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C. PRESUNCION DE LA BUENA FE
D. LA BUENA FE REGISTRAL
C. LA INEXACTITUD REGISTRAL
DERECHO TRANSMITIDO.
A. EL TERCERO REGISTRAL
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCIÓN
1 Salgado Padilla, Amadeo Felipe. “Manual de Derecho Registral”, Editorial Imprenta Cadillo S.R.L. Lima, 2011, pag 26
2 “http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_buena_fe"
Los principios generales del derecho son máximas o proposiciones y hasta aforismos de carácter
lógico que fundamentan el ordenamiento positivo. Son ideas, postulados éticos, o criterios
fundamentales, básicos, positivizados o no, que condicionan y orientan la creación, interpretación
e integración del ordenamiento jurídico escrito (legal y jurisprudencial) y consuetudinario. Estos
principios son fundamentales porque son el fundamento o fuente; son imperativos e interesan al
orden público; universales, por ser generales y por qué regulan no solo un caso sino varios o muchos
y se aplican a todo el ordenamiento o a una o varias ramas instituciones o normas suyas; tópicos,
porque son lugares comunes; normas axiológicas y deontológicas, puesto que se ocupan del deber
ser del derecho; y son explicitas o implícitamente positivas, porque se consagran o aplican
expresamente por un órgano estatal o porque se extraen o inducen de normas particulares.
La concepción de los principios desde el punto de vista del positivismo y desde el enfoque del
iusnaturalismo. Los positivistas los consideran directrices de un ordenamiento jurídico, o sea,
criterios que sirven de fundamento e informan el derecho positivo de cada país. Los iusnaturalistas
creen que son criterios universales y eternos de justicia, con carácter suprapositivo, verdades
jurídicas universales dictadas por la recta razón, que se hallan fuera del ordenamiento de un país,
por tanto previos y externos al derecho positivo.
No hay consenso doctrinal sobre las funciones de los principios, pero en general se les atribuye el
cumplimiento de tres funciones conexas, cuales son las de servir de fuente creadora de derecho, de
integración en caso de lagunas o vacíos y de medio interpretativo3. La función creadora consiste en
que los principios señalan las pautas que deben acatarse en la elaboración, modificación y
derogación de las normas. Para Aníbal Torres Vásquez, cuando se trata de la función creadora "los
principios son fuente material del derecho. Cuando cumplen la función integradora, son fuente
formal".
PRESUNCION DE LA BUENA FE
A favor de los particulares, la presunción de la buena fe apunta a garantizar los derechos de las
personas en todas aquellas circunstancias en las que su ejercicio este supeditado a la actuación de
las autoridades y también de los particulares. A pesar de ser un supuesto necesario del buen
desenvolvimiento de las relaciones de los particulares con las autoridades y con otros particulares,
en el trámite de las diligencias que las personas deben adelantar ante los despachos oficiales la
confianza fue sustituida por la sospecha general hacia el particular. El proceder honesto y legal de
los ciudadanos se presume en muchas normas de nuestro ordenamiento jurídico hasta que se
demuestre lo contrario es decir hasta que se demuestre la mala fe, así establece el artículo 665º del
Código Civil “La acción reivindicatoria procede contra el tercero, que sin buena fe, adquiere los
bienes hereditarios por efecto de contratos de contratos a título oneroso celebrados por el heredero
aparente que entro en posesión de ellos. Si se trata de bienes registrados la buena fe del adquirente
se presume si, antes de la celebración del contrato, hubiera estado debidamente inscrito, en el
registro respectivo, el título que amparaba al heredero aparente y la transmisión de dominio en su
favor, y no hubiera anotado demanda ni medida precautoria que afecte los derechos inscritos...”
Por otro lado, emparentada con la garantía procesal de la presunción de inocencia, la presunción de
buena fe hace que las diligencias de los particulares ante la autoridad y otros particulares sean
tenidas de antemano como ajenas a toda intención reprochable jurídicamente. Desde luego, “los
funcionarios pueden revisar razonablemente su contenido y la ley puede crear procedimientos para
verificar lo manifestado por los particulares, lo que puede conducir a que los hechos y su prueba
3La interpretación y ejecución de los contratos deben sujetarse en primer término a lo expresado en ellos y si esto no fuese
posible por la discrepancia en la forma de pago del saldo del precio, es necesario someterlo a las reglas de la buena fe y
común intención de las partes. Jurisprudencia: Exp. Nº 384 – 95- Lima, Marianella Ledesma N. “Ejecutorias Supremas
Civiles”, 1993-1996, pág. 372.
desvirtúen esta presunción”, porque si no, en contrario sensu, se incurriría en el absurdo de pensar
que todas las personas por el simple hecho de ser particulares actúan siempre y sin excepción
conforme a derecho, las buenas costumbres y el ordenamiento público.
A nivel del derecho administrativo la presunción de la buena fe establecida a favor de los
particulares implica que las autoridades deberán, entre otras obligaciones, tener por legítimos los
documentos que acompañe una persona a sus solicitudes. Entre ellos, los documentos públicos
aportados han de asumirse como ciertos y válidos, y constituyendo así plena prueba, presumiendo
buena fe de su otorgamiento, de su fecha y de las declaraciones que en ellos hagan los funcionarios
que los autorizan. Aun cuando es menester Constitucional y legal proteger esa presunción de buena
fe frente al particular que se torna para estas instancias como una garantía, excepcionalmente, la
ley puede establecer la presunción contraria, es decir, la presunción de mala fe.
Por tanto, la presunción de mala fe que ahora impera, en la práctica se convierte en una pesada
carga para los ciudadanos honestos, para quienes la administración no es otra cosa que un conjunto
de ventanillas donde se hace cola.
LA BUENA FE REGISTRAL
Como toda figura jurídica, la “la buena fe” no es un fin en sí mismo, sino un medio para encauzar la
protección de determinados valores e intereses sociales.
El contenido de la buena fe más conocido es el que encontramos en el Código Civil, en las normas
referente a los derechos reales y a lo establecido respecto al tercero registral4 Con estas normas se
protege a los titulares de dominio y a los que suplen el capital. La buena fe no se orienta aquí a la
protección de deberes de lealtad, por ejemplo, de una persona frente a otra determinada, sino a
garantizarles a los titulares que el ordenamiento sancionará a quienes adquieran bienes de personas
sobre las cuales pueda haber sospechas respecto a su facultad para transferirlos. En lo que respecta
a la figura del tercero registral, el concepto de buena fe se orienta a garantizarle a éste que la
apariencia (bautizada fe pública registral) que generan las constancias del Registro son superiores a
la realidad de la titularidad.
El concepto de la buena fe registral5 se define así por nuestra jurisprudencia "el desconocimiento
por el tercer adquirente de la verdadera situación jurídica del derecho adquirido en la parte no
reflejada exacta o íntegramente en el Registro”.
La buena fe en términos psicológicos: es la creencia o la ignorancia excusable respecto a la
titularidad del que nos transfiere y a la legalidad del negocio.
El principio de la buena fe, el cual aparece del ordenamiento jurídico como una garantía de
protección, por lo que en últimas sería un mecanismo de protección para los individuos, de modo
que, como tal, cumple su función de limitar los derechos ajenos. La buena fe como principio general
del derecho, impregna la totalidad del ordenamiento jurídico.
Las características de la vida moderna, con su creciente complejidad, exigen que este principio de la
buena no sea simplemente un criterio de interpretación y un límite en el ejercicio de los derechos,
sino su consagración como garantía para los particulares. Así, dentro de los mecanismos de
protección de los derechos, pueden distinguirse los que apuntan a hacer eficaz la actuación de los
4 Código Civil: Artículo 2014º .- “El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de la persona que el
registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se
anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los registros públicos. La Buena fe del
tercero se presume mientas no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”.
5 “La buena fe es un presupuesto de la protección registral dado que el tercero resulta protegido en la medida en que ha
contratado confiando en el registro. La protección registral es una protección a la fe pública registral y esta fe es confianza
en que la titularidad que el registro pública es la verdadera titularidad. Un contratante o un adquirente que son conocedores
de la inexactitud del registro no merecen una especial protección.
particulares y las autoridades administrativas como la prohibición de la tramitomanía los cuales
también tienen aplicación en la esfera de las actuaciones judiciales.
7 Comisión Revisora del Código Civil. “Exposición de Motivos Oficial del Libro Registros Públicos”. En Código Civil.
Editora Normas Legales. Trujillo, 1999, pag. 823.
8 Comisión Revisora del Código Civil. . Ob. Cit. pag. 823.
Que se adquiera el derecho de persona que en el registro aparece con facultades para
otorgarlo; es decir, que existe apariencia de justo título registral,
Que la adquisición se a título oneroso,
Que el adquirente inscriba su derecho; y,
Que exista buena fe en el adquirente, quedando comprendido en este nuevo carácter legal,
la condición de que el que pretende acogerse a la fe pública registral, inscribe su derecho
con anterioridad y que no haya intervenido en el acto o contrato contra el cual se opone el
tercer
LA INEXACTITUD REGISTRAL
9
Garcia Garcia, José Manuel. “Derecho Inmobiliario Registral o Hipotecario”, Tomo II, Editorial Civitas S.A., Madrid,
1993, Pág Ob. Cit., Pág. 227.
El principio de fe pública registral parte, también, de la consideración que no siempre existe
conformidad entre el contenido del Registro (verdad oficial) y la realidad extrarregistral, que pueden
existir circunstancias que no han quedado representadas en la inscripción. Dicho de otro modo, que
el Registro no siempre es fiel reflejo de la realidad como sería, por ejemplo, el caso en que, siendo
que en el Registro no aparece anotada demanda alguna, en el mundo de la realidad se esté
discutiendo judicialmente el derecho de propiedad de quien, hasta el momento, aparece como
propietario del inmueble.
A esto alude el Art. 2014 C.C. cuando impone que el tercero registral “mantiene su adquisición una
vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de
causas que no consten en los registros públicos.10” Ahora, siendo que el vocablo “causas que no
consten en los registros públicos” que utiliza el Art. 2014 del C.C. es demasiado amplio, conviene
precisar su significado.
En verdad, no todo lo que obra en el Registro es relevante para los fines del principio de fe pública
registral. Para nosotros es claro que las partidas registrales (ellas y solo ellas) hacen el Registro
Público.
De este modo, queda claro que en la determinación del principio de fe pública registral se debe
tener en cuenta, únicamente, los diversos asientos de inscripción (o anotaciones preventivas) de la
partida registral a que corresponda el bien y cuyo mejor derecho se discute y pretende resolver con
este principio. Igualmente, se debe considerar las demás partidas registrales, sean del mismo
Registro o de otros distintos, en cuanto tengan relación directa con aquel.
En tal orden de ideas y a modo de ejemplo, quien pretenda beneficiarse del principio de fe pública
registral deberá examinar, simplemente, dos cosas: por un lado, la partida registral del inmueble
que pretenda adquirir y, por otro, las partidas registrales referidas a otros Registros con el propósito
de verificar, por ejemplo, la existencia y suficiencia de los poderes y facultades con que proceden
los vendedores o, las posibles restricciones de la capacidad de ejercicio los mismos.
10
Salgado Padilla, Amadeo Felipe. Ob. Cit., pag 34.
propietario del inmueble (el derecho de éste era ineficaz porque estaba afectado por causales de
invalidez, rescisión o resolución); el comprador no podrá ser perjudicado. Mantendrá su derecho.
El propósito del principio de fe pública, al igual que el de oponibilidad de lo inscrito, es brindar
protección al tercero registral. Pero, a diferencia de éste, la sustenta en la confianza que merece lo
publicado por el Registro, seguridad que resulta del principio de legitimidad previsto en el Art. 2013
del C.C. que rige al contenido de las inscripciones.
Ya hemos anotado que el principio de fe pública registral guarda estrecha relación con el principio
de legitimación: si el contenido de los asientos registrales se presumen ciertos y válidos, lógico es
proteger a quien, bajo su amparo, adquiere un derecho y lo inscribe. Las inexactitudes que no
consten en el Registro, no pueden perjudicar al adquirente.
El principio de fe pública registral no sólo requiere la previa inscripción del derecho que le sirve de
antecedente. Además, impone el desconocimiento de la inexactitud registral de aquél derecho, esto
es, la no-inscripción de las causales que provoquen la invalidez o ineficacia de aquél derecho. Esto
se desprende del Art. 2014 del C.C. cuando señala: “por virtud de causa que no consten en los
registros públicos”.
Ya se ha puntualizado que estas causales, que afectan al derecho previamente inscrito y que no
deben constar en el Registro, pueden ser de nulidad, anulabilidad, rescisión o resolución del negocio
jurídico no obstante que el Art. 2014 del C.C., únicamente, hace referencia literal a los tres últimos.
La Exposición de Motivos del Código Civil ha planteado y resuelto el tema precisando que “las causas
que atenten contra el derecho del otorgante no tendrán que ser sólo de nulidad (sea absoluta o
relativa) sino que también podrán ser causas rescisión o resolución”.
Por otro lado, el Art. 2014 del C.C., al referirse a la inexpresividad de las causales de nulidad,
rescisión o resolución; utiliza la frase “que no consten en los Registros Públicos”: De aquí surge una
inquietud: ¿Se refiere únicamente al Registro de la Propiedad Inmueble o, incluye a los demás
Registros? Al respecto, la Exposición de Motivos del Código Civil responde que “estas causas no
tienen que aparecer del Registro de la Propiedad Inmueble, sino que podrían aparecer de
cualesquiera de los registros que directa o indirectamente se encuentran legislado por el Código
civil (personal, mandatos, etc.)”.
Nuestro sistema registral se adhiere a la tercera teoría pues, la Exposición de Motivos del Código
Civil expone que, incuestionablemente, la buena fe del adquirente debe existir en el momento de
la celebración del contrato mediante el cual adquiere el derecho del cual se trate.
Así, es claro que el Art. 2014 del C.C. alude al momento de la celebración del negocio como la
oportunidad en que se debe tener la buena fe, cuando afirma que: “El tercero que de buena fe
adquiere a título oneroso...” Lo propio se desprende del Art. VIII del NRGRP en tanto señala: “...
tercero registral que a título oneroso y de buena fe hubiere contratado sobre la base de...”
Juzgamos ilustrativa la explicación que, sobre este criterio, expone García García. Sustenta la
necesidad que la buena fe deba tenerse en el momento de la celebración del negocio jurídico del
siguiente modo: “la buena fe, al ser un hecho intelectivo o de formación del conocimiento, a
detenerse en el momento del otorgamiento del título, que es el momento en que aparece formada
la voluntad del adquirente. La adquisición a non domino se produce, pues, a partir de la inscripción
y en virtud del elemento de la inscripción. Pero la buena fe, al igual que el problema de la capacidad,
de la existencia de la persona y de los vicios del negocio jurídico, hay que referirlo al momento en
que se declara la voluntad en el título. Es esa la razón y no otra de que la buena fe haya que referirla
al momento del otorgamiento del título. No es, pues, porque la adquisición del derecho real se
produzca con anterioridad, pues al ser adquisición a non domino la adquisición se produce a partir
de la inscripción. No es tampoco, porque haya que referir la buena fe al momento de la tradición,
pues si el momento de la inscripción no cuenta, tampoco ha de contar el momento de la tradición.
Lo importante es el momento en que se forma la voluntad del adquirente”.
c) Duración de la buena fe.
Otro asunto que la doctrina también se ha planteado, es el referido a la perdurabilidad de la buena
fe. Entre nosotros, la Exposición de Motivos del Código Civil ha resuelto el asunto señalando que
debe permanecer hasta la inscripción del derecho en el Registro. Dice: “la buena fe debe subsistir
hasta el momento de la inscripción del derecho del adquirente, por cuanto todos los requisitos para
el funcionamiento del principio de fe pública registral deben ser concurrentes en el tiempo, es decir,
debe hacer algún momento en el que todos ellos se produzcan y el único momento posible de que
esto ocurra es el de la inscripción”.
Lamentablemente, esta postura no es concordante con el criterio propuesto en cuanto al momento
que se debe tener buena fe. Conforme anota García García, “una vez que exista buena fe en el
momento del otorgamiento del título, ya no importa que, con posterioridad se produzca mala fe, o
sea, conocimiento de la situación extrarregistral por parte del adquirente, pues su buena fe quedó
cerrada y completa en el momento de la declaración de su voluntad. Sería injusto y contrario al
principio de seguridad jurídica que, una vez que el adquirente ha cerrado el contrato se desvirtuara
ese título por el mero hecho de haber llegado a su conocimiento situaciones extrarregistrales, con
las que él no contó en el momento de celebrar el contrato y otorgar el título”.
15 DICCIONARIO JURÍDICO ESPASA. España 1998. Editorial Espasa Calpe S.A. P. 954
16ART. 2014º DEL C.C.- “ El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro
aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule,
rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los registros públicos. La buena fe del tercero
se presume mientras que no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”
ART. VIII DEL T.P. DEL R.G.R.P.- “La inexactitud de los asientos registrales por nulidad, anulación, resolución o
rescisión del acto que los origina, no perjudicará al tercero registral que a título oneroso y de buena fe hubiere contratado
sobre la base de aquellos. Siempre que las causas de dicha inexactitud no consten en los asientos registrales”
asegurado toda vez que las leyes de los Registros son de orden público, y, por lo consiguiente,
prevalecen frente a las normas comunes y si se trata de derechos reales inscritos o de derechos de
la misma naturaleza según el artículo 2022º del Código Civil. La Doctrina Española entiende por
tercero registral, “a la persona que goza del efecto fundamental que se deriva de la fe pública
registral y que consiste en ser mantenido en la adquisición de su derecho si reúne los requisitos
establecidos por la Ley Hipotecaria, para ello, es decir: Haber adquirido de persona que figure en el
Registro con facultades para transmitir su derecho; haber adquirido a título oneroso, de buena fe y
haber inscrito su derecho en el Registro de la Propiedad”
El concepto de tercero registral, en nuestra legislación, fluye del artículo 2014º del Código Civil y
artículo VIII del Título Preliminar del Reglamento General de los Registros Públicos.
En un primer significado, es tercero registral aquél que, de buena fe, adquiere un derecho a título
oneroso de quien aparece en el registro con derecho inscrito y, a su vez, ha inscrito su adquisición.
Es decir, un determinado adquirente registral ha alcanzado la situación jurídica en que es protegido
por el principio de la fe pública registral. En un segundo significado, también es tercero registral
quien, ya amparado por la fe pública, opondrá con éxito tal situación jurídica, frente a cualquier acto
o contrato en cuya celebración no haya intervenido, y que, a su vez, no se haya inscrito o se inscriba
posteriormente, convirtiéndose su posición en invulnerable e inatacable.
17
Salgado Padilla, Amadeo Felipe. Ob. Cit., pag 34
AMPARO CONSTITUCIONAL DEL TERCERO REGISTRAL.
En el numeral 4 del Capítulo II de este artículo, se ha explicado en qué consiste la figura del tercero
registral y en el numeral del mismo Capitulo el principio de buena fe pública registral; de lo cual se
ha dejado en claro que el fundamento constitucional esencial de los Registros Públicos es la
Seguridad Jurídica amparada en el Art. 38º de la Constitución vigente; en este orden de ideas,
debemos concluir que el amparo constitucional del tercero registral también radica en el principio
de Juricidad, materializándose expresamente en la seguridad del tráfico registral, seguridad ésta
que sacrifica la seguridad del derecho, por la misma naturaleza de los Registros Públicos, por la
presunción que toda persona tiene conocimiento del contenido de las inscripciones y, de
conformidad con el principio de legitimación, según el cual el contenido de las inscripciones se
presume cierto mientras no se rectifique o se declare judicialmente su invalidez.
Por otro lado, los Registros Públicos, hay que indicar, que forman parte de la Estructura del Estado;
en consecuencia, su desempeño sólo puede ser ejercitado dentro de los márgenes establecidos por
la Constitución y el ordenamiento jurídico y, como lógica consecuencia, sometido, a su vez, a los
controles constitucionales frente a los excesos de su denominada “autonomía registral.”
Ahora bien, como todo acto jurídico registral (inscripciones, cierre de partidas, bloqueos, publicidad,
etc.) se desenvuelve dentro del derecho administrativo con sujeción a las normas constitucionales,
las disciplinas encargadas del estudio de la solución a los conflictos que genera la administración
pública, serán el Derecho Procesal Administrativo y el Derecho Procesal Constitucional, dentro de
este último se convierte en mecanismo procesal efectivo del ejercicio que tienen los peticionantes,
dentro de los cuales puede encontrarse un tercero registral, frente a los excesos cometidos por los
registradores o servidores de los registros.
Es así que, la acción de amparo consagrada en el inc. 2 del Art. 200º de la Constitución, que la
consagra como aquella garantía constitucional que procede contra el hecho u omisión, por parte de
cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o amenaza los demás derechos reconocidos
por la Constitución, con excepción de los referentes a la libertad individual -que los protege el
habeas corpus-, se constituye como mecanismo procesal indispensable para proteger el derecho de
los peticionantes ante las Oficinas Registrales, cuando determinados actos vulneran o amenazan
derechos constitucionales, como el derecho a la inviolabilidad de la propiedad, derecho de petición,
derecho a la juricidad, etc.
De igual modo, la garantía constitucional de habeas data, también se constituye como mecanismo
procesal efectivo contra el hecho u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario o
persona, que vulnera o amenaza los derechos a que se refiere el artículo 2º, incisos 5 y 6 de la
Constitución, esto es, a solicitar sin expresión de causa la información que requiera y a recibirla de
cualquier entidad pública, en el plazo legal que suponga el pedido. Se exceptúan las informaciones
que afectan la intimidad personal y las que expresamente se excluyan por ley o por razones de
seguridad nacional; y a que los servicios informáticos, computarizados o no, públicos o privados, no
suministren informaciones que afecten la intimidad personal y familiar.
Por otro lado, la acción de cumplimiento, referida en el inciso 6 del artículo 200º de la Constitución,
está destinado a posibilitar el acatamiento por parte de los funcionarios de las Oficinas registrales
de toda norma legal o de un acto administrativo; como por ejemplo, cumplir con el principio de
impenetrabilidad, referido en el Art. 2017º del C.C. o con el acto de cerrar una partida o ficha a causa
de duplicidad de inscripción. Pero, claro está, todo esto sin perjuicio de la responsabilidad penal en
que incurriría el registrador y la consiguiente indemnización de daños y perjuicios por
responsabilidad extracontractual, las cuales pueden ser ejercitadas en vía penal, o
excluyentemente, la última en la jurisdicción civil.
Como puede verse, si bien hemos podido determinar el fundamento constitucional del principio de
la fe pública registral y, por ende, la protección al tercero registral, no podemos establecer un
mecanismo específico amparado por la Constitución para la protección del tercero registral; por
ende, se constituye en una necesidad impostergable la de uniformar la jurisprudencia en materia
registral y, sobre todo, en lo concerniente al tercero registral, con el objeto de viabilizar la justicia
en defensa del mismo.
CONCLUSIONES
Los principios generales del derecho son máximas o proposiciones y hasta aforismos de
carácter lógico que fundamentan el ordenamiento positivo. Son ideas, postulados éticos, o
criterios fundamentales, básicos.
En caso de conflictos de derechos, intereses y normas legales, en aras del interés público,
la paz y el orden social debe, necesariamente, establecerse una jerarquía jurídica
interrelacionada por los conceptos ley, derecho y justicia; jerarquía de la cual,
inexorablemente, prevalecen los principios y leyes que tutelan la fe pública
institucionalizada, frente a los principios y leyes que tutelan derechos que no han alcanzado
el amparo de la fe pública registral. En otras palabras, siempre que se intente aplicar el
principio de la fe pública registral, se estará inevitablemente ante una situación en la que
la “seguridad del tráfico”, sacrifica la “seguridad del derecho”.
Es tercero registral aquél que, de buena fe, adquiere un derecho a título oneroso de quien
aparece en el registro con derecho inscrito y, a su vez, ha inscrito su adquisición. Es decir,
un determinado adquirente registral ha alcanzado la situación jurídica en que es protegido
por el principio de la fe pública registral.
COMISIÓN REVISORA DEL CÓDIGO CIVIL: “Exposición Oficial de Motivos del Código Civil
de 1984. Registros Públicos – Separata Especial. “El Peruano del día 19 de Noviembre de
1990.
DICCIONARIO JURÍDICO ESPASA: España 1998. Editorial Espasa Calpe S.A. P. 954.
DIEZ-PICAZO, LUIS: “Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial”, Volumen II, 2da. Edición,
1ra. Reimpresión, Editorial Tecnos S.A., Madrid, 1986, Pág. 567.
GARCIA GARCIA, JOSÉ MANUEL. “Derecho Inmobiliario Registral o Hipotecario”, Tomo II,
Editorial Civitas S.A., Madrid, 1993, Pág Ob. Cit., Pág. 427.