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RESISTENCIA GENÉTICA A ENFERMEDADES DE PLANTAS

Antecedentes

Antes de 1900, la genética científica fue biometrista (del griego, medición de la vida). Los
biometristas consideraban las características heredadas como expresiones de tipo
cuantitativo, es decir, las características heredadas genéticamente podían estar presentes
en diferentes grados. Por ejemplo, una planta susceptible cruzada con una planta
resistente podía producir una progenie con diferentes grados de susceptibilidad,
comprendidos entre la resistencia mínima y la máxima.

Sin embargo el reconocimiento de las leyes de la herencia de Gregor Mendel en 1900,


cambió drásticamente la genética. Las leyes de Mendel consideraban las características
heredadas como expresiones de tipo cualitativo. Las características heredadas
genéticamente están presentes o ausentes, pero sin grados intermedios. Por ejemplo, un
fríjol blanco cruzado con un fríjol negro podía producir solamente o un fríjol negro o uno
blanco, pero no frijoles con diferentes grados de grises. Las leyes de Mendel rigen la
relación de los frijoles negros con los frijoles blancos. El reconocimiento de estas leyes
marcó el inicio de un conflicto entre mendelianos y biometristas sobre si las características
heredadas genéticamente se basaban en un gen único o en genes múltiples.

Los mendelianos tuvieron a la ciencia de su lado. El descubrimiento de los cromosomas


hizo que los trabajos de Mendel fueran muy profundos y convincentes. El término gen fue
acuñado para describir la unidad de herencia. La genética mendeliana ha llegado a ser la
corriente científica más popular. No obstante fue difícil descubrir en las plantas
características codificadas por un gen único que tuvieran importancia económica. Todas
las características de interés para los fitomejoradores parecían ser de herencia
cuantitativa y no cualitativa. Sin embargo, en 1905, el científico británico, R.H. Biffen
descubrió que la resistencia del trigo a la roya Puccinia striiformis era controlada por un
gen recesivo único. Encontró que la progenie F2 de los cruces var Rivet (resistente) y
Michigan Bornze (susceptible), presentaban 3 individuos susceptibles por uno resistente.
De pronto la escuela de genética mendeliana descubrió que existían realmente las
características controladas genéticamente de importancia económica. Esto suscitó un
auge en la investigación, lo que permitió demostrar que la resistencia de las plantas a
muchas enfermedades estaba controlada por un gen único. Es a lo que ahora se llama
‘resistencia vertical’. También se demostró que las características cuantitativas de los
biometristas, no contradecían las leyes de Mendel, simplemente estaban controladas por
muchos genes en vez de por uno solo ‘resistencia horizontal’.

Categorías de resistencia

La resistencia de las plantas al ataque de patógenos, ha sido tradicionalmente agrupada


en tres (3) categorías:

1. Resistencia vertical o específica de raza o monogénica: que confiere inmunidad a


una variedad específica frente a una raza del patógeno, gobernada por genes mayores y
por lo tanto heredables de forma mendeliana.
Las ventajas de la resistencia vertical son una protección completa contra el parásito en
cuestión y una compatibilidad con el mejoramiento para una gran capacidad de
adaptación al clima. Estas características revisten interés para los grandes institutos
centralizados de mejoramiento ya que procuran abarcar grandes áreas y, por lo tanto,
amplían la capacidad de adaptación de sus materiales mejorados. La principal
desventaja de la resistencia vertical es su carácter temporal, puesto que desaparece
frente a nuevas cepas o razas del parásito. Otros inconvenientes incluyen la pérdida de la
resistencia horizontal debido al mejoramiento mediante la resistencia vertical y al hecho
de que no siempre se encuentran los genes únicos de resistencia. Por ello ha sido
imposible conseguir, por resistencia vertical, plantas resistentes a algunas especies de
parásitos, incluidas muchas plagas de insectos.

2. Resistencia horizontal o de campo o poligénica: se asume que es de tipo


poligénica, de herencia cuantitativa y que confiere resistencia a la variedad, por
disminución de la infección, la tasa de colonización del tejido y reducción de la
esporulación. Las bases moleculares y bioquímicas de este tipo de resistencia son
básicamente desconocidas y el mejoramiento por esta vía se ha realizado por técnicas
convencionales.

La aceptación científica de la resistencia horizontal se ha manifestado lentamente pero


muchos científicos todavía dudan de su valor e incluso algunos no creen que exista. Las
razones de ello son que la resistencia horizontal suele ser difícil de medir, que depende de
efectos ambientales y que, a menudo, es parcial.

3. Resistencia de no hospedero: es aquella que se presenta en especies silvestres, algo


alejadas del material de cultivo y generalmente no tuberíferas, donde el hongo es incapaz
de infectar a las plantas. Dicha forma de resistencia se presenta en Solanum nígrum
(Hierba Mora). A nivel bioquímico se conoce un poco sobre el mecanismo de resistencia,
pero se cree que tiene que ver con el fenómeno de reconocimiento durante la primera
etapa del proceso de patogénesis.

Explicación de la resistencia horizontal y vertical

La infección se define como el contacto que establece un parásito con un hospedero para
parasitarlo. Hay dos clases de infección: una en la cual el patógeno en una fuente
diferente del hospedante al infecta (aloinfección), y la otra en la cual el hospedante se
reinfecta por las progenies del parásito, producidas en él (autoinfección). Hay también
dos clases de resistencia del hospedero a los parásitos de los cultivos: vertical y
horizontal.

La herencia de la resistencia vertical está controlada por genes únicos que son parte de
una relación de gen a gen, donde para cada gen de resistencia del hospedero tiene uno
complementario de virulencia en el parásito, el cual causa que la planta sea susceptible a
él. Esta relación es un equivalente botánico aproximado de los anticuerpos y los
antígenos en los mamíferos, excepto que la resistencia es heredada y funcional antes de
que la infección ocurra. La resistencia vertical puede controlar solamente las
aloinfecciones. La autoinfección sólo puede controlarse mediante la resistencia horizontal.

En un sistema patógeno-hospedero, cada hospedero puede tener varios genes de


resistencia vertical, que constituyen una cerradura bioquímica, y cada parásito puede
tener varios genes de parasitismo, que constituyen una llave bioquímica. Cuando se
produce una aloinfección a través de un parásito en un hospedero, su llave puede ser
abrir o no la cerradura de este último. Cuando hay una mezcla de muchas cerraduras y
llaves diferentes, la mayoría de las aloinfecciones, no son complementarias, lo que reduce
mucho la epidemia o la infección. Si todas las puertas del pueblo tuvieran la misma
cerradura y todas las familias la misma llave capaz de abrir todas las cerraduras, el
sistema de cerrojos sería inútil debido a dicha uniformidad. Por ello, la resistencia vertical
es temporaria en la agricultura. Cuando aparece una cepa del parásito que encaja, la
resistencia falla en todos los hospederos de ese cultivo y, poco después, en el cultivar
entero.

La resistencia horizontal funciona también contra la mayoría de las cepas del parásito, por
lo que no puede fallar del mismo modo que la vertical; es una resistencia durable. La
resistencia horizontal es la que se produce siempre en ausencia de la vertical, o después
de que ésta ha fracasado. La autoinfección por un parásito de reproducción asexual, es
una infección en la que se complementan el parásito y el hospedero y sus consecuencias,
incluidas todas las autoinfecciones, pueden controlarse sólo mediante la resistencia
horizontal. Esta última tiende a perderse cuando se mejoran los cultivos mediante la
resistencia vertical, o cuando se lo hace con la protección de agroquímicos. Por lo tanto,
muchos cultivares modernos tienen bastante menos resistencia horizontal que los del
inicio del siglo veinte.

En defensa de la resistencia vertical

La protección de los cultivos puede lograrse usando productos agroquímicos, medidas de


prevención, control biológico o resistencia de las plantas. Este último enfoque es el más
atractivo porque es rentable y ofrece beneficios para los productores, los consumidores y
el medio ambiente. Una desventaja de muchas resistencias es su especificidad
patogénica. Dado que suele haber más de un parásito presente, tienen que introducirse
separadamente varias resistencias en un cultivar. Es un proceso que demanda mucho
tiempo y conlleva el riesgo de introducir características indeseables, como la toxicidad
para el consumidor. La ingeniería genética tiene el potencial para controlar mejor las
características de la variedad recién desarrollada, ya que agrega un gen único conocido a
una variedad conocida. Además, suele necesitar menos tiempo y no está limitada por las
barreras entre las especies.

La segunda desventaja de la resistencia es la inestabilidad potencial. Los agentes


patógenos con frecuencia superan una resistencia específica poco después de su
introducción. Muchas personas hacen asociaciones demasiado simplistas entre la
durabilidad de las resistencias y la cantidad de genes involucrados en ellas. La resistencia
vertical, por ejemplo, la que depende de un gen y puede manejarse así fácilmente
mediante la ingeniería genética, se considera menos durable que la horizontal. Sin
embargo, hay muchos ejemplos de resistencias verticales (no transgénicas), durables,
como la que se usa contra los virus A, X e Y en la papa, contra el virus del mosaico en la
lechuga, contra los hongos Cladosporium cucumerinum y Corynespora melonis en los
pepinos, los Fusarium oxysporum en la col, los guisantes y el tomate así como contra los
nemátodos Globodera rostochiensis en la papa.

Un ejemplo de resistencia vertical durable es la transferencia del gen de resistencia al


nematodo del quiste de la remolacha silvestre a la azucarera. Si se desatiende el
potencial de la resistencia vertical se necesitará más tiempo y más dinero para obtener
resistencias útiles. Si una resistencia es durable puede determinarse sólo con el paso del
tiempo. Dado que existen diferencias enormes entre los patógenos en cuanto a la
facilidad con la que evitan las resistencias, es difícil prever la durabilidad de la resistencia
(vertical) en el campo.
En general, los hongos patógenos que transporta el aire o el agua de lluvia y que se
componen de varias cepas, suelen poder superar rápidamente la resistencia vertical. Un
ejemplo es el hongo Phytophthora infestans, que causa el tizón tardío de la papa. De este
hongo ya se conocen más de 10 razas que son capaces de evitar más de 10 genes de
resistencia de la papa. ¿Esto implica que es inútil concentrarse en un gen de resistencia o
en más de ellos de tipo único para obtener la resistencia contra el tizón tardío en la papa?.
Sin lugar a dudas, la respuesta es afirmativa en el caso del mejoramiento y la selección.

Sin embargo, al aplicar los instrumentos de la biología molecular, aparecen buenas


perspectivas para el uso de dichos genes. Debido a la investigación realizada en todo el
mundo sobre el aislamiento y el análisis de los genes de resistencia únicos, se acumulan
rápidamente conocimientos sobre la capacidad de los agentes patógenos de vencer las
resistencias. Estos conocimientos permitirán elaborar nuevas estrategias para garantizar
tipos de resistencia durables basados en genes únicos.

Transferencia de genes (ingeniería genética)

Una nueva estrategia podría ser transferir un gen único de resistencia junto con su gen no
virulento. Un gen de este último tipo se suele encontrar en el patógeno y desencadena la
reacción de resistencia en el hospedero. Un gen de resistencia específico reacciona a
un gen no virulento específico. El nuevo enfoque consiste en transferir un gen de
resistencia junto con su gen no virulento relacionado. Este último se introduce bajo el
control de un gen promotor, que se vuelve activo después de un ataque patógeno. Si no
hay ataque patógeno, la resistencia no se expresa.

En este enfoque la relación específica entre el gen de resistencia y el gen no virulento


está más allá del control del patógeno y puede obtenerse una resistencia durable y
amplia. Esta estrategia está actualmente en estudio para la resistencia a los hongos y a
las bacterias en el tomate y a los virus en el tabaco. Podría aplicarse asimismo para lograr
la resistencia al tizón tardío de la papa, una vez que el gen de resistencia y el gen no
virulento se hayan aislado, y, siempre y cuando el gen no virulento sea activado
exclusivamente por el P. infestans. Indudablemente el conocimiento sobre los genes y los
mecanismos de resistencia conducirán a nuevas estrategias para obtener la resistencia
vertical durable. Además del aislamiento y el análisis de los genes de resistencia vertical
de la papa, se está llevando a cabo una investigación sobre la ubicación específica de los
genes de resistencia en el genoma de la planta. Su objetivo es relacionar la información
genética sobre la resistencia horizontal con aquella relativa a la de los genes de
resistencia individual. Si la resistencia vertical y la horizontal pudieran asociarse, surgirían
nuevas vías para obtener la resistencia durable contra las plagas y las enfermedades
usando la resistencia vertical. Puede ponerse de manifiesto que el contexto genético en el
que se encuentran los genes de resistencia es uno de los factores que determinan su
durabilidad. Los nuevos enfoques tendentes a una resistencia vertical duradera
dependerán cada vez más de la aplicación de la ingeniería genética.

Utilización de variedades resistentes


Cuando hay esta posibilidad, se trata de un medio de lucha idóneo por su efectividad y
bajo costo. No obstante, su utilización está limitada por diversas razones:
La obtención de variedades resistentes a hongos es, como en el caso de las resistentes a
insectos, difícil, requiriendo mucho tiempo y elevados presupuestos en investigación.
Los métodos clásicos de selección genética permiten conseguir variedades de resistencia
vertical u horizontal. La resistencia vertical depende de un solo gen y confiere protección
contra una raza específica de un hongo o unas pocas; en suma, es la más fácil de
obtener, pero también la más limitada. Esta limitación es la causa de que variedades
obtenidas en un país no sean adecuadas para otro. La resistencia horizontal proporciona
protección contra muchas razas de un determinado hongo, pero, al depender de varios
genes, las variedades horizontales son más difíciles de obtener.

Conviene señalar aquí que las variedades resistentes transgénicas se obtienen por la
introducción de un gen externo convenientemente seleccionado, mediante técnicas de
ingeniería genética, por lo que son variedades de resistencia vertical con idénticos
problemas que las obtenidas por métodos clásicos.

En muchos casos, la capacidad de los hongos para generar nuevas razas capaces de
superar la resistencia es altísima (por ejemplo, Cladosporium fulvum, causante de la
cladosporiosis, en tomate). Por estas razones, en cultivos de alto rendimiento económico
(flores, por ejemplo) suele recurrirse a la intervención química por ser más segura, a
pesar de ser más cara; sin embargo, en el caso de cultivos cuya viabilidad económica es
difícil en muchas zonas (como los cereales), es imprescindible perseverar en la obtención
y el empleo de variedades resistentes.
RESISTENCIA SISTÉMICA ADQUIRIDA-SAR

El SAR induce resistencia en plantas contra un varios insectos e invasores patogénicos.


SAR confiere protección cuantitativa contra un amplio espectro de
microorganismos de una manera comparable a la inmunización en mamíferos,
aunque hay que subrayar que los mecanismos difieren.

Barreras constitutivas, es la protección natural o normal de las plantas contra patógenos


o insectos, presentes antes del ataque. El efecto combinado de todas estas
barreras se conoce como resistencia constitutiva. Además las plantas pueden
activar mecanismos de protección frente al contacto con invasores, esto se
denomina resistencia adquirida o inducida.

El SAR se demostró inoculando plantas con microorganismos atenuados o no


patogénicos que brindaban protección contra infecciones posteriores con
patógenos relacionados. Estas observaciones no intentaron separar la interacción
antagónica entre los organismos atenuados y el patógeno con la activación de
mecanismos de defensa en el hospedero. Los investigadores Ross y Kue (1996)
demostraron claramente que una infección localizada puede transferir resistencia
contra una subsiguiente infección y con mucho patógenos diferentes. La
resistencia es expresada localmente en el sitio de inoculación primaria pero
además sistémicamente en tejidos alejados del tratamiento inicial o local. Esta
forma de resistencia inducida llamada SAR (2000) es extendida a raíces. En
general el fenómeno SAR puede ser comparado a la inmunización en animales y
humanos, aunque hay que subrayar que los mecanismos son diferentes. En la
naturaleza, las plantas son continuamente expuestas a varios microorganismos
invasores y son probablemente preparadas ara resistir contra posteriores ataques.
De esta manera, además de defensas constitutivas, SAR contribuye a una
resistencia general mostrada por plantas y podría proveer una ventaja selectiva
para su sobrevivencia.

SAR expresa resistencia contra un amplio espectro de organismos diferentes con el


organismo inductor de SAR. Por ejemplo en pepino la inoculación primaria con
Colletotrichum lagenarium, agente causal de antracnosis, induce SAR contra una
docena de enfermedades, causadas por hongos, bacterias y virus.

El tiempo necesario para el establecimiento de SAR depende de la planta y del tipo de


organismo inductor. Una inducción muy rápida se informó para pepino, donde un
escenario temprano de SAR se desarrolló 7 horas después de la inoculación con
Pseudomonas syrigae. SAR opera bajo diferentes condiciones de campo, tal
como se ha demostrado con frijoles, tabaco y pepinos (Ver cuadro adjunto).

Mecanismos implicados en SAR

1. Lignificación y otras barreras estructurales


La lignificación se ha observado en muchas especies d plantas como una respuesta a la
infección por organismos patógenos tal como hongos, bacterias, virus y
nematodos. Existen fuertes evidencia que la lignificación es un importante
mecanismo para la resistencia a enfermedades. La lignificación no esta limitada a
interacciones incompatibles en un sistema gen por gen, pero es asimismo
observada en SAR.
En la formación de lignina juega un rol importante la enzima fenilalanina amonio-liasa
(PAL). PAL suministra iniciadores para la lignina y para varios productos derivados
de metabolismo secundario de la planta (fenilpropanoides) involucrados en
resistencia. P.e. las fitoalexinas furanocumarina e isoflavonoides en perejil y
leguminosas, respectivamente, así como el ácido salicílico (SA). PAL es inducida
en muchas reacciones de resistencia y después del tratamiento con varios
elicitores (sustancias producidas por el inductor) en reacciones de defensa.
Inhibiciones de la actividad PAL in vitro por inhibidores específicos reducen la
resistencia en varias plantas.

2. Proteínas relacionadas a la patogénesis (PRs)

Las PRs se describieron en la década de 1970 en hojas de tabaco infectadas con TMV.
Las PRs se definieron inicialmente como ácido- solubles y proteasa-resistentes.
Muchas PRs se localizan en los espacios extracelulares y en las vacuolas.
Recientemente Las PRs se han redefinido como proteínas de plantas que se
acumulan después de ataque de un patógeno o en situaciones relacionadas. El
ataque de patógenos no solo se refiere a patógenos microbianos, sino tambien
incluye a nematodos, insectos, herbívoros, tratamientos con sustancias químicas,
y otros tipos de estrés.

Ejemplos de PRs son: PR-1, -1,3-glucanasas (PR2), Chitinasas (PR-3), PR4 y osmotin
(PR-5), que han demostrado actividad antimicrobiana in vitro. Estas PRs libarían
moléculas que actuarían como elicitores.

Las PRs se acumulan abundantemente en los sitos de infección, algunas tambien se


acumulan en las partes no inoculadas de una planta infectada, pero en menor
grado.

El rol de la PRs en la defensa pueden expresarse usando plantas transgénicas con los
correspondientes genes. En Tabaco, la expresión de PR-1 aumentó
significativamente la resistencia contra Peronospora tabacina y Phytophthora
parasitca. La expresión de la -1,3-glucanasa de soya en tabaco aumentó la
resistencia a Phytophthora megasperma y Alternaria alternata.

Señales bioquímicas en SAR

Las señales bioquímicas de respuesta de resistencia incluyen pérdida irreversible de la


membrana y formación de metabolitos secundarios y la deposición de callosa en (y
alrededores) de focos de células muertas. Se piensa que cada uno contribuye a limitar el
crecimiento del patógeno. Se sabe que varios genes están inducidos localmente, así
como, sistemáticamente después de la ataque del patógeno. Estos genes incluyen genes
asociados con SAR. Algunos productos de los genes SAR tienen actividad antimicrobiana
in vitro, también varios compuestos químicos han sido identificados como inductores de
genes SAR y resistencia a patógenos. Dentro de estos productos tenemos: Ácido
salicílico, Jasmonico, systemina, etileno y señales eléctricas

Introducción

Las enfermedades de las plantas causadas por patógenos transmitidos por insectos están entre los
problemas más serios de producción que encuentran los productores de hortalizas. El control
efectivo con insecticidas de las enfermedades transmitidas por insectos es problemático porque la
mayoría de los vectores de enfermedades de las plantas son insectos de alta movilidad y pueden
colonizar los campos rápidamente antes que los productores se den cuenta de su presencia. Además,
aún bajos números de insectos pueden resultar en alta incidencia de la enfermedad en el campo,
como es el caso de los escarabajos del pepino y la enfermedad de la marchitez bacteriana (Yao et al.
1996). En Alabama, los insecticidas fueron completamente inefectivos para prevenir una grave
epidemia del virus del mosaico del pepino (CMV) en tomate (Sikora et al. 1998). El CMV es
transmitido por áfidos de una manera no persistente, lo cual quiere decir que el áfido vector puede
adquirir y transmitir el virus en segundos. Entonces, los insecticidas no actúan suficientemente
rápido para impedir la inoculación. Nuestra investigación durante los últimos seis años ha sido
dirigida hacia la resistencia inducida por microbios como una estrategia alternativa para el manejo
de las enfermedades transmitidas por los insectos.
Las plantas han evolucionado y desarrollado complejos y variados mecanismos de defensa para
protegerse de herbívoros y enfermedades. Estos mecanismos pueden ser constitutivos (es decir,
activos durante toda la vida de la planta) o inducidos después de un ataque por herbívoros o
patógenos. Estudios recientes han sugerido que las defensas inducibles en las plantas pudieran tener
ventajas selectivas sobre las defensas constitutivas (Agrawal 1998 y las referencias allí contenidas).
Aunque las defensas inducibles a menudo son localizadas en el sitio del ataque, los mecanismos de
defensa de la planta pueden ser activados de manera sistémica en toda la planta después de un
ataque o una infección localizados (Kessman et al. 1994). Uno de los primeros reportes publicados
sobre resistencia sistémica en plantas fue el de Chester (1933), quién usó el término "inmunidad
fisiológica adquirida". Más tarde, Ross (1961) reportó que las plantas de tabaco exhibían
"resistencia sistémica adquirida" después de infecciones locales con el virus del mosaico del
tabaco. Otros términos que han sido usados para describir la resistencia sistémica en plantas
incluyen "resistencia translocada" (Hubert y Helton 1967), "inmunización de la planta" (Ku_
1987), y "resistencia sistémica inducida" (Hammerschmidt et al. 1982). En este reporte, usaremos
el último término, o RSI, la cual se puede definir como el proceso de protección activa (sistémica)
de una planta, el cual depende de las barreras físicas o químicas levantadas por la planta hospedera,
las cuales son activadas por un agente inductor, cuando son aplicadas a una sola parte de la planta
(Kloepper et al. 1992). Se han reportado varios inductores "clásicos" de RSI, incluyendo patógenos,
patógenos atenuados, productos químicos sintéticos, y productos metabólicos del hospedero o de los
agentes infecciosos (Liu et al. 1995, y referencias allí incluidas); sin embargo, han sido poco
frecuentes los reportes de resistencia inducida en el campo por agentes inductores clásicos.
Kloepper y Schroth (1978) reportaron que ciertas bacterias colonizadoras de las raíces podían
promover el crecimiento en rábanos picante en ensayos de campo e invernadero y a estas bacterias
las denominaron rhizobacterias promotoras del crecimiento de las plantas (RPCP, la sigla en inglés
es PGPR). Los resultados de los primeros estudios con RPCP también demostraron control de
patógenos del suelo (Défago et al. 1990, Grusiddaiah et al. 1986, Ordentlich et al. 1987). Las RPCP
funcionan como antagónicas de los patógenos del suelo por medio de competencia (Elad y Chet
1987), o por la producción de metabolitos bacteriales deletéreos para el patógeno (por ejemplo,
sideroforos, HCN, antibióticos) (Kloepper y Schroth 1978, Thomashow y Weller 1988, Weller
1988). Más recientemente, tres laboratorios independientemente demostraron que ciertas razas de
RPCP protegían las plantas, por medio de mecanismos asociados con RSI, contra patógenos que
causan síntomas de enfermedades foliares (Alstrom 1991, Van Peer et al. 1991, Wei et al. 1991).
Investigaciones posteriores en la Universidad de Auburn ha demostrado RSI-RPCP contra varios
patógenos fungosos y bacteriales del pepino (Liu et al. 1995a,b). Después de estos estudios,
estábamos interesados en probar algunas de las mismas razas RPCP para la RSI contra tres
escurridizas enfermedades transmitidas por insectos; la marchitez bacterial de las cucurbitáceas
causada por Erwinia tracheiphila, y el virus mosaico del pepino y el geminivirus del moteado del
tomate en tomate.

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