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Retos de la psicología social latinoamericana en el

siglo XXI-Luis Mario Castellanos


La historia reciente ha demostrado que las grandes crisis
económicas, políticas, sociales, etc., devienen en cambios
significativos para la sociedad. Se tiene el caso de la revolución
cubana en 1959 y la revolución bolivariana en la década de 1990,
que de igual forma se dieron a partir de las contradicciones
sociales de su época y a las características particulares de su
contexto.

En la actualidad existen problemas sociales que están


produciendo crisis en Latinoamérica, por ejemplo: la ola de
violencia generalizada que existe en México y Guatemala
producto de las disputas territoriales del crimen organizado, las
maras y pandillas en El Salvador, Guatemala y Honduras, entre
otros.

Este escenario latinoamericano complejo y cambiante, empuja al


científico social a ampliar su horizonte filosófico, teórico y
metodológico en el abordaje de los diversos problemas sociales
que aquejan a la sociedad latinoamericana en general.

Es así que la psicología social debería estar comprometida con la


transformación social, es decir, con la ruptura de prácticas
tradicionales que impiden, limitan y coaccionan el papel del
psicólogo, y éste al ser un científico social, debe contribuir a la
transformación progresiva de las estructuras sociales que
vulneran, empobrecen y excluyen a los marginados y
empobrecidos por el “status cuo”.

Entonces ¿Cuál debería ser el papel de la psicología social ante


los actuales problemas sociales? Para responder a esta pregunta,
es válido plantear que es no solo un imperativo categórico, sino
también un imperativo histórico, cuestionar el papel actual de la
psicología social latinoamericana en el marco del siglo XXI y los
retos que éste implica para el psicólogo social.

De acuerdo a las ideas expuestas, es necesario valorar los


siguientes planteamientos en relación a la psicología social:
(Gergen, 1989, 1996; Ibáñez, 1997; Cabruja, 1998, citados en
Ibañez 2000):

• Anti-fundacionalismo: no es posible construir ninguna forma de


conocimiento, científico o no, sobre una base firme y segura. El
conocimiento se afirma sobre supuestos epistemológicos,
metodológicos y ontológicos que siempre son cuestionables y
dependientes de las contingencias socio-históricas.

• Asimilación de las nociones de Poder y Verdad: toda forma de


discurso con pretensiones de verdad, y muy especialmente en
nuestro tiempo el discurso científico, constituye, ante todo, un
instrumento al servicio del poder y la dominación.

• Deconstruccionismo: en consecuencia con los postulados


previos, la tarea fundamental de una Psicología social crítica debe
ser la de someter a crítica los fundamentos y las formas de
conocimiento propias de la Psicología hegemónica, asentada
sobre el viejo enfoque empirista de la ciencia, así como los
“efectos de poder” que se derivan de la misma. A esa tarea más
destructiva que constructiva (tan característica del talante
posmoderno) se le llama “de-construcción”.

Al hablar del anti-fundacionalismo, se sigue un planteamiento de


la filosofía materialista dialéctica que tiene repercusiones teóricas
y metodológicas en el campo de las ciencias sociales en general
y de la psicología social en particular, en dicho planteamiento se
expone que: “la realidad está en constante, cambio, movimiento
y transformación” (Marx, 1974). Por lo tanto, ningún
conocimiento es estático, sino que está en constante movimiento
en correspondencia con el contexto histórico-social en el que se
desenvuelve. Por consiguiente, el psicólogo social debe partir de
la realidad actual para producir conocimientos, es decir, actualizar
los marcos de referencia que orientan su práctica, tomando en
cuenta los aportes de la literatura filosófica y psicológica clásica
pero sin descontextualizar su práctica, produciendo teoría en el
contexto latinoamericano. De esta forma la psicología social
latinoamericana puede superar progresivamente la dependencia
conceptual de la psicología norteamericana y europea; no
obstante, hay aportes importantes en el campo de la psicología
social latinoamericana como los planteados por Ignacio Martín
Baró, el cual hizo su crítica y aporte a la psicología social en tres
dimensiones: (Baró, 1985)

1. Crítica social: Baró criticaba fuertemente el papel de la


psicología social dado su insensibilización ante los
problemas sociales latinoamericanos. Le preocupaba el
papel del psicólogo tradicional, que era experto en medir la
inteligencia e interactuar con pequeños grupos humanos, de
tal manera que se aceptasen tal cual eran. Sin embargo, no
contribuía al proceso de desideologización tan necesario
para los pueblos de América Latina.
2. Crítica teórico-epistemológica: sostenía que la psicología
social debía hacer un replanteamiento de su “validez
interna” a través de su “validez externa”, es decir, la
psicología social latinoamericana debe plantear sus propios
postulados para su contexto histórico social sin pretender
creer que sus planteamientos son universales y absolutos
para todos los contextos. De esta forma se rescata la
especificidad de ubicar en la realidad social contextual el que
hacer del psicólogo social.
3. Crítica moral: promueve la participación del psicólogo en la
emancipación de los pueblos latinoamericanos, superando
los planteamientos de la “neutralidad científica” , ya que
sostenía que la psicología social debía tener un proyecto
ético en correspondencia con la realidad social, es decir, el
psicólogo tenía que tomar una opción por la
desideologización de los esquemas mentales impuestos por
el sistema social, de tal forma, que los pueblos tomaran
conciencia de su realidad y la transformaran.

Como se puede observar, la visión de Ignacio Martin Baró es muy


profunda, por lo cual sería banal querer acotar todos sus
planteamientos en este breve artículo. Así mismo, hay otros
autores que aportan al pensamiento de la psicología social
latinoamericana, como Maritza Montero, Ruben Ardila, entre
otros; pero que de igual forma los abordaré en otros artículos.

Por otra parte, en relación a la noción de poder y verdad en la


psicología social, se tiene que la forma tradicional de hacer
psicología – en especial la psicología clínica tradicional- es objeto
de discusión y crítica, ya que este tipo de psicología le da
manutención al sistema social imperante y lo legítima al buscar
las causas y soluciones de los problemas del individuo en el
individuo mismo, es decir, lo desvincula de un contexto histórico
social condicionado por relaciones de poder; y en el mejor de sus
esfuerzos, intenta vincular al individuo con grupos primarios.

En virtud de lo anterior, habría que preguntarse ¿Es válido discutir


el papel de la psicología clínica en Latinoamérica? ¿Por qué no se
ha dado el salto cualitativo en la producción de teoría y práctica
psicológica en los países latinoamericanos? ¿Se puede producir
teoría psicológica al margen del contexto histórico social? ¿A qué
intereses obedece la pasividad en muchos países de la psicología
con respecto a los problemas sociales?

El psicólogo social debería reflexionar sobre las preguntas


planteadas, aunque cabe decir, que no son las únicas ni tampoco
son absolutizadoras para cada realidad en particular, puesto que
podrían surgir más de acuerdo a la lectura de la realidad social
donde el psicólogo realiza su práctica.

Lo anterior corresponde al deconstruccionismo, es decir, a abrir


al debate los fundamentos filosóficos, teóricos y metodológicos
de la psicología tradicional, la cual, como se ha expuesto, no
cuestiona ni mucho menos contribuye al cambio social en
Latinoamérica.

No obstante, muchos psicólogos reaccionarios critican


fuertemente la psicología social latinoamericana, puesto que de
fondo trastoca sus intereses y por supuesto, los intereses del
sistema social en su conjunto.

Ante lo anterior nace la pregunta ¿Cómo podría el psicólogo


latinoamericano contribuir a una psicología social emergente, de
vanguardia en su propio contexto? Para dar respuesta a esta
interrogante, es necesario decir que las universidades
latinoamericanas, formadoras de psicólogos deben contribuir -
desde la formación de profesionales- a la construcción de una
psicología social latinoamericana emergente en el siglo XXI,
conocedora de su propia historia marcada por crisis
epistemológicas, teóricas y metodológicas; y que sea coherente
con el contexto latinoamericano. Las universidades debería
abordar la formación de los profesionales promoviendo
tesoneramente la investigación científica y la proyección social en
función de aportar a la construcción de una psicología social
comprometida con romper la práctica tradicional de la psicología.

De hecho en este campo, se tiene el caso de la Benemérita


Universidad de Puebla, (México) que está en proceso de
formación de profesionales a nivel de maestría en psicología
social, que promueve una revisión teórica profunda de la
psicología norteamericana, europea y latinoamericana para dar
paso a la contribución a una psicología social actualizada de cara
a las necesidades más sentidas de su contexto mexicano en
particular, pero que pudiesen ser retomados en otros contextos
con características similares.

Así mismo, la Universidad de Chile en Suramérica, actualmente


hace esfuerzos desde la perspectiva de la Psicología comunitaria,
por construir una psicología social que aspire a contribuir a la
superación progresiva de los problemas latinoamericanos.
A manera de conclusión, muchos pensarán que la construcción de
una psicología social de vanguardia es una utopía, sin embargo,
es un reto para nosotros como psicólogos de América Latina
contribuir a la realización de dicho cometido.

Ya es tiempo que rompamos la pasividad intelectual, que


tomemos un papel activo en nuestra historia, encarnando un
movimiento científico que contribuya desde su parcela de
conocimiento al cambio social, a la liberación de nuestros
pueblos.

Es nuestra responsabilidad como psicólogos asumir una posición


activa y comprometida frente a la realidad social, que demanda
nuestra participación para transformarla – desde nuestro
quehacer científico- en beneficio de las grandes mayorías
latinoamericanas.

El Salvador 26 de Noviembre de 2012.

Por: Luis Mario Castellanos

Bibliografía

1. Corte Ibáñez, Luis de la (2000). La psicología de Ignacio


Martín-Baró como psicología social crítica. Una
representación de su obra. Revista de Psicología General y
Aplicada, Vol. 53 (3) Jul, 437-450.
2. Baró, M. (1985). Acción e ideología: psicología social desde
Centroamérica. El Salvador: UCA editores
3. Marx, C. (1974). Manuscritos: economía y filosofía (p.
108). Madrid: Alianza Editorial

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