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El juicio de lo particular —esto es bello, esto es feo , esto está bien, esto está mal —no
tiene cabida. en la filosofía moral de Kant. El juicio no es razón práctica; la razón práctica
«razona» y me dicta qué debo y qué no debo hacer; establece la norma y es idéntica a la
voluntad, y ésta expresa mandatos; habla en imperativos. El juicio, por el contrario,
surge del «placer meramente contemplativo o complacencia inactiva [iuntätiges
Wohlgefallen]». pp.35 y36
Por último, y es lo más importante , el término «crítica» mantiene una doble oposición: a
la metafísica dogmática, por una parte, y al escepticismo, por otra. La respuesta a
ambas alternativas era el pensamiento crítico, no ceder a ninguna de las dos. En este
sentido el pensamiento crítico es un modo de pensar novedoso y no sólo una mera
propedéutica de una nueva doctrina. Por tanto, n es como si la empresa, en apariencia
positiva, de construir sistemas. De hecho, esto es lo que sucedió, pero desde una
perspectiva kantiana no era sino otra forma de dogmatismo. (Sobre esta cuestión Kant
nunca fue del todo explícito; se habría expresado con más claridad si hubiese podido ver
los ejercicios de pura especulación a los que dejaba el campo libre su Crítica, con Fichte,
Schellingy Hegel). La filosofía misma, según Kant, se hizo crítica en la época del
criticismo y de la Ilustración; cuando el hombre alcanzó la mayoría de edad. p.66
Estos sentidos son subjetivos porque en ellos la misma objetividad de la cosa vista,
sentida o tocada está anulada o, por lo menos, no está presente-; son sentidos
interiores, porque el alimento que saboreamos está en nosotros mismos, al igual que
ocurre, en cierto modo, con el perfume de la rosa. Y el me-agrada-o-me-desagrada es
prácticamente idéntico al me-conviene-o-no-me-conviene. La clave de la cuestión es:
me afecta directamente. Por esta misma razón no puede haber aquí discusión alguna
sobre la verdad o la falsedad. De gustibus non disputandum est "En cuestiónes de gusto
no hay disputa". Ningún argumento podrá persuadirme para que me gusten las otras si
resulta que no me gustan. En otras palabras, el elemento perturbador en las cuestiones
de gusto es que no son comunicables.
La solución a estos enigmas puede apuntarse con los nombres de otras dos facultades:
la imaginación y el sentido común.
Las referencias a la facultad de juzgar están diseminadas por los escritos arendtianos
publicados en la décadade 1960, mientras que, a partir de 1970, se detecta una
orientación nueva, sutil pero importante. En los textos anteriores al artículo de 1971, «El
pensar y las reflexiones morales», 7 el juicio se considera desde la óptica de la vita
activa; en los textos posteriores, el juicio pasa a considerarse desde el punto de vista de
la vida del espíritu. El acento se desplaza del pensamiento representativo y de la
mentalidad amplia de los actores políticos al espectador y al juicio retrospectivo de los
historiadores y de los narradores de historias. El poeta ciego, alejado de la acción y, por
ello, capaz de una reflexión desinteresada, se convierte ahora en la figura emblemática
de la facultad de juzgar. 8