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Antecedentes
Antes de 1900, la genética científica fue biometrista (del griego, medición de la vida). Los
biometristas consideraban las características heredadas como expresiones de tipo
cuantitativo, es decir, las características heredadas genéticamente podían estar presentes
en diferentes grados. Por ejemplo, una planta susceptible cruzada con una planta
resistente podía producir una progenie con diferentes grados de susceptibilidad,
comprendidos entre la resistencia mínima y la máxima.
Categorías de resistencia
La infección se define como el contacto que establece un parásito con un hospedero para
parasitarlo. Hay dos clases de infección: una en la cual el patógeno en una fuente
diferente del hospedante al infecta (aloinfección), y la otra en la cual el hospedante se
reinfecta por las progenies del parásito, producidas en él (autoinfección). Hay también
dos clases de resistencia del hospedero a los parásitos de los cultivos: vertical y
horizontal.
La herencia de la resistencia vertical está controlada por genes únicos que son parte de
una relación de gen a gen, donde para cada gen de resistencia del hospedero tiene uno
complementario de virulencia en el parásito, el cual causa que la planta sea susceptible a
él. Esta relación es un equivalente botánico aproximado de los anticuerpos y los
antígenos en los mamíferos, excepto que la resistencia es heredada y funcional antes de
que la infección ocurra. La resistencia vertical puede controlar solamente las
aloinfecciones. La autoinfección sólo puede controlarse mediante la resistencia horizontal.
La resistencia horizontal funciona también contra la mayoría de las cepas del parásito, por
lo que no puede fallar del mismo modo que la vertical; es una resistencia durable. La
resistencia horizontal es la que se produce siempre en ausencia de la vertical, o después
de que ésta ha fracasado. La autoinfección por un parásito de reproducción asexual, es
una infección en la que se complementan el parásito y el hospedero y sus consecuencias,
incluidas todas las autoinfecciones, pueden controlarse sólo mediante la resistencia
horizontal. Esta última tiende a perderse cuando se mejoran los cultivos mediante la
resistencia vertical, o cuando se lo hace con la protección de agroquímicos. Por lo tanto,
muchos cultivares modernos tienen bastante menos resistencia horizontal que los del
inicio del siglo veinte.
Una nueva estrategia podría ser transferir un gen único de resistencia junto con su gen no
virulento. Un gen de este último tipo se suele encontrar en el patógeno y desencadena la
reacción de resistencia en el hospedero. Un gen de resistencia específico reacciona a
un gen no virulento específico. El nuevo enfoque consiste en transferir un gen de
resistencia junto con su gen no virulento relacionado. Este último se introduce bajo el
control de un gen promotor, que se vuelve activo después de un ataque patógeno. Si no
hay ataque patógeno, la resistencia no se expresa.
Conviene señalar aquí que las variedades resistentes transgénicas se obtienen por la
introducción de un gen externo convenientemente seleccionado, mediante técnicas de
ingeniería genética, por lo que son variedades de resistencia vertical con idénticos
problemas que las obtenidas por métodos clásicos.
En muchos casos, la capacidad de los hongos para generar nuevas razas capaces de
superar la resistencia es altísima (por ejemplo, Cladosporium fulvum, causante de la
cladosporiosis, en tomate). Por estas razones, en cultivos de alto rendimiento económico
(flores, por ejemplo) suele recurrirse a la intervención química por ser más segura, a
pesar de ser más cara; sin embargo, en el caso de cultivos cuya viabilidad económica es
difícil en muchas zonas (como los cereales), es imprescindible perseverar en la obtención
y el empleo de variedades resistentes.
RESISTENCIA SISTÉMICA ADQUIRIDA-SAR
Las PRs se describieron en la década de 1970 en hojas de tabaco infectadas con TMV.
Las PRs se definieron inicialmente como ácido- solubles y proteasa-resistentes.
Muchas PRs se localizan en los espacios extracelulares y en las vacuolas.
Recientemente Las PRs se han redefinido como proteínas de plantas que se
acumulan después de ataque de un patógeno o en situaciones relacionadas. El
ataque de patógenos no solo se refiere a patógenos microbianos, sino tambien
incluye a nematodos, insectos, herbívoros, tratamientos con sustancias químicas,
y otros tipos de estrés.
Ejemplos de PRs son: PR-1, -1,3-glucanasas (PR2), Chitinasas (PR-3), PR4 y osmotin
(PR-5), que han demostrado actividad antimicrobiana in vitro. Estas PRs libarían
moléculas que actuarían como elicitores.
El rol de la PRs en la defensa pueden expresarse usando plantas transgénicas con los
correspondientes genes. En Tabaco, la expresión de PR-1 aumentó
significativamente la resistencia contra Peronospora tabacina y Phytophthora
parasitca. La expresión de la -1,3-glucanasa de soya en tabaco aumentó la
resistencia a Phytophthora megasperma y Alternaria alternata.
Introducción
Las enfermedades de las plantas causadas por patógenos transmitidos por insectos están entre los
problemas más serios de producción que encuentran los productores de hortalizas. El control
efectivo con insecticidas de las enfermedades transmitidas por insectos es problemático porque la
mayoría de los vectores de enfermedades de las plantas son insectos de alta movilidad y pueden
colonizar los campos rápidamente antes que los productores se den cuenta de su presencia. Además,
aún bajos números de insectos pueden resultar en alta incidencia de la enfermedad en el campo,
como es el caso de los escarabajos del pepino y la enfermedad de la marchitez bacteriana (Yao et al.
1996). En Alabama, los insecticidas fueron completamente inefectivos para prevenir una grave
epidemia del virus del mosaico del pepino (CMV) en tomate (Sikora et al. 1998). El CMV es
transmitido por áfidos de una manera no persistente, lo cual quiere decir que el áfido vector puede
adquirir y transmitir el virus en segundos. Entonces, los insecticidas no actúan suficientemente
rápido para impedir la inoculación. Nuestra investigación durante los últimos seis años ha sido
dirigida hacia la resistencia inducida por microbios como una estrategia alternativa para el manejo
de las enfermedades transmitidas por los insectos.
Las plantas han evolucionado y desarrollado complejos y variados mecanismos de defensa para
protegerse de herbívoros y enfermedades. Estos mecanismos pueden ser constitutivos (es decir,
activos durante toda la vida de la planta) o inducidos después de un ataque por herbívoros o
patógenos. Estudios recientes han sugerido que las defensas inducibles en las plantas pudieran tener
ventajas selectivas sobre las defensas constitutivas (Agrawal 1998 y las referencias allí contenidas).
Aunque las defensas inducibles a menudo son localizadas en el sitio del ataque, los mecanismos de
defensa de la planta pueden ser activados de manera sistémica en toda la planta después de un
ataque o una infección localizados (Kessman et al. 1994). Uno de los primeros reportes publicados
sobre resistencia sistémica en plantas fue el de Chester (1933), quién usó el término "inmunidad
fisiológica adquirida". Más tarde, Ross (1961) reportó que las plantas de tabaco exhibían
"resistencia sistémica adquirida" después de infecciones locales con el virus del mosaico del
tabaco. Otros términos que han sido usados para describir la resistencia sistémica en plantas
incluyen "resistencia translocada" (Hubert y Helton 1967), "inmunización de la planta" (Ku_
1987), y "resistencia sistémica inducida" (Hammerschmidt et al. 1982). En este reporte, usaremos
el último término, o RSI, la cual se puede definir como el proceso de protección activa (sistémica)
de una planta, el cual depende de las barreras físicas o químicas levantadas por la planta hospedera,
las cuales son activadas por un agente inductor, cuando son aplicadas a una sola parte de la planta
(Kloepper et al. 1992). Se han reportado varios inductores "clásicos" de RSI, incluyendo patógenos,
patógenos atenuados, productos químicos sintéticos, y productos metabólicos del hospedero o de los
agentes infecciosos (Liu et al. 1995, y referencias allí incluidas); sin embargo, han sido poco
frecuentes los reportes de resistencia inducida en el campo por agentes inductores clásicos.
Kloepper y Schroth (1978) reportaron que ciertas bacterias colonizadoras de las raíces podían
promover el crecimiento en rábanos picante en ensayos de campo e invernadero y a estas bacterias
las denominaron rhizobacterias promotoras del crecimiento de las plantas (RPCP, la sigla en inglés
es PGPR). Los resultados de los primeros estudios con RPCP también demostraron control de
patógenos del suelo (Défago et al. 1990, Grusiddaiah et al. 1986, Ordentlich et al. 1987). Las RPCP
funcionan como antagónicas de los patógenos del suelo por medio de competencia (Elad y Chet
1987), o por la producción de metabolitos bacteriales deletéreos para el patógeno (por ejemplo,
sideroforos, HCN, antibióticos) (Kloepper y Schroth 1978, Thomashow y Weller 1988, Weller
1988). Más recientemente, tres laboratorios independientemente demostraron que ciertas razas de
RPCP protegían las plantas, por medio de mecanismos asociados con RSI, contra patógenos que
causan síntomas de enfermedades foliares (Alstrom 1991, Van Peer et al. 1991, Wei et al. 1991).
Investigaciones posteriores en la Universidad de Auburn ha demostrado RSI-RPCP contra varios
patógenos fungosos y bacteriales del pepino (Liu et al. 1995a,b). Después de estos estudios,
estábamos interesados en probar algunas de las mismas razas RPCP para la RSI contra tres
escurridizas enfermedades transmitidas por insectos; la marchitez bacterial de las cucurbitáceas
causada por Erwinia tracheiphila, y el virus mosaico del pepino y el geminivirus del moteado del
tomate en tomate.