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Las secuelas psicológicas para el bebé en la gestación

subrogada
Desde el punto de vista del recién nacido es una agresión injustificable éticamente. Es
previsible que sufra secuelas psíquicas y dificultades con los vínculos afectivos.
Ibone Olza
La gestación subrogada parece estar de moda. Es una nueva alternativa a la
maternidad/paternidad que supone que el bebé es gestado por una mujer que no lo va a
criar y que, a cambio, recibe un ingreso económico.

Más allá de los sentimientos de los padres y de la ética del "negocio", no podemos pasar
por alto todo lo que implica para el recién nacido, los riesgos y los graves efectos
psicológicos.

Maternidad subrogada: cómo afecta a los bebés


Tabula rasa. La idea de que los recién nacidos son como una tabla de cera en la que todo
está por escribir es muy antigua, ya lo pensó Aristóteles. De hecho, durante siglos los
científicos de la época, es decir, los filósofos, debatían al respecto de si al nacer el ser
humano posee algún tipo de conocimiento o no.

El tema se zanjó definitivamente en el siglo XX con el desarrollo de la tecnología que


permitió comprender el desarrollo embriológico y ver las reacciones de los bebés a
diferentes estímulos desde momentos muy tempranos del embarazo.

Ahora sabemos que hay respuesta a la sensación dolorosa desde la semana 25 del
embarazo, respuesta visual y preferencia por caras humanas desde la semana 26 y
capacidad auditiva similar, y respuesta olfativa clara desde la semana 29.

¿Cómo influye en el bebé lo que siente su madre en el embarazo?


Los bebés en el útero perciben su ambiente y les afecta, enormemente, todo lo que vive y
siente la madre.

Los estudios además han confirmado lo que se llama “teoría de programación fetal”, es
decir, que durante algunos momentos del embarazo hay sistemas biológicos del bebé que
quedan “programados” para dar una respuesta de por vida a un tipo de ambiente externo.

La construcción de la psique comienza en el embarazo, con el vínculo prenatal, y el


neurodesarrollo del bebé está muy condicionado por el estado emocional de la madre, más
aún si consume alcohol, tabaco u otros tóxicos.

Todos estos estudios e investigaciones confirman efectivamente que lo que se vive en el


útero deja una huella que durará de por vida y que en muchos aspectos condicionara la
salud física y emocional. Es decir, que el bebé y su cuerpo recuerdan la vida intrauterina.

¿Y qué pasa si lo separan de su madre?


Lo mismo podemos decir del nacimiento: cada vez es mayor la evidencia que demuestra
como ese viaje que supone salir del vientre materno queda profundamente grabado en la
psique y en el cuerpo.

Toda una serie de mecanismos neurohormonales hacen que nada más nacer los bebés
esperen encontrarse con su madre, reconocerla, olerla, mirarla a los ojos, e idealmente,
iniciar la lactancia.

Condiciona en muchos aspectos su desarrollo cerebral lo que vive en el embarazo, en el


parto y en los primeros días. Deja una huella muy importante en su vida psíquica. Por todo
ello cuando hablamos de gestación subrogada es imprescindible ponernos en la piel del
bebé y hacernos las siguientes preguntas:

¿Cómo le afecta al bebé lo que viva y sienta la gestante?


¿Cómo le afectará ser separado de su madre nada más nacer y despedirse de ella
definitivamente?
El bebé gestado por subrogación, al igual que todos los de nuestra especie, espera
encontrarse al nacer con la mujer que le ha gestado y que para él es su única madre. Espera
ser amado y criado por ella.

La herida primal: el trauma de la separación


Ser separado de la madre nada más nacer y probablemente no volverla a ver suponen un
trauma y una pérdida enormes: equivalentes a que su madre muera en el parto.

“Lo peor que le puede pasar a un recién nacido es que le separen de su madre”

Esta frase del neonatólogo Nils Bergman, investigador referente a nivel mundial, sintetiza
muy bien toda la evidencia científica actual que demuestra lo doloroso que es para los
bebés ser separados de su madre nada más nacer.

Las consecuencias son más dañinas y las secuelas más graves, obviamente, cuanto más
prolongada es la separación. Precisamente por toda esa evidencia, sólo situaciones de cierta
gravedad médica justifican esa separación inmediata.

Es lo que llamamos la herida primal. Muchos de los niños que han sido adoptados sufrieron
esas separaciones tempranas y traumáticas de la madre lo que a veces favorece trastornos
del vínculo o alteraciones muy graves de la conducta en la infancia o adolescencia que
pueden ser muy difíciles de tratar: suelen ser precisos años de terapias.

Adopción vs subrogación
Hay una mayoría de niños adoptados que crecen saludablemente y sin secuelas del
abandono inicial, pero también hay una minoría que sí tiene dificultades muy severas y
graves trastornos de conducta, independientemente de cuanto les quieran y cuiden sus
familias adoptivas.

Pero la adopción y la subrogación son dos situaciones muy diferentes. El abandono o


rechazo que precede a la adopción, es decir, que una madre (¡y un padre!) abandonen o no
se hagan cargo de su bebé, es algo que, al hijo-a “le pasa”. Por el contrario, que alguien
decida gestar un bebé en el vientre de una madre de la que le separarán nada más nacer es
algo que “le hacen”.

En el primer caso, adopción, la familia adoptiva repara ese daño aceptando y queriendo al
bebé.

En el segundo, subrogación, es la propia familia la que decide hacer pasar al bebé por ese
embarazo y parto con separación posterior negando el daño que todo eso puede causar,
poniendo por encima su presunto derecho a ser padres.

Al bebé le afectará enormemente cómo viva psicológicamente la gestante el embarazo. Es


difícil imaginar lo que pueda vivir un bebé gestado por una mujer que lo hace por su
situación de pobreza.

Incluso en los casos de gestación “altruista” como Canadá hay gestantes que expresan
“disfruté mucho del embarazo, pero nunca sentí una conexión maternal”. ¿Quién puede
pensar que eso no afecta al desarrollo del bebé?

Mucho más que perder una madre


La gestación subrogada supone infringir una herida psíquica enorme a un recién nacido:
separarle de la madre que lo gestó, y mantener la separación.

Además, se programa el parto o se realiza una cesárea en la mayoría de los casos, para
favorecer que estén presentes los padres que han “contratado” la subrogación.

El bebe no se va a beneficiar de un parto espontáneo, no va a tener piel con piel con la


madre, no va ser a amamantado…Supone toda una suma de pérdidas con muchos riesgos y
posibles efectos adversos en la salud a muy largo plazo.

La memoria corporal no se podrá borrar, las sensaciones del embarazo y la ausencia de esa
madre que le gestó perdurará de por vida
Desde el punto de vista del recién nacido la subrogación no solo es una agresión
injustificable éticamente, además, es arriesgado y previsible que algunos de estos bebés
puedan sufrir secuelas psíquicas y dificultades para los vínculos afectivos el resto de sus
vidas.

La gestación subrogada es violencia


“Lo peor que le puede pasar a un recién nacido es que le separen de su madre”. La frase del
neonatólogo Nils Bergman, investigador referente a nivel mundial, sintetiza muy bien toda
la evidencia científica actual que demuestra lo doloroso que es para los bebés ser separados
de su madre nada más nacer. Las consecuencias son más dañinas y las secuelas más graves,
obviamente, cuanto más prolongada es la separación. Precisamente por toda esa evidencia
ya sólo situaciones de cierta gravedad médica justifican esa separación inmediata.
Lo que el bebé vive en el embarazo, en el parto y en los primeros días de vida deja una
huella muy importante en su vida psíquica y condiciona en muchos aspectos su desarrollo
cerebral. Toda una serie de mecanismos neuro hormonales hacen que nada más nacer los
bebés esperen encontrarse con su madre, reconocerla, olerla, mirarla a los ojos, e
idealmente, iniciar la lactancia. El estrés de la separación prolongada de la madre puede
dañar el desarrollo cerebral del bebé y condicionar su salud de por vida. Muchos de los
niños que han sido adoptados sufrieron esas separaciones tempranas y traumáticas de la
madre lo que a veces favorece trastornos del vínculo o alteraciones muy graves de la
conducta en la infancia o adolescencia que pueden ser muy difíciles de tratar: suelen ser
precisos años de terapias. Los que nos dedicamos a la psiquiatría infantil lo sabemos bien.
Obviamente hay una mayoría de niños-as adoptados que crecen saludablemente y sin
secuelas del abandono inicial, pero también hay una minoría que sí tiene dificultades muy
severas y/o graves trastornos de conducta, independientemente de cuanto les quieran y
cuiden sus familias adoptivas.
Comparar adopción y subrogación me parece especialmente tramposo. El abandono o
rechazo que precede a la adopción, es decir, que una madre (¡y un padre!) abandonen o no
se hagan cargo de su bebé, es algo que, si eres el/la hijo-a “te pasa”. Que decidan gestarte
en el vientre de una madre de la que te separarán nada más nacer es algo que “te hacen”.
En el primer caso, adopción, tu familia adoptiva reparará ese daño aceptándote y
queriéndote. En el segundo, subrogación, tu familia decide hacerte pasar por ese embarazo
y parto con separación posterior causándote ese daño de la separación, poniendo por
encima de todo su presunto derecho a ser padres.
El bebé gestado por subrogación, al igual que todos los de nuestra especie, espera
encontrarse al nacer con la mujer que le ha gestado y que para él es su única madre. Ser
separado de ella nada más nacer y probablemente no volverla a ver suponen un trauma y
una pérdida enormes: equivalentes a que su madre muera en el parto. Las experiencias de
los bebés que fueron robados por la dictadura en Argentina y recuperaron su identidad al
llegar a la edad adulta son ilustrativas. Incluso los que fueron criados por familias amorosas
crecieron con ese “ruido en la cabeza”, esa sensación de pérdida, esa añoranza enorme de
alguien que no sabían nombrar y resultó ser su madre.
Separar al recién nacido de su madre sin que haya una razón médica de peso se considera
violencia obstétrica. Como tal se recoge en las leyes de los primeros países que han legislado
en torno a esta violencia (Venezuela, México, Argentina): “Obstaculizar el apego precoz del
niño o niña con su madre, sin causa médica justificada, negándole a ésta la posibilidad de
cargarlo o amamantarlo al nacer”.
La gestación subrogada supone que el bebé lo geste una mujer que no lo va a criar y que, a
cambio, recibe un ingreso económico. Al bebé le afectará enormemente cómo viva
psicológicamente la gestante el embarazo. Para comprender lo que conlleva podemos
intentar imaginarnos la misma situación con un bebé ya nacido. ¿Dejaría alguien a su bebé
nueve meses de vida al cuidado exclusivo de una desconocida en un país lejano? Si esa
mujer lo cuidara amorosamente ¿cómo se sentiría el bebé al tener que separarse de ella?
¿Cuánto la echaría de menos, la extrañaría, querría volver a verla? ¿Cómo le afectaría
despedirse de ella? ¿Qué momentos, qué situaciones le recordarían a su cuidadora y le
harían sentir un inmenso anhelo de volver a verla, escucharla, abrazarla? ¿Y si la mujer no
le cuidara amorosamente? Si esa cuidadora estuviera agobiada o estresada por mil razones
y descuidara, hablara mal al bebé, le insultara o le ignorara, ¿cómo se sentiría el bebé
durante los nueve meses? ¿Cómo sería su vida tras ese tiempo con la cuidadora de un país
lejano a la que no volvería a ver en su vida?¿Alguien dejaría a su bebé nueve meses al
cuidado de una desconocida en un país lejano?
La gestación subrogada conlleva infringir una herida psíquica enorme a un recién nacido (no
sólo, también a su madre, pero de eso hablaré en otro post). Separarle de la madre que lo
gestó, y mantener la separación. Desde el punto de vista del recién nacido no solo es una
agresión injustificable éticamente. Además, es arriesgado, y previsible que algunos de estos
bebés puedan sufrir secuelas psíquicas y/o dificultades para los vínculos afectivos el resto
de sus vidas. Incluso en los casos de gestación “altruista”, como Canadá, hay gestantes que
expresan: “disfruté mucho del embarazo, pero nunca sentí una conexión maternal”. ¿Quién
puede pensar que eso no afecta al desarrollo del bebé?
PD: A las familias que ya habéis tenido a vuestros hijos por subrogación: informaros. Estad
atentos. Observad, cuidad, amad a vuestros hijos-as. Potenciad los vínculos, pero no
neguéis la realidad ya creada y las posibles consecuencias y/o secuelas. Pedid ayuda a
psicólogos-as expertos en apego y trauma infantil en cuanto os parezca preciso. Sed
conscientes, sed sinceros.
Cada embarazo conlleva una profunda transformación cerebral que es, además,
irreversible, durará toda la vida de la mujer. La neuroplasticidad es máxima durante la
gestación: se crean nuevas neuronas, otras se eliminan y otras migran.
Las madres tenemos en nuestro cerebro células de todos los hijos que hemos gestado
Suceden cosas todavía incomprensibles para los científicos, como lo que se llama
microquimerismos: células madre del feto que pasan a la sangre de la madre y, algunas de
ellas, se instalan en su cerebro de por vida.

El embarazo cambia el cerebro de la madre


Durante la gestación se modifica para siempre la estructura cerebral de la madre, cambian
especialmente las regiones implicadas en las relaciones sociales.
El cerebro se vuelve más y más emocional conforme avanza el embarazo: las gestantes van
afinando su capacidad de discriminar estados emocionales en otras personas, van
agudizando su intuición.
Ese estado de hipersensibilidad emocional e hipervigilancia se caracteriza por el
“ensimismamiento transitorio” que se incrementa en las últimas semanas del embarazo y
que cede semanas después del nacimiento.
El psiquiatra Donald Winnicott (1896-1971), pionero en el estudio de la psique maternal, ya
describió como esa alta sensibilidad emocional era necesaria para que la madre pudiera
ponerse en el lugar del bebé y ocuparse de sus cuidados.
Todos estos cambios suceden por esa importantísima razón:
• Garantizar que las mujeres puedan desarrollar la conducta maternal tras el parto
• Asegurar que puedan cuidar a su bebé con placer y disfrute durante, al menos, los
primeros años de vida
• Permitir que establezcan un vínculo sano y duradero con sus hijos
El cerebro maternal es un sistema perfeccionado a lo largo de millones de años de evolución
que ha permitido el desarrollo de la inteligencia de nuestra especie.
Todos estos cambios también suponen una vulnerabilidad, y la realidad de los trastornos
mentales perinatales que sufren muchas mujeres en embarazo y posparto está ahí.
Más allá de las motivaciones y el contexto social (probablemente situaciones de pobreza
que hagan que la subrogación sea casi la única manera de garantizar unos ingresos para
sostener la crianza de los hijos previos, por ejemplo), hay que comprender todo lo que
gestar un hijo para otros puede conllevar a corto y largo plazo.
Los riesgos para la salud
Hay que nombrar todas las posibles complicaciones del embarazo desde el punto de vista
físico:
• Las pérdidas tempranas o tardías
• La prematuridad
• Los riesgos para la salud de la madre: gestar un hijo que genéticamente no es propio
supone un mayor riesgo de complicaciones graves como la preeclampsia
Y en el parto, en el caso de la gestación subrogada, muchos veces se va a programar o
realizar una cesárea programada sin causa médica, sólo para hacer coincidir el nacimiento
del bebé con la presencia de los que han contratado la subrogación y que viajan de lejos.
Ese parto inducido o cesárea programada pone en mayor peligro la vida de las madres.
Alguno de esos partos se complicará por culpa de esas intervenciones innecesarias: habrá
hemorragias, histerectomías o, incluso, muertes maternas.
Los riesgos psicológicos
Por otra parte, desde el punto de vista psíquico la situación puede ser especialmente
compleja. Por más que una mujer decida o pretenda no vincularse con el bebé que gesta
para prevenir el duelo posterior, la biología va a seguir su curso y los cambios cerebrales no
se pueden evitar. Es decir, la vinculación es inevitable.
Aunque es probable que, ante el horizonte de tener que separarse de su bebé tras el parto,
se haga un esfuerzo psíquico por no vincularse con él, es posible que se tenga un ánimo
bajo o incluso depresión durante el embarazo, algo que sabemos afecta profundamente al
bebé en gestación.
Todo ello puede, además, favorecer un consumo de alcohol u otros tóxicos por parte de la
gestante, algo que puede ser indetectable pero que dañará igualmente al desarrollo del
bebé.
El tener que afrontar la separación del bebe nada más nacer sitúa el cerebro de la madre
gestante en una situación muy estudiada en las mamíferas:
La máxima agresividad se da si nada más nacer las madres son separadas del recién nacido
Es difícil imaginar cómo tiene que ser ese posparto, sin bebé y con el cerebro “puérpero”.
Afrontar la pérdida: depresión y estrés postraumático
Un duelo por la pérdida del bebé gestado es tremendamente difícil por más que la mujer
intente prepararse para el mismo, ya que por contrato no cabe echarse atrás.
Es seguro que un porcentaje importante de madres sufrirán depresiones posparto que, en
estos casos, afectarán sí o sí a sus otros hijos. Depresiones en las que también influirá desde
el punto de vista biológico y psicológico el no poder amamantar y tener que tomar
medicación para suprimir la lactancia.
Otras tendrán un trastorno de estrés postraumático tras el parto que sin tratamiento puede
durar años y afectar a toda su vida sexual, a la relación con los profesionales sanitarios, etc.
Un pequeño porcentaje de madre tendrá la complicación más grave de todas: la psicosis
puerperal.
Si en países como el Reino Unido una de las causas más frecuentes de muerte materna en
el año que sigue al parto es el suicidio, ¿qué sucederá en estos países más pobres con las
madres que gestan por subrogación?
¿Cómo será para ellas el año que sigue al parto? ¿Y el resto de sus vidas? ¿Y cuáles las
consecuencias para sus otros hijos?
Si la salud mental perinatal recibe una atención tan insuficiente en nuestro entorno es fácil
suponer que en países como Ucrania (destino favorito en la actualidad para las familias
españolas que se plantean la subrogación) será nula.
Es poco o nada probable que las mujeres que opten por gestar un bebé de otros en esos
entornos sean informadas de los riesgos a los que se enfrentan, especialmente desde el
punto de vista psíquico.
Su salud mental estará en juego de por vida, pero probablemente no lo sepan ni nadie se lo
diga.

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