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Pero a veces nos encontramos con situaciones en que no sabemos qué hacer:
escoger A o B tiene, en ambos casos, repercusiones negativas y positivas a la vez y
los diferentes valores que nos rigen entran en un conflicto. Estamos ante
situaciones que nos suponen dilemas éticos.
1. Dilema hipotético
Se trata de dilemas que colocan a la persona a quien se le pregunta en una posición
en la que se ve confrontando una situación que es muy poco probable que suceda
en la vida real. No se trata de fenómenos imposibles, pero son algo a lo que la
persona debe enfrentarse en su día a día de manera habitual. No es necesario que la
persona a quien se le plantea el dilema sea el protagonista de este, pudiendo
preguntársele qué debería hacer el personaje.
2. Dilema real
En este caso el dilema planteado versa sobre un tema o situación que resulta
cercana a las personas a quien se le plantea, sea porque se refiere a un suceso que
ha vivido o a algo que puede ocurrir con relativa facilidad en su día a día. Aunque
suelen ser menos dramáticos que los anteriores, pueden resultar tanto o más
angustiantes por este motivo. No es necesario que la persona a quien se le plantea
el dilema sea el protagonista de este, pudiendo preguntársele que debería hacer el
personaje.
3. Dilema abierto o de solución
Los dilemas planteados como abiertos o de solución son todos aquellos dilemas en
que se presenta una situación y las circunstancias que la rodean, sin que el
protagonista de la historia (que puede o no ser el sujeto a quien se le plantea) haya
realizado aún ninguna acción para solucionarlo. Se pretende que la persona a quien
se le sugiere este dilema escoja cómo proceder en dicha situación.
5. Dilemas completos
Se trata de todos aquellos dilemas en los que se informa a la persona a quien se le
plantean de las consecuencias de cada una de las opciones que se pueden tomar.
6. Dilemas incompletos
En estos dilemas no se hacen explícitas las consecuencias de las decisiones que
tome el protagonista, dependiendo en gran medida de la capacidad del sujeto para
imaginar ventajas y desventajas.
“Un tranvía/tren circula fuera de control y a toda velocidad por una vía, poco antes
de un cambio de agujas. En esta vía hay atadas cinco personas, que morirán si el
tren/tranvía les alcanza. Tú te encuentras delante del cambio de agujas y tienes la
posibilidad de hacer que el vehículo se desvíe a otra vía, pero en el que se
encuentra atada una persona. Desviar el tranvía/tren hará que muera una persona.
No hacerlo, que mueran cinco. ¿Qué harías?”
Este dilema dispone además de múltiples variantes, pudiendo complicar en gran
medida la elección. Por ejemplo, la elección puede estar en que puede detener el
tranvía, pero ello hará que descarrile con una posibilidad del 50% de que todos sus
ocupantes mueran (y 50% de que todos se salven). O se puede buscar más la
implicación emocional del sujeto: proponer que en una de las vías hay cinco o más
personas que morirán si no se hace nada y en la otra una, pero que esta una es la
pareja, hijo/a, padre/madre, hermano/a o familiar del sujeto. O bien un niño.
“Somos testigos de cómo un hombre roba un banco. Sin embargo, observamos que
el ladrón no se queda el dinero, sino que lo entrega a un orfanato que carece de
recursos para sustentar a los huérfanos que en él viven. Podemos denunciar el robo,
pero si lo hacemos es probable que el dinero que el orfanato ahora puede usar para
alimentar y cuidar a los niños tenga que devolver lo robado”.
Por un lado, el sujeto ha cometido un delito, pero por otro lo ha hecho por una
buena causa. ¿Qué hacer? El dilema puede complicarse si se añade, por ejemplo,
que durante el atraco al banco ha muerto una persona.