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TRABAJO DE ÉTICA

Este ensayo tiene como propósito reflexionar acerca de las implicaciones éticas que
conllevan las distintas profesiones que un egresado de Letras Hispánicas puede
desempeñar. Así pues, expondremos diversas situaciones que representan dilemas éticos en
los ámbitos editorial, docente, de investigación, de difusión y de creación literaria, así como
algunos problemas recurrentes que rodean estas profesiones y repercuten en la sociedad.

Asimismo, analizaremos los códigos de ética del Consejo Nacional de Ciencia y


Tecnología, del Fondo de Cultura Económica y del grupo Planeta, a fin de señalar sus
ventajas y sus deficiencias. Por último, propondremos un código de ética propicio para la
Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

Comenzaremos por reflexionar sobre los dilemas éticos. Como ya hemos dicho un egresado
de Letras puede desarrollarse en diversos ambientes laborales. Uno de ellos es la docencia,
profesión que como todas requiere una vocación auténtica, ya que cuando esto no es así
suelen surgir varios obstáculos que imposibilitan el aprendizaje de los estudiantes y con
ello los cimientos educativos del país se ven aún más resquebrajados.

Una situación en que un profesor violenta los principios éticos de su profesión, es cuando
su objetivo principal consiste en obtener una ganancia económica, y por tal motivo, todas
sus acciones persiguen la consecución de este fin. Por lo tanto, cuando esto ocurre, el
profesor no muestra el interés suficiente en lo que demandan los estudiantes para lograr un
aprendizaje significativo ni tampoco realiza el esfuerzo necesario para preparar sus clases
de tal modo que resulten verdaderamente provechosas.

Otro dilema podría presentarse cuando un profesor tiene muy arraigado un método de
enseñanza que ha empleado durante bastante tiempo, ya sea por costumbre y comodidad o
ya sea por gusto y convencimiento. Sin embargo, puede llegar un momento en que empiece
a forzar el aprendizaje de los estudiantes, en estas circunstancias el profesor tendría que
tomar una decisión difícil, pero necesaria.
Esta decisión residiría entre mantener un método que está impidiendo que los estudiantes
comprendan los contenidos de la materia y fortalezcan su capacidad de reflexión o
proponer otro método que sea favorable para dejar de recibir el conocimiento simplemente
de una manera mecánica. Ciertamente, esta decisión no es nada fácil bajo un sistema
institucional bien establecido y poco flexible, y un profesor habituado a trabajar de cierta
forma, desde luego, comúnmente desprovisto de una intención maliciosa.

Existen casos extremos en que un profesor es contratado únicamente por conocer a una
autoridad de alguna institución educativa, y no por su vocación y su capacidad, o cuando
alguien consigue un título y una cédula profesional falsificados y logra impartir clases a
pesar de no tener ningún conocimiento ni experiencia.

En el ámbito editorial podemos observar algunas situaciones que quebrantan los valores
que conforman el código ético de la profesión, ya que un editor, que es quien toma la
decisión de lo que se publica y de lo que no, puede aceptar obras escritas por amigos suyos,
lo cual no sería deshonesto si el talento del autor es evidente, pero lo es cuando la única
razón es la relación afectuosa y por esto mismo incluso otras obras de mayor calidad llegan
a ser rechazadas.

También un editor puede enfrentarse al dilema ético de publicar una obra que tiene valor
literario, pero con la que se arriesgaría en la cuestión económica o una obra que circularía
exitosamente en el mercado, pero lo que ofrece es poco relevante. Si se considera como fin
supremo lograr una venta abundante por encima de brindar un verdadero servicio a la
sociedad, es decir, si se busca cumplir en mayor medida los propios intereses que responder
a las necesidades de la cultura, se pierde el sentido ético de la vocación.

Por otro lado, en el ámbito de la investigación encontramos casos semejantes, puesto que
un investigador puede encauzar todos sus esfuerzos a la consecución de una opulenta
ganancia económica restando importancia a todo lo demás. Por lo tanto, esta prioridad
puede ser causa de que en los trabajos de investigación se violen los principios enfatizados
en el código de ética de la profesión.
Ante esto el investigador puede incurrir en prácticas que se oponen al verdadero sentido de
su vocación. Por ejemplo, puede realizar proyectos que no aporten nada al desarrollo de la
cultura, que aborden problemáticas ajenas a la realidad social o lo hagan de un modo
deficiente, incluso pueden recurrir al plagio, lo cual sería una situación extrema que tiene
implicaciones más graves.

En el ámbito de difusión literaria hay quienes promueven las obras de escritores que
conocen personalmente y lo hacen solamente por esta razón, sin considerar la calidad de la
obra y la vocación del autor. Asimismo, pueden dejar de lado obras con un valioso aporte
cultural e incluso criticarlas injustamente por el simple hecho de mantener algún conflicto
con el escritor.

Por último, en el ámbito de la creación literaria nos podemos encontrar muy a menudo con
autores que tan sólo buscan dinero y reconocimiento a través de premios literarios, y así se
olvidan de que están ejerciendo una profesión que los convierte en servidores de la
sociedad, la cual les confiere la oportunidad y el deber de ofrecer un beneficio para la
cultura por medio de su trabajo.

Vemos que la mayor parte de los dilemas éticos que giran en torno a estas profesiones se
encuentra entre la vocación y la cuestión económica. Esto es suscitado en buena medida por
las circunstancias culturales bajo las que vivimos, por el materialismo y la tendencia
consumista que prevalece en todos los aspectos y pretende hacer de toda profesión un
negocio que, desde luego, sólo enriquece a algunos.

Estas situaciones contribuyen a que tales profesiones lleguen a ser menospreciadas, puesto
que al parecer la sociedad no encuentra en ellas una respuesta eficaz a sus necesidades, y no
porque esto realmente sea así, sino no porque lo que ofrece la literatura no tiene tanto valor
en una cultura capitalista como las riquezas materiales, pero también por el hecho de que
buena parte del conocimiento se queda en el plano teórico y no se refleja en la vida
cotidiana, así como por los casos ya referidos en que el trabajo individual no se hace
consciente de sus efectos sociales.

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