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¿Se justifica el conocimiento de la verdadera creencia?

Edmund L. Gettier

Del análisis 23 (1963): 121-123.


Transcrito en hipertexto por Andrew Chrucky, 13 de septiembre de 1997.

Se han realizado varios intentos en los últimos años para establecer las condiciones
necesarias y suficientes para que alguien conozca una proposición determinada. Los intentos
a menudo han sido tales que pueden expresarse en una forma similar a la siguiente: 1

a. S sabe que p IFF i. P es verdad,

ii. S cree que P, y

iii. S se justifica en creer que P.

Por ejemplo, Chisholm ha sostenido que lo siguiente brinda las condiciones necesarias y
suficientes para el conocimiento: 2

segundo. S sabe que p IFF i. S acepta P,

ii. S tiene evidencia adecuada para P, y

iii. P es cierto

Ayer ha declarado las condiciones necesarias y suficientes para el conocimiento de la


siguiente manera: 3

do. S sabe que IFF i. P es verdad,


p
ii. S está seguro de que P es verdad, y

iii. S tiene el derecho de estar seguro de que P es


verdadero.

Argumentaré que (a) es falso en que las condiciones establecidas en él no constituyen una
condición suficiente para la verdad de la proposición de que S sabe que P. El mismo
argumento mostrará que (b) y (c) fallan si 'tiene la evidencia adecuada para 'o' tiene el
derecho de estar seguro de que 'se sustituye por' está justificada en creer que 'en todo
momento.

Comenzaré señalando dos puntos. Primero, en ese sentido de "justificado", en el que S está
justificado para creer que P es una condición necesaria para que S sepa que P, es posible que
una persona esté justificada para creer en una proposición que de hecho es falsa. En
segundo lugar, para cualquier proposición P, si S está justificado para creer P, y P implica Q, y
S deduce Q de P y acepta Q como resultado de esta deducción, entonces S está justificado
para creer Q. Teniendo en cuenta estos dos puntos, ahora presentaré dos casos en los que
las condiciones establecidas en (a) son verdaderas para alguna proposición, aunque al
mismo tiempo es falso que la persona en cuestión conozca esa proposición.

Caso I

Supongamos que Smith y Jones han solicitado un determinado trabajo. Y supongamos que
Smith tiene evidencia sólida para la siguiente proposición conjuntiva:

d. Jones es el hombre que obtendrá el trabajo, y Jones tiene diez monedas en el


bolsillo.

La evidencia de Smith para (d) podría ser que el presidente de la compañía le aseguró que al
final se seleccionaría a Jones y que él, Smith, había contado las monedas en el bolsillo de
Jones hace diez minutos. La proposición (d) implica:

e. El hombre que obtendrá el trabajo tiene diez monedas en el bolsillo.

Supongamos que Smith ve la vinculación de (d) a (e), y acepta (e) sobre la base de (d), por lo
que tiene pruebas sólidas. En este caso, Smith está claramente justificado en creer que (e) es
verdadero.

Pero imagínese, además, que desconocido para Smith, él mismo, no Jones, obtendrá el
trabajo. Y, también, desconocido para Smith, él mismo tiene diez monedas en el bolsillo. La
proposición (e) es entonces verdadera, aunque la proposición (d), de la que Smith dedujo (e),
es falsa. En nuestro ejemplo, entonces, todas las siguientes son verdaderas: ( i ) (e) es
verdadera, ( ii ) Smith cree que (e) es verdadera, y ( iii ) Smith está justificada en creer que (e)
es verdadera. Pero es igualmente claro que Smith no sabe.que (e) es cierto; para (e) es
verdad en virtud del número de monedas en el bolsillo de Smith, mientras que Smith no
sabe cuántas monedas hay en el bolsillo de Smith, y basa su creencia en (e) en un conteo de
las monedas en el bolsillo de Jones, a quien Falsamente cree que es el hombre que obtendrá
el trabajo.

Caso II

Supongamos que Smith tiene evidencia sólida para la siguiente proposición:

f. Jones posee un Ford.

La evidencia de Smith podría ser que Jones tiene en todo momento en el pasado, dentro de
la memoria de Smith, dueño de un automóvil, y siempre un Ford, y que Jones acaba de
ofrecerle un paseo a Smith mientras conduce un Ford. Imaginemos, ahora, que Smith tiene
otro amigo, Brown, de cuyo paradero es totalmente ignorante. Smith selecciona tres
nombres de lugares bastante al azar y construye las siguientes tres proposiciones:
g. O Jones es dueño de un Ford o Brown está en Boston.

h. O Jones es dueño de un Ford, o Brown está en Barcelona.

i. O Jones posee un Ford o Brown está en Brest-Litovsk.

Cada una de estas proposiciones está implicada por (f). Imagine que Smith se da cuenta de la
vinculación de cada una de estas proposiciones que ha construido por (f), y procede a
aceptar (g), (h) y (i) sobre la base de (f). Smith ha inferido correctamente (g), (h) y (i) de una
proposición para la cual tiene evidencia sólida. Smith, por lo tanto, está completamente
justificado al creer en cada una de estas tres proposiciones. Smith, por supuesto, no tiene
idea de dónde está Brown.

Pero imagínate ahora que se cumplen dos condiciones más. First Jones no posee un Ford,
pero actualmente está conduciendo un auto alquilado. Y en segundo lugar, por la mera
coincidencia, y totalmente desconocida para Smith, el lugar mencionado en la proposición
(h) resulta ser el lugar donde está Brown. Si estas dos condiciones se mantienen, entonces
Smith no sabe que (h) es verdadera, aunque ( i ) (h) es verdadera, ( ii ) Smith cree que (h) es
verdadera, y ( iii ) Smith está justificada en creyendo que (h) es cierto.

Estos dos ejemplos muestran que la definición (a) no establece una condición suficiente para
que alguien conozca una proposición dada. Los mismos casos, con los cambios apropiados,
bastarán para demostrar que ni la definición (b) ni la definición (c) tampoco lo hacen.

¿Qué es el Problema de Gettier?

La parte de la Filosofía que estudia todo lo referente al conocimiento en general, su alcance, su


naturaleza, su origen, etc. se llama Gnoseología (o también “Teoría del Conocimiento”). La
pregunta por ¿qué es el conocimiento?, nació junto con la propia Filosofía y ha sido tratada
por los más célebres pensadores de toda la historia.

En una de sus obras, llamada “Teeteto”, Platón narra una discusión entre Sócrates y Teeteto,
en la que debaten sobre qué es el conocimiento. Allí se explica que la única forma de entender
este concepto sin caer en ambigüedades, es definirlo como una creencia verdadera y
justificada. Y aunque parezca difícil de creer, esta definición se mantuvo plenamente firme
durante toda la historia –claro que surgieron variantes, desarrollos y demás; pero a ésta se la
aceptaba como “la definición clásica”–, hasta que en el año 1963, el filósofo
estadounidense Edmund Gettier desarrolló unos contraejemplos que intentaron demostrar
que esta forma de entender el conocimiento no es completa. A estos contraejemplos o
experimentos mentales se los denomina como Problemas de Gettier.

Gettier publicó un artículo muy breve con el título de “Is Justified True Belief Knowledge?”
(“¿Es Conocimiento la Creencia Verdadera y Justificada?”), que le valió el reconocimiento y
prestigio internacional. El impacto que tuvo ese célebre artículo fue tremendo, ya que con
unas simples consideraciones que a primera vista pueden parecer ingenuas, demostró que una
creencia verdadera y justificada puede resultar no ser conocimiento; lo que, obviamente,
generó una amplísima polémica. Al final de la entrada voy a dejar un enlace al artículo y a una
traducción al español. Ahora veamos despacio de qué se trata todo esto.

Supongamos que definiéramos al conocimiento simplemente como una creencia. Por ejemplo,
si yo creo que ayer llovió, afirmo como consecuencia que tengo el conocimiento de que ayer
llovió. Es fácil ver que esto no es consistente, ya que si estoy equivocado y mi creencia es falsa,
no puedo aseverar que tengo un conocimiento. Si ayer no llovió, por más que esté convencido
(falsamente) de que sí, esta creencia evidentemente no es conocimiento.

Entonces mejoremos un poco la definición así: el conocimiento es una creencia verdadera. Por
ejemplo, si yo creo que ayer llovió y efectivamente así fue, sostengo por lo tanto que mi
creencia es ahora un conocimiento. Pero aún así, esta forma de definir el conocimiento no
sirve. Para ver por qué, más claramente, supongamos que arrojo un dado y que tengo la
creencia de que va a salir el número uno. Imaginemos que, en efecto, sale el número uno. Mi
creencia es entonces verdadera, pero no puedo afirmar que tenía el conocimiento de que
saldría el número uno. Sí; mi creencia fue verdadera, pero por mero azar. Y en el caso de la
creencia de que ayer llovió, yo pude haberla propuesto por instinto, y de hecho pudo ser cierta
–por casualidad–; pero es evidente que mi creencia, aunque verdadera por azar, no constituye
conocimiento firme.

De esta manera, la única forma (según se explica en el Teeteto) de que una proposición
constituya conocimiento es que sea una creencia verdadera y además justificada con
evidencia. Veamos. Sigamos con el ejemplo anterior pero agreguémosle algo más.
Supongamos que Sócrates tiene la creencia de que ayer llovió y que tiene evidencia firme que
lo justifica –como por ejemplo, que él mismo fue empapado por la lluvia–, por lo que la
creencia es verdadera y justificada. Ahora sí podemos afirmar que él tiene conocimiento de
que ayer llovió.

Se entendía que estas tres condiciones –creencia, veracidad y justificación– son necesarias y
suficientes. Necesarias, porque solamente cuando todas ellas son válidas podemos hablar
de conocimiento. Suficientes, porque basta con que sólo se verifiquen esas tres, y no se
necesita nadas más.

Todo era fantástico; nadie encontraba ninguna falla a esta definición, hasta que apareció el sin
duda perspicaz Gettier, aunque algunos señalan que fue Wittgenstein quien había incitado
antes el problema que sugiere esta forma de entender el conocimiento. De todas formas, fue
Edmundo Gettier quien desarrolló unos célebres contraejemplos lógicos brillantemente
sencillos y reveladores, que comprometen a la concepción tripartita del conocimiento, que
estuvimos viendo.

El ejemplo que voy a poner aquí no es literalmente el mismo que el de Gettier, pero la
estructura lógica –que es lo que nos interesa– permanece intacta. Igualmente, luego puedes
leer el original.

Imaginemos que Platón se encuentra cara a cara con Gettier. Platón ha observado claramente
que Gettier tiene un calzado color carmesí, y por otro lado ha corroborado rigurosamente que
Gettier recibirá un reconocimiento, por parte del pueblo, por su gran labor como pensador. Es
decir, Platón está justificado en afirmar:

(a) Gettier tiene calzado color carmesí y Gettier recibirá un reconocimiento por su labor
como pensador.

De la proposición anterior, Platón infiere lo siguiente:

(b) El hombre que tiene calzado color carmesí recibirá un reconocimiento por su labor como
pensador.

Atendamos a esto. Platón está totalmente justificado en aceptar a (b) como verdadera, a partir
de los fundamentos que establece (a), para los cuales tiene, como vimos, evidencia firme.

Pero supongamos que, a último momento, y sin que Platón lo sepa, el pueblo decide destinar
el reconocimiento a Platón y no a Gettier. Imaginemos, además, que Platón también tiene un
calzado color carmesí, aunque en ningún momento se percató de ello pues no tenía
importancia. Entonces, vemos que la proposición (a) es falsa, mientras que (b) sigue siendo
verdadera. Aquí llegamos al quid de la cuestión. Platón tiene la creencia verdadera y
justificada de que (b) y no por ello podemos decir que tiene conocimiento de que (b). En
otras palabras, la proposición (b) cumple todos los requisitos necesarios para ser
considerada conocimiento: es totalmente verdadera, Platón cree en ella y está justificado para
hacerlo, pero vemos claramente que él no ‘sabe’ que (b), ya que la ha formulado en virtud de
que era Gettier quien tiene calzado color carmesí, y que era también Gettier quien recibiría el
reconocimiento.

Sí; yo también puse esa cara la primera vez que leí este argumento, pero adentrándonos un
poco más veremos que el asunto es más profundo y complejo de lo que parece. Los problemas
de Gettier tienen dos puntos o supuestos importantes, de los que el propio estadounidense
hace mención en su artículo. Éstos son:

 La evidencia y el razonamiento por el cual justificamos una creencia puede implicar


inequívocamente que esa creencia sea verdadera, aunque de hecho no lo sea. Es decir,
es posible justificar algo falso.

 Si se acepta una creencia verdadera y justificada, también se acepta como verdadera y


justificada otra creencia que derive o esté implicada por la primera.

Estos puntos fueron los que abrieron la polémica, y que, entre otros, se convirtieron en foco
de discusión y críticas. Siguiendo con el ejemplo anterior, Platón está infiriendo una conclusión
correcta (que un hombre con calzado color carmesí recibirá un reconocimiento), a partir una
premisa errónea, aunque cierta en un principio (que Gettier usa calzado color carmesí y que
Gettier recibirá un reconocimiento). Esto significa que su justificación falla, pero existe; y sólo
eso es lo que se requiere para conformar conocimiento: que exista una justificación, según la
definición tripartita. Entonces, para evitar toda esta dificultad, sería necesario que la
justificación también sea totalmente verdadera y así poder hablar de conocimiento. Pero de
este modo, necesitaríamos una justificación para la justificación, y una justificación para la
justificación de la justificación, ad infinitum.
Tales son las dificultades que suscitan los contraejemplos de Gettier, sobre la “definición
clásica” del conocimiento (que desde ahora voy a abreviar como CVJ). Pero las consideraciones
anteriores no sugieren que la concepción CVJ no sea necesaria para constituir conocimiento,
sino que, en última instancia, no es suficiente, esto es, que hace falta alguna condición más, o
la sustitución de alguna de las que ya está por otra mejor.

Claro que también están los de la opinión de que no hay que tocar nada en la definición CVJ,
sino que el problema radica en una confusión de conceptos por parte de Gettier, y que en
realidad no existe paradoja alguna. Los filósofos que sostienen esta postura dicen que en los
contraejemplos de Gettier, de hecho, no se cumplen las tres condiciones requeridas en la
definición CVJ. Los argumentos son diversos, y algunos son más o menos consistentes que
otros; por ejemplo se propuso que como en (a) no se cumple la condición de veracidad, todo
razonamiento posterior no tiene nada que ver con, ni compromete a, la concepción del
conocimiento CVJ. Esto quiere decir que Gettier no habría encontrado una proposición que
contradice tal definición, sino una proposición derivada, o sea (b), (aunque inferida
correctamente) que resulta ser ambigua. Ambigua porque no especifica el sujeto al que se
refiere: no sabemos si se trata de Platón, de Gettier, o de otra persona, quien tiene calzado
color carmesí y recibirá el reconocimiento.

Pero este argumento no se aplica a otros ‘problemas de tipo Gettier’ –propuestos más
adelante, por otros filósofos y lógicos– que tienen una estructura lógica diferente a la del
ejemplo de arriba, pero que aún así sugieren que una creencia verdadera y justificada puede
no ser conocimiento. Por ejemplo, Alvin Goldman propuso en 1976 otro interesante
contraejemplo, que básicamente dice así:

Imaginemos que en una alejada región, existe una carretera en la que conduce Sócrates con su
automóvil. Hacia los lados derecho e izquierdo, él observa una gran cantidad de lo que parecen
ser graneros. Pero lo que Sócrates no sabe, es que esos graneros son en realidad fachadas de
cartón, que están ahí digamos como decorado para una filmación. Desde la carretera, esos
graneros de cartón son totalmente indistinguibles de los graneros de verdad. Si Sócrates
llegara a afirmar que tiene el conocimiento que allí hay graneros, sería mentira, ya que no se
cumple la condición de veracidad, aunque él crea y esté justificado para hacerlo. Pero
supongamos que Sócrates señala un granero al azar que, por casualidad, sí es un granero
auténtico, el único verdadero que hay, y dice la siguiente afirmación:

(c) Ahí hay un granero.

En este caso concreto, su creencia es verdadera y está firmemente justificada. Sin


embargo ¿podemos afirmar que Sócrates sabe que ahí hay un granero? ¿Estamos ante un
caso de conocimiento? Atendamos a que él hubiera dicho lo mismo, de haber elegido cualquier
otro granero. De esta manera, Goldman presenta otro caso en donde se cumplen las tres
condiciones de la definición CVJ y sin embargo no parece tratarse de conocimiento
propiamente dicho. Lo que hay que rescatar de este contraejemplo es que, a diferencia del
caso de Platón y su calzado, la proposición (c) no se infiere a partir de una premisa falsa. El
observar al granero elegido representa una justificación verdadera para afirmar que (c).
Los filósofos que sostienen que la definición CVJ es incompleta, se preguntan entonces ¿qué
condición hace falta agregar para constituir conocimiento? Respuestas hay de todos los tipos y
para todos los gustos; y ninguna está libre de algún intento de refutación. La principal
modificación posible, gira en torno a la condición de justificación. ¿Cuándo algo está realmente
justificado? Una de las propuestas que ha recaudado varios partidarios, es la de introducir el
principio de causalidad (que dice que a todo efecto precede una causa) del siguiente
modo: una creencia se convertiría en conocimiento, si esta creencia está
apropiadamente causada por aquello que hace que sea verdadera.

Por ejemplo, en el caso de Platón y su calzado, la creencia (b) (que “el hombre que tiene
calzado color carmesí recibirá un reconocimiento por su labor como pensador”) es verdadera y
está justificada, pero la razón por la cual Platón la cree no está causada por aquello que hace
que sea verdadera. Es decir, Platón no la cree porque vio su propio calzado y porque el pueblo
le dijo que le otorgaría a él un reconocimiento, sino por otra causa (que es que Gettier es el
sujeto al que se refiere la proposición). De esta manera, se demostraría que esta definición
que involucra la causalidad, explica mejor qué es el conocimiento, que la concepción CVJ.

No obstante, este argumento se ve comprometido por el contraejemplo de Goldman, de los


graneros. Observemos que la creencia (c) (que “ahí hay un granero”) está causadapor el hecho
que hace que sea verdadera: que es que ahí hay un granero. Y por otro lado, este argumento
de la causalidad recibe también fuertes críticas por quienes defienden a la definición clásica.
Por ejemplo, si aceptamos que una creencia sólo se convierte en conocimiento luego de que
exista una causa que la verifique, no podremos afirmar que las predicciones científicas y las
verdades matemáticas son conocimiento. Por ejemplo, en la proposición: “1 + 2 = 3”, ¿de
dónde hallamos una causa para creer que es verdadera? De tal manera, esta solución para los
problemas de Gettier no se considera completa. Pero también, persiste la opinión de que
dichos problemas en realidad no constituyen una amenaza a la definición clásica, sino que más
bien son malinterpretaciones de los conceptos de creencia, veracidad y justificación.

Lo cierto es que los problemas de Gettier abrieron y enriquecieron enormemente los debates
e investigaciones filosóficas sobre la cuestión de qué es el conocimiento, cuestión que aún hoy
está exenta de consenso y que sin duda alguna nos involucra a todos nosotros, como seres
pensantes que somos.

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