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Introducción a la contracultura de la propuesta cristiana y la ética de la gratuidad

Jesús nace y muere siendo judío, no es cristiano. No escribió, no proyectó una nueva
religión. Lo conocemos por lo que se ha dicho sobre él:

Fuentes cristianas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Más todas las fuentes evangélicas
llamadas apócrifas. Fuentes judías: Flavio Josefo por el texto La guerra de los judíos.
Fuentes romanas: Suetonio, Plinio el joven y Tácito.

Israel, su nación, era colonia de Roma Imperial, por tanto se debía respeto a la autoridad
Romana y tributo económico.

En su sociedad convivían, griegos, romanos, sirios, egipcios etc. Es decir, una sociedad
cosmopolita en donde convergían varias culturas, lenguas, religiones. Al contrario de lo
que nos ha indoctrinado la historia tradicional, Jerusalén era una de las ciudades más
importantes del imperio.

Nacían y caían líderes, se buscaban héroes (mesías, cristos, profetas) que liberaran al
pueblo del poder romano, por lo tanto su vida se desarrolló durante una tensión de guerra
constante.

El contexto social de la buena noticia.

Entre el 39 y el 34 a. C. Roma conquista Jerusalén, establece un gobierno y en esta época


de dominio romano, es cuando surge Jesús y su propuesta.

Después de cerca de 100 años de dominación, en el año 66 de la era cristiana, alrededor


de 40 años desde su muerte, estalla la gran rebelión de los judíos de palestina contra los
romanos. En este periodo nace el primer texto evangélico: Marcos, la primera referencia
escrita sobre Jesús.

El fallido movimiento independentista no fue una guerra unánime. El partido de los


sacerdotes y sus aliados citadinos querían mantener la paz con Roma, para que ésta no
destruyera su nación y su lugar santo: el gran templo de Jerusalén.

Los rebeldes, llamados celotas, convencidos de que Dios estaba con ellos, luchaban sin
considerar la inferioridad obvia de sus fuerzas.

Finalmente el general Vespasiano y su hijo Tito, sitiaron Jerusalén, tres años después con
un ejército de sesenta mil hombres. Ambos, tiempo después, fueron emperadores.

Las facciones Socio-políticas y religiosas de Israel


*Nota: Las analogías, en itálicas, son totalmente libres y en referencia a la iglesia católica,
el contexto mexicano y el orden mundial contemporáneo.
Roma imperial: Imperio totalitario; intervención y manejo de intereses en sus colonias
conquistadas. Estados Unidos de Norte América.

Sacerdotes: Casta cerrada, distinta del pueblo.

Levitas: Ministros subalternos que no se ocupaban del culto, sino de los quehaceres
materiales. Especie de
sacristanes.
Asmonéos: Habían sido reyes y sumos sacerdotes al mismo tiempo cuando Israel era
independiente, se oponían a las leyes y espíritu del pueblo judío. (Anás del 6 al 15, y
Caifás, del año 18 al 36. Son los que juzgan a Jesús y aparecen en los evangelios) Obispos
eméritos.

Sumo sacerdote: Jefe indiscutible de la nación judía en la esfera religiosa y en el plano


político. Papa.

Sanedrín: Especie de senado que comprendía sacerdotes y no religiosos en número de


setenta (sumos sacerdotes, ancianos aristocracia y maestros de la religión judía, el tercer
grupo es el más dinámico y allegado a las masa, los de espíritu fariseo).

Fariseos: Eran y querían ser los defensores de la tradición y de la ley Judía, de estricta
observancia y protagonistas de la piedad. Mayoría no religiosos, ricos, pobres, artesanos y
letrados, mezclados en cofradía, al estilo democrático. Religión sin alma. Pensadores de
derecha Opus Dei, Legionarios de Cristo.

Saduceos: Ni cismáticos ni herejes. Representaban una tendencia, una corriente del


judaísmo normal y ortodoxo. Partido conservador, partido religioso con actividad política.
Partido Acción Nacional

Esenios: Secta dispensada del juramento de fidelidad y tributo a Roma, institución


monástica, en congregaciones dispersas entre ciudades y aldeas. Despensa, gastos,
dinero, alimento en común. Se organizaban con Superiores, tribunal, jerarquía y prácticas
obligatorias. Éste es el modo de vida de los primeros cristianos. Caracoles chiapanecos,
comunidades indígenas autónomas.

Sumos sacerdotes que habían sido destituidos con sus familias. Estos formaban un clase
poderosa y privilegiada, burgueses.

Celotas: Patriotas apasionados y nacionalistas, se separaron de los fariseos por que los
consideraban demasiado pasivos y conciliadores. Activistas violentos.

Herodianos: Representaban la tendencia política opuesta a los celotas. “para que no


vengan los romanos y destruyan nuestro lugar santo y nuestra nación”. ¿Partido
Revolucionario Institucional?

Éste era el panorama de las fuerzas religiosas y políticas en tiempo de Jesús y cuarenta
años más tarde cuando los primeros cristianos vivían perseguidos por estar en contra del
orden social (judío y romano) Al estallar la guerra de independencia contra Roma se
empiezan a escribir los primeros textos cristianos.

Todos tomaban partido ante la guerra y ante el futuro de Israel, su nación. Y los odios eran
profundos. En medio, los cristianos nuevos no se comprometían con ningún bando. Eran
pacifistas.

El antisemitismo de los evangelistas se lo atribuían a Jesús al escribir.

El reto al que se enfrentaron los cristianos

La identidad cristiana no se remitía a profesar una religión, recordemos que tanto Jesús
como sus compañeros son judíos. Los primeros cristianos eran todos aquellos que
decidían vivir al modo de Jesús a quien reconocieron como Cristo, es decir, el mesías hijo
de Dios esperado por el pueblo de Israel y anunciado por los profetas.

La hostilidad de judíos y de romanos etc. (llamados gentiles) contra los cristianos se


desató. Y, en medio del hostigamiento y la crisis de guerra general, Marcos proclamaba:
“La buena noticia de Jesús, Mesías, hijo de Dios”.
La Buena noticia (Evangelio)

Jesús no vino a traer una religión organizada, sino una manera de ser, una manera de
relacionarse con uno mismo, con el otro y con la sociedad, con el trabajo y con el mundo
y, finalmente, con Dios.

La religión es accidental al hecho evangélico: Nace dentro de la fe judía a manera de secta.


La novedad de Jesús es que presenta a Dios como un padre amoroso, ésta es su blasfemia:
cambiar la imagen y la relación de Dios que profesaba su pueblo: de Señor y siervo a Padre
e hijo.

Como le dice Jesús a la samaritana, “lo que importa no es saber cuál es la religión
verdadera ni dónde se debe adorar a Dios, sino cómo podemos amarnos los unos a los
otros y vivir unidos”, para adorar al Padre en espíritu y en verdad.

La propuesta cristiana

Dado el contexto en el que se desarrolla, Jesús no nos enseña una teología de Dios ni una
manera correcta de pensar sobre Dios.

De Dios sólo nos dice que es amor, que es padre y que es perdón interminable.

Confronta al hombre con sus errores (pecado) y lo pone ante la disyuntiva: ser esclavo o
ser hijo. Esclavo, tiniebla, mentira, perdición, muerte, o hijo de Dios, Luz, verdad,
salvación, vida.

Desenmascara al ser humano como responsable de la historia y del mundo con su


voluntad libre y las consecuencias de lo que hace y deja de hacer.

La vocación del hombre es amar, y ese fue el corazón de la alianza (tradición del pueblo de
Israel). Compartir con Dios el amor por el hombre, en una tarea común, en una obra
conjunta. Dios llama, y el hombre entra en conjunción con él, lo conoce.

Amar, por lo tanto no juzgar para condicionar el amor.

Las fuentes cristianas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Cada evangelio recurre a su propio escenario y contexto histórico-social para describir la


experiencia de fe vivida por los seguidores de Jesús. No son, en ningún caso, fuentes
biográficas ni históricas.

Jesús según Mateo

El evangelio de Mateo es, entre los cuatro elegidos, el evangelio escrito para la comunidad
palestinense. Por tanto Jesús sigue, como judío que es, el camino del Antiguo Testamento,
no el de los preceptos farisaicos.

Enfatiza que Jesús da principio a un nuevo pueblo elegido formado libremente por
aquéllos que deciden seguirlo y amar a los hermanos; que da un nuevo sentido a la
alianza, ahora como reino de Dios; que la ley de Moisés, sus preceptos y observancias
dejan de tener vigencia y aun sentido; y que el orden socio religioso vigente queda
cancelado.

Jesús según Marcos

Se fundamenta en la tradición griega de los Dioses que interactúan con los hombres. En
consecuencia, el Jesús de Marcos es distinto. Es el hijo de Dios que camina por la tierra y
que lleva a cabo un cambio
revolucionario en la estructura religiosa tradicional. El Jesús de Marcos domina la
naturaleza, no se interesa en perfeccionar la religión conocida (ley los profetas judíos) Al
estilo de Hércules.

Lo que importa en Marcos es que Jesús hace cosas prodigiosas, abandona tradiciones,
destruye creencias y sus símbolos, y supera la religión. Por ello, como ejemplo, Deja en
claro que el sábado, día sagrado para el pueblo judío, es para el hombre y no el hombre
para el sábado.

No se entra al reino de Dios porque se cumplen los mandamientos, No se salva el que


pone en práctica la voluntad de Dios expresada en leyes y prescripciones. Se salva el que
se decide y se determina, en la libertad de su opción única y decisiva, por Jesús y por el
amor al hombre.

Jesús según Lucas

El tercer evangelio va más lejos, Lucas tiene la visión de una salvación universal, que invita
a los griegos, a los asiáticos, a los africanos, a los sirios, a los egipcios, a todos, a que se
identifiquen con el nuevo Israel, el nuevo pueblo escogido (no únicamente el pueblo
judío).

Al reproducir las bienaventuranzas, dice llana y directamente: “bienaventurados los


pobres”, los pobres reales. Así lo dijo Jesús: “No se puede servir a Dios y al dinero”.

Lucas destaca la preferencia y el amor de Jesús por los excluidos. El evangelio se predicó a
los pobres: fue la señal de que ya había venido el Mesías. De ahí su indignación contra sus
enemigos, contra todos aquellos que establecían la desigualdad y la injusticia entre los
hombres y hacían de la religión un instrumento del poder. Por eso al expresarse de ellos
los satanizaba.

Jesús según Juan

Este es el último evangelio, escrito aproximadamente en el año 100 de la era cristiana.


Narra la historia de Jesús como historia de un conflicto sobrenatural entre la luz de Dios y
las tinieblas, traducido en el conflicto terreno entre el grupo de los primeros cristianos y la
oposición implacable y perversa del “mundo” los que viven haciendo daño. El grupo
cristiano era pequeño, pero era una minoría persuadida de que encarnaba la luz divina en
la tierra.

Ejemplo: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz
existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas.

Juan evoca la palabra de Dios que actúa creando la vida y la luz, la vida que es la luz de los
seres humanos, la luz que es vida humana. Las tinieblas, la muerte, el dolor, el mal, la
injusticia.

Fuente:

Reflexión personal a partir del libro: El diablo: Orígenes de un mito Enrique Maza S.J.
Editorial Océano 1999
¿Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?

Publicado el 26.06.2015

Pablo D’Ors | Sacerdote y escritor

Los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de


quienes aún participan en ellos. Un signo que deja de significar ya no es un signo, sino un
juego de magia. Los ritos cristianos y los símbolos en que se fundamentan han
degenerado, para la mayoría de los creyentes, en pura magia. Por supuesto que los
hombres y las mujeres de hoy seguimos necesitando de la magia, es decir, de palabras y
gestos que de un modo automático e irracional nos vinculen con lo trascendente. Pero esa
no es la cuestión.
Sostengo que muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la
celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos. ¿Te imaginas a los
apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato? Estos
comportamientos reflejan que nuestra actitud ante el signo sacramental es mucho más
mágica que religiosa.

Para que puedan significar, los signos han de entenderse. La doctrina del ex opere
operato, la que postula que el sacramento es eficaz con independencia de la comprensión
de quien lo recibe, ha desvinculado al signo del sujeto y lo ha degenerado y cosificado. Los
sacramentos hay que entenderlos, al menos en alguna medida. De lo contrario, no
sacramentalizan nada, que es lo que sucede hoy en nuestros templos. Nadie entiende
nada. A lo que más me recuerdan nuestras misas es al teatro del absurdo de Beckett.
Pongamos el ejemplo de la Eucaristía, cuyos símbolos son el pan y el vino. El pan es, desde
luego, algo cotidiano, blando y nutritivo. Que el pan sea símbolo de Dios significa que Dios
es algo cotidiano, que Dios es blando, que Dios es nutritivo. Pero si el símbolo es el pan, el
signo o sacramento es el pan partido, repartido y comido. Así que de lo que se trata es de
partir y repartir el pan conscientemente; de llevárselo a la boca conscientemente; de,
conscientemente, masticarlo y tragarlo.

Conscientemente significa a sabiendas de que no se trata solo de dar pan a los demás,
sino de ser pan para ellos, de convertirte en el alimento que alivia su necesidad. Comer de
este Pan nos da fuerza para ser pan. En esta misma línea, el signo no es simplemente el
vino, sino el vino repartido y bebido. Beber de este Vino nos posibilita ser vino para los
demás. Y el vino es la sangre, es decir, la vida: ser la vida para los demás.

Y eso de reservar la eucaristía en un sagrario, ¿a qué viene? ¿No hemos dicho que el
verdadero signo es partirlo? Prueba de que nuestra mentalidad es mágica, es que
pensamos que Dios está en el sagrario más que fuera de él. Pero eso… ¡es absurdo! No es
que esté allí más que en otra parte. Es que está allí para… significarnos que está en todas
partes, para que lo recordemos. Dios está en todas partes, decimos, pero luego nos
empeñamos en meterle en una caja. Meterle en unas teorías que llamamos teologías y en
unos símbolos que llamamos sacramentos, pero que no sacramentalizan nada.

Solo queda una solución: explicarlo todo como si nunca se hubiera explicado, pues quizá
esa es la situación; y queda, por supuesto, realizarlo todo como si fuera la primera vez,
pues acaso lo sea de verdad. Veremos entonces, maravillados, la potencia de nuestros
símbolos, redimiremos nuestros ritos, descubriremos, en fin, su poder transformador del
alma humana.

Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva? ¿Habrá alguien que presente estos
símbolos y ritos no solo como aquellos en los que se cifra la más genuina identidad
cristiana, sino como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no?
¿Habrá alguien, en fin, que presente el cristianismo como religión y humanismo inclusivo,
no excluyente ni exclusivo? El respeto a la diferencia de otras tradiciones espirituales no
debe hacernos perder la visión del cristianismo como propuesta humanizadora universal.
Detecto en mis contemporáneos no solo un hambre de espiritualidad, sino un deseo de
recuperar, de forma comprensible y actual, la tradición religiosa de la que provenimos. El
cuidado del silencio, una sensibilidad que está creciendo, comportará un cuidado de la
palabra y del gesto. Pero, ¿habrá en la Iglesia alguien que se atreva?
¿Dónde estarán los profetas que nos hagan entender que solo hay posible fidelidad al
pasado desde la creatividad y la renovación en el presente?

En el nº 2.947 de Vida Nueva

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