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Y por último, que en la escuela le enseñen a hacer cuentas. Muchas veces escuché decir a
los campesinos: este muchacho no sabe y como es que lleva 10 en matemáticas. ¡a ver! Si
siembro 10 hectáreas de maíz y de cada una obtengo 3 toneladas y media y si el kilo de
maíz está a 9 pesos, ¿Cuánto le voy a sacar? Si le invertí X cantidad de dinero y X
cantidad de jornales, ¿Cuánto me queda de ganancia?
A un campesino le importa que su hijo que va a la escuela le ayude a resolver las
dificultades de la vida de su contexto. En palabras de los teóricos de la educación y de los
diseñadores de currículo sería ABP (aprendizaje basado en problemas).
Desarrollar el pensamiento matemático va más allá de aprender a hacer cuentas, al
menos no de la forma en que la escuela tradicional lo hace, en donde se abusa del
ejercicio poco significativo de algoritmos de suma, resta, multiplicación y división
descontextualizados y sin uso en la resolución de problemas.
Otra de las afirmaciones que es común encontrar entre docentes de primaria, -mientras
no aprendan a sumar o restar, es difícil que resuelvan problemas- temeraria
afirmación… ¿Y las personas sin escolaridad que venden sus productos, resuelven
problemas? ¿Hacen uso de algoritmos convencionales? ¿Cuál es su proceso? No se niega
la importancia de aprender el algoritmo, lo que se señala es su uso mecánico y
repetitivo, como un modo de “matar” el tiempo de clases, bajo el argumento de que “eso
piden los padres campesinos”.
De modo que estaremos cumpliendo cuando asumamos que leer en toda la extensión de
la palabra es formar alumnos lectores de diversos tipos de texto, lectores ávidos de
aprender, de informarse, de tomar decisiones con la información, de criticar y de opinar.
Escribir es formar seres que expresan sus ideas para comunicar, para divertir, para
disentir, para criticar, para opinar. Desarrollar el pensamiento matemático en la
resolución de problemas de su entorno como punto de partida para conocer y contribuir
a resolver los problemas mediatos. Y desarrollar actitudes de convivencia cívica, que
empieza desde casa y se refuerza en la escuela y que tienen que ver con el respeto, el
diálogo, la empatía, la capacidad de indignarse ante la injusticia.