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Nació en Llerena, España en 1518 y murió en Sevilla.

Su padre, Lope de León, era dueño de una tienda en


la ciudad, y su madre, Leonor de Cazalla, era natural
de Llerena.
Cieza de León recibió más que una educación
rudimentaria en una escuela parroquial local.

Paso a las indias siendo a un, un adolescente, con el


objetivo de labrar fortuna. Participo de las huestes
exploradoras de los capitanes Alonso de Cáceres y
Jorge Robledo en el norte de la América meridional.

Llego al PERÚ en 1547 con Sebastián de Benalcazar,


casi al final de la revelación de Gonzalo Pizarro Cieza
se unió a las tropas de pacificador de la Gasca.

Quien en Jaquiguana termino venciendo a justiciando a los caudillos Gonzalo Pizarro


y Francisco Carvajal.

1547: Cieza de León participó en misiones dirigidas por Pedro de la Gasca en apoyo
de la campaña realista contra Gonzalo Pizarro rebelión.

1548: Llegó a la "Ciudad de los Reyes" (hoy Lima ), donde comenzó su carrera como
escritor y cronista oficial del Nuevo Mundo. Durante los dos años siguientes viajó por
todo el territorio peruano, la recopilación de información interesante que más tarde
utilizar para desarrollar sus obras.
Cieza volvió a Sevilla, España, en 1551 y se casó con una mujer llamada Isabel López
de Abreu.

1553, publica la primera parte de las crónicas de Perú. Murió al año siguiente,
dejando el resto de su obra inédita.

La importancia de Cieza como cronista consiste en que no se limitó a realizar una mera
crónica de los acontecimientos que veía o vivía, sino que tuvo conciencia de historiador, es
decir, de narrar una gesta más o menos épica, con un estilo discursivo y con la intención de
contar verdades, y esto puede leerse en el prólogo o proemio de la Primera parte de la
crónica del Perú, donde incluso llega a decir que escribirá teniendo como modelo a Cicerón.
Lo interesante de la Crónica del Perú es que analiza un cuadro global de la historia de Perú,
principalmente, dando todo tipo de información tanto sobre la flora y la fauna andina y
amazónica o acerca de la cultura de los incas como sobre el comportamiento de los
conquistadores y sus enfrentamientos.
La crónica general del Perú se divide en cuatro partes.La primera fue la única publicada
en vida del cronista; es una ordenada y precisa descripción geográfica, etnológica y
cultural de las regiones visitadas, particularmente del Perú.La segunda parte, conocida
con el título de señorío de los incas en un resumen histórico del imperio incaico que
exhibe una paciente, cuidadosa y extensa investigación personal.
La parte tercera que se allá perdida, versa sobre la conquista del Perú, y la cuarta,
incompleta, publicada a fines del siglo pasado, según el mismo autor: ”Es mayor
escritura que las tres dichas, y de más profundas materias”.Versa sobre las primitivas
versiones de las guerras civiles entre los conquistadores, que toman el nombre de las
batallas o del lugar donde se realizaron: La guerra de Salinas, la guerra de chupas, la
guerra de quito y las guainas y de jaquija Guana, antes que describir la exuberante
naturaleza americana y el pasado indígena.

"En estas otras partes también se han hallado grandes tesoros en sepulturas, y se
hallarán cada día. Y no ha muchos años que Juan de la Torre capitán que fue de Gonzalo
Pizarro en el valle de Ica, que es en estos valles de los llanos, halló una de estas
sepulturas, que afirman valió lo que dentro de ella sacó más de cincuenta mil pesos. De
manera que en mandar hacer las sepulturas magníficas y altas y adornarlas con sus losas
y bóvedas y meter con el difunto todo su haber y mujeres, y servicio, y mucha cantidad
de comida, y no pocos cántaros de chicha o vino de los que ellos usan, y sus armas y
ornamentos, da a entender que ellos tenían conocimiento de la inmortalidad del ánima,
y que en el hombre había más que cuerpo mortal. Y engañados por el demonio cumplían
su mandamiento, porque él les hacía entender (según ellos dicen) que después de
muertos habían de resucitar en otra parte que les tenía aparejada, adonde habían de
comer y beber a su voluntad, como lo hacían antes que muriesen. Y para que creyesen
que sería lo que él les decía cierto y no falso y engañoso, a tiempos, y cuando la voluntad
de Dios era servida de darle poder, y permitirlo, tomaba la figura de alguno de los
principales que ya era muerto, y mostrándose con su propia figura y talle tal cual estuvo
en el mundo, con apariencia del servicio y ornamento, hacía entenderles que estaba en
otro reino alegre y apacible de la manera que allí lo veían. Por los cuales dichos y
ilusiones del demonio ciegos estos indios, teniendo por ciertas aquellas falsas
apariencias, tienen más cuidado de aderezar sus sepulcros o sepulturas, que ninguna
otra cosa. Y muerto el señor le echan su tesoro y mujeres vivas, y muchachos, y otras
personas con quien él tuvo siendo vivo mucha amistad. Y así por lo que tengo dicho era
opinión general en todos estos indios yungas, y aun en los serranos de este reino del
Perú que las ánimas de los difuntos no morían, sino que para siempre vivían y se
juntaban allá en el otro mundo unos con otros, adonde como arriba dije creían que se
holgaban, y comían y bebían, que es su principal gloria. Y teniendo esto por cierto
enterraban con los difuntos las más queridas mujeres de ellos, y los servidores y criados
más privados, y finalmente todas sus cosas preciadas, y armas, y plumajes, y otros
ornamentos de sus personas. Y muchos de sus familiares por no caber en su sepultura
hacían hoyos en las heredades y campos del señor ya muerto, o en las partes donde él
solía más holgarse y festejarse, y allí se metían, creyendo que su ánima pasaría por
aquellos lugares y los llevaría en su compañía para su servicio. Y aun algunas mujeres
por le echar más carga, y que tuviese en más el servicio, pareciéndoles que las sepulturas
aún no estaban hechas, se colgaban de sus mismos cabellos, y así se mataban. "
Explorador y cronista español (Betanzos, 1510 - Cuzco, 1576).
Acompañó a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro en la conquista
del Perú.
Fue Juan de Betanzos uno de los pocos conquistadores españoles
que logró aprender el quechua general, lengua oficial del Imperio
inca, lo que le sirvió para ser el intérprete y mano derecha de
Pizarro. Gracias a ello, y a su matrimonio con la que fuera prometida
de Atahualpa, logró granjearse la amistad de gran parte de la
nobleza incaica.
Cuando por motivos de las Leyes de Indias, los conquistadores se
sublevaron encabezados por Gonzalo Pizarro (hermano de
Francisco), Juan de Betanzos apoyó a Pedro de la Gasca, que sofocó
la rebelión. Ello le valió la concesión de una encomienda por el
emperador Carlos I. Falleció en el Cuzco el 3 de enero de 1576.
De su labor como cronista, destaca especialmente la obra Suma y
narración de los Incas, y que supone una de las primeras narraciones
de la historia del Imperio Inca. Fue, además, el primer español en escribir en quechua, elaborando
incluso un vocabulario básico español-quechua.

En que trata de cómo había muchos Señores en la redondea del Cuzco, que se intitulaban reyes
y Señores en las provincias donde estaban; é de cómo se levantó de entre estos un Señor Chanca
que llamaron Uscovilca, é cómo hizo guerra él y sus capitanes á los demás Señores, é los sujetó,
é cómo vino sobre el Cuzco, teniendo noticia de Viracocha Inca, é de cómo Viracocha Inca le
envió á dar obediencia, é después se salió Viracocha Inca á cierto peñol, llevando consigo todos
los de la ciudad, en el tiempo de este Viracocha Inca había más de doscientos Señores caciques
de pueblos y provincias, cincuenta y sesenta leguas en la redondez de esta ciudad del Cuzco, los
cuales se intitulaban y nombraban en sus tierras y pueblos Capac Inca, que quiere decir Señores
é reyes; y lo mismo hacia este Viracocha Inca, é intitulábase, como arriba diximos, Dios; de
donde vieron los demás Señores ya dichos, que se intitulaba demás ser que ninguno de ellos. Y
como un Señor de estos, de nación Chanca, que se decía Uscovilca, el cual era señor de mucha
suma de gente é tenia seys capitanes muy valerosos, sus sujetos, que se llamaron Malina (#), y
otro Rapa, y otro Yanavilca (b), y otro Teclovilca, y otro Guamanguaraca, y otro Tomayguaraca;
y este Uscovilca, como tuviese noticia que en el Cuzco residía Viracocha Inca y que se intitulase
de mayor señor que él, siendo él más poderoso de gente é intitulándose él Señor de toda la
tierra, pareciéndole bien ver qué poder era el de Viracocha Inca, y para ver esto, estando este
Uscovilca en el pueblo de Paucaray (c), que es tres leguas de Páreos, entró en consulta con los
suyos qué orden debiesen tener para este hecho; y viendo que su poder era grande, acordaron
en su acuerdo que debían ir sus capitanes á descubrir por las partes de Condesuyo é provincias,
é ansímismo por la parte de Andesuyo á lo mismo, y que él ansímismo, con dos capitanes de los
suyos y con la gente que le quedase, fuese por medio de estas dos provincias derechamente a
la ciudad del Cuzco, y que de esta manera seria Señor de toda la tierra, y que él de su mano
sujetaría á Viracocha Inca. Y así, salió de su acuerdo; y desque hobo salido, mandó que para un
día señalado se juntase toda su gente en aquel lugar é llano de Paucaray.

.—En que trata del ser y virtudes de Inca Yupanqui, é de cómo, apartado que fué de sus
compañeros, se puso en oración; é cómo tuvo, según dicen los autores, revelación del cielo; é
cómo fue favorecido y dio batalla á Uscovilca y le prendió y mató en ella, y de otros casos y cosas
que acaecieron.

INCA Yupanqui era mancebo muy virtuoso y afable en su conversación; era hombre que
hablaba poco para ser tan mancebo, é no se reía en demasía de manera, sino con mucho tiento;
y muy amigo de hacer bien á los pobres; y que era mancebo casto, que nunca le oyeron que
hubiese conocido mujer; y que nunca le conocieron los de su tiempo decir mentira é que pusiese
cosa que dejase de cumplir. E como él tuviese estas partes de virtud y valeroso señor, aunque
mancebo, y fuese de grande ánimo, considerando su padre á este ser de Inca Yupanqui su hijo,
reinó envidia en él y aborresciale, porque quisiera que un hijo mayor suyo, que se decía Inca
Urco, tuviese este ser de Inca Yu - panqui; y como él viese que esta virtud reinase en Inca
Yupanqui, no consentía que se pusiese delante del, ni daba ocasión para que nadie conociese
del que le ama ba; porque, como viese que tenía tan grandes partes, temía que después de sus
días los señores del Cuzco é la demás comunidad le alzasen á este por tal Señor, é que aunque
el dejase á Inca Urco por tal Señor, los tales señores le privarían de este estado, por ver en él
que era algo simple é que no reinaba en él aquella capacidad é ser que en Inca Yupanqui; al cual
amaban todos de gran voluntad, como ya habéis oído.

E como el Viracocha quisiese á Inca Urco dejarle en su lugar después de sus días, hacía
que le hiciesen los señores de la ciudad del Cuzco y la demás gente aquel acatamiento y respeto
que hacían a su persona; y así, le hacía servir é que le sirviesen los señores del Cuzco con las
insignias reales que a su persona hacían; que eran, que delante del no parecía ninguno, por
señor que fuese, ni ninguno de sus hermanos, con zapatos en los pies, sino descalzos y las
cabezas bajas todo el tiempo que delante del estuviesen hablando o que le trujesen algún
mensaje; comía solo, sin que nadie osase meter mano en el plato que él comía; traíase en andas
y hombros de señores; si salía a la plaza, sentábase en asiento de oro; tenia tirasol hecho de
pluma de avestruces teñidas de colorado; bebía en vasos de oro, y ansímismo eran las demás
vasijas del servicio de su casa, de oro; tenía muchas mujeres; de todo lo cual era muy ageno Inca
Yupanqui, por ser, como ya habéis oido, aborrecido de su padre, y tener amor á Inca Urco. Y
ansí, cuando vido Viracocha Inca que se habia quedado Inca Yupanqui en la ciudad del Cuzco,
holgóse dello, pensando que allí acabaría sus dias, y cuan do le invió á pedir el socorro que ya
habéis oido, no lo quiso socorrer. E apartándose Inca Yupanqui de sus compañeros la noche que
ya la historia os ha contado, dicen que se fué á cierta parte do ninguno de los suyos le viesen,
espacio de dos tiros de honda de la ciudad, é que allí se puso en oración al Hacedor de todas las
cosas, que ellos llaman Viracocha Pachayachachic, y questando en su oración, que decía en esta
manera: "Señor Dios que "me hiciste é diste ser de hombre, socórreme en esta "necesidad en
que estoy; puesto eres mi Padre, y tú "me formaste y diste ser y forma de hombre, no per- "mitas
que yo sea muerto por mis enemigos; dame "favor contra ellos; no permitas que yo sea subjeto
"dellos; y pues tú me hiciste libre y sólo á tí sub- "jeto, no permitas que yo sea subjeto destas
gen- "tes que ansí me quieren subjetar y meter en ser- "vidumbre; dame, Señor, poder para
poderlos resistir, y haz de mí a tu voluntad, pues soy tuyo." E cuando (a) estas razones decía, las
decía llorando de todo corazón.

E que estando en su oración, se cavó dormido, siendo vencido del sueño; y que estando
en su sueño, vino a él el Viracocha en figura de hombre, y que le dijo: "Hijo, no tengas pena, que
yo "te enviaré, el día que á batalla estuvieres con tus ene- "Amigos, gentes con que los
desbaratar y quedes victorioso."

E que Inca Yupanqui, entonces, recordó de este sueño que sería ya hora que quería
amanecer, y como estuviese de este sueño alegre, tomó ánimo, y que se fue a los suyos, y que
les dijo que estuviesen alegres, porque él lo estaba, é que no tuviesen temor que no serían
vencidos de sus enemigos, que él tenía gente cuando menester la hubiese; y no les quiso decir
más, ni otras cosas de qué, ni de cómo, ni de dónde, aunque ellos se lo interrogaron. Y que de
allí adelante, cada noche se apartaba de sus compañeros é se iba al sitio do su oración había
hecho, á do siempre la continuó hacer ni más ni menos que la primera vez lo hizo, y no para que
le viniese cada noche el sueño que la primera.

Más de que, la postrer noche, que estando él en su oración, que tornó á él el Viracocha
en figura de hombre, y estando despierto, y que le dijo: "Hijo, mañana "te verán los enemigos a
dar batalla, y yo te socorrer é con gente, para que los desbarates y quedes victorioso." Y otro
dia de mañana, dicen que descendiendo Uscovilca con su gente por Carminga [Carmenca] abajo,
que es un cerro que estaba á la descendida á la ciudad del Cuzco, yendo de la ciudad de Los
Reyes, y como descendiese este Uscovilca con todo su poder y gente, que asomaron veinte
escuadrones de gente no vista ni conoscida por Inca Yupanqui ni los suyos, la cual gente asomó
por la parte de Collasuyo, y por el camino de Acha, y por el camino de Condesuyo; y como llegase
esta gente a do Inca Yupanqui estaba, el cual estaba mirando con sus compañeros cómo deseen
dian a él sus enemigos, y que como á él llegasen los que en su favor venían, que le tomaron en
medio diciéndole: Apu Capac Inca aucaccata atipullac chaymiccanquí hiña (?) punchaupi (a); que
dice: " Vamos, solo rey, y "venceremos á tus enemigos, que hoy en este dia terc a s contigo
prisioneros." Y que así se fueron á la gente de Uscovilca que venia con todo hervor los cerros
abajo, y encontrándose, trabaron su batalla y pelearon desde la mañana, que fué la hora que se
juntaron, hasta medio día; y fue de tal suerte la batalla, que de la gente de Uscovilca murió muy
mucha cantidad de gente, é ninguno fué tomado á mano que no muriese. En la cual batalla el
Uscovilca fué preso y muerto; y como los suyos le viesen muerto y viesen la gran matanza que
en ellos se hacia, no acordaron de aguardar más, y dando la vuelta por el camino por do habían
venido, huyeron hasta llegar al pueblo de Xaquixaguana, donde se tornaron á recoger y rehacer.
Y escapando deste desbarate algunos capitanes de Uscovilca, enviaron á hacer saber esta nueva
luego á su tierra, y que les inviasen socorro; y ansimismo inviaron á hacer saber esta nueva á los
capitanes Malma y Rapa, capitanes que habían ido conquistando por las provincias de
Condesuyo hasta la de los Chichas, como ya la historia lo ha contado; los cuales volvían ya vic
toriosos y triunfando de las provincias que en esta jornada habian sujetado y conquistado, y
venían muy prósperos, y traian grandes despojos. Y ansimismo inviaron sus mensajeros los
capitanes desbaratados que en Xaquixaguana hacían junta, á los otros dos capitanes que
ansimismo habia inviado Uscovilca desde su pueblo de Paucaray á descubrir y conquistar las
provincias y pueblos que hallasen; los cuales habian entrado por la provincia de los Andes y
habian ido conquistando hasta aquella parte de los Chiriguanaes, que es doscientas leguas y
más, á donde llegaron desde este Paucaray; los cuales capitanes se llamaban Yana Vilca y Teclo
Vilca, á los cuales toparon los mensajeros, que venían ya de vuelta victoriosos y con grandes
[despojos?]. Y como los unos y los otros supiesen la muerte de su señor Uscovilca, y cómo le
hobiesen desbaratado y de la manera, diéronse toda la más brevedad que pudieron, ansí los
unos como los otros, con los capitanes que del desbarate de Uscovilca habian escapado, que
hacían juntas en Xaquixaguana, como ya habéis oido; donde siendo ya todos juntos, los
dejaremos y volveremos á hablar de Inca Yupanqui, que estaba victorioso.

(9 de octubre de 1540, Medina del Campo - 15 de febrero


de 1600, Salamanca)

Jesuita, misionero; Provincial en Perú; rector en


Salamanca; geógrafo, etnólogo, historiador, poeta,
cosmógrafo; profesor de teología en Ocaña.

Hijo de Antonio de Acosta y Ana de Porres, de familia


perteneciente a la burguesía de Medina del Campo. A los
doce años ingresa como novicio en el Colegio de la
Compañía de Jesús. Estudió durante siete años en la
Universidad de Alcalá de Henares y se ordenó en 1566.
Fue docente en colegios de Ocaña y Plasencia y en 1572 fue enviado por la Compañía a
Perú, donde fue Provincial. En 1582 pasó a Nueva España y pronto volvió a España donde
publicó su De natura novi orbis libri duo (Salamanca, 1589) y la Historia natural y moral
de las Indias (Sevilla, 1590) que fue traducida al italiano y publicada en Venecia en 1596.
Estuvo en Roma en 1590 y 1592 participando en la V Congregación General de la
Compañía de Jesús. Enseñó y predicó en Valladolid, pasando finalmente a ser rector del
Colegio de Salamanca, donde murió en 1600.

El año 1590, medio siglo después de la fundación de Lima, se publica en Sevilla la monumental
obra del padre José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias. No exenta de polémica a
partir de la acusación de plagio al padre Juan de Tovar, autor de la Primera relación de los indios
de México (1576), actualmente, gracias a la infatigable labor de muchos investigadores, nadie
duda ni cuestiona la autenticidad del volumen del padre Acosta.

La importancia de esta obra se pudo apreciar desde los primeros años de su publicación
a través de las traducciones que tuvo: el año 1590 fue traducida al latín, el año 1596 fue
traducida al italiano, el año 1598 fue traducida al francés, holandés y alemán, el año 1604 fue
traducida al inglés. Asimismo, cuenta hasta nuestros días con un amplísimo número de ediciones
y una pléyade variadísima de renombrados estudiosos.

El contenido de la Historia natural y moral de las Indias permite realizar investigaciones


de diversa índole: estudios históricos, antropológicos, estéticos, literarios, lingüísticos y hasta
teológicos y filosóficos. En este sentido, la perspectiva filosófica desarrollada por el padre Acosta
refleja un solvente manejo de fuentes de filosofía aristotélica y escolástica; de fuentes
neoplatónicas y de filósofos renacentistas, como también evidencia muchas ideas de la Segunda
Escolástica salmantina liderada por el gran filósofo y teólogo Francisco Suárez, el Doctor Eximio.
Como breve ejemplo está la discusión en torno la posibilidad de hablar sobre Dios en lengua
indígena, debido a la probable ausencia de una palabra que condense el concepto filosófico de
Ser, importante término tanto para la filosofía como para la teología.

Que en los indios hay algún conocimiento de Dios


PRIMERAMENTE, AUNQUE las tinieblas de la infidelidad tienen escurecido
el entendimiento de aquellas naciones, pero en muchas cosas no deja la luz &
la verdad y razón algún tanto de obrar en ellos; y así comunmente sienten y
confiesan un Supremo Señor y Hacedor de todo, al cual los de Pirú llamaban
Viracocha, y le ponían nombre de gran excelencia, como Pachacamac o
Pachayachachic, que es creador del cielo y tierra, y Usapu, que es admirable, y
otros semejantes. A este hacían adoración, y era el principal que veneraban,
mirando al cielo. Y lo mismo se halla en su modo en los de México, y hoy día
en los chinos y en otros infieles. Que es muy semejante a lo que refiere el libro
de los Actos de los Apóstoles,1 haber hallado San Pablo en Atenas, donde vió
un altar intitulado, Ignoto Deo, al Dios no conocido, de donde tornó el apóstol
ocasión de su predicación, diciéndoles: "al que vosotros veneráis sin conocerle,
ese es el que yo os predico". Y así al mismo modo los que hoy día predican el
Evangelio a los indios, no hallan mucha dificultad en persuadirles que hay un
supremo Dios y Señor de todo, y que ése es el Dios de los cristianos, y el
verdadero Dios. Aunque es cosa que mucho me ha maravillado que con tener
esta noticia que digo, no tuviesen vocablo proprio para nombrar a Dios. Porque
si queremos en lengua de indios hallar vocablo que responde a este Dios, como
en latín responde Deus y en griego Theos, y en hebreo El y en arábigo Alá, no
se halla en lengua del Cuzco, ni en lengua de México, por donde los que
predican o escriben para indios usan el mismo nuestro español, Dios,
acomodándose en la pronunciación y declaración a la propriedad de las lenguas
índicas, que son muy diversas. De donde se ve cuán corta y flaca noticia tenían
de Dios, pues aun nombrarle no saben sino por nuestro vocablo. Pero en efecto,
no dejaban de tener alguna, tal cual, y así le hicieron un templo riquísimo en el
Pirú, que llamaban el Pachamac, que era el principal santuario de aquel reino.
Y como está dicho, es lo mismo Pachacamac que el Creador, aunque también
en ese templo ejercitaban sus idolatrías, adorando al demonio y figuras suyas,
y también hacían al Víracocha, sacrificios y ofrendas, y tenía el supremo lugar
entre los adoratorios que los reyes ingas tuvieron. Y el llamar a los españoles,
viracochas, fué de aquí por tenerlos en opinión de hijos del cielo, y como
divinos, al modo que los otros atribuyeron deidad a Paulo y a Bernabé, llamando
al uno Júpiter, y al otro Mercurio, e intentando de ofrecerles sacrificio como a
dioses. Y al mismo tono los otros bárbaros de Melite, que es Malta, viendo que
la víbora no hacía mal al Apóstol, le llamaban dios.2 Pues como sea verdad tan
conforme a toda buena razón, haber un soberano Señor y Rey del Cielo, lo cual
los gentiles3 con todas sus idolatrías e infidelidad no negaron, como parece así
en la filosofía del Timeo de Platón, y de la Metafísica de Aristóteles,
y Asclepio de Trismegisto, como también en las Poesías de Homero y de
Vergilio. De aquí es que en asentar y persuadir esta verdad de un Supremo Dios,
no padecen mucha dificultad los predicadores evangélicos, por bárbaras y
bestiales que sean las naciones a quienes predican. Pero esles dificultosísimo
de desarraigar de sus entendimientos, que ninguno otro dios hay ni otra deidad
hay sino uno, y que todo lo demás no tiene proprio poder ni proprio ser, ni
propria operación, más de lo que les da y comunica aquel supremo y solo Dios
y Señor. Y esto es sumamente necesario persuadilles por todas vías, reprobando
sus errores en universal, de adorar más de un Dios. Y mucho más en particular
de tener por dioses y atribuir deidad y pedir favor a otras cosas que no son
dioses, ni pueden nada, más de lo que el verdadero Dios, Señor y Hacedor suyo
les concede.
(Garcilaso de la Vega, llamado El Inca; Cuzco, actual
Perú, 1539 - Córdoba, España, 1616) Escritor e
historiador peruano. Era hijo del conquistador español
Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa incaica
Isabel Chimpo Ocllo. Gracias a la privilegiada posición
de su padre, que perteneció a la facción de Francisco
Pizarro hasta que se pasó al bando del virrey La Gasca,
el Inca Garcilaso de la Vega recibió en Cuzco una
esmerada educación al lado de los hijos de Francisco
y Gonzalo Pizarro, mestizos e ilegítimos como él.

La primera parte de los Comentarios Reales (1609) aborda la historia y la cultura de los
incas, enalteciendo que el Cuzco fue "otra Roma", rebatiendo a quienes trataban de
"bárbaros" a los indígenas peruanos. Su visión providencialista distingue un tiempo
salvaje, anterior a la misión civilizadora de los incas; con éstos, en cambio, se instaló una
etapa de alta civilización, a la cual los españoles debían perfeccionar con la
evangelización, igual que Roma fue cristianizada en el Viejo Mundo.
La segunda parte (la Historia General del Perú) enfoca la conquista, vista como gesta
épica; el problema es que la conquista debió culminar en la cristianización del Perú, pero
"la labor del demonio" azuzó los pecados capitales de los españoles, conduciéndolos a
las guerras civiles, a la destrucción de sabias instituciones incaicas y a la política toledana
adversa a indios y mestizos.
Artísticamente, el Inca Garcilaso de la Vega combinó hábilmente recursos de la epopeya,
la utopía (género platónico de gran cultivo entre humanistas) y la tragedia. Epopeya y
utopía se ligan y refuerzan hasta la mitad de La Florida y los Comentarios, anunciándose
entonces la tragedia que termina precipitándose conforme se acerca el final de ambas
crónicas. A pesar de esos finales desastrados, Garcilaso mira esperanzado el futuro,
como claramente se manifiesta en la dedicatoria de la segunda parte de
los Comentarios.
Blas Valera Pérez nació en Chachapoyas el 3 de Febrero de
1545. Sus padres fueron el Conquistador Alonso Valera y su
madre la indígena Urpai (sucesivamente bautizada Francisca
Pérez, muerta cruelmente 10 años después por su
esposo). Su abuelo, el hampicamayoc (curandero) Illahuanca
jugó un rol central en su juventud.
Hizo sus primeros estudios en Trujillo y los prosiguió en Lima.
Ingresó como novicio en la Compañía de Jesús en 1568 y fue
posteriormente ordenado en el Cusco en 1573.
Dados sus conocimientos de quechua, participó en las
misiones que los jesuitas habían establecido en Huarochirí, importante centro
prehispánico de culto que a principios del siglo XVII fue escenario de la más intensa
campaña de extirpación de idolatrías, llevada a cabo por Francisco de Ávila.
En Cusco, Blas “el mestizo que se sentía indio” comienza, motivado por los
pensamientos de Ignacio de Loyola, a organizar y dirigir un movimiento neo-inca-
cristiano. Por sus críticas abiertas frente a los abusos cometidos por el régimen colonial
hispano, a partir del 1578, los Jesuitas resultan más y más bajo presión política, siendo
amenazados de su expulsión del Virreinato peruano.
En 1597, en la ciudad de Málaga, la superioridad jesuítica le propone lo siguiente:
Expulsión de la Orden, o muerte jurídica.
Blas escoge la “muerte” : “yo padre Blas Valera muerto ficticiamente por orden de quien
prefirió la mentira a la verdad, de quien con acusaciones no merecidas llegó casi a
expulsarme de la Compañía de Jesús…”.
(Felipe Guamán o Huamán Poma de
Ayala; San Cristóbal de Suntuntu, 1534
- Lima, 1615) Cronista peruano.
Dedicado a la enseñanza de la lengua
castellana a los indígenas, es autor de
una Nueva crónica (c. 1600),
compendio de la historia preincaica del
Perú, y de su continuación, Buen
gobierno (c. 1615), muestra de las
injusticias que los encomenderos y los funcionarios de la corona infligían a los indios.
Concebida como una monumental carta al rey de España, Felipe II, la obra está ilustrada
con dibujos del mismo autor.

Por las noticias autobiográficas contenidas en Nueva crónica y buen gobierno se sabe
que era hijo de Gusmán (o Huamán) Malqui de Ayala y de Juana Curi Oello, hija menor
del inca Túpac Yupanqui. Descendía por lo tanto de los nobles de Huánuco, señores de
Chinchaysuyo anteriores a los mismos incas. Fue educado por su hermano mestizo el
padre Martín de Ayala, quien debió de iniciarle en los estudios clásicos, y trabajó
probablemente en la administración. Desempeñó cargos directivos en los hospitales de
Cuzco y Huamanga, y estudió al parecer en estas dos ciudades.
En 1594 o 1595 fue detenido y desterrado por el corregidor de Lucanas, Antonio de
Monroy. De esta suerte el escritor inició una larga serie de viajes que se prolongó
durante unos veinte años y que le permitirían recoger abundante información para su
obra; finalmente, en 1613, volvió a Huamanga e hizo valer sus derechos al puesto de
cacique de la provincia. Atacó además la política del corregidor, por lo que fue
nuevamente expulsado. Se dirigió entonces a Lima, con la intención de presentar
su Nueva crónica al virrey.
Perdido durante siglos, el manuscrito de Nueva crónica y buen gobierno fue encontrado
en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague por Richard Pietschmann, quien lo
presentó a la comunidad científica internacional en 1912. Se cree que hubo de ser
redactado entre 1567 y 1615, y en su mayor parte entre 1612 y 1615. En 1936 fue
publicado en edición facsimilar al cuidado de Paul Rivet y con una introducción escrita
por Richard Pietschmann. El arqueólogo y antropólogo peruano Julio C. Tello ensalzó
inmediatamente su importancia incomparable: "No existe libro alguno escrito en este
período que pueda competir con él en riqueza de información, clarividencia y valentía
del autor para enjuiciar los acontecimientos de su tiempo".
El título de Nueva crónica y buen gobierno resulta claramente expresivo de las
intenciones del autor: nueva alude a que trae una óptica diferente a las de las crónicas
existentes, nunca escritas por indios; y buen gobierno a su afán por denunciar el mal
gobierno del virreinato de esos años, en claro contraste con las instituciones
prehispánicas, pero también con las creencias cristianas y los ideales utópicos del
humanismo europeo.
Su objetivo central es en efecto ofrecer lo que Wachtel llamó la "visión de los vencidos".
Conectado a él, opera el designio de enaltecer lo que realizó en el pasado el hombre
andino y de instar a su participación digna y efectiva en un gobierno realmente justo y
acorde con el mensaje evangélico: sueña con un rey propio para el Perú, aunque
jerárquicamente inferior al rey de España, señor de todo el globo terráqueo. Poma de
Ayala adopta, como Bartolomé de Las Casas, una firme actitud "indianista" e "incaica",
la cual, según advierte Estuardo Núñez, revela un vivo espíritu de rebelión y de justicia,
y constituye una franca defensa de los indígenas.
Presentada como una larguísima carta al rey de España, la Nueva crónicareelabora el
género cronístico hasta extremos no conocidos, con la libertad propia de un hombre de
gran mestizaje de lecturas y creencias como es Felipe Guamán Poma de Ayala. Consta
de más de mil páginas, embellecidas por numerosos e ingenuos dibujos, interesantes
por sus trajes y por la presencia de símbolos y perspectivas que expresan la cosmovisión
andina. Produce la impresión de una síntesis enciclopédica que buscara hilvanar en un
solo texto lo que hacían por separado las crónicas, los informes, las demandas de
justicia, los tratados sobre política y sobre evangelización, e incluso las utopías al gusto
de humanistas.

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