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Cuando un político o un hombre común sienten que algo anda mal con el estilo de gobierno,
enseguida la posición de ellos es muy clara. Quiere decir que algo anda mal en dos cosas: las cabezas
no están dirigiendo con suficiente capacidad y el aparato público no responde a las exigencias de un
buen gobierno. Allí es donde tienen que mejorar el ciclista y la bicicleta
El presidente se encarga de manejar analíticamente, los tres cinturones del gobierno y quien toma las
decisiones.
Cuando un actor diseña, reforma o revoluciona una organización, lo hace con el propósito de
crear un problema de subsanar deficiencias, Uno piensa que la organización reformada
acabara con los problemas viejos, eliminando las deficiencias que existen. Al razonar de esta
forma es un concepto erróneo que solo valoran esperando resultados positivos ignorando
los costos. Eso es exceso de idealismo.
La idea de solución de un problema esconde el contrabalance de los efectos colaterales
indeseables. Se soluciona un problema si pago el costo para quedar balanceado. Un ejemplo
si el presidente opta por un plan de ajustes macroeconómico ahí tiene que hacer un balance
de costos y beneficios.
El tiempo lo define convencional mente cada jugador según sea el horizonte de su análisis, lo
cual, a su vez, depende del tiempo del proyecto político de cada actor.
Esa tradición marcó una extrema rigidez en la convención para distinguir entre lo público y
lo privado. A veces, nos aferramos a ideas que no seríamos capaces de sostener en un
debate reflexivo. No todas las discrepancias son conscientes y reflexivas. A veces
discrepamos sobre lo que aceptamos o rechazamos sin pensar. Todo lo que hoy llamamos
administración pública tiene esa carga rígida impuesta por la tradición.
Si pensamos liberados de preconceptos, no hay razones para asumir que la distinción
entre lo público y lo privado debe ser rígida, ni referida exclusivamente al régimen de
propiedad. Para abordar el problema del diseño del ámbito público conviene considerar, a
lo menos, dos variables: el modo de propiedad y el modo de gestión.
Modo de propiedad se refiere a quién es el titular del patrimonio de la organización. El
modo de gestión, en cambio, apunta a quién administra y con qué criterios y reglas
administra.