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GUILLERMO ZERMEÑO

ALFONSO MENDIOLA

NORMA DURÁN

HISTORIA Y NARRACIÓN•

Introducción

1. Una ambigüedad: el estatuto de ciencia de la historia

En este curso se expondrán los momentos básicos o esenciales en los que se fue conformando la relación
entre discurso narrativo y explicación histórica.

A partir de los ochentas el vincular el conocimiento histórico con la forma narrativa se volvió de sentido
común. Sin embargo, relato y ciencia histórica estuvieron separados, dentro de la comunidad de los
historiadores, durante todo el siglo XX. Sólo basta con recordar la polémica generada por la Escuela de
los Anales contra la historia anterior. Ellos consideraban que la historia escrita hasta entonces carecía de
validez científica por presentarse bajo los límites de la narrativa. La historia narrativa aparecía, para ellos,
como un relato de eventos o acontecimientos incapaz de explicar los fenómenos que investigaba.

Para la Escuela fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre una historia que permanezca siendo, única y
exclusivamente, narrativa nunca podrá ser considerada ciencia. En la medida en que el proyecto de
historia promovido por esta Escuela se fue convirtiendo en dominante, la relación entre relato e historia
quedó olvidada. A lo largo de esta época, la historia se concentró, principalmente, en estudios que daban
mayor importancia a los cambios lentos (larga duración) y a la esfera profunda de la sociedad
(estructuras); se intentó hacer una historia sincrónica.

Con todo esto, podemos concluir que durante gran parte del siglo XX una historia explicativa era una
historia que se alejaba de la narración. El discurso narrativo fue considerado como una forma, en el mejor
de los casos, débil de explicar. Al olvidar la narración como posible modo de explicar, postularon que
toda ciencia para ser tal debía seguir los cánones de las ciencias naturales. Esta situación llevó a proponer
dos caminos:

a) sólo existe una forma de construir enunciados universales y necesarios (de hacer ciencia), por lo
cual, si la historia quiere alcanzar el estatuto de ciencia debe sujetarse a esa forma, y esa forma es la
que siguen las ciencias naturales: la explicación causa]; y


El presente ensayo fue publicado en el Cuaderno de Posgrado de Metodología III, México, UAM-A, 1995, y reeditado en 1997.
En aquel momento, los tres autore estaban adscritos al Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana.
Actualmente, el Dr. Zermeño trabaja en El Colegio de México.

1
2

b) existen dos maneras de construir enunciados universales y necesarios, el de las ciencias empírico-
analíticas (explicación causal) y el de las ciencias hermenéutica-sintéticas (explicación teleológica
o narrativa).

Lo que se tratará en este curso es la historia de ese problema, que consiste en lo siguiente: ¿qué cambios
se dieron, durante el siglo XX, para sacar del olvido a la narración y considerarla con todos los requisitos
necesarios para ser vista como una forma de explicación científica?

A pesar de que el curso se concentra en el desarrollo de la discusión - narración e historia- durante el siglo
XX, veamos en primer lugar los antecedentes de la misma (siglos XVIII y XIX).

2. Historia de un problema: historia y narración

Paul Ricoeur, en sus trabajos sobre historia y narrativa, ha destacado los antecedentes de esta discusión.
El sitúa el campo problemático entre explicación causal y teleológico, es decir, entre ciencias objetivantes
y hermenéuticas o, en la distinción kantiana, entre juicio determinante (explicación nomológica
deductivo) y juicio reflexionante (explicación narrativa). Veamos lo que él dice:

Contrariamente a estas declaraciones, Mink observa que, el captar en conjunto los eventos en actos
configuracionales, la operación narrativa tiene el carácter de juicio y más precisamente, de juicio reflexivo,
en el sentido kantiano de] término. Contar y seguir una historia, ya es reflexionar sobre los eventos en vista
de que constituyen totalidades sucesivas. Ya hemos hablado de esas expectativas volcadas hacia la
conclusión de la historia por las cuales somos llevados hacia adelante: estas expectativas atestiguan la
estructura teleológico del acto narrativo en pleno, de acuerdo con la teoría del juicio reflexivo en la Crítica
de la facultad de juzgar.1

Al reconstruir, aunque sea esquemáticamente, los antecedentes de esta discusión, podemos observar los
múltiples aspectos que confluyen en la problemática relato e historia:

a) El que en la actualidad se revalore el discurso narrativo como un modo particular de comprensión


nos remite a las tres Críticas kantianas. Y es a partir de las conclusiones que se han ido
encontrando en esta discusión que se ha transformado la interpretación de la filosofía kantiana.
Hasta los años sesenta de nuestro siglo, la interpretación de Kant se sustentaba en las dos
primeras críticas (la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica) y había sido vista
la tercer crítica (la Crítica de la facultad de juzgar) como secundaria o de poca importancia en la
arquitectónica del criticisismo kantiano. La preocupación que se ha mostrado en las últimas
décadas, por entender la naturaleza de los enunciados narrativas ha hecho que la lectura de Kant
se enfoque en dirección de la Crítica de la facultad de juzgar.2

1
Ricoer,Paul. “Para una teoría del discurso narrativo”. En Semiosis, Seminario de semiótica. Enero – diciembre de 1989,
Universidad Veracruzana, p. 39.
2
Cfr. Rodríguez Aramayo, Roberto y Vilar, Gerard ( Eds.), En la Cumbre del criticismo. Simposio sobre la crítica del Juicio
de Kant, México, Anthropos– UAM, 1992.

2
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La CRP3 nos expone el funcionamiento de los juicios determinantes. Estos juicios son los que se
elaboran a partir de leyes universales: se explica un caso particular a partir de leyes universales,
éstas preexisten al caso particular; es decir, se parte del conocimiento de lo universal para
entender lo particular (la explicación causal). La CFJ4 nos presenta el funcionamiento de los
juicios reflexionantes. Estos juicios se elaboran a partir del caso singular: en este tipo de juicios
no hay leyes universales que preexistan al caso singular, sino que la universalidad o el concepto
debe ser construido desde lo singular; es decir, se parte del conocimiento de lo singular para
alcanzar lo universal y, de lo universal se vuelve a lo singular. Es necesario aclarar que esta
universalidad es sólo tal del caso singular en cuestión.

Si Paul Ricoeur nos dice que función narrativa y juicio reflexionante son lo mismo, es porque
concibe a la puesta en intriga de una serie de sucesos como una forma de subsumir los sucesos
bajo una universalidad, en este caso la configuración narrativa.

b) El segundo aspecto que destaca Kant es el de la función de la explicación teleológico como


diferente a la causal. Mientras la causa es una explicación del movimiento físico (necesidad), la
teleológico es una comprensión de la acción humana (contingencia). Con esto destacamos que la
explicación por narración se refiere a la acción intencional, es decir a aquellos fenómenos a los
que adjudicamos, para poder entenderlos, subjetividad (agente y Finalidad).

c) El tercer aspecto que podemos encontrar en la CFJ es lo que Kant entiende como noción de gusto,
y que Gadamer desarrolla en Verdad y Método. La capacidad humana de evaluar cualquier cosa o
suceso se hace siempre en función de la socialización específica que ese individuo ha tenido. Es
una facultad más del ámbito de la sensibilidad que de la racionalidad, o mejor dicho, es una
racionalidad sensible. Toda narración implica una valoración del actuar humano en la medida en
que es donadora de sentido de ese actuar.

La CFJ se publicó en mayo de 1790. El pensamiento filosófico y sociológico alemán del siglo
XIX será heredero de las distinciones conceptuales construidas por Kant. Esta problemática
abierta por las Críticas se puede resumir de la siguiente manera: se formula la distinción de dos
formas de realidad; una de ellas es la naturaleza y la otra la sociedad. De la primera hablo con
enunciados deseriptivos-causales y, de la segunda con enunciados narrativos-teleológicos. Uno
tiene por referente la esfera de la necesidad, otro la esfera de la libertad. Esta discusión acerca de
dos realidades antagónicas, naturaleza y moral, será desarrollada por los intelectuales del siglo

3
Con estas siglas nos referirnos a la Crítica de la razón pura.
4
Crítica de la facultad de juzgar.

3
4

XIX, algunos de ellos a favor y otros en contra. Aquí podernos situar la obra de pensadores como
Hegel, Marx, Dilthey, Weber por citar algunos.

La discusión sobre las características del conocimiento en la ciencia histórica se renueva en la primera
mitad del siglo XX con los trabajos de C. Hempel y llega a su forma más acabada, con los escritos de los
ochentas de P. Ricoeur. Dentro de la fase intermedia del debate se destacan dos autores: A. Danto y H.
White.

Mientras que la fase del siglo XIX está dominada por la tradición alemana (cuando menos es la que hoy
en día resulta relevante, la fase del siglo XX se encuentra dominada por la tradición anglosajona5 (aunque
P. Ricoeur es francés, su obra está elaborada desde esa tradición). Ahora veamos cuál es la especificidad
del pensamiento anglosajón de este siglo.

La reflexión epistemológica del siglo XIX parte de la conciencia, es decir, de las experiencias de la
subjetividad como algo de lo que no se puede dudar. Para ésta el conocimiento se concibe como la
relación de sujeto (innatismo de las ideas o apriorismo) y objeto (empirismo). Podríamos resumir esta
representación del conocimiento citando a Kant: “Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la
experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia”.6 La reflexión anglosajona del siglo XX ya no
parte de las experiencias de la conciencia -solipsismo-, sino de la relación comunicativa de los sujetos
hablantes – público -. Para ellos el conocimiento consiste, en la emisión de enunciados construidos a
partir de códigos o reglas específicas. Con esta distinción podemos entender el cambio en la manera de
plantear la pregunta por el conocimiento de la ciencia histórica entre el XIX y el XX. Para la primera.
consistía en comprender como el sujeto cognoscente se apropiaba de eso que llamaban los hechos del
pasado; para la segunda, consiste en entender cómo un sujeto hablante le comunica a un sujeto oyente,
por medio de enunciados orales o escritos, algo acerca del pasado. Para el siglo XX el centro del
problema está en la construcción del enunciado o discurso histórico, es decir, en la escritura de la
historia.

Los escritos sobre el conocimiento histórico de C. Hempel parten del presupuesto de que sólo existe un
modelo de explicación para la ciencia: el nomológico-deductivo. Este modelo es el que siguen las ciencias
naturales y consiste en lo siguiente: en subsumir bajo leyes -con pretensión de universalidad- el fenómeno
a ser explicado, es decir, las leyes cumplen la función de explicación del fenómeno que debe ser
explicado. Este modelo deja fuera aquellos fenómenos que ya de antemano están cargados de sentido.
Esto puede explicarse de la siguiente manera: cuando al investigador no le basta con observar y medir,
sino que está obligado a entender lo que ahí se expresa, es decir, cuando se estudian realidades culturales,

5
Un buen resumen de la filosofía anglosajona de este siglo se puede ver en: Rorty, .Riellard. El giro lingüístico. Barcelona, Ld.
Paidós, 1990.
6
Kant. Immanuel. Crítica de la razón pura, Madrid, Ed. Alfaguara, 1978, p.42.

4
5

entendiendo por éstas, realidades estructuradas a partir de reglas; el ejemplo esencial es el lenguaje. Por
esto, al querer Hempel someter la investigación histórica a su modelo, dejó fuera una esfera de la realidad
que es la que está estructurado simbólicamente, y, por supuesto, la que estudia el historiador. El
historiador no puede únicamente ser observador de su objeto de estudio, sino que necesita insertarse en él
como partícipe.

Danto y H. White van a destacar lo limitado que es el modelo hempeliano, y al descubrir esos límites
rescatará el peso fundamental que cumple lo narrativo en la explicación histórica. Hempel no esperaba
que al reducir la función narrativa a una explicación nomológica débil estaba despertando el interés por el
estudio de la naturaleza e importancia de la forma narrativa, tanto en general como en especial para el
conocimiento histórico.

Danto demostrará el lugar que ocupa la frase narrativa en la escritura de la historia. Para Danto, el
constatar que la historia necesita de la frase narrativa le permite resaltar que ésta se hace desde el futuro
del pasado, es decir, la historia se escribe siempre desde un presente que es el futuro de lo que se cuenta.
La historia no podría escribirse por medio de un cronista ideal que contara todo lo que sucede día por día,
porque lo propio de la historiografía es conocer el final de lo que se está contando.

En este capítulo pretendo aislar y analizar una clase de oraciones que, en mi opinión, se presenta de la
forma más típica en los escritos históricos, aunque aparecen en narraciones de todas clases e incluso
pueden formar parte, de una forma natural, del habla corriente. Las denominaré oraciones narrativas. Su
característica más general es que se refieren a dos acontecimientos, al menos, separados temporalmente,
aunque sólo describen (versan sobre) el primer acontecimiento al que se refieren.7

La aportación de H. White tiene que ver más que con la frase narrativa con la trama narrativa. La trama se
refiere a la forma en que se articulan los distintos sucesos para de esa manera constituir una historia. Una
serie de sucesos inconexos – una crónica como la llama H. White- no bastan para generar una historia,
para esto es necesario unirlos por medio de un entramado. Un entramado consiste en determinar dentro de
la serie de sucesos un principio (motivo inaugural), un enmedio (motivos de transición) y un final
(resolución del motivo inaugural). Además, para él, el significado de una historia está dado por el tipo de
relato que se escoge para contarla: romance, comedia, tragedia y sátira. Sólo menciono que, para el autor
de Metahistoria, el discurso histórico es más que la explicación por la trama. Para él existen dos niveles
en la obra de historia: a) la estructura superficial que se compone de explicación por la trama, por
argumentación formal y por implicación ideológica y, b) la estructura profunda -metahistórica-- que se
compone de los cuatro tropos (metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía), este nivel funciona como
fundamento del nivel superficial.

7
Danto, Arthur C. Historia y narración, Barcelona, Ed. Paidós, 1989, p.98.

5
6

En esta teoría considero la obra histórica como lo que más visiblemente es: una estructura verbal en forma
de discurso en prosa narrativa. Las historias (y también las filosofías de la historia) combinan cierta
cantidad de “datos”, conceptos teóricos para, explicar” esos datos, y una estructura narrativa para
presentarlos como la representación de conjuntos de acontecimientos que supuestamente ocurrieron en
tiempos pasados. Yo sostengo que además tienen un contenido estructura¡ profundo que es en general de
naturaleza poética, y lingüística de manera específica, y que sirve como paradigma precríticamente
aceptado de lo que debe ser una interpretación de especie “histórica”. Este paradigma funciona como
elemento “metahistórico” en todas las obras históricas de alcance mayor que la monografía o el informe de
archivo.8

P. Ricoeur convertirá la reflexión sobre la naturaleza de la estructura narrativa en la pregunta por el


tiempo. El planteamiento, presentado esquemáticamente, del hermeneuta francés es el siguiente: la
cuestión acerca de qué es el tiempo no puede ser contestada de manera directa, sino solamente por la
mediación del estudio del discurso narrativo. Este proyecto de investigación parte del texto narrativo para
llegar a comprender qué es el tiempo. Para Ricoeur el referente último de todo relato es la experiencia
humana de la finitud. A fines de los ochentas, el estudio del papel que cumple la narración en la
explicación histórica tiene como razón principal contestar qué es la acción humana: del texto narrativo a
la teoría de la acción.

Con otras palabras; el tiempo se hace tiempo humano en la medida en que se articula en un modo narrativo,
y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia
temporal.9

3 El estado actual de la discusión

1. En la actualidad se están relacionando los estudios de la filosofía analítica sobre la acción intencional
con los aportes de la semiótica sobre la lógica de la significación narrativa. De este modo se ha hecho más
transparente la finalidad de los estudios basados en el análisis discursivo de la narración; hoy está claro
que el estudio de, la gramática narratológica nos ayuda a clarificar, cada vez más, la distinción entre
movimiento físico y acción humana, lo que el siglo XIX distinguió como naturaleza y sociedad. Quizás la
distinción entre causalidad-mecánica y causalidad-teleológica, de ahora en adelante, se podrá entender
como dos formas diferentes de construir enunciados: a) enunciados objetivantes (naturaleza); y b)
enunciados antropomórficos, normativos y expresivos (sociedad).10

2. El análisis inmanente y formal de] discurso histórico ha llegado a un callejón sin salida. Desde esta
perspectiva metodológica no son diferenciables el relato de ficción y el histórico. Parece que todas las
marcas --de enunciación, enunciado y de significación - que encontramos en los libros de historia es

8
White, Hayden. Metahistoria. México, Ed. FCE, 1992, p.9
9
Ricoeur, Paul. Tiempo y narración. Madrid, Ed. Cristiandad, 1987. p. 117-165.
10
Se pueden consultar los siguientes libros: Ricoeur, Paul. Du texte A Fiction. Essais d'herméneutique, II, Paris, Ed. Seuil,
1980; El discurso de la acción. Madrid, Ed. Cátedra, 1988; Dennett, I)aniel C., La actitud Intencional. Barcelona, Ed. Gedisa,
1991; Bruner, Jerone. Actos de significado. Madrid, Ed. Alianza, 1991.

6
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posible hallarlas en las novelas.11 Esto ha creado una confusión entre literatura e historia. Las
investigaciones que empiezan a ver una posible salida, a este problema, son estudios que recuperan
elementos extratextuales: los contextos de enunciación (lugar social desde donde se generan los
discursos), reconstrucción del horizonte de expectativa de los lectores, reconstruir la fuerza ilocucionaria
de los discursos, etcétera.12

Esta nueva tendencia, que parte del análisis semiótica, pero que lo trasciende hacia consideraciones
sociohistóricas (pragmático-hermenéutico), quiere fundar una teoría historizable de los géneros literarios.
Esta teoría tomaría como aspecto esencial la función reflexiva que hay en todo enunciado, lo que la teoría
de los actos de habla denomina como fuerza ilocucionaria. Es decir, en toda emisión (toda oración emitida
en un contexto determinado) hay dos niveles diferenciabas analíticamente: lo que se dice (la locución) y
el modo en que se dice (la ilocución). La modalización de lo dicho tiene que ver con las siguientes
formas: afirmar, preguntar, ordenar, prometer, etcétera. Si el análisis inmanente no alcanza a distinguir
entre géneros narrativos, ahora se sostiene que la diferencia entre las formas del relato (ficción o verdad)
están en el nivel metacomunicativo de todo discurso. Por este camino seguirán los estudios de discurso
histórico para redescubrir la especificidad del mismo como históricos, es decir, lo que la comunidad de
historiadores determina en cada momento como verdadero), es educación moral. Este segundo aspecto fue
dominante en la historiografía hasta mediados del siglo XVIII, pero la cientifización e institucionalización
de la historia en el siglo XIX no sólo ha tratado de rechazarlo, sino de borrarlo. Lo ha querido borrar al
dejarle la educación moral o cívica a la literatura, y principalmente a la novela. Los estudios actuales
están insistiendo en que ni aún con la cientifización de la historia se pierde el carácter ético de la misma.
Ahora, no hay que perder de vista que la historia no puede cumplir la función educadora del mismo modo
en la sociedad actual que en la tradicional. Lo anterior en razón a las diferentes autoconciencias del
tiempo que se dan en cada una de ellas. En la tradicional el tiempo es conmemorativo (ritual y repetitivo),
en la actual o moderna el tiempo es novedad (secularizado y abierto). Quizás, estas dos maneras de
experimentar el tiempo sean lo que más deberá explorarse para ' rastrear la función ética de la historia en
la vida moderna.13

11
Para profundizar en los límites de los análisis inmanentistas y formalistas de los textos se puede consultar el siguiente libro:
Pozuelo Yvancos, José María. Del formalismo a la neorretórica. Madrid, Ed. Taurus, 1988.
12
Una investigación de este tipo se puede ver en: Genette, Gérard. Fiction et diction, París, Ed. Seuil, 1991.
13
Para repensar cuál es la eticidad y moralidad posible en la sociedad moderna se pueden estudiar estos trabajos: Hudson, W.D.
La filosofía moral contemporánea, Madrid. Ed. Alianza Universidad, 1975 y, Thiebaut, Carlos. Cabe Aristóteles. Madrid, Ed.
Visor, 1988.

7
8

Carl Gustav Hempel (1905)

BIOGRAFÍA INTELECTUAL

Nació en Oranienburg (Prusia). Hizo sus estudios en Gottinga, Heidelberg, Berlín y Viena. Se doctoró en
Berlín en 1934. En 1937, se trasladó a los Estados Unidos fungiendo como profesor o investigador en
varias universidades: Universidad de Chicago (1937-38); City College of New York (1939-40); Oueens
College (1940-48), Yale (1948-55), Princeton (desde 1955); y, luego de jubilarse, se desempeñó corno
profesor (“University Professor”) en la Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania. Hempel siguió el
camino que muchos de los intelectuales de su época siguieron: se formaron en sus países y la situación de
una Europa que se debatía entre los dos conflictos bélicos más grandes de¡ siglo les hizo emigrar a
Estados Unidos, país cuyos presupuestos universitarios hacía - y sigue haciendo - posible el traer a los
especialistas más sobresalientes del mundo. Generalmente, la cima es Princeton.

Hempel formó parte del llamado Grupo de Berlín, estrechamente ligado al Círculo de Viena, ambos
promotores del movimiento llamado “positivismo lógico” y también “empirisimo lógico”. El Círculo de
Viena, grupo de filósofos entre los que destacan Carnap y Sehleck, orientó su filosofía por derroteros
científicos comprometiéndose a la reforma del positivismo y empirismo; propugnaban claridad unívoca,
rigor lógico y fundamentación suficiente como condiciones imprescindibles del filosofar válido. El
Círculo de Viena fue dispersado violentamente en 1938 al producirse la anexión de Austria a la Alemania
nacional socialista; pero como hemos señalado arriba, esta “diáspora” siguió fructificando fuera de Viena
- y de Berlín.

Hempel no se interesa por problemas metafísicos, pero tampoco por cuestiones de puro uso lingüístico- se
interesa por problemas de lógica y, muy en particular, por problemas de filosofía de la ciencia. Aunque
tiene otras contribuciones de importancia en filosofía de la ciencia, para nuestros fines sólo nos interesa el
examen de la función de las leyes generales en la historia: el intento que realizó para tratar de someter
toda explicación histórica a leyes generales de tipo “nomológico deductivo”; claramente comprensible por
el lugar donde adquirió su formación intelectual.

La obra de Hempel es muy extensa; una parte considerable de sus trabajos son artículos en revistas, actas
o volúmenes colectivos, Entre sus líbros, Aspects of Scientific Explanation. And otheres says in the
Philosophy of Science14 compendia un buen número de artículos. El otro es Philosophy of Natural
Science, 1966, traducido al español en 1973. El que nos interesa es el primero de ellos, pues es no sólo el
que contiene el artículo de donde parte el debate que mueve a filósofos e historiadores para discernir el

14
Publicado en Nueva York por The Free Press, 1965. La traducción en español es de Ed. Paidós, Madrid, 1979,1988. p.233-
240.

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9

modo de explicar en la ciencia de la historia, sino que incluye, de modo muy específico, el tema que nos
ocupa.

El modelo argumentativo de la explicación científica: lo nomológico deductivo

La importancia de Carl G. Hempel para nuestro intento de ubicar y comprender los momentos más
importantes que se dieron en el estudio de la relación entre discurso narrativo y explicación histórica,
radica en la comparación que hizo sobre el proceder, el explicar de las ciencias naturales y la historia.

El artículo que desencadenó toda la polémica que dura hasta nuestros días, fue publicado en 1942, y lleva
el título de: “The function of General Laws in History”.15 Este artículo obligó no a que los historiadores y
pensadores refutaran abiertamente a Hempel, sino a que se reflexiona sobre la práctica de hacer historia.
Esto los hizo volverse sobre la narrativa como forma de conocimiento, es decir, a preguntarse sobre el
tipo de explicación que se da en la ciencia histórica y sobre como se adquirió el conocimiento histórico
existente -qué conexiones o leyes sigue para explicar la acción humana-.

Hemos de decir que, aunque el artículo anterior fue el que desencadenó la polémica, Hempel tuvo que ir
adecuando sus tesis en función de las objeciones que se le fueron planteando, y éstas fueron muchas, de
manera que tuvo que ir matizando, explicando e integrando conceptos que no aparecen en el primer
artículo de 1942.

Para comenzar nuestra explicación, partiremos de lo que Hempel entiende por ciencia, sus motivaciones y
objetivos, así como lo que es la “explicación científica”. En la introducción a su artículo: “Explanation,
Science and History”16, indica que dos de los factores que han estimulado y sostenido la investigación
científica son inquietudes humanas predominantes: a) el deseo persistente de hombre por mejorar su
posición estratégica en el mundo por medio de métodos confiables para la predicción y control de los
acontecimientos (nivel tecnológico); y b) la insaciable curiosidad intelectual del hombre, su profunda
preocupación por conocer el mundo en el que vive y por tanto comprender la interminable red de
fenómenos que éste le presenta.

Él sugiere que los eternos cuestionamientos humanos en cuanto al qué, al porqué y al cómo del mundo
empírico, con frecuencia encontraban su respuesta en los mitos y que éstos fueron desplazados
gradualmente por conceptos, hipótesis y teorías que han desarrollado las diversas ramas de la ciencia
empírica, incluyendo las ciencias naturales, la psicología, la investigación sociológica así como la
histórica. Hempel desde aquí postula su tesis principal: la ciencia, en general -natural y social-, utiliza
siempre las mismas formas de explicación, y su grado de cientificidad dependerá de que su explicación se

15
Artículo aparecido en: Journal of Philosophy. p. 39, 1942.) trad. al castellano en Hempel, C.G. La explicación científica.
Buenos Aires, Ed. Paidós, 1979.

9
10

aproxime -más o menos- a este modelo de explicación. Pero ¿que sería -para Hempel- explicar? En
sentido general, él nos dice que explicar algo a una persona es hacérselo claro e inteligible, hacérselo
comprender. El caso de la explicación científica es similar, trata de explicar fenómenos empíricos por
medio de leyes y teorías generales, que son objetivas en el sentido de que sus implicaciones empíricas y
los elementos de juicio que las sustentan sean independientes de los individuos particulares que las
someten a prueba, o las aplican.17 Y las explicaciones así como las predicciones, basadas en tales leyes
teorías pretenden ser objetivas en sentido análogo.18 Ofrecer una explicación es, por lo tanto, subsumir lo
que queremos explicar- bajo una ley o leyes generales, dicho de otra forma, para que haya explicación es
necesario, en primer lugar, que la explicación tome la forma de una argumentación deductiva, es decir que
se explique mediante argumentos o leyes generales que expresen regularidades empíricas.19 Las leyes
generales son, para Hempel, el instrumento indispensable de la explicación, y entiende por ley “un
enunciado de forma condicional universal que puede confirmarse o rectificarse por hallazgos empíricos
adecuados.”20

Para explicar cómo procede la ciencia conformó sus modelos “nomológicos de explicación”21 (Covering-
law-model) o forma lógica de la explicación científica que implica la subsunción (covering) del
acontecimiento que se pretende explicar a leyes de carácter más general, leyes que pueden ir englobando,
a su vez, leyes más generales. La explicación nomológica de Hempel puede asumir dos tipos básicos de
explicación: a) la nomológica - deductiva y, b) la nomológica inductiva. Estas formas de explicación
científica son las que estrictamente se aplican a las ciencias naturales. Hempel postula que toda ciencia
intenta dar explicaciones de este tipo.

a) El modelo nomológico-deductivo es el modelo causal por excelencia. Presupone leyes generales


que conectan causa: “C” y efecto: “E”. Un acontecimiento que llamaremos EXPLANANDUM:
“E”,- se explicará conectando la sucesión de acontecimientos observados con leyes generales que
denominaremos EXPLANANS. La o las causas (acontecimientos que se sucedieron), al igual que
la explicación mediante leyes generales, será el EXPLANANS; el EXPLANANDUM será el

16
En R.G. Colodny (ed.), Frontiers of Science and Philosophy Univcrsity of Pittsburg Press, 1962. Hay traducción al en
castellano: “La explicación en la ciencia y en la historia” en: Teoría de la Historia. Editorial Terra Nova, 1981, pp. 31-64,
17
Ibid., p. 31.
18
Ibid, p. 31-32.
19
Hempel, C.G. La explicación científica, op. cit., p. 419-420.
20
Ibid., p. 233.
21
Como consulta extra para la explicación nomológica de Hempel ver: Ponce, Margarita. La explicación teleológica. México,
UNAM, 1987. Principalmente el capítulo III. Y la introducción de Fina Birules al libro de: Danto, A. Historia y Narración.
Barcelona, Ed. Paidós, 1989. p. 9-27.

10
11

efecto “E” o descripción del fenómeno.22 La formulación de Hempel quedaría de la siguiente


forma:23

Ct, C2, C3,....... CK Enunciados de


condiciones
antecedentes EXPLANANS

Li, L2, L-%....... LR Leyes generales

Deducción lógica
E Descripción del
fenómeno EXPLANANDUM
empírico que
se explica

El estallido del radiador de un automóvil durante una noche fría se explicaría nomológico-deductivamente
de la siguiente forma:

El EXPLANANS sería:

 el vehículo permaneció en la calle durante toda la noche,

 su radiador, de hierro, lleno de agua hasta el borde,

 su tapa atornillada herméticamente,

 la temperatura en la noche descendió de 4 grados sobre cero a 4 bajo cero,

 la presión barométrica era normal.

Hay ciertas leyes generales que explican o conectan lo anterior con la explosión de radiador:

 a cero grados, con presión atmosférica normal el agua se congela,

 por debajo de cuatro grados la presión de una masa de agua aumenta al descender la temperatura,

 si el agua se congela, la presión nuevamente aumenta.

 hay una ley cuantitativa referente al cambio de la presión del agua en función de su temperatura y
volumen que completaría la explicación.

El EXPLANANDUM o conclusión es la explosión del radiador:

22
Hay que decir, sin embargo, que para Hernpel no todas las explicaciones nomológicas deductivas son causales, Cfr. Ponce,
Margarita, op. cit., p. 87.
23
lbid., p. 251.

11
12

Se ha explicado el EXPLANANDUM (explosión) mediante la conexión de las condiciones de desarrollo


de] fenómeno con las leyes generales que las van explicando o subsumiendo a conceptos o principios que
tienen el carácter de leyes generales. Las leyes al conectar el acontecimiento EXPLANANDUM con las
condiciones particulares del EXPLANANS les confiere a estas últimas la condición de factores
explicativos con respecto al fenómeno que debe ser explicado. Esta explicación deductiva o causa]
constituye el ideal de la ciencia empírica y asegura que en todos los casos en los que se den ciertas
condiciones especificadas resultara necesariamente un acontecimiento de cierta clase. En ellas se cumple
la predictibilidad científica, es decir, el mismo efecto ocurrirá siempre que se presenten los mismos
antecedentes -causas-, en las mismas condiciones. Dicho de otra forma, la predictibilidad puede dar la
misma explicación para el futuro que para lo que ya aconteció (ayuda el pensarlo como un suceso
irreversible: no podría -ni podrá- suceder de otra forma).

b) El segundo tipo de explicación nomológica es la inductiva o probabilística. Este modelo también es


nomológico: da cuenta de un determinado fenómeno mediante la referencia a leyes generales o principios
teóricos, pero son de forma estadístico probabilístico, es decir, si se dan las condiciones específicas, el
acontecimiento- EXPLANANDUM acontecerá con cierta probabilidad estadística. Los ejemplos que
Hempel toma para explicar este modelo son siempre referentes a un cuadro clínico determinado en cierta
persona:

John Doc tuvo un ataque, de fiebre de heno, tomó 8 miligramos de cloritrimetron; la probabilidad de
mitigación de un ataque de fiebre del heno después de la administración de 8 miligramos de
clorotrimetron es alta.24

El ataque de fiebre y la dosis aplicada a John Doc son el EXPLANANS; El EXPLANANDUM sería la
mitigación del ataque de fiebre; sin embargo, el EXPLANANS no implica deductivamente el
EXPLANANDUM, aunque el ataque de fiebre haya sido mitigado, sino sólo la hace más probable, le
confiere una alta probabilidad de ser mitigado. Las dos formas de explicación -deductivo e inductiva-
recurren a leyes generales, la diferencia estaría en que la primera da leyes “estrictamente universales”: en
condiciones X tal suceso Y ocurrirá con el mismo resultado; en la segunda el resultado se dará
recurriendo a leyes del mismo tipo: siempre que hay un cuadro clínico X y se aplica el medicamento Y se
logrará, con alta probabilidad, una mitigación del ataque. La diferencia es que el EXPLANANDUM se
explicó inductivamente, y esta explicación admite grados.

24
Tomamos el ejemplo de Hempel. “La explicación en la ciencia y en la historia” en: Teoría de la Historia. Ed. Terra Nova,
1981 p. 37-38.

12
13

Hempel da otras formas de explicación que se salen del modelo nomológico, por ejemplo las elípticas y
parciales; éstas pueden ser deductivas o inductivas, se dan en base a criterios ideales y para Hempel por lo
regular son asunto de interpretación sensata; en general postula que son incompletas.

El discurso de la historia: la narración como una forma débil de explicación científica

El propósito de Hempel, como hemos señalado más arriba, es el demostrar que la historia utiliza - como
todas las ciencias- las formas de explicación nomológica: en la historia, como en cualquier otra ciencia
empírica, explicar un fenómeno consiste en subsumirlo bajo leyes generales empíricas (Hempel 1942,
p.243). Si la exposición anterior de las leyes nomológicas nos ha resultado relativamente clara, no sucede
lo mismo con la “imposición” de leyes nomológicas a la historia.

Hempel analizará distintos discursos históricos tratando de establecer el tipo de argumentación sobre el
que se elaboran las dilucidaciones históricas; veremos cómo de una otra forma los integra a modos
nomológicos de explicación, pues no acepta que ninguna ciencia empírica pueda proceder de otra forma.
El azar en la historia, por ejemplo, tiene su definición -para él- en los antecedentes o condiciones
determinados que deben ir acelerando el fenómeno histórico acontecido; la explicación será más científica
en la medida que éstos se subsuman a leyes o hipótesis generales. Al hablar Hempel de leyes generales no
hace ninguna distinción en cuanto a las leyes “propiamente históricas”, para él, los historiadores las
toman de otros campos: psicología, economía, sociología, e incluso de la física, química y biología. Las
explicaciones que da el, historiador se relacionan con estas leyes, con las que se supone que están
familiarizados todos a través de una experiencia cotidiana. El historiador -según Hempel- logra dar
afirmaciones científicas mediante hipótesis generales adecuadas, o por teorías que son cuerpos de
hipótesis sistemáticamente relacionadas; cuando no lo logra, se queda en lo que él llama: esbozo de
explicación, o más aún, en una pseudoexplicación. Debemos dejar claro que Hempel no discute la
evaluación de la suficiencia fáctica de estas explicaciones, sino sólo el intento de explicación: lo que
pretenden y sugieren. Pero procedamos a ver ejemplarmente cómo explica la historia:

En el primer ejemplo que nos da (Hempel 1942, p. 238) pone énfasis en las hipótesis generales que
subyacen en una explicación: él está tratando de ver aquí la tendencia general de los organismos
gubernamentales a perpetuarse. No habla de uniformidades estrictas, sino de “fuertes tendencias”
explicitando así el carácter probabilístico de la explicación.

En la afirmación de que los agricultores de Dust Bowi (Hempel 1942, p. 239) emigraron a California
“porque” la sequía, las tormentas de arena continuas hacían cada vez más precaria su existencia y porque
California parecía ofrecerles mejores condiciones de vida, Hempel ve que este tipo de explicación hace
referencia a factores económicos -podrían ser culturales, sociales o políticos- y que tienen sentido

13
14

nomológico, es decir, de leyes universales: todo ser humano o grupo social en condiciones determinadas
tiende a emigrar buscando mejorar su forma de vida.

Estos dos ejemplos son un esfuerzo de Hempel por reducir las explicaciones históricas a, en el primer
ejemplo, una forma probabilística de explicación: hay una gran probabilidad -tendencia- de que las
formas gubernamentales tiendan a perpetuarse; en el segundo ejemplo, la explicación es de “tipo causal”:
un grupo de hombres en condiciones adversas y ante la expectativa de mejorar su forma de vida emigra al
lugar que le ofrece estas nuevas condiciones. No quiere decir Hempel que este tipo de explicaciones sea
completo, son “esbozos de explicación” que podrán ser completos, en cuanto el historiador los vaya
integrando a una marco de hipótesis de carácter más general mediante enunciados más específicos.

Las objeciones que Hempel fue recibiendo a sus teorías hicieron que matizara -en otros artículos- sus
teorías. En 1962 publicó “Aspectos de la explicación científica”25 Aquí analiza dos formas sui generis de
explicación histórica: la explicación genética y la explicación por razones motivadoras (teleológicas).

La genética se dirige a presentar las etapas principales de una secuencia de acontecimientos que
condujeron a un fenómeno dado. Este tipo de reflexión -según Hempel- es reducible a leyes nomológicas,
y por tanto no es propio de la historia-, muestra como una etapa puede conducir a la siguiente
“demostrando” que está ligada a sus sucesoras en virtud de “algún” principio general: una especie de
interconexión nomológica. Un ejemplo que Hempel utiliza es cuando el historiador se pregunta por él
¿cómo surgió tal cosa? El historiador comenzará explicando la etapa que considera ¡nacía], de ahí
procederá hacia una segunda etapa la cual supuestamente debe de ir ligando nomológicamente las etapas,
es decir, conectando las condiciones antecedentes con las consecuentes. En estas dilucidaciones pueden ir
implícitos factores motivacionales, condiciones determinadas -económicas, políticas, institucionales-,
etcétera.

La explicación por razones motivadoras o rationale (razón fundamental, aquello que permite explicar la
acción) sugiere y define los motivos, razones o fines que mueven el actuar humano. Este tipo de
explicación, que llamaremos teleológica, pues implica el explicar la acción humana en función de la
intención, finalidad, propósito de los actantes, Hempel intenta reducirlo a las mismas leyes expresadas de
la siguiente manera:

a) A se encontraba en una situación de tipo C.

b) A estaba dispuesto a actuar racionalmente.

25
En: Minnesota Studies in the Philosopby of Seience. Vol III, University of Minneapolis, University o Minnesota Press. En
español este artículo está incluido en Hempel. C. La explicación científica. p. 329 - 479. Hay también una versión abreviada.
Cfr. cita anterior.

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15

c) Cualquier persona que esté dispuesta a actuar racionalmente, cuando se encuentre en una situación
de tipo C, invariablemente (con alta probabilidad) hará X.

El intento de Hempel por reducir la forma explicativa de la historia a sus modelos llega, incluso, a intentar
hacerlo con factores de carácter de personalidad o emocionales, subsumiendolos a enunciados de tipo
disposicional (enunciados sintomáticos, tal carácter, por ejemplo la audacia, “produce” un tipo específico
de actuación).

La narración, como forma de explicación, aparecía ante Hempel como una forma insuficiente de
explicación, quedando como mero “esbozo de explicación” o incluso “pseudoexplicación”, a menos que
el historiador redujera sus delucidaciones a explicaciones nomológicas.

El inicio de una polémica: con o contra el modelo hempeliano

Al negar Hempel la existencia de algún procedimiento exclusivo de la historia, no tomaba en cuenta lo


propio de ésta: lo narrativo, dicho de otra manera, la distinción entre un suceso que simplemente ocurre y
los acontecimientos históricos que ya han recibido, por estar constituidos como “hechos históricos”, un
estatuto diferente, pues son hechos contados, relatados, por tanto no son equiparables con un suceso
mecánico empírico: la acción mecánica tiene sus leyes que la explican y la acción humana tiene lo propio.
El historiador puede utilizar leyes para explicarse la acción, no establecer leyes para el actuar del hombre;
si lo hiciese, le quitaría al hombre su estatuto de libertad.

El esfuerzo de Hempel por reducir toda explicación histórica a explicaciones nomológicas provocó que
historiadores y filósofos se volcaran a analizar la narrativa como forma propia de explicación histórica
escribiéndose -desde entonces- ríos de tinta que han ido fijando la propia especificidad de la historia: lo
narrativo como definición de la acción humana. Arthur C. Danto será el primero que logre explicitar
elementos propios de esta narrativa.

Arthur Coleman Danto (1924-)

BIOGRAFÍA INTELECTUAL

Nació en Ann Arbor, Michigan, en 1924. Estudió filosofía en la Wayne State University 1948; sus
estudios de maestría en la Universidad de Columbia, 1949; y sus estudios doctorales en la Universidad de
París, 1952. Profesor de la Universidad de Columbia desde 1951.

Es autor de Filosofía analítica de la historia, 1965; Filosofía analítica del conocimiento, 1968; Nietzsche
como filósofo, 1965; Qué es la filosofía, 1968; Misticismo y moralidad, 1972; Filosofía analítica de la
Acción, 1973; Jean Paul Sartre, 1975; La transfiguración del lugar común, 1981 (obra premiada en
1982, Lionel Trilling Book); Narración y conocimiento, 1985; El estado del arte, 1987; Conexiones para

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16

el mundo, 1989; Encuentro y reflexiones: el arte en el presente histórico, 1990. (Todas estas obras están
en inglés salvo, Filosofía analítica de la historia que ha sido traducido parcialmente por la editorial
Paidós como Historia y narración26 1 ). Ha sido crítico en varias instituciones y revistas especializadas
tanto de arte como de filosofía y miembro de diferentes instituciones docentes como la Universidad de
Yugoslavia, 1976 y Philosophy Beta Kappa 1987-88, entre otras.

Arthur C. Danto es continuador de la corriente filosófica llamada filosofía analítica, corriente anglosajona
que se ha enfocado fundamentalmente al estudio del lenguaje como el medio y límite de la filosofía. La
atención que la filosofía analítica le ha dado al lenguaje lo constituye en eje de toda su reflexión, llegando
a identificarse, últimamente, filosofía analítica con filosofía del lenguaje. Esto resulta justificado si todo
lo que esta ecuación pretende insinuar es que la atención al lenguaje es central en la filosofía analítica. Sin
embargo, como dice Hierro Pescador27, si lo que se quiere decir con ello es que lo único que le interesa es
el lenguaje, o que todos los problemas filosóficos se reducen a problemas lingüísticos, entonces no sería
exacto.

La filosofía analítica nace en este siglo, parte de Bertrand Russell y de Ludwig Wittgenstein e incluye
filósofos tan diversos como Strawson, Austin, Searle, Rorty, Moore, Carnap, Davidson, etcétera. Ha
influido y ha sido influida por tendencias tan importantes como el neoempirismo del Círculo de Viena.

Podemos distinguir en su desarrollo tres corrientes:

a) La primera fue en la influencia que la lógica formal tuvo sobre la filosofía analítica como
ordenadora y reguladora del lenguaje, o en la búsqueda de los diferentes usos o funciones del
lenguaje (lógica informal). Entre los filósofos que desarrollaron esta primera tendencia están
Russell, y los dos Wittgenstein; así como sus continuadores: Carnap, Quine, Strawson y Ryle.

b) La filosofía analítica se interesó posteriormente en la relación entre filosofía y ciencia,


subordinando la primera a la segunda. Enfocó su análisis al problema de la conexión de los
enunciados empíricos con los teóricos. En este apartado y para nuestro propósito entraría el
planteamiento hempeliano.

c) Esta tendencia se ha enfocado a la significación filosófica del lenguaje y aunque, como hemos
dicho arriba, no se reduce a una exclusiva preocupación por el lenguaje, el “giro lingüístico” o
reduccionismo lingüístico es típico del método analítico y el que ha tenido consecuencias de mayor
alcance.

La recuperación de la narración como forma de explicación científica en el conocimiento histórico

26
Danto, Arthur C. Historia y narración. Ensayos de Filosofía analítica de la Historia. Introducción de Fina Birulés, 'Trad,
Eduardo Bustos. Barcelona, Ed. Paidós, 1989.
27
Hierro S. Pescador, José. Significado y Verdad. Ensayos de semántica filosófica. Madrid, Ed. Alianza, 1990. p.32.

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17

Nuestro punto de partida para introducirnos a Danto es el modelo hempeliano como forma de explicación
histórica. Como vimos antes, el subsumir toda delucidación histórica a leyes nomológicas hizo que los
historiadores indagaran sobre el modelo narrativo propio de la historia. El mismo Hempel tuvo que ir
matizando sus hipótesis.28 Uno de los puentes entre Hempel y Danto fue William Dray, quien trató de
demostrar que las explicaciones históricas no cumplen, por lo general, la condición de una subsunción a
leyes generales y que por razones de principio no precisan cumplirlas, Dray va devaluando poco a poco la
argumentación subsumible de Hempel hasta reducirla a casos individuales.

Por tanto, cada caso tiene sus leyes particulares. Además,

las explicaciones históricas no refieren directamente de un hecho observable a otro hecho observable, sino
a un plexo de acción que tiene un carácter intencional: no se refieren a una causa sino a un motivo racional.
La explicación no dice entonces porque tácticamente tuvo lugar un suceso, sino cómo fue posible que un
sujeto actuara así y no de otra manera. En este sentido Dray distingue entre how-questions y why questions;
la primera clase exige explicaciones disposicionales la segunda, causales.29

Dray introducía con esto que la comprensión histórica no era en base a leyes históricas sino al
conocimiento contextual. Esto obligaría a Hempel a introducir un nuevo matiz a su explicación
nomológico: la explicación rationale o por razones motivadoras.30

Fina Birulés, en su introducción al libro de Danto, explica por qué no fue 1957, fecha de la publicación de
la obra de Dray, sino 1965 el punto de partida que daría el giro a la discusión, resquebrajando
definitivamente el Covering – law - model hempeliano. La aparición de tres obras entre las que destaca la
de Arthur Danto, vienen a introducir, a la filosofía anglosajona la noción de narración.31 A partir de aquí,
el problema de la explicación histórica pasará a la estructura narrativa como particularidad esencial de lo
histórico.

La obra de Danto, como hemos señalado arriba, apareció en inglés en 1965 con el nombre de Analitical
Philosophy of History, editada por Cambridge University Press. Fue parcialmente publicada en español
con el título de Historia y, Narración; los capítulos escogidos para la traducción de editorial Paidós,
fueron el 1, 7, y 8 que corresponden a la temática: 1) Filosofía de la historia substantiva y analítica, 2)
Historia y crónica, y 3) Oraciones narrativas.

Abordaremos la explicación del libro de Danto en este mismo orden, adelantando que en los tres capítulos
va a ser fundamental el concepto futuro del pasado, una de las mayores aportaciones de Arthur Danto.

• Filosofía de la historia: filosofía substantiva vs filosofía analítica. (Danto, capítulo l):

28
Ibid. Sobre todo ver el capítulo l. p. 29-47.
29
Ibid. p. 33.
30
Hempel, Carl G. “Aspectos de explicación científica”, en Teoría de la Historia. ,Ed. Terra Nova, 1981.

17
18

Danto diferencia, desde el principio, dos conceptos distintos comprendidos dentro de la expresión
filosofía de la historia: filosofía substantiva y filosofía analítica. Su libro es un ensayo sobre la segunda, y
el objetivo que persigue en este primer capítulo es constatar cómo no se puede elaborar una filosofía
substantiva (misma qué denominará solamente como filosofía de la historia).

La filosofía substantiva de la historia busca dar una explicación del conjunto de la historia, es decir va a
la búsqueda de una explicación que lleve implícito el hilo conductor de LA historia. Estas filosofías creen
haber descubierto de antemano la clave de ella y por lo tanto suponen que la pueden proyectar sobre el
futuro. Dicho de otra manera, sugieren la elaboración de la totalidad de la historia. Conjugan dos tipos de
explicaciones: una explicativa que intenta dar cuenta de ella en términos causases y otra descriptiva que
entretejida con la anterior da un todo muy coherente. Como ejemplo de ello está el marxismo.

De la misma forma que un científico, Tico Brahe, observó el movimiento de los astros e hizo una
descripción minuciosa de sus cambios -ejercicio que Danto compara con la recabación de datos históricos
por el historiador-, otro científico, Kepler, conseguiría encontrar una pauta proyectable de las posiciones
de los mismos. E Isaac Newton encontraría finalmente la explicación de esa pauta particular, es decir, fue
él quien formuló la teoría explicativa del movimiento físico del sistema solar, aprovechando las
observaciones y las pautas de Brahe y Kepler. Así, la filosofía de la historia pretendería -de la misma
forma que los científicos anteriores observaron y luego explicaron el movimiento astral-, elaborar una
teoría, en este caso filosofía, que explicara el comportamiento total de la historia. ¿Son equiparables la
predicción de los astros y la predicción de la historia?

El que un científico pueda predecir en qué posición estará tal o cual astro dentro de cien o doscientos años
y que esto suceda efectivamente, ¿autoriza de alguna forma a que una predicción similar, en base a la
observación de eventos pasados, se aplique de igual forma a la acción humana futura?; ¿sería ella
predecible en la misma medida que el movimiento astral?

Este tipo de planteamiento va a establecer la diferencia entre el modo de explicar de las ciencias naturales
y el de las sociales.

Danto se cuestiona qué es lo propio del hacer historia y qué es lo que hace la filosofía de la historia.
Desde luego, además de registrar eventos, reunirlos, escogerlos o cotejarlos, lo propio de la historia es
tratar de encontrarles un significado. Ahora, el significado que el historiador da a los eventos pasados solo
es posible debido a que el presente, desde donde el historiador escribe, viene a ser el futuro del pasado
que investiga. Nunca un historiador buscaría esta significación basándose en datos que no conoce, es
decir futuros. Esta es una de las diferencias con la filosofía de la historia. Ella sí pretende dar

31
La introducción de Fina Birulés a la obra de Danto es fundamental para entender el contexto de toda la discusión; las otra
obras que Birulés menciona como fundamentales son: White, Morton. Foundations of historical Knowledge. Westport,

18
19

explicaciones totales en base a un futuro que desconoce pero que intuye, pues “ha encontrado” la
significación total del tiempo. Esto para Danto es imposible. Coincide con Karl Lowith en afirmar que
una formulación de este tipo es concebir la historia como teología.

¿Qué sería, por lo tanto, la significación histórica? Algo que adquiere significado no en su momento
histórico, sino en un futuro desconocido para el agente, pero conocido para el historiador que narra:

los acontecimientos se reescriben continuamente y se reevalúa su significación a la luz de la información


posterior. Y, como poseen esta información los historiadores, pueden decir cosas que los testigos o los
contemporáneos no podrían haber dicho justificadamente.32

Con esto Danto introduce el término story (relato), como elemento que abarca un conjunto de eventos
relacionados entre sí, es decir, el historiador cuando narra, escoge algún acontecimiento - que tiene un
principio y un final- y en el que puede conectar dos o más sucesos separados temporalmente entre ellos
buscando la significación de] primero en función del futuro que los agentes de¡ primer suceso no
conocían. Por eso, para él, quien elabora filosofía de la historia se adelanta, pues su formulación
comprende el futuro total -desconocido al historiador-, su significación no resultaría válida pues, lo
repetimos, los acontecimientos adquieren su significado a la luz de otros sucesos, conocidos al
historiador. Sería tanto como privarse de¡ marco contextual adecuado para que un suceso adquiera
significación, ya que se presupondría el conocer el contexto total de la historia y esto es imposible. Es por
demás erróneo suponer que la historia se pueda escribir antes de que sucedan los acontecimientos. La
forma propia de escribir la historia no admite proyecciones sobre el futuro. Estas consideraciones llevan a
Danto a elaborar un ensayo de filosofía analítica, en otras palabras, a analizar el tipo de afirmaciones –
oraciones que construye un historiador para crear significado y que, asegura él, resultan válidas.

• Historia crónica (Danto, capítulo 2)

El hacer una diferencia entre historia y crónica ha sido la tónica secular de los historiadores. Danto se vale
de ella para postular abiertamente que no hay tal distinción. Para él la historia es una y su carácter
peculiar es la narración. Danto parte de la tesis de W.H Walsh33, quien hace una diferencia entre
descripción pura y significativa, caracterizando a la primera como la descripción exacta de lo sucedido y
la segunda como la que va más allá de esa pura narración y que pretende además dar una explicación, La
propuesta innovadora de Danto es postular que la narración es en si misma una forma de explicación
(incluso ésta puede ser compatible con el modelo hernpeliano34). Para él no hay nada que se pueda
denominar descripción pura (en otras palabras crónica). No se puede hacer un registro total del pasado
como ejemplo de pura descripción; en primer lugar, no se puede contemplar la totalidad del pasado, pero

Greenwood Press, 1965. Gallie. Philosophy and Historical Understanding, Nueva York, Schocken Books, 1964.
32
A. Danto, op. cit., p. 45
33
Walsh, W.H. Introducción a la filosofía de la historia. México, ed, Siglo XXI, 1979.

19
20

en el supuesto de que se pudiera, al hacer una relación de éste tendríamos necesariamente que escoger,
eliminar y plantear criterios de lo que es relevante.

Puesto que lo propio de la historia es la narración, Danto se pregunta por los elementos propios de la
narración, en palabras de Walsh ese “algo más” que haría la diferencia entre una descripción pura y una
significativa. (Quedan descartadas, desde luego, las listas que sólo enumeran nombres o fechas.)

Los puntos que Walsh postula como diferenciadores entre crónicas puras y significativas serían los
equivalentes a dos niveles diferentes de comprensión y dos diferentes clases de conocimiento. Danto
reconoce en ellos solamente la diferencia entre una historia bien fundamentada y otra que no lo está; no
habría una diferencia entre clases o géneros narrativos, sino una diferencia cuantitativa entre grados de
confirmación o de fundamentación. Para él, una narración que no consiga explicar no es una narración;
mientras que una narración que explica hace eso exactamente: dice lo que sucedió en realidad y, por lo
tanto, cuenta como una pura narración. Él concluye que una narración significativa y una pura dirían lo
que sucedió, en la medida en que ambas sigan siendo una narración histórica. Así pues, la distinción no es
algo que se pueda hacer dentro de la historia.35 Él afirma que se tendría que regular la evidencia
conceptual o teórica con los datos o evidencia histórica o documental, y en la medida que esto se logre se
tiene una buena o mala narración, siendo ésta la única distinción.

Para seguir explicitando la cuestión narrativa, Danto acude al concepto de la relevancia. Al narrar, uno
escoge de entre factores o acontecimientos, lo que signifique, es decir, lo que en nuestro relato sirva para
explicarlo. Aunque este significado sea filosóficamente interesante para plantear diferentes sentidos, para
Danto tampoco constituyen factores diferenciales entre narraciones. Es decir, la narración puede ser
pragmática, si tiene un interés moral; teórica si sirve para fundamentar una teoría general;
consecuencialista, si su significado reviste mayor o menor significado a la luz de otros hechos, o
reveladora, si nos sirve como comprobación de una hipótesis previamente planteada. Estos diversos
significados -que Danto acepta que podría haber más- no representan diferencia de narraciones, pues
todas pretenden explicar lo sucedido y a menos que no lo hicieran perderían su estatuto narrativo.
Encontraríamos en ellos discrepancias morales que para él son extrahistóricas; solamente las evidencias
fácticas importarían para la cuestión histórica.

Por último, Danto se evoca a analizar lo que llamaríamos hecho histórico como algo que uno conecta con
otro suceso, esto es, lo que lo lleva finalmente a analizar las oraciones narrativas como lo propio de la
estructura histórica de la narración, aseverando que por medio de ellas es como un historiador logra dar
afirmaciones ciertas sobre el pasado. El tercer capítulo de su libro está dedicado a explicarlas.

34
Cfr. nota que Birulés hace en Arthur Danto, op. cit., p, 70.
35
A. Danto, op. Cit., p. 81

20
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El punto de vista del narrador: el futuro del pasado

• Oraciones narrativas (Danto, capítulo 3)

El entender el tipo de oraciones que el historiador hace, nos permite explicar la clase de conocimiento que
la historia construye. De ahí el afán de Danto por explicar este tipo de oraciones, propias de la historia.

La característica más general que Danto les da es que se refieren a dos acontecimientos, separados
temporalmente entre sí, y que describen únicamente el primero. Estas oraciones generalmente están en
pasado y son escritas desde el futuro del pasado.

El primer concepto que Danto toma para explicarlas es que el pasado está tan poco fijado como el futuro.
El estar revisando continuamente el conocimiento de] pasado nos hace ver que éste no está nunca
terminado; si lo estuviera, el conocimiento histórico sería acumulativo y un día sería completado - esto lo
comprenderemos mejor cuando analicemos el concepto de Cronista Ideal. Por el momento nos interesa
profundizar en el análisis de lo que es un “acontecimiento histórico”. Lo primero que hay que entender es
que costos tienen duración variable. Acontecimientos como la Revolución Francesa o la Guerra de
Treinta Años los concibe el historiador con un principio, un enmedio y un final, pero dentro de ellos se
desarrollaron un sin fin de acontecimientos que se fueron dando en un orden diverso, de manera que los
mismos actantes no podían ser conscientes de¡ acontecimiento del que estaban siendo actores. Por
ejemplo, Luis XVI no pudo nunca pensar que con la toma de la Bastilla se estaba dando comienzo a lo
que llamamos Revolución Francesa -incluso, en su diario asentó que ese día no había pasado nada-.
Podemos pensar que ese acontecimiento, cuyo futuro no conocía en ese momento ningún contemporáneo
de Luis XVI, había comenzado, v visto históricamente, tendría un futuro: el desarrollo de ese
acontecimiento que los historiadores llamaron Revolución Francesa.

Habría que fijarse por lo tanto que lo que pudo haber sido un acontecimiento terminado al cabo del 14 de
julio del 1789, era sólo –históricamente visto- el principio de un evento más largo, y que estos
acontecimientos se van imbricando unos en otros, de modo que cuando alguno ya está completamente en
el pasado, otro puede estar a la mitad y otro más puede estar comenzando. Todo depende del observador.

Al decir: Con la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789 se iniciaba la Revolución Francesa,


Medicamos el inicio y el término de un acontecimiento, es un tipo de oración común en la historia y que
no hubiera podido proferir ningún contemporáneo sino como una pura predicción.

Para entender mejor las oraciones narrativas, Danto introduce una ficción: el Cronista Ideal que escribiría
una Crónica Ideal -de aquí en adelante CI-. Este supuesto sería un testigo omnividente que iría registrando
día a día todo lo acontecido. Podría pensarse que esta quimera es el ideal del historiador, no solamente
como testimonio sino como una ejemplo de historia; se tendría, por lo tanto, la completa relación del

21
22

pasado. ¿Sería esto historia? ¿Se parece esto a lo que hace un historiador? Y por último, ¿qué tipo de
oraciones construiría el Cronista Ideal?

Las oraciones que formarían una El serían simultáneas a los sucesos observados, por tanto captaría todo
lo sucedido, como sucedido en la forma en que sucedió, pero de ninguna forma podría hacer oraciones del
tipo que dimos arriba, porque nunca relacionaría un suceso posterior con uno anterior. Dicho de otra
forma, el historiador busca la significación de un suceso a la luz de los eventos posteriores que le dan esa
significación que la El no puede dar. Lo que no se le permitió deliberadamente al Cronista Ideal fue el
conocimiento de] futuro del pasado, ese conocimiento que el historiador sí tiene.

Las oraciones narrativas son las que le permiten al historiador narrar en forma causa¡, es decir, al
relacionar dos acontecimientos de tiempos diferentes le permite al historiador afirmar que al
acontecimiento A fue causa del acontecimiento B, cosa que tampoco nos podría ofrecer nuestra CI. Las
oraciones narrativas que hace el historiador pueden establecer diferentes relaciones con diversos
acontecimientos que sucedan después, de manera que pueden existir un número indefinido de
descripciones de un suceso, en la medida en que cada acontecimiento posterior permite una nueva
descripción: piénsese en la significación que puede tener la Revolución Rusa en los diversos momentos
de nuestro siglo. Su comprensión y su relato son significativamente diferentes a la luz de momentos
distintos, una -o varias- es (son) la(s) historia(s) de la Revolución Rusa antes de eventos como la caída del
muro de Berlín o la desintegración de la URSS. Las frases narrativas -o finalmente el relato histórico, con
su principio y su final- nos permiten visualizar cómo el hombre concibe su actuar, su tiempo y esto solo
lo logra haciendo cierres, no puede contemplar “todo el tiempo”. El hombre ante su finitud explica su
actuación narrando.

Danto enfatiza su tesis con ejemplos de usos de verbos que la CI no podría utilizar puesto que ellos sirven
de antemano para relacionar dos acciones. Verbos como anteceder, iniciar, preceder, dar origen no los
podría utilizar el CI. Tampoco podría utilizar ciertos verbos de acción que Implicaran una acción más
amplia de la que denotan.36

El CI no podría escribir que en la Navidad de 1642 nacía un genio (Newton), pues todo lo que podía
observar era que nacía un bebé de cuello débil. Afirmaciones como la anterior, forman el contenido
común de un libro de historia; Danto toma numerosos ejemplos de historiadores.37

Los verbos-proyecto no podrían tampoco utilizarse en la CI, pues el CI sólo podría describir literalmente
ciertas acciones, por ejemplo no podría formular la afirmación de que un hombre está plantando rosas,
pues sólo vería a un hombre hacer agujeros en la tierra y echando semillas; además, en otro ejemplo,

36
Cfr. Ibid., p. 124-125.
37
Cfr. Ibid., p. 135-136.

22
23

podríamos decir que una persona está escribiendo un libro durante un año y el CI no podría registrar eso
como lo fundamental o relevante de su actividad, pues al descubrir la acción del mismo hombre, éste haría
infinidad de cosas en ese plazo además de escribir un libro. Al no poder usar CI estos recursos
lingüísticos que organizan y estructuran el actuar humano, se entiende por que la CI queda descalificada
para establecer lo que sucede, cómo sucede y en la forma en que sucede.

Y ¿por qué restringírsele el uso de estos recursos?, pregunta Danto. Los verbos-proyecto contienen una
afirmación futura que el CI no podrá confirmar hasta saber si resultó cierta. Por lo tanto la relación que
ratifique el verbo-proyecto no podría ser establecida.

La forma en que los historiadores construyen su relato resulta continuamente modificado a la luz de
nuevos descubrimientos tanto psicológicos como sociológicos, esto es variable además porque los
criterios de relevancia varían de historiador a historiador:38 hay que comprender que se pueden formular
multitud de oraciones narrativas y que todas ellas pueden ser afirmaciones verdaderas sobre lo mismo
entendiendo que si hubiera diferencias, éstas se explicarían por las distintas estructuras temporales desde
donde se organiza el acontecimiento relatado.

Danto multiplica el número de oraciones, adjetivos y recursos lingüísticos que un El no podría emitir, y
que son precisamente lo que diferencia la estructura narrativa del historiador: las oraciones narrativas
cuyo distintivo es el unir dos acontecimientos en el tiempo - aunque sólo describan el primero -.

En el supuesto ficticio de que el CI formulara predictivamente este tipo de oraciones (sólo


intuitivamente), no sería válido pues se caería en el error que la filosofía sustantivo de la historia comete:
suponer que tiene el final de la historia, y esto nunca es cierto. Además, teniendo una relación predictiva,
sería muy fácil falsearla haciendo lo contrario.

Con estas argumentaciones, Danto ha logrado establecer la diferencia de dos tipos de explicaciones. La
ciencia sí funciona predictivamente, la historia no, ambas elaboran tipos de explicaciones diferentes que
Danto percibe como dos tipos de descripciones. Se va formulando la especificidad de] discurso histórico.
Podemos comprender ahora que no se puede escribir historia del presente y desde aquí entender por qué
el pasado puede estar tan abierto como el futuro.

El inicio de otra polémica: ¿cuál es el lugar de lo literario (poético) en el discurso de la historia?

Arthur C. Danto vino a demostrar que toda explicación histórica es narrativa, es decir, se hace desde el
futuro del pasado. Después de su obra Historia y narración, la discusión sobre la especificidad del

38
La noción de hecho historíco como suceso construido quedó plenamente aceptado desde los sesentas: “Pero así como en el
siglo XX se hizo la crítica de la noción del hecho histórico, que no es un objeto dado puesto que resulta de la construcción de lo
histórico, así también se hace hoy la crítica de la noción de documento que no es un material bruto, objetivo e inocente, sino que
expresa el poder de la sociedad del pasado sobre la memoria y el futuro: el documento es monumento. V. Le Goff, Jacques.
Pensar la Historia. Madrid, ed. Paidós, 1991. p. 11 ss.

23
24

conocimiento histórico se desplazó del campo epistemológico al literario o poético. Será Hayden White,
en su obra, Metahistoria, el que desarrollará el peso de lo narrativo en la historia desde una problemática
nueva: la lingüística.

Hayden White (1928-)

Biografía intelectual

Por no encontrarse datos biográficos del autor, no se elaboró esta parte. Únicamente sabemos que Hayden
White es profesor de “History of Consciousness” en la Universidad de California, Santa Cruz.

La función dominante de lo literario (poético) en la representación realista del pasado

La discusión es retomada por Hayden White en su obra principal: Metahistoria (1972)39. A inicios de los
setentas en que H. White publica su libro, la polémica sobre el valor de la forma narrativa en el
conocimiento que ofrece la historia, estaba centrada en el libro de A. C. Danto, Historia y narración
(1965). De esta manera, el horizonte problemático desde el cual escribe H. White es el abierto por Danto.

Danto logró establecer la especificidad de la explicación del discurso histórico diferenciándolo


plenamente, desde el análisis que hace de la frase narrativa, propia de la historia, de la explicación
utilizada por las ciencias naturales. Con ello abrió la discusión sobre la narrativa a muchos otros campos
(semiológico, antropológico, hermenéutica, etc.).

Danto, como filósofo analítico, se había esforzado por aclarar la función epistemológica de la narrativa en
la historia. White desplazará la problemática del ámbito epistemológico al literario. Sin negar la función
epistemológica que Danto contrapuso a Hempel, H. White destacará la importancia del aspecto retórico
del discurso narrativo.

H. White en uno de los artículos que componen su obra El contenido de la fortuna40 señala la
universalidad de la narrativa. Para él, la narrativa es un “metacódigo, un universal humano sobre cuya
base pueden transmitiese mensajes transculturales acerca de la naturaleza de una realidad común”41. La
narración como tal - un tipo de discurso que tiene un principio, un enmedio y un final, que tiene un tema
y una voz narrativa identificable ofrece problemas cuando se relaciona con la historia pues los
acontecimientos reales no se presentan naturalmente en forma narrativa, por ello fue rechazada por
algunas escuelas de historiadores (Annales) como forma no adecuada para la historia. El narrar implica
dotar de una estructura, de un orden de significación a los acontecimientos reales, que no poseen como

39
Hayden White. Metahistoria. La imaginación histórica del siglo XIX. México, FCE, 1992.
40
Hayden White. El contenido de la forma. Barcelona, Paidós Básica, 1992.
41
Ibid. p. 17.

24
25

mera secuencia. Esta estructura es literaria y es por eso que la narración y su análisis son temas de interés
básico para los historiadores.

Como antes hemos indicado, la narrativa deja de ser algo evidente cuando abandona la esfera de la ficción
(la creación literaria) y pretende representar lo real, es decir, cuando se convierte en discurso histórico.
Mientras la narración se expresa en la forma mítica o literaria no presenta ningún problema, pues al ser
únicamente construcción imaginaria no surge la interrogante sobre la pertenencia de la forma (narrativa)
con el contenido, ya que el contenido tiene como referencia lo posible y no lo real. La referencia (aquello
de lo que habla) del discurso ficcional es intratextual. La significación narrativa se vuelve enigmática
cuando se proyecta sobre un referente extratextual (acontecimientos reales); el misterio del relato se hace
manifiesto cuando pretende convertirse en un modo de conocimiento de los sucesos históricos.42 El
cuestionamiento de la estructura narrativa aparece cuando ésta quiere marcar una frontera entre lo
imaginario y lo real. De esta manera, la pregunta que nos guía para entender la naturaleza de la narrativa
es la siguiente: ¿existe alguna relación necesaria entre forma narrativa y contenido real de las acciones
históricas? H. White, para aproximarse a la respuesta de esta interrogante recorre tres formas de
representación discursiva de lo real: anales, crónica e historia (narrativa).

Anales, crónica e historia son para H. White formas de representante de lo real las tres cumplen la función
plena de percepción de los hechos pasados, de lo que se trata es de analizar y diferenciar las
características de cada una de ellas con la finalidad de descubrir la especificidad de la reconstrucción
narrativa de la realidad.43

H. White parte del estudio de la forma de cada uno de los discursos para llegar a la representación de lo
real: es decir, solo se accede a lo real a través de la representación discursiva que lo manifiesta. Para él, la
realidad se puede representar discursivamente de diversas maneras. No hay una necesidad para que los
acontecimientos reales se expresen narrativamente.

Los anales (los ejemplos que H. White utiliza son de los siglos VIII al XI) sólo ordenan los hechos
cronológicamente sin ofrecer una trama acabada que los una. La unidad de estas efemérides está dada por
la columna de la izquierda donde se anota la secuencia de los años, mientras que la columna de la derecha
sólo registra acontecimientos seleccionados a partir de la rnetonimia de la escasez y la plenitud. Para la
escritura analítica, la realidad se reduce a situar en el tiempo lo sucedido, sin construir ninguna relación

42
Ibid. p. 62. “En otras palabras, al igual que el contenido del mito se comprueba por la ficción, también así las formas de
ficción se comprueban por la historiografía (narrativa)”.
43
Ibid. p. 38. “ ¿Se presenta realmente el mundo a la percepción en la forma de relatos bien hechos, con temas centrales, un
verdadero comienzo intermedio y final, y una coherencia que nos permite ver el «fin>, desde el comienzo mismo? ¿O bien se
presenta más en la forma que sugiere los anales y la crónica, o como rnera secuencia sin comienzo o fin o como secuencia de
comienzos que sólo terminan y nunca concluyen? ¿.Y se nos presenta realmente el mundo, incluso el mundo social, como un
rnundo ya narrativizado, que «habla por sí mismo», más allá del horizonte de nuestra capacidad de darle un sentido científico?”

25
26

entre los sucesos registrados.44 La analítica carece de captación de conjunto de los hechos, es decir, de
tema central.

Las crónicas (H. White se refiere a las crónicas medievales), a diferencia de la representación de la
realidad de los anales, ya nos muestran una estructura narrativa, pero aún no plena. Aunque ya tienen un
tema central - trama-, siguen rigiéndose por el ordenamiento cronológico típico de los anales, lo que las
lleva a no tener un cierre en su estructura formal. H. White entiende por cierre de la narrativa su aspecto
moralizador.45

La historia narrativa, a diferencia de las dos anteriores, es una captación de conjunto de los hechos, es
decir, inscribe los acontecimientos en un entramado. Nos muestra una realidad estructurado con principio,
enmedio y final. El discurso histórico dona de significación moral a la secuencia de los hechos; pero esta
significación no se deduce empíricamente de ellos, sino que se le impone para convertirla en un tipo de
relato que expresa la experiencia humana universal.

Simplemente quiero sugerir que podemos comprender el atractivo de¡ discurso histórico si reconocemos en
qué medida hace deseable lo real, convierte lo real en objeto de deseo y lo hace por la imposición, en los
acontecimientos que se representan como reales, de la coherencia formal que poseen las historias. Al
contrario que la de los Anales, la realidad representada en la narrativa histórica, al «hablar por sí misma»,
nos habla a nosotros, nos llama desde lo lejos (este «lejos» es la tierra de las formas) y nos exhibe la
coherencia formal a la que aspiramos. La narrativa histórica frente a la crónica, nos revela un mundo
supuestamente «finito», acabado, concluso, pero aún no disuelto, no desintegrado. En este mundo, la
realidad lleva la máscara de un significado, cuya integridad Y plenitud sólo podemos imaginar, no
experimentar.46

Los anales y las crónicas, al ser formas imperfectas de narrativa, le permiten a H. White destacar qué es lo
que les falta para alcanzar la naturaleza narrativa. Es importante aclarar que para H. White, el hecho de
que estas dos formas literarias no logren la representación narrativa plena, no se debe a deficiencias de los
autores, sino a que la sociedad desde la que se escribe, no la posibilita. Aquello que les falta, en diverso
grado, a ambas para lograr la forma narrativa, es la captación de conjunto (tema central) que permite darle
un cierre a lo relatado. Esta captación de conjunto que integra dentro de un entramado (principio,
enmedio y final) los acontecimientos, sólo es posible desde un centro social que distingue la acción buena
de la mala; como sistema social que legitima el actuar: el derecho, la eticidad, el Estado, etc.47

44
Ibid. p. 24-25- “El estudioso actual aspira a la plenitud y continuidad en el orden de los acontecimientos: el redactor de los
anales tiene ambas en la secuencia de los años. ¿Qué expectativa es más «realista»?”
45
Ibid. p. 35. “Sugiero que la exigencia de cierre en el relato histórico es una demanda de significación moral, una demanda de
valorar las secuencias de acontecimientos reales en cuanto a su significación como elementos de un drama moral.”
46
Ibid. p. 35
47
La conciencia de historicidad como narrativización de los sucesos sólo es posible cuando la sociedad funda con claridad la
esfera de la eticidad. Esto implica que cuando una sociedad pierde orientación moral pone en crisis la narrativa del actuar
humano, porque esta forma literaria referida a lo real produce una significación de orden moral. Debido a esto. la conciencia de
historicidad puede, en ciertas coyunturas, entrar en crisis o desaparecer.

26
27

Las posturas a favor o en contra de la estructura narrativa en la explicación histórica se deben a las
distintas concepciones que se tienen de lo narrativo. Lo narrativo entendido como forma argumentativa
específica de las acciones intencionales en oposición a los movimientos causases fue estudiada por los
filósofos analíticos. Para ellos, la historia está obligada a utilizar la forma narrativa. En cambio, para la
escuela de los Annales, la historia, si pretende ser ciencia, debe abandonar la narración. La escuela de los
Annales llega a esta conclusión porque destaca el aspecto ideológico de todo relato, es decir, su función
legitimante o moralizante. Otra postura es la de la semiología que define a la narrativa como un código
que en la historia produce un efecto de realidad; es decir, que la narración es una construcción y no una
imitación de lo real. Para ellos, la historia como relato no es verificable en un referente externo, pues al
ser un discurso, genera un referente que va más allá de los acontecimientos que cuenta.

La otra postura es la de la hermenéutica (Gadamer y Ricoeur) que entiende la narrativa como la


conciencia de la temporalidad, es decir., que el tiempo vivido sólo se vuelve humano cuando es narrado.

Hayden White considera que cada una de estas posturas destaca un aspecto de la narración, y por ello el
error de las mismas es ver sólo una función de la narrativa y no la totalidad. Para White, la naturaleza de
la narrativa integra todas las determinaciones que las posturas anteriores ven unilateralmente.

La narrativa histórica maneja dos registros comunicativos distintos: el constatativo y el realizativo. El


constatativo se expresa en la parte informativa de todo relato histórico; el realizativo en la parte que da
forma poética al referente informativo. Debido a esto, la historia narrativa puede reducirse, como se hace
comúnmente desde el siglo XIX, a su esfera informativa o litoral -cientificista-. Esto se logra
desintegrando la unidad estructura] de la narrativización, es decir, separando de la forma narrativa lo que
podríamos llamar referentes externos (el referente primario de la narrativa). Estos referentes externos son
enunciados constatativos que se ordenan independientemente de la trama, y de esta manera son
verificables uno por uno empíricamente. Por otro lado, la esfera realizativa consiste en la trama central
que une, literariamente, eso que llamamos referente externo o realidad, es decir, esta esfera de la narrativa
no se extrae de los “hechos” registrados, sino de los tipos de relato que ha creado la narrativa ficcional.
Esto que da coherencia formal a los sucesos no pertenece al ámbito de lo vivible, no es experimentaba,
sino al ámbito de lo imaginario. Esto es lo que H. White llama referente secundario. Dentro de la
argumentación de White, el referente secundario tiene prioridad sobre el primario. Hay mayor peso en la
significación de la narrativa histórica de la forma -referente secundario- que del contenido -referente
primario-.

La narrativa histórica en su unidad estructural no se explica desde la lógica sino desde la retórica. Esta es
la aportación más importante de White al estudio del discurso histórico. Veamos cómo entiende el autor

27
28

de Metahistoria esta propuesta: que la comprensión de lo sucedido encuentra su fundamento en lo poético


(literario) y no en lo científico.48

H. White sostiene que la atribución de un tipo de relato (tragedia, comedia, romance y farsa) a una
sucesión de hechos no se deduce lógicamente. Es decir, que no hay ningún elemento de los hechos que
determine la forma de relato que se le debe atribuir.

No es un hecho el que legitima la representación de los acontecimientos como farsa, y no es la lógica lo


que permite la predicción del hecho como una farsa. No hay forma de poder concluir lógicamente que
cualquier conjunto dado de acontecimientos «reales» es una farsa. Esto es un juicio, no una conclusión; y
es un juicio que sólo puede estar justificado sobre la base de una caracterización poética de los «hechos»
para otorgarles, en el proceso mismo de su descripción inicial, el aspecto de los elementos de la forma de
historia conocida como farsa en el código literario de nuestra cultura.49

El paso de los hechos al tipo de relato que. los capta en conjunto, se logra al remitirlos a una de las formas
literarias que ha creado la ficción. De esta manera lo real se subsume a lo imaginario, si por imaginario
entendemos las formas míticas y literarias. La significación que se le adjudica a los acontecimientos reales
depende de la lógica de la figuración, es decir, de los tropos. Es por ello que H. White piensa que la
verdad del relato histórico es alegórica. La verdad de la historia sale de la verdad de la literatura, y esta
última no es más que los sistemas de producción de significado destilados de la experiencia histórica de
una cultura que se ha venido configurando a través del mito y la literatura. El discurso histórico dice una
cosa y significa otra.

La narrativa histórica al igual que la ficcional son representaciones alegóricas de la experiencia humana
de la temporalidad. La comunicación de las dos narrativas es indirecta: dice una cosa y significan otra.
Ahora, el peso de la ficción en el conocimiento histórico es fundamental, pues la historia utiliza los tipos
de relatos que la narrativa ficcional ha generado. La verdad de la historia, al ser alegórico y no literal, es
sumamente próxima a la verdad del arte.

Para los pensadores de esta línea, la historia ha sido siempre menos un objeto de estudio, algo a explicar,
que un modo de ser-en-el-mundo que hace posible la comprensión y la invoca como condición de su propio
desocultamiento. Esto significa que el conocimiento histórico sólo puede producirse sobre la base de una
especie de indagación fundamentalmente diferente de las cultivadas en las ciencias físicas (nomológico-
deductivas) y en las ciencias sociales (estructural-funcionales).50

El valor de la obra de H. White, para la discusión sobre la función de la narrativa en el conocimiento


histórico, consiste en haber demostrado que la narrativa histórica sólo es comprensible desde la retórica
literaria. Es decir, que la narrativización de los ordenamientos temporales depende de la lógica de la
figuración: los tropos (las figuras retóricas), y no de la lógica de las ciencias. Con esto, destacó la

48
Ibid. p. 62. “En la narrativa histórica, las experiencias destilados y convertidas en ficción están -sujetas como tipificaciones a
la comprobación de su capacidad de dotar de significado a los acontecimiento (reales).”
49
Ibid. p. 65.

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29

relación, tan estrecha, que existe entre historia (relato verdadero) y literatura (relato imaginario). Para él la
historia tiene un referente, último: la experiencia de la temporalidad. Y en la medida en que el discurso
histórico pretende hablar de esa experiencia se ve obligado a hacerlo de manera indirecta o simbólica.

La significación de la historia en función de los tipos de relato: romance, tragedia, comedia y sátira

Como ya hemos explicado, para H. White la escritura de la historia depende, esencialmente, de la lógica
figurativa o tropológica; y esta dependencia profunda es debida al lugar que ocupa en ella la narrativa. El
historiador al situar dentro de una trama los eventos registrados, está inscrito, necesariamente, en una
lógica poética. La naturaleza de la narrativización de la serie de sucesos es lo que hace que el investigador
se desplace a la esfera de lo poético-literario. La historia constituye sus límites en oposición a la narrativa
ficcional; busca, a lo largo de su proceso de investigación, no separarse de “lo real”, pero en el momento
que le da significado a eso que denomina realidad entra al terreno de la imaginación. El acto de adjudicar
una configuración narrativa al hacer es lo que provoca que la historia se desplace, permanentemente, de la
ciencia a la literatura. “Lo real” sólo sobrevive en la escritura de la historia bajo la forma de la ficción.

En este apartado vamos a exponerlas operaciones que realiza el historiador al dotar de significado, por-
medio de entramado, a la secuencia de acontecimientos que estudia. Con esto, intentaremos explicitar,
siguiendo la obra de Metahistoria, la función que desempeña en la producción del discurso histórico la
poética, es decir, las formas literarias.

La obra de historia, para White, en su forma manifiesta es un discurso en prosa narrativa que representa
los acontecimientos del pasado. Este tipo de obra busca mediar entre el campo histórico, el ordenamiento
temporal de los hechos sacados de los documentos -registro en bruto-, otras narraciones históricas y los
lectores. Veamos con cuidado en qué consiste la mediación que realiza el historiador, a través de su
oficio, entre la crónica transformada en historia y los lectores.

El libro de historia entendido como un producto que se ofrece al público de lectores implica una serie de
operaciones específicas. Primero, el historiador distingue la historia (el campo histórico) de lo que no lo
es (naturaleza), esta distinción se logra a partir de los tropos, los cuales posibilitan una percepción
preconceptual de la historicidad.51 Segundo, el historiador elabora una selección Y ordenamiento temporal
de eventos (crónica). Este, segundo paso ya implica la constitución de un, texto distinto al del documento.
Tercero, pasa de la crónica a la narración, es decir, del ordenamiento, sin inicio ni final, temporal a su
captación de conjunto. La captación de conjunto o configuración une los eventos, no solo por referencia

50
Ibid. p. 66.
51
“Así, he postulado cuatro modos principales de conciencia histórica con base en la estrategia prefigurativa (tropológica) que
imbuye cada uno de ellos: metáfigura, sinécdoque, metonimia e ironía. Cada uno de estos modos de conciencia proporciona la
base para un protocolo lingüístico diferente por el cual prefigurar el campo histórico y con base en el cual es posible utilizar
estrategias específicas de interpretación histórica para “explicarlo”. Hayden White, Metahistoria, op. cit., p.10.

29
30

al momento en que sucedieron, sino a través de una historia o relato. Y cuarto, al poner en relato la
crónica el historiador escoge un tipo determinado de trama: romance, comedia, tragedia o sátira. La
historia es un proceso de transformaciones escriturísticas: parte de un documento (textol); de ese textol
elabora una crónica (texto2); del texto2 constituye un relato o historia (texto3) y, a este texto3 le adjudica
un tipo de relato que el lector reconoce por su pertenencia a una cultura específica. Al lector se le
entregan significaciones morales de acontecimientos pasados que, en última instancia, le comunican
alegóricamente la verdad de la experiencia de su finitud -entre la eternidad y la muerte-.

H. White distingue dos niveles dentro del texto de historia: uno superficial, que se compone de tres
“efectos explicatorios” (trama, argumentación formal e implicación ideológica)52 y otro profundo, que se
constituye por los cuatro tropos o figuras retóricas. Cada uno de los efectos explicatorios está formado de
cuatro opciones, y dependiendo de las relaciones que se dan entre ellas se definen los estilos
historiográficos.53 La esfera profunda (metahistoria) del discurso histórico es la que fundamenta los estilos
historiográficos.

Los modos en que se explican los acontecimientos pasados en el texto de historia son artístico,
epistemológico y ético. El aspecto epistemólogico de la narrativa histórica ha sido el más estudiado, hasta
con recordar la polémica entre ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza. Mientras que los otros dos,
casi siempre, han sido dejados de lado.

La función explicativa por la trama nos acerca al problema de la capacidad cognitiva del arte, y en este
caso particular, de la literatura. Esta presencia de la literatura, a través de los tipos de relato, en la ciencia
histórica es lo que ha provocado en muchos historiadores el rechazo de lo literario o narrativo en la
historia. Pues ellos consideran que la literatura no tiene ningún valor cognitivo, aún más, desde este punto
de vista, la historia mientras permanezca siendo narrativa estará alejada de la ciencia. Por eso
preguntemos lo siguiente: ¿qué aspecto de la literatura es el que interviene en la escritura de la historia? y
¿si la literatura ofrece algún tipo de conocimiento y que características tiene éste?

Cuando H. White se refiere a la literatura en el conocimiento del pasado está pensando en los tipos de
relatos que ella ha producido. Son los modos de, tramar los que ofrecen al configurar los acontecimientos
una significación cognoscitiva que trasciende a los datos mismos. Estas formas de tramar una historia, que
como ya dijimos son cuatro, fueron destiladas a través de la escritura de ficción. El arte literario, por la
mediación de los tipos de relato, nos ofrece el conocimiento profundo de la experiencia humana de la
temporalidad. La narrativa ficcional, en el transcurso de muchos siglos, ha producido diversas formas de

52
TRAMA: romance, tragedia, comedia y sátira. ARGUMENTACION FORMAL: formista, mecanicista, organicista y
contextualista. IMPLICACION IDEOLOGICA: anarquista, radical, conservador y liberal.

30
31

contar los sucesos, y cada una de ellas revela una figura posible del ser-en-el-mundo. Por esto, el dotar de
trama a los acontecimientos reales es poner en juego la capacidad cognoscitiva de la literatura o de la
política. Al elegir una de las formas de tramar para aplicarla a una serie de sucesos, lo que estarnos
haciendo es ver que nos permite conocer de la experiencia humana de la temporalidad esa elección. Es
decir, llevamos acabo una experimentación entre la significación del tipo de relato y los eventos reales.
De esta forma, el discurso histórico produce su conocimiento al relacionar las formas literarias con lo real.
Hacer historia como ciencia consiste en experimentar la potencialidad de producir significación de lo
literario -ficción- al inscribir en él eso que llamamos lo real.

Cuando decimos que el historiador elige un tipo de relato nos referimos a que según su forma de percibir
el campo histórico se remitirá a una forma determinada de narrar. Y la percepción preconceptual del
campo histórico se basa en la lógica figurativa: los tropos. El fundamento último del conocimiento
histórico, para H. White, es tropológico. Para el autor de Metahistoria las figuras posibles de la
conciencia del campo histórico son las que nos ofrecen los cuatro tropos: metáfora, metonimia,
sinécdoque e ironía.54

Una ambigüedad: la diferencia entre literatura e historia

En la medida en que H. White desplazó lo esencial de la discusión sobre el conocimiento histórico de lo


epistemológico a lo poético, vino a poner en duda la frontera entre lo literario, la narrativa de ficción, y lo
histórico, la narrativa de lo real. Lo que hasta White parecía un punto de partida inobjetable: la diferencia
entre literatura e historia, después de él se ha vuelto un punto por demostrar. Con la obra de White se
desvanece el efecto de verdad que la historia sostiene sobre ella misma para diferenciarse de la literatura.
Veamos cuáles son las razones de esto.

H. White distingue dos formas comunicativas en la narrativa histórica: la constatativa y la performativa.


La primera (la constatativa) tiene como referente lo extratextual -los sucesos-; la segunda (la
performativa) tiene como referente la captación de conjunto o de los sucesos, es decir, el entramado. La
segunda cumple una función dominante y básica en la significación cognitiva de¡ discurso histórico. Y es
esta última la que define el carácter alegórico a la verdad de la ciencia de la historia.

Si tomamos en cuenta lo anterior llegamos a las siguientes consecuencias: el requisito mínimo necesario
para mantener la distinción entre relato de ficción y relato de verdad es el de encontrar los criterios de
verificabilidad de] discurso histórico. Son esos criterios los que White, al desplazar la polémica de lo

53
“En mi opinión, un estilo historiográfico representa una combinación particular de modos de tramar, de argumentación y de
implicación ideológica. Pero los varios rnodos de tramar, de argumentación y de implicación ideológica no pueden combinarse
indiscriminadamente en una obra determinada”. Ibid. p. 38.
54
“Estos tropos permiten la caracterización de objetos en distintos tipos de discurso indirecto o figurativo. Son especialmente
útiles Para comprender las operaciones por las cuales los contenidos de, experiencia que se resisten a la descripción en prosa
clara y racional pueden ser captados en forma prefigurativa y preparados para la aprehensión consciente”. Ibid. p. 43.

31
32

narrativo en la historia de lo científico a lo literario, no ha podido formular. Pues para él sólo se puede
verificar el lado constatativo de la narrativa histórica, pero esta verificación se logra a costa de romper la
unidad narrativa. Sólo es verificable, por separado, cada uno de los enunciados constatativos que forman
el relato histórico. Pero este último, el relato histórico en su conjunto, no responde a criterios lógico-
empíricos sino a la lógica retórica o tropológica. Y la lógica de la figuración no pertenece al sistema
categoría] de la ciencia sino al de la literatura. La unidad narrativa de] discurso histórico no pertenece al
ámbito de lo experimentable, sino al de la creación imaginativa. He aquí la pérdida de la frontera entre lo
literario y lo científico.

Paul Ricoeur55 (1913-)

Biografía intelectual

Paul Ricoeur nació en Valence, Francia en 1913. Se licencia en la Sorbona de París en 1935. Hizo
estudios también en la Universidad de Rennes. Se doctoró en letras en 1950.

La hermenéutica, escuela de la que Ricoeur parte en sus reflexiones sobre el ser del yo, fue, en sus inicios
(siglo XIX) la técnica y arte de la interpretación textual inicialmente concentrada en la interpretación
bíblica y de textos grecolatinos. El entender es, en sí mismo, un acto interpretativo y la hermenéutica, al
ser una teoría generalizada de la interpretación desemboca en una teoría del sentido, de la significación.
Ricoeur parte de la fenomenología de Husserl, rebasándola en cuanto que no busca un fundamento
intuitivo de sí mismo, sino aceptando de Heidegger que el “ser en el mundo” precede a la reflexión, es
decir, es anterior a la constitución de la subjetividad. Para Ricoeur, toda comprensión de sí deberá ir
mediatizada por el análisis de los signos, símbolos y textos en general. Podríamos decir que para él, la
comprensión ontológica -ser del ente queda pendiente de la Interpretación hermenéutica.56

La filosofía de Ricoeur fue influenciada por las corrientes filosóficas de nuestro siglo, en el desarrollo de
sus estudios vemos la influencia del existencialismo de Jaspers y Marcel, en Karl Jaspers et la
philosophie de l' existence (1936), seguida por Gabriel Marcel et Karl Jaspers (1948). En ambas obras se
advierte el impacto que tuvo en él el existencialismo. La Philosophie de la Volonlé, obra proyectada en
tres partes, la primera de las cuales: Le volontaire et l'involontaire, publicada en 1950, sigue
metodológicamente la fenomenología de Husserl, y pretende extraer de la experiencia vivida los
significados y estructuras esenciales de la intención, del proyecto, del motivo, del deseo, etc. L'homme

55
Seguimos el trayecto biográfico-intelectual de Paul Ricoeur en Maceiras Fafián, M. y J. 'I'rebollé Barrera. La Hermenéutica
contemporánea, Bogotá, Editorial Cincel-Kapeluz, 1990. En Diccionario de Filosofía Contemporánea. Dirigido por N4. A.
Quintanilla, Salamanca, Ed. Sígueme, 1985. p. 438-440, y en la introducción de M. Maceiras al libro de Paul Ricoeur: Tiempo y
Narración. Configurarión del tiempo en el relato histórico. Madrid, Ed. Cristiandad, 1987. T. l. p. 11-31.
56
Ricoeur, Paul. Tiempo y narración. La configuración del tiempo histórico. Madrid, Ed. Cristiandad, 1987. p. 15.

32
33

fallible y La symbolique du mal57 son la primera y segunda parte de su Empírica -segunda parte,
incompleta, de su trilogía-. La tercera parte la constituiría, por su tema: La Metáfora viva58 y su obra más
acabada: Tiempo y narración59, por la que le fue concedido el premio Hegel. Otras de sus obras son:
Historia y verdad, publicada en francés en 195560. De l’interpretation, essai sur Freud (1965)61; y Le
conflit des interpretations (1969)62.

La influencia del psicoanálisis de Freud es visible en su Simbólica del mal, pues al ampliar el
psicoanálisis su ámbito interpretativo a los símbolos y mitos religiosos, Ricoeur lo utiliza para dar una
interpretación del yo y de la cultura. De la analítica freudiana toma otra conclusión metodológica
importante: la vinculación del explicar y el comprender.63 Sobre la “explicación” psicoanalítico se articula
la posibilidad de la “comprensión”.64 Ricoeur toma también postulados del estructuralismo, pues entiende
que a toda interpretación hermenéutica le debe de preceder la explicación estructural del texto. Advierte
las limitaciones del estructuralismo que solo se acercan al cómo –sintaxis- del lenguaje; la hermenéutica
buscará el qué -significación o semántica- del lenguaje.65

Las aportaciones mayores a la hermenéutica las da Ricoeur en sus obras, citadas más arriba, La metáfora
viva, y en los tres tomos de Tiempo y narración. Para nuestro propósito -la narrativa en la historia- ésta
última será nuestra guía. En ella postula sus tesis más fuertes: sin narración no hay identificación
posible ni del individuo ni de las comunidades, y más aún: narrar es la forma de comprender el tiempo
humano. Sus últimas obras a publicadas son: Du texte a l'action y la recopilación titulada: A l'école de
phénoménologie, ambas de 1986.

La especificidad del tiempo humano: el acto de contar

La tesis esencial de Ricoeur en su libro Tiempo y narración, que directamente nos incumbe para nuestro
estudio, es que la narración es la forma como el hombre comprende el tiempo, su finitud; ya que el mundo
que se va desplegando en la narración es la explicación de la temporalidad humana, de su actuar.

Para explicar esta vinculación – tiempo – narración -, Ricoeur recurre al análisis de dos filósofos y sus
conceptos: el tiempo en San Agustín y el concepto de trama -mimesis de la acción- en la Poética de

57
Hay traducción al español.
58
Traducida en editorial Cristiandad, Madrid, 1980.
59
Esta obra, como hemos dicho, consta de tres tomos, el primero estudia La configuración del tiempo en el relato histórico
(1983); el segundo es La configuración del tiempo en el relato de ficción (1984) y el tercero es La experiencia del tiempo en
la narración (1985). Los dos primeros han sido traducidos al español por la editorial Cristiandad. El tercero sólo se encuentra en
francés.
60
Hay traducción al español por Ed. Encuentro, Madrid, 1990.
61
Publicada en español en Buenos Aires, ed- Siglo XXI, 19?
62
Traducido en parte en Buenos Aires. ed. Megalópolis, 1975.
63
Su obra sobre psicoanálisis es: Hermenéutica y Psicoanálisis. Buenos Aires, ed. Megalópolis, 197.5.
64
Ricoeur, Paul. Tiempo y narración, t. 1, p. 2 l.
65
Ricoeur, Paul. Hermeneútica y estructuralismo. Buenos Aires, ed. Megalópolis, 1975.

33
34

Aristóteles. Ricoeur analiza separadamente cada uno de estos conceptos y luego los engarzará en sus tres
mimesis, que veremos en el siguiente inciso.

Empezarernos por tratar de entender las reflexiones que Ricoeur traza del concepto de tiempo en el libro
XI de las Confesiones de San Agustín. Agustín se pregunta por la naturaleza del tiempo, estas reflexiones
son conocidas como las aporías -proposiciones sin salida lógica- sobre el tiempo. La primera aporía es el
preguntarse sobre el ser -existencia- del tiempo. Agustín dice: “¿Qué es, entonces el tiempo? Si nadie me
lo pregunta, lo sé, y si trato de explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé.” La segunda aporía es
preguntarse el cómo se puede medir lo que no es, es decir, si no me puedo responder lo que es, cómo
puedo responder el dónde se encuentra.

Si, como afirma él, el pasado no existe ya, el futuro todavía no es, y el presente apenas lo nombramos ya
está dejando de ser, ¿qué es el tiempo? Agustín nos dice que lo percibimos, lo sentimos y lo tenemos
siempre presente en el lenguaje, como experiencias y acciones que éste articula.

Agustín va perfilando su respuesta con la solución de un triple presente, es decir, si ernpezamos a pensar
el futuro como espera, el pasado como memoria y el presente como atención, podemos entender que estos
tres tiempos confluyan en uno solo, como un triple presente.66 A esto lo llamará Agustín distentio animi o
distensión del alma. Concepto que irá aclarando más adelante. Ricoeur lo explica cambiando la noción de
presente a la de tránsito, como paso que va dejando huella precisamente en el presente, a la vez que
encadena el futuro, la espera.

La pregunta sobre el lugar del tiempo la pretende resolver con la anterior. El tiempo, si se comprende
como una distensión, se encuentra dentro del alma, en donde los tres tiempos se revelan como presente,
precisamente por esta distensión del alma.

Sobre la medida del tiempo, segunda de las aporías agustinianas, partimos de que si solo existe el presente
y éste está dejando de ser a cada instante cómo se mide lo que no es. Si el presente es tránsito, paso, ¿de
dónde viene y a dónde va? Y si lo que pretendemos medir no tiene espacio, y sólo lo que lo tiene es
medible, ¿cómo podemos hablar cotidianamente de la medida del tiempo? Agustín, en primer lugar
rechaza la idea de tiempo como medida del movimiento y admite que se puede hablar del espacio de
tiempo - un día, a hora- sin referencia cronológica .67 La distensión del alma le ayuda a explicarse: la
distensión del espíritu es la distensión del tiempo. Sólo vinculando la idea del triple presente -que
resuelve la aporía de un ser que no tiene ser-; a la otra aporía: la medida a extensión de algo –tiempo- que

66
“El presente de las cosas pasadas es la memoria; el de las cosas presentes, la visión (contuitus) *REF veremos luego el término
attentio, que indica mejor el contraste con la distentio, y el de las cosas futuras. la expectación”, Ricoeur, p. 53.
67
“Ricoeur, p.57 (Las citas de la explicación sobre el tiempo y la trama que desarrollaremos en este inciso las tomamos de
Ricoeur, Paul. Tiempo y Narración. La Configuración del tiempo histórico, t. 1; de aquí en adelante sólo lo citaremos con la
paginación de este texto.)

34
35

no tiene extensión, resuelve la gran aporía: “considerar el triple presente, como distensión y la distensión
como la del triple presente”68. Así el tiempo está “en” el espíritu y “en” él se encuentra el principio de su
medida.69

Agustín recurre a la idea de desgarramiento para explicar la distensión: se mide el tiempo cuando pasa, en
este tránsito hay que buscar este desgarramiento. El ejemplo del recitador le sirve para explicar el triple
presente: éste tiene, antes de empezar a recitar su poema, todo en el futuro, pero que a medida que lo va
pronunciando va haciéndose pasado, y el futuro se va reduciendo a medida que avanza; el presente son las
sisabas que va articulando, es decir, son instantes que inmediatamente pasan al pasado pero guardan la
expectativa de lo que se va a pronunciar, con esto podemos comprender este triple presente que nos
introdujo más arriba.70 La idea de presente como paso se invierte, es decir, ahora es permanencia, el
pasado está en el presente -espíritu- como imágenes-huella, y en el futuro como imágenes-signos, de esta
forma: “La espera y la memoria tienen extensión en el espíritu, por tanto, como impresión. Pero la
impresión sólo está en el espíritu en cuanto que éste actúa, es decir, espera, presta atención y recuerda”.71

La dialéctica intentio-distentio queda explicada así: la intentio como la atención, la afección presente, que
resume y contiene la distentio o desgarramiento entre los tres presentes: el presente del pasado: memoria,
recuerdo; el presente del futuro: la espera; el presente del presente: la atención. Se comprende así que la
distentio animi necesite, para su comprensión, del contraste con la intentio inmanente a la “acción” del
espíritu.

Para explicar el tiempo, Ricoeur prescinde la noción de eternidad, esencial en el planteamiento


agustiniano pues la eternidad comarca al tiempo, es la nada que fundamenta la creación ex nihilo, que
incluye la creación del tiempo. No podemos, por cuestión de espacio, exponer todos sus planteamientos,
sin embargo, diremos que para entender la eternidad se requiere también de la noción de distensión del
alma, ya que con este concepto, que engloba los tres presentes, se puede contraponer la de un siempre
presente, en el que todo permanece, todo es estable, no hay tránsito ni paso, todo está presente, nada es
pasajero, no hay un antes ni un después pues eso es tiempo. Para tratar de comprenderla, dice Agustín, es
necesario “compararla” con un presente sin pasado ni futuro.72 El análisis del tiempo y su relación con la
eternidad nos ha servido para exponer “lo otro” del tiempo. De esta manera, según Ricoeur, se podrá
hacer justicia a la experiencia del tiempo, jerarquizarlo y profundizarlo.

68
Ricoeur, p. 60.
69
Ricoeur enfatiza las preposiciones de lugar, tan numerosas, que Agustín utiliza en su explicación; esto para indicar la presencia
de un lenguaje que piensa el tiempo espacialmente. Ricoeur, p. 52.
70
La cita de Agustín, que Ricoeur pone a pie de página es tan importante para nuestro propósito, que merece ponerse aquí: “Lo
cierto es que cuando se cuentan hechos verídicos del pasado, lo que se extrae de la memoria no son los hechos acontecidos, sino
las palabras creadas por la imaginación, irnpresas al pa sar en el espíritu, como huellas grabadas en los sentidos”. Ricoeur, p. 52.
71
Ricoeur, p. 65.
72
Ricoeur, p. 73.

35
36

La contraparte de la argumentación de Ricoeur es el análisis de la Poética de Aristóteles. Aquí, él enfrenta


el tiempo en Agustín como modelo de discordancia, con el de mythos concebido como concordancia. En
primer lugar hay que tener en cuenta que así como en Agustín no se encuentra ninguna consideración a la
narrativa; en Aristóteles tampoco se encuentra ninguna relación con la experiencia temporal. La
circularidad o complementariedad de ambos conceptos es obra de Ricoeur.

Ricoeur vincula los conceptos de mythos-mimesis. Para él este binomio denuncia actividad, no estatismo.
Primeramente trataremos de explicar lo que es mythos y en el siguiente apartado explicaremos el concepto
de mimesis, pues éste engloba al de mythos. En su primera acepción mythos sería la construcción de la
trama, y es, para Aristóteles, una de las seis partes que conforman la tragedia.73 Junto con los caracteres y
el pensamiento, la trama -mythos-, sería el objeto de la representación y responde a la pregunta por el
qué.74

Ricoeur tiene que salvar ciertos obstáculos para poder sacar de la poética las generalizaciones que
pretenden sus tesis. En primer lugar hace extensivo a la narrativa, lo que Aristóteles solamente sugiere
para el género dramático, concretamente la tragedia.

Estas limitaciones son las siguientes:

a) La primera constricción se refiere a la distinción entre tragedia por una parte y comedia y
epopeya por otra. La diferencia estribaría más bien en los caracteres. Para Aristóteles la tragedia
representa a los hombres “mejores” y la comedia a los “peores”. Esta distinción no se refiere
concretamente a la acción y Ricoeur la minimiza como diferenciadora de géneros, además esta
distinción es relativa a la ética en cada mundo “real”, por tanto, siempre es histórica, dicho de
otro modo, cada época crea las cualidades - su ética de acción- de sus “hombres mejores” y de sus
“hombres peores”.

b) La segunda constricción separa la epopeya, por una parte de la tragedia, y de la comedia por otra.
El rnodo, es decir, el cómo -espectáculo- es lo que distingue, en este caso a la epopeya - que
carece de espectáculo- de la comedia y de la tragedia. Sin embargo éste no anula, para Ricoeur, el
efecto narrativo. Tampoco lo anularía el modo narrativo característico de la epopeya (el narrador
hablando por sus personajes) del modo narrativo propio de la tragedia y de la comedia (el
narrador haciendo hablar a sus caracteres). Aristóteles identifica lo “exclusivamente” narrativo -
diégesis o composición diegética con la epopeya. Ricoeur lo extiende a todos los géneros que
describen la acción del hombre.

73
La otras partes de la tragedia, según Aristóteles son: la expresión, el espectáculo, el pensamiento, los caracteres y el canto.
Ricoeur, p. 87.
74
Los otros componentes de la tragedia son: la expresión y el canto que responden al “por lo que” o medio; y el espectáculo que
es el modo y responde a la pregunta “cómo”. Loc. cit.

36
37

c) La última constricción limitativa es la que restringe el concepto de mimesis de Aristóteles, el cual


subordina los caracteres a la acción. La literatura moderna no acepta esta subordinación,75 sin
embargo para Ricoeur esto no anularía el estatuto narrativo de ninguno de los géneros que él
considera como tales.

Salvadas estas limitaciones podemos tratar de extender ahora el paradigma de la tragedia a todo el campo
narrativo. Este paradigma es el que impone el orden; por lo tanto, el mythos trágico de Aristóteles va a ser
la concordancia, contraparte de la discordancia de la distentio animi agustiniana.76

Al definir mythos como la disposición de los hechos subraya la concordancia, lo que otorga el orden, la
secuencia Y por lo tanto, el sentido de la acción. La concordancia se caracteriza por tres, rasgos: plenitud,
totalidad y extensión apropiada.77

La primera característica se refiere a su carácter lógico, es decir que tiene principio, medio y fin. Lo que
señala el principio es lo que no tiene necesidad de antecedente, el fin lo que no requiere sucesión; el
medio es la disposición que engarza los hechos para que se dé el orden lógico. Este sólo lo da la
composición poética, el modelo trágico, por ejemplo, sigue sus propias reglas: la del cambio de dicha en
infortunio.

Con la segunda característica se acentúa la ausencia de azar y la conformidad con las exigencias de
necesidad o de probabilidad que regulan la sucesión - de la tragedia-, pero “si la sucesión puede
subordinares de este modo a alguna conexión lógica, es porque las ideas de comienzo, de medio y de fin
no se toman de la experiencia: no son rasgos de la acción efectiva, sino efectos de la ordenación del
poema”.78

La extensión, tercera característica, indica que sólo dentro de la trama -mythos- la acción tiene un
contorno, un límite: una extensión; ésta es temporal, pero como tiempo de la obra, no de los
acontecimientos, pues los tiempos vacíos no entran en la obra, podemos decir que para Aristóteles no
importa este tiempo, y que el vínculo que le interesa es más lógico que cronológico, sin embargo es lícita
la pregunta por esta lógica. Lo verosímil, lo posible, lo general es lo que se encuentra en esta disposición
de los hechos: es en la trama donde radica la importancia, ella es la acción que supera en importancia a los
personajes: “la universalización de la trama universaliza a los personajes”.79

75
Autores como Henry James o Frank Kermode no aceptarían esto. El primero de ellos otorga al desarrollo del carácter un igual
derecho que al desarrollo de la trama. Ricoeur, p. 93.
76
Así, explica Ricoeur: “esta dialéctica interna a la composición poética hace del mythos trágico la figura invertida de la
paradoja agustiniana”. Ricoeur, p. 95.
77
Loc. cit.
78
Ibid. p. 90 (las cursivas son nuestras).
79
Ibid, p. 99.

37
38

La trama conlleva en si misma la ordenación de la acción, no de forma episódico sino en forma causal,
como encadenamiento verosímil: “la universalidad que comporta la trama proviene de su ordenación; ésta
constituye su plenitud y su totalidad. Los universales engendrados por la trama no son ideas platónicos.
Son universales próximos a la sabiduría práctica; por lo tanto, a la ética y a la política”.80 Esta última idea
los vuelve, por lo tanto, historizables.

Hemos visto como la trama ordena la acción en la tragedia, mas ella misma guarda, también, su propia
discordancia. Ricoeur la llama concordancia-discordante. Ella es la que contiene el cambio: generalmente
de dicha a infortunio; en la trama compleja de la tragedia es de tres tipos: peripecia, agnición y lance
patético. La discordancia aparente se vuelve concordante al encadenar lo paradójico, el azar o
contingencia y lo necesario y causal. Este rasgo, propio de la tragedia, Ricoeur lo trata de llevar a toda
narrativa pues se entiende que el cambio es esencial para su desarrollo. Es el mismo afán de concordar lo
discordante lo que pretende el historiador al tratar de volver inteligible lo inteligible: la acción humana y
el tiempo. Explicar la circularidad de esta tesis nos llevará a dilucidar la mimesis en sus tres partes.

La narrativa como metáfora de la finitud humana: novela e historia

Los tres volúmenes que componen la obra de P. Ricoeur, Tiempo v Narración, quieren demostrar el
vínculo necesario que se da entre el acto de narrar y la experiencia humana de¡ tiempo. Como lo hemos
expuesto en el punto anterior, el concepto de construir una trama lo extrae de la Poética aristotélica y el
del tiempo de las Confesiones de San Agustín. En este apartado vamos a exponer brevemente, de la
argumentación de Ricoeur, los siguientes dos puntos: a) ¿cómo la experiencia humana del tiempo y el
acto de seguir una trama se fundamentan mutuamente, es decir, circularmente?; y b) ¿qué diferencias y
semejanzas tiene la narración “real” y la “imaginaria”?

El concepto en el que basa su argumento central, el de la circularidad comprensiva entre tiempo y


narración, es el de mimesis. El término mimesis forma parte, junto con el de mythos, de la explicación
aristotélica de la operación de narrar.81 Por mythos entendemos trama y por mimesis imitación.

La mimesis es lo que se logra gracias al mythos, es decir, la imitación creativa de la acción se logra
gracias a la disposición de los hechos en una trama. El concepto de mimesis o imitación como creación
literaria de la trama lo sitúa Paul Ricoeur entre dos polos que vienen siendo el antes y el después de la

80
Loc. Cit.
81
No hay duda de que el sentido predominante de la mimesis es precisamente el fundado en su acercamiento al mythos: si
seguimos traduciendo mimesis por imitación es necesario entender todo lo contrario del calco de una realidad preexistente y
hablar de imitación creadora”. Ricoeur, p. 106.

38
39

obra literaria. Ellos son denominados, respectivamente, mimesis I y mimesis III, por ello para el autor de
Tiempo y narración la obra literaria cumple la función de mediación entre la prefiguración (mimesis I) y
la refiguración de la acción (mimesis III).

Esta triple mimesis es lo que permite a Ricoeur demostrar la fundamentación circular entre tiempo y
narración, por esto es necesario explicar en qué consiste cada una de ellas, y tener clara la tesis central de
la demostración. La reflexión sobre la triple mimesis no tiene importancia por sí misma., sino en función
del argumento central de toda la obra. La comprensión de las tres mimesis debe hacerse desde la siguiente
propuesta:

Me propongo (... ) mostrar el papel mediador de este tiempo de la construcción de la trama entre los
aspectos temporales prefigurados en el campo práctico y la refiguración de nuestra experiencia temporal
por este tiempo construido. Seguimos, pues, el paso de un tiempo prefigurado a otro refigurado por la
mediación de uno configurado.82

La poética (mimesis Il) es la mediación entre la ética (mimesis I) y la retórica (mimesis III), es decir el
tiempo narrado -novela o historia- sólo puede entenderse correctamente si es pensado como un momento
que reúne la comprensión práctica con el acto de leer. Es por esto que para Ricoeur el discurso narrativo
no debe ser estudiado de manera aislada, a la manera de la semiótica, sino siempre como mediación. Es
este postulado el que orienta su explicación de la correlación necesaria entre el tiempo como experiencia
humana y el tiempo como construcción literaria.

La descripción fenomenológica del tiempo que toma de las Confesiones de San Agustín se prolonga para
explicar la mimesis I: la pre-comprensión de la acción; y la exposición de la Poética aristotélica le permite
exponer la construcción de la trama como tiempo narrado, es decir la mimesis II. La correlación necesaria
y trascultural entre tiempo y narración se sostiene encontrando en el discurso narrativo (concordancia-
discordancia) la resolución poética, no filosófica, de las aporías de la fenomenología del tiempo
encontradas por Agustín (discordancia-concordancia), y viceversa. La argumentación de Ricoeur se
mueve entre fenomenología (la experiencia humana del tiempo), la crítica literaria (el relato de ficción) y
la historiografía (el relato de lo real). Prescindiendo de la distinción entre las dos formas de narración,
podemos sostener lo siguiente: la distinción entre las tres mimesis - distintos momentos de la
representación de la acción- viene a cumplir, dentro de la argumentación de Ricoeur, la función de
explicitar de qué manera el tiempo vivido se convierte en humano cuando es narrado (de la eticidad a la
poética).83

82
Ricoeur, p. 119.
83
“Ha llegado el momento de relacionar los estudios independientes que preceden y poner a prueba mi hipótesis de análisis:
entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la existencia humana existe una correlación que no es
puramente accidental sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con otras palabras: el tiempo se hace tiempo
humano en la medida en que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte
en una condición de la existencia temporal”. Ricoeur, p. 117.

39
40

Para Ricoeur la competencia narrativa (la facultad de construir relatos y poderlos seguir) ende de una
competencia práctica (la facultad de actuar). Esta competencia práctica o del hacer es lo que denomina
mimesis I. Esta mimesis es condición de posibilidad -presupuesto- de la narrativa en general. El
presupuesto del acto de contar es la precomprension de la acción. Mimesis I consiste en la capacidad de
distinguir entre acción humana y movimiento físico. La operación de construir una trama depende de o
presupone la separación entro sociedad naturaleza, en donde por sociedad se entiende acción intencional
Y por naturaleza movimiento mecánico. La mimesis I, en tanto que precomprensión del hacer, es una
teoría de la acción, la cual se conforma de tres elementos: estructurales, simbólicos y temporales.

Los elementos estructurales de la mimesis 1 son lo que conforman un semántica de la acción. Para P.
Ricoeur esta semántica se constituye inductivamente, por ello nunca es exhaustiva; la inducción se hace al
buscar los conceptos que se encuentran en toda teoría de la acción. Esta red conceptual es la siguiente:
finalidad, motivos, agente, con y/o contra, circunstancias, etcétera. Esta red conceptual nos remite a las
preguntas que el interpretante se hace cuando quiere entender el sentido de una acción: quién, para qué,
por qué, cómo, en cooperación y contra quién, etcétera.

Por un lado, toda narración presupone, por parte del narrador y de su auditorio, familiaridad con términos
como agente, fin, medio, circunstancia, ayuda, hostilidad, cooperación, conflicto, éxito, fracaso, etc. En
este sentido, la frase narrativa mínima es una frase de acción de la forma y teniendo en cuenta que las
narraciones tienen como tema, finalmente, obrar y sufrir.84

El nivel estructural de mimesis 1 es el primer “anclaje” de la narrativa en la experiencia del tiempo, es


decir, si la experiencia del tiempo es conciencia del actuar en el mundo, podemos concluir que toda
narración presupone y transforma la semántica de la acción.

Las preguntas que abren los conceptos de la semántica de la acción sólo pueden contestarse desde una
cultura determinada, es decir, se actúa en y desde una cultura, y no fuera de toda situación. No hay acción
que no esté referida a una cultura particular. Esta mediación cultura] de toda precomprensión del hacer es
lo que Ricoeur llama lo simbólico de la mimesis I.85 Por mediación simbólica de la acción Ricoeur
entiende lo siguiente:

De este modo se pasa sin dificultad, con el concepto común de la mediación simbólica, de la idea de
significación inmanente a la de regla, tomada en el sentido de regia de descripción; luego a la de norma,
que equivale a la idea de regla tomada en el sentido prescriptivo del término. Con arreglo a las normas
inmanentes a una cultura, las acciones pueden valorarse o apreciarse, es decir, juzgarse según una escala
preferentemente moral. Adquieren así un valor relativo, que hace decir que tal acción vale más que tal otra.

84
Ricoeur, p. 122.
85
“Se percibe cuál es la riqueza del sentido de mírnesis l imitar o representar la acción es, en primer lugar, comprender
previamente en qué consiste el obrar humano: su semántica, su realidad simbólica, su temporalidad. Sobre esta precomprensión,
común al poeta y a su lector, se levanta la construcción de la trama, y con ella, la mimética textual y literaria.” Ricoeur, p. 134.

40
41

Estos grados de valor, atribuidos en primer lugar a las acciones, pueden extenderse a los propios agentes,
que son tenidos por buenos, malos, mejores o peores.86

La mediación simbólica de la acción nos hace ver que el “hacer” solo se entiende porque se encuentra
regido por reglas; y que estas regias son histórico-sociales. Para comprender una acción aislada hay que
remitirla a las reglas que la gobiernan. Estas reglas son descriptivas para él que interpreta la acción, pero
en relación al que actúa son prescriptivas. Esta determinación de la precomprension de la acción, al ser
normativa, resalta la eticidad del actuar. Para Ricoeur no hay actuación ni comprensión de la misma que
pueda ser neutra, pues siempre se actúa en situación.

La mediación simbólica hace que toda acción, ya antes de ser narrada, sea legible es decir, que tenga
sentido para el que la ejecuta, también para todo sujeto que pertenece a esa cultura. Por esto Ricoeur
insistirá en que el actuar mismo ya tiene su lógica: su textura propia. La vivencia humana, por estar
sometida a regias, es prenarrativa. Este carácter prenarrativo de la experiencia humana posibilita el seguir
y el hacer un relato.

La última dimensión de la mimesis I es la de sus caracteres temporales. El hacer humano es, ya siempre,
en el tiempo. El hombre ordena su actuar en referencia al tiempo. Pero el tiempo que funciona como
horizonte de la acción no es lineal (los ahora aislados y abstractos), sino el descrito por San Agustín87: el
de la distensión del alma. Este tiempo es el de los tres presentes: el presente de las cosas pasadas
(retención), el presente de las cosas futuras (espera) y el presente de las cosas presentes (atención). La
conciencia de la temporalidad que se tiene en el actuar es la que, siguiendo a Heidegger, el autor de
Tiempo y narración llama el tiempo del cuidado o en sentido inauténtico el de la preocupación. El tiempo
humano está configurado por aquello que al hombre le tiene ocupado. Esta concepción del tiempo es la
que define pasado, presente y futuro en función de lo que nos ocupa, o sea, es propiamente el tiempo de la
práctica. Este tiempo de la mimesis I es el que se hace presente en el tiempo narrado. No es un tiempo de
los acontecimientos aislados sino de la unidad de la trama.

La mimesis II corresponde a la imitación o representación de la acción textual o literaria. Esta mimesis,


como ya antes lo hemos destacado, cumple la función de mediación entre la precomprensión (mimesis I) y
la poscomprensión (mimesis III) de la acción humana. Este papel mediador es el que realiza la
construcción de la trama (mythos).

La operación de la trama realiza, además de la mediación entre mimesis 1 y III, tres mediaciones:

86
Ricoeur, p. 126.
87
“A este respecto puede decirse de la operación de la construcción de la trama que, a la vez, refleja la paradoja agustiniana del
tiempo y la resuelve no según el modo especulativo, sino según el poético.” Ricoeur, p. 137.

41
42

La mediación entre los acontecimientos aislados y la traman. Esta operación poética transforma los
incidentes separados en una historia. Su mediación consiste en darle coherencia a lo accidental del
suceder, por ello la trama es la concordancia de lo discordante.

La mediación entre la distensión o lo episódico y la intención o la unidad de la trama. La narración vista


en su conjunto da necesidad poética a los episodios' decir, resuelve las aporías agustinianas de manera
literaria. Al “tomar juntos” los episodios en una historia supera la sucesión puramente cronológica del
actuar, es decir, los vuelve una historia con principio, medio y final.

Ahora, para entender la mediación entre mimesis II y III hay que pensar en las reglas de construcción de
las tramas que se van formando a lo largo del tiempo. Las tramas son dadas al escritor y al lector por la
tradición literaria a la que ambos pertenecen. Estos tipos (le tramas pueden cambiar o variar de una época
a otra, no son estáticos.

Por último, la mimesis II corresponde a la recepción del texto literario, en este caso a la configuración de
la trama. Este momento regresa el texto al mundo “real” del lector, es decir, lleva a cabo el paso del
mundo del texto al mundo del lector. Con la mimesis III el ciclo de configuración de la trama se actualiza
en el acto de leer. Veamos lo que dice P. Ricoeur de la mimesis III. “El acto de lectura se convierte así en
el agente que une mimesis III a mimesis II. Es el último vector de la refiguración del mundo de la acción
bajo la influencia de la trama.”88

La circularidad entre tiempo y narración que nos muestra la triple mimesis89 es aplicable al texto narrativo
en general. Ahora, siguiendo a Ricoeur, vamos a plantear las diferencias entre narrativa en historia y en
novela.

Paul Ricoeur sostiene que el lenguaje es referencia¡, es decir, que todo uso del lenguaje nos habla de algo,
aun el metafórico. El lenguaje no está encerrado en si mismo, sino que siempre es apertura al mundo. La
referencia lingüística es dialógica: un hablante dice algo sobre el mundo a un oyente. El hecho de que la
referencia siempre sea co-referencia nos índica que ésta se concretiza en el acto de leer. La referencia es
aquello de lo que se habla. El discurso narrativo tiene por referencia la temporalidad expresada en la
conciencia del actuante. Esta imitación creativa literaria de la acción, que se logra por medio de la trama,
alcanza su plena realización de la “aplicación” que hace de ella el lector. El lector ilumina su propia

88
Ricoeur, p. 152.
89
“En el horizonte de la investigación se plantea la objeción del círculo vicioso entre acto de narrar y el ser temporal. ¿Condena
este círculo a toda la empresa a no ser más que una vasta tautología? Parece que hemos eludido la objeción al escoger dos puntos
de partida alejados entre sí lo más posible: el tiempo en Agustín y la construcción de la trama en Aristóteles. Pero ¿no
volveremos a reforzar la objeción al buscar un término medio para estos dos extremos y al asignar un papel mediador a la
construcción de la trama y el tiempo que ella estructura? No intento negar el carácter circular de la tesis según la cual la
temporalidad es llevada al lenguaje en la medida en que éste configura y refigura la experiencia temporal. Pero espero mostrar,
hacia el final del capítulo, que el círculo puede ser algo muy distinto de una tautología muerta”. Ricoeur, p. 119.

42
43

praxis por el texto narrativo.90 La acción que representa poéticamente la novela es del orden de lo
“posible”, mientras que la que representa la historia es del orden de lo “real”. Esto real que la narrativa
histórica nos cuenta, no existe de manera sustantiva, o positiva, sino como signo-huella que conservamos
como memoria presente. Al dejar de pensar lo sucedido como algo que existe independientemente de la
memoria se critica al positivismo en la historia. Es decir, no existe el pasado como hechos que sólo basta
con observar cuidadosamente para exponerlos en el discurso histórico, sino que el hecho sólo viene a su
existencia como episodio de la trama. Tomando en cuento lo anterior podemos decir que lo que tiene el
historiador como empiria son trazos o huellas que se convierten en hechos históricos cuando pasan a
formar parte de una trama. Por esto, un mismo episodio - hecho histórico- puede tener sentidos distintos
dependiendo dentro de qué trama se inserta. No hay hecho histórico como algo dado, sino como algo
configurado por la trama.

De lo anterior se concluye que la relación entre historia y literatura es de mutua necesidad. La


referencialidad de la historia sólo se consigue por el uso de las tramas - de la imaginación- creadas por la
literatura a lo largo de la historia, y la literatura sólo es dialógica si finge -ficción- que cuenta algo que ya
sucedió. Para Paul Ricoeur existe un entrecruzamiento necesario entre literatura e historia para que ellas
puedan refigurar en el lector el mundo de la acción. La historia toma de la literatura la imaginación
creativa de producir tramas; y la novela toma de la historia la noción de lo que cuenta ya sucedió. Una sin
la otra, para Ricoeur, serían incomprensibles para el lector.

Del discurso de la historia a la praxis humana

¿Cuál es la mediación entre discurso histórico y praxis humana? Es decir, entre narrativa (mythos) de “lo
real” y experiencia humana de¡ tiempo (distensión del alma). Siguiendo a Ricoeur, esta explicación debe
basarse en la distinción entre narrativa histórica y narrativa literaria. La pregunta puede reformularse de la
siguiente forma: ¿qué conocimiento ofrece la historia a la acción humana que sea distinto de lo que nos da
la literatura? Pues si la historia cumple la misma función que la literatura, entonces ¿para qué necesitamos
la historia?

Como vimos anteriormente, Ricoeur sostiene que la ficción y la historia adquieren sentido gracias a que
existe un entrecruzamiento referencial entre ellas. La narrativa de lo posible (literatura) sólo es
comprensible desde la narrativa de lo real, y viceversa. Toda narrativa ficcional exige en su lector una
actitud particular; ésta consiste en suponer que lo que se cuenta es una experiencia real. Y toda narrativa
histórica exige en el lector el conocimiento de los tipos de trama que se han creado, a lo largo del tiempo,
en la literatura. La historia se cuenta a la manera de una novela, y la novela a la manera de una historia.

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“El estatuto del otro polo de la tradición, la innovación, es correlativa del de la sedimentación. Siempre hay lugar para la
innovación en la medida en que lo que, en último término produce, en la poiesis del poema, es siempre una obra singular, esta
obra”. Ricoeur, p. 142.

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Ambas, al ser narrativas, resuelven poéticamente las aporías especulativas del tiempo. Pero ¿cuál es la
diferencia, en la imitación creativa del actuar, entre historia y literatura?

Si las dos expresan narrativamente la praxis humana, sin embargo lo que refiguran es diferente. Esta
diferencia consiste en que la historia pretende contar los “acontecimientos sucedidos”, y la literatura no.
Lo distinto entre ellas se encuentra en la conformación de la intersubjetividad entre autor y lector, es
decir, esta diferencia se manifiesta en el modo del enunciado91 y no en su forma. La forma de ambas es la
misma: narrativa. El modo de la enunciación no. En la literatura el modo de enunciación no implica
pretensiones de validez; mientras que en la historia sí. Esa intencionalidad de la historia de referirse a la
empírica es lo que permite al lector preguntarse si lo que se dice en ella es verdadero o falso. Esta
pregunta no es pertinente cuando se trata de literatura.

La mediación de¡ discurso histórico entre la precomprensión de la acción (mimesis l) y su refiguración


(mimesis III), es decir, entre la praxis y el acto de leer exige la pregunta por los criterios de validez.
Ahora, los criterios de validez de la narrativa histórica son discursivos y no de adecuación a un objeto que
le preexistiera. La verdad de la historia es argumentativa, y no como se piensa, de datos y fechas. Esta
argumentación es narrativa, y por esto, lo que se denominan datos o fechas (enunciados constatativos) se
manifiestan a través del discurso narrativo (enunciados realizativos). Cuando se discute la validez de un
texto de historia no se limita a si los datos están correctos, sino que lo que está en cuestión es el relato en
que esos datos se nos entregan. La discusión de la verdad histórico se plantea sobre el relato.

El relato con pretensión de validez (la historia) ilumina la praxis “real” y no la “posible”. Este tipo de
relato, la historia, constituye identidades, tanto colectivas como individuales. Pero esta identidad
constituida por la historia, a diferencia de la literaria, puede ser discutida, desde reglas de validez,
públicamente. Estas reglas son las que determina la comunidad de historiadores en cada momento. La
praxis que la historia representa puede discutirse públicamente en cuanto a su validez, mientras que la que
la literatura representa sólo puede discutirse en cuanto a lo estético.

Conclusión

El lugar de la narración en la explicación de la ciencia histórica

Hemos tratados de ver, en el trayecto de nuestro análisis, el problema de la narrativa en la historia; la


cuestión no queda resuelta, lo que queda claro es que la narrativa es la forma de explicación, propia de las
ciencias sociales, v que ella contiene algo fundamental para los historiadores: el problema del tiempo.

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“Esta es la Presuposición ontológica de la referencia, reflejada en el interior del propio lenguaje como un Postulado
desprovisto de justificación inmanente. El lenguaje es por sí mismo del orden de lo mismo; el mundo es su otro. La atestación
de esta alteridad proviene de la reflexividad del lenguaje sobre sí misrno, que, así, se sabe en el ser para referirse al ser”. Ricoeur,
p. 154.

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Hempel logró -al subsumir la explicación histórica a modo de explicación nomológico deductiva-, dirigir
la atención a la narrativa. Así abrió de nuevo la discusión que Kant había planteado en el siglo XVIII
sobre la división de las ciencias en ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza.

Danto establece lo propio de la frase narrativa, frase que sólo se puede construir con el conocimiento del
futuro del pasado. Esta aportación perfiló el debate, ya no a lo epistemológico, sino en la línea de la
literatura.

Hayden White, ya en pleno ámbito literario, resalta la trama como forma de articulación de los distintos
sucesos que engarza el historiador, distinguiendo cuatro formas básicas de tramar la historia.

Paul Ricoeur, último en nuestra exposición, encadena la narrativa al problema del tiempo, dimensión
esencial para el historiador. Para él, toda la historiografía es narración -hasta la que tradicionalmente la
negaba como la de los Annales- y es, en el ámbito estructural, semejante al relato de ficción. El modo en
que la ciencia histórica representa la acción humana y su temporalidad es derivada de la literatura y no,
como durante mucho tiempo se ha supuesto, de su metodología. Paul Ricoeur concibe la poética (mimesis
II) como la facultad de construir una trama, y es esta facultad la que le da su especificidad al discurso
histórico.

¿Dos modelos de ciencia o uno? Explicación causal (naturaleza) y explicación teleológica (sociedad)

La discusión hempeliana sobre el conocimiento que ofrece la historia se fundamentaba en una noción
unificada de ciencia. Todo conocimiento que se considere universal y necesario (científico) debe sujetarse
a la demostración nomológica deductiva (ley, causalidad, predicción); entonces, si la historia es ciencia
debe subsumirse a la explicación nomológica deductivo. Para Hempel la conclusión era clara. Si la
historia no explica a partir de leyes, aunque sean probabilísticas, no es ciencia. Por esto Hempel trató de
demostrar que la historia en sus formas de explicación respeta lo nomológico deductivo, aunque sea de
una manera débil.

A.C. Danto, respetando la idea de la ciencia unificada, demostró que la narrativa en la historia es un
modelo nomológico de explicación. Para él la historia era ciencia en la medida en que el enunciado
narrativo podía comprenderse como una forma del nomológico deductivo.

H. White y P. Ricoeur, el primero refiriéndose a la trama literaria y el segundo a la vivencia humana del
tiempo, van a plantear que la cientificidad de la historia es diferente de la nomológica deductivo. Que esta
última sólo es aplicable al movimiento físico (naturaleza), mientras que la narrativa es una forma de
cientificidad apropiada a la comprensión de la acción humana. De esta manera, estos autores llegaron a la
conclusión de la existencia de dos intereses cognoscitivos distintos: uno, empírico-analítico y otro,
hermenéutico-sintético. El primero tiene como finalidad la manipulación de objetos y el segundo tiene
como finalidad la comunicabilidad, es decir, la transmisión de los sentidos de la tradición.

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El hecho de que la explicación histórica sea narrativa no la hace acientífica, ya que no debe juzgarse
desde el modelo de las ciencias naturales. La narratividad de la historia nos demuestra que la historia tiene
un interés distinto al de las ciencias naturales. Dicho de otra manera, la historia se orienta al estudio de la
intersubjetividad social, o sea, a las condiciones de posibilidad de la comunicación humana.

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