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Sheldon Kopp

EL COLGADO
La psiquiatría y las fuerzas
de la oscuridad

EDITORIAL ALF A ARGENTINA


BUENOS AIRES
EL COLGADO
A veces me siento como si tuviera cuatrocientos años, y, cargado de sabiduría, me abrumase el dolor de un
conocimiento excesivo. Echo de menos el maravillarme, y la esperanza, que experimenté en mi juventud, aunque ahora
casi no puedo recordar cómo eran esos sentimientos. He visto demasiados absurdos, he sido testigo impotente de
demasiado sufrimiento.
¿Qué clase de mundo es éste? Poca cosa. Una vida extravagante, llena de padecimientos, vacía de sentido. Con todo, es
el único mundo que existe. Sólo podemos elegir entre la vida y la muerte. Si elijo la vida, debo vivirla tal como es.
Lamentarse de ella forma parte del vivir. Pero no debemos esperar que mejore por efecto de esos lamentos: pues no los
escucha nadie que pueda hacer algo al respecto. Los únicos que habrán de escuchar mis quejas son los otros
quejumbrosos, también atrapados en este abismo, en esta única vida disponible.
Este, entonces, ha de ser el mensaje que me diga a mí mismo: sólo puedo llegar a ser quien soy. Y sólo puedo vivir esta
vida particular que me ha sido dada. El único sentido que le encuentro es seguir adelante, sintiéndolo todo,
descubriendo cuanto sea capaz de advertir, sin buscar mejoras y ni siquiera cambios, sino sólo el coraje para vedo todo,
hasta el último detalle, sin la esperanza de que se convierta en algo diferente.
¿Por qué molestarse en escribir acerca de todo eso? ¿Con qué objeto? Nada va a mejorar. Me acuerdo aquí de la
antigua leyenda judía de los Lamed- Vov, aquellos treinta y seis Hombres Justos ocultos cuya misión era
recorrer la tierra preocupándose por el sufrimiento humano, aunque sabían que no podrían aliviarlo.
Tradicionalmente se creía que sólo mientras se mantuviera la profundidad desgarradora de su preocupación,
Dios continuaría permitiendo la existencia del mundo de los hombres comunes.
Pero yo no soy un Lamed- Vov; no soy un santo de incógnito. Me angustia más mi propia situación en este
mundo que la suerte de la humanidad. Puedo identificarme mejor con ese Hombre Justo que se dirigió a Sodoma
con la esperanza de salvar a sus habitantes del pecado y el castigo. 1 Les hablaba a los gritos, predicando en las
calles, urgiéndolos a cambiar de rumbo. Nadie escuchaba, y nadie respondía, y sin embargo él seguía voceando
su mensaje de advertencia, su promesa de redención. Hasta que un día un niño lo detuvo y le preguntó por qué
seguía gritando, cuando ya no quedaban esperanzas de ser escuchado. Y el Hombre Justo respondió: "Cuando
llegué aquí por primera vez proclamé mi mensaje con la esperanza de cambiar a estos hombres. Ahora sé que no
puedo hacerlo. Si continúo gritando es sólo con la esperanza de impedir que ellos me cambien a mí". Y eso es
también lo que pasa conmigo. Ejerzo la psicoterapia no para rescatar a los otros de su locura, sino para preservar
lo que queda de mi propia cordura. No para curar a los otros, sino para protegerme yo.
He dicho- que mi problema es que estoy demasiado viejo, demasiado abrumado por la experiencia. Pero es
mentira. En realidad mi problema es que soy demasiado joven, crónicamente un niño ingenuo y sorprendido, un
primitivo carente de conocimiento, ciego, desvalido, eterno recién nacido. Miro el mundo con una mirada
amplia y no aprehensiva, sin tratar de clasificar intelectualmente sus significados ni de adquirir habilidades
técnicas con algún propósito práctico. Simpatizo con todo lo que existe, no sé limitarme a mi propio lugar en el
tiempo y el espacio. Como a los salvajes, me espantan los enemigos invisibles. Y al igual que el primitivo que
por primera vez se encuentra ante una sequoia gigante o a orillas del océano, una y otra vez me llenan de pavor
las experiencias de un mundo que mi mente no puede abarcar.

1 Elie Wiesel. One Generation After, traducido por Lily Edelman y el autor. Bard Books Ipublicado por Avon, ueva York, 1972, págs. 94 y ss.
Aun la experiencia de mi propia mano me deja perplejo. Se encuentra fuera del "yo" fenoménico (que se ubica
en alguna parte de la cabeza y el pecho), y sin embargo forma parte de mí, Responde a mi gobierno intuitivo (la
mayoría de las veces), y sin embargo parece tener una vida propia. Y si perdiera mi mano, yo seguiría siendo yo.
¿Seguiría siéndolo?
Continuamente me deja atónito el hecho de que otras personas tengan sus propios yo, no exactamente iguales
al mío. Resulta tan difícil creer que ellos son enteramente otros, que no son yo. Para mi desconsuelo (y para mi
bien) advierto que cada árbol está separado de mí, aunque no por eso tengo que encarar el asunto, entenderlo, o
hacer algo con él. Pero en cuanto a la maldita-bendita existencia de otras personas, ¿qué debo hacer frente a eso?
A veces pienso que si cualquiera de nosotros pudiésemos por un momento ver el mundo a través de los ojos de
otra persona, mirar desde dentro de su cráneo, tener la oportunidad de comparar su experiencia con la nuestra,
con toda seguridad enloqueceríamos de inmediato.
Y como si no fuera más que suficiente tener que vérmelas Con otro ser humano que no es yo, aparece además la
encantadora, lunática, temible e irresoluble alteridad de la Mujer. Su presencia desafía, deleita, contrasta y
completa mi masculinidad. Es una experiencia que no puedo soportar sino por unos pocos momentos.
A veces sentimos el mero hecho de estar vivos como si no tuviésemos piel, sólo la carne viva vulnerable,
sensible, irritable, siempre en peligro. Es en esos momentos cuando más necesito percibir mi lugar entre la
gente, escuchar su historia y saber que también es la mía. Imperativamente necesito estar seguro de que alguien
puede oírme, recibir su grito de respuesta, contestarle del mismo modo.
En tales ocasiones, confío más en mis sueños que en mis experiencias de vigilia. Desde hace mucho tiempo
considero a mis sueños como visiones proféticas. No quiero decir que predigan el futuro, sino sólo que iluminan
el presente cuando mis ojos se cierran tanto que pueden empezar a ver con claridad. No estorbado por la razón,
apartado de las distracciones de la sabiduría convencional, libre de los distorsionantes rituales protectores
propios de la interacción social, en mis sueños puedo ver más vívidamente quién soy y dónde estoy. Por eso es
que con tanta frecuencia prefiero confiar en mi juicio nocturno, y tomar decisiones sobre la base de mis
reminiscencias matutinas. Creo que Jung está en lo cierto cuando dice que nuestros sueños "no son sino un
mensaje del alma oscura que todo lo une". 2 Esa apertura hacia mis propios sueños me pone en contacto con los
aspectos más antiguos y más humanos del ser que soy, me ayuda a encontrar mi lugar en la comunidad humana.
Así como los sueños son la voz interior de las luchas, alegrías y ambigüedades básicas de la humanidad, los
mitos son su expresión externa. Los motivos recurrentes de las leyendas y los cuentos de hadas ofrecen
imágenes concentradas de las eternas inquietudes humanas, nítidos esquemas de formas de conducta universales.
Es así cómo estos viejos relatos, al igual que los sueños, me transportan más allá de los límites de mi historia
personal, me devuelven a la corriente transpersonal de la humanidad. Conservan su misterio poderoso y su
acuciante sabiduría aún hoy, cuando nuestra ilustración ya no nos permite seguir "creyendo" en ellos. Todavía
pueden instruirnos, siempre y cuando el exceso de civilización, de adelantos y de ciencia, no nos haya vuelto
sordos a su mensaje. En la medida en que cada uno de nosotros se abra a su propio inconsciente, se sentirá
conmovido por las leyendas míticas de pueblos antiguos que creyeron que el mundo estaba controlado por
fuerzas oscuras y poderes ocultos. Es en esta sabiduría popular del mundo donde podemos llegar a comprender
los esquemas que revelan nuestra común humanidad.
Así sucede con la historia de Pandora, el mito griego acerca de la primera mujer mortal sobre la tierra. Irritado
con el hombre porque Prometeo había robado el fuego olímpico, Zeus creó a Pandora como instrumento de
venganza: un ser maligno a quien todos los hombres habrían de desear. El propio nombre de Pandora significa
"portadora de todos los dones". Atenea le otorgó su conocimiento de las artes,

2 C.G.Jung. Reseña de G.R.Heyer, Praktische Seelenheilkunde, Zentralbltut fur psychoterapie, IX (1936, 3: 184 - 187). Coll. Works,
último volumen, citado en Psychological Reflections; An Anthology of the Writings of C. G. Jung, selección y compilación de Jolande Jacobi, Harper and
Row, Nueva York, 1961, pág. 68.
mientras que Afrodita la hizo hermosa. Armada con la astucia y las zalamerías de Hermes, y elegantemente
adornada por las Gracias, era en verdad Irresistible. Fue así que Epimeteo (hermano de Prometeo) quedó
perdidamente enamorado de ella y la acogió con adoración en el mundo de los mortales.
Pandora traía consigo una caja acerca de la cual Zeus le había prevenido que no la abriese nunca jamás y no
espiara dentro ni por un instante. Pero al fin, la curiosidad fue más fuerte que ella: y alzó la tapa de la caja, sólo
para echar un vistazo a los secretos que contenía. En ese momento de descuido escaparon volando todas las
miserias del hombre. Pulularon por el mundo la Codicia, la Vanidad, la Calumnia, la Envidia, y todos los
restantes vicios mortales. Horrorizada, volvió a cerrar la caja' de un golpe. Al hacerlo, retuvo para el hombre lo
que quedaba en la caja, la virtud más radical: la Esperanza.
Si las miserias no hubiesen sido desatadas, con seguridad la Esperanza habría quedado atrapada debajo de
ellas. Aun cuando los males habían sido desconocidos para la humanidad antes de que la curiosidad de Pandora
los dejara libres, también lo había sido la empeñosa voluntad del hombre de vivir con sus imperfecciones. Sufrir
no nos hace ni buenos ni malos. Sólo es preciso que en nuestro deseo de evitar el dolor y el mal no nos
apartemos de la creciente inquietud hacia la que nos lleva la curiosidad.
¿Cómo debemos entender este torbellino de saber primitivo? ¿Cómo es posible que la sabiduría de todos los
tiempos nos llegue bajo la forma de visiones nocturnas aparentemente sin sentido y el sempiterno
entretenimiento de los cuentos populares transmitidos por tradición oral? ¿Cómo puede ser que la captación
intuitiva de aquellas experiencias que son más humanas ocurra en la soledad de sueños que con tanta frecuencia
parecen irracionales, y en los fragmentos de leyendas y dramas primitivos que bien quisiera el hombre civilizado
haber producido él mismo?
El concepto junguiano de los arquetipos ofrece un puente entre los temas recurrentes de la literatura mundial y la
mitología por un lado, y los de los sueños y fantasías del hombre contemporáneo por el otro. Sin embargo,
existen factores distorsionantes que oscurecen los significados eternos y universales de los temas arquetípicos.
Su poder primordial se ve circunscripto por el contexto cultural en el que aparecen, limitado por las
convenciones históricas de la época, y sujeto por lazos con retos a las experiencias vitales de un individuo
particular.
Con la esperanza de trascender estas restricciones y distorsiones, se intentó representar los arquetipos de la
transformación psíquica bajo la forma de imágenes visuales no Verbalizadas. De este modo es posible responder
a sus mensajes primitivos sin la intermediación transfíguradora del lenguaje, los recursos literarios y las
restricciones del contexto histórico. La respuesta personal es más pura, surge con mayor plenitud y vivacidad de
la intuición cuando se la evoca con imágenes pictóricas que "muestran los pasos que hay que dar, las distintas
fases del trabajo interior, (que) ... aseguran ... una universalidad que trasciende las convenciones culturales y
lingüísticas. Eso es el Tarot". 3
La más antigua mención de las cartas del Tarot es de B90 d.C., pero se dice que las imágenes de las cartas de
la Arcana Maior (que aparecen como ilustraciones a lo largo de este libro) provienen de antiguos escritos
sagrados egipcios. Algunos eruditos en Tarot insisten en que su origen es chino, mientras que otros sostienen
que fueron traídas desde la India por -los gitanos. Sea cual fuere la hipótesis correcta, o aun si las cartas resultan
estar directamente vinculadas con las fuentes cabalísticas judías (como algunos pretenden), es seguro que son
muy antiguas, eternamente cautivante s, y ricas en símbolos místicos.
Hay 78 cartas en un mazo de Tarot. La Arcana-Minor mcluye 56 cartas divididas en cuatro series y
numeradas de modo tal que sirve como antecedente de las modernas cartas de juego. Junto con las 22 cartas de
la Arcana Maior (de las que nos ocuparemos nosotros) forman un mazo adivinatorio, con el que muchos afirman
ser capaces de leer el pasado, el presente y el futuro.
Por lo que a mí se refiere, no acepto el pretendido poder adivinatorio del Tarot. Al igual que el 1 Ching, la
Santa Biblia, o los gurúes y terapeutas (pasados y presentes), el Tarot es pobre como oráculo. No

3 Ralph Metzner, Maps of Consciousness, Collier Books, Nueva York, 1971, pág. 55 (el subrayado es mío).
obstante, todos ellos pueden servir como fuente de sabiduría universal en tanto implican una inmersión en las
preocupaciones eternas del hombre, y proponen una imaginería densamente simbólica, en una atmósfera onírica
... (en la que el sujeto o paciente) no tiene nada sobre qué apoyarse, con excepción ... (de su) propio y harto
falible juicio subjetivo". 4
De este modo, aun los hombres comunes pueden abrirse a la sabiduría intemporal que por lo general se
considera restringida a unos pocos iluminados. Es así que los símbolos del Tarot pueden servir de guía para
revelaciones arquetípicas del inconsciente transpersonal o colectivo. Estas imágenes suscitan profundos ecos en
la psiquis, poniendo a los hombres en contacto con saberes olvidados y poderes personales nunca puestos a
prueba.
La lectura de las cartas del Tarot, al igual que la alquimia, la astrología, la numerología y la hechicería, ha
sido asociada tradicionalmente con las artes negras. Y "la fuerza que lleva al hombre a la magia negra es el
apetito de poder". 5 Pero el poder que yo busco no es el de los ensalmos y embrujos, ni el del sortilegio
diabólico. En cambio, me dirigiría y dirigiría a mis pacientes hacia aquellos lugares recónditos de nuestro
inconsciente que han sido oscurecidos por la ciencia, la civilización y el saber convencional a serpiente del
paraíso les dijo a Adán y Eva que si comían del fruto del Árbol del conocimiento: "No moriréis más sabe Dios
que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien el mal". 6 Para
mí, ser como dioses significa encontrar dentro de nosotros mismos aquellas cualidades más profundamente
humanas. Los pensamientos más antiguos del hombre aparecen con figuras fascinantes entre los símbolos
pictóricos de la Arcana Maior del Tarot.
Primer está El Tonto, el joker del mazo. Este joven ingenuo con la mirada fija en un lejano horizonte está
representado a punto de caer en un precipicio. El abismo no lo amedrenta. Un paso más y habrá atravesado las
puertas de la experiencia, al iniciar la aventura suprema en busca de la sabiduría cósmica. La rosa blanca que
tiene en su mano, el perro a sus pies, la serpiente que se aleja reptando, el zurrón de conocimientos no
empleados que carga al hombro, todo esto está grávido de significados simbólicos. En posición correcta, esta
carta indica las elecciones espirituales creativas que se presentan en la vida, elecciones que se deben hacer con la
mayor cautela.
En posición inversa, cabeza abajo, El Tonto previene sobre errores y fracasos y acerca de los trucos de que se
vale la vida para hacemos tontos a todos. Pero para el tonto místico, el empeño en la tontería juvenil puede
aportar sabiduría. Tener la simpleza de espíritu suficiente como para preguntarse" ¿Quién soy?" es comenzar a
ser sabio.
Otra figura simbólicamente sugestiva en la Arcana Maior del Tarot es la de El Mago. En él se ha
cumplido todo lo que en El Tonto era sólo promesa. Eleva su vara hacia los cielos con una mano,
mientras que el índice de la otra apunta hacia la tierra. Extrae su poder espiritual de lo alto, pero lo
manifiesta en la experiencia directa de su vida cotidiana. E18 acostado que aparece sobre su cabeza y
la serpiente devorándose a sí misma que sirve de cinturón a su toga, son símbolos de la Eternidad. A
su disposición, sobre la mesa que está frente a él, se encuentran los elementos naturales de la vida:
aire, fuego, agua tierra, representados respectivamente por los símbolos e cada palo de los naipes de la
Arcana Minor. Están las espadas (piques) de la Lucha y la. Desgracia, los Bastos (tréboles) del
Emprendimiento y la Gloria, las Copas (corazones) del Amor y la Felicidad, los Oros (diamantes) del
Dinero y el Interés. Esta carta mágica del advenimiento al Yo Superior, cuando aparece en posición
correcta sugiere la unión de la voluntad personal con el designio divino, la consumación de la
habilidad, el ingenio y el poder. Invertida, significa el uso destructivo del poder o su parálisis por
causa de debilidad o indecisión. Describiré sólo una carta más por el momento, para completar la tríada
del Tarot que más me guio hacia mi yo oculto. Cuando dispuse por primera vez el mazo ante mí, sin saber
nada de los significados tradicionalmente adscriptos a cada imagen, me sentí impulsado a recoger El Tonto,
El Mago y El Colgado.

4 The 1 Ch'ing or Book ofChantLes, traducción Baynes, Bollingen Series XIX. Princeton University Press, Princeton, Nueva
Jersey, 1950. De la Introducción de C.G. Jung, pág. XXXV
5 Richard Cavendish, The Black Arts, Capricorn Books, Nueva York, 1967, pág. 1

6 Génesis 3: 4 - 5 (el subrayado es mío)


La última de estas figuras cuelga suspendida cabeza abajo de una cruz de madera viva. Tiene los brazos doblados a la
espalda, su pierna libre, doblada, forma una cruz viviente, y la cabeza pende en una aureola brillante de profundo éxtasis.
Se encuentra en una postura de reversión mental, saldando antiguas deudas en la medida en que se allana a la redención
de concentrarse en asuntos a la vez espirituales y ocultos. Esta carta en posición correcta sugiere la reversión del modo
de vida de un hombre. Es durante esta pausa profética que suspende sus decisiones, mientras se apresta a acceder
plenamente a la conciencia personal. Invertida, esta carta implica profecías falsas, arrogancia, y resistencia a las
influencias espirituales.
Cuando recogí las tres cartas, no pude decidir de qué modo tomar El Colgado. Al evaluar el significado de las
tres figuras que tanto me cautivaban, me di cuenta de que en realidad me encuentro en una encrucijada de mi vida.
Como adulto, maestro y terapeuta, he alcanzado buena parte de la habilidad del Mago, su ingenio y su poder.
Pero convertirme en ese poderoso gurú me ha costado mucho de la inocencia, el idealismo y la curiosidad del
Tonto. La sabiduría llegó acompañada de un cinismo hastiado del mundo, que me ha desalentado y estereotipado.
Mediante el golpe contundente de un tumor cerebral, la vida me convirtió en un tonto. Cuando cayó sobre mí, sin
aviso ni justificación, mis poderes mágicos parecieron vacíos de significado, y me quedaba muy poca de la
espontaneidad juvenil necesaria para volver a encontrar mi camino. Y así, en este momento me encuentro de vuelta en la
psicoterapia, una vez más como paciente, saldando viejas deudas, buscando la redención, detenido una vez más para
encontrar el camino. La concentración espiritual y el acercamiento a las cuestiones de lo oculto inconsciente me hicieron
escribir este libro, persiguiendo el conocimiento de los esquemas y fuerzas que dan forma a nuestras vidas. A riesgo de
que mi Colgado aparezca en posición invertida, voy a combatir las falsas profecías que me dicta mí arrogancia. Sólo así
podré llegar a saber si estoy encaminado hacia la redención o si estoy simplemente "colgado".
En la historia temprana del hombre, y todavía hoy en las culturas primitivas, los sueños y los mitos son considerados
realidades religiosas. Constituyen un aspecto incuestionado de la vida, como determinantes culturales.
A medida que las culturas "progresan" la ciencia y la razón van diluyendo el significado y la profundidad de aquellos
relatos y experiencias. Sin embargo, sucede que la ciencia no ha cumplido su tarea y así, en tiempos recientes, el hombre
ha tornado conciencia de cierta pérdida. Las explicaciones no. satisfacen. Saber que esto o aquello no es más que un mito o
un sueño nos deja perdidos y errantes, con un profundo sentimiento de alienación, de pérdida de significado, y de vacuidad. Y
así en (nuestro siglo, la tecnología, alguna vez promesa de feli1cidad, se ha convertido en amenaza no sólo para nuestro modo
de vida, sino para la vida misma. Poetas, pensadores y científicos sociales están dispuestos a restaurar el significado más
amplio de los mitos y los sueños. Experimentan una renovada esperanza en nuestra posibilidad de recobrar la sabiduría de la
niñez, el poder de la inocencia, la sofisticación de los primitivos. En consecuencia, una renovada aproximación a los mitos y
los sueños servirá para recuperar el acceso a verdades existenciales perdidas. El simbolismo y la intuición restablecen la
posibilidad de hacer contacto con la sustancia transpersonal del ser humano. Reducir mitos y sueños a simples cosas pasibles
de ser explicadas, y creer que de ese modo podemos comprenderlas más plenamente, vacía a las culturas que se construyeron
sobre la base de esos mitos y sueños. Tal vez estamos llegando a reconocer que, corno escribió el poeta Archibald Mac Leish,
"un mundo se acaba cuando su metáfora ha muerto.". 7
Interesa averiguar de qué modo loe intentos hiperracionalistas de explicar esas poderosas metáforas terminaron por vaciarlas
de sentido, El mito del que los primitivos, sin ponerlo jamás en duda, extraían sus fuerzas, y en torno del cual conformaban
los significados de sus vidas, es estudiado por los eruditos corno un mero relato acerca de Dioses, no. demasiado distinto de
aquellas sagas cuyos protagonistas activos son personas. Los antropólogos, con un enfoque distorsionado tanto por el
iluminismo como por la rémora de las fariseas perspectivas occidentales y cristianas, se apresuraron a ver el mito primitivo
como algo inferior a la religión. No conformes con denigrar los vestigios de las imágenes míticas de las
sociedades más antiguas, de algún modo llegaron a sentir que hasta los grupos africanos contemporáneos, por ejemplo., tenían
por guía poco más que un infantil fetiche tribal. Estos primitivos ni siquiera se habían dado cuenta de que existe un Dios único,
y sus ritos simbólicos de canibalismo en modo alguno podían ser considerados equivalentes a las prácticas de los
norteamericanos contemporáneos (antropólogos incluidos) que una vez por semana comen del cuerpo y la sangre de un Dios
muerto.
Separados de la legítima imbricación en la vida espiritual de su tiempo, vistos como algo menos que religioso, o
prerreligioso, los mitos acabaron reducidos a ser nada más que el intento del ingenuo primitivo por explicar algún
fenómeno natural que, en realidad, su ignorancia no le permitía comprender. Las explicaciones míticas de la
existencia del universo, los mitos de creación que aparecen en toda sociedad, pasaron al mismo plano que las
preguntas del niño preescolar acerca del origen de las cosas, nacidas de la ignorancia y la curiosidad. Ya nadie
comprendió que surgían del perenne desamparo del hombre en un universo atravesado por fuerzas que en última
instancia no tiene modo de controlar, en un universo de cuyos orígenes nunca puede estar seguro.

7 Archibald MacLeish, "Hypocrite Auteur", Collected Poems 1917 - 1952, Houghton Mifflin Co., Boston 1952, pág. 173
Sólo en las últimas décadas hemos caído en la cuenta de que la ciencia no nos salvará, que la razón es una ramera que nos
seduce, que el desengaño es lo habitual.
Nuevamente los hombres empezaron a tornar en serio sus mitos y sueños como expresiones del esfuerzo humano, por lograr
una visión total del mundo, por interpretar qué hay de significativo en la vida, como intentos serios de integrar experiencia y
realidad. El existencialismo surgió en Europa cuando las esperanzas y los sueños fueron destrozados por una nueva guerra
mundial, guerra que incluyó la barbarie genocida, demasiado grotesca corno para que pudiese ser comprendida.
Fue entonces que se redescubrió a Kierkegaard, que Platón y Agustín fueron considerados más significativos que
Aristóteles y Tomás de Aquino como guías para entender cómo vivimos. Fue entonces que Sartre y Heidegger,
Jaspers y el resto, hicieron oír sus voces, cuestionaron los cimientos mismos del ser, sacudieron el mundo
filosófico, repudiaron las categorías metafísicas tradicionales, y sentaron a la investigación científica tradicional
sobre su presuntuoso trasero. Fue entonces cuando los emergentes mitólogos de nuestra época pudieron hacer
sentir su impacto. Fue entonces que Alan Watts, ese juglar errante del Zen y el misticismo, pudo definir el mito en
forma tan simple y vigorosa, como "una imaginería en cuyos términos damos sentido a la vida". 8 Fue entonces
cuando el reduccionismo de Freud, su empleo de los mitos para hacer explícita la profundidad y el poder de la
experiencia humana, pudo dejar paso a Jung, quien sugirió ahora que los sueños eran visiones o imágenes de
significados antes que síntomas, que constituían un espejo mágico que podría unificar y transformar nuestra
experiencia.
Tal vez el mitólogo más extraordinario de nuestra época sea Joseph Campbell. Ha recopilado los viejos
relatos, conservando la riqueza original de su revelación, y devolvió a la mitología a su sitial antiguo de aventura
del espíritu, cuya profundidad la vuelve cuestión de vida o muerte. Para llegar a definir al mito, Campbell estudia
cuatro funciones de la mitología. 9
La primera es la función mística o metafísica, con la que el hombre intenta una "reconciliación de la
conciencia con una condición previa de su propia existencia, la naturaleza monstruosa de este juego terrible que es
la vida". En el marco de esta función se encuentra nuestra experiencia de vivir una vida que es fundamentalmente
inmanejable, incomprensible, y en definidas cuentas dolorosa. ¿Cómo puede un hombre abrirse paso en un
peregrinaje semejante cargando sus culpas, su perplejidad, su impotencia, a menos que existan mitos que rediman a
la conciencia humana de su trágica sensación de sobrecogimiento y extravío? En segundo lugar Campbell
menciona la función cosmológica. Quiere decir con esto que el hombre necesita darse una imagen del universo
para poder comprender el lugar en que vive. El mito formula una imagen acorde con la ciencia y la cultura de la
época; proporciona un sentido de unidad, de modo que cualquier cosa con la que uno se encuentre pueda ser
reconocida como parte de "una grande y única escena sacra". La tercera función del mito, que Campbell llama
sociológica, es definida como una forma de "validar y mantener un cierto orden social específico". La posibilidad
de que esta función se corrompa es evidente cuando reyes y sacerdotes pueden invocar la profunda experiencia de
sueños y mitos para mantener en la esclavitud al pueblo, y aumentar su poder. Es por eso que en un momento dado
James Joyce hace que su Ulises se toque el entrecejo con un gesto pensativo)' declare: "aquí dentro dice que debo
matar al sacerdote y al rey". 10
Campbell designa como psicológica a la cuarta función, la mitología, En esta ve al mito como guía y apoyo para
sostener a los individuos desde el nacimiento hasta la muerte, a través de las difíciles transiciones que exige la
vida humana. Para Campbell ésta es quizá la función primordial, dado que considera a los órdenes sociológico
y cosmológico como variables, y a las correspondientes funciones de la mitología como contingentes en el orden
del tiempo. Por el contrario, advierte que existe una irreductible biología de la especie que hace necesario que
cada hombre enfrente los mismos problemas psicológicos inherentes. Pone énfasis en lo excesivamente largo del
período de inmadurez y dependencia de la especie humana, y las consiguientes dificultades para atravesar el
umbral hacia la responsabilidad adulta, las dificultades para emerger en un segundo nacimiento que es en verdad
un nacimiento social. Por eso es que Campbell nos dice que "la cuarta función es iniciar al individuo en los órdenes de su
propia psique, orientándolo hacia su enriquecimiento y realización espirituales".

8 Álan Watts. "Westem Mythology: Its Dissolution and Transformation", en Myths, Dreams, and Religion, compilado por
Joseph Campbell, E.P.Dutton and Co., Inc., Nueva York, 1970, pág. 14.
9 Joseph Campbell. "Mythological Themes in Creative Literature and Art", en Myths, Dreams, and Religion, 1970, págs. 138
- 175.
10 pág. 574~mes-- Joyce, Ulysses, Random House, Nueva York, 1934
Por lo tanto, hay muchos modos de comprender las funciones del mito. Tal vez a la larga resulte que cada uno de esos
modos no es sino un mito contemporáneo, un cuento de hadas que nos contamos a nosotros mismos
para damos ánimo mientras erramos por la jungla en definitiva irresoluble de una vida más oscura, más peli-
grosa, y más sobrecogedora de lo que quisiéramos que fuese.
En lo que a mí se refiere, uno de los modos de concebir tales asuntos que más me ayudó a comprenderlos es el
concepto de C. G.l ung de los arquetipos. 11 Para 1 ung, los arquetipos son esquemas biológicos de conducta,
modos de percepción, y formas de experimentar la vida que han hecho posible en todas las épocas la
autoconciencia del hombre en el mundo. Son maneras inconscientes de aprehender la vida, evidentes para
nosotros sólo a través de los efectos que producen. Estos efectos son esquemas fenoménicos universales, que
pueden reconocerse en la configuración recurrente de determinadas situaciones y en los tipos de figuras que
"conforman el modo en que los seres humanos se experimentan a sí mismos, a los otros, y al mundo en su
conjunto". 12
Los motivos familiares que se repiten una y otra vez en sueños y mitos incluyen imágenes tan primordiales
como la Creación Original, la Gran Madre tanto en su carácter de vientre fecundo como en el de voraz y
destructiva, el Gran Padre, que puede ser el viejo y sabio Señor del Cielo, o un juez arbitrario e iracundo; y el
Hijo como vínculo con el pasado. Los insolubles misterios de la relación entre lo masculino y lo femenino, la
oscuridad y la luz, el cielo y la tierra, los cimientos mismos de la existencia, se manifiestan sin cesar, en cada
aparición y aventura del Héroe. El mito de la muerte y resurrección del héroe ha sido empleado durante mucho
tiempo como conjunto de imágenes que expresa el ritmo vital de acontecimientos naturales tales como los
cotidianos crepúsculos del sol.
Imágenes poderosas como ésta han morado siempre en la enigmática penumbra del inconsciente colectivo del
hombre, configurando sutilmente el sentido de su propia persona, de su mundo, de la Naturaleza misma. Estos
arquetipos no son tanto ideas heredadas cuanto modos heredados de funcionamiento psíquico, esquemas
biológicos de experiencia. Cada hombre está, por supuesto, sujeto a las experiencias particulares que componen
su propia historia personal. Pero cada hombre se encuentra también en relación con todos los demás hombres,
de Cualquier época y lugar, gobernado por maneras transpersonales de vida que incumben a todos los hombres
Los arquetipos que vinculan a los hombres por sobre el vacío que los separa "semejan lechos de ríos;
secos ya porque el agua ha desaparecido de ellos, aunque puede volver en cualquier momento. Un
arquetipo es como un viejo curso de agua por el cual el río de la vida fluyó durante mucho tiempo,
trazando un profundo surco para correr por él. Cuanto más tiempo haya corrido tanto más
profundo el surco, y mayor probabilidad de que tarde o temprano retornen las aguas". 13
Es posible, por supuesto, tratar de entender los sueños como expresión epifenoménica de procesos
fisiológicos, o a lo sumo como el residuo curiosamente fragmentado y poéticamente condensado de'los
acontecimientos del día de un determinado hombre, motivado tal vez por deseos infantiles inconscientes
del individuo. Del mismo modo, podemos tratar de elaborar una historia natural de dioses y héroes, en
la cual "el mito no significa otra cosa que el relato de aquello que les ha sucedido, transmitido por
creyentes entusiastas". 14 Pero para mí, reducciones objetivadoras como ésas diluyen la riqueza
transpersonal de la experiencia humana, que tan tremendamente acrecientan las coloridas metáforas del
sueño y el mito.
Yo no sé realmente cómo son las cosas. Hace mucho, mucho tiempo que dejé de creer en la Realidad. Prefiero
el encanto y el terror de mis experiencias subjetivas antes que aquellas explicaciones fríamente científicas que a
la larga resultan ser no más reales, y mucho menos entretenidas, que mis propias fantasías y meditaciones. Y es
por eso que para mí los arquetipos junguianos proporcionan
un recorrido ricamente dramático e intensamente colorido. ¿Qué más puedo pedir de cualquier ventura que
encarezca la vida? Es posible que el significado de los arquetipos no me ayude a comprender mejor de lo que lo
he hecho hasta ahora la condición humana. Ya es bastante que me permitan experimentada más profunda-
mente, más plenamente, con todos los sentidos abiertos a la cualidad de mi marcha por ésta, mi sola y única vida.

11 C. G. Jung. The Archetypes and the Collective Unconscious, en Collected Works, vol. 9, parte 1, , Princeton, Nueva Jersey,
segunda edición, 1968.

12 Ibid., pág. 183.

13 C.G.Jung, "Wotan", Neue Schweizer Rundschau (N.S.), 111, 11, (mar, 1936: 657-69), en Collected Works, Citado en Jacobí, pág. 36.

14 Martin Buber, Moses: The Heuelation and the Covenant, Harpér and Row, Nueva York, 1958, pág. 17.
Capítulo II

VOY A CONTAR UN CUENTO


PARA FACILITARLES LAS COSAS

Alce Negro, guerrero y curandero de los Sioux Oglala, nos dice que "es en lo oscuro de sus ojos donde
los hombres se extravían". 1 Volver la mirada al espacio interior es a la vez fascinante y peligroso. El
Inconsciente que todos los hombres comparten, y que algunos llaman "las profundidades del alma", es
esa región oscura de la que surgen las visiones del espíritu. Es una fuente de poderes primordiales, a
veces más terribles que lo que un hombre osaría enfrentar.

Es así que casi siempre, la mayoría de los hombres evita incursionar en ese "mundo oscuro lleno de
seres fabulosos". 2 Los mitos que cuentan su historia son desestimados como meras fantasías, como
cuentos infantiles. La noche trae visiones de esos lugares tenebrosos, pero el hombre reduce su
significado diciéndose: "Estaba sonando, nada más".

Sólo el relámpago de la conciencia puede atravesar la oscuridad del Inconsciente. En la carta del Tarot
llamada La Torre, la estructura opresora de la ignorancia, es destrozada por el golpe del rayo. En
posición correcta, esta carta promete un acontecimiento de ruptura iluminadora.
Si sale invertida, previene acerca de una falta de libertad espiritual y de una opresión que se perpetúa.

Si tan sólo mirásemos, dispuestos a ver lo que se presente, si escuchásemos, preparados para oír todo lo que
suene, sin duda advertiríamos que los dones que humildemente ofrecen las profundidades transpersonales se
encuentran al alcance de la mano, una y otra vez. Así le ocurrió al antiguo rey héroe hindú, cuya batalla con la
gran oscuridad ha quedado registrada en los veinticinco cuentos de "El rey y el cadáver”. 3

Todos los días un mendigo sagrado se aparecía por la corte y en silencio le ofrecía una fruta al rey. El rey
aceptaba cada don sin prestarle mucha atención, y sin examinarlo siquiera se lo pasaba al tesorero, que estaba a
su lado, y todos los días el mendigo se iba como había venido, en silencio, sin pedir nada para sí. Al cabo de diez
años de esta charada sin palabras, un día el rey tuvo la ocurrencia de darle el obsequio recibido a su monito
doméstico. En cuanto el animal hincó el diente en la fruta, una hermosa joya cayó de su interior. Al ver esto, el
rey reclamó que el tesorero le dijese qué había sido de todos los regalos anteriormente recibidos. Resultó ser que
habían sido arrojados a la cámara del tesoro, cuyo piso estaba ahora tapizado por una masa de fruta en
descomposición y joyas de valor inapreciable. El rey se sintió al mismo tiempo complacido y curioso. Al día
siguiente habló en privado con el mendigo, y por primera vez éste requirió algo a cambio de su ofrenda. Solicitó
que fuera el rey el héroe intrépido que buscaba para que lo ayudase en un ritual de exorcismo. El bravo rey
convino en encontrarse con él la próxima noche de
luna nueva en la gran explanada funeraria, donde se cremaba a los muertos y se colgaba a los criminales. En la
oscuridad de la noche acordada, armado de su espada y encapuchado para ocultar su identidad real, el rey se
dirigió intrépidamente hacia el lugar de la terrible cita. Calaveras y esqueletos carbonizados yacían dispersos por
doquier, mientras demonios y monstruos llenaban el aire con una gritería espantosa. Cuando el rey se aproximó

1 Black Elk Speaks: Being the Lile Story 01 a Holy Man 01, Pocket books, Nueva York, 1972, pág. 2.
2 c. G.Jung, "Psychological Aspects of the Mother Archetype", ollected Works, vol. 9, Princeton University Press, Princeton,
Nueva ersey, 1969.
3Heinrich Zimmer. The King ami the Corpse: Tale o/ the soul's Conquest of Eoil, compilado por J. Campbell,
Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1957.
para averiguar qué era lo que debía hacer para ayudar, el viejo hechicero estaba trazando sobre el piso un círculo
mágico; le dijo al rey héroe que fuera hacia el otro extremo de la explanada, hasta un árbol grande del que pendía
'un ahorcado. Debía descolgarlo y traer el cadáver hasta el Círculo mágico. Atravesando el terreno funerario con
trémula determinación, el rey se aproximó hasta el árbol para desprenderle su extraño fruto. Trepó y con su
espada cortó la cuerda. Escuchó que el cuerpo, al caer, emitía un gemido. Pero cuando quiso examinar esa figura
rígida para ver si aún conservaba vida, una risa fantasmal brotó de su garganta. El rey desafió al fantasma, pero
en cuanto dijo una palabra el cadáver voló de nuevo hasta la rama del árbol. Cuando el rey trepó para volver a
soltado, se aseguró de no emitir sonido alguno. Izó el cuerpo sobre sus hombros, y comenzó a atravesar con
esfuerzo la explanada. Pero antes de que hubiera dado muchos pasos la voz del cadáver le habló al oído,
diciéndole: "Voy a contarte un cuento, oh Rey, para facilitarte las cosas". El rey no respondió y el fantasma
procedió a contar su cuento:

Bien, había una vez tres jóvenes brahmines que hablan vivido muchos años en el hogar de su maestro
espiritual. Los tres se habían enamorado de la hija del maestro, y éste no se atrevía a concedérsela a ninguno de
los tres por temor de lastimar el corazón de los restantes. Pero por entonces la doncella enfermó seriamente y
murió, y los tres jóvenes, desesperados por igual, entregaron su cuerpo a una pira funeraria. Una vez quemado
el cadáver, el primero de los jóvenes decidió desahogar su pena errando por el mundo como un mendigo asceta,
el segundo recogió los amados huesos de entre las cenizas y marchó con ellos hacia un renombrado santuario
que se encontraba junto a las vivificantes aguas del sagrado Ganges, mientras que el tercero, quedándose en el
lugar, construyó una ermita sobre el lugar del fuego y durmió sobre las cenizas del cuerpo de la amada. Pero el
que había decidido vagar por el mundo fue un día testigo de un acontecimiento extraordinario. Vio a un hombre
leer de un libro un ensalmo mágico que devolvió a la vida a un niño cuyo cuerpo ya había sido reducido a
cenizas. Luego de robar el libro, el joven amante regresó de prisa al escenario de la cremación, y llegó cuando
también lo hacía el que había viajado hasta el Ganges, luego de haber sumergido los huesos en sus aguas
vivificantes. Se recompuso el esqueleto entre las cenizas, fue leído el ensalmo del libro, y el milagro ocurrió. La
tres veces amada resurgió, más hermosa que nunca. Y al punto volvió a suscitarse la rivalidad, pero ahora con
mayor ardor, puesto que cada uno proclamaba haber ganado el derecho a ella: uno por haber custodiado sus
cenizas, otro por haber sumergido sus huesos en el Ganges, y el tercero por haber pronunciado el ensalmo. "¿y
entonces a quién le pertenece?" dijo la voz del cadáver. "Si conoces la respuesta, pero no respondes, tu cabeza
estallará en cien pedazos.” 4

Creyendo saber la respuesta, el rey no se atrevió a quedar en silencio. La solución que ofreció fue ésta: el
brahmín que había sido capaz de conseguir el ensalmo que la devolvió a la vida había actuado 'como un padre.
El que desempeñó la piadosa tarea de llevar sus huesos hasta el Ganges había cumplido con un deber de hijo.
Pero el joven que nunca abandonó a su amada, que durmió entre sus cenizas, sólo él había vivido la vida de un
marido amante. Era a él a quien pertenecía. Apenas fue pronunciada la última palabra de este juicio, el cadáver
soltó un gemido de dolor fingido, voló del hombro del rey y volvió a colgar una vez más de la rama del árbol.
Molesto, el rey descolgó nuevamente el cadáver y recomenzó su fatigoso acarreo. La macabra escena se repitió
una y otra vez. En cada oportunidad el espectro atormentó al rey con un nuevo relato de enigma, amenazándolo
cada vez con que su cabeza explotaría si conocía la respuesta y no respondía. En cada caso, el rey descubrió que
su conciencia se había expandido, plena de una sabiduría que él no sabía que tenía. Pero, exasperantemente,
cada sabio juicio sólo le reportaba un nuevo viaje cansador hasta el árbol donde el cadáver había vuelto a
colgarse. Hubo veinticuatro cuentos en total, pero sólo veintitrés agobiados regresos hasta el árbol del
ahorcado. Pues para el vigésimo cuarto enigma el rey no pudo encontrar respuesta. Ninguna sabiduría humana

4 Ibid. pág. 207


puede fondear la gran oscuridad hasta las últimas profundidades. Había soportado la prueba con sabiduría y
bravura, pero no pudo hallar solución a este enigma final. En cambio trataba sin palabras de desentrañar el
hecho de haber encontrado la santidad bajo la túnica de un mendigo, haber recibido enseñanzas de humildad de
un mono, haber ampliado su sabiduría mediante los burlones acertijos de un extraño y aparentemente
peligroso. Al no tener respuesta para la última adivinanza, pudo llevar adelante su propósito de acarrear el cadáver
hasta el círculo mágico. ¿Tal vez fue más sabio en sus meditaciones silenciosas que en sus respuestas inteligentemente
lógicas? El espectro, al cabo, pareció complacido con el rey, y cuando se disponía a abandonar el cadáver -que ahora
era una carga mucho más tolerable-, le advirtió al rey acerca de los terribles peligros que le aguardaban dentro del
círculo mágico: "Escucha, oh Rey", advirtió el espectro. "Escucha lo que tengo que decirte, y, si en algo valoras tu
propio bien, haz exactamente lo que te indico. Ese monje mendigo es un impostor muy peligroso. Con sus poderosas
palabras va a obligarme a reingresar en este cadáver, que entonces utilizará como ídolo. Lo que planea hacer es
colocarlo en el centro de su círculo mágico, adorarme allí como una divinidad, y, en el curso de la adoración,
sacrificarte como víctima. Se te ordenará inclinarte y reverenciarme, primero de rodillas y luego prosternado en la
actitud más servil de devoción, con la cabeza, las manos y los hombros contra el suelo. Entonces intentará decapitarte
de un solo golpe con tu propia espada. "Sólo hay un modo de escapar. Cuando te ordene inclinarte, debes decir: 'Por
favor, haz una demostración de esta forma servil de postrarse para que yo, un rey no acostumbrado a actitudes tales,
pueda ver cómo se asume esa postura de adoración'. Y cuando esté echado en el suelo, le cortas la cabeza de un rápido
tajo de la espada. En ese instante, todo el poder sobrenatural que este hechicero intenta conjurar en la esfera de las
cosas celestes caerá sobre ti. ¡Y entonces serás verdaderamente un rey poderoso!”. 5

Cuando el rey llegó al círculo mágico, el mago pareció sumamente satisfecho tanto por haber completado él mismo los
preparativos para el ritual como porque el rey hubiese llevado a término su horrible misión. El círculo estaba ahora
bordeado de huesos, iluminados por velas de grasa de muertos. El hechicero tomó el cadáver, lo colocó dentro del
círculo, y lo adornó mientras entonaba sus ensalmos. De este modo obligó al espectro a reingresar al cuerpo y comenzó
a adorarlo tal como el fantasma había anticipado. Prevenido, el rey no cumplió la orden de postrarse en esa misa negra.
Apeló en cambio al ardid que le había sido sugerido, y en cuanto el hechicero hizo ejemplo de la postura de adoración, el rey
le cortó la cabeza y le arrancó el corazón. Presentó esas sangrientas ofrendas al espectro. En cuanto lo hizo, un aullido de
júbilo surgió de los espíritus de es cementerio. Habían sido rescatados de la esclavitud que el sanguinario nigromante había
querido imponerles con sus encantamientos.

El espectro reconoció con gratitud la victoria del rey héroe sobre el hechicero que había dominado los poderes
sobrenaturales. Le prometió concederle cualquier deseo que eligiese. Sabiamente el rey sólo pidió que el cuento
de esta noche fuera contado y vuelto a contar entre los hombres a todo lo ancho del mundo y a través de las edades. El
espectro prometió que así sería, y así ha sido, tanto en Oriente como en Occidente, del sánscrito al español, ayer, hoy y
mañana. Yo ya cumplí mi parte al contárselo a ustedes, ¡No dejen de cumplir con la suya contándoselo a otros!

Recientemente en mi práctica terapéutica, una paciente y yo hicimos una moderna incursión en la gran
oscuridad. Como ocurrió con ese rey hindú hace mucho tiempo, también nosotros encontramos temible y
excitante nuestra aventura mística. Nos arriesgamos juntos en la oscuridad en pos de una nueva luz.

Ese día vino a su hora de terapia quejándose de un vago pero persistente sentimiento de angustia, y un
doloroso nudo de tensión indefinida. Aunque ella por lo general reconocía con facilidad las fuentes de su
malestar, ese día no acertaba a encontrarle significado, ni causa ni alivio a esa angustia que la hacía sentirse tan
abrumada y tensa. Trató de vincular su padecimiento con problemas de su vida, pero por alguna razón no pudo
hacerlo. No parecía haber relaciones ostensibles, y ella desesperaba de salir a flote de ese marasmo de
5 Ibid. pág. 213 Y ss
malestar inconexo. Tampoco yo sabía lo que le estaba ocurriendo, pero intuitivamente traté de hacer más
concreta su difusa incomodidad y le pregunté si podía ubicar esa sensación en alguna parte de su cuerpo.
Resultó ser que la angustia estaba ubicada en mitad del pecho, mientras que el nudo de tensión se
experimentaba como un dolor de vientre. Fue entonces que recordé haber leído recientemente algo acerca de
un "viaje por el cuerpo" 6 (no diferente del "ensueño guiado", el juego de afrontamientos de Schutz 7). La idea
de alentar a un paciente a fantasear un viaje por la gran oscuridad de su propio cuerpo era incitante, pero hasta
el momento había evitado intentarla debido a mi propio temor a lo enormemente desconocido. Ella y yo ya
habíamos sido compañeros en otras aventuras espirituales, y por eso me animé a correr el riesgo esta vez. Le
pregunté si quería que la ayudase de una manera que podía requerir una buena cuota de confianza de su parte.
Aunque con obvios titubeos, aceptó intentarlo. Le dije que si era capaz de imaginarse lo bastante reducida en
tamaño, podría ayudarla a fantasear un viaje por el interior de su cuerpo que tuviera la posibilidad de
enfrentarse con su inexorable angustia.

Cuando le pregunté cómo prefería ingresar a su cuerpo, eligió la boca como vía de acceso. Como un padre que
tratara de sumergir a su hijo en el clima de un cuento poco familiar, comencé describiendo cuán vasto debía
parecer un cuerpo humano común a alguien tan pequeño como la minúscula viajera en la que estaba por
convertirse. Entusiasmo y sorpresa reemplazaron en parte su timidez cuando con los ojos cerrados empezó a
ver los panoramas liliputienses que yo le sugería.

Pronto se sintió lo bastante pequeña como para entrar, pero quedó indecisa, parada sobre su labio inferior.
Quería entrar a su boca abierta, pero casi de inmediato se vio enfrentada con el insuperable obstáculo de los
dientes, un cerco demasiado alto como para trepar por él. Sencillamente no podía saltar por encima, y se
disculpó por tener que abandonar la travesía justo en sus comienzos.

Le tomé la mano y le ofrecí mi ayuda, si estaba dispuesta a aceptada. Alentada por mí, imaginó un
miniterapeuta parado junto a ella sobre el labio. Con dependencia complacida fue capaz de imaginar que yo la
alzaba por encima de los dientes que le habían bloqueado el camino. Esperó que yo franqueara la valla y me
uniera nuevamente a ella. Cuando le pedí que prosiguiera con la descripción de los alrededores, nos hizo
disfrutar de la tambaleante caminata por la lengua, elástica como un "colchón de agua". Aparté la invitación
sexual que había en esta asociación, y la urgí a que se encaminara hacia el lugar donde estaba el conflicto.

Pronto nos encontramos suspendidos sobre el negro de su garganta. Quedó paralizada de miedo cuando atisbó
la inescrutable oscuridad del vacío. Todo el aliento o la confianza que le diera no iban a bastar para hacerle dar
un paso más. Le dije que si lograba quebrar la fascinación del abismo y volverse, advertiría en mi espalda un
gran atado. Encantada de que la distrajera de las impenetrables tinieblas de la garganta, pudo ver de inmediato la
mochila, sorprendida de haberla pasado por alto hasta ese momento. A mi sugerencia, hurgó en su interior hasta
encontrar la linterna eléctrica que yo estaba seguro de haber llevado.

Al sacarla pudo comprobar claramente cuán poderoso y brillante era el haz de luz que arrojaba, y le satisfizo advertir lo
bien que iluminaba el túnel oscuro de su garganta. Ahora que podíamos ver adelante, no nos resultó difícil descender
por ese declive escarpado hacia el corredor más amplio de su pecho.

El temor y el desaliento aumentaron nuevamente en cuanto empezó a discernir la masa de "angustia" que había más
6 William V. Sehutz. Joy: Expanding Human Awareness, Grove Press, Inc., Nueva York, 1967, págs. 90 - lIS.

7 Eugene D. Alexander, "In - the - Body Trips: A New Therapeutie Teehnique: 'Preeonscious Sharing ", Psychotherapy, reimpreso en
The Jntellectual Digest, vol, l I, N° lO, junio 1972, págs. 78 - 79.
adelante, por ese corredor. Estaba segura de que nos encontrábamos en un atolladero. No iba a haber forma de
superarla. Yo la acompañé cuando (urgida por mí) se aproximó a este nuevo obstáculo y lo examinó linterna en mano.

Describió su "angustia" como una esfera informe, marrón y abultada. El tono descompuesto de su voz me sugirió que lo
que había adelante era un gran pedazo de materia fecal, pero resistí la tentación de hacer esta interpretación por
temor de que nos sacara de su cuerpo, de vuelta a las fútiles preocupaciones de su cabeza.

Le pedí que se aproximara a la esfera y se valiese de la luz para examinar su estructura en busca de algún indicio que
nos sugiriera cómo atravesarla. Observando más detenidamente, pareció en verdad sorprendida al advertir que no era
tan sólida como había parecido a primera vista. Se convenció de que si era capaz de apartarla con el pie, podríamos
seguir adelante. Le aseguré que tal cosa no ofrecería problemas porque en la mochila yo traía un par de borceguíes
para cada uno. Una vez más se sintió complacida y agradecida por el hecho de que yo llevara justamente el equipo que
necesitábamos. Y así, sin más demora, nos calzamos nuestros borceguíes y avanzamos.

Superada la esfera de ansiedad, el pasaje volvió a estrecharse pero, entusiasmados como estábamos, no hubo
dificultades en proseguir la marcha hacia abajo y atravesar la abertura del diafragma. Y entonces, súbitamente más
dificultades! Sin previo aviso, el pasaje oscuro y estrecho se abrió a la vasta cámara de su vientre. Quedó helada de
terror cuando se enfrentó con la fría y blanca vacuidad de este espacio ilimitado. Entendí mal su alarma. Creyendo que
tenía miedo de perder el rumbo, le llamé la atención sobre una piedra grande que había a su derecha, y le sugerí que
echara un vistazo por detrás. Lo hizo, pero mis instrucciones de que revisara la caja guarnecida que había del otro lado
la confundieron. No sabía qué era una caja guarnecida. Mi metáfora había sido demasiado masculina. Traté de
describirle la caja con forma de baúl y aplicaciones de metal. "Parece un arcón marino", dijo por fin. Con alivio acepté
que me había equivocado, que en realidad era un arcón marino. Le indiqué que lo abriera y estudiara los mapas y
cartas que contenía. Las encontró, las miró y me dijo que no le servían de nada. Con condescendiente impaciencia le
sugerí que eran de fácil lectura, mapas tipo Walt Disney, y que debía observarlos con más cuidado si es que queríamos
salir de allí. Pacientemente me explicó que no estábamos perdidos sino más bien bloqueados. Esa extensa blancura
que había delante nuestro no era una tundra que había que atravesar sino un glaciar impenetrable que nos cerraba el
paso. Con tanta ansiedad como entusiasmo, le aseguré que tenía muchos equipos más en la mochila, y que con toda
certeza alguno de ellos serviría para el caso. No pudo encontrar nada, y me pidió ayuda. La primera opción que
propuse fue la que habría sido más natural para mí si yo me hubiese encontrado solo ante una pared de hielo
impenetrable. Le .dije que en la mochila guardaba una maravillosa máquina calefactora que llenaría nuestra caverna de
un suave resplandor dorado, capaz de fundir toda obstruyente frialdad. Pero replicó con impaciencia: "¿Qué otra cosa
tienes?" Era apropiado para mí, pero no para ella.
Pensé para mis adentros que algo mucho más agresivo podría servir. "¿Qué tal un rayo láser para abrimos camino?"
Con los ojos todavía cerrados, sonrió y dijo: "Muy bien, ¿hay algo más?” Supe entonces que andaba por la buena
senda. "Si revisas con cuidado la mochila vas a encontrar una botellita de T.N.T.", le sugerí. "Ya la encontré", exclamó
encantada. Le pregunté si quería que yo la arrojase en su lugar. Se rehusó enfáticamente. Hasta ese momento había
permanecido recostada sin moverse, contando su participación en la aventura. Pero ahora, súbitamente animada y
entusiasta, recogió el brazo derecho, hizo volar la imaginaria botella de T. N. T., y exclamó alegremente un explosivo
"¡BUUM!". El inesperado. estallido me hizo saltar de la silla.
El polvo se aplacó, y en la calma que sobrevino empecé a preguntarme cómo iba a terminar todo esto. "Cómo
vamos a encontrar ahora la salida", pregunté, repentinamente ansioso por temor de que eligiera un doloroso
segundo nacimiento a través de la vagina corno ruta de escape. Pero mi pregunta la sorprendió, "¿No te das cuenta?"
dijo, "Mira dónde hemos venido a caer a través del hielo. Mira ese cielo azul tan hermoso, los árboles, la hierba. Es
un día de sol maravilloso. Vamos, hagamos una excursión al campo.". Cuando me lo dijo así, vi las cosas tan clara-
mente que no pude comprender cómo las había ignorado hasta entonces. La joven angustiada y abrumada que había
iniciado ese viaje a través de la oscuridad, se había transformado en una criatura cálida, alegre y vivaz. Manifestó una
profunda sensación de tranquilidad y bienestar que nunca había experimentado antes, y estaba maravillada corno
una niña de que hubiéramos podido hacer ese mágicoviaje liberador de almas. Quiso que se lo explicara para poder
entender lo que había ocurrido. Suprimiendo mi orgullosa tentación de interpretar cómo habíamos trabajado con su
hostilidad inconsciente, le dije que ya había comprendido todo lo que había por comprender. Pareció aliviada;
complacida y aliviada por sentir que era suficiente, por decidir quedarse con el sentido intuitivo de nuestra aventura.
Estaba segura de que sola no habría podido hacer el viaje y yo estaba seguro de que tampoco habría podido hacerlo
solo. Pero no la convencí de que yo también era inexperto, de que había sentido miedo durante el trayecto y no había
estado muy seguro de la salida.
Regresó a la sesión siguiente conservando su sensación de bienestar y con un creciente apetito de aventura. En el
ínterin había emprendido un nuevo viaje por su cuenta que la había dejado feliz y esperanzada. Se sintió muy orgullosa
cuando me informó que había tenido su primera "fantasía irreal" propia. Durante toda su vida, sus ensueños diurnos
habían sido programas de trabajo del Chanchito Práctico, ideas que debían ser organizadas, situaciones de tensión que
había que repetir, y estrategias de futuro cumplimiento que había que poner a prueba. Cuánto había envidiado a su
hermana más joven, juguetona e imaginativa, que construía mundos de frutilla y siempre parecía divertirse mucho
más que ella. Le pedí que pusiera todo por escrito. Esto es lo que me entregó:
"La otra noche estaba en la cama recordando maravillada y feliz las fantasías que Shelly y yo habíamos compartido en
terapia individual, cuando emprendimos un viaje por el interior de mi cuerpo. Que yo sepa es la primera fantasía que
he tenido nunca. Lo que yo antes creía que eran fantasías, para Shelly eran planes, y después del viaje que hice
con él comprendí por qué. Estaba acostada deseando que pudiéramos repetirlo alguna vez. En realidad, sabía
que Shelly lo haría y lo que deseaba era poder hacerlo yo, de algún modo.
"Repentinamente entonces, y sin previo aviso, me encontré con Shelly en un prado de margaritas. Éramos muy
pequeños, diminutos en comparación con las flores, y parecía como si todo el mundo fuese un prado de
margaritas. Sin que yo lo planeara, saltábamos de una travesura maravillosa a otra. Hicimos pequeños túneles
por entre el pasto y nos echamos de espaldas para mirar, allá en las alturas, el envés de las margaritas, y vimos
cómo se filtraban los rayos del sol. Trepamos por los tallos y anduvimos por sobre los pétalos y nos recostamos
sobre los centros amarillos para absorber el sol. Y entonces, lo más divertido de todo, uno de nosotros por
turno inclinaba una margarita mientras el otro se trepaba al centro, y luego la soltaba de golpe, haciendo que el
otro saltase por todo el prado de margaritas, al parecer sin fin. No recuerdo que los saltos se interrumpieran en
ningún momento ni recuerdo en modo alguno quién saltaba y quién hacía saltar, y lo mejor de todo es que esto
no tiene la menor importancia… ya no”
La parte que más me gustaba era cuando ella inclinaba el tallo de la margarita, tiraba hacia abajo con todas sus
fuerzas, y lo soltaba de pronto de modo que yo resultaba catapultado hacia el cielo, daba una voltereta, y caía
planeando con alas de dragón. Ahora le tocaba a ella. Y realmente ella iba a cuidar que su oportunidad no
volviera a perderse. Durante la semana había arreglado las cosas de modo de tomarse unas largas vacaciones
de verano, liberándose de la pesada responsabilidad de dirigir un complicado proyecto gubernamental. Iba a
encontrarse con su hermana en Barcelona. De ahí en adelante todo iba a ser diversión no planificada, viajar de
un lado a otro por un territorio desconocido en busca del sol, del yo de no sabía qué.
Capítulo III

LA NATURALEZA NO CEREMONIAL
DE LA PSICOTERAPIA

-¿Quién eres tú? -dijo la Oruga.


No era un comienzo alentador' para una conversación. Cautelosamente, Alicia contestó:
-En este momento, yo... apenas si lo sé, señor... por lo menos sé quién era esta mañana, cuando me
levanté, pero me parece que debo de haber cambiado varias veces desde entonces.
-¿Qué quieres decir con eso? - dijo severamente la Oruga - Explícate!
-Temo no poder explicarlo, señor -repuso Alicia-, porque yo no soy yo, ya ve usted.
-No veo nada -dijo la Oruga.
-Temo no poder expresarlo con mayor claridad -respondió Alicia con toda cortesía-, porque para
empezar, yo misma no lo comprendo; y esto de cambiar de tamaño tantas veces en un mismo día es
muy desconcertante.
-No lo es -dijo la Oruga.
-Bueno, tal vez todavía no le parezca así -dijo Alicia-; pero cuanto tenga que convertirse en una
crisálida -cosa que sucederá tarde o temprano- y después en una mariposa, me inclinaría a pensar que
se va a sentir un poco raro, ¿no?
-De ningún modo -replicó la Oruga.
-Bueno, es posible que sus sensaciones sean diferentes -dijo Alicia-: todo lo que yo sé es que a mí me
haría sentir muy extraña.
-Tú -dijo la Oruga desdeñosamente-. ¿Quién eres tú?
Lo cual los llevó otra vez al comienzo de la conversación. 1

La disconformidad con su destino, combinada con una inquieta curiosidad, llevaron a Alicia a caer en la
conejera. Su aparición en el mundo aparentemente loco del País de las Maravillas, y sus conversaciones con sus
absurdos habitantes, le procuraron experiencias que la desarmaron al extremo de empezar a minar su cortesía, su
razonabilidad, hasta su misma identidad como persona confiablemente socializada.
La presencia de otros seres humanos ofrece un desafío continuo a la imagen que quisiéramos presentar al
mundo. A todos nosotros nos enseñaron a mantener cierto grado de restricción de nuestros apetitos primitivos, a
demostrar por lo menos una apariencia de sociabilidad y auto control. Se supone que las virtudes que conforman
una buena reputación (aunque varíen de grupo en grupo) deben estar a la vista. Se espera de nosotros una cierta
cuota de respeto por el otro, de cooperación, de candor, y de modestia. Se requiere un cierto grado de conducta
civilizada cuando ponemos en escena el baile de disfraces de la adecuación social.
Debemos comportamos como si no estuviésemos tironeados por poderosas urgencias biológicas, ni
obsesionados por oscuras imágenes primitivas, como si nuestras identidades sociales representaran a quienes
realmente somos. A fin de mantener este aceptable sentido del teatro, la interacción social está repleta de
ceremonias, convenciones, y diálogos rituales que preservan el barniz de la civilización. 2

1 Lewis Carroll, Alice' s Aduentures in W onderland, y Through the Looking- Glass, eon todas las ilustraciones originales de John Tenníel, Maemillan;
Londres, 1968, pág. 48
2 Erving Goffman. Relations in Public: Microstudies ofthe Public Order, Basic Books, Ine., Nueva York, 1971.
Las infracciones y desviaciones que intencional o inadvertidamente revelen nuestra naturaleza primitiva
subyacente son censuradas y corregidas en el acto mediante determinadas reparaciones. Es así que las imágenes
míticas poderosamente primitivas que orientan la conducta humana permanecen ocultas tras
una fachada de amanerada razonabilidad.
Cuántas veces resulta evidente que nuestro barniz de civilización, por más valioso y bien articulado que sea,
aunque esté fuertemente sustentado por superestructuras filosóficas o religiosas, no ha dejado de ser un
revestimiento delgado y precario. El hombre moderno, esa criatura pos iluminista, prefiere creer que su naturaleza
está primordialmente determinada por fuerzas psicológicas y culturales. Pero el más reciente escrutinio
investigativo y especulativo de la especie humana pone de manifiesto que gran parte de la conducta humana tiene
una base biológica en medida igual a la del resto del reino animal. Los trabajos de Ardrey, Lorenz, Tiger y Fox,
Goffman y Hall 3 respaldan todos la imagen del hombre como animal imperial, orientado por ocultas dimensiones
determinadas por el desarrollo evolutivo y mediatizadas por los códigos genéticos, todos los cuales cimentan
esquemas instintivos de apareamiento, lucha, juego y política. Preferiríamos que nuestras interacciones se basan
en sobre sentimientos más elevados, sobre ideologías, sobre principios morales. Sin embargo, con mucha
frecuencia nuestra conducta puede ser explorada como producto de la territorialidad, de esquemas biológicos
inconscientes, de violentos imperativos animales. Casi siempre nos comportamos como los animales que somos.
En la mayoría de los casos, nuestra única expresión humana es la forma en que tratamos de explicar nuestros
instintos básicos.
El éxito de la muy vendida novela de William Golding, Lord of the Flies 4 reflejó nuestra vaga conciencia
del mal que hay oculto en cada uno de nosotros, y nuestra fascinación por él. Este relato encantador y
grotesco describe cómo unos escolares graciosos y bien educados, que se encuentran solos en una isla
deshabitada, e convierten, de un día para otro, en primitivos belicosos que nos sobrecogen al poner en
práctica las desesperadas urgencias secretas que la mayoría de nosotros sólo ve de frente en sus pesadillas.
Pero podrá insistirse en que esto es sólo una novela, la invención literaria de un hombre. ¡Nada de eso!
Durante el bombardeo de Londres en la Segunda Guerra Mundial (la "guerra buena") muchos jóvenes
británicos comunes y "normales" fueron evacuados de la ciudad para protegerlos de los ataques nocturnos.
Estos "niños sin familia", 5 como los llamaron Anna Freud y Dorothy .Burlíngham, fueron ubicados en
guarderías residenciales, en bien regenteados hogares de adopción comunales que funcionaban como
colonias del Plan de Padres Adoptivos para Niños de Guerra, Inc. La mayor parte de los chicos fueron
alojados allí sólo temporalmente, con plenas esperanzas de devolverles a sus familias intactas en cuanto
fuese posible hacer sin riesgos.
Estos saludables escolares estaban bien alimentados y vestidos, correctamente albergados, y recibían
una benévola supervisión adulta; pero estaban mal preparados para sufrir la experiencia de la vida sin
familia. Algunos de los resultados fueron que estos chicos muy pronto desarrollaron inesperadas conductas
de mentira, robo, pelea y extorsión. Otros fueron tratados como una amenaza frente a la cual había que
adoptar métodos desesperados de defensa. La ausencia de respaldo y protección familiar reveló en estos
jóvenes esquemas de supervivencia no diferentes de aquellos que manifiesta cualquier animal desesperado.
Las conductas puestas de manifiesto en estas guarderías residenciales británicas en modo alguno se
advierten sólo en niños en tensión. Menciono este ejemplo en primer lugar sólo porque nuestras ideas
sentimentales acerca de la naturaleza infantil hacen que estos datos resulten más chocantes. Pero los
adultos, y aun culturas enteras, pueden sufrir deterioros semejantes. Un ejemplo reciente, dramático y
bien investigado, puede encontrarse en el último trabajo de ese extraordinario antropólogo que es Colin
M. Turnbull. Su libro, The Mountain People, 6 describe sus experiencias personales con los Ik, una tribu
cazadora y recolectora de Uganda. No hace mucho tiempo, este pueblo constituía una sociedad decente,
generosa y estable. Por un accidente de la política nacionalista africana, fueron trasladados de su entorno
familiar, que era apto para la caza y les aseguraba el sustento, a un territorio montañés improductivo, sin
agua y sin caza, donde el gobierno había decidido que debían convertirse en granjeros.

3 Lionel Tiger y Robin Fox. The Imperial Animal. Holt, Rínehart and Winston, Nueva York, 1971.

4 William Coldíng, Lord 01 the Flies, Capricorn Books, G.P. Putnam's Sons, Nueva York. 1959.
5 Anna Freud y Dorotlíy Y. Burlingham, lnfants Without FamiLies, Medical War Books, International Press, Nueva York, 1944.
6 Colin Turnbull. The Mountain People. Simon and Schuster, Nueva York 1972
Menos de tres generaciones en este ambiente ajeno, inhospitalario y punitivo dejaron a su cultura en
ruinas y a su "humanidad" convertida en algo casi inexistente. "Sus ciudades en la montaña estaban lejos
de ser habitables; la comida era incomible porque no la había, y la gente... (se volvió) tan poco amistosa,
falta de caridad, escasamente hospitalaria, y egoísta en general como puede llegarse a serlo." La
compasión, el amor, el sentimiento de comunidad y la vida familiar virtualmente desaparecieron. Los
niños eran ahora abandonados a los tres años, y se veían obligados a luchar por sí mismos como mejor
pudiesen. Los que sobrevivían se convertían en adultos descarriados, deshonestos y ruines, que
sádicamente se mofaban de las penurias de sus compañeros de tribu. Los viejos (difícilmente alguno
sobrevivía más allá de los veinticinco años) eran abandonados, pero no
antes de que los jóvenes más fuertes (en ocasiones sus propios hijos) los despojaran de las magras
posesiones que pudieran quedarles, inclusive arrebatándoles comida a medias masticada de sus bocas
desesperadamente cerradas. Aunque nuestra situación es diferente, Turnbull se pregunta acerca de los
efectos finales de la tensión; el anonimato y el frío egoísmo que reinan en el Occidente contemporáneo.

Un reciente estudio sobre "Poder psicológico y patología de la Prisión" 7 sirve como escalofriante
profecía acerca de la endeblez y fragilidad de nuestros modos de vida ilustrados y humanísticamente
civilizados. Hace apenas dos años, un profesor de psicología de Stanford creó una prisión simulada en el
sótano del edificio donde se encontraban el laboratorio y las aulas. Se pagó a jóvenes normales, para que
se desempeñaran como sujetos experimentales y se les asignó arbitrariamente el papel de prisione ros y
guardianes. El experimento, planeado para desarrollarse a lo largo de dos semanas, debió darse por
terminado a los seis días debido a los terribles resultados: rápidamente los sujetos perdieron la capacidad
de discernir entre su yo y su rol en la situación simulada. Muchos de los "guardianes" pronto se volvieron
sádicos en su uso arbitrario del poder, e inclusive los "guardianes buenos" no interfirieron en el
comportamiento abusivo de los "guardianes malos". La conducta de los "prisioneros" osciló entre el
pánico y la depresión y la despiadada delación de los otros. En ambos grupos, la moral y la ética
se deterioraron rápida e irreversiblemente. Tan poderoso fue el impacto de los resultados de este
experimento, que sus comprobaciones fueron presentadas al Comité Jurídico del Congreso de los Estados
Unidos, con la esperanza de que hicieran más vívida la peligrosa influencia de la situación carcelaria, y la
necesidad de una reforma radical. La capa civilizada de la naturaleza humana no resiste el esfuer zo.
Existen muchos parámetros reconfortantes de nuestra "naturaleza", de nuestras normas, de nuestras
maneras, que damos por seguros y contamos con encontrarlos allí cada mañana. Yo no me confío tanto.
Me acuerdo de (estoy obsesionado por) una experiencia de años atrás, cuando debí ingresar a un
hospital para una operación de cirugía mayor. Se me reconocía como un adulto competente y respetable,
marido-amigo-psicoterapeuta- escritor, y en todo sentido miembro sustancial de la comunidad. A los
pocos días, yo era no sólo un paciente sino también un chico asustado y dependiente y un despojo
miserable y arruinado. ¿Cómo iba a saber, cuando firmaba mi ingreso, decidido a encarar con
responsabilidad también este tramo de mi vida, que a breve plazo podía llegar a sentirme conmovido
hasta las lágrimas cuando una enfermera a la que no conocía me dijera que ese día yo "había movido bien
el vientre"? Supongo que esto tiene implicancias en el desarrollo de las neurosis cuando los padres dan
muy poco a sus hijos. Cuando los niños no obtienen lo que necesitan para sobrevivir, se reordenan sus
prioridades emocionales y desaparece la posibilidad suntuaria de buscar "cosas más elevadas". En
cambio, los chicos deben rebuscárselas aquí y allá para sobrevivir, y se ven constreñidos a transformar lo
que consigan, sea lo que fuere, en lo que deban haber llegado a valorar. Quisiera tener el cuidado de
señalar aquí que mucho de lo que parece corrupto, malo, brutal y grotesco en los patrones biológicos
subyacentes, es calificado así sólo en contraste con nuestras ideas románticas de lo maravilloso que es ser
"humano". Aun las situaciones de desastre y desesperación por la supervivencia revelan patrones
biológicos valiosos, como cuando en una crisis de incendio, inundación o desastre político emerge una
fuerza, un coraje, una lealtad y una devoción insospechados. Vacilo al mencionar estas cualidades,
principalmente por mi cínica convicción de que la mayoría de los lectores habrá de aferrarse a aquellos
ejemplos que les respalden sus autoimágenes más confortables y evitarán las revelaciones más
dolorosamente amenazadoras.

7 Philip G. Zimbardo. "The Psychological Power and Pathology of Imprisonment", Selected Documents in sychology, MS. N° 347,
American Psychological Association Journal Supplement Abstract Service, Washington, D.C., 1973.
No hace mucho, en una sesión de terapia de grupo, un hombre contó que se había sentido conmovido por un
programa de televisión que mostraba a los animales de presa nocturnos bajo una óptica naturalista. Se
trataba de una jauría de hienas que procuraba separar de su madre a un rinoceronte de pocos meses, todavía
sin cuernos, para poder matarlo y devorarlo. El pequeño rinoceronte logró escapar. El grupo se sintió
satisfecho y aliviado por lo que parecía un final a lo Disney para un relato horrible, pero quien lo contaba
aclaró que la cría había escapado momentáneamente, porque al anochecer del día siguiente el hato de hienas
volvería para intentar nuevamente la matanza. Se oyeron entonces consternados murmullos acerca del
pobre rinoceronte de parte de los otros miembros de grupo. Pregunté entonces cómo era que nadie más que
yo se pusiera de parte de las hienas. Después de todo, era el "designio de Dios".
Algunos pacientes trataron de ayudarme a superar mi "dura cáscara defensiva". Pero en realidad, yo sólo
estaba representando (a mi modo salvaje de hacerlo). No me siento más comprometido con el cazador
que con su presa, excepto cuando me toca temporariamente encarar uno u otro aspecto en mi propia
vida. El mundo no me parece ni bueno ni malo, sino simplemente tal como es, un des-orden (non-
pattern) azaroso y entrópico al que cada uno de nosotros aporta significado. Es cierto que de vez en
cuando siento deseos de asumir una posición dramática, pretender que existen héroes y villanos, pero
sólo para hacer más intensa la experiencia "de mi paso por este escenario que tiene tantas posibilidades
incitantes, pero carece sin embargo de audiencia, guión y dirección. Al igual que Alicia, me abro camino
lo mejor y lo más tontamente que puedo a través de esta vida que lo deja a uno perplejo.
Como ocurre con otros países de las maravillas, la psicoterapia es una eficaz interrupción de
conductas anteriores, en parte debido a la voluntad del terapeuta de proceder sin comprometerse en
tareas reparadoras de ese tipo. Su transparencia personal se combina con una restringida participación en
el ritual social protector. No estorbado por constricciones semejantes, el terapeuta y el paciente se ven
sumergidos en la intimidad personal primitiva, agitada por el poder emocional de los patrones míticos
transpersonales que entre ambos hacen emerger.
Entre las cartas del Tarot, la Rueda de la Fortuna simboliza el impacto del giro inesperado de los
acontecimientos. Lo impredecible de la conducta del terapeuta, como lo inopinado de las sorpresas que
la Fortuna aporta a la vida de cada hombre, le revelan quién es él mismo en circunstancias que lo toman
desprevenido. En la Carta del Tarot, la Rueda dela Fortuna que nunca cesa de girar lleva la marca de los
signos del Zodíaco y de fuerzas místicas animales. Como puede suponerse, en posición correcta esta
carta promete inesperada buena suerte, pero si es tallada en posición inversa puede haber un vuelco
desfavorable.

Desde el mismo momento en que entra en contacto conmigo, el paciente se enfrenta Con ambigüedades
inesperadas que se resisten a ser resueltas dentro de las categorías sociales habituales. El estilo de mis
entrevistas carece totalmente de esos lubricantes ceremoniales que facilitan la mayoría de las
interacciones sociales. Siempre que me resulta posible evito los modales ritualizados que con tanta
frecuencia proveen la apariencia de un contacto, civilizado. La señalada renuencia del terapeuta a
proporcionar paliativos o alivio impersonal incrementa, por supuesto, el nivel de incertidumbre o ansiedad
del paciente. Esto a su vez aumenta el riesgo de que abandone el tratamiento, pero a la vez asegura que, si
se queda, deberá moverse de un modo cada vez más transparente y profundamente personal. El proceso
comienza con el primer intento del paciente potencial de ponerse en contacto conmigo. Cuando llega una
llamada al teléfono de mi oficina no suena ninguna campanilla, sino que el parpadeo de una luz (que sólo
yo puedo ver) me indica que habrá un mensaje para mí en el conmutador que está en el vestíbulo. Esto
permite que las sesiones de terapia prosigan sin interrupción. La operadora sólo me pasará la llamada si se
trata de un mensaje urgente de mi esposa o de cualquiera de mis hijos. En mi profesión no hay
emergencias de otra naturaleza. Recoger las llamadas telefónicas en el conmutador me permite escoger
cuáles voy a responder. Yo no abro toda la correspondencia que me llega, y no 'Veo razón para ser
más esclavo de la compañía de teléfonos que del servicio postal. Por lo general el mensaje telefónico
habrá de rezar: "La señora Mary Smith llamó para solicitar hora de terapia", y a continuación su número
de teléfono.
Cuando me resulta cómodo respondo diciendo: "Mary Smith, habla Sheldon Kopp". De entrada, esto
aparta el contacto inicial del tradicional estilo médico-paciente, postulándonos como socialmente iguales,
dejando indefinida la relación y exigiendo una elección consciente del saludo por parte del paciente. Si
tengo tiempo, respondo al pedido con una invitación a encontramos, sentamos y charlar, para ver si
gustamos uno del otro lo suficiente como para decidir trabajar juntos. Propongo una hora, una propuesta
firme sin posibilidades de ajuste. Si el paciente pone peros porque no le conviene (la mayoría lo hace), de
inmediato le recomiendo otro terapeuta. La mayoría de los pacientes encuentran la manera de
arreglárselas para tener libre la hora que les propongo, y así resolvemos la primera exigencia de
adaptación ceremonial a mi favor.
Yo tomo muy en serio lo de la elección mutua. Durante esa primera hora debemos llegar a conocemos un
poco, y yo no supongo de antemano que el paciente decidirá trabajar conmigo. Pregunto siempre cuáles
son sus sentimientos respecto de mí, y exijo que el paciente considere la posibilidad de no volver a menos
que mi persona lo haya satisfecho y nuestro encuentro le haya despertado esperanzas. Del mismo modo,
no habré de trabajar con un paciente sobre el cual sienta que no podrá convertirse en alguien importante
para mí. En algún momento, cerca del final de la primera hora, le diré al paciente que, o bien no voy a
trabajar con él, o bien tengo ganas de trabajar con él, o que me gustaría mucho trabajar con él, junto con
las razones que me hacen sentirlo así. Para aumentar mi propia libertad en este aspecto, le hago saber .que
no habré dé cobrarle esa consulta inicial a menos que convengamos en trabajar juntos.
Cuando trato con pacientes renuentes, los que están inseguros de su voluntad de comprometerse en una
tarea psicoterapéutica, mi estrategia es aumentar el anticipo. Por ejemplo, cuando encuentro un paciente
con el que me interesa seguir trabajando, pero cuyas maniobras defensivas iniciales involucran que se
resista y rechace cualquier propuesta contractual que yo haga, le aumento las exigencias. Así, si un
paciente insiste en que no está seguro de poder venir una vez por semana, yo hago hincapié en que si
quiere trabajar conmigo tendrá que venir dos veces por semana. Si siente que preferiría hacer una prueba
de un par de semanas para ver cómo marcha, yo insisto en que se comprometa por tres meses. Si se
muestra remiso, me importa entonces que se vaya sin perjuicio para sí, y de hecho le dificulto aún más el
regreso al reiterarle que no le cobraré la consulta inicial si no vuelve a llamarme. Puede ahorrarse ese
dinero y aprovechar de esa hora lo que haya podido aprender, simplemente no volviendo a ponerse en
contacto conmigo. Pero si decide afrontar mis requerimientos contractuales y volver, entonces, por
supuesto, le cobraré también la consulta inicial.
Un problema que se plantea es el de suscitar buena fe en un paciente con tales resistencias. Es decir,
puedo
hacer que acepte un período de prueba de dos veces por semana durante tres meses, pero en el fondo
puede quedarle la inquietud de que si no le convence se irá de todos modos, y no hay nada que yo pueda
hacer al respecto. En algunos casos, resuelvo esta lucha de poderes insistiendo en percibir un anticipo
como parte del contrato. El paciente, por supuesto, es suspicaz y siente que de alguna manera puedo
hacerlo entrar y después impulsarlo a romper el contrato para quedarme con la plata. Para no dejarle
escapatoria al respecto establezco que el anticipo sea dinero que él va a perder realmente si rompe el
contrato, pero que yo no voy a ganar. Por ejemplo, uno de esos pacientes fue hace poco un hombre judío
casado con una mujer católica con la que se encontraba en una frecuente hostilidad pasiva. Se mostraba
remiso a formalizar un contrato; yo insistí en fijar un anticipo de doscientos dólares bajo la forma de un
cheque extendido a la orden de Caridad Católica, pero cobrarle sólo si rompía el contrato.
Por supuesto, sea cual fuere la naturaleza no ceremonial de la psicoterapia, el paciente y el terapeuta
son personas reales, que obran en un contexto social culturalmente sancionado, y conciertan un contrato
económico. Su alianza terapéutica básica supone el acuerdo de trabajar juntos en un lugar y un tiempo
determinados, con el propósito compartido de ayudar al paciente a ser más feliz. El terapeuta es un
profesional que intercambia sus servicios de experto por dinero, el paciente un cliente que
paga por ayuda.

Pero no es la alianza terapéutica la que abre la relación al juego de las fuerzas arquetípicas, sino la
barrera terapéutica. Esta barrera es la prerrogativa que tiene el terapeuta de actuar en cualquier momento
como si la situación no fuera real. El paciente y yo nos enfrentamos como pueden hacerlos agentes libres
cualesquiera, conversando para sacar a luz sus problemas entre nosotros. Pero en cualquier momento yo
puedo desplazar el foco hacia el modo en que él está tratando el asunto y decir: "Usted reacciona como si
yo fuera su padre (o su madre o su hermano, etc.)". En un nivel, este desplazamiento interruptor es una
interpretación de la transferencia, esto es, la atracción de la atención del paciente sobre los antiguos
sentimientos no resueltos que influyen sobre su conducta, y que en esta instancia han sido transferidos
sobre la persona del terapeuta. Pero lo que es más importante, levantar la barrera terapéutica es uno de
los muchos recursos que tiene el terapeuta para socavar la realidad social, haciendo al paciente más
vulnerable a las fuerzas oscuras que se revuelven bajo la superficie, y abriéndonos a una intimidad
personal inesperadamente intensa.
Cada sesión de terapia comienza con mi silencio. Aunque pueda no creerlo así, el paciente es quien
mejor sabe por dónde comenzar. Si prefiere esperar que yo inicie el intercambio, lo más probable es que
me escuche decir (cincuenta minutos después): "Nuestro tiempo terminó por hoy".
En caso de que empiece intentando cortesías tales como preguntarme: "¿Cómo anda usted hoy?", lo
más probable es que no obtenga respuesta alguna. Si me doy por enterado de la propuesta (en caso de que
insista), lo más probable es que lo haga manifestando mi sorpresa: "¿ Qué se cree que está haciendo?" o
interpretando su conducta-como una distracción desviada, como una desesperada maniobra elusiva, un
bajo intento de soborno, o alguna otra táctica empleada como defensa frente a su propia ansiedad. o, si se
muestra lo bastante empecinado y yo ese día me siento particularmente travieso, puedo consentir y
ofrecerle una descripción increíblemente detallada del estado de mi salud, y seguir y seguir hasta que
me interrumpa, desesperado.
Dentro del marco de referencia de la interacción social cotidiana, la terapia posee la perspectiva
caleidoscópicamente lunática del País de las Maravillas de Alicia. La cualidad trastornada de la
relación ha sido descripta satíricamente señalando que es una relación en la que el terapeuta-
siempre marcha un paso adelante del paciente. La reciprocidad de sus posiciones superior e inf erior
se mantiene de dos modos distintos: crudamente, por las demandas defensivas del paciente, o
sutilmente, por las maniobras técnicas del terapeuta. Esto de desarmarse mutuamente ha sido
descripto como un interjuego en el que "el paciente insiste en que el analista marche un paso
adelante mientras trata desesperadamente de dejarlo un paso atrás, mientras que el analista insiste
en que el paciente se mantenga un paso atrás a fin de ayudarlo a aprender a marchar un paso
adelante".
De entrada el paciente se somete a este incómodo equilibrio desde el momento en que viene
voluntariamente a buscar mi ayuda, se encuentra conmigo cuando me conviene a mí, y me paga
una gran cantidad de dinero. Debe decir lo que le venga a la mente sin preocuparse de que sea
racional, apropiado, o socialmente decente. Yo no necesito decir nada, y con frecuencia eso es
lo que hago. y lo que es más, ya quedó convenido desde el principio que muchas veces el
paciente no sabrá qué es lo que realmente está tratando de decir, puesto que es guiado por
motivaciones de las que no siempre es consciente, mientras se supone que yo soy un experto en
tales asuntos. Mis reacciones ante su conducta son "interpretaciones" mientras que sus
evaluaciones de mis propósitos son "fantasías".
Por otro lado, cuando el paciente acepta que yo estoy ahí como un consultor técnico, puedo
insistir en que debe considerar mis sentimientos como los de otro esforzado ser humano. Soy el
experto no comprometido que simplemente hace su trabajo y no le interesa si su paciente
"mejora" o no. Al mismo tiempo, estoy ahí como una persona atenta, que ofrece la ayuda que
puede, pero que no sabe mucho más que el paciente acerca de cómo hay que vivir.
La aparente perversidad de mis cambios de actitud tiene un significado oculto, que perdería su
valor si le fuese revelado directamente al paciente. El yudo terapéutico de mis tácticas se propone
interrumpir tanto las defensas autolimitadoras que el paciente esgrime para evitar riesgos como el
barniz protector de sus interacciones sociales-de cortesía. Mi repentino presentarme como otro ser
humano vulnerable, alguien que está ahí para contar su propia historia, responde a mi voluntad de
ser un compañero para el paciente en el caos que sucede a estas interrupciones, Puedo hacer girar al
paciente como un trompo y ponerlo cabeza abajo con sólo dejarlo caer por su propio peso, pero
cuando llegue a los cimientos de
su vida, allí me encontrará junto a él como un compañero comprometido aunque cansado del
mundo. Y en cuanto acometa el terrible peregrinaje de una vida abierta a los peligros de las fuerzas
oscuras, que comúnmente hubiese evitado, iré con él, deseando que podamos extraer coraje el uno
del otro.
Pero decirle todo esto por adelantado sería inútil. Lo más probable es que no me creería. ¿Por qué
debería confiar en mí antes de conocerme? Y lo que es más, aun si por alguna razón siguiera
ciegamente mis instrucciones con la esperanza de obtener lo que vino a buscar, sus esfuerzos
carecerían de la vitalidad espontánea de las acciones que brotan en el fuego del momento. Ya estoy
aleccionado sobre estas cosas por el relato jasídico de la Capa:

Una mujer acudió al rabí Israel, el sabio de Koznitz, y le dijo entre muchas lágrimas que hacía doce años
que estaba casada y aún no había concebido un hijo. "¿Y qué quieres hacer al respecto?" le preguntó él.
Ella no supo qué decir. "Mi madre"; así le habló el sabio, "estaba entrando en años y no había tenido un
hijo todavía. Se enteró entonces que el santo Baal Shem iba a detenerse en
Apt en el curso de un viaje. Se apresuró a llegarse hasta su posada y le suplicó que rogara que ella pudiese
tener un hijo. '¿Qué estás dispuesta a hacer al respecto?' preguntó él. 'Mi marido es un pobre
encuadernador' repuso ella, 'pero yo tengo una cosa hermosa para darle al rabí'. Se dirigió a su casa tan
rápido como pudo, a buscar su capa de buena calidad... que estaba cuidadosamente guardada en un cajón.
Pero cuando regresó con ella a la posada, se enteró de que el Baal Shem ya había partido para Mezbizh.
De inmediato partió tras él, y dado que no tenía dinero como para ir a caballo marchó a pie de ciudad en
ciudad con su... (capa) hasta que llegó a Mezbizh. El Baal Shem tomó la capa y la colgó contra la pared.
'Está bien'-,dijo.
Mi madre anduvo a pie todo el trayecto de regreso, de ciudad en ciudad, hasta que llegó a Apt. Un año
después, nacía yo…
"Yo también", exclamó la mujer, "te traeré mi capa buena, así puedo tener un hijo."
"No servirá", repuso el sabio. "Tú ya conoces la historia. Mi madre no tuvo ninguna historia que la
guiara."
EL MAGO
Capítulo IV

ESTAR DONDE ELLOS NO ESTAN

Aunque las circunstancias han cambiado, los esquemas relacionales del hombre se repiten invariablemente.
Hubo un tiempo en que la humanidad vivió oculta en cuevas sombrías de las que sólo se atrevía a salir, siempre en
grupos, al principio a recoger raíces y yerbas comestibles, luego para cazar los animales del bosque y las llanuras. La
hacinada superpoblación de nuestros días vive en estructuras de acero y cristal levantadas con el auxilio de la más
refinada tecnología, y se gana la vida vendiendo seguros o fabricando piezas para vehículos a la luna. No obstante estos
cambios, al parecer gigantescos, en nuestro estilo de vida, ciertas configuraciones de la aventura humana sobreviven
inmutables. Algunas de las relaciones fundamentales entre los hombres seguirán siendo lo que son por mucho tiempo
aun.
De ellas, las más evidentes son las interdependencias de origen biológico: madre e hijo, padre e hijo, hombre y mujer.
Pero también sobreviven, en continua mutación, los motivos arquetípicos del líder y su seguidor, del protector y el
protegido, del maestro y el discípulo. La relación del Médico y el Paciente es otra de esas reciprocidades poderosas,
entre los modos fundamentales en que los hombres dependen uno de otro.
Siempre, y en todo lugar, ha habido hombres que han pedido a otros ayuda, conducción, o cura. A veces ese
intercambio tiene por finalidad el alivio del dolor y la enfermedad. A veces se-trata de la cura del alma.
Sea como sea, se espera que quien detenta el saber tenga poderes que trasciendan las flaquezas más humanas
del paciente. El papel de médico, por supuesto, no le es impuesto a nadie: como el borracho o el idiota del
pueblo, el médico lo es en parte voluntariamente. De modo que la tentación corruptora del poder no proviene
sólo de la dependencia esperanzada del paciente, sino también de la presunción arrogante del médico, que lo
hace creer por encima de sus semejantes.
El peligro inherente a la posición de poder del médico aparece entre los significados proféticos de una de las
cartas del Tarot: El Mago. Cuando este artista de lo sobrenatural aparece alzado sobre sus pies, el destino de la
persona a quien se le está adivinando la suerte incluye la habilidad divina y la sabiduría y poder para alcanzar
metas prodigiosas. Pero si el Mago sale cabeza abajo, el poder se usará con fines destructivos, o será paralizado
por la debilidad y la indecisión.
Hay quienes han visto semejanzas entre la relación del psicoterapeuta y su paciente, al menos en su primera
etapa, y la del brujo y su aprendiz. 1 El paciente, por supuesto, espera encontrar un padre bueno y todopoderoso,
ese nigromante-sabio que usará poderes sobrenaturales para invocar las fuerzas que curen todo mal, resuelvan
todo problema y traigan una dicha eterna.
Estas fantasías del paciente se corresponden puntualmente con la fascinación que usa el gurú para curar. Es muy
probable que durante cierto período ambos se extravíen, validando consensualmente la ilusión de que el
terapeuta sabe más que el paciente sobre las dimensiones más profundas de la vida, y que alguna vez esta
sabiduría y poder pertenecerán al aprendiz, siempre y cuando éste se rinda, se entregue, y persista en su esfuerzo.
Si los dos resisten a la tentación de terminar prematuramente este juego de poder, la batalla de magia y
contramagia sigue hasta uno de dos finales posibles: o bien el aprendiz llega a reconocer que él también es brujo,
o se extravía para siempre.
Los antepasados de los actuales médicos de la mente son numerosos. El psicoterapeuta contemporáneo ya
aparece esbozado en aquellos visionarios individuales que fueron los gurúes de antiguas civilizaciones. La
herencia que ha recibido el gurú contemporáneo incluye las metáforas curativas del maestro Zen, del rabino
jasídico, del ermitaño cristiano del Siglo IV, de los brujos, los "Medicine Men", y los Magos. 2 En su forma más
antigua y primordial, el médico fue el Shamán paleolítico, el auxiliar, médico y guía de las primitivas sociedades
cazadoras y recolectoras. Antes de que el hombre aprendiese a sembrar y cosechar, a domesticar animales o a
adorar a un dios, antes de todos esos "progresos", buscó en el Shamán una guía espiritual.

1 Adolf Guggenbuhl - Craig, Pouier in the Helping Proffesions, Spring Publications, Nueva York, 1971, págs. 38 – 40
2 Sheldon B. Kopp, Guru: Metaphors from a Psychotherapist, Science and Behavior Books, Palo Alto, California, 1971
En su carácter de prefiguración primitiva del sabio arquetípico, el shamán fue un héroe maltratado, un médico
herido, cuya muerte y resurrección eran necesarias para la redención de su comunidad, para mediar entre los
poderes divinos y los miembros de la ruda cofradía de cazadores. Al comienzo de su torturada peregrinación es
un mancebo inadaptado y expulsado. Al superar sus agonías personales queda en condiciones de guiar a los otros
en sus propios peregrinajes espirituales. Su fuente de poder es su vida personal, adquirida en la soledad de sus
pruebas en el páramo, pruebas que debe superar sin guías ni mapas.
Esta dura experiencia auto infligida lo vuelve sensible al dolor ajeno, y siente la necesidad urgente de iniciar a
los otros en el poder de sus visiones, para que sean sus compañeros cuando emprendan sus propias aventuras.
Pero el Shamán no es un santo amable, no es un Cristo de estampas edulcoradas. Como Jesús en el templo cuando
expulsó con terrible violencia a los fariseos, el Shamán es un titán y un demonio. Hay un poderoso contraste entre
"los Shamanes salvajes, pendencieros y peligrosos, y la gente que se trataba con tanto cortesía como si fueran
cuñados”. 3
Su irritabilidad impredecible puede asustar, y a veces hasta pone vidas en peligro, pero esa fuerza primordial
es, sin embargo, la fuente del poder del médico. El mismo principio de abandono personal que alimenta al shamán
primitivo puede hallarse en los místicos, los poetas y artistas de culturas más avanzadas. El trance shamánico
es un vuelo espiritual regresivo, durante el cual el gurú se aparta del mundo cotidiano, discurre Con los espíritus y
vuela hacia los cielos e infiernos del alma que son los manantiales de la potencia arquetípica. Cristo mismo exige
abandono, al aconsejar a quien vacila en la trampa de los deberes mundanos: "Que los muertos entierren a los
muertos"; y también cuando le dice al rico tenazmente materialista: "Vende todo lo que tengas... y sígueme".
No importan las reglas! ¡Olviden el saber y la moral convencionales si quieren curarse, salvarse, liberarse!
Agustín dice: "Ama a Dios, y haz lo que quieras" y Lutero sermonea a los hombres de su tiempo: "Pecad con
valor".
La prefiguración clásica del médico que debe enfrentar a los dioses para salvar al mundo, es ese héroe del
humanismo, Prometeo. Este portador del fuego fue el "trickster" Supremo, el súper shamán. Cuando Zeus ocultó
el fuego, Prometeo lo robó y lo devolvió a la tierra para que el hombre gozase de su poder, su calor y su luz. En
realidad el retiro del fuego fue un acto de venganza de Zeus contra Prometeo, que se había atrevido a burlarse de
los dioses: había envuelto en grasa las peores presas de los animales cazados, y las había ofrecido en el altar a
Zeus, quien tardó en advertir que era engañado como un tonto, pues lo mejor de la carne quedaba para los
hombres.
En retribución simbólica, Zeus encadenó a Prometeo a una roca e hizo que un águila le devorase el hígado.
Para desgracia del héroe, el hígado inmortal reaparecía cada noche, con el solo objeto de que el águila volviese a
comerlo de día. Y así siguió la tortura hasta que Hércules le puso fin.
De modo que el sabio-médico tiene su antecedente arquetípico en el héroe- "trickster". En el peor de los casos,
la sombra del médico es el charlatán. El reverso del gurú es ese sombrío hermano que a veces emerge como falso
profeta. Es una forma de corrupción, la tentación crónica del poder, y es la cotidiana amenaza personal al
terapeuta honesto, que le exige una alerta constante. En sus formas menos siniestras, el "trickster" 4 es nada más
que un pícaro, un tonto o un bufón, un bromista o un bululú.
El "trickster" aparece en la mitología picaresca de culturas tan distintas como la Grecia antigua, la Europa
medieval, el Oriente, África, y el mundo semita Es la traviesa arañita de las fábulas animales, la figura alquímica
de Mercurio, Satán el mono de Dios, Pulgarcito y el Tonto Juan de los cuentos. Es el fabricante de lluvias de los
labriegos, el escandinavo Loki, solícito y buscalíos, o un payaso carnavalesco. Cuando no aparece como shamán o
doctor brujo, lo hace como Hermes, el "trickster" divino de la mitología griega; ese peculiar conductor de almas
fue a la vez Dios de la Sabiduría y Patrón de la Magia. Correo de los dioses, Hermes fue hábil desde que nació:
se dice que en su primer día de vida inventó la lira, y robó las reses de Apolo.
Como siempre, es a la vez bufón y benefactor; combina la imagen dual de creador y destructor. En sus
momentos más serios es un héroe cultural que aparece en los relatos de la creación de la tierra, o de la historia
del mundo. Pero siempre es un espíritu de desorden, que opera con la risa y la ironía, ajeno a toda costumbre, ley
o saber convencional. Es un vagabundo glotón y lujurioso, que a la vez hace bromas y cae en todas las trampas.
Pero "si nos reímos de él, él se ríe de nosotros. Lo que le pasa a él, nos pasa a nosotros'.

3 Joseph €ampbell, The Flight o/ the Wild Gander, Explorations in the Mythological Dimension, A Gateway Edition, Chicago, 1972,
pág. 162
4 C.G.Jung, "On the Psychology of the Trickster - Figure", en The Archetypes and the Collective Unconscious, segunda edición, vol. 9, 1 de las
Collected Works, Princeton University Press, Nueva Jersey, 1959, págs. 255 – 272
5 Paul Radin, The Trickster: A Study in American lndian Mythology, con comentarios de Karl Kerenyi y C.G.Jung, introducción de Stanley
Diamond, Schocken Books, Nueva York, 1972, págs. 25 - 27.
Es un impostor desvergonzado. Entre algunos indios norteamericanos, por ejemplo, el coyote,
personificación del héroe -"trickster", suele ser una falaz mezcla de Eros y Pan. Un poema de los indios
Skagit 6 dice:

Un día en que el Coyote


iba por el paso de Snoqualmic
encontró una muchacha.
¿Qué tienes en tu bolsa?
le preguntó ella.
Huevos de pescado.
¿Me das uno?
Si cierras los ojos
y te levantas el vestido.
La joven hizo lo que él decía.
Más alto.
Alza el vestido hasta la cabeza.
Entonces el Coyote se quitó los pantalones
y fue hacia ella.
Quédate quieta
así puedo llegar adonde quiero.
No puedo.
Algo se mueve entre mis piernas.
Deja el vestido alzado.
Es un abejorro. Ya lo tengo.
La mujer dejó caer el vestido.
Deberías haber sido más rápido.
El abejorro me picó.
A veces las bromas del shamán son más maliciosas, y se ve en peligro de un castigo infligido por medio de la
magia negra o la brujería. Ni siquiera la apariencia del mal es fácil de tolerar en alguien de quien se presupone la
sabiduría. Yo mismo me he visto sometido a un constante ataque (¿contraataque?) desde que publiqué un relato
que provocó en mis discípulos y hasta entre mis colegas una ansiedad superior a sus fuerzas. Yo había escrito un
cuento que hasta mis hijos adolescentes podían apreciar y del que podían sacar cierta enseñanza. De hecho, fue
uno de ellos quien me sugirió el título. Pero desde su publicación, parte de la comunidad terapéutica me bautizó,
no tanto con el apodo de La Pícara Bruja de Occidente, como con el de "El terapeuta que te manda a la mierda".
Lean por favor mi cuento "tricksteriano" Y traten de hallar en ella proterva y bárbara irresponsabilidad de un
pagano, o más bien vean si su lectura les permite transformarse, abrirse a una nueva potencia

ELECCION FACIL 7

Era un tranquilo día de lluvia en la clínica; por la tarde se presentó ella, y pidió ver a un psicoterapeuta. Las
circunstancias hicieron que yo aceptara verla sin concertar una cita previa, sin ningún tipo de filtro preliminar. Se
dejó caer torpemente en la primera silla que encontró, cerró la puerta del consultorio con su paraguas chorreante, y me
miró con desconsuelo, a través de sus empapadas pestañas postizas. Tomé la tarjeta de identificación que la recepcionista le
había hecho llenar y le pregunté:
-¿Cómo puedo ayudarla?
-Necesito su consejo -dijo-. Mi marido ha pasado estos últimos siete años en diversos hospitales psiquiátricos. Los
médicos lo consideran un "paranoico esquizofrénico peligroso". Es cierto que está loco, y hay momentos en que
pierde el control y golpea a quienes se le acercan. Ahora no quiere vivir conmigo, pero voy a visitarlo a su
departamento todos los fines de semana. El sábado pasado me echó, y dice que si vuelvo me matará. Doctor,
¿qué debo hacer?
-Es fácil -le respondí- No vuelva.
6 Shaking the Pumpkin: Traditional Poetry o/ the Indians o/ North America, compilación y comentarios de Jerome Rothenberg, Doubleday, and Co., Inc.,
Garden City, Nueva York, 1972
7 Sheldon B. Kopp. "Easy Choice", American Academy 01 Psychoterapists Newsletter, abril de 1972
-pero es que debo volver! -gimió-, Lo amo. ¿Qué otro consejo puede darme?
-Por qué no se va a la mierda -le recomendé.
Sin una palabra más se levantó de un salto, dio media vuelta salpicando mi escritorio, y escapó a toda
velocidad de la clínica.
Nunca volvió. Por lo que supongo que la debo de haber curado.
Se me hicieron muchas acusaciones por esto, desde "falsedad" y "neurosis" hasta "brutalidad". Por supuesto que
también hubo expresiones de congratulación y complacencia. En mi memoria quedo una de las apreciaciones, una
fantasía poética de Don Lathrop, un terapeuta junguiano de la costa oeste, un loco encantador cuya imaginación y
sensibilidad suelen ser mi único faro en los procelosos mares en los que naufrago una y otra vez. He aquí lo que él
publicó entre las cartas de burlas e insultos; un poema titulado "Shelly": 8

-Tengo miedo.
-Es sólo miedo -dices.
-No soporto esta agonía. I
-Sí que la soportas -dices.
-Quiero hacerlo, pero no quiero molestarme.
-Entonces no quieres hacerlo,-dices.
-Eres una bestia miserable, odiosa e insensible.
-Es cierto -dices.
-No me obligarás a hacerlo, ni con tus trucos astutos ni con tu indiferencia ni con tu mala voluntad para darme
aliento y apoyo.
-Es cierto -dices.
-¡Nunca lo haré! Creíste que me obligarías a hacerlo.
-Viejo, me importa un rábano lo que hagas, y no es necesario que des excusas. No eres divertido cuando te pones
así -dices.

El proceso de la curación siempre ha incluido trucos y trampas. Lo cual no significa nada siniestro. Las
técnicas terapéuticas del shamán de las montañas Nuba, cuyos pacientes son rudos cazadores, consiste
"principalmente en la habilidad para crear un halo de misterio alrededor de su persona, y para manipular palillos
y guijarros de cuarzo; y sobre todo, debe presentar un aspecto inalterablemente solemne, como si fuera el dueño
de un saber invisible para los hombres comunes". 9
En el trabajo contemporáneo de curar neurosis, los trucos no constituyen por cierto la única técnica que usa
el terapeuta, pero no son un mal comienzo. Lao Tsé nos aconseja "estar donde no están ellos" cuando
recomienda:

Lo que ha de encogerse
primero se ha de estirar.
Lo que haya que debilitar,
habrá que empezar por fortalecerlo.
Lo que se tenga que descartar,
antes hay que tomado en Cuenta.
El que quiera recibir
tiene que dar.

"Estar donde no están ellos" es la estrategia perfecta para usar con los pacientes durante la primera fase de la
psicoterapia. Por supuesto, todos sabemos que esa categorización del proceso terapéutico en Fase 1, Fase II,
Fase III, etc., es apenas un artificio para edificar una clasificación ilusoria, un muro ficticio inventado por
nosotros mismos al sentimos extraviados en el ilimitado océano de las interacciones vitales, nunca semejantes a
sí mismas, con otro ser humano. Le ofrece al terapeuta la momentánea ilusión del orden en el caos arrollador de
la vida en marcha. La teoría es nuestro modo de contamos cuentos de hadas, así como las interpretaciones
psicológicas son los cuentos que les contamos a los pacientes para reconfortarlos.

8 Donald D. Lathrop. "Shelly", American Academy oi psychoterapists Newsletter, junio de 1972


9 Joseph Campbell, The Mask ofGod: Primitive Mythology, Viing.Press, Nueva York.
10 Arthur Waley, rs; Way and its po·wer: a Study of the Tao Te Ching and its Place in Chinese Thought, Grove Press, Nueva York, 1958, pág. 187
Disfrute de mi cuento si puede. No es en absoluto necesario que lo crea. Cuando la ambigüedad entrópica de
mi trabajo me hace temer por la pérdida de mi Yo y de mi camino, siento la tentación de averiguar qué es lo que
estoy haciendo. No son ésos mis mejores momentos. En los mejores momentos, puedo gozar con la libertad
creativa de no tratar siquiera de comprender. Pero, puesto que existen esos momentos en que analizo, teorizo, y
trato de convencerme de que todo es claro y evidente, la disyuntiva que se me plantea es compartir o no esa
experiencia.
La historia más reciente ha sido más o menos así: toda terapia posible se ha dividido en tres partes, llamadas,
Fase 1, Fase 11 y Fase 111. La Fase 1, llamada introductoria, o de yudo, comienza cuando el paciente presenta los
síntomas que son su boleto de entrada a ese gran show de luces y sombras que llamamos psicoterapia. Hace su
primer número y el terapeuta se lo arruina colocándose dónde él no está (más adelante vuelvo sobre el tema).
Esta fase dura entre unas pocas sesiones y varios meses, período en el que por lo general el paciente deja de
presentar quejas. En este punto la terapia puede terminar, al haberse logrado cierto alivio, o pasar a la Fase II, si
se ha despertado la curiosidad del paciente acerca de su propia vida, y si desea llegar a una relación más Íntima
con el terapeuta.
La recompensa por entrar en la Fase II, fase intermedia o de la Intimidad, será un período de varios meses o
varios años de creciente proximidad entre médico y paciente, ambos más allá del combate contractual de la
primera fase, en un ambiente de amor y aventura de las almas. En algunas de esas parejas, la cura de las heridas
da lugar a una excitante peregrinación en busca del desarrollo espiritual. Uno de mis muchos sueños imposibles
es llegar a tratar sólo a pacientes sanos, dejar la Fase I a cargo de gurúes menores y limitar mi práctica al
exclusivo trabajo con pacientes que ya hayan sido curados con éxito.
Cuando la Fase II se acerca a su fin (en los casos en que lo hace), un miembro de la pareja (casi siempre el
terapeuta) comienza a hacer ruidos que suenan más o menos así: "Esto ha sido hermoso, pero hay algo de
espectral o irreal en seguir indefinidamente como vamos". Sigue un breve conflicto que suele terminar cuando el
paciente precipita el final con el último verso: "Usted sabe cómo lo quiero, doctor, y que ha sido una gran ayuda
para mí, pero me doy cuenta que se ha hastiado. Me voy".
Si el paciente se queda, será para recorrer la Fase III, la fase final o de la Separación. Esta prueba, entre dulce
y amarga, es tan dolorosa que muchos terapeutas toman sus precauciones para evitarla, sacándose de encima a
los pacientes durante las Fases I o II. La Fase tres dura entre unas pocas semanas y varios meses, alternando a
veces con falsos adioses y reencuentros. Si se la completa correctamente, el terapeuta y el paciente se separan
para siempre. Si no, el terapeuta queda para siempre hechizado, y el paciente (aunque nunca vuelvan a
encontrarse) sigue en terapia el resto de su vida.
Volvamos a las tácticas de la Fase 1. Han sido exploradas con agudeza en los trabajos de Wilhelm Reich,
sobre análisis del carácter; al comienzo deja de lado el contenido de las quejas del paciente, y se concentra en el
estilo con que las presenta. O bien:
En la terapia individual podemos guiar la atención del paciente hacia su historia pasada. En la terapia de grupo
podemos despertar la curiosidad del paciente hacia los procesos grupales. Cuando emprende así sea de mala
gana, estas tareas, puede comenzar a perderse a sí mismo, al entregarse al trabajo asignado. En la medida en que
esto lo desprende de su obstinada demanda de ayuda inmediata, surge una nueva posibilidad: ahora puede
empezar a ver al terapeuta y a los otros pacientes como personas reales, cada uno con su yo propio; como seres
que tienen un sentido ajeno a él, y que en consecuencia pueden tener sentido para él, y que en última instancia lo
ponen en contacto con el sentido de su propia vida. 12
En este punto, el terapeuta da una instrucción indirecta, ayudando al paciente a zafarse de sus viejos callejones
sin salida, abriéndole la posibilidad de una vida nueva. El perverso lema de esta instrucción es "Estar donde ellos
no están".
Al paciente que comienza hundiéndose en su historia personal, el terapeuta debe reconducido una y otra vez a
lo que está pasando aquí-y-ahora. Al paciente súper impulsivo, histéricamente emocional, es preciso detenerlo y
obligado a pensar en sus acciones, mientras que al obsesivo a quien paraliza un exceso de reflexión conviene
enfrentado a respuestas no racionales. Los pacientes que al comienzo se muestran severos consigo mismos deben
recibir un trato cortés e indulgente, mientras que a los lamentosos apiadados de sí mismos hay que imponerles
exigencias duras que no den lugar a excusas.

11 Wilhelm Reich, Character Analysis, Orgone Institute Press, Nueva York, 1949
12 Kopp, Guru, 1971. págs. 96 Y ss
Esta fase puede llegar a ser muy difícil. Requiere una enorme autodisciplina por parte del terapeuta. Irónica-
mente, una vez que el joven terapeuta se habitúa, puede significar también una tremenda y demoníaca diversión.
Por supuesto que no estará ausente la corruptora tentación de ser simplemente astuto y manipular al paciente:
lo cual implica sucumbir en la trampa de la omnipotencia del médico. Por mi parte, he descubierto que la mejor
protección para exorcizar al estafador que hay en mí, es mantenerme consciente de la persona del paciente,
renovar una y otra vez mi propia imagen de "médico herido". 13
Cuando lo hago, estoy en posición inmejorable para confiar en mí mismo, y para seguir el consejo de Carl
Whitaker sobre la respuesta a los pacientes. No alimentes al bebé sólo porque llora de hambre, salvo que la leche
ya empiece a correr por tus pezones.
A los que piden claridad, hablarles con metáforas. Los que exigen una confrontación directa en este estadio,
son los que tienen interés en que las cosas no se aclaren. La literatura Zen es un inagotable venero de tácticas
para nuestra Fase 1. 14
He aquí unos pocos ejemplos de respuestas de los maestros Zen a los monjes jóvenes que se acercan a ellos en
busca de iluminación.

1. Monje: ¿Qué significa el viaje del Patriarca desde el Oeste?


Maestro: Pregúntaselo a ese palo.
Monje: No comprendo.
Maestro: Yo tampoco. 15
2. Monje: Este terreno es excelente para edificar una choza.
Maestro: Olvídate de la choza; ¿qué me dices de las cosas esenciales? 16

3. Monje: He venido desde muy lejos sólo para verte. ¿Serías tan amable de darme alguna palabra de
instrucción?
Maestro: Desde que soy viejo, me duele la espalda. 17

4. Monje: ¿Qué medios emplearías para explicar el pensamiento Zen?


El maestro, mudo, alza su bastón.
Monje: ¿Eso es todo?
El maestro tira el bastón sin decir palabra. 18
Lao Tsé lo dice con la mayor claridad:
Las palabras rectas parecen paradojas. 19

Por supuesto que el comienzo de la instrucción (ya se trate del Zen o de la psicoterapia) no es el único
momento en que el gurú responde con trucos al paciente-peregrino. Recuerdo una ocasión en que hice objeto de
este tipo de burlas a un paciente en un grupo de terapia. Aquella tarde la sesión comenzó normalmente, con un
breve silencio inicial y luego, por turnos, cada uno de nosotros representó su papel. Melvin disfrutaba en su rol
de angustiado y deprimido, obsesionado por lo que hacía. "Es inútil", gimió. "En todos estos meses de terapia,
nunca he sido yo mismo". Le señalé que ése era un problema inexistente, pues nunca a nadie le ha sido posible
no ser uno mismo.
Pareció complacido por la oportunidad de seguir explicándose, seguir y seguir. Describió con lujo de detalles
cómo no podía ser espontáneo, no podía superar su temor a comportarse inadecuadamente, no podía reaccionar
aquí-y-ahora. Le ofrecí ayudarlo en ese mismo momento. Si se avenía a confiar en mí un minuto, yo le
enseñaría a confiar en sí mismo haciéndole experimentar el aquí-y-ahora, espontánea y competitivamente. Ante
la oferta de una oportunidad de resolver su problema, Melvin, por supuesto, se mostró renuente. Me miró con
suspicacia; pero al fin, urgido por la presión del grupo, dijo que al menos probaría.

13 Guggenbuhl - Craig, 1971, pág. 9l.


14 D.T. Suzuki, Zen Buddhism: Selected Writtings o/ D.T.Suzuki, comp. de William Barret, Garden City, Nueva York, 1956.
15 Suzuki, pág. 207
16 Suzuki, pág. 210.
11 Suzuki, pág. 225.
18 Suzuki, págs. 208 Y 223.
19 W aley, pág. 238
Durante esta conversación, yo tenía en la mano un cigarro encendido. En el momento en que Melvin accedió
a confiar en mí, se lo arrojé a través de la saja. En un segundo, sus modales letárgicos y gelatinosos dieron paso
a una acción alerta y furiosa: atajó hábilmente la colilla encendida, gritando: "Ya me tienes harto, Kopp!", y me
la tiró de vuelta con excelente puntería.
Sus ojos echaban chispas de sorpresa y vitalidad. Inesperadamente anunció: "Tengo otro asunto pendiente en
este grupo". Estalló en una catarata de insultos, largamente reprimidos, contra uno de los hombres del grupo, y
luego le dijo a una de las mujeres lo mucho que significaba para él. Cruzó la habitación con un claro designio y se
aferró a ella con una ternura sin frenos.
En medio del abrazo, comenzó a decir algo acerca de cómo arreglaría todo eso. Pero cuando el grupo le dijo
que se callara y disfrutara, pareció complacido de poder entregarse de nuevo al momento que vivía.
Aun cuando el "trickster" no sea un benefactor, nunca es en realidad una encarnación del mal. Es más un
bromista que un malvado, y si bien suele ocasionar catástrofes en quienes lo rodean, lo más frecuente es que él
mismo caiga en ridículos embrollos, como castigo por su torpeza, su precipitación y terquedad. "El trickster es
una figura colectiva, una suma de todos los rasgos inferiores de los individuos." 20 Es el epítome del ser humano
falible, una colección de las flaquezas y defectos que caracterizan a la naturaleza humana. Por eso en los cuentos
puede aparecer como un payaso, un bufón o un tonto.
Tiene ese tipo de inteligencia del que se burlaba mi madre cuando yo me enredaba en problemas insolubles. "El
niño muy vivo, muy vivo, ¡y resulta ser un tonto!", decía, con más simpatía que malicia.
El Coyote, la Araña, la Liebre, el Cuervo, o cualquier otra, de las encarnaciones del "trickster" en los mitos de
los indios norteamericanos, "no son simples versiones para adultos de los personajes de Walt Disney". 21 La
profunda imaginación cómica que representan es la del hombre no liberado aún de su animal. Veamos lo que
sucede cuando desafían su propia naturaleza, aunque lo hagan casi imperceptiblemente:
Un día que andaba dando vueltas sin nada que hacer, oyó de pronto que alguien le hablaba. Escuchó con
atención, Y la voz parecía decir: "El que me mastique defecará; ¡por cierto que defecará!" Eso es lo que decía.
"Bueno", dijo Trickster, "¿por qué dirá eso esta persona?" Para averiguarlo caminó en la dirección de la que
provenía la voz, y volvió a oír, muy cerca suyo:
"El que me mastique defecará; ¡por cierto que defecará!" Eso fue lo que decía. "Bueno", dijo Trickster,
"¿por qué seguirá diciendo eso?" Entonces salió caminando para el otro lado y se alejó bastante. Entonces,
muy cerca suyo, una voz pareció decir: "El que me mastique defecará: ¡por cierto que defecará!" "Bueno",
dijo Trickster "me pregunto quién será el que habla. Yo sé muy bien que si lo mastico, no defecaré." Pero
siguió buscando al que hablaba y al fin descubrió, con no poca sorpresa, que era un bulbo de un arbusto. Era
el bulbo el que hablaba. Entonces él lo cortó, se lo llevó a la boca, lo masticó y luego lo escupió. Hecho lo
cual se marchó.
"Bueno, bueno, ¿qué se hizo de ese bulbo tan charlatán? ¿Así que yo iba a defecar? Voy a defecar cuando se
me dé la gana, no antes. ¿Cómo podría obligarme ese pequeño objeto?" Así habló Trickster. Pero mientras
hablaba, soltó un gas. "Bueno, supongo que a esto se refería el bulbo. Pero él dijo que me haría defecar, y yo
me limito a expeler gases. De todos modos soy un hombre importante, por más gases que se me escapen." Así
habló. Pero mientras hablaba soltó otro; y éste fue realmente estruendoso. "Oh, qué tonto soy. Es por esto que
me llaman El Tonto." Ahora sentía venir otro gas. "Supongo que a esto se refería el bulbo." Lo soltó; éste fue
más sonoro aun, y empezó a escocerle el recto. "Bueno, ¡por cierto que es algo tremendo!" Entonces soltó un
gas con tanta fuerza que dio un salto hacia adelante. "Bueno, bueno, puede empujarme si quiere, pero no me
hará defecar", exclamó desafiante. La explosión siguiente le hizo levantar el trasero, y cayó en cuatro patas.
"Vamos otra vez!¡Otra vez!" Pues bien, no tardó en suceder de nuevo. Ahora la fuerza de la explosión lo
levantó por el aire y cayó al suelo boca abajo. Cuando estalló el siguiente gas, tuvo q ue asirse a un palo, pero
igual salió disparado, y al caer el palo le cayó" encima y casi lo mata del golpe. Acto seguido, se aferró a un
árbol que había ahí cerca. Era un álamo, y lo apretó con todas sus fuerzas; el gas que sobrevino le hizo
levantar los pies. Volvió a aferrarse con más vigor aun, pero al soltar el gas arrancó el álamo con raíz y todo.
Para protegerse la vez siguiente se asió de un árbol muy grande, un roble gigantesco: lo rodeó con sus
brazos. Pero cuando salió el gas se sacudió de tal modo que sus pies golpearon el tronco. Con todo,
sobrevivió. Entonces corrió hasta un poblado. Al llegar, gritó: "¡Escóndanse todos, que viene un gran
ejército, y los matarán si los encuentran! ¡Rápido, huyan todos!" Tanto los asustó que todos vinieron con sus
cosas y se escondieron encima de Trickster; también trajeron todos sus perritos. Entonces el bromista volvió a
soltar un gas, y la fuerza de la explosión hizo saltar cosas, personas y animales en todas direcciones. Cayeron
todos separados: los hombres se buscaban unos a otros, los perros gemían buscando a sus amos. Trickster se
rió tanto que al fin le dolió la cabeza. Se sintió muy atrevido. Sus problemas parecían superados. "Bueno, ese
bulbo era un charlatán", se dijo, "todavía no ha podido hacerme defecar." Pero en ese mismo momento sintió
deseos de defecar, aunque muy vagos. "Bueno, supongo que esto es lo que quería decir. De todos modos, ese
bulbo era un jactancioso." Mientras hablaba, sintió crecer su deseo "Aun así, era un fanfarrón; debió de
referirse a esto que siento." No bien hubo pronunciado estas palabras, comenzó a defecar sin parar. Al rato,
acuclillado, su cuerpo ya tocaba el excremento. Subió a un tronco y siguió, sentado en lo alto; pero aun así el
excremento terminó por alcanzarlo. Por último, se trepó a una rama baja de un árbol. Cuando el excremento
llegó a tocado, subió más alto y tuvo que seguir trepando cada vez más alto. No podía dejar d e defecar. Hasta
que llegó a lo más alto del árbol; era un sitio muy incómodo, y el excremento subía cada vez más. Trató de
cambiar de posición, pero la rama en la que se sustentaba estaba resbalosa, y se cayó, en su estiér col. Se
hundió en él, desapareció, y le costó un buen
trabajo salir. 22

20 Jung (1959), pág. 270.


21 Shaking The Pumpkin, etc. (1972), comentarios de Rothenberg, pág. 422
22 Radin, págs. 25-27.
Bajo su aspecto más respetable, el "trickster" -sabio- médico es "el arquetipo del héroe, el dispensador de todos los
dones, el inventor del fuego y maestro de la humanidad". 23 Es Prometeo liberado, el desafiante paladín que roba para
dar, sufre para curar, se alza contra los dioses opresivos para que el hombre pueda ser libre y desarrollarse. Pero su otra
cara es el atolondramiento y la falibilidad. Por eso, cuando en mi arrogancia de gurú me embauco a mí mismo, la
sabiduría consiste en prestar oídos a esas voces que me previenen contra mí mismo. A veces los pacientes me ayudan, al
no tomarme en serio. A veces "los enemigos son los más útiles". 24 En ciertos casos, sólo otro "trickster" puede
percatarse de mi juego. Así fue que, tras una experiencia turbulenta (y exitosa, para mí) en un Seminario de la American
Academy of Psychotherapists, un querido amigo y colega-gurú me escribió sus impresiones acerca de mi nueva vida
tras la operación al cerebro que sufrí (y de la que sobreviví a duras penas) hace casi tres años. 25 Decía:
Las jaquecas son el recordatorio indispensable del nudo central de tu chifladura, del lado Oscuro, el
lado que te destruirá si no lo examinas. Se manifestó físicamente en el tumor -con el que ahora te
mantienes en un equilibrio simbiótico- y psíquicamente (palabras permutables) en el episodio psicótico.
Decodifica el episodio psicótico y tendrás la respuesta. Las jaquecas son la clave de tu supervivencia.
Ya ves que has llegado a tolerarlas en lugar de menoscabarlas. Cuando Joen (otro terapeuta) te
enseñaba cómo cambiar de sitio el dolor, estuve en un todo de acuerdo salvo cuando trató de que
lograras sacar de ti el dolor. Eso hubiera sido letal. Creo que es un problema de dependencia, y de
quién o de qué podemos depender. Tú estás resistiéndote a Dios (el yo). Es el problema en el que no nos
ponemos de acuerdo. Como aún no lo reconoces, el Yo debe hacerlo todo. Identificas a tu Yo con las
imágenes arquetípicas del yo (Dios): por eso tú te ves en la obligación de ser Moisés, el Curador, el
Jasídico, el Gurú, o lo que sea. Te impones tú solo la construcción de la pirámide... cuando
nnumerables manos se tienden en Su ayuda. No eres el Faraón: Él vive dentro tuyo para guiarte, para
enseñarte, para conducirte, si fuera preciso. Sólo aceptas la ayuda de Roz, La Madre (un tercer
terapeuta del seminario). Es una actitud peligrosa, pues su lado negativo es la devoración, la
incorporación y la muerte. También ahí supiste mantener el equilibrio correcto.
Si existe un principio divino de ordenamiento al que puedes transferir el esfuerzo de la vida, entonces
te transformas en un nuevo adorador, postrado con humildad y obediencia a sus pies, los ojos bajos por
miedo a que se ofenda si llegas a "conocerlo" (de ahí la tentación a usar el poder que por derecho le
pertenece a él).
Buenas noches querido y amable compañero de ruta.
Don

Me queda algo por decir aún. Después de pasar cinco días contigo, pienso con más claridad, con más
simplicidad. Puedo decir "sí" y "no" de nuevo. -'El análisis-entretenimiento-teoría junguiano puede no
ser más que un hermoso bordado hecho por Mamá y Papá y la Civilización Occidental, en la almohada
de un obsesivo compulsivo.
Me mostraste lo nefasto de mi "tolerancia", mi "aceptación", mi "paciencia" y mi "comprensión". Así es
como me transformo en la Gran Madre que esclaviza al mundo y lo guarda en su vientre. Vuelvo a ver
una luz en la oscuridad.
Con amor,
Don
Una expresión reciente de mi combate personal con la pesada carga del papel de curador- "trickster", está
escrita simbólicamente en el crecimiento, uso y posterior retiro de mi barba al estilo Viejo Testamento-
Mefistófeles- Psicoanalista-Mago. Hace muchos años me dejé la barba completa, por divertirme y por simple
vanidad. También obedecía a mi sentido teatral, pues la barba era parte del disfraz de mi profesión, como los
dientes de leopardo que los médicos brujos ensartan en sus collares.
Me sentí encantado por la atención que despertaba -esto era antes que los coiffeurs de la adison Avenue
transformaran mi estigma en el último grito de la moda-En aquellos tiempos me proporcionó cierta protección,
porque nadie pretendía que un barbudo se condujese con corrección. La imagen de mi nuevo yo con barba, según
mi propia fantasía, era una mezcla de feroz hombre de las nieves, de shamán sin domesticar, y a la vez de un
profeta viejo y sabio, y padre arquetípico. Me sentí halagado cuando un paciente me dijo que yo parecía un "Santa
Claus para los chicos malos".

23 C.ampbell 09.')9). pág. 274


24 Guggenbuhl Craig (1971), pág. 29.
25 Donald D. Lathrop. Fragmentos de su correspondencia personal

Más tarde, cuando la enfermedad trastocó mi vida, y volví a la terapia como paciente, mis cambiantes
configuraciones internas me llevaron a otros sitios, y comprendí que debía renunciar a este emblema de poder.
Más allá de la desesperación, había vuelto a encontrar mi camino, y estaba dispuesto a vivir. Quería proclamar mi
inocencia, ver mi rostro original tal como era antes de mi nacimiento. Estaba dispuesto a ser más abierto y
vulnerable. Tuve miedo, pero uno de mis hijos me aseguró que si me llegaba a ver envuelto en una pelea con
alguien a quien mi aspecto nuevo no intimidase, podía mostrarle una foto de mi época de barbudo.
Cuando se me ocurre algo, casi siempre lo digo, y a veces con demasiado entusiasmo. Mi esposa es un ser
mucho más discreto que yo. Cuando le comuniqué mi decisión de afeitarme, como siempre me alentó a cumplir
con mi determinación. Ya me había dicho que creía conveniente que mi boca estuviera visible; según ella los
sonidos que yo emitía desde la barba eran equívocos, pues el aspecto de mis labios era mucho más trémulo Y
vulnerable que mis resonantes palabras y luego me derribó (como lo hace tantas veces) al sugerir que yo
comenzaba, al fin, a superar la pena por la muerte de mi madre. Hasta ese momento no se me había ocurrido que
fue en aquel verano, hace siete años, cuando decidí por primera vez dejar crecer esa máscara estoica.
Pensé esperar y afeitarme durante las vacaciones, pero la separación y reencuentro con los pacientes ya sería
bastante difícil sin esa transfiguración dramática e inesperada. Tanto mis pacientes individuales como los de
grupos percibieron mi cambio de aspecto de un modo en general plausible, pero el significado que le atribuyeron
los dividió en dos bandos. Casi todos me vieron más humano, más común, menos poderoso, pero a la mitad eso le
agradó, mientras que los otros se asustaron, pues deberían retirar de mí sus proyecciones y asumir plena
responsabilidad por sus propias vidas y por su trato conmigo.
En cuanto a mí, yo trataba de abdicar como gurú, de acercarme a otros, de mostrar mis debilidades para poder
hacer preguntas y captar más simpatía y ayuda. Estoy cansado de este perenne viaje de Moisés, cansado de
conducir a otros a la Tierra Prometida y verla sólo desde una cima lejana, y quedarme afuera mientras otros entran.
Y sin embargo sé que nunca me libraré de la carga y la tentación de la Misión del Médico- Trickster, misión que
es mi vida. A veces, creo que todo lo que me queda por aprender es el truco más poderoso de la magia, el truco de
no tener trucos.

.
CAPÍTULO V
COMUNIDAD DE PECADORES

Al Padre Arquetípico se lo ve siempre bajo los rasgos de un Dios-Juez como el del Viejo Testamento.
Alguien que decide si hemos sido buenos o malos y si merecemos recompensa o castigo- Casi todos se Lo
imaginan como un padre iracundo, sin compasión. Pero cuando la Piedad atempera el Juicio, la imagen se
vuelve más equilibrada, como la que vemos en la carta del Tarot que representa a La Justicia. Esta diosa griega
levanta con la diestra una espada de doble filo capaz de cortar en ambos sentidos, Y separar lo bueno de lo malo.
Sin la venda, que es un aditamento contemporáneo, sus ojos bien abiertos leen las precisas indicaciones de la
balanza que sostiene en la mano izquierda. Si es tallada en posición correcta, promete que la Justicia se
cumplirá sin los preconceptos y prejuicios de la moralidad convencional. Si sale invertida, previene contra los
errores de jueces no imparciales.
Todo paciente que viene al consultorio psicoterapéutico cree que está enfermo, que su vida es indigna o
insuficiente de un modo u otro. Se considera el portador de una patología de la que hay que aliviarlo, o de un
mal que tendrá que superar. Su desdicha es una neurosis susceptible de cura, su personalidad un defecto a
corregir. Se ve a sí mismo como un ser quebrado, y desea recobrar su integridad. No ha comprendido aún que
las opiniones extravagantes y las conductas peculiares que hoy lo atormentan comenzaron en la infancia como
intentos sensatos y realistas de aprehender lo que estaba fuera de su alcance. Emergieron hace mucho tiempo, como la
única estrategia que podía salvarlo del calamitoso y desatinado mundo en el que creció. Estas conductas, hoy tan
molestas, fueron en su momento las únicas armas que tuvo para sobrevivir. Ahora está pagando por haber mantenido en
pie ese estilo obsoleto. No advierte la diferencia entre su mundo adulto y el hogar en el que, de niño, se sintió tan
desvalido. No asume la libertad que le permitiría ser el dueño de su propia vida. Una vez sano, sus viejas soluciones ya
no son viables; y al ver que no funcionan, percibe que algo anda mal en él. Se siente raro, aislado, "fuera de foco".
¿Cómo podría llegar a saber que esos problemas Con los que se debate, son los mismos problemas con los que nos
debatimos todos? Al fin de cuentas, entre los hombres son más las semejanzas que las diferencias. En cada uno de
nosotros, lo esencial es nuestra común humanidad. Cuando un hombre no halla su lugar en la difícil situación que
compartimos, su desdicha se compone de soledad insufrible, y auto desprecio. Martin Buber escribió: "Toda vida
verdadera es reunión". 1 ¿Pero cómo puede encontrar un hombre a otro si se siente indigno de reconocimiento, si cree
que el otro está por encima de él? Vive en un mundo de personas vitalmente enteras, mientras que él se considera
disminuido. Está seguro de que nadie sufre problemas como el suyo. Hasta sus intentos de dar solución a esos problemas
parecerían extraños y ofensivos ante el resto del mundo. La vergüenza y la desconfianza le impiden revelarse ante nadie;
la soledad y aislamiento resultantes crean una sensación cada vez mayor de singularidad. El proyecto de confesarse se
hace más doloroso aun. ¿Pero quién puede aceptarlo, si nadie lo conoce? Su desesperanza se acentúa. La confianza en
otros se hace más y más difícil, hasta que todo lo que le queda a ese hombre es la protectora caparazón de la soledad.
Existe, por supuesto, la tentación de proyectar sobre otros las penumbras de nuestra alma, así como nuestra
autocondena, y de ese modo poder consideramos buenos. Durante mucho tiempo yo viví en la fragmentación, en un
conflicto paralizador, hasta que comencé a desarrollar una persona socializada, una máscara aceptable, un barniz
civilizado con el que disfrazar mis tinieblas.

1 Martin Buber, citado en Martin Buber: An lntimate Portrait, por Aubrey Hodes, The Viking Press, Nueva York,
1971, pág. 21
A veces mi lucha implicó la angustia moral, como cuando sentí la tentación de la heroína como evasión del
dolor. En otros momentos, "mi lucha" no era más que un pomposo pretexto, una cortina de humo para ocultar mis
mezquinas ansiedades. Un ejemplo es aquel verano de mi juventud en el que concurrí al Bryant Park. Detrás de la
famosa Biblioteca Pública de la Quinta Avenida, en Nueva York, hay un parque cuyo nombre honra la memoria de
William Jenning Bryant. La concurrencia diurna es la típica amalgama urbana de empleados que almuerzan sus
sándwiches, jóvenes cortejantes, viejos, desocupados, contemplativos, todos gozando del sol y de la oportunidad de
estar cerca del prójimo sin darse por aludidos.
Pero con la caída del sol las cosas cambian. A esa hora salen a escena actores más coloridos, más decadentes,
más ardientes. Esos noctámbulos que vienen a rendir homenaje a los pies de la estatua de "Madre Bryant" son
una subcultura de victoriosos homosexuales masculinos, asopranadas "reinas de la noche", travestis enfundados en
vestidos que casi satirizan esa femineidad deseada-odiada. Y muchos otros. A algunos se los llama "trade" (comercio),
hombres que aún no saben que son homosexuales, y participan, supuestamente, "sólo por el dinero” y también su
elemento macho al que se lo llama "dirt" (basura); son los que vienen al parque a sostener su incierta virilidad
sacudiendo a las mariposas. Pero hasta el último homosexual sabe que "La basura de este año es el comercio del
año que viene".

Y además estaba yo, el más raro de todos. Incapaz de aceptar que lo que me llevaba a ese perfumado mundillo
eran mis propios impulsos homosexuales, venía como psiquiatra novicio, 'como falso antropólogo. Llené un
fichero de "historias clínicas". Así me fue posible disimular mi voyerismo homoerótico con la máscara del joven
profesional de la salud mental. Aun hoy me resulta embarazoso recordar ese fraude. Pero creo que no engañé a
nadie más que a mí mismo.
En los años siguientes se me hizo tan importante escalar los peldaños de mi profesión, ser considerado un
triunfador, o por lo menos una promesa, que comencé a perder la vitalidad de mis años salvajes. Me transformé
en un intelectual, un moralista tedioso, y entré en la opresiva danza de la superintegridad. Perdida mi sombra, pasé
varios años sin substancia.
Logré salvar lo que quedaba de mí yendo a trabajar a un Instituto para Criminales Insanos. Yo era joven y muy
inmaduro como terapeuta, pero lo que me faltaba de talento lo tenía de buenas intenciones, arrogancia y
pedantería.
El comienzo fue especialmente difícil. Al terminar el primer día, todo lo que quedaba de las impresiones de la
tarde era un montaje de barrotes de acero y rostros de crueldad criminal. Uno de los enfermeros me había dicho
que allí "todo se sabía". De algún modo los internados se habían informado sobre mi persona, y sobre el momento
y el porqué de mi aparición, incluso antes de que lo supiera el personal. Muchas veces en el futuro volví a tener
problemas con estos chismes internos. Pero nunca logre averiguar por qué procedimientos mágicos consiguieron y
se comunicaron esos planes de la administración aun antes de que hubieran pasado del estadio de conversaciones
preliminares.
No sólo fue misterioso; también me dejó indefenso, pues yo había fundado ciertas esperanzas en mi anonimato
en esa primera visita. Pero no sólo me conocían, sino que algunos se burlaron lamentándose de que no estuviera
mi supervisor para ayudarme. También hicieron alusión a mi disgusto por no haber encontrado desocupado mi
departamento. Luego, si sabían quién era yo, también debían saber que estaba ahí para ayudarlos. ¿Entonces por
qué estallaron en gritos obscenos sobre "el nuevo doctor del manicomio" y "el maestro del sexo"? ¿Por qué
obstruían mi paso por los corredores y esperaban casi hasta el último momento para ver si yo daba la vuelta o
aceptaba el desafío?
No era eso lo que yo había esperado, ni mucho menos. Había creído que pasaría casi desapercibido, y podría
formarme una impresión, estudiar a los hombres y luego hacer mis planes para manejarlos. Pero las cosas
sucedieron al revés. Me puse en la más descarnada evidencia ante su escrutinio, me sentí inseguro ante sus
desafíos, y ansioso al ver que no me tomaban en serio.
En ese momento lo único claro en mí era mi aguda incomodidad. Mis facultades analíticas, sutiles en
situaciones normales, habían sido desordenadas. Me sentía perplejo. Quizás todo se debía a que era mi primer
enfrentamiento con la personalidad criminal. Yo estaba acostumbrado a los neuróticos obedientes a la ley. Era sólo
Cuestión de cambiar el marco de referencia, establecer una serie de normas nuevas con las cuale s juzgar a estos
pacientes desconocidos. Después de todo, me era fácil Imaginarme a mí mismo en lugar de pacientes perturba dos;
pero en lugar de un criminal…
No quiero decir que no hubiera sentido nunca, desde lo profundo de mi ser, un impulso de tal naturaleza. Tenía
esos deseos, pero para mí, pasada la infancia, nunca escaparon a mi control. Mi mente los sojuzgaba, les hacía
saber cuál era su lugar y quién era el amo. Sin duda yo era la clase de persona adecuada para ayudar a esos
delincuentes a retornar al control y a la aptitud social. No es que quisiera volverlos conformistas, qué va, yo era un
terapeuta rebelde. Pero podían ser individualistas dentro de los límites del sistema social. Podían llegar a confiar
en
la corrección de sus juicios, en la aceptabilidad de su conducta, como lo hacía yo, que me había rescatado a mí
mismo de mi propio extravío adolescente, y ahora rescataría a otros. Claro que no podían esperarse milagros.
Estos hombres provenían de ambientes corruptos y patológicos, y aun con ayuda de expertos, habría límites
infranqueables para nuestro trabajo. Pero sí se los podría ayudar a no repetir sus actos criminales. En mi papel de
terapeuta, tendría que vérmelas antes que nada con su profundo sentimiento de culpa; pero todo llegaría en su
momento.
A modo de experimento, dejé que mi fantasía me llevara al mundo de ellos. ¿Qué crimen habría podido
cometer, que hubiera causado mi detención? Había que descartar el robo a mano armada. ¿Asesinato? [Nunca! Un
crimen sexual, quizá. Después de todo, me ocuparía especialmente de ese tipo de criminales. Veamos. La
homosexualidad, por supuesto, podía ser dejada de lado y con toda seguridad nunca haría algo tan brutal como
atacar sexualmente a un niño. Y la sola idea de exhibir en público mis genitales era demasiado embarazosa,
además de indigna.
Violación! ¿Qué tal una violación? Bueno... eso sí era más probable: Además podía estar sobredeterminada,
puesto que mi' título de terapeuta, "therapist", puede dividirse en esas dos palabras, "the rapist" (el violador).
Sí, eso era. Violación, precisamente. Un crimen que cualquiera puede cometer bajo circunstancias adecuadas.
Hasta ahora todo iba sobre ruedas. Era cada vez más fácil. Ya me veía entrando en ese mundo, y recién era mi
primer día.
Ahora, el paso siguiente. ¿Cómo sería estar encerrado con esos hombres? Esa tarde había visto las celdas desde
afuera, pero no sabía qué aspecto tendría el exterior visto desde las celdas. Cerré los ojos y me vi sentado en un
duro catre de prisión. La sombra de los barrotes dividía el minúsculo espacio en bandas claras y oscuras. De
inmediato sentí la estrechez de las paredes. Pero mi fantasía no podía expandir esta celda, menor que sus modelos.
Me asfixiaba más y más. Y entonces, cuando quise mirar más allá de los barrotes, el frente de la celda se pobló de
rostros horribles, sarcásticos, siniestros…
Al instante volví a mi cena. No me convenía ir muy lejos el primer día. Tenía tiempo de sobra. Y además, de
pronto me sentía muy cansado. Después de todo, había sido un día largo y agotador.
En vista de lo cual, quizá fuera mejor volver al Instituto no bien terminara de cenar. De ese modo el sereno
podría conducirme a mi cuarto antes de empezar sus guardias. Podría leer un rato y luego dormir toda la noche. Sí,
un plan excelente. Ya me sentía mejor.
Al llegar al Instituto, me fastidió un poco la noticia de que la habitación que temporalmente se me había
asignado estaba en el ala de los enfermos del edificio de los internos. Es cierto que ambas secciones estaban
perfectamente separadas; pero aun así, me pareció una imposición inadecuada, por más que fuera provisoria. Por
un instante, lamenté mi impaciencia; debía haber pospuesto mi llegada hasta que se desocupara mi departamento
en el edificio del personal.
En fin. Lo que necesitaba por el momento era soledad, un lugar para dormir. Ya casi había empezado a
sentirme de nuevo dueño de la situación cuando el enfermero me mostró un cuarto desocupado y me deseó buenas
noches.
Tras agradecerle al anónimo hombre de blanco, entré al cuarto gris y desnudo, parpadeando frente al único foco
que lo iluminaba. Mis pertenencias habían sido apiladas sobre una cómoda de metal, sin espejo. Este mueble era
tan poco atractivo como los otros dos que había en la habitación: una pesada silla de madera, sin brazos, y una
cama poco acogedora, con aspecto de catre de preso.
Sin pensarlo más, me puse el pijama y las medias de dormir; así me sentía más cómodo. Me deslicé cautelosamente
en la cama chirriante, y casi pude sentir los muelles herrumbrados a través del colchón, cuyo espesor no debía superar
los cinco centímetros. Dios mío, esos muebles eran tan inadecuados como los de los internos. ¿Cómo se las arreglarían
los enfermeros? Quizá les permitieran hacer más hogareños los cuartos. Como estaban, ni un solo cuadro alegraba las
paredes. Ni el menor tapete suavizaba el piso de piedra. Sólo faltaban los barrotes.
Me apuré a empuñar mi ejemplar del enorme volumen que siempre velaba en mi cabecera, así como otros tienen
su Biblia. La mía se llamaba Teoría Psicoaruilitica de las Neurosis. Recorrí el índice y tomé nota de las páginas donde
se hablaba de la conducta criminal, el robo, el homicidio, las desviaciones sexuales, etc., y sus relaciones con los
conflictos del superyó y el ello, el complejo de Edipo, y otras tranquilizadoras realidades bien conocidas por mí.
Pero al tiempo que trataba de comprender en estos términos a mis nuevos pacientes, fui sintiéndome demasiado incómodo
y distraído, y no pude concentrarme. El cuarto era poco acogedor, desnudo, y de pronto advertí lo horriblemente pequeño
y estrecho que era, casi como si me asfixiara. Qué raro, nunca antes había sufrido de claustrofobia. Decidí tomar nota de
ese fenómeno para un futuro autoanálisis.
Sin embargo, por el momento era evidente que mi mejor alternativa era dormir. Tenía que estar descansado y despierto a
la mañana, si quería hacer un buen papel frente al superintendente médico y a otras figuras importantes que me
presentaría mi supervisor. No tenía sentido dejar que la fatiga me pusiese en desventaja.
Con un esfuerzo final, aparté las sombras de los pensamientos vagos y perturbadores que amenazaban mi rápida y
completa relajación. Alzándome un poco, tiré del cordón que apagaba la luz. Cerré los ojos, me zambullí en el
inconmovible colchón y me dejé hundir en el amable estanque de los sueños. Pero, extrañamente, no se abrieron de
inmediato las puertas de lo que yo, medio en broma, había llamado "el merecido sueño del inocente".
Algo saltaba hacia mis párpados impidiéndome retirarme hacia la profunda y suave tiniebla que había detrás
de ellos. Al abrir los ojos, no pude precisar de inmediato qué era lo que me molestaba. Poco a poco advertí que un haz de
luz cruzaba lentamente, en ambas direcciones, la pequeña ventana de mi cuarto, llenándolo de una luz difusa pero
molesta.
Me levanté y miré por la ventana: frente a mí tenía, inesperadamente, el patio de máxima seguridad, ahora
vacío, en el que los internos tomaban su recreo diario. Desde torres en dos de los rincones del muro que rodeaba
el patio, enormes faros paseaban sus destellos, como si se tratara de pescar a alguien que quisiera evadirse. Eran
esas luces las que me habían impedido dormir. Ahora, bien despierto, pude imaginarme al impasible guardián
apostado en la torre, agazapado sobre un arma letal, de grueso calibre, con el seguro descorrido.
Fue una semana de noches largas y difíciles, llena de pesadillas. Pero, no sé por qué, nunca pude recordarlas
del todo cuando salía del cuarto cada mañana.
Me consideraba a mí mismo "bueno", pero no conocía la paz. Algunos de los enfermos se consideran buenos, otros
malos. Cada uno tiene su destino. Los malos se vuelven pacientes. Los buenos a veces se vuelven terapeutas.
Irónicamente, para algunas de esas almas enfermas, la terapia grupal es una situación menos exigente para el
comienzo de la transferenda y cambio, que la confrontación persona-a-persona· de la terapia individual; en esta última el
paciente tiene a su cargo por lo menos la mitad de la responsabilidad por lo que sucede en cada hora. En el grupo, es uno
más entre ocho pacientes, y puede ganar tiempo y coraje sentado en un segundo plano mientras el espacio psicológico es
ocupado por los pacientes que exigen atención para distraerse a sí mismos de su soledad.
Por más apoyo que proporcione el grupo, hay, por supuesto, caminos erróneos, y descréditos para todo lo
que se logre. Recuerdo cuando, hace muchos años, comencé a dirigir a un grupo institucionalizado de hombres
maníacos sexuales. No bien nos reunimos, hubo un sentimiento falso de comunidad instantánea, nacido de las
esperanzas de esos parias sociales. Hasta ese momento, cada uno de ellos había sobrellevado una vida secreta y
vergonzante de perversión y compulsión. Cada uno estaba aislado en su horrible y peligroso secreto, un secreto culpable
y excitante, una cara oculta de ellos mismos, que enmascararon durante muchos años.
Ahora al reunirse como prisioneros-pacientes en un Instituto para Criminales Insanos, lo primero que compartieron
fue la confesión de sus crímenes secretos. Yo era demasiado joven, inmaduro y engreído para comprender que era
mucho más fácil para ellos hacer sus confesiones que dejar que se los conociese como personas, confiadas y
vulnerables. Después de todo, ya sabían que todos ellos eran maníacos sexuales. Sólo necesitaban la seguridad de que no
estaría fuera de lugar una confesión mitigada, Y hasta justificadora, de homosexualidad, violación, pedofilia,
exhibicionismo, incesto, o lo que fuera. Pero aparte de esta apariencia de abertura, no tardó en sobrevenir un falso
ambiente de camaradería, de
confianza y respeto mutuo. Yo deseaba a tal punto este tipo de "progreso", que cerré los ojos a su falta de autenticidad.
Mi propio modo de hacerme conocer era, después de todo, tan inauténtico Y ambiguo como el de ellos. En lugar de
revelarme como otro ser humano conflictuado, revestí la apariencia del médico seguro y experimentado. El resultado fue
un breve éxito en el que explotamos los miedos y las vanidades ajenas.
En aquel entonces mi propio status profesional era el de un practicante, pero oculté el hecho lo mejor que pude,
especialmente a mí mismo. El terapeuta mayor con el que dirigía el grupo toleraba divertido mi arrogancia. Cuando me
dijo que estaría enfermo un par de semanas, me propuso cancelar las sesiones del grupo durante su ausencia. Molesto
por su condescendencia, insistí con tenacidad en que yo podría manejar la situación. Sin duda él estaba equivocado al
creer que el grupo aún no estaba en condiciones de estallar. Decidió dejar que yo lo averiguara por mí mismo; maldito-
bendito sea.
Cuando me dirigía a la primera sesión a mi cargo, me distrajo la epifanía de un cartero cuya sola presencia me sacaba
de mis casillas. Cruzaba el vestíbulo con la majestad de un ganador, del que tiene algo que le falta al resto del mundo.
Cuando nos cruzamos, su saludo quebró la serena confianza y concentración que yo había reunido y en la que había
decidido persistir. El saludo siempre igual del cartero, pronunciado con un tartamudeo exasperante, era: "Hola, viejo
¿qué puedes decirme... con seguridad?" A duras penas musité mi saludo, mientras decía para mis adentros "Bastardo",
ya en ese momento sabía que no lograría recordar cómo había terminado la sesión anterior del grupo. Me
consolaba pensando en una de las ventajas de ser un psicoterapeuta: podía transferir a los pacientes la responsabilidad de
recordar los pasos previos. Y además, de todos modos, era muy probable que alguno comenzara con un tema nuevo, o
volviese a uno anterior. Y yo recordaría la sesión anterior si alguien hacía alusión a un material mencionado. Cuando no
me apremiaba a mí mismo, los sentimientos y experiencias descriptos por los pacientes, si se relacionaban con lo que se
decía en el momento, surgían en mi memoria como por arte de magia. Creo que algunos poderes se aceptan sólo si no se
los examina.
Me di cuenta de que estas preocupaciones por mis propias ideas me habían hecho detener involuntariamente cada vez
que sonaba detrás de mí una de las pesadas puertas de metal. Y aunque me dirigía al tercer piso, sentía como si bajase a
lo más profundo de la tierra.
Al fin llegué. Al ir a ocupar mi lugar entre los hombres del grupo ya sentados, sentí la presencia de un vago
sentimiento en los rostros serios. Sin duda se preguntaban qué pasaría con el otro terapeuta; sus expresiones así lo
revelaban. Creí que convendría empezar disipando esa ansiedad.
-Buen día -dije lentamente- Me temo que el otro terapeuta está enfermo. Pero no se preocupen. No es nada serio, sólo
un caso de ...
-Sí, ya lo sabemos -dijo Ross-: sarampión.
Ross siempre parecía ser el verdadero líder del grupo.
Su interrupción me desconcertó por completo.
Una vez más los rumores les permitían saber más de lo posible. Pero al menos no sabían cómo me sentía yo, siempre
que pudiera seguir ocultando mis dudas. Les dije:
Bien, no es necesario que cambie nada por su ausencia. Comencemos la sesión
Hasta ese día, yo había soportado con la mayor paciencia el momento de silencio con el que solían comenzar las
sesiones. Pero nunca me había parecido tan largo y ominoso como ahora. Decidí que tendría que esperar. De modo que
esperé, buscando en silencio una señal, algo en sus rostros que me permitiese saber qué pensaban. Me pareció que
transcurría una eternidad, pero cuando eché una mirada subrepticia al reloj vi que apenas habían pasado unos minutos y
de pronto comprendí. Ellos no sabían si podían depender de mí. Temían por mi juventud, mi inexperiencia. Al menos
ése era un problema que yo podía resolver. Interpretaría sus sentimientos, en especial los inconscientes. Los impulsos
reprimidos son siempre los que ofrecen mayores resistencias.
-Ya sé cuál es el problema -comencé airosamente.
En mis oídos, mi voz parecía retumbar en el vacuo silencio del corredor de piedra; con todo, seguí adelante:
-El otro doctor ha sido para ustedes una especie de padre sustituto en la terapia, y por eso, naturalmente, sienten que
nadie puede reemplazarlo.
Más silencio. Los hombres no se movían ni hablaban.
Se limitaron a mirarme. Por un instante creí ver la huella de una sonrisa en algunos de ellos.
-Lo que quiero decir -agregué tras una breve pausa- es que, cuando eran niños, cada uno de ustedes idealizó a su padre.
Aunque lo temían, se identificaban con él. Ahora todos esos sentimientos han sido transferidos a él. ¿Se dan cuenta de lo
que significa eso?
No hubo respuesta. Y entonces Ross, con fingida seriedad, me dijo:
-No, Doctor, díganos usted lo que significa.
-Ya veo. Ustedes están resentidos porque yo vengo a ocupar su puesto. ¿Es eso? Está bien, puedo aceptarlo.
(por qué no me dicen lo que sienten al respecto? Después de todo, de lo que se trata aquí es de decir todo lo que se
quiera.
Ahora estaba seguro de ir por la buena senda.
-Mierda -dijo Tommy en tono adormecido. Siempre decía lo correcto cuando se enloquecía.
-Eso es, eso es. Adelante -lo alenté.
-Eso es todo: mierda.
La cosa no marchaba.
-¿y qué dicen los otros? -pregunté-, ¿están resentidos conmigo, no?

Los otros se dirigieron a Ross, no a mí.


-Dile, Ross.
-Sí, vamos.
-Dile al doctor.
-Vamos, viejo.
-Pues bien -comenzó Ross irguiéndose y hablando con seguridad cada vez mayor:
- supongo que me han nombrado orador. No queremos que esto se transforme en una sesión de quejas, pero tenemos
algo que hacer. Y queremos saber qué va a hacer usted al respecto.

-¿Es sobre mi aparición hoy, no es cierto? -dije en tono de conocedor.

-No, viejo, es sobre Red - me contradijo Ross. Señaló hacia el paciente pelirrojo que se había incorporado recientemente
al grupo, y parecía muy incómodo. Ross siguió:

-y nuestros sentimientos sobre Red no son reprimidos ni son inconscientes. Queremos que lo reemplacen por otro...
cualquier otro. Y no me refiero a mi padre.

Me sentí desorientado, y ellos lo sabían.


-Bueno.., este... este... dígame algo sobre esos sentimientos -murmuré débilmente.
-Es una rata -exclamó Tommy en dirección al pelirrojo-, y no nos gustan las ratas!
-Sí, sí, dile todo -aullaron los otros.
Ross se hizo cargo de la situación de nuevo, complacido con su papel:
-En el grupo tenemos una regla, doctor. Usted debe conocerla: "lo que pasa en el grupo, queda en el grupo",
y si un tipo quiere quedarse en el grupo no debería andar abriendo la boca por todas partes.
En ese momento se volvió hacia Red: -Eso lo digo por ti, rata colorada!
-Por favor, un minuto -supliqué. Pero me di cuenta que el curso de la sesión estaba fijado irrevocablemente.
Red se había ido asustando más y más mientras lo acusaban, pero estaba decidido a defenderse si podía:
-Sí, esperen un minuto, muchachos. Yo tengo tanto derecho a estar aquí como cualquiera. Yo también cometí un crimen
sexual.
-Sí, tenías derecho a estar aquí -dijo Don con lentitud-, pero perdiste ese derecho cuando nos vendiste.
-yo no le hice nada a nadie -protestó Red-. ¿Quién dice algo contra mí? El que lo diga es un maldito embustero.
-Oh sí -dijo Hoss-: pues bien, entonces también son embusteros los otros seis tipos que sabían lo que pasó en la última
sesión. Tengo una lista de nombres y la prueba aquí mismo en este papel.
Buscó algo en el bolsillo de su camisa. Red intentó otra táctica:
-Está bien, está bien, supongamos que dije algo. Cualquiera puede cometer un error.
-Tiene razón -dije vacilante.
-Es imperdonable -pontificó Ross-: ya se lo habíamos previsto.
-Esa regla es nuestro evangelio -dijo Charlie-. Yo mismo se lo advertí cuando vino a la primera sesión.
- ¿y qué importa, al fin de cuentas? -estalló Red-, ¿qué diferencia hay en que lo sepan? Todo quedó registrado cuando
los detuvieron.
-Sí, quedó registrado -le respondió Ross, con acritud-, y eso fue bastante hiriente para nosotros y vergonzoso
para nuestras familias. ¿Por qué vamos a tener que volver a pasar por eso? Todos los otros en el Instituto saben que
estamos aquí por crímenes sexuales, pero no tienen por qué enterarse de nada más
Red estaba preparado para contestarle:
-Ah, te sentiste tocado como marica, porque esos tipos podían pedirte algún favor?
-Por lo menos, es mejor que ser un violador de chicos -le respondió Ross.
¡Basta! No te lo permito -dijo Red con el rostro encarnado-, estoy aquí por Conocimiento carnal de un Menor.
Eso es todo!
-¡Violador de chicos, violador de chicos! -exclamó Ross. Algunos de los otros se unieron al coro.
Para mí ya era suficiente. Era cuestión de vida o muerte
-Escuchen, todos ustedes se están defendiendo -dije-:insultándose uno a otro no van a solucionar nada. Querían
que yo los ayude. Veamos si puedo arreglar el asunto.
-Claro que puede arreglado -me interrumpió Ross-: eche del grupo a esta rata.
-Sí, sí -aprobaron los otros.
-Esperen, esperen un minuto! ¡Quiero que detengan esto!
Yo ya estaba gritando como ellos, perdida toda compostura
-Votemos. Y si se tiene que ir, se va -dijo Ross en tono de terminar así la discusión
Yo no podía permitido. Ese tipo de grupos había estado funcionando durante años bajo la dirección del terapeuta hoy
ausente, y yo no podía dejar que éste se deshiciese: tenía que seguir a flote.
No, no lo haremos -dije con toda la firmeza de que fui capaz.
-¡Sí! -replicó Ross-, ¡y usted no podrá hacer nada para impedido!
Esa fue la señal del fin. A un gesto de Ross todos se levantaron y marcharon hacia Red con los puños cerrados.
Me sentí débil y perdido ante su crueldad insensata. Mi voz traicionó mi desamparo, aun cuando traté de hacer de
mi derrota un triunfo.
Muchachos -supliqué. Se detuvieron para escuchar, con obvio placer:
-He decidido que quizá sea mejor sacar a Red del grupo, pero sólo por un tiempo.
Red estaba callado y apocado, pero los otros se mostraron alegres y sarcásticos…
-Sí, es un tipo razonable
-Es que se ha hecho cargo de nosotros
-Sí, y cuando él decide algo, es lo mejor para todos
Por último, Ross dijo con formalidad
-Todos nosotros queremos expresarle nuestro aprecio, doctor. Y como dicen ustedes los psicólogos: Me parece que
nuestra hora terminó; quizá podamos seguir discutiendo estos sentimientos en la próxima sesión.
Los hombres salieron, bromeando y riéndose. Red y yo nos quedamos solos en la sala
-Lo siento, Red -le dije con suavidad- Lo siento de veras
-Sí, está bien, me temo que los dos somos novatos en este juego, doctor
Cuando volvió el terapeuta mayor, oyó mi relato, sacudió lentamente la cabeza con los ojos cerrados, y apareció en su
rostro la ambigua sonrisa de un padre ante los problemas provocados por un hijo querido que ha jugado a ser papá antes
de tiempo. Los otros pacientes no se sorprendieron cuando hizo que Red volviera al grupo. Faltaba mucho para que
hablaran sobre sus verdaderas intenciones, y mucho más para que yo llegase a comprender cómo el enfrentamiento se
había producido en gran parte por mi culpa.
Me había sentido tan ansioso por mostrarme competente, interesado y útil, que me había creído sin más su simulación de
comunidad. Pero el mero hecho de que fueran todos criminales sexuales no era lo que tenían en común como seres
humanos. De hecho, resultó que bajo su buena voluntad y comunidad como perversos, cada uno de ellos había decidido
que su crimen no era tan grave como el de otros miembros del grupo con los que se comparaba. Y quizá yo era el más
pervertido de todos. Me llevó tiempo y dolor llegar a saber que nunca podría alentar a la comunidad sin participar con
mi propia vulnerable persona. El terapeuta que se alza por encima de sus pacientes no es un terapeuta. El terapeuta que
no comprende que él sólo es el paciente más experimentado del grupo, no puede formar un grupo.
Muchas veces ahora (aunque no siempre), soy frente a mis pacientes algo muy distinto del terapeuta insolente e
inmaduro que fui. Irónicamente, una experiencia reciente de la comunidad humana de esos afortunados extraños que
componen un grupo de terapia, fue precipitada también por la ausencia temporaria de un coterapeuta. Durante varios
años, una vez superado mi entrenamiento, preferí dirigir grupos solo. Ahora nunca trabajo solo en un grupo. Durante los
momentos difíciles, cuando el grupo se define reflejándose en la persona del terapeuta (ya sea en adoración, o en
conflicto) quiero tener alguien con quien contar, alguien que realmente me quiera. Y aunque esto pierde importancia a
medida que empiezo a participar como un miembro más del grupo, mi coterapeuta queda ahí como emblema visible de
mi soledad y mi dependencia, como signo de que nadie queda solo del todo.
Este grupo funcionaba en mi consultorio privado; durante los primeros meses los pacientes trataron de aliviar en algo su
dolor logrando posiciones más cercanas a los terapeutas. Era la primera vez que trabajábamos juntos Bárbara, mi
coterapeuta, y yo, y queríamos averiguar si podíamos traducir el afecto de nuestra amistad a esas reciprocidades de
riesgo y competencia necesarias para un trabajo terapéutico a dúo. Nos relacionamos alternativamente con cada
miembro del grupo, con nosotros mismos y con el proceso grupal, a veces bien, a veces sólo con buenas intenciones. En
general la experiencia fue divertida, nuestros esfuerzos prometedores, y la espera de resultados parecía valer la pena.
La sesión a la que faltó Bárbara fue muy viva. Como papá y los chicos solos en casa, cuando mamá ha ido de compras,
jugamos con una brusquedad mayor que la habitual, a veces hiriéndonos sin querer con nuestra nueva y deliciosa
rudeza; pero en general compartimos una intimidad ruidosa y expansiva, ajena a nuestras restricciones usuales. Sólo
Laura pareció incómoda, más sensible que nunca, y con una irritación que se despertaba ante cualquier hombre del
grupo. Laura era una mujer de treinta años, brillante, sensual y encantadora, desdichada por el fracaso de su matrimonio,
y crónicamente descreída de su dignidad como ser humano. No pudo decir qué le sucedía, pero su alivio fue evidente
cuando volvió Bárbara en la sesión siguiente.
Laura había ocultado algún oscuro secreto en su pasado. El grupo había simpatizado con ella por esa carga,
pero nadie la presionó para que se confesara. Había pedido ayuda por sus "sentimientos malsanos" hacia su madre, y yo
le sugerí que le escribiera una carta a su madre, una carta que ni siquiera necesitaba enviar. Laura había puesto
objeciones, y todos habíamos pasado a otras cosas. Pero un día, poco después de la ausencia de Bárbara, Laura nos dijo
que esa sesión le había causado pánico, un pánico que la había precipitado en la auto tortura nacida de la ausencia, para
ella, de su propia madre. Por eso decidió escribir su carta y leérsela al grupo, y revelarle así su terrible secreto.
Comenzó a leer con muestras de una fortaleza nacida del valor contrafóbico, pero el reverso gimiente de su voz se
traslucía con tanta claridad que nosotros escuchamos con el silencio palpablemente abierto del respeto ante el dolor
ajeno. La carta decía:

Querida madre:

Antes que nada, te .doy las gracias por toda la mierda que me has dado... que me has dado diciéndome que era amor.

Comenzaré hablando de una época muy anterior a cuando comprendí lo que era el amor, una época en la que
necesitaba desesperadamente amor, y una época en la que te sentiste desesperada por la muerte de la abuela. Tu
desesperación se volvió mía, pero nunca lo pusimos en claro. Al pensar ahora en aquel momento, veo que mi hermano
Warren se sintió igualmente afectado por tu ausencia emocional. Tú necesitabas a alguien, y nosotros también. Así fue
como nosotros nos encontramos el uno al otro. Por años, desde los cinco años, existí sólo para el placer de Warren. A
cambio, recibí atención, placer, comodidad...

El precio que pagué fue enorme... Vivir en un mundo secreto... Romper los tabúes. "No harás el amor con tu hermano"... y
tú creías que yo era una niña buena. Todo lo que yo te pedía era que te ocuparas de mí
Cuando cumplí cinco años, me dijiste: "Cuídate sola". Una y otra vez, tus acciones y palabras reforzaron en mí la idea de
que las mujeres existían sólo para complacer a los hombres... que no teníamos derecho al sentimiento... y sin embargo
teníamos que comprender los sentimientos del hombre. Yo no tenía privilegios como ser humano. Mi único privilegio era
existir para un hombre.
Así fue como cumplí con tus aspiraciones más allá de todo lo que podía esperarse, pero tú nunca lo supiste.
Durante mis años escolares fui atractiva y tuve muchos amigos. Fui una buena chica, pues hallaba placer con Warren.
Me he preguntado cómo pude mantener mi relación con Warren, y no decírtelo nunca. Ahora comprendo que mi relación
contigo es un mito que inventé para sobrevivir.
Siempre trabajaste mucho, ayudando a papá en el negocio, cocinando y yendo de compras... Yo interpreté todo tu trabajo
como amor. Tanto necesitaba el amor que me negaba a aceptar que me dieran tan poco. Si mis hermanos, Allen y Warren,
recibían más que yo, lo aceptaba, porque era mujer. Pero tú sólo amabas a Allen.
Cuando fui mayor, me esforcé tanto en la escuela y en casa para llamar tu atención con mi trabajo. Pero tú te regías por
una vieja regla supersticiosa: "Elogiar a un niño puede desencadenar la ira de Dios". Tu otra regla decía: "Nunca beses a
un niño a menos que esté dormido"

Al llegar a este punto Laura no resistió más. Su amargura y su sed de venganza no bastaron para retener su culpa y
desamparo subyacentes. Algunos miembros del grupo comenzaron a responder apoyando con simpatía su resentimiento.
Laura les pidió que escucharan todo lo que aún tenía que decirles sobre la dolorosa culpa que había dejado en ella aquel
trance. Ella y su hermano habían llevado adelante su relación sexual durante doce años, en el mayor secreto. Y luego,
poco después, Warren murió, dejándola sola con su vergüenza. Comenzó a leer fragmentos de las páginas amarillentas
de un diario íntimo, escrito en la más torturada soledad, durante sus años de estudiante:
Anoche me odié a mí misma; eso es lo que descubrí. Si no puedo cambiar este año, me odiaré el resto de mi vida.
Laura, debes vivir contigo misma. Debes aprender a amarte... o al menos a tolerarte. ¿Cuáles son los rasgos que odias?
Líbrate de ellos ahora mismo. Límpiate. Abre tu alma y tu corazón a la luz y a la dulzura.
Puedes arreglarlo. Pedías amor. Comienza por amarte tú misma... Puedes transformarte en la que quieres ser. Puedes
crear esa mujer a partir de esta chica. Enséñale. Muéstrale. Castígala. Dale forma. Entonces la amarás…
Ya sabes, Laura, de qué debes librarte. No se trata tanto de librarte de eso, sino de aprender algo importante... debes
aprender a CONTROLARTE. A controlar tu mente, tu voluntad, tus hábitos, tus deseos. Debes hacer lo mejor para ti, y no
lo que prefieras. Acepta la responsabilidad! Cumple los planes!
Controla tus deseos básicos y te librarás de ellos... es simple. Como cortar una torta. Como decirle "No" a un chico.
Puedes controlar tus deseos y emociones básicas con otros, pero fallas contigo misma. Pero la fuente está ahí. Mañana es
un nuevo día y yo soy una mujer nueva. Gracias. Después de todo creo que podría quererte.
Buenas noches. Estudiaré sin pausas. Me sacaré buenas notas en el próximo término. Leeré, y visitaré museos, y tú,
cuaderno querido, guardarás los secretos de mi vida. Tú y yo caminaremos con la cabeza alta, los pasos firmes, los
hombros erguidos, enfrentándonos como enfrentaremos al mundo. Construiremos una mujer maravillosa. Gracias, Dios,
por despertarme antes de que fuera tarde. Para demostrar que he sido digna de ti -y de mí- construiré esa mujer: una Eva,
una Ruth, una Raquel. Una mujer que se ame a sí misma, no porque sea Laura sino porque tendrá los rasgos, la fuerza, el
carácter que ahora envidia en otras y respeta en otras. Ella - Yo- Laura = Mujer = Ideal. Buenas noches. No hablaré mal
de ella nunca más. No será necesario.
Lloró ante nosotros su viejo dolor. En el texto precedente todos habíamos reconocido nuestro propio y doloroso
romanticismo adolescente, cargado en el caso de Laura por el sentimiento de vergüenza personal que tantos años había
sobrellevado. Los miembros del grupo le agradecieron la confianza que había depositado en ellos, le ofrecieron su
consuelo, su afecto... Lo que me quedó por decir a mí fue cuánto me alegraba de que hubiera tenido la sabiduría de
mantener relaciones sexuales con su hermano durante todos esos años vacíos. Al principio ella creyó haber oído mal. El
grupo recibió mi afirmación con un silencio perplejo, sólo templado por la fe en mis palabras. Le dije a Laura que
aunque la relación con su hermano era, obviamente, una fuente de graves conflictos, también había sido una arriesgada
busca de amor. Su lucha secreta fue un testimonio de oscura vitalidad que se autoafirmaba, y a través de ella lo mejor de
su persona había sobrevivido.
Mi antiguo dolor se hizo evidente también, cuando le conté mi propia lucha contra la desesperación. Cuando, me
hicieron saber con toda claridad que yo era malo. Lo había sido desde antes de nacer, provocándole dolores a mi madre
y angustia a mi padre. Y una vez que nací, no hice sino causar problemas. Si no hubiera sido por mí, mis padres
hubieran sido felices. Parecía como si yo no pudiese hacer o decir nada que no los hiriese.
Yo trataba desesperadamente de aprender a ser bueno como los otros chicos. Los estudiaba y trataba de imitarlos para
poder complacer. Al notarlo, mis padres decían: "Fíjate como trata de ser bueno, este chico malo". Cuando llegué a la
adolescencia, me rendí. Parecía que lo único que sabía hacer, era ser malo. Y así, en venganza, me esforcé por sobresalir
en maldad. Dejé de ser una molestia pasiva, y comencé a buscar activamente el mal. Mis flores del mal florecieron en la
tierra fértil de los drogadictos, bandas callejeras, prostitutas, rufianes, y pícaros. Escapé por poco del abismo de la
heroína, de la prisión, o de una muerte violenta.
Laura comenzó a advertir que teníamos mucho en común. Le recordé que cuando la vi por primera vez me sentí
atraído por su tremenda seducción. Ese era su puente con el mundo. Y la felicitaba por haberlo mantenido vivo en ella.
Otros miembros del grupo reconocieron los residuos de mi combate juvenil en mi rudeza, mi irreverencia. Ese había
sido el puente que los había llevado a mí. Otros se reunieron a nuestra comunidad confesional.
Ray nos habló de su secreta degradación homosexual. Algunos recordaron cómo su tenacidad en pos de la humillación
me había dado un primer atisbo de su fuerza moral. Lo mejor de él se había vuelto hacia sí mismo, su vitalidad había
perdido todo objetivo... ¡Qué afortunado fue al hallar sus vergonzosas tribulaciones, en lugar de dejar que se escapara
para siempre esa chispa de vida!
Phyllis había sobrevivido a su descorazonadora soledad primero sumergiéndose en la religión, luego con un impulsivo
y fracasado matrimonio con un extraño, y por último transformándose en la hembra más promiscua y disponible del
pequeño pueblo en el que se sentía atrapada. Estuvimos de acuerdo en que era de los nuestros. Sólo su religiosidad nos
parecía más pecaminosa que nuestros delitos.
Todos éramos dolorosamente humanos, todos estábamos contentos por haber sobrevivido, y nos sentíamos un poco
menos solos al vemos juntos. Dios se apiade de las pobres almas perdidas que han preferido ver extinguirse su fuego en
lugar de alimentarlo tan perversamente como lo habíamos hecho nosotros. Si no nos había iluminado, al menos su calor
nos había mantenido vivos. Y ahora ya no teníamos que sentimos tan avergonzados y solos por haber cedido a nuestro
humano anhelo de amor.
La Muerte
CAPÍTULO VI

EL TUNEL AL FINAL DE LA LUZ

De todas las fuerzas de la oscuridad, sin duda la muerte es la más tenebrosa. Y ahora me propongo hablar de esa
oscura fuerza de la muerte, de mi propia muerte, de la muerte de los seres queridos y de los enemigos. Hablaré
de mi muerte, y de la de ustedes.
La imagen con que el Tarot representa a este arquetipo, el más sombrío de todos, en la carta de La Muerte, es un
misterioso caballero de armadura negra, y rostro de calavera. Todos son igualmente impotentes ante la inevitable
carnicería de este jinete. Si aparece en posición correcta, esta carta promete destrucción, seguida por transformación y
renovación. Si sale invertida, pronostica sólo una inmutable parálisis.
Cuando comencé a escribir este libro, hace ya un año, no sabía que habría de morir pronto. Tres años antes había
superado una operación al cerebro, mientras escribía mi primer libro. 1 Ya he escrito acerca del dolor y el terror de esa
prueba. La operación me dejó sordo de un oído, y apesadumbrado por jaquecas cotidianas como resultado de las heridas
en el tejido, y presa de impredecibles pérdidas de equilibrio, compensado sólo a costa de la extenuación nerviosa y
fatiga excesiva. Y además, como el médico no pudo quitar todo el tumor sin matarme, quedé frente a un futuro incierto.
¿Volvería a crecer el tumor? ¿Volvería a operarme? ¿Tendría más dolor y molestias? ¿Moriría?
Mi aprensión y angustia sobre estas cuestiones serán evidentes para quienes hayan leído mis trabajos. Una y otra vez
mi preocupación por tan terribles experiencias, y por mi futuro, aparecían gratuita y repentinamente en todo lo que
escribía.
Cuando comencé a escribir este libro, su título era Esquema: Los Mitos Guía. Había leído a Jung en estos últimos
años, y había recibido su influencia, y pretendía compartir esta perspectiva con los lectores en mi estilo característico
de narraciones y recuerdos personales. Trataba de explorar al valor de los sueños y los mitos por medio de los
esquemas transpersonales de nuestra humanidad común, pese a nuestras historias y personalidades distintas. Todo el
libro habría de ser una amplia visión del desamparo y la esperanza del ser humano.
En cierto momento del trabajo, mi sentido de la orientación intelectual quedó apresado por las Fuerzas Oscuras; se
trataba de los mismos esquemas junguianos, muy humanos y sin embargo trascendentes, pero en mi caso dominaba la
atracción por el lado oscuro, la sombra. Ahora sé que esto surgió en parte por el acercamiento, inmersión y
consecuencias de mi segunda operación al cerebro, en marzo de ese año.
Poco después de haber comenzado el libro me vi aquejado por la más profunda fatiga. Al principio negué las
implicancias de lo que sabía que debía tratarse. Probé las soluciones superficiales de reacomodar mi agenda para
trabajar menos, me concedí largas siestas, e incluso hice que un médico me prescribiera algún energizante químico que
me mantuviera alerta.
Esto último, por supuesto, le hizo tal daño a mi cabeza que no tardé en abandonarlo. Por último, cuando ya no pude
engañarme más, llamé a mi neurólogo de Boston para contarle lo que sucedía, esperando que me dijera que no debía
preocuparme, que era sólo una variante del síndrome clínico del postoperatorio de la cirugía intercraneana. Pero me
ordenó que fuera a Boston de inmediato. Un breve examen le hizo decir que debíamos probar técnicas diagnósticas más
exóticas (un eufemismo por "dolorosas"). De modo que me ordenó un neumoencefalograma y un angiograma, y sugirió
que, en caso de que se necesitara volver a operar, podíamos reservar un quirófano, y hablar a los cirujanos para tenerlos
a mano inmediatamente después de los exámenes. Comprendí en ese momento que no había modo de volverse atrás.
Las pruebas mostraron sin lugar a dudas que el tumor había vuelto a crecer, y que era imprescindible operar de nuevo.
También esta vez el cirujano esperaba extirpar todo el mal, y sin embargo, tras doce horas de operación tuvo que
rendirse porque parte del tumor seguía tan incrustado en el cerebro que yo no sobreviviría a su extirpación.
De un modo u otro, salí sin dificultades. Las consecuencias psicóticas fueron breves y más benignas que en mi
primera experiencia, los dolores no aumentaron, y la fatiga cotidiana se alivió considerablemente. Pero el cirujano me
dijo que el tumor seguiría creciendo, y que tendría que volver a operarme cada dos a cinco años. Le pregunté cuántas
operaciones más, a su juicio, podría sobrevivir. Me dijo que conocía a un paciente que había pasado cinco de esas
operaciones.

1 Sheldon B. Kopp. Guru: Metaphors from. a Psychoterapist, Science and Behavior Books, Palo Alto, California, 1971
Así que ahora sé que es inevitable que me vuelva a operar. Es muy posible que en el proceso sufra un incremento de
mis dolores crónicos. Tendré que pagar mis años de vida con pruebas periódicas de sufrimiento y terror y es seguro que
moriré en una de las operaciones. Mi vida se ha acortado, y gran parte de ella no podré aprovecharla. Pero me siento
obligado a sacar todo el provecho posible de lo que me ha quedado, a pagar su costo, a hacer todo lo que tenga que
hacer, y a seguir siendo yo mismo en la medida en que mis fuerzas me lo permitan. Reestructuré todo este libro en esos
términos.
Mientras estaba en el hospital escribí una breve nota para que la gente a quien le importaba supiese qué era de
mí. Lo hice en parte para probarme, para superar la doble visión postoperatoria, y la dificultad en la coordinación
mano-ojo. Pero sobre todo lo hice para sentir la presencia de mi cabeza y de mi corazón. La titulé "Los Plañídos de un
León Herido". 2 Decía así:

Cuando empecé a pensar en escribir esta nota, no sabía a ciencia cierta qué me proponía. No obstante, he de
reconocer que una de las razones por las que soy prolífico es que nunca escribo nada sin intención de publicar.
Elegí esta vez la A.A.P. Newsletter porque en cierto modo esto constituye una noticia. Supongo que el rumor de
mi mala salud ya habrá circulado por la red de pacientes-terapeutas, grupos que corre por debajo de los
medios formales de comunicación profesional. Sólo deseo poner las Cosas en claro, tanto para bien de mi
propia situación en la comunidad terapéutica, como para quienes pudieron preocuparse.
Mi tumor cerebral ha vuelto a crecer. He sobrellevado y sobrevivido otra operación otra prueba de miedo,
confusión y terror. Afortunadamente no ha habido consecuencias catastróficas, pero no fue posible quitar todo
el tumor, a tal punto se encuentra enlazado con mi cerebro. De modo que logré una nueva suspensión de mi
sentencia, aunque debo vivir con esta bomba de tiempo (sin reloj) en la cabeza. El cirujano me dice que es
seguro que volverá a crecer una y otra vez. Es mala suerte, pero es así. Otra vez el cirujano me salvó la vida, y
otra vez mi esposa salvó mi espíritu. Pero hay más. Nunca me ha sorprendido cuando mis prácticas o escritos
han provocado furor, consternación o ansiosas polémicas, pero esta vez recibí muchos mensajes por los que me
he enterado que mi persona tiene imprtancia, en términos de amor, en más gente de la que creía.
Estoy conmovido -anonadado- y mi gratitud supera mi comprensión. Esos mensajes han dado fuerzas a mi
corazón; han venido en forma de lágrimas, pensamientos, plegarias, mantras cantados, ofrecimientos de cuidar
a mis seres queridos, y hasta una proposición para prepararme para un "viaje" psicodélico.
Salvo mis contactos personales inmediatos, no informé a nadie excepto a Don Lathrop y a Vin Rosenthal. Se lo
dije a Don porque él y yo siempre hemos tenido el extraño poder de damos uno al otro la capacidad de confiar
en nosotros mismos cuando más lo necesitamos. Don, por supuesto, se ofreció a venir y ayudarme en la reacción
psicótica postoperatoria. No se lo permití, pero su disposición me ayudó. A Vin se lo dije porque había estado
ayudándolo en sus hermosos trabajos literarios, y no quería irme sin que lo supiera. Me llamó al hospital, y
después me mandó los poemas que siguen. Yo había estado resistiéndome a la prueba que se avecinaba. El
mundo sonriente y aséptico del hospital no es un sitio que me predisponga emocionalmente Estos son los versos
de Vin:

Cuando sale el sol, me siento sin saber si


vendrá la primavera este año.

(8 de marzo, para Sheldon Kopp)

Lluvia de marzo, -pero se que cada gota


nos lleva un momento más lejos de la nieve.

(9 de marzo, después de hablar con Shelly)

Sólo mi esposa Marjorie y mi hijo Jon estaban en mi cuarto cuando leí estos versos, de modo que pude llorar. Fue
muy bueno.
Gracias a todos.
Shelly Kopp

2 Sheldon B. Kopp, "The Whimperings of a Wounded Lion", American Academy o/ Psychotherapists Newsletter, Abril de 1973
Había vuelto, una vez más, a la luz de la vida, pero ahora era preciso vivirla sin duda alguna sobre la sombra
tenebrosa de la muerte. No era éste mi primer enfrentamiento personal con la sombra de la muerte. Cuando mi mujer y
yo y nuestros tres hijos nos mudamos a Washington, a comienzos de 1961, hubo un cambio radical en nuestras vidas.
Durante los primeros tres años y medio, primero murió la madre de mi esposa, luego mi padre, luego su padre y por
último mi madre. Fue como una serie de mazazos en la cabeza. A los 35 años, me sentí repentinamente huérfano.
Nuestro duelo prolongado, el sentimiento de estar solos en el mundo, y el reconocimiento de que nuestras propias
muertes estaban pendientes, se sumaron a la decisión, que mi esposa y yo tomamos cada uno por su cuenta, de
interrumpir el contacto con los restantes miembros de nuestras familias. Esas relaciones se habían vuelto más
destructivas que protectoras. Cuando mi padre agonizaba me sentí muy dolorido, pero no pude quedarme a su lado hasta
el fin, como lo hubiera deseado. Tenía leucemia aguda, y murió tres semanas después de la aparición de síntomas claros.
Lo engañaron diciéndole que sufría de una forma curable de anemia. Le propuse a mi madre que le dijéramos la ver-
dad, pero ella no estuvo de acuerdo. Puesto que era su hombre, sentí que no tenía derecho a interferir. Fue muy doloroso
ver su perplejidad y confusión cuando en los estadios terminales una filtración de sangre en el cerebro produjo las
típicas dificultades afásicas para encontrar una palabra, con los consiguientes estallidos de ira.
En un momento más lúcido me llamó a su lado y me pidió que le explicara a mi madre que no quería discutir, pero
que le resultaba muy penoso encontrar las palabras que buscaba. Le prometí que trataría de hacérselo comprender y lo
"hice. No tardó en morir. Mi padre había sido generoso con todos, menos consigo mismo. Recuerdo el orgullo con que
me dijo, cuando ya tenía 58 años, que se había comprado dos trajes a la vez, más de lo que necesitaba. A los 58 años,
por fin se había comprado dos trajes. A los 60 estaba muerto. Cuando recibí los pocos miles de dólares de la herencia,
me compré un flamante automóvil Riviera rojo, enorme Y con aire acondicionado. Dos años más tarde, mi madre tuvo
leucemia aguda también. Recuerdo que en el hospital un residente me detuvo en un corredor y me preguntó si era cierto
que mi
padre había muerto dos años atrás de leucemia aguda, y mi madre estaba agonizando de leucemia aguda. Le dije que era
cierto. Dijo: "Usted tiene una composición genética muy interesante". Pareció confuso y asustado cuando le dije que si
no se retiraba de mi lado al instante lo mataría.
Día tras día, se presentaba en el hospital todo el clan de tíos, tías y primos. Una de las cosas que mi familia hace bien, es
observar el curso de una agonía.
Me dolía profundamente ver morir a mi madre, herida y amedrentada, anticipando su propio duelo. Curiosamente,
descubrí también que me molestaba que esto sucediese a comienzos del verano, pensando que arruinaría mis vacaciones.
Fue una enorme ayuda para mí superar mi culpa, perdonarme por tal trivialidad.
Mi madre la estaba pasando muy mal porque se sentía pésimamente y estaba muy asustada, mientras todos le decían
que estaba espléndida. Hablé con el doctor, que era a la vez un viejo amigo de la familia, y se manifestó en total
oposición a mi idea de decirle la verdad a mi madre. La familia se sintió ultrajada ante la sola posibilidad. De
todos modos, la decisión me correspondía a mí, y al faltar mi padre, sólo tenía que consultar a mi hermana. Le pregunté
qué quería hacer, y con su habitual convicción y fe en mí, dijo: "Tú decides".
De modo que fui al cuarto de mi madre e hice una de las cosas más difíciles que he hecho nunca. Ella estaba
quejándose del modo en que la trataban todos. Le dije que el problema estaba en que ella ignoraba lo que todos los
demás sabían: que se estaba muriendo. Yo sabía que, a su modo, había tratado de vivir bien, y ahora le dije que tenía la
oportunidad de morir bien.
Supongo que ya lo sabía, pues todo lo que dijo fue: "Creo que podré hacerlo si me dices cuánto me queda".
Le dije que dos o tres días. Lloramos largo rato abrazados. Esos tres días fueron los mejores de nuestra vida para
los dos. Ella estaba íntegra y fuerte y hermosa. Llamó a todos los que amaba y les dijo que sabía que estaba muriéndose,
y trató de llegar a una definitiva explicación con ellos, de decirles cuánto significaban para ella y cuánto les extrañaría.
Por momentos fue duro para ella. La abrumaba no sólo el miedo, sino también el dolor. En cierto momento me
pidió que le trajera unas píldoras para matarse. Me sentí desgarrado, pero me rehusé, y le pedí que viviera con su dolor
un poco más para evitarme una vida entera de remordimientos por haberla ayudado a matarse. Me perdonó, pero creo
que yo no me he perdonado aún.
La noche del día que murió, la noche antes del funeral, soñé que yo iba a visitar a una de mis primas, la que más
quería. La visitaba en una clínica psiquiátrica privada símbolo de mi familia. Iba más como pariente que como médico.
Mientras caminábamos por uno de -los patios conversando, se inclinó hacia mí como si fuera a besarme en la mejilla.
Pero lo que hizo fue desgarrarme el rostro con sus dientes. En ese momento me desperté y decidí no volver a ver nunca
a mi familia después del funeral. Tenían ciertas cosas buenas, pero el precio que me cobrarían por ellas era demasiado
alto. Han pasado casi diez años y no los he visto desde entonces.
Aún ahora suelo extrañar a mi madre y a mi padre. La muerte de los seres queridos es un dolor en el pecho, que
lloramos por fragmentos, por trozos. Y cuando uno cree que el dolor se ha agotado, en un rincón imprevisto aparece
todavía un resto.
Pero la muerte de los enemigos es algo muy distinto. La muerte de un enemigo merece una celebración. Aún puedo
saborear el deleite que me causó saber, hace años, que un hombre que había pasado la vida escupiendo palabras de odio,
había muerto de cáncer a la boca. Era un destructivo y prejuicioso Senador por un estado sureño, que había proyectado
sobre los negros ("niggers" los llamaba despectivamente) todos los atributos que componían su propia sombra, nunca
examinada. Su muerte me llenó de placer.
Pero enfrentar mi muerte es muy distinto que presenciar la de otros. En momentos de dolor y pánico, ofrece al menos
la promesa de comodidad y alivio. Pero también paso semanas enteras llorando, como si me apenase la pérdida de
alguien muy querido. A veces me he visto Intrigado y asustado por fantasías de la-vida-después- de-la-muerte, pero
siempre las he hecho a un lado. Aunque no lo sé con seguridad, sé con seguridad que la muerte será simplemente el fin
de todo lo que soy. El dolor mayor es el de tener que abandonar las cosas y personas que amo.
Durante un tiempo, después de mi primera operación luché por negar mi desamparo tratando de hacer algo con mi
dinero de modo que pudiese seguir velando por ellos aun después de muerto. Me di cuenta de pronto que mi seguro era
pequeño, y mis ahorros menores aun. Traté de rectificar las cosas y lo único que logré fue que me rechazaran en todas
las compañías aseguradoras. Por último, una compañía se ofreció a asegurarme con una póliza que costaría una enorme
suma de dinero. Estuve a punto de aceptar la oferta, aunque me condenaba a trabajar excesivamente todo el tiempo que
me quedaba. Esa noche soñé que estaba construyendo una Pirámide. Al despertar comprendí que estaba negando mi
mortalidad, y en consecuencia gastando mi vida sólo para construir un memorial póstumo a mi propia grandeza.
Instruido por el sueño, reconsideré la cuestión del seguro y les informé a mi esposa e hijos que había decidido no tomar
la póliza. Todos ellos apoyaron hermosamente la oscura sabiduría de mis sueños.
De ahí en más, he hecho lo posible por disfrutar, en la medida de mis posibilidades, la vida tal como se me ha
dado: siendo yo mismo, entregándome al placer de estar con la gente que amo y de hacer lo que quiero. Tomaré todo lo
que esté a mi alcance, y haré con ello cuanto pueda.
Recuerdo que hace muchos años apareció en la primera plana del New York Times un artículo que anunciaba la
predicción de ciertos astrónomos, según la cual dentro de varios millones de años la tierra se acercaría tanto al sol que
toda la vida del planeta sería destruida. El asunto me interesó, y lo discutí con mis conocidos. Para mi gran sorpresa,
muchos de los que oyeron mi exposición de la profecía reaccionaron con desesperación, expresada en frases como ésta:
"¡Entonces para qué diablos trabajar tanto y hacer planes para el futuro!" Tanto les importaba el resultado final, que, la
preciosa inmediatez de cada momento de sus vidas se había oscurecido Hace tiempo jugué con mis pacientes el Juego de
los Epitafios. Casi todos tenían en cuenta sólo los resultados, a tal punto que sus vidas parecían destinadas
primariamente a probarle al resto del mundo que eran buenos, o a probarse a sí mismos que podían triunfar. Su ansiedad
por los resultados empañaba el gozo de experimentar sus personas -y sentimientos.
Para resumir de un modo escueto pero expresivo lo que esa persona podía estar perdiendo, les preguntaba qué
querrían que se grabase sobre sus lápidas. Los pacientes proponían un epitafio, y a veces yo proponía otro. Algunos de
los epitafios que los pacientes escribieron para sí mismos decían: "Se ocupó de su prójimo", "Nunca abandonó a nadie",
"Por lo menos no fue una carga", y "Nunca perdió una discusión".
En aquel momento, hace varios años, cuando comenzamos con este juego, yo había estado tratando de reconocer mi
autosuficiencia, independientemente de la aprobación ajena. En consecuencia, para demostrarle a los pacientes que
tenían otras opciones (aunque no las escogieran para sí) solía presentarles mi propio epitafio: "Dio Lo mejor de sí". Más
tarde, cuando aprendí a ser más indulgente conmigo mismo (y con mis pacientes), corregí mi descripción póstuma: "Dio
Lo mejor de sí... cuando pudo". Pero desde mi reciente enfrentamiento con la inminencia del fin de mi vida, percibo en
ese epitafio, a pesar de su aparente realismo, un exceso de preocupación por los efectos y resultados; en consecuencia,
no es un resumen correcto de mi existencia breve pero justa. Si tuviera que elegir ahora un epitafio, sería más bien éste:
"Murió como vivió... a su modo".
La muerte alcanza a todos, como me está alcanzando a mí, y como lo alcanzará a usted sin duda alguna; ella pone fin a
toda historia humana; pero en la medida en que un hombre ha llegado a ser lo que es, podrá morir como ha
vivido, siendo él mismo, "Y la muerte no tendrá dominio". 3 Cada cual ha de experimentar la muerte, así como
la vida, a su modo.
Diré algo más sobre la muerte de un hombre, por medio del cuento jasídico de Bontche el Silencioso. 4 Cuando
Bontche murió, hace muchos años, en una aldea polaca, nadie pareció enterarse. ¿Quién supo si este hombre simple y
callado murió con la espalda quebrada por el trabajo, o con el corazón quebrado por el mundo?
En silencio había vivido y en silencio murió. Toda su vida había sufrido en silencio las desdichas, sus días habían
transcurrido en paz, humildad, y un duro trabajo sobrellevado sin quejas. Cuando se le presentaba la posibilidad de hacer
el bien, lo hacía sin pedir retribución. Cuando se hallaba necesitado, aceptaba la ayuda pero nunca la pedía. Guardó
silencio en la vida y en la muerte, y no pronunció jamás una palabra contra Dios o contra los hombres.
Y cuando murió, Abraham en persona salió a esperarlo en las puertas del cielo y un coro de ángeles le dio la
bienvenida; Bontche no podía creer que la alegría y admiración que manifestaban se debiese a su persona. Le sonrieron
y lo adularon con insistencia, hasta que entró, con muda perplejidad, en la Corte Celestial, temeroso de que sus pies de
pobre pudieran manchar o quebrar la perfecta belleza de los pisos de alabastro y gemas. Mucho les costó a los ángeles
persuadir a Bontche de que el Señor había tomado en cuenta graciosamente a su silenciosa persona. Y no sólo eso, sino
que había promulgado una Ley Divina por la que Bontche habría de morar en el Cielo por toda la eternidad y recibiría
todo lo que desease. Convencido al fin, Bontche sonrió y replicó: "Bueno, en ese caso, ¿podrían darme un pan fresco y
un vaso de té caliente?" Al oír estos deseos los ángeles bajaron los ojos, algo avergonzados.
La muerte de Bontche el Silencioso es tan conmovedoramente simple como lo fue su vida, pero aun la muerte irritada de
'un hombre que ha vivido en la ira le conviene a ese hombre en su propia particularidad. Hegel, el hosco filósofo, por
ejemplo, murió como había vivido, desafiante: ...a punto de morir, rodeado por sus discípulos, levantó apenas la cabeza,
murmurando: "Tuve un discípulo que me entendió" y mientras ponían toda su atención para oír el nombre que habría de
pronunciar el venerado maestro, su cabeza volvió a hundirse en la almohada: "Un solo discípulo que me entendió -
prosiguió diciendo- y me entendió mal". 5
Yo no soy tan adusto como Hegel ni tan despojado como Bontche. No soy un excelso filósofo, y no creo que se me
pueda describir como un humilde y pacífico Silencioso. Estoy profundamente hundido en relaciones de intensa
intimidad, soy un cantor de canciones, un relator de cuentos, y siempre listo para combatir, más interesado en la lucha
que en sus resultados. Como Cyrano ante la Muerte, la enfrentaré a mi modo: Que venga ahora, mi vieja amiga! Me
encontrará de pie, espada en mano... Ya puedo verla, me sonríe... ese esqueleto! ¿Qué es lo que dices? ¿No hay
esperanza? ¡Me alegro! ¡Un hombre no lucha sólo para vencer!
No... no... es mejor saber que se lucha en vano! Sabía que me derribarías al fin... ¡No! Sigo luchando! Sigo luchando!
Sigo luchando. 6
No dudo que las Fuerzas Oscuras me derrotarán. Sólo quiero perder a mi modo, seguir siendo yo mismo más allá de
las esperanzas, sin preocuparme por el resultado, sólo porque es la última oportunidad de llegar a ser el que soy.

3 Dylan Thomas, "And Death shall Have no Dominion", The Collected Poems of Dylan Thomas, New Directions, Nueva York,
1946, pág. 77.
4 Isaac Loeb Peretz, "Bontche Shweig", en The Jewish Caravan: Great Stories o/ Twenty - Centuries,
5 Heinrich Zimmer. Philosophies of India, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1951, pág. 22
6 Edmond Rostand, Cyrano de Bergerac, acto V

LA TEMPLANZA
CAPÍTULO VII

EL KARMA DE LA PERSONALIDAD
Ya en los comienzos de mi carrera de psicoterapeuta comprendí que era cierto lo que había leído en los libros de Carl
Rogers sobre el problema de hacer el diagnóstico de un paciente. Es evidente que diagnosticar a una persona perturbada
que busca mi ayuda, significa confirmar en mi propia mente y en mis opiniones y conducta frente a él que soy el doctor,
la autoridad y que él es el enfermo, el caso. El diagnóstico de "enfermedad" mental, en el peor de los casos, es una
forma de control social, por medio del cual los poderes establecidos pueden segregar a quienes expresen opiniones
disidentes (es decir, que amenacen el poder) y/o conductas inhabituales (es decir, que provoquen ansiedad). En casos
extremos, esta diagnosis puede llevar a un involuntario encarcelamiento perpetuo. En formas más suaves, puede al
menos estigmatizar a 'Un individuo de modo tal que quede para siempre trabado en sus intentos de abrirse paso en la
comunidad.
En el campo psicoterapéutico, la diagnosis y la sintomatología alzan una barrera entre el médico y el paciente. De
acuerdo al sentido de ambas operaciones, el terapeuta es más poderoso y más sabio; en consecuencia, también tendrá
más responsabilidad por el bienestar del paciente. Impiden que el paciente explore su persona interior sin miedo a la
crítica, y también paralizan sus honrados intentos de cambiar o mejorar. Al hacer sus juicios, el terapeuta se aparta de la
inmediatez de su propia respuesta espontánea, que lo revelaría como un ser humano en conflicto frente a ese otro
peregrino conflictuado que es su paciente.
He aprendido a olvidar todo lo que se me enseñó sobre la diagnosticación clínica de pacientes. En ocasiones, aún hoy
me veo obligado a clasificar a un paciente, cuando lleno los formularios destinados a las compañías de seguros. En los
EE. UU. algunas formas de sufrimiento emocional se siguen considerando problemas médicos. De modo que quien se
encuentra necesitado de ayuda psicoterapéutica, puede conseguir que el gobierno o una compañía aseguradora pague
una parte del tratamiento y yo participo en esta prestidigitación. En estos casos me inclino a diagnosticar a todos mis
pacientes "depresión neurótica". Lo hago porque esta categoría psicodiagnóstica es la que más se aproxima al problema
real, que es el de la desdicha personal.
Pese a mis buenas intenciones, no puedo dejar de juzgar, de vez en cuando, a mis pacientes, como juzgo a toda
persona con la que me encuentro, incluyéndome a mí mismo. Creo que hay modos de pensarme a mí y a los otros dentro
de determinadas categorías conductales, que me ayudan a poner orden, siquiera provisorio, en el caos de las
interacciones humanas.
Quizá la formación de conceptos sea inherente a la naturaleza humana, o quizá sólo categorizarnos nuestra
experiencia para simplificamos la vida, y satisfacer nuestros apetitos. Me interesa menos saber por qué hago juicios, que
saber cómo pueden ayudarme o herirme. Como psicoterapeuta, a veces me resulta verdaderamente útil pensar a la gente
entro de ciertas clases, aun a riesgo de deshumanización, rigidez, y tonto pseudo intelectualismo. Por eso cuando hablo
del conocimiento que tengo de mí mismo y de los otros, suelo pensar en términos de "tipos de personalidad". Esta
tipología tiene la ventaja de carecer de las connotaciones ennoblecedoras o peyorativas de la diagnosis de la salud y la
enfermedad mental.
Los intentos de categorizar a las personas en tipos, de acuerdo a su personalidad o temperamento, se remontan a los
primeros esfuerzos del hombre por comprender su conducta. Aristóteles trató de describir la conducta humana según las
categorías fundamentales establecidas por Hipócrates cuatrocientos años antes de Cristo. Partiendo de la idea de que
había cuatro esencias básicas (tierra, aire, fuego yagua), la doctrina afirmaba que el cuerpo humano estaba compuesto de
cuatro "humores" básicos (sangre, flema, bilis negra o melancolía, y bilis amarilla o cólera). Las diferentes proporciones
de estos fluidos determinaban, para la fisiología medieval, los temperamentos: sanguíneo ("rápido, predispuesto a las
emociones placenteras, pero débil e inconstante"), flemático ("lento, sin vivacidad, pero sereno y fuerte"), melancólico
("predispuesto a las emociones tristes, lento y débil"), y colérico (" predispuesto a la ira, y emocionalmente rápido y
fuerte"). 1
Hay, por cierto, marcadas diferencias entre la ingenua clasificación aristotélica de los caracteres según los cuatro
humores básicos, y la sutil categorización freudiana de los seres humanos según los niveles de fijación de su desarrollo
psicosexual (oral, anal, fálica y genital). Pero también tienen cosas en común. Todos los sistemas
-científicos, astrológicos, literarios, estéticos, o filosófico~ de categorizar a las personas según su conducta, opiniones y
personalidad, tienen algo de útil, bastante de en ganoso y mucho de antojadizo.
1 Encyclopaedia Britannica, 1950, vol. 21. pág. 917.
A esta altura de mi vida, cuando mis esfuerzos por comprender a la gente me llevan a encasillados en clases
comparables, tiendo a usar los tipos de la psicología junguiana. 2 Este sistema me parece una serie de metáforas, ni
mejores ni peores que otras cualesquiera. El modelo teórico junguiano de los tipos psicológicos suele hacerme más
vívidas las dificultades y delicias de mi trabajo con el prójimo. Quizás a ustedes les suceda lo mismo. Antes de describir
esta tipología, querría examinar algunos de los riesgos, y las ventajas, de tratar de imponer cualquier teoría de tipos de
personalidad. El mayor peligro, a mi parecer, es el de deshumanizar a las personas al introducirlos a la fuerza en
determinadas categorías conceptuales. Debemos ser conscientes de que observamos siempre a un ser humano individual
y único, y que sólo invocamos el concepto de "tipo" como una guía, nunca como una definición final. Luego, debemos
precavernos de la pureza exagerada de los tipos de personalidad establecidos por cualquier categoría teórica. Pues no
son sino abstracciones, que variarían, sin duda alguna, al encarnarse en una persona real. Otra precaución es la de
recordar que todas las clasificaciones son arbitrarias, esto es, que podría usarse en su
lugar algún aspecto distinto de la conducta. El mismo Jung, al describir su propio criterio conductual para clasificar a las
personas señala que "puede elegirse como base cualquier característica general". 3 Y, ya en el más simple terreno de la
compasión, debemos evitar las teorías tipológicas que limiten la esperanza de cambio de cualquier individuo dado.
Aunque, como terapeuta, creo que para el paciente, la única esperanza de mejorar su destino está en que reconozca sin
engaño la naturaleza de la configuración básica de su personalidad, y llegue a ser quien realmente es. Más adelante
vuelvo sobre este tema.
Según creo, hay razones más obvias para usar una teoría de los tipos de la personalidad. Cualquiera sea nuestra área
de estudio, cuando nos enfrentamos con un gran número de casos, de acumulaciones de datos, o de vidas humanas
fallidas, debemos generalizar si queremos comenzar a entender. Se necesita un sistema de comparación, una serie de
puntos de referencia, si no queremos perder nuestro rumbo entre la maraña de datos. La tipología de la personalidad
ofrece una guía para comenzar a entender la amplia variedad de actitudes y experiencias que muestra la raza humana.
Las categorías elegidas deben reflejar las características de cada uno, en diferentes proporciones. La nitidez con que la
teoría dibuja los casos extremos nos ayuda a comprender lo que podemos esperar de los individuos que muestran
diferentes configuraciones de una determinada función de la personalidad.
Y, lo que quizás es más importante aún, si comprendemos que las personas tienen distintos tipos de personalidad, es
menos probable que les exijamos que sean lo que no son. La teoría de los "tipos" puede aumentar la tolerancia ante las
diferencias entre distintas personas, ayudándonos a imaginamos en el punto de vista de los otros. Podemos llegar a
comprender con más claridad que muchos -problemas interpersonales son en el fondo simplemente cuestión de
diferencias de tipo de personalidad, de experiencia, expresión y de orientación. En esos casos ninguno de los dos
partidos en conflictos está equivocado? tiene razón, ninguno es sano o neurótico, maduro o inmaduro. Y especialmente
en la psicoterapia, la comprensión de los tipos psicológicos ayuda al terapeuta a acercarse al paciente en los términos
propios de éste último, ya no imponer su propio sistema de valores como un modelo para el paciente.
Para que una teoría de esta naturaleza sea a la vez correcta y útil, debe depender de categorías que no impliquen una
valoración de las personas en términos de mejor o peor. Descubrir que uno pertenece a un tipo determinado, no debe ser
motivo de preocupación. Hay tantos modos aceptables de vivir como hay orientaciones en la personalidad. La cuestión
no -es " ¿A qué tipo pertenece?" sino más bien: "¿Logra ser realmente él mismo?" No obstante, en razón de que el tipo
de personalidad implica también un modo de percibir el mundo en su totalidad, nunca se puede observar sin prejuicios a
otro ser humano. Por lo tanto, las descripciones que hago deberán ser leídas teniendo en cuenta mis predisposiciones.
Trataré de cooperar desarmándome a mí mismo mientras avanzo, describiendo lo que considero mi propio
tipo, con sus ventajas y desventajas inherentes. En la medida en que el lector pueda clasificar su propio punto de vista, y
percibir mis distorsiones, creo que la teoría junguiana de los Tipos Psicológicos le resultará útil, divertida y liberadora.
Según Jung, la diferencia básica entre las personalidades, es la de Extroversión e Introversión. Describiré con cierto
detalle esta dicotomía, para compensar la ligereza con que la sociedad occidental contemporánea ha reducido y
distorsionado estos conceptos en el sentido corriente según el cual extrovertido es el realista, emprendedor y triunfante,
mientras que al introvertido se lo considera un traga libros bastante raro. Al igual que la mayoría de los errores
persistentes, estas nociones son especialmente peligrosas no tanto por su falsedad como por el equívoco que plantean.
Jung dio a estos dos tipos la misma validez psicológica y de hecho, los hizo complementarios. La confusión antedicha le
provocó más indignación de la que podía esperarse, porque, como yo, Jung era introvertido. La extroversión y la
introversión son modos generales de conducta, puntos de vista universales, y estilos persistentes de vida. Por supuesto,
cada orientación tiene su lado malo e implica un reverso compensatorio e inconsciente del tipo opuesto, llamado por
Jungfunción inferior.
2 C.G.Jung.· •• Psychological Types", en The Collected Works of C.G.]ung. Vol. 6., Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey. 1971.
3 C.G.Jung. "Approaching the Unconscíousv en Man and his Symbols, por Jung, von Franz, y otros. Dell Publishing Co., Nueva York. 1972. pág. 47
El juego equilibrado de estas modalidades de la personalidad (las funciones superior e inferior) trae armonía a la vida
como puede verse en la carta del Tarot llamada La Templanza. En ella vemos al arcángel Miguel 'volcando las esencias
de la vida del cáliz de plata del inconsciente, a la copa de oro de la conciencia. Con un pie en la tierra y otro en el agua,
reúne el espíritu y la materia, templando el uno contra la otra. Si es tallada en posición correcta, esta carta promete una
combinación exitosa de las fuerzas opuestas. Invertida, previene contra la discordia y la desunión, y contra los conflictos
ocultos.
Antes de explorar en profundidad esos conflictos, comenzaré con una exposición esquemática de las dos funciones
polares de la personalidad.
La extroversión es un modo de ser, una orientación de la personalidad, un estilo de vida en que la atención, el interés,
la preocupación y atención de una persona se dirigen primordialmente hacia las experiencias de la gente, objetos y
estímulos del medio que la rodea. Lo que más le importa es ser parte de lo que sucede a su alrededor, conocer y ser
conocido; y extraer conocimientos del mundo en el que vive. Está orientado hacia el exterior, que lo guía e influye. En
el mejor de los casos, responde con calidez, optimismo y convicción a lo que viene de afuera, y presta muy poca
atención a su propia vida Interior y a sus motivaciones subyacentes. Como resultado, puede ser un trabajador entusiasta,
vivir en constante comunicación con sus semejantes, y actuar como un realista de orientación materialista.
. Ya desde muy pequeño, el extrovertido se adapta rápida y fácilmente a su mundo muestra el mayor interés hacia
quienes lo rodean, y el impacto que éstos pueden causar sobre él. Su rápido desarrollo tiene un aspecto confiado y
arriesgado, en tanto responde activamente a los objetos, a los desafíos, y a la gente.
En el adulto, esta actitud general de extroversión lo hace abierto e impresionable, y ansioso por causar buena
impresión en otros. Es probable que haga una amplia vida social, y se adapte muy bien al medio. Puede ser altruista,
prolífico y comunitario, pero también puede ser superficial, puede seguir ciegamente las modas y la opinión corriente, o
resultar inoportuno y entrometido.
La introversión, por el contrario, es un modo de vida centrado en la vida interior y privada. El introvertido se
interesa no en lo que lo rodea, sino, en el mejor de los casos, en su propia respuesta personal a la gente, las cosas y los
sucesos de su vida. Se aparta de la sociedad y se retira a su mundo interior. Su falta de gusto por las distracciones, su
desconfianza hacia quienes lo rodean, su visión subjetiva del mundo, son para el extrovertido señales de rareza y de falla
en la adaptación. Le será muy difícil comprender que el introvertido simplemente encuentra más interesante el interior
de su propia cabeza que el mundo externo.
Recuerdo qué mal me adapté cuando comencé a trabajar como psicólogo en un gran hospital psiquiátrico. Me era
más fácil identificarme con los pacientes que con mis colegas. Había allí un agradable bar, al que podíamos ir para hacer
un descanso en nuestro cotidiano trabajo con la enfermedad mental. Con mucha frecuencia entré ahí, y fui invitado a
sentarme junto a los extrovertidos psiquiatras residentes., o visitadores sociales, y unirme a su café y conversación. Pero
casi siempre me rehusé, y preferí sentarme solo a tomar mi café, pues prefería mis propios pensamientos y sentimientos
a su compañía y su charla de camaradas.
Muchas veces me he sentido, o me han hecho sentir, incómodo por mi timidez. Durante mucho tiempo pareció
extraño que no me gustaran las fiestas, las conversaciones frívolas, o la vida social en general. Experimenté entonces esa
especie de culpa que no es sino el resentimiento secreto de las obligaciones no deseadas. No estaba seguro de que
prefiriese a tal punto hacer las cosas a mi modo, mantenerme fuera de la influencia de quienes me rodeaban, oponerme a
seguir la opinión general, a conmoverme por la música marcial o por las películas de Lassie. Durante años experimenté
el dolor de pensar que era un extrovertido fracasado. Mis modales bruscos apartaban a la gente, y casi siempre se
comprendía mal lo que decía. Soy mucho más feliz desde que reconocí que no soy un extrovertido fallido, sino un
consumado y muy satisfactorio introvertido.
El problema comenzó a temprana edad, cuando; como el niño típicamente introvertido, me mostraba pensativo y
reflexivo, lento en mis reacciones al medio, y siempre deseoso de hacer las cosas por mí mismo, y a mi modo. Mis
padres sintieron ansiedad, al ver que yo no correspondía a sus ideales de extroversión. Y como me querían, y querían
verme feliz y triunfador "como todos los demás", desalentaron mi orientación interna, y me obligaron a usar, durante
muchos años, la máscara del extrovertido inadecuado, que tan mal me quedó. La máscara era sofocante, poco atractiva
para el resto del mundo, y terriblemente dolorosa. Me resulta tan hermoso ahora usar mi rostro desnudo, aun con sus
ojos mirando hacia adentro. Para mí el mundo real está en mi interior, y eso no tiene nada de malo; por el contrario, es lo
natural en mí, así como para los extrovertidos lo natural es mirar en dirección opuesta. Así es como, a pesar de que
reconozco la realidad equivalente del mundo externo de unos y otros, suelo inclinarme a seguir la admonición:

NO CONFÍES EN NADIE SINO EN TUS CAMARADAS DE PARANOIA 4


4 Arthur A. Cohen.ln the Days of Simon Stern, Random House. Nueva York. 1972. pág. 197

Implicados en sus incomodidades, se encuentran los peligros de la introversión. Si bien puede ser un modo altamente
creativo de vivir la vida, de encarar con independencia sus propias aventuras, de sumergirse profundamente en los
placeres y alturas espirituales de una vida contemplativa, también puede ser fuente de un doloroso aislamiento. El
exótico florecimiento de la paranoia puede proporcionar momentos de un muy satisfactorio sentimiento de superioridad,
en pago por la mirada hipercrítica y pesimista que arroja sobre quienes lo rodean, pero es muy pesado sentirse siempre
amenazado, distinto de todos los demás, y aun temeroso del ridículo.
Tengo menos conocimientos de las desventajas de la extroversión en los casos en que no funciona correctamente.
Supongo que la tortura equivalente será la necesidad histérica de responder, de tener impacto, de "estar en todas", y el
terror subyacente a sentirse desamparado, a ser ignorado, o enfrentar la soledad interior. No dudo que cada dolor hiere
tanto como el otro, cada uno a su modo. Una diferencia clara' aparece en el tiempo. Los introvertidos como yo pasan por
un largo y difícil período más temprano en la vida, cuando lo importante es aprender a convivir con los demás. A mí
sólo me sostuvo la esperanza de que algún día las cosas serían diferentes. Para la gente como yo la segunda mitad de la
vida es más fácil y gratificante; es el momento de volverme hacia la riqueza de mi alma, ahora que me he abierto camino
y que he establecido mi lugar en la vida. Los extrovertidos en cambio encuentran más fácil el trabajo juvenil y la
construcción de las relaciones sociales, y luego descubren que la vida carece de sentido, una vez que se ha hecho el
trabajo externo. Aun así, estoy seguro que cada uno volvería a elegir sus propios problemas.
Jung habla de la extroversión y la introversión como los dos tipos básicos de actitud general, y luego pasa a examinar
sus variaciones en las funciones personales de juzgar y percibir. Las funciones perceptivas (a las que erróneamente
llama "irracionales") son la sensación, que nos dice qué estímulos nos ofrece la experiencia, y la intuición, que nos pone
en contacto con las implicaciones pasadas y futuras del sentido de lo que de otro modo sólo percibiríamos directamente
por medio de la sensación. Por medio de la percepción concreta de objetos, personas y sucesos, las sensaciones nos
dicen qué hay mientras que las instituciones parecen ver más allá, y decirnos qué no hay al alcance de los sentidos.
Las funciones del juicio (a las que Jung vuelve a calificar erróneamente, esta vez de "racionales") incluyen el
pensamiento, que hace juicios ideacionales evaluativos sobre la experiencia, y el sentimiento, que expresa el
valor emocional de los sucesos de nuestras vidas. De modo que el pensamiento nos dice qué son las cosas, y el
sentimiento nos dicta el valor personal que tienen para nosotros.
Para que un ser humano pueda desenvolverse en toda clase de situaciones deben ponerse en marcha las cuatro
funciones:
El pensamiento debe facilitar el conocimiento y el juicio, el sentimiento debe decirnos cómo y en qué medida una
Cosa es importante o no para nosotros, la sensación debe llevar a nuestra mente la realidad concreta por medio de la
vista, el oído, el gusto, etc., y la Intuición debe permitirnos adivinar las posibilidades ocultas en el fondo de la cuestión,
por cuanto también esto último pertenece al cuadro completo de una situación dada. 5
Pero lo importante es que, de estas cuatro funciones (igual que con las dos actitudes generales), en cada persona
predomina una u otra. Este desequilibrio es lo que lleva a esas diferentes configuraciones de la personalidad, que
llamamos tipos psicológicos. De modo que no sólo una persona es más bien introvertida o extrovertida, sino que además
puede ser primordialmente un tipo en que predomine el pensamiento, el sentimiento, la sensación o la intuición.
Siempre hay un revés, o una sombra, de las funciones de la personalidad. Los aspectos más inconscientes del ser
humano son los que tienen un impacto más poderoso, en la medida en que no sabemos que existen. Esta función
inferior, 6 este aspecto reprimido de la personalidad, emerge en situaciones de tensión, o cuando bajamos la guardia, y se
expresa en los modos más extraños, más impredecibles, primitivos, infantiles, arcaicos e inapropiados.
Las funciones superior e inferior provienen siempre de las polaridades del par más crítico de funciones opuestas
(pensamiento y sentimiento, o sensación e intuición) mientras que el otro par servirá como funciones modificatorias o
auxiliares.
Si en una persona dada predomina el pensamiento o el sentimiento, habrá un desarrollo secundario o auxiliar de la
función intuitiva o de la sensación. Si una de las funciones perceptivas predomina en otro individuo, una de las
funciones del juicio servirá como auxiliar. En interés de la simplicidad y la comunicación, omitiré en lo posible la
descripción de cualquier variación aportada por las funciones auxiliares. Me limitare a presentar descripciones simples
de ejemplos introvertidos o extrovertidos de cada función predominante. Pondré el acento sobre las características más
amplias y en la sombra subyacente de la función inferior.
5 Jung, Collected Works, vol. 6, pág. 518.
6 Marie - Louise von Franz. "The Inferior Function", en Lectures on Iungs's Typology, Spring Publications, Nueva York, 1971, págs. 1- 72

Un extrovertido como Richard Nixon • operará primordialmente en la modalidad del pensamiento. Lo clasificaremos
en el Tipo Extrovertido con predominio del pensamiento, con un sentido primitivo de lo bueno y lo malo
como función inferior de sentimiento. En la personalidad de Nixon podemos ver un modo secundario de Intuición
extrovertida (no distinta de la del General Custer, cuyo accionar intuitivo y cuya función inferior de la sensación
primitivamente impráctica, dieron por resultado su memorable "Resistencia final").
De ningún modo hay que pensar que la función inferior es sólo la marca de tontería o irracionalidad de un individuo.
En la medida en que llegamos a conocer nuestro lado sombrío, nuestra totalidad como seres humanos puede depender de
la naturaleza compensatoria de lo oculto a la conciencia. Lo que falta en la conciencia puede hallarse en el inconsciente.
Es por eso que los sueños nos dicen tantas cosas cuando los comprendemos, y nos desconciertan de tal modo cuando no
los comprendemos.
Describiré los ocho tipos psicológicos básicos, y expondré las consecuencias de sus funciones inferiores.
Para comprender a un ser humano con este procedimiento, no sólo se deben tomar en cuenta las funciones
auxiliares omitidas, sino que además sería necesario examinar el modo en que esa persona viva se aparta del
tipo teórico. Por cierto que este sistema de tipos creará tantos problemas como los que resolverá. Cada vez que
creemos haber comprendido completamente cualquier aspecto importante del ser humano, cometemos un gran
error. Sin perder de vista todas estas limitaciones, comienzo la descripción de algunas de las variedades de
personalidad según el punto de vista junguiano.

1.TIPO EXTROVERTIDO CON PREDOMINIO DE LA SENSACION. Inferior: Intuitivo introvertido

En el peor de los casos, este Tipo produce individuos neuróticos, o incluso personas como Charles Manson; pero
esos casos son extremos y muy raros; casi podemos considerados alegóricos. Su rudeza, brutalidad y decadencia, son
corrupciones de los apetitos sensoriales activos de ejemplos menos extremados.
En el extremo más bajo de la caracterización están los que se interesan simple y únicamente en los objetos y hechos
concretos, sin ningún deseo de dominados o explotados. Encontramos aquí desde las actitudes realistas, prácticas,
hipercríticas ("ver para creer") de intenso interés en la experiencia inmediata, hasta la posición del refinado gourmet o
esteta. Oscar Wilde es un interesante ejemplo de esto último.
En el mejor de los casos, el individuo que pertenece a este tipo es un maestro del detalle, tiene un buen gusto
altamente desarrollado, amor a la vida y energía ilimitada. Los peligros, por supuesto, proceden de su función
inferior, que es Intuitiva Introvertida. En razón de ser esta función inferior, intuitiva e introvertida, estas personas bajo
situaciones de tensión pueden sentir presentimientos sombríos sobre sí mismos, y proyectar violentas fantasías de celos.
Pueden verse entonces reducidos a una conducta compulsiva, como reverso defensivo de su fácil adaptación superficial.
Si la perturbación alcanza un alto nivel, este tipo oscilará entre los estallidos de crueldad y los intentos fallidos de
retomar el control manipulando a los otros, entre el mórbido interés por la propia salud y fortuna, y la búsqueda
compulsiva de placer como único medio de negar esas terribles premoniciones.

2 TIPO INTROVERTIDO CON PREDOMINIO DE LA SENSACION. Inferior: Intuitivo extrovertido

La mayoría de los que no lo son, describen a estos individuos como "los raros". Vagan como en un trance (o
simplemente parecen Idiotas) pero en realidad no pierden detalle de lo que sucede a su alrededor. Lo que confunde al
observador es que estas personas reaccionan con mucha lentitud, y sólo en términos intensamente subjetivos.
Es algo así como arrojar una piedra en un pozo que resulta más profundo de lo que habíamos creído. Pasa mucho tiempo
antes de que suceda nada, y luego, veladamente, llega el eco de un lejano golpe, una extraña respuesta que parece
provenir de otro mundo, pero que en realidad no se diferencia en nada del efecto que nosotros anticipamos.
Las respuestas de este tipo van desde las deliciosamente originales y creativas hasta las casi imposibles por remotas y
absurdas. Pude observar un ejemplo muy creativo y fresco este verano durante mis vacaciones en la isla Martha
Vineyard. Recordarán que el tipo descripto anteriormente reacciona ante el mundo que lo rodea, es conmovido por los
sucesos del medio, como aquel alpinista que subía a la montaña sólo "porque estaba ahí". Pero el granjero isleño con el
que me encontré entonces era, en cambio, un introvertido, si bien con predominio de la sensación; sus lejanas respuestas
eran sólo el eco subjetivo de la excitación exterior. Este sujeto había plantado una hilera, de una milla de largo, de
erguidos girasoles en su tierra. Al pensar que estas plantas producirían, obviamente, muchas más semillas de las que
podría necesitar para forraje de su escaso ganado, le pregunté por qué había plantado una milla de girasoles. Tras una
pausa (creí que no me había oído), respondió: "¡Porque antes no estaban!"
Para esta gente, la realidad es lo que ven. Si bien captan con prontitud todas las sutilezas de lo que Sucede a su
alrededor, lo que hacen arbitrariamente Con todo esto en su interior intensamente trabajado es su único patrón de la
propiedad de sus respuestas. Y suelen sorprenderse ante la sorpresa que causan en los otros sus respuestas totalmente
"naturales" para su propia mitología interna.
Igual que su contrapartida (el Tipo Extrovertido con predominio de la Sensación), también estas personas tienen
oscuras premoniciones, pero, al revés de ellos, éstas no se refieren a su propio bienestar, salud, etc., sino más bien a las
posibles amenazas de quienes los rodean. El resultado es la sospecha paranoica siempre tensa, funestos presentimientos
sobre lo que van a hacer con él, fantasías mórbidas sobre las intenciones peligrosas y destructivas del mundo entero.
Esta preocupación compulsiva suele producir síntomas de agotamiento. Su mejor protección contra este torbellino es la
idea que a veces le sobreviene, de que el mundo es algo así como una charada cómica.

3. TIPO EXTROVERTIDO CON PREDOMINIO DE LA INTUICION. Inferior: Introvertido con predominio de la


sensación.

Igual que el General Custer, los casos extremos de este tipo suelen ser apasionados, impulsivos, se entregan por
entero a cada situación en la que se ven envueltos, descargan su vena romántica pasando a degüello a sus semejantes, y
suelen terminar mal. Los ejemplos más moderados carecen de tan intenso colorido, pero también están orientados hacia
sus propios presentimientos intuitivos sobre los sucesos externos. Su habilidad para ver las posibilidades ocultas y
descubrir las más nuevas y prornet doras los vuelve a menudo promotores competentes, adelantados entusiastas, y
sutiles especuladores.
Pero, lamentableIpente para ellos, se aburren tan fácilmente de lo familiar, muestran tal impaciencia por cambiar,
que no suelen quedarse el tiempo necesario para cosechar lo que sembraron. La gente que depende de ellos termina
pensando, a veces, que se han visto arrastrados por el falso carisma de un psicópata irresponsable. Pero casi siempre
estos tipos no abandonan a sus seguidores por maldad, sino por el impulso mismo del espíritu aventurero y poco realista
de su función inferior. Su introversión y predominio de la sensación no puede interesarse en lo práctico cotidiano. Como
resultado, y bajo situaciones de tensión, en aventuras que para ellos tienen casi una atracción mística, estas personas se
olvidan de sus necesidades personales y literalmente pueden trabajar hasta la muerte.
Su orientación hacia las posibilidades futuras los lleva a descuidar los duros hechos de la vida. En el mejor de los
casos, esta circunstancia enciende un fuego sagrado que les inspira coraje, aun cuando sean muy tímidos. En el
peor de los casos, como Custer, se precipitan, junto con quienes los rodean, hacia una irreflexiva e innecesaria
autodestrucción. Estos individuos, cuyas funciones de pensamiento y sentimiento están apenas desarrolladas, y el
predominio realista de la sensación está reprimido al estado de una función inferior, a veces tienen muy pocos
recursos disponibles para comprobar lo que les dicta su intuición. Como resultado, y a causa de su sentimiento
innato de superioridad sobre los objetos que lo rodean, una persona así puede enredarse en una relación compulsiva e
imposible con una mujer a la que puede llegar a destruir sin darse cuenta, y por cuyo sufrimiento puede sufrir luego
durante años. Su descuido por sí mismo, por otra parte, puede compensarse inconscientemente con extrañas fobias e
ideas hipocondríacas.

4.TIPO INTROVERTIDO INTUITIVO. Inferior: Extrovertido con predominio de la sensación.

Los Tipos Introvertidos Intuitivos se caracterizan por las posibilidades de experiencia arquetípicas que surgen
de lo profundo de sus inconscientes. En este tipo se encuentran los mediums y los místicos, los profetas y los poetas, los
shamanes, los videntes y los redentores. Como este es, sin duda alguna, mi propio tipo psicológico, me encuentro
catalogado entre los Cristos y los locos. Le corresponde a usted, lector, decidir si es verdad que pertenezco a esta serie de
los carismáticos.
No es extraño que yo sea un entusiasta relator de cuentos, pues una de nuestras características es la compulsión a
comunicar los relatos de nuestros propios viajes interiores. Nuestro poco interés por la "realidad" exterior de los hechos,
nos lleva a embellecer irresponsablemente la verdad, transformando nuestras historias para que sirvan a una realidad
interior "más alta". A veces suelen preguntarme si he inventado o no una historia. Sólo puedo responder que todo lo que
invento es rigurosamente verdadero.
Las visiones compulsivas del Tipo Intuitivo Introvertido no son, para él, meras fantasías. Responden simbólicamente
a las preguntas sobre cómo ha de vivir su propia vida, así como incitan a que los otros, carismáticamente fascinados,
pasen a ser discípulos. El lenguaje subjetivo de un llanto en el desierto tienta tanto al gurú como a sus seguidores a
agigantarlo, a darle una seriedad suprema. Semejante poder personal está cargado de tentaciones de corrupción. 7
Otro peligro es, por supuesto, la emergencia errática de la función inferior: la extroversión con predominio de la
sensación. Los excesos del instinto son la regla. Afortunadamente, he superado tanto los excesos en la comida como la
hipocondría. Cuando de joven, experimente con ciertas drogas, evité por completo la heroína pues sabía intuitivamente,
que me transformaría en un completo adicto desde el momento en que la probara. Las sensaciones compulsivamente
experimentadas de la función inferior en este tipo superan fácilmente las contradictorias barreras de la conciencia y levan
a experiencias sensoriales extáticas, plenamente comparables a los viajes internos de los místicos. Por una cruel ironía,
esto se vuelve un punto en contra en aquellos tipos cuyos impedimentos ascéticos los dirigen hacia una adición a las
visiones internas logradas en trance. Las drogas psicodélicas constituyen puentes compulsivos entre los objetos
internos y los externos.
De mi descripción de estos tipos "irracionales" de función perceptiva (tanto introvertido como extrovertido, y con
predominio de la intuición o de la sensación), se desprende claramente que los peligros ocultos en sus
funciones inferiores son los de los presentimientos oscuros (cuando hay predominio de la sensación) y de la desatención
a los hechos duros o desagradables de la vida (entre los intuitivos). Al explorar los tipos "racionales" (extrovertidos e
introvertidos, con predominio del pensamiento o del sentimiento) encontraremos que su contraparte oscura y destructiva
implica un dogmatismo rígido (si predomina el sentimiento), y un humor negativo y abrumador (si predomina el
pensamiento). En todos los tipos, las funciones que sirven como fuentes de creación cuando su estado es el correcto, se
transforman en dificultades y flaquezas cuando se descarrían. Es cierto que a corona de unos es la cruz de otros". 8 Para
llegar a ser personas completas, es preciso que aprendamos a reconocer y aceptar el peligroso potencial primitivo de
nuestras propias funciones inferiores.
Y ahora consideremos en detalle los Tipos relacionados con el Juicio:

5.TIPO EXTROVERTIDO CON PREDOMINIO DEL SENTIMIENTO. Inferior: Introvertido con predominio del
pensamiento

Existe una tendencia a clasificar con mayor frecuencia a los hombres dentro de los tipos con predominio del
pensamiento o la sensación, y a las mujeres adscribirles las funciones intuitivas o sensitivas. Esta tendencia determina
injusticia, tontería, y el peligro de apoyar mitos políticamente opresivos. Y aun así, creo que los prejuicios sexistas
(como otras formas del prejuicio) son especialmente peligrosos porque tienen parte de verdad. Sería más fácil librarse de
ellos si fueran completamente falsos. En realidad, son distorsiones de observaciones correctas de las diferencias
culturales.
En los escritos de Jung, el Tipo Extrovertido con predominio del Sentimiento aparece ejemplificado
predominantemente con mujeres. Primero haré una descripción de este tipo, y luego trataremos de comprender cómo es
que se obliga a las mujeres a conformarse a este molde (convenga o no a su tipo psicológico básico).
El Tipo Extrovertido con predominio del Sentimiento es una persona adaptada, tratable, amistosa, y que, da
mucha importancia al amor, al aprecio y a la aprobación de que pueden hacerla objeto. Este tipo genera a, su
alrededor una atmósfera de aceptación agradable, y disfruta haciendo felices a quienes lo rodean. Trata de evitar las ideas
independientes por miedo a parecer incorrecto. Aunque los individuos correspondientes a este tipo puedan parecer algo
teatrales, son muy sinceros en los sacrificios que hacen por el prójimo, sin perseguir motivo
ulterior que no sea sus propios sentimientos positivos y la anulación de su melancolía subyacente

7 Sheldon B. Kopp. Gúru (1971), págs. 123 _ 130

8 Edward C. Whitmont. The Symbolic Quest: Basic Concepts.of lS;lYllCal Psychotogy, G.P. Putnam's Sons, Nueva ork, 1969
Igualmente importante es cuidarse de los excesos que indican falsedad, o una profunda insatisfacción. En algunas de
estas personas observamos una gran expresión de los sentimientos, pero una falta de cualidad personal; se trata más de
un humor errático y exagerado que de fluidez emocional. También suelen demostrar una obstinada resistencia a permitir
que salgan a la superficie sus pensamientos. Y cuando emerge el pensamiento introvertido
de la función inferior, la lógica de este tipo resulta negativa hasta el agravio y hecha de ideas excesivamente críticas
hacia quien se oponga, infantil, y regida más por los impulsos que por la razón. Todo es dogmáticamente blanco o negro,
las disyuntivas son tajantes: una cosa o la otra. En combinación con los sentimientos huecos y efusivos, el resultado es la
típica histeria en su forma más frustrante.
Para un tipo semejante, la única autoprotección proviene del reconocimiento y la conciencia de estos pensamientos
negativos generalmente inconscientes. De otro modo, estas personas pueden sentirse tentadas a vender sus almas para
lograr la constante aprobación de los, otros, por miedo a tener que vérselas con la tristeza y a ira que acompaña a sus
sentimientos reprimidos de autodesprecio y desesperanza.

6.TIPO INTROVERTIDO CON PREDOMINIO DEL SENTIMIENTO. Inferior: Extrovertido con predominio del
pensamiento

Este es el tipo psicológico que me resulta más difícil de describir satisfactoriamente; y no creo que el hecho de
estar casado con una mujer que pertenezca a él sea la única razón de mi dificultad para articular un ejemplo de tanta
intensidad interna. Es esa clase de personas de las que se dice "las aguas tranquilas son las más profundas"
Se trata, en efecto de personas tranquilas, difíciles de comprender pues sólo se revelan indirectamente. Las corrientes
profundas que los mueven suelen estar ocultas. Quienes los rodean se ven profundamente afectados
por el tono que imponen con su mera presencia, pero ellos parecen tímidos, inaccesibles, y rara vez se ven llevados a
dar explicaciones sobre sí mismos.
Mi esposa es el alma de nuestra familia. El resto de nosotros parecemos hacer las cosas a nuestro modo, ignorando
sus ideas, pero en realidad es su poderosa influencia secreta la que impone el tono ético y emocional en el que vivimos.
Yo, en mi papel de shamán, profetizo a viva voz mis mensajes sobre lo que representamos unos para otros, pero la
lealtad silenciosa de ella es la que realmente importa, aunque nunca llama directamente la atención sobre sí. Un
maravilloso verso de Rilke indica con total claridad su lugar: "Te amo, pero eso no te interesa". 9 Y cuando la necesidad
de confirmar mi carisma me lleva a pedirle afirmaciones más explícitas de aprecio, además de todo el que me da con su
vida, imperturbable ella me responde: "no, ya te he dado lo suficiente; sería como tener dos empleos".
Estas personas suelen ser víctimas de la emergencia de su función inferior extrovertida con predominio del
Pensamiento. El resultado es una preocupación obsesiva por los detalles de tantos hechos externos, que terminan
abrumándolos. Hacer listas y programas puede ayudarlos, pero sólo provisoriamente, a detener el flujo de la confusión y
la depresión. Y si no se lo rechaza con períodos intermitentes de despotismo o libres estallidos de malhumor, el resultado
puede ser el agotamiento emocional.
Como shamán autoproclamado, yo estoy, por supuesto, fascinado ante los poderes secretos que despliega esta
hechicera cuyas armas son la discreción, la invisibilidad, y el tímido" ¿Quién, yo?". Soy muy consciente del conmovedor
encanto de sus secretas y sagradas promesas, de su sensibilidad poética rara vez expuesta, de sus ambiciosos deseos
secretos, pero sólo los conozco por su impacto mudo, casi nunca por una frase explícita. Parece absolutamente esencial
confiar en ella sin llegar a saber nunca ante qué o quién me he rendido.

7.TIPO EXTROVERTIDO CON PREDOMINIO DEL PENSAMIENTO. Inferior: Introvertido con predominio del
sentimiento

En el mejor de los casos este tipo es un organizador competente, realista, y de pensamientos claros, que cimienta
exitosamente sus convicciones en normas establecidas con objetividad. Estos hombres suelen ser administradores
poderosos, que han incorporado modernos métodos científicos a sus ambiciosas aventuras. Su exactitud y precisión, algo
difíciles de soportar, pueden templarse con un interés teórico en la reforma social y en un altruismo personal.

9 Citado en von Franz, pág. 39


Las posturas exageradas de este tipo, en las que se ha reprimido el sentimiento con demasiado éxito dan por resultado
en algunos una insoportable actitud tiránica y brutal, y en otros un materialismo más seco, pedante y una
hiperconvencionalidad. En cualquier caso existe también el peligro de que la función inferior oculta manifieste un
sentimiento de estar absolutamente en lo correcto, en la peor tradición del sabelotodo que se cree más illa de toda crítica.
Para obedecer a su infantil sentido de lo bueno y lo malo, no retroceden ante la brutalidad o el engaño con tal de derrotar
a sus enemigos. Es evidente que Richard Nixon pertenece a este tipo
Supongo que dependerá de las ideas políticas del lector su evaluación del grado en que se manifiesta en él la
función inferior.

8.TIPO INTROVERTIDO CON PREDOMINIO DEL PENSAMIENTO. Inferior: Extrovertido con predominio del
sentimiento

El Tipo Introvertido en el que predomina el Pensamiento también pone las ideas por encima de las emociones, pero
dirige su atención hacia su espacio interno, y en consecuencia sus especulaciones son más abstractas,
teóricas, y analíticas, a menudo llegando a una calidad muy original. Estas personas pueden ser amables
superficialmente, pero en realidad no se interesan mucho por los demás, por lo que con frecuencia se los comprende
malo se los domina. Un ejemplo benigno es el cuento apócrifo según el cual los automovilistas en Princeton siempre
detenían sus autos al ver a Einstein que caminaba, en estado de completa distracción, por la calle, su cabeza hundida en
un libro, o perdido en sus pensamientos, pues sabían que en cualquier momento se les cruzaría sin siquiera advertido.
El profesor impráctico y distraído parece ser un misántropo infantil, disgustado cuando se lo distrae de sus
amenidades interiores, y abierto sólo con los amigos íntimos que 'comparten sus intereses intelectuales. Si se
excita su función inferior (extrovertida-sentimiento) puede desplegar la sensibilidad emocional de un eremita
intelectual, o bien puede unirse a alguien con lazos irracionalmente positivos, que llegan a tener un colorido casi
mitológico. Los ejemplos que puedo citar en este momento son, por ejemplo, la fascinación de Einstein con
Israel, el enamoramiento de Whitehead hacia un Universo compuesto de partículas amistosas de conciencia vibrante, o la
tragicómica relación del profesor y la vampiresa en el film alemán "El Ángel Azul". 10 En este film
un maestro soltero de mediana edad abandona el trabajo de toda su vida para perseguir los encantos equívocos de
Marlene Dietrich , se degrada por permanecer a su lado, se enfrenta contra todo razonamiento normal y termina como un
bufón en el cabaret. La destructividad no deseada de sí mismo y otros es el constante peligro de estos tipos abstraídos y
fuera de sí.
En cada individuo particular hay muchas permutaciones fascinantes, que dependen no sólo de su tipo psicológico,
sino también de sus desviaciones del tipo puro y la configuración secundaria que hace predominar las funciones
auxiliares. Asimismo, estos términos nos permiten comprender mejor muchos de los conflictos suscitados entre personas
pertenecientes a distintos tipos. Jung cita el ejemplo de la discusión entre un Tipo Extrovertido con predominio del
Pensamiento, y un Tipo Introvertido con predominio del Pensamiento o Sentimiento. Señala que "aquí invariablemente
aparece un error fundamental, pues en lugar de reconocer la diferencia en las premisas, ambos tratan de demostrar una
falacia en la conclusión"11

Las ventajas y desventajas de estas mezclas tipológicas fueron descriptas hace poco por una mujer joven, artista,
casada con un psiquiatra. Ella es del Tipo Introvertido con predominio de la Sensación, y él es Introvertido con
predominio del Pensamiento. Sus conflictos han tenido lugar acerca del proyecto de decorar su nueva casa. Ella
h sugiere colores desacostumbrados, cuyo efecto es muy hermoso, a lo que él accede con protestas y resistencias, pues
ella no puede dernostrarle -por adelantado la belleza de los resultados. Por otra parte, ella muestra una tendencia a la
extravagancia en la compra de muebles, algo moderada, pues ha demostrado la prudencia de prestar atención a las
lamentaciones financieras de su marido. En lugar de dejarse llevar en esos casos, ella ha aprendido a respetar su
sentimiento innato del orden cuando se trata de la planificación económica. Pero, según ella misma lo dice, "nunca sé
que es tiempo de preocuparse hasta que no lo veo preocupado”.

10 Ejemplo sugerido en von Franz, pág. 43.


11 Jung, Collected Works, vol. 6, pág. 392
Capítulo VIII

LO QUE BUSCA EL MAL


EN EL CORAZON DE LOS HOMBRES

…y el alma,
para conocerse a sí misma,
debe buscar en el alma:
al extraño y enemigo, lo vemos en el espejo. 1

"La bella y la bestia" 2 es una hermosa variación, en forma de cuento de hadas, del perenne tema humano de
la emergencia de los opuestos. A veces su mensaje ha sido diluido por el sentimentalismo, Y reducido a esto:
"un corazón sincero es superior a la belleza física o al ingenio". Pero la reacción intuitiva de mi propia alma
oscura me indica que en realidad este cuento tiene que ver con la necesidad de todo inocente de hacer ver la
Bestia que hay dentro de él.
Pensemos en el tiempo en que creíamos en todos los cuentos maravillosos que nuestra actual racionalidad y
madurez nos impiden apreciar. La Bella era la hija menor y la más hermosa, de un comerciante antaño muy rico,
que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres. Las otras hermanas eran vanas y tontas, mientras que la Bella era
inocente. Mientras sus hermanas buscaban marido, ella se consideraba a sí misma demasiado joven para casarse y
prefirió vivir devotamente cuidando a su padre. Cuando el comerciante perdió su fortuna, la familia tuvo que irse
a vivir a una pequeña casa en el campo. De todos los hijos, sólo la Bella pudo aceptar su destino con humildad y
devoción. Trabajó sin quejarse, mientras los otros tomaban el desayuno en la cama. Cuando un golpe repentino de
fortuna los favoreció, la Bella no pidió nada para sí, mientras que los otros hicieron toda clase de encargos
exagerados. Cuando el padre insistió en traerle algo a su querida Bella, ella dijo que se conformaría con una sola
rosa.
A su regreso el padre traía regalos para sus hijos, pero, como era invierno, no había podido hallar una rosa.
Perdido en medio de una noche muy oscura, con frío y hambre, llegó a una gran mansión que parecía deshabitada.
Entró, comió y durmió, pensando que el dueño de casa le perdonaría el atrevimiento. Cuando se despertó a la
mañana siguiente, encontró un traje nuevo colocado allí en reemplazo de sus viejas y gastadas ropas. Creyó
entonces que se encontraba en la casa de un genio bienhechor que se ocupaba de complacerlo.
Tras el desayuno, salió al jardín y cortó un ramo de rosas para llevar de regalo a la Bella. En ese instante oyó
un terrible sonido y vió acercarse hacia él a una bestia tan espantosa que poco faltó para que perdiera el sentido
del espanto. La Bestia estaba furiosa y le anunció que esa transgresión le costaría la vida. El comerciante le
suplicó piedad, explicándole que a toda costa debía llevarle una rosa a su hija. La Bestia le respondió que sólo lo
dejaría ir si le entregaba a una de sus hijas. En caso contrario, debería retornar en tres meses para morir. El
comerciante simuló aceptar la propuesta de la Bestia para poder regresar a su hogar y despedirse de sus hijos.
Hizo una solemne promesa. La Bestia lo dejó partir, y lo cargó de regalos para su familia.

1 George Seferis, "Argonauts", de Mythical Story in Four Greek Poets: C.P. Cavafy, George Seferis, Odysseus.- Penguin Books 1966- pág 45

2 Madame de Villeneuve, "Beauty and the Beast", en The Arthur Rockham. Fairy Book, J.B. Lippincott Co., Filadelfia y Nueva York, pag 49
Cuando el comerciante estuvo de vuelta en su casa y les contó a sus hijos lo que había sucedido, las otras
hermanas culparon a la Bella por la desgracia. Pero ella respondió: "No es preciso que mi padre muera. Yo me
entregaré a la Bestia, y probaré así mi amor al mejor de los padres. "Los hermanos se opusieron, diciendo que
ellos irían a matar al monstruo. El padre no quería que ninguno de sus hijos sufriese y dijo que él volvería y se
entregaría. Pero la Bella se mantuvo firme en su decisión de ir, y cuando hubieron transcurrido tres meses, partió
para el castillo de la Bestia. Las hermanas simulaban estar abrumadas, pero la Bella, por su parte, partió con
alegría.
Cuando la Bella y su padre llegaron al castillo, les dieron excelentemente de comer. La Bella sospechó que la
Bestia deseaba alimentarla bien antes de comérsela. Apareció entonces la Bestia, y le preguntó a la niña si
había venido por su propia voluntad. Cuando ella respondió que así era, recibió esta respuesta: "Entonces eres una
buena joven, y te lo agradezco mucho". La Bella y su padre se quedaron perplejos. El comerciante se marchó
tristemente, y la Bella fue a su cuarto a dormir. Durante la noche, soñó que una dama se acercaba a ella y le decía
"Estoy muy complacida, Bella, de que hayas mostrado la voluntad de dar tu vida a cambio de la de tu padre. No
temas; esa buena acción no quedará sin recompensa". La Bella se sentía sorprendida al ver que la Bestia había
hecho todo lo posible por complacerla y hacer agradable su estancia en el castillo, y ahora comprendió que no le
haría ningún daño. Cuando comenzaron a conocerse, la Bella tuvo que admitir que así como la Bestia era horrible
físicamente, tenía un dulce corazón. La Bestia admitía su fealdad, y afirmaba que también era de corta
inteligencia, pero la Bella le respondió que eso no era posible, pues los tontos nunca admiten serlo.
Gradua1roente, la Bella llegó a apreciar tanto la bondad de la Bestia que comenzó a olvidar su fealdad. Una
vez el monstruo le dijo: "Hay muchos monstruos con forma de hombre. Pero es preferible tener el corazón de un
hombre y la forma de un monstruo". Más tarde, le preguntó a la Bella si aceptaría casarse Con él. Ella se asustó,
pero, siempre respetuosa de la verdad, le dijo: "no": El pareció triste, pero no enojado. Con el transcurso de los
meses, la simpatía y afecto que ella sentía por la Bestia fueron creciendo; y hasta comenzó a extrañarlo en los
momentos en que no estaban juntos. Lo único que la molestaba, aparte de la ausencia de su padre, era que la
Bestia le preguntaba una y otra vez si querría casarse con él. Pasado un tiempo, ella le preguntó a la Bestia si
podría ir a su casa a visitar a su padre, pues pensaba que el anciano estaría desconsolado al no tener noticias de
ella. La Bestia le dijo que podía ir, pero le advirtió que si demoraba mucho en regresar, él moriría de pena. La
Bella le aseguró que ella también lo apreciaba, y que volvería en menos de una semana, por lo que no tenía por
qué preocuparse.
La joven volvió a su hogar, encantada de ver a su padre, y una vez más se vio envuelta en las rencillas que sus
envidiosas hermanas tejían a su alrededor. Se sentía muy feliz de estar con su padre, pero cuando hubo pasado una
semana, soñó una noche con el jardín del palacio, en el que yacía la Bestia, agonizando de dolor. Se sintió muy
mal al comprender lo cruel que era con quien la había tratado tan bien. Incluso pensó: "¿Por qué no casarme
con él? Estoy segura que sería más feliz con él que mis hermanas con sus esposos, y no quiero hacer nada que le
cause pesar".
Al despertarse, se puso el anillo mágico que la devolvería al palacio, y esa misma mañana se encontró de
nuevo con la Bestia. La llamó en alta voz: "Bestia, Bestia querida", pero no hubo respuesta. Al fin recordó el
sueño y corrió al jardín y lo vio allí tendido, como si hubiera muerto. Olvidando su fealdad, se arrojó sobre él, y al
notar que su corazón aún latía, fue en busca de agua con la que lo hizo reaccionar.
La Bestia abrió lentamente los ojos: "Casi olvidaste tu promesa, Bella", le dijo. "Y como no puedo vivir sin ti,
había determinado morir; pero moriré contento, pues he visto una vez más tu rostro."
"No, no, Bestia querida", gritó apasionadamente la Bella. "No morirás, vivirás y serás mi esposo. Yo creía que
sentía sólo amistad por ti, pero ahora veo que era amor." En este momento el palacio entero se transformó
en un lugar paradisíaco, y la Bestia se irguió sana y fuerte como antes.
Y al ponerse de pie, la Bestia espantosa se transformó en un joven príncipe alto y apuesto, que asía la mano de
joven con tierna expresión. Pero la Bella sollozó: "¿Dónde está mi pobre Bestia? Yo sólo la quiero a ella, a nadie
más". Y el príncipe replicó: "Yo soy la Bestia", y a continuación le contó cómo un duende malvado lo había
condenado a esa forma horrible, y a no demostrar ninguna inteligencia, hasta que una hermosa dama consintiera
en casarse con él. Y puesto que la Bella lo había juzgado no por su aspecto ni por su talento, sino sólo por su
corazón, ahora' quedaba liberado.
Pero debemos ver que el amor de la Bella no sólo libera a la terrible Bestia. Su aceptación de la naturaleza del
espantoso animal la transporta más allá de su precipitación virginal y exagerada para sacrificar sus propios deseos.
Llegar a amar al ser primitivo y salvaje que es la Bestia es equivalente, para la Bella, a llegar a ponerse de acuerdo
con las poderosas fuerzas instintivas que moran dentro de ella. El resultado es que emerge como una
mujer de carne y hueso, con un apuesto y viril hombre bestia todo para ella. Ya no es la niñita de papá; ha llegado
a su mayoría de edad.
La Bestia del cuento es un motivo arquetípico, una metáfora del lado Oscuro, desautorizado, de nuestra
heroína, un lado que parece ominoso y temible, pero sólo en tanto su naturaleza verdadera permanece oculta en
las sombras del no reconocimiento, en la tierra de la penumbra.

La visualización del .Tarot de este Arquetipo de las Sombras es el naipe llamado El Diablo. Un hombre y una
mujer con cuernos y cola están encadenados al medio cubo (el Trono del conocimiento parcial) sobre el que se
sienta Satán. Esta es la carta de la magia negra, que anuncia la emergencia de las fuerzas oscuras y de la violencia
revolucionaria. Invertida, esta carta promete la cura, y el comienzo de la comprensión espiritual.
La sombra es el lado negativo de la personalidad, no necesariamente un lado malo o indeseable, sino aquellos
aspectos del yo que no calzan en la autoimagen idealizada con la que hacemos más llevadera nuestra vida
imperfecta. Jung mismo permanece en cierto modo atascado en el pantano moralista, residuo de su medio infantil
provinciano y religioso contra el que se rebeló, y del que en muchos aspectos logró evadirse. Como consecuencia,
su énfasis moralista subvalúa algunos de los aspectos positivos de la sombra. Pero logra hacer poderosamente
vívida la cara negativa de la sombra, y más aún, muestra el valor inspiracional de urgir a los hombres a llegar a
ponerse de acuerdo con el poderoso reverso de su persona, del que naturalmente estarían tentados de apartarse.
Lamentablemente, no hay dudas del hecho de que el hombre, como un todo, es menos bueno de lo que se
imagina o quiere ser. Todos llevan una sombra, y cuanto menos consciente es, más oscura y densa. 3
Hay algo espantoso en el hecho de que el hombre tiene también un lado en sombras, que no está compuesto
sólo por sus pequeñas debilidades y vergüenzas, sino que posee una fuerza positivamente demoníaca... un
monstruo delirante... la bestia sanguinaria... Salvo un vago presentimiento de las posibilidades que acechan en las
penumbras de nuestra naturaleza humana, nos rehusamos a reconocerla. Luchamos ciegamente contra el dogma
terapéutico del pecado original... 4
En otras palabras, es perfectamente posible que un hombre reconozca el mal relativo de su naturaleza, pero
para él es una experiencia rara y conmovedora avizorar el rostro del mal absoluto. 5
Jung nos instruye acerca del mal de que todos somos capaces. Pero para mí es más útil aun, cuando se escapa
de la perspectiva victoriana que también limitó la visión de Freud. En esos momentos de iluminación, Jung me
ayuda a ponerme en contacto con el conocimiento de que nada humano debería serme ajeno, que la solución no es
simplemente aceptar lo malo como lo bueno, sino más modestamente, ponerme de acuerdo con lo que es, sin
fijarme si se acomoda a cualquier moralidad convencional. Es este aspecto, precisamente, el que ilumina cuando
señala que:

3 C.G.Jung, de "Psychology and Religion", en Collected Works, vol Ll , citado en C.G.Jung: Psychological Reflections.

4 C.G.Jung, de "The Psychology of the Unconscious" en Collected Works, vol. 7, págs. 214

5 C.G.Jung, de "Aion", en Collected Works, Vol. 9, Parte 11, citado en Psyche and Symbol: A Selection from. the Writings 1958
Si las tendencias reprimidas -Ia sombra, como yo las llamo- fueran decididamente malas, no habría ningún
problema. Pero la sombra es simplemente algo inferior, primitivo, inadaptado y extraño; no del todo malo.
Contiene cualidades inferiores, pueriles o primitivas, que en cierto modo vitalizan y embellecen la existencia
humana... 6
El conflicto de una mujer contra los aspectos deliciosos de su sombra es transparente en una serie de sueños
que nos ilustran sobre su viaje interior durante el peregrinaje de la psicoterapia:
Soñé que estaba en el patio de un motel, y llevaba puesta una falda larga y abierta adelante, de modo que mis
piernas quedaban a la vista. Un amigo de mi padre estaba ahí mirándome apreciativamente. Recordé
cuánto lo despreciaba. Era más educado que mi padre, más autoritario; y aunque los dos tenían empleos similares
como ingenieros en el estado de Alabama, el otro siempre parecía superior a mi padre. Aunque en cierta medida
se tenían simpatía, a mi padre él le disgustaba intensamente, cosa que me confió a mí ya nadie más.
Allí en el patio, comencé a moverme seductoramente, muy segura de que él me deseaba. Fuimos a su
habitación en el hotel, y yo me di un baño. Yo no tenía mis propios elementos de tocador, de modo que usé el
jabón, la esponja, el aceite y las toallas que pertenecían a su esposa. Todas estas cosas eran de un hermoso tono
rosado, y me gustaron por esa razón y además porque gozaba apropiándome de lo suyo y sintiendo que su
estúpido y gordo marido me deseaba a mí. Mientras estaba en el baño entró en la habitación una amiga mía, una
mujer con la que yo había tenido una íntima relación sexual y emocional. Nos reímos juntas de mi seducción, y
aún más nos reímos de " usar las cosas de su esposa!". Entonces entró un hombre joven. Salí del agua y fui hacia
él: Me abrazó muy tiernamente, y me sentí llena de amor hacia él. No sé quién sería este joven, aunque bien
podría ser un muchacho que iba a uno de los grupos terapéuticos en que estuve, y hacia quien sentí un gran cariño.
Luego me vestí y pasé a la habitación. Había mucha gente ahí, se trataba de una fiesta. Yo me sentía muy
hermosa. Todo el mundo se calló, y se hizo el anuncio de un compromiso matrimonial. Era el compromiso del
hombre gordo y estúpido y su mujer. Ella llevaba un ostentoso vestido de satén rosa; tenía el pelo teñido con
mechones grises; y era gorda. Sentí desprecio por los dos, y me sentí muy superior, hermosa y segura de que el
hombre me quería a mí, no a ella.
Esa noche, la noche de este sueño, y varias noches después, soñé con bodas, en la que yo era la novia, vestida
de blanco, y soñé que tenía una familia con varios niños. La sensación más rara de los sueños era mi conciencia de
falta de excitación y vitalidad. Me casaba; tenía hijos; todo estaba como debía ser; y yo me sentía hastiada.
La vemos luchar contra la sombra de su propia sensualidad lujuriosa, promiscua. Esto se refleja en el agresivo y
tosco hombre mayor, que fue en vida amigo de su padre, y que fue en cierto modo la sombra de su padre, el
compañero que necesitaba pero con el que no podía identificarse del todo. En el proceso de exploración de su
propio yo sombrío, esta mujer debe restaurar temporariamente el equilibrio de su autoimagen idealizada con la
serie aburrida de los sueños virginales y familiares. Algún día, pronto, estará completa, será dueña de su sombra, y
vivirá con toda su persona. Mi propia lucha con mi sombra no ha sido diferente ni menos confusa y excitante; y al
final he recibido mi recompensa.
En parte para librar la comprensión de mis lectores de la carga de embotamiento producido por el moralismo en que se
nos ha educado, querría contar la historia de alguien que se encontró con el niño que era su propio yo secreto. El
inesperado encuentro de Ana con su sombra infantil sucedió en el curso de uno de los seminarios sobre
psicoterapia que doy todas las semanas.
He intentado humanizar la supervisión terapéutica. Los falsos mitos de la ciencia contemporánea en el área de la
conducta han clasificado a los seres humanos desdichados como "pacientes enfermos", a sus gurúes espirituales como
"doctores", y a la exploración de lo que sucede entre ellos como "casos clínicos". Durante muchos años dirigí seminarios
de supervisión trabajando sobre la tradicional exposición de casos clínicos. En cada grupo de psicoterapeutas,
comenzábamos concentrándonos en el proceso grupal y luego en la presentación de cintas grabadas en sesiones
individuales y familiares.
Pasado un tiempo, comencé a sentir que el respeto por el paciente cuyo caso se trataba, exigía que él estuviera
presente y participara. Al hacerlo así, tanto los terapeutas como el supervisor se humanizaron.
Trabajábamos generalmente en presencia de dos a cuatro pacientes, y las sesiones resultaron excitantes, por momentos
llegaron a asustarnos, pero al final dieron resultados positivos. Al principio yo me sentía continuamente tentado a actuar
en exceso. Pero cuando llegamos a confiar más unos en otros, pudimos ver mejor cómo las. impasses correspondían a lo
ue sucedía "entre" el terapeuta y el paciente, o el supervisor y el terapeuta. Todos pudimos observar cómo trabajaba en
realidad el otro, en lugar de mentimos acerca de lo que hacíamos.

6 C.G.Jung. de "Psychology and Religion". en Collected Works. vol. Ll , citado en Psychological Reflections 1961) pág. 216.
En lugar de hacer que el terapeuta "presentara casos", el terapeuta y el paciente venían como una pareja que quería
aprender a sacar más provecho del tiempo que pasaban juntos. Los pacientes, comenzaban la sesión, asustados y
perplejos, pero casi siempre terminaron conmovidos e ilustrados. Y además, esos pacientes me enseñaron mucho.
Resultaron ser maravillosos consejeros, pues veían los problemas de su terapeuta con otros pacientes desde una
perspectiva que nosotros, los terapeutas, perdemos con mucha frecuencia.
Un día, una terapeuta llamada Ana debía traer a un paciente. El relato que sigue será una amalgama de sus impresiones
y las mías. Todo comenzó porque el paciente no vino. Ana había sido miembro del grupo de seminario
desde hacía varias semanas. Desde el primer momento, había parecido asustada. Ponía mucha voluntad por llegar a ser
una buena terapeuta, por dar, por ser apreciada, por asumir una buena imagen maternal.
A los pocos minutos de haber entrado por primera vez al seminario, Shelly se percató del juego protectivo de mi
nsiedad. Me preguntó qué quería de él. Le dije que quería ser una terapeuta más firme. Me respondió que podía no llegar
a serlo nunca. Me dijo que tendría que esforzarme mucho para hacerme un lugar en el grupo si quería realizar mi deseo.
Sentí que alguien me oía y me prestaba atención.
Durante las sesiones siguientes otros terapeutas trajeron pacientes al seminario. Yo no di casi nada. Shelly me dijo que
no le molestaba que yo me mantuviese apartada, si eso era lo que quería. Jack dijo que a él le agradaba que yo
permaneciese aparte, como su madre. Su comentario me resultó especialmente hiriente porque él se parecía mucho a mi
hijo y a mi hermano y mi padre, ambos muertos. Barry dijo que si yo persistía en mi apartamiento no quería verme
más en el grupo; quería algo de mí. Gerry dijo que probablemente yo era una buena terapeuta, pero aún no me
había abierto. Marcia también cuestionó mi permanencia en el grupo. Will, mi coterapeuta, dijo que había
trabajado conmigo durante un año y medio, y ahora recibía más ayuda de Jane, con quien no había trabajado
nunca, que de mí, Salí con un sentimiento de parálisis, como si estuviera en una ciénaga.
Luego me tocó a mí pedirle a un paciente que viniera al seminario; había postergado esto todo lo que pude.
Invité a una mujer joven, con la que también me sentía paralizada. Llegaron el día y la hora; pero ella no apareció.
Luego me dijo que había llegado diez minutos tarde y esperó durante una hora hasta que el seminario terminó. No
se le había ocurrido golpear la puerta.
Al faltar ella, yo fui el centro de atención. Creo que fue Barry el que dijo que yo había elegido a alguien que
sabía que no iba a venir.
Yo me había sentido muy ansiosa por la ausencia de mi paciente. Pero negué que su falta me produjera
ansiedad. En la sala de espera había estado criticando ante Will a otro paciente que ambos habíamos visto en
nuestro grupo. No me había dado cuenta que lo estaba criticando. Me sentía enojada por algunos sucesos
relacionados con este paciente y el grupo que manejábamos entre los dos. Indirectamente, dejaba traslucir mi
ira, o mi ansiedad, hacia el seminario.
Cuando Shelly oyó hablar del problema del grupo que codirigíá con Will, me dijo que yo era sórdida, viciosa y
controladora, Le dijo a Will que no era necesario que me siguiera aguantando, que podía liberarse de mí. Shelly a
Will: Pensé que me la habías traído para que yo la sedujera, para sacártela de encima. Jack también le dijo algo a
Will sobre los manejos de ramera de "tu mujer".
Jane dijo que se sentía incómoda. Parecía que me estaban atacando sólo porque mi paciente había faltado.
Shelly le preguntó al grupo si veían hasta qué punto yo había enredado las cosas. Por mi parte, yo no me daba
cuenta de lo que había hecho. Todo lo que veía era el ataque de que era objeto ...
Shelly le preguntó a Will por qué él no hacía nada conmigo cuando yo me mostraba viciosa. Will explicó que
no podía hacerlo, que siempre que lo hacía se hería a sí mismo. Shelly volvió a decirme que me creía muy
controladora.
Me habló de los elementos transferenciales implicados en la actitud de mi paciente hacia Will, y mi excesivo
control sobre ella. No pude responderle con claridad que había trabajado con la transferencia, ni pude decirle que
sentía que había actuado con más decisión que de costumbre. No pude decirle estas cosas y me
quedé perpleja; él no pudo comprender mis sentimientos.
En este momento Shelly había comentado acerca de mi uso impreciso de las palabras: yo "la traje al grupo", "la
puse en el grupo", y finalmente "le pedí que viniera al grupo". Me preguntó por qué estaba jugando con mi
pelo. No le respondí. Señaló que mi modo de controlar eran las preguntas.
Me sentí herida y confusa. Me sentí desamparada. No podía escapar a la verdad de lo que estaba diciendo. Lo
más hiriente era la palabra viciosa. Yo había llegado a enorgullecerme, y con razón como veo ahora, de no
ser viciosa. Pero allí estaba, había sido viciosa. No quería mirar a Will. No puedo decir lo mal que me
sentía. Pero dije que me alegraba, tenía la fuerza suficiente como para oír las críticas y aceptarlas. No dije
nada de mi malestar.
Barry quiso saber por qué no lloraba cuando me sentía herida. Le dije que antes hubiera llorado, pero había
llorado toda la semana y no lo haría ahora. Jack me preguntó cuántas oportunidades como ésta había conseguido.
(Trabajar con Shelly, con el grupo, aprender algo: eso es lo que entendí.) Muy pocas, dije. Entonces mejor
soltado, dijo él.
Jane le dijo a Jack: tú y yo vimos cómo ella fue hasta el extremo y se detuvo. Me desilusionas (Jane a mí), por
no seguir adelante.
Yo era ya un nudo emocional de dolor, ira, perplejidad... y entonces me resolví: No debo perder este momento,
mi encuentro con Shelly, Me volví hacia él. Estoy abrumada, le dije. Es la primera cosa honesta
que has dicho. ShelIy me miró y esperó. Estoy perdida. Lo sé.
Quiero algo de ti y no sé qué es. Una pausa. Te respeto y quiero tu ayuda. Nada de él. Supe lo que era entonces
la más terrible desesperación. Este hombre esperaba oír algo que viniera del centro de mi alma.
¡Otra pausa! Gerry fumaba su pipa y entonces: Lo haces como si hubiera algo que pudieras aprender de
un libro; yo no soy así. Y además... creo que tú sabes lo que quieres.
Shelly habló. Su voz era amable. Lo has deseado tanto. Es 10 que más me gusta de ti.
Las lágrimas estaban cerca. Lo que me asustaba era ser comprendida. Pero aún luché: Me gustas y quiero
gustarte.
¿Por qué lo diluyes tanto?, dijo Shelly,
No había dónde esconderse. y sin embargo seguía siendo tan difícil de decir. Te quiero y quiero que me
quieras.
-¿De verdad me quieres?
-Las lágrimas comenzaron. Sólo pude afirmar con la cabeza.
-¿.Y quieres que yo te quiera?
-Sí, pero eso no puedo controlarlo. No sabía que supieras eso.
Otra vez lágrimas.
-Tienes que decírmelo. Su voz era más suave.
-¿Es tu deseo por tu madre o por tu padre?, me preguntó.
-Mi padre.
-¿Dónde está? .
-Muerto.
-¿Dónde está enterrado?
-En Shenandoah, Virginia, pude decir con dificultad.
-Quiero que llames a tu padre en voz alta, que pueda oírte, y pídele que te ame.
Y llamé a mi padre, muerto, en un valle de Virginia.
-¡Por favor, ámame!
No sé lo que sucedió después. Sólo recuerdo la angustia y las lágrimas. Creo que fue Shelly el que me dijo
que el grupo hacía silencio por respeto.
Shelly me dijo que le pidiera algo al grupo.
En última instancia ella había estado esperando poder decir qué es lo que quería en el grupo. Con el tono de
quien confiesa algo, me dijo por fin: "Me gustas y quiero gustarte", lo que era algo bastante atrevido para alguien
tan tímido como ella. Yo le respondí diciendo: "¿Por qué lo diluyes tanto?" Se ruborizó y se sintió incómoda, pero
esta sensación precisamente le hizo comprender que en realidad no quería decir "gustar" sino "amar". Sentía
esto como una especie de respuesta contemporánea proveniente del maestro-gurú que era yo. Por supuesto que
era una respuesta transferencial, muy vieja, la niñita que pide ser aceptada por su padre. Cuando comenzamos a
trabajar esto había mucha interacción grupal, puesto que la transferencia era tan poderosa. Deliberadamente
desvié su atención en mí, hacia otro terapeuta, Jack, el hombre fuerte del grupo, hacia el que tenía sentimientos
similares, pero con quien su transferencia positiva parecía menos intensa. Después de todo, no estaba haciendo
terapia en ese momento. Tras un comienzo tímido, ella manifestó su desea de que Jack la ayudara, que le
respondiese.
Me volví hacia Jack. Sabía por anticipado que pedirle algo a Jack no sería fácil. Jack, por su pelo rubio, me
recordaba a mi hijo, que me había llamado hacía una semana para decirme que su esposa había perdido
durante el embarazo a su primer hijo. Yo aún lo lamentaba; compartía el dolor de mi hijo y nuera, y lloraba al
nieto que tanto había esperado, y la oportunidad perdida de volver a ser madre, pero ahora de un modo más
abierto, honesto, directo y realista, muy distinto de mi comportamiento ese día con Jack en la sala de espera.
Yo no había comprendido su ausencia la semana anterior cuando dijo que no había asistido a la reunión de la AAP
al final. Como él no agregó nada más, yo no le pregunté dónde había estado, me limité a decir: ah, entonces te
quedaste en la ciudad, en un tono suspicaz y distante que uso cuando me siento insegura y enojada. Cuando supe
que su esposa, a punto de dar a luz a su primer hijo, le había pedido que la acompañara, me sentí avergonzada.
De modo que comencé por pedirle disculpas a Jack:
Lamento lo que dije en la sala de espera. Querría conocerte, y que me conocieras.
No hubo respuesta.
Todo el dolor y el deseo y la pena del día se anudaron en mi cuerpo. Les pedí que me apoyaran.
Nada.
En ese momento volvía a llorar. Quería apoyo. No hubo respuesta.
Se trataba de un seminario de enseñanza, de modo que, aparte de mi interés por esta mujer como ser humano -
su
lucha era honesta, intensa e importante- puesto que habían tenido aquí a aprender, pensé que podría hacerles
aprender algo del proceso, además de participar en esta experiencia. Siempre me ha parecido curioso cómo,
cuando estamos compenetrados en una intensa interacción humana de índole emocional, no causa mal efecto
ponerse didáctico o intelectual. Siempre lo que importa es el sentimiento. De modo que en ese momento intervine
para hablarles de una técnica grupal que había visto, y que podríamos probar aquí para salir de la impasse en que
nos encontrábamos.
La técnica de la que hablé es ésta: Hay un grupo para rehabilitación de drogadictos en Nueva York, llamado
Daytop Village, un centro de tratamiento residencial donde ex adictos veteranos tratan a quienes desean salir
de la adicción. Tiene una buena reputación por su eficacia en la cura, con todas las limitaciones usuales que
resultan de sustituir una clase de dependencia por otra, supongo. Sus técnicas son rudas y poderosas. En uno de
los grupos tienden a usar técnicas de enfrentamiento punitivo, que consisten en que las personas se desuellen unos
a otros, y gracias a las cuales se desgarran las defensas sociales. Pero hay otra técnica en Daytop, que era la que
me interesaba explicarles a los miembros de mi seminario.
Para colectar fondos, a la vez que educan, Daytop tiene un grupo teatral que viaja. Las obras que representan, o
al menos la que yo vi, son escritas y representadas por personas que están en los programas terapéuticos, Y son ex
adictos. El tema de la pieza que vi representada en Washington era la experiencia de unos adictos en el proceso de
rehabilitación. Lo que sucede, por supuesto, es que se reúnen en pequeños grupos y presentan sus disculpas. "No
fue mi culpa", "no deben culparme a mí", "¿cómo habría podido evitar la heroína?", "después de todo no es tan
malo", todas las resistencias habituales que les permiten seguir usando la heroína y echado a perder sus vidas.
En cierto momento, dentro de estos pequeños grupos de enfrentamiento, el miembro nuevo es arrinconado
emocionalmente por los otros. El grupo le hace saber que lo que él realmente quiere es alguien que lo ame, y que
no está claro si alguien podría o querría amar a alguien como él. Pero el grupo le da a entender que ellos podrían
amarlo, si eso es lo que él desea. Pero sólo si pueden oírlo, si lo oyen con tanta claridad que se vean movidos a
responder.
A continuación sigue una conversación muy torturante, en que la persona de la que se trata comienza
diciendo: "Sí, por supuesto, querría que alguien me quiera", y el grupo responde que no le creen y no los
conmueve ese tono de poca convicción, y entonces él dice: "¿Qué tengo que hacer entonces?" y ellos le dicen:
"Tienes que pedirlo en serio", y él dice: "Está bien, por favor, quiéranme". Y alguien le dice: "No puedo oírte
viejo". Por último este diálogo llega a donde tenía que llegar; el individuo revela abiertamente su angustia y
entonces, desarmado, totalmente vulnerable, les dice, con el corazón en las manos: "Por favor, quiéranme.
Alguien, cualquiera, por favor, quiéranme". Y si puede conmover al grupo, si logra que los otros reaccionen,
recién entonces logra la aceptación que busca.
Les describí todo esto al grupo de mi seminario simplemente como una técnica posible. Pero mientras la
estaba explicando, ya comprendimos que viviríamos esa experiencia allí mismo. No sé si eso sucedía por las
cualidades implícitas, emocionalmente compulsivas, de ese tipo de técnicas... o bien porque yo soy tan buen
contador e cuentos que lo que digo nunca suena a descripción abstracta, sino a una concreta invitación a
emprender un trabajo.
Selly contó una historia. En Daytop, los ex adictos ruegan que los quieran, y si su angustia es patente, logra
ser oídos. Volví a dirigirme a Jack. Me gustaría que me quieras.
Ya lo sé.
Te ruego que me quieras. La dificultad de rogar por lo que yo más deseaba comenzó a ahogarme en ira. ¡Dios
mío, no sé rogar!
Vuelve la semana que viene, dijo, y me dio la espalda.
El grupo comenzó a hablar. No sé quiénes hablaron, ni sobre qué. Lo único que conocía era mi desesperación.
Volví a intentarlo. ¿Estás ahí todavía?
Me miró.
Te ruego que me quieras. Ahora sí era un ruego. Volqué mi taza de café y exclamé, presa de un terrible
dolor, por favor, por favor, quiéreme.
Alzó su mano y me tocó. Lloré y lloré y lloré. Tanta pena por tantas cosas perdidas, tanto alivio al ser
aceptada por Shelly y Jack, y por la esperanza de que también me aceptaran los otros, y me quisieran. Está bien,
me dijo; lo que yo escuché fue: estás bien. Decidí dejar de llorar, pero me dieron otro don: ¿Quieres seguir
llorando? Y lo hice y la angustia disminuyó y aumentó mi tranquilidad. Cuando volví a mi sitio en el sofá, Barry
sostuvo mi mano entre las suyas todo el resto de la sesión. Ya no lloraba, pero seguía hundida en mi emoción.
Sólo podía escuchar, a veces confusamente, como cuando Jack le dijo a Shelly: Gracias, siempre me agrada
probar algo nuevo, y Shelly dijo que contaba con la calidad del trabajo de Jack. Otra vuelta de tuerca en mi
mente, un grotesco kafkiano, pero mis sentimientos decían No, lo que me han dado es real. Mientras lloraba, oí en
forma casi subliminal que Shelly decía muchas cosas tranquilizadoras. Ya he pasado lo peor hoy, el resto irá
cuesta abajo. Y esta vez el seminario es uno de los momentos que he esperado con mayor anhelo toda la semana,
y agregó otras palabras tranquilizadoras, que mi mente no puede recordar, pero que mis emociones no han
olvidado.
Partimos desde el comienzo, y el grupo (en especial Jack) comenzó a incitar a Ana a que dijera de un modo
abierto, honesto, y que los conmoviera, qué es lo que quería del grupo. Y agregaron que si no podía hacerlo nadie
se molestaría en hacerlo por ella.
Los acontecimientos se precipitaron y alenté a Ana a seguir adelante, a la vez que le prohibía a Jack entregarse
demasiado pronto. Observé en él una inclinación a darlo todo casi de inmediato, cuando ella comenzó a pedir, a
demandar que la quisieran, la cuidaran, etcétera. A causa del arquetipo materno en él, que tanto lo ayuda en
su trabajo, ya desde el primer momento Jack estaba listo para decirle: "O.K., ya lo has logrado, lo tienes". Pero
cada vez que su aceptación estaba por producirse yo la detenía, hasta que Ana llegó al límite de sus fuerzas.
Durante mucho tiempo ella había ocultado tenazmente la sombra del niño oculto en ella, del niño que pedía la
aprobación paterna. Pero, bendita sea, lo había guardado dentro suyo, y había luchado por restituir su sombra
infantil hasta que llegó el momento en que pudo pedir ayuda de un modo que nos conmovió a todos, logró
transportamos a su propio y vacío corazón.
Y cuando su angustia llegó a una pendiente tan pronunciada que de ningún modo podía rehusársele una
respuesta, apareció Jack. Todo lo que hizo fue decir "Por supuesto" cuando ella le suplicó ayuda. Ella se aferró a
sus solapas y él la sostuvo mientras ella lloraba y lloraba un larguísimo rato. En ese momento todos llorábamos,
alguno por ella y algunos por nosotros mismos. Hablamos de eso de muchos modos. Su gratitud fue abierta y
abunda te, como para que todos pudieran verla. Así que en esta experiencia sobrevinieron cambios en
toda su vida, Para empezar, volvió al tratamiento como paciente, para tratar de aclarar su desorden. Todos nos
sentimos
, conmovidos, complacidos por ella y por nosotros mismos.

Cuando dejé de llorar, Shelly me dijo que mi tenacidad era mi poder. Nunca hasta ese momento había sido, tan
consciente de la cantidad de cosas que podría alcanzar con mi tenacidad, y nunca había pensado que esto fuera
una cualidad. Me habló acerca de mi ira. Yo había comprendido que un ruego no lo es verdaderamente si uno no
abandona su ira.
Shelly me agradeció que hubiera confiado en él. Varias veces me repitió: vale la pena luchar contigo.
Atesoré celosamente esas palabras: ¡yo era una contendiente digna de ser enfrentada! .
Todos los miembros del grupo me abrazaron cuando me fui. Barry dijo: todos están haciendo fila para darte un
beso. Manejé hasta mi consultorio, a veinte millas de distancia, con el rostro surcado de lágrimas. Ser
conocida y querida, y conocer y querer. ¿Qué más podía pedir?
La semana siguiente le dije a Shelly lo confusa que me encuentro. Espero que sigas estándolo, me dijo. Traté
de explicarle qué distintos me parecen ahora mi trabajo y mi vida. Me preguntó qué quería decir. Por supuesto
yo quería decir gracias, y te quieto.
Luego tuve un sueño y me sentí mucho más cerca de Shelly, porque lo había matado. No sé cómo lo hice,
hay un blanco en mi memoria. Él yacía sobre una losa de piedra negra pulida. Su cabeza y rostro estaban cubiertos
con una capucha blanca y máscara como las que usan los esquiadores. Yo no podía tolerar que se hubiera ido. Y lo
resucité. Nos sentamos y conversamos como colegas. Recuerdo lo agradable que fue esta charla. Hablamos sobre mi
viaje, sobre los sitios que visitaría a continuación. Estábamos en el tercero o cuarto piso de un edificio de oficinas, podía
haber sido el séptimo piso, dónde tiene su consultorio Shelly. Me dijo que el único modo de irme era por la ventana. Eso
es una locura, le dije. Y salté. Abajo había un árbol, un hermoso árbol con una rama fuerte. Me sostuve de esa
rama con una mano, balanceándome, y me sentía libre y liviana. Luego salté suavemente al suelo.
Shelly me dijo que no analizaría el sueño. Lo aceptaba como un regalo. Sentí el mayor de los placeres. Había
querido darle a Shelly un regalo. Había considerado al sueño como algo rico e importante, pero no me había
dado cuenta de que también era un regalo para él.
El aspecto más importante de todo esto, para mí, es que todos debemos enfrentar, de un modo u otro, a nuestros
demonios; debemos peregrinar mucho sin escondemos, buscándolos para destruirlos o para comprenderlos. Debemos
aceptar el poder y la angustia de lo que nos ofrece cualquier experiencia, como una oportunidad de ponernos en contacto
con las cosas primordiales ocultas en nosotros. Por eso me sentí especialmente emocionado cuando un par de semanas
más tarde, y después de leer un manuscrito mío, Ana quiso darme algo en respuesta. y cuando me devolvió mi
manuscrito había incluido en él una copia de un poema titulado ltaca, de un poeta griego
contemporáneo 7 a quien yo no conocía, pero que resultaba tan adecuado a mi pensamiento que era como si yo hubiera
estado esperando ese poema sin saber que existía. Me sentí muy complacido de que fuera Ana en articular con la
profundidad de su propia alma, tan' intensa, y la sensibilidad de su naturaleza oscura, quien hubiera adivinado que este
poema me vendría de maravillas, y que hubiera sido tan generosa como para ofrecerme esta parte de ella. De modo que
pensé que este poema diría algo de lo que quiero decir en mi nuevo libro, acerca del peregrinaje de la vida, la oscuridad
de sus sombras, así como el calor y el brillo de su luz.

Cuando saliste para ltaca


pediste que el viaje fuera largo,
lleno de aventuras, lleno de instrucción.
Los Lestrigones y los Cíclopes,
el furioso Poseidón ... no les temas:
nunca encontrarás otros como ellos
en tanto tus pensamientos sean altos, y una rara
emoción toque tu espíritu y tu cuerpo.
Los Lestrigones y los Cíclopes,
el furioso Poseidón ... no los encontrarás
a menos que los lleves en tu alma,
a menos que tu alma los construya ante ti.
Pide que tu viaje sea largo.
Pide entrar, en muchos amaneceres de verano
-con cuánta gratitud, con cuánta alegría-
en puertos que veas por primera vez;
detenerte en los mercados Fenicios,
y comprar buena mercancía,
perlas y coral, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales, tanto como puedas;
visitar muchas ciudades Egipcias,
y llenarte con las palabras de los sabios.

Siempre ten a ltaca en tu mente.


La misión de tu destino es llegar allí

7 C.P.Cavafy, "Ithaca", enFourCreekPoets (1966) págs. 15-16


LA ESTRELLA
Capítulo IX

LA MUJER

Supongo que a esta altura ustedes podrán decir que mi problema principal con las mujeres es mi obstinación.
Aunque yo también lo sé, en cierto modo nunca abandono la fantasía de que algún día llegaré a comprender
verdaderamente lo que es una mujer. Por favor, no piensen que soy uno de esos típicos "machistas" misóginos. Mi
esposa, Marjorie, me ha enseñado gran parte de lo que ahora sé sobre la condición de la mujer. Y fue ella quien,
con pleno conocimiento de causa, declaró que yo soy el hombre más liberado que ella conozca respecto del
problema de los derechos de la mujer, esto es, un hombre que considera a las mujeres como seres humanos en un
todo equivalentes al hombre. Pero también dice (en los momentos malos) que cuando no parezco esclarecido, soy
tan lunático como cualquier otro en mi incomprensión de lo que son las mujeres.
Cuando me asiste la sabiduría, busco en las mujeres la instrucción sobre estos temas. Y ellas están de acuerdo,
pero una de las cosas que me enseñan es que algo de lo que van a decirme está más allá de mi comprensión. Ese
tipo de mensajes desalentadores no proviene sólo de las militantes de la política feminista como las jefas del
Movimiento de Liberación de la Mujer, el Movimiento de Liberación de Lesbianas, o mujeres escritoras como
Simone de Beauvoir o Sylvia Plath. Una mujer abisinia, más simple, menos sofisticada, no política, anónima, no
ofrece la siguiente descripción, absolutamente devastadora, de la vida concreta de su experiencia femenina ¿Cómo
podría saber un hombre lo que es la vida de la mujer? La vida de una mujer es muy distinta de la suya.
Dios lo ha ordenado así. Un hombre es siempre el mismo desde su circuncisión hasta su muerte. Es el mismo antes
de haber conocido a una mujer por primera vez, y después. Pero el día en que una mujer disfruta de su primer
amor, la corta en dos. Ese día se transforma en otra mujer. El hombre, después de su primer amor, sigue siendo el
mismo que era. La mujer, desde ese día, es otra. Y esto continúa toda su vida. El hombre pasa una noche con una
mujer y sigue su camino. Su vida y su cuerpo son siempre los mismos. La mujer concibe. Como madre, es una
persona distinta de la mujer sin hijo. Lleva el fruto de esa noche nueve meses en su cuerpo. Algo crece. Algo crece
en su vida que nunca se apartará de ella. Es madre. Lo es, y sigue siéndolo aun si su hijo muere, aunque todos sus
hijos mueran. Pues hubo un tiempo en que llevó al hijo bajo su corazón y nunca se aparta de su corazón. Ni
siquiera cuando muere. El hombre no sabe nada de todo esto; el hombre no sabe nada de nada. 1
¿Cómo podría llegar yo a comprender a esa criatura que a la vez completa y confunde mi mundo, ese ser que se me
parece tanto y sin embargo es tan "otro" a la vez? Hablando francamente, una de mis inclinaciones es tratar de usar
a las mujeres para consumar mis deseos sin luchar con la pesada responsabilidad de pensar que son seres humanos
con sus propias almas sagradas. Querría decir que no doy paso a esta inclinación con frecuencia porque respeto
profundamente la humanidad de la mujer. Pero la verdad es que en general no trato de usar a las mujeres porque
cuando lo hago, me expongo a ser usado yo también. Mantener la ilusión de que yo llevo el timón es inútil, triste
por la soledad que implica, y a largo plazo siempre es un esfuerzo que no vale la pena realizar.
Recuerdo haber tratado, cuando recién comenzaba mi práctica terapéutica, a hombres que habían "usado"
prostitutas. Todo lo que tenían que hacer para controlar a estas mujeres era darles dinero, y entonces podían
manipularlas del modo que se les antojara. Podían lograr que una ramera hiciera no sólo cualquier truco
sexual que le ordenaran, sino que también fueran gentiles con ellos. Si esos hombres no podían comprar amor, al
menos podían alquilarlo. Las mujeres necesitaban el dinero. Los hombres lo tenían. Las mujeres tenían que
entregarse. Los hombres se sentían orgullosos, superiores, controlaban la situación.
Más tarde, comencé a tratar a algunas putas y bailarinas de striptease. Ellas me hicieron comprender que los
tipos con los que tenían tratos eran unos ingenuos. Por unas migajas de excitación sexual, les sacaban todo el
dinero que traían. Los hombres eran tan fáciles de controlar. 2
La mutua explotación degradante de la prostitución no es sino la forma más obvia en que los hombres y mujeres
se usan unos a otros como objetos. Mucho más comunes son las cosas más sutiles, y más mortales, que nos
hacemos unos a otros. En el microcosmo de la cultura Shtetl, judíos de Europa oriental, los hombres pasan gran
parte de su tiempo estudiando el Talmud, explorando las Leyes Sagradas, mientras las mujeres administran

1 Citado en Alpha: The Myths ofCreation, por Charles H. Long, Collier Books, Nueva York, 1969, pág. 38

2 Sheldon B. Kopp, lf you meet the Buddha on the Road, Kill Him; The Pilgrimage of Psychotherapy Patients, Vlor Books, Palo A lto,

3 Mark Zborowsky y Elizabeth Herzog, Life is With People: The u ture of the Shtetl, Schocken Books, Nueva York, 1962

las cuestiones del hogar. Se discute mucho entre ellos respecto de la importancia de cada uno de estos papeles.
Pero debajo de una superficial cortesía, hay un profundo desprecio.
Los hombres en realidad creen que las mujeres son demasiado ignorantes y estúpidas como para apreciar los
escritos sagrados de la Torá. Entonces, que trabajen como sirvientas, ya que para eso las creó Dios, cocinando y
limpiando sin pensar ni sentir. Las mujeres, por su parte, por debajo de su deferencia pública a los hombres, se
consideran a sí mismas como las verdaderas habitantes del mundo, mientras que los hombres se entretienen en el
limbo de la religión y las ideas, como niñitos jugando. Pero la pérdida de un compañero al que se pueda respetar y
en quien confiar, es sólo, parte del sacrificio. Más costosa es la pérdida de parte del propio yo.
Recuerdo muy bien a una mujer joven, muy hermosa, prostituta, a la que comencé a tratar hace varios años. No era
una puta de diez dólares, de las que hacen la calle. Era una compañera y amante Clase A, que cobraba 100 dólares
la noche. Pero aparte de la situación social, la dinámica emocional era la misma: una puta es una puta. Vino a
verme porque se sentía deprimida, con el mismo vacío, y el sentimiento de inutilidad que todas las putas
manifiestan tarde o temprano. Era un ser humano voluntarioso, aparentemente indulgente consigo misma,
emocionalmente independiente, que podía usar el sexo como decoración, como un instrumento para ganarse la
vida, como un arma para degradar a los hombres (sin reconocer que cada vez que lo hacía se degradaba a sí misma
a la vez).
Durante un período de varios meses nuestro trabajo marchó bien, y ella pasó, como lo deseaba, de una carrera de
prostituta al nivel siguiente de ese trabajo en nuestra cultura. Se volvió alternadora, y seguía sin inmiscuir el
corazón 'en el trabajo. Venía a mi consultorio durante un intervalo en su trabajo, vestida según las exigencias de
éste; por lo general usaba un vestido de terciopelo largo, de corte elegante, aunque un poco obvio; tenía un tajo en
el costado que exponía una pierna larga y hermosa, y zapatos plateados de tacos altos. Su maquillaje era barroco,
estaba cubierta de joyas, y coronaba su peinado una tiara de diamantes de imitación. Pero cuando entraba en mi
consultorio se dejaba caer en una silla como lo haría una niña desmañada, y decía: "Esta es la única silla cómoda
en toda esta maldita ciudad. ¿Puedo sacarme los zapatos?" Se acomodaba a su gusto, y hablábamos de lo que había
sido su vida, y de lo que era ahora. Y con frecuencia lloraba. Se esforzó mucho, y cuando las cosas empezaron a
mejorar llegó a tener un novio, no un cliente sino alguien que en realidad le gustaba. Por supuesto, en medio del
proceso en que se encontraba, no pudo dirigirse sino a alguien que tuviera problemas como los suyos; así es que se
ligó con un hombre mayor, casado, que eventualmente la "traicionaba" prefiriendo a su esposa. Se sentía herida y
furiosa. Se colocaba a sí misma en una posición vulnerable y por primera vez en su vida, era a ella a quien herían.
Ese día dejó el consultorio jurando venganza; de un modo u otro lo haría caer. Volvió a la sesión siguiente
absolutamente furiosa contra mí. Me dijo que yo había arruinado todo, que una vez había podido hacer algo por sí
misma, y ahora ya no podía. Había atraído a su amante a Su departamento por última vez, para hacerlo' sentir luego
tan desamparado como él la había hecho sentir a ella. Me describió la escena en que lo había llevado a la cama,
había determinado excitarlo, llevarlo a un extremo de pasión, y luego dejarlo caer. Lo manejó con métodos que
había aprendido en otras miles de camas. Lo estaba 'llevando precisamente adonde deseaba, y entonces... se volvió
hacia mí y me dijo: "Fuiste tú, maldito bastardo, tú con tu terapia Tú arruinaste todo. ¡Justo en el momento en que
lo tenía listo, me excité!
Parece como si el único modo que tenemos de "usar" a otra persona, consistiera en abandonar provisoriamente
una parte de nosotros mismos. Cuando trato de usar a las mujeres como objetos, esa maniobra no me da ningún
resultado digno del esfuerzo. ¿Qué otras opciones tengo? Me siento tentado a volver a donde comenzó todo, a la
primera mujer en mi vida, mi madre. En mi lucha por abrirme camino en este complejo mundo de hombres y
mujeres, muchas veces me ha resultado útil examinar mis tempranas experiencias como hijo, sacar a luz los
residuos de esa historia personal, desprender el impacto de aquella relación aún no terminada de la realidad
presente
en que me relaciono, como adulto, con mujeres que son mis contemporáneas. Pero en mi vida actúan aun fuerzas
maternales que no son producto de aquel antiguo combate con mi buena/mala madre biológica, ya muerta y que
a veces echo de menos. Están también las imágenes oscuras y primordiales que brotan del Inconsciente, y que
comparte con todos los otros hombres: las imágenes arquetípicas de la Gran Madre.
En el Tarot, uno de los aspectos de la Gran Madre aparece en la carta llamada La Estrella. Esta doncella
desnuda, que deja correr las aguas de la vida, inspira la esperanza, y promete que el gran amor será dado y
recibido. Las sombras de la duda y el pesimismo que se expresan cuando aparece cabeza abajo, amenazan con la
pérdida del amor.
En épocas de gran desdicha, en momentos de pánico o dolor, abrumadores, extraño mucho el refugio que podría
darme una buena madre. Aunque algunos de nosotros no nos atreveríamos a enfrentar ese tierno y profundo deseo,
en esos momentos la necesidad de una madre sube a la superficie. Para algunos es el eco de un hermoso tiempo
de calma y seguridad cuando, en nuestra primera infancia, la buena madre estaba de verdad ahí para damos todo
el cuidado Y el alimento, el calor, la tranquilidad Y la protección que podíamos desear. Pero muchos de nosotros
nunca tuvimos el amoroso cuidado de una madre, nunca sentimos la presencia materna como signo de unión, de
placer y paz. Pero de todos modos, igual detenemos el dolor y la ansiedad con una poderosa nostalgia, como si
buscásemos un estado que alguna vez existió y que hoy hemos perdido.
¿Cómo puede ser que un hombre ansíe volver a algo que nunca existió realmente en su historia personal?
¿Cómo puede echar de menos lo que nunca tuvo? La madre personal que cada uno tuvo, figura siempre con un
significado monumental en la conformación de nuestras vidas. No sólo nos afecta directamente en tanto su
personalidad y conducta pudo influir sobre el niño vulnerable y a medias formado que fuimos, sino que también
funciona como el portador accidental de la poderosa experiencia arquetípica de la imagen de la Gran Madre.
Es por eso que ninguna madre, no importa lo amante o cruel que haya sido, nunca será experimentada por el hijo
en meros términos de su actuación real, o sólo en términos de lo que realmente pasó entre ellos. Sobre cada madre
caerá el peso de las reacciones ambivalentes del niño ante los aspectos arquetípicos contrapuestos de la
Gran Madre, la que es a la vez amante y asesina.
Todos los hijos pintan a su madre personal con las múltiples imágenes del Arquetipo de la Gran Madre. 4 La
imaginería caleidoscópica con la que se decora la pálida figura de la madre biológica y "real" (la que nos dio a luz)
Intensifica la experiencia filial, y encanta la imaginación del adulto. Estas imágenes profundamente primitivas y
Oscuras aparecen, conmovedoramente esclarecidas, en un poema de Toby Tate: "Madre de las Penas": 5
Niña
Hermana
Amante
Madre
Dama de la Piedad
Reina de la Paz
Puerta del Cielo
Trono de la Sabiduría
Espejo de la Justicia
Refugio de los Pecadores
Consuelo de los Afligidos
sosteniéndose los pechos con las manos
sosteniéndose un pecho y señalando sus lomos
los brazos abiertos para el abrazo
sosteniendo una serpiente
sosteniendo una flor
cabalgando un toro
preñada
retorciéndose en el parto
sosteniendo un niño contra su pecho
con animales rampantes a su lado
coronada con las murallas de una ciudad
Madre de las Penas

Para muchos de nosotros, la importancia fundamental de la Gran Madre ha sido oscurecida. Los que hemos sido
educados en la tradición occidental de la cultura judeocristiana, hemos recibido un mito de la creación que
comienza con la preeminencia del Gran Padre que hizo todo esto, y que creó al hombre. En el Génesis encontramos
la tradicional versión patriarcal de una humanidad fundada por el padre, con una mujer creada como compañera y
servidora del hombre.

4 Erich Neumann, The Great Mother: An Analysis of the Archetype, traducido del alemán por Ralph Manheim, Bollingen Series
XLVII, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1972

5 Toby Tate, "Mother of Sorrows", poema inédito


Sin embargo, existen otros mitos creacionales, más tempranos, en los que podemos reconocer a la Gran Madre
como la fuente de todas las cosas. La reducción y distorsión producida por la visión patriarcal se refleja en
los remanentes de la épica femenina, que quedan en la historia de Eva y la Serpiente. Así es como en las antiguas
versiones acádicas de la creación, se nos dice:
En el principio el mundo no tenía forma y estaba vacío. Y nuestra Gran Madre Eurynome surgió desnuda del
abismo, y, mirando a su alrededor, vio que estaba sola. Bailó en la oscuridad, y al bailar el aire se puso en
movimiento. El viento del norte sopló contra su rostro, y ella lo tomó en sus manos y lo moldeó, dándole
la forma de una serpiente manchada.
Esta misma serpiente sintió deseos de nuestra Madre, y ella aceptó que la serpiente se enroscara a su cuerpo y la
conociera. Pero hasta ese momento la serpiente no tenía nombre, y en el proceso del tiempo nuestra Madre tomó la
forma de una paloma, y puso un gran huevo sobre las aguas; y la Serpiente se enrolló a su alrededor para
empollarlo, hasta que se abrió y todas las cosas fueron creadas. 6
En todos los mitos primitivos, la que da vida es siempre la mujer. Ese deseo de unión con el vientre de la Buena
Madre a que me he referido, es sólo un aspecto de los complejos temas recurrentes del arquetipo maternal. Pero es
el primero, y en consecuencia un aspecto adecuado para comenzar. El retorno a la Gran Madre suele expresarse
en un anhelo espiritual de experiencias místicas en las que el individuo recobra su lugar como parte indiferenciada
del cosmos. Ser uno con el universo, como en las experiencias oceánicas, es conocer la unión con la gran madre
en el momento del Comienzo sin Fin. La perfección, la totalidad, la satisfacción sin máculas, el contento
completo,
son las características de esa reunión paradisíaca. Todo es Inconsciente, dependencia total, éxtasis no examinado.
Todos estamos habitados por esos anhelos. En cada uno de nosotros hay un taoísta que desea ser un pez que se
pierda en el agua.
Mi propia confusión entre la madre biológica y el arquetipo obsesionante de las fuerzas maternas, me ha
facilitado la entrada en los recientes desarrollos de la Terapia Familiar. Desde el momento en que considero a la
familia como un sistema social en el que el paciente identificado se limita a representar el papel que se le ha
asignado "enfermándose~', es evidente que debo tratar a la familia como un todo en lugar de tratar a ese
fragmento de su economía emocional representado por el individuo neurótico.
Así fue que hace varios años empecé a trabajar con la familia como paciente. Es decir, comencé a ver los
problemas de los pacientes como huellas de las interacciones entre madre, padre, hijo, y a veces incluso con el
resto de la familia, abuelos, tíos, primos, etcétera. Durante un tiempo consideré a estas redes de personas sobre
esquemas regulares, explorando junto a ellos el modo en que se relacionaban entre sí, el modo en que se
adaptaban al promedio emocional de la familia, y el modo en que los síntomas de cualquier persona en la familia
reflejaban los problemas del grupo entero.
Supongo que en mi trabajo tuve los mismos éxitos y fracasos que puede tener cualquier terapeuta de familias
principiante. Pero una vez que el interés por la novedad se hubo disipado, volví a centrar mi interés en la
psicoterapia individual.
Hoy, casi todo mi trabajo tiene lugar entre un paciente individual y yo. Por cierto que a veces podemos
examinar las relaciones del paciente con los otros miembros de su familia-de-origen, pero en su mayor parte este
trabajo se realiza en términos de la experiencia, fantasías, deseos y opiniones del paciente, en lugar de representar
el drama con los otros actores presentes. Para mí el matrimonio es un contexto tan importante en la vida de la
mayoría de las personas, que no acepto tratar a una persona casada sin por lo menos una reunión con el cónyuge
en la que exploramos la relación y le doy la oportunidad de seguir viéndome, y a veces dejo abierta la posibilidad
de seguir el trabajo con la pareja como grupo. Pero aparte de esa especial estrategia, ya no suelo ver al paciente en
presencia de los otros miembros de la familia.
No obstante, en años recientes he empezado a participar en una nueva aventura episódica. Al trabajar
individualmente con pacientes adultos, suelo invitarlos, si parece indicado y factible, a traer a sus padres para una
entrevista única. Casi siempre lo hago para lograr un cortocircuito que termine con la larga y lenta resistencia del
paciente a admitir su final e irrevocable status de adulto independiente que debe de una vez por todas
abandonar a sus padres y a su infancia.

6 Robert Graves, Adam's Rib and other anomalous elements in t~ Hebrew Creation Myth, Thomas Toseloff, Inc., Nueva York, 1958,

Mi mayor dificultad cuando comencé a probar esta estrategia, fue mi propia presunción, por demás arrogante, de
que me correspondía hacer suceder algo importante durante esa hora. Casi siempre fracasaba, no sólo en hacer
suceder algo importante, sino aun en hacer que la entrevista transcurriese con un mínimo de provecho. En la
medida en que he aprendido a dejar que sucedan las cosas, ahora soy capaz de producir encuentros
fructíferos en la sesión única del paciente con sus padres A veces los pacientes siguen viviendo en la misma área
geográfica en que viven sus padres. En esos casos necesitan con más urgencia ese tipo de contacto porque siguen
presos en la estructura familiar aun cuando puedan afirmar que, después de todo, sólo ven a sus padres una vez
cada dos meses, y que no significan gran cosa para él.
En otros casos puedo hacer que el paciente traiga a su madre y/o padre cuando éstos se encuentran en la
ciudad de visita o de paso. En algunos casos los pacientes, tras haber superado una frustración inicial, les han
formulado una invitación específica, o incluso un pedido, un ruego, a los padres, para que vinieran, aun desde el
otro extremo del país, por lo menos una vez para poder hablar con claridad, ver dónde se encontraban y darle a
los padres una oportunidad de decir qué era el paciente antes y ahora a sus ojos. A menudo los pacientes esperan
que de un modo u otro las cosas mejorarán, que finalmente la tan deseada intimidad y entendimiento con los
padres se logrará. Al preparar este encuentro le hago ver al paciente con toda claridad que probablemente nada
cambiará entre él y sus padres. Al mismo tiempo insisto en que será una experiencia útil e instructiva.
En el mejor de los casos, el paciente, y también los padres, verán las cosas como son, advertirán los pequeños
cambios que pueden sobrevenir, y, lo que es más importante, verán y aceptarán que algunas cosas son
básicamente inmutables. El paciente puede advertir de qué modo se ha metido en un atolladero, qué significado
tiene su parálisis, cómo podrá liberarse y qué relación tiene eso con el resto de su vida emocional. Cada vez me
convenio más de que el impacto más grande de este trabajo es ayudar al paciente a diferenciar de una vez por
todas su experiencia particular y provisoria con los padres biológicos y su retorno eterno y transpersonal a los
miedos y deseos asociados con la fuerzas oscuras de las imágenes parentales arquetípicas, que son la herencia
humana ineluctable de todo hombre y mujer.
A modo de ejemplo, les relataré un encuentro reciente entre una madre, su hija, yo, y la Gran Madre. Durante
un tiempo traté a una mujer de poco más de treinta años, casada por segunda vez, madre de varios niños; una
persona que había sido muy dura consigo misma. Es una mujer hermosa, imaginativa, y creadora, cuyo rasgo
característico consiste en dar mucho y en general pedir muy poco. De pronto en esta armadura caracterológica
aparecen explosiones intermitentes de exigencias irracionales, que dan lugar a conflictos destructivos y
desesperados de los que ella sólo obtiene una especie de auto justificación de mártir. El trabajo lento y difícil que
realizó conmigo respecto de su propia ira y dolor, a lo largo de varios meses, le permitió comenzar a respetarse
más, a denigrarse menos, a llenar sus propias exigencias de un modo más realista, a pedir espacio para sí, y a
mermar en la necesidad de estallidos episódicos destructivos, que tanto dolor le causaban a ella y a quienes la
rodeaban.
Los padres de esta mujer eran sordomudos. De modo que creció en el desolado silencio de una casa en la que
nadie podía oírla cuando lloraba, una casa en la que no había voces que pronunciaran su nombre y que le hicieran
saber que la querían. Siendo niña, compró una pequeña radio, y se aferró a este compañero impersonal, el único
sonido aparentemente humano de que disponía la mayor parte del tiempo, pero un compañero que no podía oír
sus propias palabras o su llanto. Me resultó totalmente increíble, cuando supe en qué situación había crecido, que
ella pensara que todo eso había sido muy difícil para sus padres sordos. Por cierto que la sordera era una tragedia
para sus padres, algo que hacía muy difícil preguntarles las propias y mezquinas preocupaciones. Pero ella no
comprendía mi preocupación por lo difícil que había sido para ella, como niña, vivir así, Había sido entrenada
para no pensar en sí misma. Cuando, por fin, llegamos a concentramos en su propia experiencia, lloró y lloró y lloró, pero
lamentablemente en cada momento su pena se sostenía en el sentimiento de que quizá no había hecho todo lo que estaba a
su alcance, por la idea de que si hubiera sido mejor, más responsable, más empeñosa, entonces quizá las cosas no hubieran
sido tan duras.
Nuestro trabajo progresó. Llegó a sentirse lo suficientemente fuerte como para aceptar mi sugerencia de que invitase a
su.madre a venir, para pasar los tres una hora juntos. Me sentí muy asustado ante esta perspectiva. Después de todo, yo
soy un psicoterapeuta, un hombre que hace contacto escuchando, y que cura con la metáfora de sus propias palabras. No
conozco la lengua de los signos manuales, y la madre de la paciente no lee bien los movimientos de los labios. Me sentía
abrumado por la idea de pasar un tiempo con alguien que hiciera inútiles y frívolos mis modos verbales habituales de
hacer contacto. Pero trabajar con esta mujer había significado mucho para mí. Me había dado mucho. Yo admiraba su
coraje y la profundidad de su combate para darse más lugar en su propia vida, de modo que, aunque le advertí que era
probable que mi presencia fuera inútil, no pude negarme a darle esa oportunidad, que tanto necesitaba, de pasar una hora
con su madre y conmigo. Significaría revivir toda una vida de dolor, pero esta vez ella no tendría que
hacerlo sola.
La tarde que trajo a su madre sentí claramente que yo había cometido un error. No tardó en hacerse evidente
que la madre, una mujer que había desarrollado las defensas primitivas que le permitían vivir en un mundo de
silencio, no tenía la menor idea de lo que era la psicoterapia. Parecía confundirla con algún tipo de tratamiento
médico para una enfermedad física. La paciente había accedido a oficiar de intérprete, usando signos manuales
para comunicarse con su madre y traducimos Comencé del modo que suelo comenzar los encuentros familiares, tratando
de hacerle comprender a la madre por qué la había invitado y tratando de hacerme una idea de lo que ella deseaba y
esperaba. La paciente hizo lo mismo. No llegamos a ningún sitio. En mi desesperación traté de hacer más concreto el
sentido de lo que estaba sucediendo y le dije a la paciente: "Dile a tu madre que yo te quiero y que quiero ayudarte, y que
siento pena porque no pides lo suficiente para ti".
Fue difícil para la paciente expresar esto directamente a una madre con la que durante todos estos años sólo había
tenido un contacto fragmentado, frustrante e impersonal, pero trató lo mejor que pudo. La madre respondió, por signos,
que ella también estaba apenada por la paciente. Me iluminé. Quizá encontrásemos un punto en común, quizá pudiéramos
hacer algo. Pero resultó que la pena de la madre provenía del hecho de que la hija no le escribía con la suficiente
frecuencia, o no hacía lo suficiente por ella. Su pena por su hija no era sino una pena
por sus propias necesidades no colmadas.
Pues bien, entonces puse el acento sobre su enojo por cuanto su hija no la satisfacía, pero ella insistió en que la
razón era que la hija estaba ocupada con sus niños y no tenía tiempo. Le pedí a la paciente que le dijera a su madre lo que
estaba sucediendo, es decir, que no hacía contacto con ella con frecuencia porque le resultaba frustrante e insatisfactorio.
y porque sentía que a su madre en el fondo no le interesaba, que no estaba demasiado ocupada sino que no tenía deseos
de hacer contacto. La madre se sintió confundida e insistió en que no era así, simplemente era porque la hija estaba
ocupada. Una vez más, nos encontramos atascados.
Hice lo posible para salir adelante pero no hubo caso. Solo me quedó decirle a la madre que pensaba que era
una mentirosa, que sin duda alguna debía estar enojada en realidad su ira era evidente, por la posición que adoptaba, con
los brazos cruzados, la boca endurecida, pero insistía en que no, que yo me equivocaba, que todo
estaba bien, su hija estaba muy ocupada, y no sabía de qué le estaban hablando.
Para la paciente se fue haciendo cada vez más claro que el problema era, y había sido siempre, no que la
madre fuera sorda y no pudiese oír, sino que en realidad no quería oír. Gradualmente, a través de las lágrimas de
su propia frustración, la paciente llegó a ver que aun si su madre hubiera podido oír, igual no le hubiera dado nada,
y, lo que es más importante, que si ella, la paciente, hubiera sido criada por una madre sorda pero amante, las cosas
hubieran sido muy diferentes. Se hubiera sentido protegida, y se hubiera visto a sí misma con mejores ojos.
Cuando la madre salió, abracé a la paciente que lloraba de un modo nuevo, más amargo, y definitivo. Ahora el
pasado parecía realmente pasado. El rostro de su madre real se dibujaba con claridad, separado de la poderosa
forma de la Gran Madre. Ahora quizá pudiera comenzar a vivir, menos cargada por el complejo Materno con el que
había disfrazado a la madre sordomuda y poco cariñosa de su infancia, restándole en consecuencia a esa dama
mucha de su importancia. Quizá también pudiera zafarse, en su propia vida, del rol distorsionante de la Gran
Madre. Desligada del arquetipo de la Gran Madre, su propia madre era menos importante, y ya no incitaría esa
pretensión neurótica de transformarse en la buena madre que su mamá no había sido.
¡No podrán derrotar a la Gran Madre! En la medida en que la vida adulta se define recortándose sobre la
madre' biológica de la infancia, se confunde su importancia limitada con el poder abrumador de las imágenes
oscuras de la imaginación, con las profundas sombras del inconsciente colectivo. Se trata de sentimientos que
compartimos todos, sea cual sea la calidad de nuestra crianza.
En cierto punto de la terapia, una vez que el paciente ha examinado sus actitudes presentes a la luz de los
anhelos infantiles no realizados, suelo atraer su atención hacia su desamparo frente a la Gran Madre. Cuando el
paciente lucha por terminar su relación con su infancia, yo puedo insistir simplemente con esto: "Le guste o no, la
Madre gana, y usted pierde". Este enfrentamiento con el desamparo suele parecer intolerable al paciente en ese
momento. Más aun, se siente desarmado al comprender que incluso los medios que elige para luchar contra este
desamparo (ya sea por la sumisión o la rebelión) han sido definidos por la Madre. ¿ Qué le queda por hacer ante
esta derrota sufrida a manos de la madre omnipotente, cuando ya ha comprendido que su madre es apenas otro ser
humano, que a su vez fue criada por su propia buena/mala madre?

Sólo puede ayudarlo su creciente conciencia. Debe enfrentar las horribles ambigüedades de la adultez si quiere
ser libre. Abandonar la esperanza de llegar a reunirse alguna vez con la Gran Madre, significa resolver los
problemas para el resto de la vida. Es una responsabilidad muy pesada. No es un juego limpio. Es abrumador, y
ninguno de nosotros quedará completamente libre de la tentación de tratar de volver. Pero enfrentar este
conocimiento es el único modo de escapar del canto de sirenas del vientre/mar del inconsciente, del obsesivo
llamado de la Gran Madre. Para recorrer su camino, el hombre debe seguir el peregrinaje de un héroe. Debe
acercarse al conocimiento, escuchando el llamado de la aventura, aceptando la ayuda de los auxiliares mágicos,
decapitando a quienes intenten hacerlo rendir. Debe soportar sus pruebas, matar al dragón, viajar al mundo
subterráneo, y por último, retornar con su nueva sabiduría. 7
La lucha de la mujer para separarse de la Gran Madre (y contra el hombre que haría inútiles sus esfuerzos) es
análoga, pero a la vez diferente de la lucha del hombre. El análisis que hace Erich Neumann del mito de Amor y
Psiquis esclarece esta lucha de las mujeres por la liberación. 8
Psiquis, como su contrapartida en los cuentos de hadas, Blancanieves, es una doncella mortal de tal belleza que
todos los hombres que la ven no pueden evitar amarla y adorarla. Inevitablemente, las personas la comparan
con la diosa Venus (Afrodita), y afirman que la doncella es más deseable aun. Venus, representación mítica del
arquetipo de la Gran Madre, es la diosa de la belleza y de todo lo femenino, y, al igual que la madrastra de
Blancanieves en sus preguntas al espejo, es intensamente vanidosa, celosa, y posesiva respecto de los hombres
que la rodean. Cuando se entera del culto que recibe la mortal Psiquis, Venus grita enfurecida:
Yo, la progenitora de todas las cosas creadas, la fuente primordial de todos los elementos; yo, Venus, la madre
amante de todo el mundo, debo compartir mi honor y majestad con una doncella mortal... Pero esa muchacha, sea
quien sea, que ha usurpado mis honores, no tendrá más alegría en su vida. La haré arrepentirse de
su belleza... 9
Venus dispone que su hijo, Amor (Eros) sea el instrumento de su venganza, y para ello le pide que haga
enamorar trágicamente a Psiquis del más vil de los hombres. Psiquis se entera de este destino cuando un oráculo
le profetiza su muerte en las bodas con un ser monstruoso. Pero, al entregarse a su suerte, Psiquis descubre que
hay una nueva opción, y termina viviendo en un suntuoso palacio, casada con un marido invisible que se le acerca
sólo en el lecho, en la oscuridad de la noche.
Su marido anónimo es, por supuesto, Amor, que también ha caído preso de los encantos de Psiquis. Por temor
a su madre, se desposa con ella en las sombras, y bajo la forma de un rapto y violación cotidianos. Rendida por
sus instintos primitivos, Psiquis"... involuntariamente... se enamora de Amor". 10
Aparecen entonces en escena las envidiosas hermanas de Psiquis, que insisten en que la joven desobedezca la
orden de Amor de no ser visto, y le dicen que debe saber cuál es el aspecto del monstruo con el que se ha casado.
Estas hermanas representan el lado oscuro de la misma Psiquis, su deseo de liberarse del dominio masculino.
Guiada por ellas, trae una lámpara de aceite hasta el lecho donde duerme Amor, y descubre que no es un
monstruo. Reconoce en él a un dios, pero un dios al que ve simplemente como un hombre hermoso, puesto que se
atreve a desafiarlo al llevar a sus relaciones la luz de su conciencia. Este comienzo de un conocimiento femenino
más alto exige el apoyo de sus hermanas, igual que su- cede en la actualidad, en los grupos terapéuticos. Al tomar
un rol más activo, Psiquis celebra su propia individualidad y sirve como modelo arquetípico para toda
emergencia de las mujeres.
Pero al buscar el conocimiento de la persona de Amor (a la vez que busca instruirse sobre sí misma como
persona) Psiquis inadvertidamente deja caer una gota de aceite hirviendo de la lámpara de su reciente conciencia,
y al mismo tiempo se hiere a sí misma, sin querer, con una de las flechas del carcaj de Amor.
El acto de Psiquis lleva, entonces, a todo el dolor de la individuación, en la que una personalidad se experimenta
a sí misma en relación con un interlocutor como algo ajeno, es decir, como un ser aparte del interlocutor. Psiquis se
hiere a sí misma y además hiere a su marido, y por medio de sus heridas su unión original, inconsciente, se
disuelve. Pero es esta doble herida la que da nacimiento por primera vez al amor... 11

7 Joseph Campbell, The Hero with a Thousand Faces, Meridian l;oks, The World Publishing Company, Cleveland y Nueva York
8 Erich Neumann. Amor and Psyche: The Psychic Development o/ the Feminine, A. Commentary on the Tale by Princeton, 1971.
9 Neumann, Amor and Psyche, págs. 4 y ss.
10 lbid., pág. 2
11 Ibid., pág. 85
Herido y enojado, Amor vuelve a la casa de la Gran Madre, Venus. Psiquis, al buscar y reclamar a su amado,
provoca una ira mayor aun en la diosa. Para redimirse, Psiquis debe realizar los trabajos heroicos que le asigna
Venus. No le basta a la mujer con liberarse del dominio del hombre, aún debe reclamar su femineidad de modos
nuevos y difíciles. Debe hacer muchas cosas por sí misma, con coraje e independencia, pero de un modo que
redima su poder femenino sin actuar meramente como un hombre. Y así lo hace, sin apartarse de los instintos
inconscientes, pues pide ayuda a los poderes de la tierra para realizar trabajos tan terribles como un viaje al
mundo subterráneo.
Puesta en camino por la Gran Madre, Psiquis derrota al mal aceptándolo en sí misma (al revés del héroe
masculino que debe matar al dragón). Al juntar a diosas opuestas que representan aspectos separados del arquetipo
materno, Psiquis reúne a la Madre Buena y a la Madre Mala, reclama la unidad de su propio poder femenino, y
recupera a su amante en una relación nueva y metamorfoseada. Al asumir su independencia, revela el aspecto
mortal del Amor, alcanza el aspecto divino de la Gran Madre, y da a luz un niño humano/divino, que refleja el
poderoso juego de la eterna ambigüedad de la relación hambre/mujer.
Todo ese complejo asunto de la relación hombre/mujer sigue siendo, para mí, deliciosa y exasperantemente
ambiguo. Las militantes de la liberación femenina afirman que no hay diferencias reales de capacidad y perspectiva
entre el hombre y la mujer. Según ellas las diferencias de rol y actitud son todas aprendidas (y en consecuencia se
pueden desaprender); esas aparentes diferencias sexuales se han perpetuado sólo como un medio arbitrario por
los hombres para seguir explotando a las mujeres. Como creo plenamente en la necesidad de apoyar en todo los
derechos de las mujeres, me resulta embarazoso insistir en que creo que existen diferencias sexuales inherentes e
inevitables. Pero, consciente del peligro de ser confundido (o incluso por miedo de parecer abusivo en mis
aserciones), con la típica actitud del héroe masculino, expondré algunos de los aspectos que a mi juicio diferencian
a los hombres de las mujeres; diferencias que se encuentran en el centro mismo del valor de hombres y mujeres, Y
en el peligro de herirse unos a otros.
Recientemente se ha escrito mucho, y muchas cosas importantes, sobre la sexualidad femenina. Disponemos
de notables exposiciones sobre la equivalencia de los deseos eróticos del hombre y la mujer, sobre el rol del
orgasmo clitorideo, sobre el derecho a no tener hijos no deseados, sobre el cuerpo de la mujer como propiedad
exclusiva suya (antes de como "perteneciente a su hombre"). La reparación de las desigualdades sexuales
implícitas, son un derecho que exigen las mujeres, y que en última instancia irán en beneficio de los hom bres
también. Pero entonces, ¿qué quedará (si es que queda algo) de las diferencias que contribuyan a la consumación
de la heterosexualidad? Yo sigo creyendo que hombres y mujeres no son simples variaciones biológicas de la
especie, con diferencias apenas triviales limitadas en importancia sólo a las funciones específicamente sexuales y
reproductivas, A mi juicio el hombre y la mujer tienen actitudes y modos de ser que se complementan y completan
uno al otro del modo más creativo, aunque estas diferencias, a veces, pueden resultar importantes fuentes de
conflicto.
Así es como veo a la sexualidad como una metáfora de la creatividad en el hermoso relato de las separaciones en
masculino y femenino y su posterior reunión, en la Upanishad de LA CREACION DEL MUNDO MULTIPLE A
PARTIR DEL ALMA UNITARIA:
1. En el comienzo este mundo era Alma (Atman) sola en la forma de una Persona. A su alrededor, no vio a
nadie más que a sí mismo. Lo primero que dijo fue "Yo soy". De ahí salió su nombre: "Yo". Es por eso que,
aun hoy, cuando alguien habla de sí mismo, dice antes que nada "Yo", y después recién pronuncia su nombre.
Puesto que antes que existiera todo este mundo, él consumió todos los males, luego es una persona. El que sabe
esto, realmente, destruye a quien quiera superarlo.
2. Sintió miedo. De ahí que el que está solo sienta miedo. Pensó para sí: "Si no hay nada más que yo, ¿de
qué tengo miedo?" En consecuencia, su miedo se disipó, pues ¿de qué habría de tener miedo? Sin duda alguna, es
de una segunda persona que nace el miedo.
3, En realidad, no tenía placer. De ahí que el que está solo no tenga placer. Deseaba un segundo ser. Él era del
tamaño de un hombre y una mujer abrazados. Hizo que esta persona se dividiera en dos trozos. De ahí salieron el
marido y la esposa. De ahí que sea cierto que: "Uno es como una mitad", como solía decir Yajnavalkya. En
consecuencia, el espacio vacío fue llenado por una mujer. Él se apareó con ella. De ahí se
produjeron los seres humanos.
4. Y ella entonces pensó: "¿Cómo es posible que él copule conmigo luego de haberme producido a partir de sí
mismo? Me esconderé". Se transformó en una vaca. Él se transformó en un toro, y se aparearon. De ahí nació el
ganado. Ella se transformó en una yegua, él en un padrillo. Ella se transformó en una burra, él en un burro, y se
aparearon. De ahí nacieron los animales de pezuña. Ella se transformó en una cabra, él en un macho cabrío; ella
en una oveja, él en un carnero. Y se aparearon. De ahí nacieron cabras y ovejas. Y así fue como él creó todo, todas
las parejas que existen, hasta la de las hormigas.
5. (El alma original macho/hembra) dijo: "Yo soy toda esta creación, pues la emití toda de mí mismo". Así fue
como surgió la creación. El que tiene este conocimiento llega a vivir en esta creación. 12

Aquí, como vemos, lo masculino y lo femenino se crean por la división del Alma Original Unitaria; el
apareamiento es considerado una reunión creativa nacida de la necesidad de volver a juntarse y a completarse
como en los orígenes. Lamentablemente, el cuento está moldeado sobre la imagen de la sexualidad agresiva del
macho, de la insistencia invitante de la mujer a ser tomada, y del ataque masculino y la consecuente rendición
femenina.
Es por esto que el autor me parece no liberado de prejuicios masculinos, aunque con menos distorsión que en
posteriores mitos de creación ya completamente patriarcales. En las Upanishads, estas primitivas enseñanzas
hindúes, 'está claro aún que el hombre necesita a la mujer en la misma medida en que ésta lo necesita a él, y que la
objeción de la mujer es a ser usada, en lugar de ser tratada con tanto respeto como el hombre se trata a sí mismo.
Nos da a entender cuánto nos necesitamos el uno al otro.
También aquí pueden ser muy útiles los arquetipos junguíanos, particularmente sus conceptos de Anima y
Animus. Jung sugiere que en el inconsciente transpersonal de todo hombre está su Anima, la mujer dentro de él,
así como dentro de cada mujer acecha su Animus, su aspecto desconocido de hombre. Es así como hombres y
mujeres no sólo comparten una común humanidad, sino que quizás aún las diferencias entre sus modos de ser
pueden no ser insolublemente ajenas una al otro. Lo que sucede es que algunos modos son más fáciles de adoptar
para el hombre, y otros para la mujer. Quizás es en la medida en que puedo aceptar a la mujer que hay dentro
mío, que puedo esperar llegar a comprender a la mujer, recibir todo lo que tiene que enseñarme y ofrecerme.
El Yin y el Yang son los antiguos principios vitales chinos del universo, las categorías polares fundamentales
que mantienen el estado de tensión de la vida cuando están en oposición, y que manifiestan su armonía cuando
trabajan juntos. Yin es el Principio Femenino, y Yang el masculino. El antiguo sabio taoísta Lao Tsé, al escribirle
a Confucio su viaje a las Fuentes del Mundo, dice:
La mente se oscurece con lo que aprendí allí y no puede comprender; los labios se cierran, y no pueden
hablar. Pero trataré, para ti, de hacer una descripción de lo que vi. Vi el yin, la energía femenina, en su inmóvil
grandeza; vi el yang, la energía masculina, rampante en su fiero vigor. La inmóvil grandeza se aproximó a la
tierra; el fiero vigor saltó al cielo. Los dos se penetraron uno al otro, se mezclaron inextricablemente, y de su
unión nacieron las cosas del mundo. 13
Originalmente ninguna de estas dos categorías fue más importante que la otra. Al principio se referían sólo a
uno u otro lado de una colina o de un río. Gradualmente, comenzaron a adquirir características recíprocas, tales
como la oscuridad y la luz, de modo que uno no tenía sentido sino en contraste con el otro. Yang, el principio
masculino, se caracterizó como lo solar, brillante, firme, creativo. Yin, el principio femenino, representó a la
tierra, la luna, la oscuridad, la complacencia y el apoyo.
Al principio estas dos modalidades se consideraban poderes primarios equivalentes, de igual valor; los dos
eran aspectos completamente necesarios de la existencia. Algunas feministas radicalizadas afirman que la vida
comienza siendo femenina, y que la primera y más desarrollada cultura civilizada fue una sociedad matriarcal,
que los hombres modernos tratan de imitar y distorsionan, con su patriarcado opresivo. 14 Hay pruebas que
indican que los conceptos de Yin y Yang han sufrido una distorsión semejante.
La primera cultura china en la que sabemos que aparecen, es la de la Dinastía Shang, un pueblo de cazadores
que pasó al estado de pastores, creyentes shamanísticos en un mundo lleno de espíritus. Pero, lo que es más
significativo, los Shangs eran un matriarcado totemístico, que creían que "la hembra era el animal del cambio, el
animal que podía producir transformaciones". 15 Pero el poder femenino de la yegua dio paso al poder masculino
del dragón cuando, en el siglo XII a. C. una tribu occidental neolítica, llamada Chou, invadió el área y reemplazó
a los Shang en el poder. Quizá, como suele suceder, las figuras divinas (diosas en este caso) del panteón de los
derrotados, pasaron a ser figuras menores, y demoníacas, en la jerarquía espiritual de los conquistadores.

12 The Thirteen Principal Upanishads, Traducidas del sánscrito, Emest Hume, Oxford Universitv Press, 1934, pág. 81
13 Arthur Waley, Three Ways o/ Thought in Ancient China, Doubleday and Co., Carden City, Nueva York, 1939, pág. 16.
14 Elizabeth Gould Davis, The First Sex, Penguin Books, Baltimore. Marvland. 1972.
15 Helrnut Wilhelm, Chong«: Eight Lectures on the 1 Ching, ~~ducido del alemán por Cary F. Baynes, Princeton, Nueva Jersey, 1973,
En tiempos de la Dinastía Chou, el Yin comenzó a tomar su aspecto de negatividad, debilidad y mal, en
contraste. Con la nueva positividad del Yang, su fuerza y bondad inherentes.
Hasta aquí sólo he sugerido unas pocas de las características fundamentales del Yin y el Yang. Hay imágenes
mucho más ricas, descriptas en el I Ching, el Libro de las Mutaciones chino, de tres mil años de antigüedad. Se
trata de un volumen lleno de sabiduría popular. Como a la Biblia, se lo ha usado como oráculo, y, al igual que
la Biblia es más útil como guía que como profecía.
En el I Ching, el Yin aparece como líneas quebradas, y el Yang como líneas completas. Están unas y otras
combinadas en hexagramas que simbolizan las relaciones fundamentales de las fuerzas masculinas y femeninas en
su mediación de la vida. La figura masculina básica, de tres líneas, es llamada Ch'in, y la femenina K'un.
Ch'in, la concentración de la fuerza Yang, denota al padre y:

.., sugiere la idea del cielo, del círculo, de una regla ... de jade, de metal, de hielo, del rojo oscuro, de un buen
caballo, de un caballo delgado, de un caballo pinto, y del fruto de los árboles. Una puerta abierta. En
Ch'in Dios combate. 16
K'un, en contraste, denota a la madre y:
... sugiere la idea de tierra, de vestimentas, de un caldero, de la parsimonia de un torno en movimiento,
de una novilla, de un vagón grande, de lo que es jaspeado, de una multitud, de un bastón y un apoyo, y en el suelo
denota lo negro. K'un representa la receptividad general, y es el opuesto de Ch'in. K'un completa los grandes
comienzos originados por Ch'in. Pensemos en una puerta cerrada. El mayor servicio a Dios se hace a través de
K'un. 17
Estos estados alternantes primarios, el Yin y el Yang, los principios masculinos y femeninos, se expanden y
contraen, crecen Y disminuyen, vienen y van como el día y la noche, en tanto "tarde o temprano cada cosa
concluye en su opuesto". 18 Es así como las estaciones cálida y fría se dan paso una a la otra. ¿Quién podría decir
si una es más importante que la otra? Lamentablemente, hay quienes dan preeminencia a una sobre la otra. Por eso
es que, al consultar el Libro de las Mutaciones, el lector debe recordar que: El Año Nuevo comienza en Febrero,
antes del equinoccio de primavera, y abre los seis meses de actividad creadora, que están bajo el dominio de las
fuerzas Yang. Durante este tiempo predominan las actividades masculinas, como el laboreo de la tierra, la caza, la
construcción y el matrimonio.
La fase Yang pasa su culminación en Junio, antes del solsticio de verano, y decae hasta que es superada por las
fuerzas Yin, que comienzan su reino poco antes del equinoccio de otoño, en Setiembre. Durante la segunda mitad
del año sobresalen las actividades femeninas, más dóciles: el tejido de recreación, la planificación del año
próximo, el cuidado de los niños 19
A pesar de esas distorsiones peyorativas de lo femenino, me parece que hay una sabiduría básica en las
doctrinas taoístas del Yin y el Yang. Para mí lo más importante es el recordatorio insistente de que no puede
existir el uno sin el otro, que cada uno tiene cualidades que necesita el otro, que los principios masculino y
femenino se completan uno al otro alternando con el ritmo de las mareas. Su importancia equivalente, entre sus
grandes diferencias, es para mí el modelo no sólo de mi relación como hombre con la mujer, sino como ser
humano con otro ser humano. Vonnegut señala que es un grave error equivocarse o dejar que los escritores
anticuados... hagan creer a la gente que la vida... (tiene) caracteres importantes, caracteres menores, detalles
significativos, detalles insignificantes... lecciones que aprender, pruebas que pasar, Y un comienzo, un medio y un
final. 20
Por cierto que hay diferencias entre los seres humanos, y, según creo, diferencias claras entre el hombre y la
mujer, pero es quizás en nuestras diferencias sexuales o humanas, en 10 que más nos parecemos. La teoría taoísta
de las diferencias y similitudes que subyace en el interjuego del Yin y el Yang aparece con claridad en la antigua
parábola de las "Tres a la mañana":
Había un hombre que criaba monos. Una vez les dijo a los monos que debía racionarles sus bellotas: cada
mono recibiría tres a la mañana, y cuatro a la tarde. Los monos se sintieron ultrajados. De modo que el cuidador
les dijo: "Está bien, yo soy un hombre razonable. Cambiaremos el sistema. Recibirán cuatro bellotas a la mañana
y tres a la tarde". Y con esto los monos se sintieron muy complacidos. 21

16 1 Ching: The Chinese Book of Changes, , Ace Publishing Corporation, Nueva York, 1%9, pág. 43
17 I Ching, Legge and Waltham (1969), pág. 44
18 C.G.Jung, citado en l Ching, Legge and Waltham (1969), pág. 14.
19 Alfred Douglas, How to Consult the 1 Ching: The Oracle
20 Kurt Vonnegut, Jr., Break/ast o/Champions: orGoodbye Blue Monday, Delacorte Press /Seymour Lawrence, 1973, pág. 209
21 William McNaughton, The Taoist Vision, Ann Arbor Paperb~cks, The University of Michigan Press, Ann Arbor, Michigan, 1971
La poderosa corriente de sentimiento que me ha embargado mientras escribía estas últimas páginas me ha
hecho saber que aquí está mi centro, y quizá mi única contribución real. Cualquier diferencia específica de los
sexos que yo pueda observar, será por cierto menos perturbadora para mí (y, supongo, también para usted, el
lector) que mi sentimiento de soledad en este mundo de personas. En la separación macho/hembra siento la
soledad, el terror y el vacío con una claridad suprema. Y recién ahora, en este escrito, llego a comprender hasta
qué punto mi anhelo de ser una mujer, de sacar la femineidad oculta en mí, es parte de mi deseo de estar menos
solo, de no estar tan duramente aprisionado en mi piel.
Las exageraciones neuróticas de lo simplemente humano que suelen presentarse en hombres y mujeres en la
terapia, es instructiva. Quizá, como los judíos, los pacientes psiquiátricos son como todos los demás, sólo que lo
son más.
Mi experiencia de psicoterapeuta me sugiere que la reunión en matrimonios más frecuente en nuestra cultura
es la del macho obsesivo y la: hembra histérica. En el mejor de los casos, el macho obsesivo puede describirse
como un ser lógico, racional, realista, capaz de planificar en detalle para el futuro, estable y controlado. En el
peor de los casos, su esposa puede quejarse por encontrarlo demasiado razonable, poco sensible, obstinado, frío y
calculador. Por otro lado, la mujer histérica puede, en el mejor de los casos, describirse como cálida, afectuosa
emocionalmente expresiva, imaginativa y capaz de sentimientos muy profundos. En el peor de los casos, su
esposo puede quejarse de que es emocionalmente exigente, que exagera en gran medida sus quejas, que es
inestable y dependiente, y que carece en absoluto del sen tido de la lógica.
Esta reunión de características opuestas trae la Completud a uno y otro y es 10 que constituye el aspecto
enriquecedor y gratifican te del matrimonio. Paradójica_mente, al mismo tiempo esta mezcla también lleva al
dolor más exquisito, a la incomprensión, y a un conflicto aparentemente imposible de resolver. Como terapeuta
de familias, o podo menos en mi trabajo con parejas, tengo una ventaja distinta. Mi propio matrimonio puede
describirse más bien como la reunión de una mujer algo obsesiva, conmigo, un hombre coloridamente histérico.
En mis mejores momentos, entonces, yo tengo mucho de mujer en mí mismo, 10 cual me permite no apoyar des
proporcionadamente a los hombres de las parejas que me consultan, pues yo tengo muy poca necesidad. de
lógica, una gran inclinación por el sentimiento y una fe mucho mayor en la comprensión intuitiva que en la
investigación científica.
Sea como sea, de cualquier lado que enfoquemos el matrimonio o la formación de parejas, nos corresponde
buscar a alguien que complete nuestra propia visión limitada de una humanidad total. De modo que el
matrimonio puede considerarse, literalmente, si no la búsqueda de la "mitad mejor", al menos la búsqueda de la
otra mitad. Es un modo de buscar en el otro un medio de compensar nuestro propio desequilibrio. En el peor de
los casos, por supuesto, es simplemente un modo de buscar alguien en quien descargarse, pero aun eso tiene su
función en nuestra difícil trayectoria a través del mundo como un ser humano solo, aislado y parcialmente
desarrollado. Es interesante tratar de comprender mejor las diferencias entre hombre y mujer a través de la
analogía homosexual. Por supuesto, también ahí las diferencias que podemos hallar son más resultado de siglos
de impacto cultural que de una diferencia biológica fundamental entre los sexos. De todos modos, veamos qué
descubrimos.
Una de las diferencias entre las parejas homosexuales masculinas y femeninas, es que entre los hombres hay
muchos más encuentros breves y anónimos, relación con extraños en lugares públicos, que llevan a juegos
explícitamente sexuales sin que lleguen siquiera a saber el uno el nombre del otro. Esto es menos frecuente en los
encuentros de mujeres homosexuales. También tengo la impresión de que las parejas homosexuales masculinas
tienden a tener relaciones de menor duración que las parejas lesbianas. La diferencia puede residir en que los
hombres llevan a sus relaciones homosexuales menos necesidad de relación, menos instinto de nido, de
sentimientos continuos de apoyo no sexuales.
He confirmado estas impresiones por las diferencias en las relaciones homosexuales de hombres y mujeres en
situaciones institucionalizadas, como cárceles y reformatorios. En instituciones correccionales de hombres, la
relación típica se caracteriza por la dicotomía de "lobos" y "chicos". El lobo es el homosexual agresivo y
perseguidor, que intimida al más joven pasivo, el chico ofrece protección, y recompensa la cooperación del
chico, y castiga brutalmente su negativa. Casi todas las relaciones ponen el acento sobre una sexualidad explícita
pero en cierto modo impersonal.
En contraste, la relación homosexual de las mujeres en este tipo de instituciones es más durable, más social y
más elaborada. Suelen congregarse en grupos de "famidas" con denominaciones como "tía", "tío", "sobrina",
sobrino", "primo", y el acento está puesto más bien sobre la comunidad. Hay entre ellas más conocimiento, más
afecto y más intercambios de tipo social, y muchos menos de la relación anónima y explícitamente sexual, tan
común en el hombre homosexual.
Todas estas observaciones concuerdan en general Con las distinciones del Yin y el Yang, y Con las
caracterizaciones populares de los hombres como fuertes, activos y agresivos, mientras que a las mujeres se las
califica de débiles, pasivas y sumisas. Todo esto coincide entonces con la idea de que los hombres son los
explotadores sexuales mientras que las mujeres son más vulnerables a causa de su necesidad de amor sobre el que
apoyar el sexo. Todas estas descripciones estereotipadas se apoyan en la visión del hombre como un ser lógico,
aficionado al pensamiento abstracto, e instrumento del Logos, mientras que las mujeres, en directo .contraste, son
emocionales, intuitivas, mediadoras del Eros. En esa perspectiva las mujeres parecen estar en un contacto más
directo con su inconsciente y con los sucesos fundamentales de sus vidas cotidianas, a la vez que permiten que la
Naturaleza fluya a través de ellas en lugar de luchar activamente para conquistada, como se cree que lo hace el
hombre.
Me parece que estas caricaturas y distorsiones se resisten a la clarificación y erradicación no sólo porque sirven
al hombre en su política de dominación de la mujer, sino también porque no Son del todo inexactas. En realidad,
crean la confusión de la que Son un resultado, y son tan difíciles de disipar porque están muy cerca de lo correcto.
Son distorsiones grotescamente sutiles de las diferencias reales y crean confusión pues su error no es transparente
como para que se lo vea a primera vista.
Sólo puedo esperar, por mi parte, substituir estas descripciones de las diferencias sexuales, por otras que eviten
toda sugestión de la superioridad de un sexo sobre el otro. La mejor exposición reciente de estos temas que yo
conozca, proviene de una mujer muy sabia que hace muchos años ejerce la psicoterapia junguiana, y a la vez
prosigue su carrera de esposa y madre. Irene Claremont De Castillejo, en su profundo y conmovedor libro Knowing
women, 22 describe algunas de las diferencias entre mujeres y hombres en términos de diferentes tipos de conciencia
(apartando por supuesto la caracterización popular de la mujer como menos consciente). Su propia escritura es un
vívido ejemplo de la más radiante conciencia femenina, cuando demuestra el don de la mujer para la relación, al
ocuparse de los "encuentros" y "puentes" en la experiencia vital. Es memorable su exposición de las diferencias
entre la "conciencia concentrada" del hombre, y la "conciencia difusa" de la mujer; describe a la "mujer básica"
como un ser que:
Acepta, disfruta u odia las cosas, como un todo. Se identifica con las estrellas o con una gota de rocío, con una
rosa o un manojo de pasto. No los analiza ni quiere hacer nada con ellos. Simplemente lo sabe. Para el hombre, y
también aquí me refiero a la masculinidad extrema, el aroma de la rosa no es suficiente. Debe aprende r todo lo que
pueda sobre ella, debe plantar e injertar la planta para obtener mejores rosas. Ninguna mujer, en tanto mujer, hace
esas cosas. No se le ocurrirían.
Para mí esos conceptos de la doctora De Castillejo son de una increíble utilidad. Esto me tr ae a la memoria un
diálogo que tuve con un joven terapeuta en un seminario que yo dirigía. Este joven se sentía terriblemente atascado
en su trabajo con un paciente, sobre todo porque se resistía a ver que estaba expuesto al tipo de errores ho nestos tan
característicos de los novicios en este campo. Al sentirse tan desalentado y amenazado por sus errores, era incapaz
de sacar enseñanzas de ellos y de progresar.
Yo le dije que, a pesar de que él odiaba su status presente, yo le envidiaba su calidad de Principiante. Tantos errores
podían perdonarse a alguien Como él, tanto tenía Por aprender, y disponía de tanta ayuda: sólo bastaba con que
se predispusiera a disfrutar de la infancia de su carrera.
Le conté lo mal que me sentí cuando murió Fritz Perl" hecho que me obligó a reconocer que ya no quedaban padres
para mí en este campo, que ya no podía Contar con que hubiese uno más grande que yo. El interés del joven por mi
situación lo ayudó a librarse de esa paralizante negación de su estado de pisher. (Pisher es una palabra judía que
afectuosamente se aplica a los bebés que deben usar pañales). Le confié que su interés me hacía comprender que yo una
Y otra vez había vuelto a ser un Principiante, cada vez que me aventuraba en una nueva área de mi trabajo y más aún,
comprendí que la ausencia de padres me había alentado a seguir la mejor dirección en estos últimos años: y esa dirección
era la de buscar cada vez más en las mujeres la instrucción que me faltaba.
Tengo tres hijos adolescentes y he hecho todo lo posible para, a la vez, Sumergirme en mi paternidad y tratar de
abandonada gradualmente. Por supuesto, cuando me olvido de aflojar las riendas, son ellos los que me lo recuerdan. Mi
hijo mayor, Jon, ya en la universidad, plantea nuestras discusiones en términos políticos, embistiendo Contra mi
autoridad parental sobre bases constitucionales de libertad humana, y dignidad espiritual. Nick, mi hijo menor, tuvo que
aprender a sobrevivir en un hogar en el que, durante mucho tiempo, todos eran más articulados que él. De modo que
ahora, cuando me encuentra arbitrariamente autoritario, simplemente se rehúsa a escucharme o a discutir en mis
términos. En cambio, enfrenta mi arbitrariedad con directas obscenidades, con burlas y con imitaciones satíricas de lo
que encuentra inaceptable en mi conducta, mi hijo mediano David, asienta su propia independencia más bien sobre la
base del análisis lógico de nuestros roles, impulsado por una brillante precocidad en el raciocinio. En una reciente
discusión con él, en un acto de autodefensa, traje a colación una antigua y (espero) oscura distinción en la disquisición
lógica: lo Nomotético y lo Idiográfico.
22 Irene Claremont De Castillejo, Knowing Women: A Feminine sychology, G.P.Putnam's Sons, Nueva York. 1973, pág. 77
Para hacerlo, tuve que retroceder muchos años en mi propia posición intelectual: El, por supuesto, sabía todo
lo referente a esa esotérica distinción, y así logró un avance más en su convicción de la inutilidad de los padres. Más
tarde, comprendí que la distinción entre Nomotético e Idiográfico parecía ser una metáfora apta para las diferencias entre
la visión del hombre y la de la mujer. En el momento en que la consideré por primera vez, yo me encontraba mucho
menos en contacto con la mujer dentro de mí y me encontraba imbuido, algo rígidamente de las bases metateóricas de la
investigación científica.
Decidí consultar una obra que leí ávidamente en mi juventud, pero que había evitado desde entonces. Al fin,
redescubrí el libro, que tenía el título, que ahora me parece improbable, de La estructura de la ciencia: problemas en
la lógica de la explicación científica. En él Ernest Nagel me volvió a explicar que el enfoque Nernotético era el de las
ciencias naturales y algunas de las Ciencias sociales "que tratan de establecer leyes abstractas generales para una
cantidad indefinidamente repetible de sucesos y procesos". 23 Es el trabajo lógico "puro" y descarnado por librar
conscientemente la mente de las realidades cotidianas para establecer conceptos predicativos y probabilísticos acerca de
la vida. Es el modo en que el hombre se enfrenta al mundo.
El enfoque ideográfico es una poderosa metáfora de la psicología femenina, tal como yo la entiendo. Es una
visión más primitiva de la comprensión de los sucesos humanos, como en el estudio de la Historia, más como
arte que como ciencia. Lo Nomotético "contiene escasas o ninguna referencia a objetos específicos, fechas o
lugares". 24 Esta generalidad abstracta contrasta rudamente con el enfoque idiográfico en el cual todas las
firmaciones, sin excepción, son de forma singular, y llenas de nombres propios, designaciones de momentos
o períodos determinados, y especificaciones geográficas." 25
Esta relacionabilidad femenina se dirige a lo único, a los sucesos singulares y no se interesa por formular reglas
generales. Después de todo, una mujer comprende que una interacción determinada entre determinadas personas
tiene lugar sólo una vez, y que las especulaciones abstractas al respecto matan su inmediatez y oscurecen nuestra
captación intuitiva de su unicidad irrepetible. La atención que presta la mujer a las cualidades humanas peculiares
de las personas, le hace inútil tratar de construir leyes conceptuales sobre ellas. La conceptualización masculina
tiende al dominio, mientras que la comprensión femenina tiende al contacto.
Me resulta difícil, aunque es de importancia decisiva, mantenerme consciente de estas diferencias al considerar lo
masculino y femenino sin darle a uno más importancia que al otro, sin poner a uno en situación superior y al otro
en una inferior, y sin hacer de uno el centro y del otro la periferia. La interdependencia recíproca de lo masculino
y lo femenino, del Yin y el Yang, se visualiza concretamente en el equívoco pez blanco y negro que representa
simbólicamente al Tao, la roca no trabajada que es el camino natural a la vida en la que debemos sumergimos, el
oceano de la naturaleza en el que nosotros, los peces, debemos perdernos.
Corno hombre, debo escuchar con la mayor atención lo que tienen que decir las mujeres si quiero que me
instruyan. Eleanor Bertine (otra mujer terapeuta de persuasión junguiana) escribe acerca de su comprensión de la
relación de Yin y Yang, del sentido psicológico de los roles de los principios masculino y femenino:
Ambos juntos son esenciales para una personalidad completa: lo masculino da las formas, lo femenino el color.
Pero siempre debe estar en ascendiente el principio del propio sexo, con la otra presencia en calidad de
complementaria. 26
En lo que respecta a mí mismo, Y a otros que conozco, el mayor peligro es el riesgo de que el principio del otro
sexo queda totalmente excluido. Cada uno debe permitir dentro de sí la emergencia del principio del sexo opuesto.
Un hombre debe aprender a escuchar la voz de su ánima, o de su mujer, dentro de sí, y la mujer debe tener la
prudencia de prestar atención a su Ánimus, a la concentración de fuerza Yang que hay en
su interior, que le ofrecerá sus propios recursos masculinos y el equilibrio que necesita en ciertas ocasiones.
Bertine apunta la necesidad, al mismo tiempo, de mantener en ascendiente el principio del propio sexo. En mí, y
en otros hombres que conozco, el mayor peligro parece ser el riesgo de excluir totalmente nuestras naturalezas
femeninas.

23 Ernest Nagel, The Structure of Science: Problems in the Logic, Harcourt, Brace and World, Nueva York, 1961, pág. 547
24 tsu., pág. 548.
25 tus., pág. 548.
26 Eleanor Bertine, ]ung!s contribution to Our Time: Tbe Collected Papers of Eleanor Bertine, Nueva York, 1967, pág. 103
Puede suceder que, en tiempos como los nuestros, en que las mujeres luchan por su independencia, haya un
mayor riesgo, temporario, de que la emergencia de lo masculino destruya en ellas la identidad femenina Primaría.
Recuerdo aquí la retórica de Jill Jonhson, una militante lesbiana, que insiste:

Recién cuando todas las mujeres sean lesbianas, habrá una verdadera revolución política. 27
Y es cierto que las Liberacionistas Lesbianas han sido Un factor de apoyo significativo para el Movimiento de
Liberación de la Mujer. Un grupo relativamente pequeño de estas mujeres homosexuales han Puesto su fuerza y
dedicación al servicio del Movimiento, sin el impedimento de ninguna dependencia del hombre. Pero, más allá de Un
cierto Punto, ellas parecen más bien parte del problema que de la solución, en lo referente a este aspecto crítico de la
evolución humana. Las mujeres deben acceder a Su propia masculinidad (así Como el hombre debe hacerlo con su
femineidad) pero es preciso precavernos de la fuerza demoníaca de nuestra sombra cuando emerge a la conciencia, para
que la solución no sea peor que el problema.
Quizá baste decir que Por el momento los hombres corren mayor peligro de perder por completo a la mujer que hay en
ellos, mientras que las mujeres deben resistirse para no ser aniquiladas por el hombre que hay en ellas. En otro
momento de la historia, el peligro podría ser el inverso. A modo de ejemplo del lado masculino del conflicto, querría
citar parte de la Carta de un buen amigo mío, cuyo combate con su ánima me ayuda a comprender el mío:
Aún no soy capaz de separar la pasividad, la Castración,la parálisis y la derrota, de la dulce Cortesía de
aquiescencia. De hecho las experimento como si tuvieran que coexistir. Al mismo tiempo sé que debo resistir a todo
precio, que debo mantenerme erguido y no soltar un solo grito de protesta cuando soy golpeado y torturado; y sé que hay
una compañera amable y reconfortante que nunca se aparta de mi lado aunque no siempre puedo verla o sentirla.
Tengo la impresión de que desde que se te diagnosticó el tumor cerebral, esta gentileza se ha hecho mucho mayor en ti,
ha ocupado una parte mayor de tu ego. Naturalmente, veo el tumor como una manifestación material de la Madre
negativa y devoradora. En consecuencia, creo que ha emergido en la conciencia un elemento compensatorio, y es con
este aspecto en ti, y en mí, con el que trato de ponerme en contacto. 28
Al señalar los riesgos de hallar el resto de nosotros mismos, no sugiero, en modo alguno, que no valga la pena correr
esos riesgos. Un hombre que haya perdido de vista su lado femenino, como una mujer que haya desautorizado su aspecto
masculino, es una caricatura de lo que podría ser una persona completa. Y si una persona está fuera del círculo del ánima
o ánimus del sexo opuesto dentro suyo, sin duda esa persona será enemiga de la dignificación del sexo opuesto en las
personas con las que debe vivir.
Una vez más dejaré que una mujer me instruya en la cuestión de saber que no puedo olvidar un aspecto de mí
mismo sin perder algo del valor de mi persona. He aquí la historia que nos cuenta el sueño de una mujer. El sueño
dice:
Vi a una mujer durmiendo, En su sueño, ella soñaba que la Vida estaba frente a ella y tenía un regalo en cada mano:
en una el Amor, en la otra la Libertad y le decía a la mujer: ": Elige!" y la mujer esperaba un largo rato; y decía: "Elijo
La Libertad!" y la Vida le decía: "Has elegido bien. Si hubieras dicho 'Amor', te lo hubiera dado y me hubiera apartado
de ti para siempre. Ahora, vendrá el día en que yo vuelva, y traeré los dos regalos en una mano".
Oí que la mujer se reía en sueño. 29

28 Donald Lathrop, Fragmento de una carta personal inédita, mayo de 1973


29 Olive Schreiner, Dreams, Little Brown and Co., 1922, citado en Bertine
Capítulo X

QUE NUESTROS SUEÑOS NOS INSTRUYAN

El hombre, demostrando gran sabiduría, siempre se ha sentido fascinado ante sus sueños. Lo cual no quiere
decir que no hayan existido siempre entre nosotros esos hiperrealistas prácticos y que desdeñan la imaginación,
que dicen siempre: "Pero si no es más que un sueño". El tono que emplean para decirlo es el mismo con que
otros disminuyen la fuerza espiritual de los mitos diciendo "Después de todo, no son más que cuentos". En
tiempos recientes, los científicos postiluministas han llegado a creer que "es probable que la experiencia
subjetiva que llamamos soñar no sea más que un subproducto de un proceso esencialmente fisiológico", 1 así
como Aristóteles consideró los sueños como un efecto del flujo nocturno de la sangre, resultante de un
desequilibrio de los humores. No es que yo niegue el aspecto fisiológico de cualquier experiencia de esta
naturaleza. Más bien, he llegado a creer que todos los intentos especulativos de resolver el dilema mente-cuerpo
son inútiles. Lo que me interesa es que la cuestión fisiológica no nos distraiga de los tesoros que descubre un
enfoque más fenomenológico, Y en realidad, pese a estos intentos de explicaciones
racionales/científicas, los hombres abiertos a sí mismos siempre han sentido el poder de sus sueños.
El shamán, líder espiritual de las sociedades cazadoras, y recolectoras de la era paleolítica (así como sus
descendientes contemporáneos entre los esquimales y los indios), asentaba su propio poder sobre el impacto de las
visiones de los trances y los sueños. Más aun, se alentaba a cada joven de la tribu a que definiese su identidad y su
destino por medio de sus propios sueños y visiones. El shamán inspiró sueños, hasta que emergió el sacerdocio
para explotar las visiones de los hombres, transfigurando la inspiración individual en el dogma del grupo, lo que
apartó a los hombres de la imaginación personal y los forzó a la conformidad. Al no ser guiados por la intuición personal,
las personas aceptaron la dirección de la "fe" y de las explicaciones reductoras que les robaron sus poderes singulares.
Es por esto que Joseph Campbell, el moderno maestro de mitólogos, nos advierte: "Creo que le debemos tanto la
imaginería como las reflexiones poéticas de los mitos (visión y sueño) al genio de mente amplia; al de mente estrecha
sólo le debemos su reducción a lo religioso". 2 Sus expresiones "mente amplia" y "mente estrecha pueden confundimos,
si no tenemos en cuenta que se les exige un tipo especial de coraje a quienes se entregan a sus sueños. Así, el viejo
visionario Sioux, Alce Negro, señala que "Es difícil seguir una gran visión en este mundo de oscuridad y de sombras
cambiantes. Entre las sombras los hombres se pierden". 3 Reconoce los peligros de la oscuridad, no tanto la oscuridad
del espacio interior del hombre, como el mundo de espíritus sombríos que rodea a cada hombre.
En la historia de la interpretación de los sueños, algunos de los significados primitivos que se les dieron no fueron
psicológicos, pero hoyes posible revaluarlos psicológicamente. Por ejemplo, en el Viejo Testamento, José habla a sus
hermanos diciendo:

Oíd ahora este sueño que he soñado:


He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba, y estaba derecho, y que
vuestros manojos estaban alrededor, y se inclinaban ante el mío. 4
De acuerdo a la Biblia, los hermanos entendieron este sueño como una profecía del futuro señorío de José, predicción
que trataron de impedir vendiendo como esclavo a su hermano menor. Como todos los intentos de huir del destino, fue
precisamente este acto escapista, por supuesto, el que permitió que la profecía se cumpliese al facilitar el contacto de
José con el Faraón y su ascenso subsiguiente al poder. Desde un punto de vista psicológico, es más fácil comprender el
odio de los hermanos en términos de la ambición inconsciente de poder expresada en el sueño. Cuando José fue llevado a
Egipto, la tierra del Faraón, sucedió que nadie podía interpretar un sueño del monarca. La respuesta de José podemos
interpretada como profética, o como una sutil reflexión intuitiva. El relato que hizo el Faraón fue el siguiente:

1 Ann Faraday, Dream Power, Coward, McCann and Geoghegan, Inc, Nueva York, 1972, pág. 37

2 Joseph Campbell, The Flight ofthe Wild Gander: Explorations in the Mythological Dimension, A Gateway Edition, , Chicago, 1972,

3 Black Elk, Black Elk Speaks, (1961), pág. 254.

4 Génesis, 37: S
En mi sueño parecíame que estaba a la orilla del río y que del río subían siete vacas de gruesas carnes Y hermosa
apariencia, que pacían en el prado y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy fea traza; tan
extenuadas, que no he visto otras semejantes en toda la tierra de Egipto en fealdad.

y las siete vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gruesas.
y entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado en ellas, porque su parecer era aún malo,
como de primero. y yo desperté.
Vi también soñando, que siete espigas subían en una misma caña, llenas y hermosas.
y que otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del Solano, subían después de ellas.
Y las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas. 5
Los magos de la corte no habían podido ofrecer una explicación, pero José, como un terapeuta, supo leerlo
como quien lee una carta, aunque acreditó a Dios haberlo inspirado para su interpretación. Le dijo esto al
confundido soberano:
El sueño de Faraón es uno mismo: Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer,
Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo
También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años, y las siete espigas menudas y
marchitas del Solano, siete años serán de hambre
Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, halo mostrado a Faraón
He aquí vienen siete años de grande hartura en toda la tierra de Egipto;
y levantarse han tras ellos siete años de hambre; y toda la hartura será olvidada en la tierra de Egipto; y el
hambre consumirá la tierra;
y aquella abundancia no se echará de ver a causa del hambre siguiente, la cual será gravísima.
y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se
apresura a hacerla. 6
y en este momento crucial, en que su sabiduría ha causado mayor impacto y en que el soberano se siente
más vulnerable, José se apresura a ofrecerle al poderoso pero perplejo soñador el siguiente consejo:
Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.
Haga esto Faraón, y ponga gobernantes sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la
hartura;
y junten toda la provisión de estos sueños años que vienen, y alleguen el trigo bajo la mano de Faraón para
mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo.
y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años del hambre que serán en la tierra de
Egipto; y el país no perecerá de hambre. 7

Adivinen a quién le dieron el empleo! Exacto! Los hermanos de José, que tan crueles nos parecieron, resultaron
bastante acertados en su previsión del ansia de poder del joven soñador: Ya sería materia de más ardua
especulación determinar si el sueño del Faraón puede representar un mensaje cifrado del inconsciente que había
hecho un juicio sobre los factores que afectaban la fertilidad de la tierra. De todos modos, consideró profético el
sueño y aceptó la interpretación de José de su mensaje divino. Los sueños tienen poder, y es conveniente que
aprendamos a leer el sentido de nuestras visiones nocturnas.
En culturas que no dan gran valor a los sueños, tenemos que recurrir a maestros especiales, tales Como los
gurúes de nuestro tiempo, los psicoterapeutas. Pero los medios más instructivos de llegar a conocerse y a confiar
en uno mismo están determinados en cierto modo por la cultura en la que crecemos. En lo que a mí se refiere, lo
que la ·vida no me enseñó (o yo no supe escuchar y aprender) se equilibró por la instrucción que me dieron mis
terapeutas y mis pacientes.
Pero algunas culturas se interesan más en los sueños que otras. Nosotros los occidentales hemos calificado
durante mucho tiempo de "primitiva" a la gran mayoría de pueblos que viven en tradiciones no industriales que
permiten que el hombre no se aparte de su inconsciente tanto como nos obliga a nosotros a apartamos del
progreso;
sociedades que confían más en el mito y el sueño que en la historia y en la ciencia. Por supuesto, esa clasificación
que hacemos de las sociedades tribales, de piel oscura,no cristianas, no capitalistas, tiene la obvia ventaja
imperialista de justificar la explotación económica, en retribución a nuestra bondad al salvar sus almas
enviándo1es
misioneros defendidos por revólveres y bayonetas, y seguidos por las "compañías de comercio".
No sólo hemos hecho muchas Cosas horribles Con gente que tenía todo el derecho de vivir Como les diera la
gana sin nuestra interferencia, sino, lo que es más, casi siempre hemos perdido la Oportunidad de aprender lo que
podrían habernos enseñado si nos hubiéramos abierto a su sabiduría tribal "primitiva". Consideremos Por ejemplo
el caso de los sueños entre los senoi. En 1935 una expedición científica occidental hizo el primer Contacto con
esta sociedad sin escritura, compuesta de unos 12.000 seres que vivían en comunidades aisladas en la zona
montañosa central de la península malaya. Los senoi tenían una agricultura mixta, de caza y pesca por un lado y
agricultura por otro, vivían en paz, y armonía, y estaban en un contacto muy íntimo con la fuerza primordial de
sus sueños.
La autoridad máxima de la comunidad senoi, que antaño había estado en manos de los patriarcas, había pasado
a los halaks, sus primitivos médicos/educadores psicológicos. Pero esas personas sólo guían e inspiran, mientras
que el pueblo se da leyes a sí mismo por medio del consenso democrático, sin ninguna estructura coercitiva tal
como fuerzas policiales, ejército, cárceles u hospitales mentales. Parece no haber crímenes violentos o
conflictos seriamente destructivo s dentro de la comunidad. La enfermedad física y mental es mínima. Y no hay
guerras con las tribus adyacentes. La paz extracomunal se mantiene alentando la creencia de los vecinos de que
los senoi practican la magia negra (con lo cual los asustan tanto que nadie se atreve a enfrentados).
¿Cómo es posible que los senoi puedan mantener esta armonía dentro de su propia comunidad? Sus poderes se
apoyan en la psicología onírica, que tiene entre ellos dos aspectos: la interpretación de los suefios, y la expresión
de sueños en estados de trance voluntarios.
Aunque los halaks son especialmente sensibles en estas cuestiones, el poder de los sueños es un conocimiento
común, y una práctica cotidiana, de todos los miembros de la comunidad senoi. Los niños aprenden la
Interpretación de los sueños en los desayunos familiares, cuando sus padres analizan los sueños que el niño
recuerda de la noche anterior. Luego los mayores pasan a describir e interpretar sus propios sueños, y los de toda
la
comunidad.
La psicología que aplican los senoi a la interpretación de los sueños puede resumirse así:
…él hombre crea formas o imágenes del mundo externo en su propia mente, como parte del proceso adaptativo.
Algunas de estas formas están en conflicto con él, o entre sí. Una vez internalizadas, las imágenes hostiles vuelven
al hombre Contra sí mismo, o Contra sus semejantes. En sueños el hombre tiene el poder de comprender estos
hechos de su psiquis, que se han disfrazado con ropajes externos, se han asociado Con sus temores, y se han
erigido en enemigas de él y de sus imágenes internas de los otros. Si el individuo no recibe una ayuda social a
través de la educación y la terapia estas imágenes hostiles, construidas por la receptividad normal del hombre al
mundo externo, se ligan y asocian entre sí, de un modo que las hace física, social y psicológicamente anormales. 9
Sin ayuda, el hombre es destrozado por los abrumadores seres de sus sueños. Pero cuando un senoi acepta buscar
ayuda entre sus hermanos, esos mismos tortuosos seres oníricos se transforman en útiles aliados. Es por eso que
cuando un niño senoi tiene una pesadilla en la que se siente caer por el espacio, se deleita relatándolo por la
mañana. Sus padres le dirán que este sueño maravilloso puede llevado a muchas cosas buenas, con la sola
condición de que explore el sitio al que caiga, y observe las maravillas que hay allí. Para el adulto senoi, todas las
imágenes de los sueños tienen significado y promesas alentadoras, pues de niño le han enseñado a hacer amistad
con ellas. Una pesadilla de caída se transforma en un viaje al país de los espíritus de la caída, que aman al soñador
y le otorgarán placeres y poderes espirituales. Eventualmente, la misma experiencia de soñar llega a ser gozosa.
El joven soñador aprende a confiar más y más en sí mismo en cada sueño. En los sueños en que se ve en
peligro, saca valor de la convicción de que puede llamar en su ayuda a cualquier otra criatura de su vida onírica.
Todo ser espantoso vencido en el proceso volverá como aliado o servidor. Los sueños complacientes deben llevarse
a un punto de resolución, y entonces brindan algo útil para los otros miembros de la comunidad, a la vez que, por
supuesto, dan placer. Es así que los sueños sexuales, siempre deben llevarse hasta el orgasmo. Y es posible pedirle,
al amante del sueño, un poema, una canción o una danza que luego se le ofrecerá al grupo.
No hay imágenes o acciones tabú es en los sueños. No sólo se permite todo, sino que todo aspecto puede ser una
fuente de placer personal y utilidad comunal. Los senoi saben que necesitamos todo lo que conseguimos.

5 Génesis, 41: 14.


6 Génesis, 41: 25

7 Génesis, 41: 25

8 Kilton Stewan, "Dream Theory in Malaya", en A lteredStates 01 Consciousness, compilado por Charles T. Tan, Anchor Book, Dou

9 Stewart, pág. 163

Todo aspecto del inconsciente de un individuo les es útil, si pueden aprender cómo disfrutado. Desde que son muy
pequeños, los senoi son alentados a revelarse ante sí mismos y ante sus hermanos. Estas experiencias, que al
principio les causan ansiedad, llegan a ser aceptadas como fuentes de placer y poder. La transparencia social
minimiza la desconfianza, y los conflictos sociales revelados en sueños se resuelven en las conversaciones
comunales del día siguiente. Nada humano les es ajeno, yes así como todos los hombres son conscientes de la
hermandad que los une.
Los senoi, por todo lo dicho, muestran una gran sutileza psicológica intuitiva en su comprensión del uso de la
Interpretación de los sueños, igual que otros pueblos llamados primitivos, corno los iroquíes. 10
La literatura nos presenta una inmensa acumulación de interpretaciones oníricas, psicológicas y no psicológicas, en
distintas épocas y partes del mundo. 11 En nuestros tiempos, la interpretación psicológica de los sueños ha recibido
principalmente la influencia de Freud y de Jung. En su obra maestra, La Interpretación de los Sueños, 12 publicada en el
año 1900, Freud nos mostró el sueño Como una expresión significativa de la psiquis¡ una expresión simbólica de
nuestros deseos inconscientes reprimidos. La exploración freudiana de los sueños restauró de un modo novedoso la
antigua fe en las visiones nocturnas. Pero Freud las consideró expresión de un conflicto, de motivos psicológicos
ocultos, que sólo podían ser útiles si superábamos la ansiedad que nos había llevado a reprimir esa parte de nosotros
mismos. Según Freud, los sueños debían entenderse exclusivamente en términos de historia personal (casi siempre de
tempranas experiencias
relacionadas con lo sexual), y servían a la economía psíquica sustentando ansiedades demasiado abrumadoras
como para que se las pudiera experimentar conscientemente.
Jung también atribuye gran importancia a los sueños, no sólo como la vía regia al inconsciente personal, sino también
como un modo en que el inconsciente compensa el desequilibrio de la conciencia. Cuando sobrellevamos este
desequilibrio en nuestra vigilia, los sueños proveen la actividad reguladora del inconsciente que ayuda a la psiquis a
lograr la individualización para el desarrollo completo de la persona. Por esto, Jung acepta a los sueños como expresión
de ansiedades y deseos, pero considera que van más allá de los intereses personales del soñador individual. También
expresan problemas humanos fundamentales que reaparecen continuamente en la historia de la humanidad.
El carácter profético y compensador de los sueños es tan instructivo respecto de los grandes intereses humanos, como
sus aspectos clínicos lo son respecto de los conflictos personales. Los sueños traen algo así como una
sabiduría del corazón, una voz de la más profunda sensibilidad humana que con demasiada frecuencia olvidamos, eco de
nuestras reflexiones y visiones más profundamente humanas sobre un mundo de experiencias cuya velocidad y peso
excesivos lo hacen escapar al escrutinio del análisis intelectual y de la razón científica.
Jung nos dice que dentro de cada uno de nosotros, hay otro a quien no conocemos. Nos habla en sueños, y nos dice
cuán diferentes nos ve él de lo que nosotros nos vemos. Cuando nos hallamos en una situación de dificultad insoluble,
este extranjero dentro nuestro a veces puede dar una solución que es más adecuada que todas las que podamos pensar,
algo que realmente nos haga cambiar de opinión, que nos haga desechar la opinión que, precisamente, nos condujo a esa
situación difícil". 13
Los sueños son a nuestra experiencia consciente lo que la luna es al sol, la luna que vierte sobre la tierra una luz
nocturna especialmente intensa. No debe sorprendemos que la carta del Tarot llamada La Luna prevenga contra el exceso
de imaginación, intuición y sueños. Cuando sale invertida indica que las consideraciones prácticas prevalecerán sobre las
urgencias imaginativas, y a este costo se obtendrá la paz.
A veces me olvido de que tengo un amigo secreto, un Consejero sabio pero oculto, cuya voz debería escuchar
con más frecuencia. Este consejero es mi yo de los sueños esa parte de mi persona que ve con más claridad que mi yo de
la vig;]ia, Cuya sabiduría está menos apesadumbrada por la razón, la lógica y el saber convencional. A veces,
cuando me siento atascado, incluso en mi trabajo, acerca de Una situación que parece superarme, si muestro buena
voluntad para escuchar lo que mi yo de los sueños tiene que decirme, es seguro que me aconsejará.
Recuerdo que hace tiempo había estado tratando durante varios meses a un hombre, desde poco después de la
quiebra de su matrimonio. Su esposa e hijos se habían quedado en el Medio Oeste, él había instalado una nueva
casa aquí en Washington y trataba de superar sus sentimientos, confuso y angustiado. Al Principio parecía
terriblemente intelectual, abstracto y despojado. Pero no tardó en revelar, tras esa fachada, una buena cantidad de
sensibilidad, de ternura y dolor. Llegó a comprender que gran parte del desastre matrimonial había sido producido
por su propia conducta, y no sólo por la de su esposa, y llegó a ver que en realidad quería restaurar el matrimonio.
10 Anthony F,C, Wallace, "Drearns and the Wishes ofthe Soul:

11 Erich Fromm, The Forgotten Language, Rinehart and Company, Inc., Nueva York, 1951

12 Sigmund Freud, The Interpretation f Dfreams

13 C.G.Jung, reseña de G. R. Heyer.


Trabajó con sus propios sentimientos, y volvió a su casa original algunos fines de semana, tratando de lograr
una reconciliación von su esposa. Al Principio, ella enfrentó sus esfuerzos con amargura y desesperanza, pero al
fin también quiso aclarar las cosas.
Un día lo acompañó a Washington y yo me encontré con los dos y con otro terapeuta que estaba de visita y
operando como consultor. La situación fue muy confusa: ellos eran una pareja difícil de manejar, como tal, no
obstante lo cual sentí que había algo prometedor. Lo fundamental de esta discusión fue que la esposa se reveló
como un ser emocionalmente inestable, impulsivo, agresivo, mercurial, seductor, pero en última instancia muy
dolorido. Un aspecto de lo cual quedó en claro es el hecho de que cuando llegó, se tiró sobre el diván en una actitud
infantil, inocente, característica de una espontánea niña de nueve años. Al mismo tiempo, no dejaba de ser cruda y
activamente seductora; cruzando las piernas debajo de ella en el diván de tal modo que su falda dejaba expuestos
sus muslos, y sentándose de un modo ingenuo y exhibicionista.
Hubo muchos otros problemas: al trabajar con ella, todo se ponía en movimiento. Era como si invitase a algún
tipo de cooperación, acuerdo, intimidad, sólo para desaparecer cuando yo, o el otro terapeuta o su esposo íbamos
en respuesta. En realidad, lo que desaparecía era su gracia, su calidez o su comodidad. Lo que emergía frente a
cualquier aproximación era una punitiva y dolorosa serie de represalias. Terminamos la sesión sintiendo que había
alguna esperanza, aunque por cierto sería difícil para nosotros trabajar juntos. Dejamos pasar un tiempo,
reflexionamos, volvimos a reunirnos y ahora verán dónde fuimos a parar.
Hubo una cantidad de falsos comienzos, durante los cuales hicieron planes para que ella viniese a vivir con él a
Washington y para que el tratamiento continuara, incluyéndola a ella. Ninguno de estos planes se realizó. Por
último, tres meses después, ella se mudó a Washington. Alquilaron una casa y comenzaron a hacer planes para
reconciliarse.
Ella me llamó, hizo una cita y vino a verme para una entrevista exploratoria, durante la cual trataríamos de ver
cuál sería el mejor modo de proceder, y si en realidad queríamos trabajar juntos. Yo, por mi parte, estaba inseguro
y ambivalente. Por supuesto mi indecisión le dio la absoluta seguridad de que debía trabajar conmigo, y de que no
podía hacer otra cosa.
Cuando, al fin, hicimos una cita para que me viniera a ver, encontré que estaba muy ansioso. Tenía algo que ver
con mi incomodidad frente a su negada agresividad, su insistencia por controlar la situación, y los modos en que
Ignoraba lo que estaba haciendo. Lo importante para mí estaba, vagamente, en el área sexual.
Esa noche tuve un sueño. Soñé que ella había venido sola para considerar conmigo la posibilidad de comenzar
un tratamiento. Entró en el cuarto, y cuando yo cerré la puerta, se quitó el saco y se sentó sobre el diván con las
piernas cruzadas, y se quedó allí sonriendo. Su amistosa disposición para hablar ignoraba la postura seductora que había
adoptado. Mi pensamiento en el sueño (que yo no me había formulado con claridad en mi examen despierto del
problema) era: "¿Cómo diablos voy a trabajar con esta mujer que es tan agresiva sexualmente y que lo ignora a un punto
tal que no podría hacérselo entender? ¿Cómo podría sacar eso del camino y llegar a trabajar con los problemas de sus
sentimientos sobre su matrimonio, sobre su relación, sobre quién diablos es y adónde va?" y entonces, en el sueño, supe
lo que tenía que hacer. Le dije: "Mire, trabajaremos juntos, pero sólo con una Condición. Esa condición es que cuando
usted venga aquí, se quite la bombacha". Su reacción fue muy fuerte, pero, puesto que debíamos seguir el tratamiento,
aceptaba. No recuerdo que se haya quitado la bombacha en el sueño, pero en la escena siguiente estaba claro que no la
tenía. Sólo que ahora usaba una falda larga hasta los tobillos, tenía las piernas cerradas, y estaba sentada en una postura
recatada y pudibunda. Se veía con claridad que ya nada la impulsaba a su agresiva seducción que yo le había vedado al
tomar el control y al decirle: "Está bien, así es como usted lo quería y así será. Pero yo estoy a cargo".
Al despertarme comprendí que, de algún modo, mi yo del sueño me había aclarado la naturaleza del problema, esto
es, que yo me sentía ansioso por mi reacción ante su seducción. La metáfora para mi actitud de hacerme cargo de esto en
el sueño era: "Si quiere puede ser agresiva, pero yo estoy a cargo de la situación, por lo que tendrá que trabajar según mis
instrucciones". Era muy claro que en ese punto ella dejaba de ser agresiva. Volvía a ser la asustada niñita que había sido.
El sueño fue una especie de autosupervisión, me sentí aliviado al saber que ahora podría trabajar con ella sin ese
problema. Cuando al fin vino a verme, no tenía tiempo libre para ella. Había estado dando vueltas con los horarios que
habíamos fijado y yo terminé por darle ese tiempo a otro paciente pues no podía mantenerlo libre sólo par~ esperarla. De
modo que la envié a otro terapeuta de la ciudad que pensé que haría un buen trabajo con ella, ayudándola a superar sus
problemas, pues a él no lo intimidarían sus defensas agresivas. Se sintió disgustada e insistió en que yo debía trabajar con
ella. Por último se rindió, y decidió que su propio bienestar era más importante que salirse con la suya en ese momento.
Durante esta entrevista le conté mi sueño. Se rió, algo embarazada, pero también con la comprensión de que era
preciso que la derrotaran en sus esfuerzos de desequilibrar a la gente, si quería llegar a convivir humanamente. Le
aconsejé que le contara mi sueño al terapeuta a quien la enviaba, para que pudiera gozar del beneficio de la supervisión
de mi sueño hasta que lograra que sus propios sueños trabajaran en la supervisión de tan difícil paciente.
Una y otra vez, descubro que mi consejero interno, mi yo secreto de los sueños, es no sólo sabio y útil, sino también
divertido. Considero una buena suerte gratuita que mi yo secreto tenga tan irónico sentido del humor. Si es que debo ser
poseído por este geniecillo amistoso, he tenido suerte de que me ayude a reírme a mi costa, a la vez que me instruye. A
veces me asusto de ser poseído por ese "trickster" interno que me da mensajes cifrados, oscuros cuentos de humor negro
para los cuales a menudo no estoy preparado. Siempre me ilumina, pero me siento ansioso y vulnerable en manos de esa
parte de mí mismo, a la que no conozco ni comprendo bien.
Me habló con la mayor claridad cuando comencé mi práctica privada.
Hace muchos años, cuando aún pasaba casi todo mi tiempo de trabajo en una clínica estatal, había comenzado a
probarme en la práctica privada. La idea de trabajar solo me era muy atractiva. Había considerado algunos de los
problemas, había alquilado un consultorio que Compartía con otro terapeuta y tenía unos pocos pacientes. Ya estaba
casi preparado para marcharme, quejándome de que las instituciones y agencias para las que trabajaba no me daban la
libertad suficiente. Me sentía preparado para tomar a mi cargo la responsabilidad que subyace a esa libertad. Comencé a
buscar un consultorio privado, y les hice saber a otros profesionales que estaba a punto de hacer mis comienzos en la
práctica privada. Dije algo en la clínica sobre mis planes de renunciar, ya tenía una fecha pensada, y estaba dando los
últimos toques a mi
decisión. Esa noche tuve un sueño.
Soñé que estaba en un aeropuerto. Mi instructor me palmeaba en el hombro diciéndome que debía hacer mi primer viaje
solo. Era un viejo biplano de la primera guerra mundial. Yo llevaba la tradicional campera de cuero, la gorra de cuero
atada a la barbilla, anteojeras y una bufanda blanca flameante. Si bien asustado, subí al avión y partí. En el sueño sabía
que hasta ese momento nunca había volado solo antes, lo había hecho siempre en compañía del instructor. El despegue
fue perfecto. Subí; comencé a hacer maniobras. El cielo era hermoso. Me sentía confiado. El aeroplano era fácil de
manejar.
Pero entonces, de pronto, perdí el control y me precipité hacia abajo Con un largo gemido que, según las películas de
la primera guerra mundial, precedía a las catástrofes aéreas. En el sueño, el avión se estrellaba, pero al parecer yo fui
despedido y no me lastimé. El avión era una masa retorcida de metal ardiendo, pero yo estaba intacto.
Se reunía una multitud. Todos parecían encantados y sorprendidos de que yo estuviera bien. Era un milagro que todos
aceptaban a la vez que me felicitaban por haber podido escapar sin una sola herida. Pero yo estaba anonadado. Le
expliqué a alguien que estaba a mi lado: "pero usted no comprende. Yo estoy bien, pero el avión no estaba asegurado, me
costó trece mil dólares. No sé cómo lo pagaré".
Al despertarme recordé que trece .mil dólares era mi salario anual en la clínica. Basándome en este sueño
decidí que aún me asustaba demasiado volar solo en una práctica totalmente privada. Hasta ese momento, me había
negado a prestar atención a mi ansiedad en lo referente al dinero. Ahora me parecía un azar demasiado peligroso. Como
resultado, postergué la decisión por otros seis meses.
A veces, mi yo de los sueños me da un consejo, aun cuando no me encuentre en ningún conflicto o problema
determinado que necesita ser resuelto. Como un padre, o una hermana mayor, simplemente me ofrece su conocimiento
sobre la naturaleza del universo, sólo porque se le ha ocurrido en ese momento. Eso fue lo que sucedió cuando, en un
sueño, me encontré en un gran anfiteatro en una sala en la que había abucheos y murmullos, y una sensación expectante,
perturbada, nerviosa. Había allí muchísima gente, vestida con distintos trajes nacionales. Recién entonces comprendí que
me encontraba en las Naciones Unidas. En! un momento de crisis. Pocas horas después se desencadenaría una guerra
nuclear que destruiría todo el planeta. Como representantes de nuestras respectivas naciones, nos habíamos reunido para
tratar en esos momentos desesperados de llegar a alguna solución práctica que pudiese detener el holocausto.
El Secretario General pronunciaba un "emotivo discurso, tratando de sacar de nosotros la energía creativa
necesaria para encontrar una solución, cualquier solución, para que el mundo siguiera existiendo. No sé en qué lengua
hablaba. Lo veía desde muy lejos, pero todos los asistentes tenían auriculares, y cada uno recibía aquel ruego en su
propia lengua. Pedía que cada cual hiciera lo posible por encontrar una solución; que la pusiéramos por escrito; que
la enviásemos tan rápido como nos fuera posible; que ninguna idea era mala; que nadie debía guardarse para sí lo
que tuviera que ofrecer.
Casi había terminado su discurso, cuando hizo una pausa significativa. Entonces se puso de pie y dijo con la
mayor claridad: "Ustedes, que representan a los pueblos del mundo, cuando presenten estas soluciones deben
recordar una cosa: ¡LA PROLIJIDAD SERA TENIDA MUY EN CUENTA!"
El sueño, por supuesto, se dirigía a mi propio interés reprimido por la apariencia y el orden. Y es por eso que mi
yo de los sueños me alertaba no sólo contra lo que había de criticable en nuestra sociedad, sino contra el propio
contrapeso sombrío a mi vida de proclamada libertad.
Fue con una risa más amarga que respondí a otra broma instructiva sobre el estado de nuestra cultura.
Hace varios años, cuando mis hijos eran pequeños, un visitante le regaló a uno de los chicos uno de esos
cuadros que se pintan por números; en ellos los niños sólo tienen que buscar un número en una tabla, compararlo
con el de unos pomos de pintura numerados, pintar con el color en cuestión, y, una vez terminado, aparece una
pintura. Me sentí algo molesto por este regalo, pensando que era el tipo de juego que limita la creatividad de un
niño al darle a un precio demasiado bajo la sensación de que ha creado algo que en realidad no le pertenece.
En ese momento no comprendí que había también un equivalente más amplio en elementos similares de nuestra
cultura. Esa noche soñé que recibía por correo un juego de poesía. Consistía en un gran tablero con números
espaciados en renglones. En un compartimento separado había tiras de papel, con un número en un lado y una
palabra en el otro. En el reverso tenían goma seca. Yo tenía que tomar las tirillas del compartimento, humedecerlas
y pegarlas en el sitio correspondiente del tablero. Lo hacía de un modo azaroso, un trozo aquí y otro allá, y una vez
que hube terminado, el tablero estaba cubierto de Palabras. descubrí que había escrito un poema.
Cuando me desperté, comprendí que este sueño de "escribir poemas por número" era un amargo comentario
sobre nuestra cultura plástica pre moldeada.
Este sueño habla también de mi propia inclinación en escritos tempranos de construir una "creación" a partir de
escritos ajenos, armado sólo con tijeras y goma.
Ahora que estoy superando cada vez más mi aprensión a deleitarme escuchando y respondiendo a la voz de mi
yo de los sueños, descubro que inspiro similar atención y respuesta en quienes me rodean. En años recientes
muchos de mis pacientes han logrado realizar gran parte de lo que había que hacer en la terapia, Y han encontrado
aún cosas nuevas para ellos. Ya no se sienten angustiados pensando que su vida entera es un problema. Son
personas que han superado muchos de sus conflictos y que son mucho más competentes, confiados, libres y
expresivos de lo que eran cuando comenzó la terapia. Muchos de estos pacientes han venido a iniciar un
tratamiento en un punto en que muchos otros lo terminarían.
Lo que desean en ese momento es simplemente explorar sus sueños. Ya no los consideran síntomas que deben
ser analizados para resolver problemas. Más bien ahora ven sus sueños como fuentes de fuerza y guía espiritual.
Desean acercarse más a' su inconsciente. Les encanta soñar. Piden venir al consultorio con mayor frecuencia aun.
Intercambiamos sueños y encontramos nuevos modos de estar juntos y nuevos modos de ser nosotros mismos.
Uno de esos pacientes, una mujer joven, tuvo un sueño que desde entonces le ha servido una y otra vez como
guía de las excitantes aventuras personales en las que se ha embarcado. Mis bromas sobre lo que podría esperar de
mí en mi papel de acompañante en su viaje, la han hecho sentir más segura de sí misma y menos sujeta a mi
interferencia. La risa siempre nos ha ayudado a ambos.Este es su sueño:
He llegado a un hermoso puerto, y estoy en un muelle mirando el hermoso cielo azul y la amplia curva del
horizonte. También ha venido un hermoso pájaro; es un ave magnífica, gigantesca; es muy agradable contemplar
su equilibrio y su gracia, su fuerza y su visión. Me han dicho que las velas de las embarcaciones que
vienen a este puerto han sido confeccionadas siguiendo el modelo de las alas de este pájaro, y el gran barco que
aparece, de estructura semejante a la de la Santa María, con su gran vela blanca desplegada para un viaje,
confirma tal información. El pájaro alza el vuelo, y cada movimiento de sus alas es una perfecta fuente de energía.
Cuando se pierde a 10 lejos, siento que estoy a bordo del barco.
Estamos lejos del puerto, en alta mar. El viento es fuerte, pero yo, marinera novicia, debo aprender a
usarlo a mi favor. Mi maestro mantiene el timón con firmeza, mientras que una mujer en sombras, que ha probado
sin éxito antes que yo, está sentada en silencio ahí cerca. Me es fácil manejar las grandes y pesadas
velas, y voy tomando confianza a medida que maniobro con las velas con una destreza que ignoraba que tuviese.
En el momento en que siento el placer de este logro, mi maestro dice: " Ahora lo haré más difícil para ti!" Me
sugiere que extienda una lona arrugada y trate de usarla como vela adicional. Una tarea absurda y aparentemente
imposible. Le echo una mirada inquisitiva y algo hostil, y observo que se ha quedado pensativo. Supongo que se
está preguntando si en realidad es una tarea que valga la pena. Por mi parte decido que, como desafío y aventura,
lo es. Cuando me despierto, aún estamos navegando. Su creciente familiaridad con su yo de los sueños le da
coraje cuando se siente desalentada, le inspira esperanzas de poder ir a sitios donde aún no ha soñado, y le permite
ir en busca del resto de sí misma. Nunca había escrito un poema antes de una noche de sueños y fantasías
fragmentadas, en la que se despertó más de una vez. Esa persona onírica le susurró en el oído versos que no pudo
comprender del todo, pero que anotó. A la mañana, en la mesilla, junto a su cama, encontró que había escrito:
De noche la criatura me acecha, esperando;
hay sonidos que señalan su proximidad.
La criatura es un busto sin cabeza
sin cabeza
Sin espacio
los brazos cruzados
en solemne reposo

Algo que dejar


Conseguir
Conocer
En años posteriores
quizás domar

En la soledad
de nuevo;
La niebla universal aparta los temores;
vuelve a dar bienestar
EL TONTO
Capítulo Xl

LLEGAR A SER QUIEN SOMOS

Las diferencias entre las tradiciones occidentales judeo-cristianas, y sus contrapartidas orientales, hindúes y
budistas, pueden comprenderse parcialmente como un contraste entre la línea recta y el círculo. En el occidente,
los ideales seculares de trabajo, éxito y progreso se acomodan bien al dogma religioso de evitar la tentación,
vivir una vida buena, proseguir un camino recto y estrecho, Y esforzarse por imitar la naturaleza perfecta e
inalcanzable de Cristo. La línea recta que debemos seguir para salvamos es la de la terrible distancia entre
nuestra maldad y la bondad del dulce Cristo.
En la vía circular del Oriente, sólo debemos reconocer que cada uno de nosotros ya es el Buda- Sólo
necesítanos rendirnos a nuestra auténtica naturaleza. El principio guía del cosmos occidental es la inteligencia
más alta llamada Logos, hacia cuya perfección podemos ascender por esa línea larga y recta. En el Este, en lugar
de Logos, la palabra sánscrita Lila significa el poder cósmico del Señor, a través del cual crea la ilusión del
mundo, haciéndonos objeto (a personas Y cosas) de distintas modalidades de Su Divina Energía. Todo lo que
separa a alguien de la bendición del Nirvana es la maya de la ilusión. Nuestra naturaleza auténtica está en el
centro del círculo de nosotros mismos (Atman, el yo universal). Cuando logramos abandonar la lucha por
cambiar nuestra vida, podemos desligamos de ese apasionado trabajo por tratar de ser lo que no somos.
Lo que suele considerarse fatalismo y pesimismo en el Oriente, es la idea de que la vida es una rueda de
infortunios, un ciclo continuo de nacimiento, sufrimiento y muerte, al que las personas renacen una y otra vez
gracias a su ignorancia que les hace creer que pueden cambiar sus verdaderas naturalezas. El karma de una
persona es precisamente esa vida en la que ha nacido (y que a veces se define como la carga de recompensas Y
castigos heredados de encarnaciones previas). El karma de esta vida es tanto el efecto de vidas anteriores, como la
causa de lo que se ha de disfrutar o soportar en vidas futuras.
Yo no creo en la reencarnación. Creo que no somos castigados por nuestros pecados, sino con ellos. Y sin
embargo, la metáfora del karma me parece alentadora y esc1arecedora. Creo que nacemos y nos desarrollamos
para llegar a ser quienes somos, en gran medida más allá al poder de la voluntad. Podemos explicar
psicoanalíticamente nuestro desarrollo en términos de las tempranas experiencias familiares, pero aun así, los
problemas de la desdicha personal apenas si pueden atribuirse a algo más que a haber nacido en una casa
equivocada. ¿Si yo hubiera nacido en la casa de los vecinos, me hubieran amado más, me hubieran aceptado con
mayor ternura, y me hubieran comprendido mejor? ¿Quién sabe?
La familia y la cultura nos alientan a "mejorarnos", a desarrollar un "buen carácter". Con mucha frecuencia la
distinción entre carácter y personalidad es en realidad la doctrina de la máscara. En el mejor de los casos cubre la
diferencia entre el modo en que los otros conciben mi personalidad y el modo en que yo sé que es. En el peor de los
casos, la armadura defensiva de la máscara va más profundamente aun," oscureciendo las diferencias entre mi
propio concepto noble e idealizado de mí mismo y el alma doble, de ángel y bestia, que soy en realidad.
Creo que la herencia biológica y las circunstancias posteriores del azar nos dan tanto oportunidades de gozo
como necesidades de dolor. Pero decir lo feliz o infeliz que soy por ser dueño de esta personalidad que es la mía y
de esta vida que me han dado, depende en gran medida de lo bien que pueda aceptar mi destino, o de que pida que
vuelvan a repartir las cartas, que todo vuelva a empezar. No siempre puedo ganar, pero debo seguir jugando.
Después de todo, es la única partida que hay. Luchar contra el destino, tratar de realizar lo imposible, pedir ser
otro y vivir otro tipo de vida, todo eso es una demanda absurda que sólo puede llevar a un sufrimiento innecesario.
Ya es bastante con tener que pasar por el dolor absolutamente necesario, sin estropear los placeres futuros
gimiendo. "¿Por qué yo? ¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?"
La construcción del carácter es una negación de la naturaleza verdadera del yo, una búsqueda de un modelo
mejorado. Por mi parte, ya no espero llegar a tener un buen carácter, en tanto eso implique apartarme de mi
"budeidad". Mi propósito no es mejorar mi yo, sino llegar a conocerlo con mayor claridad, y aprender a celebrar
todo lo que soy. No necesito cambiar más mi personalidad construyendo mi carácter, que cambiar mi destino
tratando de ser tan bueno que alguien me salve. Recuerde cuántas veces usted dijo: "Por favor Dios, si sólo esta
vez me haces pasar el examen (o lograr una promoción, o encontrar un amor), entonces te prometo que nunca
volveré a mentir (o a masturbarme, o a responderle a mis padres)."
Esta distinción entre carácter y personalidad, es afín a la distinción entre suerte y destino. Si no acepto conocer
lo que siento, decir lo que pienso, y hacer lo que digo, entonces mi vida es un objeto pasivo en manos de la Suerte.
No obstante, en la medida en que acepto, me apropio y atesoro esa fortuna (o desgracia) que es mi Propia
personalidad, y que es yo mismo, en esa medida puedo transformar la suerte en destino. Sólo entonces puedo
llegar a ser quien soy, aceptando vivir mi vida tal como me ha sido dada, en lugar de esforzarme por ser otro.
Para transformar mi suerte en destino, debo abandonar el hábito romántico de decir algo más que la verdad.
Debo comenzar presentando ante mis propios ojos mi vida tal cual es, y luego ante los ojos de los demás. No hay
necesidad de ocultar mi fuerza, mi virtud, mi belleza. Pero todo esto ha de ser presentado dentro del Contexto de
mis debilidades, de mis arrugas, y mis defectos. William But1er Yeats nos aconseja bien cuando nos dice que "el
alma debe volverse su propia traidora, su propia entregadora, la actividad única, el espejo vuelto lámpara". 1
Una vida sin dolor no es posible. Los pacientes suelen venir a la terapia esperando que si pueden mejorar lo
suficiente sus personalidades, si pueden alcanzar la "madurez" o la "salud mental", entonces podrán vivir una vida
exenta de problemas. Les lleva mucho tiempo comprender que:
"En todo el mundo
no hay camino de salida.
El ciervo grita hasta
en las montañas más remotas." 2

No es necesario que traten de volverse otros, puesto que la búsqueda de la paz completa y la perfecta reunión
con la Gran Madre nunca tendrán lugar. No hay paz hasta la muerte, y quizá ni aun entonces. E, irónicamente, sea
cual sea la paz que haya reservada para nosotros, proviene de la aceptación de la buena/mala naturaleza de
quienes somos, así como de las cualidades afortunadas desdichadas de nuestra vidas.
Importa menos que un hombre sea un extrovertido que se lance al mundo, mientras otro es un introvertido para
quien su propio interior es más importante, que cada uno de ellos acepte ser quien es, y no trate de ser el otro.
Pues, después de todo, mucho antes de Cristo (y de Jung), Lao Tsé nos dijo:
"Un hombre con coraje visible se atreve a morir, Un hombre con coraje invisible se atreve a morir;
Pero cada uno de los dos Tiene un aspecto mejor y peor que el otro." 3
Quizá la neurosis no sea más que el conflicto por alcanzar nuestro propio camino por cambiar a los otros, por
corregir a la suerte, o, al fracasar todo esto, por no querer entregamos a nuestros deseos más profundos, de modo
que si no podemos alcanzar nuestro propio camino, al menos podamos impedir que otro alcance el suyo.
Recuerdo a una paciente con la que he trabajado durante años, que ha superado gran parte _de su depresión, es
mucho más expresiva, afirmativa y creativa, y ha mejorado en gran medida su matrimonio, antes desdichado.
Le resulta difícil terminar su trabajo en la terapia, por un problema remanente, al parecer insoluble.
Al principio comenzó describiendo su problema como un matrimonio que no era lo suficientemente sólido y
satisfactorio como para disuadir a su marido de su interés por la pornografía. Gradualmente llegó a comprender
que el problema no era su marido, sino la respuesta que ella le daba. Cuando él manifestó su interés en libros y
filmes pornográficos, ella reaccionó con ansiedad y resentimiento, como si él la estuviera traicionando.
Con mi ayuda, pudo relacionar estas reacciones con su desazón, siendo adolescente, cuando su padre abandonó
la familia y su matrimonio desdichado y cayó en brazos de una joven sirvienta. En aquel entonces la paciente se
protegió del pánico que hubiera implicado el reconocimiento de su total desamparo ante estas pérdidas,
rechazando todos los posteriores esfuerzos de su padre de volver a ponerse en contacto con ella. Al conectar los
dos sucesos, la respuesta de la paciente se deslizó de una ansiedad y resentimiento difusos, a una insistencia más
amarga y contumaz según la cual ella no iba a ceder, es decir, no aceptaba lo que quisieran darle su padre o su
marido, pese a que ellos hubieran tolerado sus sentimientos y su insatisfacción.

1 William Butler Yeats, citado en Yeats: The Man and the Masks, por Richard El1111ann, E.P. Dutton and Company, Nueva York, 1948,
pág. 280.
2 Fujiwara No Toshinari, poema sin título en One HundredPoems from. the Japanese, traducidos al inglés por Kenneth Rexroth, New
Directions, Nueva York, 1964, pág. 81
3 Lao Tzu, The Way of Life According to Lao Tzu: An American Version, traducción de Witter Bynner, Capricom Books, Nueva York,
1962, pág. 71
Le salí al encuentro de su sombrío relato con el viejo cuento húngaro de las tijeras. Se dice que en Hungría,
hace años, una pareja se conoció, se enamoraron y casaron. Al principio parecían muy felices, hasta que tuvieron
una discusión, aparentemente trivial. Estaban haciendo un paquete entre los dos, y una vez que estuvo listo,
sobraba un poco de hilo que había que cortar. El marido dijo: "Iré a buscar un cuchillo para cortar este hilo". Pero
ella insistió en que cuando era chica y sobraba algo de hilo al hacer un paquete, nunca se lo cortaba con
un cuchillo, sino con una tijera. Y así comenzó la discusión. Y durante años su matrimonio se envenenó con
malestar e irritabilidad pues crónicamente discutían el dilema del cuchillo y la tijera. Pasado un tiempo, por
supuesto, sus respectivas posiciones eran tan claras, que bastaba con que el marido dijera "cuchillo!" para que la
esposa gritara "tijera! por último, el marido sintió que ya no lo soportaba más.
Decidió que debía librarse de una esposa tan pertinaz. Insidiosamente, la invitó una tarde de sol a dar un paseo
en bote. La llevó hasta el centro del lago, que era muy amplio y profundo, y allí le dijo: "Vamos a poner en claro
este asunto de una vez por todas. O bien te das por vencida Y admites que el cuchillo es el instrumento apropiado
para cortar un trozo de hilo, o te daré un golpe con este remo y te tiraré al agua Y como no sabes nadar, sin duda te
ahogarás." La respuesta de ella fue un desafiante: "¡tijeras!" En vista de lo cual el marido levantó el remo, y de un
golpe tiró a la mujer fuera del bote. Ella, efectivamente, no sabía nadar, y trató de mantenerse a flote un momento,
mientras el marido le preguntaba "¿cuchillo?". Con la boca llena de agua ella balbuceó "tijeras", Y se hundió por
primera vez. Momentos después salía a la superficie, y el marido se apresuraba a preguntarle "¿cuchillo?".
Escupiendo agua por la boca Y la nariz, ella gorgoteó: "¡tijeras!" Y se hundió por segunda vez. Cuando tras un largo
momento, exhausta Y semiinconsciente, salió a la superficie y estaba a punto de hundirse por tercera y última vez,
él le dijo: "Esta es la última vez que te lo digo, es cuestión de vida o .muerte. ¡Cuchillol" Y cuando ella se hundía
bajo la superficie de las olas, todo lo que pudo verse fue su mano derecha levantada, uniendo y separando los
dedos índice Y mayor, haciendo un último signo de las tijeras.
Aunque este cuento ayudó a la paciente a reírse de sí misma, al reconocer su propia tenaz Y destructiva
insistencia en no rendirse, no bastó para liberarla del problema. Le ofrecí la analogía con mi propia lucha contra el
dolor y la muerte inminente con la que me enfrento todos los días debido a mi tumor cerebral inoperable, "¿Qué
podría hacer?" le pregunté. "Es la única vida que me han dado. ¿Habría de desperdiciarla insistiendo en que esto
no puede sucederme a mí? ¿Que no es correcto, que es demasiado implacable, que no puedo disfrutar el resto de
mi vida porque hay en ella fragmentos que considero inaceptables? Mi única esperanza está en encontrar la
calma de la rendición a mí mismo. Si me rindo a lo que no puedo cambiar, haga lo que haga sin pensar en los
resultados, entonces obtendré lo que puedo obtener." Su amor hacia mí la ayudó a tender un puente entre nuestros
comunes dilemas humanos, y pudo experimentar tanto el absurdo como la profundidad de nuestras situaciones.
Pero antes de poder liberarse, tuvo que realizar, en su fantasía, la experiencia de perdonar a su padre (y a su
esposo), de no tratar más de cambiar lo que no podía cambiarse, y de vivir en el dolor del desamparo. Es bastante
con que debamos sufrir pérdidas, disgustos y traiciones. No necesitamos agregar a la desdicha y la mala suerte que
la vida descarga sobre nosotros, una lucha inútil contra el karma, contra lo que es nuestro en esta única vida que
tenemos. y si el terapeuta debe ayudar a otros a encontrar su camino, a aceptar su karma, ¿qué clase de hombre
debe ser? Una vez más Lao Tsé nos lo indica, al decir: "Alguien que sabe que su destino es el destino de todos los
otros hombres es quien mejor podrá guiarlos ... 4 (pues) Un hombre bueno, antes de poder ayudar a un hombre
malo, encuentra en sí mismo al hombre malo." 5
Lo mismo que le sucede al terapeuta le sucede al paciente. Si un hombre quiere vivir plenamente, debe mirar sin
parpadear todo lo que emerge de su inconsciente. Si quiere ser algo más que una figura chata, debe hundirse en su
sombra. Todo lo que su conciencia le dice que no es, secretamente lo es. Las aspiraciones de su filosofía social
idealizada no son más que negociaciones del oscuro reverso de lo que significa ser auténticamente humano. Un
hombre no puede huir del mal sin entregarse a él. No hay que evitar al mal, sino más bien transformarlo. Si un
hombre trata de ser generoso sin reconocer ante sí mismo sus propios intereses secretos, seguramente resultará un
déspota orgulloso, que dará sólo cuando le convenga a su deseo de parecer benévolo. Si la caridad fuera anónima,
Dios se apiade del pobre. Nuestra única esperanza consiste en volver la vida consciente
hacia esos aspectos oscuros de nosotros mismos, de los que nos han enseñado que no debemos recordarlos siquiera.
Pero aun nuestro intento de saber qué hay en la inconsciencia de nuestra persona oculta, puede resultar una mera
búsqueda de una inalcanzable perfección. Aunque todos deben aceptar hundirse en las tinieblas del alma, nadie
puede conocerlas por entero. Nunca se completará la exploración. Pues pertenece a la misma naturaleza de la bestia
el quedar parcialmente oculta.
Si usted siente deseos de explorar la oscuridad de su corazón, estará tentado a pensar que si se esfuerza lo
suficiente y durante el tiempo suficiente, llegará a saberlo todo. La inevitable búsqueda humana de la ilusión de
control, de tenerlo todo dominado de una vez para siempre, de no tener que enfrentar más el desamparo y la
soledad del largo peregrinaje a través del poderoso marasmo de las fuerzas de la oscuridad, lo tentará, sin duda, el
resto de su vida.
Es instructivo examinar los límites de la luz de la conciencia y de los poderes de la razón, cuando se encuentran
frente a las fuerzas oscuras. William James, un psicólogo que quiso descubrir y comprender todas las variedades de
la experiencia religiosa, nos cuenta una historia. En uno de sus viajes, encontró a un sabio hindú de quien
esperaba obtener algunas respuestas conclusivas. James, que había leído más de lo que había podido comprender
sobre la filosofía oriental, sabía que está escrito que:

Brahma, el creador, conjuró ocho elefantes celestiales, que fueron colocados en los Cuatro esquinas del mundo y en
los Cuatro puntos medios de los lados, de modo tal que sOportaran el peso del firmamento superior. 6
y así es que le preguntó al Mahatma: "Tengo entendido que su pueblo cree que el universo se apoya en los lomos de
grandes elefantes blancos, ¿no es así?"
-Así es, en efecto -respondió el Mahatma.
-Bien, bien -siguió el Dr. James-. Ahora dígame, ¿en qué se apoyan estos grandes elefantes blancos?
-Cada uno de ellos -respondió al instante el sabio- se apoya sobre otro gran elefante.
-¿ y sobre qué se apoya ese otro gran elefante?
-Sobre otro gran elefante blanco, por supuesto.
El Dr. James, que veía bien encaminada su encuesta, comenzó a preguntar de nuevo:
-¿ y sobre qué se apoya ... ?
Pero en este momento el Mahatma lo interrumpió.
-Dr. James, Dr. James, -le dijo con suavidad_, antes de que prosiga interrogándome, debo advertirle una cosa. Hay
elefantes blancos en todo el descenso.
Y así, por más interés que tengamos en ver en las sombras, en enfrentar las Oscuras imágenes primordiales, en
revelar el resto de nosotros mismos a nuestra conciencia, debemos recordar que hay grandes elefantes blancos en todo el
descenso. Aun así, debemos llegar a saber todo lo que podamos acerca de lo que somos, o sufrir las ilusiones que
creamos proyectando sobre otros lo que no podemos aceptar en nosotros, viendo siempre al enemigo afuera de nuestras
personas, viviendo una vida de dogmática degradación del prójimo y deshumanizado aislamiento de nuestras personas.
Puesto que el inconsciente proporciona una fuerza compensatoria para las actitudes unilaterales de la conciencia, la autor
revelación espontánea de nuestros sueños nos enseñará lo que debemos saber sobre esa parte nuestra que por lo general
queda oculta. En este sentido los sueños pueden ser proféticos, al revelar el tríptico del pasado, el presente y el futuro, es
decir de dónde venimos, por dónde nos encaminamos, y qué nos espera más adelante. 7

4 Lao Tzu, pág. 31.


5 Lao Tzu, pág. 41 y ss
6 Heinrich Zimmer, Philosophies o/ India (1951) pág. 120
7 Gerhard Adler, Studies in Analytical Psychology, Capricorn Books, Nueva York, 1969, págs. 92 - ll9. El "esquema cronológico
triple" es estudiado con más amplitud en su capítulo "Study of a Dream”
He aquí tres sueños, todos soñados una misma noche y presentados en una sesión de terapia por una mujer joven
que llevaba varios meses de tratamiento y que experimentaba una extraña combinación de pánico ante lo que
estaba emprendiendo, y excitación frente a los resultados que podría obtener.
Sueño uno: Estoy en una fiesta conversando con algunas personas, no sé sobre qué. Una y otra vez veo que mi
esposo pasa a otro cuarto con una u otra de las mujeres invitadas a la fiesta. Me sorprende descubrir que en lugar
de sentirme celosa, sólo siento curiosidad por saber qué sucede.
Sueño dos: Entro en un tocador suntuosamente decorado. Me siento anonadada al ver que el hermoso
empapelado está desgarrado en varios sitios. Me quedo inmóvil, de pie, viendo cómo se despega de la pared, sin
saber qué hacer.
Sueno tres; Estoy en un lugar excitante. Creo que es carnaval. Estoy en una plataforma en el centro de otras
cosas, cuidando a unos osos bailarines. Me estoy divirtiendo muchísimo. Se me acerca un hombre y me pregunta
qué estoy haciendo. Me sorprendo al descubrir que puedo responderle sin dificultades. Le digo: "Soy la Dama de
los Osos" (se ríe). Ahora me doy cuenta que eso era una broma, pues yo quería decir que era una dama sin ropa
encima". (Bear: oso; bare: desnudo).
Luego de examinar con ella los sueños a nivel de sus propias asociaciones inconscientes, le sugerí que pensara si
los sueños podían representar, respectivamente, su pasado, su presente y su futuro. El primer sueño representa el
pasado, esto es, la situación que la trajo a mi consultorio. La charla en una fiesta representa una vida social vacía,
superficial y egoísta. En el sueño su marido representa a su padre, en un nivel de asociación personal, y las mujeres
con las que se aparta, sus hermanas menores. Sin embargo, también representa a su animus, caracterizado por la
aventura de su esposo en un mundo más complejo y exigente que el que habita ella. Al liberarse de sus celos, que
amenazan su persona, ha adquirido la curiosidad suficiente como para preguntarse qué sucedería si saliese de esa
vida de fiesta social y pasara a otro Cuarto. Y es lo que en parte ha hecho al venir a mi consultorio.
El segundo sueño representa su ambivalencia presente y su dilema, por Cuanto comprende que tras varios meses
de terapia, comienza a descubrir su lado sombrío, al que se refiere llamándolo las cosas "primitivas" de ella. En
una sesión posterior, admitió que en este sueño no estaba de pie, sino sentada en el inodoro, su metáfora para el
material inconsciente. Es molesto para una mujer educada en una familia con normas de clase alta, gente que se
siente por encima de la experiencia de los seres vulgares, referirse a estas cosas, es por eso que eufemísticamente
llamó "tocador" al baño. Si por ella fuera, negaría que tiene esas funciones, pero, como lo dice Montaigne: "Los
reyes y los filósofos defecan, y las señoras también". 8 Y es por esto que, pese a la suntuosa decoración del tocador,
ve que el empapelado se cae y deja a la vista la estructura oculta. Su interés por la terapia, por mirar y ver lo que
yace oculto, es experimentado ahora con una sensación de desamparo, en tanto ve a su persona descascararse, y
siente cada vez más temor de lo que pueda encontrar debajo.
El tercer sueño representa 6U esperanza y excitación frente al futuro. La atmósfera es la del carnaval, época en
la que todo está permitido. Los osos bailarines son su deleite y gozo ante sus impulsos instintivos, una vez que
estén bajo control sus aspectos peligrosamente agresivos. Ella sabe quién es, y sabe qué está haciendo, por lo que le
es fácil responder a la pregunta" ¿quién es usted?" que le formula su animus. Ella es la Dama de los Osos. Ha
resuelto su complejo maternal negativo haciéndose cargo de su propio aspecto materno. Es la dama de los instintos,
la mujer poderosa. Y además es la dama desnuda, que se ríe de estar desvestida, transparente, abierta, de ser la
criatura sensual y de que todos lo constaten.
Sus sueños me llevaron a una exploración más profunda de mi propio sueño de lobo. Ahora pude interpretar al
lobo como mi propia naturaleza destructiva, que debo ocultar para llevar a cabo mi tarea de terapeuta. Ese aspecto
del lobo es el de Madre de los Abandonados, de Rómulo y Remo, el que, pese a su rostro de destrucción, alimenta.
Aún debo transformarme en el niño expósito que aprende a vivir entre los seres brutales.
Esa misma semana recibí una ayuda adicional, esta vez de parte de un viejo amigo que había leído un informe
de mi sueño del lobo, publicado en una revista. 9 No siempre se consigue lo que se quiere, pero sí lo que se necesita.
Me envió un ejemplar de un ensayo suyo 10 en el que describía el trabajo de un psiquiatra alemán llamado
Levner, que había desarrollado una técnica llamada lmaginería Afectiva Guiada. El artículo de Frank insiste sobre el uso de
esta técnica alrededor del tema de alimentar la bestia. Se le pide al paciente que imagine que está en los lindes de un bosque, y
se le dice que si mira con atención verá salir una bestia de entre los árboles. Cuando el animal aparece en su fantasía,
experimenta sentimientos negativos tales como miedo, rabia o disgusto. Se lo alienta a fantasear una aproximación, caricias y
alimentación del animal. Si accede a hacerlo, tiene lugar una transformación, por la que el adversario peligroso se transforma
en un aliado o un compañero. Mi amigo explica:

8 Michel de Montaigne, Selected Essays, traducidos por Charles Cotton y W. Hazlitt, Modern Library, Nueva York, 1949, pág. 563.
9 Shelldon B. Kopp, "My own Dark Brother", en Voices, vol. 9, N0 2, págs. 60 - 61, verano de 1973.
10 Frank Harunian, "The Elhical Relevence uf a Psychulhera peuric Technique", Journal olReligion and Health, Abril de 1967.
La técnica de la alimentación invoca una conducta imaginaria de tipo afectuoso y maternal frente a sentimientos de temor
que han nacido por la idea de amenaza. En la medida en que la amenaza y el miedo se proyectan y no son apropiados a la
situación, el paciente cooperativo logra una buena oportunidad de superarlos y de liberar a su conducta de su influencia. 11
Tanto el tercer sueño de mi paciente como el ensayo de mi amigo, me fueron útiles para exorcizar a mi propio hermano
oscuro. Mi manera característica contra fóbica de superar la ansiedad me inclinaba (tanto en mi condición de terapeuta como
de paciente) a favorecer un cambio de ubicación con la bestia, para ver qué se sentía al transformarse en la peligrosa araña,
cuando me encontraba en la desesperada situación de la mosca que ha caído en su red.
He advertido que cuando tratamos de aceptamos a nosotros mismos, debemos comenzar por prestar atención a lo que está
oculto. Es obvio que, en cierta medida, todos ocultamos nuestras actitudes asociales detrás de nuestra persona. Esta máscara
del yo social es más indicativa de las exigencias culturales que conforman nuestras interacciones, que de aquellos impulsos
instintivos que la cultura trata de domesticar y durante muchos años el psicoanálisis nos ha venido repitiendo la necesidad de
tratar de comprender los contenidos reprimidos del inconsciente personal que subyacen a los aspectos más racionales y
realistas del yo. Jung ha ampliado nuestra comprensión de lo oculto por medio de su concepto de
la sombra, ese aspecto desautorizado o aun no revelado del yo que incluye no sólo el inconsciente personal,
sino también los motivos arquetípicos del inconsciente colectivo y las funciones inferiores del tipo psicológico de
un individuo dado.
Fuera de mi propio conflicto, destaco la importancia de estar en contacto con la libertad de ser poderoso en un
mundo duro. Pero tienen razón en vacilar antes de seguir mis consejos, pues "para hombres con tipos diferentes de estructura
psicológica, convienen distintos tipos de ética." 12 Aun así, oigan lo que tengo que decir y acéptenlo si quieren o háganlo a un
lado si no. Lo que quiero decirles es que es esencial que no nos engañemos. Cuando podamos, debemos actuar Con
amor, pero cuando se exige ira, agresión y violencia, debemos aprender a expedirnos Con eficacia, rapidez y
placer. Yo trato de actuar Con honestidad, compasión y ternura hacia quienes amo y aun hacia otros seres humanos
que pasan por mi camino y que me importan poco pero que están tratando de vivir sin impedírmelo. No obstante,
en presencia de mis enemigos debo saber luchar como una fiera. Margaret Mead dijo una vez que los buenos
modales son útiles para: entendernos con personas con las que no convivimos. La honestidad es útil para con los
amigos. La diplomacia y la agresión la ahorro para mis enemigos.
Todo esto resultaría destructivo y cínico si los hombres fueran simplemente buenos, o al menos respetables,
pero como ya lo dijo Maquiavelo, como los hombres no son buenos suele ser necesario invocar la fuerza del león y
la astucia del zorro. Si esa sutileza italiana les parece demasiado cínica a sus sensibilidades humanistas, entonces
vuelvan la mirada al antiguo y gran subconsciente de la India, asiento tradicional de la reverencia y la paz. Los
modernos"humanistas occidentales, han mirado el oriente en estos últimos años como un modelo de libertad
espiritual, de paz interior y de medios no violentos de lograr un acuerdo social. Pero este modelo social idealizado
tiene un reverso que suele quedar sin examinar. "El pesimismo filosófico y político hindú no es tocado por ninguna
esperanza o ideal de progreso y mejora." 13 Y es así que en el Mahabharata, libro tradicional de guía
práctica, se esbozan cuatro modos principales de enfrentar a un enemigo. Son ellos: Saman, el camino de la
conciliación o la negociación; Danda, el camino del castigo o la agresión; Dana, el soborno; y Bheta o la división
del enemigo, con el fin de debilitarlo. Y por último, irónicamente, a estas cuatro tácticas principales se agrega
Maya. Aunque generalmente se define a Maya como la naturaleza ilusoria de la vida cotidiana que debe superarse,
transformarse y abandonarse para que un hombre pueda llegar al nivel del despertar y la libertad espirituales, en
este contexto se define a Maya como un truco, un engaño, o el despliegue de una ilusión con la que burlar al
enemigo. Se sugieren otras tácticas menores, tales como 'peksa, que significa pasar por alto, simular no interesarse
diciendo que uno no está preparado para tomar una decisión acerca de entrar o no en un determinado asunto,
Indrajala, que significa "la red del dios Indra" (el Zeus hindú) e implica todas las variedades de estratagemas y
trucos de guerra. Estas sugerencias constituyen "los siete modos de acercarse a un vecino en este océano sin
sentimientos" 14, bajo la doctrina del Matsyainyaya, la Ley de los Peces: El pez grande se come al chico.
No debemos confundir los buenos modales con la moral. La vida puede carecer de piedad, y el mal puede ser
una necesidad. Steinbeck señaló que basta observar un estanque para ver la vida en su desnudez. Allí podemos
contemplar la Ley de los Peces en acción. El que los grandes se coman a los chicos es también parte de la
naturaleza animal del hombre. Podemos construir templos, ser caritativos, pintar y componer música. ¡Pero
primero debemos sobrevivir! Y eso significa que si hay peligro, y se trata de mi vida o la suya, le aseguro que haré
lo posible por salvarme yo.

11 Harunian, pág. 152.


12 Erich Neumann, Depth. Psychology and a Neto Ethic, traduc al inglés de E Rolfe, Harper Torch Books, Harper and Row, Nueva York, 1973,
13/ 14 Zimmer, pág. 127
En consecuencia, lo oculto debe revelarse antes que las apariencias asuman forma y sustancia. Pero querría
advertir contra la falacia psicoanalítica según la cual sólo lo oculto es auténtico. Un hombre que actúa y habla con
amor de su mujer, puede a veces revelar en su sueño, en una fantasía o en un lapsus, un odio inconsciente hacia esa
misma mujer. Lo cual no quiere decir que él en realidad la odie. Sólo sugiere que además de todos sus
sentimientos positivos, hay, por supuesto, una sombra, una ambigüedad, una polaridad humana básica. La impureza
es el único criterio con fiable para la realidad de un sentimiento. Para mí, este amor será más creíble cuando lo vea
mantenerse de pie frente al odio que debe acompañarlo. Si fuera "puro", desconfiaría. Por lo que sé, nunca
en mi vida he tenido un motivo puro.
Esta necesidad de aceptar el otro lado, el lado sombrío, es una de las bases del enfoque del médico-"trichter",
que, como vimos, se sintetiza en el lema: estar donde ellos no están. La respuesta de una paciente ante mis trucos
reveladores de la sombra, fue experimentar su lucha Contra mí (en realidad Con el reverso de ella misma) como un
"combate Con el molino de viento". Lo describió de este modo:

Sé que estoy mejor porque me siento peor.


Cuanto más bueno eres, más difícil se hace.
Cuanto más me robustezco, más débil me siento.
No puedes dármelo porque ya lo tengo.
No puedo ser más pequeña porque tú no eres más grande (¡maldito sea!)
Cuanto más me pierdo, más se aclaran las cosas.
Me siento confundida, debo estar en lo cierto. Llego más lejos cuando me quedo at8scada.
Lo peor es saber que puedo hacerlo.
Los lugares más seguros son los más peligrosos.
Cuanto más lloro, más me río.
Cuanto más me esfuerzo, más te ríes.
Cuanto más te amo, más te odio. Cuanto más lucho, más amigos tengo.
No puedo hacer que me ames, pues ya lo haces.
No puedo ser especial, todo el mundo/nadie lo es.
Cuando tengo permiso para descansar, es cuando 'más trabajo.
A mi descanso lo llamas trabajo;
A mi juego lo llamas trabajo;
A mi trabajo lo llamas trabajo.
No puedo salir de eso (maldito sea!).
Puesto que no puedo gustarte o disgustarte, haré lo que quiera.
No puedo ganar, pero no tengo que perder.
No hay éxito o fracaso, pero tengo que mantener lo que es mío. 15
No es posible apreciar la luz sin conocer la oscuridad, los cielos sin la tierra, lo seco sin lo húmedo, el calor en
ausencia del frío. Lo humano carece de sentido para quien no conozca lo animal, así como un hombre sabe que lo es
plenamente en presencia de una mujer. Ángel y demonio son caras de Jano. Caín es incomprensible si no
comprendemos a su hermano, Abel; y Jesús está incompleto sin Judas.
La transformación que trae el reconocimiento y la aceptación de la identidad sombría oculta no cambia a la
persona, sino que la completa. Por eso es que yo corregiría el cuento tradicional hindú del Hijo del Rey:
Una vez había un hijo de un rey que, por haber nacido bajo una conjunción astral desafortunada, fue alejado
de la capital siendo aún un bebé, y entregado a un hombre primitivo, un montañés, apartado de la civilización
brahmánica (es decir, un descastado sin educación y ritualmente impuro). En consecuencia vivió durante muchos
años bajo esta falsa idea: "Soy un montañés". En su momento, sin embargo, el viejo rey murió. Y puesto que no
había nadie que lo reemplazara en el trono, uno de los ministros, que sabía que el niño había sido llevado a las
montañas años atrás, fue a buscarlo y una vez que lo encontró, le dijo: "No eres un montañés, eres el Hijo del Rey".
Inmediatamente el joven abandonó la idea de que era un descastado y adoptó su naturaleza real. Se dijo a sí mismo:
"Soy un rey" .16 Creo que nada ha cambiado en la esfera de los hechos, sólo ha habido una transformación en su
conciencia. ¿Es ahora un príncipe que creía ser un montañés, o un montañés que sólo ahora comprende que es
también el hijo de un rey? Quizá sólo se trata de que ahora "se ha unido, al fin, con la completud oculta de su
naturaleza verdadera". 17

15 Marcia Deinelt, "Fighting the Windmill", inédito, 1971.


16 Zimmer, pág. ~08. Citado del Sankhia Sutra, 4. 1.
17 Zimmer, pág. 110
No propongo tanto una reconciliación oriental por la armonía final de los opuestos, como la necesidad de
reconocer la existencia del otro lado. Mi objetivo no es una paz perenne objetivada y una ausencia de conflictos,
sino más bien un estado vital y viable de tensión dinámica. No busco tanto el acuerdo, como un equilibrio de
fuerzas, pues ambas son necesarias. Políticamente, por ejemplo, sé que cuando la izquierda triunfa los liberadores
no tardan en transformarse en los nuevos opresores contra los que hay que actuar para que pueda continuar con
fluidez el proceso humano. Lo que me interesa es el flujo y el reflujo, el ritmo por el que todo cambia y nada
cambia, la vida en movimiento.
Tras haber expuesto, con cierta amplitud, la necesidad de sacar lo oculto a la luz, quisiera hablar ahora acerca de
cómo llegar a ser quien somos una vez que todo ha salido a la superficie. La totalidad de mi visión se hará evidente
mediante otro de los tesoros del Oriente, esta vez el canto hindú de hace veinticinco siglos, El Canto de Dios:18
La Bhagavad Gita es un poderoso y poético diálogo que tiene lugar en un campo de batalla antes de un épico
encuentro de una larga guerra civil entre reyes hindúes, un diálogo entre uno de estos reyes, Arjuna, y Sri Krishna,
encarnación del dios supremo que ha tomado la apariencia del conductor del carro de Arjuna. La lucha por el poder
había sobrevenido entre los descendientes del rey Vichitravirya. El hijo mayor del rey había nacido ciego, y su
hermano menor, Pandu, se hizo cargo del trono cuando murió el padre. El hermano mayor educó amargamente a
sus hijos con la tenaz determinación de que algún día reclamaran el trono, y es así como estos jóvenes desafiaron a
los hijos de Pandu. Los hijos de Pandu, Arjuna y sus hermanos, habían pensado compartir el poder, pero sus
primos desposeídos los forzaron a una confrontación en el campo de batalla.
Nuestro Señor Krishna se ofreció como mediador entre los primos combatientes, pero sólo de acuerdo con los
deseos de los antagonistas. Ofreció a uno de los lados su fuerza en el combate, y al otro sus consejos Y advertencias.
Es así como llegó a ocupar el puesto del conductor del carro de Arjuna. En la víspera de la batalla, Krishna
conduce el carro hacia el espacio libre entre ambos ejércitos, de modo que Arjuna pueda ver las hordas enemigas.
Al reconocer a tantos de sus amigos y parientes, Arjuna se siente desfallecer y exclama con desesperación: "No
combatiré".
Krishna le explica a Arjuna cuáles son sus alternativas, y lo ayuda a decidir. Aunque estas enseñanzas lo persuaden
de que debe combatir, las palabras de Krishna no son de ningún modo favorables a la guerra. Para apreciar lo que
este dios tiene para ofrecemos aún hoy, debemos ver ese campo de batalla como una metáfora de un aspecto de la
vida, y al carro de Arjuna como símbolo de su identidad. En aquella época los hindúes se encontraban divididos en
cuatro categorías: Vates y líderes, Proveedores y servidores. 19 Estas categorías reflejaban las cuatro castas hindúes:
los Brahmines, que eran sacerdotes, los Chatrias que eran guerreros y políticos como Arjuna, los Vaishyas que
eran comerciantes, y los Sudras que constituían la clase servidora.
Krishna le dice a Arjuna que hay más de una solución para su problema, así como hay muchos senderos que
conducen a una meta, modos alternativos de liberarse de las ataduras espirituales, y más de un camino que ll eve a
la iluminación. Yoga es la palabra que designa a esas disciplinas orientales de la persona, por medio de las cuales
puede buscarse un alivio a las interminables penas de la vida. Krishna le describe el Yoga de la Renunciación
(el camino ascético), el Yoga de la Meditación (la búsqueda interior), el Yoga del Misticismo (la rendición a la fe
en la divinidad) y el Yoga de la Devoción (el amor y la adoración). Pero Krishna dirige a Su alumno hacia el
Karma Yoga, y hacia él quiero que ustedes vuelvan la mirada.
El Karma Yoga es la doctrina de la salvación en el mundo, en la vida tal como es, llegando a ser quien se es. No es
posible, por supuesto, no actuar, no vivir cada cual su 'vida, no ser uno mismo. "Todos están ineluctablemente
forzados a actuar:' 20 Pero el camino a la salvación es actuar entregándose por entero al momento, y renunciando a
los frutos de la actividad. Todas las actividades deben llevarse a cabo no en términos de lo que se trata de
ser o del buen resultado que esperemos, sino de acuerdo a quién se es y a lo que se siente aquí y ahora.
En la Bhagavad Cita, la naturaleza de una vida determinada se define en términos de dharma o deber que cada cual
halla en el karma de la vida en que ha nacido, el karma de la personalidad que forma a un ser determinado en su
única vida. Y es así como Krishna instruye a Arjuna:
Cumple con tu deber, siempre; pero sin darle importancia. Es así como un hombre llega a la Verdad última,
trabajando sin ansiedad frente a los resultados. 21
Uno sólo necesita descubrir quién es, y actuar de acuerdo a su propia naturaleza. El aspecto más importante de
nuestra vida y personalidad es simplemente que son nuestros Y de nadie más. Como dice Krishna:

18 The Song_ofCod: Bhagavad Cita, New American Lirary, Nueva York, 1956.
19 The Song 01 God, pág. 125.
20 The Song 01 God, pág. 44
21 The Song of God, pág. 46 y 8.
22 The Song of God.. pág. 48
Es preferible cumplir con nuestro deber, así sea de modo imperfecto, que asumir los deberes de otra persona,
aunque lo hagamos con éxito. Debes preferir la muerte cumpliendo con tu deber; el deber de otro te
llevará a un gran peligro espiritual. 22
Es preferible la propia vida, así en la vida imperfectamente, que la vida de otro consumada con perfección. En cada
vida, en cada ser humano determinado, Brahman, el Poder Sagrado, se hace presente, y cada uno puede realizar su
propio y particular Acto de la Verdad:
Se cuenta una historia, por ejemplo, de cuando el justo rey Asoka, el más grande de la gran dinastía de los
Mauryas, "estaba en la ciudad de Pataliputra, rodeado por el pueblo de la ciudad y del campo, por sus ministros y
su ejército y sus consejeros, y terca de ellos corría el Ganges, alimentado por las lluvias, lleno hasta el bord e, al
nivel de las orillas, de quinientas leguas de largo y una de ancho". Señalando el río, el rey dijo a sus ministros:
"¿Hay alguien que pueda hacer que este poderoso Ganges corra para atrás?" A lo que los ministros respondieron:
"Sería muy difícil hacerlo, Su Majestad".
Ahora bien, allí cerca, en la misma ribera del río, había una vieja cortesana llamada Bindumati, y cuando oyó la
pregunta del rey, se dijo: "Yo soy una cortesana de la ciudad de Pataliputra, vivo de mi belleza; mi trabajo es el
más bajo de todos. Haré que el rey aprecie mi Acto de Verdad". Y ella realizó un Acto de Verdad. En el momento
en que realizaba su Acto de Verdad, aquel poderoso Ganges fluyó en dirección opuesta a la que traía, con un
rugido, y todos los poderosos de la corte lo vieron.
Cuando el rey oyó el rugido que causaban las aguas del poderoso Ganges, quedó atónito, y lleno de admiración
y sorpresa. Le dijo a sus ministros: "¿Cómo es posible que el poderoso Ganges esté volviendo hacia sus fuentes?"
"Su Majestad, la cortesana Bindumati oyó tus palabras, y realizó un Acto de Verdad. Es en razón de este Acto de
Verdad que el poderoso Ganges fluye hacia atrás".
Con el corazón palpitante de excitación, el rey mismo se apresuró a ir a ver a la cortesana y le pregunto: "¿Es
cierto, como me dicen, que tú, por un Acto de Verdad, has hecho que este río Ganges fluya hacia atrás?" Dijo la
cortesana: "Por el Poder de la Verdad, su Majestad, he hecho que este poderoso Ganges
vuelva sobre sus pasos". Dijo el rey: "¡Tú posees el Poder de la Verdad! ¡Tú, una ladrona, timadora, corrupta,
viciosa, una vieja pecadora que has roto con todos los lazos de la moral y vives en el fango!" "Es cierto, su
Majestad; soy lo que dices. Pero aun yo, la mujer perdida que soy, poseo un Acto de Verdad por medio del cual, si
lo deseara, podría dar vuelta todo el mundo de los hombres, y el mundo de los dioses". Dijo el rey: "¿Pero en qué
con? Por favor, ilumíname".
"Su Majestad, sea quien sea el que me da dinero, sea un Chatria o un Brahmán o un Vaishya o un Sudrao de
cualquier otra casta, a todos los trato exactamente igual. Si es un Chatria, no hago ninguna distinción en su favor.
Si es un Sudra, no lo desprecio. Libre a la vez de la adulación y del orgullo, sirvo al que tiene dinero. Este, su
Majestad, es el Acto de Verdad por el que he logrado que el poderoso Ganges fluya hacia atrás." 23
Cometemos un error si nos preguntamos: "¿Soy lo suficientemente bueno?" o "¿Vale la pena ser el que soy?"
Cualquier cosa que seamos o hagamos, siempre es lo que tenía que ser. Es nuestro Acto de Verdad.
Psicológicamente, muchos de nuestros problemas comenzaron cuando, de niños, alguien nos llevó a preguntamos
si valía la pena nuestra existencia o nuestros actos. ¿Quién oyó hablar alguna vez de un niño que se sintiera
inadecuado, o que no supiera cómo ser un niño? ¿Cómo podría no ser lo correcto que yo fuera yo? ¿Cómo podría
no ser lo correcto que usted fuera usted? La Chispa Divina de cada persona está en que es precisamente esa
persona, si definimos al ser humano en la tradición occidental judeo-cristiana del Mesías:
¿Cómo debe comportarse un mesías? Díganme. ¿Lo saben? Ustedes sólo saben una Cosa: que alivia el dolor, el
preciso dolor que ustedes sienten. Es el mesías de nuestras particularidades. 24 '" un hombre determinado salva (a otro)
hombre determinado.25
En la tradición oriental, hindú- budista, de la universalidad del ser supremo que dice:
Sea cual sea la semilla de todas las criaturas, soy yo. No hay criatura, móvil o inmóvil, que pueda existir sin Mí.
Soy el engaño del tramposo, soy el poder del poderoso, soy la victoria, soy la ética, soy la pureza del puro. 26.
Es el jóker del mazo del Tarot, el Tonto que tiene la sabiduría de preguntar "¿Quién soy?" Con inocencia, sin
segundas intenciones, da un paso hacia lo desconocido para llegar a ser quien es. Si aparece en posición correcta,
constituye la elección correcta. Invertido, confundirá su identidad y vivirá la vida de otro.

23 Zirnmer, págs. 160-162


24 Arthur A. Cohen, In the Days o/ Simon Stern, Randorn House, Nueva York, 1972, pág. 346.
25 Cohen, pág. ·,H7.
26 Zirnrner, pág. 398. Citado de la traducción de Swarni Nikhila
Nuestra única esperanza es aprender a vivir cada momento lo mejor que podamos, vivir la vida como un trabajo
que se realiza, en lo posible, sin ansiedad por los resultados, "en la calma de la rendición a uno mismo". 27

Sólo entonces podremos vivir en plenitud nuestra vida y ser quien somos, comprometiéndonos con lo que
hacemos en ese momento, haciéndolo a nuestro modo, siendo capaces de declarar, no que mi vida es perfecta, pero
que, imperfecta como es, sin duda alguna es mía sola y de nadie más. Pues Krishna nos dice:

Cuando un hombre actúa de acuerdo a la ley de su naturaleza, no puede pecar. En consecuencia, nadie debe
abandonar su trabajo natural, aunque lo haga imperfectamente. Pues toda acción denota la imperfección, como el
humo al fuego. 28

Y en respuesta, podemos regocijamos al llegar a ser quien somos, como lo hace Arjuna cuando responde: Por
tu gracia, Señor, mis errores se han disipado. Mi mente se yergue con firmeza. Sus dudas han terminado. Haré tu
voluntad.
... OM. Paz, Paz, Paz. 29
L

27 The Song o/ Cod, pág. 41


28 The Song 01 Cod, pág. 127.
9 The Song 01 Cod, pág. 130
LECTURAS SUGERIDAS

Joseph Campbell. The Hero with a Thousand Faces, Meridian Books, The W orld Publishing
Company, Cleveland y Nueva York, 1949.

Joseph Campbell. Myths to Live By, The Viking Press, Nueva York, 1972.
Irene Claremont De Castillejo. Knowing Women: A Feminine Psychology, Publicado por
G.P.Putnam's Sons, para la c.G.Jung Foundation for Analytical Psychology, Nueva York,
197.~.

Erich Fromm. The Forgotten Language, An Introduction to the Understanding of Dreams, Fairy
Tales and Myths, Rilnehart and Co., Nueva York, 1951.

Erving Goffman. Relations in Public: Microstudies of the Public Order, Basic Books, Inc.,
Nueva York, 1971.

Eden Gray. The Tarot Revealed: A Modero Cuide to Rea-


ding the Tarot Cards, New American Library, Nueva
York, 1960.

C.G.Jung: The Archetypes and the Collective Unconscious, enTheCollectedWorksofC.C.}ung,


vol. 9, parte 1, Bollingen 'Series XX, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey,
segunda edición, 1968.

C.G.Jung. Memories, Dreams, Reflections. Grabado y compilado por Aniela Jaffe, traducido del
alemán por Richard y Clara Winston, Vintage Books, Nueva York, 1961.
C.G.Jung. Psychological Types, en The Collected Works ofC.C.}ung, vol. 6, Revisión de
R.F.C.Hull de la tra c!ueeión de H.G. Baynes, Bollingen Series II, Prineeton
University Press, Prineeton, Nueva Jersey, 1971.

Sheldon B. Kopp. Uvo« meet the Buddha on. the ROad,


«in Him! The Pilgrimage of Psychoterapy Patients,
Seienee and Behavior Books, lne., Palo Alto, Califor_
nia, 1972.

Ralph Metzner. Maps of Consciousness, Collier Books,


Nueva York.

Erich Neumann. Depth Psychology and a New Ethic,


traducción de Eugene Rolfe, Harper Torch Books,
Harper and Row, Nueva York, Evanston, San Fran-
cisco, Londres, 1973.

The Song of Cod: Bhaga~ad Cita. Traducido por Swami


Prabhabananda y Christopher Isherwood, con una In-
troducción de Aldous Huxley, Mentor Religious Clas-
sic publicado por la New American Library, Nueva
York, 1956.
ÍNDICE

Capítulo I.
El mito es la historia de todos y cada uno

Capítulo II
Voy a contar un cuento para facilitarles las cosas

Capítulo III
La naturaleza no ceremonial de la psicoterapia

Capítulo IV.
Estar donde ellos no están

Capítulo V.
Comunidad de pecadores

Capítulo VI.
El túnel al final de la luz

Capítulo VII.
El karma de la personalidad

Capítulo VIII.
Lo que busca el mal en el corazón de los hombres

Capítulo IX.
La mujer

Capítulo X.
Que nuestros sueños nos instruyan

Capítulo XI.
Llegar a ser quien somos

Lecturas sugeridas
Este libro se terminó de imprimir
el día 19 de noviembre de 1976
en la IMPRENTA DE LOS BUENOS A "RES S. A.,
Rondeau 3274, Buenos Aires, República Argentina
La edición consta de diez mil ejemplares

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