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La práctica musical en grupo como camino hacia el bienestar de los


adolescentes

Chapter · October 2013

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Diego Calderón-Garrido
Universidad Internacional de La Rioja
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La práctica musical en grupo como camino hacia el bienestar de los
adolescentes

Diego Calderón Garrido, Universidad de Barcelona

El Arte está estrechamente relacionado con las emociones. Si bien esta afirmación
puede resultar ambigua, no cabe duda de que la realización o la contemplación de una
obra artística, sin entrar a juzgar la calidad estética de la misma, es un elemento
influyente en nuestro estado anímico.

Dentro del amplio abanico de expresiones artísticas, se encuentra la música como uno
de los factores más estudiados a la hora de vincular nuestro estado emocional con los

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impulsos externos. En este sentido, existen múltiples ejemplos de música orientada a
coaccionar nuestro estado anímico a través de listas diseñadas de obras o canciones para
cada momento del día (McCarthy Draper, 2002). Esta producción de emociones está
justificada por Meyer (2001) como la reacción que tiene el psiquismo humano ante la
contradicción entre la satisfacción y la frustración provocada por la continua tensión y/o
relajación propia del discurso musical. En cualquier caso, debemos de matizar esta
última aportación de Meyer al considerar dicho entendimiento de tensión y relajación
como una percepción culturalmente condicionada.

Sin entrar a valorar la necesidad o no de sentir emociones negativas, y centrándonos


exclusivamente en las emociones consideradas positivas, existe una estrecha línea entre
éstas y el bienestar, siendo éste un constructo que ha recibido diversos nombres como
bienestar subjetivo, bienestar psicológico, satisfacción vital, calidad de vida, felicidad,
etc. (Bisquerra, 2008, p. 177). Hacemos especial hincapié en el término “bienestar
subjetivo”, ya que cada persona reacciona de forma muy diferente ante los mismos
estímulos emocionales, por lo que el bienestar provocado por éstos no depende
exclusivamente de la calidad o cantidad de dichos estímulos. De esta forma, otros
factores internos como las propias expectativas o los valores personales, influirán en
que es lo que nos provoca bienestar y que no (Diener, Suh, Luca y Smith, 1999). Por lo
tanto, y teniendo en cuenta que tanto los valores como la adecuación de nuestros
objetivos son factores educables, y que además éstos son cambiantes durante el
desarrollo de la vida, el bienestar, y de la misma forma la felicidad, son sensaciones
susceptibles de aprendizaje y modificación (Pérez Escoda, 2006).

  1  
La adolescencia como etapa vital

Cualquier lector es conocedor de las particularidades asociadas a la adolescencia y a los


adolescentes, siendo ésta una etapa de evolución, tanto física como emocional,
caracterizada por continuos cambios los cuales pueden repercutir en el desarrollo
psicológico de cualquier menor (González Barrón et al, 2002). De esta forma, nos
encontramos delante de una época de la vida en que los cambios fisiológicos y la
vivencia de nuevas experiencias influyen decisivamente en la autoestima, que a su vez
depende en gran medida del papel de la opinión de los iguales. Estamos, por tanto, en
una etapa en la que necesitamos el sentimiento de pertenencia a un grupo, a la vez que
la aceptación de dicho grupo (Souza Barcelar, 2009).

En conclusión, y citando a Gustems y Calderón (2006, p. 52), la adolescencia suele ser


un periodo de la vida lleno de cambios, de pruebas, de radicalismo, de romper con las
convenciones. Además coincide con novedades en la escolaridad: itinerarios,
optatividad, elección de vías académicas y profesionales que tendrán repercusiones
durante mucho tiempo... Los adolescentes pueden mostrarse como seres apáticos,
desordenados, desinteresados... poniendo a prueba a familias y educadores.

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En el caso de la música la situación no es muy diferente, ya que nos centramos en una
etapa cambiante en la que las influencias que cada individuo recibe del seno familiar
durante los primeros años de vida, dejan de ser prioritarias para tomar mayor
importancia las relaciones con el grupo social, el cual influye decisivamente en la
música que cada adolescente consume (Herrera, Cremades y Lorenzo, 2010).

Oferta musical para adolescentes

En la actualidad, la oferta musical a la que un adolescente puede tener acceso es muy


amplia. En cualquier caso, y sin desdeñar las emociones saludables que pueden
conducir a la felicidad de cualquier melómano a través de la escucha, pasiva o activa, de
una melodía, nos centraremos en la participación y la realización de dicha música. De
esta forma podemos distinguir, en una primera diferenciación, dos tipologías en la

  2  
oferta de la práctica musical: la que se produce a través de la educación formal1 y la que
se oferta en el ámbito de la educación no formal2.

Si realizamos una recopilación a modo orientativo, podemos observar como muchas


propuestas similares están ofertadas desde diversos ámbitos:

• Desde la educación formal3: Aprendizaje individual de un instrumento


musical, orquestas, bandas, corales, diversas agrupaciones de cámara,
Big band, combos de música moderna, etc.
• Desde la educación no formal: Aprendizaje individual de un instrumento
musical en escuelas y academias de música 4 , orquestas, jóvenes
orquestas amateurs, jóvenes orquestas de las diferentes comunidades
autónomas, orquestas enmarcadas en cursos de perfeccionamiento y

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colonias musicales, bandas, jóvenes bandas amateurs, jóvenes bandas de
las diferentes comunidades autónomas, bandas enmarcadas en cursos de
perfeccionamiento y colonias musicales, corales amateur y diferentes
formaciones vocales, diversas agrupaciones de cámara amateur y
profesional, Big band juveniles, Big band de diferentes centros
educativos (colegios, escuelas y academias de música), combos de
música moderna (como oferta extraescolar), grupos de música moderna,
grupos de música tradicional, grupos de percusión de prácticamente
cualquier estilo musical, proyectos sociales basados en la música, etc.

Como el lector habrá podido comprobar, la lista mostrada incluye propuestas de música
clásica, moderna y tradicional, compartiendo por nuestra parte las hipótesis de Elliott
(1995) sobre la importancia y beneficios que conlleva que el alumnado tenga una
relación directa con una amplia variedad de estilos musicales.

                                                                                                               
1
Recordamos que la educación formal es la formación que se transmite desde el sistema educativo
institucionalizado, graduado cronológicamente y estructurado jerárquicamente (Colom, 2005).  
2
Recordamos que la educación no formal es toda la actividad educativa organizada, realizada fuera del
sistema oficial para facilitar determinadas clases de aprendizaje (Coombs y Ahmed, 1974).  
3
Todas las propuestas que incluimos desde la educación formal se realizan en conservatorios y/o escuelas
de música regladas.  
4
Al referirnos a escuelas y academias de música en el apartado no formal, nos referimos a centros
educativos no reglados.  

  3  
En cualquiera de los casos, como podemos observar, el listado de propuestas de
participación musical es mucho más amplio desde la educación no formal que desde la
formal, dando de esta forma mayor cabida a los diferentes niveles e inquietudes
personales de cada adolescente (Calderón, 2013). Dicha oferta responde a una demanda
social orientada a cubrir los déficits de la educación formal, llenando los espacios que
ésta deja (Álvarez del Castillo, 2004). Aparte de esto, y recogiendo los estudios de
Juniu, Tedrick y Boyd (1996), existe una mayor motivación por parte del alumnado
hacia el aprendizaje musical cuando éste se realiza en el ámbito del tiempo libre, es
decir, desde la educación no formal. De dicho aspecto motivacional, y de su
importancia, hablaremos al final de este capítulo.

Si bien la música produce un resultado afectivo en los adolescentes, concretaremos aún

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más y nos referiremos exclusivamente a la música grupal, ya que ésta requiere de dos
elementos que se conjugan con igual importancia: la expresión musical (hacia fuera) y
la escucha del resto de músicos (hacia dentro). Es decir, en la interpretación colectiva se
realiza un dialogo e interacción de ambos elementos para que el resultado sea posible
(Barenboim, 2008).

El bienestar a través del refuerzo de las competencias

Nuestra intención no es valorar las emociones negativas, ni tampoco analizar los


aspectos que se desprenden de la propia educación musical y condicionan
negativamente dicho bienestar, tales como el dicotomismo, la ansiedad, el
perfeccionismo, la introversión, etc. los cuales, además, dependen más del docente y su
estilo pedagógico que del propio instrumentista adolescente (Dalia, 2008).

Así pues, y centrándonos exclusivamente en las emociones positivas, y sin olvidar el


carácter festivo y lúdico que la música nos proporciona en un primer acercamiento
(Pastor, 2011), podemos indagar un poco más para encontrar las diversas relaciones
directas existentes entre la práctica musical, en nuestro caso llevada a cabo por
adolescentes, y el bienestar. Entre dichas relaciones encontramos, en primer lugar, la
realidad de tratarse de una actividad colectiva, por lo que se establecen toda una serie de
relaciones interpersonales que alimentan un sin fin de emociones (Fredrickson, 2001).
Estas relaciones interpersonales desarrollan, y se retroalimentan, de las diferentes
competencias sociales y personales, entendiendo dichas competencias como la
capacidad de movilizar adecuadamente el conjunto de conocimientos, capacidades,

  4  
habilidades y actitudes necesarias para realizar actividades diversas con un cierto
nivel de calidad y eficacia (Bisquerra y Pérez, 2007, p. 63). De esta forma, y
comenzando por las competencias sociales, observamos que tanto las habilidades
sociales como la empatía se ven beneficiadas de la práctica musical colectiva.

En el caso de la empatía, un constructo con componentes cognitivos y afectivos, se nos


presenta como una destreza que nos permite interaccionar eficazmente con el mundo
que nos rodea. Se produce al saber cómo se sienten las otras personas o qué es lo que
están pensado, comprender las intenciones de los demás, predecir su comportamiento y
comprender sus emociones (Letourneau, 1981). Este trato con la gente de nuestro

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alrededor que facilita la empatía se nos muestra como base de las relaciones
interpersonales, al favorecer la interacción de cada individuo con sus iguales,
permitiéndole, a su vez, sentirse integrado, lo que le aportará un bienestar personal
motivado por la pertenencia al grupo, tan importante en la adolescencia tal como vimos
anteriormente. Esa misma interacción favorecerá a su vez la disposición prosocial de los
jóvenes, al producirse una búsqueda del bien común a través del bien del compañero
(Eisenberg, 2002). En definitiva, las personas felices demuestran mayor empatía
mientras que las personas depresivas se centran en sus propias necesidades de un modo
defensivo (Seligman, 2002). En cualquiera de los casos, las habilidades relacionadas
con la empatía favorecen una mayor calidad del trabajo colectivo, sea este del tipo que
sea (Goleman, 1995).

En la interpretación musical colectiva entre adolescentes, la empatía se desarrolla


constantemente si entendemos, tal como dijimos anteriormente, la doble acción de
expresar y escuchar. De esta forma, podemos observar como en el caso de, por ejemplo,
las orquestas necesitan de una búsqueda de la afinación conjunta que se consigue a
través de la audición del resto de músicos, o los combos de música moderna necesitan
dicha audición y comprensión de lo que el solista está realizando para crear el ambiente
apropiado para ello, o en el caso de las agrupaciones de cámara una búsqueda de
matices dinámicos conjuntos, etc. Todos estos ejemplos, y los que cualquier lector
pueda imaginar, necesitan de una escucha atenta del otro, seguido de una reflexión y
comprensión sobre lo percibido para, finalmente, emitir en forma de sonido (o silencio)
la aportación propia ante ese contexto musical.

  5  
El otro componente de las competencias sociales lo conforman las diferentes
capacidades relacionadas con las habilidades sociales. Dichas habilidades y
capacidades nos permiten conjugar los sentimientos ajenos con los nuestro, de forma
que, y siguiendo el mismo orden descrito por Goleman5 (1998), encontramos diversas
capacidades que se ven reforzadas con la práctica musical que venimos describiendo.

Así pues, en el caso de la influencia es fácil observar como el oboe en una orquesta
emite la nota de referencia para afinar, al igual que el director de un coro se encarga de
mostrar la primera nota o el primer intervalo melódico de cada voz, siendo, todos ellos,
escuchados por el resto de músicos y tomados en consideración.

Preprint  
En el caso de la comunicación, esta habilidad está presente, por ejemplo, en cada grupo
de cámara cuando uno de sus miembros da la entrada, ya sea a través de la respiración
en el caso de instrumentistas de viento o con el movimiento de cabeza en el caso de la
cuerda, al igual que está presente en los grupos de música moderna cuando el batería
marca la entrada a golpe de baqueta. En todos estos casos, y el resto que omitimos, el
mensaje ha de ser claro y convincente.

Si nos referimos al liderazgo –y dejando atrás los primeros estudios sobre dicho tema en
los cuales se relacionaba esta capacidad con la productividad, y considerándolo por
nuestra parte un componente necesario al hablar de calidad (Suárez-Zuloaga y Cáldiz,
2000)– encontramos dicha capacidad cuando vemos al guía en un grupo de batukada
realizar las llamadas a los cortes, o al solista de un grupo de jazz al iniciar su solo
sugiriendo musicalmente las dinámicas que el resto del grupo ha de adoptar, o al
concertino de una orquesta al marcar los arcos.

En el caso de la catalización del cambio, ésta queda presente en cada break de batería en
un grupo de pop-rock cada vez que vuelve a sonar el estribillo, o, y de forma más
genérica, en las decisiones que se han de tomar en el seno de cada grupo a la hora de
ensayar nuevos repertorios o componer canciones.

Las habilidades centradas en la resolución de conflictos son necesarias, y adquiridas día


a día, después de cada ensayo en el cual hayan surgido diferencias, o de cada concierto

                                                                                                               
5
Dicho orden es influencia, comunicación, liderazgo, catalización del cambio, resolución de conflictos,
colaboración y cooperación y habilidades de equipo.  

  6  
que no haya resultado como se esperaba, y las tensiones entre los músicos se hayan
exteriorizado.

En el caso de la colaboración y la cooperación, podemos afirmar que es una capacidad


intrínseca con la propia interpretación colectiva, ya que en ésta la búsqueda del bien
común, reflejado en el resultado final, ha de ser leitmotiv que oriente el trabajo musical.

Por último, si nos centramos en las habilidades de equipo, y relacionándolas


estrechamente con la capacidad descrita en el párrafo anterior, observamos como en el
contexto que nos movemos, esas habilidades son una de las características principales,

Preprint  
ya que, en un contexto colectivo, o se trabaja de cara a un beneficio común, o el
resultado no será, ni parecido, al esperado.

Por otro lado, tenemos que tener claro que estas competencias sociales que hemos
descrito se desarrollan desde la propia individualidad de cada adolescente. El sentirse
cómodo dentro de un grupo, invita a cada uno de los miembros a expresarse libremente,
lo que conlleva un desarrollo y una afirmación de la personalidad de cada uno de dichos
jóvenes músicos, lo que a su vez implica una autoafirmación de sus propios valores,
descritos al inicio de este capítulo como condicionantes en el bienestar subjetivo, y un
desarrollo de las competencias personales.

De esta forma, y si nos referimos ahora a las competencias personales, y continuando


con la división realizada por Goleman (1998), percibimos como en el caso de la
competencia denominada conciencia de uno mismo, la cual consiste en conocimiento
de nuestros propios estados internos, aprendiendo así a gestionarlos de una forma
eficaz, se ven reflejados aspectos como la autoestima, tal y como hemos descrito
anteriormente, tan importante y decisiva en el desarrollo personal de cualquier
adolescente. En cualquier caso, debemos de tener en cuenta que la autoestima depende
en gran medida de la opinión del grupo social y, por otro lado, los adolescentes con una
alta autoestima se sienten menos susceptibles a la presión de dichos iguales (Neyer y
Asendorf, 2001). De esta forma un refuerzo en dicha autoestima supone un refuerzo en
el bienestar del adolescente.

Al referirnos a dicha autoestima, no debemos olvidar las comparaciones que los


adolescentes pueden crear entre ellos mismos y, en el caso de la música, las
comparaciones referidas al nivel instrumental de cada uno, por lo que en el caso de que

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el lector sea docente, ha de vigilar y atajar dichas comparaciones, estableciendo
espacios en los cuales importe más el proceso que el resultado, a pesar de que en dicho
proceso el resultado estético resulte perjudicado.

En el caso de las habilidades relacionadas con la autorregulación, éstas se ponen a


prueba, y salen reforzadas, en cada ensayo en el cual se produce el más mínimo roce
entre los músicos, ya sea por una entrada anticipada, una desafinación en un pasaje
comprometido, un solo que es pisado o una discusión respecto al afrontamiento a un
repertorio diferente.

Preprint  
Por último, la importancia de la motivación de cara a la realización de las actividades
musicales. Si bien las razones que pueden llevar a cada adolescente a formar parte de un
colectivo musical son innumerables, encontramos en el propio bienestar que dicho
joven siente al verse parte de un grupo la motivación necesaria para la realización de la
actividad. De esta forma dicha motivación le lleva a participar en la agrupación musical,
retroalimentándose todo lo descrito hasta ahora.

En definitiva, y a modo de conclusión, los grupos musicales formados por adolescentes,


independientemente del estilo musical que realicen o el nivel técnico que demuestren,
acarrean consigo una serie de beneficios, entre los cuales destacamos el bienestar que
sienten con dicha participación nuestros adolescentes, a la vez que experimentan un
desarrollo en sus competencias personales y sociales en una edad tan crítica como la
adolescencia.

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