzar lo corto de mis caudales a la más diminuta li-
nea de los sufragios, no negándo11ll a lo piadoso de las obras (empleo que siempre mantuve en
vida y guardará hasta la muerte), quiero después de ella que sólo se me diga la misa de
cuerpo preJente, que así libro a los monigotes del Verba mea de andar a la cuarta, y confío
en Dios que supla del tesoro de su Iglesia las que faltasen para alivio de mis penas.
ltem mando que carguen con el asco de mi cadáver los cuatro principales hermanos apo-
logéticos, cofrades de la envidia; es a saber: Martín con su Rocín, el doctor Virote, el licen-
ciado Brandalagas y el Paracelso. Y por cuanto éste (en consideración de sus años y acha-
ques) puede estar, cuando yo puedo morir, tan muerto como yo, mando que supla el cuarto
puesto su hijo que, pues le ayudi a deshonrarme, que será satisfacción a Dios y a mí que le
ayude en la última honra que espero de uno y de otro.
ltem quiero que en la parte anterior de la caja de mi asqueroso cadáver, en una tarjeta
pintada al fresco, se ponga este mote:
Este túmulo que espanta
del Gran PiscatQr es tumba:
tente, peregrino, y zumba,
pasa, pasajero, y canta.
Sea tu rechifla tanta
que silbes hasta no más,
y si carcajadas das
hoy te permite el teatro
q11e en cabeza de estos cuatro
te rías de los demás.
En la parte posterior de dicha tumba se pondrá este otro:
En aq11e.rta caja yace
el q11e el tiempo que vivió
de ti y de todos se rió;
ríete tú. Vade in pace.
Y en la cima éste:
Caminante, el vil desvelo
de tu vanidad destierra
p11es que ve.r cuán sin cons11elo
el q11e /11e gusto del Cielo
ya es hediondez de la tierra.
ltem es mi voluntad que el demás resto de anónimos, v.g. Benecerta, don jerónimo el de
las Monjas, el Gacetero y toda la confusión de renacuajos pigmeos, que con broqueles de ma-
las hojas y estoques de paja, tapándose los hocicos, quisieron hacerme guerra cuando más dQr-
mido, a estos se les vista de colorado con cascabele.r y que vayan bailando delante del cuerpo
a cara descubierta; que muerto yo, bien puede sacar todo avechucho la cabeza y esta mo-
giganga sirva de música en mi entierro.
ltem, mplico a la señora Dama Curiosa y al reverendo Feijoo que asistan de llor~nes
detrás del acompañamiento; la señora con su ofrenda y no lleve cande/itas porque no parezca
bruja, que así me pagará parte de las ofrendas y obsequios que hice a todas las de su sexo;
y el padre Feijoo lleve el S(}mbrero del fundador y procure ir bien cubierto porque no le ape-
dreen m1ísicos y físicos.
ltem, porque a mi impresor y Librero no es necesario mandarles vestir de plañidores, que
ellos me l/(}rarán sin que yo se lo mande, es mi voluntad que no se les estorbe ir en el acom-
pañamiento en el lugar que quisieren. Y también mando que ninguno lleve hachas, velas ni
candelas sino, que echando por la otra cera, sólo me alumbren los pegotes que intentaron apa-
gar mis lucimientos en vida.
ltem, mando que el podridero en que se haya de vaciar el último estiercol de mi hedion-
dez (que será el osario más ocioso porque no gusto que me entierren de priesa), en la losa que
sirva de tapón al hueco se ponga el epitafio que a este fin ha días tiene hecho mi disclp11/o
don Zenón de A znar, y para que conste cuál es lo pongo aquí, que es del ten(}Y siguiente:
Aquí huelga, oh tunante, un escritor
que en poquísimas hojas supo dar
noticias de los orbes, a pesar
de todo malandrín mormurador.
Este es, oh pasajero, el Piscator
de España, s11 primero luminar,
que discreto ha sabido eternizar
con la luz de los cielos sr1 esplend(}r.
Aunque descansa muerto sin morir
(pues no se llama muerte el renacer)
pisa/o, que no se ha de rebullir.
Lo puedes descubrir, hablar y ver,
pero guárdate, amigo, de escribir,
pwque ha de incorporarse a responder.
P(}r cuanto agonizo sin hacer sacramentos, habiendo recibido los que me manda mi Ma-
dre la Santa Iglesia, digo: Que creo y venero todo lo que me tiene revelado a pies juntillas,
sin que me est(}Ybe ser hombre blanco para morir con la fe del carbonero; y en muestras de la
quitud con que me voy, sin que se preJ11ma rencor en mi buena y última voluntad, perdono y,
ya qrte estiro la pata, echo mi bendición a todos mis enemigos (aunque nunca los haya te-
nido, porque siempre he dormido a sueiío suelto ni jamás me camaron desvelo; porque de los
noct11rnos y anónimos me quedl a buenas noches acostándome temprano, y de los claros me des-
pavilo a todas luces).
No puedo decir que ni me deben ni debo, pues, aunque tomo, no doy ni presto p()r no an-
dar en dares y tomares y perder con el dinero el amigo; nada me deben los que se hicieron
cargo de mis créditos, pms nadie me la hizo que no me La pagase, y así nfJ andarán mis he-
rederos en demandas ni respuestas con mis de11dores. Aunque nada ttmo, debo mucho, pero no
hago concurso, aunque me he purgado; y así mando se paguen todas mis deudas por plazos
señalados, al principio del mes de cada uno, del producto de mis calendarios, que dejo escri-
tos hasta el año 1734 inclusive, a ruegos de malos médicos y saldo de buenos camina111e.r, y
suplico a los impresores, que hasta ahora me pintaron muy al vivo, me estampen en adelante
muerto, porque a costa de la mortificación de que les den en rostro mis memorias se metan en
prensa las malas 110lun1ades, y compungidos me encomienden a Dios los que antes me daban
al diablo.
ltem por cuanto es bien acordado dar a cada uno lo que le toca, mando mi bandurria,
que no es mala guitarra para una noche de toros, con dos sinfonías que se glosarán en su ca-
beza (cuando lo sea de su casa) a juan de Corominas, aserrador de tripas, hurón de solfas,
primer violín de concordia entre parroquia y Universidad, segundo chiflo del colegio del cuero
y tercer pito de la academia de los flatos. Más de miJ obras las poesías y en especial las li-
ras del gato para que arañe las cuerdas del rabel a compás de sus cromáticos disones. Tam-
bién le dejara mi caballo, tan entero como está, si no hubiera tantos con quien partir, para
que pareciera mrísico de más monta en las fiestas de Cabrerizos y Tejares; pero se contentará
con la cola, que no es mala floja para s11 arco. Y la remanente se dividirá m partes, unas
viriles y otras hereditarias, haciendo cuartos sus miembros para que los demás tomen Lo que
les cupiere.
ltem, mando al doctor Zoquete una astilla de las tablas de Argolio que hice rajas con
mi compás en los cálculos del letargo para que sirva de cuña a su mollera y, cerrado de cas-
cos, como pie de muleto, haga en ad.e/ante mejor juicio de aprobados méritos en astrológicos
cómputos, dando, como es justo, al tmor de la distributiva, con proporción aritmltica o geo-
métrica, el voto que no tiene de justicia y sólo se le debe de gracia por la de un buleto que ob-
tuvo en derecho.
Item, le mando, en pago de las cantáridas o pegote de pez griega con que el señor Coro-
minas despierta las modorras de sus violines para adormecer los sentidos de su amo, una caja
de parches de tacamaca con que se tocaba mi abuela, que Dios haya, único preservativo a sus
jaquecas. Y en reconocimiento de las enfermas conjeturas y sanas presunciones del genérico ac-
cidente de mis obras, un específico de palabras sobre el interrogante problema: Quid es homo?,
que es argumento sin cuestión para ajar presumidos.
ltem, de mi caballo le dejo la panza que, bien mrtida, podrá servirle de indulgmcia y
ahorro de pergamino en la traducción de las Basílicas; y le encargo, por lo mucho que deseo
su aplicación y aumentos, tenga en su memoria mi Viaje Fantástico, pues no sabe por dónde
irá y puetk ser que lo lleve en su fantasía por esos m11ndo1; y le aconsejo no sea logrero en ma-
teria de usuras, q11e es mucha civilidad, mando pueda sacar más fruto de los 11at11rales.
ltem, mando al doctor Paracelso una tabla impresa de 101 difuntos que han despachado
entre él y su hijo, que es tan grande como la que ponen en sm sacristías y claustros 101 pa-
dres de la Merced, nómina de los cautivos de Argel y Tunez, para que a la claridad de este
espejo miren sus fealdades, enc<lmienden a Dios a los malogrados y restit11ya11 el dinero de las
curaciones, p11es estos lo dieron por sanar y no por morir.
ltem, para desengaño de los dolientes para que fuesen llamados de hoy en adelante, les
man® a uno y a otro (que ésta es manda y demanda) una tabli/La de altar privilegiado
que heredé yo de un sacristán amigo, donde dice: Hoy se saca ánima, para que saquen uno
o más traslados de ella y las fijen en los c11erpos de los que pulsan, como señal cierta de que
a pocas visitas en aq11el retablo saldrá un alma.
Item les mando, pues son perdigueros de sales y sulfures, las cuencas de mi caballo para
que cada uno haga un salero, y buen provecho. Y últimamente les mando de mis obras Jos des-
precios prácticos para que hagan más aprecio de los especulativos.
Item, por cuanto Jos libros químicos no son bienes que se han de mandar sino males de
los que se debe huir, es mi voluntad que los tres tomos del Teatro· Químico (¡jesús mil veces,
arredro vayas, demonio, que iba a decir Crítico!) se quemen y esta diligencia sea luego y
ante mf, que no quiero morir con ese escrúpulo.
ltem, revoco y desmando la donación de los cien ducados que hice mortis causa al doctor
Martínez cuando me tenía fuera de juicio el letargo, p11es aunque no me pesa de lo hecho ni
tengo esperanzas de sobrevivir/e ni menos de escapar de sus uñas, hoy, q11e estoy en mi sano y
entero juicio, conozco que nadie da lo que no tiene y ahora le mando muy poco porque ya en
Ja vida le dejé bien puesto. Sólo le ®y mis postdatas y le encargo que las estime mucho.
ltem le man® una linterna y un candil de garabato con cuya luz rondaba yo toeúJs·los
fenómenos que le tienen tan deslumbrado, para que saq11e a /11cir el tratadito que está escri-
biendo a oscuras contra los influjos, negando su poder a las estret/as, cuando está Mercurio
impaciente porque los químicos gastan su calor natural introduciéndose con artificio en su
jurisdicción.
Item mando a mi criado Pedro de Frades, por su limpieza y buenos servicios, se lepa-
guen los salarios atrasados y le señalo ración para toda la vida en la portería de 11n con-
vento y por finca la hortera en que traía nieve en el verano, máJ unos botines de corte, unas
calzas de montar y 11nas alforjas de caminante que se me escurrieron de la mula en los cam-
pos de Baraona, y más la censura del conde Maurepaf, cuyas partes hizo en esta Corte y su
papel en la librería del Monje. Y porque no tengo cama que dejarle, por dormir en ei/a al-
quilada cuanto tiempo ha que me echo en mu/Jido, mando que Le den una buena manta Jos
Lanudos del hospital y, de mis obras, el Correo del Otro Mundo, como a volantes de éste, que
/Levará una carta al médico más remoto de la más cercana academia por sólo el porte de que
haga rma sangría a su pei/ejo.
ltem, al tiple de fauces, bajo de narices, tenor de partes y contralto de todo capón, con
voz en capi/Ja y voto en el claustro parroquia/ de Salamanca y su tierra, que clueco de tri-
nados y gorgeos ha salido a cacarear entre las den1ás ga/Jinas al corral del Galio Español,
para que pueda parecer como hombre y sin vergüenza en todas partes, Je mando los bigotes del
Gran Visir, que heredé de Jos triunfos de mi tatarabuelo, que muchos se pelaran las barbas
si Jos vieran al ojo, y con ellos podrá cantar villancicos en presencia del mismo Barbarroja;
y, si estuviesen apolillados, en su defecto le mando las barbas de un ZQN'O macho con que sa-
cuda el polvo a sus narices. De mis obras, una póstuma sobre la pregunta que hizo Sánchez
a la Academia de París y, de mi cabailo, las vainas.
ltem, por cuantofalta la circunstancia de albaceas, quiero que lo sean cuatro colegiales,
que es la gente dt más cumplimientos y buscarán el más pronto de su obligación en mi vo-
luntad, con la protesta dt no gastar tll ceremonias. Sólo se fu permite el uso dt mi montante
por si acaso los maldicientes, viéndose libres del revés de mi pluma, tirasen tajos a mi mar-
tandad, den a cada uno su carta dt pago. Esta es mi voluntad, la que quiero sólo tenga
fuerza, revocando, como desde luego revoco, otros cualesquiera testamentos anteriores o poste-
riores, los que desde aquí doy por nulos y de ningún valor ni efecto.
Aquí llegaba 1111estro amado maestro cuando la fatiga de sus discursos le incitaba al
ape1ecido descamo. Emregadas al s11eflo sus potencias, se ahogaron en su /amasia 111tÍJ de cua-
tro legados dt gUJto, que fueran imán dt las voluntades. Y nosotros, que fuimos testigos de
vista de me s11 última, nos pareció sacarla a todas luces, porque su verdadero contenido fuese
destierro dt imaginados errores.
Por esco no pienso formar Historia, sino sólo un dibujo y breve plan, que sirva
de recuerdo a los hijos de tan distinguidos cuerpos de la obligación en que es-
tán de hacer conocer al mundo sus cymbres y sus glorias.
l. El facsímil fue publicado en Salamanca por Europa Artes Gráficas en 1985, y venía ilustrada con
dibujos de Antonio CAJIRACÁN y Antonio MARCOS. La ci ta está sacada de la página 8 del Pr6logo.
2. Esca edici6n, impresa en 1991, fue realizada por la Diputación Provincial y la Universidad de Sa-
lamanca en coedici6n, y va precedida de un magnífico estudio introductorio de Balrasar Cuarr Moner.
3. Me refiero, además de los dos textos citados, a la Historia ek Salamanra de Manuel VILLAR Y MA-
CIAS (Salamanca: Graficesa, 1975); a la Reina del T&mres de Fernando ARAUJO GóMEZ (Salamanca: Caja de
Ahorros, 1984), e incluso podemos incluir en el mismo grupo el Dictionario Gtt1gráfiro-Estadístiro-His1órico
ek Salamanca de Pascual MADOZ (Salamanca: Diputaci6n Provincial, 1994)
Sabemos por lo tanto que Bernardo Dorado era salmantino, que, según Villar
y Macías, debió nacer hacia l 708 e incluso se nos facilita la parroquia en la que fue
bautizado~. Ahora bien, mis pesquisas por el Libro de bautizados de la parroquia de
San Julián y Santa Basilia de aquella época han resultado totalmente estériles. Y si
bien es verdad que he encontrado en los años que van de 1700 a l 7 15 algunos Ber-
nardos, ninguno de ellos responde al apellido de Dorado - Un tanto de lo mismo
se puede decir del Obispo de Palencia, Juan Manuel Argüelles-. No obstante lo
que sí creo que resulta necesario es precisar aún más la fecha de su nacimiento. El
dato ofrecido por Villar y Macías se nos presenta un tanto impreciso, «de unos se-
tenta años», pues de hecho es posible indicar con total exactitud el día -y con él
la edad-, en el que murió nuestro historiador. Así, leemos en Libro de difuntos del
Lugar de la Mata de la Ar11111ña (libro 2º, Sgt. 254.8, fol. 142):
En veince y siete de marzo de mil setecientos setenta y ocho años, falleció en esta
parrochiaJ de San Pelayo de la Mata de la Armuña, el Señor Don Bernardo Do-
rado, su proprio cura beneficiado, habiendo recivido los sancos sacraroencos de
Penitencia, Viático y Extrema Unción, y testado en la forma siguiente: primera-
mente mandó obras pías lo acostumbrado. ltem mandó, por descargo de su
conciencia, cinqüenta misas rezadas. Icem por relevación otras cinqüema misas
4. La cica esrá sacada d el como III, página 194. Esca noricia es aprovechada por ALOEA VAQUERO ec
alii, en el segundo volumen de su Diedonario de Historia EduiáJtira de España, Madrid: CSIC, 1972,
pág. 772; y más carde por Francisco A.GUILAR PIÑAL, en el sucinro apunre cronólogico que nos facilica en
su Bibliografía de Altf()f'tJ Españolu del siglo XVIII, lll, Madrid: CSIC, 1984, pág. 11 3.
5. Por otra parre parecía bastante evidenre su adscripción a Salamanca, pues de hecho a lo largo de
su obra habla constantemenre de la ciudad del Tormes como su Pacria -enciéndase "chica"-, como cuando
señala por dos veces en el P rólogo (pág s. 4 y 6 respectivamenre): "··· he resuelto sacar a luz un Compen-
dio Historial de este gran Pueblo, por ser mi Pacria" y "··· oo quiero que me qui ren el honor de ser amanee
de mi Parria...»; o como cuando trata al maescro Argaiz Benediccino y fray Marcelo del Espíritu Santo,
como «nuescros paisanos• (pág. 54). entre otros muchos lugares.
cambién rezadas. Item los oficios parrochiaJes con Novenario y su cabo de año.
ltem misas Vorivas en esca Yglesia las siguientes: una a San Pelayo; otra de
Ánima en el altar privilegiado; ocra a nuescra Señora del Rosario; otra a San Jo-
seph; ocra al Santísimo Christo; otra a San Antonio; otra al santo de su nombre;
otra al santo Ángel de la Guarda; finalmente ocras dos a San Joaquín y Sanca Ana,
que todas son diez misas votivas rezadas. Irem que a la Yglesia se le satisfaga la
morcaja de casulla y demás cosas, excepto el aJba que ya se la tenía dada. ltem su
ofrenda la dexa en los términos siguientes: que aunque su ofrenda pudiera ser
completa como la de qualesquiera feligrés de mediano caudal, mas para dexar lu-
gar a las obligaciones en que se ha puesto por sus atrasos para dar primero cum-
plimienro a éscos, mandó que Pedro López e Ysidora Guerrero le asistan con la
mitad de la ofrenda durante un año, si ellos buenamente pudiesen asistirle. Dexó
por sus testamentarios a don Amonio Ganvoa, vicario del Graoo, a don Sevastián
de Casero, vezino de Salamanca, y Bernardo prior, vezino de esce lugar. Su cuerpo
yace en la sepultura que está al lado del evangelio en el mismo presvicerio6.
Y para que consce, lo firmo de mi nombre en veinre y ocho de dicho mes y año,
111111pra.
Fray Andrés de la Concepción, pro Econome.
6. En la accual iglesia de San Pelayo no se conserva, o al menos no aparece visible, su lápida, aun-
que es posible que permanezca rapada bajo la racima del presbiterio.
7. De esre fraile sabemos que pertenecía al antiguo Convento de franciscanos descalzos de Sala-
manca, más conocido encre el vulgo como ti Calvario, y que desde febrero de 1778 ejercía por comisión el
curaro de la Mara de la Armuña anee la morral enfermedad de &rnardo Dorado (Una noticia de esce con-
vento y de sus prohombres puede verse en las páginas 433-437 del Compendio). Es de nocar que todos los
que sustituyen a Dorado por ausencia o enfermedad a lo largo de su curato son franciscanos descalzos a ex-
cepción de un agustino y un capellán de los Villares.
FIGURA l .
8. Para una revisión de la actividad de este impresor salmantino que ejerce desde 1766 a 1791, con-
súltese la breve referencia que le ded ica MARTfN ABAD, Julián, en su Contribución a la bibliografía salmarr-
tirra dtl siglo XVIII: la Oratoria Sagrada, Salamanca: Universidad, 1982, pág. 30.
9. Ademti no conviene perder de visea el grabado calcográfico de las monedas que se incluye tras el
Catálogo de algurta.l ptnorta.l ilustro... , anees del Índice, obrn del salmantino Félix Prieto, en donde se corro-
boraría la datación: «Salmanticae anno 1776•. Respecto a la labor de este insigne grabador de la Real Casa
de la Moneda y director de grabado de la Academia de San Femando, a quien se debe un intento de crear
una escuela de grabadores de letra de imprenta en la Salamanca del último tercio del siglo xvm, puede vol-
verse a las notas de CUESTA GUTl~RREZ, Luisa, La imprtnta m Salamanca. /\~'flnce al estudio de la tipografía
salmantina ( 1480-1944), Salamanca: Biblioteca Nacional-Diputación Provincial, 1960, págs. 65-69.
1776, y es ya tan ra.ra, que en vano se buscan sus ejemplares, no sólo en esta Ciu-
dad, sino en las librerías de la Corte; por este motivo, y para pagar un tributo
de respeto y admiración a las glorias de nuestra patria y de su antigua iglesia,
nos atrevemos a acometer la presente edición, sin otras aspiraciones que conser-
var el recuerdo de la importancia de nuestra Ciudad en las épocas en que su
nombre era conocido y proverbial en todo el mundo culro 1 º.
Inadvercido debió pasarle este dato a Femando Jiménez pues nada nos señala al
respecto. No así a Francisco Aguib.r Piñal quien recoge dos ediciones del Cumpen-
dio, una de 1768 y otra de 1776, quien además nos ofrece la ubicación de los ejem-
plares localizados de ambas ediciones• 1 • Pero tanto los continuadores de Dorado,
como tan ilustre bibliógrafo cometen sendos errores fácilmente explicables. En el
caso de los primeros, me parece más que obvio que debieron servirse para su obra
del ejemplar que en 1882 pertenecía al Dr. D . Pedro Manobel, Presbítero, según se
indica en su ex /ibris, y que hoy día se conserva en los anaqueles de Biblioteca de San
Esteban (Sgc. 378.1 DORA comp.), en donde leemos en la porcada, con letra de fi-
nes del siglo XVIII principios del XIX: «Escrita el año 1763, la l ªedición. Esta 2ª
edición es de 1776». La coincidencia creo que es más que significativa12.
En lo que se refiere a la edición de 1768 que compila Aguilar Piñal, la expli-
cación es bastante más simple, pues sin lugar a dudas la fecha está cornada de la
cana enviada por el Arzobispo de Toledo a Juan Manuel Argüelles que transcribe
en la dedicatoria Dorado -«Toledo y setiembre, 13 de 1768»-, y que por error ha-
brá sido fácilmente tenida como el año de impresión del Compendio en las fi chas ca-
talográficas de los dos ejemplares que de esta ficticia edición se reseñan 13.
10. Véase su Historia iÚ la riiulaá iÚ Sala111a"'ª q11~ acrihió D. Bmrartlo Dorado, a>rngida m algunos
p11ntos, a11mm1ada y rontinllalla hasta nl/OtYOJ días f'>I' varios escritores nat11ra/11 iÚ tSttl ti11dad, Salamanca; lm -
prenca del Adelante a cargo de Juan Scmllo, 1861.
11. Se traca de los números 798 y 799 de la obra ya ~ñada. Por su parte PALAU Y OULCET can sólo
describe una edición de •hacia 1776•, de la que descaca su abundancia, en contna de lo indicado por Barco
L6pe2 y Girón: •Esta historia se considera mejor que la de Gonzálcz I>.ivila, pero es corriente en el co-
mercio. 100 prs. Verusra, 1945. 300 pts. Bardón, 1948,. (Vb.sc su Ma11114/ tkl librtro hispa,,oamerirano, IV,
Barcelona: Palau, 1951 , n• 75.667).
12. Me imagino que el anónimo autor de esta anotación debió de cencr muy presente el aipítulo
LXXXIV, "Don Felipe Bertrán, que oy rige esro Santa Iglesia desde Sccic:mbrc de 1763" (págs. 534-535),
pclra llegar a cal aseveración, aunque ciertamente, como se veni más abajo, obvió 105 muchos aconteci-
mientos hiscóricos contcmponineos sucedid05 en los añ05 siguientes a esta fecha, que en algunos casos se
describen con gran prolijidad.
13. A esto cabría sumar ocras cuestiones de índole interna que no hacen más que confirmar lo in·
dicado. Así, si se piensa en la aistencia de dos ediciones, una primera amerior a la de 1776 tendríamos
que reconscruir un Compmdio con las siguientes variames: poseería orna Licencia del Consejo con fecha di-
ícrence a la que conocemos; cal'l!Cerfa del grabado de Félix Prieto, y por úlC1mo, lo que parccc más impor-
rance, se rracaría de un tato que tend ría algunas ausencias de hechos históricos contemporáneos que se rc-
salcarían en la segunda edición. En esce sentido, valga como ejemplo ran sólo la referencia que hace al final
de la obra a la reforma de los Colegios mayores hecha por Carlos lll: «Havicndo resuclco nuestro Rei, el
se~or D. Carlos llI (que Dios guarde) rcfOrmar los seis Colegios llamados Mayores de España, cometió a
Con codo no es falso que existan dos ediciones dieciochescas, o para ser más
exactos dos emisiones del Cqmpendio de Dorado, salidas ambas de los mismos tór-
culos salmantinos de Lasanta, seguramente con apenas unos meses de diferencia.
La primera impresión, que podríamos llamar "A", estaría compuesta de 8 hojas sin
foliar, más 568 páginas y el grabado en cobre de Félix Prieto inserto entre las pá-
ginas 562/563. Encre esas primeras 8 hojas, estaría la Portada en cuya parte infe-
rior, entre dos bandas tipográficas, se incluye el nombre d e la ciudad donde se ha
impreso «EN SALAMANCA:», para rematarse con el nombre del impresor: «POR
JUAN ANTONIO DE LASANTA» (Figura 2ª). Ésta sería pues, la primera edición
del Compendio, cuya fecha de impresión hay que suponerla, según lo que se ha se-
ñalado más arriba, a partir del 12 de febrero de 1776.
La segunda emisión, "impresión B", sería una copia a plana y renglón de la
anteriormente descrital4, pero con dos notables diferencias: la primera aparece ya
en el Portada, en donde se eliminan las bandas tipográficas, y a cambio se inserta
una simple línea que separa el título de la obra y el autor de los referentes tipo-
gráficos. Pero además se añade un párrafo junco al lugar de impresión: «EN SA-
LAMANCA CON LAS LICENCIAS NECESARIAS:» (Figura 3"). Más destacable aún
es la nueva hoja, página de enmiendas, que debía insertarse al final de la Licencia
del Real Consejo, ames del Prólogo en donde se inicia la paginación (Figura 4ª).
Digo debe insercarse porque esta hoja suelta, que no forma parce de ningún pliego,
repite el reclamo «PRO» que ya encontramos en la hoja anterior 15 (Figura 5"). Con
ella esca segunda emisión se caracterizaría por una recomposición del primer
pliego, con la modificación señalada de la Porcada, y aumentaría su volumen en 9
hojas previas a las 568 páginas. En lo demás ambas emisiones serían idénticas.
A la vista de escas dos emisiones del Compendio surge la lógica pregunta del por
qué de las mismas y sus posibles fechas. La respuesta más evidente, y que daría ra-
zón a lo indicado por los continuadores decimonónicos, es que su rápido éxito mo-
tivó su reimpresión en un corto plazo de tiempo, añadiéndose la reforma de la Por-
tada y una página de erratas. No obstante no considero esta explicación del codo
satisfactoria, porque hay algo que llama poderosamente la atención desde el prin-
nuestro Prelado la de los quatro de esca ciudad, dándole absoluras facultades por su Real Cédula de marzo
de 1771... ~ (pág. 535).
14. Un notorio ejemplo de que lasanra reutiliza sin modificar las planchas en esta "impresión B" -
e incluso puede Llegar a pensarse que recompone esca nueva emisión sobre pliegos ya impresos-, queda
constatado en el lardón que introdujo en la página 333 de la primera emisión para corregir el error de fe-
cha en la que los Padres Trinitarios se asenraron en la Iglesia de San Juan el Blanco, que se sigue solven-
tando con un pequeño p-.ipel que restituye las dos últimas cifras movidas durante la composición lipográ-
flca -de 1480 se pasa a 1408-.
15. No siempre debió cumplirse esta disposición, pues de hecho el ejemplar que se conserva en la
Biblioteca de la Ponciflcia (Sgr. 25-A/ 6-15 bis) incluye la página de erratas rras la Portada, con el consi-
guiente descabalgamiento del reclamo. Más ilustrativo aún es el caso de uno de los ejemplares conservados
en la Biblioceca de la Universidad de Salamanca (Sgr. 72.711). en donde se aúnan la página de enmien-
das y el grabado de Félix Prieto anees del Prólogo, perdiendo con ello sentido el reclamo que antecede.
>!(
COMPENDIO
H-I STORICO
DE LA CIUDAD
·~ DE
SALAMANCA~
SU ANTIGUEDAD,
LA DE SU SANTA IGLESIA,
SU FUNDACION,
GR.ANDEZAS,Q1J~ ~AILUSTR.AN,
• 1
ESCRITA
POR DOÑ BERNARDO DORADO,
C11ra proprio de el Ltl[,llr de la il1attl
•
". de A .J
J.ir11111n11.
FIGURA 2.
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COMPENDIO·
HISTtlRII! CO
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®E LA CIUDAD
DE
SALAMANCA,
SU ANTIGUEDAD,
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SANTA IGLESIA> ..
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.GRANDEZAS,Q1.JE LA ILUSTRAN,
ESCRITA
~ -
POR DGN BERN.dRDO DORADO,
·Cura proprio Je ti .Li1tar de la Mata . ·
de Ármuña.
. EN SAt.ANAN,,CA CON tAS l1CENCtAS NU:ESARIAS:
FIGURA 3.
PRO-
FIGURA 4.
PR.0-
FIGURA 5.
La noticia me parece muy elocuente, pues considero que no resulta muy des-
cabellado pensar que Dorado mostraría abiertamente su queja anee el poco cuidado
que puso el impresor en trasladar su historia, y que precisamente esco podría ha-
ber sido el motor propiciatorio para que se realizase la segunda impresión 17 . De
esra forma quedaría resuelto el problema de la escasez de la "impresión A", sobre
la que posiblemente se podría haber formado la segunda emisión, con un simple
cambio del primer pliego. De ser así, La distancia temporal entre ambas impresio-
nes d ebió ser pequeña, e incluso pudieron escamparse en el mismo año de 1776.
Sea como fuere, al margen de la hipótesis anteriormente expuesta, lo que está
claro es que la página de enmiendas debió de apaciguar el ánimo del cura de la
Maca, sobre codo si cenemos en cuenca que las 16 erratas que se corrigen alteran
notablemente el sentido de algunos párrafos del texto, y con ellos de La historia.
t6. Además de la larga lista que proporciona AG Ull.AR PIÑAL en su catálogo ya reseñado, valga
como iluscracivo daco el becho de que codos los ejemplares que he podido consultar en las bibliotecas pú-
blicu de Salamanca perceoecen a la segunda em isión, frente a un única versión de la "impresión A-, loca-
lizada en una biblioteca privada. De hecho el facsímil que circula en el mercado se ha realizado sobre la
"impresión B".
17. Incluso se puede llegar a pensar en una incervenci6n más directa de Dorado, que podría haber
obligado a retirar del mercado los ejemplares de la "impcesi6n A", hasca que fuese incluida la página de
erraras. Al fin y al cabo no debe olvidarse que el Real Consejo concedía la Licencia a ·Don Ekrnardo Do-
rado, pcesbycero, cura propio del Lugar de la Maca de la Armuña, para que por una vez pueda imprimir y
vender el libro que ha compuesto, ti rulado Compendio Históriro de la Ciudad de Salamanca. En csce sentido
Dorado actuaría como auror-edicor, corriendo a su cosca, por ello, los gastos de impresión, mientras que
Juan Antonio de Lasanta sería can sólo el impresor.
Movidos por este interés, los continuadores del Dorado ofrecen en los prime-
ros días de agosto de 1861 un prospecto en que se da noticia al público de la emi-
nente aparición de su hiscoria 18. No he podido localizar ninguno de estos prospec-
tos informativos, lo que sin lugar a dudas hubiera sido muy iluscracivo. Como
consuelo a esta carencja, tal vez no esté de más traer a colación la reseña que a once
días del mes y año señalado, le dedica el periódico científico y literario, el Adelante:
Libro bueno.- Con gusto hemos visto el prospecco de la «Historia de Salamanca
que escribió D. BernartÚJ DoratÚJ, corregida m algunoJ puntos, aumentada y conlin11ada
hasta nuestro¡ días por varios escritores naturales de esta Ciudad». Sin perjuicio de
ocuparnos a su tiempo de esca obra, no podemos menos de aplaudir el pensa-
miento de publicarla, y deseamos que el público fomente con suscricciones (sic)
el proyecto concevido por personas que se interesan en recordar las glorias de
nuestra Ciudad. (Año II, n" 136, pág. 3).
La aparición de esca breve nota en este periódico bisemanario tiene mucho sen-
tido, dado que ambos, periódico e Histr>ria de Salamanca, se imprimen en el mismo
establecimiento tipográfico salmantino regentado por Juan Sotillo.
El interés de esta obra en relación con el Compendio no sólo viene dado por el
hecho de que se trace de una reedición revisada y aumentada, sino que además po-
see también ciena complejidad en lo que respecta a su difusión. En principio po-
18. Estos prospectos además de anunciar al público la aparición eminente de una obra, solían ~ga
larse junco a la primera entrega de una colección que los lectores podrían adquirir direcrameme o por sus-
cripción a lo largo de varias semanas, meses e incluso años. Una buena revisión de la literarura por entre-
gas puede verse e n el arcículo de Jean-Fran~ois 8oTREL, «la novela por entregas: unidad de creación y de
consumo», en Creación y público m la literatura española, ed. de J. F. Botrd y S. Salaün, Madrid: Castalia,
1974, págs. 111-1 l S.
..
HISTORIA
Dt: U
CILDA.D DE S.r\L1\i\f~A.NCA~
OUE ESCRIBIO
D. BERNARDO DORADO,
D. RA MON GIRDN.
FIGURA 6.
FtG UR/\ 7.
dríamos señalar que la Historia de la ciudad~ Salamanca... , fue impresa por primera
vez en 1861 en la imprenta del Adelante. Más tarde en 1863, en la misma ciudad
e imprenta, parece ser que se reimprimiría. Entre la edición y la reimpresión la
única diferencia radicaría en el cambio de porcada, más simple en el primer caso
(Figura 6ª), y bellamente ilustrada con grabado de Antonio Cabracán, en el caso
segundo (Figura 7ª). Por lo demás, una y otra poseen una idéntica disposición tex-
tual a lo largo de sus 586 páginas. O mejor dicho, la impresión de 1863 sería una
copia a plana y renglón de la de 1861, a excepción de la portada. Coincidirían pues
a grandes rasgos la historia editorial del Compendio y la de su continuación deci-
monónica.
Pero, por desgracia, la cosa resulta más compleja de lo expuesto anteriormente.
A la luz que arrojan los dacos -piénsese en el prospecto-, habría que hablar de una
sola edición que debió de cardar casi dos años en acabar de imprimirse, cuya d ifu-
sión se realizaría por entregas. D e esca manera se explicaría la siguiente noca apa-
recida en las últimas hojas de esca obra:
Creemos, sin o rgullo ni amor propio, haber cumplido lo ofrecido en el
prospecro. Tal cual es la Historia de Salamanca que concluimos, ha sido juzgada
ya por la prensa y por el público. De diferentes puntos de España y del escran-
gero se nos han dirigido felicitaciones. Tampoco nos ha faltado alguna queja,
como por ejemplo una por parte de la familia del Ilmo. Vareta, referente a lo
poco que digimos en su biografía, tomado del episcopologio inserto en el Bolt-
lín edesiáttico y lo que sabíamos de pública voz... (pág. 575).
De igual modo daría razón de la laguna textual que se manifiesta en esca His-
toria, pues si bien en el vuelco de la porcada de 1861 se lee: «Al final del tomo se
pondrá una lista de los escritores que hayan contribuido a su publicación», no se
cumple ta l promesa. Y de forma pareja se explica el que la mayoría de los ejem-
p lares que se conservan de este texto posean dos portadas, o mejor dicho, la por-
tada de 1861 con la anteportada grabada de 1863. En este último aspecco es inte-
resante que, mientras que en la porcada aparece el nombre del editor, D. RAMÓN
GJRÓN, en la anreporcada aparece ya el nombre de los dos autores, D. MANUEL
BARCO LÓPEZ Y D. RAMÓN GJRÓN, modificación que cal vez pueda relacio-
narse con la laguna m ás arriba c itada, en cuanto no haría ya falca indicar el nom-
bre de los autores, al quedar incluidos en la porcada. Así pues, nos las habemos
con una única edición de la Historia ~la ciudad de Salama11ca, con una doble por-
cada.
Una úlcima consideración respecto a esca obra. Fernando Jiménez, como se in-
dicó m ás arriba, juzgaba la versión decimonónica como «poco afortunada• . Y así
es, pues su corca difusión hay que relacionarla con la aparición, pocos años después,
de las grandes crónicas salmantinas del siglo XIX - me refiero ciertamente a la
Reina ~I Tormes de Fernando Araujo (1884) y la Historia de Salamanca de Manuel
Villar y Macías (1887}-, que sin lugar a dudas fueron responsables muy directas
del eclipse en el que se vio sumida la conrinuación del Dorado 19.
Tardó muchos años en dar por finalizado su Compendio Bernardo Dorado, pues
de hecho a lo largo de su obra encontramos varias referencias a fechas concretas que
nos permiten corroborar la larga tarea de compilación y redacción. Así, cuando ha-
bla del escudo de Salamanca, se cenrra en la fundaci ón del puente romano para se-
ñalar:
... y codo esto lo comprueba una medalla, que con mocivo de la compostura que
se hizo en dicho Puence de orden de esca Ciudad en el año pasado de l 767, fue
hallada en una caxa baxo una de sus losas... (pág. 18)20.
Aunque a veces en alguna de escas puntualizaciones cabe tan sólo pensar en una
errata, pues suscitan una clara imposibilidad cronológica, como cuando se trata de
los diferentes santuarios de la Villa de Vitigudino y se alude a una fecha en la que
nuestro autor no podría en modo alguno, dada su temprana edad, estar compilando
su obra:
... y el de Nuestra Señora de el Castillo de el Lugar de Pereña: de el portento y
milagro que se dignó hacer el Todopoderoso a ruegos de su Santísima Madre el
año pasado de 172 l... (pág. 4 5).
Aparte de los varios años que debió dedicar Dorado a compendiar su historia,
tal vez lo más interesante sea pasar revista al concepto historiográfico que maneja
este autor, así como a los diferentes materiales que utiliza y el uso que hace de los
mismos. Eo este sentido Fernando Jiménez ya llamó la atención sobre algunos as-
pectos concretos, haciendo especial hincapié en el abierco planteamiento que se
muestra ya desde el Prólogo ante la validez histórica de las diferentes fuentes y los
problemas de su consulta:
... Los pocos que escribían carecieron de el reposo y asiento necesario para el exa-
men de los hechos que no veían, y trasladaban las noticias que llegaban a ellos,
19. Es necesario no olvidar que los continuadores decimonónicos demostraron desde el inicio de su
obra un gran rigor científico al distinguir al lector sus diferentes actuaciones en la corrección y adición de
su H imwi11, como ~ñala.ban clanmence en la · Advertencia" p~liminar: • Para mayor claridad, tos capftu·
los aumentados se ind icarin con una A, los corregidos con una C y con la D los que ~ copiados de Do-
rado, con leves modificaciones, en esra forma: Capítulo l. A que significa aumencado, ere....
20. Esca fcc:ha vu,lve a poner de manifiesto lo imposible de que Ool'llldo hubiera acabado su obra'º
1763, según afirmaban los continuadores decimonónicos, y cal vez explique la cronología editorial reco-
gida por AGUILAR Pn'lAL.
desfiguradas por los rumores del vulgo. La estrechez de unos Cronjcones, la fal -
sedad y suposición de otros, el sumo descuido en La conservación de los instru-
mentos, aumentado por la frequente mutación de dueño, priva a los H istoria-
dores del mejor medio de asegurar la verdad de sus escritos. Añádeseles otra
dificultad no pequeña, nacida de la antigüedad misma de los instrumentos, que
por forcuna nos han quedado en los Archivos. Las abreviaturas frequentes son
ocasión a diversas lecciones y a equivocarse y oponerse los copiantes; lo desca-
ído de La tinta por el transcurso del tiempo; las frases enteramente ignoradas a
el presente; Las roturas que la humedad y demás contrarios de los Originales han
causado en los instrumentos, son otros tantos escollos insuperables a todo His-
toriador (pág. 3).
El texto no posee desperdicio alguno, y nos pone en aviso del rigor histórico con
que pretende trabajar el autor. Rigor que se constata a lo largo de los diversos ca-
pítulos cuando Dorado tiene que corregir errores de datación , como hablando de
las "Beatas de Santa Ana", rectifica el año de una donación:
... la fecha allí puesta es año de 1030, la que no puede subsistir, porque no era
rey D . Fernando por entonces, lo empezó a ser el año de 1037 (pág. 89).
O más adelante, cuando se enmienda el año de la muerte del Obispo don VidaJ ,
corrigiendo a Gomález Dávila:
El Maestro Gil Gonz.ález dice que murió nuestro don Vidal en el año de L194,
yo tengo documentos de donde se saca e infiere que vivía en el de L198 (pág.
161).
Se podrían traer a colación otros muchos puntos que irían desde el uso de la bi-
bliografía histórica -principalmente la España Sagrada del padre Flórez a la que se
remite al lector abundantemente en las notas a pie de página, pasando por histo-
rias particulares como la del Convento de San Ag ustín de Salamanca de fray Ma-
nuel Vidal (Salamanca: Eugenio García de Honorato, 1751), y un largo etc.-, a la
descripción pormenorizada de algunos acontecimientos notables, contemporáneos
al autor, que se relatan con gran profusión de detalles - Véase, entre otros, el capí-
rulo dedicado al "Monasterio de monjas de S. Pedro" en donde se refiere el mila-
g ro del cuerpo que fue exhumado incorrupto en 1727 (pág. 376)-. Pero tal labor
requeriría un nuevo y amplio trabajo que excede los límites de lo que aquí se p re-
tende.
Valgan pues, como colofón, las palabras con las que finalizaba Dorado su his-
toria, en las que una vez más se recurre al amor patrio como disculpa ante los nu-
merosos errores que podría presentar una obra semejante:
Aquí concluyo el Compendio histórico que ofrecí de las cosas memorables de
esca noble Ciudad y su Obispado. Apenas puede pasar por un leve dibuxo de co-
das ellas, pues así la Ciudad, como la Iglesia y Universidad han sido y son de las
más célebres de nuestra Península. Conozco la cortedad de mis talentos para ha-
cer d elogio de can respetables Cuerpos, pero disculpárame la pasión de Ciu-
dadano y el deseo de contribuir a el honor de mi Patria. Éste ha sido el objeto
de esta obra ... (pág. 536).
RESUMEN: En esce trabajo hemos pretendido analizar las razones que hi-
cieron posible el resurgimiento inceleccual de la Universidad de Salamanca en
el último tercio del siglo XVIII , y estudiar la posible conexión del reformismo
universitario salmantino con el cambio político del siglo XIX.
Desde nuestro punto de vista, lo que pretendía el grupo renovador salman-
tino era terminar con el cradicionalismo -escolasticismo- vigente en la Univer-
sidad, todavía en la segunda mirad del s. XVIII, incorporando las enseñanzas de
la nueva filosofía y ciencia europeas. Una filosofía que ponía en cuestión las ba-
ses sobre las que se fundamentaba el Antiguo Régimen, esto explica la necesi-
dad para los reformistas españoles de conocer el nuevo pensamiento europeo,
como forma de fundamencar sus críticas aJ poder establecido.
La introducción de esa nueva escala de valores expresa un empeño, no es-
crietamence académico, sino también político, de consecuencias fructíferas, años
después.
SUMMARY: The aim of chis arcicle was co analyze che reasons behind che
incelleccuaJ reviva! of che Univerisicy of Salamanca in final chiord of che 18th
cencury and to scudy che possible conneccion becween Salamanca universicy re-
formism and che policical changes of che l 9ch cenrury.
From our point of view, che Salamanca reformers wanced to put an end to
che tradicionalism -scholascicism- scill prevailing in che Universicy in che se-
cond half of che 18ch cencury by incorporacing che ceachings of che new Euro-
pean philosophy and science. This philosophy quescioned che foundacions of
che ancien regim~, which explaíns why che reformiscs wanced co learn che new
European choughc -ic would serve as a foundacion for cricici:zing che escablis-
hed power el ice.
The incroduccion oc chis new ser of values was noc only an academic bue
also a political undertaking, one which would have fruicful consequences years
Jacer.
1. INTRODUCCIÓN
El papel desempeñado por este g rupo de profesores fue canco más relevante,
cuanto que algunos de ellos acabaron formando parce, en palabras de Menéndez
Pelayo, de «los legisladores de 1812 y de los conspiradores de 1820»~.
Desde nuestro punto de vista, hay una serie de rasgos que definen al conjunto
de reformistas de la Universidad.
1. En primer lugar, forman un grupo con entidad propia, es decir, un grupo
coherente que partiendo de unos intereses y objetivos comunes luchó por imponer
una jerarquía de valores diferente a la establecida hasta entonces6.
Uno de los elementos, no el único, pero sí el que fac ilitó una cierta unión en-
tre ellos fue el componente generacional. Casi codos eran jóvenes profesores, edu-
cados en el espíritu reformista de 177 1, que bien por pertenecer a una Facultad
considerada Menor, como Artes, o bien, g racias a una formación autodidacta al
margen de la Universidad, decidieron defender las doctrinas nuevas, frente a los
sostenedores de la tradición 7.
En esca línea coincidimos con M. Moreno .Alonso al defender, refiriéndose al
grupo reformista liberal en su conjunto, que «la generación en su sentido más laco,
no es canto cuestión de edades, como de una común voluntad histórica anee un
tiempo sentido comúnmente ...»ª.
En esce sencido, se puede afirmar que lo que unía al grupo de reformistas sal-
mantinos, no era, inicialmente un proyecto de acción común, sino la negación o el
rechazo de lo establecido. Lo cual explica que, como afirma Sandalio Rodríguez «la
táctica educativa de los profesores progresistas para introducir materias vigentes en
el mundo culcural e intelectual europeo, no pueda cifrarse en planteamiencos teó-
ricos sobre su necesidad o congruencia, dada la presumible probabilidad de ser re-
No falcaron refoanadorcs de id~ más avanzadas -como el fururo liberal !Umón de Salas- conrrarios
a una reforma impuesca desde el poder real que no ruviesc en cuenca las aspiraciones de la propia Univer-
sidad. • puesro que ellos -afirmaba- conocen mejor que nadie las deficiencias y necesidades que existen en
la enseñania• ..., S. RODRÍGU EZ: El rmarimimto 11niwrsilario salmantino a finales dtl siglo XVH L ltkologla
liwal dtl Dr. Ramón de SaltJJ y Cortés. Salamanca, Universidad, 1979, pág. 145.
5. M. MENÉNDEZ Y PELAYO: Historia de los HtttrOáoxos pañoles. Mad rid, librería de Vicroriano
Suárez, 1930.T.V, pág. 293.
6. Como inruyó E. Terrón: • En d nuevo complejo de la culrura tC'nían que ser asimiladas transfor-
maciones demasiado bruscas, y de órdenes muy d iferentes que precipitaron a un grupo a establecer la racio-
nalidad de sus proyecros y a demostrar que estos dimanaban de la verdadera naruralcza de las cosas; el orro
grupo se ve obligado a destacar y exalrar la vencrabilidad de los viej05 usos y la justicia de coda la rradición•
(E. TERRÓN: Soritdaá t itkologfa m los orfgmts Je la E.spaña ronttmJ#tÍ~. Barcelona, 1969, pág. 78).
7. La impomancia que alcanzó el factor generacional en la reforma implantada en la Facultad de Ar-
ces y Filosofía fue puesra de manifiesto en su d ía, por Bernardo Dorado, al señalar que: •los jóvenes ani-
mados de la reforma cenían el consca nre designio de combarir y descerrar el cscolascicismo, elevando los es-
tudios filosóficos a la alrura que se enconcraba en ocras naciones. Los viejos, por e l concrario, sosrenían que
no reconocía arraso la Universidad en la Facultad de Artes o curso de Filosofía y ju:tgaban precisa la con-
cinuaci6n de este esrudio como cscaba en todas sus parces •(B. DORADO: Hut1Wia de la d udad de Sala-
11t4nca qut escribi6 Btn111rtio Drwath corregida m alg1tnos p11nto1, a11tmntada 7 <rmtin-Ja hasta n11utros álas ptJr n1-
rios tStrit- natura/a de ata ri11daá. Salamanca, Imprenta de El Adelanto, 1861, pág. 465.
8 . M. MORENO ALONSO: La gmerari6n tspañola de J808, Madrid, Al ianza Edirorial, 1989, pág. 12.
rozier : «un hogar ideológico nuevo del que se benefician sus alumnos, que inten-
tan, a su vez, rivalizar con ellos... » 14
Será precisamente la Biblioteca Universitaria de Salamanca el medio que nos
va a permitir conocer el g rado de renovación académica alcanzado, así como la re-
cepción de las nuevas ideas reformadoras. Y junto a ella, la famosa librería de Ale-
gría y Clemente, mencionada por el propio Jovellanos en sus D iarios.
14. A. DEROZIER: Q1úntana y el nacimiento del primer liberalismo en Erpaiia. Madrid, Ed. Turner,
1978, pág. 58.
15. H . DÁVIL\, S. RUIZ, S. DIEGO MADRJ\ZO: RtJtña his1kira de...op. cit. pág. l >9.
16. M. DEFOURNEAUX: lnquisiridn y censura de... op. cit.. pág.175.
17. J. ORTlZ DE LA PEÑA: Biblioth«a salmantina stu inekx libror11m omnium qui in pub/ira salman-
tiunsis Academiae adstn1an111r per classtJ et materias dispositas in 11.1um Jtudiosae in 1Jt1t latís. ' vols. Salmanticae
apud N. Villagordo, anno 1770. También Bibliotheca salmanticensii tJOI. IV. Indice mathematimm c1Jmplecten1.
B. U. S. Biblioteca Universiraria de Salamanca. Ms. 1634. ff. 8, 27, 29-29 v 33v, 47, 48, 51 v, 58v.
]osé Orriz de la Peña había sido, según se dice en el cacálogo, alumno del Colegio Trilingüe y Doc-
tor en Derecho Civil. Pero además Defourneaux lo menciona como el primer auror que tradujo al español
la obra Droit de.r Gens de WATEL, publicada en 1774 y prohibida por la Inquisición en 1779. Vid. ram-
bién M. DEFOURNEAUX: Inquisici6n y censura de libroi... op. cit., pág. 193.
Dicha traducción se conserva igualmence en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca bajo el rí-
tulo BATEL: Derecho de geme.r . ..
Sobre la incroducción de las enseñanzas de Copérnico en Salamanca puede consulrarse: E. de BUSTOS
TOVAR: «la incroducción de las teorías de Copérnico en la Universidad de Salamanca» en Rwista de la
Real Academia de Cienáas Exactas, FíiicaJ y Naturales 67, 2 Madrid 1973, págs. 235-252.
18. M. DEFOURNEAUX: op. cit., págs. 190-191; y G. M. ADDY,: op. cit., pág. 139.
reformistas más comprometidos con las nuevas ideas, sobresaliendo entre ellos,
ilustrados como Meléndez Valdés, o José Recacho -profesor de física experimental-,
y fucuros liberales como Diego Muñoz Torrero, entonces Rector de la Universidad,
Ramón Salas y Corrés, J uan Justo García o J osé Mintegui 22 .
En el fondo, la introducción en la Universidad de ese cipo de obras obedecía a
una necesidad inceleccual: la justificación doctrinal de las nuevas formulaciones
ideológicas. Por ello, la adquisición de libros prohibidos por la Biblioteca univer-
sitaria continuó, incluso después de iniciada la revolución francesa23.
Por último, una segunda vía de penetración de las ideas renovadoras en Sala-
manca fueron, además de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, las librerías.
Como se ha puesto de manifiesto por diferentes autores, a finales del siglo
XVIII, existían en algunas ciudades españolas - Sevilla, Madrid, Valladolid y Sa-
lamanca, entre otras- una serie de librerías en las que resultaba fácil adquirir libros
censurados o prohibidos. La instalación de estos establecimientos, decisivos para la
expansión de las ideas reformadoras, tiene que ver, como es lógico, con la existen-
cia de una cliencela culta con preocupaciones renovadoras, próxima a los centros
universitarios más importantes de la época.
La librería salmantina a través de la que se introducía buena parce de este cipo
de libros era la de los editores Alegría y Clemence, que llegó a ser bastante popu-
lar, no sólo en Salamanca, sino en otras ciudades españolas; como lo prueba el eco
que de ella se hace J ovellanos en sus Diarios, al comentar que en varias ocasiones
había acudido a este establecimiento para comprar diversos libros, encre otros, «un
libro de Tamburini, defensor de teorías contrarias a la primacía papal». Un siglo
más carde, el propio Menéndez Pelayo no dudaría en atribuir a dicha librería un
carácter «exclusivamente francés»24 ..
22. AUS. Archivo de la Universidad de Salamanca Libro tÚ Claustros nº 244 bis (178 7-1789),
ff. 570-588
23. Las compras de libros catalogados como prohibidos continuaron en l 789, 1802 y 1803, según
consta en la propia Biblioteca universitaria dencro de las adiciones al catálogo de Orriz de la Peña, ya men-
cionado.
24. G. M. de JOVELLANOS: Diarios. Estudio preliminar de Angel del Río. Oviedo, Instituto de
Estudios Asturianos, l 954, c.l pág. 228 y ss.
Vid. también F. HURTADO RODRfGUEZ: Salamanca m ti siglo XVIll. La Salamanca qut cot111Ció)o-
vt!lat1os. Salamanca, Universidad, 1985. pág. 65. M. MENÉNDEZ PELAYO: Historia tÚ /01 Hetmxloxos, op.
cit., c. VI, págs. 295.
25. PESET, M. y J. L.: «Política y saberes en la Universidad Ilusrrada» en V.V. J\.J\ .: /\etas <kl Con-
greso internacional iolm Carlos 111 y la llustraci6n. Madrid, Ministerio de Cultura, 1989, t. Ill, pág. 34.
Un análisis en profundidad de la reforma de 1771 en ÁLVAREZ DE MORALES, A.: La l111Jtraci6n y
la reforma eú la Univmidad en la España dtl s. XVI11. Madrid, Ed. Pegaso, 1985, págs. 69-164.
26. S. RODRÍGUEZ :El Rt11acimimto... op. cit., págs. 22 y ss.
27. G. M. J\DDY:T~ Enlightenmmt.. op. rit., pág. 13. También J. L. y M. PESET: La Univerúdad es-
pañola ...op. cit., págs. 124 y ss.
28. Ibidem. pág. 125. Vid. también D. SIMÓN REY: Las Facultades eú J\rtes y Trologfa de la Univer-
sidad de Salamanca tri el siglo XVJJ/. Salamanca, Universidad, 1981, y N. CUESTA OUTARI: Fi/010/la Na-
tural y pugna de Facultades m la Uniwsidad de Salama11ca 1779-1796. Salamanca, l 971.
1.2. Por otra parce, junco al Claustro, juega un importante papel la figura del
Rector, que entre otras facultades tenía la de asignar los candidatos a las cátedras
vacantes -con lo que suponía de control sobre el profesorado-, y la de impulsar o
ralentizar las reformas académicas o pedagógicas. Por ello, el Consejo de Castilla,
sobre codo a parcir de 1770, se decidiría a intervenir cada vez más en su elección,
empujado no sólo por el espíritu centralista que animó a los gobiernos ilustrados
sino sobre codo, con el fin de llevar a cabo la reforma de los planes de estudio de
1771; reforma que necesitaba contar con rectores capaces y afectos al reformismo.
Con tal finalidad , Carlos IlI dictó dos medidas que contribuyeron al forcaleci-
mieoco del cargo de Rector. La primera, una Real Cédula de 11 de diciembre de
1770 que determinaba la ampliación del mandato del Rector de uno hasta los «dos
años continuos»29. La segunda, la Real Provisión de 20 de diciembre del mismo
año, por la que se ordenaba que se eligiese como Rector a «un manteísta bachiller
por Facultad Mayor e idóneo para ejecutar el plan de escudios»3o.
Tales medidas permitieron que profesores reformadores, más tarde futuros libe-
rales, accediesen al cargo de Rector de Ja Universidad -es el caso de Diego Muñoz
Torrero, Ramón de Salas y Cortés, o Martín de Hinojosa-, lo cual favoreció la mo-
dernización de las enseñanzas impartidas en Salamanca y la aproximación del Estu-
dio salmantino a las teorías y formulaciones científicas más innovadoras de la época.
1.3 Las reformas de la estructura académica de la Universidad no se agoraron
en la potenciación del cargo de Rector; la reforma de los planes de estudio de 1771
impulsó la transformación de otra de las instituciones tradicionales de la Univer-
sidad: las Academias.
Las Academias habían sido uno de los componentes más característicos del Es-
tudio salmantino. Su misión era la de «enseñar a disputar» a los futuros graduados.
Pero los nuevos planes de estudio les asignaron un papel discinco, en consonancia
con el fomento de las enseñanzas prácticas por parte de los ilustrados. Es decir, in-
tentaron convertir a las Academias en seminarios prácticos que pennitieran trans-
formar, en el menor tiempo posible, la enseñanza tradicional de tipo especulativo y
escolástico en una enseñanza con un componente mucho más práctico3t .
Desde esta perspectiva, parece lógico pensar que las más conocidas Academias
-las de Derecho32 - desempeñaran durante esta época, la misión de servir de com-
plemento práctico para los futuros juristas, aunque la realidad fue que la mayoría
de los estud iantes prefirieron asistir a la pasantía de un abogado conocido como
forma de completar sus estudios teóricos.
Este despego estudiantil, hizo necesario, en las décadas finales del siglo, una
reforma de las Academias de Derecho como una forma de impedir que «el estu-
diante se aparte de los intereses universitarios que le ofrece la pasantía, a la que se
intenta sus~ituir proporcionándole los mínimos conocimientos que precisa para la
práctica de la abogacía,,33. Estas reformas permitirán la creación entre 1785 y
1795, en las Facultades de Leyes y Cánones -no obstante el triunfo que parece
observarse en estos años de la reacción conservadora- de un ambiente muy perme-
able a las ideas más avanzadas.
32. Como es sabido, hasta mediados del siglo XVIII, existieron en la Universidad de Salamanca dos
Academias de Derecho: Una de Derecho Romano y ocra de Derecho Canónico. Pero el incerés del gobierno
ilustrado -desde 1771- por promocionar los estudios de «Der«ho patrio.. , hicieron necesaria la creación de
una tercera Academia de Derecho Real y Práctica Forense, con un plan de escud ios elaborado por el libe-
ral Ramón de Salas en 1786, en el que se incluían cernas como: Las causas de la decadencia de la agricul-
tura y el comercio en España y las formas de remediarlo; los impuest0s y formas de r«audación; o los prin-
cipios generales de las conscicuciones de diferences naciones. Vid. C. M, ADDY: op. cit., págs. 181 y ss. y
S. RODRÍGUEZ: op. rit., pág. 127.
33. S. RODRíGUEZ: op. ri1., pág. 124.
34. lbidem, págs. 133 y ss.
vadores, no sólo «Se instruían a sus solas», según afirmaba Cadalso, sino que di-
fundían las doctrinas más avanzadas entre sus alumnos35.
Junto a la Economía Política, otras materias modernizadoras que se introdu-
cen paulatinam ente en las enseñanzas salmantinas fueron el Derecho Natural, el
Derecho Penal, y el llamado Derecho Público.
En cuanto al Derecho Natural, hasta 1807 no se aprobaría por el Consejo de
Castilla -como en el caso de la Economía Política- una cátedra en esca materia. Sin
embargo, desde los años 80 es posible detectar defensas encendidas de un Derecho
Natural racionalista, muy distinto del propugnado hasta entonces por la escolás-
tica. En concreto, ya en diciembre de 1781, tuvo lugar un Acto Pro Universitate, de
defensa de conclusiones, titulado «De defensione hominis ergo se ipsum bonorum
naturae er forcunae iure naturali inspecto».
Desde entonces, y hasta 1794, año en el que Carlos IV p rohibió de manera ta-
jante la enseñanza del Derecho Natural en las Universidades, no faltaron distintos
actos universitarios que trataron del tema36.
La renovación del Derecho Penal, sobre todo desde la introducción del libro
del marqués de Beccaría De los delitos y de las penas, publicado en 1764 y traducido
al castellano por primera vez en 1774, causó un gran impacto entre los círculos re-
formadores. Sus tesis, basadas en la abolición de la pena de muerte y la elimina-
ción de la tortura, junco con la propuesta de dulcificar las penas, conocieron nu-
merosos adeptos, incluso antes de su traducción al castellano, e incluso después de
su prohibición por la Inquisición en junio de 177737.
Así se explica que se desarrollaran numerosos actos universitarios que plante-
aron cuestiones relacionadas con el Derecho Penal. Es el caso del profesor Antonio
35. Entre los actos universitarios más significativos que cuvieron lugar se pueden cicar los titulados
•De compraventa» (5 agosto de 1787). «De economía política» (30 de junio de 1787), «De la libertad de
comercio~ (7 de julio de 1791 ), ·De educación y economía política» (15 mayo de 1794 ). A. U.S. Libro tk
Actos Pro Uni11trsitate en Dmrhos nº 723 (Sep. 1785-Mayo 1799) f. 27; A.U.S. Libro tk Actos Pro Uniwrsitate
en Dmrhos nº 723 (Sept. 1785-Mayo 1799) f. 38, A.U.S. Libro tk Actos Pro Universitate en Dmrhos nº 724
(1787-1806), L 23 A.U.S. Libro de Artos Pro Univmitattm Dm<hos nº 723 (Stpt. J78j-Mayo 1799), f. 121.
36. A.U.S. libro ck PruebaJ Univmitaria111° 722 (1778-1787) f. 22v.
En 1785, José A. Caballero, ministro de Carlos IV en 1807, defendió en un acto semejance la im-
portancia del nuevo Derecho Natural, cfr. A.U.S. libro de Pruebas U11illt1'Ji1aria.s nº 722 (1778-1787), L 45.
lgualmencc, hay constancia de un acto en el que participó en 1786 Melénde2 Valdés A.U.S. Libro dt Pr11t-
baJ Uniwrsitaria.s n° 722 (1778-J 787), f. 47, y orro del mismo Ramón de Salas A.U.S. Librotk Pruebas Uni-
wrsitariaJ nº 722 (1778-1787) f. 45v.
Encre 1791 y 1794 hemos contabilizado 5 Actos universitarios sobre djsrincas cuestiones relaciona-
das con el Derecho Narural, encre ellas: ·De los modos de adquirir el dominio por el derecho de gentes .. ,
«De suicidio p rohibido por el Derecho Natural», •Principios del Derecho Nacural »; o · De proprieta per-
sonali et reali secundum ius naturale ac civilc~.
37. C. BECCARlA: De 101 delitos y tk la.s pmas. Con el commtario tk Voltairt. Introducción. Apéndice y
notas de Juan Anconio Delval. Madrid, Alianza ed., 1986, págs. 136 y ss. Sobre la influencia de Beccaría
en Melénde2 Valdés: F. TOMAS Y VALIENTE: El Derttho Penal tk la Monarqula Absoluta. Madrid, Tecnos,
1992, pág. 324.
38. A.U.$. Libro de Attos Pro Univmitate de Demhos n° 724 (J 78 7- 1806) l.S.
39. A.U.S. Libro de Prt1eba1 de Anos 11º 723 (Sept. J 785 -Mayo 1799)[82; lbídem.f 96 v; Jbídnn.f 114
v: Jbídnn.f 118 v; y lbídnn. f J28.
40. Los actos a que hacemos referencia fueron: .. De Sociecace• ( 1O abril de 1791); •De Derecho pu-
blico• (11 mano de 1792 ); • De contraco de la sociedad" ( 14 mayo de 1795); •De contraco societ:acis che--
sis• (23 de Octubre de 1796). CT. A U.S. Libro de Anos Pro U11iiw1itatt nº 724 ( 1787-1806), L2; A.U.$.
Libro dt Pr11tbas de liaos 11° 723 (Stpt. 1785 -Mayo 1799) f. 71 v. lbídnn, (. 89; Jb(,k,,,, Ll 29 v.
41. A.U.$. Libro de J>nttbaJ de linos nº 723.(Stpt. 1785-MaJO J 799). • De la moralidad y ley naru-
ral• (12 de febrero de 1795) ibídem l.i 33; · De la promulgaci6n de la ley nacural• (4 de febrero de 1786)
ibídem í. 139; • Mechodo carces1ano" (6 Julio de 1788) ibídem f.37 v; .. De la necesidad de vivir en socie-
dad• (30 mayo de 1793) Ibídem, í. 1O1; •Sobre el estado social del hombre• (30 mano de 1797) Ibídem,
í. I 57 , •De la libertad del Hombre• (17 mano de 1803). A.U .S. Libro de jJrJJtbaJ de ArtoJ Mayoro m Mtdi-
d 11a, tmgt1as y Fi/010fía nº 726 (1802/3- 1836 ). f. 51 v Jblrkm f J85 11
En primer lugar, porque cuando los visitadores nombrados por Fernando VII
en 1815, con el fin de hacer efectiva la depuración política de la Universidad soli-
citaron una recopilación de las Actas de los Claustros, los años a los que se remon-
taron fueron los de 1790-1792, pidiendo, además, las copias de todos los Actos Pro
Universitate defendidos en las Faculrades salmantinas «desde el 19 de noviembre
de 1792 hasta el presente»46.
Y, en segundo lugar, porque los actos universitarios defendidos en las Faculta-
des de Derecho, durante el Trienio Liberal, es decir años después, presentan una
estrecha semejanza -con mayores dosis de radicalismo- con los cdebraJos e n la dé-
cada de los años 90 del siglo XVIII. .
Así constatamos la defensa de temas como «De derecho publico» (15 mayo
1821); «que la potestad suprema reside en el pueblo» (27 junio 1821); «Sobre la
facultad de los obispos» (2 abril 1822); «Sobre el derecho de imponer la pena de
muerte» (2 abril 1822), etc. 47.
46. A.U.S. libro tk Cla11Jlros 1t0259 (1815). ClaN.Jtro Plmo ti~ 10 tk)11/10 tk 1815, f. 138.
47. A.U .S. Libro tk Pr11tbas tk A('fos Mmom"º 725 ( 1803-1824). L : 42-47.
48. M. MORENO ALONSO: op. m .. pág. 208. Tambi~n S. RODRlGUEZ: El Rmacimimto. ..op. l'it.,
pág. 86, quien apunta c6mo Ram6n de Salas afirm6 en su lib ro U«tones tk {)trtJ(ho piblil'O y CJJ11Slit1mona/,
publicado en 1821, que no p udo acct<ler a dichas rrorías dir~tamente sino a cravés de la obra de Heinec-
cio, auior considerado • menos pel igroso• que aquellos.
fender las doccrinas de Grocio o Puffendorf -cuyas obras, como hemos visco, po-
dían consultarse en la Biblioteca Universitaria-.
Además de Descartes, Grocio y Puffendorf, penetraron las ceorías contraccua-
listas sobre los orígenes del poder de Hobbes y Locke dando lugar a la recepción,
no sólo del racional ismo europeo, sino de las m ás modernas teorías empiristas in-
g lesas, teorías que encajaban ciercamence, en el empeño iluscrado de conocer la rea-
lidad a través de la experiencia.
Parece, sin embargo, que la recepción del empirismo británico -por lo menos,
en alguno de los mas significados reformadores, como el liberal Ramón de Salas-
llegó a través d e Condillac, autor francés que se atrevió a llevar hasta el extremo la
ep istemología de Locke, afirmando que «las sensaciones solas explican toda la vida
mental,.49.
En cuanto al Derecho Penal, la penetración de las ideas del Marqués de Bec-
caría es incuestionable, como hemos visco, por los accos universitarios celebrados
en escos años finales del XVIII, si bien la radicalidad de Ramón de Salas será ma-
yor incluso que la de aquél, al rechazar la pena de muerte, incluso en los supues-
tos aceptados por Beccaria, como prueban sus comentarios a la obra De los tklitos y
las penas publicados en 183650.
En el orden de la ceoría política, la influencia más importante fue la de Mon-
tesquieu, cuya presencia se detecca ya -a pesar de la prohibición de 1756-, hacia la
mitad del siglo XVIII, influencia que concinúa en la época del Trienio Liberal, pe-
ríodo en el cual, accos universitarios como «Sobre la distribución de los Poderes
públicos», o «Sobre la perfección del Gobierno Representativo .. , ponen de mani-
fiesto su pervivencia5t .
Claro que no fueron Montesquieu o Condillac los únicos autores franceses que
penecraron en el mundo académico salmantino.
Junco a ellos, se constata la influencia de Rousseau -en temas referentes, sobre
todo, como hemos visto, al contrato social- y del propio Volcaire, una de cuyas
obras - Diálogos del ABC - fue craducida por el citado Ramón de Salas, influyendo
además, decisivamente, sobre un notable ilustrado salmantino del momenco: Me-
léndez Valdés52.
En definitiva, codas escas influencias apuntan a demostrar la continuidad ma-
nifiesta entre los principios filosóficos y doctrinales de los reformadores ilustrados
y los de los renovadores liberales, continuidad que se extiende desde los años an-
teriores a la Revolución Francesa hasta los correspondientes al Trienio Liberal.
APÉNDICE DOCUMENTAL
Propo1icion
Habilitarse ciertos sugecos para revolucionar a España con el mando
que se les clara y el poder direcco que cendra en la salud y vida del Rey y
el influxo en la opinion publica de las capitales de las mas arrinconadas Po-
blaciones de la Armada y del Exercito.
Resolucion
La proposicion antecedente quedara realizada adoptandose el Regla-
mento de Reunion de la Cirujia con la Medicina maquinado por D. Anto-
nio «inbernac y D. Leonardo Galli, y firmado sin el debido examen por D.
Francisco Martíne:z Sobra! y D. Pedro Custodio, presentado por la vía de
Gracia y Juscicia,y remitido por ella a ~xamen del Supremo Consejo de
Castilla en tres de Diciembre de 1798 como se va a demostrar.
Con este reglamento se establece un Directorio --execucivo com-
puesto de los primeros Medicos y Cirujanos del Rey con su Secretaria que
ha de seguir siempre en esca Corte quias ideas podra así expiar de concí-
nuo. A este Directorio se le ponen bajo su mando inmediato cindo Depar-
camencos, dirigidos por otras caneas municipalidades con el nombre de
Colegios en Madrid, Cadi:z, Barcelona, Pamplona, y Ferro!.
Cada una de escas municipalidades no sólo cendra a su disposicion un
crecido numero de jovenes, con el nombre de Alumnos, si que mandara
cambien a unos Comisarios y Populares con el nombramiento de tenientes
establecidos en los Corregimientos, y cabezas de partido que les Corres-
pondan. Los Municipalistas llamados Cacedraticos compondrían una Junta
gubernativa municipal, que dirigira las operaciones políticas de los Jove-
nes o Comisarios Populares, que con los que a su ciempo preparan los ani-
mos de los pueblos por medio de conversaciones revolucionarias en las
ciendas de Barbería y ocros puescos de su respeccivo Partido. Los Comisa-
rios populares se encenderan directamente con las Municipalidades, y es-
tas con el Directorio de esta Corte que manejara el Govierno de codo el
syxcema revolucionario con confidentes en la Armada y Exercito bajo el ti-
tulo de Cirujanos de estos Cuerpos, y a fian de que puedan pagarse
conspiraciones con toda seguridad y disimulo, sin que la mucha correspon-
dencia del Direccorio, 6 Junta general infunda sospecha en la Adminiscra-
cion de Correos, queda prevenido que todo Cuerpo Facultativo, o indivi-
duo subalterno deba acudir al crono precisamente por vía del Directorio,
con cuio medio este los tiene cambien mas dependientes. Así mismo por
no oponerse a que el Secretario sospeche y descubra la correspondiencia re-
volucionaria del Direccorio de esta Coree, aunque escrita en cifra, se le im-
pide leer todas las cartas, disponiendo que las reciva cerradas con segunda
cubierta.
Escolio:
Es imposible trazar un Plan revolucionario que llene todas las condi-
ciones de la Proposicion con tanta precision y exactitud con el Reglamento
de Reunion de la Cirujia con la Medicina; y puesco en practica no habra
en el Reyno Cuerpo Polícico que pueda facilitar una repentina y general
revolucion como el Directorio que se establece por el citado Reglamento,
ni los capitanes, ni las Audiencias, ni las Universidades jamas tener un in-
fluxo can extendido, y tan popular como el expresado Directorio por me-
dio de sus Municipalidades, comisarios Populares y demas dependientes,
todo quanco prescribe nuestra legislacion para evitar que se fraguen y
comuniquen proyectos sediciosos quedara sin efecto una vez establecido el
nuevo Directorio en esca Coree, sus Municipalidades y tenientes en los
nuevos Departamentos. Podra aquel comunicar, ordenes, y circulares revo-
lucionarias a todo el Reyno sin que los Capitanes Generales, Audiencias, y
sus Fiscales sepan las conspiraciones que se fraguan en los pueblos de su
Jurisdiccion. En una palabra el nuevo Directorio de esca Corte reunira la
doble ventaja de ser arbitro de la salud y vida de los Monarcas, teniendo
en la mano la administracion de la triaca o del tosigo y de tener el influxo
inmediato en la opcion de los pueblos con los Millares de dependientes
que cendra a su devocion circunstancias las mas oportunas para la idea pro-
puesta.
A la misma siguen las calidades y caracter de los sugetos que compo-
nen actualmente el Directorio de esca Coree, juntan entre codos las condi-
ciones mas precisas el desempeño del empleo a que con tanto afan han as-
pirado a saber la ambicion y despotismo. Son imperiosos hasta el extremo
PALABRAS CLAVE: Just icia Penal / Sierra de Francia IS. XIX I Historia
Social.
1. Aunque las fuenres concrems de los hechos deliccivos van n ir exponiéndose en las cicns, se ade-
lanr.a que en general han sido: Prococolos Notariales de Sequeros, Miranda del Cascañar, Villanueva del
propias e inmediacas de los hechos delictivos. Pero otras causas, quizás las más pro-
fundas, pudieron radicar en el concexco socioecoo6mico. Por canco, para dar a saber
la situación escrucrural en que se cometían los actos punibles se expone una somera
visión de la misma para lo que se ha acudido a la documencacióo percinence2 y a di-
versos escritos del siglo pasado que aporcan dacos geográficos, costumbristas, econó-
micos, etc. Inversamente, la presentación y siscemacización de las agresiones físicas
que se ha logrado, y va puesta como anexo, permite una aproximación al conoci-
miento sociológico y psicológico de las gentes serranas en el siglo XIX.
La hipótesis inicial de trabajo comprende dos parces:
A ) En ti siglo XIX, los tklitos y las faltas dt agmión conlrfl las personas físicas
/11eron un hecho frte11emfiimo t11 la Sierra tÚ Frflncifl.
8 ) La mayor parte tÚ estos actos tklictiws brotaron en el mrso tÚ reyertaJ o actos tk
acaloramiento, sin que m ellos se diera darammte la agravante de premeditación.
Es, pues, otro objecivo de esce arcículo investigar y deducir en lo posible qué
tenían de cierco cales supuestos, pues la plena demoscración resulta muy d ifícil.
Parece ser que, al menos, la primera parce de la hipócesis ha sido durante mu-
cho ciempo asumida a nivel provincial, posiblemente fundada en la repecición de
los hechos delictivos, lo que contribuiría a su difusión y a fomencar la correspon-
dience mala fama de los serranos. Esta cuestión, aforcunadamence, fue quedando
olvidada con el paso del ciempo y, lo que es mejor, fue reduciéndose conforme ocras
circunstancias demográficas y socioeconómicas iban propiciando una convivencia
más humana y civilizada.
Hoy, al referir cales hechos, la distancia secular que nos separa de los mismos,
no debe dar motivo para herir ninguna sensibilidad. En cualquier caso, los hechos
de referencia no han sido previamence preparados, sino viscos en el curso de la in-
vestigación, y por eso van expuestos con la mayor objecividad posible. Si alg unas
cosas quedan omitidas y otras resaltadas se deberá únicamente a las conringencias
de la documencación y de la investigación que se ha seguido3. Ni se precende des-
Conde y Papeles de la ~ci6n judicial, codo esco en el Archivo Hisc6rico Provincial de Salamanca; Acra.s
del Archivo Municipal de Sequeros; Libros de difuntos de los pueblos estudiados; periódico cirulado Sie-
rra de Francia; y El Adelanco. No he consulcado ningún archivo de Juzgados ni Audiencias. La docwnen-
caci6n del Juzgado de Primera lnscancia de Sequeros se crasladó a Béjar a fines de los años sesenra . La no-
ticia oral que cengo es que no perduran los documentos del siglo pasado. En cualquier caso, no debe darse
codo por perdido, por cuanro lo normal es que exiscao los papeles "duplicados" de ciras , mulras, requeri-
mientos, ecc. El inceresado en profundizar debe invescigar en los J uzgados de Paz y las Audiencias, pues
en ésas solía haber exrraccos o resúmenes. Utilizo l.as siguientes abrcv1aruras: AHPRSA (Archivo H iscó-
rico Provincial de Salamanca), P.N. ( Protocolo Nocarial), s• de P (Sierra de Francia).
2. Esca documentación es diStinra de la ancerior: Carastro de Ensenada, amillaramienros, censos, ac-
tas municipales, diccionarios, ecc.
3. Para la primera mitad del sig lo he acudido a los libros de diíuncos y a los prococolos notariales.
Las heridas no suelen aparecer en los primeros. En los segundos no se regisrran codos los delicos sino aque-
llos que mocivan fianzas, poderes o insrrumencos relacionados. Como no se conservan protocolos nor:uia-
calificar a nadie, ni, como podrá verse, ningún pueblo serrano se vio entonces li-
bre de delitos, ni ha de quedar culpado o santificado en este trabajo.
Posiblemente en otras comarcas o ciudades también se pueda hallar un aleo ín-
dice de criminalidad. Y, quizás pudiera afirmarse, que, hecho recuenco de lo delic-
tivo, como aquí se hace, más de una zona no iba a la zaga de la Sierra de Francia en
cuestión de criminalidad. Pero este trabajo, por su extensión, no puede entrar en
comparaciones de la criminalidad entre comarcas, ni encre delincuentes, en general4 .
Siempre se pensó que la mayor parte de aquellos hechos socialmente reproba-
bles cometidos por los serranos obedecían a actos derivados de riñas, discusiones y
altercados espontáneos entre los habitantes. A priori se admitía que, en general,
esas acciones reprobables surgieron sin premeditación ni alevosía. No obstante,
esos supuestos habrá que demostrarlos. Por eso aquí también se da cabida a los de-
litos efectuados con previas circunstancias agravantes, resentimiento, venganza u
otras. Sin embargo quedan descartados en este estudio todas las faltas y todos los
delitos de ofensa moral. Es dec ir, solamente se han recogido los delitos y faltas que
produjeron muerte o heridas. Dicho de otro modo, los acros punibles que ocasio-
naron derramamiento de sangre.
El ámbito geográfico de estudio se concreta en trece pueblos5, cuyo nombre y
extensión superficial expresa el cuadro N. º 1. E ilustra su situación la figura 1.
les de todos los pueblos, de ahí que la investigación resulce incompleta. Por otros objetivos han sido más
consultados los prorocolos de Scc¡ueros y de ViHanueva, eso puede explicar que el número de casos resulce
especialmente llamativo para Villanueva.
4. Como hizo, por ejemplo, G. Tarde en La criminalidad Comparada.
5. Quedan voluntariamente fuera de estudio otros municipios, aunque lleven e l apelativo de se-
rrano. Por ejemplo, San Esteban de la Sierra y Valero, que aunque suelen considerarse englobados en la Sie-
1 FIGURA
SITUACIÓN DE LA SIERRA DE FRANCIA EN LA PROVINCIA
DE SALAMANCA
7. Miranda del C.
l. La Alberca 8. Mogarru
2. Casas del C. 9. Monforre
3. Upcda 10. San Martín
4. Garcibucy 11. &qucros
5. Huguijuela 12. Socoserrano
6. Madrona( 13. Villanueva
El período histórico elegido para estudio es el siglo XIX. No obstante, del pri-
mer cuarto de la centuria resulta más difícil el estudio y la concreción de datos6.
Hasta 1834 encendían en los procesos las respectivas Justicias de la cada una de las
villas, la Justicia de Miranda del Castañar y la Chancillería de Valladolid, según
los casos. Desde 1834 en adelante lo hacían los Juzgados de Paz, el Juzgado de Pri-
mera Instancia de Sequeros y la Audiencia Provincial.
rra de Francia, se hallan si ruados periféricos del más caracrerístico cerrirorio serrano. Oc ro canco ocurre con
Cereceda de la Sierra, El Cabaco y Nava de Francia. Y en cuanco a San M.i guel del Robledo (anees Arroyo-
mueno) su sisrema económico, más próximo a los pueblos del Campo que a los serranos (cereal y ganade-
ría, ausencia de viñedo) se manifiesca como claro dctcrminance pora excluirlo del g rupo.
6 . Porque la documentación que debió obrar en Mi randa del Castañar no existe, y la Sección judi-
cial conservada en el Archivo Hiscórico Provincial de Salamanca es muy limirada y de pocos años.
nes del siglo, aquí son más difíciles de determinar y no importan para el estudio
que se hace, puesto que quedan fuera de la doble hipótesis.
Sin embargo, al buscar las causas remotas ni se pretende ser tan simplista como
algún Libro antiguo que todos los actos delictivos los hacía derivar de la "maledi-
cencia" humana7 , ni tampoco se intenta lograr un trabajo can profundo que tenga
como guía el de los principales penalistasª.
No se ha de aceptar ciegamente la influencia del medio9 porque la reiteración
de hechos delictivos pudo no deberse en muchos casos al medio geográfico, eco-
nómico y social. Tampoco hay que admitir que todas y cada una de las acciones de-
lictivas que se dieron en la Sierra brotaría de la psique personal del serrano'º· Au-
tor hubo que explicaba la reciedumbre serrana diciendo que "el carácter lo da la
sangre". La sangre en este caso sería esa exteriorizada valentía y furia con que los
serranos se daban mutuamente ejemplo desde pequeños. Veamos seguidamente
cuáles eran los componentes del contexto comarcal.
No resultan fiables los datos demográficos hasta 1867. Atendiendo a los habi-
tantes que reseña el Diccionario de Sebasrián Miñano, en 1828 la población de estos
pueblos ascendía a 14.128 habitantes. Como según los datos de mediados del siglo
sólo alcanza los 9.976, resulta admisible que en los primeros censos debió de haber
una cierta ocultación, quizás para precaverse en lo posible de medidas fiscales, pero
aún así, parece encenderse que la población habría sufrido una caída señalada.
En 1887 los efectivos demográficos suman 12.840 habitantes. Puede adver-
tirse un crecimiento total de 2.864 habitantes, es decir ha crecido un 28,71 % res-
pecto a 1850. El ritmo de expansión demográfica se ha acelerado conforme avanza
la cencuria habiendo sido muy fuerte en las últimas décadas, época en la que se die-
ron más hechos criminales. El aumento demográfico sin duda se debió frenado oca-
sionalmence con las epidemias de cólera un par de veces y la difteria y sarampión
en otras ocasiones más puntuales. Sin embargo, dado los cortos recursos econó-
micos que obtenían los serranos, se puede ver que los pueblos caminaban hacia la
superpoblación, de la que en parte se aliviaron por la fuerte emigración , que ya en
1900 se deja sentir con fuerza 11. Cuadro N . 0 2.
0
CUADRO N . 2. HABITANTES EN LAS ÉPOCAS DE RE FERENCIA
Municipio AÑO
F~nte: Rraliución propia. D.uos del Diccionario de M1ñano para 1828 y de los Censos de Población para
las resumes fechas.
12. Hay mucha documentación para comprobarlo: Contribución territorial, Amillaramientos, Car-
tillas evaluatorias. Prouxolos Notariales, etc.
seis tejedores con sus respectivos telares artesanales, amén de que en cada casa hi-
laban y aún tejían para su uso particular.
Las patatas, de las que ya a fines del siglo XVIII consta que su cultivo no es
esporádico ni ocasional, fueron desplazando paulatinamente al lino sembrándose
no sólo en los huertos de regadío, sino también en secano e incluso encre las vides.
Como ejemplo de las producciones prototípicas, semejantes en todo los pueblos del
conjuncot3, se escriben las de Villanueva del Conde en 1813, que es un pueblo de
tamaño grande en el conjunco. Cuadro N. º 3.
Fuenre: Elaboración propia según datos del Boletín Oficial de la Provincia de Sala.manca.
16. Actas del Ayuntamiento de Sequeros. Periódico úz Uga Agraria, año 1898, artículo "Sierra de
Francia".
ran fiables. Otra cosa es si la producción vitivinícola guardaba relación con cal ex-
censión, y lo mismo si el vino se vendía o se consumía.
La falta de comunicaciones agravaba la situación al añadir dificultad a la venta
del vino, pues siendo tan excenso el cultivo en la provincia, los años de abundan-
cia se abarataban los caldos, resultando que, fuera grande o pequeña la cosecha, ésta
no sacaba de apuros a la mayoría de los serranos.
2. 3. POBREZA GENERAL
Es cierto que la inmensa mayoría de los vecinos de escos pueblos tenían sus pe-
queños predios en propiedad. Un huerco, unos parrales, algún pequeño crozo de
mata. También es evidente que ello no les proporcionaba más que una insignificante
ayuda económica. Hechas las labores de la propiedad particular en los días festivos
o bien antes o después de las horas de trabajo remunerado no quedaba ocra salida
que ir a jornal. El crabajo asalariado era el medio más común de ganarse la vida. El
problema radicaba en encontrar "amo" que proporcionara trabajo. En la vendjmia
no falcaba, como tampoco en primavera cuando se realizaba la cava , pero en los días
invernales no había quien pudiera coscear un trabajo can poco rentable como la roza
de maleza. Entonces se intentaba mitigar el paro corcando leña, fabricando carbón,
y haciendo alg una que otra tarea econ6micamente poco rentable 11.
La matanza d el cerdo, cuando la había, no llegaba más que para primeros
meses del año. En muchas casas serranas entraba poco dinero en metálico. Nece-
sariamente había que acudir a los préstamos. Como de éstos no se daba fe públi-
camence, resultaba que aparentemente no existía tanta pobreza. Pero indiscutible-
mente había mucha necesidad en la Sierra de Francia. Los testimonios de la época
que lo confirman son frecuencfsimos. Algunos pincaban un panorama dramácico.
Isidoro Mendoza se expresaba en El Adelanto, el 12 de sepciembre de 1897, en es-
tos términos:
(Dirijo este ruego a laJ aut<>ridatks prwinriales) m nombre de una rtgión tan poco
contxida como mal calificada, en demanda de prottcdón a su inminente miseria, come-
cuencia inmediata de la larga serie de calamidades y contratiempos que nos agobian y
entris1t:cen el camino a todas... para Cf»llbatir la espantosa miseria que comienza a cer-
nirse sobre estos desgraciados, faltos de recursos, con las cosechas perdidas por la pertinaz
sequía y el mildeu, con la elevación de Jos prtcios de los cereales que importan de otras re-
giones y con Ja absoluta carencia de jornales que los pequeños como 101 grandes propieta-
rios no pueden suministrar j>Dr laJ caUJaJ indicadas. No prttendemos r«argar ti colorido
del cuadro Ji decimos que en laJ actulaes circunstanciaJ cmtenares de f amiliaJ no comen
pan semanai y semanas. ¿Qul 1uc«krá en los mtJes crudos del i1111imto, en los que ter-
minadas las existencias de legumbres qia hoy le suministran el alimento se encuentren mi-
les de familias sin r«ursos ni medios po1ibles de proporcionárselos nadie?
18. El Adelanto, 12 dt' Septiembre de 1897. "Una necesidad apremianrc". Isidoro Mendoza era abo-
gado de Sequeros y accuó de juez accidental en alguna ocasión.
justicia entre ruyos archivos y papeles se va quedando la vida y la honra dt los se-
rranos 19,
2. 4 . AT RASO E INCULTURA
No resulta difícil encontrar los adjetivos empleados en cien ocasiones para de-
fin ir a los serranos. En primer lugar, ya tenía connotación el mismo gentilicio "se-
rrano", con el cual prácticamente un lugareño de la comarca quedaba definido,
También los mismos serranos se vieron a sí mismos con defectos y virtudes: los
serranos somos malos, pero tenemos buen corazón, reza el dicho popular. Además añadían
ser impetuosos y a veces fanfarrones. Las mismas canciones populares vienen a re-
flejar su manera de ser:
Los mocilos dt Sequeros son brutos como animales I que retiran los escalones y arran-
can los rigiitiiaJtJ26.
Parece también que una mal encendida escala de valores venía a colocar en el
primer puesto la valentía, el ser más "echao pa lance" que el oponente. Factor que
probablemente se ponía en acción de modo más radical cu ando se operaba en
grupo.
La "re-acción" había sido siempre fuerte, inmediata y ag resiva. La segunda mi-
tad del siglo XVIII lo deja patente como se puede comprobar comando ejemplo
Villanueva del Conde 21.
23. Los comraros de médicos señalan que han de acender a varias familias pobres.
24. DORADO, Nicolás: H olflbrtJ y paisaps Ja/1114nfinos. Dipucaci6n de Salt.manca, 1982. Págs.
14-27.
25. Cir;is del periódico S' rk f"' y de E./ Amianto.
26. fuenres orales. También son fuences orales las que arribuían el caráccer serrano a la perduración
en la comarca de elemencos moriscos.
27. En esce pueblo se adviercen las discordias y las enemiscades de modo claro en la segunda mirad
del siglo xvm. resulra.n do ocho o diez del iros de sangre.
2. 6. LAS COSTUMBRES
Se ciene aceptado que era costumbre el acudir los hombres a la taberna y allí
pasar el tiempo jugando a las carcas en tanto que se consumían algunos vasos de
vino. La taberna tenía fama de ser un lugar reservado para los hombres, de tal
suerte que era muy mal visco que una mujer entrase en el establecimiento, y mu-
cho más que pasarse un rato en él. De ahí, que andando el tiempo, en este siglo se
abrieran cafés y casinos, y que en ellos fuera donde primeramente entraron las mu-
jeres.
Entre otras diversiones cuentan el baile y el coro. Como queda reflejado con
mucha frecuencia, en la Sierra estaba muy enraizado el gusto por la música de tam-
boril, siendo el baile suelto diversión puntual rodos los domingos, a excepción de
los de cuaresma28.
Mucha más importancia tuvieron los toros, sobre codo por lo que toca a la pre-
sencia de gentes foráneas. La afición al toro era tan grande que superaba a codas las
demás29. Con harta frecuencia los delitos ocurrieron con ocasión de las fiestas, en
especial la del toro. No era extraño el temor a los sucesos aciagos que ocurrían en
las fiestas, por lo que las gentes de paz estaban deseando que pasasen tales días. Un
Artículo de 1890 titulado La Sierra se 1ransfom1a se expresa del modo que sigue:
LaJ diversiones públicas han perdido el carácter rudo que laJ distinguía, y si no nos
engañamos no está lejano el día en que la diversión fawrita del país revista formas más
suam. Antes las fiestas mayores de cada pueblo más bien eran temidas que deseadas¡
ellas comtituían una justa alarma para las madres y para las esposas; la curia siempre
tenía sus participación en ellas, y los bolsillos de los curiales las esperaban con amia. Ex-
cepto el delito de robo o hurto, siempre extraños a ellas y al país, nunca faltaba en laJ
funciones públicas un muerto, mando no dos o tres lesionados, dejando abiertas las hos-
tilidades entre dos pueblos por el pueril motivo de ocupar determinado puesto en la plaza
por coger una garrocha30.
28. Con relación al baile aparece claro el delito comerido el 10 de agosto de 1892 , N º 6 7 del lis-
tado.
29. Respecto de la afición al coro véase el del ito del 6 de agosto de 1892, Nº 66. De cómo se solían
llevar toros grandes y de muchos años informan canco el periódico S' de F" como El Adelanlo.
30 . Nota 29. Además en versos escritos como "Crónica del toro en Mogarraz" (S' de F") se lee: la
presidmcia muy débil m reprimir los txet:tOJ; solammte 11110 cogida h11bo que lammJar. Y en la "Crón ica d el coro de
Sequeros" (S' de F') se dice: sirva fÚ tj tmplo a todos los p11eb/os serranos para qut, tn vez de lle11ar eomo acost11m-
bra11 t()r()S fÚ siete años a SUJ plazas, pr()(uren traer nwillos. También con ocasión de las fiesras solían disparase
infinidad de cohetes.
3 1. MARTÍN RODRIGO, Ramón. Seq11eros. Historia, Arte y Tradiciones. Salamanca, 1991.
Si las personas de un pueblo o de varios reñían encre sí, también con frecuen-
cia surgían conflictos encre unos pueblos y ocros. No consta que de los cales bro-
tase Ja sangre, si en cambio, la inquietud, el acaloramiento y la tensión.
Hubo conflictos intercomunitarios por cuestiones de límites encre términos
municipales, por el aprovechamiento de monees comunales y de baldíos y por las
aguas de riego. Todo esto históricamente se presenta como algo hasta cierto punco
usual entre pueblos vecinos. Larguísimo fue el pleito por cuestión de límites entre
Villanueva y Miranda, y otro canto, aunque más leve, había sucedido con ocasión
de la exención de Miranda de la mayor pane de los pueblos 32•
En el primer tercio del siglo XIX los conflictos entre los pueblos aún tenían
como fondo el incumplimiento de las normativas (quizás preceptos del fuero me-
dieval) de la cabecera del Partido Miranda, por ejemplo el inicio de la vendimia.
La cuestión, aunque repetida no fue importante. Va a ser en el segundo tercio de
la centuria cuando brote entre algunos municipios una tensión por algo que hoy
día nos parece insignificante: la custodia de la Virgen de la Peña de Francia. Na-
turalmente no era sólo por la imagen, sino por la romería y feria de septiembre que
llevaba consigo, amén de cierto prestigio. Mogarraz, y sobre todo. La Alberca y Se-
queros se implicaron en sus litig ios hasta la misma reina Isabel II 33 ,
Otro asumo en litigio fue el de la cabecera del Partido J udicial. Resignada a
la fuerza Miranda del traslado de la cabecera a Sequeros, la capitalidad comarcal va
a ser reclamada en repetidas ocasiones por La Alberca y por Tamames, que la soli-
citan y ponen empeño en conseguirla, motivando alarmas y rechazos de otros mu-
nicipios.
El último tercio del siglo aún continuaban los dos problemas anteriores, pues
el primero se complicó con el robo de la imagen, y en el segundo no habían dis-
minuido los deseos. Entonces aparecen dos nuevos cernas de fricción. La construc-
ción de carreteras y ferrocarril, y las elecciones de políticos.
La construcción de carreteras se solucionó más o menos satisfactoriamente por
cuanto dependía de las autoridades centrales o provinciales más que de los munici-
pios, y porque, aunque carde codos los pueblos fueron teniendo carretera que les
diera comunicación34. No sucedió igual con el ferrocarril. Nació un proyecto y le
siguieron otros. Los municipios entraron en contradicción al preferir unos el trazado
de la vía férrea por un lugar y otros por sitio distinto, persiguiendo que las estacio-
nes quedasen lo más cerca posible de cada pueblo. La posible junta de accionistas
32. Protocolos nouriales de Villanueva del Conde y de &queros, siglos XVW y XJX.
33. Actas del Ayumamienco de &queros.
34. Se consiguieron algunas a fines del siglo pasado, lo que se acribuía a las gestiones e influencia
del general Pando, diputado nacional por el paccido de Se<¡ueros. Entre ocras se hizo la carrccera Vicigu·
dino-Sequeros. Ya en esce siglo se amplió mucho la red de comunicaciones debido al celo y logros del cam·
bién dipucado nacional Eloy Bullón.
no llegó a reunir los suficientes fondos, y el ferrocarril se fue posponiendo hasta bien
entrado el siglo accual, para finalmente quedar como simple recuerdo ;5 .
El último mocivo de roce, las elecciones de reprcscncances políticos en los va-
riados niveles, se explica, entre ocros factores, porque en coda España se daba el ca-
ciquismo y Ja compra de vocos, lo que se podía radicalizar en comarcas falcas de di-
nero como la Sierra de Francia. En codo caso, también incidiría en ello "el
individualismo reinante" que caraccerizaba a los serranos, siempre poco propensos
a ceder parre de lo propio en aras de una cooperación económica y social.
Posiblemente los conflictos relacionados con la política no se recogieron por
escrico fidedignamente. H ay que presumir q ue unos altercados de una vez añadi-
dos a otros de la ocasión siguiente irían creando una opinión de fondo, que se su-
maba a los ocros problemas expuestos. De esas turbulencias y desórdenes polícicos
dejó la prensa varias referencias, como las que sig uen:
La administraddn de los bients que pertenederon al Condado de Miranda tropieza
con serias dificulrfllks. Asumo lste que tkht meditarse mucho anlts tk tomar una resol11-
ddn contraria a las prácticas y apr011eChamim1os tk aquellos bients. TodaJ las comien-
das mire los pueblos suelen Jtr fimtstas, pero tratándose tk la Sierra tk Franda, pueden
por su carácter violento ser fimestísimas. Recomendamos a las autoridades prwinciales
que conrncan tsle asunto "pr11tknda" m su.¡ acuerdos y ruol11cione.s36.
Como se ve, se ha puesto el acento en las comunicaciones. La cica que sigue ha-
bla de la división a la hora de votar.
He notado una y otra vez la poca prosperidad y atklanto que ya tkbiera Jmer mi
hermoso, rico y pintortsco país digno por todos los conceptos tk mejor suerte. ¿Sabéis p()r
qué? Por ambicionu tk 111ando unos, apatía tk otros y pasidn política tk los más. EI ne-
ctsario, es urgente , amigos, parientes y serranos todos, poner coto a e.slos maltS q11e nos de-
primen y unido¡ en amable y estrecho lazo hagámoslt prdJpero y feliz38.
35. Diversos artículos en la prensa de fines del siglo y comienios de éste, encre los firmados por Isi-
doro Mendoia. También en Historia tkl San111arío de N11estra Smora dt la Peña tÚ Franr1a del P. Alberto Co-
lunga. Salamanca, 1968.
36. El litklat110.
37. Peri6clico S' tÚ P, 11 de octubre de 1890.
38. Periódico S' dt P-, 27 de octubre de 1890.
Lógicamente alguien podrá argumentar que las cosas referidas, y otras que se
saben y no van contadas, como la compra de votos, sucedían de forma general. Pero
es preciso señalar que en la comarca serrana también tuvieron encendida presencia.
Estamos hablando de lo que puede exaltar los ánimos y agriar las pasiones, aunque
él sea un fútil motivo. Así pues, también con esto el contexto de la crjminalidad
serrana queda someramente señalado.
'El alto índice de criminalidad se hizo saber en más de una ocasión por las au-
coridades locales. El Ayuntamiento de Sequeros recoge en el acca de la sesión del
1 de junio de 1867:
También se dijo que, a consecuencia de las re/omkls hechas en el Ministerio de Gra-
cia y]usticia, corrían voces de que iba a ser suprimido este Partido]udiciai, por lo que,
como consta a la Corporación, se había dirigido un instancia a S. M. la Reina, que
D. G. , exponiendo lo perjudicial que sería a la administración de J11Sticia, por ser uno
de los Partidos en que la estadística criminal es de bastante consideración... 40.
39. El A<klanto.
40. Actas del Ayunramienco de Sequeros.
41. El AMlanto. LO de agosto de L892. También añade el anículo como causa la falca de vigilancia
policial, pues, por ejemplo, en Miranda no había aún Guardia Civil. Palabras semejantes se repiten con fre-
cuencia. Así, El Atklanto vuelve a decir el 16 de octubre de 1900: de lamentar es que con tanta frecuencia ()(11-
rran en me parti~ he<hos que pQ1' lar circunstancias que los rO<kan tienen tan triste alebridad en los analer de la cri·
minalidad.
44. ROORfGUEZ ARZÚA, Joaquín: "'Las alcabalas como fuenre de información económica. El
ejemplo de San Esteban de la Sierra", en Salama"ra. Rt11is1a dt Euudios, Núm. 38, Oipuraci6n de Salamanca,
1997. También se deduce de otros aspectos, como el de conocer que a los jornaleros se les daba cada día
aproximadamente dos litros de vino.
45. NocllS 29 y 30.
4. LA ESTADÍSTICA CRIMINAL
Las "Memorias Carceleras" de cada año (si quedan en algún lugar) no han sido
t rabajadas. El D iccionario de Mado:z recogió la estadística criminal por Panidos
J udiciales, cuadro N.º 5.
Furnte: rtaliuci6n propia con los daros del Diccionsrio de P. Madoz: en los respectivos ankulos.
Como se puede ver, hecha com paración de los datos de delincuencia en tres
partidos jud iciales, aproximadamente de igual categoría en número de vecinos, se
observa que el Partido de Sequeros no es el que más acusados tenía. Posiblemente
las cosas cam biaron a fin del sig lo.
En este t rabajo se ha recogido un centenar de casos correspondientes a toda la
centuria decimonónica y que tuvieron lugar en los crece m unicipios arriba dichos.
El número de delitos y faltas fue bastante mayor, dado que, como va dicho, no que-
46. Véanse las explicaciones en Delito IÚ lesiones, de Alfonso Arroyo de las Heras y Javier Muñoz
Cuesca. Ed. Amnudi, Pamplona, 1993.
47. El Adtla1110, 22 de junio de 1900.
48. Como se deduce, por ejemplo, de los delitos Nº 38 y N° 106.
dan registrados todos. El total de casos da una media de unos 8 delitos por pue-
blo. Lo que a su vez significa casi un hecho punible por década y pueblo.
Los delitos se acumulan a final de siglo, destacando los años 1890 con 13,
1898 con 14, y 1899 con otros 13. Así que en escas fechas habría una media de un
delito por año y pueblo. Y si a los delitos conocidos se unieran los que se supone
que hubo y no se han registrado, probablemente la media subiría bastante.
Atendiendo al corpus delicti resultan causados por arma blanca 15, por armas
de fuego 19 y por otros instrumentos 5. Figura 2. Cabe preguntarse cómo es que
había tantas armas de fuego, siendo así que estaban prohibidas, cal como se ve en
un par de ejemplos que han sido recogidos ex profeso. No consta respuesta, como
no sea relacionarla con la historia del siglo XIX can movido en guerras civiles y
pronunciamientos, sucesos en que habría soldados serranos, o bien admitir que el
aumento general de la fabricación de armas de fuego facilitó su adquisición.
F IGURA 2
ARMAS EMPLEADAS, Y CAMINO DEL DELITO: REYERTA
REYERTAS
2
ARMAS DE
FUEGO
A RMAS
BLANCA S
OTRAS
o 10 IS 20
Finalmente atendiendo a los delitos cometidos en cada pueblo, se halla una co-
rrelación clara entre el número de casos y la dimensión demográfica del lugar. Los
núcleos mayores son los que más veces aparecen señalados. Cepeda, Miranda, La
Alberca, pues si Villanueva hace excepción con 15 casos, puede deberse a que su
documentación ha sido más estudiada, según se dijo en la nota N. º 3. Figura 3.
FIGURA 3
TIPOS DE DEUTO SEGÚN EL RESULTADO
HERIOAS-
LESIONES
MUERTES
NO CONSTA
OTROS
10 zo so
30
'º
Fuente: realizaci6n propia.
FIGURA 4
ACTOS DELICTIVOS EN CADA PUEBLO
Alberca (La) 10
Casas del Conde ~ l
Cepeda 14
Garcibuey 3
Herguijuela ~2
Madronal . . . . 2
Miranda del Castanar 15
Mogarraz 14
Monforte 5
San Martln 3
Se<JJeros 8
Sotoserrano 3
Villanueva del Conde 15
o 6 8 10 12 16
5. CONCLUSIONES
Visto el número de falcas y de delitos, y las citas alusivas a los mismos, no queda otra
opción que la de aceptar el argumenco caneas veces repetido, y aquí expuesto como primera
parce de la hipótesis: efectivamente la Sierra dió un concingence g rande, de accos ag resivos
y punibles concra las personas con carácter frecuence y reiterativo
La segunda pacte de la hipótesis, la de que en su mayoría los accos punibles brotaron
sin premeditación, no es igualmence sostenible, tal como se ha avanzado en el punco 5 de
las consideraciones. En las agresiones ilícitas se advierten circunstancias anceriores y con-
comicances, y sólo en dos o eres casos circunstancias posceriores49. En el listado de delitos
no aparece nioguoo de omisión, ni de envenenamiento, ni de ocro cipo como infancicidio,
aborto, etc.
También eo los puntos 3 y 4 se exponen otras consideraciones que podrían pasar a este
capfculo de conclusiones.
Si fue característica serrana la riña de palabra, el alboroto festivo, el andar mecido en
procesos judiciales por diversos motivos incluidos los concernientes al código civil, todo
ello, "escuela de costumbres", pudo ser asimilado como algo hasca cierco punto normal, de
manera que el delito de lesiones también quedase rebajado de valor5° al ver las gentes se-
rranas que el lesionado curaba en unos días, y que el delincuente quedaba libre relaciva-
mence en poco t iem po.
Los letrados que defendieron a los serranos debían conocerlos perfectamence. Hasta
mediados del siglo se acudiría a las Partidas5 t, luego se aplicó el código penal de 1848 y
por último el de 1870. La presencia de la curia, la atención de facultativo y la cárcel mu-
nicipal o comarcal son hechos suficiences para dar a encender a codo sujeto la existencia de
alguna ley penal, por lo que "la ignorancia de la ley" no puede tomarse como excusa para
eximir a los autores, cómplices y encubridores. Habrá en su día que leer algunas de las de-
fensas que perduren para ver las alegaciones expuestas. En codo caso, aunque cada deliro es
singular en causas y resultados, visco el conjunto de ellos parece aceptable que en g ran me-
dida se explican por la conjunción de factores: concexto socioeconómico, costumbres y ca-
ráccer52.
49. Por ejemplo, en el parricidio del 12 de agosto de 1897 y en alguno ocro en donde el aucor se
dio a la fuga.
50. Explicaba R. Guaíalo en fu111dio solwr ti delilo y solm la teoría dt la rtproi6n que ejerce un gran
influjo sobre los deJjncuenccs un determinado ambieme social, por los prejuicios que en él corren. Tun-
bién las convicciones obran sobre el ánimo.
51 . Se citan en Ar11J11NÓ11 /Jltl'1Ír11lar, m la ra111a stg11ida por la m11trlt y s11nso1 q111 t11vitn11 l11gar m Mi-
ranáa dtl CtUtañar m la nocbt tkl 1 áe flOl!Ímúm dt 185 7 ... , cuando se tenía que haber aplicado el Código
Penal de 1848.
~2. El citado R. Ganfalo anahu que la criminalidad no proviene exclusivamcnce de la muaci6n
económica, ni del alcoholismo, ni de la falta d e cul tura. Explicación que ha de tenerse presente para los ca-
sos de la Sierra de Francia.
de dicha villa, sobre heridas hechas con arma de fuego a Andrés H idalgo.
(AHPRSA, P.N . 6334).
SUMMARY: This arride tries co gec co che bottom of che hiscory of the
building of Santa Cruz de Cañizares College, recen ti y recove red for a Professional
Music-School. This reconscrucrion cakes in from che acquisicion of che sice in che
beginning of the Sixceench Ceorury uncil nowadays. We find out che
arcists who built the chapel and che fa~ade, che rwo mosc imporcanc pares of
che College, chac scill exisc. The firsc one has been documenced as a work of the
master mason Juan de Alava and the second one is actríbuced co Domingo Díez
and Francisco Estrada -who collaboraced with the Churriguera brothers- in 1734.
Don] uan de Cañizares, fundador del Colegio de Sanca Cruz, era arcediano de
Cornada, canónigo de la Catedral de Salamanca y miembro de una pequeña corre
que rodeaba al arzobispo Fonseca en Salamanca. Fue secretario del Patriarca de
Alejandría y de su hijo el arzobispo de Toledo, y llegó a ser vicario de la audiencia
merropolicana de Santiago y arzobispo electo de esca sede 1• Cañizares actúa a ma-
nera de mayordomo y administrador de aquellos; así, le vemos ocuparse de los di-
neros para construir el claustro de la Catedral de Santiago y también, de~de 1524,
del Colegio fundado por el arzobispo Fonseca en Salamanca, concrolando cuentas,
contraeos e incluso supervisando las obras, junco con Fernán Pérez de Oliva2 .
Debía ser don Juan de Cañizares un hombre acreditado por sus conocimientos
artísticos, pues asimismo el cabildo de la Catedral recurre a él para supervisar las
obras que se iban a realizar en la casa del entonces racionero don Diego de Cova-
l. La primera vez que encontramos su nomb~ vinculado a don Alonso de Fonseca -entonces ano-
bispo de Santiago- es el 2 de mayo de 1505, en que aquel manda que le pag uen 25.000 maravedís "por mu-
cho fabor e ayuda que en su merced fallaba". A.C.Sanc. (Archivo Catedralicio de Sanciago), libro 3º, Actas
Capitulares (A.C.), fol. 4 39v.; libro 10", A.C. ff. 9 3r. y 103v.-104r. A.U .Sa. (Archivo Universitario de Sala-
manca), leg. 2424, fol. 28 1v. El nombre de .. Cornado .. aparece en algunos documencos como "Coronado ...
2. A.C.Sanc., li bro 4º, A.C., ff. 197r. y 228 v.; A.U.Sa., lcg. 2419, fol. l r.; A.H .P.Sa. (Archivo His-
tórico Provincial de Salamanca), pror. 292 2, fol. 630r y v. Alude a ello también SALA BALUST, Luis.
Com1i111rionts, EI1a111tOJ y CtmlUJnias dt los amig11os Colegio1 J«11/am de la Universidad de Salamanca. Salamanca:
Universidad , 1962, como 1, pág. 24.
rrubias3. Consta además que el propio arzobispo solía conversar con él acerca de
distintas cuestiones anísticas, como refleja Fonseca en su testamento a propósito
de las sillas de coro que se proyectaba poner en el monasterio de las Ursulas4• Muy
revelador de la formación aníscica de Cañizares es la compra para el Colegio, pro-
bablemente por encargo suyo, de un ejemplar del "De re aedificacoria" de Alberci5 .
Esta sensibilidad del arcediano no pudo menos de reflejarse en la fundación que él
mismo realizó, posiblemente movido por el ejemplo del arzobispo Fonseca, aun-
que condicionada por su menor disponibilidad económica.
Así, el 21 de septiembre de 1527 don Juan de Cañizares recibía licencia para
erigir un Colegio con el nombre de Santa Cruz que pasará a incorporarse a la Uni-
versidad, haciendo realidad un deseo de años atrás. Se estableció en la propia casa
del fundador y los beneficiarios serían exclusivamente cuatro presbíteros pobres,
dos estudiantes de derecho canónico y dos de teología. El arcediano les daba el
mantenimiento necesario, y los presbíteros, aparee de cumplir con el estudio, de-
bían celebrar dos misas diarias en la capilla del colegio, por el fundador y sus fa-
miliares difuntos6.
Más adelante, el 11 de agosto de 15 30, solicita nueva licencia del canónigo
de la Catedral de Salamanca don Alonso de Lobera, para ampliar el número de
becas a otros dos presbíteros (uno que estudiase derecho canónico y otro teolo-
gía) y para hacer constituciones, lo que le es concedido7 . En total habitarían en
el colegio durante siete años estos seis colegiales y los tres familiares que les ha-
bían de servir.
3. la licencia para labrar en las casas de la Aldehuela se dió en abriJ de 1528, a visea del arcediano
Cañizares y el racionero Alfaro. A.C.Sa. (Archivo Cacedralicio de Salaman ca), libro 26°, A.C., ff. 262r. y
436v. Diego de Covarrubias, hijo del arquitecco Alonso de Covarrubias, tenía entonces s61o 16 años; lle-
garía a ser obispo de Segovia, Cuenca y Ciudad Real y Presidente del Consejo de Castilla (Cfr. SANTAN-
DER, Teresa. Aproximación a la biblioceca de Don Diego de Covarrubias, en •salaman(a y SN frroY«ción m
el m11nt/q. EstNJios hiJtÓ'rÍ(OJ m honor tk D. Flormcio Marrosn. Salamanca: Cenero de Escudios Salmancinos,
1992, pp. 183-212).
4. Se anota cextualmence: "levantadas del suelo como no ynpidan la capilla, aún algo más como es-
cán en la capilla del condestable de Burgos, como lo platicamos con e l arcediano Cañizares". El cestamenco
se ocorgó el 23 de diciembre de 1531. SENDIN CAl.ABUJG, Manuel, El Colegio Mayor del Arzobispo Fon-
1eca en Salaman(a, Historia y Arte. Salamanca: Universidad, 1977, pág. 218.
5. A.U.Sa., leg. 2421, fol. 9r.
6. A.U.Sa., leg. 2418, ff. IOr., 10lr.- 103r. El documenco cica cextualmence: .. movido al servicio de
Dios y acr~encamienro del culto divino y de las letras sagradas... ovo eregido en sus casas propias de mo-
rada un colegio de quacro presbíteros pobres escudiantes los dos en derecho en derecho (sic) canónico y los
dos en cheología". GONZALEZ DAVILA, Gil. Thtatro rclaiásti<o ek la Iglesia y ciNJaá de Salamanca. Sala-
manca, 1618, pág. 146 y VILLAR Y MACIAS, Manuel. HistoriadtSalamanra. Salamanca, 1887, como JI ,
pág. 304, adelancan un año la fundación, pero Sala Balust indica la fecha correcca. Noca 2, pág. 24.
7 . A.U.Sa., legs. 2418, ff. 103r.-107r., y 2417, documento origi nal. La bula aprobando y confir-
mando las conscicuciones lleva fecha de 13 de occubre de 1588. Según Sala Balusc -nora 2, pp. 315 y ss.-
coincidían tocalmence con las del Colegio de Santa María, y carnbién copian sus Escacucos, mienrras las ce-
remonias eran un excracco de las del Colegio mayor de Cuenca.
La erección formal del Colegio se retrasó hasta 15 348 . Tras la muerte del fun-
dador, en 15 39 el rector del mismo tomó posesión de los beneficios de Aldearru-
bia y Espino de la Orbada, según bulas de unión perpetua y anexión concedidas
por el papa Paulo III , que constituirán las principales rentas del Colegio, comple-
tadas con algunas donaciones y censos posteriores9.
2. EL PROCESO CONSTRUCTIVO
2. 1. El solar~/ Colegio
Seguramente el arcediano don Juan de Cañizares empezó a madurar la idea de
fundar un Colegio desde 1509, en que comienza a comprar varias casas y solares
situados en lo que se conocía como "corrales de don Payo Maldonado", en lapa-
rroquia de San Benito donde se agrupaban los de este linaje. Era una zona muy
próxima a esta iglesia y a una de las esguevas que atravesaba la ciudad, limitada
por la calle Guardianes -posceriormence conocida como Cañizares- que se dirigía a
San Benito, la calle "nueva" que conducía a San Francisco y recibirá después el
nombre de "Tahonas Viejas" y otra calle pública que acabará incorporándose el Co-
legio con permiso de la Ciudad. Allí además de dos casas del cal Payo 1º, se habían
construido otras de menor tamaño que estaban gravadas con censos que recorda-
ban al anciguo propietario del terreno.
La casa principal sobre la que se fundó el Colegio fue la de Juan Guedeja, ad-
quirida en julio de 1509 por el doctor Alonso del Castillo en 67 .000 maravedís y
traspasada poco después al arcediano. Por el precio debía ser una buena casa. En oc-
tubre del mismo año ya habitaba en ella don Juan de Cañizares y comenzaba a ha-
cer "hedifi~io nuevo" en la parce del corral o establo que lindaba con otras casas "de
los censos de Payo Maldonado" 1 1. Para "ensanchar" aquélla, cuatro años más tarde,
8. Sala Balust. Nota 2, pág. 24. Figura por primera vez en la matrícula universiraria en 1554. *
gún la visica realizada al Colegio en 1777, don Juan de Caífüares acudió a la silla apostólica solicicando
confirmación y aprobación de la fundación en los mismos cérminos que la había obtenido del obi.spo de Sa-
lamana, don lu is Vaca, que lo fue de 1530 a 153 7. En la misma visiu se indica que su incorporación a la
Universidad se realizó el 31 de julio de l 562 (A.U.Sa. leg. 24 18, ff. 111 r. y l l 3r.).
9. A.U.Sa., leg. 2420, ff. lr., 4r., 6r. y lOv. Documentos originales en legs. 2417 y 2418, ff. 107v.-
l 10v.; l 11 v., l 16r. y v. y 230 y ss. La toma de posesión lleva fecha de 9 de mayo y 1O de julio de 1539.
Encre otras donaciones destacan las de Bias González, ant iguo colegial, pero cuando el Colegio logró ro-
mar posesión de la herencia estaba tan disminuida que apenas alcan:zaba para cubrir las misas que pedía a
cambio. Los documencos están reproducidos por Sala Balust. Nota 2, pp. 338-339. Desde 1624 se unirán
a esras posesioncs las que tenía el Colegio de San Adrián, mayoritariamente de cipo rústico (Entre otros,
A.U.Sa. legs. 2418, fol. l 16r., y 24 19, ff. 226 y ss.).
10. Se traca de uno de los principales personajes de la oligarquía salmantina en esros momencos, ori-
gen de un ampüo lina1e. Cfr. LOPEZ BENITO, Clara Isabel. La 11oblu.a s11/m11111ina """la vida y la 11111trte
(1476-1535). Salamanca: Diputación, 1992, pág. 419.
l l. A.U.Sa., leg. 2419, ff. lr.-6r.; leg. 2420, fol. 3v. Pretendía al menos hacer alguna construcción
en la rapia de medianía.
......
.. ;¡.. ,
fKoURA 2. Comprobación de las visuales desde el colegio de Caii1zares a la casa del marqués de
Cardeiiosa (plama). Joaquín de Chumguera y Domingo Díaz 1720 Incluye l2s ubic:tc1ones de
ocros edificios de la zona (convento de las Agumnas, de los Jesu1ras, 1gles1a de San Benico).
flGURJ\ 3. Comprobación de las visuales desde el colegio de Cañizares a la casa del marqués de
Cardeilosa (alzado). Joaquín de Churrigucra y Domingo Díaz.1720.
en 1513, se compraban por 40.000 maravedís dos casas de este último con sus co-
rrales y los censos que grababan las casas de Alvaro de Salcedo y María Sánchez, ad-
quiridas respectivamente en 1511 y 1514, por menos de 8.000 reales. En los dos
años siguientes el arcediano incorpora a sus propiedades un solar de Alvaro de Sal-
cedo y la casa de Mari López viuda de un agujecero 12. El desembolso realizado hasta
ahora alcanzaba los 138.200 maravedís y los solares adquiridos eran suficiences para
disponer el Colegio. Sin embargo, en 1526 todavía se compra otra casa que había
quedado aislada entre escas propiedades 13 y finalmente, en 15 3 7, después de ha-
berse realizado la fundación , se adquieren cuatro casas más de los descendientes de
don Alvaro de Salcedo y la huerta grande que salía al arroyo de San Francisco, por
48.000 maravedís y un censo perpetuo de 1.500 que se pagaba a Payo Maldonadol4.
No obstante, todas estas casas no se incluyeron en el futuro colegio: unas se derri-
baron para ampliar la huerta, otras se arrendaron y otras acabaron vendiéndoseI 5.
Formaban en total un solar muy irregular, de tendencia trapezoidal, con un án-
gulo que peqetraba en la calle Guardianes escrechándola. No constituía una man-
zana aislada,' pues buena parte de las posesiones adquiridas lindaban con las casas
de don García y don Rodrigo de Ledesma, niecos de don Payo Maldonado. La
forma y alzado de la construcción, así como su situación, aparecen reflejados some-
ramente en los dibujos realizados por Joaquín de Churriguera y Domingo Díez en
1720, con motivo de la comprobación de las visuales desde el Colegio a la casa del
marqués de Cardeñosa, heredero del mayorazgo de don Pedro Maldonado de Es-
pino, cuyas casas principales estaban enfrentel6.
12. El Colegio compra cambién los censos con que estaban grabadas o los obtiene por donaciones.
A.U.Sa., leg. 2418, ff. 1Slv.-155 v.; ff. l63 r.- l 64 r.; ff. l74r.-l7Sr.; ff. 177r.- 178v.; ff. 187r.-188v.; ff. 238
y ss. Leg . 2420, ff. lr.-2r., 6r. y 7r. ·
13. A.H.P.Sa., Prot. 2920, ff. 873r.-874v. En 1513 el arcediano ya había adquirido un censo que
g rababa esca casa (A.U.Sa., leg. 24 18, ff. l 77r.-l 78v.).
14. A.U.Sa., leg. 24 18, documento núm. 29, legs. 2420, fol. 2 r., y 242 1, ff. 5r. y 17v.
15. Así consta en la visita efecrnada por el racionero Juan de Covarrubias el 25 de sepriembre de
1539. A.U .Sa., leg. 2421, fol. Sr. También, leg. 2420. En 1649 los colegiales acordaron descruir una casi-
lla de su propiedad siruada junto a su puerca falsa, fundamenralmence porque necesicaban sus materiales
para re¡xirar el colegio, pero rambién porque se esraba cayendo y era di fícil alqu.ilarla, y mucho más a
"gente honrada" (leg. 2424, fol. 93v.). Sin embargo, conservaban una "casa grande- junco al colegio, en la
actual calle de Tahonas Viejas, q ue era "de las mejores de Salamanca" según el visitador Cristóbal Rodrí-
guez en 1576 , y se alqujlaba regu larmenre (legs. 242 1, ff. 43v., 7 1r., enrre orros, y 2425, fol. l 72v.). En
l 760 se vendió una parte de la huerta al administrador de la rahona (leg. 2427, ff. l08v.-109r.)
16. A.H.P.Sa., prot. 3597, ff. 535 r.-54lv. Reproducidos por RUPE REZ ALMAJANO, M" Nieves.
Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Salamanca: Coleg io de Arquitectos, 1992, pág. 276.
17. El Cabildo le prestó 196.630 muav~ís el 2 de diciembre de 1523 "para una gran necesidad",
que devolvió en enero de 1526. A.U.Sa., legs. 2418, ff. 24r.-25 v., y 2421, fol. 4r.
18. A.U.Sa., lcgs. 2418, fol. 52r, y v., y 2420, fol. l Ir.
19. Como mínimo 730 misas anuales, y al aumcncar el número de becas 1095. Responde por orro
lado al compormmiento habitual de las oligarquías salmancinas. Otro colaborador directo de Fonseca, don
Francisco de Ribas, del que será testamencario el arcediano Cañiiares, pretende asegurarse un número pgre-
cido de mi sas con la fundación de cinco capellanías. Noca 10, págs. 3 14-31 7 y 362.
20. A.U.Sa., leg. 2418, fol. 54r. Estuvieron presences el arc~iano Cañizares, el licenciado Simón
Rodcígua -del consejo del arzobispo de Toledo-, el ceólogo licenciado Oncafa, Benito Abrojo, Francisco
Hernándn y Malpartida, clérigos capellanes de la capilla, y 0 1ras muchas personas.
20b1s. Ya el 25 de diciembre de 152 1 hay referencias a J uan de Alava en la documencación del cole-
gio. De esta fecha datd un recibo manuscrito dirigido al arcediano Cañimres en e l qut: Alava afirma que
éste le debe 20 ducados de un total de 60, a los que se deban añadir 3.209 mrs. de los descargos del di-
fumo licenciado Manzanedo, lo que suma un total de 10.709 mrs. que el maestro afirma haber recibido.
A.U.Sa., leg. 2434 bis.
21. Por escas fechas Juan de Alava era el maestro más solicitado por las instituciones civiles y reli-
giosas de Salamanca. Entre los áños 1525 y 1527 en que se edifica la capilla de este Colegio, Alava estaba
realizando obras impor~antes en la iglesia de San Esteban, en el monasterio jer6nimo de la Victoria y en los
Colegios mayores de Cuenca y Santiago (Colegio Fonseca)¡ pero al mismo tiempo era maestro mayor de las
Catedrales de Plasencia y Santiago de Compostela, en las que se encargará, respectivamente, de la edifica-
ción de la nueva sede y del claustro. Cfr. CASTRO SANTAMARlA, Ana.Juan tk Alava. Tesis doctoral iné-
dica. Unjversidad de Salamánca, 1994 .
22. A. H .P.Sa., prot. 2921, fol. 626r. y v. Citado también por Send ín CALABUIG, n. 4, pág. 189.
BARBERO GARCJA , Andrea y MIGUEL DIEGO, Teresa de. D()(11mm1os para la historia del arte tn la pro-
vincia tk Salamanca. Siglo XVI. Salamanca: Diputación, 1987, pág. 28. Seguramente este Michel de Algoi-
bar sea el mismo Michel, cantero, con quien trabaja Alava en la construcci6n de la sacristía de la capilla de
la Universidad en 1504. Por los años de l 507- 1509 está ocupado e n la obra de la Casa de los Doctores de
la Reina. Le encontramos también trabajando desde 1513 en la ig lesia y colegio de San Millán, con Fe-
rrando de Mogru~a, de quien será. testamentario en 1524, pero siempre como mero ejecutor. Su figura no
riene mayor trascendencia. A.U.Sa. , libro 4, fol. 83r. y v. A.U.Sa., leg. 2622. A.H .P.Sa., prot. 2919, fol.
2 l 9r. y v. !li11sto tk Salamanca. Sección de Bellas Artes, J unta de Casrilla y León, 1995, pág. 11. Referen-
cias al mismo en BARBERO y MIGlJEL, ob. cit., pág. 28.
23. Martín de lbarra intervino en otras obras que düigía su hermano, como en el monasterio de la
Victoria en que recibe dinero de los destajos en nombre de su hermano, y seguramente también en el Co-
legio de Cuenca. Archivo Hist6rico Nacional (A.H.N.), Clero, leg. 10945, ff. 15v.-17r. A.H .P.Sa., prot.
2923, ff. 14 r.-l 5v.
24. A.U.Sa., leg. 2421, ff. 9v. y L6r.
25. A.U.Sa., leg. 2434 bis.
era hombre de fácil conformar, y sabemos que no reparaba ante la cualidad de sus
contrincantes, pues llegó a enfrentarse con el señor de la Mota.
Parte de esta capilla subsiste todavía integrada actualmente en el auditorio del
nuevo Conservatorio Profesional de Música. Estaba situada en la parte norte del
edificio, entre la calle Cañizal y una calleja que acabará cerrándose, con su cabecera
orientada al este. Como han demostrado las excavaciones, tenía planta rectangular,
de algo más de cinco metros de ancho y el doble de largo, dividida en dos tramos,
más una tribuna a los pies. En altura abarcaba las dos planeas del edificio, e incluso
las superaba, como se aprecia en el desnivel existente en la cornisa exterior. Sus
muros estaban labrados en mampuesto26, Los restos conservados pertenecen a la ca-
becera, con una hornacina poco profunda que abarca casi la totalidad de la pared
del fondo, que probablemente cobijara el retablo. Rodea la hornacina un arco de
medio punto con pilastras que no llegan al suelo, es decir, colgado, como tantas fa-
chadas contemporáneas salmantinas. El arco va soportado sobre dos ménsulas que
llevan como única decoración dos calaveras, cerna muy usado por Juan de Alava,
como se ve, por ejemplo, en la cercana Casa de las Muertes.
Se conservan también dos de los pilares de la nave 27 -que sería única-, muy en
la línea de los que hace Alava, puesto que llevan baquetones redondeados que apo-
yan en basecillas góticas y que prescinden del capitel, para mostrar la continuidad
entre nervios y baquetones. Las bóvedas, por tanto, serían estrelladas. Otro ele-
mento conservado fragmentariamente es una ventana, larga y estrecha, de medio
punto y baquetonada, abierta hacia un callejón que conducía a la puerca de los ca-
rros o puerta falsa del Colegio, cerrado por éste en el siglo XVIII.
Muy interesantes son los grutescos y cernas decorativos que se emplean en el
arco de la cabecera, que nos recuerdan por su temática, tratamiento plástico e in-
cluso por los restos de policromía, a los grutescos de las ventanas de las capillas de
la Epístola de la Catedral Nueva que llevó a cabo Juan de Alava en su destajo de
152 1 a 1523. Aparecen motivos animales, vegetales, humanos (a veces monstruo-
sos) o inanimados en torno a ejes que marcan la simetría, es decir, esquemas de can-
delero. Entre los temas se encuentran figuras humanas tañendo instrumentos mu-
sicales, que también aparecen en otras ocasiones (Escuelas Menores, por ejemplo).
Como los grutescos de la Catedral, están finamente tallados, tienen poco relieve y
presentan escasa densidad, es decir, poco abigarramiento.
26. Incluyendo el grosor de los muros, la capilla mediría 13 mecros de longirud por 7 ,9 de anchura.
LION BUSTILLO, Francisco Javier. Excavaciones arqueológicas en el Colegio de Santa Cru2 de Cañizal
(Sala.manca). En l Congreso de Historia tk SalamaMa. Salamanca, L992, como ll, pp. 263 y 265.
27. Asimismo, en las excavaciones previas a la conscrucci6n del Conservatorio aparecieron dos ba-
sas de arenisca semici rculares en el muro norte, lo que confirma la existencia de dos eramos, más el coro y
cribuna a los pies. También se descubrieron rescos de un suelo formado por pizarras circulares combinadas
con areniscas cruciformes, que producen un efecco de bicromía. Noca 25, pág. 263.
En este arco iría un rico retablo de pintura provisto de guardapolvo, con la his-
toria de la Pasión, desde el Prendimiento hasta la Resurrección; además poseía eres
esculturas de bulto: un crucifijo que presidía -en consonancia con la advocación del
Colegio-, una imagen de Nuestra Señora y un San Juan, según los inventarios que
se conservan desde 1539. También a través de ellos podemos conocer que la capi-
lla tenía tribuna y coro, seguramente a los pies. Cerraba el espacio del alear mayor
una verja de hierro culminada por un crucifijo. Además había un "altar baxo" pre-
sidido por un retablo con la imagen de Nuestra Señora y en las puercas dos imá-
genes de Sanca Catalina y Santa Inés, y otro retablo más "de pincel" debajo de la
tribuna dedicado a Sama Elena "y otras imágenes"28.
Terminada la capilla y después de haber muerco canco el fundador como Juan
de Alava, todavía continuaban las obras. En 1541 -según carta que remire don
Diego Maldonado, canónigo de Toledo y antiguo camarero del arzobispo Fonseca,
al reccor Juan Fernández y a los colegiales- se estaban haciendo las paredes de la
huerta. Como "dexaron la calle muy llena de tierra y piedras", Diego Maldonado,
apelando a la buena vecindad, les ruega "lo manden limpiar y sy oviere algo de la
calle desenpedrada, que lo enpiedren, pues yo lo enpedré codo a mi costa". Así de-
bió hacerse, pues "se pagaron a un enpedrador por enpedrar las casas nuevas, pa-
tios e porcales y ~ierca parce en las espaldas del colegio" 2.066 aravedís.29.
28. lnvenrarios de 1539 y 1606. A.U.Sa., leg. 2421 , ff. 3v., 36r. y 277r. También, legs. 2426, fol.
33r., y 24 37, fol. 51r. También había una arquita de reliquias bajo una de las imágenes de la Virgen. Las
pinturas de: la capilla se recocaron en 1697.
29. No consta fecha. A.U.Sa., leg. 2421, fol. t6v.
30. En 1767 se sacó uo liStado de rodos escos vítores. Uno de ellos, por ejemplo, era el de don Pe-
dro Vi llegas, que formó parte del Consejo de Castilla, pintado en 17 52. A.U .Sa., leg. 2437, fol. 50v. y lcgs.
2420 y 2535 bis.
31. Noca 25, pp. 262-263.
32. A.U.Sa. leg. 2427, fol. 51 r. Se rcaliia una reforma importante en el corredor entre l 593 y 1594,
ya que el Colegio se ve obligado a tomar un censo de 42.000 maravedís en favor del convento de Sancri
Spíritus para afronta.r esta obra que, según la información recibida, había sido tasada en más de L.000 re-
ales (A.U.Sa., leg. 2419, ff. 240r.-255v.). Poco debió durar el arreglo, pues en 1619 se señala que "los co-
rredores que salen al corral están muy maltratados de suerte que están para caerse de lo qua! se seguiría a
este Colegio muy grandes gastos". Aunque se acuerda arreglarlos junto a todos los rejados de esca parte, se
vuelven a realizar reparaciones en este corredor y en las escancias inmediatas en 1622 -entre ellas las letri-
nas- a cargo del carpintero Martín González y del albañil Alonso de Aguilar. A. U.Sa., lcgs. 2423, fol. 14v.;
y 2421, ff. 236v. y 240v. A.H.P.Sa., prot. 2975, ff. 1670r.- 167lv.
33. La descripción más completa que hemos encontrado procede de un inventario de 1600, donde
se dice cexrualmence: "Este collegio, la capilla con sacrescía, el azaguán de la puerca principal, dos aposen-
tos en el quarto de la capilla altos con su recámara entrambos, y en correspondencia, abajo, el coro, con sus
asientos de madera, el general con su cachcdra y assientos alrededor de pino. Otro aposento con su recá-
mara y debajo la despensa, dos aposencos adonde ay eres tinajas, dos de agua y una de vino, un arca sin cu-
bierta, unas valan~as de pino con cordeles de cáñamo sin lo demás del peso para pesar el pan. Más a la ca-
lle principal, la sala rectoral con otros aposemos sobre el a\3guán. La c~ina baja con su chimenea y ocro
apost>nto junto con ella. Enzima el reficorio, y otro aposento de familiares, un corredor que sale a la guecca
con su vcncana sobre la puerca falsa y debajo el aposenco del ama, un aposento bajo y otro alto. La guerra
con su puerta al collegio y ocro a la calle de las casas de Maldonado llega al arroyo de Sane Francisco:·
A.U.Sa., leg. 2421, fol. 278 r. y v. Hay referencias a estas mismas dependencias, especialmente por refor-
mas realizadas en las mismas, en diferentes legajos: 2427, ff. 38r., 47v. y 5 1r.; 24n, fol. 14v.; ere. En 1663
el Colegio de Cañi zares inició un p leico contra el Convento de las Agustinas, porque al proseguir éstas la
obra de su edificio le quitaban la luz a estos cuartos y a la capilla (A.U.Sa., leg. 2425, fol. 69r. y v.)
34. A.U.Sa., leg. 2427, fol. 5lr.
35. Nota 25, pág. 263. Lión Bustillo señala erróneamente que e l acceso principal al Colegio se ha-
ría a través de la escancia contigua al zaguán. Id., pág. 266.
36. Se acordó construirla para poder recoger y guardar en ella el trigo y otros frutos que tenía el Co-
legio de sus rencas, pues el tenerlos fuera de su casa les ocasionaba mayores gastos. Su construcción servi-
ría también para reparar un cuarto que según los alarifes estaba a punco de venirse abajo (en 1602 ya hubo
necesidad de realizar en él grandes reparos -A.U.Sa., leg. 2421, ff. 164v.- 165r.). Declararon sobre su nece-
sidad Gerónimo González, maestro de cantería, el alarife Cristóbal Marrín y Francisco G6mez, carpintero,
y calcularon su coste en 1.500 reales, cuyo gaseo fue autorizado por el maestrescuela. Se trabajó en esta obra
desde julio de 1652 a marzo de 1653. A.U.Sa., leg. 2425, IT. 14v., l 5r., l6v. y 19r.
Sobre el zaguán estaba la sala reccoral con su cuarco de estudio que se extendía
hasta la capilla, ocupando parte del lienzo oriental que da a la calle Cañizal. Es de
suponer que esca sala fuese la más digna del colegio después de la capilla. Estaba
toda esterada en invierno y su mobiliario se fue enriqueciendo con los años, espe-
cialmente en el siglo XVIII. Siempre debió tener una silla de ceremonia y el re-
trato g rande del fundador sin marco, que se adecentaron notablemente en 1769;
se puso al cuadro un marco callado y dorado y un dosel de damasco verde, y se fo-
rró la silla de terciopelo verde y galones dorados con las armas del colegio bordadas
en el respaldo, a la vez que se renovaban las tres cort inas de las ventanas, pocúendo
ot ras también verdes con pabellones dorados. En 1777 había también en la habi-
tación un brasero con caja de nogal , adquirido en 1729, un bufece grande de no-
gal con barrotes de hierro que se compró en 1738, otro bufece igual más pequeño
de 1769, docena y media de sillas de nogal nuevas forradas en damasco de lana
verde -como las cortinas- con fu ndas de cabrecilla, que se compraron en 1772 y
1774 y una docena de sillas de baqueta viejas37 .
El ala occidental del pario escaría ocupada por otras habitaciones, las precisas
para acomodar individualmente a cada uno de sus colegiales, como mandaban las
conscicuciones. Iban enlucidas y su mobiliario escaba constituido fundamen-
calmence por mesas con sus bancos y estanterías para concener algunos libros38,
además de los jergones con los colchones. Q uizá también se enconcraban en esta
zona del edificio el llamado "aposento de la campana" -con una alcoba y provisto
de ventana que se abrió en 1653- y la librería, que no tenía más de treinta libros39.
La escalera principal que comunicaba las dos plantas era sencilla, de madera, aun-
que ignoramos su ubicación40.
Lógicamente el colegio d isponía también de necesarias o letrinas y caballe-
riza41 . Concaba además con una extensa huerta que llegaba hasca el arroyo de Sao
Francisco, con una puerca hacia el exterior; al menos en parce se había acondicio-
nado formando una especie de jardín para recreo de los colegiales. Allí se planea-
ron rosales, alguna parra, ecc.42. En la huerta, muy cerca de la puerca falsa, en un
patinillo había un pozo43. El terreno escaba cercado por tapias, que en 1651 se ele-
37. A.U.Sa., legs. 24 18, fol. 141 r.¡ 2427, ff. 24r. y l l 6v.; 2435 y 2435 bis, recibos de los gascos.
Aunque según el libro de capillas parece que se acordó hacer estos arreg los en 1770, en realidad los pagos
efectuados por esros conceptos, bastante elevados, llevan fecha de 1769.
38. A.U.Sa., leg. 242 1, fol. 48v. (Visita de don Juan Bautista de úbnado, chantre de SaLunanCll, en
1552).
39. A.U.Sa. , legs. 2425, fol. 20r. y v.; 2421, ff. 36r. y v. y 38r.; y 2418. ff. 141v.-142r.
40. Se reparó completamente en 1765, gracias al d1nero que obtuvo el Colegio de la venta de una
parte de su huerta. A.U.Sa., legs. 2435 bis, recibos y 2427, ff. l08v.-109r.
41. A.U.Sa., leg. 242 1, ff. 240v. y 267v.
4 2. A.U.Sa.. lcg. 243 5, recibos.
43. A.U.Sa., legs. 2'1 21, fol. 233r.; 2437, fol. 5lv.; 2427, fol. 51r. y 24 35. recibos.
varon para evitar "registros", y también para poder jugar a la pelota, "por ser un
juego tan l i~ ito y dél no seguirse perxuicio alguno"44.
Angeles, Pan y Carbón, San Millán, Cañizares y Monte Olivece, que se rarificó en
170349, y hay un nuevo intento de unión de cinco Colegios en uno solo bajo la ti-
tularidad de Nuestra Señora y San Millán en l 74Pº.
Anee esta situación económica, las únicas obras que puede permitirse el Cole-
gio de Cañizares son las imprescindibles para mancener el inmueble, aunque siem-
pre a costa de dejar vacantes algunas becas) 1. La mayor parce de las veces se refieren
a reparaciones de los cejados, o diversas obras de albañilería. Se acusan ya a finales
del siglo XVJ52, y son frecuentes también las referencias en el XVIIH. Así, por
ejemplo, en 1621 fue necesario hacer una reparación más profunda, pues según se-
ñala el rector en la capilla del 5 de agosto, "el colegio se está cayendo por muchas
parres y es for~oso repararlo porque no acabe de caerse". Se procura reunir el dinero
necesario para arreglarlo recurriendo a codos los medios, por el riesgo que suponía
vivir en una casa en cal escado)4. Unos veinte años después, la mag nitud de las go-
teras amenazaba con hundir los techos, y se ve necesario y urgente "gasear mucho"
para hacer una buena reparación de los cejados, pues de lo contrario nunca podían
quedar bien. Realizó esta obra el albañil Cristóbal Martín, sirviéndose de los ma-
teriales de una casa del Colegio que se derribó ante la falta de otros recursos55. En-
tre 1652 y 53 ya señalamos que se construye la panera y se reforma el cuarto de la
campana, entre ocras cosas, y en 1683 se cuvo que ir cada colegial a su casa para
que el Colegio pudiera desempeñarse por las obras realizadas en el cuarco reccoral,
en el aposento de la campana y en codos los cejados del colegio56. En 1700 se hizo
un cuarto nuevo y para ayudar a costear las obras pujaron por él los colegiales que
querían ocuparloH. En suma, hasta 1780 los libros de capillas y los de cuencas no
reflejan en la mayoría de los casos más que reparos menores que carecen de tras-
cendencia -pequeños arreglos en cejados o en los suelos, paredes o techos de la des-
pensa, cocina, panera, refeccorio, cuartos, etc.- y que, a juzgar por los materiales
49. A.H .P.Sa., proc. 5404, fí. 1188 y ss.; proc. 5407, ff. 873 y ss.
50. En este año los Colegios que intencan unirst" son t-1 dt- los Angdes, Pan y Carbón, San Millán,
Cañizares y Sanro Tomás. A.H.P.Sa., prm. 5808, ff. 56r.·61v.: A.U.Sa., leg. 2427, fol. 141 r. En años pos·
teriorcs el ConS4!jo de Casrilla llegó a rratar S4!riamenre la unión que deseaban los Colt-gios Menores, pero
el maestrescuela se encargó de que no prosperase. Nota 2, pág. 32.
51. .A.U.Sa., leg. 2426, fol. 102r.
52. .A.U.Sa., leg. 2421, ff. 86r. y ss. y 158r. y ss., 175r. y ss., 236v y ss., ecc. Hay numerosas noti-
cias de reparos menores a lo largo de todo el legajo, aunque muchas veces ni siquiera especifican donde se
realizan. También recibos sueltos en A.U.Sa., legs. 2434 bis, 2422, fí. 62r. y 87v.; y 2419, fol. 90.
H. En 1643 se hacen diversos reparos en el colegio por el mal!Stro de cantería Francisco Gonúlez
que se escricuran anee notario. A.H .P.Sa., proc. 3906, ff. 416r.-41 7v.; A.U.Sa., legs. 2421, fol. 226v. y
2426, ff. ! Ir. y l 7r.
54. .A.U.Sa., leg. 2423, fol. 30r. y v. Emplean hasta el dinero de alguna dispensa de colegial. Según
cuatro oficiales llamados para exarnin:arla, la obra podía ascender a 1.000 reales y apenas cenían 600.
55. A.U.Sa, leg. 2424, ff. 93v.-94r. A pesar de ello, tanto ames como después de esca obra siguen
apareciendo cominuamenre referencias a pagos realizados por reparar los cejados.
56. A.U.Sa., legs. 2425, ff. 14v.- l 5r., 16v. y 20r.; 2426, fol. 33.
57. .A.U.Sa., lcgs. 2426, fol. 62v. y 63v.-64r., y 2437, fol. 60.
utilizados -ladrillo, arena y barro, cal, tablas-, dejan advertir la escasa calidad de la
mayor parre de la construcción5B.
Lo único que cabe reseñar, por la relevancia que le dió también el Colegio, fue
una pequeña reforma urban ística: la incorporación para su uso del pequeño calle-
jón que terminaba en su puerta falsa, y mediaba encre sus posesiones y el convento
de las Agustinas descalzas59. En esta calleja se habían producido algunos robos al
amparo de la oscuridad y daba cierro temor a los transeunces, pero además impe-
día al Colegio el uso de su p uerta accesoria, por la g ran inm undicia que se arrojaba
a ella aprovechando su situación apartada. En 1724 el Coleg io de Cañizares soli-
citó permiso del Ayuncamienco para cerrar el callejón, poniendo en el extremo una
puerca. Tras un informe favorable, le fue después denegado por la oposición del
marqués de Cardeñosa60, con quien había mancenido un pleito cuatro años anees
el Colegio de Cañizares al oponerse a varias obras que aquel estaba realizando en
aquella parte de su casa que caía frente a su edificio, como se refleja con detalle en
los dos planos que se levancaron con este motivo6 1• Volvió a insistir el Colegio en
su solicitud en mayo de 1726 y se le autorizó, por fin, a cerrar la calle de esquina
a esquina y a usada en su provecho con la condición de que se indicase sobre la
puerta que era calle pública. D e "gran triunfo" califica esta g racia el Colegio, aun-
que todavía hubo sus más y sus menos por una cruz que también pusieron y fue
interpretada pot la Ciudad como un intento de apropiarse el terreno. Se aprovechó
la ocasión para hacer una nueva carbonera, un albañal desde la cocina y reparar la
escalera que conducía a la huerta, encre otras cosas62. Se ocupó de ejecutar todo esto
el cantero Domingo Franco con su compañía, pero el coste no superó los 350 rea-
les63. El portalón que se construyó en el lugar, de arco rebajado, todavía se podía
ver antes de la edificación del Conservatorio.
58. A.U.Sa., legs. 2427, ff. 38r. y 47v.; 2426, ff. 99r. y 123r.; 2435 y 2435 bis, recibos. Las can-
tidades pagadas por estos conceptos, canco en materiales como en jornales, rara vez superan los doscien-
tos reales.
59. En 1663, cuando las Agusrinas descalzas tiraron dos casas de su propiedad que estaban en la ca-
lle de los Moros (o Cañizal) para proseguir su obra, el Colegio trató de impedírselo porque quitaría la luz
de sus cuarros y de la capilla, y les puso pleito amparándose en que p retend ían incorporar la calle que me-
diaba ent re ambas posesiones. A.U.Sa., leg. 2425, fol. 69r. y v. Ángela Mad rusa alude a la obra pero no
reseña nada relativo a esta oposición del Colegio Cañizal. MADR UGA REAL, Angcla. /!.rquittet11ra barroca
salmantina. Las /!.g11s1inaJ de Momerrey. Salamanca: C-.entro de Estudios Salmancinos, 1983, pág. l 16.
60. Archivo Municipal de Salamanca (A.M.Sa.), Libro Consistorial (L.C.) de 1724, ff. 95v.-96r. y
105r. y v. Sobre el cierre de callejas públicas, cfr. nota 16, pp. l27-L28.
61. Fueron realizados por Joaquín de Churriguera y Domingo D iez, llamados por las autoridades
para realizar la visea de ojos, a la que se oponía el Colegio. A.H.P.Sa., prot. 3597, ff. 548 y ss. A.U.Sa., leg.
2427, fol. 25v. Sobre escas cuestiones de medianías, cfr. noca 16, pp. 276-277.
62. A.M.Sa., L.C. de L726, ff. S l r. y v., 95v.-96r. A.U.Sa., leg. 2427, ff. 37v.; 50r.-5lr. y 2l4 t. y v.
El g rueso de las obras, sin embargo, parece que se retrasó hasta la primavera si-
guiente. El 26 mayo de 1734, el rector solicita permiso del Ayuntamiento para sa-
car los cimientos de la fachada principal que se estaba ejecutando dos pies más de lo
que tenía la ancigua, para su mayor seguridad y "por ser sitio que se halla en posi-
tura de que ahora ni en otro tiempo puedan pasar coches, carros nj aún caballerizas
por no tener salida en la parte correspondiente", dado que sólo servía de paso para la
alberca. Despúes del informe de su carpintero, Banolomé de Coca, la Ciudad dió su
aucorización considerando que quedaría "más hermosa la pared y sin imperfec-
ci6n"67. En esca fecha, por canco, todavía no se había empezado a levantar la fachada.
Según el libro de cuencas de estos años, los maestros que declararon y recono-
cieron que era precisa la obra fueron los mismos que formaron su traza y, después
de construida, juzgaron que estaba bien realizada68. Por consiguiente el diseño de
esca fachada corresponde a Domingo Díez y a Francisco Estrada. Ambos maestros
escán muy unidos a la actividad de los Churriguera. Domingo Díez, de unos 77
años, era desde 1718 aparejador del Colegio de Calatrava y quien llevará todo el
peso de la construcción una vez muerco Joaquín de Churriguera69. Francisco Es-
trada era un arquicecco mucho más joven , pues contaba entonces con unos 30 años.
Desde los 26 era aparejador de la obra de la plaza mayor, a las órdenes de Alberto
de Churriguera, y posteriormente llegó a alcanzar cierto prestigio en la ciudad70.
la ejecución corrió a cargo de un maestro de cantería, que posiblemente fue
Antonio Sexto. El mjsmo abrió el escudo sobre la ventana del balcón, realizó un
socalzo en la pared de la panera, situada a mano izquierda de la entrada, y reparó
el arco grande del zaguán. Por codo su trabajo recibió 2.704 reales. Aparee se com-
praron los materiales: piedra cosca para los cimientos de la pared y los zócalos, pie-
dra franca, bien labrada, para la porcada, pizarra para el piso del balcón, cal y arena.
Otros maestros se ocuparon de los trabajos correspondientes a albañilería, carpin-
tería y rejería -un balcón, la reja para la ventana que da a la calle Cañizal y los he-
rrajes de las puercas. El coste total de esca reforma ascend ió a casi 12.000 reales71
-incluido el refresco con que se celebró su conclusión-, que parece que se prolongó
hasta mediados de l 7 37.
La fachada se organiza en dos cuerpos, separados por una cornisa. En el pri-
mero, se abre una puerca de formas mixtilíneas remarcadas por un grueso bocelón.
Escá flanqueada por dos pilascras cajeadas y sobre ella, colgando de la cornisa se
dispone una placa recortada recubierta con minuciosa decoración de hojarasca y
guardamallecas.
En el segundo cuerpo el paño central se estrecha para disponer a los lados dos
volutas de fuerte plasticidad terminadas en cejas escarpadas y sobremontadas por
florones que se prolongan en un g rueso placado de formas quebradas flanqueando
las pilastras que sostienen el frontón triangular en que remara la portada, de líneas
muy enérgicas y salientesn. Culmina aquel una especie de acrótera con cartela ve-
getal en el centro y sendos pináculos de arqueta en la prolongación de las pilas-
tras, que vuelven a flanquear volutas de talla vegetal.
Este segundo cuerpo está ocupado casi por completo por un balcón enrasado,
cuyo marco dibuja orejeras y una pequeña curvatura en el centro donde se coloca
una cabeza de querubín, motivo que aparece en varios edificios salmantinos y en
concreto en la ventana camarín de Santa María de los Caballeros, obra documen-
tada de Francisco Estrada73. Más arriba, rompiendo el frontón, se dispone el escudo
del Colegio, labrado en una única pieza bajo la que está grabado el año del co-
mienzo de la obra. En los cuarteles segundo y cuarto aparecen representadas las ar-
mas de don juan de Cañizares, a quien se debe también el sombrero que timb ra el
escudo y las borlas episcopales propias de su condición, pero las correspondientes
a los cuarteles primero y tercero pensamos que son las de doña Isabel de Ribas,
fundadora del Colegio de Santa Cruz de San Adrián que se unió al de Cañizares en
1624. Entre los acuerdos de la unión se dice que el Colegio se llamará de Sanca
Cruz de Cafiizares, pero q ue se habrían "de confund ir las armas de los sellos ha-
ciendo de entrambas armas unas, y nos convenimos en que no se use más de sola-
mente de las armas del collegio de Santa Cruz de Cañi~ares sin poner otras en parte
alguna, sino que se entienda que se conserva la memoria de la señora doña Ysabel
de Ribas"74. El escudo está bordeado por motivos vegetales, que sin embargo no
72. Este tipo de volutas se emplean en la porcería del cercano Colegio de Jos J csuftas realizada por
J erónimo García de Quiñones, qui! asimismo empica un grueso placado de conroroo, exagerando uno de
los motivos caracrerfscicos de su padre. RODRfGUEZ G. DE CEBALLOS, Alfonso. Es111dios dtl Barroco
Salmantmo. El Coltgio Rtal de la Compaiifa dtjtJIÍJ ( 1617-1779). Salamanca: Cenero de Esrudios Salmanti-
nos, 1985, pág. 13 L.
73. HERNÁ NDEZ MARTÍN, María Jesús. Capil/aJ camarfn tn la prwinna de Salamanca. Sala-
manca: D iputación, 1991 , pag. 55. Este morivo aparece en las puerras de muchos edificios salmaminos,
como en el convemo de Sa nra Clara, la hospedería del Colegio Fonscca, la porrada del Seminario Conciliar
en el Colegio real de los Jesuitas, etc.
74. A.U.Sa., leg. 2423, fol. 67r. Por orra parte, ~ras umas - una cruz floreteada y un castillo- son
las que aparecen en el escudo de don Diego Maldonado callado en su casa de La ronda de San Benito y en
FIGURA 9. Vise.a del Colegio hacia la calle Cañizal ames de la resraucación. Se aprecia la puerca
con que se cerró el callejón.
alcanzan el resalte y vigor dado a todos los elementos arquitectónicos, que son los
que dominan realmenre en esra fachada proporcionándole su fuerza plástica y su
barroquismo.
Toda la disposición tiende a enfatizar la verticalidad recordando, a pesar de sus
claras diferencias, el mismo efecto que produce la fachada de San Sebasrián, cons-
truida poco antes por Alberto de Churriguera, de quien proceden también muchos
de los elementos utilizados. El conjunto se completa por una cornisa en forma de
gola o buche de paloma que remata codo el edificio acentuando su terminación.
El resto del edificio presenta una sencilla construcción de mampostería que en
su día iría revocada, como aparece tras la restauración. La sillería sólo vuelve a apa-
recer en los marcos de las ventanas y en la línea de imposta que marca la división
de las dos plantas. La distribución de los vanos responde a un criterio más funcio-
nal que estético, y por ello carece de regularidad. Había una sola ventana hacia la
la capi lla del Colegio del arzobispo Fonseca, de quien fue mayordomo, en relación con su segundo apellido,
que era Ribas, como ha sido señalado por ÁLVAREZ VILLAR, Julián. De heráldica Ja/111ami11a. HiJtoria de
la ciudad m el arte de sus blasones. Salamanca, 1966. Sin embargo, diferimos de la opinión de esre autor que,
eo el caso del Colegio de Cañizares (Heráldica 1111iversi1aria sal111at11i11a. Salamanca: Universidad, 1994,
p:íg. 77), interpreta esras armas como las del obispo don José Sancho Granado, pues aunc¡ue la reforma se
realizase en.su tiempo no tuvo ninguna intervención en la misma que jusrificase esce honor, y tampoco co-
rresponden a sus apellidos, y sí a los de Doña Isabel de Ribas.
calle Cañizal, que se convertirá en balcón a finales del siglo XVIIF~ y cuatro más
en la fachada que da a Tahonas Viejas, dos en la planta baja con rejas y otras dos
en la alta junto a un pequeño ventanuco.
and Antonio Román, among sorne others. ln a second part, che pieces chemsel-
ves are scudied: on a cechnical card, measures, haJlmarks and chronology are puc
clown. Then a descripcion of che piece of work is given, poincing ouc formal
characceriscics, hallmarks, scyle and relacionship co ocher pieces. Among chem,
che monscrance of Vinuesa deserves co be especially mencioned, for ir fits in a
characteriscic monscrance pattern of Salamanca. Ocber srudious had formerly
been devored ro chis same copie, Salamanca silversmiching, such as Manuel Pé-
rez Hemández or Mónica Seguí.
l. Orfebrtría religiosa tri la DióroiJ de Salamanca. Siglos XV-XIX, Salamanca, Dipucación de Sala-
manca, 1990; La congregación de plateros de Salamanca (aproximación a la pla1erfa salmantina a través del ar-
chivo de la cofradía J el punzón de s11J artfjices), Salamanca, Cenero de Estudios Salmantinos, 1990; "Marca-
dores y contrastes salmantinos (Siglos XVI al XlX)", en Sala111a11UJ, Revi11a Prwincial de &111dios, 1987.
Salamanca, Diputación, 165-199 y "Nuevas aportaciones sobre la conerastía en Salamanca", en Salamanc11,
ReviJta Provincial de EJ111dios, Salamanca, Diputación, 1990, 15 7- 166.
2. La platería 11a//iJolt1ana J su dif11sión, Valladolid, lnsticuci6n Cultural Simancas, J 980.
3. La platería en la1 catedrales de Salamanca, Salamanca, Cenero de Estudios Salmaneinos, 1986.
4. La pla1ería rrligiosa tri F11tr1saúco y comarca, Zamora, Diputación de Zamora, 1987. Publican un
buen número de marcas salmantinas FERNÁNDEZ, A., MUNOA, R. y RABASCO, J., en E11cidofl'dia de
la plata ttpa17ola y virreinal americana, (2ª ed.), Madrid, 1985 , 196-203.
l. PLATEROS y MARCADORES
2. LASOBRAS
Este copón muestra base circular compuesta por peana saliente, zona de perfil
convexo y una tercera que lo tiene liso. El astil se apoya en un cuerpo cilíndrico,
sigue otro troncocónico y moldura saliente. El nudo es ajarronado y se une a la
copa por medio de un cuello interrumpido por varias molduras. La copa es ancha
y presenta tapa con varias zonas, alternándose perfiles convexos y rectos. Termina
en cupulilla y remate, sobre el que se elevaría una cruz que ha desaparecido. Es una
pieza lisa, sin decoración.
Presenta únicamente un marca personal, con lectura A º.S.Z, apreciándose cla-
ramente la p rimera y úlcima letra. Esta marca ha sido identificada con la que uti-
lizó el artífice Amonio Sánchez, activo entre 1642 y 1689. También aparece la
F1G. 1. Copón. Socillo dd Rincón (Soria). F1G. 2. CuscO<lia. Vinucsa (Som). Isn~cio
Amonio Sánchc.t ( 1642 y 1689) Monccro (1752)
F1G 3. Cuarco lunar. Cnsarejos (Sona). F1c.. 4. Cuarro lunar. Casarejos (Soria).
Juan .anz de Ve lasco (1759) Amonio Roclríguel Rincón ( 1759)
Pieza lisa, sin decoración. El único elemento que rompe la sobriedad de la obra
es una pequeña gloria de nubes (de plata sobredorada) que se instala en la parte
más ancha de la luna, donde aparecen las cabezas de dos ángeles.
Advertimos la presencia de tres marcas diferentes: una de las marcas corres-
ponde al autor, Juan Sanz de Velasco, y tiene lecruraJVAN/SANZ. Esce placero se
mantuvo activo entre 1746 y 1786.
La marca del contraste corresponde a Juan Ignacio Montero (59/MTRO), que
ocupó el cargo entre 1758-1781, aunque en esca ecapa utilizó varias marcas como
contrasteIS.
F1c. 5. V11Y.11eras y salvilla. San Leonardo F1c 6. Portapaz.. San Leonardo d e Yagüe
de Yasüe (Soria). Juan Sánchez Delgado y (Sorta) Juan José Perttra (1 817 -1818)
José Rodrísuez. <1798-1807)
20. Advercimos dC' su C'XtstC'ncia en "Platería", en RUBIO DE LA IGLESIA , (coord .), Sa11 úo11ardo
Jt Yagüt, historia y mlt11r11, Soria, Ayuntamiento dC' San Leonardo/Diputación dC' Scma, 1996, (237-250).
2 1. Archivo D10«Sano de El Burgo de <Xma; Libro de F~br1ca de San Leonardo de Yagüe, 1793-
1827. Reí. 404 30, sJ f
22. Noca 2 1.
l. INTRODUCCIÓN
2. TEMPERATURA MEDIA
T ABLA 1
TEMPERATURAS MEDlAS MENSUALES EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA AÑOS
E F M A My J JI Ag S O N 0 Año
T(Máx - Mín) 3.9 5,7 8,5 11,0 14.9 19,6 23,4 22,3 18,7 12,9 7,6 4,6 12,8
I! 15
t
! 10
o +-~-t-~-t-~t----1f-----t~-1-~-t-~-t-~-t-~-t---1
E F M A My J JI Ag S O N O
mes
TABLA 11
TEMPERATURAS MEDI AS MENSUALES POR DÉCADAS
D~cada E F M A My J JI Ag s o N D
1945 -1954 3,0 5,6 9,1 12.2 15,0 20,7 24,3 22,8 19,0 14,0 8,7 4,7
1955 - 1964 4,4 5,6 8,7 11 ,3 16,4 19,9 23,8 22,7 19,3 12,7 6,8 4,1
1965 - 1974 4,6 5,3 7,4 10,8 14,8 19,0 22,8 21 ,7 17,6 12,6 7,2 3,5
1975 - 1984 3.9 5.9 8,0 10,4 13,3 19,1 22,2 2 1,4 18,5 12,5 7,5 5, 1
1985 - 1994 3,6 6,3 9.3 10,2 15,2 19,4 23,7 23,0 18,9 12,8 8,0 5,5
TABLA Ill
TEMPERATURAS MEDIA DE CADA DÉCADA
TABLA rv
TEMPERATURAS MEDIAS ANUALES EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA ANOS
Año T media Año T media Año T media AJ\o T media Allo T media
1945 14,l 1955 13.9 1965 13, 1 1975 11,7 1985 13,0
1946 12, 1 1956 11,5 1966 12,9 1976 12,0 1986 12,7
1947 13,6 1957 12,7 1967 12,6 1977 12,2 1987 13,3
1948 14, l 1958 13,0 1968 13,0 1978 12,2 1988 12,7
1949 13,8 1959 13,2 1969 11 ,9 1979 12,3 1989 13,9
1950 13.6 1960 13,0 1970 12,4 1980 12,1 1990 13.5
1951 12,5 1961 13,8 1971 11 ,4 1981 12,9 1991 12,9
1952 12,8 1962 13,0 1972 11 ,7 1982 12,9 1992 12,8
1953 13,2 1963 12,6 1973 11 ,9 1983 12,8 1993 11,8
1954 12,6 1964 13.0 1974 11 ,9 1984 12,1 1994 13.4
15.0 . , . . . - - - - - -- - -- - - -- - -- - - - - - - ,
14.5
'I'" o.0017x> - o.ooe1x+ 13,822
14,0
--<>-- T. mecia
- - Lineal
- Pol. (W. 2)
11.S
11.0
'I = -0,012811 + 13,081
10,5
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3. TENDENCIA DE LA TEMPERATURA
Del examen de las tablas III y IV se extrae que la temperacura media sufre un
descenso hasca alcanzar el valor más bajo de la serie en 197 1 y posteriormente se
recupera aunque no se llegan a alcanzar los valores iniciales. En La figura 2 se han
representado los valores de la tabla IV. Posteriormente se ha buscado La tendencia
intentando ajustar La serie a una cecea y a un polinomio de segundo orden.
La aproximaci6n a una recta en dicha representaci6n , muestra una tendencia
descendente, lo cual conduce a una disminuci6n de la temperatura media anual,
superior a seis décimas, al cabo de los cincuenta años estudiados.
1- T.meda
- 5 per. meda m6tt (T. meda)
:i
14,5
14,0 .. .. . - -----..--r
13,5 1-
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F1G. 3. Temperatura medía anual y medias móviles de período cinco años.
E F M A My JI Ag S O N D
T Máx. 7,7 10,2 13,6 16,2 20,2 25,6 29,8 29,0 24,9 18,5 12,4 8,3
30
25
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j 10
o -+---+---t-+ -1 - - - t - + - - t - 1 -- t -- - t-
E F M A My J JI Ag S O N O
mes
Julio (29,8 ºC) y Agosto (29,0 °C) son los meses de mayor temperatura má-
xima media. Por el contrario los meses de Enero (7, 7 ºC) y Diciembre (8,3 ºC) mar-
can los mínimos mensuales a lo largo del año. En la figura 4 se presentan los va-
lores de la temperatura máxima media, poniéndose de manifiesto la gran diferencia
entre meses estivales y meses invernales.
TABLA VI
TEMPERATURAS MÁXIMAS MEDIAS ANUALES EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA
AÑOS
En 1972 se obtiene la menor temperatura máxima media, con 16,5 ºC. 1948
es el año coa mayor temperatura máxima media, con 20, 1 ºC. El promedio men-
sual por décadas es:
TABLA VII
PROMEDIO MENSUAL POR D~CADAS
(TEMPERATURA MÁXIMA MEDIA)
Década E F M A My J Jl Ag s o N D
1945 - 1954 7,0 10,3 14,5 17,9 20,l 27,3 31, 1 29,8 25,9 19,9 13,7 8 ,3
1955 - 1964 8,0 10,1 13,4 16,'.:i 21,8 25,4 29,7 29,2 25,2 18,2 11,6 8,0
1965 - 1974 8,0 9,6 12,5 16,l 20,2 25,0 29,'.:i 28,3 23,8 18,4 11,7 7, 1
1975 - 1984 7.8 lO,O 12,9 15,5 18,3 24,8 28,4 27,7 24,5 17 ,8 12,1 8,5
1985 - 1994 7,8 11,0 14,8 15,2 20,9 25,4 30,5 29,9 25,3 18, l 12,8 9,4
TABLA VIII
PROMEDIO ESTACIONAL POR DÉCADAS
TABLA IX
TEMPERATURA MÁXIMA MEDIA POR ESTACIONES EN LOS CINCUENTA AÑOS
ESTUDIADOS
TABl..A X
TEMPERATURA MÁXIMA MEDIA POR DÉCADAS EN LOS CINCUENTA AÑOS
ESTUDIADOS
O«ada 1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 1975 - 1984 1985 - 1994
18,8 18,1 17,5 17,3 18,4
TABLA XI
TEMPERATURAS MÍNIMAS MEDIAS EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA AÑOS
E F M A My J JI Ag S O N D
Tmín. -0,5 0,2 1,9 3,7 7,0 10,6 12,9 12,4 10,2 6,3 2,3 0,3
14 ...--~~~~~~~~~~~~~--,
12
10
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4
2
OX=.-.---1~-+--+---li---+-- --+~---+-->r
~ -'--~~~~~~~~~-~~~~~
E F M A ~ J ~ ~ S O N O
mu
F1G. 5. Temperatura mínima media mensual.
E F M A - J ~ ~ S O N D
Enero es el mes con mínimas medias más bajas pues no superan en media los
cero grados. Así mismo Febrero (0,2 ºC) y Diciembre (0,3 ºC) presentan tempera-
turas mínimas medias inferiores al grado Celsius. Julio y Agosto representan el
caso contrario, al superar los doce grados, concretamente 12,9 ºC y 12,4 ºC res-
pectivamente.
Febrero registró en 1956 una mínima media de -4,8 ºC. Por el contrario el año
1949 en el mes de Julio se obtiene la mínima media más alta de los cincuenta años
estudiados, 15,0 ºC.
En la tabla XII se presentan las temperaturas mínimas medias anuales. De su
análisis se extrae que 1973 (en Enero, Febrero, Marzo, Abril, Noviembre y Di-
ciembre no se superaron los 2 ºC de Tmío> resultó el año con más bajo valor, 4,2 ºC
y que 1955 (no cuvo ningún mes con Tmín por debajo de O °C), es el de temperatura
mínima media más alta, 7 ,2 °C.
TABLA XII
TEMPERATURAS MÍNIMAS MEDIAS ANUALES EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA
AÑOS
Tabla Xlll
PROMEDIO MENSUAL POR DÉCADAS
Década E F M A My J JI Ag s o N D
1945 - 1954 -1,2 -0,2 2,3 4,4 7,2 11,0 13,2 12,5 10,3 7,0 3,3 0,8
1955 - 1964 o.s 0,3 2,9 4,0 7,8 10,9 13,0 12,6 11,3 6,2 1,6 -0,1
1965 - 1974 -0,l 0,1 0,9 3,3 6,5 9,9 12,6 ll,8 9.2 5,8 1,9 -0,8
1975 - 1984 -0,7 0,6 1,4 3,3 6,0 10,2 11,9 11,9 9,7 5,9 1,9 0,8
1985 - 1994 -1,2 0,4 1,9 3,5 7.S 11,0 13,7 13, 1 10,7 6,7 2.8 1,0
Los meses de Enero de la primera y última décadas ofrecen los promedios más
bajos y, además, iguales. El valor más elevado corresponde al mes de Julio de la úl-
cima década.
Si se escudian las temperaturas mínimas medias por estaciones climáticas a tra-
vés de las cinco últimas décadas se obtiene la siguiente tabla.
Tabla XIV
PROMEDIO ESTACIONAL POR DÉCADAS, (TEMPERATURA MÍNIMA MEDIA)
TABLA XV
TEMPERATURA M1NJMA MEDIA POR ESTACIONES EN LOS CINCUENTA AÑOS
ESTUDIADOS
TABLA XVI
TEMPERATURA MÍNIMA MEDIA POR DÉCADAS EN LOS CINCUENTA AÑOS ESTU-
DIADOS
1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 1975 - 1984 1985 - 1991
5,9 5,9 5, l 5,2 5,9
Los valores resulcances son constantes (5,9 °C), salvo desde 1965 hasca 1984,
donde se aprecia un notable descenso.
La temperatura más alta que se produce a lo largo del año se localiza en los me-
ses de verano. En los cincuenta años estudiados los máximos anuales se registraron
en los meses siguientes:
TABLA XVII
MESES EN LOS QUE SE REGISTRA LA TEMPERATURA MÁXIMA ANUAL,
FRECUENCIA Y %
TABLA XVIII
MÁXlMA ABSOLUTA EN CADA UNA DE LAS CINCO D~CADAS ESTUDIADAS
La máxima absoluta en cada uno de los cincuenta años (1945 - 1994) se mues-
tra en la tabla XIX:
TABLA XlX
TEMPERATURAS MÁXIMAS ABSOLUTAS ANUALES EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA AÑOS
Año (mes) T máx. Año (ml.'s) T m:!x. Año (mes) T máx Año (mes) T máx. Año (mes) T máx .
1945 (JI) 38,4 1955 (Ag) 35,6 1965 (Ag) 37,0 1975 (Ag) 35,0 1985 (JI) 36,0
1946 (JI) 39,0 1956 (JI) 35.3 1966 (JI) 38,0 1976 (Ag) 35,6 1986 (JI) 36,0
1947 (JI) 39,8 1957 (Ag) 39.0 1967 (JI) 36,5 1977 (Ag) 32,6 1987 (Ag) 38,2
1948 (JI) 38,2 1958 (JI) 39,5 1968 (J) 38,0 1978 (JI) 35,5 1988 (S) 37,2
1949 (JI) 39,6 1959 (JI) 38,6 1969 (JI) 36,5 1979 (JI) 35,0 1989 (JI) 37,2
1950 (J) 38,6 1960 (JI) 36,0 1970 (JI) 34,2 1980 (Ag) 35,l 199001) 37,2
1951 (JI) 39,6 1961 (Ag) 34,5 197 1 (S) 33,6 198 1 O> 36,6 199 1 (Ag) 37 ,3
19)2 (Jl-Ag) 35,6 1962 (Ag) 36,0 1972 (JI) 33,4 1982 (JI) 35 ,5 1992 (JI) 36,8
195 3 (Ag) 36,6 1963 (JI) 35,0 1973 (JI) 35,6 1983 (JI) 34,0 1993 (JI) 38,2
1954 (JI) 38,3 1964 (JI) 36,0 1974 (JI) 35,4 1984 (JI) 36,0 1994 (Ag) 35,6
Los 39,8 °C de 1947 marcan el máximo de la serie mientras que los 32,6 ºC de
1977 son el mínimo.
l! 38
-- o - T. máldlTm a .
t 37 -Linea
l 38 - P d. (g. 2)
¡ 35
y= -0,0461x + ':IT;T':t!J
33
linómica de segundo orden. Así mismo se adivina una recuperación en las tem-
peraturas máximas absolutas anuales que se produce a parcir de mediados de los
años setenta.
La curva de la tendencia de las cemperacuras máximas absolutas anuales pre-
senta un mínimo hacia el año 1975. Al igual que ocurre con las cemperacuras me-
dias anuales, existen dos períodos de tendencias opuestas. En el primero, 1945 -
1975, la serie es descendente, con una pérdida de cuatro grados y medio. En el se-
gundo período, 1976 - 1994, se produce una recuperación térmica, (de casi dos
grados). que lleva a una pérdida final, al cabo de los cincuenta años, de casi dos
grados y medio.
Los valores absolutos máximos de temperatura alcanzados por cada mes son los
mostrados en la tabla XX. Todos los meses tienen valores superiores a los 15 °C.
Hay que destacar el carácter térmico excepcional del año 1947 pues en él cuatro
meses presentan el máximo de temperatura en la serie de cincuenca años.
En la figura 8 se presentan las temperaturas máximas absolutas mensuales.
TABLA XX
TEMPERATURAS MÁXIMAS ABSOLUTAS MENSUALES EN LA SERlE DE LOS
CINCUENTA AÑOS
E F M A My J JI Ag s o N o
TM 17,4 25.0 25,8 31,0 34,5 38,6 39.8 39.0 37,2 30,5 24,8 18,6
Año 1969 1960 1990 1947 1947 1950 1947 1957 1988 1946 1947 1994
<45
40 ···---
35 ..•
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1í 30
l 25
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20
15
10
E F M A My J JI Ag s o N o
,,..
F1c. 8. Temperaturas máximas absolutas mensuales.
TABV. XXJ
MESES EN LOS QUE SE REG ISTRA LA TEMPERATU RA M.ÍNIMA ANUAL,
FRECUENCIA Y %
Mes Frecuencia %
Enero 22 43
Febrero 10 20
Mano 4 8
Noviemb~ 2 4
Diciembre 13 25
TABV. XXII
MÍNIMA ABSOLUTA EN CADA UNA DE LAS CINCO DÉCADAS
ESTUDIADAS
Década 1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 1975 - 1984 198 5 - 1994
Año 1948 1963 1972 1983 1985
Mes Febrero Febrero Enero febrero Enero
Tm -16,2 -20,0 -13,0 -12,6 -10,6
La mínima absoluta en cada uno de los cincuenta años (1945 - 1994) se mues·
era en la tabla XXIII:
TABLA XXIII
TEMPERATURAS MÍNIMAS ABSOLUTAS ANUALES EN LA SERIE DE LOS
CINCUENTA AISJOS
Ai'io (mes) Tmix. Año (mes) Tmáx. Año (mes) Tmáx Año (mes) T máx. Año (mes) T mix.
1945 (E) - 10,9 1955 (M) -6,2 1965 (E-F) -8,0 1975 (D) -8,0 1985 (E) -10,6
1946 (E) -15,6 1956 (0) -10,6 1966 (0 ) -6,2 1976 (E) -7,2 1986 (F) -5,7
1947 (E) -10,0 1957 (E) -1 1,5 1967 {E) -9.6 1977 (M) -6,0 1987 (E) -7 .5
1948 (F) -16,2 1958 <E> -7,2 1968 (E) -7,4 1978 (F) -8,0 1988 (N) -8,0
1949 (D) -8,6 1959 (E) -5,5 1969 (D) -8.4 1979 (0 ) -6,2 1989 (E) -6,6
1950 (0 ) -10,0 1960 (E) -7,5 1970 (0) -9,0 1980 (0) -9.0 1990 (D) -7,2
1951 (E) -4,0 1961 (0) -6,5 197 1 (E) - 11, 1 1981 (E) -8,4 1991 (N) -7,1
1952 (E) -13,0 1962 (D) -10,2 1972 {E) - 13,0 1982 (M) -3.4 1992 (D) -9,5
L953(E) -7,9 1963 (F) -20,0 1973 (D) -7,2 1983 (F) -1 2,6 1993 (F) -9,4
1954 (F) - 10,2 1964 (F) -8,0 1974 (F) -5,5 1984 (M) -6,5 1994 (E) -7,6
-7LJIDJ~~~n
1:
-17
y= O,OBac- 10,524
-111
111\o
TABLA XXlV
TEMPERATURAS MÍNIMAS ABSOLUTAS MENSUALES EN LA SERIE DE LOS
CINCUENTA AÑOS
E F M A My J JI Ag S O N D
Tm -15,6 -20,0 -8,5 -5,5 -2,2 2,0 5,0 4,5 0,4 -4,7 -8,5 - 10,6
Año 1946 1963 1993 1975 1991 1962 1954 1974 1974 1974 1971 1956
-2 •.
i
i -7
E
• -12
-17
E F M A My J JI Ag S O N D
m..
TABLA XXV
RANGO DE TEMPERATURAS EN LA SERIE DE LOS CINCUENTA AÑOS
Año Rango Año Rango Año Rango Año Rango Año Rango
80 . . - - - -
El año con mayor rango es 1963 con 55,0 °C (ello es debido a la baja tem-
peratura mínima de ese año, -20,0 ºC). El caso contrario es 1977 con un rango de
38,6 ºC. El promedio de oscilaciones extremas anuales es 45,4 ºC.
En la figura 11 se representa el rango anual de temperaturas. El ajuste a una
recta de dicha serie muestra una tendencia claramente descendente. Este descenso
térmico se cuantifica en 5,7 ºCal término del período 1945 - 1994.
Estudiando la figura 11 y su tendencia, se concluye que los años son cada vez
más suaves, menos extremos. En la figura 12 se muestra, en un gráfico de colum-
nas, las desviaciones del rango respecco al rango medio al final de los cincuenta
años (44,5 °C). Destaca significativamente el año 1963 por ser el más extremo de
la serie. En las figuras 13 y 14 se han realizado g ráficos similares. Las desviaciones
son de la serie obtenida con el procedimiento de medias móviles de período 3 y 5
respectivamente. De esta forma se evitan peculiaridades de años concretos y puede
estudiarse más estrictamente la tendencia. La figura 14 muestra tres períodos di-
ferentes. En el primero, aproximadamente hasta 1973, la desviación es positiva,
años extremos. Desde 1973 hasta 1987 aproximadamente, aparece otra erapa de
años suaves. Se concluye la serie, hasta 1994, con otro período de años con rango
superior a la media, aunque sin llegar a las desviaciones de la primera etapa. En las
figuras 15, 16, 17, 18, 19 y 20, se analizan desviaciones en períodos de 30 años,
por ser éste el número de años aconsejado por la O. M. M.
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F1G . 13. Desviación anual del r.tngo de temperatura sobre medias móviles, período 3.
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Flc. 14. Desviació n anual del rango de temperatura sobre medias móviles, período 5.
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F1c. 15. Desviació n del rango de T, F1c. 16. Desviación sobre medias
1945 - 1974. móviles (3).
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F1G. 17. Desviación del rango de T, f1G. 18. Desviación sobre medías
1955 - 1984. móviles (3).
1)
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¡ 1; ªi § ; i
•
i 1! 1i ~
F1G . 19. Desviación del rango de T, F1G . 20. Desviación sobre medias
1965 - 1994. móvi.les (3).
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o
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l -<>-R. medo
E 25
B -A- R. mí!Dcimo
E F M A - J ~ ~ S O N O
mes
FrG. 21 . Rango mensual de temperaturas, medio y máximo.
TABLA XXVI
OSCILACIÓN EXTREMA MEDIA MENSUAL
E F M My J JI Ag S O N D
R 20,4 21,9 24,2 25,2 26,9 27,9 27,8 27,5 27,3 25,l 22,6 19,6
El rango máximo en la serie de los cincuenta años para cada mes se presenta
en la tabla XXVII, así como el año en que se produjo.
TABLA XXVII
OSCILACIÓN EXTREMA MENSUAL Y AÑO DE SU REGISTRO
E F M A My J JI Ag S O N D
RM 28,4 34,4 30,8 32,2 35,l 33,6 33,3 33,0 34,5 3 1,0 28,5 27 ,3
Año 1946 1948 1955 1970 1953 1968 1954 1946 1945 1956 1988 1985
D e los doce máximos, uno correspondiente a cada mes, de la t abla XXVII, seis
pertenecen a la primera década, que es, por canto la más extrema. La oscilación ex-
trema mensual máxima registrada en cada una de las cinco décadas estudiadas ha
sido la siguiente:
TABLA XXVIII
OSCILACIÓN EXTREMA MENSUAL POR DÉCADAS
Década E F M A My J JI Ag s o N D
1945 - 1954 28,4 34,4 29,7 30,0 35,l 31,9 33,3 33,0 34,5 30,0 27,8 22,5
1955 - 1964 25,0 3 1,8 30,8 30,2 29,2 31,6 32,2 32,2 3 1,9 31,0 23,9 24,6
1965 - 1974 25,6 24,8 29,6 32,2 32,0 33,6 30,0 30,5 32,7 28,8 28,l 21,2
1975 - 1984 23,3 28,1 29,4 30,9 30,8 32,2 30,3 29,4 31,4 29,6 27,8 23,5
1985 - 1994 22,3 25,4 30,l 31,8 32,7 31,4 32,6 32,9 34,2 27.8 28,5 27,3
TABLA XXIX
OSCILACIÓN EXTREMA EN CADA DÉCADA
Década 1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 1975 - 1984 1985 - 1994
Rango 56,0 59,5 51,0 49,2 48,8
Para concluir, y como noca curiosa, puede compararse el mayor rango en el pe-
ríodo 1945 - 1994 del O bservatorio de Matacán , (59,8 ºC) con la mayor oscilación
registrada en el planeta (datos hasta 1981) que es de 101,3 ºC. Dicho rango per-
tenece a la ci udad siberiana de Verkhoyansk, en donde las temperaturas máximas
llegan a alcanzar 31,5 ºC, mientras que las mínimas descienden hasta -69,8 ºC.
Medir las temperaturas en estas tres horas es importante pues ofrece una re-
ferencia del amanecer, punto medio y crepúsculo de cada día. La cemperacura me-
dia anual, correspondiente a cada una de escas horas es: a 7 horas: 7 ,O ºC, a 13 ho-
ras: 16,2 ºC, a 18 horas: 15,0 ºC.
La temperatura media anual a partir de las observaciones a las 7, 13 y 18 ho-
ras es 12,7 ºC, algo inferior a la media obtenida al hacer la media aritmética de má-
ximas y mínimas, cuyo valor es 12,8 ºC.
La temperatura media de cada mes, a las 7, 13 y 18 horas es la siguiente:
TABLA XXX
TEMPERATURA MEDIA MENSUAL A LAS 7, 13 Y 18 HORAS
E F M A My JI
) Ag s o N D
a 7 h. 0,9 1,4 2,8 4,9 8,9 13,0 15,0 13,7 ll,l 7,3 3,5 l,8
a 13 h. 6,l 8,4 l l,8 14,3 18,2 23,2 27,6 26,8 23,l 16,8 10,9 6,8
a 18 h. 4,8 7,4 11,013,6 l 7,5 22,7 27,4 26,5 21 ,6 14,5 8,5 5,l
La figura 22 presenta los valores térmicos medios en cada mes del año a las 7,
13 y 18 horas.
30 - -- - - - -·- -·------- - -
25
10 ·-·
F1G. 22.
M A ~ J
-~ ~ S O N
TABLA XXXl
TEMPERATURA MEDIA ANUAL A LAS 7, 13 Y 18 HOR AS
Año a 7 h. a 13 h. a 18 h. Año a 7 h. a 13 h. a 18 h.
1945 7,9 17,7 16,8 1970 6,2 16,2 14,9
1946 6,8 15,3 14,3 1971 5,8 15, l 13,3
1947 8,1 17,2 15,5 1972 6,4 15,1 13,5
1948 8,0 18,1 15,9 1973 5,4 16,3 14,0
1949 8,0 17,5 15,9 1974 5,9 15,6 14,1
1950 7,7 17,5 15,7 1975 6,0 15,5 13,9
195 1 7,6 15,6 14,2 1976 6,2 15,6 14,2
1952 7,5 16,2 14,2 1977 6,9 15,5 14,2
1953 6,9 17,2 15,6 1978 6,5 15,7 14,5
1954 6 ,7 16,3 14,8 1979 7,0 15,5 14,4
1955 8,5 17,4 15,9 1980 6,1 15,6 14,5
1956 6,0 15,2 13,4 1981 6,6 16,5 15,6
1957 7,0 16,5 14,7 1982 7,1 16,0 15,5
1958 7,5 16,6 14,9 1983 6.4 16,1 15,1
1959 8,3 16,2 14,9 1984 6,6 14,9 14,7
1960 8,0 16,l 14,9 1985 7 ,1 16,2 15,8
1961 8, 1 17,3 16,0 1986 6,9 15,6 15,5
1962 7,0 16,6 15,3 1987 7,9 16,l 15,8
1963 7,1 16,0 14,8 1988 6,9 15,8 15,2
1964 7,2 16,6 15,4 1989 8,0 16,9 16,8
1965 7,3 16,4 15,4 1990 7,7 16,4 16,3
1966 7,4 16,l 15,3 1991 6,9 16,l 15,7
1967 6,5 16,2 15, l 1992 6,8 15,9 15,9
1968 7,0 16,8 15,3 1993 6,5 14,6 14,5
1969 6,6 15,2 13,9 1994 7,4 16,5 16.3
ID Otono
9% lil Invierno
4E)OA,
11 Veraio
29%
D Primavera
16%
f1G . 23. Oul"'.tción de cada estación climatológica.
otoño climático cienen una escasa duración, ya que entre ambas estaciones sola-
mente ocupan eres meses al año. Por el contrario, canco el verano, y sobre codo el
invierno, son largos.
TABLA XXXJI
ESTIMACIÓN DE LA D URACIÓN Y LOCALIZACIÓN DE LAS ESTACIONES
En los cincuenta años estudiados, período 1945 - 1994 se han registrado 3633
días de helada, promediando 7 3 días al año.
TABLA XXXIII
NÚMERO DE DÍAS DE HELADA POR MES Y PROMEDIO MENSUAL, 1945 - 1994
E F M A My J JI Ag S o N D Año
Toral 886 689 488 215 27 o o o o 76 486 766 3633
Media 17,7 13,8 9,8 4,3 0,5 o.o o.o 0,0 º·º 1,5 9,7 15,3 72,7
La tabla XXXIV presenta el número de días con helada en los cincuenta años
analizados. El año con m ayor número de días de helada fue 1973 con 112, produ-
ciendose éstos en los meses de Enero, Febrero, Marzo, Abril, Octubre, Noviembre
y Diciembre. Tres años 1956, 1964 y el citado 1973 sobrepasaron las cien heladas
anuales.
En 1948 únicamente se produjeron 34 días de helada, menos de la mitad del
promedio anual. En dicho año se produjeron 9 heladas en Enero, 7 en Febrero, una
en Mayo, (nota curiosa que en el año con menor número de heladas se produzca
una en el mes en el que sólo ba habido días de helada en 17 de los cincuenta años
estudiados), 9 en Noviembre y 8 en Diciembre.
La tabla XXXV presenta el número total de días de helada por décadas. Tras
dos primeras décadas muy similares, en la tercera se experimenta un aumento sig-
nificativo, que posteriormente va disminuyendo en las dos décadas posteriores,
aunque continuado, el número de días de helada, por encima del ocurrido en los
dos primeros decenios.
TABLA XXXIV
NúMERO DE DÍAS DE HELADA ANUALES, 1945 - 1994
Año N" de días Allo N º de días Ai'lo N" de días Año N" de días Año N" de días
100
J eo
.,,
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20
! i ~ ! ~ ~ i ~ i i ! i 1~ ~
lfto
T ABLA XXXV
NÚMERO DE DíAS DE HELADA POR DÉCADAS, 1945 - 1994
Década 1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 19n - 19s4 1985 - 1994
Nv de días de helada 67S 680 795 763 720
TABLA XXXVI
NÚMERO DE DÍAS GLACIARES POR MES Y PROMEDIO MENSUAL, 1945 · 1994
E F M A My J JI Ag s o N o Año
Total 27 14 l o o o o o o o l 31 74
Media 0,5 0,3 o.o o.o o.o o.o 0,0 0,0 o.o 0,0 o.o 0,6 1.5
Los días g laciares sólo se han producido en los meses de Enero, Febrero, Ma.rzo,
N oviembre y Diciembre. Éste último mes es el que mayor promedio presenta, 0,6
días, seguido por Enero con 0,5.
Al igual que sucedía con los días de helada, Marzo y Noviembre resultan ser
dos meses muy similares respecto a número de d ías glaciares.
La tabla XXXVII presenta el número de días g laciares en los cincuenta años
analizados.
TABLA XXXVII
NÚMERO DE DfAS GLACIARES ANUALES, 1945 · 1994
Año N" de días Año N"~ días Año N" de días Afio N" dt días Año N" de días
1945 5 1955 o 1965 1 1975 6 1985 l
1946 3 1956 5 1966 o 1976 1 1986 o
1947 3 1957 5 1967 2 1977 o 1987 l
1948 l 1958 o 1968 o 1978 l 1988 2
1949 l 1959 o 1969 1 1979 o 1989 o
1950 l 1960 o 1970 l 1980 1 1990 l
1951 o 1961 L 1971 l 1981 o 1991 o
1952 l 1962 3 1972 3 1982 1 1992 3
1953 l 1963 5 1973 1 1983 2 1993 1
1954 5 1964 o 1974 3 1984 o 1994 o
El año con mayor número de días glaciares fue 1975 con 6 (codos ellos en Di-
ciembre). Tres años 1958, 1959 y 1960 constituyen el período temporal más largo
sin d ías glaciares. Coincide este trienio con preceder el bienio de mayor número de
días glaciares en años consecutivos: l O en 1956 - L95 7.
5 ........................- -
J,. ..
•
~ 3
-"o
F1c. 25. Número de días glaciares en el período 1945 - 1994.
TABLA XXXVIII
NÚ MERO DE DfAS GLACIARES POR D~CADAS, 1945 - 1994
Década 1945 - 1954 1955 - 1964 1965 - 1974 1975 - 1984 1985 - 1994
Nº de días glaciares 21 19 13 12 9
TABLA XXXIX
NÚMERO DE DÍAS DE BOCHORNO POR MES Y PROMEDIO MENSUAL, 1945 - 1994
E F M A My J JI Ag S O N D Afio
Total O o o o o 3 5 o o o o o 8
Media 0,0 o.o o.o o.o o.o 0, 1 0,1 º·º 0,0 o.o o.o o.o 0,2
TABLA XL
NÚMERO DE OÍAS DE BOCHORNO POR D~CADAS, 1945 - 1994
Década 1945 - 1954 19~5. 1964 1965. 1974 1975. 1984 198) . 1994
N" de días de bochorno 3 2 o o 3
Los días en los que la temperatura máxima supera los 25 °C se llaman días de
verano. Son frecuentes en los meses estivales, aunque en Matacán, en el período de
cincuenra años estudiado, se han registrado en codos los meses salvo en Enero, No-
viembre y Diciembre. En el período 1945 - 1994 ha habido 4784 días de verano,
resulcando 96 días al año en promedio.
TABLA XLI
NÚMERO DE OÍAS DE VERANO POR MES Y PROMEDIO MENSUAL, 1945 - 1994
E F M A My J JI Ag S O N o Allo
Julio es el mes con mayor número de días de verano, (1387), pues sólo eres
días, (en promedio), de dicho mes pueden no considerarse como de verano. Desta-
can los meses de Febrero y Marzo. El primero en el año 1960 y el segundo en 1965
y 1990 tuvieron días de verano.
La tabla XLII presenta el número de días de verano en los cincuenta años ana-
lizados.
T.-.av. XLII
NÚMERO DE DÍAS DE VERANO ANUALES, 1945 - 1994
Año N º de días Ailo N" de días Año N" de días Afio Nº de días Año N" de días
1945 117 1955 115 1965 105 1975 76 1985 111
1946 98 1956 77 1966 100 1976 82 1986 102
1947 112 1957 91 1967 84 1977 65 1987 98
1948 108 1958 93 1968 105 1978 83 1988 81
1949 108 1959 81 1969 71 1979 92 1989 111
1950 115 1960 92 1970 102 1980 89 1990 114
1951 91 1961 106 1971 73 1981 92 1991 107
1952 88 1962 119 1972 74 1982 88 1992 94
1953 110 1963 91 1973 94 1983 99 1993 85
1954 103 1964 118 1974 89 1984 87 1994 98
120
100
¡ 80
'
~ 60
<40 .. ..
afio
El año con mayor número de días de verano fue 1962 con 119, (33 % del año),
seguido de 1977.
En 1977 únicamente se produjeron 65 d ías de verano. Esce año está incluido
en un grupo, desde 1971 hasta 1982, en los cuales el número de días de verano
está por debajo de la media hallada para los cincuenta años y constituyen el mayor
grupo de años seguidos en los que esto ocurre.
La cabla XLIII presenta el número total de días de verano por décadas. La pri-
mera década marca el número máximo de días de helada, número que desciende
significativamenre para volver a recuperarse en la década 1985 - 1994.
TABLA XLIII
NÚMERO DE DÍAS DE VERANO POR D~CADAS, 1945 - 1994
15. CONCLUSIONES
16. BIBLIOGRAFÍA
CUADRO N" 1
Obwrvarorio Mtrcorológico de Maracán, Período 1945 • 1994
TEMPERATURAS MEDIAS MENSUALES
año E F M A My J JI Ag s o N o
1945 1,1 7,2 10,I 16,7 16,7 22,5 23.1 22, 1 20,4 14,9 9,2 ),)
1946 2.1 ).4 7,7 10,6 11,6 18,6 23.3 21,9 18,3 14,7 7,3 3,6
1947 3.2 S,7 9.2 13,5 15,4 22, l 25.6 23,0 18.9 13.9 9.7 2,8
1948 6,S 7 ,1 11,9 10,9 13,8 20,3 24.4 23,0 20,6 14,2 9.3 6,7
1949 3.6 6.6 7.9 14,7 14,8 21,0 25,6 25,4 18,8 14,2 7,9 4,9
19)0 3,0 6,7 9,6 11 ,8 15.0 21,7 25. l 22,8 19,6 14.9 10,4 2.9
19)1 4,4 4,5 7,8 11 ,4 12,0 20,4 24,4 2 1,6 19,2 11 ,7 7,8 5.3
19)2 2,2 5,0 10,9 11,4 16,8 2 1,2 22,6 2 1.3 16,0 14,I 7,6 4,6
19H 2.3 3,7 8,4 11,0 18,7 19.3 23,8 25,3 18,8 l l ,9 8,4 7,3
1954 l ,8 4,1 7,9 9.9 14,7 19,6 24,6 21,3 19.3 l 5,1 9, l 3.S
1955 7,4 5,7 7,0 14,2 18,4 20,0 24,6 24,7 19,0 12,6 7,2 6.3
1956 5,1 -0.2 7,7 9,7 l 5,2 18,8 22,7 2 1.4 17,8 12,2 5,1 2,2
19H 0,9 7,4 11 ,7 10,2 14,5 19,0 24,0 23,9 20,3 12,5 5,8 2,4
1958 4,7 7,3 7,9 10,5 16,4 18,4 23,1 22,7 20,8 12,3 6,2 6,0
1959 6,1 5,2 9.0 11,0 15,0 20,0 2),4 22,4 18,2 13,0 7. 1 5.9
1960 4,8 6,6 9.0 11 ,9 16,5 22,3 22,7 21,0 18,6 10,9 8,5 3.4
1961 3.5 9,2 11,6 12,5 l7,0 20,6 22,6 23,0 19,9 12,l 7,5 6,3
1962 5,2 4,8 7,7 11 ,0 15,6 21,0 23,5 23,8 20, I 14,8 5,1 2.9
1963 4,4 3,5 7.9 10,8 15.7 19,3 23,8 2 1,6 17,3 15,0 8,8 3.2
1964 2,3 6,0 7,7 11 ,3 19,8 19.9 25,2 22,7 21,0 11 ,4 6,9 2.3
1965 3.3 3.5 8,9 11 ,9 18,2 22,1 22.2 23,2 16,6 13,5 7,3 6,0
1966 7,5 8,1 7,6 10,8 16,9 17,2 23.4 22,7 20.6 11 ,4 5,0 3.8
1967 3,6 6,0 9.8 10,6 13.0 18,7 24.9 21,8 17,9 14,7 7,5 2,6
1968 4,0 5,9 7.4 11,l 14.3 21,5 23, l 22,0 17.7 15.9 8,8 4 ,8
1969 4,8 3.5 7.3 10,3 13,8 18,2 24,3 21,9 15,5 13,4 6,1 3.3
1970 6,6 5,6 6,3 11,3 15,1 19,l 22.3 20,8 19,9 11,2 10.1 0,9
1971 3,1 ),4 ),0 10,5 12,2 16,7 21,8 20,1 18,5 14,4 4.9 4.3
1972 2,8 5.4 8,1 10,4 13,4 185 21,9 19.9 15,4 11.3 8,4 4,3
1973 4.2 4,6 7,0 11,1 14,9 18,6 21,3 23,4 17,5 11 ,2 6,4 2,3
1974 5.9 5.2 6,9 9.6 15,9 19,2 22,8 21,4 16,5 9.3 7,6 2,9
1975 4,7 6,5 5.9 10,3 12.8 18,5 23.3 21,5 15.9 13.8 6.9 0,8
1976 1,2 6,1 8.2 9,5 16.9 21,5 22,1 20,9 15,7 10,5 5.4 5,6
1977 4,0 7.3 9.0 11,7 13,1 16.3 18,8 19,5 18,9 13,1 7,0 7,5
1978 3.1 6,5 8,6 9,1 12,6 16,5 22,9 22,4 19,0 l 1,8 7.0 7,2
1979 5.3 6,3 6,4 9,0 14,6 20.5 22,8 21,5 17,4 11 .7 6.4 5,6
1980 4,2 7,0 7,8 9,8 13,0 18,l 21,3 22,6 19,7 12,4 6,7 2,2
1981 2.4 4,5 10.1 10,0 13,4 21,0 22,6 22.4 18,8 13,4 9,3 6,7
1982 6,1 6,5 8,6 11.5 16,3 19,8 22,6 22,2 17,8 11 ,5 6.9 4,8
1983 3.4 4,3 9,8 9,2 11 ,5 20,4 22.3 20, l 23.6 13,9 10,8 4,6
1984 4.9 4,2 5.6 13,6 9,2 18,2 23,5 20.8 17,9 12,6 8.3 5,8
1985 2,2 7,7 6,9 11,6 13, I 19,9 24,l 22.1 21,9 14,8 6,6 5,3
1986 4,6 5,2 8,4 7,0 16.4 20,I 24,3 21,2 18,8 l4,2 7,1 4,8
1987 3,3 6,2 9,9 12,3 15,2 19.9 21,9 23.5 21,5 10,9 8,1 6,4
1988 6,5 6,0 8,9 10,7 13,9 16.8 21,8 22,7 18,9 14,0 9,0 2,6
1989 3,2 7,0 10,3 8,9 17,0 19,I 25,2 23,5 18,0 15,2 10,1 9,2
1990 3.7 9.4 10,4 9.8 15.6 21,1 24,5 23,7 20,7 12,8 6,9 2,8
1991 4,0 4.4 9,0 10,0 14,9 21,0 23.5 24,6 19,7 11 ,I 7,8 4,8
1992 1,4 5,9 9,1 11 ,9 17,6 16,3 24,5 23,0 18,4 11 , I 9.2 5,7
1993 2,6 5.2 8,3 9,7 13,5 19,3 22,8 22,6 15,3 9.8 6,4 6,6
1994 4,1 5.9 11.4 10.3 15,1 20,4 24,7 23,3 16,1 13,7 9.2 6,3
CUADRO N"2
Observatorio Meteorológ ico de Matacln, Período 194 5 - 1994
TEMPERATURA MÁXIMA MEDIA
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 4,1 l2,0 l 7.4 22,6 22,0 28,7 3 1,2 28,7 28,3 2 1,0 13,2 9,2
1946 5,8 10,4 11,8 14,4 15,6 28,6 32,l 29,6 26,6 20,9 12,4 6,5
1947 7,4 8,9 13,1 19.9 20,8 29,0 33,1 30.0 25,2 20,0 16,5 6,8
1948 9,9 12,8 18.0 16,7 18,0 27,7 31,6 30.2 28,0 20,7 16,6 10,4
1949 7,6 12,6 13,2 21,l 20,3 27,0 32.3 32,9 23,9 20,2 12,8 8,0
1950 8,3 11 .9 15,9 18,6 20,6 28.1 29,2 29,7 26,2 20,5 14,6 6,2
1951 7,3 7,7 12,1 16,8 16,7 26,0 30,1 27,7 26,0 17,0 11,1 9,7
1952 5,8 10,0 16,1 16,3 20,7 27,2 28.9 28,0 22,4 19,7 12,8 8,2
1953 7,5 8,4 15,4 16,9 25,0 24,7 30,5 32,7 25.0 16,9 14,2 11 ,5
1954 5.9 8.2 12.4 15.3 21,1 25,6 31.9 28, 1 26,9 21,8 13,0 6,8
1955 9.5 9.2 12,0 20,0 23,6 24,9 30,5 31,2 25 ,0 18,2 11,5 10,3
1956 8,2 4,4 12,5 14,0 20,2 25, 1 28,2 27,5 23.4 18,4 11 ,0 7,7
1957 4,9 11.3 l 7,2 15,7 19,2 24,6 29.3 30,7 26,3 18,8 11,2 5,5
1958 8.3 l 1,7 12,2 15,7 21,8 22,6 29,2 28,7 27,1 17.5 12,l 9,0
1959 9,6 10,8 12,7 16,1 19,8 25.6 3 1,3 28,2 22,6 17,7 11,2 9,0
1960 8,9 10,3 13,3 17.3 2 1,5 27,9 28,8 27,1 24,2 14,2 11,8 6,4
1961 6,6 15, I 18,2 17,4 22,4 25,9 28,4 29,5 25,7 16.9 11 ,6 9,9
1962 8.9 10,6 11,8 16,0 2 1,4 27,5 30.1 3 1, I 26,6 20,5 9.4 8,4
1963 8,2 6,9 12,5 16,I 2 1,8 24,7 30,5 28, 1 23,3 22,6 12,1 6,7
1964 7,3 10,5 11,6 16,6 26,0 25,6 30,5 29,6 27,7 17,2 13,8 6,8
1965 7.3 7,6 13.3 17,6 24,4 28,4 28,5 30,2 22,5 1.7,7 10,3 9.0
1966 9,9 11 ,3 13,3 15,0 23.5 23,7 30.0 29,5 27,6 15,2 9.4 7,8
1967 7,8 10,8 15,2 16,1 18,0 24,8 3 1,8 28,7 24,2 20,I 11,5 6,4
1968 9,8 9,5 11 ,8 15,7 20,1 28.3 29,9 28,4 23,4 22,9 12,9 7.8
1969 8.4 7,5 11 ,1 15,2 18,6 24,2 3 1,2 28,6 20,2 19,l 10,5 7,6
1970 9.1 10,3 11,7 17.6 20,8 24,6 29,8 26,9 27,1 18,8 15,3 4,l
197 1 7,0 11,0 9.9 14,9 16.3 21 ,9 28,0 26,5 25,7 2 1,6 9.8 8,4
1972 5,5 8,9 12,I 16,3 19,3 24,6 28,5 26,4 21,0 15,9 11 ,8 7,5
1973 6,6
1974 9,0 'º·º
8.8
14,5
12,0
17,8
14,6
20.5
20,6
24,7
24,8
27,8
29.4
30,1
28,0
23.9
22,8
17,l
15,2
12,5
12,6
6,0
6,4
1975 9.3 11,2 9.8 15,5 17,6 24.2 30,0 28,0 21,5 19,7 11.3 3,7
1976 6,5 10,l 14,3 14,7 23,0 28.0 28,I 26,6 2 1,5 14.6 9,3 8,5
1977 6,2 10,J 13,8 17,3 18,3 2 1,2 24,2 25,3 25,8 17,8 11,4 10,7
1978 5,8 10,1 13.4 13,5 17,2 2 1,4 29.2 29,6 26,5 17,8 11.4 9.7
1979 7,9 9.2 10.3 13,8 19,8 26,3 28,8 28,0 23,2 15,5 11,9 9,1
1980 7,6 11,l 12,2 15,2 17,5 24, I 27,8 29,3 26,6 18,0 11 ,1 7,6
1981 7,9 9,7 14,8 14,6 18.3 27,2 28,6 28,8 24,6 19,1 16,9 9,7
1982 9.9 10,7 14,l 17,6 22,1 25, 1 28,7 28,6 23.6 16,3 11 ,0 7,3
1983 8,8 8,8 15,8 14,1 15,7 26,6 28,4 25,8 27,l 20,2 14,4 9 ,3
1984 8,0 8,7 10,1 19,1 13,1 23,7 30,0 27,1 24,6 18,6 ll,8 9.5
1985 6,2 11,7 11,3 16.4 18,2 25,3 30,4 29,2 29.3 21,7 10.6 9.4
1986 8.3 8,2 13,0 11 ,3 22,3 26,4 31,3 27,6 24,0 19,6 12.5 9,3
1987 7,4 10,3 15,3 17, l 20,9 25 ,7 28.3 30,2 27,9 15,6 12,7 9.5
1988 9,2 10,3 14,9 14,8 18,0 22,0 27,8 29,7 26,4 20.5 14,6 6,7
1989 9,0 12,5 16,2 13,1 23.0 26,5 32,3 30.3 24,4 21,9 13,5 12, l
1990 75 14,I 16,7 14,6 22,9 27,2 31.6 30,6 27.3 17,2 11.7 7,3
1991 8,0 8,7 13, 1 15,7 2 1.3 27,7 30.3 3 1,9 26,4 16,0 12,8 10,l
1992 6,2 12,7 15,8 17,9 23,5 21,2 31,4 29,5 25, l 15,l 13,8 9,4
1993 7,8 l l,2 13,9 14.9 18,5 25,2 29,9 29.6 20,5 14,l 11,4 9.9
1994 8,1 10,5 17,5 16, 1 19,9 26,6 31,6 30,2 22,0 19,l 14,8 10.1
CUADRONº3
Observatorio Meteorológico de Matacán, Período 1945 - 1994
TEMPERATURA MfNTMA MEDIA
año E F M A My J JI Ag s o N o
1945 -0,8 0,1 0,4 7,4 7,8 12,0 12,4 11,6 10, l 6,7 4,9 2,4
1946 -2,l - 1,5 3,4 5,7 6,2 9.7 11,5 12,3 9,9 7,9 1,4 -0,6
1947 - l ,O 2.2 5.5 5,2 8,0 11,6 14,7 13,6 11,4 8.3 2,7 -0.6
1948 2,3 1,5 4,2 4,4 7.9 10,5 11,7 12,2 10,6 6.7 2,1 2,7
1949 -1 ,0 -1,2 0,0 5,9 6,6 11 ,4 15,0 14,l 12,5 7,1 2,6 1,3
1950 -2,6 0,7 1.6 1,5 7,3 12,0 14,7 12,2 9,5 7,6 5,5 - 1,0
1951 1,3 1,0 2,6 4,2 5,2 10,8 14,I 12, 1 10,7 5,5 4,2 0,7
195 2 -1,7 - 1,1 4,1 4,4 8.5 11,9 13.4 11 ,6 7,9 7,8 1,8 0,4
1953 -3.3 -2,4 -1.3 3.8 7.9 10,2 12,7 14, 1 11,6 6,2 2,4 3,2
1954 -2,7 -0,8 2,1 1,8 6,8 9,5 12,0 11,5 8,9 6,6 5,3 -0,3
1955 4,9 2,0 1, 1 ":>,7 10,0 11,3 14,5 14,4 10,8 5,7 3,3 2,1
1956 1,7 -4,8 1,7 4.3 7, 1 9.8 11 .7 11,9 10,1 5,8 -1,8 -3,9
1957 -3.6 2,9 4,3 2,5 6,3 10,1 13,0 13,3 11 ,9 5,2 0,4 -1,3
1958 0,2 2,1 2,9 2,4 7,9 10,0 11 .4 12,7 11,8 ":>,9 -0,3 2,2
1959 2,0 -1.6 3,9 3,5 7,6 10,8 14.7 13,6 12,2 7,2 2,3 2,6
1960 0.9 2.3 3,8 3.8 8,4 12,6 12,4 11 ,4 10,6 6,4 4.6 -0,4
1961 -0,3 1,5 2, 1 6,0 7,8 11,2 13,0 12,I 11,9 7,0 2,6 2,6
1962 1,1 - 1,5 3,1 4,5 6,6 10,5 11,9 12,5 l 1,5 8,5 0,6 -1,9
1963 0,5 -0,9 2,9 3,9 6,0 10,9 12,9 11,6 9,5 5,7 5,0 -0,3
1964 -2,5 0,7 3. 1 3.8 9,8 11 ,7 14,3 12,7 12,6 4,5 -0.9 -2,5
1965 -1,5 -2,0 3.7 3,1 7,7 11,8 11 ,7 12,5 8,6 8,0 3,4 2,6
1966 4,8 4,2 -0,3 5,5 7,3 10,1 12,8 12,1 10,9 6,8 -0,2 - 1,4
1967 -1 ,7 0,1 2,0 3.0 5,5 8,9 13,5 11 ,5 9,0 7,5 2,5 -2,0
1968 -2,6 1.5 1,9 4 ,3 5,7 10, 1 12,1 12,6 10,I 7,2 3,6 1,5
1969 0,4 - l ,1 2,4 4,0 7, l 9.l 13,4 12,0 9,1 7,2 0,9 - 1,3
1970 3,0 -0,2 - 1,":> l,9 6.4 10,8 13,2 12,0 10,4 2,5 4,3 -3,0
1971 -0 ,7 - 1,6 -1.4 5,1 7,5 9,3 13,7 10,8 9,1 6,4 - 1,6 -0,4
1972 -3,0 1,4 2,1 1,6 4,7 9,1 12,l 10,3 8,5 6,2 4 ,2 o.o
1973 -1,0 - 1,9 -1,0 1,5 6,7 9.9 11,2 13,2 9.0 4,8 0,1 -2,3
1974 1,8 0,2 1, 1 2,7 6,3 10,3 \1 ,8 10,6 7,2 1,8 1,3 -1,2
1975 o.o 0,7 0.3 3,0 5.9 10,0 11 ,5 11,8 8,6 6,2 1,0 -2,5
1976 -4,4 0,5 -0,-1 2,5 7,4 11 ,5 12,7 12.3 7,8 "J,3 0,5 2, 1
1977 0,6 3,5 2,2 3.8 5,7 8.6 10,4 10,3 9,7 7,3 1,7 3,4
1978 -0.3 1,9 2,1 3.3 6.0 9,1 1 1,1 11,2 9,2 4,3 1,8 3,6
1979 1,8 2,6 1,8 2,2 6,2 10,9 13,1 11,6 10,4 7 ,1 0,4 0,8
1980
198 1 º·º
-3.9
1,4
-2,3
2,2
4,2
2,1
3,7
6,1
5,6
9,0
10,6
10,3
12,1
12,9
12,8
10,8
11,0
5,8
6.o
1,1
0, 1
-3.7
2,2
1982 1,5 1,3 0,4 2,7 7.2 11,2 13.0 12,5 10,4 5,6 1,8 1,3
1983 -2,4 - 1,7 0,9 2,8 5,0 10,6 12,6 12,1 10,8 5,9 6,5 -0,9
1984 0,6 -1.5
1985 -2,6 3,0 º·º
0,8
6,9
4,7
4,4
5,8
10,5
11 ,5
12,6
14,2
11,4
11 ,1
8,7
11,8
5,3
5,4
4,3
2,1
1,3
0,3
1986 -0.3 1,4 2,2 1,0 7,6 10,I 13,5 11,7 12,5 7,8 l, I -0,5
1987 -1,7 1,2 3,1 5,6 6,2 11,I 13,7 14,1 13,L 7,1 2,8 3,0
1988 3.0 0,4 0,5 5.5 8,5 l0,3 12,2 12,0 8,8 7,0 2,8 -1,8
1989 -2,8 -0,2 2.3 3.5 8,7 11 .9 14,7 14,3 9,9 7,4 6,0 6,l
1990 -0,I 3.7 2,4 3.6 8,5 12,4 14,4 13,9 12,4 7,6 1,6 -1.9
1991 -0,5 -0,4 3.9 2,0 5,2 11 , I 13.9 14,3 11,6 5,0 1,9 -0.6
1992 -4,I - 2,8 0,3 3,5 9,2 9,5 14,7 13,8 9.4 6,5 4,3 1,8
1993 -2, I -2,7 0,5 3,3 7,0 11.0 l 1,8 12,5 8,9 5,3 1,3 2,0
1994 -0,4 0,2 3,3 2,2 8,2 10,7 14,1 13,3 8.5 7,5 4,0 1,5
CUADRONº4
Observacorio Mcccorol6gico de Maracln, Período 1945 - 1994
T EMPERATURA MÁXIMA ABSOLUTA
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 13,0 17,0 22,0 29,8 27,5 36,0 38.4 35,0 35,0 27,8 19,5 13.4
1946 12,8 15,0 18,8 20,8 19,0 34,6 39.0 39.0 35.5 30.5 20,5 12,5
1947 15,0 13,6 21,0 31,0 34.5 36,0 39.8 37,0 32,0 25,6 24,8 14,5
1948 17,0 18.2 22,0 22,8 23,0 35,4 38,2 38,0 34.5 27,5 21,6 17.4
1949 12,5 16,8 20,3 28,5 30,6 32,0 39.6 36,8 30.5 27,5 22,0 13.5
1950 14,0 19,7 23,0 26,4 27,5 38,6 36,5 35,0 33,6 26.5 21,0 12,5
19H 12,9 12,7 22,2 25,5 25,4 34,0 39,6 34.2 33.8 23.0 14,5 13.4
1952 10,6 17,4 22,7 24,3 26,7 35,2 35,6 35,6 28,5 27,8 17,5 14,6
1953 15,0 lM 22,6 22,0 34,4 33,5 36.3 36,6 35.3 22,7 17,8 18,5
1954 12.2 15,0 18,2 20,8 28,3 36,0 38,3 36,0 31,5 29,l 23,8 12,8
1955 14,2 14,7 24,6 26,7 28,0 32,2 34,8 3).6 30.0 26,6 16,6 13,6
1956 14,4 10.5 19,4 19.4 27,5 32,5 35.3 33.5 34,7 28,4 16,0 14,0
1957 13.5 18,0 24.5 23,2 27.5 36,0 38.9 39,0 34,2 23,7 17,0 13.4
1958 14,0 17,6 19.6 27,0 29,4 31,5 39,5 37,0 31.8 23.5 18,5 14,5
1959 15,5 15,5 19,2 20,2 27,0 30.6 38,6 34.0 28,6 23,2 16.5 14,8
1960 13,5 25,0 21.6 22,8 32,0 35,4 36,0 33.0 32,5 18,2 16,l 9.5
1961 11,8 19.0 21.5 22,8 30,2 32,8 33.5 34.5 3 1,5 24,8 17,0 16.0
1962 13.0 16,4 16,5 20.3 28,0 33.6 35.4 36.0 34.8 27.0 14,0 13.5
1963 12,0 11,8 18,0 21,0 26,0 33,0 35,0 34,0 28,5 25,6 16,0 11,5
1964 14,0 15,0 20,0 25,5 32,2 34.0 36,0 34,8 32,4 26,0 19,5 11.0
1965 15,0 15,0 25,0 22,5 33,4 36.0 34.2 37,0 30,0 23.4 19.5 12,8
1966 14,6 16,6 18,4 23,0 30.2 H.2 38,0 36.0 36,2 22,0 13.5 11,4
1967 16,0 18,6 21,0 23.8 26,0 34,0 36,5 33.6 30,8 27,6 17,5 14,0
1968 15,0 15,2 20,0 23.8 29,6 38,0 35,8 35.5 32.9 29.7 20,2 13.0
1969 17,4 12,4 15,8 23,0 29,5 33.6 36.5 33.6 26,2 24 ,2 19,5 11,4
1970 14,0 17,4 18.6 27,4 30.6 32.0 34,2 32.8 33.9 25,6 23,2 9,8
1971 12,6 17,0 16.6 22.3 24,o 32,0 33,0 32,6 33,6 27,4 19,6 13,8
1972 10,8 12,4 19.0 23,8 31,0 3 l,4 33.4 32,0 26,4 21,3 15,2 12,2
1973 12,2 15,2 19.4 25,3 29,2 30,5 35.6 34,2 32,0 21,2 17,8 10,4
1974 13,2 13,5 18,0 19.6 30.6 30.3 3M 35.0 27,5 22,5 17,6 13,2
1975 14,6 16,2 15,0 24,6 23,5 30,0 34,6 35.0 28,2 26.5 17,6 9.2
1976 11,0 15,4 23,6 22.6 28,6 32.3 33.4 35.6 27,0 24 ,4 13,6 14,7
1977 12,2 15,8 21,0 27,4 26,2 29,7 30,8 32,6 3 1,4 26,4 20,6 17.5
1978 ll ,2 16.o 19,8 23.0 23.8 27,0 35,5 34.0 3 1,5 26,0 18.6 15,4
1979 11.5 14,o 17,2 19.9 29,2 32,0 35,0 34,4 30,0 24,0 19,5 14,7
1980 16,o 16,4 23.6 20,8 22,9 31.4 34,8 35,1 31,4 27,0 21,8 14,5
1981 14,0 17,8 22,7 18,8 26.0 36,6 35,8 32,6 .?2,5 26,6 22,4 14,6
1982 15,6 16,4 19,8 23,5 30,2 33,2 35,5 34,5 30,5 21,8 19,5 12,5
1983 15.5 15,5 21.2 24,8 23,0 32,5 34,0 32,5 32,8 27,4 18,2 15,3
1984 14,0 15,8 16.) 2),4 20,0 30,5 36,0 32.5 33,4 24,6 16,) 16,8
1985 lt,4 17,2 17,8 25,0 26,4 32,0 36.0 35,0 34,0 26,8 21.4 18,5
1986 14,5 15,2 17,2 19.1 29,4 30,9 36,0 33.1 32,5 24,8 18,8 15,0
1987 13,0 17,0 22.3 2).0 28,2 34,8 33.7 38,2 35.0 20,8 18,6 18,4
1988 12,6 17.8 22,5 22,6 23,6 29,5 34,0 35,7 37.2 26,7 20,5 12,2
1989 13.0 19.0 23.5 19,6 28,8 33,4 37,2 36,0 29,6 28,2 20,5 15, 1
1990 12,6 21,0 25,8 21.3 31,0 34.5 37,2 36.4 32,I 25.0 19,5 13,7
1991 13,4 16,2 22,2 22,8 30,5 34.2 37.0 37,3 33,4 24,5 20.0 14,8
1992 12,8 16.6 22,8 25,5 32,4 30,0 36,8 36,0 33.5 24,0 18,8 14,2
1993 12,5 16,0 21,6 23.5 24,4 33,5 38,2 38.2 3 1,4 18 ,4 18.4 14,5
1994 12,6 15,2 23,2 27,8 28,4 34.6 35,0 35,6 3 1,6 25,2 19,6 18,6
CUADRO N"5
Observatorio Mcrroro16gico de Maracán, Período 1945 - 1994
TEMPERATURA MfNlMA ABSOLUTA
allo E F M A My J JI Ag s o N D
1945 -10,9 -3.0 -4,0 1,5 -1,0 8,0 8,0 5,5 0,5 1,0 -1 ,0 -5,0
1946 -15,6 -4,7 -1,6 -0,4 0,6 4,2 7,0 6,0 6.5 2,3 -7,0 -7.5
1947 -10,0 -5,4 - 1,2 1,0 2,0 6,5 8,5 7,0 3.1 3.8 -2,2 -5,8
1948 -3,0 -16,2 0,4 0,6 -0,6 5,4 6,5 9,5 5,5 0,2 -3,4 -4,0
1949 -5,5 -8,0 -8,0 0,8 0,8 3.8 9.0 10,8 8.0 -2.5 -4,4 -8,6
1950 ·7,5 -3.4 -3,0 -3.0 3.6 6,7 10,9 5.3 2,6 -0,7 0,2 -10
1951 -4,0 -2,8 -3,6 -2,0 -0,8 6,5 9.4 7,6 6,4 -4,0 -0,5 -2,6
1952 -13,0 -5,4 -1,0 -3,1 2,5 8,0 7,6 7,0 4,2 0,2 -5,3 -5,4
1953 -7,9 -6,6 -7, I -2,8 -0,7 3.4 8,5 10,8 3.5 0,7 -2,0 -3,6
19H -7,0 -1 0,2 -3.0 -3.6 -o.6 5,8 5.0 5,4 2,3 0.2 -4,0 -4,0
1955 -2,0 - 1,8 -6,2 -0,6 4.9 6,0 10,2 11,0 5,2 -1,8 -4,0 -3.0
1956 -4,5 -10,4 -0,7 -0,7 1,5 3,4 7,5 6,5 2,8 -2,6 -6,2 - 10,6
1957 -11,5 -0,5 -0,1 -3.5 1,0 5,0 9,0 9,5 6,5 0,4 -4,4 -6,2
1958 -7.2 -4,4 -3.7 -3.2 1,5 5,6 7,3 4,8 7,4 -0,2 -4,5 -3.0
1959 -5,5 -5,4 -1,8 -1,0 o.o 3.6 10,5 10,4 8,2 -1,0 -1,2 - 1,6
1960 -7,5 -5,2 o.o -2.0 3.2 7,2 7.8 7,5 6.2 0,8 -1.5 -4,5
1961 -5,5 -3.0 -0,5 1,5 1,0 4,3 7,0 7,7 8,0 l ,O -2,6 -6,5
1962 -6,0 -4,5 -4,5 -0,6 2,0 2,0 8,5 8,5 6,6 1,6 -5.0 -10,2
1963 -7,0 -20,0 -4,0 -1,5 -0,6 6,0 7.5 6,0 5.7 2,2 -2.8 -8.2
1964 -7,8 -8,0 -7,0 -1,6 6,0 7,2 8.6 6.8 9.0 -2,5 -4,4 -7,2
1965 -8,0 -8,0 -4,6 -1,0 2,0 3,8 8,0 6,5 2,6 3,9 -5,5 -3.6
1966 -1,2 1,0 -3,5 0,2 0,2 6,0 8,0 7,6 3.5 -2,2 -4,6 -6,2
1967 -9,6 -6,2 -3.0 -1,6 -2,0 3.8 10.6 8,0 4,8 -1,0 -2.0 -6.4
1968 -7,4 -6,6 -2,6 -1,6 -0,6 4,4 6,4 8,5 3,4 3.6 -2,5 -5,7
1969 -7,6 -6,4 -4,2 -0,5 l ,3 3,0 7,0 6,6 4,8 0,8 -5,6 -8,4
1970 -3,2 -3,4 -7,1 -4,8 0,2 6,6 7,0 7,4 4,4 -3,2 -0,4 -9,0
1971 -l 1, 1 -4,8 -7.9 0,8 1,6 3.5 11,0 6.6 3.6 2,6 -8,5 -7,4
1972 -13,0 -2,5 -4,0 -3.5 - 1,0 4,6 7,5 7,0 3,0 -0,8 -3,8 -5.0
1973 -6,4 -6,4 -6,4 -4,5 0,8 5,8 7,8 7,6 1,5 -2,0 -6,4 -7,2
1974 -4,6 -5,5 -5,4 -0,6 0,7 6,6 7,0 4,5 0,4 -4,7 -4,4 -4,3
1975 -6,0 -3.8 -3.6 -5.5 -0,8 4.5 7,8 5,6 3,4 -2,4 -6,0 -8,0
1976 -7,2 -5,2 -5.8 -1,4 1,0 4,6 9,8 9.5 3.1 1.0 -4,6 -4,4
1977 -4,6 -l,6 -6,0 -3.5 0,2 4,5 5,8 4,8 4,2 4,5 -5,0 -1,5
1978 -4,2 -8,0 -1,4 -3.6 2,3 4,6 5.2 6,6 2.6 -0,2 -3,0 -6,3
1979 -3.0 -4,8 -3.0 -1.5 1,0 6.9 7,4 6,7 2,5 1.5 -4,5 -6,2
1980 -6,6 -4,0 -3.6 -2.4 2,6 5,4 5,2 8,0 5.5 -0,8 -6,0 -9.0
1981 -8,4 -8,0 -2,4 -2,0 2,6 4,4 7,3 9,2 4,0 - 1,8 -3.0 -6,6
1982 -2,8 -2,6 -3.4 -3,0 -0,6 8,0 9.6 9.6 6,2 0,7 -3,2 -3.0
1983 -7,8 -12,6 -2,8 -3,4 o.o 4,4 10,0 8,8 5.6 -2,2 -1.8 -5,2
1984 -4,6 -6,l -6,S 1.5 0,2 3,0 9.2 7,8 2,0 0,5 -1,0 -4,2
1985 -10,6 -l,6 -3,0 1,0 -0,l 7,2 8,5 6,0 7,2 -1,0 -4,6 -8,8
1986 -3.6 -5,7 -2,8 -4,8 -0,5 4,6 7,7 6,4 6,8 1,6 -3.7 -5,6
1987 -7.5 -5.6 -2,8 o.o -1,7 3,4 8,6 8,0 10,2 1,8 -5,8 -4,6
1988 -1,8 -6,8 -5.4 - 1,8 5,4 5,5 7,4 8,0 3.0 2,4 -8,0 -6.2
1989 -6,6 -6,2 -4,0 - 1,6 3,4 6,5 12,0 10,4 5,5 2,6
1990 -5,0 -2,0 -3,0 -2,0 4,0 8,0 9,6 9,2 8,0 1,0 º·º
-5,2
1,6
-7,2
1991 -6,8 -5,6 -0,5 -1 ,4 -2,2 6,4 9,0 8.6 4,2 -1,2 . 7. 1 -6,2
1992 -9.5 -6,2 -3,8 -1,6 0,4 4,0 9.8 8,2 4,8 1.4 -1,5 -2,6
1993 -6,8 -9,4 -8,5 -1,8 1,6 5,4 5.6 5.3 1,3 -2,5 -6,0 -4.0
1994 -7,6 -4,S -0,2 -4,0 3.4 5,8 11,4 10,2 2,0 0,8 -2,2 -6,6
CUADRONº6
Observatorio Meteorológico de Matacán, Período 1945 - 1994
OSCILACIÓN EXTREM A: RANGO D E TEMPERATURAS
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 23,9 20,0 26,0 28,3 28,5 28,0 30,4 29,5 34,5 26.8 20,5 18.4
1946 28,4 19,7 20,4 21,2 18,4 30,4 32,0 33.0 29,0 28,2 27,5 20,0
1947 25.0 19,0 22,2 30,0 32,5 29,5 31,3 30,0 28,9 21,8 27,0 20,3
1948 20,0 34,4 2 1,6 22,2 23.6 30,0 31.7 28,5 29,0 27,3 25.0 21,4
1949 18,0 24,8 28.3 27.7 29.8 28,2 30.6 26.0 22,5 30,0 26,4 22,l
1950 21,5 23,1 26,0 29.4 23,9 3 1,9 25,6 29.7 31,0 27,2 20,8 22,5
1951 16,9 15,5 25,8 27,5 26,2 27 ,5 30.2 26.6 27,4 27,0 15,0 16.0
1952 23,6 22,8 23,7 27,4 24,2 27,2 28,0 28,6 24.3 27,6 22.8 20,0
1953 22.9 22.2 29,7 24,8 35,l 30,l 27,8 25,8 31,8 22,0 19,8 22,l
1954 19,2 25,2 21,2 24,4 28,9 30,2 33.3 30,6 29,2 28,9 27,8 16,8
1955 16,2 16,5 30.8 27,3 23,l 26.2 24,6 24.6 24,8 28,4 20,6 16,6
1956 18,9 20,9 20, l 20,1 26.0 29,1 27.8 27,0 31,9 3 1,0 22,2 24,6
1957 25.0 18,5 24,6 26,7 26,5 31,0 29,9 29.5 27,7 23,3 2 1,4 19,6
1958 21,2 22,0 23,3 30,2 27,9 25,9 32,2 32.2 24.4 23,7 23,0 17,5
1959 21.0 20,9 21,0 21,2 27,0 27,0 28,I 23.6 20,4 24,2 17,7 16,4
1960 2 1,0 30,2 21,6 24,8 28,8 28,2 28,2 25,5 26,3 17,4 17,6 14,0
1961 17,3 22,0 22,0 21,3 29,2 28,5 26,5 26,8 23.5 23,8 19,6 22,5
1962 19,0 20,9 21,0 20,9 26,0 31,6 26,9 27,5 28,2 25,4 19,0 23,7
1963 19,0 31,8 22,0 22,5 26,6 27,0 27.5 28,0 22.8 23,4 18,8 19,7
1964 21,8 23,0 27,0 27,1 26,2 26,8 27,4 28.0 23,4 28,5 23.9 18,2
1965 23,0 23,0 29,6 23,5 31,4 32,2 26,2 30,5 27,4 19.5 25,0 16,4
1966 15,8 15,6 21.9 22.8 30.0 27,2 30,0 28,4 32,7 24,2 18, l 17,6
1967 25,6 24,8 24,0 25,4 28,0 30,2 25,9 25,6 26,0 28,6 19,5 20.4
1968 22,4 21,8 22,6 25,4 30.2 33,6 29,4 27,0 29,5 26,I 22,7 18,7
1969 25 ,0 18,8 20,0 23,5 28,2 30,6 29,5 27,0 21,4 23,4 25,1 19,8
1970 17,2 20,8 25,7 32,2 30,4 25,4 27,2 25,4 29,5 28,8 23,6 18,8
1971 23,7 21,8 24,5 21 ,5 22,4 28,5 22.0 26,0 30,0 24,8 28,1 21,2
1972 23,8 14,9 23,0 27,3 32,0 26,8 n.9 25,0 23,4 22,1 19.0 17,2
1973 18,6 21,6 25,8 29,8 28,4 24,7 27,8 26,6 30,5 23,2 24,2 17,6
1974 17,8 19,0 23,4 20.2 29,9 23,7 28,4 30.5 27,1 27,2 22,0 17,5
1975 20.6 20,0 18,6 30, 1 24.3 25,5 26,8 29.4 24,8 28,9 23.6 l 7.2
1976 18,2 20,6 29,4 24,0 27,6 27,7 23,6 26,1 23.9 23,4 18,2 19,l
1977 16,8 17,4 27 ,0 30,9 26,0 25,2 25,0 27,8 27,2 21,9 25,6 19,0
1978 15,4 24,0 21,2 26,6 2 1,5 22,4 30,3 27,4 28.9 26,2 21,6 21,7
1979 14,5 18,8 20,2 21,4 28,2 25,1 27,6 27,7 27,5 22,5 24,0 20,9
1980 22,6 20,4 27,2 23,2 20.3 26,0 29,6 27,1 25,9 27,8 27,8 23,5
1981 22,4 25,8 25, l 20,8 23,4 32,2 28,5 23,4 28,5 28,4 25,4 21,2
1982 18,4 19,0 23,2 26,5 30,8 25,2 25.9 24.9 24,3 21,1 22,7 15,5
1983 23.3 28, l 24,0 28,2 23,0 28,1 24,0 23.7 27,2 29.6 20,0 20,5
1984 18,6 21,9 23,0 23,9 19,8 27,5 26,8 24,7 31,4 24,l 17,5 21,0
1985 22,0 18,8 20,8 24,0 26,5 24,8 27,5 29.0 26,8 27,8 26,0 27,3
1986 18,l 20,9 20,0 23,9 29.9 26,3 28,3 26,7 25,7 23.2 22,5 20,6
1987 20,5 22,6 25, l 25,0 29,9 3 1,4 25,1 30,2 24,8 19,0 24,4 23,0
1988 14,4 24,6 27.9 24,4 18,2 24,0 26,6 27,7 34.2 24,3 28.5 18,4
1989 19,6 25,2 27,5 2 1,2 25,4 26,9 25,2 25,6 24,1 25,6 20,5 13,5
1990 17,6 23,0 28,8 23.3 27,0 26.5 27,6 27,2 24,l 24,0 24,7 20,9
1991 20,2 21.8 22,7 24,2 32,7 27,8 28,0 28.7 29,2 25,7 27, l 2 1,0
1992 22,3 22,8 26,6 27,1 32,0 26,0 27,0 27,8 28,7 22,6 20,3 16,8
1993 19,3 25,4 30,l 25,3 22,8 28, l 32,6 32.9 30,1 20,9 24,4 18,5
1994 20,2 19.7 23,4 3 1,8 25 ,0 28,8 23,6 25,4 29,6 24,4 21,8 25,2
CUADRO N°7
Observacorio Meceorológico de Macacln , Período 194 5 - 1994
TEMPERAllJRA MEDIA MENSUAL A 7 HORAS
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 - 1,6 0,8 1.3 8,8 J0,6 16,1 13,7 16,4 11,2 7,6 5,9 3,5
1946 -0,5 0 ,8 4,1 7,7 8,4 11.5 13,1 13.5 10,0 9,2 2.3 1,2
1947 -0,1 3.7 6,5 6.1 9,8 14,4 16,9 15,0 12,2 9.1 3,4 o.o
1948 4,2 2,7 4,9 5,7 9,6 14,6 15.3 14,2 11,4 7,4 2,4 3,9
1949 0.3 -0.2 1.1 7.5 9.2 14.9 18.2 16.8 13.7 8.2 4.0 2.7
1950 -1,4 2,0 2,7 3,2 9,8 15,4 17,8 1'1,7 11,I 8,8 7,0 0,8
1951 2.4 1,8 3,5 5,2 7,4 14,l 16,9 13,8 ll,8 6,7 5,6 2,2
1952 -0.5 o.o 5,5 6,2 10,9 15,4 16,1 13,l 9,3 8,8 2.9 2,0
1953 -2,1 - 1,5 -0,4 5,2 10,9 13,3 15,4 15,7 12,6 6,8 3.1 4,3
1954 - 1,3 0,4 3,8 3,2 9,2 12,6 14,7 13,2 10.0 7,4 6,0 0,6
1955 5,8 2,7 l,6 6.3 12,l 14,3 16,9 16,I 11,5 6,6 3.7 3.9
1956 2,9 -3.6 2,6 5.3 9,4 12,5 14,2 13,5 11 ,3 6,4 -0,5 -2,3
1957 -2,1 3.9 5,5 3,9 8,7 13,0 16,2 15,2 12,8 5,7 1,3 -0,l
1958 2,3 3.0 3,8 4,0 10,4 12,8 14,9 14,5 12,6 6,8 1,0 4,0
1959 3,4 -0,9 5,3 5,5 9,6 13,8 18,l 15,4 13,7 8,4 3.6 4,2
1960 2,1 3,6 4,6 5,2 10,6 15,3 16,1 12,6 11,l 7,7 6.1 l,l
1961 1,1 3,0 2,7 7,2 J0,3 14,6 15,4 13,8 13,2 8,0 4.3 4,1
1962 2,5 -0,9 3.9 5,4 8,9 13,4 14,6 13,9 12,0 9.3 1,8 -1.1
1963 1,8 0,5 3,5 4,8 8,0 13,4 15,6 13,0 10,6 6,2 7,0 0,7
1964 - 1,6 2,0 4,2 5,0 11,8 13,4 19,6 13,7 13,7 5,6 0,2 -1,5
1965 0,2 -0,9 4,6 4,6 10,3 14,3 13,6 13.9 9,3 9,0 5,0 3.8
1966 6,1 5.2 0,1 6,6 9,1 12,2 14,4 13,3 11 ,9 8,1 1,0 0,5
1967 0,4 1,3 2,9 3.8 7,1 11,3 15,3 12,7 10,3 9,1 4,2 -0,5
1968 -1 ,4 2,8 2,9 5,8 7,5 12,2 13,8 13,5 10,8 8,1 5,3 2,7
1969 1,8 o.o 3,2 4,7
1970 4,6 0,7 -0,6 2,9
9,5
8,1
ll,3
12,7
15,2
14,9
12,9
12,9
10,5
11 ,3
7,8
3.1
2,0
5.5 º·º
-1,7
1971 0,5 -0,7 -0,6 6,0 8,8 10,9 15,0 12,0 9,7 6.9 0,4 0,9
1972 1.2 2,7 3,0 3,1 6,8 ll,0 13,7 ll ,3 9,3 7,6 5,7 1,4
1973 0,4 -0,8 -0,4 2,6 8,8 11,7 12,9 14,0 9,7 M 1,2 -0,7
1974 3,6 1,5 2,0 3,9 8,5 12,2 13,6 12,0 8,l 3,0 2,6 -0,1
1975 1,3 1,6 1,6 4,0 7,6 11 ,9 13,3 12,8 9.4 7,1 2,5 -1,5
1976 -3,6 1,7 0,5 3.8 9.2 13,7 14,4 13,4 8,7 6,6 2,1 3,6
1977 2,2 4,8 3.2 4,8 7,3 10,5 11,9 11,4 10,3 8,3 3.0 5,0
1978 1,2 3,2 3.3 4,8 7,4 10,8 12,8 11,7 9.6 s.o 2,6 5,4
1979 3.3 3.9 2,6 3,3 8,1 12,8 14,7 12,4 11,l 8,0 1,5 2,6
1980 1,5 3,0 3,1 3,0 7,7 11,0 12,0 13,6 11,1 6.9 2,6 -2.5
1981 -2,6 -0,8 5,1 4,8 7,7 12,9 14,1 13,7 1 L.6 7,2 0,8 4,4
1982 2,6 2,4 1,5 4,0 8,9 13,7 14,9 13,4 11 ,3 6,7 3,3 2,9
1983 - 1,6 -0,6 1,8 4,3 6,9 12,7 14,1 13,1 11 ,5 6,8 7,6 0,5
1984 2,5 -0,4 0,7 7,6 5,6 11 ,9 14,3 12,2 9,2 6,6 5.9 3,0
1985 -1, 1 4,1 1,8 6,0 7,4 13,3 15,8 12,S 12,5 6,6 3,2 2,7
1986 1.3 2,6 3.0 2,2 9,3 11 ,9 IS.O 12,7 13,I 8,9 2,2 1,1
1987 -0,l 2,4 3,7 6,9 8,0 12,9 15.1 15 ,0 13,7 8,2 4,0 4,5
1988 4,4 1,8 1,2 6,4 9.6 11,8 13.9 13,2 9,4 7,9 4,1 -0.S
1989 - 1,8 1,0 3. 1 4.9 10,4 13,6 16,3 15,0 10,3 8,1 7,3 7,5
1990 1,0 4.9 3,0 4,7 10,1 13,9 15,8 14,8 13,0 8,8 2,8 -0,5
1991 0,7 0,5 5,2 3,2 7,0 12,9 15,5 15,4 12,I 6.2 3.6 0,4
1992 -2,7 -1,7 1,0 4,6 10,7 11,1 16,2 15,2 10,l 7,5 5,7 3,4
1993 -1, I -1.5 1,6 4,7 8,8 13,2 13,9 13,9 10,0 6,9 2,8 4,3
1994 1,3 1,8 3,7 3,7 9,6 12,8 15,7 14,2 9,2 8,4 4,8 3.5
CUA DRONº8
Observarorio Mercorológico de Matacán, Período 1945 - 1994
T EMPERATURA MEDIA MENSUAL A 13 HORAS
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 3,0 10,8 15,0 20,9 20,7 26,1 27,3 24,8 25,3 19,8 11 ,7 7.3
1946 4,2 7,9 10,0 12,4 13,6 22,I 28,2 25,6 23,2 18.9 11 ,3 5,6
1947 5,9 7,3 11,3 17,4 19, l 26,l 30,5 27,7 23,4 17,0 15, I 5,3
1948 8,1 9,7 16,2 14,1 16,4 25,2 29,5 28,2 26,3 19,3 15,1 9,5
1949 6,2 ll.O 12,3 19,0 17,6 24,7 29,8 30,2 22,2 18.8 11,0 6,8
1950 6,5 10,l 14,0 16,6 18,3 25,9 29.4 27, l 24,3 19,4 13,4 5,1
1951 6,0 6,3 10,5 15,0 14,8 23,9 28,0 25,6 24, 1 15,5 9,8 8,1
1952 4,1 8.3 14 ,7 14,4 18,6 25,0 26, 1 25,8 20,3 18,0 11,7 7,0
1953 5,6 7,0 13,7 14,8 23,I 22,7 28,2 30.5 23,3 15,5 12,4 10,l
1954 4,4 6,7 10,4 14,0 18,8 23,3 29.4 25,6 24,8 20,3 ll,8 5,9
1955 8,7 7.7 10,4 18,7 22,3 23,3 28,9 29,7 23,8 16,7 10,4 8 ,2
1956 6,8 2,8 10,7 12,4 18,6 23,2 28,1 25,9 21,9 16,l 9,6 5,7
1957 2,8 9.8 15,7 13,7 18,4 22,5 28,4 29,0 25,2 17,7 9.7 4,5
1958 6,5 10,1 10,7 14,2 20,3 22,0 27,4 27,3 26,1 16,6 10,3 7,9
1959 8,1 7,0 11,6 14,4 17,9 23,7 29,3 26,6 2 1,4 16,7 9,9 7,5
1960 7,1 8.9 11 ,9 15,6 20,0 26,2 26,7 25,2 22.9 13.3 10,5 5,4
1961 5,0 13,l 16,5 15,7 20,8 24,1 26,6 28,l 24,l 14,7 10,3 8,2
1962 7, 1 8,3 10,1 13.9 19,2 25,6 28,2 29, 1 25,0 19.0 7,7 6,3
1963 6,6 5,4 10,6 14,1 19,9 23.0 27.9 26,0 21,2 21,3 10,6 4,9
1964 4,8 8,5 lO, I 14,8 24,2 23,7 28,2 26,9 25,4 15,3 11,9 5,0
1965 5,4 5.8 11 ,3 15,9 22,4 26,3 26,5 28,1 21,0 16,7 9,4 7,6
1966 8,6 10,2 11,5 12,8 21,3 18,5 28,0 27,5 25,9 13,9 8,0 6,5
1967 6,0 8,9 13,7 14.3 16,4 22,7 30,0 26,4 22,4 18,7 10,1 4,8
1968 7.8 8,2 10, 1 13,9 17,8 26,6 28,1 26,8 22, 1 21,5 11,7 6,6
1969 6,8 5,8 9,8 13,5 16,5 22,0 29 ,5 26,7 19,0 17,7 9,3 5,8
1970 8,2 8,7 10,2 16,0 19, 1 22,8 25,4 25,0 25,7 17,0 13,7 2,9
1971 5,0 8,7 8,2 13,2 14,2 20,4 26,2 24,8 24,2 20,5 8,5 7,1
1972 4,3 7,5 10,8 14,6 17,4 22,9 26,6 25,0 19,8 14,4 10,9 6,6
1973 8,4 8,3 12,4 16,3 18,9 23,2 26,3 28,9 22.6 15,6 10,7 4,5
1974 7,8 7,5 9.5 13,2 19,3 23,2 28,2 26,7 21.5 13,8 11 ,3 5,1
1975 7,7 9,8 8,8 14,0 16,0 22,5 28,4 26,4 20,2 18,6 10,5 2,6
1976 4,7 8,8 12,5 12,9 21,5 26,5 26,2 24,9 20, 1 13.3 8,2 7,3
1977 5.3 9,1 12,2 15,6 16,5 19,8 22,7 23,8 24,3 16.6 10,1 9,5
1978 4,4 8,7 11,7 ll ,8 15,6 19,6 28,0 28,2 24,9 16.3 10,2 8,7
1979 6,7 8,0 8,9 11,9 18,l 24.4 27,3 26,0 2 1,6 14,3 10,3 7,9
1980 6, l 9.2 10,5 13,3 15,9 22,2 25,8 27,5 24,9 16,3 9.8 5,8
198 1 5,4 7,3 13, I 12,7 16,3 25,2 26,4 26,9 22,8 17,6 15.3 8,8
1982 8 ,4 8,6 12,2 15,6 20,2 22,8 26,3 26,5 21,7 14,6 9,3 6,3
1983 6,5 7,2 13,8 12,1 13,9 24,7 26,5 23,7 25,6 18,4 13,2 7,7
1984 6,5 6,6 7,9 16,8 10,8 21,0 27.3 24,5 22,I 16,5 10,4 8.1
1985 4,4 9,9 9.4 14,3 16,1 22.8 27.5 26,1 27,0 19,8 9,3 7,5
1986 6,6 6.4 10,9 9.0 19,9 23,6 28, 1 24,6 21,6 17,7 10,8 7,7
1987 5,8 8,4 13,2 14.9 18,3 23,0 25,6 27,4 25,7 11 ,7 ll,3 7,8
1988 8,0 8,4 12,3 12,8 16,0 19,5 25,4 26,7 24, I 18,5 13,0 4,9
1989 6,3 10,6 13,4 10,9 20,4 20,1 29,3 27,4 21,8 19,9 12,2 11,0
1990 5.5 11,5 14,2 12,5 16,6 24,3 28,4 27,9 24,8 15,4 10,0 5,4
1991 6.1 6.4 10,7 13,2 18,5 24,6 27,2 29,0 23,9 14,0 11,2 8, 1
1992 3,9 9,9 12,7 15,0 20,9 18.4 28,3 26,7 22,2 13,5 11,7 7,2
1993 4,7 8,8 11.3 12,0 15,7 22,3 26,4 26,5 18,3 ll,8 9,0 8,3
1994 5,8 8,4 15,0 13,4 17.6 23,8 28,4 27,3 19,5 17,I 12,6 8,6
CUADRO N"9
Obsc,rvarorio Meteorológico de Maracán, Período 1945 • 1994
TEMPER ATURA MEDIA MENSUAL A 18 HORAS
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 2.0 10,1 14,0 20,4 18,8 25,4 28,2 25.2 24,6 17,2 9.9 5,7
1946 2,7 7,6 9,0 11 ,7 12,7 22,3 28,7 26,7 21,8 15,9 8.3 4,0
1947 3.9 6,0 9.9 16.9 17,2 25,9 29,5 26,3 21,0 15,5 10,7 3,0
1948 6.4 8,8 14,4 12,9 15,4 21,1 28.4 26,6 23.9 15,8 10,5 6,8
1949 4,4 9.1 10.4 17.7 175 23,4 28.8 29.3 20,S lS,S 8,8 5,2
1950 4,0 8,0 12.0 15,7 17,0 24.9 28,0 26.7 22.5 16,4 10,7 2,9
1951 4,8 5,4 9,5 14,0 13,7 23,3 26,4 24,S 21,8 12,9 7,9 5,7
1952 2,9 6,8 12,6 13,4 14,I 23,2 25,7 24,9 18,S 15,5 8,3 4,9
1953 3.4 5,5 11,8 13,l 22,2 22.0 27,8 29,8 20,S 13,4 9,8 7,5
1954 2,3 5,4 9.5 12.6 16,J 22,8 29.8 n.2 23,2 17,5 9.6 4,1
1955 7,7 6,6 9,1 17,5 20,7 22,5 27,9 28,3 2 1,6 14,4 7,5 6,8
1956 5,5 1,3 9.9 11 ,3 17,5 20,7 25,7 24,8 20.3 14. 1 6,2 3,1
19n 1,9 8,6 13.8 12,9 16,4 21.5 27,4 27,6 23.0 14,2 6,5 2,9
1958 5,2 8,8 9,1 13.2 18,5 20,4 26,9 26,3 23.6 13,5 7,2 6,3
1959 6.7 7,5 10,1 13,2 17,5 22,6 28,7 25,3 19,1 14,0 7,9 6,0
1960 M 7,3 10,6 14.9 18,8 25,5 25,5 25,1 21,7 11,8 8,9 3,8
1961 <1,3 115 15,6 1..i.s 20.0 23.0 25.9 27,1 22,3 13.5 7,9 6,6
1962 6,1 7,0 9,1 13,7 18,7 23,9 27,6 28.4 23.2 16,2 S,6 3.6
1963 4,8 4,5 9,6 13,4 19,2 21,5 27.8 25.9 20,1 17,5 8,9 4,0
1964 3.7 7.4 8,7 14.0 23,5 22,7 27,8 27,4 23.9 13,3 8,6 3,2
1965 4.2 4.8 10,7 1s.1 22,0 25,8 26,S 27,7 19,S 14,8 7,6 6,4
1966 1,9 8,9 11 ,l 13,0 20,3 21,0 27.9 27,2 23.9 12,l 6,0 4,5
1967 4,3 7,6 12,8 13.8 15,4 22,2 29,4 26,2 2 1,0 16,4 8,1 3,4
1968 5.7 6.8 9,3 12,6 17,5 25,7 27.4 25.8 20,1 18,2 9.3 S, I
1969 5,8 4,6 9.0 12,8 15,4 2 1,4 28,3 26.2 17, 1 14,8 6.9 4,2
1970 6,9 7,5 9,4 1S, I 18,I 2 1,9 26,6 2tl.4 22.7 13,6 11,1 1,4
1971 4,0 8,1 7,5 12.2 13,6 18,9 24,3 23.4 21,5 IS,9 5,7 4,9
1972 2.9 6,1 10.6 13.5 16,0 21,6 25,5 23,S 17,I 11,9 8.5 4,8
1973 3.7 6,3 10,7 14,3 17,0 20,8 24,8 27.2 20,2 12,3 7.4 3.0
1974 6,S 6,5 9.2 11,7 18,1 22.1 26,7 25.5 19.9 11,I 8,8 3,6
1975 5.6 8,0 7.4 12.9 14,9 21,0 28,I 25.4 18,1 15,8 7,8 1,4
1976 2,6 7,9 11,5 11,9 20,1 24,2 25,7 24,3 18,4 11.6 6,0 5,9
1977 4,4 8,1 11,6 14,8 15,4 18,5 21,8 23.2 22,1 14,5 8.0 8.0
1978 3.8 7,6 10,9 10,8 14,7 19,0 27.9 27.3 22.6 14,1 8,1 7,S
1979 6,0 7,1 7,8 11.8 17,5 24,2 26,S 26,1 19.6 12,8 7,5 6.2
1980 5.1 8,9 9.9 13,0 1S.4 21,1 26,1 26.7 23, 1 13.9 7,8 3.4
1981 4,4 7,1 12,2 12,4 16.2 25.0 27,2 26.6 22,0 15 ,3 11,9 6.9
1982 7,4 8,5 12.1 IS.O 19.7 23,0 26,7 26,6 20,S 13, 1 8,0 5,1
1983 5,3 6,2 13,7 11.2 13,7 23,9 26,4 23,S 23,8 16.4 11 ,5 5.5
1984 5,6 6.3 8,1 16,tl 11,3 21,7 28,9 25.6 22,4 14,7 8,6 6,4
1985 3,2 9,2 9.6 14,5 15,8 23.5 28,9 27,8 26, l 17,9 7.4 5,6
1986 5.8 6,5 11.3 9.7 20,0 24,8 29.8 26,2 21,7 15,9 8,3 5,7
1987 4,2 7,9 12.9 IS.O 19,2 23.7 24.9 28,1 25,2 12,8 9.0 6.9
1988 7,0 7,9 13,I 12.9 16,0 19,0 26,1 28,2 23.3 15.5 10,0 3,3
1989 5,0 9.5 14.4 11.0 20.2 23.7 29.9 28,0 22,0 17,6 10,7 9,2
1990 4,7 11.8 14,0 12,I 20.0 25,I 29,2 28,3 24,3 14,3 8,0 3.6
1991 5,1 6,2 11,2 13,5 19,2 25,S 27,9 29.3 23.0 13.0 8,7 5.8
1992 2,9 9,6 13,6 16,1 21,2 19.3 29,0 27,2 22,9 12,3 10,3 6.5
1993 4,3 8,4 11,9 12,4 15,9 22.5 28,2. 27,3 17,5 10,6 7,5 7,1
199tl 5.3 7,4 15.5 13.9 18,2 24,6 29.9 28,4 19,6 15.5 10,2 6,8
CUADRO N-10
Obscrvacorio Mnt'Orológico de MatllC'án, Período 1945 - 1994
NÚMERO DE DÍAS CON Tm$O "C, D(AS DE HELADA
año E F M A My J JI Ag s o N o
1945 19 13 14 o 1 o o o o o 1 8
1946 17 19 3 1 o o o o o o 8 14
1947 20 6 2 3 o o o o o o 6 18
1948 9 7 o o 1 o o o o o 9 8
1949 23 19 16 o o o o o o 5 8 10
1950 24 12 9 11 o o o o o l o 18
1951 10 10 9 6 2 o o o o 4 1 11
1952 23 21 3 2 o o o o o o l3 14
1953 27 23 18 6 l o o o o o 12 11
1954 27 14 5 13 1 o o o o () 5 20
1955 4 9 15 1 o o o o o 4 8 10
1956 12 28 11 2 o o o o o 4 22 24
1957 28 3 2 6 o o o o o o 17 23
1958 17 13 11 9 o o o o o 2 16 9
1959 8 20 2 2 1 o o o o 1 7 7
1960 12 8 2 4 o o o o o o 1 18
1961 18 12 2 o o o o o o o 7 11
1962 16 22 8 4 o o o o o o 13 20
1963 13 9 3 3 1 o o o o o 1 16
1964 25 ll 7 6 o o o o o 8 22 22
1965 20 21 6 3 o o o o o o 5 9
1966 2 o 23 o o o o o o o 19 21
1967 20 12 7 3 2 o o o o 1 6 25
1968 23 9 11 3 l o o o o o 4 10
1969 13 19 10 3 o o o o o o l3 22
1970 5 17 21 11 o o o o o 9 2 25
1971 15 23 22 o o o o o o o 22 16
1972 13 7 7 8 2 o o o o 2 6 16
1973 17 21 22 10 o o o o o 3 19 20
1974 13 12 9 2 o o o o o 13 15 24
1975 17 13 18 10 2 o o o o 1 13 24
1976 29 13 22 5 o o o o o o 14 10
1977 15 3 7 4 o o o o o o 10 3
1978 21 9 5 3 o o o o o 1 10 7
1979 9 11 8 8 o o o o o o 13 16
1980 18 12 8 10 o o o o o 2 11 27
1981 29 20 5 3 o o o o o 8 17 11
1982 12 11 L7 3 4 o o o o o 10 16
1983 29 18 11 5 1 o o o o 3 2 22
1984 14 19 17 o o o o o o o 4 10
1985 19 7 13 o 1 o o o o l 15 16
1986 18 10 7 9 1 o o o o o 13 19
1987 21 11 11 1 1 o o o o o 11 5
1988 5 15 16 2 o o o o o o 11 26
1989 29 13 5 4 o o o o o o 1 o
1990 19 4 10 2 o o o o o o 9 24
1991 20 16 1 7 4 o o o o 2 14 18
1992 28 27 15 3 o o o o o o 3 9
1993 24 24 14 3 o o o o o 1 14 10
1994 17 13 1 11 o o o o o o 3 13
CUADRO N" 11
Observatorio Meccoro16gico de Matacán, Período 194' • 1994
NÚMERO DE DfAS CON T M SO °C, DÍAS GLACI ARES
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 5 o o o o o o o o o o o
1946 2 o o o o o o o o o o 1
1947 1 o o o o o o o o o o 2
1948 o 1 o o o o o o o o o o
1949 o o o o o o o o o o o 1
19'º o o o o o o o o o o o 1
195 1 o o o o o o o o o o o o
1952 1 o o o o o o o o o o o
19'3 1 o o o o o o o o o o o
1954 2 3 o o o o o o o o o o
1955 o o o o o o o o o o o o
1956 o 4 o o o o o o o o o 1
1957 3 o o o o o o o () o o 2
1958 o o o o o o o o o o o o
1959 o o o o o o o o o o o o
1960 o o o o o o o o o o o o
1961 o o o o o o o o o o o 1
1962 o o o o o o o o o o o 3
1963 o 4 o o o o o o o o o 1
1964 o o o o o o o o o o o o
1965 o 1 o o o o o o o o o o
1966 o o o o o o o o o o o o
1967 1 o o o o o o o o o o 1
1968 o o o o o o o o o o o o
1969 o o o o o o o o o o 1 o
1970 o o o o o o o o o o o 1
197 1 1 o o o o o o o o o o o
1972 2 o o o o o o o o o o 1
1973 o o o o o o o o o o o 1
1974 o o o o o o o o o o o 3
1975 o o o o o o o o o o o 6
1976 1 o o o o o o o o o o o
1977 o o o o o o o o o o o o
1978 1 o o o o o o o o o o o
1979 o o o o o o o o o o o o
1980 1 o o o o o o o o o o o
198 1 o o o o o o o o o o o o
1982 o o o o o o o o o o o 1
1983 1 1 o o o o o o o o o o
1984 o o o o o o o o o o o o
1985 o o o o o o o o o o o 1
1986 o o o o o o o o o o o o
1987 1 o o o o o o o o o o o
1988 o o o o o o o o o o o 2
1989 o o o o o o o o o o o o
1990 o o o o o o o o o o o 1
1991 o o o o o o o o o o o o
1992 3 o o o o o o o o o o o
1993 o o 1 o o o o o o o o o
1994 o o o o o o o o o o o o
CUADRO N" 12
Observarorio Meteorol6gico de Matacán, Período 194 5 - 1994
NÚMERO DE DÍAS CON T m ~ 20 "C, OfAS DE BOCHORNO
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 o o o o o o o o o o o o
1946 o o o o o o o 1 o o o o
1947 o o o o o o o 1 o o o o
1948 o o o o o o o o o o o o
1949 o o o o o o o o o o o o
1950 o o o o o o o o o o o o
1951 o o o o o o l o o o o o
1952 o o o o o o o o o o o o
1953 o o o o o o o o o o o o
1954 o o o o o o o o o o o o
1955 o o o o o o o o o o o o
1956 o o o o o o o o o o o o
1957 o o o o o o o 1 o o o o
1958 o o o o o o o o o o o o
1959 o o o o o o o o o o o o
196o o o o o o o o o o o o o
1961 o o o o o o 1 o o o o o
1962 o o o o o o o o o o o o
1963 o o o o o o o o o o o o
1964 o o o o o o o o o o o o
1965 o o o o o o o o o o o o
1966 o o o o o o o o o o o o
1967 o o o o o o o o o o o o
1968 o o o o o o o o o o o o
1969 o o o o o o o o o o o o
1970 o o o o o o o o o o o o
1971 o o o o o o o o o o o o
1972 o o o o o o o o o o o o
1973 o o o o o o o o o o o o
1974 o o o o o o o o o o o o
1975 o o o o o o o o o o o o
1976 o o o o o o o o o o o o
1977 o o o o o o o o o o o o
1978 o o o o o o o o o o o o
1979 o o o o o o o o o o o o
1980 o o o o o o o o o o o o
1981 o o o o o o o o o o o o
1982 o o o o o o o o o o o o
1983 o o o o o o o o o o o o
1984 o o o o o o o o o o o o
1985 o o o o o o o o o o o o
1986 o o o o o o o o o o o o
1987 o o o o o o o l o o o o
1988 o o o o o o o o o o o o
1989 o o o o o o o o o o o o
1990 o o o o o o o o o o o o
1991 o o o o o o o o o o o o
1992 o o o o o o 1 o o o o o
1993 o o o o o o o l o o o o
1994 o o o o o o o o o o o o
CUAORON" 13
Ol=rvator10 Mmorológico de Maracán, Período 194 5 • 1994
NúMERO DE DÍAS CON T M ~ 25 "C. DÍAS DE VERANO
año E F M A My J JI Ag s o N D
1945 o o o 8 10 21 29 23 21 s o o
1946 o o o o o 18 29 24 19 8 o o
1947 o o o 6 7 22 29 31 16 1 o o
1948 o o o o o 22 29 28 23 6 o o
1949 o o o 7 4 22 29 31 12 3 o o
1950 o o o 4 8 19 31 28 21 4 o o
1951 o o o 1 1 IS 31 26 17 o o o
1952 o o o o 7 20 26 24 8 3 o o
1953 o o o o 18 18 30 31 13 o o o
1954 o o o o 9 14 30 23 23 4 o o
1955 o o o 2 14 17 31 31 18 2 o o
1956 o o o o 4 17 23 20 12 1 o o
1957 o o o o 3 12 30 28 18 o o o
1958 o o o 1 7 11 25 26 23 o o o
1959 o o o o 3 18 30 26 4 o o o
1960 o 1 o o 9 22 25 21 14 o o o
1961 o o o o 12 19 26 30 19 o o o
1962 o o o o 8 23 31 30 21 6 o o
1963 o o o o 4 16 30 26 8 7 o o
1964 o o o 3 20 16 28 26 23 2 o o
1965 o o 1 o 14 23 27 27 13 o o o
1966 o o o o 14 8 30 26 22 o o o
1967 o o o o o 13 31 25 9 6 o o
1968 o o o o 7 22 30 26 10 10 o o
1969 o o o o 3 9 30 27 2 o o o
1970 o o o 4 9 16 29 22 22 o o o
1971 o o o o o 9 2S 21 16 2 o o
1972 o o o o 7 19 27 18 3 o o o
1973 o o o 2 10 13 26 31 12 o o o
1974 o o o o 10 19 26 25 9 o o o
1975 o o o o o 15 27 25 5 4 o o
1976 o o o o 7 24 25 20 6 o o o
1977 o o o 2 2 6 14 18 21 2 o o
1978 o o o o o s 27 29 21 1 o o
1979 o o o o 6 23 26 27 10 o o o
1980 o o o o o 12 24 27 23 3 o o
1981 o o o o 1 21 22 29 17 2 o o
1982 o o o o 7 15 26 26 14 o o o
1983 o o o o o 21 31 21 20 6 o o
1984 o o o 3 o 18 28 24 14 o o o
1985 o o o 1 1 17 28 28 29 7 o o
1986 o o o o 13 22 30 26 ti o o o
1987 o o o l 6 17 27 28 19 o o o
1988 o o o o o 6 22 30 18 5 o o
1989 o o o o ti 20 31 30 12 7 o o
1990 o o 1 o 3 23 31 29 26 1 o o
1991 o o o o 9 21 26 29 22 o o o
1992 o o o 2 13 7 30 25 17 o o o
1993 o o o o o 27 28 25 5 o o o
1994 o o o 4 7 18 31 28 9 1 o o
RESUMEN: El objeto de este trabajo es dar noticia sobre las obras que se
han llevado a cabo en la Catedral Vieja de Salamanca desde el S. XVI hasra la
actualidad, limitándonos a da.r una escueta información de escas obras basándo-
nos en los documentos encontrados sobre ellas y dejando para posteriores tra-
bajos un escudio más profundo sobre algunas de ellas,como las discincas repara-
ciones de la corre de las campanas,la construcción del nuevo clausrro,archivo y
contaduría etc ... Para ello hemos consultado codas las Accas Capiculares extra-
yendo de ellas codas las referencias que había sobre el cerna. Así hemos podido
conocer codas las remodelaciones,reparaciones y reformas sufridas por Sanca Ma-
ría de la Sede.
1. las siglas que se van a emplear en este trabajo son A.C.S. (Archivo de la Catedral de Salamanca)
y A.C. (Actas Capitulares) A.C.S.·A.C.-1490-1491.-Fol. 45-45 vuelto.
2. A.C.S.-A.C.- 1507-1539.-Fol. 171 vuelto-172y1 76 vuclto.
3. A.C.S.-A.C.- 1568-1579.-Fol. 111.
4. A.C.S.-A.C.- 1580-1590.- F. 67.
5. A.C.S.-A.C.-1580-1590.-Fol. 34 2 vuelto, 356-358-408-409, 415-415 vuelto.
6 A.C.S.-A.C.- 1580-1590.-Fol. 461 .
7. MillARES CARLO, A. "Tns ts111di01 hibliográftcos•. Maracaibo. 1961 Pá&s. 115-192. Dedicada a
Gil Gonúle2 Dávila.
Jugó un importante papel en la difusión del culto al Cristo de las Batallas en Sa-
lamanca y fue un g ran admirador del primer obispo salmantino D . Jerónimo de
Perigord, a quien tenía como sanro.
Pretendió haber hallado el cuerpo de Jerónimo de Perigord en 16078, bajo un
arco pequeño en la nave de la epístola de la Catedral Vieja. Esto hizo que los sal-
mantinos aumentaran su interés por dicha catedral.
En esta época fue atribuido un milagro al Cristo de Las Batallas. Si podemos
sospechar de la autenticidad de éste, no podemos hacerlo de la causa que lo pro-
dujo. Sabemos que el 14 de Marzo de 16149 el canónigo encargado de la conser-
vación de los edificios, D . Luis de Castilla, comunicó al cabildo que "la igleJia vieja
se moxaba toda porque con la antig11edad della estaba la canterla y bobedas malparadas y
era necesario cubrilla de texa" y pidió al cabildo que diera autorización para recoger
los materiales necesarios "de manera que no se llueba la iglesia ni reciba mas daño el edi-
ficio". Parece, pues, que las bóvedas de la Catedral Vieja estaban muy dañadas, ya
que llueve en la misma iglesia, y hay que cubrirlas de tejas.
Es en este momento de la reparación cuando se produjo un hecho, que fue atri-
buido a un m ilagro del Cristo de las Bar.alias. Un obrero de los que trabajaban en
la reparación, llamado Alonso de Paz Gallego, recibió sobre su cabeza y espaldas
una piedra de seis arrobas, que se desprendió de lo alto de la bóveda, y quedó sin
sentido. Al volver en sí, invocó al Cristo de las Batallas y al día siguiente se in-
corporó al trabajo como si nada hubiera pasadolO.
Los canónigos vieron en esto la ocasión de exaltar los méritos del crucifijo y
presentaron al obispo D. Luis Fernández de Córdoba una solicitud para que reco-
nociese este hecho como uno de los dieciocho milagros del Cristo de las Batallas.
Este lo hizo de bastante mala gana el 24 de Marzo de 161 S, víspera de su partida
a Sevilla, de donde había sido nombrado arzobispo. Seguidamente el cabildo hizo
pintar sobre el muro norte de la Catedral Vieja los dieciocho milagros atribuidos
a dicho Cristo de las Bacallas, encargándosele a un tal José Sánchez, a quien se le
pagaron, el 8 de Noviembre de 161 S, 542 reales por su mediocre trabajo 11 •
El 16 de Diciembre de 1641 se mandó cerrar la reja de la Capilla Mayor de la
Catedral Vieja 12. Aunque ya tocios los oficios y ceremonias se realizaban el la cate-
dral Nueva vemos que, cuando en ésta hay que hacer obras o arreglos, utilizan
Santa María de la Sede. Así, el 1 de Agosto de 1653 se mandó bajar el coro a la
8. GONZALEZ DAVILA, G. "Historia dt la.r lintigíitdadtJ de la ciudad dt Salamanra. Vidas tlt 11t1
obi1pos y rosas s11rrdidaJ tn i11 tiempo". Salamanca 1606. Págs. 99-1 OO.
9. A.C.S.-A.C.-1600- 1616.-Fol. 872 vuelco.
10. A.C.S.-Caj. 4 3.-Leg. 2.-Nº 75.
l 1. A escas pinruras hace reíertncia entre otros ARAUJO. F. "La rtina dtl Tormei". Salamanca 1984.
Págs. 199-200.A.C.S.-A.C.-Caj.43.-Leg.2. Nº 57.
12. A.C.S.-A.C.-1640-16'18.-Fol. 127.
Catedral Vieja 1 3, y el 31 de Julio de 1679 ordenaron decir en ella las misas mien-
tras durara la rogativa en Ja Catedral Nueval4.
A mediados del S. XVII, el 24 de Mayo de 1658, tuvieron que repararse las
bóvedas de la Cated ral Vieja, a pesar de que, como hemos visto, pocos años anees
había sido arregladas. El 9 de Septiembre del mismo año se mandó que la piedra
sobrante de la reparación se empleara en arreglar las puertas de Sanca María de la
Sede 1 ~.
Vemos, pues, que a lo largo del S. XVII la Catedral Vieja fue objeto de las
atenciones del cabildo en un momento en q ue los trabajos de la Catedral Nueva
iban a un ritmo muy lenco.
Ig ualmente en este siglo atrajo varias veces la atención y los desvelos del ca-
bildo la torre de las campanas, pues su chapitel tuvo que ser reparado en 1621,
1634 y 1658 16.
A comienzos del S. XVIII, concretamente en 1705, la Catedral Vieja necesi-
taba nuevas reparaciones. El 27 de Febrero se comunicó al cabildo que una nave
del claustro amenazaba ruina y era necesario demolerla y construirla de nuevo.
Pero el cabildo no tomó ninguna decisión al respecto, esperando la llegada del
maestro de obras D. Pantaleón Pontón de Setién l7. No se volvió a hablar nada del
asunto, lo que nos hace pensar que el cabildo no trató de arreglarlo, probablemente
por falca de dinero.
Pero el realidad lo que en este año y el siguiente atrajo el desvelo de los canó-
nigos y de todos los salmantinos fue la torre de las campanas, en la que el 14 de
Mayo se produjo un gran incendio. Quedó reducido a cenizas todo el chapitel, sue-
los de madera, mazas de las campanas, se cayó a la calle la campana del reloj, se de-
rritieron parte del cimbalillo y una campana pequeña, y las demás no podían usarse.
El cabildo q uedó consternado por el suceso y porque no contaba con medios
financieros para arreglarlo. Los principales autoridades de la ciudad, la Universi-
dad y el Obispo, ofrecieron su ayuda y, junco con el Consejo de los Seises, decidie-
ron pedir a todos los nobles, clérigos, religiosos y religiosas de la ciudad limosnas
para poder reparar el campanario. A lo largo de esce año y del siguiente se reco-
gieron numerosas limosnas con las q ue se pudo realizar la obra, que dirigió el
maestro del cabildo D . Pancaleón Pontón de Setiénl8.
En 1733 se mandaron reparar las vidrieras y tejados de toda la catedral, claus-
tro y capillast9.
27. Noca 16. Págs. 87-90, 92-96, 98-107, 117-119, 125-1 29, 140- 154, 158-160.
28. A.C.S.-A.C.- 1770-1 775.- Pol. 366 vuelro-367.
Pero fue en 1783 cuando comenzó una nueva campaña de trabajos importan-
tes, esta vez en el claustro de la Catedral Vieja, seriamente dañado a consecuencia
del terremoto de Lisboa.
El 17 de Enero se informó al cabildo de que se había concluido el socalzo de
la Catedral Vieja y construido arriba dos viviendas decentes para refugio o castigo
de los señores capitulares. También se comunicó que, con el paso del tiempo, se
había resentido y resquebrajado la pared de la iglesia que baja por la calle de Ten-
tenecio y que los tejados de la Capilla de Anaya tenían rotos los tirantes y con pe-
ligro de ruina. Igualmente amenazaba desplomarse el tramo del claustro donde es-
taba la imagen de San Cristóbal y necesitaba repararse.
El cabildo mandó pedir opinión a Jerónimo García de Quiñones, maestro de
obras del cabildo. El día 20 Quiñones presentó su dictamen y el proyecto de los
arreglos necesarios. El cabildo decidió consultar a Sagarvinaga y Román. El 1O
de Febrero emitió su dictamen Román, mandando desmontar las crujías del
claustro. El cabildo ordenó a los dos maestros que hicieran los planos 29. El 7 de
Abril mandaron que se apoyara todo lo que amenazaba ruina, suspendiéndose
por ahora las obras, excepto en la Capilla del Canto, que ordenaron que fuera re-
parada30. El 12 de Septiembre se volvieron a comunicar nuevas quiebras en los
tejados del clauscro31.
En Febrero del año siguiente, el cabildo de nuevo se preocupó por el asumo y
pidió su parecer a los maestros.
El 7 de Marzo , ambos maestros dieron su opinión, viendo como muy necesa-
rias las obras por el peligro de ruina y la falta que hacía construir la Contaduría y
el Archivo. El cabildo acordó que se comenzaran rápidamence las obras, empe-
zando por la nave de Nuestra Señora del Pilar, sobre la que habría que construir la
Contaduría y el Archivo32.
El 6 de Junio se informó al cabildo sobre los sepulcros que se habían descu-
bierto en el claustro33. Las obras continuaron y en Marzo de 1787 se mandó cerrar
el claustro. El 23 de Abril de 1790 se comunicó al cabildo que ya estaban con-
cluidos el Claustro, Contaduría y Archivo y que era indispensable componer la Ca-
pilla del Canto y quitar de ella la madera sobrante de la obra. Pero esto último no
debió de cumplirse, pues al año siguiente la orden se repitió34 .
En la ocupación francesa de 1812 la Catedral Vieja jugó un importante papel.
Cedieron la Capilla de Anaya para que en ella se guardaran efectos de otras igle-
29. A.C.S.-A.C.-1 780-1785 .-Fol. 311-311 vuelto, 312 vuelto-313 vuelto, 319-320, 322-322
vuelco.
30. A.C.S.-A.C.-1780-1785.-Fol. 337 vuelco-338, 343.
31. A.C.S.-A.C.-1780-1785.-Fol. 390 vuelto.
32. A.C.S.-A.C.- 1780-1785.-Fol. 633 vuelto-634, 635-635 vuelto, 646-646 vuelto.
33. A.C.S.-A.C.-1780- 1785.-Fol. 682 vuelto.
34. A.C.S.-A.C.-1 785-1789.-Fol. 193-193 vuelco, 662-662 vuelco. A.C.- 1790-1795.-Fol. 1SO
vuelto-151 vuelto.
sias destruidas por éstos y sirvió de iglesia mientras duraba el fuego en los fuertes
de la ciudad. Sufrió los saqueos y abusos de las fuerzas ocupantes, como puede
apreciarse en el deterioro de varias capillas, y los capitulares se vieron obligados a
retirar los cinchos de las cadenas del Patio Chico para que no fueran robadas por
los franceses. El 18 de Mayo se recibió una carta del Jefe de Esrado Mayor pidiendo
se retirase el reloj de la corre y se desalojase la capiUa de San Martín, pues iban a
fortificarla. La orden se cumplió y la Capilla de San Martín se macizó y se tapió la
puerta de comunjcación de la t0rre con la iglesia35 .
En 1816 se procedió a reparar algunos de los destrozos de las tropas enemigas.
Así, el 29 de Enero se mandó reparar la corre;el 22 de Abril se hicieron colocar de
nuevo las cadenas en el atrio de la iglesia, el 17 de Mayo se mandaron arreglar los
rejados, pues había gran número de goteras36.
En 1818 se volvieron a realizar obras en Santa María de la Sede. El l de Abril
se comunicó al cabildo que era necesario reparar los cejados y pisos de algunas ca-
pillas y, sobre codo, de la de San Banolomé. El cabildo ordenó que el arquitecto
presentara un informe de las obras precisas. El 10 de Abril, D . Bias de Vega Gar-
cía presentó un informe y d ijo que, entre otras obras, era necesario reparar la bó-
veda de la catedral Vieja q ue estaba sumamente deteriorada porque se filtraba agua
del fregadero de la casa del campanero. Se mandó arreglar rápidamence37 •
Sin embargo los arreglos de La Capilla de San Banolomé no se realizaron y el
24 de Octubre de 1825 el señor.Maestrescuela volvió a llamar la atención del ca-
bildo sobre su reparación. El Deán dijo que avisaría al señor Intendente encargado
de la capilla para que la arreglara. Pero éste no hizo caso y el 20 de N oviembre de
1826 se volvió a repetir la propuesta. El 21 de Julio de 1828 el problema no se ha-
bía solucionado y, además, parece ser que se había agravado, pues avisan al cabildo
que la Capilla de San Bartolomé amenazaba ruina por la parce que da al claustro.
Se mandó avisar de nuevo al Intendente y, en caso de .que éste no respondiera, re-
currir a la superioridad. El 18 de Agosto el Intendente mandó un ofi cio responsa-
bilizándose de la obra y diciendo que la repararía urgentemente38 .
En los años siguientes la Catedral Vieja y su claustro sufrieron algunos pe-
queños arreglos. Así, el 23 de Abril de 1838 se mandaron poner vidrieras en la
Catedral Vieja. Ese mismo día se mandó hacer la puerca del claustro, que habían
robado. El 25 de Octubre de 1839 se mandaron pincar las paredes del claustro.
El 7 de Marzo de 1842 se mandaron quitar los cuadros del "Via Crucis" del claus-
tro por la inseguridad en que se hallaban, ya que falcaba uno y, según el texto, ce-
35. A.C.S.-A.C.-1810-181 5.-Fol. 227 vuelto, 246 vuelto-247, 234-234 vuelco, 239-239 vuelto,
240-240 vuelco.
36. A.C.S.-A.C.- 18 15- 1820.-Fol. 38 vudro-39. 75 vuelco-76, 83
37. A.C.S.-A.C.- 1815-1820.-Fol. 369-369 vuelco, 373 vuelco-376.
38. A.C.S.-A.C.- 1825- 1830.-Fol. 15- 15 vuelco, 147 vuel ro- 148, 353-353 vuelco, 362 vuelco-363.
nían gran valor, pues eran de Gallego, y en su lugar pusieran otro "Vía Crucis" de
menos valor39.
A part ir de 1840 en Santa María de la Sede solamente se decían los oficios
cuando se estaba limpiando o reparando la Catedral Nueva, como vemos por al-
gunas notas de los años 1840, 185 1, 1858 y 18774°.
El 6 de O ctubre de 1857 cayó un rayo en la torre de las campanas, causando
daños considerables a la veleta y cascarón del linternín. Al día siguiente el arqui-
tecto del cabildo, Sr. Cafranga, informó a éste de los desperfecros. Al ver que la
obra de reparación iba a ser considerable, se pidió al Gobernador que informara al
Ministro de lo sucedido.
El 2 1 de Noviembre de 1877, de nuevo tuvo la torre que ser reparada, como
se desprende de la información que dio el arquitecto de la diócesis, D. José Secal,
al cabildo. El 6 de Diciembre se mandó comunicar con rapidez al Obispo, Junta
de reparación de Templos y Comisión de Monumentos. Al año siguiente, el Obis-
po comenzó a pedir limosna para poder costear las obras de la corre. Las obras du-
raron hasta 188041.
En los años finales del S. XIX y principios del XX se hicieron varias obras y
arreglos en la ig lesia, claustro y capillas.
Así, el 15 de Noviembre de 1890, el Ayuntamiento solicitó al cabildo que ce-
diera para vía pública La sacristía de la Capilla de Talavera y el cuarto de los votos
de la Sala Capitular. El Cabildo acordó cederlos gratuitamente con la condición de
que el Ayuntamiento cerrara los huecos, alisara las paredes y pusiera canalones;
obras que habían de ejecutarse bajo la dirección del arquitecto d iocesano42 .
El 16 de Junio de 1902 se mandó limpiar la Capilla de San Martín o del Aceite
y se acordó se trasladaran a otra bodega de la iglesia las tinajas43.
El 30 de Agosto se notificaron al cabildo los descubrimientos de sepulcros e
inscripciones en el claustro, con motivo de las obras promovidas en dicho claustro
por el Padre Cámara. El 15 de Noviembre se presentó la memoria de dichos se-
pulcros«, que habían quedado tapiados en las obras de construcción del nuevo
claustro en el S. XVIII, dirigidas por Quiñones.
39. .A.C.S.-.A.C.- 1835-1840.-2"- Fol. Fol. 123-123 vuelto, 233 vuelto.A.C.-1840-1850.-Fol. 1-5
vuelto.
40. A.C.S.-A.C.-1835- 1840.-2' Fol. Fol. 260 vuelto-261. A.C.- 1846-1864.-Fol. 46-46 vuelco.
A.C.- 1850- 1860.-Fol. 37 vuel ro-38 ..A.C. 1860-1870.-Fol. 305-305 vuel to, 6 18 vuel co.
41. Nora 16. Pgs. 172-1 74, 177- 180.
42. .A.C.S.-A.C.-1879-1890.-Fol. 359-359 vuelto; A.C.- 1890-1901.-Fol. 3-3 vuelto.
43. A.C.S.-.A.C.- 1902-19 18.-Fol. 6.
44. A.C.S.-A.C.- 1902- 1918.-Fol. 10-10 vuelto. Bolttín Eduiáitico de 1902. Págs. 287-290. Ver
BRAVO, R.: "Epigrafía sepulcral en el claustro de La Caredn.I Vieja". BaJílica Tnviana. 1902. Págs. 270-
275; RODRÍGUEZ MIGU EL, L.: "Descubrimicnros en el claumo de la Catedral Vieja de Salamanca". Ba-
sílira Ttrtsiana. 1902. Pg. 257-261; REPULLÉS Y VARGAS, E.M' "El clauscro de la Catedral Vieja de Sa-
lamanca y sus sepulcros". B.S.E.E. l 903. Págs. 241-245 y del mismo autor: "Los sepulcros descubiertos en
el claustro de la Catedral Vieja de Salamanca", Basílica Tmsiana. 1902. Págs. 295-299. A.C.S.-A.C.-1902-
1918.-Fol. 18 vuelto-21 vuelto.
47. Ver Manín JIMENEZ, J.L.: "Reparación de la Torre del Gallo". Arq11irec111r(I. Nº 106.1928.
Págs. 35-4 1; TORRES BALBAS, L, ''Los cimborrios de Zamora, Salamanca y Toro··. Arq11iltc111ra. 1922.
Págs. 137-l 53; GARCIA GUERRERO, R.: "La Torre del Gallo··. Arq11i1e,·111rfl. 1922. Págs. 129-136.
Se puede ver cambién el Dossier de rcscauración de Ricardo García Guereca, consciruido de cinco do-
cumenros, cinco planos, una memoria de 11 páginas y cuatro focografías en las que se aprecia el espacio
que había enrrc el exrradós de la cúpula y el inrrad6s de su cubierta, los gastos detallados y el coral gene-
ral que asciende a 7 1.930'35 pes. Esce cuaderno se encuencra en el Archivo General de la Adminism1ción
Cenrral de Alcalá de Henares con el No- 13224-2 (21 de Julio de 1925).
48. A.C.S.-A.C.-1919-1945.-Fol. 4, 72, 93-93 vuelto, 115-115 vuelto, 115 vuelco, 116 vuelco.
49. Archivo General de Administración Cenrral.Cuaderno 13224-8 (12 de Noviembce de 1927).
50. A.C.S.-A.C.-1919- 1945.-Fol. 120- 120 vuelco, 12 1, 142. Archivo General de Adminimación
Central.Cuaderno 13223-13 (20 de Marzo de 1928).
51. Archivo General de Administración Central.Cuaderno 13233-11 (6 de Diciembre de 1929).
52. A.C.S.-A.C.- 1919-1945.-Fol. 169-169vuelto.
53. A.C.S.-A.C.-1946-Actualidad.-Fol. 73, 78-78 vuelto, 81vuelco,82, 88-90.
LUIS P. MARTfN
1. Cf. Luis P. Martín: la Mas0ntrfa m Ca11illa y U6n m ti Jiglo XIX, Salamana, ed. Dipu tación,
1996, pp. 19-26. También un C$tudio imporunce el de M". J. l.acalzada: "Sob~ idealC$ y actividad poli·
tica de la Masonería y los masones C$peñoles em~ 1902-1936", La M aio11n'fa upaiiola tkl Jiglo XX, Toledo,
CEHME, Universidad de Castilla-La Mancha/Cort(S de Casulla-La Mancha, 1996, pp. 329-349.
2. Vid. Luc Nefonraine: S)mbolu ti SJmboliJnus da111 la Franf-MJ1fonnw1t, BnMlas, Universidad Libre
de Bruselas, 1994.
cida como sociedad de ideas, nuestra pretensión es darle una imagen que revela su
originalidad, diferenciándola de otros modelos de sociabilidad. Esca originalidad
es también el producto de un d iscurso, de una manera de recitarse y de reprodu-
cirse texcualmente. Las logias masónicas practican la oralidad como método de ex-
presión, y dentro de las asambleas, los discursos (escritos y leídos) y los debates, re-
crean un saber, una transmisión de conocimientos que se plasman directamente en
sus textos y en sus documentos internos. Uno de los fundamentos de esca litera-
tura viene dado por la tradición masónica, la cual tiene -entre ocras caraccerísticas-
la de servir de referencia cultural a una sociedad de hombres diferenciada. Así pues,
podemos considerar sin riesgo que la masonería crea encre sus miembros, por me-
dio de este soporte cultural que es "lo escrico", una identidad muy marcada que,
evidentemente, lo refleja en sus textos.
Los textos y documentos que hemos escogido, se desmarcan por su nitidez ex-
posit iva, su pertinencia contextual y su interés histórico. Como en toda selección,
la parte subjetiva existe y nosotros no esconderemos nuestras preferencias. Sea
como fuere, la selección responde a criterios eminentemente históricos, canco por
su rigor como en su compilación. Por escas razones, no hemos deseado caer en el
"codo ideológico", o en el "codo político". Hemos establecido secciones claramente
divergentes, pero que se integran por medio de textos que son a La vez internos y
externos, aunque estos no se exterioricen. Por un lado, los textos y documentos que
abordan cuestiones masónicas y por ocro lado, aquellos que tratan cuest iones so-
ciales, políticas o religiosas. Los primeros porque nos parecen fundamentales para
encender la sociabilidad masónica: instalación de una logia., las elecciones de sus
dirigentes, las cuesciones financieras, los problemas internos ecc. Los segundos por-
que son la conscancia escrita de las ideas que se fueron forjando en las logias, que
es como decir que la masonería es una escuela donde se forjan los hombres 3 o dónde se
suscitan ideas. De aquí, que también sea una sociedad de ideas. Ideas que no siem-
pre son idénticas, ni uniformes, ni están destinadas (salvo en ocasiones precisas) a
servir a otro panido que el del propio masón.
Los documentos masónicos se pueden observar desde d iferentes perspectivas. La
adhesión a la masonería, es un acco de voluntad personal, que supone un conoci-
miento más o menos preciso de lo que es la masonería. Por esca razón, y con la ex-
cusa de un d iscurso de iniciación realizado por el padrino del nuevo masón, nos ha
parecido importante dar una visión de lo que es la sociedad masónica. Algunos pa-
sajes de esce primer documento, hay que situarlos en su contexto (1933), para no
distorsionar lo que a nosot ros nos interesa resaltar. En cualquier caso, los elementos
sim bólicos que contiene este texto se insertan perfectamente con un cipo de discurso
bastante generalizado en la masonería española del siglo XX, que combina con efi-
3. P. Alvue2 Lúaro: La MasoT1tda, ur11ela dt formarióTI dtl ri11dadaT10. (La td11rarión i11ttrna dt 1011114-
srmu apaño/a m ti último tmio dtl siglo XIX ). Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 1996.
cacia lo absrracto de una filosofía esotérica con una racionalismo aplicado. Basta leer
la sugestiva revista masónica Lat()mia4 para cerciorarse de ello. Otra de las formas de
acercarse a la sociedad masónica, para no caer en tópicos groseros, consiste en estu-
diar la existencia cotidiana de las logias. Se debe tener en cuenca que la instalación
de una logia no es un acto espontáneo y que reguiere múltiples condicionantes que
son a la vez individuales, ideológicos, sociológicos y materiales. También, entran
una serie de ponderables organizativos que son el substrato de unas actividades: te-
ner recursos financieros, encontrar un local, comprar mobiliario para la decoración,
etc. Además, los masones deben crear un mundo social nuevo con codos sus incon-
venientes (reglamentos de convivencia colectiva, reuniones, sanciones, etc.) y sus
ventajas (amistades, redes sociales, ayudas mutuas, etc.). Estos documentos, nos
muestran bien lo que era ser masón en la España de finales del siglo XlX. A partir
de estos datos cada lector podrá extraer su opinión, limitada al texto y no generali-
zar, puesto que en la reconstrucción de la vida de la masonería entran otros pará-
metros que completan los textos aquí presentados.
Uno de estos parámetros que deseamos resaltar, ya que a nuestro parecer tiene
un gran interés por lo innovador, es que las logias se comportan como auténticos
núcleos sociales, en donde se entrelazan la convivencia y el humanismo. De la pri-
mera surge naturalmente un proceso de socialización que es muy distinto de los
que emanan de la escuela o del sindicato, por ejemplo. Esta socialización es el re-
sultado de una voluntad común, ya que las logias buscan una armonización social
que sólo pueden conseguir aplicando unas reglas de comportamiento estrictas. Así
vemos que las relaciones son respetuosas y las discusiones equilibradas: la sociali-
zación es potente y la sociabilidad es democrática. Aquel masón que falta a estos
principios es, naturalemente, juzgado y expulsado. Por lo tanto, la masonería es
una sociedad que se dota de medios de protección para alcanzar sus objetivos. Una
noción de justicia es fundamental para practicar el igualitarismo, sin el que no po-
dría existir. Por esta razón, hemos deseado mostrar en dos documentos que la ma-
sonería considera con seriedad tanto la finalidad humana que busca, como la forma
de alcanzarla entre sus miembros. Otros aspectos que redundan en lo q ue avanza-
mos son también causa de la práctica de la socialización: ésta desarrolla un espíritu
de solidaridad que ahonda el sentimiento de identidad de los masones. Las ayudas
materiales que, de forma regular, dedicaban a la beneficencia ajena o propia (cf. do-
cumentos 8 y 9) daban un sentido humano a lo que de especulativo tenía la cons-
trucción del templo de la humanidad, metáfora que indica la finalidad de la ma-
sonería.
4. Esra excelente revisra masónica fue editada por la logia .. Unión.. de Madrid, enrre 1932 y 1934.
Dirigida por Carlos Malagarriga, que fue presidente de la Liga Española de los Derechos del Hombre, ruvo
una acogida muy importante en los círculos masónicos, tanto por su pertinencia como por su altura inre·
lectual. La revista necesita un estudio monográfico, que nos ofrezca más elementos sobre su alcance e in-
fluencia.
5. Cf. J. Baylor: La wit s11bs1i111k. Rtt:hmhe s11r la déviation dt la Frat1c-Maronnerie en Frat1ct ti tn E11-
rope. París, Dervy, 1985.
6 . Sobre este aspecto, consultar nuestro trabajo .. La logia y la tribuna: los políticos masones de
Castilla y León (1868-1900)'', Masonería. Rtv0f11ciót1 y Rtacá6n, Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, 1990,
pp. 157-167
7. Hemos defendido la tesis que las logias mas6nicas tuvieron un comporcamienro modernizador
tanto por sus relaciones democráticas internas como por el papel que asignaba a cada uno de sus miembros
en esta conducta. Vid. Luis P. Martín: "Intentos de modernización de una sociedad: la masonería en Casti-
lla y León a finales del siglo XIX", lnvt.1tigacionts Hist6riras, nº l6, 1996, Valladolid, Universidad de Valla-
dolid, p.173.
nesas nunca funcionaron como comicés electorales excepco en el caso del capítulo
Pelícano - de León): la diversidad de opiniones era real y los masones que ejercie-
ron la polícica formaron parce de codas las familias políticas: desde el republica-
nismo fede ral al liberalismo conservador.
Entroncar el interés de la masonería por la secularización y el hecho de que
adoptara una cultura republicana, no denoca una originalidad propia. Si la sociali-
zación política de algunas logias se realizó también dentro de un tipo de educa-
ción/formación (cf. documento nº 10) ello no implica una realización política. La
masonería cascellano-leonesa nunca obcuvo éxitos políticos sonados. Su trabajo,
como el de otros grupos afines -librepensadores, krausistas, etc.- fue un trabajo en
profundidad, puesto que la multiplicación de iniciativas, ya fuera educativas (cf.
documentos 12 y 13) o sociales (cf. documento nº 15) iban encaminadas a cambiar
la sociedad . No creemos que los masones fueran can poco lúcidos como para espe-
rar un pronto rescablecimienco de la República; prueba de ello es que después del
pronunciamiento de Villacampa en 1886, modificaron sus acciones dando priori-
dad a aspeetos más específicamente socio-educativos. Aspectos que federaron g ran
parce de los grupos y fanúlias políticas que, convencidos de su función y aporre,
creyeron en el hecho benefactor de sus actividades a medio plazo. Todos, incluso
los masones, pensaron en rencabilizar políticamente algún día su labor. No obs-
tante y en lo que concierne nuestra región, la rentabilidad fue escasa por no decir
nula: la dinámica política de la Rescauración les excluyó prácticamente y sólo el
ideario fue recogido parcialmente por hombres como Macías Picavea que plasmó
en sus crabajos algunas de las inquiecudes masónicasª.
Lo que exponemos, nos induce a criticar el republicanismo masónico. El docu-
mento ( n° 14) que presentamos es suficientemente elocuente de la indigencia or-
ganizativa de un partido atomizado. Las actitud de Ja revista La Acacia que abordó
la cuesción, nos muescra una intención unificadora de las distintas tendencias re-
publicanas que coexistían en el seno de la masonería: forzosamente, la revista ce-
nía la obligación de federar a todos los republicanos. Una lectura más precisa de
los textos nos dan una imagen pasiva que resulta de la inconfortable situación del
republicanismo salmantino y castellano, muy dividido entre zorrillistas y salme-
ronianos. De aquí a decir que este asunco paralizó el republicanismo masónico es
exagerado; pero también lo es insinuar que era el único sentimiento político
existente en las logias.
Para final izar escas nocas, unos breves comentarios sobre la masonería durante
los treinta primeros años del siglo XX. A raíz de la sublevación de los indepen-
dentistas cubanos y porcorriqueños, el gobierno de Sagasta clausuró la masonería
española en 1896, postrándola en un letargo coral y sólo logró levanta cabeza en
8. Sin atrevernos a ser categóricos, en ciertos textos masónicos emergen postulados que bien se pue-
den considerar como pre-regeneracionisc11S. El caso de Picave-.i no es casual: pcrccncci6 a la logia "'Reforma"
de Valladolid co 1883. lbídnn, p. 176.
los años centrales de la primera década. La mayor parce de las regiones, salvo An-
dalucía, Cataluña, Levante y Madrid, hubo que espera al advenimiento de la IIª Re-
pública para conover un desarrollo espectacular, pero muy inferior al que se dió en-
tre 1880 y 1895. En Castilla y León, la implantación fue lenta e insuficiente,
podemos incluso hablar de fracaso, aunque León, Salamanca y Valladolid tuvieran
logias de relativa importancia. En el resto de las provincias, la presencia masónica
fue inexistente o muy precaria (hubo triángulos en Burgos, Astorga, Palencia). Es-
tas dificultades, que gráficamente expone el documento nº 16, nos hace concluir a
varias tesis en cuanto a la implantación. Primera, el escaso poder de convocatoria
de la sociedad masónica que diluía sus objetivos en propuestas políticas y sociales
recogidas en otros grupos "públicos". Segunda, las duras condiciones materiales de
los talleres masónicos. Tercera, en la ruptura humana que se dió eras 1896 que al
paralizar sus actividades, durante veinte años, no encontró la renovación necesaria
para planificar y ordenar su devenir.
Evidentemente, mucho se ha hablado de la policización de la masonería espa-
ñola; sin contar que toda la sociedad espeñola del primer tercio del siglo XX es-
taba fuertemente politizada. A los masones de los años 20 les marcó profunda-
mente la dictadura de Primo de Rivera; no sólo porque se ensañó con ellos, sino
porque las logias adoptaron posturas cercanas a la clandestinidad, cuando no al "ca-
maleonismo"9. La contestación y oposición a la monarquía fue siempre un leit mo-
tiv masónico, en canco aquélla no fuera plebiscitada democráticamente. La dicta-
dura la condujo -como a tantos otros- a la conclusión de que no había retorno
posible y las actividades masónicas se convirtieron en una caja de resonancia de la
sociedad y política española. Querer ver en estos aspectos trazas de complots no
tiene fundamento documental.
El periodo de la IIª República estuvo marcado por una agitación masónica sin
precedentes. Las logias regionales empezaron a funcionar hacia 1932-33 y se en-
contraron inmersas desde su creación con la crisis de 1934 (gobierno de la CEDA,
sucesos de Asturias en octubre, represión, juicios militares, destierros y encarcela-
mientos abusivos). Además la división en el radicalismo republicano, al que per-
tenecían gran parce de los masones, fomentó luchas internas y expulsiones de tipo
político (cf. las opiniones de J. Peñalver en el documento nº 19). El endureci-
miento de la postura de algunos coincidió con la más absoluta falca de atractivo
político de otros (las pocas posibilidades de expansión del partido de Martínez Ba-
rrio, la poca implantación del radical-socialismo entre los masones de la región,
etc.). La unidad masónica, por último, se vió saboteada por injerencias personales
y la falca de crédito terminó por destruir lo que apenas se había construido: la lo-
gia de Salamanca cerró sus puertas en febrero de 1936, la logia de Valladolid fue
9. Esca cualidad la practicó la logia vallisoletana "La Amistad" que se reg istró anee el gobierno ci-
vil como ateneo. Posteriormente se descubrió el asunto y la logia fue cerrada por las autoridades de la dic-
tadura. Ver supra, doc. 16.
clausurada por su obediencia: la Gran Logia Regional del Centro y la log ia "Emi-
lio Menéndez Pallarés" de León trabajaba con intermitencias.
La contextualización de estos documentos nos desvela la desproporción entre
la realidad y el poder de La masonería regional y La violencia brutal de su liqui-
dación. Respecto a este punto hemos deseado aportar tres documentos que nos pa-
recen importantes para encender la máquina represora y la ideología de la repre-
sión. No vamos a entrar en la falsificación y los errores de bulto que contienen, lo
que nos importa es subrayar el carácter maniqueo, la impronta ideológico-judi-
cial y la existencia de toda una tradición ancimasónica que se remonca hasta el an-
glicanismo. En los documentos nº 20 y 2 1, se recogen y recortan codos los pen-
samientos que fundamentaron la represión: lo antiespañol, lo antinacional, lo
ancireligioso, lo antisocial, lo criminal, etc. La ordenación legal corrió a cargo del
juez Sánchez Tejerina, el cual visiblemente estuvo agobiado para encontrar visos
de crimi~alidad masónica en un Código Penal que no lo concemplaba 10 . Así pues,
hemos recogido los dos aspectos de la represión: el discurso y la acción. El último
documento (cf. nº22) referente a una sentencia atenuada, no debe hacernos creer
que fue lo normal. No hubo normalidad en la represión: codos los masones de
Burgos y de Valladolid , fueron fusilados o "paseados"; el venerable maestro de la
logia de Salamanca, Atilano Coco, también fue asesinado 11 . De este documento
nos interesa mostrar cómo los mecanismos de la represión fueron construidos pro-
gresivamente desde 1936 hasta 1940, con la creación del Tribunal para la Repre-
sión de la Masonería y el Comunismo, y como se fueron tipificando delitos y pe-
nas a parcir de las Ley de Responsabilidades; de aquí que el documento nº 21
adquiera codo su significado.
* * *
La historia de la masonería española es una historia polémica y se da porque
hay un exceso de palabra; los textos nos pueden ayudar a limitar los excesos de una
interpretación orientada. Bien es cierto, que la historia existe en cierta manera por-
que hay exceso de palabra, pero también porque hay una ciencia histórica que ha
escrito sobre la huella de lo que ya fue escrito12. La dificultad que entraña lo es-
crito, para aquel que escribe la historia, es que dentro de cada texco hay una in-
terpretación, hay una "política de la incerpretación" 13. La presentación de estos do-
10. ~nchez Tejerina se "inspiró" en la cipificación de crimen de lesa pacria en un panfleco del pa-
dre Juan Tusquecs publicado en 1937 y 1i1ulado La frantma10Mrla '1'Ítnm ~lesa pa1,-ia (Burgos, ed. Anti-
S«rarias).
11 . Este aconrecímienro fue una de las C'&usas que provocó la reacción encolerizada de Unamuno
anee Milláo Ascray en la c~lebre apertura del año universitario de 1936. Efectivamente, el pastor protes-
cancc Acilano Coco era un conccrtulio de Don Miguel.
12. J. Ranci~re: 1...eJ noms de /'hisroirt. 1!11ai de poitiqut du savoir, París, Seuil, 1992, p. 177.
13. H . Whice: El conttni® tÚ la forma. Narrativa, di.Jnmo y rtfwtstnlación hi11órica, Barcelona, Paidós,
1992, p.75 y SS.
14. in La ini'tJtigarión hist6rica: tt«ía y milo®, Barcelona, ed. Crícica, 1995, p.329.
Es necesario raspar la nobleza, esa roña moral con que las circunstancias adver-
sas suelen revestir a los hombres, para descubrir la parte noble, la médula, el cora-
zón.
Y no es, querido hermano, la Masonería: la linterna de Diógenes el Can que
busca un hombre y el cincel de Fidias que hace de rocas un Parcenón.
Habéis prometido cumplir los deberes que la Masonería os impone; habéis su-
frido triunfal las pruebas preliminares dejándoos iluminar por la simbólica lin-
terna para descubrir al hombre, y quedáis sometido al deber de los golpes del cin-
cel metafórico, que modelando vuestra psique con las formas bellas de la bondad,
al hacer de vosocros un masón, os permita manejar las herramienras del espíritu
para que, sembrando el bien con el ejemplo, seáis desde ahora un filósofo más que
empuje a la Humanidad a la soñada acracia que simbolizan los micológicos para-
cios (sic).
Os concedemos la suficiente penetración para haberos percatado del valor sim-
bólico de codos los accos a que habéis sido sometidos. Habéis permanecido en las
tinieblas y habéis visco la luz. Que esca luz os haya penetrado hasta lo más pro-
fundo de vuestra psique y os permita andar por la vida con los pasos firmes del ma-
són iluminado por los descellos de la bondad, la justicia, la rectitud y el espíritu
humanista que sellen y rubriquen la promesas que habéis hecho.
Habéis permanecido en la •cámara de reflexiones, donde la elocuencia de los
símbolos han debido de llevar a vuestro ánimo la última convicción de la fugaci-
dad de la vida. Ante la vida de un sol, la nuestra es un relámpago; ame la vida de
una nebulosa, la de un sol es efímera. En el gran concierco universal la Tierra es un
átomo, y de este átomo, residuo fragmentario de una pígmea porción de polvo cós-
mico, somos los hombres una fugaz secreción. Juzgad, querido hermano, de nues-
tra modestia.
Anee reflexiones de esta índole que son el cincel de Fidias, inmacerial que se
llama Filosofía, sopesad la consistencia de las grandezas humanas y hallaréis que
son ridículas. Analizad el orígen de los hechos que convierten en bestias a los hom-
bres entenebreciendo la vida y veréis que escá en alcanzar esas mentiras y g rande-
zas. Y marchad así, de eslabón en eslabón en un análisis de la vida y terminaréis
por convenceros de que no hay más g randeza nj más tesoro, ni más gloria, ni más
fel icidad que la salud del cuerpo y la grandeza del espíritu.
Ser bueno sin esfuerzo es escar sano y un marchamos de felicidad . Creo que fue
Agustín, el santificado por la secta católica, quien decía: "Experimento placer de
hacer el bien... , no soy bueno". Y es que la bondad debe fluir de un cerebro sano,
como la luz de un sol: sin violencia, como un efecto cuya causa es la armonía bio-
* Cámara donde se aísla un profano anees de ser iniciado para que mcdicc y redacte su cest2mcnto
filos6fico.
Doc. 2. Ceremonia de inaguración del templo e instalación de la Logia "Aurora del Pro-
greso" de Fuente de San Esteban (Salamanca) (1889)
A La Gloria del Gran Arquitecto del Universo•
Respetable Logia Simbólica "Aurora del Progreso"
al Serenísimo Gran Oriente* Nacional de España
Salud - Fuerza - U nión
Ilustres y poderosos H ermanos sabed: Que esta Respetable Logia celebró la inagu-
ración de su templo e instalación de la misma al tenor siguiente: al Oriente* de
Fuente de San Esteban a los veinte días del mes de julio de 5889 (era antigua* ) y
162 de la Orden en España, se personaron en la Estación del ferrocarril los Her-
manos V. S. (Galileo)*, L. B. (Cervantes), R. G . (Sócrates) y M. G . (Cervantes) con ob-
jeto de esperar las comisiones invitadas al efecto y que se fueron presentando por
el orden siguiente: primero el Atisartha del Soberano Capítulo "Villalar nºl4",
hermano J. M. (Maldonado), el tesorero del mismo S. B. (Padilla) y su esposa D. T.
hermana (María Pacheco). Segundo, el Acisarcha del Soberano Capítulo de Rosa
Cruces, G. R . (Giordano Bruno); el Orador, A. G . (Holtinger); el Tesorero, J. A. (Mu-
rillo); J. L. T. (García-Vao 2) y hermana J. R . (Lur:recia) esposa del citado Orador.
Tercero: los Obreros de la Respetable Logia "Hijos de la Humanidad", J. L. (César
* Grupo de masones que son reconocidos por una obediencia (aucoridad masónica superior) por me-
dio de una carra consriruriva. Pa.ra q ue sea regular debe escar formada por siete maesrros masones (grado
3°). También se designa eJ lugar donde se reunen los masones.
* Símbolo de Dios para algunos masones; el principio creador para ocros, para codos la ley.
* El Gran Orience es la reun ión de cuerpos masónicos que forman su gobierno.
* Ciudad en donde se escablcce una o más logias. Simboliza el punco cardinal de donde proviene la
luz masónica. El Orience ecerno se sitúa más allá de la muerce.
* Tradicionalmence los masones cenían la costumbre de fechar sus crabajos y escricos con el año de
la creación del mundo, que se suponfan 4000 años anees de la era cristiana.
* Nombre simbólico del masón. Es un nombre adopcado en el momenco de la iniciación y por el
que se le reconocerá en el futuro en sus trabajo simbólicos. Es una cradición española que no se da en ocras
masonerías europeas.
Imtalación de la Logia
Reunidos todos los hermanos sin excepción y practicada la recepción de los visita-
dores y comisiones; ordena el Venerable Maestro a los Maestros de Ceremonias pro-
cedieran a reconocer la comisión instaladora que se hallaba en el vestíbulo del
Templo, lo cual verificaron y sabido que los componían los hermanos Méndez Nrí-
ñez y los Atisarthas* de los Capítulos "Villalar" e "Hijos de la Humanidad", des-
cendió de su crono el Venerable y acompañado de los Vigilantes y Oficiales se acer-
caron a la puerta del Templo invitando la comisión pasase adelance haciendo
entrega de los tres mazos* al Presidente, les condujo al trono bajo la bóveda de
acero, mientras los demás hermanos les tributaban las reiteradas baterías.
Abiercos los trabajos por el Presidente y dada lectura por el Venerable Maestro a
la carca constitutiva provisional , por carecer de la efectiva prestaron éste y los Vi-
gilantes la promesa solemne que establece el rico y seguidamente los hicieron los
hermanos de Taller firmándose por unos y otros las fórmulas provisorias de las cua-
les que entregada una al Venerable Mesero por el Presidente de la comisión. Este
dirigió algunas frases a la concurrencia elogiando al Serenísimo Gran Oriente,
dando las gracias al Taller y haciendo una breve reseña de los fines que se propo-
nen la francmasonería, proclamando la instalación, ordenó a los Vigilante pusieran
en posesión de su cargo a los del nuevo Taller y haciéndolo él al Venerable Mesero
dio las vivas de ordenanza dejando su puesto para que lo ocupase el nuevo Venera-
ble Maestro. Este dio las gracias a la comisión y concedió la palabra a los herma-
nos que quisieron hacer uso de ella. Tomándola en primer término el hermano Cer-
vantes *(LB) para mostrar su gratitud tanto a la comisión inst.aladora como a los
demás hermanos que honraron el acto con su presencia, lamentándose que no es-
tuviera ningún miembro de la Respetable Logia "Luz Bejarana" a quien por olvido
(sic) involuntario no se les había pasado invitación. El hermano Mérukz Núñez par-
ticipó también a este mismo sentimiento y propuso al Venerable Maescro se hiciera
constar en el acta y se les participara a los miembros de aquélla que para perdonar
en pacte esta falta imperdonable se les tributara una entusiasta triple batida. Los
hermanos G. Bruno 2, Bravo y otros también usaron de la palabra para fe licitar al
nuevo taller por los múltiples trabajos que en una sola noche habían emprendido.
Por último el hermano Mlndez Núñez dio lectura a un brillante trozo de arquitec-
tura• trazada por el hermano Napoleón, aprendiz de Ja logia "La Mirobrigense" en
el que con correctas frases encomiaba la propaganda de la Francmasonería.
Siendo hora avanzada se corrió el tronco de beneficencia• que produjo la medalla
profana de ocho pesetas y cinco céntimos, y se cerraron los trabajos codos conten-
eos y satisfechos.
Los miembros de la logia "Hi jos del Progreso" (sic) obsequiaron a las comisiones
y visitadores con una espléndida cena a la que no se le puede dar el carácter de ban-
quete masónico porque el fondista encargado y la sirviente eran completamente
ajenos a la institución. Brindaron, no obstante los brindis más significativos y el
hermanos Méndez Núñez resumió en uno solo los siete de ordenanza envozándolo
(sic) tan acertadamente que sólo pudo ser comprendido por los hermanos.
El Presidente de la Comisión
Méndez Nríñez, grado 32
• Caja donde se deposita el óbolo para la beneficencia. Todos los masones tienen la obligación de
entregar una cantidad al finalizar cada tenida.
El Orador El Secretario
Holtinger, grado 31 César, grado 2
Capítulo Segundo
De las Dignidades, Oficiales y demás miembros de la Logia,
atribuciones de sus cargos e elecciones
Are. 11. Esta Respetable Logia se compondrá de las Dignidades sefialadas por la
Constitución, de los Oficiales que considere necesarios, de las comisiones perma-
nentes y de un número ilimitado de obreros.
Are. 12. Los derechos y deberes de las Dignidades, Oficiales y Comisiones de las
Logia son las consignadas en el capítulo 3º de la Constitución de la Masonería sim-
bólica del Serenísimo Gran Oriente Nacional de España.
Are. 13. Las Comisiones permanentes serán la de rigor, la de hacienda y la de be-
neficencia y especiales las que sean necesarias, presididas todas por el Venerable de-
biendo constar cada una de un número de Obreros que no baje de tres, ni exceda
(sic) siete, y todos nombrarán en su primera sesión un Vicepresidente y Secretario.
Are. 14. Las elecciones de Dignidades, Oficiales y Comisiones permanentes, se ve-
rificarán por vocación secreta en la primera quincena de Diciembre y los electos to-
marán posesión de sus cargos el 27 del mismo mes.
Are. 1 S. Son elegibles para todos los cargos y Comisiones los miembros activos de
la Logia que pertenezcan a ella desde eres meses ames de hacerse la elecciones. Para
Venerable, Vigilantes, Orador, Secretario y Primer Experto han de elegirse los que
estén en posesión del grado de Maestro por lo menos.
Are. 16. No podrán ser elegidos para cargos del Taller los que deban al Tesoro las
cuotas de tres meses o hayan asistido a dos terceras parces de las tenidas celebradas
durante el año.
Are. 17. Las elecciones se verificarán en Cámara de Aprendiz*, en sesión extraor-
dinaria y por papeletas que se depositarán en una urna colocada sobre la mesa del
Capítulo Tercero
De los Trabajos del Taller
Discusiones
Are. 27. Todo obrero tiene derecho a emitir libremente su pensamiento; pero siem-
pre debe hacerlo con moderación, respetando las opiniones de los demás, acatando
las decisiones de la mayoría y guardando en todo caso las formas propias de un
buen masón.
Are. 28. Cuando un hermano esté en el uso de su palabra, sólo podrá ser ince-
rrumpido por el Venerable o Vigilante de su columna para llamarle a la cuestión y
al orden, debiendo cubrir el templo durante la tenida el hermano que llamado por
segunda vez al orden reincidiese.
Art. 29. El hermano que suscite d iscusiones agitadas, califique duramente a los
hermanos, ridiculice las opiniones emitidas por otros, promueva rumulcos, de-
muestre impaciencia o marcado disgusto por el resultado de alguna vocación, será
objeto de censura, la cual consistirá, según los casos, en ordenarle cubra el templo
hasta que en la próxima tenida reconozca su falca, en consignar sus palabras en el
acca como fundamento del oporruno proceso, o declararle excluido del cuadro de
la Logia sin prejuicio del procedimiento penal a que sea acreedor.
Arr. 30. Gozan de preferencia los Vigilantes en el uso de la palabra, cuando la pi-
dan en cumplimiento de su cargo, y el Orador siempre que lo haga en representa-
ción de la ley. Todos los obreros pedirán palabra para un mismo asunto, eres her-
manos en pro y eres en contra, y estos sólo dos veces, una para rectificar, a no ser
que el taller acuerde ampliar la d iscusión. El autor de la proposición puede hablar
una segunda vez en réplica.
Art. 31. Las proposiciones que se tomen en consideración en una tenida, no pue-
den discutirse hasta la siguiente que se celebre, a no ser que los hermanos lo acuer-
den urgente.
Are. 32. Recaído el acuerdo sobre una proposición, no se suscitará nuevo debate
sobre la misma hasta transcurridos eres meses.
* Corresponde al grado 3° y último del simbolismo. Viene a culminar la formación masón ica, aun-
que el masón debe pensar que nunca ha rerminado su formación.
* Conj unco de miembros que componen un log ia.
Querido Hermano: Recibí vuestro certificado del grado 9° para entregar al her-
mano Salmerón, el cual obra ya en su poder. El motivo, o mejor dicho, los motivos
que han ocasionado el no escribir dándoos conocimiento del nombramiento del re-
presencance que habrá de trasladarse a esos Valles para la asamblea que cendrá lu-
gar en los primeros días del mes de octubre, han sido los muchos disgustos e inci-
dentes que han surgido por varios de los hermanos; vos no ignoráis lo que sucede
en estos casos, pero no obstante voy a daros una idea exacta de los hechos ocurri-
dos.
Al proponer en tenida ordinaria la incorporación al Gran Oriente Nacional de
España, como veréis por el Cuadro-Lógico que remitimos a ese cenero, codos escu-
bieron (sic) conformes con mi proposición a excepción del hermano MuriJ/o; pro-
cediese a la vocación (sic) y resultó una gran mayoría a favor del Gran Oriente,
visto el favorable resultado fue el motivo de escribiros, pero posteriormente se de-
clararon completamente opuestos los hermanos Amadeo, Prim, Che/, MuriJ/o y Cer-
vantes bajo pretexto de que no supieron de seguro que la Gran Federación no exis-
tía, no acudirían a trabajos, pidiendo sus planchas de quite• , no habiéndoselas
concedido a los hermanos Che/, Prim y Cervantes por no hallarse a cubierto con el
* Expresión que indica que se ha pagado (o no) las cocizaciones mensuales a la logia.
* Expresión q ue indica la instalación de una logia.
ACTA
A los diez y ocho días del mes de Enero de 1889 (edad vulgar) abiertos los tra-
bajos de dicha citada Logia al Oriente de Valladolid y después de cubiertos los
puestos de rito, el Venerable Maestro ordenó la lectura de las planchas o actas co-
rrespondientes a las dos tenidas anteriores, expresándose en la l ª haber quedado
aprobado por unanjmidad y mayoría respectivamente el arcículado de un proyecto
de presupuesto presentado por la Comisión nombrada al efecto, votación cuyo re-
sultado hizo al Venerable presentar de su aleo cargo y cubrir el Templo sin las for-
malidades del ritual. El Venerable Maestro hizo presente al Taller haber sido revo-
cado dicho acuerdo por la Cámara de Maestros en vocación de cinco contra cuatro,
por lo que debía modificarse la redacción del acta que se acababa de leer en cuanto
se refería al primer acuerdo y votación.
El Hermano Adam, miembro del triángulo firmante del proyecto de presu-
puesto, hizo la defensa de la validez y fuerza de un acuerdo tomado en tenida de
aprendiz en el que tienen acceso codos los grados simbólicos y filosóficos de la Ma-
sonería y del taller demostrando ser anticonstitucional lo propuesto por el Venera-
ble Maestro y éste contestando a lo dicho por el H ermano Adam en forma personal
y antimasónica, suspendió la votación, cerró el debate no concediendo la palabra
sino en concra y ordenó la entrada de Visitadores a lo que opuso el H ermano M11-
cio Scevola, por el momento, pues anunciaba la presentación de una plancha• g ra-
bada que pudiera tener carácter de fami lia.
El Venerable insiste en ordenar la entrada de Visitadores y así de verifica.
Circulado el saco de proposiciones produjo tres planchas d ándose lectura a las
dos primeras que comprendían la plancha de quite pedida por el hermano Gari-
baldi por las irregularidades del Taller y el estado económico mesual rendido por
el Hermano Tesorero guardando el Venerable la tercera presentada por el Hermano
M11cio Sct110la que dice a la lecra:
"A La Gloria de Del Gran Arquitecto del Universo. Salud-Fuerza-
U nión. Venerable Maestro y queridos hermanos. Habiendo p resen-
tado en el acto de reconocimieoro de Gran Comendador de la Orden
a favor del ilustre hermano Vizconde de Ros una protesta sobre la
forma empleada para dicho reconocimiento, suplico al Taller que en
visea de la ilegalidad de ésce, por haber contrefiido un derecho innato
a codo masón cual es la elección y reconocimiento directo de sus Dig-
nidades, Oficiales, sea declarado nulo el acuerdo exclusivo de la Cá-
mara de Maestro sin el concurso de las de Compañero y Aprend iz,
volviendo a tratarse este asumo en tenida de codos los g rados cual es
de Conscicución, admitiendo las opiniones y el voco de codos los
miembros de esce Taller. Así os lo pido queridos hermanos solici-
tando la urgencia por ser justicia que de codos pienso alcanzar. Tra-
zado en Logia a los diez y ocho días del mes de Enero de 1889 (edad
vulgar). U n miembro activo. Mucio Scevola, grado 2°".
En visea de la citada omisión el hermano referido indicó al Venerable Maestro,
haberse dejado de leer un plancha presencada por él, a lo que éste concestó que
"cuando no la había puesto a discusión es porque no lo creía oportuno", en vista de lo cual
dicho hermano como codos los que exponen después de enérgica p rotesta abando-
naron el templo separándose de la obediencia de dicha Logia teniendo en cuenca:
1°.- Que el referido Venerable Maestro había, en forma bascance brusca, hecho di-
misión de su alto cargo y vuelto a tomar posesión de él sin acuerdo del Taller, ni
dar satisfacción a éste; 2°.- Que convocó a Cámara en medio* mistificando las vo-
taciones, el espíritu y las aspiraciones de aquél para conseguir una derogación en
la que se encontraba personalmente interesado; 3°.- Que hizo reconocimienco, con
una minoría que le era afecta, excluyendo a la mayoría del Taller en forma anti-re-
glamentaria y que constituya como todos los anteriores actos delito grave masó-
nico, a favor dél Vizconde de Ros, no teniendo ni pudiendo tener autoridad legal
suficiente para ello; 4°.- (ilegible) do de la perturbación en ella; 5°.- Que tomó la
palabra anual y semestral no directamence siquiera del pretendido Gran Comen-
dador Vizconde de Ros, sino de una logia a su obediencia dencro de estos Valles
sin conocer el espíritu del Taller ni escar autorizado a ello, anees de verificarse el
reconocimienco en Logia estableciendo por sí un prejuicio que es también consti-
tutivo de delito; 6°.- Que abusaba de la autoridad de que se encontraba investido,
corcando discusiones, suspendiendo votaciones que han de hacerse constituciona-
lemente y rehuyendo codo lo que pudiese restablecer la legalidad, que un perso-
nalismo desmedido y una conducta desatenta dan, tanto por parce de dicho Vene-
rable como del lec. Vigilante había anulado, lo que es así mismo materia de delito;
y por último, otros actos que aún de menor o idéntica importancia, quitaba a nues-
tra Orden augustísima el carácter que siempre ha revestido y bajo el cual en tiem-
pos más calamitosos que los que atravesamos consiguió hacerse grande.
Y a los efectos de que dichos acros como su protesta, sean consignado de una
manera legal, firmamos la presente dándole por el común y rotal asentimiento el
referido carácter, remitiendo el asunco al ilustre hermano Morayra como Gran Co-
mendador que reconocemos desde esce momento, significándole también el
acuerdo tomado de levantar columnas a su obediencia.
Al terminar esta sesión preparatoria era media noche en punto.
Doy fe, el secretario interino, Afucio Scevola, gr. 2°.
El Venerable Maestro, Luis Crespo, Cazalla, gr. 18.
Fuente: AHNS, Masonería, legajo 730A, expediente, 10.
• Cuando la logia trabaja en el grado de maestro. Los orcos miembros de grados inferiores: apren-
dices (grado 1º) y compañeros (grado 2°) no pueden asist ir.
reingresar en el Cuadro can luego se pongan a plomo con el Tesoro, puesco que no
aparecen ocros cargos en concra de los mismos; y que no debe admicirse el rein-
greso de los hermanos Topete, Giordano Bruno, María Rivero, Cas<kt y Lincoln, por
no satisfacer al Taller la conducca masónica de dichos hermanos ni conceptuarlos
dignos de continuar dentro de nuestra augusta Orden.
Lo que ponemos en vuestro superior conocimienco a fin de que puedan ser re-
gularizados por ninguna otra Logia del Oriente.
( ...)Trazado en Secretaría a los 29 días de mes de Agosto de 1891 (edad vul-
gar). El Venerable Maestro, Francisco A. Morán (Virgilio) grado 30.- El Secretario-
Guarda Sellos, Frutos Prieto (Gambttta) g rado 30.
Fuente: Gaceta Oficial <kl Gran Oriente Nacional de España. 20-IX-1891 (n°47,
p. 404).
C: LA SOUDARIDAD MASÓNICA
Doc. 8. Petición de ayuda económica para la familia de 11n miembro fallecido de la logia
"Fortaleza" de Valladolid ( 1891 ).
Expedimte de Socorros para La viuda y huérfanos del inolvidable hermano Antonio Torrado
Falagán, simbólico J uan Bravo.fallecido en estos Valles el 5 de Marzo último.
Trazado en lugar oculto a las miradas profanas, en Valladolid a los 20 días del
mes de Julio de 5891 (edad aceptada).
S. Cernuda, Cmtilla, gr. 2º - Pedro Vázquez García, Méndez NIÍñez, maestro
mas6n.
nº ~ Yilk fw ill
Doc. 10. Reacción de la revista "La Acacia" a la excomunión prommciada en s11 contra
por el obispo de Salamanca (1888)
"Ya Pican"
No bien acaba de ver la luz nuestra querida ACACIA, cuando ya el elemento
clerical se desata en improperios contra ella.
Prueba al canto.
El 19 del actual, y en una iglesia que me parece ser la del Carmen, un minis-
tro del Señor, después de poner de chupa de dómine a esca publicación, prohibe -
bajo pena de ir en tren rápido a hacer contorsiones ridículas al infierno- la lectura
de la misma, mandando al propio tiempo le sean entregados todos los números que
lleguen a manos de sus feligreses, con el seráfico objeto de hacer con ellos (con los
números, no con los feligreses) un auto de fa.
Si no fuera por la completa convicción que tengo de que había de quedarme sin
contestación, me atrevería a preguntar a ese curita:
¿Por qué ese encono con un periódico, que no sólo no hace daño, sin por el con-
trario, se dedica a la sin igual tarea de predicar el amor? ¿Porqué ese deseo de des-
truir materiales que son elaborados con el laudabilísimo objeto de que formen
parte del grandioso edificio del progreso?
Pues bien; yo contestaré por él.
Quieren quemar mi periódico, lo aborrecen, lo detestan; porque como a mur-
ciélagos, les hace daño la luz; porque la ignorancia es para ellos tan necesaria, como
la circulación de la sangre para la existencia; porque el día en que el pueblo piense,
raciocine, desaparecen las ánimas, las misas, los bautizos, los aniversarios; y, en una
palabra, porque están plenamente convencidos de que la comedia ha durado de-
masiado, y se aproxima un fatal desenlace para los santones y milagreros.
Sigan, sigan arrojando su asquerosa baba; sigan lanzando excomuniones y que-
mando la obra de los amanees de la humanidad; pero sepan que el edificio del error
se derrumba; que el libre examen se abre camino y que se acerca a pasos de gigante
el día en que rengan que huir espantados como manada de grajos, al grito lanzado
por todos los ámbitos de la tierra de ¡Muera el error! ¡Viva el libre pensamiento!
¡Viva la libertad! ¡Viva la fraternidad!
L. A.".
Fuente: La Acacia, Salamanca, 29-Il- 1888, n°3, p. 7.
Doc. 11. El Capítulo "Pelícano" de León contra la expamión de órdenes religiosas, a fa-
vor del desarme y la paz, y la clase obrera (1892)
(Respuesta a una encuesta del Gran Oriente Español sobre los problemas citados].
"l 0 .- Rechazar el amor, supremo bien generador de la vida y atentar contra las
sabias leyes naturales pretendiendo suplir su cumplimiento con denigrantes peni-
tencias o vergonzosos extravíos cales como la sodomía, el onanismo y los juegos les-
bianos o sáficos.
Pervertir la inteligencia supeditando la razón a las estrecheces del dogma.
Rehuir el trabajo, fuente inagotable de prosperidad, dejando atrofiarse por ato-
nía energía físicas e intelectuales que la sociedad necesita.
Consumen y no producen, la vida conventual pues, es contraria a la Naturaleza
y perjudicial al Estado y a la Humanidad.
En la edad moderna, el periodo más calamitoso y miserable de nuestra Patria
ha sido aquel en que mayor fue el número de frai les y de monjas; el reinado de Car-
los Il.
***
2°.- La Masonería debe procurar que el Estado no subvencione al clero de nin-
guna religión positiva, debe modificar la Ley de Asociación impidiendo que pue-
dan escudarse en ella fines religiosos y proscribir en absoluto el claustro. La "Ilus-
tración" será la única piqueta que concluya de demoler los carcomidos correones que
sostienen la cogulla. Frente a los privilegios deben colocarse en coda ocasión las
saludables ideas de nuestro humanitario lema "Igualdad, Libe.n ad , Fraternidad".
***
3°.- Propagar la enseñanza laica por cuancos medios escén a nuestro alcance y
dar mayor publicidad a codos los actos de la caterva hipócrita que se denomina "So-
cietatis H iesus". Demostrar a coda, incesantemente y por los medios de mayor pu-
blicidad, los fines especulativos de esa tenebrosa asociación y recabar públicamente
del J esuitismo cuenta de la inversión de sus cuantiosas utilidades; pero ante codo
esto sería preferible, reclam ar del Poder el cumplimiento del Decreto de su expul-
sión del territorio español, que no ha sido derogado hasta la fecha.
***
4°.- Entendemos por enseñanza laica aquella que prescinde cocalmence de los
conocimiento religiosos o que sólo se ocupa, en religión, de estudiarlas codas para
probar con sus afinidades, contradiciones y absurdos su total falsedad.
El laicismo debe cuidar muy mucho de su plan de enseñanza, descartando lo
inútil y d edicando la preferencia a aquellas materias utilizables para codos.
¿El mejor medio de implantarla en España? Acudir al pueblo, convenciéndole
de que por ella podrá adquirir mayores conocimientos y más directamente aplica-
bles a los usos de la vida, conservando además el albedrío de la razón, esa luz di-
vina que enciende el Maestro en la Escuela y apaga el cura en la iglesia.
***
5°.- El desarme y la polícica de la Paz son principios masónicos incuestionables;
La Masonería anhela para los hombres Fraternidad y la guerra es la negación de
sus ideales y de todo sentimiento humano.
Rocquencourt, célebre tratadista militar, define la Guerra diciendo: "Cuando
los Estados no pueden dirimir sus contiendas por medio de las negociaciones ape-
lan a la g uerra que es la razón del má.J fuerte" y Lamartine más gráfico aún d ice que
es "la matanza en masa". Debe pues la Masonería fomentar con codas sus fuerzas
los Congresos de la Paz.
***
6°.- Las accuales luchas sociales encre el trabajo y el Capital son consecuencia
de la defectuosa organización social, del falso concepto de la propiedad y fenóme-
nos de todos los tiempos, si bien más acentuado en los actuales.
El movimiento obrero revela una tendencia notable en sentido progresivo; y
acusa la existencia de males crónicos, que exijen (sic) rápida y radical curación, sin
posible de desatender sin grave riesgo.
El Estado debe facilitar la instrucción gratuita y obligatoria. Por acuerdo In-
ternacional metodizar el trabajo para que no redunde en perjuicio de la salud, ni
en el menoscabo de la instrucción del obrero, de las atenciones de su hogar, ni de
la producción.
Debe así mismo cuidar de los inválidos del trabajo y de los Obreros ancianos
desvalidos.
La sociedad debe descansar sobre la base sublime de la Fraternidad Universal y
modificar las leyes de sucesión para ir aminorando razonablemente el irritante des-
nivel que hoy se observa".
Valles de León de 1892.
El Presidente, Vicente García Ruy Pérez, Mendizábal, grado 30.
Doc. 12: Proyecto de Asilo Masónico Párvulos y Centro de instrucción de obreros de la lo-
gia ''Prog reso" de Valladolid. (1888).
"Este Taller teniendo presente la espantosa crisis porque viene atravesando g ran
número de Naciones, entre las que figura la hidalga tierra española, que es nues-
tra querida patria, no ha podido permanecer indiferente a tan desoladora situación,
ni cerrar las puercas de la caridad a aquellos desgraciados que por la causa antedi-
cha yacen en la indigencia careciendo hasta de lo más indispensable que es un al-
bergue donde poder cobijar a sus ciemos e inocentes hijos, los cuales ajenos (sic)
por completo a codas las vicisitudes y necesidades de la sociedad, no cejan de pe-
dir a su atribulado y cariñoso padre, aquéllo de que también carece, cual es el ali-
m ento indispensable para la vida.
Este Taller, comprendiéndolo así, no ha titubeado un solo momento en some-
ter a la reprobación de todos los H ermanos especialmente a los de estos Valles por
ser a los que más de cerca les coca el adjunto proyecto para la creación en los Va-
lles de Valladolid de un Establecimiento modelo que se denominará Asilo Masó-
nico de párvulos y Centro de Instrucción de Obreros, para lo cual se nombrará una
comisión compuesta de todos aquellos Hermanos que por su posición e inteligen-
cia puedan contribuir a la más pronta realización del proyecto.
Enumerar las g randes ventajas que a la Masonería castellana ha de reportar la
instalación de dicho Establecimiento es innecesario porque todos aquellos que lle-
varon impregnadas es su alma las bases sobre las que descansa el g randiosos edifi-
cio de la Masonería no desconocerán porque no pueden desconocerlas.
Deber y grande es también de la Masonería combatir por cuantos medios estén
a su alcance, la ignorancia, madre de los casos de funestos accidentes y tristes des-
gracias.
En cuanto a este sentimiento humano se ha inspirado este Taller para p roponer
también la creación de un Centro de Instrucción de Obreros, contando con la co-
operación de distinguidos Hermanos que espontáneamente se han ofrecido a de-
sempeñar gratui tamente las claes de dicho Cenero.
¡Bendita Masonería si log ra arrancar del seno de la sociedad esa corrupta es-
cuela llamada vicio e introdujera (sic) otra basada en la moral y civilización de los
pueblos!
¡Bendita Masonería el día que haya logrado devolver al hombre su perdida li-
bertad y aparcarle por completo del yugo opresor del oscurantismo y de la ense-
ñanza jesuítica!
Proyecto
El Once de Febrero
El día más feliz para la inmensa mayoría de los españoles fue aquel en que sus
más caros ideales se veían convertidos en preciada realidad.
La proclamación de la República como forma de gobierno en España, fue uno
de los acontecim ientos de nuestra historia poütica el q ue mejor acogida ha podido
tener y el que produjo la más espontánea manifestación de entusiasmo: como era
el ideal político que daba satisfacción al mayor número, y en el único que se ci-
fraba la esperanza de su felicidad nuestro pueblo.
No queremos repetir las causas que pudieron determinar la caída de tan amada
República, ni reproducir las torpezas de nuestros hombres de gobierno que tan fá-
cilmente pusieron nuestro triunfo en manos d e la restauración.
Pero hemos de consignarlo, por t riste que sea, nunca como entonces pudo de-
cirse "divide y vencerás" y si muchas otras razones pueden alegarse como causas
que determinaron la caída de la República no es menos cierto que todas hubieran
vencido de la unión de tan abundantes valiosos elementos.
En la actualidad no es un hecho nuestro t riunfo porque fa manzana de la dis-
cordia lanzada en nuestro campo, sigue dando sus frutos. Mientras la unión repu-
blicana no sea una verdad todos los esfuerzos para que triunfen nuestros ideales se-
rán estériles.
De todos los puntos de España llegan rumores hasta nosotros de que el aniver-
sario de la proclamación de la República dará ocasión para que las distintas frac-
ciones republicanas se unan formando en cada localidad apretado haz: mucho nos
alegraría.
El once de febrero tendría entonces doble interés histórico para nosotros y su
celebración hoy sirve para conseguir tal unión, nos llevará seguramente a celebrar
el triunfo de nuestra causa.
(nº l. 10 Febrero 1888)
"H ojas Políticas.- Al escribir las primeras líneas de esca sección, comenzamos a
sentir la indiferencia que observamos en nuest ra capital respecto a la cosa pública,
Derecho al trabajo
"( . .. ) Viene la Orden, hace tiempo, dedicando sus desvelos al mejoram iento
moral y material de la Humanidad y aunque mucho relativamente se ha conse-
guido, no es poco lo que resta por hacer.
La crisis que hoy venimos atravesando, y que puede aseg urarse es general, in-
dica que en el seno de la Humanidad se está elaborando acontecimientos que por
primera vez habrá de reg istrar. La historia, y los hombres todos están obligados a
ir preparando el desenlace, no para oponerse a su marcha natural, que esto sería una
insensatez sin utilidad práctica, sino para prevenir sus resultados, para precaver, en
lo posible, a la sociedad, durante los momentos convulsivos, de los malos efectos
que siempre trae como secuela la presencia y salida de un periodo crítico en la vida
de los pueblos.
Muchos son los que estudian el modo de conjurar la aflictiva situación por la
que viene at ravesando el obrero; no pocos los planes y medidas que se han pro-
puesto con el mismo fin, y también son algunos los medios prácticos que se han
planteado para que la miseria no cierna sus alas negras sobre la vivienda del traba-
jador; pero en tanto se estudia, se agotan los recursos que la beneficencia ofrece a
la familia obrera; mientras se plantean medidas salvadoras, el obrero ve padecer y
morir de hambre a los pedazos más queridos de su corazón y él mismo concluye
por sucumbir, porque los socorros que se le faci litan no son suficientes para su ali-
mentación.
¿Habéis visto hace pocos días pasear por las calles de Salamanca a más de ocho-
cientos trabajadores solicitando pan y trabajo? Pues estos ochocientos representan-
tes de igual número de familias que, humildemente, os recuerdan que forman
parce integrante de la colectividad humana, os ponen anee la visea sus súplicas y os
demuestran que van pasando los tiempos de las teorías y se hace indispensable reu-
nir inmediatamente medios prácticos de combatir el hambre allí donde haga falta;
en una palabra, de cubrir las necesidades materiales de nuestros semejances con he-
chos tangibles en el acto que las necesidades se conozcan, teniendo dispuestos a
priori los elementos convenientes para ello.
Esos obreros han podido exigiros el cumplimiento de un deber impuesto por
ley natural, ejercitando el derecho que a vivir tienen y no a vivir del producto de
la caridad y de la limosna, sino a vivir de la parte que en la cocal suma de produc-
tos de la naturaleza les corresponde como miembros efectivos de una sociedad a
cuyo sostenimiento concurren y cuyo equilibrio en ellos y nada más que en ellos
descansa.
El egoísmo (sic), la ceguedad de las clases pudiences es can grande, que en tanto
no tienen inconvenience en dilapidar parce de sus rencas, guardar otra parte que
permanece improductiva y aún donar cantidadaes imporrances para fines y sujetos
que son la antítesis humana, (y) escatiman al obrero los productos de su trabajo y
cuando le alargan desdeñosamence una moneda de cobre, lo hacen a son de trom-
peta, sin considerar que reintegran a uno de sus hermanos parce de lo que tal vez
le sustrajeran violentamente o de lo que le defraudan sus derechos naturales. Por
interés de todos es preciso que esa situación termine y que el trabajador vea su pan
asegurado, siquiera sea como recompensa mezquina de los sudores que diariamente
vierte para fecundizar el producto de sus desvelos, y ya que en este país todo se es-
pera de los ceneros oficiales y nada se deja a la particular iniciativa. Empezamos ex-
citando a nuestra popular Corporación para que, sig uiendo el buen camino que su
amor a la clase obrera le marca, emprenda con tesón reformas que sean a la par
fuente de trabajo, un adelanto para el embellecimiento de esta Ciudad; reformas
que en su mayor parte no causarán gastos a los fondos del común, supuesto que de-
berán .:orrer a cargo de los propietarios que son los primeros obligados a ello en
este asunto y de cuyas reformas no hacemos mérito porque la comisión correspon-
diente y el Municipio las tiene ya en parte acordadas".
Doc. 19. La crisis de 1934 y sus consecuencias, vistas por el Triáng11/o Libertador de
Burgos (1934 y 1935).
para dicha logia. Una vez cerrado aquel local, tuvo otro local situado en la calle
Santiago, el cual en su aparencia exterior era una casa de la representación de las
máquinas de escribir Royal funcionando clandestinamente en la parte interior
del edificio una sala para reuniones, en la que había una caja mortuoria, una bi-
blia (masónica) y demás objetos destinados para aquel culto. En dicho local, se
daban lecciones de mecanografía a algunas señoritas invitándolas a la vez para
que ingresaran en la masonería, sospechándose lograran convencer a alguna de
ellas, sabiéndose positivamente que después de haber logrado convencer algunas
de ellas, ésta consultó el caso a sus padres que se opusieron rotundamence a sus
propósitos, quedando en cargo la propaganda que t al oficina dijo Getino reali-
zaba a favor de la masonería. También era dirigente de la Casa del Pueblo de esca
capital y su hijo Julio, uno de los más ferviences adheridos y propagandista de la
misma. Al proclamarse la República en España, él fue el primero en su calle
quien arboló la bandera tricolor, disparando cohetes en señal de alegría, diri-
giéndose bandera en mano al frente de una manifestación a la Casa del Pueblo.
Era hombre blasfemo en gran escala, amenazaba a los católicos con la muerte y
recibían en su casa la peor prensa que existía.
Con motivo de un acto celebrado en el Teatro Calderón en el que (encre]
otros oradores tomó parte J osé Antonio, fue él, el organizador y alencador de los
disturbios que se produjeron a la salida por la provocación de los marxistas,
siendo su hijo Julio de los que más se distinguió en las amenazas y malos tra-
eos a los falangistas, preparando varios atentados contra ellos, siendo también
uno de los autores del asesinato del estudiante Avella.
· Tanto el padre como el hijo, eran de pésimos ancecedences morales y políti-
cos-sociales, sospechándose que recibían dinero de alguna logia o sociedad se-
creta, ya que no era posible vivieran tan desahogadamente como lo hacían con
el producto de su trabajo. En un libro publicado con el título La Masonería al
deJnudo, figura en el índice del mismo el nombre de J osé Getino, juntamente
con el de Azaña y otros más jefes de la masonería en España. En las elecciones
fue siempre repartidor (sic) de las candidaturas de izquierdas, y al iniciarse el
Glorioso Movimiento se dice que desde la galería del piso en que vivía, salie-
ron varios disparos en forma de paqueo. Desapareció durante los primeros días
del Glorioso Movimiento, habiéndose confirmado su fallecimiento."
Podrá discutirse la tesis de la masonería delito "per se" en una doctrina uni-
versalista de la masonería; es decir, así como el asesinato está considerado como
delito en todos los países civiüzados del mundo ¿Lo está la masonería? Habría
que contestar negativamente. La razón es muy sencilla: la masonería no es in-
compatible con el protestantismo, ni con la política llamada democrática; ba-
sada en la trilogía "ig ualdad, libertad, fraternidad". Por el contrario, tienen ca-
les puntos de contacto, q ue, a veces, en una perspectiva lejana resultan
identificados masonería, protestantismo y democracia. En los países democrá-
ticos, o protestantes, o donde se halla establecida la libertad religiosa (prácti-
camente el ateísmo) la masonería encuentra su caldo de cultivo; no es delito,
porque no ataca los principios fundamentales de orden político, social, ni reli-
gioso del Estado. El hecho de ser masón en Inglaterra no modifica la cualidad
de ciudadano inglés, pueden serlo incluso los reyes, los príncipes y hasta dea-
nes y viejas aristócratas. A este propósito, debemos recordar lo manifestado por
Doña Enriqueta Carbonell Carratalá, viuda del pastor protestante Don Atilano
Coco, quien dice los siguiente: ." Que como ya afirmó en otra declaración, oyó
decir a su marido que casi todos Jos pastores eran masones, porque, así Jo ordenaba In-
glaterra" (folio 287 vuelto). Como se ve, la Iglesia Anglicana exige la afiliación
de sus pastores a las logias masónicas, para influir en el mundo entero a través
de la masonería, ya que su poder espiritual-religioso es tan nulo que con él no
cuenca para nada. Llamarnos la atención sobre este extremo del Informe, por la
g ravedad q ue encierra el hecho de que la Iglesia Angliéana intervenga en nues-
tras cuestiones políticas y contribuya a destruir lo más glorioso de nuestra his-
panidad por medio de sus Pastores, empleados a sueldo. No se olvide que este
pastor protestante como los demás estaban afiliados no sólo a la masonería sino
a los partidos del Frente Popular. Don Atilano Coco, que cobra sueldo de In-
g laterra más los gastos de contribución, edificio, etc., era estas tres cosas: pas-
tor protestante, Gran Maestre de la logia "H elmántica" y afiliado al partido de
Martínez Barrio, o sea, Unión Republicana.
Surgen dificultades técnicas para hallar la tipicidad del delito de masonería
en nuestras leyes en circunstancias normales; pero ante la tragedia española se
ha perfilado por los Tribunales de Justicia y por la propia conciencia Nacional,
Supremo legislador muchas veces, la figura delictiva llamada Crimen de Lesa Pa-
tria, y todo aquél que ha incurrido en este crimen, reo es de Traición y puede y
debe ser condenado como tal. Después de todo no es preciso forzar mucho la
interpretación del artículo 123 del Código Penal común que establece como
delito de Traición: " El Español que indujere a una potencia extranjera a de-
clarar la guerra a España o se concertara con ella para ei mi.smo fin, será castigado,
etc.". Eso es lo que han hecho las logias y sus aliados los partidos republicanos
del Frente Popular, de acuerdo con poderes internacionales, más concretamente
Oriente Español por medio de su organismo la Gran Logia Regional del Cen-
ero de España (folio 264).
Aparee de esca responsabilidad de la logia "Helmáncica", por su colabora-
ción en la masonería universal, ha incurrido en otras responsabilidades bien de-
finidas; tales, como socorrer de sus fondos a los presos rojos asturianos del año
34, inducir al Ayuntamiento de Salamanca a tomar medidas secularizadoras y
anticatólicas, formar sus miembros parce de partidos republicanos de izquierda.
De tal modo se prueba en el expediente el celo masónico de esca logia, que
existe un documento del Gran Orience Español (al folio 262) en el que se ha-
bla del entusiasmo y fervor masónico que tanto honran a la logia "Helmántica"
y el propósito de ésta de form ar en Zamora un triángulo masónico. La poca do-
cumentación que se ha salvado de la logia "Helmántica" prueba que si sus ac-
tividades masónicas no son extraordinarias, tampoco permanece inactiva, sino
por el contrario, actúa.
Seguramente la logia "Helmántica", como todas las demás desarrollaría
otras actividades más reservadas y secretas que no hemos podido comprobar y
naturalmente, no damos por demostradas.
Al contrario, sentamos la afirmación del escaso número de afiliados, de la
modestia con que estaba instalado su templo, de la falta de ritos y solemnida-
des en muchas de sus reuniones.
Terminamos este informe exponiendo algunas observaciones que estimamos
de g ran provecho.
Es la primera, que sospechamos fundadamente la exiscecia en Ja provincia
de Salamanca de alg unos triángulos masónicos, en Ciudad Rodrigo, Béjar y
quizá en alguna otra ciudad. Así parece deducirse de los que consta en el folio
267, con referencia al Sr. Gaite, profesor que fue de Ciudad Rodrigo.
Es la segunda, llamar la atención respecto de varias personas que sin perte-
necer a la logia "Helmántica" han tenido con ella una relación excrecha (sic).
Nos referimos al masón transeúnte Cabanellas (Alhambra) según se dice estu-
diante que fue de esca ciudad y cuyo paradero nos es desconocido. También de-
bemos llamar la atención de que uno de los nombres a que se refieren los so-
bres encontrados en casa de la Vda. de Coco, Don J osé Manuel Gomís !barra,
teniente de Estado Mayor, cuñado de dicha viuda (se encontraba hace tiempo
en el cuartel general de la División Marroquí, l 52, Cáceres) que intentó pres-
tar servicios en las oficinas que acertadamente dirige Don Marcelino Ulibarri,
y yo sospecho (solamente es una sospecha y como cal la expongo) que sus in-
tenciones no eran limpias.
Se refiera la tercera observación al convencimiento que tenemos de que nin-
g una mujer estaba afiliada a la logia "Helmántica", porque para ello hubiera
sido posible establecer un Taller de Adopción. Quizá concurrió alguna mujer
por curiosidad y desde luego por simpatía hacia la logia, pero nada más. (Vé-
anse sobre esto los folios 288 y 292).
Ponemos fin a este informe sosteniendo la firme opinión de castigar los he-
chos punibles cometidos por la masonería en daño de España, y prevenir otros
engendradores de un nuevo desastre, que sería el último en la Historia de Es-
paña, porque España dejaría de ser en la H istoria.
Salamanca, 20 de Septiembre de 1938.
111 Año Triunfal
El Juez Especial:
J. Sánchez Tejerina, Catedrático de Derecho Penal."
Fuente: AHNS, Masonería, Legajo 732A.
Doc. 22. Sentencia del Tribunal Especial para la Represión y el Comunismo contra un
miembro de la logia "Constancia" de Valladolid (1946)
Este libro de Alvarez Villar que ahora ve la luz por segunda vez (la primera
edición es del año 1966) es, como él mismo explica, el resultado de una vieja pa-
sión por el noble arce de los escudos. Éstos, dice el aucor, no son sólo obras de a.r te
y objetos de gran valor estético, sino que, además de ornamentar, recuerdan lina-
jes y cuanto va a ellos unido, como la categoría social, la riqueza y los entronques
fami liares.
El "heraldo" (del alemán herolh) era el personaje que en la Edad Media llevaba
las declaraciones de guerra , notificaba la paz, indicaba el comienzo de los comba-
tes y comprobaba los títulos de los caballeros. De ahí ha derivado la palabra "He-
ráldica", esto es, el arte de componer y explicar los escud<Js de armas que tocan á cada li-
naje, ciudad ó persona. Con el mismo significado se emplea también "Blasón" (del
antiguo francés blazón == escudo), cal y como lo define Modesto Costa y Turell en
el Tratado completo de la ciencia del blasón (1856).
Pues bien, en esta obra se halla una descripción y "explicación" de los princi-
pales escudos "monumentales" de la ciudad de Salamanca, blasones gentilicios repar-
tid<Js por monumentos y otros lugares. En la primera edición se estudiaba un centenar,
ahora en la segunda la cifra ha aumentado basca trescientos cincuenta. Los escudos
relacionados con la Universidad ya fueron objeto de otro libro del mismo autor, De
Heráldica Universitaria Salmantina (última edición en 1994), por lo que ahora son
pocos los incluidos, digamos los imprescindibles para el objetivo propuesto aquí.
Sucede que unas veces se han perdido los documentos y otras no quedan fuen-
tes para estudiar determinada obra o hecho histórico. Pero el estudio estilístico de
cierras obras de arce de las que se desconoce su autor permite su adscripción a una
época e incluso a un artista determinado. Nadie más adecuado para hacer esto que
un Catedrático Emérito de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca, eru-
dito y conocedor del arte salmantino. Así, los blasones que se encuentran en la fa-
chada de la casa de Doña María la Brava permiten al autor catalogarla en la pri-
mera mitad del siglo XV.
El arte de cada momento influye en las formas heráldicas. Pero también es
cierto que se emplean diversos modelos en un mismo tiempo. Para el caso de Sa-
lamanca son múltiples las soluciones que los artistas adoptaron, pero a pesar de
todo se pueden ver unas características determinadas para cada período histórico.
Los escudos más antiguos de Salamanca son góticos, siendo los primeros los con-
servados en la iglesia de San Marcos, que por su importancia son los únicos pinta-
dos que han sido incluidos. La sencillez de labra, de forma y la superficie cóncava
caracteriza al escudo gótico, que suele carecer de timbre, tenantes y soportes, y
normalmente se refiere a un sólo linaje. La fantasía creadora del Plateresco se trans-
mite al blasón dando formas caprichosas de bordes enrollados. En el Renacimiento
suelen predominar las láureas rodeando al escudo. En el Barroco se adoptan las su-
perficies convexas de forma circular o elíptica. Los blasones del siglo XVIII son
muestra de pureza de líneas, pero siempre con abundanct: aparato ornamental,
siendo perfectos ejemplos los debidos a la mano de los Churriguera. Los del XIX
son el resultado de ciertos caprichos o rarezas.
En cuanto a su estructura, el libro se divide en tres parres bien diferenciadas.
En la primera, Heráldica en edificios, se hace un estudio de los principales blasones
que aparecen en diversos monumentos salmantinos. Un mismo esquema se sigue
para los 46 ed ificios que se han incluido, algunos de ellos desaparecidos, como la
Casa de Rodríguez de Villafuerre, la de Tejada, la de la Cadena o el Palacio del Du-
que de la Roca. A la descripción del monumento y los blasones que presenta le
acompaña la explicación de cada escudo, indicando el linaje al que pertenece o su
posible atribución.
Blasones góticos son los ya mencionados de la ig lesia de San Marcos, los de la
iglesia del Convento de las M.M. Isabeles, algunos en la Casa de las Conchas o los
de la ig lesia San Benito de Alonso de Fonseca II . Precisam ente su hijo, Alonso de
Fonseca 111, fue quien fundó el Colegio de su nombre, en cuya fachada se admiran
bellos escudos del XVI. De este mismo siglo son muchos los que se conservan, des-
tacando los de los palacios de Monterrey, los de La Salina y los de Garci Grande,
así como también los de la Casa de las Muertes y los de la iglesia del Corpus Chris-
ti. Del Barroco destaca el conjunto de piezas heráldicas de la Plaza Mayor, perte-
necienres a corporaciones y propietarios nobles, y también los de la ig lesia de las
Agustinas.
Quedan recogidos los más importantes apellidos de la historia de Salamanca
y relacionados con las obras que promovieron, lo que es u na importante muestra
del mecenazgo artístico llevado a cabo en nuestra ciudad: Álvarez de Toledo en San
Esteban, Alonso de Fonseca 11 en las Úrsulas y San Benito, Acevedo y Zúñiga en
el Palacio de Monterrey, Mesía Carrillo en La Salina, Solís en el Colegio de Huér-
fanos, Anaya en el antiguo Colegio de San Bartolomé (hoy Palacio de Anaya), etc.
En la segunda parte, Piedras armeras sueltas, se reúnen en orden cronológico
más de medio centenar de escudos que se han conservado en un lugar d istinto al
original. Ocurre que en ocasiones se han conservado en el edificio que se levanca
en el lugar del primero, como los escudos del edificio de Telefónica (calle Concejo)
o los de la antig ua casa del regidor Peñas Cornejo. En otros casos han sido trasla-
dados, como el excepcional barroco de Valdés y Momero en la calle del Arco. De
varios de ellos se desconoce su identifi cación o incluso su ubicación actual.
Escudos borrados es el título de la tercera y última parte del libro. Breve capí-
tulo que documenta las piezas heráldicas que han perdido parte o todo su dibujo,
algunas de ellas importantes y de especial belleza, por ejemplo, la situada en la Ca-
lle de Valle Indán. No incluye esta parte aquellos escudos que aun estando borra-
dos permanecen en su emplazamiento primitivo, ya estudiados en los capítulos
precedentes, como lo que sucede con los del Palacio de Figueroa (actual Casino),
de Rodríguez de Ledesma, y los de la Capilla-sepulcro de los marqueses de Caste-
llanos.
La obra aporta 349 fotografías en blanco y negro, importante documento
gráfico, sobre todo cuando muestran edificios ya desaparecidos. No obstante, hu-
biera sido conveniente la inclusión de alguna foto en color que ilustrara los esmal-
tes (= colores) de los escudos, a pesar de que en las piedras armeras tales atributos
no se representen.
Las citas y referencias bibliográficas son muchas, sin faltar ninguno de los co-
nocidos heraldistas, sobre todo la Enciclopedia Heráldica de García Carraffa o el No-
biliario Español de Atienza. Completan la presente obra varios apéndices en los que
se recogen documentos interesantes para la historia de Salamanca y de sus linajes.
La bibliografía, un índice onomástico y otro topográfico facilitan la consulta del
libro.
Se trata sin duda de una excelente obra de referencia para el investigador y el
especialista por la g ran cantidad de datos que refiere, a la vez que proporciona una
nueva forma de conocer la historia de Salamanca y sus blasones, quedando hecha
la catalogación, descripción y análisis de cada uno de ellos. Exclusivo estudio del
incansable investigador Alvarez Villar que pone de manifiesto como la Heráldica
constituye una ciencia auxiliar de la Historia del Arte y de la Historia en general.
LLORENTE PINTO, José Manuel: Tradición y crisis en los sistemas de explotación se-
rranos. Diputación Provincial de Salamanca. Salamanca, 1995. 363 págs.
por el adecuado léxico y por las oportunas consideraciones, como por las claras con-
clusiones, que no serían fáciles de deducir sino tras un detenido examen como el
realizado.
producidos por la literatura artística castellana en el siglo XVII. Esta obra y su ma-
nuscrito, descubierto a fines del siglo pasado, han permitido a los estudiosos de
este tema comprender con claridad las técnicas que los carpinteros mudéjares em-
plearon durante siglos en la construcción de armaduras y en su ornamentación con
lazo. Sin ellos ese conocimiento resultaría muy complicado en la actualidad.
En la segunda parte, la más variada pero también la más repetitiva, se plan-
tean diferentes aspectos, todos ellos de gran interés, sobre la carpintería mudéjar
salmantina. Consideraciones que van desde el listado de las armaduras conservadas
y de las localidades donde hubo (por cierto, cuidado con el mapa de localización
que presenta gravísimos errores) hasta las características generales de las techum-
bres, pasando por el nombre de alguno de los carpinteros-artesanos que trabajaron
en la construcción de las armaduras a lo largo del siglo XVI y primera mitad del
XVII. Así, García de Figuerola desvela autorías hasta ahora desconocidas, afirma
que el carpintero salmantino Francisco Rodríguez Jiménez debió de gozar de bastante
popularidad mediado et siglo XVI, pues con frecuencia se le solicitaba en pueblos muy dis-
tantes unos de otros y apunta la existencia en la provincia de dos centros claves en la
producción de techumbres mudéjares, uno ubicado en la sierra y el otro en la ca-
pital.
En cuanto a la localización geográfica de las armaduras la autora aprecia un
claro predominio en la denominada, por Prieto Paniagua, «zona mudéjar» de la
provincia de Salamanca, es decir en la parte nororiental de la misma. Así, en las
comarcas de Las Villas, Las Guareñas, Tierra de Peñaranda y de Alba de Tormes es
donde se han localizado más restos artísticos mudéjares, tanto arquitectónicos
como carpinteriles. En su mayoría las numerosas techumbres de esta zona, en ge-
neral de gran calidad, fueron construidas durante el siglo XVI, continuando una
tradición que ya estaba sólidamente arraigada yn la Baja Edad Media. Incluso Gar-
cía de Figuerola plantea que muchas de las tech11mbres conservadas modernas, denomi-
nación que la autora da a las armaduras realizadas en el siglo XVI y primera mi-
tad del XVII, sustituyeron a otras más antiguas medievales, desgraciadamente
desaparecidas, bien por el deterioro causado por el paso del tiempo o bien por imposiciones del
cambio de gustos y de modas. Por su parte, la importancia que tuvieron los talleres de
la sierra salmantina desde finales del siglo XV hasta avanzado el XVII queda re-
flejada en el gran número de armaduras mudéjares modernas de notable calidad
que allí existen. En este caso García de Figuerola afirma que las techumbres loca-
lizadas serían producto de la moda ampliamante difundida en las comarcas vecinas
y no de una tradición fuertemente arraigada siglos atrás. Otro foco en el que apa-
rece carpintería moderna de buena calidad es La Armuña. Sin duda, su proximi-
dad a la capital salmantina influyó decisivamente en esa abundancia. Por último,
aunque no en interés, se cita la ciudad de Salmanca, donde se concentra el conjunto
de cechunbres más importante de la provincia, canto en número como en calidad
y valor histórico-artístico. Aquí, donde la actividad carpinteril ya estaba fuerte-
mente enraizada a finales del siglo XIII, se realizaron, según afirma la autora, los
1. Línea de la Revista.
1.1. Se admitirán estudios y trabajos de investigación que tengan corno ámbi-
to de referencia la provincia de Salamanca o la región castellana- leonesa.
1.2. El Consejo de Redacción de la Revista no se responsabiliza de las opinio-
nes vertidas por los autores en sus artículos.
1.3. La Revista será de carácter misceláneo en cuanto a los temas tratados. Sin
embargo, podrán existir números monográficos.
2. Presentación de Artículos.
2.1. Los artículos se presentarán al Director de la Revista o a Ediciones de la
Diputación de Salamanca, donde se llevará un Registro en Encrada, com-
prometiéndose el Consejo a dar una respuesta sobre su admisión.
5. Cuadros y Figuras.
5.1. Debe utilizarse una numeración diferenciada para cuadros y para figuras.
5.2. Cada uno de ellos debe numerarse correlativamente en el orden en que se
citan en el texto. El término «Figura» designa todo tipo de dibujos y
fotografías. No es necesario establecer diferencias entre figura, d iagrama,
esquema, grabado, ecc.
5.3. No se incluirá ningún cuadro que no se cite en el texto.
5.4. Cada cuadro y cada figura deben ir acompañados de un pie o leyenda que
empiece por el térm ino «Cuadro» o «figura• seguido del número que
corresponda y que explique el contenido de modo que pueda ser leído y
comprendido sin referirse al resto de la publicación. Todos los símbolos y
abreviaturas empleados deben ser explicados en la leyenda, si no se hace
ya en el p ropio cuadro o figura.
5.5. Las columnas de los cuadros deben llevar un encabezamiento que descri-
ba el cipo de datos que se dan así como las unidades empleadas.
5.6. En el cuerpo de texco siempre se hará referencia a cuadros y figuras
mediante su numeración.
5.7. Los g ráficos, cuadros y fotografías q ue se presenten han de ser de una cali-
dad adecuada para su reproducción. Se entregarán en hojas aparte, nume-
radas correlativamente. Los gráficos se realizarán con tinca china sobre
papel vegetal de formato DIN A-4; cada hoja incluirá uno sólo. Las letras
o números que los acompañen no deberán ser del tamaño inferior a 4 mm.
5.8. El autor deberá indicar la situación en que desea que aparezcan las figu-
ras y cuadros dentro del texto.
6. Aparcado Crítico.
6.1. Las notas explicativas, bibliográficas o de fuentes de referencia se nume-
rarán correlacivamence a su llamada en el cexco. Se usarán números arábi-
gos en situación de exponente.
6.2. Las cicas bibliográfi cas deben permitir al lector encontrar la obra, si lo
deseara. Por canco, se adoptará la norma ISO 690 en su forma abreviada:
- Entrada. Título tÚ la publicación (en cursiva), edición. Lugar de publi-
cación: Editor, año de publicación.
- ARTOLA GALLEGO, Miguel. Antiguo rigimen y revolución liberal, l ! ed.
Barcelona: Ariel, 1979.
6.3. Si no se cita la obra completa, sino una parte, se ind icará el número de las
páginas que la contienen.
7. Resumen y Palabras-Clave.
7 . 1. Cada artículo debe ser presentado con un resumen en español y su tra-
ducción al inglés. Este, suscancialmence, ha de informar del objeto del
trabajo, pretensiones, metodología utilizada y resultados obtenidos. No
debe exceder del 3 % de la extensión del artículo. Debe escribirse de
manera continuada, sin puntos y aparee, omitiendo cuadros, figuras o
abreviaturas poco conocidas.
7 .2. Se debe incluir, además una serie de 4- 5 palabras-clave. Escas pueden ser
tomadas del · Thesaurus» de la UNESCO. Un ejemplar del mismo puede
ser consulcado en la Diputación.
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PROVINCIAL
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Ediciones