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PROCESAL LABORAL

PRINCIPIO DE DOBLE INSTANCIA

JULIETH CAROLINA CASTAÑEDA FLÓREZ

UNIVERSIDAD LIBRE SECCIONAL SOCORRO


FACULTAD DE DERECHO CIENCIAS POLITICAS Y SOCIALES
CUARTO AÑO
DIURNO
2016
Principio de la doble instancia

Este principio hace referencia a que las partes podrán acudir ante un tribunal
jerárquicamente superior cuando la petición sea rechazada por un tribunal
jerárquicamente menor en grado y cuyo rechazo se encuentre apegado a derecho.
Se entiende por instancia, en su acepción más simple, cada uno de los grados del
proceso, o, en sentido amplio, el conjunto de actuaciones que integran la fase del
proceso surtida ante un determinado funcionario y a la cual entre le pone fin
mediante una providencia en la cual decide el fondo del asunto sometido a su
consideración. La instancia se caracteriza porque, de una parte, comprende toda la
fase, grado o actuación del proceso efectuada por un funcionario judicial, y, de otra,
por corresponderle decidir en forma amplia sobre el fondo de la cuestión debatida.
Se habla de primera instancia para referirse a la comprendida desde que se inicia
el proceso hasta cuando se profiere la correspondiente sentencia. La segunda se
surte ante el superior jerárquico en virtud del recurso de apelación y va desde que
este se admite hasta que se decide mediante la correspondiente sentencia. En una
y otra sentencia, esto es, tanto la que decide la primera como la segunda instancia,
el juzgador goza de autonomía para decidir en el marco señalado o establecido por
la ley.
Este principio como el de impugnación, del cual es solo una modalidad, quizá la más
importante tiene por objeto que el funcionario jerárquicamente superior, con mayor
conocimiento y experiencia, pueda, en virtud de la apelación, revisar la providencia
del inferior y subsanar los errores cometidos por este. Al principio de la doble
instancia se opone el de única instancia, generalmente consagrado cuando el
funcionario que decide el proceso es colegiado, por la mayor garantía que ofrece
con respecto al singular. Sin embargo, no es esa la regla imperante en nuestro
medio, en donde, excepto en el contencioso administrativo actual, cuando aún no
han sido creados los juzgados, los asuntos de única instancia están a cargo de los
juzgadores singulares.

La Constitución Nacional consagra expresamente el principio de la doble instancia


en los artículos 29, 31 y 86. Estas normas indican, en su conjunto, que el principio
de la doble instancia no tiene un carácter absoluto, en el sentido de que
necesariamente toda sentencia o cualquier otra providencia judicial deba tener la
posibilidad de ser apelada; más aún cuando el artículo 31 Superior expresamente
faculta al Legislador para introducir las excepciones que considere procedentes a
dicho principio, siempre y cuando no desconozca mandatos constitucionales
expresos como los de los artículos 29 y 86 Superiores, recién citados, que
consagran dos hipótesis en las cuales se prevé expresamente la impugnación.
La Corte Constitucional ya ha reconocido el carácter relativo del principio de la
doble instancia en múltiples oportunidades.
Lo anterior no significa que el Legislador esté en completa libertad de excluir la doble
instancia para cualquier tipo de procesos. De conformidad con la jurisprudencia de
esta Corte, el Legislador debe respetar ciertos parámetros mínimos al momento de
decidir que una determinada actuación procesal o proceso únicamente podrá
tramitarse en única instancia y no estará sujeta(o) a impugnación; en particular,
debe mantenerse dentro del “límite impuesto por los principios, valores y derechos
fundamentales constitucionales, específicamente en lo que atañe al principio de
igualdad”.
En relación con sentencias judiciales, la Corte ha indicado que es necesario estudiar
cada caso individual para determinar la constitucionalidad de las exclusiones de la
doble instancia, pero al mismo tiempo ha precisado ciertos criterios que deben ser
respetados por el Legislador para que su decisión de someter un procedimiento o
acto procesal determinado a trámite de única instancia no riña con la Constitución:
(a) La exclusión de la doble instancia debe ser excepcional.
(b) Deben existir otros recursos, acciones u oportunidades procesales que
garanticen adecuadamente el derecho de defensa y el derecho de acceso a la
administración de justicia de quienes se ven afectados por lo actuado o por lo
decidido en procesos de única instancia.
(c) La exclusión de la doble instancia debe propender por el logro de una finalidad
constitucionalmente legítima.
(d) La exclusión no puede dar lugar a discriminación.

El principio de la doble instancia, garantizado constitucionalmente (Art. 31 C.P.), se


constituye en una piedra angular dentro del Estado de derecho, pues a través de él
se garantiza en forma plena y eficaz el ejercicio del derecho fundamental de defensa
y de contradicción, ambos integrantes del denominado debido proceso. Ha dicho la
Corte que la doble instancia surgió ante la necesidad de preservar el principio de
legalidad y la integridad en la aplicación del derecho, ya que asegura la posibilidad
de corregir los errores en que pueda incurrir el juez o fallador en la adopción de una
decisión judicial o administrativa, y permite enmendar la aplicación indebida que se
haga por parte de una autoridad de la Constitución o la ley. Con este propósito, el
citado principio, se constituye en una garantía contra la arbitrariedad, y en
mecanismo principal, idóneo y eficaz para la corrección de los yerros en que pueda
incurrir una autoridad pública.
En este orden de idas, para la jurisprudencia constitucional es claro que en la
institución de la doble instancia subyacen los derechos de impugnación y de
contradicción. En efecto, la garantía del derecho de impugnación y la posibilidad de
controvertir una decisión, exigen la presencia de una estructura jerárquica que
permita la participación de una autoridad independiente, imparcial y de distinta
categoría en la revisión de una actuación previa, sea porque los interesados
interpusieron el recurso de apelación o resulte forzosa la consulta. La Corte, ha
señalado: “tradicionalmente se ha aceptado que el recurso de apelación forma parte
de la garantía universal de impugnación que se reconoce a quienes han intervenido
o están legitimados para intervenir en la causa, con el fin de poder obtener la tutela
de un interés jurídico propio, previo análisis del juez superior quien revisa y corrige
los defectos, vicios o errores jurídicos del procedimiento o de la sentencia en que
hubiere podido incurrir el a-quo...”.

Además, este principio permite hacer efectivo el derecho de acceso a la


administración de justicia, ya que éste por su esencia, implica la posibilidad del
afectado con una decisión errónea o arbitraria, de solicitarle al juez o autoridad
competente la protección y restablecimiento de los derechos consagrados en la
Constitución y la ley. Lo anterior, en cuanto la Corte ha entendido como elemento
esencial del derecho de acceso a la administración de justicia, el derecho a que
subsistan en el orden jurídico una gama amplia y suficiente de mecanismos
judiciales acciones y recursos para la efectiva resolución de los conflictos.

Así mismo, la doble instancia tiene una relación estrecha con el derecho de defensa,
ya que a través del establecimiento de un mecanismo idóneo y efectivo para
asegurar la recta administración de justicia, garantiza la protección de los derechos
e intereses de quienes acceden al aparato estatal. Por consiguiente, mediante la
ponderación y aplicación armónica de estos derechos, se logra comprometer a las
autoridades públicas en el logro de los fines propios del Estado Social de Derecho,
entre los cuales, se destacan la efectividad de los principios y derechos
consagrados en la Constitución, la vigencia de un orden justo y el respeto de la
dignidad humana (artículo 2° C.P). En esa misma línea, la Corte Constitucional ha
resaltado que la doble instancia constituye un instrumento de “irrigación de justicia
y de incremento de la probabilidad de acierto en la función estatal de dispensar
justicia al dirimir los conflictos (dada por la correlación entre verdad real y decisión
judicial).

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