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EL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO

OBJETIVO: Por medio del siguiente texto podrás caracterizar el problema del
conocimiento que se hace presente en la actividad filosófica. Asimismo podrás
conocer y analizar la propuesta del origen del conocimiento que hace el filósofo
Platón.
ACTIVIDAD DE PROBLEMATIZACIÓN

La filosofía ha presentado diversas problemáticas que necesariamente deben


ser resueltas por el propio ser humano. Una de esas problemáticas es la que
se refiere al conocimiento del hombre, en cuanto a que es su más eficaz forma
de explicar y relacionarse con la realidad. Desde esta perspectiva, es necesario
plantearse claramente cómo se da esa actividad y cuáles han sido las
implicaciones en la historia del pensamiento humano.

Antes de entrar en el tema propiamente, trata de responder las siguientes


cuestiones referidas al problema del conocimiento:

1.- ¿ Que es “conocer”?

2.-¿Consideras que todos los conocimientos que posees son válidos?


¿por qué?
EL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO

Introducción.
La teoría del conocimiento o Epistemología (de la palabra griega episteme,
conocimiento verdadero) nos proporciona el punto de vista filosófico sobre el
problema del conocimiento. Sin embargo, tal problema no ha sido sencillo de
resolver por los propios filósofos y se han dado diversas posturas, a veces
contrarias, sobre las principales cuestiones que tienen que ver con la
posibilidad, el origen y la esencia del conocimiento. En este texto, se tratará de
dar una visión general de cómo han sido abordadas estas cuestiones desde la
propia perspectiva filosófica.

BIBLIOGRAFÍA: Albarrán, Mario y Gustavo Escobar. Método de Investigación,


Publicaciones Cultural, México, 1993, pp. 17-26.

a) La posibilidad del conocimiento.

“El problema plantea si acaso es posible el conocimiento. Para resolver esta


cuestión han surgido posturas filosóficas como el escepticismo, que niega la
posibilidad del conocimiento. Para esta tendencia del pensamiento el sujeto es
incapaz de aprehender el objeto. El escepticismo (de la palabra griega
skeptikos, duda) es, en realidad, una doctrina que se remonta a la antigüedad
griega y cuyo representante fue el filósofo Pirrón de Elis, que vivió de 360 a 270
a. C. Este pensador creía que era imposible lograr un contacto entre los dos
factores o componentes del conocimiento: el sujeto y el objeto, pues la
conciencia está imposibilitada para captar la estructura del objeto, por tal razón
el conocimiento no es posible o simplemente es una ilusión.

Cabe señalar que la doctrina escéptica admite varias modalidades, ya que se


puede distinguir un escepticismo radical, como el que enseñaba Pirrón, el cual
cierra prácticamente las puertas al conocimiento, y además podemos hablar de
un escepticismo moderado, que acaba por reconocer que si bien no es posible
alcanzar una certeza absoluta sobre las cosas, sí, en cambio, podemos tener al
menos una relativa probabilidad sobre ellas (tesis probabilísticas).

Según el escepticismo moderado nos conformamos con alcanzar lo que los


filósofos griegos como Platón llamaron doxa, “mera opinión”. También existe un
escepticismo provisional transitorio, el cual es útil para el conocimiento; este
consiste en dudar provisionalmente de la realidad, con el propósito de
encontrar una verdad segura sobre la cual ya no será posible dudar . este
escepticismo provisional es el que explicó René Descartes, el padre de la
filosofía moderna en su método filosófico.

Antes de continuar contesta lo siguiente: ¿Cómo se pueden caracterizar


las diferentes formas de escepticismo?
Frente al escepticismo figura el
dogmatismo, el cual –a diferencia de
primero- le abre las puertas al
conocimiento sin ninguna crítica; en
efecto, según el dogmatismo, la
posibilidad del conocimiento no
entraña dificultades, ya que éste es
plenamente viable. De esta manera,
el dogmatismo (del griego dogma,
doctrina inmutable o fija) partiendo
de una absoluta confianza en la
mente humana, asegura que la
Filósofo enseñando su doctrina relación entre el sujeto y el objeto no
representa ningún problema.
El dogmatismo es una postura ingenua, porque considera que el conocimiento
se origina en forma automática, pues basta que el sujeto se ponga frente al
objeto para que éste se llave a cabo inmediatamente.

Según Johanness Hessen, el dogmatismo fue la postura que privó en los


primeros filósofos griegos –los presocráticos- los cuales “todavía se encuentran
animados por una confianza ingenua en la capacidad de la razón humana”. 1

Responde lo siguiente: ¿Cómo se pueden diferenciar el escepticismo y el


dogmatismo?

b) El origen del conocimiento.


1
Hessen,J. Teoría del conocimiento, EMU, p. 36.
Este problema trata de investigar cuáles son los orígenes o los fundamentos
del conocimiento. Dos importantes corrientes filosóficas han tratado de resolver
estas cuestiones: el racionalismo y el empirismo.

Para el racionalismo, todo conocimiento procede o descansa en la razón, pues


el conocimiento es auténtico y verdadero sólo si contiene la necesidad lógica y
validez universal que le confiere la razón.

Según el racionalismo, todo conocimiento verdadero es originado por el


pensamiento, ya que éste es su fuente y verdadero fundamento.

Es preciso aclarar que el modelo de conocimiento en el que se basa el


racionalismo es el conocimiento matemático el cual consta de axiomas y
principios de indiscutible rigor lógico, de los cuales se parte en forma deductiva
para obtener conocimientos certeros. En este tipo de conocimientos el
conocimiento se desenvuelve sin necesidad de recurrir a la experiencia,
manejando juicios que contienen necesidad lógica y validez universal.

En la historia de la filosofía muchos filósofos se han


adherido al racionalismo, empezando por Platón,
quien rechaza definitivamente el conocimiento
sensible (el que proviene de los sentidos),
destacando que el conocimiento verdadero sólo es
captado o aprehendido por la mente o por los “ojos
del alma”.

Platón llama dialéctica -que es la filosofía misma- al


método por el cual nos vamos elevando del mundo
sensible hacia el mundo inteligible donde impera la
razón. Acaba por postular un mundo ideal o
suprasensible donde moran las ideas o esencias
metafísicas, fundamentos de la verdad y única realidad; los seres sensibles ,
cambiantes y efímeros, sólo son copias o remedos de ese mundo singular.

Pero el racionalismo alcanzó mejores desarrollos en la época moderna, en


filósofos como Malebranche, Descartes o Leibniz. Los filósofos racionalistas
comparten las ideas innatas, según las cuales el ser humano posee, por
nacimiento, una serie de ideas o conceptos básicos que no derivan de la
experiencia y que les ayudan a constituir el conocimiento.

Contesta: ¿Cuáles son las características fundamentales del


racionalismo?
A diferencia del racionalismo, el empirismo (del griego empeiria, experiencia)
sostiene que el origen y fundamento del conocimiento deben buscarse en la
experiencia, en el mundo de lo sensible y de los hechos concretos.

Aquí –en la doctrina empirista- el modelo o paradigma de conocimiento ya no


son las matemáticas, sino las ciencias naturales que acuden a la experiencia y
a la observación.

Una característica sobresaliente del empirismo


es su rechazo a las llamadas ideas innatas y la
afirmación de que la mente humana, al no
contar con ideas previas o a priori, es como un
papel en blanco o “tabula rasa” en la que la
experiencia va dejando sus caracteres o
indelebles huellas.

Al igual que el racionalismo, el empirismo ha


tenido importantes seguidores en la historia de
la filosofía. En la antigüedad figuran los
sofistas, los estoícos y los epicureos. Sin
embargo, esta doctrina epistemológica florece
sistemáticamente en la época moderna (siglos
XVII y XVIII) principalmente con los filósofos
ingleses John Locke (1632-1704) y David
Hume (1711-1776).
John Locke

En el siglo XIX, en el cual existe un gran desarrollo de las ciencias naturales y


experimentales se desenvuelve el empirismo de otro notable filósofo inglés
llamado John Stuart Mill (1806-1873), quien lleva hasta sus últimas
consecuencias la postura empirista, al considerar que aun el conocimiento
matemático –conocimiento considerado apriorístico por antonomasia- tiene su
origen en la experiencia, por tanto “no existen proposiciones a priori, que sean
válidas sin el concurso de la experiencia. Aun las leyes lógicas del pensamiento
deben fundar su validez en la experiencia. Pues también ellas son
generalizaciones de la experiencia vivida”. 2

Responde lo siguiente: ¿Cuál es la distinción fundamental entre el


racionalismo y el empirismo?

c) Esencia del conocimiento.


2
Hessen, J. Op. cit., p. 65.
Si bien en el conocimiento se establece una relación entre un objeto y un
sujeto, el problema de la esencia del conocimiento se pregunta cuál de estos
dos elementos es más importante o dominante en el proceso de conocer: ¿será
el objeto o el sujeto?

Para una postura conocida como realismo el factor más importante y decisivo
es el objeto. Existen diversas formas de realismo. Por ejemplo, tenemos el
realismo ingenuo, que llega a confundir los contenidos de la percepción con los
objetos que nos rodean; considera que éstos tienen las propiedades que
aparecen en nuestras percepciones. Para este tipo de realismo las son
exactamente iguales a como las percibimos. Por ejemplo, el color café que
vemos en una mesa la pertenece a ese objeto de una manera “objetiva”, esto
significa que todas las propiedades radican en los objetos, sin tomar en cuenta
la conciencia que las percibe.

Otro tipo de realismo es el natural, defendido por Aristóteles en la antigüedad.


El estagirita piensa que todas las propiedades percibidas tienen
correspondencia en las cosas, independientemente de la conciencia
cognoscente”.3

De acuerdo con lo anterior, ¿Cuáles son las características más


importantes del realismo filosófico?

En cambio para la corriente denominada


idealismo, el elemento más importante del
conocimiento es, sin duda, el sujeto cognoscente,
según el idealismo no existen cosas reales que
sean independientes de la conciencia. También
existen diversas formas o modalidades del
idealismo. Una de ellas, el idealismo subjetivo,
juzga que las cosas no son más que contenidos
de la conciencia. Este tipo de idealismo cobra
expresión en el filósofo irlandés George Berkeley
(1685-1753) cuyo principio básico de su teoría del
conocimiento es: esse idem est percipi, es decir,
Berkeley
“ser o existir es igual a ser percibido. De acuerdo
con este principio todas las cosas se reducen a un
conjunto de sensaciones y percepciones
aportadas por el sujeto.
3
Ibidem. P. 84.
Además del idealismo subjetivo, se desarrolla el idealismo objetivo, cuyo sujeto
de conocimiento no es ya una conciencia subjetiva, sino una conciencia
general y objetiva, cuyo contenido no es un complejo de procesos lógicos, sino
un cúmulo de pensamientos y de juicios que ostentan validez objetiva. “[...]
contra el realismo que afirma la existencia real de los objetos del conocimiento
con independencia del pensamiento, el idealismo lógico sostiene que los
objetos son engendrados en alguna forma por el pensamiento”. 4

¿Cuáles consideras que son las diferencias entre el realismo y el


idealismo?

ACTIVIDAD DE CONSOLIDACIÓN

4
Ibidem, p. 92.
Lee con atención el texto que a continuación se te presenta y, al final de la
lectura, elabora un breve ensayo interpretativo en donde distingas la manera en
que el autor considera al conocimiento.

LA ALEGORIA DE LA CAVERNA

BIBLIOGRAFÍA: Platón. La República, Libro VII, México, UNAM, 2000, p. 241-


244.

“[...] represéntate, comparándola con la siguiente situación, el estado de


nuestra naturaleza con respecto a la cultura y la incultura. Imagina, pues, una
especie de vivienda subterránea en forma de caverna, provista de una entrada,
abierta ampliamente a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna; y a
unos hombres que están en ella desde niños, encadenados por las piernas y el
cuello, de modo que tienen que permanecer en el mismo lugar y mirar
únicamente hacia delante, incapaces como están de mover en torno la cabeza,
a causa de las cadenas que la sujetan. Detrás de ellos, la luz de un fuego que
arde a cierta distancia y a cierta altura, y entre el fuego y los cautivos un
camino escarpado, a lo largo del cual imagínate que ha sido construido un
muro parecido a las mamparas que alzan entre los prestidigitadores y el
público, y por encima de los cuales exhiben aquéllos sus maravillas.
-Ya veo, dijo.
Pues ve ahora, a lo largo del muro, unos hombres que transportan, por encima
de esa pared, toda clase de utensilios y figuras de hombres o animales,
trabajadas en piedra, en madera, y en toda clase de formas; y es de supones
que, entre los cargadores que desfilan, unos vayan hablando y otros estén
callados.
-¡Qué extraño cuadro describes, dijo, y que extraños cautivos!
Pues se parecen a nosotros, repuse. Y en primer lugar, ¿puedes creer que
quienes están en semejante situación han teñido de sí mismos, o los unos de
los otros, otra visión distinta de las sombras proyectadas por el fuego sobre la
pared de la caverna que tienen ellos enfrente?
-¿Cómo, dijo, cuando por toda su vida han sido obligados a tener inmóvil la
cabeza?
¿Y de los objetos transportados? ¿No habrá sido lo mismo?
-Sin duda.
Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no crees que, al nombrar lo que ven,
pensarían estar nombrando las cosas reales?
-Necesariamente.
¿Y que si la prisión tuviera un eco que viniera de la pared de enfrente? ¿No
crees que cuando quiera que hable alguno de los que pasan, pensarán ellos
que estará hablando la sombra que desfila?
-Sí, por Zeus, dijo; yo por lo menos no pensaría otra cosa.
Es incuestionable, por tanto, dije, que, en el criterio de estas gentes, la realidad
no puede ser ninguna otra cosa sino la sombra de los objetos fabricados.
-De toda necesidad, dijo.
Considera, ahora, proseguí, lo que les pasaría si fuesen liberados de sus
cadenas y curados de su error, cuando, en consonancia con su naturaleza, les
ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado, y forzado de
repente a ponerse en pie, a volver el cuello, a andar y levantar sus ojos a la luz,
y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y no pudiera, por estar encandilado,
contemplar aquellas cosas cuyas sombras veía antes, ¿cuál sería, según tú, su
lenguaje si le dijera alguien que antes no veía sino bobadas y que es ahora,
hallándose más cerca del ser y con la cara vuelta a realidades más auténticas,
ve con mayor rectitud, y si, en fin, le fueran mostrando los objetos que pasan, lo
que cada uno de ellos es? ¿No crees que estaría en aprietos, al punto de
parecerle lo que antes vio más verdadero que lo que ahora se le muestra?
-Y con mucho, dijo.
Y si le forzaran a mirar la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que
se apartaría de allí para volverse a aquellos objetos que es capaz de
contemplar, y que los tendría por más perceptibles en verdad que los que se
muestran?
-Así es, dijo.
Y si, proseguí yo, lo sacaran de allí por la fuerza, y lo llevaran por la áspera y
escarpada subida, sin dejarlo hasta no haberlo arrastrado afuera a la luz del
sol, ¿no crees que sufriría y se irritaría al verse arrastrado, y que, cuando
llegara a la luz, tendría los ojos tan llenos de su resplandor como para no poder
ver ni una sola de las cosas que actualmente llamamos verdaderas?
-No podría, dijo, de pronto por lo menos.
Tendría en efecto, a lo que creo, necesidad de acostumbrarse, si es que ha de
llegar a ver las cosas de arriba. Y lo que primero vería con mayor facilidad
serían las sombras; en seguida, en la superficie de las aguas, las imágenes de
hombres y demás objetos, y después estos mismos. Partiendo de estas
experiencias, podría contemplar de noche los cuerpos celestes y el cielo
mismo, y fijar su mirada en la luz de las estrellas y la luna, con mayor facilidad
que ver de día el sol y la luz solar.
-¡Cómo no!
Finalmente, a lo que pienso, sería el sol, ya no sus imágenes en las aguas o en
algún otro medio ajeno a él, sino el propio sol en su propia región y tal cual es
en sí mismo, lo que sería capaz de mirar y contemplar.
-Necesariamente, dijo.
Después de lo cual, podría ya colegir, con respecto al sol, que es él quien
dispensa las estaciones y los años, y lo administra todo en la región visible, y
es, en cierto modo, el autor de todo aquello que él y sus compañeros veían en
la caverna.
-Es evidente, dijo, que esto vendría a pensar después de aquellas
experiencias.
¡pero qué! Cuando se acordara de su primera morada, de la sabiduría que allí
se tiene y de sus antiguos compañeros de cautividad, ¿no crees que se
felicitaría, él por su parte, del cambio, y que tendría lástima de ellos?
-Ciertamente.
Pues en cuanto a los honores y alabanzas que en aquel tiempo pudieran darse
los unos a los otros, y que las recompensas a aquel que tuviera la vista más
penetrante para discernir las sombras que pasaban, que recordara mejor
cuáles de entre ellas eran las que debían pasar primero, cuáles después o
junto con aquéllas, y que por esto fuese el más hábil para pronosticar lo que
iba a suceder, ¿crees tú que nuestro hombre tendría nostalgia de todo ello, o
que envidiaría a los que allá entre ellos, recibían honores y poder? ¿O no más
bien experimentaría lo que dice Homero, es decir, que “preferiría
resueltamente”trabajar la tierra como asalariado al servicio de un pobre
labrador”, y sufrir lo que fuera antes que volver a pensar como allá abajo y a
vivir de aquella manera?
Por mí al menos, respondió, estimo que preferiría sufrirlo todo antes de vivir de
aquel modo.
Pues ahora, continué, reflexiona en lo siguiente. Si este hombre volviera bajar
allá para ocupar de nuevo su mismo asiento, ¿no se le llenarían los ojos de
tinieblas, al venir, así de repente , de la región del sol?
Seguramente, dijo.
Y si le fuera preciso recomenzar a conocer aquellas sombras y entrar de nuevo
en competencia con quienes han permanecido constantemente encadenados,
mientras el primero tiene aún embotadas la vista y con el muy corto tiempo que
tendía para reacomodar sus ojos, ¿no daría que reír vuelto con los ojos
estragados, y que ni siquiera vale la pena intentar la ascensión? Y a quien
pretendiera desatarles y conducirlos a lo alto, ¿no lo matarían si pudieran
echarle mano y darle muerte?
Absolutamente, dijo.
Ahora bien, mi querido Glaucón, proseguí, este cuadro debemos aplicarlo
exactamente a lo que antes dijimos. El mundo que nos es patente por la vista
habría que asimilarlo al local de la prisión, y la luz del fuego que hay en ella, a
la acción del sol. En cuanto a la subida al mundo superior y a la contemplación
de las cosas de lo alto, ponlo como el camino del alma en su ascensión al
mundo inteligible, y no erraras con respecto a lo que constituye mi esperanza,
ya que has manifestado el deseo de oírme sobre esto. Si es o no verdadero,
Dios lo sabrá. En cuanto a mí, he aquí cómo se me da lo que me parece como
evidente: la idea del bien , que con dificultad percibimos, en el extremo límite
del mundo inteligible, pero que, una vez entrevista, aparece al razonamiento
como siendo en definitiva la causa universal de todo cuando es recto y bello;
que en el mundo visible, es ella la generatriz de la luz y del señor de la luz, y en
el inteligible a su vez, es ella misma la señora y dispensadora de quien quiera
conducirse sabiamente, así en la vida privada como en la vida pública.
En esto estoy también de acuerdo, dijo, en la medida de mi capacidad.

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