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7/2/2018 La Resurrección de Jesús | Spanish

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La Resurrección de Jesús

g f u l A
SUMMARY

La mayor parte de la gente no tiene problemas en reconocer que Dios existe; pero en nuestra sociedad pluralista se ha vuelto políticamente incorrecto a rmar
que Dios se ha revelado a sí mismo de una forma decisiva en Jesús. ¿Qué justi cación pueden ofrecer los cristianos, en contraste con los hindúes, judíos, o
musulmanes, para pensar que el Dios cristiano es real?

Recientemente hablé en una importante universidad canadiense sobre la existencia de Dios. Después de mi charla, una estudiante, ligeramente enfadada, escribió
en su tarjeta de comentarios: "Estaba con usted hasta que llegó a todo ese asunto sobre Jesús. ¡Dios no es el Dios cristiano!"

Esta actitud es muy típica en la actualidad. La mayor parte de la gente no tiene problemas en reconocer que Dios existe; pero en nuestra sociedad pluralista se ha
vuelto políticamente incorrecto a rmar que Dios se ha revelado a sí mismo de una forma decisiva en Jesús. ¿Qué justi cación pueden ofrecer los cristianos, en
contraste con los hindúes, judíos, o musulmanes, para pensar que el Dios cristiano es real?

La respuesta del Nuevo Testamento es: la Resurrección de Jesús. "Él ha jado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha
designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos." (Hechos 17.31). La resurrección es la vindicación por parte de Dios de las radicales
pretensiones personales de autoridad divina de Jesús.

Así qué ¿cómo sabemos que Jesús ha resucitado de entre los muertos? El compositor del himno de Pascua dice, "¿Me preguntas cómo sé que él vive? ¡Él vive
dentro de mi corazón!" Esta respuesta es absolutamente apropiada en un nivel individual. Pero cuando los cristianos interactuamos con no creyentes en la arena
pública, como en las Cartas al Editor de un periódico local, al llamar a un programa de radio, en las reuniones de padres y maestros, o incluso en una simple
conversación con compañeros de trabajo, entonces es crucial que seamos capaces de presentar evidencia objetiva en apoyo de nuestras creencias. De otro modo
nuestras a rmaciones no tendrán más peso que la aserción de cualquiera que a rme haber tenido una experiencia privada de Dios.

Afortunadamente, el cristianismo, como religión arraigada en la historia, hace a rmaciones que pueden, en buena medida, ser investigadas históricamente.
Supongamos, entonces, que nos acercamos los escritos del Nuevo Testamento, no como Escritura inspirada, si no meramente como una colección de documentos
en griego que nos han llegado desde el primer siglo, sin ninguna presunción acerca de su abilidad más que aquella con la que consideramos normalmente otras
fuentes de historia antigua. Podría sorprendernos descubrir que la mayoría de los críticos del Nuevo Testamento que se dedican a investigar los evangelios de
esta manera admite los hechos centrales que subyacen a la resurrección de Jesús. Quiero enfatizar que no hablo sólo de estudiosos evangélicos o conservadores,
si no del amplio espectro de críticos del Nuevo Testamento que enseñan en universidades seculares y seminarios no evangélicos. Asombroso como pueda parecer,
la mayoría de ellos ha llegado a considerar como históricos los hechos básicos que apoyan la resurrección de Jesús. Estos hechos son los siguientes:

HECHO #1: Después de su cruci xión, Jesús fue sepultado en una tumba por José de Arimatea. Este hecho es altamente signi cativo porque implica, contrariamente
a los críticos radicales como John Dominic Crossan del Seminario de Jesús, que la ubicación del sitio de entierro de Jesús era conocido para judíos y cristianos por
igual. En ese caso, los discípulos jamás podrían haber proclamado su resurrección en Jerusalén si la tumba no hubiera estado vacía. Los investigadores del Nuevo
Testamento han establecido este primer hecho sobre la base de evidencia tal como la siguiente:

1. La sepultura de Jesús es atestada por una tradición muy antigua citada por Pablo en 1 Cor. 15.3-5:

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí:

... que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras,
que fue sepultado,
que resucitó al tercer día según las Escrituras,
y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. (1Co 15:3-5 NVI)

Pablo no sólo usa los términos rabínicos típicos "recibir" y "transmitir" con respecto a la información que está entregando a los corintios, si no que los vv. 3-5 son
una fórmula de cuatro líneas altamente estilizada, llena de características no paulinas. Esto ha convencido a todos los estudiosos que Pablo está, tal como a rma,
citando una antigua tradición que él mismo recibió después de su conversión al cristianismo. Esta tradición probablemente se remonta, por lo menos, a la visita
de investigación que Pablo hizo a Jerusalén alrededor del año 36 DC, cuando pasó dos semanas con Cefas y Santiago (Gálatas 1.18). Data así de un período de cinco
años desde de la muerte de Jesús. Tan corto espacio de tiempo, y tal contacto personal hace infundado hablar de leyenda en este caso.

2. La historia del entierro es la parte del material de una fuente muy antigua usada por Marcos al escribir su evangelio. Los evangelios tienden a consistir en breves
instantáneas de la vida de Jesús vagamente conectadas y no siempre cronológicamente ordenadas. Pero al llegar a la historia de la Pasión nos encontramos con
una narrativa uida y continua. Esto sugiere que la historia de la Pasión fue una de las fuentes de información que Marcos usó para escribir su evangelio. Ahora,
la mayoría de los estudiosos piensa que Marcos es ya el evangelio más temprano, y la fuente de Marcos de la pasión de Jesús es, por supuesto, aun más antigua.
Una comparación de las narraciones de los cuatro los evangelios revela que sus recuentos no divergen entre si, si no hasta después de la sepultura. Esto implica
que el recuento del entierro era parte de la historia de pasión. De nuevo, su antigüedad milita contra la posibilidad de que sea legendaria.

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3. Como miembro del tribunal judío que condenó a Jesús, es improbable que José de Arimatea sea una invención cristiana. Había un fuerte resentimiento contra
los dirigentes judíos a causa de su papel en la condena de Jesús (1 Tesalonicenses. 2.15). Es, por consiguiente, muy improbable que los cristianos inventaran que un
miembro del tribunal que condenó a Jesús honrara a Jesús dándole una sepultura apropiada en lugar de permitirle ser despachado como un delincuente común.

4. No existe ninguna otra historia de la sepultura competidora. Si el entierro por José fuera cticio, esperaríamos encontrar algún rastro histórico de lo que
realmente sucedió con el cadáver de Jesús, o por lo menos alguna leyenda competidora. Sin embargo, todas nuestras fuentes son unánimes en el entierro
honorable Jesús por José.

Por ésta y otras razones, la mayoría de críticos del Nuevo Testamento concuerdan que Jesús fue sepultado en una tumba por José de Arimatea. Según el fallecido
John A. T. Robinson de la Universidad de Cambridge, el entierro de Jesús en sepulcro es "uno de los más tempranos y mejor atestados hechos acerca de Jesús."[1]

HECHO #2: En el domingo siguiente a la cruci xión, la tumba de Jesús fue hallada vacía por un grupo de sus seguidoras. Entre las razones que han llevado la mayoría
de los estudiosos a esta conclusión están las siguientes:

1. La historia de la tumba vacía también es parte de la antigua fuente de la pasión usada por Marcos. La fuente de la pasión usada por Marcos no concluía en muerte y
derrota, sino con la historia de la tumba vacía, que es gramaticalmente de una pieza con la historia de la sepultura.

2. La antigua tradición citada por Pablo en 1 Cor. 15.3-5 implica el hecho de la tumba vacía. Para cualquier judío del primer siglo, decir de un muerto "que fue
enterrado y que fue levantado" es implicar que quedó atrás una tumba vacante. Es más, la expresión "en el tercer día" probablemente deriva de la visita de las
mujeres a la tumba en el tercer día, en la forma judía de contar, desde la cruci xión. La tradición de cuatro versos citada por Pablo resume tanto el recuento de
los evangelios como la temprana predicación apostólica (Hechos 13. 28-31); signi cativamente, la tercera línea de la tradición corresponde a la historia de la
tumba vacía.

3. La historia es simple y carece de señales de embellecimiento legendario. Todo lo que uno tiene que hacer para apreciar este punto es comparar el recuento de
Marcos con las locas historias legendarias que hallamos en los evangelios apócrifos del siglo segundo, en los que Jesús es visto salir de la tumba con su cabeza
alcanzando por sobre las nubes y ¡seguido por una cruz parlante!

4. El hecho que el testimonio de una mujer era despreciado en la Palestina del siglo primero está a favor del rol de las mujeres en el descubrimiento de la tumba vacía.
Según Josefo, el testimonio de las mujeres era considerado de tan poco valor que ni siquiera era admisible en un tribunal de justicia judío. Cualquier historia
legendaria tardía habría hecho, ciertamente, a discípulos masculinos descubrir la tumba vacía.

5. La temprana alegación judía de que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús (Mat. 28.15) demuestra que el cuerpo había, de hecho, desaparecido de la tumba. La
respuesta judía más temprana a la proclamación de los discípulos de que, "¡Él ha resucitado de los muertos!" no era indicar su tumba ocupada y reírse ellos como
fanáticos, sino a rmar que ellos se habían llevado el cuerpo de Jesús. Así, tenemos evidencia de la tumba vacía viniendo de los propios oponentes de los primeros
cristianos.

Podríamos continuar, pero creo que se ha dicho que lo su ciente para indicar por qué, en las palabras de Jacob Kremer, un especialista austriaco en la
resurrección, "Por lejos, la mayoría de los exegetas sostiene rmemente a la abilidad de las declaraciones bíblicas acerca de la tumba vacía."[2]

HECHO #3: En múltiples ocasiones y bajo variadas circunstancias, distintos individuos y grupos de personas experimentaron apariciones de Jesús vivo después de su
muerte.

Éste es un hecho que es reconocido casi universalmente entre los estudiosos del Nuevo Testamento, por las siguientes razones:

1. La lista de testigos de las apariciones del Jesús resucitado, citadas por Pablo en 1 Cor. 15. 5-7 garantiza que dichas apariciones ocurrieron. Estos incluían a Pedro
(Cefas), los Doce, 500 hermanos, y Santiago.

2. Las tradiciones de las apariciones en los evangelios proporcionan atestación múltiple e independiente de las mismas. Ésta es una de las marcas más importantes de
historicidad. La aparición a Pedro es atestada independientemente por Lucas, y la aparición a los Doce por Lucas y Juan. También tenemos el testimonio
independiente de las apariciones galileas en Marcos, Mateo y Juan, así como a las mujeres en Mateo y Juan.

3. Ciertas apariciones tienen señales de historicidad. Por ejemplo, tenemos buena evidencia en los evangelios que ni Santiago ni ninguno de los hermanos menores
de Jesús creyeron en él durante su vida. No hay ninguna razón para pensar que la iglesia primitiva generaría historias cticias acerca de la incredulidad de la
familia de Jesús si hubieran sido desde un principio seguidores eles. Pero es indiscutible que Santiago y sus hermanos se volvieron creyentes cristianos activos
después de la muerte de Jesús. Santiago fue considerado un apóstol y eventualmente ascendió a una posición de liderazgo en la iglesia de Jerusalén. Según el
historiador judío del primer siglo, Josefo, Santiago fue martirizado por su fe en Cristo hacia nes de la década del 60 DC. Ahora, la mayoría de nosotros tiene
hermanos. ¿Qué se necesitaría para convencerlos que su hermano es el Señor, de tal modo que estuvieran dispuestos a morir por esa creencia? ¿Puede haber
alguna duda de que esta notable transformación en el hermano menor de Jesús tuvo lugar porque, en palabras de Pablo, "entonces apareció a Santiago"?

Incluso Gert Lüdemann, un destacado estudioso alemán crítico de la Resurrección, admite, "puede tomarse como históricamente cierto que Pedro y los discípulos
tuvieron experiencias después de la muerte de Jesús en que Jesús se les apareció como el Cristo resucitado."[3]

HECHO #4: Los discípulos originales creyeron que Jesús había sido levantado de entre los muertos a pesar de tener toda predisposición en contra de ello. Piense en la
situación que los discípulos enfrentaron después de la cruci xión de Jesús:

1. Su líder estaba muerto. Y los judíos no tenían ninguna creencia un Mesías que muriese, mucho menos que resucitase. Se suponía que el Mesías debía expulsar a
los enemigos de Israel (= Roma) y restablecer el Reino Davídico, no sufrir la muerte ignominiosa de un criminal.

2. Según la ley judía, la ejecución de Jesús como un criminal demostraba que era un hereje, un hombre literalmente bajo la maldición de Dios (Deut. 21.23). La catástrofe
de la cruci xión para los discípulos no era simplemente que su Maestro se hubiera ido, sino que la cruci xión demostraba que, en efecto, los Fariseos habían
tenido razón desde el principio, que durante tres años habían estado siguiendo a un hereje, ¡a un hombre maldito por Dios!

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3. Las creencias judías acerca de la otra vida precluían que alguien fuese levantado de entre los muertos a gloria e inmortalidad antes de la resurrección general en el Fin
del mundo. Todo lo que los discípulos podían hacer que era conservar la tumba de su Maestro como un santuario dónde sus huesos podrían residir hasta el día en
que los muertos justos de Israel fuesen levantados por Dios a la gloria.

A pesar de todo esto, los discípulos originales creyeron en y estaban deseoso de ir a la muerte por el hecho de la resurrección de Jesús. Luke Johnson, un
estudioso del Nuevo Testamento de la Universidad de Emory, re exiona, "se requiere alguna clase experiencia poderosa y transformativa para generar el tipo de
movimiento que el Cristianismo más temprano era…"[4] N. T. Wright, un eminente estudioso británico, concluye, "es por eso que, como historiador, no puedo
explicar el surgimiento del cristianismo primitivo a menos que Jesús se halla levantado nuevamente, dejando una tumba vacía tras él."[5]

En el resumen, hay cuatro hechos aceptados por la mayoría de los estudiosos que han escrito sobre esta materia que cualquier hipótesis histórica adecuada debe
responder: la sepultura de Jesús por José de Arimatea, el descubrimiento de su tumba vacía, sus apariciones después de la muerte, y el origen de la creencia de
los discípulos en su resurrección.

Ahora la pregunta es: ¿cuál es la mejor explicación de estos cuatro hechos? La mayoría de los estudiosos probablemente permanece agnóstico sobre esta
pregunta. Pero el cristiano puede sostener que la hipótesis que mejor explica estos hechos es "Dios resucitó a Jesús de entre los muertos."

En su libro que "Justifying Historical Descriptions", el historiador C. B. McCullagh lista seis tests que los historiadores usan para determinar cual es la mejor
explicación para ciertos hechos histórico dados[6]. La hipótesis "Dios resucitó a Jesús de entre los muertos" pasa todas estos tests:

1. Tiene mayor alcance explicativo: explica por qué la tumba fue hallada vacía, por qué los discípulos vieron apariciones después de la muerte de Jesús, y por qué la
fe cristiana llegó a existir.

2. Tiene mayor poder explicativo: explica por qué el cuerpo de Jesús desapareció, por qué varias personas vieron a Jesús vivo en repetidas oportunidades, a pesar
de su ejecución pública previa, etcétera.

3. Es plausible: dado el contexto histórico de la propia vida y a rmaciones incomparables de Jesús, la resurrección sirve como con rmación divina de esas
pretensiones radicales.

4. No es ad hoc o arti cial: requiere sólo una hipótesis adicional: que Dios existe. Y ni siquiera esa es necesariamente una hipótesis adicional si uno ya cree en la
existencia de Dios.

5. Está de acuerdo con creencias aceptadas. La hipótesis: "Dios resucitó a Jesús de entre los muertos" no contradice en forma alguna la creencia aceptada de que las
personas no resucitan naturalmente. El cristiano acepta dicha creencia de todo corazón, tal como acepta la hipótesis de que Dios resucitó a Jesús de entre los
muertos.

6. Supera ampliamente a las hipótesis rivales en cumplir las condiciones (1)-(5). A través de la historia se han ofrecido variadas explicaciones alternativas de los
hechos, por ejemplo, la hipótesis de la conspiración, la hipótesis de la muerte aparente, la hipótesis de la alucinación, y así. Tales hipótesis han sido rechazadas
casi universalmente por la erudición contemporánea. Ninguna de estas hipótesis naturalistas tiene éxito en cumplir las condiciones tan bien como la hipótesis de
la resurrección.

Ahora, esto pone al crítico escéptico en una situación bastante desesperada. Hace unos años participé en un debate sobre la Resurrección de Jesús con un
profesor en la Universidad de California en Irvine. Él había escrito su disertación doctoral sobre la resurrección, y estaba completamente familiarizado con la
evidencia. No podía negar los hechos del entierro honorable de Jesús, la tumba vacía, las apariciones después de la muerte, y el origen de la creencia de los
discípulos en la resurrección. Así que su único recurso era proponer alguna explicación alternativa de esos hechos. Y así, ¡argumentó que Jesús de Nazaret tenía
un desconocido hermano gemelo idéntico que fue separado de él en la infancia y creció independientemente, pero que regresó a Jerusalén en el momento de la
cruci xión, robo el cuerpo de Jesús de la tumba, y se presentó a los discípulos, quienes equivocadamente in rieron que Jesús había resucitado de entre los
muertos! No me tomaré la molestia explicar como refuté dicha teoría. Pero pienso que el ejemplo es ilustrativo de hasta donde debe llegar el escepticismo en su
desesperación por refutar la evidencia de la Resurrección de Jesús. De hecho, la evidencia es tan poderosa que uno de los principales teólogos judíos a nivel
mundial, el fallecido Pinchas Lapide, quien enseñó en la Universidad Hebrea en Israel, declaró estar convencido en base a la evidencia ¡que el Dios de Israel había
levantado a Jesús de Nazaret de entre los muertos![7]

La importancia de la resurrección de Jesús descansa en el hecho de que no es sólo cualquier Perico de los Palotes quien ha sido levantado de entre los muertos, si
no Jesús de Nazaret, cuya cruci xión fue se instigada por los dirigentes judíos debido a sus pretensiones blasfemas a la Autoridad Divina. Si este hombre ha sido
levantado de entre los muertos, entonces el Dios contra quien supuestamente había blasfemado ha vindicado claramente sus pretensiones. Así, en una edad de
relativismo y pluralismo religioso, la Resurrección de Jesús constituye una roca sólida en que los cristianos pueden tomar su posición en favor de la auto-
revelación de nitiva de Dios en Jesús.

[1] John A. T. Robinson, The Human Face of God (Philadelphia: Westminster, 1973), p. 131.

[2] Jacob Kremer, Die Osterevangelien—Geschichten um Geschichte (Stuttgart: Katholisches Bibelwerk, 1977), pp. 49-50.

[3] Gerd Lüdemann, What Really Happened to Jesus?, trans. John Bowden (Louisville, Kent. Westminster John Knox Press, 1995), p. 80.

[4] Luke Timothy Johnson, The Real Jesus (San Francisco: Harper San Francisco, 1996), p. 136.

[5] N. T. Wright, "The New Unimproved Jesus," Christianity Today (September 13, 1993), p. 26.

[6] C. Behan McCullagh, Justifying Historical Descriptions (Cambridge: Cambridge University Press, 1984), p. 19.

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[7] Pinchas Lapide, The Resurrection of Jesus, trans. Wilhelm C. Linss (London: SPCK, 1983).

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