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Solo queremos que les enseñes a leer, escribir y hacer cuentas.

Esta es una frase recurrente, que se pierde en lo inmemorial. Es la vieja aspiración


campesina de un padre que manda a su hijo a la escuela, es también la justificante de un
docente que reduce el currículo a lo mínimo para las poblaciones indígenas. Tristemente
no se alcanza ni eso. En infinidad de encuentros he escuchado esta frase –aquí no les
importa la educación, con que aprendan a leer, escribir y hacer cuentas, basta-

Comprendo que el hombre campesino, aparentemente, reduzca su aspiración. Lo que no


me cabe en la cabeza es que sea la justificante para reducir lo que se comparte en la
escuela. Si los docentes tenemos claro que leer implica, en primer término acercase a la
cultura de lo escrito, apropiarnos de un código que a la humanidad le ha llevado siglos
construir, y que la tarea de nosotros los docentes es interesar y buscar las mejores
formas para que los infantes en sus primeros grados de escolaridad, lo adquieran como
algo gozoso, entonces la alfabetización inicial no es cosa sencilla.

Si vamos desentrañando las implicaciones de la primera demanda campesina, -que


aprendan a leer- después de la adquisición del código escrito, notaremos que hace falta
consolidar este arduo proceso y que el mejor modo para educar es poniendo el ejemplo,
entonces la tarea docente consiste en ser modelo lector de diversos textos, llámese
periódicos, revistas, cuentos, novelas, instructivos, carteles, etiquetas…

¿Y de dónde, si en la comunidad no hay? Es ahí donde está la tarea del maestro. La


escuela está para eso. Para proveer de lo que se carece socialmente. En muchas
ocasiones he visto los libros de las bibliotecas de aula, morirse de aburrimiento en las
cajas de la SEP, con sus siglas PNL, asfixiándose de polvo. En otros casos, como “calza” de
algún escritorio. Leer nos implica acercarnos a todo tipo de textos, revisar, saber de la
época en la que se escribió, conocer más del autor, cuestionar.
Ahora la tímida demanda campesina se volvió exigente. Leer es también opinar
críticamente.

La segunda demanda parece sencilla, -que aprendan a escribir- he encontrado


compañeros que afirman que sus niños ya escriben, pero que aún no leen… atrás de esta
aseveración subyace toda hipótesis a cerca de lo que es escribir. Por siglos se pensó que
escribir era trazar grafías; es muy común escuchar a los docentes decir “tal niño o niña,
escribe muy bien” refiriendo al buen trazo de grafías. Aprender a escribir, pasa
necesariamente por conocer y apropiarse del código escrito, el alfabeto. No se descarta
la necesidad de trazar grafías, pero esta es solo una tarea que puede ayudar a su
conocimiento. Trazar las grafías de su propio nombre, representar gráficamente alguna
idea, aun no habiendo alcanzado la convencionalidad del código escrito, es parte del
proceso de aprender a escribir.

Si tomamos en consideración que escribir es expresar el pensamiento a través del


sistema de escritura, que es un acto comunicativo que permite establecer relación con
otros, que para hacer uso de esta herramienta es necesario tener en cuenta el mensaje
que se envía, el destinatario del mensaje; por tanto la adecuación del lenguaje, el tipo de
texto que se ha de emplear, lo cual nos obliga a conocer su estructura, el soporte, que
bien puede ser digital o impreso. Si a todo esto le aunamos que la escritura, aunque
guarda mucha similitud con el lenguaje hablado tiene sus reglas convencionales
–ortografía, uso de signos de puntuación, empleo de mayúsculas y minúsculas, etc. –
puedo concluir que la segunda demanda tampoco es cosa fácil.

Y por último, que en la escuela le enseñen a hacer cuentas. Muchas veces escuché decir a
los campesinos: este muchacho no sabe y como es que lleva 10 en matemáticas. ¡a ver! Si
siembro 10 hectáreas de maíz y de cada una obtengo 3 toneladas y media y si el kilo de
maíz está a 9 pesos, ¿Cuánto le voy a sacar? Si le invertí X cantidad de dinero y X
cantidad de jornales, ¿Cuánto me queda de ganancia?
A un campesino le importa que su hijo que va a la escuela le ayude a resolver las
dificultades de la vida de su contexto. En palabras de los teóricos de la educación y de los
diseñadores de currículo sería ABP (aprendizaje basado en problemas).
Desarrollar el pensamiento matemático va más allá de aprender a hacer cuentas, al
menos no de la forma en que la escuela tradicional lo hace, en donde se abusa del
ejercicio poco significativo de algoritmos de suma, resta, multiplicación y división
descontextualizados y sin uso en la resolución de problemas.

Otra de las afirmaciones que es común encontrar entre docentes de primaria, -mientras
no aprendan a sumar o restar, es difícil que resuelvan problemas- temeraria
afirmación… ¿Y las personas sin escolaridad que venden sus productos, resuelven
problemas? ¿Hacen uso de algoritmos convencionales? ¿Cuál es su proceso? No se niega
la importancia de aprender el algoritmo, lo que se señala es su uso mecánico y
repetitivo, como un modo de “matar” el tiempo de clases, bajo el argumento de que “eso
piden los padres campesinos”.

¡Saluda! ¿Eso es lo que aprendes en la escuela? Y es que en la escuela se saluda de un


modo muy particular y solo cuando un mayor entra al salón. Se escucha la voz
imperativa del docente ¡Nos ponemos de pie! ¡Siéntense! Fórmula que perdió su sentido
en el correr de los años. Si no hacemos la reflexión de su significado es un ritual vago
más de los que la escuela pone en práctica, con buena intención o ya sin intención.

Tras esa preocupación de “eso te enseñan en la escuela” hay un reclamo, la escuela


también esta llamada a favorecer la convivencia respetuosa. La de todos los días, dentro
y fuera de ella. El decir buenos días, con permiso, por favor y gracias, son fórmulas que
no están pasadas de moda, por muy modernos que parezcamos, son síntomas de una
buena relación entre humanos, no es gratuito que existan en todos los idiomas.

De modo que estaremos cumpliendo cuando asumamos que leer en toda la extensión de
la palabra es formar alumnos lectores de diversos tipos de texto, lectores ávidos de
aprender, de informarse, de tomar decisiones con la información, de criticar y de opinar.
Escribir es formar seres que expresan sus ideas para comunicar, para divertir, para
disentir, para criticar, para opinar. Desarrollar el pensamiento matemático en la
resolución de problemas de su entorno como punto de partida para conocer y contribuir
a resolver los problemas mediatos. Y desarrollar actitudes de convivencia cívica, que
empieza desde casa y se refuerza en la escuela y que tienen que ver con el respeto, el
diálogo, la empatía, la capacidad de indignarse ante la injusticia.

Es menester que la demanda de la adecuación curricular se convierta en un motivo para


mejorar nuestro trabajo y no en un pretexto para dejar de hacer lo que por
responsabilidad y ética nos corresponde. No debemos olvidar que los maestros somos
agentes del cambio social.

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