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L
a casa grande es una novela breve y compleja, que impacta por el equilibrio
estructural, la sobriedad temático-argumental y la precisión técnico-expre-
siva. Sobre tales fundamentos y despojado de visiones telúricas o tropica-
listas, Cepeda Samudio elabora un texto de ficción dotado, tanto en el discurso
como en la historia, de una arquitectura dinámica, una fabulación escueta y un
idioma exacto. En la escritura predomina la visión dialógica y neutra, elaborada
con una técnica objetiva y realista en que se alternan lo diáfano y lo oscuro, lo
imaginativo y lo factual, lo simbólico y lo literal, elementos todos permeados por
una poética dominante: la de la Ambigüedad, complementaria y especular a la
menos visible poética de la Soledad.
La casa grande, novela experimental, innovadora y caleidoscópica,1 es también
teatral, periodística y fílmica2, y no es en absoluto novela de personajes. En ella
1. Tal y como impone la tercera Modernidad, como resultado de lo hecho por sus precursores
y protagonistas de las vanguardias históricas: desde la monumentalidad verbal de Joyce en Ulises y
Finnegans Wake, hasta llegar al hermetismo puro del arbitrario y funambulesco Maiakowski, pasando
por la visualización de los Cantos de Pound, la clarividencia sarcástica de Kraus, la fuerza impactante
del futurismo italiano del Zang Tumb Tumb de Marinetti, la exasperación dadaísta de la escritura
automática de Tristan Tzara, la fuerza expresionista de Döblin en Berlín Alexanderplatz, la muerte del
realismo burgués en Marcel Proust y Thomas Mann, la summa de Paul Valéry, y las irónicas invenciones
del Gómez de la Serna, los movimientos de vanguardia irradian a partir de Europa, en todo el Occi-
dente, un espíritu anticonformista, antihistórico y revolucionario. En América Latina los escritores no
se hacen esperar: insertan en la poesía cuanto acontece en Europa, proceso en acto en América por los
exponentes del Modernismo desde la llegada de la obra de Baudelaire. En la narrativa, el precursor es,
ya en 1922, Macedonio Fernández, con el proyecto definido de sus novelas “mellizas e indivisibles”:
Adriana Buenos Aires (última novela mala) y Museo de la novela de la Eterna (primera novela buena),
“primera Obra abierta de la historia literaria”. Con esta obra anticipa, por “conciencia de arte” y no
por conocimiento directo, lo que están realizando contemporáneamente Faulkner, Virginia Woolf y los
otros arriba mencionados.
2. Contemporánea y coincidente de manera espontánea con la obra de Juan Rulfo, a quien Ce-
peda Samudio no había leído. El de éste es el primer caso en la literatura colombiana –sea en cuento
o en novela– igualmente coincidente con García Márquez, Rojas Herazo y tangencialmente Álvaro
Mutis. El primero en La hojarasca (1955) y Los funerales de la mamá Grande (1962), el segundo en
218 Lecturas inéditas
Respirando el verano (1962), En noviembre llega el arzobispo (1967), sin olvidar su poesía, y el último,
que sí había leído a Rulfo, en La muerte del estratega y La Mansión de Araucaíma. Relato gótico de tierra
caliente (1963). Los cuatro experimentan las técnicas precursoras de la Nueva novela latinoamericana
simultáneamente a Felisberto y Onetti en la uruguaya, Borges y Cortázar en la argentina, Fuentes y
Revueltas en la mexicana, Carpentier, Lezama, Cabrera Infante y Sarduy en la cubana.
3. La fecha histórica del genocidio es el 6 de diciembre. El Decreto aparece fechado intencional-
mente por parte del autor el 18 de diciembre.
Fabio Rodríguez Amaya 219
4. Nada que ver con la cruzada “Tradición, familia y propiedad”, emprendida por la curia en Co-
lombia en los años Sesenta. Cf. http://tradicionfamiliapropiedadcolombia.org/
5. Se adopta la titulación en mayúsculas, como en el original mecanografiado por Cepeda Samudio.
6. El capítulo “el pueblo” enlaza lo público a lo privado; “el decreto” define la perversa oficia-
lización del conflicto entre patrones y trabajadores y justifica el genocidio cometido por el ejército.
220 Lecturas inéditas
constitutivo en parejas de protagonistas activos como son los jornaleros y los sol-
dados, y en parejas de figuras poco delineadas y vagas como son los plantadores
y los extranjeros, a los cuales se suman otras figuras históricas como los sirvientes,
los cortadores, los comerciantes, las prostitutas, el maquinista.
El todo está sustentado y regido por la poesía y el mito, tratados de manera ejem-
plar por Cepeda Samudio, como sintetiza Gabriel García Márquez, su compañero
de viaje en la literatura, los idearios y la vida:
las trasciende y universaliza. Para sus logros concreta una seria innovación expe-
rimental (no sólo técnica), a través de la cual restituye y reintegra en su totalidad
la historia a la comunidad lingüística y cultural de pertenencia, hecho nunca antes
logrado en la literatura escrita en Colombia.
Ordenar la historia de la Casa grande resulta prioritario e impone recuperar,
por una parte, las diversas y aparentemente confusas cronologías (Cf. “Las Cro-
nologías” en: “Nota filológioca preliminar”, pp. CVI-CXI) y, por otra, las voces e
instancias narradoras, pues éstas relatan en situaciones discursivas siempre dis-
tintas y desde tiempos, enfoques y perspectivas siempre diferentes. Desde allí se
desprende la ambigüedad, por ejemplo, entre creer y saber, la cual hace de esta
novela, desde el punto de vista narratológico, un prisma donde prolifera una
visión calidoscópica debida a la multiplicidad de voces y de fuentes narrativas.
Esto hace aparecer a Cepeda Samudio, en la década 1952-1962 –cuarta y última
hipótesis de lectura– como un inequívoco precursor de la Nueva Novela Latinoa-
mericana.
Sobre estos enunciados se propone una lectura de los capítulos “la hermana”
y “el pueblo”, focalizada principalmente desde la perspectiva del Poder y la Am-
bigüedad, con una triple petición de principio. Primero, que de los ejes portantes,
en un clima de violencia y extrañamiento, se desprenden y proliferan dualidades:
rencor y odio, incapacidad de amar y soledad, frustración y olvido, desamparo e
inercia, parálisis y resignación. Segundo, que en lo Privado el Padre se configura
como arquetipo del Poder/dominio, la Hermana de 2ª generación representa el
paradigma de la transgresión; el Hermano y la hija (de 3ª generación) de la rebe-
lión11; la Madre (arquetipo de la sumisión) expresa la derrota y los Hijos (de 3ª
generación) la destrucción. Tercero, que en lo Público, El Pueblo y el Poder,12 en
cuanto síntesis cronotópica de la entera novela, son aglutinantes a través de los
cuales el autor cohesiona epistemológicamente discurso e historia. El pueblo (cor-
tadores, jornaleros, soldados, prostitutas, sirvientes) sigue siendo, como siempre,
explotado, derrotado y aniquilado. Al final, después de una sucinta presentación
de elementos yuxtapuestos en dualidades y ternas, se explora en un punto es-
pinoso de la novela: el Incesto, el cual siendo tabú, y siguiendo la definición de
Claude Lévi-Strauss, representa la cara oculta del mito.13 De allí se desprenden,
en fin, el sino trágico y la desesperanza que permean La casa grande y hallan sus
fuentes en el fatalismo de la tradición clásica de la tragedia griega y en una visión
neo-romántica. El hilo rojo unificador de la narración y de la narrativa es la Poesía.
11. Sólo rebelión, no subversión, pues liberación y libertad no se verifican y, como se puede
apreciar, Cepeda Samudio asume un posición “objetiva”, testimonial y neutra frente a la historia y a
su momento histórico.
12. Que incluye la violencia en todas sus manifestaciones (represión, masacre, huelga, etc.).
13. Claude Lévi-Strauss, Mythologiques I. Le cru et le cuit [1964]. (Mitologica I. Il crudo e il cotto,
Milán, Saggiatore, 1966, pp. 136-141).
222 Lecturas inéditas
“la hermana”14
Sólo nos quedaba ahora esperar: esperar que el odio fuera acumulándose alre-
dedor de nosotros, que fuera llenando todos los espacios del tiempo que faltaba
para que estallara, esperar que hiciera crisis: que nos envolviera y nos secara el
aire. A nosotras, no a ti. Porque no eras vulnerable al odio del pueblo (p. 153).
Entre ellas predomina una voz narradora plural, un “nosotros”, que algunas
veces se disloca en un “yo” y alterna el discurso en estilo directo o indirecto. La
única excepción es la Unidad 5, Microunidad 1, donde Carmen (la sierva) narra
la llegada de los soldados al Pueblo, y la Unidad 6, Microunidad 1; allí donde in-
terviene un narrador claramente extradiegético. De cualquier manera, se trata de
14. Cf. “LA HERMANA” - Tabla de lectura, en esta edición. El capítulo está divido en 16 Unidades
y cada una de éstas a su vez en un total de 58 Microunidades. De ahora en adelante U = Unidad; Mu
= Microunidad, cada una con numeración progresiva. Se sugiere tener presente la Tabla de lectura
compilada para la escritura de este ensayo, paginada después de este capítulo.
15. Cf. pp. CIV y 523.
16. Cf. Genealogía de La casa grande, pp. CIV-CVI.
Fabio Rodríguez Amaya 223
una instancia narradora que alude y deja entrever, y nunca explicita ni sabe más
que ella misma o que los otros protagonistas.
El discurso de la narración está dirigido a la hermana en jefe, en forma de
amonestación-reproche. Se refiere también, y por igual medida, a situaciones que
conciernen directamente a todos los actores y eventos de la novela en los ámbitos
Personal, Familiar y Privado. Y, en forma oblicua, a los habitantes del Pueblo y
los huelguistas de la Zona. Esta hermana en jefe es símbolo de la continuidad del
Poder del Padre, y del capítulo se infiere un retrato suyo bastante completo. Por
su cuenta, la Hermana es también figura protagonista, razón por la cual la historia
y la escritura devienen mucho más laberínticas e intrincadas.
Desde el recuerdo, una voz que alterna la primera y la segunda persona singu-
lar y plural narra tanto al lector como a los protagonistas en planos simultáneos
y paralelos. En el primero da la visión sobre la Hermana, y en el segundo, sobre
los eventos de la Huelga en estrecha relación con la vida en la Casa Grande. El
relato está narrado en y desde diferentes tiempos, con predominio de un presente
distante 18 años del tiempo presente de la narración –que en la Unidad 14, Mi-
crounidad 2 se convierten en 18 años y 9 meses-. En este lapso cobran cuerpo
los eventos centrales de la novela. El tiempo presente dominante es el mismo del
capítulo “los soldados” y trata hechos precedentes a la masacre.
En la composición de lugar de la novela, las voces femeninas evocan y cum-
plen la función del coro de la tragedia griega y del teatro lorquiano, dos realida-
des literarias muy cercanas a Cepeda Samudio.17 A la vez determinan el nervioso
cambio del punto de vista, de exquisito gusto dramatúrgico y cinematográfico.18
A través de un largo flash-back en ocho tiempos entreverados el lector se entera,
entre otras muchas cosas, de que:
1. la hija mayor de la Hermana ha quedado encinta de un desconocido como
su madre 18 años (más nueve meses) atrás;
17. Cf. Gabriel Saad, “La casa grande: una relación innominada”, pp. 489-516 de esta edición, con
el cual hay una total coincidencia. Los ecos lorquianos son un terreno aún por explorar, aunque hay
una aproximación de Elena Bastasi en su tesis de licenciatura de la Universidad de Venecia y en un
breve ensayo. (Cf. Bibliografía).
18. Lo del cine recurre siempre en la obra de Cepeda y en lo que de él se dice o se cuenta: “Ál-
varo Cepeda Samudio era […] un cuentista de los buenos cuando bien tenía la voluntad de sentarse
a escribirlos; crítico magistral de cine, y sin duda el más culto, y promotor de polémicas atrevidas […]
Álvaro había iniciado entonces un tema que los otros no le discutían jamás: el cine. Para mí fue un
hallazgo providencial, porque siempre había tenido el cine como un arte subsidiario que se alimentaba
más del teatro que de la novela. Álvaro, por el contrario, lo veía en cierto modo como yo veía la música:
un arte útil para todas las otras […] Cuando Álvaro regresó [de Nueva York] lo que nos levantó los
ánimos fue que trajo más alborotado que antes el sarampión del periodismo, el cine y la literatura […]
me dio un curso completo a base de gritos y ron blanco hasta el amanecer en las mesas de las peores
cantinas, para enseñarme a golpes lo que le habían enseñado de cine en los Estados Unidos, y amane-
cíamos soñando despiertos con hacerlo en Colombia.”, Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, op.
cit, pp. 120, 130 y 448 respectivamente.
224 Lecturas inéditas
2. el Padre castiga con violencia extrema a una de sus hijas (La Hermana),
rompiéndole la cara con una hebilla de la espuela de una de sus botas. Herida
que sangra, se seca y le deja una cicatriz perenne;
3. el castigo se debe a que esta hija pierde la virginidad, pues se sirve del (es-
pacio)cuerpo para expresar la rebelión;
4. dieciocho años antes, en la misma mañana de lo narrado en “sábado”, el
ejército abre fuego a mansalva contra los huelguistas en la estación de Ciénaga,
como castigo por la protesta;
5. ahí se concentran los hechos principales de la Masacre de las bananeras,
pero la represión se extiende a toda la Zona y se prolonga en el tiempo;
6. este hecho se debe a un gesto de abierta rebelión contra el poder omnipo-
tente del Padre en el espacio Privado de la Casa grande, y contra el poder de la
Compañía en el espacio Público;
7. ella deviene símbolo (en lo Privado) de la rebelión colectiva, la huelga (en
lo Público);
8. a pesar de la violencia y la sangre, la reacción de la hija castigada es segura
e implacable
9. el Hermano, que se ha unido a los huelguistas, regresa a la casa grande al
ser informado del castigo del cual ha sido víctima la Hermana y pasa la noche con
ella, concretando el incesto
[…] acostado con los ojos fijados a las vigas del techo, cuidadosamente tirado
al lado del cuerpo abierto y dócil de la Hermana que se estremecía de pronto
en un sollozo seco, evitado. (U 6, Mu1, p. 146).
10. el Hermano no imagina que “no volvería a la casa”; los hijos de la Hermana
(la tercera generación) han sido llevados por el Hermano a la casa grande para ser
educados por la hermana en jefe a quien le sacan los ojos metafórica y realmente;
11. ésta gobierna como continuidad del Poder del Padre.
Un día debieron mirarse y en ese momento debieron pensar: Soy igual a él, no
podrá dominarme, entre los dos manejaremos esta casa, y cuando él ya no esté
la manejaré yo sola; y él: Aquí está toda mi sangre, es como yo, ella tomará mi
puesto, en ella puedo confiar. (U9, Mu2, p. 151).
1. la voz narradora (una hermana) identifica el sonido del pito como una mar-
ca temporal decisiva:
El sonido del pito desacostumbrado se nos metió en los oídos y nos cortó la
procesión de imágenes que zumbaban alrededor de las apretujadas palabras de
Carmen. […] Sólo tú, y ahora la Hermana, sabían que ese tren era el comienzo
de un horario, no nuevo, extraño pero no nuevo (p. 145).
2. La Hermana es quien “lo supo la primera”, pues:
20. La madre, uno de los arquetipos propuesto por Jung, Los arquetipos y lo inconsciente colectivo
(OC, vol. IX), Madrid, Editorial Trotta, 2002.
21. Este es uno de los varios aspectos que hacen evocar y sugieren un estudio comparativo y con-
trastivo con Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, incluso por la coincidencia de la cercanía temporal,
temática y técnica que une a sus autores, pertenecientes ambos a una misma promoción de escritores.
226 Lecturas inéditas
que lo supo la primera: mucho antes que el Padre: mucho antes que tú (p.
145).
Perdimos los puntos de referencia para medir el tiempo que debía transcurrir
entre el acostarnos y el levantarnos. La rutina regular y perfecta de los días que
no eran domingo quedó rota, desordenada, como si alguien hubiera manoteado
metódicamente. (“la hermana”, p. 145)
Y el Hermano, de niño:
Yo iba a preguntar qué era eso, pero el pitazo impaciente del tren detuvo las
palabras y ya no oí más sino la voz dura del Padre que me llamaba desde la
puerta (“el hermano”, p. 247).
Entonces se oyó el pitazo: corto, agudo, frío: como un cuchillo, como una señal.
(los soldados, p. 129)
22. Asumido en el ideario y realizado en la praxis del grupo de Barranquilla como evoca Gabriel
García Márquez en Vivir para contarla, op. cit, y el mismo Cepeda en su importante artículo-ensayo
Fabio Rodríguez Amaya 227
…no por la hermana mayor que sintió el nacimiento de cada uno de los hijos
como una muerte renovada a pesar suyo muy a menudo (p. 236).
Qué vas a hacer ahora? No te has movido. Parece que ni siquiera los hubieras
mirado. Pero es cierto: con qué ojos ibas a mirarlos. Se acercaron a ti y te lo han
dicho. Te han dicho lo que todos sabíamos, lo que todos esperábamos porque
sabíamos que tenía que suceder con ella también. Lo que el hermano debió
saber primero que nadie: ahora también porque es el que está más cerca de
ellos (U1, Mu1, p. 136).
sión de rebeldía contra la sucesora del Padre (la hermana tirana) a quien los tres
jóvenes le sacan metafórica y realmente los ojos.
Microunidad 1. La tirana está ciega, la hija mayor de la Hermana repite lo
hecho por su madre 18 años y nueve meses antes. El Hermano no está enterado.
Comienza con la pregunta: Qué vas a hacer ahora?
Microunidad 2. Comienza con la pregunta: Qué vas a hace ahora? Se le repro-
cha que esta vez tampoco hablará. La mayor, que más la odia pues más recuerda,
lo ha dicho con orgullo. Es la segunda derrota para la hermana en jefe.
Microunidad 3. Lo ha dicho como su madre (la Hermana) diez y ocho años
antes al Padre cuando éste le rompe la cara con la hebilla de la espuela. La tirana
ya sabía. La Madre es derrotada.
Microunidad 4. La Madre queda estática (comenzar/terminar/comenzar)
Microunidad 5. La Madre cae en un estado de ausencia, resignación y pasivi-
dad.
Microunidad 6. El Padre golpea a la Hermana por segunda vez “había tam-
bién sangre del Padre humedeciendo el barro seco y ya rojo que cubría las correas”
Qué vas a hacer ahora que se ha acercado a ti y con palabras agudas y seguras
como picos te ha vaciado las órbitas? (p. 153)
En lo Público:
Individual: 1. del Hermano, quien al regreso a Ciénaga, después de culminar
sus estudios en Bruselas, por odio, se alía con la Hermana al tomar partido por los
jornaleros e integrarse en la huelga contra los plantadores (el Padre), la United
Fruit Co. y las autoridades.
232 Lecturas inéditas
Como en el cuento “Hay que buscar a Regina”, donde los viejos Hernández
han logrado encontrar a la chica, Regina, y venderla a ese ricacho que paga por
ella y la convierte en dispensadora de sexo. En la novela es el Padre el propietario
de La Gabriela y está con ella en los momentos que preceden su muerte. Todo
incide en la economía del relato y para ello Cepeda hace una cita intratextual con
la cual hila la novela con el primer libro de cuentos Todos estábamos a la espera y a
la vez reenvía a Los cuentos de Juana.
“el pueblo”
Alrededor de la iglesia viven los dueños de las fincas: tres familias que han
casado a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, entre sí. (p. 188)
Volvió la vista a los hombres borrados por la oscuridad: apenas unos mancho-
nes grises que se incendiaban de pronto detrás de la brasa momentánea de un
tabaco. (p. 213)
Por fuera [las casas] el salitre las destruye lenta y seguramente, pero dentro
el aburrimiento de las mujeres que sienten pasar el tiempo sobre sus cuerpos
desaprovechados (p. 188)
27. La Zona resulta comprensible para un lector colombiano por ser patrimonio del imaginario
colectivo. No así para un lector desprevenido, pues suele llamarse también la Zona al barrio de tole-
rancia.
234 Lecturas inéditas
y las casas (en general) –más lo que está del lado de allá de la carrilera– aparece
esfumado, transitorio y provisional:
Aunque están llenas de mujeres no son casas alegres: porque las mujeres deben
bailar toda la noche nunca tienen tiempo de adornar las casas ni de sembrar
una mata. Y como casi nunca se demoran mucho en el pueblo, las casas siempre
parecen deshabitadas. (p. 187)
28. Aunque era un escritor oficialista y de régimen, fue reconocido por el grupo de Barranquilla
por sus cualidades como narrador y su cuento “La Tempestad” apareció publicado en Crónica, n° 19,
el 19 de agosto de 1950.
Fabio Rodríguez Amaya 235
29. Germán Vargas, “Palabras sobre Óscar Echeverry Mejía”, El Heraldo, Barranquilla, 18 de Oc-
tubre de 1947, p. 9.
30. Título de la novela de Eduardo Caballero Calderón (1979), consagrado escritor oficialista,
también en cuanto latifundista y representante de la oligarquía boyacense.
31. Ante todo por no ser un lugar de fundación como los mencionados.
236 Lecturas inéditas
crecer los charcos y los charcos se secarán “y tanto odio y tanto rencor y tanta
sangre ¿para qué?”, como se pregunta el Hermano, actor pasivo en lo Público y en
lo Privado de la rebelión. “Va a ser necesario acaso recomenzar?”, concluye.
Posiblemente sí, pues la mayor ausente de esta geografía desnaturalizada (y
gobernada lingüísticamente por la sinestesia) es la redención: para ricos y po-
bres, expoliados y haraganes, prisioneros todos de sus propias convenciones y
238 Lecturas inéditas
mentiras. Esas convenciones y mentiras que el esteta condena, al igual que abo-
rrece la endogamia y el legitimismo afincado en la tradición colonial parasitaria
hispano-borbónica de los ricos propietarios de las fincas, los miembros del alma
anquilosada de esas únicas “tres familias que han casado a sus hijos, y a los hijos
de sus hijos, entre sí”. Generación tras generación, en esta clase social que se
auto-perpetúa, la vida “se detiene y se aquieta” y “las casonas grandes […] se van
quedando más solas”, en este Pueblo, sin luna-park y sin colinas verdes, sin dioses
ni bufones pero con vitrolas y prostíbulos, soledades y miserias. Pues es este el
Pueblo donde a cada muerte “surge un odio nuevo”.
La Casa, el Pueblo y la Zona se yerguen en La casa grande como símbolos de
lo que en la realidad sería el espacio sin tiempo en que se querría erigir no sólo
una “república bananera”, sino la geografía amañada y ficticia del fraude, de la
corrupción, de la violencia y del olvido. Cepeda Samudio invierte los códigos para
transformarlo en el topos de la memoria viva. Quizás el único espacio entrañable
resulte ser el “Patio de los caimitos”, en la infancia de los dos hermanos. Se señala,
pues testimonia otra contigüidad con Rulfo allí donde los espacios de la infancia
y los ámbitos del recuerdo en uno y otro autor cobran importancia por su lozanía
y calidez.
32. Jorge Luis Borges, “El Aleph”, Antologia personal, Buenos Aires, Sur, 1961; “La esfera de Pas-
cal”, Nueva antología personal, Buenos Aires, Emecé, 1968
33. Álvaro Cepeda Samudio, “Cinco preguntas sobre literatura y sus respuestas”, en: Antología,
op. cit., p. 161.
Fabio Rodríguez Amaya 239
Las primeras casas comienzan de aquel lado de los rieles, sobre los playones
resecos y cubiertos de una transparente pelusa de sal.
Son casas de madera con techos oxidados y rotos por donde se mete la lluvia y
una que otra luz cuando hay luna.
Hasta llegar al plano detalle (con detalles narrativos del cuento) narrados en diver-
sas tomas determinadas por el punto de vista, a saber,
- objetual
- subjetivo
- indirecto
- voyeur
- subjetivo
- voyeur
- subjetivo
240 Lecturas inéditas
y se sientan a esperar.
- objetual
Cualquier tarde recogen las cosas que se han ido desparramando por el cuarto,
- objetual-subjetivo
compran una bolsa nueva y se van: [un poco más cansadas, pero sin saberlo.]
Los jornaleros se tiran de los carros abiertos y de los techos de los vagones
el puerto
(cámara en grúa o helicóptero que planea, picado, contra picado y cierre).
Fabio Rodríguez Amaya 241
Esto lo había escrito el joven Álvaro Cepeda en 1953, en los tiempos que tra-
bajaba con García Márquez en el periódico El Nacional de Barranquilla. En los
mismos tiempos raros e inolvidables en que ambos ya hacia días, meses y años
habían iniciado sus respectivas obras periodísticas y literarias. Ambos tenaz-
mente indagando, por separado o conjuntamente, sobre los lugares privados
que el destino y sus respectivas y acosadoras y muchas veces cruzadas obsesio-
nes particulares les habían trazado: el joven García Márquez por los lados de
Aracataca y el Valle de Upar, Cepeda en Barranquilla y Ciénaga. Al igual que
Aracataca (y Sucre) para García Márquez, y Barranquilla para ambos, Ciénaga
era, además de Nueva York, “el Macondo” personal de Cepeda.35
Tal y como sucede en esas páginas magistrales del capítulo “el padre”, Cepeda
Samudio aplica todos los recursos del lenguaje cinematográfico y los transforma
en palabra. A ello se suma la distante objetividad del mejor cronista-periodista:
La muchacha se ha dado vuelta y mira al Padre, por primera vez de frente y con
la cabeza erguida. El Padre está ya de pies y camina hacia la cama quitándose la
camisa gruesa de kaki. (p. 165)
34. “Ciénaga”, Séptimo Círculo, El Nacional, s. f. [1953], en: Álvaro Cepeda Samudio, En el margen
de la ruta, op. cit., pp. 485-486.
35. Eligio García Márquez, Tras las claves de Melquíades, op. cit.
242 Lecturas inéditas
Marcharon sobre las mismas calles, con la vista fija sobre la nuca del que mar-
chaba enfrente, sin mirar a los lados los huecos de las puertas y de las ventanas
abiertas. (p. 131)
El Poder
(Ver Apéndice 1, p. XXX)
36. “–El Hermano no decidió nada como no decidiremos nosotros; cuando volvió de Bruselas y
244 Lecturas inéditas
–No oíste lo que dijo el teniente: no quieren trabajar, se fueron de las fincas y
están saqueando los pueblos.
–Es una huelga.
–Sí, pero no tienen derecho. También quieren que les aumenten los jornales.
–Están en huelga. (p. 104)
sieck, 1988.
40. La inacción, que no significa parálisis, y la realización de obras de ingenio se llevan a cabo
en el tiempo que dejan libre las actividades destinadas a la sobrevivencia. Por otra parte, los espacios
“muertos”, dedicados a actividades recreativas y de reposo físico y mental, integraban la totalidad de
las actividades del príncipe o jefe y de las clases dominantes. Estos se dedicaban preferentemente a
actividades teatrales, deportivas y políticas.
41. Son muchos los autores que en tiempos más recientes han dedicado estudios al ocio, entre
ellos: R. L. Stevenson, Apology for Idlers, 1887; Bertrand Russell, In Praise of Idleness, 1935; Paul Lafar-
gue, Le droit à la paresse, 1883 ; Tom Hodgkinson, How to be idle, 2005; How to be free, 2006 y, además,
dirige en Londres la revista The Idler (El ocioso); Jerome K. Jerome, The Idle Thoughts of an Idle Fellow,
1886; Three Men in a Boat (To Say Nothing of the Dog!), 1889; Three Men on the Bummel, 1900; y el
divertido y denso de Federico Zucchelli, Viva l’ozio abbasso il negozio. L’ozio è il padre degli sfizi, 2006.
42. Como los postulan los filósofos Toni Negri (Italia) y Michael Hardt (Estados Unidos) en Il
lavoro di Dioniso: per la critica dello Stato postmoderno, Roma, Manifestolibri, 1995.
246 Lecturas inéditas
–Usted no puede irse; no puede irse ahora con esta situación tan difícil.
–Yo terminé mi labor.
–Usted no puede irse.
–Yo terminé ya: lo demás es cosa de ellos.
–Ellos ya no cuentan; ahora tenemos que proteger al pueblo. Ellos dieron la
plata porque querían acabar con los comisariatos: usted lo sabe perfectamente.
–Sí, pero no es cosa mía.
–Claro que es cosa nuestra. Nosotros metimos al pueblo en esto. A ellos so-
lamente les interesa quitarse la competencia de los comisariatos de encima.
(pp. 202-203)
43. El cambio del día y la dislocación semántica constituyen el único recurso técnico-poético
que cumple la función de acentuar la ambigüedad semántica y narrativa , además de sugerir que la
represión se prolonga en La Zona.
44. Difícil sintetizar conceptos tan intricados, vinculados al conocimiento como doctrina y como
ciencia, desde Aristóteles y Platón hasta Benjamin, Foucault y Chomsky, pasando por Tomás de Aqui-
Fabio Rodríguez Amaya 247
Si hubiéramos ido a un colegio tal vez habríamos tenido una niñez alegre. Pero
cuando la Madre insinuó, no lo dijo, ni siquiera dejó saber que lo deseaba, que
deberíamos ser enviadas a la escuela, el Padre bajó un poco el periódico para
que le pudiéramos ver los ojos y dijo: Lo que tengan que aprender lo apren-
derán aquí. Y al día siguiente comenzó el diario y aburrido aprendizaje de las
letras, los números y los lugares. (pp. 147-148)
A tal punto llegaba la restricción que, así como los hijos de cierta burguesía
viajaban a París, Londres o Nueva York, a los hijos de plantadores ricos de la Zona
los enviaban jóvenes a estudiar (o a divertirse) en Bruselas, donde las compañías
navieras, monopolizadas por la Compañía (como la tierra, el dispensario, el tren,
el estanco, el agua y los demás servicios de utilidad colectiva), fletaban los carga-
mentos de banano.
Hacía veinte días el Padre había dicho al sentarse a comer: “Ya tiene cupo en
el colegio”. Y enseguida, sin esperar que la Madre terminara de decir: “Pero si
todavía es muy pequeño: apenas cumplió los doce años”: como si no la hubiera
oído: “Irá en el barco del próximo corte. Hay que alistarlo”. (p. 246)
no, Galileo y Kant. En esta breve lectura sólo se establecen las categorías aplicadas a quienes ejercen
el Poder y quienes lo acatan.
45. En Colombia recién el 22 de septiembre de 1867, mediante la Ley 66 expedida por el Con-
greso, se funda oficialmente la Universidad pública. En aquel año la Universidad constaba de seis
facultades: Derecho, Medicina, Ciencias Naturales, Ingeniería, Artes y Oficios, Literatura y Filosofía.
Se añadieron luego el Observatorio Astronómico, el Museo Nacional, el Laboratorio Químico Nacio-
nal, la Biblioteca Nacional, el Hospital de la Caridad y el Hospital Militar. Recién en 1930, durante el
gobierno de López Pumarejo de la Revolución en Marcha, se efectúa una reforma definitiva que hace
de la Universidad Nacional de Colombia la institución educativa superior más rigurosa e importante
del país.
248 Lecturas inéditas
46. En los años 1960 el analfabetismo alcanzaba el 42%. Esto, sin tener en cuenta que alfabetizar,
es decir enseñar a leer y a escribir, no resuelve la cuestión de la instrucción (mucho menos del Saber),
si lo que se da para leer es lo que decide el Establishment civil, militar y religioso. Es sabido de todos
el control total de los medios de información de masas, del éter y de las telecomunicaciones, no por
casualidad definidos como el “cuarto” poder. Para no alejarse en el tiempo Cf. Carta constitucional de
Colombia de 1991. Sobre la educación Cf.: María Teresa Ramírez G., Juana Patricia Téllez C., La educa-
ción primaria y secundaria en Colombia en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República/Gerencia Técnica,
2006, www.banrep.gov.co/docum/ftp/borra379.pdf. Andrés Fernández-Rodrigo Martínez, Impacto so-
cial y económico del analfabetismo: modelo de análisis y estudio piloto, Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), unesco, 2010, http://www.cepal.org/publicaciones/xml/5/37895/dp-
impacto-social-economico-analfabetismo.pdf
Fabio Rodríguez Amaya 249
–Si alguna vez fuimos alegres ya no lo recuerdo; y ahora sé que ya nunca se-
remos alegres.
–Cállense. Cállense. Acaso no es suficiente? Le hemos sacado los ojos. Cuándo
va a ser suficiente?
–Nunca va a ser suficiente; ni la muerte será ya suficiente; como no lo fue para
el Padre; como no lo fue para la madre. (p. 252)
Esa noche el caballo del Hermano entró resoplando casi hasta el corredor. Y
allí se quedó toda la noche, resoplando. La casa estaba quieta y oscura. (“la
hermana”, p. 141)
47. Hay una contigüidad muy significativa en la literatura colombiana de la que ni Cepeda ni los
otros son ajenos. La casa grande es de 1962, La Mansión de Araucaíma de Álvaro Mutis es de 1963
y Cien años de soledad es de 1967, aunque el proyecto de “La casa” remonta a 1948, y a los primeros
encuentros del grupo de Barranquilla en El Hapy. Tres grandes narraciones, tres casas, tres interpreta-
ciones literarias del poder. Y no porque los tres autores sean amigos desde la juventud, como quiere
cierta crítica.
250 Lecturas inéditas
–En esa casa de la esquina, frente a la que dice hotel. (p. 117)
…la plaza ancha y la iglesia, las casas y las calles se van agrandando y la vida se
detiene y se aquieta. (p. 188)
Estas casas que rodean la plaza y la iglesia del pueblo, parece que siempre hu-
bieran sido viejas. Por fuera el salitre las destruye lenta y seguramente, (p. 188)
Nada resulta más presente ni más lejano de los habitantes que el Palacio (la
Casa Grande) y la Catedral (la Iglesia), contiguas a la Plaza de Armas. Esta ha
dejado de ser el lugar de encuentro e intercambio para convertirse en el sitio de
la protesta y la manifestación, mientras:
Ciénaga, donde cada casa tiene su albino y su cuarto tapiado del que se oyen
gritos, risas desaforadas, quejidos, ruidos extraños…”.49
48. Respectivamente: Gabriel García Márquez, “Liminar”, p. XIX; Jacques Gilard y Fabio Rodríguez
Amaya, “Notas para una biografía”, p. 369.
49. Álvaro Cepeda Samudio, Los cuentos de Juana, p. 296.
50. Cf. Jacques Gilard, “El debate identitario en la Colombia de los años 1940-1950”, en: Fabio
Rodríguez Amaya (editor), Plumas y pinceles I. La experiencia artística y literaria del grupo de Barran-
quilla en el Caribe colombiano al promediar del siglo XX, Bérgamo, Bergamo University Press/Sestante
Edizioni, 2009, pp. 45-58.
51. Se usa la palabra testimonio como la conceptualiza Jorge Zalamea en “Arte puro, arte compro-
metido, arte testimonial”. Cf. nota 23.
Fabio Rodríguez Amaya 253
logo de atrocidades, y mucho menos un panfleto, como solían hacer los escritores
contemporáneos suyos.52
Sólo aclarando este punto sería posible realizar una lectura más objetiva de
una novela tan subjetiva y poética como La casa grande. El ideario de Cepeda
Samudio es claro, como deja constancia en Los cuentos de Juana: “– Y qué es la
literatura sino la gran historia del mundo bien contada?”. No se trata, pues, de
un arbitrio lector o crítico, sino de la constatación de que el único que marca las
pautas es el texto literario, y en éste su autor privilegia la constante interacción
entre dichos componentes. En el centro, la familia, y en sus flancos, izquierdo, el
individuo y, derecho, la sociedad:
52. Entre los mayores sólo él y García Márquez han sido cronistas-poetas de la Masacre; entre los
de ahora, con tratamientos diferentes, prácticamente evocativos, Ramón Illán Bacca y Clinton Ramírez.
53. En el sentido estricto y original del ἀρχέτυπος, reconocible en Colombia y, por supuesto, en
muchas otras sociedades en condiciones similares a las del país latinoamericano.
54. “A pesar de su vida desordenada, todo el grupo trataba de hacer algo perdurable, a instancias
del sabio catalán”, Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.
254 Lecturas inéditas
56. Los individuos viven por su cuenta, separados, en relaciones de tensión, y cualquier tentativa
de penetrar la esfera privada se considera como un acto hostil y agresivo. La relación societaria típica
se basa en el intercambio de mercado que implica competencia y lucro. La ganancia de unos es pérdi-
da para los otros, ya sea en las relaciones interpersonales o en aquellas entre individuos e instituciones
de gobierno, control o mando. Esto coloca al sociólogo alemán en abierta posición crítica contra el
positivismo, tan a la orden del día en las instituciones republicanas de principios del siglo xx, y contra
Nietzche y el irracionalismo.
Comunidad Sociedad
Antigua Reciente
Convivencia duradera Convivencia pasajera
Convivencia genuina
Convivencia aparente
(confidencial, íntima,
(pública)
exclusiva)
Cf. Daniel Álvaro, “Los conceptos de comunidad y sociedad de Ferdinand Tönnies”, Papeles del CEIC,
n° 52, marzo de 2010.
57. No se debe olvidar cuán decisiva ha sido para Cepeda Samudio la vida en Ciénaga de 1933
a 1936. En 1933, a la edad de 6 años, se instala allí con sus padres, y su madre abre un hotel para
Fabio Rodríguez Amaya 255
viajantes. Es allí donde inicia los estudios primarios, donde escribe su primer relato, “Los pájaros”,
y donde crece con la simpatía, la amistad y el cuidado de adultos y ancianos de quienes aprende
historias, leyendas, cantos y música popular de la región que alterna con las lecturas de la biblioteca
familiar. Ciénaga y la amplia región circundante es fundamental en la construcción del imaginario de
Cepeda, como se deduce de una lectura atenta de su trabajo periodístico y de su obra narrativa. Ha
sido un sitio de mucha relevancia ya desde época precolombina, pues el litoral cienaguero y la Ciéna-
ga Grande fue lugar de habitación originaria de los indios Chimilas y más tarde de los Tayronas. La
historia quiere que haya sido territorio transitado -por orden del tan comentado Pedrarias Dávila- por
Fernández de Enciso en 1518 y fundada por Rodrigo de Bastidas en 1521. Las reservas naturales y
el patrimonio cultural de la región son de capital importancia para el país en su conjunto. Cf. Alfonso
Fuenmayor, nota en las aletas de la primera edición de Álvaro Cepeda Samudio, Todos estábamos a la
espera, Barranquilla, Ediciones “Librería Mundo”, Rondón Hermanos/Ediciones “Arte”, 1954, 73 p.
58. Macedonio y Borges teorizan sobre la abolición del personaje. Lo llevan a la práctica por
caminos paralelos: Borges escoge la vía “fácil” de limitarse al cuento rechazando la idea de escribir
novela; Macedonio lo realiza en profundidad en Museo de la Novela de la Eterna, de la que publica en
vida una versión parcial (Una novela que comienza, 1940) y sólo post-mortem su hijo Adolfo de Obieta la
publica con Corregidor en Buenos Aires en 1967; a esta siguen, en 1983, (edición de César Fernández
Moreno) con Ayacucho en Caracas y finalmente, en 1996, la excelente versión ampliada y definitiva,
con la edición crítica Archivos, realizada por Obieta con la estudiosa argentina Ana Camblong. La
operación literaria en Museo… consiste en la destrucción de los cánones novelísticos tradicionales, así
como la tentativa –lograda– de anulación del autor y los personajes, y la definición del lector como
individuo autónomo que se convierte en coautor de la obra. Y además, ser expresamente declarada
por el autor –años luz antes del enunciado de Umberto Eco– “primera obra abierta de la literatura”.
256 Lecturas inéditas
Primero el Padre, que irrumpió en mi vida como una fuerza maligna e implaca-
ble, destrozando de pronto el delicado arreglo de la adolescencia […] el Padre
para quien las preguntas eran una afrenta a sus decisiones indiscutibles, todo-
poderosas, estableció con su sola existencia la imposibilidad de las preguntas.
[…] Después la soledad alucinada de los años en el colegio lejano […] Y por
último, todas las preguntas que no pudieron hacerse cuando la poca y miserable
vida de los jornaleros les fue arrebatada a tiros en las estaciones, a lo largo de
las vías del ferrocarril… (pp. 242-243).
La genealogía
Fabio Rodríguez Amaya 257
El esquema sirve para evidenciar algo que hasta hoy no ha sido visto por la crí-
tica: la 2ª generación la componen un único varón (el Hijo) y un número impreci-
sado de hijas mujeres –no sólo tres– como queda abierto por la ambigüedad del
texto; de ellas, la única en tener descendencia es la Hermana. Las figuras centrales
y fundacionales, en régimen patriarcal, son el Padre y la Madre, únicos exponentes
de la 1ª generación. La Madre, que no debe confundirse con la madre del último
capítulo, es una figura femenina pasiva y estática, sumisa y dependiente de la que
los únicos datos explícitos en toda la novela son “ni siquiera [dejó] saber que lo
deseaba”, tiene “ojos opacos” y un “llanto inexperto” (pp. 145, 147, 155). Una
frase sintetiza su condición: derrotada por las circunstancias, por la violencia de
la que es espectadora pasiva y por la actitud del Padre: “la Madre se convirtió en
una de nosotras: no en una persona aparte, de una función perfectamente defini-
da como la del Padre, sino en una de nosotras” (p. 148), pues la Hermana es la
hija menor, la rebelde, que por serlo recibe del Padre el castigo físico (la herida)
y moral (la expulsión punitiva y el exilio de la Casa Grande).
El Padre representa la figura masculina activa y dinámica. Es el pater familias
en el sentido que le asigna la tradición antropológica y cultural de la institución
familiar. En la novela se encuentra en cercanía de la muerte, cuando tiene 60 años,
y algunos de sus rasgos se extraen del texto: baja estatura, espaldas anchas, nuca
abultada, pecho poderoso, cintura delgada, piernas ligeramente encorvadas, voz
áspera, autoritaria, hecha de dar órdenes siempre:
59. Cepeda, consciente de lo hecho, dedicó muchas energías al cine como “nuevo arte del futuro”.
Este capítulo, como el de las escrituras dramatúrgica y cinematográfica, será necesario estudiarlo en
profundidad.
258 Lecturas inéditas
y social?; ¿o era hijo de pudientes y por imposición de sus padres casó con la
hija de uno de las otras casas grandes para mantener el buen nombre y hacer
una fusión de intereses? Por contraste, sí se sabe que el Padre es el amo que no
ama , el padre-patrón absoluto de la Casa Grande, el propietario de La Gabrie-
la.60
Regina es la amante joven que el Padre ha comprado siguiendo una tradición
regional:
…la Regina de “Hay que buscar a Regina” está bajo la amenaza de que su padre
la venda a un hombre rico que, se supone (por ser una práctica de la sociedad
costeña), hará de ella su concubina. En la novela, hay una muchacha llamada
Regina que es la concubina, comprada, de un hombre rico. El cuento, modelo
de cuento, tiene una plena autonomía, pero al menos su anécdota habría podi-
do suministrar bajo otra forma un capítulo de La casa grande.61
60. “La Gabriela” en los mapas y en el catastro está ubicada en los límites del nordeste del Muni-
cipio de Sevilla, al norte del río del Sevilla, a mitad de camino entre Ciénaga y Aracataca, en el costado
occidental de la carretera naciaonl n° 45. Limita con las haciendas Marcona y Macondo.
61. J. Gilard, “Prólogo” a Todos estábamos a la espera (edición crítica). Cf. esta edición.
Fabio Rodríguez Amaya 259
Al final, ella se anula, y no solo se la cosifica, sino que se llega al extremo de rei-
ficarla.62 Tampoco tiene voz en capítulo en la elección de sus derechos sexuales,
viven en un encierro de delirio entre los muros de la casa grande, recluidas, so-
litarias y marchitando, como en los dramas de Lorca, imposibilitadas de elegir si
tener hijos o no y en qué momento de su vida; tampoco en la elección del novio
o el marido:
lo aceptó como tenía que aceptar todo: porque era un hecho. Un hecho en el
cual ella no había tenido intervención alguna. Como no la tuvo, para principiar,
en el hecho de escoger un esposo. Se le dijo simplemente: éste será tu novio:
y luego: éste será tu marido. Sin explicarle nada más. Ni qué era un novio ni
cómo se convertía en un marido. Y en la mañana, sin haber podido dormir,
maltratada y temerosa de mirarse las piernas húmedas, todavía desconcertada y
ya sin esperanzas de llegar a entender (pp. 151-152).
62. En el sentido que le asigna Carlos Castilla del Pino en Cuatro ensayos sobre la Mujer, Madrid,
1971.
260 Lecturas inéditas
El Padre supo que podría contar contigo para reconstruir y perpetuar lo que
había quedado roto, deshecho, acabado. Lo que no pudo resistir cuando sopló
un viento fuerte y acre y podrido y extranjero –que no resistió porque no esta-
ba construido sobre valores perfectamente establecidos sino sobre tradiciones
débiles y cansadas– había que reconstruirlo. Reconstruirlo tercamente sobre
los mismos carcomidos cimientos que habían cedido ya una vez, porque o era
muy tarde para cambiarlos o no se conocían ni querían buscarse otros (p. 150).
63. Este es uno de los muchos puntos de contacto con Pedro Páramo de Juan Rulfo.
64. Del que sigue siendo insuperado el planteamiento del libro de Friedrich Engels: El origen de
Fabio Rodríguez Amaya 261
la familia, la propiedad privada y el Estado: a la luz de las investigaciones de Lewis H. Morgan (1884).
65. El insuperable tratado de Paul Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, An essay on the Ame-
rican economic and social order, New York, Monthly Review Press, 1966.
66. Para no retroceder tanto en el tiempo, es ejemplar un político-literato como el conservador
Belisario Betancur, presidente del cuadrienio 1982-1986, quien además de haber sido el único par-
lamentario en sostener al fascista Laureano Gómez promotor de la violencia desde 1946 fue, en esa
línea ideológica, el mandante del genocidio del Palacio de Justicia. Sigue siendo Dux incontestable del
engendro capaz de su genialidad oximórica –el Socialismo Conservador– y de la cultura de régimen.
262 Lecturas inéditas
De su invención fueron eventos y prebendas para artistas y escritores, intelectuales y pintores de las
Tardes de Palacio (presidencial), como lo impuso desde el solio del poder.
67. Respectivamente pp. 150, 144 y 193.
68. Cf. en esta edición los trabajos de Jaques Gilard (“Literatura de las bananeras”).
Fabio Rodríguez Amaya 263
69. Cf. Erminio Corti, “Formas y representaciones de la violencia en La casa grande”, en esta edi-
ción digital.
70. Cf. Gabriel García Márquez, “La literatura colombiana: un fraude a la nación”, Acción Liberal,
2a época, n° 2, Bogotá, octubre 9 de 1959, pp. 44-47, ahora en: De Europa y América. Obra periodística
3 (1955-1960), Barcelona, Mondadori, 1992, p. 666.
71. El mismo año de La casa grande, Rojas Herazo publica Respirando el verano, Zapata Olivella,
En Chimá nace un santo, García Márquez, La mala hora (Premio Nacional de Novela Esso, 1961) y Los
funerales de la Mamá grande. Éste último considerado con Todos estábamos… de Cepeda los dos libros
de cuentos más importantes de la literatura colombiana En Latinoamérica es el año en que se publi-
can: Carpentier: El siglo de las Luces; Fuentes: La muerte de Artemio Cruz; Castellanos: Oficio de tinieblas;
Parra: Versos de salón; Cortázar: Historia de cronopios y de famas; Onetti: El infierno tan temido; Sábato: El
escritor y sus fantasmas; Verissimo: O arquipélago; Guimarães Rosa: Primeiras estórias.
72. Las otras dos son: la Guerra de los Mil días, que habiendo comenzado en 1899 concluye en
1902 y conduce a la separación de Panamá en 1903, y el “Bogotazo” del 9 de abril de 1948.
73. Lo afirma en el diálogo (imaginado/imaginario) con el pintor Alejandro Obregón en: “The
Road of Excess Leads to the Palace of Wisdom”, Los cuentos de Juana, pp. 261-270.
264 Lecturas inéditas
En La casa grande, un marcador decisivo a nivel textual está dado por el número
tres y sus múltiplos, como resulta de los siguientes ejemplos, extraídos de cinco
capítulos diferentes:
tres familias que han casado a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, entre sí. (“el
pueblo”, p. 188)
No cabalgarás tres días de ida y tres días de vuelta […] para no dejar que te
la resolvieran con sus tres vitalidades […] Y luego, durante tres años destruir
eficazmente todo […] sangre idéntica, ahora fortificada cada nueve meses tres
veces durante veintisiete meses, se rebelara, para cabalgar de nuevo tres días (“la
hermana”,p. 154)
Ha esperado dieciocho años y nueve meses para saber […] rezar por el muerto
nueve noches seguidas después de su entierro (“la hermana”, p. 157)
Marcharon todos en fila de cuatro en fondo y una sola de tres, hasta la estación
(“los soldados”, p. 131)
… somos más fuertes: somos tres. […] no somos tres personas: somos una sola.
(“los hijos”, p. 252)
Del resto, son tres familias, tres generaciones (padre, hijos, nietos), tres maldi-
ciones, y así como el odio es “quieto, maligno, sosegado”, otra terna gobierna la
ideología de la vida privada:
al desafiar al Padre nos ha criado para que seamos parte de esta casa y de esta
sangre y de este odio. (p. 150)
Fabio Rodríguez Amaya 265
74. En “La muerte y la brújula”, por ejemplo, Borges plantea (ante la recurrencia del tres en su
ficción) una sofisticada explicación “rabínica” relativa a una “superstición judía”, y el comisario Tre-
viranus, fascinado ante la hipótesis de un complot antisemita relativo al secreto Nombre Absoluto de
Dios (el Tetra-grammaton), descubre que en la tradición hebrea todo está relacionado con el tema de
la nomenclatura divina del Pentateuco…
Fabio Rodríguez Amaya 267
sódico (tal y como son los sueños, la vida, la memoria); narrada desde puntos de
vista cambiantes y a través de modalidades discursivas y enunciativas igualmente
variables (tal y como son los sueños, la vida, la memoria).
El pueblo se levantó a sus oficios, que hoy tardarían […] El pueblo salió a los
patios: aquí, con el sabor terroso y escaldante del café […] El pueblo se quedó
en los patios: ocioso, sin haber entendido… (p. 217)
[ella] No me tocó, ni siquiera se agarró de mí, ni siquiera alzó los brazos. Con
los ojos abiertos se dejó. No la obligué. No me vas a creer, pero no la obligué.
Ella se dejó. No la he visto bien pero es casi de mi alto y olía a cananga. Al
principio olía a cananga: después olía a sangre. Mírame los dedos, es como si
me hubiera cortado. (p. 134)
sino también de Isabel, la aya, pues es ése el mismo aroma que fija el recuerdo
infantil del Hermano:
75. Lo de la cananga es uno de los varios puntos donde alguna crítica ha caído en el engaño
(generado sin duda por la ambigüedad) de considerar una relación entre el Padre e Isabel e, incluso,
resaltar el incesto virtual entre el Padre y su hija.
268 Lecturas inéditas
Yo me abracé a Isabel y metí la cabeza entre su ropa que siempre olía a cananga
y por fin pude llorar descansadamente hasta que me quedé dormido sobre la
cintura de Isabel. (p. 246)
Odio-castigo / odio-miedo
Odio, amor, desamor, derrota, miedo, castigo, dolor son sentimientos irreducti-
bles, privados de materialidad al punto que es imposible definirlos, razón por la
cual se suelen contraponer como sentimientos antónimos. El principio de autori-
dad, lo ignoto o la violencia, para quien los sufre, declinan en miedo:
Tuve miedo, tuve miedo cuando oí tantos disparos. Por qué los mataron: no
tenían armas.
Al principio olía a cananga: después olía a sangre […] Ahora sé que el miedo lo
tuve desde antes de oír los disparos. (p. 134)
Atravesamos el cuarto del escritorio, con miedo como siempre, que olía a viejo.
(p. 239)
mientras los demás, con mayor o menor intensidad, por él sólo sienten aborrecimien-
to y miedo. Y con un profundo sentido de complicidad y solidaridad para soportar o
evadir la carga de las figuras familiares, especialmente la tiránica y opresora del pater
familias. Entre el Hermano y la Hermana existe siempre una tensión constante que
es también atención y deviene amor.
Si se repasan atentamente los fragmentos en que se evoca esta parte de la vida
en la Casa Grande, predominan la soledad, la incomunicación, la negación total del
otro. Aunque hoy día es un lugar común la cita de Séneca: “Peores son los odios
ocultos que los declarados”, ésta cabe perfectamente en el caso de la novela, puesel
odio se propaga en la sordidez del silencio, de lo no dicho, entre los habitantes y
miembros de la familia (en lo Privado)
… por El Padre porque ya, aun antes de que él fuera abatido por el odio quieto,
maligno, sosegado, que había acumulado a su alrededor con su vida vengativa
e implacable…
Sólo nos quedaba ahora esperar: esperar que el odio fuera acumulándose alre-
dedor de nosotros, que fuera llenando todos los espacios del tiempo que faltaba
para que estallara, esperar que hiciera crisis: que nos envolviera y nos secara el
aire. A nosotras, no a ti. Porque no eras vulnerable al odio del pueblo (p. 236).
Nos enteramos porque el odio del pueblo se nos metió en la casa como un olor
caliente y salobre. El domingo siguiente en la iglesia, la gente nos miraba como
descubriéndonos otra vez. No sabíamos que tenían una nueva razón para odiar-
nos. […] No explicarías este nuevo odio que teníamos que soportar sin saber el
motivo y sin haber participado en su desencadenamiento. […]
Y a cada muerte surge un odio nuevo y las grandes plantaciones se van des-
membrando y las casonas grandes de gruesas paredes de mampostería se van
haciendo más infranqueables y se van quedando más solas (pp. 152 y 145).
…digo que hemos reemplazado un odio por otro; que no nos hemos liberado
del odio; que esta casa y los que llevamos la sangre de esta casa no nos libra-
remos nunca del odio.
Aunque odiaba a la madre porque fue la primera que derrotó el odio al desafiar
al Padre nos ha criado para que seamos parte de esta casa y de esta sangre y de
este odio. […] La Hermana nos ha atado a otro odio. (p. 254)
se unió a los huelguistas, lo hizo por odio al padre, no por convencimiento. (“el
hermano”, p. 255)
Y volver al pueblo con el cadáver […] para que el pueblo pudiera seguir recor-
dando y odiando.
antes de que él [el Padre] fuera abatido por el odio quieto, maligno, sosegado,
que había acumulado a su alrededor con su vida vengativa e implacable, ella lo
272 Lecturas inéditas
La voz narradora externa y objetiva nunca aclara de qué frase se trata, deja en
suspenso la acción (el Padre alza otra vez la mano que sangra, pero no le vuelve
a pegar) y muestra el uso recurrente de la ambigüedad. En este caso, no solo
temática, sino sintáctica y narrativa.
La derrota de la filiación paterna es, al final, la derrota del poder que también
ha generado el odio en la Casa Grande, en el Pueblo y en la Zona. Esta derrota
prosigue, así como continúa el odio cuyo agente es la hermana en jefe, contenido
en el símbolo del enceguecimiento de ésta por parte de la hija de la Hermana,
quien lleva ya en su vientre una “nueva sangre” y “con las palabras agudas y se-
guras como picos te ha vaciado las órbitas” (p. 153). La admonición es precisa:
–Por qué culpas a la Hermana? Es que vamos a pasarnos el resto de la vida cul-
pándonos: es que vamos a recrear en nosotros las vidas de las gentes que cons-
truyeron esta casa: este pueblo: esta raza: y que fueron destruidas lo mismo que
estas paredes porque se aferraron al odio? Entonces: para qué ha servido todo?
Para qué la protesta de la madre: para qué la esperanza del hermano? (p. 254)
Por eso mismo, el Hermano no regresará a la Casa sino después del novenario
que sigue al funeral del Padre, conminado por la hermana en jefe a llevar a sus so-
brinos, los tres hijos de la Hermana, para educarlos, verlos crecer allí y ver cómo
ellos le sacaban los ojos y la derrotaban. Por eso mismo, así como Cepeda Samu-
dio ha recurrido a tratar la esencia mítica, aquí queda claro que trata la esencia
del Poder promotor de odio, incomunicación, violencia y soledad, y delega en las
instancias narrativas una visión múltiple desde la interioridad de ellas mismas.
Estos sentimientos incontrolables se transforman en el deseo de venganza,
que deviene un deber: “ahora tendremos que matarlo” (p. 169). El pueblo se
levanta, la venganza no es ni individual, ni egoísta, sino debida a un deber colec-
tivo, social e histórico, por un alto sentido de la justicia contra el ejercicio del Po-
der. La ambigüedad que se ha amplificado a lo largo del texto ubica con atención
extrema al lector en la esencia del poder, en esa atmósfera borrosa y subjetiva de
la subordinación que culmina con las réplicas del diálogo final:
Fabio Rodríguez Amaya 273
–Es que si no hablamos ahora nos va a llenar el odio y entonces también esta-
remos derrotados.
–De todas maneras estamos derrotados.
–Sí: de todas maneras (p. 258).
Sangre-barro / sangre-mierda
[ella] No me tocó, ni siquiera se agarró de mí, ni siquiera alzó los brazos. Con
los ojos abiertos se dejó. No la obligué. No me vas a creer, pero no la obligué.
Ella se dejó. No la he visto bien pero es casi de mi alto y olía a cananga. Al
principio olía a cananga76: después olía a sangre. Mírame los dedos, es como si
me hubiera cortado (p. 134).
76. “Yo me abracé a Isabel y metí la cabeza entre su ropa que siempre olía a cananga y por fin
pude llorar descansadamente hasta que me quedé dormido sobre la cintura de Isabel” (p. 246)
274 Lecturas inéditas
En estas largas pero oportunas citas, la semiosis del texto es ejemplar ya que
en forma dialógica se da cuenta de la pérdida de la virginidad de la Hermana y
de una de las versiones de las graves consecuencias generadas por la represión
militar. Una convergencia entre imaginario literario, individual y colectivo, en una
tensión constante, dialéctica y resolutiva. En los dos casos es posible identificar
la acertada asociación miedo-culpa, miedo-peligro, miedo-violencia, miedo-mal,
miedo-justificación. Los hechos trascienden la mera materialidad de la sangre y
definen la eficacia de la anécdota que, como todo en la novela, gracias a la impe-
cable técnica realista, dramatúrgica, periodística y fílmica se desplaza en planos y
voces simultáneos y paralelos, que al final resultan convergentes.
En el primer plano plantea, con la sangre de la desfloración de la Hermana –
con quien se solidariza el Hermano– el conflicto que se vive en el mundo cerrado
de la Casa Grande: el de la rebelión contra el orden. La sangre se yergue como
símbolo de protesta, insumisión y desacato que presagia aislamiento, soledad y
muerte. Por eso mismo, la sangre permanece indeleble repetidamente en las ye-
mas de los dedos del soldado. En este paso, es muy significativa la presencia de
la sangre pues en ella se concentra la imagen que metaforiza la “masacre de las
bananeras”.
–Estaban sentados sobre el techo del vagón. Yo me acerqué. Uno bajó los bra-
zos. No sé si iba a saltar. Cuando alcé el fusil el cañón casi le tocaba la barriga.
No sé si iba a saltar pero yo lo vi bajar los brazos. Con el cañón casi tocándole
la barriga disparé. Quedó colgando en el aire como una cometa. Enganchado
en la punta de mi fusil. Se cayó de pronto. Oí el disparo. Se desenganchó de
la punta del fusil y me cayó sobre la cara, sobre los hombros, sobre mis botas.
Y entonces comenzó el olor. Olía a mierda. Y el olor me ha cubierto como una
manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi fusil, me he olido las mangas
y el pecho de la camisa, me he olido los pantalones y las botas: y no es sangre:
no estoy cubierto de sangre sino de mierda (p. 135).78
77. El eco de la voz poética de César Vallejo es evidente (Poemas en prosa, Poemas humanos) y
revela la amplitud de las lecturas de Cepeda.
78. No hay duda de que Cepeda Samudio leyó en Crítica el relato “La metamorfosis de su Ex-
celencia” (1949) y apenas llegado de Argentina “El gran Burundún-Burundá ha muerto” (1952) de
Jorge Zalamea. Tanto él como García Márquez y el grupo estaban, por afinidades, discurso y concep-
ción de la literatura, muy cercanos de los dos Zalamea Borda. Cf.: Fabio Rodríguez Amaya, Ideología y
lenguaje en la obra narrativa de Jorge Zalamea, Imola, Bologna University Press, 1995.
Fabio Rodríguez Amaya 275
79. Presente ya en los más remotos orígenes de la vocación literaria de Cepeda Samudio. Cf. Nar-
mer Galeano, “Los pájaros”, p. 479-487.
276 Lecturas inéditas
Otras veces las imágenes dan cuenta del poliédrico sentido y valor del símbolo
en la economía general del relato. En este caso con adjetivación doble, asume una
alta repercusión, visual y factual, pues a pesar del violento castigo del pater familias
la Hermana sale de la dimensión personal y, siempre en el espacio privado, ante una
madre inerte y derrotada, asume una posición declarada en favor de los huelguistas.
La Hermana levantó la cara: tenía la sangre apretada y seca sobre la mejilla rota.
La Madre la miró y se tapó la boca con las manos. Entonces tú dijiste: Ojalá
los maten a todos. Y la Hermana: No los matarán a todos, no podrán matarlos
a todos (p. 142).
Un lector atento advierte que se trata de una prolongación extrema del gesto
que resume la incubación del odio que desde niña siente por el Padre, cuando
doblegó a la Madre y la separó del Hermano, que aparte el especial amor que le
profesaba, cesó de ser su compañero de juegos, obligado a viajar a Bruselas para
cursar sus estudios. En el siguiente paso, es clara la doble valencia de la tragedia
individual y de la insistente actitud para consolidar posiciones hegemónicas y de
Poder, aún a costo de la infelicidad, la incomunicación y la soledad. Lo garantiza
la codificada sangre azul del linaje (el legitimismo y la “pureza de sangre” como
rezago colonial) y la clase criolla dominante referido a la hermana en jefe, en la
transferencia que piensa el Padre:
Soy igual a él, no podrá dominarme, entre los dos manejaremos esta casa, y
cuando él ya no esté la manejaré yo sola; y él: Aquí está toda mi sangre, es como
yo, ella tomará mi puesto, en ella puedo confiar. Y nada más. No hubo necesi-
dad de decir nada (p. 151).
Fabio Rodríguez Amaya 277
Un caso resulta singular: la sangre del menstruo (la muerte de la niñez, el na-
cimiento a la adultez) que es fertilidad, fecundidad, vida, aquí se convierte en el
dato escondido que permite establecer analogías y distinciones en el texto. Aquí
se entiende que hay otra hermana, una hermana mayor que no es la hermana en
jefe, ni la Hermana, ni la hermana narradora-testigo.80 Además es significativa la
asociación entre la continuadora y el Padre a través de la silla, símbolo decisivo
en el capítulo homónimo.
No cabalgarás tres días de ida y tres días de vuelta en la misma semana como el
Padre, para ir a buscar a alguien que tuviera algo nuestro y que fuera al mismo
tiempo tan distinto como para constituir una forma de castigo, y obligarlo a
hacer algo que tal vez no quería hacer porque su pequeña y casual cantidad de
sangre idéntica le indicaba que este hecho no iba a ser una solución. Y luego, du-
rante tres años destruir eficazmente todo lo que la costumbre y comodidad de
estar juntos, comer juntos, acostarse juntos, pudiera crear. Provocar eficazmente
el momento en que esa pequeña y casual cantidad de sangre idéntica, ahora forti-
ficada cada nueve meses tres veces durante veintisiete meses, se rebelara, para
cabalgar de nuevo tres días y sin bajarse siquiera del caballo, disparar las veces
necesarias para matar justificadamente al hombre que ya desde el momento
cuando no se pudo evitar que naciera, no porque no se intentara sino porque
esa misma pequeña y casual cantidad de sangre idéntica lo había afianzado en el
vientre desprevenido, debió saber que estaba condenado a esa única muerte. Y
La sangre aparece por última vez en el capítulo “la hermana” referida a los
tres hermanos de la tercera generación y protagonistas del capítulo “los hijos”
y a la interacción violenta en el ámbito cegado de la casa y sin contacto con el
mundo exterior:
no por el Padre, ni por ti, ni por él, sino por la sangre de ellos y los cuerpos de
ellos y la casa a la que ellos pertenecen (p. 158).
Fue necesario que crecieran y te sacaran los ojos. Necesario que también la
sangre de ella haya resbalado voluntariamente por sus muslos y que la casa se
llenara con el húmedo olor del descuartizamiento. Necesario quebrantar lo que
creías haber reconstruido para saber que la sangre y el nombre perdurarán, no
en el sosiego sino en la ira y la furia de la sangre y el nombre (p. 158).
Y como si toda esta terca dedicación de tus miembros y tus vísceras y tus senti-
dos a un solo fin: criarlos: capacitarlos para que la sangre del Padre y el nombre
del Padre perduren; como si todo esto no hubiera sido suficiente: como si el
participarlos a esta casa no hubiera sido ya una labor agotadora: tienes ahora
que aceptar lo que ella tiene en su vientre. Aceptarlo porque no te dieron la
oportunidad de escoger: aceptarlo, porque si lo rechazas el sacrificio de ella
habrá sido útil y el odio de ellos te habrá derrotado finalmente (p. 159).
l uso anafórico del sintagma “la sangre seca y olvidada” sintetiza la tragedia de
E
La casa grande: la causa de la rebelión, el efecto del castigo y su proyección de
Fabio Rodríguez Amaya 279
Por último, en el capítulo final, “los hijos”, caracterizado como el primero por
el discurso directo, la sangre regresa en breves réplicas de ese largo diálogo final
con significados que matizan el incesto, la estirpe, el origen del mal, le rebelión,
es decir, núcleos temáticos de lo Privado como eje portante que por analogía se
puede sintetizar en las dos unidades dentro de la terna: Padre-casa Ö sangre Ö
odio-Hijos.
… es la sangre del Padre la que nos trajo a esta casa: es la causa de nuestro
nacimiento (p. 254).
pero quien escribe no logra percibir el profundo sentido alegórico de esta suge-
rencia y menos asociarlo con lo vital del sentido de expiación del jueves, viernes
y sábado de pascua y menos aún con el martirio o autosacrificio de la cruz. En
La casa grande la sangre no es emblema o símbolo de liberación o redención,
como en la metáfora evangélica. No representa energía positiva, acción, calor,
movimiento, y menos aún representa los más directos y veraces sentimientos de
amor o amistad. No es demostrable que el gesto de rebelión de la Hermana sea un
gesto que trasciende, pues ella paga el precio de su culpa con su propia sangre, la
soledad y el exilio en la pequeña casa del mar; no es demostrable que el gesto del
Hermano trascienda más allá de la noche que materializan la unión incestuosa,
origen de la maldición; no es demostrable que el gesto de rebelión de la masa
de jornaleros y peones, cuya sangre vierten y sus vidas truncan las balas asesinas
del ejército, impliquen un rito o una ceremonia de renovación como la tienen la
pascua cristiana y judía de las culturas occidentales. En su críptica, buscada y muy
bien lograda opacidad, en La casa grande no hay iniciación, ni éxodo o peregri-
nación, ni Gólgota o Mar Rojo o liberación, pero sí entropía, involución, asfixia,
holocausto y dolor.
Quien escribe, en otra ocasión –cercana a la de Cepeda Samudio en el tiempo
y en el espacio– ha afirmado que “En un mundo sin amor existen sólo relaciones
de poder. Los modelos de víctima y verdugo, patrón y esclavo, jefe y subalterno,
rico y pobre, violador y violado, vencedor y vencido” en régimen de agentes u
objetos del poder “pueden transformar y destruir [nunca recrear] el equilibrio
de las relaciones igualitarias de amistad o amor, así como también las de varón y
hembra, padre e hijo o hermano y hermana.”82
La casa grande es una novela que transcurre en ausencia total de amor y en una
soledad que va más allá de la desesperanza, el abandono y el olvido. La sangre
en La casa grande por eso mismo es siempre ambivalente, y nunca monocorde.
Es canto de vida y esperanza, de nacimiento a la adultez y muerte de la misma,
de culpa y expiación. Mas este presumible canto por obra de Cepeda Samudio es
grito y lamento, testimonio y denuncia, comprensión y rechazo, jadeo y paroxis-
mo, cópula y orgasmo. Este es el gran mérito estético y testimonial, fruto de la
ambigüedad lingüística y de la frecuentación poética del imaginario colectivo. La
palabra ambivalente articula un mecanismo perfecto, exacto, que, cual reloj de
maestra, esparce símbolos, y ella misma, la palabra (como la sangre), no es símbo-
lo de un tiempo nuevo, ni de resurrección, ni de una segunda oportunidad para
una estirpe enferma, como lo es el poder que encarnan, gestionan y representan
el Padre, los plantadores, la Compañía y la hermana en jefe. Una cuestión merece
al menos evidenciarla: la continua asociación de Sangre seca-Barro salitroso (que
82. Fabio Rodríguez Amaya, “La narrativa de Marvel Moreno: el poder y la palabra”, Caravelle,
Toulouse, n° 82, 2004, p. 143.
Fabio Rodríguez Amaya 281
cuando golpeó a la Hermana por segunda vez, había también sangre del Padre
humedeciendo el barro seco y ya rojo que cubría las correas.
Y la siguió hasta el cementerio y la vio bajar hasta el fondo del hueco que ya
había comenzado a llenarse con la lluvia de todo el día, tambaleante sobre las
amarras y esperó hasta que la cubrieron de barro salitroso y colocaron sobre el
barro salitroso los montones de flores sucias y aplastadas (p. 141).
Maldición-Culpa: El incesto83
83. Cuando este parágrafo ya estaba redactado, recibí el ensayo del maestro Gabriel Saad que
confirma algunas intuiciones expuestas aquí.
84. Claude Lévi-Strauss, Les structures élémentaires de la parenté [1947], Le strutture elementari della
parentela (Alberto Cirese, ed. y trad.), Milano, Feltrinelli, 1969, p. 168.
282 Lecturas inéditas
cuando golpeó a la Hermana por segunda vez, había también sangre del Padre
humedeciendo el barro seco y ya rojo que cubría las correas (p. 141).
Estrechamente ligadas las tres a esta otra, del monólogo dirigido siempre en
el capítulo “la hermana”, enunciada en el texto con anterioridad:
Esa noche el caballo del Hermano entró resoplando casi hasta el corredor. Y allí
se quedó toda la noche, resoplando. La casa estaba quieta y oscura. Hacía un
calor húmedo y salobre y creo que nadie dormía. Cada una en nuestros cuartos
oyó los pasos duros del Hermano cuando se detuvieron frente a la cama de ella.
Después su voz llenó calladamente todas las habitaciones de la casa: Maldito
padre, maldito padre (pp. 141-142).
… y buscar a alguien que tuviera algo nuestro y que fuera al mismo tiempo tan
distinto como para constituir una forma de castigo, y obligarlo a hacer algo que
tal vez no quería hacer porque su pequeña y casual cantidad de sangre idéntica
le indicaba que este hecho no iba a ser una solución. Y luego, durante tres años
destruir eficazmente todo lo que la costumbre y comodidad de estar juntos,
85. Elio Aristide 149: “he escuchado decir que Zeus mismo sea Dionisio” [trad. ns.]. Cf. Karl Ke-
rényi, Dioniso [1976], Milán, Adelphi, 1992, pp. 118-123 y 125-126
86. o Demetra: “la diosa madre”. Ibid.
284 Lecturas inéditas
Hechos y eventos, todos, que se explicitan en el último capítulo, “los hijos”, cuan-
do ellos llegan a la irrevocable conclusión:
Esto explica por qué la prohibición del incesto, en la realidad histórica de las
culturas que lo normativizan, no es tanto una regla o una ley que prohíbe despo-
87. Carlos Castilla del Pino, Cuatro ensayos sobre la mujer, Madrid, Alianza editorial, 1971, establece
la nomenclatura: cosificación, alienación, reificación.
Fabio Rodríguez Amaya 285
sar la madre, la hermana, la hija, cuanto una regla que impone dar a los otros la
madre, la hermana o la hija.88 La clase dominante en la sociedad de La casa grande
sí tiene un carácter endogámico:
Alrededor de la iglesia viven los dueños de las fincas: tres familias que han casa-
do a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, entre sí. Y a cada muerte surge un odio
nuevo y las grandes plantaciones se van desmembrando y las casonas grandes
de gruesas paredes de mampostería se van haciendo más infranqueables y se
van quedando más solas (p. 188).
porque El Padre al asesinar al hombre que tres años antes había escogido vindi-
cativamente para que le diera un nombre diferente a lo que él creía la deshonra
de su hija, no hizo más que cerrar el ciclo del castigo preparado: el doble casti-
go de la entrega forzada y del arrebatar súbito (p. 236).
El incesto está en estrecha relación con el asunto del poder y, por otra parte,
es práctica en algunas de las geografías originarias de la cultura caribe. Es im-
portante, además, por ser motivo de controversias que suelen resultar más de la
especulación superficial y mistificada de la novela que de haberlo verificado a
través del puntual análisis del texto literario. Sucede también que el riesgo de caer
en el juicio moral es fácil para quien escribe y para quien lee. Como lo es también
ensañarse contra él y, por consiguiente, dejar que pase como otro aspecto más de
la ficción y, en cualquier caso, tolerado sólo porque es parte integrante de una
obra de arte.
Post scriptum
Otros aspectos se han de profundizar. Por ejemplo el de los sentidos: ver, sentir,
tocar, oler y oír, que se agazapan como campos semánticos-expresivos entre las
dualidades, con función de agentes de significados importantes a nivel simbólico.
Cuando niños, entre el Hermano y la Hermana se intensifica la complicidad con
los olores. Cuando matan al Padre, Regina desde el cuarto sobrio y escueto don-
de yacía con él, se apercibe de los rumores, golpes y sensaciones donde la visión
no se lo permite, con ese anafórico oyó, el seco ruido de la muerte, repetido diez
veces en dieciséis líneas. Oír va más allá del sentido mismo y se transforma en la
ceguera a que los hijos someten a la hermana en jefe y tía tirana. Sentir y tocar,
con menos asiduidad que los anteriores, son determinantes en el monólogo del
Hermano ante la Hermana muerta. Percepciones, experiencias, sentimientos, ac-
ciones y pensamientos transmiten las voces narradoras en esta pequeña suite pan-
sensorial que matiza con diferentes tonalidades y declinaciones La casa grande.
Y muchas cuestiones, por ahora, quedan pendientes.90 Una de las mayores: el
estudio comparado y contrastivo de las modalidades y técnicas narrativas acu-
ciosamente asimiladas y castellanizadas por Cepeda Samudio en algunos de los
títulos de los siguientes autores: Faulkner: El sonido y la furia, Mientras agonizo,
Luz de agosto, Sartoris, “Una rosa para Emilia”, “Osamenta”; Hemingway: “Los
asesinos”, traducido por Alfonso Fuenmayor, “Colinas como elefantes blancos”.
Caldwell: “Donde las muchachas eran diferentes”, publicado en Crónica n° 8, 17
de junio de 1950, traducido por Germán Vargas; Borges: “La forma de la espada”,
“Hombre de la esquina rosada”; Cortázar: “El Torito”, “Bestiario”; Sábato: El tú-
nel; Felisberto: “El comedor oscuro”, “Las lámparas”; Gabriel García Márquez: los
cuentos juveniles completos, La hojarasca, La mala hora, El coronel no tiene quien
le escriba y lo referido a las bananeras y al tratamiento del mito o de lo mítico en
Cien años de soledad, esbozado por Gilard en el capítulo de la Edición digital por lo
que concierne a la “literatura bananera” y respecto de esta imprescindible novela
en el ámbito de la Nueva Literatura Latinoamericana que es La casa grande.
90. Objeto de estudio en la monografía de quien escribe dedicada a Cepeda Samudio de próxima
publicación.
288 Lecturas inéditas
Fabio Rodríguez Amaya 289
Apéndice n° 1
1. Propuesta teórica elaborada sobre el borrador de la lectio magistralis “La literatura de la dicta-
dura en América Latina”, para la obtención del cargo de profesor asociado en Italia. Diseñada y puesta
al día en junio de 2014 con el Dr. Pier Luigi Cuzzolin, lingüista de la Universidad de Pavia y Bergamo.
2. Se usan pocos ejemplos sintéticos en beneficio de la claridad expositiva.
3. Robert Beekes (con la colaboración de Lucien van Beek), “βίᾱ”, en: Etymological Dictionary of
Greek [Indo-European Etymological Dictionaries Online. Editado por Alexander Lubotsky. Brill, 2013.
Brill Online. 24 de julio de 2013] < http://iedo.brillonline.nl/dictionaries/lemma.html?id=4190 >
4. Robert Beekes (con la colaboración de Lucien van Beek), “βιω-”, en: Ibid < http://iedo.brillon-
line.nl/dictionaries/lemma.html?id=4211 >.
5. Obligatoria es la cita de Johan Huazinga [1938], Homo ludens, Turín, Einaudi, 2002; Madrid,
Alianza editorial, 2012. Mientras que Andrea Nuti, Ludus e iocus. Percorsi di ludicità nella lingua Latina,
Edizione Biella-Benetton, 1998, estudia la transformación y el desarrollo, en ámbito romano, del
concepto de juego a partir de un riguroso análisis de los vocables ludus e iocus.
6. Ferdinand Tönnies, [1887]; Gemesinschaft un Gesellschaft. Abhandlung des Communismus un des
Socialismus als empirischer Culturformen (2a ed. 1912: Gemesinschaft un Gesellschaft. Grundbegriffe der rei-
nen Soziologie), Wissenschaftliche Buchgesellscahft, Darmstadat 2005. Daniel Álvaro, “Los conceptos
de comunidad y sociedad de Ferdinand Tönnies”, Papeles del CEIC, n° 52, marzo de 2010. Versión digital
en: http://www.identidadcolectiva.es/pdf/52.pdf
7. Ibid.
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