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Ángel Moreno, de Buenafuente

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A pie
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por el Evangelio
at
gr
Peregrinación contemplativa
por Tierra Santa
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st
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M

NARCEA, S.A. DE EDICIONES


ÍNDICE

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Peregrinación espiritual.................................................... 9
Una ciudad de Galilea llamada Nazaret...................... 17

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Nazaret, lugar desconocido; lugar histórico; lugar teológico;
lugar interior; lugar donde florece el desierto. En Nazaret se
cumple la alianza divina. El Nazaret personal. Tentaciones
at
posibles. Reacciones adecuadas.
María de Nazaret............................................................. 31
La mediación humana. Preservada de todo pecado. Feli-
gr
citación. El ángel anunció a María. El tálamo de Dios. He
aquí la Esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra. Y
concibió del Espíritu Santo. Cántico a María. Hágase en mí
tu voluntad. Personalización.
ra

La ciudad de David, llamada Belén.............................. 47


La joven peregrina. La hospitalidad de Belén. Nos ha na-
cido el Príncipe de la Paz. Belén, casa del pan. Los testigos
st

de Dios. El poder de Dios. La compasión. La nueva huma-


nidad. Contemplación. Ha nacido el Salvador de toda la
humanidad. Dios nos visita.
ue

La capacidad de asombro.................................................. 65
Nos ha nacido un Niño. Embeleso. Espejados en el Niño de
Belén. Contemporáneos de Jesús. Transformación. Con-
templación. Claves para el camino de la existencia. Acoge
M

la salvación. Difunde la buena nueva. Testigos de esperanza.


Propuestas ante el portal de Belén.
Jesús vino desde Galilea al Jordán.............................. 81
Concurrencias. La experiencia fundante. La restauración
del proyecto de Dios. Renovación de las promesas bautis-
males. Fuentes de agua viva.
Empujado por el Espíritu al desierto........................... 93
Fascinación y ecos del desierto. Jesús inicia su vida pública
en el desierto. Experiencia de tentación. Proceso de madu-
ración. Sabiduría del desierto. Recreación. Propuestas.

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Por la ribera del mar de Galilea ................................. 105
A orillas del lago. Los primeros discípulos. Pescadores. Tra-
vesía. Vamos a la otra orilla. Confiados. El ciclo de la luz.
A la hora de la brisa. La noche. La tormenta. La prueba.
Noche oscura del alma. A la cuarta vigilia. Tiempo de Luz.
Vestigios. Canto a Galilea.
El monte de Dios........................................................... 123
Subir al monte. El monte de las Bienaventuranzas. El monte
de la multiplicación de los panes. Contemplación del sacra-
mento de la naturaleza. El monte alto de la Transfiguración.
La necesidad de salir. Reacción sobrecogida.
El poder transfigurador................................................. 139

ta
La belleza. Oración al Espíritu dador de la Luz. Canon de
belleza. “Yo soy la luz”. La imagen más bella. Rasgos del
icono de Jesucristo. A Cristo transfigurado. Personalización.

ui
La misión de transfigurar la materia.
Vamos a Jerusalén........................................................ 153
Distintos modos de acercarnos a la Ciudad Santa. Procesión
at
del Arca de la Alianza. Como los discípulos especuladores
o como el ciego. Como Jesús, enamorado. “Bendito el que
viene en nombre del Señor”.
gr
Getsemaní....................................................................... 165
El cenáculo. Después de cenar. Oración. El Huerto de los
Olivos. La noche en Getsemaní. El nuevo Adán. Amigo, ¿a
qué has venido? Señor, ¿por qué te has dejado prender?
ra

Canto a Getsemaní. Detrás de Jesús.


¿Podéis velar una hora conmigo?................................ 179
Tiempo de oración. Contemplación. La experiencia de so-
st

ledad. Oración. Acompañamiento. Invitación del Maestro.


Luz para la hora más oscura. Respuesta agradecida. El antí-
doto contra toda desesperanza. Solidarios.
ue

El Calvario. Camino de la Cruz................................... 195


Cristo ha resucitado...................................................... 207
Carta al Resucitado. Camino de Emaús. Los discípulos de
Emaús. El camino de la existencia. Manos tendidas del Re-
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sucitado. ¡Cristo ha resucitado! ¿Ha resucitado para ti?


Camino espiritual.......................................................... 217
Un largo camino. Acompañamiento espiritual. Desencanto y
fracaso. Con el bordón de la Palabra. Oración objetivadora.
Saber desaparecer. Oración del acompañante.
Volved a Galilea............................................................. 229
Retorno a Galilea. ¿Qué es volver a Galilea? El amor divino.
Experiencia. Mandamiento. Singladura. Presencia. “Oh Dios,
Tú eres mi Dios, por ti madrugo”. Examen final. Última
pregunta: ¿Me amas?
6 © narcea, s. a. de ediciones
PRÓLOGO

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Uno siempre busca estar con el que ama, o físicamen-
te, o recorriendo lugares que recuerdan su presencia.
Es cierto que Él está en todas partes, en todos los seres
at
y en uno mismo, pero aun así, hay un atractivo irresistible
por estar en los espacios donde Él estuvo cuando quiso so-
gr
meterse a esta experiencia y a esta dimensión terrena.
De esa atracción irresistible que jamás se cura, nace la
“peregrinación” a esos lugares, atracción que se contagia,
ra

atracción que Ángel contagia mucho y bien.


Yo llevo con él, haciendo de guía y comentado y des-
entrañando la Biblia con sus grupos, 30 años, y seguro
st

que él había comenzado mucho antes. Mi mundo es la


Sagrada Escritura, y consecuentemente también aquella
ue

tierra, junto con unas parroquias rurales cercanas a Bue-


nafuente en las que vivo, y por supuesto, mis amigos.
Ángel comenzó siendo un compañero de ministerio
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que inexplicablemente para mí “se fio de mí y me confió”


el acompañamiento de sus grupos por Tierra Santa, y en-
seguida, por seguir las mismas huellas y peregrinar jun-
tos, acabamos siendo amigos.
Mucho he aprendido de él y mucho tengo que agra-
decer en mi camino personal de búsqueda de las hue-
llas del Amigo a través de la Sagrada Escritura y por
aquellas tierras.
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Por aquellos lugares santos, llevado por mi entusias-
mo, hablo mucho, quizás en demasía, en cambio he ob-
servado que Ángel, cada vez habla menos y se recoge
más en la contemplación y en el silencio que son las dos
Buenasfuentes de donde manan la profundidad y la luz y
estoy seguro que este libro que ahora publica, nacido de
la contemplación y del silencio, estará lleno de profundi-
dad y de luz.
Yo, de cada peregrinación vuelvo agotado físicamente

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de moverme y vaciarme tanto; él, en cambio, veo que
vuelve más lleno y más vital, como dicen que estaba la
zarza ardiente del Sinaí. Sin duda alguna, él ha elegido “la

ui
mejor parte” y ahora nos la transmite. (Me consuela pen-
sar que las “Martas” también somos un poco necesarias).
at
Contemplar en silencio las huellas del Amigo es sin
duda el mejor modo de ocupar el tiempo. Y este libro
que a continuación vas a comenzar a leer, no dudo que a
gr
buen seguro te ayudará en este empeño.

Rafael Pascual Galán


ra

Cura de Anguita, profesor de Sagrada Escritura


y guía oficial de Tierra Santa
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8 © narcea, s. a. de ediciones
PEREGRINACIÓN ESPIRITUAL

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Intentamos realizar un itinerario de tipo ignaciano,

ui
imaginando los lugares santos donde tuvieron lugar los
hechos evangélicos. Cabe que las reflexiones que propo-
at
nemos valgan para unos días de Ejercicios Espirituales, y
también como guía espiritual, al mismo tiempo que se
realiza la visita histórica a Tierra Santa. En cualquier
gr
caso, invitamos a adoptar actitudes interiores por las que
bien por el poder de la imaginación, bien por la contem-
plación ocular, el peregrino y el orante queden afectados
ra

y experimenten frutos de conversión.


Los días de Ejercicios Espirituales, al igual que la pere-
grinación, son ocasión propicia para ejercitar actitudes que
st

nos llevan a entrar dentro de nosotros mismos, para descu-


brir o constatar nuestro estado espiritual de una manera
ue

más consciente, revisar la conciencia, escuchar la moción


interior, datar momentos de especial consolación...
Cabe que, tanto los Ejercicios Espirituales como la pe-
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regrinación, se planteen como días que reporten sereni-


dad, descanso, alejamiento de los espacios conflictivos,
conocimiento propio, crecimiento en sensibilidad, objeti-
vos en sí mismos loables y convenientes. Pero al referir-
nos a la expresión ignaciana de Ejercicios Espirituales,
además de los motivos de descanso y alejamiento de las
tareas cotidianas, nos abrimos a prácticas teologales por
las que, más allá del esfuerzo y de la ascesis, del dominio
© narcea, s. a. de ediciones 9
de la voluntad y del apartamiento físico del lugar habi-
tual, nos abrimos a la acción del Espíritu Santo.
Son días de ejercitar la atención, de tratar las cosas con
respeto para que su uso no quiebre la armonía, el orden,
el silencio de la naturaleza, la belleza del entorno y el espa-
cio acogedor. Se nos exige desprendimiento de hábitos
para permanecer más sensibles, a la escucha de las mocio-
nes consoladoras, como dice san Ignacio: “Notando y ha-
ciendo pausa en las partes más principales, y donde haya

ta
sentido mayores mociones y gustos espirituales” (EE 227).
Son días privilegiados para reconocer los dones inte-

ui
riores, para adentrarse en la propia conciencia y escrutar
las posibles sugerencias del Espíritu, entre ellas la posible
necesidad de misericordia y de perdón, incluso del sacra-
at
mento de la penitencia, y de recibir la gracia.
Para algunos son días de descanso físico, y ocasión de
gr
apartarse de las preocupaciones habituales y las faenas
diarias para serenar el cuerpo, drenar el nerviosismo ha-
cendoso, filtrar las noticias, las imágenes y las comunica-
ciones, para vivir la experiencia de abandono confiado,
ra

puestos en las manos del Señor, ante las posibles hipóte-


sis desestabilizadoras.
st

En estos días es bueno renovar la profesión de fe, las


promesas bautismales, los compromisos de vida cristiana
y reafirmarse en la propia identidad vocacional. Al haber
ue

más tiempo de oración y de encuentro con la Palabra de


Dios, se favorece el conocimiento íntimo de Jesús, y el
poder celebrar la amistad con Él para ungir la propia
M

historia con la percepción de la gracia y constatar con


reconocimiento acontecimientos providentes, que
testimonian el acompañamiento del Resucitado.
En los días de Ejercicios suele hacerse discernimiento
espiritual, por lo que se invoca al Amigo del alma y Con-
sejero interior para que nos ayude a descubrir lo que se
debe dejar y lo que se debe afianzar, aquello a lo que nos
debemos convertir y lo que debemos agradecer.
10 © narcea, s. a. de ediciones
Es un tiempo privilegiado para gozar del don de saber-
se creados por amor; llamados a la vida por quien es el
que lo sostiene todo; invitados a la santidad: a un camino
de plenitud en una experiencia de amistad, de amor, de in-
timidad con Dios, en la que se acrisola la pertenencia a Je-
sús, según la propia vocación de vida cristiana.
En estos días es más fácil contemplar la naturaleza, la
obra creada por Dios. Es más fácil agradecer el don de la
vida, reconocer el privilegio de la fe, tomar conciencia de

ta
la Providencia divina en nuestra historia, aguzar el oído
del corazón para percibir las posibles llamadas.

ui
Algunas anotaciones
at
Si cuando dejas divagar la mente a través de hipótesis
gr
extrañas sin detener la imaginación, que te trae futuros
inciertos, un tanto pesimistas y negativos, si en esos mo-
mentos te serenas y das crédito a que estás habitado por
Dios, y a la verdad revelada de que eres acompañado
ra

por el Espíritu Santo y te pones en las manos del


Señor, el futuro, sin dejar de hacer su pregunta, no
desplaza al presente. Entonces tu interior se calma,
st

confiado y entregado a la Providencia.


Cuando intentas hacer silencio y concentras la mente,
ue

percibes la realidad mucho más conscientemente, das valor a


cada gesto y a cada palabra, detienes tu mirada en cada
rostro y en las celebraciones te asiste una fuerza especial, que
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te permite mantener la presencia atenta. Si despertada esa


sensibilidad, te abres al Tú divino que te habita, ya
no solo percibes la realidad de manera consciente, sino que
todo se convierte en sacramento y en posibilidad de tratar
con Dios a través de lo visible y de lo material.
Cuando recitas expresiones orantes litánicas, aunque en
muchos momentos puedes hacerlo de manera un tanto
mecánica, si a pesar de la posible inercia y falta de atención,
© narcea, s. a. de ediciones 11
continúas y no dejas de recitarlas, hay instantes en los
que percibes un destello interior que te hace consciente de
la presencia divina invisible. Cuando esto sucede, el camino
solitario se transforma en andadura acompañada, el vacío
se remece de trato interpersonal, las horas anónimas
quedan reconocidas, el trayecto individualista se torna
solidario, y hasta llegas a gustar el acompañamiento de la
presencia invisible del Señor y la mirada entrañable de su
madre, sobre todo en los momentos más difíciles.

ta
En el proyecto de retirarte unos días a orar, ante el
cúmulo de intenciones que tantos dejan en tus manos
porque confían en tu oración, si te abres a la relación

ui
interior, descubres no solo tu experiencia teologal, sino
también la posibilidad de ejercitar la identidad sacerdotal
at
bautismal, al ofrecer las horas de camino y de soledad por
quienes depositan sus preocupaciones en ti.
gr
Cuando ofreces, no solo la oración, sino también el
trabajo, por quienes te piden que reces por ellos, en vez
de sentir la impotencia ante tanta necesidad, si confías en
el poder que Jesús ha dejado en la oración, que se eleva
ra

en su nombre y te unes a la que Él mismo ha hecho por


todos, gustas la fecundidad y el beneficio de la consola-
st

ción, por hacer de tu vida una travesía creyente, orante y


solidaria. Ante los ojos de Dios nada se pierde.
Cuando llegan noticias dolorosas y saltan diversos
ue

problemas sociales, familiares o pastorales, o cuando las


relaciones humanas se enquistan y se vuelven violentas y la
naturaleza dicta reacciones de choque, un tanto
M

desesperanzadas, si en esos momentos se acierta a reavivar


la conciencia de la identidad teologal, que concede
la certeza de la filiación divina por adopción, por
saberse habitados por el Amor de Dios, retorna la
serenidad, la templanza, se siente fortaleza, renace la
esperanza confiada, no como huida de compromiso, sino
como posibilidad de mantener una presencia positiva y
paciente en la encrucijada de las dificultades.
12 © narcea, s. a. de ediciones
Puede que en los días de silencio asalte el juicio sobre
el comportamiento de los demás, mas si en ese momento
se trae a la memoria las veces que hemos sido perdona-
dos, comprendidos y aceptados, es más fácil retornar al
silencio de la mente y al deseo de que todos gocen de
misericordia. Una recomendación teresiana es rezar por
aquellos hacia los que sentimos aversión y así no violen-
taremos el espacio sagrado.

ta
Composición de lugar

ui
La invitación ignaciana de hacer la composición de lu-
gar objetiva nuestro proyecto de peregrinar
at
espiritualmente por la Tierra Santa: “El primer preámbulo
es composición viendo el lugar. Aquí es de notar, que en
gr
la contemplación o meditación visible, así como
contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la
composición será ver con la vista de la imaginación el
lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quiero
ra

contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o


monte, donde se halla Jesucristo o nuestra Señora, según
lo que quiero contemplar” (EE 47). En la meditación del
st

Rey temporal, en el primer preámbulo, san Ignacio


aconseja: “Es composición viendo el lugar, será aquí ver
ue

con la vista imaginativa sinagogas, villas y castillos, por


donde Cristo nuestro Señor predicaba” (EE 91).
Sabemos que no es insignificante en un texto el modo
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como se inicia el relato y cómo se termina, y también si


se observa cierto paralelismo en el comienzo y en el final.
Desde un sentido literario, cabe interpretar que el autor
tiene la intención de que ambas referencias atraviesen
toda la escena o la composición.
En el contexto de los evangelios se encuentra, según el
libro de los Hechos de los Apóstoles, la afirmación
explícita a que todo comenzó en Galilea. San Lucas, en
© narcea, s. a. de ediciones 13
los evangelios de la infancia de Jesús, nos sitúa en Nazaret,
una ciudad de Galilea. El evangelio de san Mateo, aunque
sabemos que la ascensión del Señor aconteció sobre el
Monte de los Olivos, sin embargo, lo denomina de Galilea:
“Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado” (Mt 28,16). Este dato no
contradice a los otros evangelios, sino que por ser la cuesta
del Monte de los Olivos lugar donde pernoctaban los
peregrinos venidos de Galilea, tomaba este nombre. El

ta
Cuarto Evangelio termina con las escenas pascuales a las
orillas del Lago, y en varios textos se cita el mandato de
Jesús a sus discípulos, antes y después de su resurrección,

ui
de que vayan a Galilea. Estas concurrencias las entiendo
como reveladoras de un sentido teológico por el que
at
debemos leer toda la vida de Jesús en clave pascual.
Es fácil observar los movimientos y los constantes
gr
cambios de lugar de Jesús a lo largo de su vida. Ningún
movimiento es indiferente. “Las acciones de Jesús deben
ser leídas en clave teológica, las que parecen subsidiarias
en la narración evangélica, como es entrar o salir; acer-
ra

carse o alejarse; levantarse o sentarse…”1 La alternancia


de lugares, que se constata en los evangelios, que sitúan
a Jesús en Galilea y en Judea, debe ser interpretada
st

como llamada permanente a la conversión. Pues según


Juan José Bartolomé, en la Biblia los movimientos de sa-
ue

lir son invitación divina a la conversión.


M

Tiempo de oración

Si hay una práctica recomendada en los días que


dedicamos a los Ejercicios Espirituales es la oración, pero
no siempre acontece como uno desea. Me ha dado luz
1 José Tolentino Mendonça, El elogio de la sed, Ejercicios espirituales pre-
dicados al Papa y a los miembros de la Curia durante la Cuaresma de 2018,
p. 19.

14 © narcea, s. a. de ediciones
este pensamiento de José Tolentino: “¿Cuál es la mejor
oración? Es aquella que podemos hacer en este momen-
to. Será insuficiente, limitada, imperfecta, tosca, balbu-
ciente, distraída, dispersa. Será diferente de aquella que
ya tuvimos y fuimos capaces de hacer en el pasado o in-
comparablemente distinta de aquella oración idealizada
que nos gustaría fuera la nuestra. Lo importante es no
dejar de rezar”2.
Tanto si se hacen unos días de meditación sobre los

ta
hechos y dichos de Jesús en los evangelios, como si se
tiene la suerte de peregrinar a los lugares santos, en los
que sucedieron los acontecimientos que narran los auto-

ui
res sagrados, es momento propicio para tratar de una for-
ma más viva con el Señor, y de experimentar su paso
at
más tangible, que no quiere decir que haya experiencias
extraordinarias, pero sí perceptibles en el interior, hasta el
extremo de convertirse en hitos ungidos de la propia his-
gr
toria de fe.
ra

cuestiones
st

• ¿Cómo te sitúas ante la peregrinación real o espiritual,


como turista, curioso, estudioso, interesado, creyente…?
• ¿Estás abierto a un posible encuentro con la persona
ue

de Jesús, con el Evangelio?


• ¿Tienes alguna pregunta o circunstancia en tu vida que
deseas contrastar a la luz del paso de Jesús por nuestro
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mundo?

2 José TolenTino Mendonça, El elogio de la sed, op. cit., p. 28.

© narcea, s. a. de ediciones 15
LA CIUDAD DE DAVID
LLAMADA BELÉN

ta
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En la peregrinación espiritual que hemos emprendido por
Tierra Santa y por el llamado “Quinto Evangelio”, según ex-
at
presión de Benedicto XVI, al tomar el camino que va de Jeru-
salén a Belén, cuando se pasa por el Campo de los Pastores,
se averigua la presencia de los ganados. Aún conservo uno
gr
de los recuerdos más emotivos de una de mis bajadas al
Campo de los Pastores andando, una fotografía en la que
aparezco con un cabritillo pequeño sobre los hombros, que
ra

me dejaron unos beduinos, imagen que me trae el eco de


quienes fueron los primeros en recibir la noticia del nacimien-
to del Mesías. Los pobres, los proscritos, los que no guarda-
st

ban el sábado ni acudían al templo fueron los destinatarios


del mensaje de los ángeles, como si el Buen Pastor quisiera
ue

hacerse solidario anticipadamente con sus compañeros.


Como aconseja san Ignacio en sus Ejercicios Espiritua-
les, al acercarnos al Misterio del nacimiento de Jesús,
M

pongamos toda la atención, despertemos los cinco senti-


dos y ¡vayamos a Belén! “Y tú, Belén de Efratá, pequeña
entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de
gobernar Israel” (Miq 5,1). Pocos lugares como Belén
suscitan en el creyente cristiano más ternura y mayor
atractivo. Desde niños nos suena a Navidad, nos sabe a
turrón, a calor de hogar, a encuentro de familia, y desde
la fe se percibe el abrazo del cielo con la tierra.
© narcea, s. a. de ediciones 47
La joven peregrina

Al contemplar a la joven María después de los aconte-


cimientos que vivió en Nazaret, nos sorprendemos de su
actividad y movimiento. La mayor contemplativa, la
orante por excelencia, nos enseña cómo es posible man-
tener la presencia de Dios, y no perder la referencia teo-
logal en los diferentes caminos o etapas de la vida. Pero
sobre todo nos enseña el principio cristiano del olvido de

ta
sí por salir hacia el otro como ley plenificadora.
María emprende, en uno de los momentos más delica-

ui
dos de su vida, por una razón solidaria y piadosa, un lar-
go viaje, de más de 150 km. “En aquellos días, se levantó
María y se fue con prontitud a la región montañosa, a
at
una ciudad de Judá” (Lc 1,39). Permaneció con Isabel,
su prima, unos tres meses, y se volvió a su casa (Lc 1,56),
gr
otros 150 km. A la vuelta debía enfrentarse con la
realidad social, y con una posible denuncia por su
embarazo; no obstante, ella se fio de Dios. El papa
Benedicto XVI calificó este viaje de María como la
ra

primera procesión del Corpus. Ella es la mejor custodia


del Cuerpo y de la Sangre del Señor. San Juan Pablo II
invocó a María como “mujer eucarística”.
st

Más allá del gesto solidario de atender a su prima Isa-


bel, el autor sagrado proyecta sobre la figura de María la
ue

imagen del Arca de la Alianza, que permaneció tres


meses en casa de Obededón, antes de ser traslada por el
rey David a su palacio. A su vez, la prontitud con la que
M

se levantó la joven nazarena, según el pasaje evangélico,


toma resonancias pascuales, y anticipa en María los fru-
tos de quien al tercer día se levantará del sepulcro.
El papa Francisco la invoca como la Virgen de la
prontitud: “El Evangelio nos dice que, después del anun-
cio del Ángel, ella fue deprisa, no perdió tiempo, fue en-
seguida a servir. Es la Virgen de la prontitud” (31 de
mayo de 2014). Ella es la amada de Dios, y corresponde
48 © narcea, s. a. de ediciones
al amor divino como narra el poema bíblico: “Levántate,
amada mía, hermosa mía y ven a mí” (Ct 2,10).
La mujer bendita, al poco tiempo de volver de Ain Ka-
rem, se desplaza a Belén, que dista de Nazaret cerca de
150 km., acompañada de José, su esposo: “Subió también
José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la
ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa
y familia de David, para empadronarse con María, su es-
posa, que estaba encinta” (Lc 2,1-5). Con razón a la

ta
Virgen se la puede llamar Santa María del Camino. La que
va a ser madre de Dios es conocedora de sendas y atajos,
de posadas y de caravanas. Sube a la montaña de Judea,

ui
vuelve a Nazaret, sube de nuevo a Belén. Realmente se
muestra como mujer fuerte, arriesgada, andariega, solida-
at
ria, y seguro que en las orillas de los caminos encontraría a
personas menesterosas a las que ayudó.
gr
María ha conocido la intemperie, la humillación, la
marginalidad, el exilio, la persecución y la deportación. En
estos tiempos de tanta migración, de personas que viven
en la clandestinidad por miedo a la expulsión del país, de
ra

movilidad y de trasiego, la Virgen se convierte en compa-


ñera y posada, en verdadera casa samaritana, en puerto
franco. Ella es causa y motivo de alegría por donde pasa.
st
ue

La hospitalidad de Belén

Para comprender las circunstancias sociales que pu-


M

dieron envolver los acontecimientos del nacimiento de


Jesús, es esclarecedor ver cómo viven aún los beduinos.
No por quitar valor a la realidad tan precaria, que esco-
gió Dios en su providencia a la hora de venir a este mun-
do, sino para interpretar mejor los datos bíblicos en el
contexto social de la época.
En tiempos de Jesús, las casas eran cuevas en muchos
lugares, y en el mismo espacio doméstico vivían las
© narcea, s. a. de ediciones 49
caballerías, que puestas en la puerta, defendían del frío y
daban seguridad. En cuanto a las posadas, eran
edificaciones con un doble piso, el de arriba, sala común
y corrida, para las personas, y el de abajo, para los
carruajes y los animales. Los albergues solían estar en
lugares estratégicos, de acuerdo con la distancia desde los
puntos de partida; se duda de que, en Belén, a tan solo
siete kilómetros de Jerusalén, hubiera servicio de
hospedaje.

ta
Es creencia común que José y María llegaron a Belén
y que vivieron momentos extremadamente dolorosos al

ui
verse sin casa. “Y sucedió que, mientras ellos estaban
allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a
luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
at
acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el
alojamiento” (Lc 2,6-7). Debemos aclarar y quizá
gr
corregir según los datos evangélicos la tradición del
rechazo del posadero a José y a María, representado
muchas veces en nuestros belenes. Cabe que la
interpretación, tan dolorosa para José, de verse sin lugar
ra

donde vivir, se deba a una traducción errónea de los


textos, y que las cosas fueran mucho más normales en el
contexto social y religioso de la época.
st

Si en el pasaje del buen samaritano, san Lucas, para se-


ñalar la posada emplea el término “pandojeyon” (Lc
ue

10,34), y en la noche de la última cena, para decir el lugar


dónde se celebró, emplea el término “catalima” (Lc
22,11), que significa sala de arriba, y si en los evangelios
M

de la infancia, el mismo autor, cuando describe el parto de


María, lo sitúa junto al pesebre, porque no había sitio en la
“catalima” (Lc 2,7), induce a error la traducción de posada
cuando debería decir sala. Más bien hay que entender, y
era lógico, que no había sitio en la sala común, en la sala
de arriba, pues un parto requiere cierta intimidad. Ade-
más, la ley mosaica prescribe las normas sobre la impureza
en la que queda un lugar relacionado con la sangre.
50 © narcea, s. a. de ediciones

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