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metodológicas para el estudio del cuerpo en la danza
Mariana del Mármol, Ana Sabrina Mora, Mariana Lucía Sáez
Introducción
Frecuentemente quienes estamos interesadas en investigar sobre la danza desde
las ciencias sociales, también somos bailarinas. En distintas ocasiones hemos notado
que un problema recurrente con el que nos enfrentamos es la dificultad de construir el
distanciamiento necesario para producir conocimiento. A raíz de esto suelen generarse
trabajos que, aunque sean interesantes, quedan entrampados en la celebración de la
danza que se practica, destacando fuertemente los elementos que han resultado
enriquecedores para la bailarinainvestigadora, acortando así las posibilidades de
análisis. Sin olvidar la potencia política y la legitimidad teórica de estos acercamientos,
muchas veces este paralaje impide ubicarse en una perspectiva crítica que permita
cuestionar o discutir las prácticas y las representaciones asociadas con ellas.
Creemos que la perspectiva de la antropología sociocultural acerca de la danza, y
particularmente la etnografía, su instrumento de trabajo, son de gran utilidad para
construir y ejercer el distanciamiento necesario para poder producir conocimiento. Con
la etnografía este distanciamiento no implica dejar de lado la implicación personal, sino
que permite utilizarla en función de un objetivo de conocimiento que busca por sobre
todo acercarse a la perspectiva de los sujetos que están siendo objetos de la
investigación. Sin importar lo valiosa que pueda ser la estrategia de poner el propio
cuerpo en la práctica estudiada para producir conocimiento, es indispensable poder
ejercer un distanciamiento.
En trabajos anteriores (del Mármol y otros, 2008; Mora, 2008, 2011b), hemos
desarrollado la idea de que sólo es posible llegar a la comprensión de los fenómenos
sociales, especialmente aquellos que se vinculan con emociones o con representaciones
y experiencias del cuerpo, considerando, junto con los materiales etnográficos
1
convencionales, la propia experiencia, es decir, tomando la propia subjetividad como un
recurso valioso que es necesario y deseable utilizar y no como algo que contamina la
investigación y en consecuencia es preciso erradicar. Proponemos ahora que las
mencionadas estrategias subjetivistas pueden complementarse al ponerse en vinculación
y conjugarse con modos análisis más “duros” y menos habituales dentro de la tradición
socioantropológica, como lo es la estadística.
La flexibilidad propia del método etnográfico permite que sea conjugado con
otras herramientas, como la participación observante y la autoetnografía, por un lado, y
el análisis estadístico, por otro. Estos diferentes enfoques, que frecuentemente se
entienden como dicotómicos, pueden sucederse, retroalimentarse y complementarse en
el curso de una misma investigación.
A lo largo de este capítulo, analizaremos tanto las potencialidades como las
limitaciones de cada uno de estos enfoques metodológicos, así como las posibilidades
que ofrece su conjugación, a la luz de una experiencia concreta basada en el trabajo
etnográfico que una de las autoras (Mora, 2011a) ha realizado en la Escuela de Danzas
Clásicas de la ciudad de La Plata (provincia de Buenos Aires), cuyo principal eje de
indagación ha estado puesto en las experiencias, representaciones y prácticas
construidas en torno al cuerpo, el movimiento y la subjetividad durante el proceso de
formación en las artes del movimiento que se enseñan en esa institución (Danzas
Clásicas, Danza Contemporánea y DanzaExpresión Corporal), tanto por parte de las y
los estudiantes como de las y los docentes.
¿Interpretar o experimentar?
Las experiencias corporizadas en el abordaje etnográfico
2
En esta inmersión se establece un diálogo directo con otros, que es a la vez un diálogo
mediado por las posiciones diferenciales de quien investiga y de sus informantes
interlocutores. Aún cuando la investigadora o el investigador toman en consideración
sus propias vivencias, emociones y experiencias, lo hacen con el objetivo de abrir
nuevos caminos para conocer las prácticas, representaciones y experiencias nativas.
El estudio de lo corporal puede ser abordado desde una perspectiva socio
antropológica con técnicas etnográficas, pero en ese caso se plantean cuestiones
metodológicas particulares. Cuando se investigan prácticas corporales se hace más
profundo el problema que surge recurrentemente al momento de “interpretar lo
interpretado” (Geertz, 1997) por los actores, porque se profundiza la distancia que
existe entre los que observamos o lo que nos es relatado en las entrevistas y la
experiencia práctica personal del cuerpo de los sujetos. Con las técnicas de recolección
de información con las que contamos en la antropología sociocultural es más sencillo
llegar a conocer las prácticas, por medio de las observaciones, y a comprender las
representaciones, a través de los discursos, que las experiencias del cuerpo. Para lidiar
con este problema, es posible incluir en el proceso de investigación las sensaciones y
vivencias corporales que ocurren al poner el cuerpo en la práctica estudiada, como
fuente de información que puede volverse crucial para comprender las experiencias de
quienes sí forman parte del juego real de las prácticas que se encuentran bajo
investigación.
Uno de los puntos que sustenta la inclusión de las experiencias de quien realiza la
investigación es la propia centralidad del cuerpo en toda práctica etnográfica. En los
fundamentos y el modo de trabajo de la etnografía existe una implicación corporal.
Involucra interacciones, interactividad, interexperiencia, intersubjetividad,
reflexividad recíproca, y la intervención corporizada del etnógrafo en el contexto de
investigación. Nuestro cuerpo, con todos sus signos y materialidades, es el que está
presente en los contextos de observación y en las entrevistas, y no tenemos por qué
desdeñar las sensaciones que desde él se nos producen. En el caso del estudio de
prácticas centradas en lo corporal, poner el propio cuerpo en esa práctica es una fuente
de conocimiento que permite comprender de otro modo aquello que vemos y que
escuchamos, y también abrir el pensamiento, la escucha y la mirada a numerosas
cuestiones que de otro modo tal vez no tendríamos presentes. En suma, estamos
3
considerando dos dimensiones asociadas del carácter de conocimiento corporizado que
tiene toda práctica etnográfica: el reconocimiento de la implicación corporal que todo
conocimiento del mundo y de sí mismo tiene, y, en un nivel más concreto, la inclusión
en el proceso de investigación del conocimiento producido por nuestras propias
experiencias corporales.
Las experiencias corporales que se propone incluir en el contexto de
investigación incluyen las que provienen de la imitación de habilidades prácticas nativas
durante el trabajo de campo. Esta estrategia metodológica de “unirse al grupo”,
literalmente poniéndose a sí mismo en el lugar de las personas que se están estudiando,
habitando su mundo, participando corporalmente en las tareas prácticas de todos los
días, usando su cuerpo del mismo modo en que lo hacen los otros en un mismo entorno,
ayudará a asir el sentido de las actividades que interesa investigar. Cabe aclarar que no
se trata de abandonar las técnicas clásicas de recolección de datos como la observación
participante y las entrevistas, sino acompañarlas, complementarlas y enriquecerlas con
la interrogación y la exploración por parte de la investigadora o el investigador acerca
de sus propias experiencias, vivencias y sensaciones. Esto implica un ejercicio constante
de acercamientodistanciamiento para poder realizar el pasaje entre lo vivido y lo
investigado, para utilizar las vivencias personales sin quedar encerrado ni en lo
puramente autobiográfico ni en la total identificación con las personas con las que
realizaba la investigación.
En diversos textos sobre método etnográfico (entre otros, Hammersley y
Atkinson, 1990) aparece la noción de “participación observante” cuando se repasan los
grados de implicación que puede tener el investigador en el contexto de observación; en
estos casos se suele distinguir entre un investigador totalmente observador, observador
participante, participante observador y totalmente participante. El caso del participante
observador puede asimilarse a la práctica de la participación observante. Por otro lado,
Bourdieu y Wacquant (1995) han utilizado la denominación “participación objetivante”
para referirse a un dispositivo teóricometodológico utilizado cuando los autores son
parte del objeto de estudio; en estas circunstancias el observador objetiva tanto lo
objetivo como lo subjetivo, en función de las preguntas a partir de las cuales se
construyó el objeto de estudio.
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La realización de prácticas de participación observante es un modo de trabajo que
ha sido especialmente destacado para el estudio de lo corporal. Al proponer una
“sociología carnal”, Nick Crossley ha señalado que la sociología del cuerpo
comúnmente maneja un enfoque que se centra en “lo que se le hace al cuerpo”
observándolo predominantemente desde el punto de vista de su constitución como
objeto significativo, atravesado por discursos y prácticas de regulación, control y
transformación; frente a esto, propone sumar un enfoque que se ocupe de comprender
“qué es lo que el cuerpo hace”, otorgándole a éste un rol activo en la vida social, y
teniendo en cuenta las bases incorporadas (embodied), es decir, internalizadas en y
producidas por el cuerpo (Crossley, 1995). Esta propuesta implica que las ciencias
sociales no se detengan en el estudio del cuerpo, sino que avancen hacia la inclusión de
estudios desde el cuerpo; es decir, que el cuerpo no sólo sea objeto de investigación,
sino herramienta y sujeto de conocimiento, lo que implica dar centralidad al cuerpo
actuante del investigador o la investigadora. En palabras de Löic Wacquant, la
sociología carnal “toma en serio, tanto en el plano teórico como en el metodológico y
retórico, el hecho de que el agente social es, ante todo, un ser de carne, nervio y sentidos
(en el doble sentido de sensual y significado), un “ser que sufre” (...) y que participa del
universo que lo crea y que, por su parte, contribuye a construir con todas las fibras de su
cuerpo y su corazón” (2006: 15).
Desde la antropología, Michael Jackson (1983, 1989) propuso construir una
“antropología fenomenológica” que busque la descripción comprensiva de experiencias
tal como son realmente tenidas antes de la reflexión intelectual. Destaca que hay
diferencias significativas entre el modo en que el mundo aparece a nuestras conciencias
cuando estamos completamente comprometidos en una determinada actividad, y el
modo en que se nos aparece cuando lo sujetamos a reflexión y a análisis retrospectivo.
En esta misma línea metodológica, desde la perspectiva del embodiment se propone
incluir la antropología del cuerpo dentro de una fenomenología cultural basada en la
corporización. Ocuparse de fenómenos vinculados al embodiment no conlleva una
recolección de datos específicos o de métodos específicos para recolectarlos, sino una
actitud metodológica que demanda prestar atención a lo corporal, aún cuando se estén
recolectando datos que no tienen que ver específicamente con observación de cuerpos
(como cuando se está en un contexto de entrevista u observando cualquier tipo de
5
situación). Esta actitud metodológica estaría basada en entender al cuerpo como el
sustrato existencial de la cultura y del sujeto (Csordas, 1993, 1999).
Como el cuerpo no es sólo exterioridad observable, ni el cuerpo propio es sólo
aquello que podemos decir sobre él, para acceder al cuerpo además de observación
participante y entrevistas se necesita intentar un acceso a sus experiencias que no se
limite a lo discursivo. El cuerpo como base existencial de los diferentes modos en que
es representado, necesita ser abordado ampliando las perspectivas y los modos de
acercamiento, buscando un acceso a sus experiencias y representaciones que no se
quede sólo en lo discursivo. Esto puede hacerse, entre otros modos, incluyendo
instancias de participación observante en el trabajo de campo, con énfasis en las
experiencias corporales. La inclusión del cuerpo en el trabajo de campo también incluye
la descripción de la materialidad de los cuerpos en contextos de interacción, tomando en
cuenta la experiencia práctica del cuerpo en la vida social, sus modos de vincularse con
el mundo. El cuerpo de otros puede conocerse partiendo de las técnicas etnográficas
tradicionales, ampliando la etnografía, expandiéndola en dirección al cuerpo, para
volver a reafirmarla como un modo útil de conocer a otros.
¿Etnografiar o contabilizar?
Lo cualitativo y lo cuantitativo como enfoques complementarios
Gran parte del debate teóricometodológico en el campo de las ciencias sociales
ha girado en torno a los objetivos de dichas ciencias, y a su capacidad de generar un
conocimiento objetivo por medio de la utilización de procedimientos rigurosos,
explicitables y reproducibles que permitieran arribar a conclusiones sistemáticamente
demostrables. En relación a este debate, podemos identificar, esquemáticamente, dos
grandes tendencias: una tendencia de orientación cientificista y positivista, que persigue
la objetividad y la rigurosidad, generalmente tomando como referencia las ciencias
experimentales; y una tendencia de orientación subjetivista y comprensivista, que más
que aspirar a generalizaciones sobre fenómenos reproducibles y predecibles, busca
comprender las peculiaridades individuales y únicas de sus objetos por medio de la
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empatía (la posibilidad que tiene el investigador, como ser humano, de colocarse en el
lugar del otro para comprender el resultado de sus actos).
La antropología, y en general las ciencias sociales, nacieron a fines del siglo XIX,
bajo la influencia de la discusión entre las tendencias positivistas y antipositivistas, que
se venía dando en la filosofía de la ciencia. En sus paradigmas de investigación
fundacionales se presentan evidencias tanto del interés por adoptar el modelo de las
ciencias naturales con el fin de ser reconocidas como “verdaderas ciencias”, y de la
intención de elaborar objetos de estudio y métodos propios de cada ciencia social, de
acuerdo con la concepción positivista de ciencia. De acuerdo a Georg von Wrigth
(1979), al apogeo del positivismo a mediados del siglo XIX le sucedió una reacción
antipositivista hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX1, luego de lo cual, en las
décadas que mediaron entre las dos guerras mundiales resurgió el positivismo con más
fuerza y vigor que nunca2. El autor señala que desde fines del siglo XIX la filosofía de
la ciencia ha adherido a una de las dos posiciones opuestas: después de Hegel advino el
positivismo; luego de la reacción antipositivista vino el neopositivismo y ahora el
péndulo tendería de nuevo hacia el comprensivismo y la hermenéutica.
Otro modo de delimitar tipos diferentes de investigación que muchas veces han
polarizado las investigaciones en ciencias sociales, es la distinción entre análisis
cuantitativo y cualitativo. El enfoque cuantitativo es una estrategia de conocimiento
que, partiendo de un muestreo estadístico que busca la representatividad estadística,
opera contabilizando “la cantidad de unidades, hechos, fenómenos, unidades, etc. ya
conocidos para conocer su distribución según variables o criterios de relevancia
preestablecidos por el marco teórico” (Rodríguez, 2009:10). El enfoque cualitativo es
una estrategia de conocimiento que busca relevar e identificar distintos tipos de hechos,
unidades, fenómenos, etc., para aplicar operaciones analíticas con las que “se los
clasifica, agrupa, relaciona, compara, para enumerar sus características, cualidades o
atributos” (idem), por comprensión.
1
Como ejemplo de este giro antipositivista en la filosofía de la ciencia, podemos citar a Dilthey
(1944[1883]), para quien la experiencia concreta y no la especulación representa el único punto de partida
admisible para desarrollar las ciencias del hombre, bajo la premisa de que el pensamiento no puede ir más
allá de la vida, proponiendo el desarrollo de una metodología apropiada para el entendimiento de la vida
humana que eluda el reduccionismo y mecanicismo de las ciencias naturales. Sus argumentos se oponían
en muchos puntos a los de Locke, Hume y Kant, a quienes se refirió afirmando que por el sujeto
cognoscitivo de estos tres pensadores “no corre sangre verdadera”.
2
Este nuevo movimiento fue llamado positivismo lógico, empirismo lógico o neopositivismo.
7
Tradicionalmente, la investigación en antropología social se ha caracterizado por
realizar estudios a escala micro, utilizando una metodología de tipo cualitativa, apoyada
principalmente en la observación con grados de participación variables, la realización de
entrevistas en profundidad y demás aproximaciones basadas en contactos cara a cara
con los sujetos de investigación. Sin embargo, a medida que la disciplina antropológica
fue intercambiando teoría y metodología con otras ciencias sociales, los enfoques
cualitativos comenzaron a combinarse con métodos de tipo cuantitativo, volviéndose
cada vez más frecuente la utilización del análisis estadístico. La estadística, ha sido
utilizada en el marco de la antropología social, con objetivos diversos según las
características de la investigación en la cual se encuadre. En la mayor parte de los casos
la estadística se utiliza en los inicios de la investigación para obtener un diagnóstico de
la situación que luego va a ser analizada en profundidad por medio de una metodología
cualitativa. En otros casos, el análisis estadístico se encuentra presente a lo largo de toda
la investigación y sus resultados aportan el cuerpo principal de la misma.
A lo largo del trabajo etnográfico en el que se basa este capítulo, se fue haciendo
cada vez más presente la importancia del recurso autoetnográfico y la participación
observante, que han resultado de gran utilidad para diseñar instrumentos de recolección
de datos y para comprender las prácticas observadas y las representaciones y
experiencias presentes en los relatos de los entrevistados. Pero también, en el trabajo de
investigación, junto con las observaciones, la participación observante y las entrevistas,
se realizó una encuesta3, en cuya ejecución participamos las tres autoras de este texto.
Esta encuesta fue diseñada con el objetivo de acercarse a cuestiones que habían surgido
en las entrevistas y que se deseaba profundizar y ampliar, y a la vez con la intención de
extender el análisis a una mayor población de informantes. Se esperaba que la encuesta
pudiera funcionar a la vez como un control cuantitativo de los resultados obtenidos por
medio del análisis cualitativo, y que abriera nuevos interrogantes y posibilidades de
análisis.
La muestra4 para la encuesta se obtuvo de la realización de encuestas a
3
El sondeo o encuesta puede definirse como un método científico de recolección de datos, a través de la
utilización de cuestionarios estandarizados, administrados por entrevistadores especialmente entrenados o
distribuidos para su autoadministración a una muestra. Esta técnica permite recolectar datos sobre
actitudes, creencias y opiniones de los individuos estudiados e indagar sobre múltiples temas (Marradi,
Archenti y Piovanni, 2007).
8
estudiantes de la tecnicatura y profesorado en Danzas Clásicas, tecnicatura y
profesorado en Danza Contemporánea y profesorado en DanzaExpresión Corporal.5
Fueron distribuidas entre los encuestados para su autoadministración, durante tiempos
de espera de ensayos, pausas entre clases y otros momentos. La encuesta incluyó
preguntas con distinto grado de estandarización: cerradas, abiertas y semiabiertas, con
un total de 22 preguntas, que se completaron en un promedio de veinte minutos. Las
preguntas buscaron conocer las representaciones sobre el cuerpo propio, los cuerpos de
los otros y el cuerpoparaladanza.
A partir de la encuesta se construyó una base de datos con el programa SPSS,
considerando 25 variables. Para llevar adelante el análisis estadístico, se planteó una
hipótesis guía que sostiene que a cada forma de danza corresponden distintas
concepciones, representaciones e imágenes del cuerpo. Cada una de las tres disciplinas
(danza clásica, danza contemporánea, expresión corporal) presenta un origen histórico
distinto, lo que redundaría en la existencia de diferentes paradigmas acerca del hombre,
del cuerpo y de su movimiento. Así se intentó indagar tanto las similitudes cómo las
diferencias que se han cristalizado en cada una de ellas en el proceso de
institucionalización y transmisión de su enseñanza.
En todos los casos se tomó como base de clasificación la variable “danza que
practica el/la encuestado/a” y se la comparó con las restantes variables de la base de
datos, con el objetivo de evaluar si puede decirse que se trata de tres grupos o
poblaciones diferenciadas. En el proceso de análisis estadístico utilizamos tablas de
4
De acuerdo a Marradi, Archenti y Piovanni “una muestra es cualquier subconjunto, amplísimo o
limitadísimo, de miembros de una población que se investiga con el fin de extender a toda la población
las conclusiones resultantes del análisis de las informaciones relativas al subconjunto. Esta extrapolación
(de los resultados del análisis) de la muestra a la población entera es llamada inferencia estadística”
(2007:89).
5
La muestra fue conformada por 108 estudiantes, que se distribuyen en las tres carreras de la siguiente
manera: 32 (29,6%) son estudiantes de danza clásica, 37 (34,3%) son estudiantes de danza
contemporánea y 39 (36,1%) son estudiantes de expresión corporal. El 89 % de los encuestados son
mujeres, en tanto que el 10,2% hombres. En cuanto a la edad promedio de los alumnos de cada carrera
observamos que para danza clásica es de 20,19 con un desvío Standard de +/ 5,26 (edad mínima 12 años,
edad máxima 32 años), para danza contemporánea la media es de 23,81 con un desvió Standard de +/
4,21 (edad mínima 16 años, edad máxima 35 años) y para expresión corporal el promedio es de 24,18 y el
desvío Standard de +/ 4,4 (edad mínima 18 años, edad máxima 35 años). Mientras que para los casos de
danza contemporánea y de expresión corporal no se tuvo en cuenta la edad de los informantes al
momento de tomar la encuesta, en el caso de danzas clásicas se estableció un mínimo de edad de 12 años,
tomando en cuenta que a esta carrera se puede ingresar desde los 8 años, mientras que en las otras no hay
alumnos con menos de 15 años. Ese mínimo de edad no fue de 15 años, debido a que la población de
alumnos de la carrera de danzas clásicas por sobre esta edad es reducida.
9
contingencia, análisis de frecuencia, test de chi2, ANOVA y test de diferencia de
proporciones muestrales. Esto aportó información acerca de las semejanzas y
diferencias entre las respuestas de los tres grupos definidos por la danza que practican,
incluyendo la indagación sobre si las diferencias obtenidas en la muestra son o no
significativas, y acerca de las relaciones y los grados de dependencia entre distintas
variables.
Como ya dijimos, la flexibilidad característica de las metodologías cualitativas, y
en especial de la metodología etnográfica, posibilita sumar instrumentos de otro orden,
como los recursos estadísticos y estrategias de análisis cuantitativas. Ahora bien, esta
inclusión no implica sólo una sucesión de distintos niveles de análisis que no se tocan
entre sí, sino que puede tratarse de una conjunción entre herramientas analíticas que se
refuerzan unas a otras.
¿Contabilizar o experimentar?
Articulaciones posibles entre la estadística y la autoetnografía
Las dos herramientas metodológicas principales que hemos puesto a dialogar en
este capítulo podrían ubicarse en los polos opuestos de los debates a que nos hemos
referido: por una lado, la estadística, disciplina con base matemática que, mediante la
recolección, análisis e interpretación de datos, intenta encontrar regularidades en
fenómenos de tipo aleatorio, ha sido un recurso indispensable para quienes se han
orientado hacia la búsqueda de la objetividad y la rigurosidad en las ciencias sociales;
además de poner orden y sistematicidad en los datos, y de brindar métodos que pueden
ser aplicados por igual para analizar diferentes tipos de hechos. Siendo transversal a una
amplia variedad de disciplinas (desde la física hasta las ciencias sociales), posibilita una
aproximación al tan pretendido monismo metodológico que permite cumplir con uno de
los principales criterios de demarcación del conocimiento científico propuestos por el
positivismo: que las operaciones que permiten arribar a las conclusiones sean
reproducibles por cualquier observador.
Por otro lado, situándose en el otro extremo del mencionado debate, la
autoetnografía, surge en el contexto de la crisis de confianza en las ciencias sociales que
1
empieza a emerger en la segunda mitad del siglo XX, haciéndose más notoria a partir de
los años ‘70, en consonancia con el debilitamiento de la utopía de acumulación y
progreso y del paradigma científico positivista, que habilita la pregunta acerca de si la
tan aclamada objetividad es posible y aún deseable. Es por eso que, lejos de buscar la
rigurosidad, el orden y la reproducibilidad de los mecanismos por los cuales se arriba a
las conclusiones, la autoetnografía, es una estrategia netamente subjetivista,
interpretativa y comprensivista, basada en la premisa de que el único modo posible de
comprender los fenómenos humanos es poniéndolos en relación con la propia
experiencia vital del investigador. Esta experiencia, así como su relación con el
fenómeno que se estudia e intenta comprender, si bien es factible de ser compartido
mediante un relato, es por definición irreproducible e imposible de ser atravesado por
un orden que se encuentre por encima de las formas en las que cada investigador lo está
pensando. En el marco de la consideración de las vidas concretas y las experiencias
personales como fuente de conocimiento, el relato en primera persona es reivindicado
hasta el punto de que el conocimiento en sí no deja de ser una narración más que
participa en el mundo de las narraciones sobre la vida.
La autoetnografía es una mirada que recorre un camino de ida y vuelta entre lo
social y lo personal; en esta ida y vuelta, la frontera entre lo personal y lo social se
diluye (Ellis y Bochner citado en Feliu, 2007:267). En esta misma línea, Renato
Rosaldo (1989) ha defendido y ha puesto en práctica el abordaje autoetnográfico, en el
que se utiliza la propia experiencia del etnógrafo en función de la comprensión de sus
objetos de estudio. Para conocer el grupo social sobre el que se está investigando, y
especialmente para comprender sus experiencias, emociones y motivaciones, las
experiencias emocionales del etnógrafo constituyen un aporte que no debe desdeñarse,
sino que pueden tomarse como un punto de partida o una fuente de inspiración. Por
esto, propone partir del insight personal y usar la interioridad para entender el afuera,
para establecer un diálogo con el otro, con la emoción como vehículo para vincularse
tanto con los sujetos a los que estudia como con los lectores a los que dirige su
producción científica. Otro aspecto interesante de la propuesta de Rosaldo radica en el
hecho de que puede resolver el problema de la subjetividad y la reflexividad
capitalizándolas positivamente sin caer en el exceso de autorreferencialidad que se les
critica a otros autores posmodernos. Puede reconocerse un paso previo a este tipo de
1
aproximaciones en los enfoques interpretativistas, tomando en cuenta el reconocimiento
que desde ellos fue realizado a la pluralidad de voces que confluyen en la escritura
etnográfica, y a la gran importancia otorgada a las narraciones, incluyendo los relatos en
primera persona de quien realiza la investigación. Todo esto condujo a una valoración
positiva de la subjetividad y las emociones del investigador, que dejarán de ser un
elemento contaminante para convertirse en un material que aporta a la investigación y la
enriquece.
En Tabu do corpo (2006 [1979]) José Carlos Rodrigues, pionero de la
antropología del cuerpo en Brasil, sostiene que la relación del observador con lo
observado en el trabajo de campo no puede excluirse nunca al considerar los hechos
sociales; por más objetivamente que sea conducida una investigación en ciencias
sociales, no podría dejar de integrar la subjetividad, tanto la del investigador como la
del investigado. En el caso de la antropología, que tradicionalmente tomó para sí el
estudio del “otro cultural”, estas alteridades “son fundamentalmente formas de relación
entre un sujeto y un objeto” (Ibíd.:12), debido a que “toda sociedad diferente de la
nuestra es objeto; todo grupo de nuestra sociedad que no sea aquel de donde
procedemos es objeto; todo uso de ese grupo al cual no adhiramos es objeto” (Lévi
Strauss, 1979:167, citado por Rodrigues). Más aún, Rodrigues afirma que para el
antropólogo la introspección es un método válido de producción de conocimiento
objetivo, partiendo de que no hay nada en la vida social que no pueda ser transformado
en objeto de investigación, incluyendo la propia conciencia, y, podemos agregar, las
experiencias y experimentaciones de la vida. Desde la premisa de que las experiencias
son construidas socialmente, y por eso son compartidas por sujetos que comparten un
sistema de significaciones y representaciones sociales, es decir, una cultura, postulamos
que la transformación de sí mismo/a en objeto de investigación, sin dejar de considerar
las dificultades que se presentan para operar el distanciamiento necesario para
transformar las propias experiencias en datos antropológicos, es un acercamiento útil
para complementar las investigaciones etnográficas. Esto es especialmente cierto
cuando trabajamos acerca de experiencias íntimas y ancladas en experiencias del
cuerpo, que suelen ser particularmente difíciles de acceder y comprender acabadamente
a través de observaciones y entrevistas.
1
Al planificar y realizar el análisis estadístico en el que se basa este trabajo,
aquellos recursos que apelan a la experiencia personal de quien lleva a cabo la
investigación, también tuvieron lugar, a lo largo de sus distintas instancias: la
construcción de la encuesta y la elección de las categorías de análisis, su distribución y
aplicación, la interpretación de las respuestas y de los resultados de los tests aplicados a
las mismas. Más aún: el hecho de que la encuesta haya sido relevada y analizada
estadísticamente por parte de las tres autoras, ha sido aún más enriquecedor, ya que no
es una sino tres experiencias, tres vidas que se han puesto en común y a disposición de
la comprensión de los resultados de la encuesta. Las tres hemos pasado por la Escuela
de Danzas como alumnas en distintos momentos de nuestras vidas, transitando al menos
por alguna de las tres carreras, cubriendo en conjunto todas las carreras que se cursan en
la institución. El ser más de una persona suma la capacidad de trabajar desde una
intersubjetividad que permite preservar una cierta objetividad o salvar algunas de las
dificultades que plantea la consideración de la experiencia personal como dato de una
investigación.
Muchas veces la presencia de lo subjetivo por detrás de, o junto a, los
instrumentos que se supone que permiten arribar a conclusiones relativamente objetivas,
es ocultada por los investigadores, entendiéndolo como un resto de subjetividad que
debe obviarse para no empañar la cientificidad. Pero aquí planteamos que es justamente
esa presencia, la de esos saberes provenientes de nuestras experiencias detrás de la
interpretación de los datos aportados por los tests, lo que le da fuerza a dicha
interpretación, y, aún antes que esto, la que ha permitido desarrollar instrumentos de
recolección de datos adecuados y analizarlos.
La utilización de dos modos de abordaje tan opuestos como son la etnografía y la
estadística, permite matizar algunas de las debilidades que cada uno de estos enfoques
presenta en su utilización por separado. En las estrategias de investigación cualitativas,
es posible trabajar a partir de un número reducido de casos, y abordarlos con mayor
profundidad y detalle, considerando las dimensiones subjetivas y en especial la
perspectiva de los actores. La flexibilidad constitutiva del diseño de investigación con
metodologías cualitativas, permite modificar elementos de la investigación mientras se
la está realizando, posibilitando reformar los instrumentos de recolección de datos y los
ejes de indagación, entre otras cosas, dando lugar a todo aquello que no se había
1
considerado al momento de planificar el trabajo y que puede surgir en el curso del
trabajo de campo o del proceso de análisis. Pero el enfoque cualitativo, al tener una
menor estandarización de los métodos de análisis, no permite generalizar más allá de los
casos observados, ni predecir, ni conocer el margen de error de los resultados. Las
estrategias cuantitativas, en tanto, al contar con un mayor desarrollo y estandarización
de los métodos de análisis, permiten establecer generalizaciones y conocer el margen de
error con precisión, pero no hacen posible conocer las significaciones subjetivas ni el
punto de vista del actor, y además hacen necesario trabajar con un gran número de
casos.
La menor profundidad y detalle del modo de análisis cuantitativo, y la ausencia de
la perspectiva de los sujetos estudiados, puede compensarse en parte cuando la encuesta
de la que parte se desarrolla tomando en consideración cuestiones que han surgido del
trabajo de campo o de la experiencia práctica personal de quien investiga. En nuestro
caso, las preguntas de la encuesta fueron realizadas partiendo de la información
obtenida por métodos cualitativos, cuando en general en muchas investigaciones se
comienza al revés, con una encuesta de prospección, a partir de la cual se diseñan
entrevistas y observaciones.
Miradas sobre el cuerpo en la danza desde una conjunción de enfoques
Otra cuestión que tiende a compensar los problemas que implica la utilización de
enfoques cuantitativos, es la inclusión en la encuesta de preguntas abiertas, que apunten
a conocer los significados otorgados por los actores a sus propias prácticas. Para
cumplir con este propósito, se ha decidido incluir preguntas abiertas, cuyas respuestas
no podrían ser objeto de análisis estadístico, pero que sí podrían analizarse con otros
métodos no estadísticos, como el análisis semiótico. Una vez finalizada la etapa de
análisis estadístico, quedaban por indagar las preguntas de la encuesta que daban lugar a
preguntas abiertas. A toda esta información, que se hubiera perdido si sólo se hubiera
realizado un análisis estadístico (o, en todo caso, que se hubiera tenido que recortar y
limitar enormemente si se hubiera decidido agrupar las respuestas obtenidas de modo
que pudieran entrar en categorías cerradas para poder ser sometidas al análisis
1
estadístico), se le aplicaron los procedimientos operativos propuestos por la semiótica
de enunciados formulada por Juan Magariños de Morentín (1998), para identificar las
relaciones semánticas en los textos de las respuestas, identificar las formaciones
enunciativas vigentes y compararlas; las operaciones analíticas realizadas fueron las
siguientes: normalización y segmentación del texto; elaboración de definiciones
contextuales; y construcción de ejes conceptuales, con redes secuenciales y
contrastativas. La metodología semiótica fue útil para analizar esta información,
posibilitando aproximarse desde lo efectivamente dicho a la perspectiva de los sujetos
sobre los temas de los que se ocupa la encuesta.
La limitación del análisis estadístico de la encuesta se hizo muy claro cuando se
analizaron las respuestas a preguntas abiertas, y más aún cuando se analizaron las
respuestas de toda la encuesta por medio de la semiótica de enunciados. Como resultado
de estas operaciones analíticas, se comprobó que en el caso de varias de las preguntas
cerradas o semiabiertas, muchas de las respuestas obtenidas que, según el análisis
estadístico, no presentaban diferencias significativas, sí presentaban diferencias
sustanciales cuando se las ponía en relación con las respuestas a preguntas abiertas que
se les asociaban. Por ejemplo, la pregunta nº 12: “¿Cuidás tu alimentación?” proponía
en primer lugar opciones “No” o “Sí”, seguida de espacios para responder “¿Por qué?”
y “¿De qué manera?”. De acuerdo a los tests estadísticos, que pudieron aplicarse sólo a
las opciones “No” y “Sí”, no existían en la muestra diferencias significativas entre los y
las estudiantes de las tres carreras. Pero la semiótica de enunciados aplicada a la
segunda parte de la pregunta, mostró diferencias entre las carreras en las razones y en
los modos del cuidado (o el no cuidado) de la alimentación. Es decir, las
representaciones e interpretaciones en torno al cuidado de la alimentación presentaban
diferencias, que el análisis estadístico no visibilizó, y que el análisis semiótico de la
pregunta completa permitió aclarar. En síntesis, allí donde la estadística indica que no
hay diferencias significativas entre respuestas, el análisis semiótico puede mostrar que
sí las hay, y puede dar contenido discursivo a esas diferencias. Y, en los casos en los
que la estadística sólo puede afirmar que existe una diferencia significativa, el análisis
semiótico posibilita dar contenido a esas diferencias. Aunque no sería posible decidir
que las diferencias o regularidades encontradas en el contenido de las respuestas a
preguntas abiertas son o no estadísticamente significativas, la aplicación de operaciones
1
de análisis propias de los enfoques cualitativos permitía agrupar respuestas y establecer
relaciones. Junto con esto, para comprender el sentido de algunas de las respuestas
abiertas fue necesario recurrir al saber obtenido en la experiencia personal de las
investigadoras.
Otro ejemplo que resulta significativo es el resultado del análisis de la pregunta
“¿Hay circunstancias en que sentís que tu cuerpo es un obstáculo?”. Con las opciones
“si/no”, las proporciones de respuestas positivas fueron de 34 % para danzaexpresión
corporal, 46 % para danzas clásicas y 56 % para danza contemporánea, con una
diferencia estadísticamente significativa entre danza contemporánea y expresión
corporal. Ante la pregunta que le sigue, “¿En qué circunstancias?”, la mayoría de las
respuestas apuntan a momentos en que no se logran incorporar elementos de las técnicas
de danza o no se logran realizar determinados movimientos, y a la percepción de
limitaciones anatómicas o biomecánicas del propio cuerpo. Es decir, el cuerpo aparece
como un obstáculo cuando se lo percibe como límite, cuando su materialidad no permite
hacer lo que se quiere hacer. Con la semiótica de enunciados se delimitaron una serie de
ejes, que agrupan las asociaciones y las atribuciones de significado realizadas por los
encuestados a la sensación del cuerpo como obstáculo: el primero de los ejes, “No poder
hacer”, agrupa los enunciados en los que se dice sentir el cuerpo como obstáculo cuando
no se pueden hacer determinadas cosas; a partir de cuáles son estas cosas que se
pretende hacer y que el cuerpo no permite, dividimos el eje en tres subejes: “Incorporar
la técnica/las técnicas/la danza”, “Movimientos específicos” y “Sensaciones” (cuando
refieren de modo más vago a la sensación de que “el cuerpo no da”, por ejemplo). El
segundo de los ejes, “Limitaciones anatómicas” agrupa a los enunciados donde se habla
de la totalidad o de partes o de capacidades del cuerpo que se sienten como limitantes al
momento de bailar; incluye varios subejes: “Cuerpo o físico en general”, “Limitaciones
biomecánicas”, “Dimensiones”, “Ropa y espejo” y “Tiempo”. Un tercer eje, “Dicotomía
mentecuerpo” engloba a los enunciados que se refieren a esta sensación de dualidad
como limitante. Y por último, en el eje “Morbilidad” se encuentran los enunciados
acerca de enfermedades, lesiones o dolores. Aunque en las definiciones contextuales de
todos los ejes hay representantes de las tres carreras, se pudieron establecer algunas
diferencias: en primer lugar, la mayor cantidad de opciones por la respuesta afirmativa
se encuentran en danza contemporánea; en segundo lugar, para los subejes incorporar
1
la técnica/las técnicas/la danza y movimientos específicos (del eje No poder hacer) y
para el subeje tiempo (del eje Limitaciones anatómicas), no se encontraron referencias
en danzaexpresión corporal; en tercer lugar, todas las definiciones agrupadas en el sub
eje ropa y espejo (del eje Limitaciones anatómicas) son de danzas clásicas; y en cuarto
lugar, para el eje Dicotomía mentecuerpo no se encontraron referencias en danzas
clásicas.
El análisis estadístico reveló diferencias significativas entre los tres grupos defi
nidos según la danza que practica el/la encuestado/a para 12 de las 25 variables conside
radas. De la aplicación de los tests de diferencia de proporciones muestrales se
obtuvieron un total de 33 diferencias significativas entre los pares de danzas
comparados en cada caso, que se distribuyen de la siguiente manera: 7 para el par danza
clásicadanza contemporánea, 8 para el par danza contemporáneaexpresión corporal y
18 para el par danza clásicaexpresión corporal. Esta distribución permite concluir que
las representaciones corporales entre los alumnos de la carrera de expresión corporal
difieren de las de los alumnos de danza clásica en una proporción significativamente
mayor, de lo que difieren entre sí las representaciones corporales de los alumnos de
danza clásica respecto de los de danza contemporánea y las de los alumnos de danza
contemporánea respecto de los de expresión corporal.
En la mayoría de los casos las diferencias existentes pueden vincularse con la
cuestión de los límites y posibilidades del cuerpo. En general, la danza clásica ofrece un
modelo de cuerpo para la danza asociado a la autoexigencia y disciplina, al cual se
opondría el modelo de la expresión corporal, asociado a la conciencia y al placer del
movimiento. Por su parte, la danza contemporánea presenta mayor heterogeneidad,
situación que puede asociarse por un lado a la multiplicidad de técnicas que coexisten
en esta disciplina, y a su situación intermedia en tanto que danza académica que abreva
en la tradición clásica para generar una ruptura con ella, incorporando en este afán
desarrollos paralelos, incluyendo a la expresión corporal. En este sentido es interesante
observar que la mayor proporción de disconformidad con el cuerpo se manifiesta en los
alumnos de danza contemporánea.
Otro núcleo de diferencias se centra en la cuestión de la danza, y del cuerpo apto
para la danza. La expresión corporal responde a un paradigma que considera la danza
como algo propio del ser humano, y por lo tanto no habría cuerpos (ni sujetos) aptos
1
para la danza y otros que no lo son, ni habría tampoco un momento de la vida específico
para bailar, tampoco un modo o una forma de bailar, porque lo que se busca es justa
mente la expresión artística de la persona a través del movimiento. La danza clásica, por
su parte, responde a un modelo vinculado al virtuosismo, ligado a la disciplina y el tra
bajo, pero además a un cuerpo privilegiado (con “condiciones naturales”). Otra vez aquí
encontramos a la danza contemporánea en una posición intermedia o de hibridez entre
las otras dos carreras.
Previamente al análisis de la encuesta, pensábamos que ante preguntas como
“¿sentís tu cuerpo como un obstáculo?” o ante afirmaciones como “utilizo mi cuerpo
como un instrumento” nos encontraríamos con un continuum de respuestas que irían
desde una concepción instrumental del cuerpo entre los estudiantes de danza clásica ha
cia una oposición opuesta a esta en los alumnos de expresión corporal, dejando en una
posición intermedia a los de danza contemporánea. Sin embargo, la distribución de las
respuestas resultó ser mucho más irregular y dispersa, encontrándose diferencias esta
dísticamente significativas entre los alumnos de expresión corporal y los de danza con
temporánea y no respecto de los de danza clásica para el caso de la primera pregunta, y
no habiendo diferencias entre las tres carreras en la segunda afirmación. Estos resulta
dos nos hicieron rever algunos de los supuestos con los que veníamos trabajando, como
así también direccionar las entrevistas y las observaciones hacia nuevos focos que per
mitieran profundizar en estas cuestiones.
Por último, la información obtenida por medio de la encuesta permitió precisar la
comprobación que se estaba tendiendo a obtener durante el trabajo, en cuanto a que las
tres carreras cursadas en la Escuela de Danzas constituían tres grupos diferenciados. Las
diferencias entre las carreras de danza clásica, danza contemporánea y expresión corpo
ral existen y son significativas, siendo artes del movimiento que se han constituido en
diferentes contextos históricos, en relación con diferentes concepciones sobre el cuerpo,
el movimiento y el sujeto, y que estas diferencias están presentes en las prácticas,
representaciones y experiencias de quienes hoy las enseñan y aprenden. El análisis esta
dístico no comprueba diferencias significativas entre las carreras en todos los aspectos
que aborda la encuesta, pero sí permite delimitar cuáles son las diferencias significati
vas, y el alcance y la distribución de las diferencias que detecta. La estadística ha
permitido introducir en el análisis cualitativo un control metodológico, que permite que
1
el investigador no realice generalizaciones excesivas o apresuradas a partir del trabajo
de campo; permite contrastar ciertas hipótesis rectoras de la investigación con un
método preciso que limita la subjetividad propia del investigador, y abre también
nuevas inquietudes o nuevas preguntas a partir de los resultados obtenidos.
Todo esto implica que, lejos de tener que decidir entre los resultados obtenidos
por medio de observaciones, entrevistas y participación, por un lado, y el análisis
estadístico, por otro, lo más útil es prestar atención a las preguntas que los métodos de
análisis pueden hacerse uno al otro. La etnografía, y los métodos cualitativos en general,
permiten la interpretación de los datos, la introducción de la dimensión de construcción
de significados y la incorporación de la perspectiva de los sujetos. Por otra parte, el
conocimiento del campo es fundamental a la hora de plantear las preguntas que se
buscará responder con el análisis estadístico, y de darles sentido. Aunque a primera
vista la utilización de la estadística junto con la autoetnografía (sobre todo en el marco
de un trabajo etnográfico que se encuentra mucho más cerca de las tendencias
comprensivistas que de los anhelos objetivistas), resultaría incompatible o
contradictorio, fuimos encontrando las maneras en que ambas herramientas
metodológicas podían volverse complementarias. Los cruces entre enfoques no
entorpecieron sino que enriquecieron el proceso de análisis, y, una vez más, reafirmaron
la utilidad, la amplitud flexible y la productividad del método etnográfico.
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