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EXÉGESIS DE UN TEXTO BÍBLICO SOBRE LA RELACIÓN ENTRE IGLESIA Y SOCIEDAD

SANTIAGO 2:14-17
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del
mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no
les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no
tiene obras, es muerta en sí misma.

Algunos han forzado este pasaje, junto con otros de la carta del apóstol Santiago,
señalando que se opone a la enseñanza de Pablo, por atribuir demasiada importancia a las obras,
ya que este último señala que la salvación de la persona se produce más bien por la fe y no
precisamente por las obras. Pero es claro que no es esta la intención de Santiago, ni siquiera
intenta hablar de una fe diferente a la de Pablo. Lo que desea es dar a conocer lo que la fe
salvadora debiera evidenciar en la persona cuando ha sometido su vida al Señor; algo que, por lo
demás, también está presente en el mensaje de Pablo, por ejemplo cuando dice que en la medida
de nuestras posibilidades hagamos bien a todos. (Gál 6:10).
Este mensaje seguramente se predica en un contexto en el que algunos adjudicaban su
salvación a la fe y no a las obras, por lo tanto, estas no eran necesarias, pero sabemos que no es la
salvación por fe lo que está en juego sino la forma en la que la gracia salvadora de Dios ha hecho
algún efecto en la vida de quienes se dicen haber recibido este don inmerecido. Porque ningún
lector serio podría poner las obras por encima de la fe, utilizando este texto.
Es entonces necesario ver, a la luz de estos versículos, la necesidad de una inserción
inmediata de la Iglesia en las áreas de la sociedad donde la necesidad espiritual, pero también la
material está a la vista. Porque como se ha visto la fe es algo personal, pero no privado. Esto
significa que lo que la persona cree en su corazón y en su mente, no permanece solamente ahí,
sino que se hace público. Hay evidencias visibles y concretas que afectan a nuestro prójimo. Creer
y actuar van necesariamente de la mano, de lo contrario el apóstol llega a cuestionar si se ha
creído verdaderamente para salvación: “¿Podrá la fe salvarle?”. De lo que en realidad habla
entonces es de las obras no para ser salvos sino porque hemos sido salvos. Las obras son
consecuencia inmediata de nuestra salvación. En ningún caso Santiago dice que puedan ser la
causa.
Y cuando menciona “…si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad
del mantenimiento de cada día…” está mostrando que las necesidades humanas también tienen
una importante dimensión física o material, que, por supuesto, no le quita relevancia a la
predicación del evangelio. Pero presentar a las personas un mensaje de esperanza en que Dios
puede suplir sus necesidades, cuando las estamos viendo y no hacemos nada de nuestra parte
para, en la medida de nuestras posibilidades, intentar suplirlas, pregunta el apóstol ¿De qué sirve
eso? ¿De qué sirve hablar de un Dios misericordioso, si nosotros mismos no somos
misericordiosos?
Sobre esto se habla cuando se enseña que como cristianos debemos “reflejar a Dios”; una
frase que ha llegado a ser un cliché. Pero reflejar a Dios significa darle a conocer tal como es, esto
es dejando que él muestre su amor y misericordia al mundo por medio de nosotros en nuestras
palabras, pero también en nuestras obras. Más adelante dirá que no se trata solo de creer en Dios,
ya que incluso “los demonios creen y tiemblan…”.
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma …” o que es una fe estéril, no
es eficiente, no cumple el propósito; totalmente inútil. Para terminar esta parte el apóstol dirá con
firmeza que fe es obrar ya que son las obras las que validan la fe. Actuamos porque creemos en un
Dios que actúa, servimos porque creemos que Dios ha tenido misericordia de nosotros aunque
somos indignos, bendecimos porque creemos que es Dios quien nos ha bendecido.
Ahora bien, estas palabras se dirigen a los cristianos como individuos ya que son los
individuos quienes conforman la iglesia y una iglesia en la que cada miembro ha comprendido su
labor, su misión en cuanto a dar a conocer a Dios en palabras, pero también con obras; será una
iglesia que no podrá hacer la vista gorda ante las necesidades de la sociedad. Será una iglesia que
mostrara al Dios misericordioso que se preocupa de lo interior, pero también de lo exterior.
Después de todo, la muerte de Jesús redime no solo nuestras almas sino también nuestros
cuerpos.
Una iglesia que quiera impactar se diferenciará del mundo en el pensar, en el decir y en el
actuar, porque cree que ha sido salva para llevar la buena noticia los necesitados. Una iglesia que
trasmite el mensaje de Jesús y al mismo tiempo se preocupa de las personas de la forma en que
Jesús lo hizo.

Roger Castro

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