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Desde los primeros tiempos de la conquista la Amazona fue percibida como una enorme frontera, como un
espacio de contactos y de limites siempre imprecisos y cambiantes entre los dos estados coloniales de la
América del sur: España y Portugal. Solo en los últimos años del periodo colonial fueron demarcadas las
posesiones de ambos estados, al menos de manera formal, con el tratado de Ildefonso (1777). Se intentó
superar así la controvertida pugna generada por el tratado de Tardecillas (1994). El nuevo tratado dibujo, por
así decirlo, el primer perfil de los territorios del norte de Charcas, que Bolivia heredaría al constituirse como
república.
En los viejos mapas coloniales y en muchos de los bolivianos del siglo pasado, aparece un enorme territorio al
norte de las llanuras de Mojos, aproximadamente desde el paralelo 12, que se extiende hasta la línea citada
del tratado de San Ildefonso, en el paralelo 7, muy cerca del río Amazonas. Por el este sus límites son los ríos
Memoré, y Madera y por el este, de manera vaga, el Perú.
Formalmente, este espacio el territorio boliviano durante sus primeras décadas de vida. Se trataba de una
importante porción de la Amazonía profunda, de bosques exuberantes y ecosistemas frágiles, atravesando
por grandes ríos tributarios todos de las amazonas, estaba poblado por varios pueblos indígenas, sus
habitantes originarios, cuyas antiguas prácticas culturales les permitían un equilibrado aprovechamiento de
los recursos naturales de su hábitat. Por siglos estos pueblos pudieron evitar el contacto de las poblaciones
vecinas de los estados coloniales, manteniendo y desarrollando sus costumbres, sociedades y territorios.
En épocas de los incas. Túpac Yupanqui intento acceder sin éxito a estas regiones descendiendo por el Amaru
Mayo (la actual madre de dios). También el el primero año de la colonia, algunos conquistadores intentaros
aproximarse a él en búsqueda del Dorado del soñado país, de la canela. Pero fueron intentos esporádicos que
normalmente terminaban ahogados en la misma floresta, en general constituyo un espacio “vacío” remoto y
marginal en la órbita de la influencia política y económica de los estados español y portugués primero, y
boliviano, brasileño y peruano, hasta la mitad del siglo XIX.
En 1867 Melgarejo firmo un controvertido tratado con el Brasil que establecía una línea de frontera que,
naciendo de la confluencia de los ríos Beni y Mamaré, se extendería por línea oblicua hasta entonces la
desconocida naciente del Yávari. Fue un primer intento por definir la frontera boliviana del norte, aunque con
la consiguiente pérdida para Bolivia del territorio original, estimada en más de 250000 kilómetros cuadrados.
En los años posteriores, varias comisiones binacionales de limites trabajaron tratando de fijar esta línea. Los
trabajos de campo, en los que intervino ya el después presidente de la republica durante los conflictos, el
general José Manuel Pando, no siempre coincidían con los debates diplomáticos entre los estados. Luego de
algunos intentos se logró en 1987 fijar con cierta conformidad la llamada línea Cunha-Gómez. Por entonces,
este ya reducido espacio adquirió finalmente un nombre: se llamó el territorio del Acre.
LA OCUPACIÓN BOLIVIANA
Durante la colonia. La corona española, a través de la Audiencia de Charcas, se preocupó por proteger y
consolidar sus posiciones limítrofes con los portugueses en Brasil. Sus dilatadas fronteras por el este y el
norte no eran sin embargo de su principal interés, centrado como estaba en la explotación de las minas
andinas y el mercado regional de Potosí.
De manera relativamente tardía estableció las misiones de Mojos y Chiquitos confiadas a las compañías de
Jesús. Ambas cumplieron sus propósitos de resistir los embates portugueses dentro de sus jurisdicciones y,
aunque constituían espacios marginales y en más de un sentido diferenciados del resto de la audiencia,
integraban el espacio regional del mercado de Potosí y pertenecían plenamente a los dominios políticos y
territoriales de Charcas.
La misión de Mojos se desarrolló en las llanuras de este mismo nombre y se extendió por el norte, como se a
señalado, hasta aproximadamente el paralelo 12. Santa Ana de Yacuma fue la misión más norteña de este
conjunto de misional. Sobre la base de esta provincia colonial de Mojos se creó ya entrada la republica (en
1842) el departamento del Beni, cuyos límites mantuvieron, por los primeros años de su creación, el mismo
carácter nominal de periodo colonial.
Después de los jesuitas, misioneros franciscanos avanzaron también hacia el norte por la región de Caupolicán
y el rió Beni, alcanzando a fundar la misión de Cavinas, también en las proximidades del paralelo 12.
En 1846 el ingeniero Agustín Palacios exploró el curso bajo del Mamoré y las cachuelas de la madera, en lo
que constituye la primera exploración boliviana sobre los territorios del norte. Su viaje inauguró en modesto
y dificultoso flujo comercial entre el Beni y el Amazonas que eventualmente alcanzaba el puerto de Pará en la
desembocadura de este río en el océano.
La goma atrajo a aventureros inversionistas cruceños y andinos, que a su vez llevaron consigo en calidad de
enganchado”, indígenas de las misiones de mojos y chiquitos, patrones y siringueros ocupados paulatinamente
en el espacio del norte y tras ellos, marcho el estado. Entre todos desalojaron, cuando no exterminaron, a los
pueblos indígenas originarios del norte.
Los comienzos fueron difíciles. Hasta 1880 no se conocía el curso bajo del rió Beni, y los primeros
establecimientos gomeros estaban establecidos precisamente en su curso medio, en la altura de Reyes. Desde
ahí se hicieron los primeros envíos de goma boliviana a ultramar, por la vía de amazonas, siguiendo una penosa
ruta a través de las pampas, en carretones de bueyes, para comunicar el rió Beni con el Yacuma, y desde ahí
bajar el Mamore y el Madera, tramos en los que además se debían enfrentar a las dificultosas cachuelas.
En octubre de 1880 un aventurero americano descubrió Cachuela Esperanza y confirmo la confluencia del rió
Beni con el Mamoré. Las ventajas de estas nuevas rutas fueron inmediatas. Nicolás Suárez, que
posteriormente seria el más importante empresario boliviano de la región, tomo posesión de la dicha
cachuela, controlando desde ella el flujo comercial de la goma boliviana hacia las amazonas.
Inmediatamente después de Suárez, otros empresarios descendieron por los ríos y poblaron sus orillas con las
llamadas “barracas gomeras” hasta fines del siglo, docenas de estas, junta a “establecimientos” mejor
montados de los empresarios importantes, se habían expandido por los ríos Madre de Dios, Orton,
Tahuamanu, Manuripi. En los últimos años del siglo XIX, los más atrevidos llegaban con sus barracas al río
Abuná y finalmente al Acre, sonde Suárez compro a un pionero la Barraca “bahía” (actualmente la cuidad de
Cobija) para aprovechar sus ricas entradas.
El estado llego a consecuencia de esta ocupación, de madera lenta y frágil. Primero fueron las aduanas. La villa
Bela creada en 1883 que, al cabo de pocos años comenzó a producir ingresos inesperados para el tesoro
boliviano. Luego, con sede en Riberalta, se creó la delegación de colonias.
En enero de 1899 se fundó la aduana de Puerto Alonso, en homenaje al último de los presidentes
conservadores. Estaba situada sobre el rió Purus, frente a la población brasileña de Caqueta, justo debajo del
límite de la nueva línea de fronteras Cunha-Gomez Con el Brasil, y bastante más al norte de las barracas
bolivianas, los fundadores del puerto Alonso y sus primeras autoridades llegaban allí por la ruta Manaos.
La aduana de puerto Alonso, por sus crecientes recaudaciones y la afectación de intereses que produjo en la
región y en Manaos, se construyó en el epicentro de los conflictos del acre y el punto mas al norte que Bolivia
pudo ocupar.
LA OCUPACIÓN BRASILEÑA
A diferencia de los españoles, desde tempranas épocas el Portugal ejerció un control económico y comercial
en la desembocadura del rió Amazonas, desde el puerto de Pará, con el tiempo este constituiría en un
núcleo económico, político y regional de importancia.
Para mediados del siglo XVIII la presencia portuguesa a través de “bandeirantes” misioneros y colonizadores,
ya habían delimitado una suerte de fronteras de ipso a lo largo de los ríos madera y Mamaré, que sin estar
respaldada por norma internacional alguna, constituyo el claro límite con las misiones de mojos. Esta presencia
fue posteriormente reforzada con la construcción de fortines, algunas verdaderas fortalezas como la del
príncipe de Beira construido un año antes de la firma del tratado de San Ildefonso sobre el rió ITunes. Estos
tratados consolido legalmente estos avances y el dominio territorial portugués sobre esta región.
De este modo, el aprovechamiento de diferentes recursos forestales ya era importante en el Amazonas mucho
antes de la emergencia de la goma, pero evidentemente el comercio de la goma dio un impulso económico
sin precedentes a le región.
El aprovechamiento de la goma fue iniciado por los brasileños, quienes desarrollaban las distintas formas y
técnicas de su industrialización, las modalidades de ocupación del espacio en relación a la recolección de la
goma, las condiciones de navegabilidad del rió Amazonas, el establecimiento de mercados y los
financiamientos. En una palabra, el idioma del trabajo gomero fue el portugués: palabra como “siringuero”,
“estrada”, “tichela”, “machadiño”, etc. Fueron parte del lenguaje de la selva, incluso para lo pobladores
bolivianos.
Los principales acontecimientos del acre tuvieron lugar entre los años 1890 y 1903, esquemáticamente
podría decirse que se desarrollo en dos tipos de escenarios, articulados entre si de manera compleja. En
ambos tuvieron que desenvolverse los representantes del estado boliviano en condiciones difíciles y
desventajosas.
El primero puede ser descrito como el escenario geográfico: el ya reducido territorio geográfico del acre que
hemos mencionado, era el espacio comprendido entre el río Madre de Dios en el sur, y la mencionada línea
oblicua Cunha-Gomez al norte, sin entrar en la precisiones y modificaciones que esta sufrió en el transcurso
de los años.
Sobre este escenario se dio la pugna por la ocupación de espacios entre colonizadores y empresarios
bolivianos y brasileños, y allí se dieron las batallas que libro el ejército boliviano apoyando por contingencia de
civiles organizados militarmente, como es el caso de la “columna porvenir”, para sofocar las llamadas
“revoluciones autonomistas acreanas”.
Los conflictos del Acre no eran los únicos que enfrentábamos en los primeros años del siglo. En 1900 se
produjo la llamada guerra federal que determino el traslado de la sede de gobierno a La Paz y el inicio del
gobierno liberal. La economía del estaño terminaba sobreponiéndose a la de la plata en un país volcado
totalmente sobre sus territorios andinos. La crisis interna dentro del naciente gobierno liberal era evidente.
Internacionalmente, Chile presionaba también a Bolivia en consolidar sus conquistas en el pacífico, y el Perú
participaba de las pugnas de las posesiones del territorio amazónico en las nacientes del Púrus, los conflictos
por el territorio del Acre aparecían así urgentes, pero remotos y desconocidos.
Tenemos dicho hasta el año 1899 se havia producido un importante avance de colonizadores brasileños que
avían ocupado el área de los ríos Purús y el Acre al sur de la línea de fronteras.
Desde Bolivia, los pioneros habían conseguido establecerse en el Abuná y comenzaban a ocupar el Acre. El
estado boliviano no tenía presencia alguna en las regiones y no podía por tanto ejercer control alguno sobre
uno y otros.
Con el propósito de remediar es parte esta situación, en enero de 1899 se creó la aduana de puerto Alonzo.
Era un acto legítimo de soberanía, con propósitos eminentemente administrativos. Se trataba de recaudar los
derechos de aduanas que al país le correspondía por la explotación de goma que explotaban bolivianos y
extranjeros dentro de su territorio. El poco tiempo que pudo funcionar como tal, produjo ingresos interesantes
para el fisco. Pero luego puerto Alonso se convirtió en el centro político y militar de los conflictos. Los gomeros
y barraqueros brasileños, alentados desde manaos donde se ejercía control del flujo comercial de la goma en
las amazonas, sintiéndose afectados en su interés, resistieron el impuesto para posteriormente declarar el
“estado independiente del Acre, Purús y Yacú”, liderizados por el colonizador español Luis Gálvez. Se inicio de
esta manera la primera llamada revolución del Acre, de carácter supuestamente local y autonomista. Los
acreanos se organizaron política y militarmente, ocuparon Puerto Alonso destituyendo violentamente a las
autoridades bolivianas.
Para conjurar esta revuelta, se nombró delegado nacional en el Acre y el alto Perú a Andrés S. Muños, que
salió de La Paz por la ruta del rió Beni. Poco después, tropas al mando del vicepresidente de la república, Lucio
Pérez Velasco salieron desde Cochabamba por la ruta del chapare y el ministro de defensa Dr. Ismael Montes
encabezo otro contingente por la difícil ruta de Larecaja, eran rivales políticos que competían por prestigio,
pero llegados al acre lograron aunar fuerzas y restablecer provisoriamente el orden.
Desde La Paz hasta el Acre las tropas tardaban desde tres hasta cuatro meses de penoso viaje, la mayor parte
a pie a través de los bosques. Sus avíos y pertrechos eran insuficientes dadas las limitaciones económicas del
estado. El clima era hostil a los soldados andinos y se lamentaron bajas por enfermedades y agobio, era una
lucha en un escenario extraño. Así y todo, pudieron enfrentar varis luchas con éxito, recuperando Puerto
Alonso y sofocando inicialmente esta primera revolución acreana antes de regresar a La Paz después de un
año de campaña.
Mientras en el acre las tropas bolivianas intentaban recuperar el orden el gobierno boliviano iniciaba urgentes
gestiones diplomáticas ante el Brasil. El embajador boliviano en Rió de Janeiro solicito en principio ayuda del
gobierno brasileño para sofocar ayuda para sofocar la revolución acreana. Pero la república federativa havia
heredado los impulsos expansioncitas del imperio. Y esta revuelta alentaba ya al Brasil a incorporar el acre a
su territorio. Bolivia recibió como respuesta una severa nota de la cancillería brasileña en la que, entre otras
cosas, se le recordaba que “al soberano le toca defender su soberanía, es su derecho y su deber”.
La cancillería brasileña con creciente agresividad diplomática adujo nuevas interpretaciones al tratado y se
establecieron nuevas imposiciones para el naciente del Yaviri y el curso de esta línea.
El resultado de varias marchas y contra marchas devino en que el Brasil declaraba el territorio acreano, al sur
de la dicha línea, en territorio “en litigio” desconociendo la soberanía e Bolivia sobre el mismo.
Ante la presión brasileña y sintiéndose sin capacidad de ocupar y controlar aquel conflicto y lejano territorio
nacional, el gobierno boliviano comenzó a madurar la idea de arrendar el acre a algún consorcio internacional
que pudiese hacerse cargo en su nombre de su administración. Era una idea típicamente liberal, gestado por
y encomendada por empresarios mineros. Félix Avelio Aramayo, entonces embajador de Londres, Asumió esta
iniciativa por encargo del gobierno y luego de prolongadas y controvertidas gestiones logro un acuerdo con el
consorcio Anglo Americano que termino de construir el “the bolivian sindicate” el cual debía administrar y
recaudar las rentas públicas en el acre por un periodo de 30 años a cambio de recibir el 40% de las rentas
recaudadas.
El historiador boliviano Valentín Abecia califica este contrato de administración como “un negocio desgraciado
en todos los aspectos”. Desde el inicio se advirtieron dudas en torno a la composición, capacidad y legitimidad
del consorcio extranjero. El contrato, como tal también fue observado, así como la ausencia de un
representante del sindicato en el país.
Las dificultades principalmente vinieron, sin embargo, desde el propio Brasil. La chancillería de ese país y la
del Perú reaccionaron airadamente pidiendo explicaciones formales sobre la presencia del “bolivian sindicate”
en el acre. El nuevo canciller brasileño. Barón de Rió Blanco, inicio una vigorosa campaña denunciando este
acuerdo señalando que el mismo permitía la presencia de intereses internacionales extraños en la amazona y
exigía su inmediata derogación. Al mismo tiempo reiteraba sus intereses en el territorio “en litigio” del Acre,
proponiendo al gobierno boliviano diversas proposiciones de canje territorial o la adquisición del mismo.
La posición del gobierno liberal fue debilitándose rápidamente. Propuso sin éxito un arbitraje internacional
sobre las posesiones del Acre, al tiempo que intentaba explicar los alcances del acuerdo con el sindicato
dudando ya de la pertinencia del mismo.
En el marco de esta delicada situación, las autoridades bolivianas de Puerto Acre el antiguo Puerto Alonso
incrementaron los impuestos de aduana. Esta circunstancia determino un nuevo alzamiento de los
colonizadores brasileros: fue el comienzo de la llamada segunda revolución del acre. Placio de Castro liderizó
este nuevo y contundente movimiento, atacando esta vez la posible presencia del sindicato extranjero en la
región. Tomo nuevamente Puerto Acre ocupando también otras posiciones bolivianas. La barraca bahia del
empresario boliviano Nicolás Suárez fue también acopada, resolviendo este, asumir la defensa de sus
propiedades organizando la famosa “columna porvenir” en la que tuvo destacada actuación el después
coronel y general del ejército Federico Román.
La contienda dentro de los territorios bolivianos del Acre alcanzo contornos de gravedad. El presidente de la
republica General José Manuel Pando, conocedor de aquellas regiones y de su valor, decidió ponerse el mismo
al frente de sus tropas bolivianas y marchar hacia el Acre. Los contingentes de 700 soldados tomaron otra vez
la penosa ruta de Larecaja y el rió Beni logrando llegar a Riberalta y tomar posiciones iniciales del combate en
abril de 1903.
La marcha del presidente Pando al Acre produjo la inmediata reacción del gobierno del Brasil que denuncio el
hecho como una provocación. Inmediatamente dispuso él envió de contingentes militares del ejército hacia la
frontera del Matto Grosso y al Acre, situándose estas cerca de las milicias revolucionarias de Placio de Castro.
El gobierno boliviano intento dar marcha atrás de su relación con la boliviana sindicate, solicitando la anulación
del contrato, la gestión no tuvo éxito. El consorcio alego que ya había iniciado inversiones. Poco después los
administradores extranjeros iniciaban conversaciones con el gobierno del Brasil que termino comprando sus
derechos. Unas experiencias de interés bolivianos habían terminado en un contundente fracaso.
El presidente Pando en el Acre debían enfrentar a las milicias revolucionarias de Castro, pero, además, a las
tropas muchas más numerosas y mejor disciplinadas del ejército brasilero, al mando del general Silveira. Su
posición era extremadamente desventajosa y el gobierno brasileño lo savia mientras pando marchaba al Acre.
El gobierno boliviano en La Paz decidía entre un a derrota militar o diplomática “mucho más deshonrosa que
una guerra desigual contra el Brasil”. Se decidió por evitar la guerra. E febrero de 1903 firmo un Modus Vivendi
que establecía la desmovilización de las tropas bolivianas y la suscripción de un nuevo tratado. Pando como
es Sabio. Recibió la noticia ya en el Acre y su primera acción es regresa a La Paz.
En noviembre de 1903 se firmó el tratado de Petrópolis. Bolivia cedía casi 200000 kilómetros cuadrados en el
Acre al Brasil a cambio de compensaciones económicas y el tratado actual de fronteras. En enero de 1904 el
legislativo ratifico este tratado en medio de un débil, aunque reprimida censura popular y casi, se diría, con
alivio.
En 1928, el fortín “Vanguardia” de los bolivianos, fue tomado por los paraguayos, quienes dieron
muerte a seis guardias, e incendiaron el fortín, Esto trajo como consecuencia que los bolivianos
respondieran ocupando el fortín paraguayo llamado “Boquerón”. El problema fue resuelto por la
Sociedad de las Naciones que obligó a Bolivia a desalojar el fortín paraguayo, y a éstos, a
reconstruir el fortín “Vanguardia”, calificando a Paraguay como “país agresor”.
El Río Paraguay le adjudicaba al sector su importancia relevante, por permitir su comunicación con
el océano Atlántico. Bolivia había perdido en su contienda con Chile (Guerra del Pacífico,
desarrollada entre 1879 y 1883) su salida al Océano Pacífico.
Entre 1899 y 1903, Bolivia y Brasil protagonizaron la Guerra del Acre, que terminó con la firma del
Tratado de Petrópolis. Tras perder el territorio del Acre, Bolivia recibió entre otras compensaciones,
el Chaco Boreal por parte de Brasil, que no era dueño de la zona.
La idea de que allí pudieran existir pozos petroleros estimuló ambiciones de países externos al
conflicto. Así, Estados Unidos apoyó económica y militarmente a Paraguay, y Gran Bretaña, a
Bolivia.