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Escuchar y aceptar como María.

“Quiero decir que sí” Canción. Mes de la Virgen, la Madre.

¿Por qué decimos que amamos a la Virgen María? Si Jesús la amo y respeto. En el mundo lo
más sagrado es la madre. No somos huérfanos, tenemos Madre. Sin María no seriamos una
Iglesia – sino un orfanato-

Textos bíblicos a usar: Lc. 1, 26-37 (Escucha, Anuncio), Juan 2, 1-12 (Primer milagro) y
Jn. 19, 25-27. (Entrega).

María, humana: (5 minutos) María en hebreo = Miriam, significa doncella, Señora,


princesa.

Muchas veces, escuchamos a personas que hablan de María, como si fuera alguien muy
distinto a nosotros y por lo tanto, alguien a quien no se puede imitar porque está muy
lejos de ser una persona como cualquiera de nosotros. Resulta ser todo lo contrario, a
María la debemos imitar todos.

María era una persona, igual a cada uno de nosotros, no sabía que era una criatura
excepcional y le costaba hacer las cosas, igual que a cualquiera. Y nosotros podemos
encontrar en ella muchas cosas que imitar.

María vivía en Nazaret, en Galilea, sus papás eran Ana y Joaquín. Su infancia
transcurrió como la de cualquier otra niña, no hubo nada espectacular. Durante su niñez
hacía todo lo que hace una niña.

Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su Hijo. ¿A qué María escoge
Dios, de entre tantas mujeres, para Madre de su Hijo hecho hombre? ¿A qué
"señora" elige?

A UNA MUJER JUDIA. María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño,


entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el Imperio Romano (Lc.
2,1-7). Casi como esclavo bajo el yugo romano.

María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn. 7,52), de
un pueblito del que se dice "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn. 3,46)

A UNA MUCHACHA POBRE. Esta es la realidad. Dios no escoge a una


princesa, a una persona importante, Lo podía hacer. Pero María ni siquiera es la
prometida de un sacerdote judío (y había 7.200 en aquella nación tan
pequeña), ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho
menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una
mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra.

A UNA MUJER DEL PUEBLO. La madre de Dios es María de Nazaret, un


pueblecito pequeño, más bien caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo
Jesús "el de Nazaret" (Cf. 1,45-46), nació y vivió pobre en medio de su pueblo.
Una mujer sencilla, tenía que buscar leña para calentarse, el agua subir hasta una
montaña, para calentar y darle de comer a su hijo y esposo.

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Escuchar y aceptar como María.

Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de


animales (Lc. 2,7-19). Supo hacer de un corral para animales un palacio para
que naciera el salvador.

María y José no tenían dinero para dar estudios a Jesús: "Los dirigentes
judíos se preguntaban extrañados ¿cómo sabe éste tanto si no ha estudiado?"
(Jn. 7,15) Cuando Jesús vuelve a Nazaret, donde se había criado, como profeta
que dice y hace cosas maravillosas, lo desprecian por ser hijo de una pobre
mujer de pueblo: "El hijo de María" (Mc. 6,1-6).

María siempre escuchaba a sus padres. Ella aprendía las cosas de Dios por medio de
ellos, sabía, porque sus papás se lo habían dicho, que el Mesías tenía que venir para
salvar a los hombres. Así lo había prometido Dios a Adán y Eva después del pecado
original. Que vendría un hombre que iba a vencer el pecado. María tenía mucha fe, lo
estaba esperando, pero lo que no sabía era que Dios la había escogido a ella para ser la
Madre del Mesías. Al llegar a ser una jovencita tomó la decisión de consagrar su vida a
Dios, dedicarse por completo a Él.

La misión de María estaba en el pensamiento de Dios desde siempre, desde toda la


eternidad, Él escogió a esta joven judía que vivía en Nazaret en Galilea, para que fuera
la Madre de su Hijo. Escogió a “una virgen desposada con un hombre llamado José, de
la casa de David; el nombre de la virgen era María”. (Lc 1, 26-27).

En aquella época, en el pueblo judío, estaba muy mal visto que una mujer no se casara.
De ahí que María con sus quince años, ya estaba desposada con José, el carpintero. El
estar desposada, significaba que estaba prometida, no que ya estaba casada. Pero, en el
fondo de su corazón, su mayor anhelo era ponerse al servicio del Señor.

Primer texto bíblico: El anuncio (12) Lc. 1, 26-37


La fe de María da carne a Jesús. La gran misión de María ser la madre de Dios

En el momento que se le presenta el Ángel Gabriel (le mando un Ángel, no a un


profeta), ¿qué estaría haciendo María? Podemos imaginar que se encontraba en un
momento de intimidad con Dios. ¿Qué estaría pensando?, ¿cuáles serían sus
sentimientos en esos precisos instantes? ¿Dónde se encontraría? Lo que sí sabemos es
que desde ese momento la vida de esa jovencita cambió para siempre.

Muchos autores que describen este momento, nos presentan a María en oración o con
un libro entre las manos. El Evangelio deja amplia libertad a nuestra imaginación.
Solamente nos dice que Dios envía a su ángel y que éste se presenta a María. No
importa que estuviera haciendo la Virgen. De repente... ¡Salve, llena de gracia!

Icono perfecto de la fe (María)


«Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la Ley». En la actitud de FE de la Santísima Virgen se ha concentrado toda la
esperanza del Antiguo Testamento en la llegada del Salvador: «en María (…) se
cumple la larga historia de fe del Antiguo Testamento, que incluye la historia de tantas
mujeres fieles, comenzando por Sara, Miriam, Rut, Esther, mujeres que, junto a los

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Escuchar y aceptar como María.

patriarcas, fueron testigos del cumplimiento de las promesas de Dios y del surgimiento
de la vida nueva». Al igual que Abraham —«nuestro padre en la fe», que dejó su tierra
confiado en la promesa de Dios, María se abandona con total confianza en la palabra
que le anuncia el Ángel, convirtiéndose así en modelo y madre de los creyentes. La
Virgen, «icono perfecto de la fe», escucho y creyó que nada es imposible para Dios, e
hizo posible que el Verbo habitase entre los hombres.

Nuestra Madre es modelo de fe. «Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó
en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cfr. Lc 1,
38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas
que hace en quienes se encomiendan a Él (cfr. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a
luz a su único hijo, sonografía incluida (cfr. Lc 2, 6-7). Confiada (escuchó) en su
esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes
(cfr. Mt 2, 13-15).

La Virgen Santísima vivió la fe en una existencia plenamente humana, la de una


mujer corriente. «Durante su vida terrena no le fueron ahorrados a María ni la
experiencia del dolor (una espada atravesará tú corazón, Simeón, Lc. 2, 29-35), ni el
cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. ¿Cómo así, no conozco barón?
La Santísima Virgen «vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud
de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta
en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido
de su existencia»
La Virgen es maestra de fe. Todo el despliegue de la fe en la existencia tiene su
prototipo en Santa María: el compromiso con Dios y el conformar las circunstancias
de la vida ordinaria a la luz de la fe, también en los momentos de oscuridad. Nuestra
Madre nos enseña a estar totalmente abiertos al querer divino «incluso si es
misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que
traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento
de la presentación de Jesús en el Templo (cfr. Lc 2, 35)»[11]. Su plena confianza en el
Dios fiel y en sus promesas no disminuye, aunque las palabras del Señor sean difíciles o
aparentemente imposibles de acoger.
Pero, ¿cómo responder siempre con una fe tan firme como María, sin perder la
confianza en Dios? Imitándola, tratando de que en nuestra vida esté presente esa
actitud suya de fondo ante la cercanía de Dios: no experimenta miedo o desconfianza,
sino que «entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la
considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su
corazón para comprender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio». Al
igual que la Virgen, procuremos reunir en nuestro corazón todos los acontecimientos
que nos suceden, reconociendo que todo proviene de la Voluntad de Dios. María mira
en profundidad, reflexiona, pondera, y así entiende los diferentes acontecimientos
desde la comprensión que solo la fe puede dar. Ojalá fuera esa —con la ayuda de
nuestra Madre— nuestra respuesta.

En el texto de Lucas. Muestra la característica fundamental de María: discípula. Y ¿Por


qué?, por las sencillas razones de:

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Escuchar y aceptar como María.

Escuchar la Palabra: es decir, el mensaje que Dios Padre le comunica a través del
ángel. “Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.”
(Lc 1,31) María escuchó, en otras palabras, dispuso su corazón, todo su ser a la voz de
Dios que quería transformar totalmente su vida. Esto es lo que sucede cuando
decidimos escuchar la voz de Dios con total apertura de nuestro ser.

Aceptar obra la Palabra: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has
dicho.» Después la dejó el ángel” (Lc 1, 28) No basta con escuchar la voz de Dios
todos los días, sino es preciso comprometernos poco a poco con lo que él nos propone.
Que toda nuestra vida se convierta en continúo decirle a Dios aquí estoy y que todas
nuestras acciones hablen de la resolución que hemos tomado. Aceptar la misión que
Dios nos encomienda es comprometernos por crear un mundo más justo, más
equitativo, más humano.

Segundo texto: (10) Juan 2, 1-12 (Primer milagro)


“A estas bodas todos somos invitados, porque ¡el vino nuevo nunca puede faltar!”.
La fiesta duraba 7 días poco más o menos, según el poder económico de las familias. Se
hacía en el patio comunitario de varias familias, y podían participar propiamente todos
los moradores del pueblecito.
El Evangelio de San Juan nos habla también de una boda, y comienza diciendo
sencillamente: “ Al tercer día, hubo una boda en Caná de Galilea... fue una boda muy
especial... pues a ella estaba invitada María, la Madre de Jesús. Ella fue invitada a
servir, a atender a los invitados, era una familia pobre, sencilla... y también asistió
Jesús, que llegó acompañado de los primeros discípulos que fue eligiendo en el camino.
Ahí volvieron a encontrarse María y Jesús que ya tenía varias semanas de haber dejado
el pobladito de Nazaret. Fue grande la alegría del encuentro, sobre todo para María que
no sabía si permanecer en Nazaret, o seguir discretamente a su hijo por los caminos de
Israel.
Los hombres estaban aparte, en pequeños grupos, entre los que destacaba el de Jesús,
por su alegría y su cálida apertura. Las mujeres ocupaban los lugares cercanos al fogón,
para atender las necesidades de los comensales. Y ocurrió que con esa intuición y esa
mirada que sólo tienen las mujeres y más las madres, María se dio cuenta de que los
comensales eran más de la cuenta y que el vino no iba a alcanzar para todos. Era un
gran problema para los novios, pues por muchos años serían recordados como los
pobretones que no habían atendido adecuadamente a sus invitados que venían de lejos al
festejo.
Por eso María, sin querer ser notada, se acerca discretamente a Jesús (por qué no al
novio?), y al oído le dice: Hijo, estos pobres muchachos ya no tienen vino. No pidió
nada, no exigió nada. Sólo fue una sugerencia. Cristo lo entendió así. Y después de un
momento que pareció de rechazo o de reproche, Jesús, no por motivos humanos, no por
salvar anecdóticamente la honra de los novios, sino para comenzar a manifestar su
gloria, se decide a atender a la invitación de María.
“¿Cómo es posible celebrar las bodas y hacer fiesta si falta aquello que los profetas
indicaban como elemento típico del banquete mesiánico?”. “El agua es necesaria para

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Escuchar y aceptar como María.

vivir, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta”. PP


Francisco.

Las palabras de María, 5ta palabra. “Hagan lo que Él les diga”. “Es curioso porque
son sus últimas palabras contadas por los evangelios: es la herencia que nos entrega a
todos”.

1-¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” 2) “He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra”, 3) “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y
yo, angustiados, te andábamos buscando”. 4) No tienen vino.

“Se trata de una expresión que reclama la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel
en el Sinaí en respuesta a las promesas de la alianza”: ‘Cuanto el Señor ha dicho,
nosotros haremos’”. En Caná “los servidores obedecen” y llenan de agua las tinajas y
luego las llevan al banquete.

“En estas bodas, de verdad viene estipulada una Nueva Alianza y a los servidores del
Señor, es decir, a toda la Iglesia, es confiada la nueva misión: ‘¡Cualquier cosa que os
diga, háganla!’”.

“Servir (Emaús) al Señor significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la


recomendación simple, pero esencial de la Madre de Jesús y del programa de vida del
cristiano”.
Las Bodas de Caná “son mucho más que la simple narración del primer milagro de
Jesús”. “La espera del Esposo comienza en las bodas que se realizan en el misterio
pascual. En estas bodas Jesús se une con sus discípulos en una Nueva Alianza de la
Iglesia”.

Tercer Texto (8) Jn. 19, 25-27. (Entrega).


Por eso, «si nuestra fe es débil, acudamos a María». En la oscuridad de la Cruz, la fe y
la docilidad de la Virgen dan un fruto inesperado.

«En Juan, Cristo confía a su Madre todos los hombres y especialmente sus discípulos:
los que habían de creer en Él» Su maternidad se extiende a todo el Cuerpo Místico del
Señor. Jesús nos da como madre a su Madre, nos pone bajo su cuidado, nos ofrece su
intercesión. Por ese motivo la Iglesia invita constantemente a los fieles a dirigirse con
particular devoción a María.

Nuestra fragilidad no es obstáculo para la gracia. Dios cuenta con ella, y por eso nos
ha dado una madre. «En esta lucha que los discípulos de Jesús han de sostener —todos
nosotros, todos los discípulos de Jesús debemos sostener esta lucha—, María no les
deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros. Siempre
camina con nosotros, está con nosotros (...), nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene
a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal».

«"María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón". Procuremos


nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos
pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos,
valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios». Su camino de fe,
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Escuchar y aceptar como María.

aunque en modo diverso, es parecido al de cada uno de nosotros: hay momentos de luz,
pero también momentos de cierta oscuridad respecto a la Voluntad divina: cuando
encontraron a Jesús en el Templo, María y José «no comprendieron lo que les dijo». Si,
como la Virgen, acogemos el don de la fe y ponemos en el Señor toda nuestra
confianza, viviremos cada situación —con el gozo y la paz de los hijos de Dios—.
María es Reina de los mártires. María es la animadora de la comunidad primitiva
de Jerusalén. ¿A quién le encarga el hijo el proyecto de salvación? ¿Tú crees que
María nos vas abandonar cuando más lo necesitamos? Todos tenemos un
testimonio de fe con María como intercesora.
Testimonio- Karla (5)

Papa Francisco
Con su “sí”, María es la mujer que más ha influido en la historia. Aun sin redes sociales
fue la primera “influencer”, la “influencer” de Dios.

Concluyo: (5)

La Santísima Virgen (Guadalupe) (San) Juan Diego

“Oye mi hijo, lo que te voy a decir: no te aflija cosa alguna, ni temas


enfermedad ni otro accidente penoso. ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás
debajo de mi protección y amparo? ¿No soy yo vida y salud? ¿No estás en mi regazo y
no andas por mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?... No tengas cuidado alguno
con la dolencia de tu tío, que no morirá de esta vez, y ten certeza de que ya está
curado”.

El Santo Rosario, oración mariana por excelencia. (Excusa para no rezarlo) Dedos de las
manos, sino la cabeza.

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