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Las aves y la contaminación por ruido.

Hay algunas especies que son muy sensibles al ruido y este termina alterando su comportamiento.

Cuando se habla del ruido en las ciudades y sus efectos, se consideran en principio los impactos en
la salud humana; sin embargo, el caos sonoro se ha convertido en una amenaza latente para la fauna
sensible como las aves. Aunque algunas especies se han adaptado a la contaminación acústica, "las
aves sí se ven afectadas por el ruido". Afirman especialistas en aves.

Explican que se ha identificado daño físico en las estructuras auditivas de las aves, y aunque
algunas especies tienen la capacidad de reparar estos daños, ello solo sucede si no se
sobrepasan ciertos niveles de ruido.

"Hay algunas especies que son muy sensibles al ruido, se espantan muy fácil y al estar bajo esa
presión constante ello afecta su desempeño en general, alterando su comportamiento", indican
expertos.

El ruido provoca un "susto" en las aves, esto les genera estrés, vuelan, y la energía que usan
para escapar podrían invertirla para alimentarse, descansar o en otras actividades vitales como
el cortejo para reproducirse, explicó experto.

"Los machos usan su canto para atraer a las hembras, y esto puede definir ser seleccionado por una
hembra o no", agregó.

La comunicación entre aves se afecta ya que sus vocalizaciones compiten con el ruido de las
ciudades, emiten sonidos con mayor frecuencia y potencia en volumen, lo que se suma al costo
energético.

Las aves territoriales también son afectadas pues usan su canto para defender su territorio. Y, por
otro lado, los sonidos de contacto que permiten mantener reunidos a los integrantes de una parvada
al no escucharse pueden causar que las aves se aíslen.

"Las aves detectan el peligro a través de los sonidos; si no los escuchan las vuelve vulnerables
ante sus depredadores", añadieron expertos Ante estos escenarios, las aves procuran evitar las
zonas ruidosas y buscan espacios aislados.

"Entre más vegetación exista más se amortigua la contaminación sonora, pero si las áreas verdes
son muy pequeñas esto no ayuda a que se establezcan las aves", señaló el especialista en aves de la
Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.

El copetón, esa ave que para muchos bogotanos representa un patrimonio ecológico de la ciudad, el
primer canto de las frías mañanas capitalinas, el mismo que revolotea en parques, calles, jardines y
humedales, se está marchando.

Así se desprende de un conteo navideño que la Asociación Bogotana de Ornitología realiza todos
los años, entre el 14 de diciembre y el 4 de enero, para estar al tanto de la salud y el
comportamiento poblacional de las aves. En los muestreos se ha podido establecer que en los
últimos 13 años la cantidad de copetones ha disminuido en Bogotá. En los muestreos de 1999 se
observaron, en promedio, 780 individuos, mientras en el 2011 el número se redujo a 231.

¿La razón? Expertos coincidieron en que los altos niveles de ruido y los avances de la urbanización
están afectando seriamente la comunicación de los copetones. Lo confirmó la bióloga Laura
Ramírez, de la Universidad Nacional, con una investigación que empezó en el 2009. El estudio
comparaba desde dos sitios de la universidad -uno con ruido, cerca de la carrera 30, y otro sin ruido-
los efectos sonoros sobre el canto de los copetones. Las frecuencias de su trino y la comunicación
de estas aves son vulnerables al ruido.

"El macho corteja a la hembra a través del canto y si no se oyen no pueden reproducirse", explicó, a
su turno, Enrique Zerda, biólogo de la misma universidad.

De acuerdo con la Secretaría de Ambiente, los niveles permitidos


de ruido oscilan entre 50 y 80 decibeles, dependiendo del horario y la utilización del suelo. Sin
embargo, el sonómetro ha mostrado zonas donde el ruido alcanza los 85 decibeles.

"Los copetones se están reduciendo. Esto es grave para la cadena biológica, dado que esta especie
ayuda en el proceso de dispersión de semillas y a controlar la sobrepoblación de insectos", añadió
Zerda.

El copetón es granívoro (se alimenta de semillas). No obstante, se ha adaptado a comer otro tipo de
alimentos, como restos de comida humana. Es fácilmente identificable por su tamaño, que varía
entre 10 y 15 centímetros.

Su nombre científico es Zonotrichia capensis y suele convivir en pareja, habita en casi toda
Suramérica y el sur de México y se reconoce por los colores oscuros y poco agraciados de su
plumaje.

La bióloga Paula Caicedo, del Instituto Humboldt, advirtió que "el desarrollo de Bogotá debe
contemplar medidas amigables con el medio ambiente, como la construcción de barreras naturales -
plantar árboles y arbustos en las zonas más ruidosas- para amortiguar las emisiones sonoras de los
carros y las industrias.
Del mismo modo, los ciudadanos pueden aportar si respetan los estándares permitidos de ruido".

Por ahora, es lo único que se plantea para evitar que el copetón, tan bogotano como el rojo de los
ladrillos al atardecer, desaparezca definitivamente.

tendrán que recoger las palabras escritas en honor a este 'cachaco emplumado': "Si hay algo a lo que
yo haya creído bogotano a lo largo de mi existencia terrena, ese algo han sido los muchos copetones
que comparten conmigo el orgullo dudoso de vivir en Bogotá".

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