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Mujer, Trabajo y Seguridad ocupacional

Empecemos definiendo el “trabajo”. En el diccionario en línea de la Real Academia


Española, encontramos doce acepciones, La primera, se complementa con la
definición del verbo trabajar: “ocuparse en cualquier actividad física o intelectual”,
“acción y efecto de trabajar”, “ocupación retribuida”, es en la historia del término
“trabajo” y su conceptualización en la economía, que empezamos a encontrar pistas
para definir el trabajo doméstico, el trabajo reproductivo y el trabajo del hogar
remunerado y no remunerado. Los hombres y las mujeres no son iguales biológicamente
hablando y las actividades profesionales que realizan, las condiciones de trabajo y la
forma en que son tratados por la sociedad son distintas, estas diferencias pueden
afectar a los peligros a los que se enfrentan los hombres y mujeres en el trabajo y la
forma de cómo evaluarlos y la estrategia para su control, las mujeres enfrentan grandes
desventajas en el mundo del trabajo, les pagan menos que a los hombres, incluso
cuando hacen lo mismo y esto no se explica porque ellas sean menos productivas o estén
menos educadas, se explica por prácticas discriminatorias, normas sociales y patrones
de conducta que las conducen a oficios peor remunerados y a menos progresos en su
trayectoria laboral. La lucha de la mujer por alcanzar una igualdad de oportunidades es
todavía dura y está vigente; las infracciones no solamente se cometen en el sector
privado sino también en el público y se mantienen no sólo respecto de la posibilidad de
ser contratadas, sino en la de ascender, en la de ocupar puestos de jerarquía, en los
puestos que involucren toma de decisiones y niveles remuneratorios altos. El trabajo
durante el embarazo y periodo de lactancia es un tema común, es bien sabido que el
embarazo no es una enfermedad, sin embargo a nivel laboral se debe tomar todas las
precauciones debidas para asegurar la integridad de la salud de la madre y el feto, los
controles que una empresa tome ante una mujer en estado de gestación ayudará a que
el embarazo se desarrolle sin dificultades, la trabajadora siga estando productivamente
activa y sobre todo comprometida con la empresa por las facilidades dadas para su
maternidad.

Existen diferencias que afectan a los riesgos a los que se enfrentan los hombres y las
mujeres, con frecuencia estas diferencias no están reconocidas en la práctica de salud y
seguridad, es más, con frecuencia se subestima la carga de trabajo y los riesgos
relacionados con el trabajo para las mujeres en el lugar de trabajo. Esta presencia
creciente de la mujer despierta una serie de interrogantes relacionadas con cuestiones
de género, en función a los diferentes riesgos que pueden enfrentar hombres y mujeres
en materias como: exposición a substancias peligrosas; impacto de los agentes
biológicos en la salud reproductiva; demandas físicas del trabajo pesado; diseño
ergonómico de los lugares de trabajo y la extensión de la jornada laboral, según datos
del INEC en el Ecuador la mujer trabaja en la semana 77,39 horas, en cambio los hombres
lo hacen 59,57 horas, por lo tanto la mujer trabaja 22,40 horas más que el hombre, este
trabajo no es reconocido de manera remunerativa, pues las mujeres reciben su
remuneración por 45,15 horas frente a las 51,36 horas que reciben los hombres, por ello
a la mujer, esta situación la convierte en una trabajadora “especialmente sensible”, es
más vulnerable a los riesgos derivados de su trabajo, siendo susceptible de especial
vigilancia y control ocupacional, la identificación del riesgo y demás consideraciones en
el ámbito laboral es responsabilidad de la empresa, hay que tomar en cuenta de qué
enferman las mujeres trabajadoras y, sobre todo, trabajar con criterio médico
ocupacional en la prevención, es decir, adaptar el trabajo a la persona, y no a la inversa.
Pero la realidad es otra como lo demuestra la gráfica, que se transforma en un círculo
vicioso que no termina.

Los riesgos laborales son fruto de las características del empleo, los trabajos que
desempeñan, segregación de tareas horizontal y vertical, menores salarios,
posibilidades de promoción-formación y características de la vida extralaboral, los
daños a la salud más frecuentes en mujeres trabajadoras están relacionados con
trastornos músculo-esqueléticos, sintomatología relacionada con estrés, acoso y
discriminación laboral, caracterizándose por ser procesos más crónicos que agudos, un
sinnúmero de mujeres de los países llamados subdesarrollados realizan tareas físicas
extremas como recorrer largas distancias cargando más de 35 kilos sobre sus cabezas y
espaldas, o trasladar cargamentos extremadamente pesados. En promedio, las mujeres
en estos países pasan tres horas por día transportando agua y combustible para uso
hogareño, por esta causa suelen sufrir trastornos osteomusculares o reproductivos,
como por ejemplo abortos espontáneos, nacimientos sin vida, entre otros efectos
adversos para su salud.

La participación de trabajadores y trabajadoras es clave para la prevención de riesgos


laborales y daños a la salud, así, la implicación en temas de salud laboral con sus puntos
de vista, sus conocimientos y experiencias puede ayudar a reducir los problemas
laborales, por lo que se sugiere la llamada integración de género que tiene como
propósito que las desigualdades entre hombres y mujeres no se eternicen, en
prevención de riesgos laborales, permitirá no ignorar las diferencias de género,
investigar más las áreas relevantes para las mujeres trabajadoras, no subestimar los
riesgos laborales a los que se exponen, reducir su falta de participación y de toma de
decisiones en salud laboral y garantizar que las medidas preventivas adoptadas sean
apropiadas. De manera preventiva, para una intervención más eficaz se deben priorizar
y gestionar los riesgos a los que las mujeres están más expuestas, realizando programas
específicos, se deben utilizar como referente las experiencias ya conocidas y exitosas de
intervención preventiva desde el punto de vista de género, proponer y aplicar medidas
preventivas específicas y desde la participación de las mujeres trabajadoras, diseñar
puestos de trabajo y elegir equipos de trabajo, equipos de protección individual bajo
criterios de usabilidad por personas situadas en áreas de riesgo, realizar programas de
capacitación en cuanto a los riesgos específicos identificados, que incidan en áreas de
conocimiento, habilidades, aptitudes y cuando se traten de cambios en la organización
de trabajo, se deben tener en cuenta su impacto desde la perspectiva de género y las
repercusiones en la salud laboral. En definitiva, la práctica de la prevención de riesgos
laborales en una empresa debe contemplar ambas vertientes para que los riesgos que
sufren las mujeres dejen de ser considerados como “más ligeros, menores” y se
prioricen e intervengan, desde el punto de vista preventivo, con igual intensidad que
aquellos que sufren los hombres

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