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Los 4 conceptos se articulan los unos a los otros y los

desplazamientos sobre cada uno de ellos influyen también en los


otros.
1. Lo inconsciente se abre y se cierra, en resonancia con los bordes
pulsionales, de manera imprevista y no calculable, no se plantea
tanto desde el punto de vista del saber sino del sujeto del
inconsciente.
2. La repetición se sustrae del automatismo para tener su razón de
ser en lo imposible de simbolizar y no en la insistencia de la cadena
significante, es la suerte (τυχη) quien toma a su cargo la
repetición, en el sentido del encuentro con lo real, un
acontecimiento de esencia traumática que se produce siempre
como por azar.
3. La pulsión toma un lugar que antes no había tenido, con su objeto
a, y con las formas de pasivas que la conectan con el Otro y con
un sujeto que se hace objeto (así en el fantasma).
4. Lacan va a insistir sobre el deseo del analista, que permitirá unir
sujeto y pulsión y amarrar la transferencia al objeto, separándola
de la repetición.

El seminario es una puerta a la nueva etapa.

Capítulo II
El Inconsciente Freudiano y el Nuestro.

Lacan inicia este capítulo afirmando que en su enseñanza ha


puesto todo su esfuerzo en revalorizar y devolver la dignidad a la
palabra, donde va a tomar el concepto freudiano de Inconsciente,
al que seguirá el de la Repetición.
Se trata de captar la esencia del psicoanálisis, de lo que es más
problemático mediante la elaboración conceptual.
Ya nos pone en relación ambos conceptos con otros dos: Sujeto y
Real, importantes para responder al interrogante sobre si el
psicoanálisis es una ciencia.
Recordar ahora la afirmación de Lacan: “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje”. Antes de toda formación del
sujeto, como antes de establecer relaciones propiamente
humanas, ya se determinan ciertas relaciones, la naturaleza
proporciona significantes y estos organizan de manera inaugural
las relaciones humanas, las estructuras de estas relaciones,
modelándolas, antes del sujeto que piensa, algo cuenta, es
contado y aquí ya está el contador, solo después el sujeto ha de
reconocerse en él, reconocerse como contador, es la afirmación
del yo (je) que cuento.
El concepto freudiano de inconsciente es lo que va a tratar de
hacer ver, comenzando a referirse a la función de la causa,
(recordemos la noción la causalidad psíquica de Freud).
Siguiendo a Kant resalta la hiancia (hendidura) que siempre
presenta la función de la causa a una aprenhesión conceptual;
concepto inanalizable, imposible de comprender por la razón, sin
equivalente, solo queda una hiancia. La causa no se puede
racionalizar. Se distingue de lo que hay de determinante en una
cadena, luego de la ley. Así por ejemplo la ley acción y reacción,
forman un bloque y una no se da sin la otra, no hay hiancia.
Al hablar de causa siempre hay algo de indefinido, solo hay causa
de lo que cojea, El inconsciente freudiano se sitúa en ese punto
entre la causa y lo que ella afecta donde está siempre lo que
cojea.

El inconsciente justamente este orden de hiancia que es la


dimensión esencial de la noción de causa. “El inconsciente nos
muestra la hiancia por donde la neurosis empalma con un real”.
Freud en su Etiología de las neurosis lo que encuentra en la
hendidura de la causa es algo que pertenece al orden de lo no
realizado. El inconsciente se manifiesta primero como algo a la
espera, en el círculo de lo no nacido. El ombligo del sueño es el
punto desconocido, representa la hiancia. La crítica de Lacan es
aquí para esos psicoanalistas ortopedistas que se dedicaron a
suturar la hiancia psicologizando la teoría psicoanalítica. En el
dominio de la causa, en donde la hiancia se produce Lacan
introduce la ley del significante.

El inconsciente de Freud a todos los inconscientes dados


entonces, así revela que algo ahí, homólogo a lo que pasa a nivel
del sujeto, funciona, que eso habla y funciona de manera tan
elaborada como a nivel de lo consciente. El fenómeno de lo
inconsciente lo halló en los sueños, los actos fallidos, en el chiste,
es decir ahí donde se presentan bajo el aspecto de un tropiezo.
Freud busca ahí: tropiezo, falla, fisura, el inconsciente, pues ahí
algo distinto exige su realización. Ahí en la hiancia, la fisura, se
produce lo que se presenta como el hallazgo. Hallazgo que es
también solución, que tiene algo de sorpresa, lo que rebasa al
sujeto, este hallazgo se presenta como re-hallazgo, instaurando la
dimensión de la pérdida, y siempre presto a desaparecer de
nuevo. (Ejemplo de Eurídice dos veces perdida, imagen de la
relación de Orfeo psicoanalista con el inconsciente. Luego el
inconsciente se halla en la orilla opuesta al amor).
En esa discontinuidad con la que se presenta el inconsciente como
fenómeno, algo se manifiesta como vacilación.

Discontinuidad que no implica fondo de totalidad, el Uno como


unidad, sino que el uno que el inconsciente (Unbewusste)
introduce es el del rasgo (unario), el de la ranura, de la ruptura, es
el uno del concepto de la falta (unbegriff). Es esto lo que hace
surgir como telón de fondo la ausencia, como el grito hace surgir
el silencio y no al revés.
Hay que situar el inconsciente en la dimensión de una sincronía
(De sin- y el gr. χρόνος, tiempo. Coincidencia de hechos o
fenómenos en el tiempo), en el plano del sujeto de la enunciación,
el cual según las frases se pierde tanto como se vuelve a
encontrar, pero siempre en una interjención, invocación, un
imperativo, en un desfallecimiento, es quien habla y quien le
afirma a uno su enigma.
Freud habla del olvido, eso que se borra, como la función de la
censura, lo que borra es algo que es el significante como tal (S1).
Es su caso del olvido Signorelli (Signor/elli), el primero es el amo
absoluto, la muerte, justamente no es en los mitos de la muerte
del padre donde Freud encuentra la regulación de su deseo,
interroga Lacan, acaso no es abrigo contra la amenaza de
castración, supresión del agente de la castración, dado además
que el tema de la conversación es el drama del fin de la potencia
sexual.
El inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un
corte del sujeto, de donde vuelve a surgir un hallazgo que Freud
asimila al deseo, de momento situado en la metonimia del
discurso en que el sujeto se capta en algún punto inesperado.

[Metonimia tropo para designar algo con el nombre de otra cosa


tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras,
el signo por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez;
leer a Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria,
etc.]

CAPÍTULO III
SEMINARIO XI

DEL SUJETO DE LA CERTEZA

Lo que pertenece al orden del inconsciente es que no es ni ser ni


no ser sino que es no-realizado (no se presta a la ontología).
El inconsciente en la experiencia del análisis, al contrario que en
la psicología tradicional, permite enunciar que el deseo encuentra
en alguna parte su límite.
Conviene diferenciar deseo y placer, éste es principio de
homeostasis, el deseo encuentra su límite y se sostiene en la
relación con él, franqueando el umbral del principio del placer. La
aspiración se reduce a un fantasma y puesta en el lugar de la
ilusión.
Lo óntico en la función del inconsciente es la ranura por donde
algo sale a la luz un instante pues el segundo tiempo es el cierre y
da a esta captación un aspecto evanescente. Apertura y cierre del
inconsciente, dan idea de un tiempo.

Si Freud dijo que el deseo es indestructible y también que en lo


inconsciente no hay contradicción, ni localización espacio-
temporal, ni noción de tiempo, como acordar cuando el deseo no
hace más que acarrear lo que sustenta de una imagen del pasado
hacia un futuro corto y limitado, sino entendiendo que se trata de
un tiempo lógico (ver respuesta a la pregunta primera al final del
capítulo).
La aparición evanescente se da entre los dos puntos el inicial y el
terminal de este tiempo lógico, estructura escandida del latido de
la hiancia. Lo inconsciente es lo evasivo circunscrito así a una
estructura temporal, instante de ver donde algo es siempre
elidido, perdido de la intuición misma, y ese momento elusivo
donde la aprehensión del inconsciente no concluye, en que se
trata de una recuperación engañosa.
Lacan señala la confusión que reina entre los analistas como la de
que la transferencia es repetición. Aunque en la transferencia
haya repetición, son dos conceptos distintos, el concepto de
repetición nada tiene que ver con la transferencia.
El estatus del inconsciente no es óntico sino ético, impreso así por
su descubridor, por su sed de verdad, dispuesto a ir para ver
incluso con la histérica marcada médicamente por el signo del
engaño. Y si lo dice así es porque Freud no lo recalca cuando da su
estatus al inconsciente.
Preguntémonos por qué Freud finaliza su interpretación de los
sueños con el sueño del padre que vela a su hijo, si no para evocar
un misterio, un secreto en la relación padre-hijo: “¿Padre no ves
que estoy ardiendo?” Lo que quema al hijo es el peso de los
pecados del padre, como en Hamlet. El padre, el Nombre del
Padre, sostiene la estructura del deseo junto con la de la ley, pero
su herencia es su pecado.
La manera de proceder de Descartes (Por pensar soy) y de Freud
se acercan y convergen. Freud nos habla del olvido del sueño, y
aquí el término principal no es el de verdad sino el de certeza
(Gewissheit). Justo ante algo que uno no está seguro, que duda,
para Freud la duda es el apoyo de su certeza, y es porque es el
indicio de que hay algo que preservar. Cuando duda sabe por eso
que en ese lugar hay un pensamiento que es inconsciente, que se
revela como ausente. “Está seguro que el pensamiento ese está
allí por si solo con todo su yo soy (fórmula cartesiana), por poco
que alguien piense en su lugar”. La diferencia con Descartes es que
no está en la fundamentación de la certeza del sujeto sino que el
sujeto está en el campo del inconsciente como su casa, esta es la
certeza de Freud.
En el cogito de Descartes, yo pienso luego yo soy, apunta a un real
pero lo verdadero queda fuera, asegurándose de otro no
engañoso que garantice las bases de la verdad, pone la verdad en
las manos de otro. El sujeto del inconsciente se manifiesta y piensa
antes de entrar en la certeza.

El acento de la correlación del sujeto esté desplazado ahora de


otro engañoso a otro engañado. Esto es lo que más teme el
neurótico en análisis, que nos engañemos. No es algo que
preocupe a Freud, liberado de la apreciación de que algo es seguro
o no (olvido del sueño), sino que la más frágil indicación de que
algo entra en el campo ya le da un valor de huella respecto al
sujeto.
Qué más prueba que el sueño de la joven homosexual, sueño para
convencer de que regresa al gusto por los hombres. El
inconsciente no es el sueño, y puede ejercerse en el sentido del
engaño, no hay nada que objetar, puesto que una verdad de la
mentira, la verdad del yo miento.
Lacan nos recuerda que tanto en el caso de la joven homosexual
como en el de Dora, tratamientos interrumpidos, Freud falla a la
hora de formular el objeto del deseo tanto en un caso como en el
otro. El deseo de la histérica es sostener el deseo del padre, en el
caso de Dora por procuración. La homosexual encuentra otra
manera para el deseo del padre, desafiarlo, es lo mismo que hace
en el sueño, desafiar al padre.

CAPÍTULO IV
Seminario XI

De la red de significantes

Nos recuerda que el inconsciente está en relación con la falta o el corte, u


función pulsativa, lo que aparece por su ranura tiende a desaparecer.
Lo primero que Freud dice en su investigación de los sueños sobre el
inconsciente es que está constituido por aquello que le es negado a la
consciencia, por pensamientos inconscientes.
No importa el yo dudo, la certeza de Freud se sitúa en los significantes tal y
como resultan del relato, de la asociación sin que importen los
desmentidos.
Retoma la frase de Freud “ahí donde eso estaba, el sujeto debe advenir”, el
sujeto está ahí para dar consigo mismo, y se adelanta al decir que ahí estaba
lo real. Lo que interesa es la red donde queda prendido algo de los mensajes
y cita a Freud para quien hablar y asociar no tiene nada de arbitrario, pues
como en toda red los cruces se repiten de modo que las cosas escapan al
azar
Lacan al tomar la cuestión freudiana de las huellas de percepción que para
que algo deje huella primero debe borrarse de la percepción y que se
constituyen en la simultaneidad, afirma que es la sincronía del significante
luego que esas huellas son significantes. Parece que Lacan muestra que su
enseñanza no está tan lejos de la Freud y bebe de ésta, en estos tiempos
que corren para él de excomunión y censura.
Es el corte, la hiancia causal lo que está en el centro de la estructura del
inconsciente.

2 Debemos partir de este fundamento, el sujeto es llamado, base


estructural de la rememoración, función de retorno asegura la constitución
misma del inconsciente. El maestro Freud asegura su certeza porque
reconoce la ley de su deseo, que es la ley del deseo suspendido del Nombre-
del-Padre.

3 La función de la repetición (wiederholen), siendo lo real lo que siempre


vuelve al mismo lugar aquel en que el sujeto en tanto que piensa no se
encuentra en él, esta relación pensamiento y real tiene que ver con la
repetición. Si las histéricas rememoraban tanto es porque su deseo es el
deseo del padre, deseo que tiene que ser sostenido en su estatus, y por lo
tanto en beneficio de quien tomaba el lugar del padre.
Si Lacan hace la diferencia entre repetición y reproducción es porque la
primera es difícil de captar, pudiendo aparecer como una reproducción o
una presentificación en acto. Es el acto lo que está en el horizonte de las
relaciones de la repetición con lo real. El acto no es el comportamiento.
Concepto de la bipartición principio de realidad/ principio del placer
Halar=tirar
La repetición surge primero en relación a la neurosis traumática,
subrayemos trauma. Cuando la rememoración parecía llevar al punto
donde algo pareciera poder ser revelado ahí encontrábamos la resistencia
del sujeto, que se convierte en ese momento en repetición en acto.

CAPÍTULO V
Seminario XI

TICHE Y AUTOMATON [τύχη y αύτόματον]

Ya terminó su cap. anterior diciendo que tiche es el encuentro con lo real.


El psicoanálisis no solo no es un idealismo sino que está orientado hacia lo
que en la experiencia es el hueso de lo real.
En este sentido y continuando con la repetición, se trata de la función
repetitiva de un encuentro esencial, de una cita a la que somos llamados
con un real que se sustrae.
Si la tiche es el encuentro con lo real, lo real está más allá del automaton,
del retorno o regreso, de la insistencia de los signos a que nos somete el
principio del placer.
En la medida que a Freud se le revela en “El hombre de los lobos” la
función del fantasma se empeña en interrogar cuál es ese real, ese
encuentro primero que podemos asegurar que está detrás del fantasma.

No hemos de confundir la repetición con el retorno de los signos, ni la


reproducción ni una especie de rememoración actuada. Si la función de
la repetición nos ha sido velada en el análisis es por identificarla con la
transferencia. Cosa que hay que diferenciar. Freud distinguió lo real en
la transferencia con su frase “nada puede ser aprehendido in efigie o in
ausencia” y Lacan plantea que solo la función de lo real en la repetición
podremos llegar a discernir la ambigüedad de la realidad en la
transferencia. Lo que se repite es siempre algo que se produce como por
azar.

El encuentro con lo real, función de la tiche, encuentro siempre fallido, se


presentó en el análisis bajo la forma del trauma, bajo la forma de lo que
tiene de inasimilable. Esto emplaza a entender el carácter radical del
conflicto principio de realidad/principio del placer. Si el principio de
realidad no es quien tiene la última palabra, si el trauma se concibe como
lo que ha de ser taponado por el principio de homeostasis según el principio
del placer, ¿cómo entender los sueños que hacen surgir repetidamente el
trauma, siendo como dijo Freud que son portadores del deseo del sujeto?
En el seno de los procesos primarios se conserva la insistencia del trauma.
Esos puntos particulares o encuentros con lo real pueden hacer concebir la
realidad como sufrimiento en el doble sentido de la palabra en francés, la
realidad se presenta como lo que está ahí, en espera.
El zwang de Freud, la compulsión, que define por la repetición que dirige el
rodeo mismo del proceso primario. El proceso primario hay que concebirlo
en su experiencia de ruptura entre percepción y consciencia en ese lugar
intemporal, que Freud postuló como otro lugar, otro espacio, otra escena
(Inconsciente).

2 El proceso primario. Retoma el sueño en el caso del ruido que hace al


sueño y al despertar; y el sueño del padre que vela al hijo, incluso para
mostrar su tesis de que es la realización de un deseo. Y Lacan pregunta ¿qué
despierta? En el sueño ¿no es acaso otra realidad? La del niño al lado de su
cama diciéndole “Padre ¿acaso no ves que estoy ardiendo?” Este mensaje
tiene más realidad que el ruido. Por estas palabras pasa la realidad fallida
que causó la muerte del niño, y palabras separadas para siempre del hijo
muerto, dichas quizá cuando tenía mucha fiebre. ¿Acaso no es demasiado
tarde respecto a la realidad psíquica que se expresa en el sueño? La realidad
fallida solo puede hacerse repitiéndose indefinidamente en un despertar
indefinidamente no alcanzado. El encuentro con este ser inerte para
siempre solo puede ser en el sueño.
“Así el encuentro siempre fallido, se dio entre el sueño y el despertar, entre
quien sigue durmiendo y cuyo sueño no sabremos y quien soñó para no
despertar”
La imagen del sueño no afirma que el hijo aún vive sino que designa un más
allá que se hace oír; el deseo en él se hace presente en la pérdida del objeto,
es en este acto repetido del sueño que solo puede darse este encuentro
único, solo el padre en tanto padre (inconsciente) puede saber qué es la
muerte de un hijo, luego ningún ser consciente. Suelo en el sueño su voz se
hizo oír ¿padre no ves que ardo?
Es importante lo que dice respecto a lo que designa el inconsciente según
Freud, no el representante-representativo sino aquello que es el
lugarteniente de la representación.

El lugar de lo real va del trauma al fantasma dado que este es la pantalla


que disimula lo primero determinante en la función de repetición. Lo real
que puede representar una sensación despierta otra realidad escondida
tras la falta de lo que hace las veces de representación, la pulsión.
Lo real hay que buscarlo más allá del sueño, en lo que ha recubierto, tras
la falta de representación, de la que solo queda en el sueño un
lugarteniente.

3 En la repetición no se trata de la necesidad o retorno de ella que apunta


al consumo puesto al servicio del apetito, sino que la repetición exige lo
nuevo, como repetición del juego o del mismo cuento con su exigencia de
que sea contado siempre igual, lo que muestra que la realización del
significante no llegará a designar la primacía de la significancia como tal.

Así Lacan va a tomar el juego del fort-da del nieto de Freud, este juego del
carrete es la respuesta del niño a lo que la ausencia de la madre creó en el
linde de su dominio, ese foso que hay que jugar a saltar. El carrete no es la
madre, es un trocito del sujeto que se desprende, pero sin dejar de ser suyo
reteniéndolo. Es en el objeto al que se aplica la oposición sonora fort-da en
acto, en él se designa al sujeto (el objeto a).
El conjunto de la actividad simboliza la repetición pero no de la necesidad,
de que la madre vuelva porque se ha ido, sino la repetición de la partida de
la madre como causa de una escisión en el sujeto, superada por ese juego
alternativo que busca ser fort en el da y da en el fort.

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