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TABLA
Los pasos están inspirados en la frase de San Juan de la Cruz, en su libro “Dichos de luz y amor”
que dice: “Busca leyendo y encontrarás meditando; llama orando y se te abrirá
contemplando”.
LA PALABRADE DIOS
Hemos elegido para nuestra Lectio Divina el texto de Lucas 2, 40-52 al que de manera tradicional
llamamos: “El niño perdido y hallado en el Templo”. Para nuestro Ejercicio usaremos la traducción de
la Biblia de Jerusalén.
Luego de leerlo las veces que sea necesario, conviene reconstruirlo con ayuda de las siguientes
preguntas. No se trata de responderlas a manera de examen, sino solamente orientar la
comprensión y dar unidad a lo que cada quien recuerde o señale como algo que le llama la atención:
a) ¿A dónde iban los padres de Jesús cada año? ¿Por qué?
b) ¿Qué edad tiene Jesús en este relato?
c) ¿Qué ocurre con Jesús, cuando regresan hacia Jerusalén?
d) ¿Qué hacen sus padres al notar la ausencia de Jesús?
e) ¿Cuánto tiempo tardan en encontrarlo? ¿Dónde estaba?
f) ¿Qué hacía Jesús en el Templo? ¿Cómo reaccionaban quienes lo escuchaban?
g) ¿Qué les dice Jesús a sus padres? ¿Cómo reaccionan ellos ante estas palabras?
h) ¿Dónde guarda María todas estas situaciones?
i) ¿De qué forma iba creciendo Jesús?
2 Meditar
“ENCONTRAR MEDITANDO”
La pregunta que nos orienta al comenzar este paso es: ¿Qué nos dice el Señor por medio de
su Palabra? Y para ello presentamos algunas líneas de reflexión que podrían ayudar para orientar la
meditación y el descubrimiento personal y familiar de lo que nos dice el Señor en su Palabra de cara
a nuestra Asamblea.
No sabemos casi nada de la familia de Nazaret, pero teniendo en cuenta el refrán: "de tal palo, tal
astilla", debemos suponer que fue una familia ideal. Las relaciones que tuvieron entre sí, aunque se
hayan desarrollado en un marco familiar distinto y muy lejano a nuestro tiempo, pueden servirnos
como ejemplo a nosotros, en nuestro propio modelo de familia donde sigue siendo igual de
importante que en aquella época, el desarrollo de la persona y los valores que va adquiriendo con el
paso del tiempo.
Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, la entrega, el servicio y el interés por el otro, quiere
decir que primero lo vivió él. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para todo ser
humano. Toda persona nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la
vida con la ayuda de los demás.
Hoy en día, la familia sigue siendo el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana,
pero no sólo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento
durante todas las etapas de nuestra vida. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o
madre e incluso como abuelo, en cada una de esas situaciones la calidad de la relación nos irá
acercando a la plenitud humana, si todo encuentro con el otro lo aprovechamos para manifestar
nuestra capacidad de amar.
El ser humano sólo puede crecer como Jesús a través de sus relaciones con los demás y la familia
es el marco insustituible para esas relaciones profundamente humanas. Los lazos de sangre o de
amor natural deberían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los
demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Las relaciones familiares tendrían que
enseñarnos a dejar nuestro individualismo y egoísmo. Si en la familia superamos la tentación del
egoísmo, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigiendo para nosotros cada día
menos y dándonos cada día más.
La familia juega también un papel insustituible en el desarrollo de la personalidad humana y cristiana
del seminarista, así como en su proceso vocacional. Familia y seminarista deben acompañarse
recíprocamente con la oración, el respeto, el testimonio, el buen ejemplo de las virtudes domésticas,
y la ayuda material y espiritual, sobre todo en los momentos de dificultad (cf. PDV 68; SD 214). A
ejemplo de Jesús, que “Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos” los seminaristas deben
mantener su relación con su propia familia, interesándose por ella sin perder el contacto ni
desarraigándose de su contexto sociocultural (cf. OT 3; PDV 68; DFSPMF 33).
En “Amoris Laetitia” el Papa Francisco dice por otro lado que: “Los vínculos familiares son
fundamentales para fortalecer la sana autoestima de los seminaristas. Por ello es importante que las
familias acompañen todo el proceso del seminario y del sacerdocio, ya que ayudan a fortalecerlo de
un modo realista”.
Presentamos ahora, otra manera de llevar a cabo la meditación del texto. Incluso si se dispone de
tiempo podrían hacerse las dos juntas.
De cara a nuestra Asamblea, contemplar la vida de quienes forman la familia de Nazaret nos lleva a
reflexionar sobre nuestra propia familia. Si bien Jesús es el hijo de Dios encarnado, es también un
niño que aprende de las acciones de sus padres y obedece a lo que ellos le piden y mandan.
Hagámonos unas preguntas, como familia, para profundizar más en el texto que hemos leído. Lo
haremos de la mano de cada uno de los versículos. No es necesario contestarlas todas, pero si
ayudará a facilitar la meditación y orientar la reflexión en la relación que existe entre la familia, la
formación sacerdotal, el seminario y nuestra misma situación familiar actual.
Tabla 2
3 Orar
“LLAMAR ORANDO”
La pregunta que nos orienta al comenzar este paso es: ¿Qué le decimos al Señor motivados por su
Palabra? Y para ello:
a) Después de escuchar la Palabra de Dios, es importante dejar hablar al corazón.
b) Podemos hacer una oración espontánea de agradecimiento, de petición, de acción de gracias,
de alabanza, de entrega, etc.
c) También podrían usarse oraciones ya existentes: un Salmo, un Himno o alguna que sea
significativa para la familia.
Es importante aclarar que todo lo que hemos dicho en los pasos anteriores es ya una forma de
oración, pero es aquí cuando tomamos conciencia, más que nunca, de nuestra actitud orante.
Preguntémonos sinceramente: ¿Qué nos hace decir el texto? ¿Qué me enseña José en el pasaje?
¿Qué actitud de María quisiéramos imitar? Ante lo que el Señor nos dice en su Palabra, el Espíritu
Santo hace surgir diversos tipos de oración. San Agustín decía al referirse al Salmo 29: “Siel texto es
oración, orad; si gime, gemid; si alaba, alabad y alegraos; si es un texto de esperanza, esperad; si
expresa temor de Dios, temed”.
Sugerimos que en este momento se dé un espacio para las peticiones o intenciones espontáneas,
de tal modo que se encomiende al Señor a cada miembro de la familia, así como las
distintas angustias y necesidades.
Proponemos para finalizar este paso la siguiente oración que pude dirigir algún miembro de la familia
o hacerla todos juntos:
Señor Jesús, que viviste en familia con María y José. Hoy queremos pedirte por nuestra familia, para
que te hagas presente en ella y seas su Señor y Salvador. Bendícenos, protégenos de todo mal y de
todo peligro; no permitas que nada ni nadie nos haga daño y danos salud. Te necesitamos, Jesús,
entre nosotros. Llena nuestro hogar de tu paz, de tu alegría, de tu cariño.
Derrama tu amor para que sepamos dialogar, entendernos, ayudarnos, para que aprendamos a
acompañarnos y a sostenernos en el camino de la vida. Danos pan y trabajo. Enséñanos a cuidar lo
que tenemos y a compartirlo con los demás.
También queremos darte gracias, Jesús, por cada uno de nosotros y los demás miembros de nuestra
familia; por los momentos lindos que pasamos y por las cosas buenas que tenemos.
María, Madre Buena, tu presencia también nos hace falta. Que no nos falte tu ternura y
tu protección. Jesús, José y María, preciosa comunidad y familia de Nazaret, ayúdennos a vivir en
familia.
Amen.
4 CONTEMPLAR
“ABRIR CONTEMPLANDO”
La pregunta que nos orienta al comenzar este paso es: ¿Qué se ilumina y se convierte en nuestra
vida por su Palabra? Y para ello:
a) Gustemos y saboreemos a Dios en nuestro corazón, dejando que la Palabra de Dios
ilumine nuestra vida.
b) Ayudará mucho que hagamos conciencia y pensemos con cuál de los personajes nos
identificamos o si hemos vivido situaciones similares entre nosotros como familia.
Luego, repitamos internamente la palabra que más nos ha tocado el corazón. Esto ayudará a
descubrir lo que el Espíritu Santo nos quiere comunicar y más hoy a ejemplo de María, que
“conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, hagamos lo mismo.
Aquí puede ayudar el usar una música suave que facilite el momento de contemplación e
identificación con el pasaje. Es quizá el momento de mayor paz interior.
5 ACTUAR
“VIVIR AMANDO”
La pregunta que nos orienta al comenzar este paso es: ¿A qué acciones nos invita el Señor? Y para
ello:
a) Nos damos la oportunidad de compartir libremente qué tenemos que cambiar en nuestra vida
familiar a la luz del texto y de qué manera podemos ayudarnos unos a otros a crecer más
como personas, a ejemplo de Jesús, en la vocación que cada quién experimenta como un
llamado para ser felices.
Luego de compartir, sugerimos concluir la Lectio Divina con la oración que propone el Papa
Francisco en “Amoris Laetitia”:
Oración a la Sagrada Familia
Jesús, María y José
En vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.