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04028170 - Antigua I "C" (Campagno) - 8 copias

LESTER L. GRABBE

Principios y Métodos de Investigación de la Historia del Antiguo Israel


en Ancient Israel: What Do We Known and How Do We Known It?
T&T Clark, 2007
[Selección y traducción Dr. Bernardo Gandulla]

Es un hecho que todos los historiadores y especialistas aceptan la naturaleza subjetiva de


muchos argumentos. Ha sido explícitamente reconocido en el post-modernismo, pero era
sabido mucho antes de esto. La completa objetividad es un ideal inalcanzable (muchos
incluso lo rechazan como ideal), pero gran parte de los historiadores piensan que debería
hacerse un esfuerzo para ser imparcial en la evaluación y discusión de un caso. Sin
embargo S. Sandmel 1 (1979) llamó la atención hacia una tendencia con la que todos
vivimos: confiar en la ‘teoría cómoda’. Lo que destacó fue la importancia por la cual como
especialistas –a pesar de nuestra implícita adherencia al pensamiento crítico- tendemos a
gravitar hacia aquellas teorías o visiones que hallamos más agradables. Una teoría
agradable es aquella que satisface las necesidades del intérprete, ya sea teológica o sólo
personal, cuando la evidencia puede parecer apuntar en una o dos direcciones opuestas.
Para dar mi propia interpretación de la tesis de Sandmel, señalo que la agradable teoría no
es una búsqueda desinteresada de los ‘hechos’, de la ‘verdad’ o sea cual fuere el término
que querramos usar, sino un medio de mantener nuestra posición con el menor esfuerzo.
Cuando Sandmel expuso la ‘agradable teoría’, no se exceptuó de su propia crítica, ni
puedo hacerlo yo. Sandmel admitió que era tan suceptible a la seducción de la ‘teoría
agradable’ como cualquiera, y yo tengo hasta cierto punto la misma tentación. Todos
tenemos nuestra propia ‘teoría agradable’. Quizás querríamos pensar que la hemos pensado
cuidadosamente y que estamos dispuestos a cambiar nuestras ideas si los hechos muestran
algo distinto, pero si en la práctica esto es verdad, esto no es algo que nosotros podemos
juzgar por sí solos –nuestros pares pueden haber definido visiones sobre el asunto!

Todos nosotros también tenemos ideologías que nos hace inclinar hacia ciertas ‘agradables
teorías’. Sin embargo, algunos usan esto para sostener que una teoría es tan buena como
otra (algunos post-modernistas) o que una interpretación fundamentalista de la Biblia es tan
válida como una crítica. La cuestión post-modenista es tratada en otro lugar, pero aquí
necesitamos confrontar directa y explícitamente el enfoque neo-fundamentalista a la
erudición que está mucho más en evidencia en algunas áreas (Grabbe 1987; 2002) 2. El
término ‘máximo conservadurismo’ fue acuñado por J. Barr, en 1977, Barr señala que en
vez de proponer un enfoque dogmático, el conservadurismo evangélico a menudo adopta
una posición que puede ser defendida desde un punto de vista crítico pero es el que está
más próximo al panorama bíblico. Una interpretación de máximo conservadurismo puede

1
Sandmel, S. (1979) Palestinian and Helenistic Judaism and Christianity: The Question of the Comfortable
Theory, HUCA, 50: 137-148
2
Grabbe, L. (1987) Fundamentalism and Scholarship: The Case of Daniel, en B. P. Thompson (ed.)
Scripture: Method and Meaninig; Essays Presented toi Anthony Tyrrell Hanson for his 70th Birthday, Hull
Uniiversity Press; (2002) The “Comfortable Theory”, “Maximal Conservativism” and Neo-Fundamentalism
Revisited, en A.Hunter & Ph. R. Davies [eds.] Sense and Sensitivity: Essays on Reading the Bible in Memory
of Robert Carroll, Sheffield Academic Press.)
1
ser adoptada por álguien que no es un verdadero fundamentalista. El viejo fundamentalismo
ha sido generalmente fácil de identificar porque fue, ostensible e inequívocamente,
apologético respecto de la Biblia. Es más, por su tono no le fue inusual ser anti-intelectual.
El neo-fundamentalismo es exactamente como el fundamentalismo pero tiende a encubrir
su defensa de la Biblia con la retórica de la erudición.

Un enfoque realmente fundamentalista se mostrará habitualmente por la suposición de que


la Biblia es infalible en los autógrafos, mientras que un enfoque conservadurista máximo
por lo general se habrá alejado de tal postura. (Barr no parece distinguir entre
conservadurismo evangélico y fundamentalismo, pero en mi propia experiencia hay una
distancia entre aquéllos con inclinación conservadora y los fundamentalistas genuinos que
creen en la infalibilidad de las Escrituras.) Sin embargo, en la práctica no siempre es fácil
expresar la diferencia entre los dos. El neo-fundamentalista adoptará a menudo un enfoque
conservadurista máximo sin reconocer el verdadero principio rector de su trabajo en los
estudios bíblicos. Por otra parte un enfoque fundamentalista no ha de estar limitado a los
creyentes en la Biblia. Un escepticismo dogmático que continuamente procura una via para
rechazar o denigrar el texto bíblico puede ser tan fundamentalista en si mismo como el
rechazo a reconocer que la Biblia está equivocada. Esta actitud estuvo bien tratada por
Hans Barstad en su ensayo sobre ‘bibliofobia’ (Barstad 1998)3.

No hay ni un estado permanente de pureza ni una reconocida cátedra de rectitud en la


erudición. Incluso si uno sospecha que una teoría o postura erudita está ideológicamente
motivada –ya sea desde el fundamentalismo bíblico o alguna otra ideología- uno evaluaría
la postura sobre la base de los argumentos expuestos. Intentar suponer los motivos ha
llegado a ser mucho más que un pasatiempo académico. Esto nos lleva a una cuestión
vinculada: el argumento ad hominem.

Maximalistas, Minimalistas y el argumento ad hominem

Como hemos observado en otra parte la historia del debate ha adquirido una desagradable
estridencia. La tendecia al argumento ad hominem y los ataques personales han sido
especialmente evidentes en el debate sobre minimalismo y maximalismo. Estos términos
han llegado a ser de uso común en los años recientes para caracterizar el enfoque de los
especialistas en la reconstrucción de la historia de Israel. Estos han sido definidos del modo
siguiente: “minimalista” es el que acepta el texto bíblico sólo cuando puede ser confirmado
por otras fuentes; “naximalista” es quien acepta al texto bíblico a menos que pueda ser
probado que es erróneo. Esta designación tiene cierta utilidad en la medida que captura la
dicotomía en cómo diferentes estudiosos enfocan la historian y así ayudan a explicar y
caracterizar algunas radicales diferencias de interpretación de los mismos datos. Pero al fin
es fundamentalmente un estorbo para la discusión, por varias razones:
• Casi todos los estudiosos son minimalistas en ciertas partes de la historia. Esto es, la
mayoría de los estudiosos ahora han abandonado el cuadro del texto bíblico respecto

3
Barstad, H. M. (1998) The Strange Fear of the Bible: Some Reflections on the “Bibliophobia” in Recent
Ancient Israelite Historiography, en L. L. Grabbe (ed.) Leading Captivity Captive: The Exile’ as History and
Ideology, Sheffield Academic Pres.
2
del período patriarcal y el asentamiento en la tierra. Aunque aún muchos aceptan el
concepto de una monarquía unida, pocos seguirían la imagen del reinado de David y
Salomón tal como se halla en Samuel-Reyes o Crónicas.
• Hay muy pocos verdaderos maximalistas, esto es, los que aceptan el testimonio de
la Biblia a menos que sea falsificado. Además la única historia conocida por mi
escrita por quien puede ser llamado maximalista es la de Provan, Long y Longman
(2003)4.
• Algunos de los que siguen una interpretación minimalista a veces dan la impresión
de que sólo están ejerciendo un rigor metodológico y que están evitando las
interpretaciones subjetivas de otros. Esto puede ser engañoso, ya que todo trabajo
histórico se hace dentro de un marco teórico. Aparte del total escepticismo, todo
intento por comprender el pasado formula ciertas suposiciones y depende de ciertos
datos. Así la reconstrucción de la historia de Palestina basada puramente en la
arqueología puede parecer más metodológicamente “pura” que utilizando textos,
pero esto fracasa en comprender que el contexto para la interpretación arqueologica
ha sido creado mediante un uso considerable de textos (Miller 1991 5; Ahlström
1991 6; Dever 2001 7; 2005 8, parece haber malinterpretado este punto).
Algunos que adoptan la etiqueta minimalista han recurrido con entusiasmo a
reconstrucciones basadas en textos cuando le convino a sus propósitos.

Ha llegado a ser común en épocas recientes introducir motivos personales en los


argumentos: “asi y asi toma esta postura porque él/élla es/piensa/cree esto o aquello”.
Desafortunadamente, siempre podemos hallar razones para decir que alguien adopta una
postura científica por causa de motivos personales o ideológicos. Tales afirmaciones no
tienen lugar en un argumento científico. En realidad, probablemente no hay uno de nosotros
que no haya tomado una postura sobre alguna cuestión por razones personales, incluso
totalmente inconsciente de este motivo. Yo soy muy sensible a los argumentos o posturas
que parecen surgir de una posición fundamentalista con respecto a la Biblia. Más aún, como
destacó John Emerton en la sala de una conferencia, nosotros debemos responder a los
argumentos específicos más que lo que pensamos que puede subyacer detrás de ellos.

Para dar un ejemplo, dos estudiosos Británicos publicaron un artículo planteando el caso de
la datación de la inscripción de Siloam en el período Macabeo. Esto fue atacado en otro
artículo por un cierto número de colegas con el título de “pseudo-erudición”. Algunos de
los que publicaaron en ese artículo hicieron ciertos señalamientos relevantes e importantes
pero el principal insulto, al amparo de la inmunidad editorial, fue el encabezado de
“pseudo-erudición”. No hay duda que fue proporcionado por el staff editorial, no por los
colaboradores, pero sirvió al prejuicio del lector desde el comienzo. La redatación de la

4
Provan, I., Long, V. P. and T. Longman III (2003) A Biblical History of Israel, London
5
Miller, J. M. (1991) [ed.] Archaeological Survey of the Kerak Plateau, Conducting during 1978-1982 under
the Direction of J. M. Miller and J. M. Pinkerton, ASOR, Atlanta.
6
Ahlström, G. (1991) The Role of Archaeological and Literary Remains in Reconstructing Israel’s History,
en D. V. Edelman (ed.) The Fabric of History: Text, Artifact and Israel’s Past, Sheffield Academic Press.
7
Dever, W. G. (2001) What Did the Biblical Writers Know and When Did They Know it? What Archaeology
Can Tell Us about The Reality of Ancient Israel, Grand Rapids
8
Dever, W. G. (2005) Did God Have a Wife? Archaeology and Foll Religion in Ancient Israel, Grand Rapids
3
inscripción de Siloam puede estar equivocada –y la mayoría piensa que es así- pero ello no
es “pseudo-erudición” o “pseudo-científico” y tal comentario ad hominem no pertenece ni a
un escrito científico ni a un debate.

La práctica contemporánea en la escritura de la Historia de Israel.

Probablemente no sería una exageración decir que hay algo así como una “crisis” –o al
menos el mayor impasse entre dos posturas básicas- con respecto a la historia de Israel. Es
desafortunado pero cierto que muchos de los que han tomado posiciones no son reaalmente
historiadores y no parecen comprender bastante las cuestiones implicadas como para
calificar su entrada en el debate. Pero el hecho existente –que sustenta las razones para
escribir este libro- es que en el presente hay un debate mayor en torno a la escritura de la
historia del ‘antiguo Israel’.(este término es usado por conveniencia; algunos preferirían
términos tales como ‘antigua Palestina’, o ‘Siria meridional’ o ‘el Levante’). Esto ha sido
ampliamente –pero de modo inexacto- caracterizado como un debate entre minimalistas y
maximalistas. Tal caracterización es sencillamente una caricatura dado que fracasa en
registrar la amplia variedad de posiciones o principios de trabajo entre los diferentes
investigadores.

40 años de debates entre los especialistas bíblicos

Si nos retrotraemos a los ’60 hayamos un notable consenso en muchas cuestiones estando
las diferencias ampliamente limitadas a las escuelas de Albright y la de Alt-Noth. Las
concepciones sobre la historia de ambas escuelas estaban disponibles en prácticos
resúmenes en las historias de Israel de John Bright (1959 [1ª ed.]; 1980 [3ª ed.]) y de
Martin Noth (1956; 1960). En esta época hubo dos visiones de la ocupación Israelita de la
tierra, la interpretación de Albright 9 y la de Alt-Noth consistente en una infiltración
pacífica. La interpretación de Albright fue ámpliamente aceptada en América del Norte y
fuertemente defendida con argumentos arqueológico por Albright, G. Ernest Wright, Yigael
Yadin y otros. En lo que concernía a la ‘edad de los patriarcas’, la escuela de Albright
aceptó que las narraciones de Génesis habían sido elaboradas a partir de una variedad de
fuentes y que podría no ser una obra fiable. No obstante, se argumentó a favor de la
“historicidad esencial”, reivindicando nuevamente el respaldo de los textos del Próximo
Oriente antiguo. La escuela Alt-Noth aceptó el dictamen de Wellhausen en cuanto a que las
narraciones reflejaban la época en que fueron escritas, sin embargo Alt aún deseaba extraer
de éstas informaciones sobre la religión anterior al asentamento.

Sin embargo ya hubo signos de cambios que se avecinaban. En un pequeño artículo de G.


Mendenhall (1962), escasamente documentado y apenas un bosquejo programático, se
preentó una reinterpretación bastante radical del asentamiento como una rebelión
campesina, Luego, no mucho después de la muerte de Albright, fue publicado un estudio de
T. L. Thompson (1974) cuestionando algunas de las conclusiones básicas de aquél sobre los
patriarcas. Algunos meses después otro trabajo sobre el mismo tema con conclusiones

9
La interpretación de Albright sobre la ocupacion de la “Tierra Prometida” reivindicaba como perfectamente
histórica la conquista cruenta que se relata en el libro de Josué. (Nota del Traductor)
4
similares, aunque con un enfoque bastante diferente, fue publicado por John Van Seters
(1975). La sentencia de muerte para un consenso Americano había sonado: fue el principio
de un rápido final para los patriarcas como personajes históricos. El año 1975 también
proporcionó lo que probó ser un desvío en el debate –quizás más seguramente descripto
como una distracción- con el descubrimiento de las tablillas de Ebla. Se hicieron
exageradas afirmaciones que pronto hubieron de ser rectificadas, con gran bochorno
(Freedman 1978) 10. Esto serviría como un cuento con moraleja para aquellos que saltan a
‘defender’ la Biblia con nuevos descubrimientos que han sido estudiados sólo de modo
incompleto.

Siguiendo a la rápida caida del respaldo a las narraciones patriarcales varios modelos de
asentamiento fueron sometidos a minuciosos análisis. El volumen editado por Hayes y
Miller (1977) representó el mejor trabajo erudito convencional pero ya fue el punto de
partida en nuevas direcciones. Sobre el período patriarcal, la cuchilla continuó escarbando
(p. ej. el relevamiento de William Dever en la arqueología del II milenio ilustró las
dificultades relativas a los relatos patriarcales). Sobre el asentamiento israelita la
contribución de Miller proporcionó una crítica completa de la posición de Albright y
finalmente la rechazó (1977; 1979). Sus conclusiones presentan un cuadro enfatizando el
desarrollo de Israel a partir del crecimiento demográfico interno y también de los Pueblos
del Mar o tribus forzadas a migrar en su despertar y expresa cierto escepticismo hacia la
significación de las incursiones nómadas. Luego en 1979 apareció el largamente esperado
estudio de Norman Gottwald que proveyó el sustento académico al artículo programático
de Mendenhall, casi dos décadas más antiguo, y de inmediato causó conmoción y debate.
El modelo de la conquista fue defendido por Yigael Yadin, en un artículo publicado sólo
dos años antes de su muerte, pero que fue un canto del cisne (1982): a los fines prácticos,
como argumento, ya estaba muerto en 1979. Una colección editada por Mendenhall y con
sólida adhesión a la tesis Mendenhall-Gottwald fue publicada en 1983, aunque fue
especialmente llamativo el incisivo ensayo de Mendenhall atacando y repudiando el
enfoque de Gottwald.

En los ’80 los nuevos desarrollos y discusiones pasaron a una arena internacional mucho
más amplia (a través de los ’70 gran parte del debate había sido llevado a cabo en América
del Norte). En 1985 N. P. Lemche publicó un estudio sociológico de los orígenes israelitas
que incluyó la principal crítica a Gottwald, pero en tanto que difería de este último en
varios puntos, incluía el concepto de una revolución interna; el cuadro final que presentaba
Lemche era el de un desarrollo interno de las poblaciones indígenas. Varias historias de
Israel aparecieron a mediados de la década de los ’80. Escribiendo en italiano A. Soggin
(1984) comenzó con David parea analizar el período pre-monárquico, esperando luego
tratar con ‘el imperio bajo Salomón’. H. Donner (1984; 1986) completó su historia que se
apoyaba firmemente en la tradición Alt-Noth. Miller y Hayes (1986) se inspiraron tanto en
las visiones de los especialistas norteamericanos como continentales. Sheffield Academic
Press lanzó una nueva serie, The Social World of Biblical Antiquity, con un grupo de

10
Freedman, D. N. (1978) The Real Story of the Ebla Tablets and the Cities of the Plain, Biblical
Archaeologist 41/6:143-64
5
monografías que aplicaban la sociología y la arqueología al final del II y comienzos del I
milenio a. C. en Palestina (p. ej. Frick 1985) 11.

Por el lado de la arqueología, M. Weippert (1979) defendió la hipótesis clásica de Alt-Noth


sobre el asentamiento, pero en un artículo que apareció al año siguiente V. Fritz (1980;
1981) ya estaba desarrollando un modelo que resultaba como una síntesis de los de Alt-
Noth y Mendenhall-Gottwald, al que denominó como la ‘hipótesis simbiótica’. Los
relevamientos en gran escala emprendidos en Israel acarrearon un volumen de información
completamente nuevo, y una nueva generación de arqueólogos Israelíes comenzó a quebrar
la tradición arqueológica fuentemente influida por Albright. En 1988 Israel Finkelstein
apareció en inglés con una verdadera presentación de su modelo del asentamiento israelita
que trazó una versión revisada del modelo original de Alt (pero con un completo respado
arqueológico con el que Alt jamás había contado) y también un boceto sobre el modelo
Mendenhall-Gottwald. Finalmente, Helga Weippert en 1988 publicó un manual
arqueológico que resumió los resultados de la arqueología de Palestina hasta el período
Persa. El impacto de la nueva evaluación arqueológica no puede ser sobreestimado y la
discusión adquirió un giro completamente nuevo que tornó anticuado todo lo que había sido
hecho antes.

A lo largo de la década de los ’80 las áreas de interés comenzaron a cambiar. Si bien el
asentamiento y lo que lo antecedió continuó siendo motivo de preocupación, ahora entró en
foco la primera parte de la monarquía Israelita. Hasta esta época el debate sobre los
orígenes de Israel había concernido a los patriarcas y al asentamiento, con una historia que
se iniciaba en el reinado de Saul. Ya hacia 1986 Miller había planteado interrogantes sobre
la fiabilidad de las tradiciones sobre Saul, David y Salomón:

“Cuando apareció por primera vez, hace una década, mi tratamiento de Salomón pareció
haber sido mirado, en general, como demasiado escéptico, especialmente en vista de lo que
se creía ser la evidencia arqueológica fuerte por parte de Salomón. Alan Millard y William
Dever fueron particularmente abiertos en esta materia. Hoy mi tratamiento parece ser visto
como bastante tradicional y conservador” (Miller 1997)

Sin embargo la verdadera conmoción sobrevino con la colección de ensayos de Giovanni


Garbini (1986) cuya rápida traducción al inglés facilitó su impacto. Garbini era
principalmente conocido por su trabajo sobre el Semítico Noroccidental, más que como
especialista bíblico, y un cierto número de sus observaciones resultan de la particular
tradición de los estudios bíblicos en Italia, que parece un tanto extraña respecto de la
tradición germano/anglo-sajona. A despecho de sus debilidades la colección de ensayos de
Garbini atacó algunos de los consensos fundamentales en los estudios del AT, no
mínimamente lo del reino Salomónico.

Unas veces influidos por el libro radical de Garbini, y otras independientemente de él un


cierto número de estudiosos fueron críticos del consenso sobre la monarquía israelita. E. A.

11
Frick, F. S. (1985) The Formation of the State in Ancient Israel: A Survey of Models and Methods, SWBA,
4; Sheffield: Almond.
6
Knauf produjo dos libros (1985 y 1988) en los cuales ignoró poner el acento sobre Israel y
se concentró, en cambio, sobre otras poblaciones Palestinas (anticipando el argumento
Palestino de los ’90), pero su tratamiento crítico de todas las fuentes y su escepticismo
hacia el texto bíblico, hasta que sea verificado, estuvo muy en línea con el trabajo de otros
en esta década. H. Niemann (1993) sostuvo que Israel no llegó a ser un Estado hasta la
época de Omri; y Judá hasta la época de Uzzias. Diana Edelman (1991 y 1996) realizó una
investigación sobre el ‘Saul histórico’. Quizás el libro más influyente, pienso, fue
ostensiblemente una investigación de otro tema. D. W. Jamieson Drake (1991) se
preguntaba en torno a la existencia de escuelas de escribas, pero para responder a este
interrogante dirigió la cuestión a cuándo Jerusalén pudo haber llegado a ser la capital de
una entidad política mayor, concluyendo que esto no fue sino hasta fines del siglo VIII.

Sin embargo, sería erróneo suponer que la tendencia escéptica fue la única. Aunque el
abandono del período patriarcal y del modelo de la conquista fue universal, la mayoría de
los investigadores continuó con el acuerdo de que sabemos mucho sobre la historia Israelita
y Judaita, al menos desde la época de David. Entre los arqueólogos surgió por algún tiempo
un riguroso debate entre miembros de la ‘escuela de Tel Aviv’ (p. ej. Finkelstein 1981;
Ussishkin 1980; Finkelstein y Na’aman [eds.] 1994) y varios arqueólogos Americanos tales
como William Dever y Lawrence Stager sobre la atribución a la edad Salomónica de ciertos
hallazgos. Sin embargo Dever, en particular, enfrentó la oposición a aquéllos que arrojan
dudas sobre nuestro conocimiento de la época de David y la de Salomón (Dever 1982; 1996
y 1998).

Con el comienzo de los ’90 hubo una década que vió una auténtica explosión de nuevas
ideas y desafíos a todos los consensos. Particularmente crucial fue el año 1992. Apareció
The Anchor Bible Dictionary (aunque muchos de sus artículos estaban realmente
terminados a fines de la década de 1980). La entrada con múltiples autores sobre “Israel,
Historia de” probablemente llegue a ser reconocida como un clásico, con Lemche a cargo
del Período Pre-Monárquico, Dever sobre la Arqueología y la ‘Conquista’ y R. P. Carroll
sobre el Período Post-Monárquico. También fue publicado en 1992 el libro de Thompson
sobre la temprana historia del pueblo Israelita, pero la obra que en muchos sentidos causó el
mayor impacto provino de una obra con una sorprendente orientación: fue In Search of
‘Ancient Israel’ de P. R. Davies (1992). Decimos sorprendente porque Davies no
reivindica originalidad; su objetivo fue traducir y hablar a los estudiantes sobre las
tendencias recientes y sus bases. Su libro causó una tormenta: provocando reseñas, como la
de Ian Provan, publicada en el Journal of Biblical Literature (1995) junto con respuestas de
Davies y Thompson. La publicación de la “inscripción Beth David” de Tel Dan acarreó una
gran oleada de demandas y contrademandas. La opera magna de G. Ahlström fue publicada
postumamente en 1993. El título del libro de Keith Whitelam (1996) The Invention of
Ancient Israel, con el provocativo subtítulo de The Silencing of Palestinian History fue un
presagio de lo que ha sido probablemente el mayor estímulo a la controversia. En el mismo
año Lemche publicó un trabajo de gran envergadura sobre el período pre-monárquico
(1996) y al año siguiente una colección de ensayos sobre arqueología e historia contaba con
colaboraciónes de un grupo de protagonistas en el debate (Silberman y Small [eds.] 1997).
La contribución más reciente sobre el asunto de la monarquía temprana es el volumen The
Age of Salomon (1997) que reune las principales cuestiones y posiciones.
7
Desafortunadamente los últimos años ha visto que el debate ha tomado una estridencia y un
caracter ad hominem que no parece haber tenido antes. El largo debate entre Tel Aviv y los
arqueólogos estadounidenses fue realiado por quienes diferían en buenos términos pero sin
animosidad personal. El ríspido intercambio que ha salido a la superficie desde comienzos
de la década de 1990 es de una calidad diferente y más abominable (p. ej. Dever y otros
1997). Los términos maximalista y minimalista comenzaron por ser etiquetas peyorativas y
el término nihilista comenzó a ser empleado para ciertas posturas (Dever en 1995 clarifica
y defiende su uso del término, aunque con evidente incomodidad). Algunos dijeron que los
minimalistas eran peligrosos, otros que podrían ser tranquilamente ignorados. La extraña
anomalía de ‘gente peligrosa’ que podría ser ignorada con toda seguridad sirve como un
símbolo del camino inutil hacia el que se ha movido el debate. Uno tiene la sensación que
éste ha dejado de ser materia de desacuerdo académico para llegar a ser una cuestión
emotiva y personal.

Esto es dificilmente una pelea desigual, sin embargo; aqui ha habido intimación de que
aquéllos que defendieron el statu quo no fueron más que fundamentalistas bíblicos, lo que
no ha sido normalmente el caso. Esto ha conducido a un endurecimiento de posiciones y a
una tendencia a defender posturas pre-establecidas más que a debatir las cuestiones en un
deseo genuino por comprender a la otra parte. Pero cuando las cosas llegan a ser tan
horribles que alguien comienza a utilizar el término Anti-semita respecto de particulares
posiciones académicas, uno comienza a perder las esperanzas de alguna posibilidad de
intercambios propiamente académicos. Fue mi frustración por este vacío de debate genuino
lo que me condujo a la fundación del Seminario Europeo sobre Metodología en Historia de
Israel en 1995, con el propósito de dejar en el pasado la dicotomía minimalista/maximalista
mediante la reunión de un grupo de estudiosos maduros trabajando en el campo de la
Historia y que tuvieran la voluntad y la capacidad de dialogar unos con otros, sean cual
fueren sus posiciones o desacuerdos.

La religión es, correctamente, parte de alguna discusión sobre la historia de Israel. Alt,
Mendenhall y Gottwald parecen haber estado preocupados por detenerse en la religión en
las tradiciones tempranas mientras desechaban la historia. Todavía el debate en esta área se
ha desarrollado hasta cierto punto en su propio cauce. Por más de dos décadas, después de
la historia clásica de Georg Fohrer (1968/1972), poco de significativa importancia ha
aparecido, aunque un número relevante de estudios individuales fue publicado (p. ej.
Albertz, 1978). No obstante, una gran cantidad de trabajo estaba siendo hecha bajo el
estímulo de nuevos descubrimientos y nuevas cuestiones. Quizás lo más significativo de los
nuevos hallazgos fueron las inscripciones de Kuntilled ‘Ajrud y Khirbet el-Qom que daban
a entender que Yahweh tuvo una consorte. Una cuestión permanente es cuándo el
monoteismo se desarrolló en Israel y también si el aniconismo siempre fue un rasgo de la
adoración de Yahweh. La monografía de Mark Smith apareció en 1990, escrita
principalmente desde una perspectiva semítica nor-occidental ((2ª edición 2002). Esto fue
seguido en 1992 por la más completa síntesis a la fecha, por Rainer Albertz (1994), que
hace uso de todas la fuentes, textuales, arqueológicas y del Próximo Oriente antiguo.
Siguiendo el trabajo de Albertz han aparecido una plétora de monografías y colecciones y
el debate sobre la religión de Israel es tan lleno de energía como lo es el de la historia en
general.
8

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