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Hay toda una serie de habilidades sociales que nos permiten relacionarnos con los demás,
motivarles, inspirarles simpatía, transmitirles una idea, manifestarles cariño, tranquilizarles, etc.
A su vez, la carencia de esas habilidades puede llevarnos con facilidad a despertar en ellos una
actitud defensiva
«La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la
inteligencia. Demuestra el grado de madurez del ser humano.»
-A. Cury-
SOBRE LA DOMINACIÓN.
¿Qué lleva a una persona ordenar una masacre? ¿Qué lleva a otras a obedecer? Veremos más
adelante que algunas teorías postulan que una personalidad autoritaria no sólo da órdenes,
sino que también poseen cierto grado de sumisión.
Dos autores fueron los referentes en el comienzo del estudio del autoritarismo. Uno de ellos
fue Erich Fromm con la publicación en 1941 de su libro “El Miedo a la Libertad”. Por otro
lado, tenemos a Theodor Adorno con la publicación del libro “La Personalidad Autoritaria”
en 1950.
Erich Fromm
Erich Fromm (1900-1980) defiende que la conciencia psíquica individual se forma a través
de los hechos históricos y sociales. Para su teoría se centra en el significado que tiene la
libertad para el hombre. Según Fromm, “el hombre, cuanto más gana de libertad más pierde
en seguridad”.
Cuando el hombre intenta ser libre le invade una gran inseguridad que le llevará a huir de esa
libertad. De esta forma, explica que en las épicas de crisis es cuando más auge tiene el
autoritarismo, ya que es cuando el hombre se siente más inseguro e impotente.
Fromm postula que cada persona emplea diferentes soluciones para afrontar la inseguridad,
sin embargo, son dos las que más destacan: el autoritarismo y la conformidad automática.
Adorno y su equipo estaban interesados en indagar en este tipo de personalidad (fascista) tras
el genocidio judío y para ello elaboraron la Escala F, cuyos objetivos eran dos: detectar el
etnocentrismo y detectar al sujeto potencialmente fascista.
En contraste con el estereotipo, las personas dominantes resultan ser aprendices sociales
ávidos, al igual que los individuos dominantes de otras especies del reino animal. Así lo
muestran neurocientíficos de la Universidad de Radboud, en los Países Bajos, en un artículo
publicado en la revista Current Biology. El trabajo ofrece una perspectiva más sutil de estos
individuos, de los que se suele pensar que ignoran las opiniones y consejos de los demás.
Al contrario, comúnmente, este tipo de personas consiguen lo que quieren usando diversas
estrategias sociales. Por ejemplo, las personas socialmente dominantes hacen aliados y tratan
de convencer a los demás con buenos argumentos. Otro caso es el de las personas dominantes
agresivas, más dictatoriales.
La primera autora del estudio, Jennifer Cook, explica que: "En muchas especies de animales,
el líder de la manada suele ser muy bueno en aprendizaje social. Totalmente lo contrario de
lo que tendemos a pensar de este tipo de personas. Entre los gorriones de Harris, por ejemplo,
los individuos dominantes siguen a otras aves que toman decisiones inteligentes. Queríamos
ver si esto es verdad, no sólo en las aves, sino también en los seres humanos".
El lado positivo
"Nuestro estudio muestra que, mientras que los individuos agresivamente dominantes
prefieren confiar en su experiencia personal, los individuos socialmente dominantes tienden
a usar la información que proviene de otras personas", explica Cook.
"En mi opinión, el punto de vista más sutil que ofrecemos (con este estudio) podría tener
implicaciones importantes para la toma de decisiones en diversos ámbitos. Por ejemplo, si
usted está tratando de ayudar a un líder a aprender algo nuevo, puede ser importante tener en
cuenta si es social o agresivamente dominante, y si se va a aprender mejor a través de una
vía social o individual'.
LA PERSUASION
Y cualquiera puede ser persuasivo. No todas las personas influyentes lo son de manera
instintiva, aunque existen líderes natos. Los secretos de la comunicación persuasiva se
aprenden y pueden aplicarse fácilmente y con éxito en un entorno profesional,
independientemente del cargo que tengamos.
Influencia y Autoridad
Los antiguos romanos afirmaban que un buen líder tenía potestas (poder de influencia) y uno
malo sólo auctoritas (autoridad). La autoridad se puede imponer, pero la influencia siempre
la otorgan los demás. En un entorno laboral, la capacidad de persuadir dependerá de la
percepción del entorno y la credibilidad que te otorguen, no de la posición que ocupes en la
empresa. Persuadir es una habilidad compleja que te permitirá conseguir tus objetivos a largo
plazo. Antes de lanzarte a convencer a los demás, practica conductas que afiancen tu
liderazgo:
Piensa exactamente qué quieres lograr y márcate unos objetivos prioritarios. Hacia ellos
debes encaminar tu capacidad de influencia, sin desperdiciar esfuerzos en llevarte el gato al
agua cuando no merece la pena.
Piensa en positivo.
Nadie consigue persuadir a otro utilizando frases o conceptos negativos. No culpes a los
demás, critiques su trabajo o muestres desprecio. Destierra de tu vocabulario palabras como
imposible o fracaso.
Toma el mando.
Si quieres ser influyente, mantén siempre la compostura. Debes permanecer sereno ante los
desafíos y las dificultades y demostrar tu seguridad. Así los demás confiarán en ti cuando
tengan que tomar decisiones.
Escucha activamente.
Para influir en alguien, es necesario ver el mundo con sus ojos. Y esto sólo se logra
escuchando. Sólo cuando sepas lo que tu jefe, tu cliente o tu equipo desea y necesita, estarás
en la posición ideal para ejercer tu influencia. La escucha debe ser activa. Si no obtienes
suficiente información, pregunta. Hay que realizar preguntas abiertas que no se puedan
responder con un sí o con un no. Esto te permitirá, al mismo tiempo, obtener información y
dirigir la comunicación al punto que te interesa.
La mayoría de las personas toman las decisiones movidas por sus emociones y después las
justifican racionalmente. Por esta razón, el meollo de la influencia es que realmente llegue al
corazón. El entusiasmo, la empatía, la sinceridad y la honestidad son más convincentes que
el mejor de los argumentos racionales. Si quieres persuadir a alguien, apela a sus emociones
utilizando tus propios sentimientos.
Selecciona la información.
Debes ser sincero y honesto, pero eso no quiere decir que digas todo lo que sabes. Un buen
líder debe valorar qué información proporciona a los demás, cómo manejarla e interpretarla.
Unas veces tendrás que omitir datos y otras ofrecer información irrelevante que distraiga a la
otra persona o le influya de manera inconsciente.
El Efecto Simpatía
Como un camaleón.
Nos sentimos cerca de aquéllos que percibimos similares a nosotros, con nuestras ideas,
valores y creencias. Es más fácil persuadir a alguien si tienes una imagen, una forma de
hablar, afinidades y gustos comunes. No se trata de fingir, sólo de adaptarte un poco a tu
interlocutor.
Desarrolla la relación.
Todos los días puedes ganar puntos para conseguir influir en los demás. Cuida a tus
empleados, a tus clientes, incluso a tu jefe. Interésate por sus problemas, reconoce su trabajo
y establece un compromiso con ellos.
Supera la antipatía.
Si la relación con la persona a la que deseas persuadir es actualmente mala, partes con una
desventaja, pero puedes superarla. Es increíble lo fácilmente que olvidamos nuestras rencillas
si el que consideramos enemigo se muestra amigable con nosotros.
Las personas se dejan influir por aquellos que sienten cercanos. Existen muchas técnicas para
acortar distancias y facilitar la comunicación persuasiva. Lo importante es transmitir la
sensación de pertenencia al equipo, que se comparten intereses, ilusiones y objetivos.
Persuade, no manipules.
Y es que no se trata de conseguir que los demás hagan lo que yo quiero en contra de sus
propios intereses sino de procurar que todos ganen. La credibilidad es esencial para conseguir
influencia y compromiso a largo plazo. No se consigue engañar a todos durante todo el
tiempo. Para ser persuasivo hay que ser coherente, dar ejemplo, actuar con transparencia y
ayudar a los demás en sus objetivos. Si te pillan en una mentira o se arrepienten de haber
cedido a tu influencia, habrás perdido toda tu capacidad de persuasión.
Si quieres ser una persona influyente, debes practicar la persuasión en todas las direcciones:
hacia arriba, para que tu jefe te ayude a conseguir tus metas; hacia abajo, para ejercer el
liderazgo con buenos resultados; en horizontal, para aprovechar las sinergias de tus colegas,
y hacia fuera, porque lo que es bueno para la empresa, también lo es para ti. Recuerda que lo
que vale con un superior no vale con un cliente. A cada uno hay que darle lo suyo: